Mazzuca - El Psicopata y Su Partener
Mazzuca - El Psicopata y Su Partener
Mazzuca - El Psicopata y Su Partener
Psicopatía
El psicópata y su partener1
Roberto Mazzuca2
Formo parte de esta mesa por invitación del Dr. Hugo Marietán como continuación
del diálogo entre diferentes perspectivas en el campo de la salud mental sobre las
personalidades psicopáticas, diálogo iniciado en una mesa redonda del Congreso del
año pasado.
Destaqué en esa oportunidad cuatro rasgos que dan su marco a esta cuestión.
Primero, se trata de un tema que, como muy bien planteó el Dr. Marietán, no se
puede considerar completo ni cerrado en ninguna de las tres perspectivas que
intervienen en esta mesa. Segundo, lo que se designa con el término de psicopatía
no es exactamente coincidente en cada uno de estos enfoques, la superposición es
sólo parcial. Tercero, es necesario tener en cuenta que, desde la perspectiva de la
semiología psicoanalítica, lo que la psiquiatría tradicionalmente delimitó como
psicopatías aparece como una categoría compuesta por grupos heterogéneos.
Finalmente, para terminar de presentar las ambigüedades que predominan en este
tema, no se puede omitir que dentro del psicoanálisis en general y en la orientación
lacaniana en particular, las psicopatías no han sido reconocidas de manera
explícita. La clásica nosología freudiana recuperada por Jacques Lacan organiza el
campo psicopatológico fundamentalmente en tres categorías clínicas: las neurosis,
las psicosis y las perversiones; y las psicopatías no tienen claramente un lugar en
este sistema.
Esta posibilidad sigue siendo válida aún para aquellos casos que no se consideran
patológicos. Ésta es otra diferencia sensible de la clínica lacaniana con respecto a la
de Freud, ya que las categorías clínicas: neurosis, psicosis, perversión, son
consideradas por Lacan como estructuras subjetivas, es decir, diferentes
modalidades subjetivas no necesariamente patológicas en relación con un criterio
de normalidad, sino distintos modos de ser sujeto, diferentes formas de ser.
Freud definió las perversiones en su relación con las neurosis como el derecho y el
revés, el negativo y el positivo. Las neurosis son a las perversiones –decía– como
en una fotografía el negativo es al positivo. Podemos entonces aplicar esta
oposición a la relación entre las neurosis y las psicopatías y verificar, de esta
manera, cómo los rasgos se oponen punto por punto en el neurótico -especialmente
en el obsesivo-, y en el psicópata.
El psicópata, por lo contrario, sólo puede ser calificado como transgresor desde el
punto de vista de un observador externo. Desde su propia posición subjetiva no es
ni se siente transgresor, hay una ausencia de culpabilidad que desdibuja los
contornos y las barreras entre lo prohibido y lo permitido en el lazo social, se guía
por sus propios códigos.
Es por esto que reuní al psicópata y al neurótico en lo que consideré una patología
de la responsabilidad. En uno por defecto, en el otro por exceso y por deformación,
en ambos casos hay un déficit en la responsabilidad.
Este contraste entre neurosis y psicopatía obtenido de la generalización de la
oposición entre neurosis y perversión como modalidades subjetivas puede
plantearse sobre otros ejes, y de este modo destacar, como lo hace Lacan, el
contraste entre el goce y el deseo. Para el neurótico es prevalente la dimensión
del deseo en detrimento del goce de la satisfacción pulsional que, en las neurosis,
queda sujeta más fuertemente a la eficacia de la represión y otras vicisitudes
pulsionales. Visto desde otra de sus caras es equivalente a afirmar que el goce
neurótico siempre implica un alto grado de sufrimiento: la satisfacción pulsional
termina produciéndose por vías indirectas y sobre todo a través de la satisfacción
del síntoma como retorno de lo reprimido. En la perversión, por el contrario, es
prevalente la vía del goce y el deseo mismo se convierte en voluntad de goce. La
satisfacción pulsional se obtiene por vías más perentorias, la llamada impulsividad
del psicópata.
Pero sobre todo conviene desplegar la comparación entre una y otra modalidad
subjetiva en el eje de la angustia y el goce. Es sobre este eje que Lacan hace jugar
la distinción, en el interior de la estructura perversa, entre el sádico y el
masoquista. El sádico que aparentemente persigue provocar la angustia en el otro
pero, en realidad, inconscientemente busca producir el goce del Otro. El masoquista
que aparentemente tiene el propósito de suscitar el goce del otro pero, sin
embargo, inconscientemente lo que busca es angustiar al Otro.
En cuanto a Lacan, si mantiene el eje freudiano que articula neurosis con angustia,
es porque, sobre todo el neurótico, se angustia ante el deseo del Otro. Por eso la
angustia que Freud caracterizó como señal de un peligro, Lacan llega a definirla
como la percepción misma, en el sujeto, del deseo del Otro. Y esto es así porque,
ante ese deseo, el neurótico se niega a servir de instrumento del goce del otro, su
posición es de rechazo a ponerse al servicio del goce del otro.
Como se ve, nos hemos deslizado desde la oposición y contraste entre psicopatía y
neurosis, hacia el psicópata y su partener. Efectivamente, comparto la opinión de
que, quien mejor dispone de las condiciones para ofrecerse como pareja del
psicópata, son los neuróticos: estos constituyen las víctimas electivas de aquél.
También estoy de acuerdo en desplazar el término víctima ya que sus
connotaciones habituales aluden a su pasividad y destacan que si llegan a quedar
ubicados en esa posición es más bien por razones contingentes. Es decir que mi
opinión es afirmativa en cuanto a destacar la participación activa de la pareja del
psicópata, la supuesta víctima es en realidad cómplice de su acción. En todo caso,
el verdadero psicópata, el genuino, el grado en que culmina esa modalidad
subjetiva, no es el que ejerce una violencia abierta en la persecución de sus metas
inconscientes sino el que la usa en un juego sutil de amenazas y promesas o
expectativas a través del cual logra obtener el consentimiento del otro.
En este punto no podemos omitir una reflexión sobre el rasgo que ha sido
clásicamente descripto en la psiquiatría como la cosificación del otro, no respetar
sus derechos, no tratarlo o considerarlo como un sujeto, como una persona. En
este sentido conviene formular dos observaciones aparentemente contrarias. Por
una parte, que el psicópata tiene una empatía muy especial con el otro, que le sirve
para detectar sus necesidades sofocadas, sus debilidades y tentaciones, los lugares
de su angustia, y que es justamente desde esta posición de empatía y de
identificación con el otro que obtiene el lugar desde donde puede operar sobre su
pareja, es decir, es la que le otorga y le permite sus grandes habilidades y su
posibilidad de manipulación del otro.
Para terminar voy a hacer algunos comentarios sobre una película que presenta el
paradigma de la relación del psicópata con su pareja. Una película no es un caso
clínico, pero en circunstancias como esta puede suplirlo muy bien, en especial
porque cualquiera que quiera puede verla. Se trata de Il sorpasso, un film de Dino
Rissi con Vittotio Gassman como protagonista, el psicópata. Jean Louis Trintignant
hace el papel del partener.
No hay nadie, todas las persianas de los negocios están cerradas. La escena
muestra bien la soledad del psicópata en busca de su víctima, alguien a quien
hablar. Busca un teléfono que no encuentra porque está todo cerrado. Intenta a
través una persiana por donde alcanza el tubo pero no puede colocar la moneda.
En medio de ese desierto hay un tipo único que está en una ventana mirando, su
curiosidad lo llevó ahí aunque se esconde al ser visto. Es un estudiante, encerrado
preparando sus exámenes de derecho en el calor del verano de Roma.
Después se lo lleva con él, al estudiante, casi como copiloto. Pasa las luces rojas,
insulta a los obreros que encuentra en el amanecer de Roma lo cual es muy
indicativo de su posición subjetiva: los tacha de serviles y los insta a rebelarse de
su yugo. Se burla de los que hacen esfuerzos, por ejemplo, de los ciclistas en la
ruta. O la burla al viejo que hace dedo, lo hace correr hasta alcanzar el auto y
cuando está por llegar arranca y se va.
Luego se suceden varios episodios familiares que implican la caída de los ideales
neuróticos del partener. El estudiante periódicamente se resiste, se pregunta por
qué aceptó venir y se propone volver a su casa a estudiar. Pero termina
quedándose, o volviendo cuando se ha ido.
Al principio reacciona con cierta indignación ante las burlas, o protesta por las
violaciones y se resisten a la velocidad. Pero, paulatinamente, entra en el juego. Al
final resulta totalmente cómplice, pasa más allá de sus inhibiciones y entrega su
consentimiento a esas formas de goce: dale, más rápido, pasalo, es él ahora quien
dice esto al conductor. Se alegra de las vicisitudes de esos dos días que han
transcurrido sin la constricción de un programa previo. Son los dos días más lindos
de mi vida, dice.
No voy a comentar el final. Sino solamente destacar los mecanismos por los cuales
nuestro psicópata va obteniendo de su acompañante -acompañante casual,
contingente, pero a su vez necesario una vez que se produjo el encuentro- el
atravesamiento de las restricciones superyoicas hasta llegar a producir el
consentimiento para el goce de lo que, hasta ese encuentro, funcionaba para él con
el estatuto de lo prohibido.
Nota al pie: