Greiser - El Psicoanálisis Frente A Los Síntomas Sociales
Greiser - El Psicoanálisis Frente A Los Síntomas Sociales
Greiser - El Psicoanálisis Frente A Los Síntomas Sociales
Irene Beatriz Greiser
Licenciada en Psicología/Universidad de la Ciudad de Buenos Aires
Profesora adjunta de La cátedra de Psicopatología y Docente de la Carrera de Especialización en
Psicología Forense de la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales/Buenos Aires
Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana/Argentina
Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
irenegreiser@ciudad.com.ar
Resumo
El artículo delimita coordenadas que orienten la intervención analítica en los síntomas que
asume la subjetividad de la actualidad. Se trabaja la relación entre el síntoma y el Otro y
como esa relación va modificándose. Para el psicoanálisis lo social no es anónimo.
Responde al lazo entre un sujeto y el Otro. Pero la estructura del Otro cambia y los
síntomas varían de acuerdo al discurso imperante. La pulsión es a-social y traza un
irreductible pero cada época aloja ese plus de gozar de modo diferente. Por eso es
necesario hacer un abordaje de los lazos familiares y situar la función especifica que tiene
para el psicoanálisis el primer Otro, “La Familia”. El síntoma es el particular modo del
sujeto gozar de su inconciente, pero cuando ese goce no pasa por el Otro del inconciente
cuando se rompe ese lazo, tenemos el síntoma social. Hay síntoma social cuando se anula
el lazo al Otro del inconciente.
THE PSYCHOANALIST IN FACE OF THE SOCIAL SYMPTOMS
Abstract
The article orients the analytical intervention in the symptoms that the current
subjectivity assumes. It works the relation between the symptom and the Other and how
this relation was modified. For psychoanalysis the social is not anonymous. It responds to
the bond between a subject and the Other. But the structure of the other changes and the
symptoms vary according to the discourse of the Other. The drive is non social and it
traces something not reductive. Nevertheless, each time holds the more joy in a different
way. That is why it is necessary to make an approach of the family bonds and situate the
specific function that the first Other, which is the “family complexes”, has for
psychoanalysis. The symptom is the private way which the subject has joy in his
unconscious but when this joy does not pass through the Other of the unconscious, when
this bond is broken, we have the social symptom. There is social symptom when the bond
with the Other in the unconscious is annulled.
Es un hecho comprobable la extensión que la práctica del psicoanalista tiene hoy por hoy; ella no
se limita al consultorio, los analistas están en los juzgados, en las escuelas, en los centros de
atención al menor, en las cárceles etc. Por ello mismo a la hora de intervenir en dichos ámbitos
es importante saber desde donde intervenir, para que nuestra práctica no quede diluida ni
confundida con otros discursos sino que conserve los principios rectores que hacen a su ética.
El presente artículo constituye un intento de trazar las coordenadas que orienten la intervención
analítica en los síntomas que asume la subjetividad de la actualidad.
Toda intervención analítica en el campo de lo social requiere de una operación en la cual el sujeto
debe de ser extraído de ese campo. El psicoanálisis como procedimiento es una experiencia que
opera sobre un sujeto, y solo a partir de respetar esa singularidad puede esperarse una acción en
lo social.
La estructura del Otro Social cambia y los síntomas varían de acuerdo al discurso imperante de
cada época.
Freud trazó un eje que divide las aguas de los que es y no es psicoanálisis alrededor del nudo
central del inconciente y la sexualidad. El psicoanálisis no es un idealismo que progresa hacia la
eliminación de la neurosis ni del síntoma.
Para pensar los síntomas sociales seguiremos la pregunta que se formula Freud en el “Malestar
en la Cultura”, es allí donde se plantea la relación existente entre neurosis y el Otro Social.
La cultura en Freud no esta pensada como conocimientos ni saberes universitarios ni como obras
de arte. Para el psicoanálisis es la cultura, es lazo, y tratándose de los síntomas sociales, es
necesario hacer una lectura de la época en la cual se inscribe la subjetividad como respuesta,
como también es una cuestión a repensar si las respuestas que encontró Freud siguen vigentes o
debemos inventar nuevas respuestas a nuevos síntomas.
Si bien la subjetividad varia el malestar en si mismo es lo irreducible que atraviesa toda época y
lugar. Freud no tuvo una posición idealista. Tanto en el “Malestar en la Cultura” como el texto de
“Tótem y Tabú” Freud sitúa con la pulsion de muerte un irreductible que traza un horizonte ético
que excluye todo intento idealista de progreso a nivel de lo social. Educar a la pulsion es un
imposible. Para Freud Eros, como fuerza que une y hace a los lazos, no era más poderosa que
Tanatos, que los destruye.
La familia es el primer Otro del sujeto y la misma puede ser objeto de estudio sociológico,
jurídico, pedagógico. Pero, si es abordada desde el psicoanálisis, es necesario delimitar la
especificidad de dicho abordaje.
Tanto Freud, en su texto “Malestar en La cultura”, como Lacan, en “Los complejos familiares”,
ubican a la familia más allá de su función biológica. La familia tiene una función de transmisión y
es el espacio en donde el sujeto hace la experiencia del inconciente. Allí interpreta el deseo del
Otro encarnado en las figuras parentales. Mama, papa y nene son leídos desde los lugares que
ocupan en la estructura edípica y, desde la metáfora paterna, se trata del Nombre del padre, el
Deseo de la madre y los objetos a.
Los analistas abordamos a la familia a partir del axioma lacaniano de la no relación sexual. La
inexistencia de la relación sexual entre los sexos lleva a que cada familia inventa su propio
malentendido .El malentendido es de estructura, las formas de organización de la familia no los
son. Es a partir de las figuras parentales que esa proporción sexual es captada por el niño como
padre/madre. “La familia esta esencialmente unida por un secreto, por un no dicho […] Es un
deseo no dicho, es siempre un secreto: de que gozan la madre y el padre” (MILLER, 2006, p.
341).
Su unión no depende de los lazos legales sino de un secreto (MILLER, 1997). La familia es cosa
del inconciente y no una cuestión de reproducción biológica
Los analisantes hablan de sus familias porque son figuras del Otro: del padre degradado, del
padre idealizado, del padre carente o del padre tirano. Hablan del padre como al modo que se
habla del síntoma.
Desde 1938 Lacan se refirió a la declinación del imago paterna. En sus textos “Los complejos
familiares” y “Aportes del psicoanálisis a la criminología”, afirma que la familia no queda reducida
a su función biológica sino que tiene un papel de transmisión de un resto.
El padre, en 1938, es situado por Lacan como aquel que debe encarnar la autoridad.
Tempranamente advierte la relación existente entre la declinación de esa autoridad y los
crímenes.
Es un hecho constatable el cambio en los lazos familiares. La familia cada vez más pasa a ser
cuestión del estado, buscando como regular los lazos cada vez mas desintegrados.
Las nuevas configuraciones familiares, parejas monoparentales, los avances científicos como
bancos de espermas, pruebas de la paternidad a través del ADN, el reclamo de legalidad de las
parejas gays, como también el reclamo a la adopción hacen a que si para el psicoanálisis la
familia es cosa del Inconciente, la Sagrada Familia solo es cosa de la Iglesia.
Del Malestar de la época freudiana al malestar actual
Cada época tiene su modo de vivir la pulsion y se presentifica como esa exigencia imposible de
satisfacer. Eso traza a partir de Freud un irreducible que impide la satisfacción plena y la felicidad
para el sujeto. Pero en la época victoriana en la cual le tocó vivir a Freud, la neurosis era el
resultado de la renuncia al goce y el discurso del Otro social proponía la renuncia a la satisfacción
en compensación de una vida con ideales más virtuosos. La hipocresía burguesa era la respuesta
a ese discurso. Esa restricción es ubicada por Freud como la causa de la neurosis, y ligada al
padre y a lo social. Era una época en la cual la satisfacción debía ocultarse, no estaba bien visto
dar a ver el goce de cada cual, no es que no se gozaba sino que el goce estaba velado. No era la
época de Gran Hermano.
Lacan llamo discurso capitalista a aquel discurso que plantea un sujeto insatisfecho y dividido
pero no por el inconciente sino por el mercado del consumo.
Para Lacan, fue Marx el inventor del síntoma porque fue quien le dio forma discursiva al malestar
del asalariado en tanto el capitalista se quedaba con un plus de su trabajo. Su idealismo lo llevó
a pensar que esa desigualdad distributiva podía resolverse. Eso que Marx tematiza como plus-
valía, Lacan lo llama plus-de-goce, la recuperación de un goce perdido, inherente al sujeto
parlante: sea patrón o asalariado. Ese plus de goce ilimitado es lo que comanda hoy. El Otro
social a través del consumo, promueve un plus-de-goce cada vez mas sofisticado y alejado del
lazo social.
Cada discurso promueve un lazo. En 1969-70, Lacan plantea, en su seminario, al Otro bajo la
modalidad de cuatro discursos como cuatro modos diferentes de distribución del goce: el discurso
histérico, el del amo, el universitario y el discurso analítico. Son modos diferentes del tratamiento
del goce y del alojamiento de su recuperación a través de la función del plus de gozar.
Surge así la cuestión acerca de los dispositivos que cada época dispone para ubicar su plus-de-
goce. Al sujeto insatisfecho que descubre el psicoanálisis, le es ofrecido una serie de objetos para
su satisfacción que anulan su división subjetiva .A esos objetos Lacan los llamo gadgets (LACAN,
1969-70).
El discurso capitalista produce en serie esos objetos gadgets, que cumplen la función de taponar
la castración y, así, el amo moderno deja de estar encarnado en el padre. El amo moderno hoy
ha triunfado sobre la autoridad del padre; es mas, es el mercado que el padre. Un nuevo
discurso se le impone al sujeto por vía de los medios masivos de comunicación que nos dice bajo
regulación como debemos de vivir, cuántos hijos tener, como educarlos, que comer. Son los
manuales de vida. Esto último produce un nuevo tipo de subjetividad y de síntomas. Los lazos ya
no son a un padre que traza un estilo de vida acorde a sus ideales, sino que ese padre es
sustituido por un manual y una mujer puede ser sustituida más satisfactoriamente por la droga o
la computadora. El discurso capitalista ha incidido en la subjetividad promoviendo una nueva
relación entre el sujeto y el modo de gozar. Promueve un tipo de satisfacción que no pasa por el
Otro dejando al sujeto en un goce autista, con lo cual se generan más síntomas sociales . Con
el gadgets el sujeto queda en un goce autista que no hace lazo al Otro.
¿A que nos referimos con síntomas sociales? Porque para nosotros analistas el síntoma es
singular, es de un sujeto. Lacan definió al síntoma como el particular modo que tiene el sujeto de
gozar de su inconciente pero cuando ese goce no pasa por el Otro del inconciente, cuando se
rompe ese lazo tenemos el síntoma social. De lo cual surge que en lo contemporáneo de nuestro
malestar la destrucción de ese lazo se traduce en un cierre del inconciente y esto nos lleva a la
pregunta ¿que hacer? Y no saber que hacer es lo que atraviesa a la época. Miller y Eric Laurent
traducen el malestar en la cultura como impasse ético (MILLER, 1996-97).
La reproducción asistida, los bancos de esperma, las clonaciones plantean desde la ciencia la
posibilidad de engendramiento sin lazo sexual. Queda por investigar que consecuencias devienen
en los sujetos y no es fácil actualmente hacer una lectura de los síntomas frente a este impasse
ético.
El niño generalizado
El “niño generalizado”, expresión que Lacan utilizo para calificar la posición de irresponsabilidad
del sujeto contemporáneo, bien puede ser el agregado al titulo de la película El nino2 a la cual
quiero hacer una referencia. La película trata de una pareja de adolescentes que viven en la
calle. Son “los niños de la calle”, pero de un país desarrollado.
El drama se desencadena a partir del momento que tiene que inscribir a ese sujeto que es su hijo
y darle una filiación a través de inscribirlo con su apellido. En ese preciso momento se le ocurre
que ese niño puede ser una mercancía y otorgándole a su hijo un valor de cambio lo vende.
Este episodio marca un limite para ella que se traduce en la ruptura del lazo entre los jóvenes
niños. El le dice podemos hacer otro y ella exige y obtiene la restitución de su hijo.
El film muestra claramente como el límite proveniente de los semblantes de la ley son
inoperantes y como a ambos este límite les llega vía el lazo amoroso. A ella por el lazo con su
hijo, a el por la identificación a un niño que es detenido por la policía en un delito al cual el
mismo indujo. Este episodio lo lleva a hacerse responsable de su acto y solo se entrega a la
policía.
Como pocos, los hermanos Dardenne, directores del film, supieron plasmar al niño generalizado
como posición de la subjetividad contemporánea. El niño es la madre, el niño es el padre, el niño
es el bebe, el niño son los padres ausentes de estos niños. Todos somos niños. Solo se sale de
ser un niño cuando un sujeto se hace responsable de su acto. Y en ese sentido es inteligente y
valioso por parte los Dardenne el hecho de no incluir aspectos familiares que lleven a la
comprensión de la victima vía una narratologia de sus vidas que contribuya a desresponsabilizar
los actos del sujeto sean cuales fueren los determinismos del Otro.
Lacan y Freud no han tenido la misma posición respecto al padre, ni han ocupado los mismos
lugares en la comunidad analítica. Hay en Freud una relación entre la autoridad encarnada en el
padre y la creencia, la cual se pone de manifiesto como figura del destino.
El padre como figura del destino es una brújula para el sujeto y un análisis pone de manifiesto
las marcas que ha dejado esa autoridad. La internalización de esa autoridad perpetuada a través
del superyo marca el consentimiento por parte del sujeto a la causa ubicada en la ley del padre.
En los pacientes brujulados por el padre, el padre aparece por doquier y allí se escuchan quejas
traducidas “Otra vez mi padre”. El neurótico esta enfermo del padre. Pero en las nuevas formas
que asume el síntoma nos encontramos cada vez más con pacientes en los cuales parece que
nada tiene que ver con el padre. Ellos se sorprenden frente a la pregunta insidiosa del analista
por ese determinismo porque ni recuerdos infantiles tienen. Sus síntomas parecen no ser
respuestas a la autoridad encarnada en el padre como causa y esto mismo instaura un efecto de
increencia.
La neurosis actual, nuevos síntomas o como se los llame, son una respuesta a ese declive de la
autoridad en la cual ya no se cree ni en el padre ni en el inconciente. El problema parece ser no
tanto el declive de su autoridad sino la crisis en cuanto a la increencia. El reproche de Juanito
dirigido al padre respecto a la falta de un limite cuando el duerme con su mama, “tu debes
enfadarte”, pone de manifiesto a la función paterna como fallida, pero el padre estaba en el
centro de su neurosis y Juanito cree en el padre y en la autoridad de Freud. Hay una autoridad
que es garante de buena fe, y su temor a los caballos da cuenta que el síntoma fóbico es un
desplazamiento del temor a el padre.
Pero los diques pulsionales como vetos a la satisfacción que Freud los ubicó en el padre y sus
subrogados ya no se sostienen del mismo modo. Hoy, invocar el nombre del padre no sirve de
nada. Los maestros ya ni pueden tocar a los niños porque corren el riesgo de ser acusados de
abusadores. El dicho “vas a ver cuando venga papa…” tampoco sirve porque ya ni hay papa que
venga y, en el caso que exista, el padre ha tomado otra forma.
Juan Carlos Indart (2004) lo señala de una forma muy precisa cuando alude al padre profesor,
amigo, conciliador, y refiere que para el psicoanálisis “hay una nueva manera de pensar el
vinculo social y es el que se establece entre uno que manda y otro que obedece”. Esa notación
en nuestras letras psicoanalíticas, aportadas por Lacan, se escribe entre el significante
S1 respecto del S2. A eso que Freud llamó el complejo de Edipo como nódulo patógeno de la
neurosis, Lacan lo llamo discurso del amo. Indart nos propone pensar las nuevas configuraciones
sintomáticas a partir de una clínica que no se deriva desde el discurso amo sino desde el discurso
universitario.
Un discurso define un lazo social y, por ello, es preciso saber no solo donde esta posicionado el
sujeto en el discurso sino también quien es su partenaire. Así, los síntomas descriptos por Freud
responden a un discurso en el cual impera el padre como amo.
Lacan ingresa al psicoanálisis por el lado de la sociología. En sus trabajos “La familia” (1938) e
“Introducción de la función teórica del psicoanálisis en criminología” (1950) se nos advierte
acerca de aquello que mas tarde llamara “los signos de una degeneración catastrófica”, signos de
un giro en el discurso. El padre que manda es el padre ubicado en el discurso del amo. El juez, el
maestro o aquellos que Freud llamo subrogados del padre, son figuras que encarnan la autoridad
del amo, pero Lacan advierte acerca del declive de esa autoridad y conjuntamente el aumento de
los crímenes a nivel social, cuando el orden paterno es sustituido por otro orden, calificado como
orden de hierro (LACAN, 1973-74, clase 10).
“El psicoanálisis demostró que si la niña o el niño no entran en el discurso del amo, ya no
entienden que es la ley, ni que es que alguien mande y alguien obedezca” (INDART, 2004). Esto
último no es una cuestión de tiranía sino que allí se articula la castración como anudamiento del
deseo con la ley.
Recién, en el Seminario 17, El revés del psicoanálisis, a través de los discursos, Lacan formaliza
el perfil de ese nuevo amo que introduce un nuevo orden porque no es seguro que se trate de
una nueva autoridad.
Cada discurso sitúa diferentes dominancias que marcan distinciones respecto de la autoridad en
juego, y el reino del padre se sitúa en el discurso del amo, que es el discurso del inconciente. Allí
se cumple la función de interdicción marcada por la barrera de imposibilidad entre el sujeto y el
objeto. La autoridad la encarna en el significante uno que comanda al saber.
Para que la ley sea operante debe estar ubicada en el lugar de agente de un discurso, en tanto
que es desde allí que se comanda al lazo. Indart (2007) plantea el lugar de inoperancia en el cual
se ubica la ley en el discurso universitario: “La ley esta en el lugar de la verdad, es decir, en un
lugar inoperante, respecto de la cual el sujeto esta separado por una barrera infranqueable”.
Esta cita de Indart es útil para entender que las trasgresiones como llamados a la ley responden
a sujetos que quieren un amo tal como Lacan les responde a los estudiantes del mayo francés.
Pero otra es la cuestión cuando la ley es inoperante, no incomprendida ni desconocida, ni se trata
de sujetos que forcluyen el nombre del padre, ni de perversos, ni de débiles inimputables, sino
simplemente que la ley no opera en ellos como limite.
El declive en la autoridad del padre se deduce del declive del discurso del amo y produce un
déficit de dos cuestiones:
Estas dos dimensiones plantean un desafío a la práctica misma del psicoanálisis para reinstalar
no al padre, sino al significante amo, del cual Lacan nunca dijo que se puede prescindir. Si se
podría prescindir del padre, pero no del significante amo en tanto es este el que representa al
sujeto.
En los nuevos síntomas, ¿qué es lo nuevo? Lo nuevo es una preocupación permanente porque
plantea la cuestión acerca de las categorías desde donde leer la irrupción de lo nuevo.
El pensamiento de Alain Badiou, atravesado por Lacan, nos propone una forma de pensar lo
nuevo. En su libro El Siglo (2006), sostiene que el modo bajo el cual se subjetivizó lo nuevo de
este siglo fue como imperativo de lo nuevo, y esto llevo al empuje de romper con lo viejo.
El proyecto emancipador del hombre nuevo llevado a su máxima pureza rompe los lazos porque
para que algo sea totalmente nuevo se exige la ruptura de toda tradición que pueda ligar a un
sujeto a una autoridad que encarne un lazo. La destrucción de la autoridad llevo a la aniquilación
del sujeto en pos del hombre nuevo.
La ciencia ha contribuido a ello. Si Badiou denomina a este siglo el siglo del crimen, es en tanto
finalizadas las ideologías el siglo no se presenta a través de promesas sino a través de los
cumplimientos. “Es el siglo del acto, del presente absoluto y no el anuncio de un porvenir”
(BADIOU, 2006, p. 83).
El hombre nuevo termina siendo un hombre sin atributos (MILLER, 2004), un hombre tan nuevo
que nada se puede predicar acerca de el. Es la pureza absoluta, porque para predicar acerca de
el debo restituir al Otro.
Cuando un sujeto en el análisis habla de su familia aunque hable mal como es de esperarse ese
sujeto no es un sujeto sin predicados .Habla de sus lazos al Otro, y el psicoanálisis requiere de
un sujeto con atributos. El progresismo que proclama a un hombre nuevo desligado de la familia
no es un precepto del psicoanálisis. No se trata de estar ni en pro ni contra la familia sino de los
lazos de un sujeto. “Los signos de la declinación del nombre del padre deben leerse en la
transformación del registro del amor, y no en el de la autoridad ni en el de los ideales” ( BRODSKY,
2006).
Cuando un sujeto llega a un análisis con sus padecimientos, se busca en el seno en los cuales
ellos han aparecido. No es restituir a la familia, sino los lazos del sujeto al Otro. El sujeto que
busca a través de un análisis los significantes a los cuales esta sujetado nunca será un hombre
sin atributos.
Jaques-Alain Miller, en una conferencia dictada en Comandatuba (MILLER, 2004), nos da una
orientación para pensar lo nuevo. Si en Freud teníamos síntomas caracterizados por la
dominancia del Ideal sobre el goce esa dominancia ya no la ejerce el Ideal sino que esta
determinado por la dominancia del objeto apor sobre el ideal .La dictadura ya no es del padre
que encarna prohibiciones sino es una dictadura del goce. La clínica actual nos confronta con
sujetos que se presentan más del lado de la angustia, depresión y patologías del acto que por el
lado del síntoma. El declive del discurso del amo y el giro hacia el discurso universitario ha tenido
su incidencia en ello.
Al declinar la función del veto paterno nos encontramos con los vaticinios de Lacan: cada vez
más patologías del acto, violencias, sujetos en conflicto con el orden publico. La dimensión social
del síntoma que condena a cada sujeto a regirse por la dictadura del plus-de-goce, hace que
estallen como nunca los lazos matrimoniales y dispersión de la familia. La violencia en el seno de
la familia es llevada a los juzgados, a una escala nunca vista. Nos confrontamos así con sujetos
agentes de síntomas sociales, pero que no se verifica un síntoma subjetivo, en tanto para
constituirse como tal es preciso creer en el.
Con la disgregación y dispersión de la familia, el padre no solo deja de existir en el discurso del
sujeto sino que no existe en la realidad, o si existe puede dimitir de su función.
Cuando el padre es tomado por el sujeto como la ley encontramos la caída en la psicosis. Allí se
da cuenta del encuentro con Un padre de un saber absoluto, pero, con estos sujetos
desbrujulados, no se trata de eso, sino de padres encarnados que dimiten de la transmisión, no
del saber como absoluto, sino de un saber particularizado, y esto último también produce efectos
estragantes. Encarnar quiere decir que alguien, un sujeto, debe prestar cuerpo a esa función y
ese prestar cuerpo implica allí tener un deseo.
Hoy en día nos confrontamos con una clínica que es más el efecto de padres que dimiten de esa
función de transmisión que la de aquella otra que es efecto del padre extraordinario de Schreber.
El padre de la ley y el padre–versión no son antinómicos. El “no” que se pone en juego con la
interdicción subsidiaria de la ley es condición necesaria para poder construir una versión del
padre.
En el lugar del padre como portador de una interdicción aparece otra cosa que no es el padre.
Hay una relación entre la dimisión de la función paterna y algo que señala Lacan en la clase 10
del Seminario 21: los no incautos yerran, o Los nombres del padre. Allí se refiere a un signo de
una degeneración catastrófica cuando se anula ese “no”. Dice que el Nombre-del-padre esta
sustituido por otra cosa. “El desfiladero del significante por el cual pasa al ejercicio ese algo que
es el amor, es muy precisamente ese Nombre del Padre que solo es no a nivel del decir y que se
amoneda por la voz de la madre en el decir no de cierto numero de prohibiciones” (LACAN, 1973-
74).
Es interesante destacar el carácter de esa sustitución porque no dice que es sustituido con un
subrogado paterno, maestro o juez, y tampoco se trata del síntoma cumpliendo la función del
padre, sino que la función del límite es sustituida por otra función que encarna lo social. Hay allí
una función que se sustituye por otra .No se trata de sustituir al padre por otro elemento que
cumple la misma función sino que es la sustitución de la función misma de la ley.
Vemos aquí que no se trata del destino trazado por el padre sino por lo social, pero eso que
Lacan llama “los signos de una degeneración catastrófica” alude a que esa nueva función ya no
articula el deseo a la ley.
Surge como interrogante en el mundo actual, con las transformaciones a nivel de las nuevas
configuraciones familiares ¿quien encarna esa función de trazar un límite que enlace al sujeto no
al padre sino a un deseo articulado a la ley?
En el ano 1912, Freud escribió el texto “La degradación general de la vida erótica”, en el cual
queda planteado que el lazo al partenaire sexuado es efectuado bajo ciertas condiciones: para
gozar de el debo degradarlo. Dice Freud:
Mas adelante en el mismo texto Freud agrega que “el psicoanálisis verá con agrado que se
utilicen sus descubrimientos para sustituir lo perjudicial por lo provechoso”.
El nos advierte de una degradación es general. En la época de Freud la degradación recaía sobre
la elección del objeto erótico en una mujer de clase inferior, pero el lugar del objeto erótico
todavía estaba habitado por un sujeto. El abuso sexual bien podría ser uno de los signos de esa
generación catastrófica.
Hoy por hoy ¿Que forma tomo la degradación? ¿No estamos asistiendo acaso a una degradación
tal que en el lugar del objeto erótico el sujeto que debería estar allí es reemplazado por una
sustancia química que se la consume, o por la computadora o es tomado un niño como objeto
sexual?
Lejos de agotar el controvertido tema acerca del abuso sexual, se hace necesaria una
contribución para pensar al mismo desde el psicoanálisis. La cuestión quedara abierta en última
instancia al caso por caso. Los llamados “abusos sexuales” son de diversas índoles .Es difícil
determinar que acto es catalogado como abuso: nos encontramos con una bolsa de fenómenos
en la cual todo va a parar allí .El diccionario enciclopédico Encarta ubica: abuso de confianza,
abusos de autoridad, abuso de poder, abuso o acoso sexual. Pero dentro de tanta dispersión hay
una marca que es común a los diferentes tipos puestos en ese catalogo,”se trata de un exceso” y
esto si es congruente con la lectura que hacemos del malestar actual de nuestra civilización.
El abuso sexual en niños merece una reflexión. No entraré en aquello que se da en llamar abuso
de género.
Comencemos por trazar algunas coordenadas que ubiquen desde las categorías analíticas una
respuesta acerca del lugar del niño para el psicoanálisis.
En su trabajo “Tres ensayos para una teoría sexual”, Freud deja asentada las bases de la
sexualidad infantil y rompe con pretendida inocencia de la infancia .Se sitúa en Freud una
anticipación de la libido respecto de la elección del objeto incestuoso que luego del Complejo de
Edipo sucumbe a la represión y le continua un largo periodo de latencia como inhibidor de lo
sexual. La latencia que Freud ubica como esencialmente humana marca un tiempo de espera
respecto de la elección de objeto. Para el animal el orden natural no esta pervertido cuando se
desencadena el instinto sexual conjuntamente aparece la respuesta en la búsqueda del objeto.
Solo el ser parlante se anticipa o se demora y su objeto no le es natural sino que es el resultado
de una elección. El asunto es indagar sobre que base ella se efectúa dicha elección.
El psicoanálisis constata la anticipación del goce sexual en el niño antes de producirse la elección
de objeto sexual. El niño elabora su condición erótica y sus fijaciones libidinales van a constituir
los signos de su goce a través de los primeros objetos investidos libidinalmente en el seno de la
familia (MILLER, 1997).
La primera corruptora del cuerpo del niño es la madre. Es ella quien marca el cuerpo del niño y le
confiere una erogeneidad, y es a partir de estas marcas el niño se separa de la madre y goza de
una parte de su propio cuerpo. Freud descubre que los primeros objetos investidos por la libido
son de carácter incestuosos.
“La proporción sexual no existe, solo existe en la familia”, es una referencia de Lacan (MILLER,
1997). La familia es un vínculo social basado en la prohibición de la relación sexual. Los objetos
familiares son interdictos como objetos sexuales y esa elección debe hacerse fuera de la familia
pero justamente es dentro de la familia donde se elabora la condición amorosa que determina la
elección del objeto erótico. Esos rasgos imaginarios organizados por un rasgo del ideal llevan por
debajo las insignias y las marcas del goce 4. Freud encuentra el aspecto pulsional del amor: esa
es la condición amorosa y el ideal, de ese modo, vela al goce. El fantasma da cuenta de la
posición de goce del sujeto; de qué manera imagina el goce cada sujeto, es ya una versión del
goce.
¿Por qué el fantasma es perverso? Por que frente al imposible sexual para establecer una
relación al Otro sexo que arme una proporción sexual entre el hombre y la mujer, el fantasma
fundamental pone en relación al Otro del goce encarnado en la figura de los padres. De allí se
deduce que en la infancia la única proporción que el sujeto puede encontrar es la proporción
padre-madre.
Rastreamos algunas respuestas que nos han dado Freud y Lacan. En Freud (1914) encontramos
al niño situado desde el narcisismo fálico de los padres, correlativo al ideal, donde el niño es
situado como his majesty de baby (su majestad el bebe), como dice Joan Manuel Serrat en su
canción “A veces los hijos se nos parecen y nos dan la primera satisfacción”. A ese niño se lo
ama tiernamente.
Pero, no es esta la corriente que se hace presente en los abusos sexuales. La corriente que se
hace presente es del niño degradado con un valor de goce y no solo con un valor de uso, sino
también de cambio en el mercado de la prostitución infantil. No es lo mismo que al niño se le
anticipe la sexualidad que se lo tome anticipadamente como objeto sexual.
¿Que ocurre con la latencia, hoy por hoy, como ese tiempo que marca en la estructura ese
impase sexual? ¿Que respuestas tenemos hoy frente al imposible sexual? Son algunos de los
interrogantes a pensar a partir del descubrimiento freudiano...
Lacan en el Seminario 14: La lógica del fantasma (1966-67) hace una referencia al niño no como
resultado de la unión amorosa entre la madre y el padre en el cual el niño es una majestad, sino
como metáfora misma de lo que no se une a nivel del goce entre ellos. Se presenta al niño no
como metáfora del amor que une, sino como metáfora de aquello que no los une. Es tomar al
niño bajo las coordenadas de la no relación sexual.
Que el niño no sea producto de una germinación no nos autoriza a tomarlo como producto de
una reproducción biológica. Habíamos visto dos modos de tomar al niño en la pareja parental:
una, por la vertiente amorosa como resultado de la unión y amor reciproco entre el padre y la
madre, es un velo que responde al his majesty the baby, como fruto y resultado de una
completad ideal de acoplamiento exitoso y feliz. El niño en la vertiente del Ideal que los une al
padre y la madre no es lo mismo que el niño como resto de la no-relación entre padre y madre.
Es el niño tomado objeto a y allí queda ubicado como metáfora de la no proporción sexual. El
niño en esa perspectiva asume el valor, no del Uno ideal inexistente en la copula, sino que en
tanto objeto a, se presta a asumir un valor de goce, el del objeto a, como aquello que se separa
y resta entre uno y Otro de los partenaire parentales.
Elijo esta perspectiva, ya que son varias las que pueden tomarse para abordar la compleja
temática, porque parto de la hipótesis que el abuso sexual es la respuesta como puesta en acto
de los fantasmas perversos que Freud encontró como respuestas al imposible sexual. El abuso
elide la cuestión de la castración entendida no solo como el “no reintegraras tu producto” que
atañe a la ley de interdicción del incesto sino a la castración entendida como no relación.
La vertiente que pone en juego los abusos sexuales obviamente no es la corriente tierna y abre
las puertas a pensar la perversión paterna cuando forcluye aquello que Lacan nos dice del padre
como padre-versión en tanto debe de trasmitir una versión de su goce en tanto es una mujer su
partenaire. ¿Qué ocurre cuando su partenaire es el niño? ¿Que decir también en los casos que se
verifica en los decires del menor el consentimiento?
Un discurso no suple a otro y decir, desde el discurso analítico, que posición tiene un niño en la
pareja parental no sustituye el plano de lo que es un niño para el discurso jurídico, por ley esta
definido. Si bien es difícil evaluar la complicidad del niño con su seductor sexual, ello no implica
la absolución del adulto, pero lo que si interrogamos son los medios de los que se valen como
pruebas.
Recordar que el niño es un sujeto quiere decir no solo que esta atravesado por el lenguaje, sino
que también tiene un cuerpo erógeno por lo tanto goza, y si goza de su cuerpo también pueda
avergonzarse de su goce. Lacan (1969-70) bien situó la dignidad que otorga ese sentimiento de
vergüenza.
Acaso si ha sido “victima de un abuso”, ¿No es otro abuso incitarlo a hablar? ¿Que decir del
derecho a callar? ¿Qué lugar de respeto tiene ese derecho al silencio? El imperativo de la
denuncia encubre muchas veces no solo los avatares de cada familia sino también un discurso
que busca culpables cuando ya no hay responsables. ¿Acaso el imperativo de confesión,
confesión que no es otra que la del goce, no encubre la obscenidad en la cual esta inmersa este
mundo del espectáculo del goce?
En su articulo “Nuevas inscripciones del sufrimiento del niño”, Eric Laurent (2008) se ocupa de
este tema y es interesante detenernos en algunas cuestiones. Plantea allí que la necesidad de
castigo conceptualizada por Freud como “ser pegado por el padre”, Lacan la ubica como padre-
versión en tanto es la versión que el sujeto se hace del goce del padre. Ese goce supuesto es
inconfesable “no puede ponerse en palabras”. Pero quiero destacar el lugar en el que Laurent
ubica a la perversión no del lado del abusador sino del lado del Estado. “El intento de reintroducir
el goce en el Otro es una de las formulaciones que Lacan dio de la perversión”. Frente a la falta
de goce en el Otro, el perverso la colma con la certeza que en el Otro hay goce y el se hace
cargo de reintroducir esa falta”. Esa certeza de goce que el estado espera como verdad del
discurso del niño es lo que ubica como perversión del Estado y ubica al paidofilico mas del lado
del fuera del sentido.
Como psicoanalistas sabemos del pudor que encierra un goce y el niño no esta exento de ellos el
irresponsable es el adulto que calla su delito. ¿No merece al menos un cuestionamiento pensar
acerca de la insistencia puesta en la confesión del niño con las pruebas testimoniales?
Que el niño sea responsable de su posición de sujeto es una cuestión otra, es que a partir de la
no asunción de la responsabilidad subjetiva de quien ha cometido un delito y lo silencia, se
apunte cada vez mas a las pruebas testimoniales en el niño. El sujeto es responsable de sus
actos, pero no de los actos del otro.
Si en el estado de derecho el sujeto es libre de entrar y salir, de hablar y de callar estos también
son los derechos del niño. Pero en nombre de la salud mental no solo se le quitan los derechos al
sujeto loco sino también al sujeto niño, en tanto se lo priva de sus derechos de elegir entre la
palabra y el silencio.
Es cierto que el niño tiene derecho a callar y nadie puede obligarlo a hacer lo contrario, es tan
cierto esto como el empuje a la denuncia desde los medios familiares, los medios de
comunicación. Si el psicoanálisis entra del mismo lado que los derechos humanos es interesante
reflexionar acerca del alcance de este enunciado. Recordemos unas palabras de Alain Badiou
respecto de los derechos del niño:
En una época en la cual se ofrecen todas las condiciones para que nadie se haga responsable es
lógico que todos los discursos y disciplinas hablen de la responsabilidad.
El derecho distingue entre responsabilidad civil, por la cual se atribuye a alguien como autor de
un acto perjudicial para otro sujeto, la obligación de reparar por las consecuencias dañosas que
se deriven de su acción, y responsabilidad penal, por la que se imputa a alguien la autoría de una
acción delictiva, por la que es obligado a recibir una pena.
El debate acerca de la conducta moral del sujeto moderno se abre con Kant para quien el acto
moral sitúa por parte del sujeto una elección entre la ley universal de la razón y la renuncia de
los intereses particulares en nombre del imperativo moral, y esto presupone una decisión por
parte del sujeto. Pero, en su texto “Kant con Sade”, Lacan (1962) pone de manifiesto el reverso
gozoso de esa moral.
¿Qué perspectivas, que ejes se toman para delimitar la responsabilidad para el sujeto del
psicoanálisis?
Pero no es lo mismo sonar que se mata al padre que el acto de matarlo. En el inconciente anida
un deseo que en si mismo es trasgresor pero otra es la cuestión acerca de los limites con que
cuenta cada sujeto respecto de sus actos.
Culpa, responsabilidad y castigo son categorías utilizadas tanto por el discurso analítico como por
el jurídico, pero para el discurso jurídico hay continuidad entre ellas. El sujeto, si es culpable, es
responsable de un acto tipificado como delito y por lo tanto debe recibir una sanción.
Para el psicoanálisis no hay tal continuidad. El sujeto es culpable de un acto no cometido y puede
gozar eternamente de su culpa sin hacerse responsable, también puede cumplir una condena y
ello no implica su responsabilidad subjetiva o se lo puede declarar inimputable y el mismo sujeto
exigir una sanción que le devuelva su condición de sujeto responsable. Por eso, para el
psicoanálisis, no existe amparo alguno bajo ninguna ley de inimputabilidad. Para el psicoanálisis,
hay terrorismo de la responsabilidad. Lacan, consecuente con Freud, llega a situar un terrorismo
de la responsabilidad en tanto plantea a un sujeto siempre responsable “De nuestra posición de
sujetos somos siempre responsables” (LACAN, 1965, p. 837). Allí el sujeto es responsable en
tanto esta planteado como respuesta del inconciente a diferencia de plantearlo como
determinado por un mecanismo organicista. Lacan responde al discurso psiquiátrico organicista
ubicando un interjuego permanente entre causa y consentimiento. La causa viene por el
determinismo del Otro pero el sujeto queda planteado a nivel de la respuesta que otorga como
consentimiento al Otro o como rechazo también. Y de allí el terrorismo de la responsabilidad y la
imposibilidad ética desde el psicoanálisis de plantear a un sujeto como victima.
Si a través de la culpa el sujeto se liga al Otro, a través del acto se desliga. Solo puede asumir
una responsabilidad a posteriori del acto religándose al Otro. Allí se verifica la relación con las
consecuencias de su acto. Hay sujetos que quedan identificados al acto y no quieren hablar de
ello, sujetos arrepentidos, sujetos que reivindican el acto, sujetos que no tienen una explicación
y desean encontrarla, otros que no la tienen y tampoco la quieren buscar, sujetos que se hacen
cargo de las consecuencias y sujetos que culpan al otro.
Retomare una pregunta que se hace Jorge Aleman en su libro La experiencia del fin (1997): ¿La
responsabilidad frente al retorno de lo reprimido es la misma que la que se espera del sujeto que
responde al imperativo categórico?
Con la paradoja del superyo se deduce una perspectiva que en lo atinente a la responsabilidad
traza otro horizonte. En un caso, se trata del retorno de lo reprimido y, en el otro, del retorno de
lo real del goce encarnado en el imperativo categórico que le ordena gozar al sujeto.
Pero el imperativo categórico no se articula del mismo modo cuando se inserta en una lógica que
cuenta con una excepción que delimita y dice no que cuando no existe uno que diga no. Esto
último se emparente con la caracterización que hacen Miller y Laurent de la época actual como la
del Otro que no existe como único (M, 1996-97).
Con las formulas de la sexuación, Lacan traza un horizonte que va mas allá del posicionamiento
sexual de un sujeto. Con ellas también podemos hacer una lectura de los síntomas que atañen al
actual malestar contemporáneo. Siguiendo la repartición trazada por Lacan respecto de la
modalidad del goce que es la masculina regida por un limite fálico hace a una clasificación que
tiene a la excepción como limite y por otro lado la repartición femenina que se rige por la lógica
del no-todo fálico y no tiene una excepción que delimite al goce. Una se rige por lo finito y otra,
por lo infinito. Siguiendo a Milner (2004) tenemos que las democracias ilimitadas se rigen por
una lógica donde no prima el reino del Uno, sino más bien por la inexistencia de ese Uno que
diga no.
A partir de ello retomo un planteo de Juan Carlos Indart 5 respecto al imperativo categórico: “El
imperativo universal kantiano planteado a nivel de lo simbólico como Ideal o la imaginarización
de una completud no es lo problemático. Lo problemático se presenta cuando ese Universal
quiere ser realizado como un todo en lo real”.
Toda orientación en la cual el Ideal se quiera hacer pasar a lo real devendrá esa clase de
“exterminios” que se produjeron desde la Segunda Guerra Mundial hasta los fundamentalismos
actuales.
A partir de las Antimemorias, de Malraux (1968), Lacan hace una alusión a esa posición de
hacerse el distraído que encontró en los sobrevivientes de la guerra. Esa misma posición no tiene
fronteras, en la Argentina la encontramos desde el niño que roba en el colegio y dice “yo no fui”,
hasta los crímenes de Estado ocurridos en la Argentina de la dictadura militar. Todos niños
generalizados.
¿Cuándo el Otro es aniquilado o destruido en el lazo? ¿Cuándo en el lugar del Otro esta ubicada
la adicción? ¿Cuándo el Otro es un niño abusado? ¿Qué responsabilidad le cabe al analista frente
a estos nuevos síntomas que ofrecen como solución a la no relación sexual la anulación de la
castración? ¿Podemos a estos síntomas considerarlos como arreglos de suplencia de la relación
sexual faltante?
¿Qué responsabilidad le cabe al analista frente al mundo en el cual impera el niño generalizado?
¿Cómo compensar el autismo del goce para que el resultado sea una posición responsable y no
cínica?
El imperativo freudiano “Donde eso era un sujeto debe advenir” no es un imperativo cínico
porque transforma la satisfacción pulsional donde el sujeto goza solo por el lazo al Otro. Al
imperativo categórico kantiano, Freud, que no fue ni ingenuo ni idealista, le responde con el
imperativo ético del superyo. Pero Freud no hace del superyo el imperativo ético del
psicoanálisis. El responde con Wo Es war, soll Ich werden.
NOTAS
1. “La política procede por identificación, manipula los significantes amos, busca atrapar al
sujeto” (MILLER, 2005, p. 21).
3. En el Seminario Clínica del discurso universitario, dictado por Juan Carlos Indart en la
EOL, se han trabajado varios materiales clínicos desde esta perspectiva.
4. Recordemos que esto es antinómico a lo situado por Miller (2004) como discurso
hipermoderno en el cual el goce ya no esta velado por el ideal sino que es el que
comanda.
5. Clínica de la no relación sexual, “Lacan con Mencio”, seminario dictado por J. C. Indart en
la EOL, 2003. Notas de la autora
Referencias bibliográficas
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