Vaso de Devoción

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Estos libros, “Vaso de devoción”, “En este cielo”,

“Canción de invierno” y “Una conversación silenciosa-


Pinturas y Poemas”, Editorial “Dosparedesy 1 puente”
ISBN: 978-84-948842-5-2
DL: M-4748-2020, recogen poemas de estos
últimos años, desde 2011, la mayoría de los cuales ya
han sido publicados en este blog: “La belleza del silencio”.

ÍNDICE

VASO DE DEVOCIÓN 2
EN ESTE CIELO 116
CANCIÓN DE INVIERNO 237
UNA CONVERSACIÓN SILENCIOSA 279
VASO DE DEVOCIÓN

MIGUEL ÁNGEL BERNAT


a Ángeles y a mi madre
Nada como el cuerpo
para darnos cuenta
de que no somos sólo el cuerpo

El cartón es
el terciopelo de los pobres

Una nueva Alhambra nace


cuando el sol del atardecer
arranca una esquirla de gozo
a sus sabios muros rojos.
Siento que éste es nuestro deber,
mirar con amor,
encontrar el paraíso,
dondequiera que estemos,
también dentro de nosotros
El artista no trabaja
para ti ni para mí,
sino para el espíritu
que hay en él,
que hay en ti, que hay en mí

Una noche, estando dormido,


me desperté
y entonces me visitó mi corazón
y me dijo: estás en paz siempre

La luz eterna
consuela al hombre
en la habitación miserable
Contempladores de cómo la tarde
se funde con la eternidad
los niños se tiran bolas de nieve

“Paisaje invernal”,
de Jakob Ruysdael

La ambulancia chillaba
su estridencia no me descompuso
y vi a mi cuerpo morir

Sentado
delante de la luz
El Espíritu
es ya por sí mismo
encarnación

Una vez más


sé delicado
una vez más

En el Prado cierran
y no me da tiempo
a ver un cielo de Poussin.
Pero aquí está,
en el parque del Retiro,
en la noche con ecos de pintores
y vidas anónimas
Las palabras de Thomas Browne,
lo más curioso de ellas
es el lugar desde donde parecen ser dichas.
Su registro, su tono,
excede y va más allá
de la mera opinión personal.
Se diría que han sido dichas
o fácilmente pensadas
por algo más profundo
que una individualidad,
parecen corresponder
a una dimensión espiritual,
como si fueran
confidencias de la eternidad

Una humilde hierba,


un guijarro de río,
nos devuelven nuestra refrescante verdad,
nos libran de nuestras miserias
Un hombre sin techo,
o como diría Julio Jara, con cielo;
en la calle y con él
una mesita de madera,
un cojín rojo y encima su pipa

La anciana, casi todas las tardes,


enciende una vela
al anochecer,
la luz que ella es

Vivir de esta brisa celestial


Todos estos ricos
no podrán vestirse
con la elegancia
de una simple hoja de árbol

-¿Por qué matasteis a Cristo


que os mostró que el Reino de los Cielos
está dentro de vosotros?
-Por eso precisamente

Mis sentimientos de afecto me sobrevivirán


Siempre estás a salvo
en esta respiración más grande, universal

Puedo estar aquí sin cuerpo


junto a vosotros

Intenta describir algo


y no podrás,
hay tantas cosas
en un solo hecho,
tantos crepúsculos, tanto silencio,
en un anochecer
Aquellos veranos interminables de la niñez
este verano eterno

Infinito tú también

Vi a Jesucristo con corbata y sombrero


sentado a mi lado
esperando el autobús
resucitado
sin cruz
Tenía razón Stevenson:
“Todos los hombres mueren jóvenes”,
tenía razón, pero sólo eso,
porque no morimos

a Benjamín Larrea

Nosotros somos las manos de Dios

Los tres centímetros de lápiz


que me quedan
son el lápiz
Al inicio del día
levanto los ojos al Cielo,
todos los seres, todos los seres
miran al Cielo
y mis ojos se llenan de lágrimas

Soy el alma de un ladrillo,


de todas las cosas

Qué maravilloso llegar a viejo


y no tener que decir nada,
dejar que la luna hable,
o cualquier cosa
Si los terroristas matan a tu hijo
que no maten tu alma.
Si los bancos te roban
que no te roben el alma.
Si el cáncer asedia tu cuerpo
que no ponga cerco a tu alma.
Si un coche mata a tu mujer
que no mate tu alma ni la suya.
Ninguna ola del gran poder
que llena todas las tierras
y todos los cielos
te arrebatará nunca el alma

Un hombre viejo con un perro


caminando junto a una pared
al final del verano
Todo de lo que no me doy cuenta
mientras escribo estas palabras.
Dios, mientras escribo estas palabras

Una funda vieja de gafas


un poco de tinta en la pluma
principio de otoño

Qué alegría más grande,


los pequeños reflejos de sol
resplandeciendo en el agua,
llenaría mis bolsillos
de ellos para siempre
El grito de júbilo de la gaviota en el sol
y más arriba la luna
en la mañana

Nunca el hombre ha viajado tanto


como ahora y nunca ha creído
en tan poco como ahora.
Quizá por eso viaja,
para encontrar algo
en lo que creer.
Vamos a El Cairo,
a Benarés, a La Meca,
a los templos de Nara,
a Londres y Nueva York,
a Santiago y a Roma,
y ninguno apacigua nuestra sed.
¿Qué buscamos?
Es una bendición
ver que en todos ellos
se cumple el milagro de la luz,
el milagro de la ilimitada existencia,
también dentro de nosotros,
y siempre nos aguarda,
¿lo sabremos ver?
Amor infinito
Luz infinita

Un día en Toledo.
Y en una calle un cartel
que rememora las fiestas
de la ciudad en 1908.
Leo las siguientes atracciones:
fútbol, corridas de toros,
acontecimientos “esportivos”
y finalmente,
“las limosnas para los pobres”.
La caridad de Jesús y San Francisco
convertida en santo espectáculo.
Quizá se debiera recuperar tan ejemplar visión
y, aprovechando la crisis,
organizar unas buenas procesiones
con San Rodrigo Rato y San Fainé,
Monseñor de la Caixa,
subidos en andas por sus correligionarios
y tirando unos eurillos a los ciudadanos
mientras, entre temidos e indeseados,
pasan a su lado

Otoño de 2012
Bajo nubes espléndidas
lágrimas al anochecer

Bienaventurada la Bodhisattva
An Sang Suu Kyi
que nunca ha dejado de luchar
por los derechos humanos
desde la dulzura y firmeza del paraíso,
desde la dulzura y firmeza del corazón

Hay un camino
el camino de la luz
Pienso que muy pocas personas
pueden entender este cuadro,
seguramente esté equivocado.
Se llama “Muerte”, “Matamoe”,
de Paul Gauguin.
En él se ve cómo la vida
es siempre superior a la muerte.
En esta pintura, la muerte
está en cada cosa,
y sin embargo
quien vence es la vida.
En realidad, el cuadro
está diciendo, de una manera
muy discreta, que la muerte
es una palabra inadecuada
para lo que tenemos
ante nuestros ojos.
Pocos cuadros
me han traído tanto
a la mente como éste
estas palabras:
“La vida y la muerte
son la Vida de Buda”
Si no podéis entrar
en los pobres paraísos humanos,
entrad en el de Dios

El dolor de ver morir a una madre,


el dolor de ver morir a un hijo,
¿cómo lo hacemos?
no lo sabemos,
no hacemos nada,
pero lo que somos
nos hace vivir

Me acuerdo
que mientras me moría,
veía moverse muy lentamente
las ramas desnudas de los árboles
y el cielo como una puerta abierta
me recibía feliz
y yo también estaba feliz
La luz
en la oscuridad
vela por nosotros
y nos ama

No para mí

Franca tendría quizá veintiuno o veintidós


años cuando la conocí. Yo tendría quizá
diecisiete. Franca y su hermano Massimo.
La conocí en los Ángeles de San Rafael,
donde veraneaban.
Franca era la belleza. Era delgada, de piel
muy blanca, morena y con los ojos azules,
italiana, alta. Pero sobre todo irradiaba luz.
Ha sido la única persona junto con mi esposa
y mi madre de quien pueda decir esto,
era luz pura, resplandeciente.
Desde el primer día fuimos amigos,
con una cercanía natural y misteriosa a la vez,
había tan gran bienestar en estar a su lado.
Yo iba desde El Espinar a visitarla, a ella
y a Massimo, a amigos de entonces, Tote
Trenas y sus hermanas, también sus primas.
Dejé a Franca “El Maestro y Margarita”
de Bulgakov, uno de mis libros favoritos
de siempre.
A veces ellos venían a verme a El Espinar
y oíamos música en la noche en el jardín
de casa con acacias y arces.
Un día, una noche, la vi llorar. Recuerdo
lo mucho que me dolió verla así. Luego,
quizá Tote, me dijo que era por un disgusto
con un chico con el que salía.
Franca murió aquel mismo verano, o quizá
al siguiente, no recuerdo bien. Fue al volver
de Pamplona, en un accidente de coche,
con su hermano Massimo, murieron los dos.
Pero no para mí.

Gloria al Señor,
gloria al Señor,
en el sufrimiento
y en la liberación del sufrimiento
Escribí una carta a Dios
pero me la devolvieron de Correos
y en el sobre decía:
“Para la dirección que usted indica,
El Cielo, no conocemos el franqueo.
Guárdela en su corazón,
quizá allí alcanzará su destino”

Por fin comprendo este cuadro


el sol en el charco
el sol bendice el barro
el barro enamorado del sol

Paisaje al anochecer, 1885,


de Vincent Van Gogh

La cruz transformada en luz


El dolor es piedad
el dolor es purificación

Empezamos a ver las cosas


como si ya hubiéramos muerto,
un buen regalo de la vida,
aceptación, ver las cosas
más desapasionadamente,
somos más pacientes con ellas.
No tender tanto a intervenir,
a solucionar, nos volvemos
más tolerantes, más universales
y sabios. No pensamos
que si todo fuera a nuestro gusto
sería mejor. Hay en ello una belleza
que antes no habíamos percibido
Benditas sean tus lágrimas
que me hicieron amarte

Había algo en el aire


que llenaba todo de bienestar

Gerard David, Van Orley, Hans Memling,


sus pinturas tratan del amor,
el amor que nos salva
Un hombre viejo, en la lluvia,
fumando un cigarrillo,
va andando despacio,
contempla todo esto, lo ama

Las estrellas y las rosas


algo eterno en su belleza
el amor nos trajo hasta aquí
la mente no puede abarcarlo

Sentados junto al fresno


acariciados por el viento
qué podemos temer
Hubo un tiempo
en el que con una vela
se podía iluminar mucho

Pintores como Gerard David


con apenas diez árboles
un bosque
El discreto papel de San José
la obediencia
y luego desaparece
y Jesús siempre habla
del Padre celestial
en el que también cabe
el humilde José

Te enterrarán
sin tu dolor

Todo cantaba
Vi el huracán
convertirse en una pluma

Pon un poco de amor


puede refrescar tu frente
puede refrescar las estrellas
Un día
estaba sentado en el cielo
cuando se oyó una voz que decía:
Ha llegado el tapicero,
tapizamos de todo,
sillas, tresillos, sofás.
Y nuestra gran especialidad,
tapizamos salones, nubes, discotecas…
Salga y pregunte, no lo dude,
pregunte, precios sin compromiso

Los santos en la noche


flotando en el cielo

La única forma
verdadera es el amor
Concédenos

Concédenos la capacidad
de ver tu amor en todas las cosas,
al menos en alguna cosa.
Concédenos ver lo que nos has dado,
esta casa eterna

Vemos campesinos del siglo XVI


celebrando una fiesta
Nos gusta verlos
para ver que es posible existir
por encima del papel
que nos ha tocado representar.
La pintura nos depara
esta felicidad,
esta eternidad

Entrégate,
Sé el festín de un oso
o la alegría de una ola
o de unas células
a las que les resultas apetecible.
Sé uno con este Uno,
esta paz y alegría,
despreocúpate, disfruta tranquilo
de simplemente respirar
con tu cuerpo universal
La dulce cara de mi madre,
hay rostros que son
una epifanía, una revelación,
parecen venir de una luz más clara,
el sol de Dios

Yo tenía un lápiz
que iba a cuidar y querer
hasta que se quedara muy pequeño
y lo perdí
y ahora debería seguir queriéndolo
dondequiera que esté
lo que quiera que sea

Una mente para vivir en el Cielo


Lo primero que hago
al entrar en el parque
es, sin darme cuenta,
aplastar un caracol

Un alcorque oscuro me recuerda


la tendencia de las cosas
a la felicidad

Una rosa color terracota


me enseña el Evangelio
Las montañas lejanas enjugan tus lágrimas

Paseando en la lluvia,
oyendo a los mirlos,
no tengo pan
pero extiendo mi mano
y dos carboneros
se posan en ella;
maravillado,
¿cómo no iban a amar los animales
a Ramana Maharshi y San Francisco de Asís?

Mi madre enferma me dice:


qué bien estamos

29 de octubre de 2013
Los campesinos holandeses
de David Teniers y Jan Steen,
los pintores flamencos del siglo XVII,
viviendo en esa luz protectora
que les hacía compañía

Un planeta donde hay tigres y ríos,


ventanas y sonrisas,
árboles y luz,
hay lentitud y rapidez y nieve,
lluvia y aceptación,
vida después de la muerte,
ésta es la Tierra Prometida
para quien sabe ver

Gestos de bondad, de paciencia,


secretos,
pero los puedes ver
El único tiempo que cuenta
es la eternidad

Si dependiéramos de nosotros, del ego,


estaríamos perdidos

“Mañana de Pascua” de Friedrich,


somos Espíritu
en el cuerpo que sufre,
somos Conciencia, limpia, eterna, en paz
“Mañana de Pascua” de Friedrich
ha llegado aquí, a esta mañana
que tiene la misma esencia que el cuadro

Qué grande es una vida

Hace frío, quizá ha llegado el invierno,


pero hay personas
que están a las puertas
de otra estación
Cuando el fuego se apaga,
la luz se apaga
para que veamos la luz

Mi madre me dice:
me queréis como la Virgen María

Querida madre
ahora que has muerto
qué joven eres
El que ve la luz
se convierte en luz

Qué fácil volar


cuando no se tienen alas
sin ningún esfuerzo

Tu verdadero rostro es sin forma


y tiene todas las formas
Érase una vez un gorrión, éste,
con bayas rojas en el frío de la mañana,
me pareció indiferente a todo,
indiferente en alguna parte de su ser
a su necesidad de alimento y cobijo,
querido gorrión ignorado,
infinito, pleno

Tres gatos en silencio al anochecer,


tranquilos, me recuerdan la Trinidad de Rublev

Cuando mi madre “murió”


y apareció viva en mí,
nunca la he visto tan feliz
El silencio de Dios, un dulce susurro

Sentarse a la luz de la mañana


a leer un libro santo
mientras el mundo gira

El cielo azul oscuro


las luces de los faroles
los coches, las personas
las nubes oscuras
dicen su secreto:
en el mundo de los hombres
nada ocurre
Cualquier día es Cristo

Noli me tangere

Jesús y María Magdalena no se tocan


él en ella-ella en él
Todos los demonios de la tierra
cantan sin saberlo
el nombre del Señor

Rezamos para recordar lo que somos


¿Hay alguien en el mundo
que tenga en sus ojos la luz?

El abrazo con mi esposa es Dios


Los años de Robert Walser
en los asilos mentales,
la amorosa noche de estrellas
sobre su ventana,
los paseos, los pasos,
su figura poco abrigada en la nieve,
su mirada de arrobamiento, inocente,
no hay escritura pero hay sentido,
luz, amor, nieve

En una gota de agua,


en un cajón vacío o lleno,
todos los maestros están enseñando

En el restaurante chino
una madre da de mamar a su niño,
luego lo pone encima de la mesa,
como un cerdo agridulce.
Algunas personas lo miran,
¡mmm, qué rico!
El amor, el silencio, Dios,
enhebra a todos los seres,
nos une más sabiamente
que lo que conseguirían
todos nuestros esfuerzos

Dedicado a los que barren o friegan los platos,


nos enseñan amor, paciencia, dignidad, santidad

Oí un susurro
que salía de la tierra:
Feliz Navidad para siempre
Feliz Navidad

Todas las puertas cerradas,


todas las adversidades,
que me trajeron a este tesoro
Cuando yo muera
el cielo no dejará de cantar,
las señoras de la limpieza
entrarán en el metro
de vuelta a casa
y hablarán un poco,
un niño cruzará una calle
y otro llorará,
las hojas de otoño bailarán,
una brisa acariciará a una madre
que ha dado a luz,
una joven seguirá leyendo
el libro que le gusta,
una anciana se hará una tortilla para cenar

Hacia el año 1640 en Francia,


en una aldea, es invierno
y de pronto se ha hecho de noche.
Hay una casa pequeña
en la que brilla débilmente una luz,
en la única habitación
una madre apaga una vela
para contemplar la luz de su recién nacido
La proporción espiritual
de lo diminuto
hace lo inmenso

Una vez, cuando era pequeño,


mi abuela Virgilia, con todo su amor,
nos regaló a mis hermanas y a mí
un disco, “El twist de los ositos”,
y luego lo escuchamos.
Su amor sigue llegándome ahora,
después de tanto tiempo

a mi abuela Virgilia, con amor

Cada vez que me acuerdo de Geny


mi alma se llena
de su luz bondadosa
Mi abuela Virgilia Vega
haciendo labores de enfermería
cuando era joven.
Iba andando de El Espinar a San Rafael
al Preventorio
en lo alto de la carretera,
cuatro kilómetros de ida
y otros cuatro de vuelta
en el frío helador del invierno.
Actos de mérito
resplandecen

Juan, que bautizó a Jesús,


cantaba al silencio
en el desierto
Una revelación
al ver a una amiga de mi madre
que se ha deteriorado mucho
desde que mi madre falleció
hace dos años:
qué joven está mi madre

Un viejecito
que va andando
por la calle
y se vuelve hacia un lado
con una actitud curiosa,
amorosa, pues algo
ha llamado su atención
La santidad
de dos servilletas de papel
guardadas en el bolsillo

Oí hablar de Jesús
que resucitó a Lázaro
y caminaba sobre el mar.
Y un día le vi,
lo imposible se hace posible,
cuando mi corazón
se abrió al suyo

Aquellas jóvenes del Renacimiento


que Leonardo y Botticelli pintaban
morían al año siguiente
y aún nos dan luz

La gloria de Dios
en Sor Sonrisa y su compañera
Cómo llegas
con perfecta humildad

Crucifijo de Cimabue,
Santa Croce, Florencia

Este pajarillo de David Teniers,


en su pecho
un copo de nieve inmortal

La luz acaricia las montañas,


las montañas la luz

Paisajes de Leonardo da Vinci


Mi madre,
a veces se tarda mucho en comprender,
la dulzura, la comprensión
profunda de la realidad
que había en sus palabras,
la aceptación amorosa que había
en sus sabias palabras
me llega ahora,
comprendo ahora,
ahora que está de una manera esencial,
tan inesperada y tan inexplicable
y tan evidente

Cuando tu sinceridad molesta


e irrita a tus amigos,
el único que no te olvida,
el único que te trata con dignidad
y ante el que recuperas
tu estatura humana ilimitada
y divina es Dios
Confía en Él, confía en ti
Vive en Él, vive en ti

Si hubiera ido por vuestro camino


no habría vivido

Bendita tú, Juana de Arco,


que alcanzaste a ver
entre las llamas que consumían tu cuerpo
el refrescante viento del Señor

Las personas que viven


en presencia de Dios
nos acercan a Dios
Dibujar, pintar,
no dependen sólo del pintor,
hay algo por encima de él,
que si se deja, lleva su mano

Con o sin pensamientos


soy el silencio ilimitado,
el silencio me fecunda
y revela la eternidad que soy.
Está por encima del dolor
y nos ama,
borra todas nuestras identidades falsas

El árbol enfrente de casa


con sus nuevas hojas verdes
resplandece como el mar.
En invierno sus ramas desnudas
parecen infinitas,
la plenitud siempre está en él,
¿y en ti?
Qué felicidad
pertenecer a esta intemperie

Entrega sin límites

Terremotos, erupciones volcánicas,


los grandes movimientos del mar,
lo que llamamos desgracias…
Nos sentimos amenazados y sufrimos.
Pero si sabemos que somos algo más,
si sabemos que somos parte de lo eterno,
del espíritu, esta belleza,
si vivimos como decía Spinoza
“sub specie aeternitatis”,
“bajo la esencia, el amparo, de la eternidad”,
sentimos una aceptación sin límites,
una entrega sin límites.
Vemos entonces la belleza del universo,
de las obras del Espíritu,
y recordamos entonces
esas palabras de Marcel Proust
que están por encima de cualquier miedo:
“La materia existe porque es una expresión
del espíritu”. Esta visión,
esta comprensión, nos trae la paz
Mis palabras son
el latido de mi corazón

El infinito es la distancia
que nos protege de los hombres,
tú mismo eres esa distancia

El infinito es la distancia
que nos hace uno con los hombres

Quién sanará las heridas del mundo


sino el corazón del mundo,
tu propio corazón
“Cierra tu ojo corporal
de manera que veas primero
tu pintura con tu ojo espiritual”.
Estas palabras de Friedrich
las siguen algunos pintores
al pie de la letra,
solo que con una alteración sui generis:
cierra tu ojo espiritual
de manera que sólo veas tu pintura
con tu ojo corporal

Los demonios sufren

Madre, siempre tuviste las alas abiertas


Las imágenes de las pinturas
no se distraen de lo que desean decirnos,
su silencio amoroso nos dice lo que somos,
conciencia amorosa que vence
a la ignorancia y la muerte

Dios aprende desapego


y a no maniatarse a sus deseos,
lo aprende de sí mismo
y de sus criaturas,
no fuerza a sus deseos
a hacer su voluntad
Todo el Paraíso está a oscuras,
los animales y plantas duermen,
menos ellos dos, que resplandecen,
resplandecen de amor,
en la dicha de la unidad son felices,
son luz.
No importa que hayan comido
del árbol del conocimiento
que les traerá al mundo limitado
de la razón y la separación,
donde la ignorancia y la muerte
tienen su pequeño reino ilusorio.
Volver al Paraíso, a Dios, es posible,
por medio del amor.
Nos lo dicen inocentes Adán y Eva,
en esta reveladora oscuridad luminosa
que también a Durero alcanzó

Adán y Eva,
de Alberto Durero,
Museo del Prado
Todas las personas
que conocemos y amamos
y de las que nos tenemos que despedir,
no nos despidamos pues
y siempre nos encontraremos
en algún lugar del corazón.
Compartí contigo algunas palabras,
me preguntaste con tu preciosa voz:
“¿de dónde son ustedes?”
Me dijiste que tu esposa había muerto
hacía tres años y medio.
Hablamos del David de Donatello
y del de Miguel Angel.
Con tu voz profunda y afectuosa, maravillosa,
me hablaste del museo Blu en Pisa.
Sólo para verte
volvería a Florencia de nuevo,
a menudo pienso en ti

a un hombre viejo en Florencia, William


Mira las cuentas del rosario
que contienen su futura Pasión
desde su dulce eternidad
con amor

La Virgen y el niño Jesús,


de Bernard Van Orley

Este momento de silencio


honra toda la riqueza
que hemos disfrutado
durante nuestra vida
Una voz, una luz en mi corazón
brilla por encima de las penas,
siempre está ahí
y vence sin hacer nada
todas las adversidades.
Esa voz, esa luz constante,
creo que es lo único que hay que ver,
lo único a lo que hay que atender

Muchas veces, en la vida, en las pinturas,


lo más sagrado, lo más santo,
es absolutamente anónimo,
el Espíritu puede prescindir
de nuestros nombres,
nosotros le interesamos más
Cae la noche,
últimos días del año,
el silencio recorre la tarde
como un patinador solitario,
a la luz de la vela
la anciana reza,
corazones en manos de Dios
pasean bajo las estrellas,
los personajes de las pinturas del museo
se desean paz

Besé la luz

En el pretil del puente de Alcántara


en Toledo, que pintó El Greco,
al cruzarlo en la noche,
un hilo de araña en el aire,
como una bandera, un mensaje,
de la araña a la eternidad
Anochece, 22 de diciembre,
cerca de la plaza, entre los altos árboles,
en este mundo de dolor
oigo la salvadora voz del mirlo
en el paraíso

Los Ángeles

Tiene razón Mariano Rajoy


cuando dice que en muchos sentidos
la crisis ya está superada:
cada vez te encuentras más ángeles.
¿de dónde saldrán? Se nos aparecen
en cualquier sitio, en las esquinas
o en los túneles del metro
meciéndose dulcemente
al compás de un violín que,
a veces muy bien, amorosamente tocan.
Nos piden dinero, pero también nos dan.
Nos recuerdan que la fe y la alegría
son siempre posibles.
Es lo que tienen las crisis,
la corrupción y la avaricia:
que producen ángeles

1 de diciembre de 2014
Una hoja traída por el viento y la lluvia
se posó en el cristal
y ahí se quedó
acompañándonos
mientras viajábamos por la tierra

En una mañana tan grande como ésta,


tan grande que es también ésta,
Ghiberti y Giovanni Bellini,
tantos dones, tantos dones,
para salvarnos a todos

Las migas encuentran a los pájaros,


Eucaristía por toda la eternidad
En el bosque un búho
espera al señor Robert Walser
al caer la tarde.
Los niños miran el árbol de Navidad
y el búho ha ido a refugiarse
en el pecho del viejo escritor.
La cálida nieve, pues no otra cosa
es el búho, y el señor Walser,
el uno al otro se dan calor

Esto nos enseñó Lawrence de Arabia


el frescor de la llama

Al aire, a la luz,
a las nubes y el frío,
a las hojas que caminan
hacia el otoño,
digo “querido pan”
y me alimento de Dios
Lo que tardas en despojarte
de tus historias y preocupaciones
es lo que tarda la paz de tu verdadero ser
en aparecer

¿Qué hay mejor


que la alegría de tu ser verdadero?
Que no te engañen, no te engañes.
Aun en el más grande dolor
esa alegría siempre te espera
Un mosaico romano
de hace dos mil años.
Sus desgastadas teselas,
el arte de no hacer nada,
no esperan nada,
no esperan al Mesías, ya ha llegado,
la luz del sol
las roza con su intemporal caricia,
reciben el don de la existencia
y sencilla, liberalmente, la reflejan

Una gran nube blanca


maravillosa iluminada por el sol
mientras voy en autobús
en la tarde gloriosa.
Un poco más adelante,
veo varios coches de policía,
dos ambulancias
y dos motos que han chocado
en el suelo.
Un poco más tarde vuelvo a ver
la misma nube en el cielo

Con la misma mano escriben


los poetas vivos y los poetas muertos
Un mundo de luz

En un mundo de luz
ella se ahorcó,
en un mundo de luz
él la había abandonado,
en un mundo de luz
le dijeron fácilmente
que le olvidara,
en un mundo de luz
nadie a su alrededor
vio la profundidad de su pena,
en un mundo de luz
la luz la llevó consigo

Nada les distrae de la palabra eterna,


el silencio es esa palabra,
nada les distrae de nuestra luz eterna.
Coser una camisa, pegar una bota,
cortar leña, hacer la comida,
vivir y morir,
todo ello se ha posado sobre nuestra paz,
no produce ruido
Madame Bouret nos sonríe,
los niños de un día de nieve
se tiran bolas de nieve,
la Madonna de Van Orley
mira con dulzura,
la Madonna de Van Hemessen
se entrega a lo que ama y no se distrae,
nos sugieren que hagamos un esfuerzo,
nos susurran una facilidad…

Dibujar es una forma de rezar

Habitada por la Conciencia que permanece


la Noche de Miguel Ángel
en la Capilla Medicea
La paloma aterida en el suelo
nos protege a mi esposa y a mí

Gran Tormenta en Venecia,


22 de septiembre de 2014

Un tejido espiritual
la Basílica de San Marco en Venecia,
la tela del espíritu
que nos envuelve y nos ama

septiembre de 2014
Viejas catedrales
viejos fuegos
últimas palabras
alas de fuego
caricias de amor
rescoldos de la niñez
la voz de los padres
son copos de nieve en tu pelo

Las limitaciones
de los que no han podido ver
nos conmueven,
de ellas surge la luz en nosotros
Pobre frío
que nadie te quiere

Pobres pobres
que pasáis frío

El silencio tiene una voz dulce,


en él la voz
de todos los que han sido y son.
El silencio guarda todas esas voces
y al principio del tiempo
ya se acordaba de ellas,
el silencio es una palabra de amor
Las nubes van por el cielo,
quizá desemboquen
en un soneto de Shakespeare,
quizá desemboquen en tu corazón,
pero qué es tu corazón sino una nube

El mismo cielo va,


abres tus ojos
y sientes el viento llevándote
y eres el cielo

Hubo un momento en mi vida


en que empecé a ver a todos los hombres
y mujeres, a todos los seres,
como si estuvieran en el paraíso.
Independientemente de en qué circunstancias
se vieran envueltos,
con sus problemas y sufrimientos;
pero me di cuenta y sentí
que había algo en ellos
que ningún dolor o adversidad podía tocar
Una ofrenda
con todo lo que nos pasa
al Espíritu del Universo,
Él lo utilizará

Unas gotas de agua


caen de la jarra al mantel de la mesa,
un leve rocío, plata maravillosa
como la de la Grecia clásica
de las minas de Laurión

Los árboles hermosos


un árbol que extiende
sus ramas y sus hojas
urbi et orbi su bendición
Honremos al espíritu
en todas nuestras limitaciones y sin ellas,
honremos al espíritu
para vivir de verdad

Las experiencias reales


a veces visitan las palabras

Con o sin nubes,


con viento y sin él,
con nieve y sin nieve,
no pierdas de vista el cielo
San José, en la pintura de Hans Memling,
paciencia, humildad, sabiduría

Amas a la gente,
independientemente de si ves
en ellos a Dios

Honramos el espíritu
en palacios en ruinas,
honramos el espíritu
en iglesias en ruinas,
honramos el espíritu
en bosques en ruinas,
honramos el espíritu
en cuerpos en ruinas
Cuando comprendo este cuadro,
Madame Bouret se me aparece más sabia,
más plena, su dulzura y alegría
se han vuelto más profundas y solemnes,
comprende bien
las tristezas y las penas…
Su luz es por ello más honda,
abarca más, nos comprende mejor

Retrato de Madame Bouret como Diana,


de Jean Marc Nattier

Lo que somos cree en nosotros,


independientemente
de nuestras creencias

Mi madre es la Conciencia
que permanece
Un iconoclasta de la época
cercana a Durero
borró de sus tablas
las figuras de Adán y Eva
pero la oscuridad es tan fértil
que después de un tiempo
volvieron a surgir

Entre la vida y nosotros


no hay intermediarios
Entre la muerte y nosotros
no hay intermediarios
Entre la vida eterna y nosotros
no hay intermediarios
La vida está aquí
La muerte está aquí
La eternidad está aquí
Un vientecillo en el metro
mueve un hilo
de mi pequeña bolsa

La inmensidad
vino a nosotros
y no nos hizo falta partir

Barco entre dos rocas


en una playa del mar Báltico,
de Caspar David Friedrich

Con mi madre en el hospital,


el sol de la mañana ilumina
el pasillo, el aire,
nos ilumina a mi madre y a mí
y mi madre mira la luz y sonríe
La oración de las abejas

Escuchando la oración de las abejas


mientras recogen el polen
del almendro en flor
para transformarlo en miel.
El zumbido de las abejas,
su canto delicado y amoroso
de agradecimiento y alabanza.
Bienaventuradas las abejas,
Bienaventurados los que como ellas
trabajan y cantan,
trabajan para extraer la miel de la vida,
el Reino de los Cielos es su alma

La respiración, para mí,


es Eucaristía
Las palabras, al reconocer
su origen infinito e ilimitado,
se vuelven ellas mismas ilimitadas
y comparten la naturaleza
ilimitada de la Realidad

La luz siendo piedra,


siendo carne,
siendo planta

palabras de Juan Antonio Díaz


ante “El niño Jesús y la Virgen”,
de Roger Van der Weyden
Y si algo lamentas
es no haber vivido siempre así:
más callado, más silencioso, más feliz,
tan feliz como ahora,
atento a lo que de veras importa:
la vida, la mera existencia,
siendo rico tan sólo con ella,
sin necesitar nada,
contento y satisfecho,
sin necesitar libros ni películas,
ni viajes, ni amigos,
rico tan sólo por vivir,
y luego tu respiración se para
y empiezas a vivir
como en realidad has vivido siempre,
con un corazón que es todo,
con una respiración sin fin

Como estos iris de Hans Memling,


que vivir en oración ininterrumpida
es vivir en Dios
Con cada cosa que pasa
hazte bueno

Cuando te estás muriendo


estás con Dios, o podrías estarlo,
estás con todos tus seres queridos
y lo que has amado,
¿por qué no vivir así también?

Me pregunto si alguna persona,


al mirar las pinturas,
encontrará en ellas lo que va buscando.
Si las pinturas le darán
lo que ni siquiera imaginaba.
Una muchacha ha dejado de leer
y su mirada está dulce, profundamente,
inmersa en la vida,
el milagro de su blanca blusa,
su cinturón naranja
y el increíble azul de su falda
como un cielo profundo.
Su mirada contempla una revelación tranquila:
la vida, más allá de las penas, del sufrimiento,
la vida, una paz, un anhelo, una verdad, una fe

Recuerdo de un dolor, retrato de Santina Negri,


de Giuseppe Pellizza da Volpedo

Los dones de la muerte

No hay nada como la muerte.


La muerte nos hace buenos:
lo que no consiguieron
nuestros muchos años de vida
lo consigue la muerte en un santiamén.
No conocemos la muerte,
la tememos y sin embargo
nos libra de bastantes editores y galeristas,
nos libra de los que quieren
manipularnos y limitarnos
porque son ellos sin duda
los que tienen razón.
La muerte nos hace hermanos
de todos los hombres,
también de aquéllos
de los que nos acababa de librar.
Pero ahora ya no nos dan la lata
y podemos mirarles sin rencor y sin miedo
porque la muerte les ha purificado
de sus intereses y razones y deseos
y a nosotros también.
Ella nos libra de todo sufrimiento y dolor,
la muerte verdaderamente
nos hace niños de nuevo, hemos vuelto a nacer,
esta vez para siempre.
Cada hombre tiene un don incomparable,
cada mujer tiene un don incomparable,
cada niño y cada animal tiene en la muerte
un gran amigo y, si sabemos comprenderle,
qué bien
Mi madre, la abuela Virgilia,
yo, con cuatro o cinco años,
rezando el rosario
en la cocina de la calle Pardiñas,
invierno, las cuentas del rosario
eran azul pálido,
también había uno con cuentas rosa,
nuestras oraciones,
las pequeñas cuentas de colores,
la felicidad

Miradas
nadie las ve
buenos sentimientos
de corazones ocultos
velas en la oscuridad

Las figuras de Hiroshige


casi inexistentes
tan reverentes
¿seremos alguna vez así?
Toda forma
tiene que entregarse

Nuestra luz eterna


dentro de nosotros
es la medicina que nos cura
y nos quita la fiebre
elimina el cáncer
es nuestra salud.
Contiene todas las catedrales
y las dulces iglesias hermanas nuestras,
Santa María Novella,
Santa María del Fiore,
la iglesia de la residencia de mi madre
y de la calle Cervantes
Creemos que alguien ha muerto
y ya no está con nosotros.
Siento que ésa es una percepción errónea
que no corresponde a la realidad.
Siento que si tenemos esa percepción,
somos en realidad nosotros los que faltamos.
Faltamos a la cita, al encuentro con la vida
donde están todos los que, a causa
de nuestra limitada visión, no vemos.
Mas si vemos, la paz de la comprensión
trae una dicha tranquila

Sí, hay algo en nosotros


que nunca está preparado para la muerte,
es nuestra eternidad

Quien nos tiene que conocer


es Dios, no los hombres.
Es a Dios a quien nos debemos mostrar
Hoy tuve un sueño,
estaba con mi esposa
quizá en El Espinar
y buscábamos tranquilamente
un paisaje más abierto
y entonces nos hallamos ante él:
una maravillosa extensión azul,
benditamente luminosa,
que nos llenaba de felicidad.
Un azul felicidad,
con reflejos dorados, muy claro
y suave y con algo de blanco también
que se extendía por la llanura
y todo el horizonte hasta el cielo.
Todo azul que irradiaba felicidad
y nos hacía felices, tan felices…
El sueño de Ángeles

Ángeles soñó con un cielo


lleno de lunas,
Sagradas Formas,
había una luna principal
y muchas lunas y estrellas
a lo ancho y largo del cielo.
Jacinto y yo
nos asomábamos a la ventana
para verlas, esta gran felicidad
llenando el universo
No viviste en vano,
tu amor, tu generosidad,
tu sonrisa, nunca te quejaste,
está aquí todo eso,
nada se ha perdido,
vive aquí, en estas hojas nuevas,
en la pureza del agua,
en la hormiga que sube por mi mano,
en la tierra y el cielo,
la resplandeciente amplitud del ser eterno

Nos miramos al espejo


vemos nuestro rostro
Jesús nos mira
Nubes

Para que nos expandamos,


para elevarnos por encima de tantos límites,
nos perdemos con ellas, nos deshacemos
con ellas en el infinito,
nos recuerdan nuestro destino:
ser infinitos y felices como ellas

Mucho tiempo mirándolas


en esta mañana de nubes y sol
en ellas resplandeciente.
De las personas en las que me he fijado
pasando a mi lado,
entre tantos rostros tan ocupados
y preocupados,
sólo una,
una monja quizá católica,
me ha parecido en armonía con las nubes.
En la calle de Alcalá, en medio del cielo,
su sonrisa maravillosa, la alegría de sus ojos,
su paso ligero, su vuelo,
mujer celestial, nube
El sufrimiento
es una de las herramientas
de las que se vale Dios
para que llevemos a cabo
la obra que debemos hacer

Algo más que nuestros intereses particulares,


algo más que la salud o enfermedad de nuestro cuerpo
y los vaivenes de la fortuna,
somos algo más,
algo vasto, inconmensurable, maravilloso,
esta conciencia de eternidad siempre en nosotros
Alimento

En el Evangelio de Kells, hacia el año 800,


una ilustración
muestra a varios animales
comiendo la Sagrada Forma,
el Cuerpo de Cristo

En este vasto universo


nada hay que no sea alimento
para otro ser,
somos uno

Del amor recibimos alimento


Con amor somos alimento

La falta de amor pervierte


este humilde y profundo sacramento

La Luna que forma


la mano de una chica
sentada junto a mí en el autobús
al coger su móvil
Una corona de espinas,
un bosque amenazador en la noche
y en el centro la Virgen María y Jesús.
De las ramas desnudas de los árboles
penden las letras A
de la invocación Ave María
y nos recuerda que en cada dificultad,
en cada dolor y peligro,
una luz nos ayuda

La Virgen del árbol seco,


de Petrus Christus

Estoy sentado a la orilla de la eternidad,


veo pasar dulcemente las estaciones,
los otoños e inviernos, las primaveras y los veranos,
las personas y los años.
Mi madre está a mi lado,
no hablamos, no hace falta,
ella sonríe, vemos tantas cosas pasar,
y todo se desliza y fluye
en este placentero río.
Es hermoso verlo fluir.
“Mira, allá vamos nosotros”
y a la orilla de la eternidad
nos vemos fluir en el río
La luz nos ama

Ave María de la tarde


y Primera Misa en Burano,
de Angelo Morbelli

Alimento

Aquel día que iba


con las cenizas de mi madre
encontré en el camino
un perrillo muerto
y entonces esparcí sobre él
algunas de sus cenizas.
El perrillo y mi madre.
Nada hay que no sea
alimento para otro ser,
el amor inspira
este dulce y profundo sacramento

¿Por qué un hombre


que murió en una cruz
podrá consolarnos tanto?
Jesús escribe en la arena
para los que acusan
a la mujer adúltera
la palabra “amor”

Ningún día de mi vida,


por muy oscuro que fuese,
me ha faltado la luz

Eric y su madre
se pasan el día en la gloria.
No hay más que oírles,
ella le habla y le habla
y se ríe de él y con él,
el pequeño Eric
de apenas un año de edad.
¿Cómo cabrá Dios
en una casa tan pequeña?
El caso es que ahí está,
entre Eric y su madre
Este cuadro de Friedrich
si no significara nada
sería igual de potente.
No necesita ninguna explicación,
ninguna referencia,
la Conciencia es evidente
por sí misma, se manifiesta,
y la ves o no

Sinsabores, adversidades,
bendecid al Señor

Penas y dolores,
bendecid al Señor

Enfermedades y muerte y vejez,


bendecid al Señor

Desgracias todas y guerras,


batallas y conflictos,
bendecid al Señor
No busques de dónde viene el ruido,
está más cerca el silencio

El silencio de Dios
es una palabra, la primera,
una palabra eterna
latiendo siempre en nuestro corazón

Toma un avión

El otro día en el autobús,


de repente, se me cerraron los ojos
mientras estaba pensando
en algo irrelevante
y así, tal como lo cuento,
entré en otra dimensión.
Sin yo quererlo, sin más,
con mis ojos cerrados
dejé de pensar pero no de sentir.
Estaba como dormido,
quizás muerto,
o verdaderamente vivo.
No sentía que hubiera perdido nada,
al contrario, todo ahora era más real,
más elocuente y significativo.
Al decir “todo” me refiero
a todo, en conjunto,
que es como el mundo
o la existencia aparecía
ante mis ojos cerrados

Toma un avión
si puedes,
aunque no puedas un avión te toma,
sin necesidad de moverte,
y llegas instantáneamente
a lo que de verdad eres

El guardián de los cuadros

Si todos los cuadros del Museo del Prado


perecieran en un fuego
este árbol los preservaría
El viento movía el toldo de la ventana
en la tarde de verano,
el Espíritu emociona al alma
en la tarde de verano,
el sol mece los pinos

Esta mañana
al cortarme las uñas,
sorprendido, pero a la vez
con toda claridad,
vi que no somos el cuerpo,
al desprendernos de él
no perdemos nada,
lo que verdaderamente somos
siempre es

La alegría
de los que viven en Dios
A los que engañan
y explotan a los demás
decidles la verdad:
“El hombre no es
un animal de supervivencia”,
los animales tampoco,
el universo es un animal espiritual

Las palabras entre comillas


son del padre Bernardo Gianni, OSB

¿Quién sabe
lo que puede hacer la luz
en un corazón?
Los hombres sufrimos, sufrimos tanto.
Buscamos una salvación a nuestra medida,
a la medida de nuestros intereses,
y no la encontramos
porque la salvación es más grande
que nosotros. La salvación nos pregunta:
¿sabéis cuál es vuestra verdadera medida?
Con su belleza, su amor y su paz
la salvación nos hace más grandes que nosotros:
nos Revela que en realidad somos más grandes
de lo que pensábamos

Nos dice que somos parte


de ese rostro luminoso, eterno,
siempre salvador, siempre salvado

Ante una calavera


en una pintura de Luis Fernández
una niña dice: Mira, un monstruo.
Y su madre le contesta:
No es un monstruo,
es el huesito que tenemos
dentro de nuestra cabeza
El ángel

-¿Por qué lloras?, dijo el ángel


-No lo sé, por tantas cosas,
tantas cosas se agolpan en mi pecho,
tantos años,
tantas personas,
tantas montañas
y pequeñas piedras,
la luna, y las nubes,
las nubes que son un símbolo de todo.
He visto separaciones
y despedidas,
lágrimas en el silencio,
por todo eso lloro,
y también por tu luz.
Los árboles son oscuros en la noche,
los árboles nos hacen reír en la mañana.
La vida nos asusta con sus sombras,
pero la oscuridad nos ha mostrado
sus dulces alas y bajo ellas
nos hemos recogidos confiados.
¿Qué será la vida ahora
después de tu llegada?

Tu sonrisa trae paz


por encima de todas las cosas
y la muerte no nos hará sufrir
Anunciación

Algo llegó
desde dentro de mí,
una fuerza,
un silencio elocuente,
como una palabra eterna,
incesante,
y esa fuerza
me llamó, vino a por mí,
y yo era esa fuerza,
y esa fuerza es Dios

Perdí mis piernas andando


Perdí mis ojos mirando
Perdí mis dientes comiendo
Perdí mi cabeza pensando
sólo me salvé yo
Cuando vamos
obedientes a la vida
y la vida se nos da

Todas las lágrimas


enjugadas por un trocito de cielo
ese trocito puedes ser tú

Qué pobres nos hacen las cosas


si sólo las vemos
como materiales,
pero la pobreza
es la puerta a la santidad
que nos hace mirar más allá
El sol blanco de invierno
y su destello
como la cola de un pavo real,
la calle blanca, los árboles blancos,
alguna hoja infinita vuela

Es bueno saber
que todas las almas,
de todos los hombres, de todos los seres,
son recogidas y guardadas por Dios

El alma del mundo: tu sonrisa

sobre una pintura de Leonardo de Vinci


Los niños duermen
simplemente respiran
salvan el mundo

Jesús subió a una barca acompañado


de sus discípulos. De pronto se alborotó
tanto el mar que las olas saltaban por
encima de la barca y él dormía…

Mateo, 8, 23-24

a alfredo, saúl, dani y lucas

Nuestros aparentes límites


no dejan de hablarnos
de nuestras alas

El azul inmaculado del cielo


en tu vaso de devoción
Los pájaros a mi madre

Los pájaros iluminados por el sol


en la mañana.
Siento una grandeza,
algo feliz y maravilloso,
en estos pájaros dorados
en la mañana azul.
Hay en su vuelo
algo más que el instinto,
algo más que las leyes de la necesidad
que la adusta y mecanicista serie de televisión
“Planet Earth” tan severamente nos cuenta.
Hay en la valentía y alegría de su vuelo
algo que desafía todas las leyes,
algo incalculable y espléndido
que se sale de toda medida y límite
y nos enseña y recuerda que somos
infinitos como ellos.
Quizá nunca lleguen a su destino,
tan precario como todo lo demás,
quizá un rayo y su tormenta
los abata y no deje ni uno.
Pero qué importa la muerte
y todas sus máscaras
si al menos una vez
hemos amado los pájaros,
nos hemos atrevido
y hemos sido lo que somos,
más allá de todo final
En el infinito
encuentro la felicidad

Los pájaros vuelan en el cielo,


los pájaros vuelan en la tierra,
cada pájaro, cada hombre,
a veces riendo, a veces llorando,
llorando y tristes
por haber olvidado esta maravilla
infinita, eterna, que vive
en nuestro corazón

Me puedes llamar Dios


o Espíritu, el Ser, Sunyata,
la Naturaleza de Buda, el Amigo,
Conciencia, tu Yo Verdadero,
Eternidad, Infinito, el Tao,
Manitú, Apolo, Alá,
Isis y Osiris, Atman…
Pero confío en que ninguno
de mis nombres te oculte mi existencia,
mi existencia que es la tuya
y la de todos los seres del universo
Gracias Señor
por hacerme infinito
y ser parte de ti siempre

Iglesia de Santa María


de los Ángeles y los Mártires,
9 de septiembre de 2017, Roma

Yo siempre estoy
abierto para ti,
permanece tú
siempre abierto para mí

Iglesia de Santa María


de los Ángeles y los Mártires,
ante el Cristo Resucitado
de las puertas de Igor Mitoraj,
9 de septiembre de 2017, Roma
EN ESTE CIELO

MIGUEL ÁNGEL BERNAT


A mi madre y a Ángeles
Llénate de lo que ya eres,
date cuenta de ello,
en cada momento, con cada respiración.
Vive desde esta realidad,
no cedas

El día de la Creación es éste,


guarda los días que han sido
y los días que serán,
nos crea y podemos colaborar con él,
ama latir en cada corazón

Nuestra esencia es Dios

Lo que hacemos con la inmensidad


Dios no permite la muerte
en Dios no hay muerte
sólo hay vida

Nada que hacer


sólo dejarnos volar
llevados por la inmensidad
Lo espiritual
entra en nuestro corazón espiritual

Mercado del pescado de Dam en Amsterdam,


de Emanuel de Witte,
museo Thyssen, Madrid

El silencio es el Ángel de la Guarda

Esa nube que pasa


el cielo donde se pierde
el cielo donde se salva
mi biografía

Hay tanta bondad, tanto amor,


en este cielo
Hay un pequeño cuadro, una Crucifixión quizá
de Miguel Ángel en una colección privada en
Oxford, del que habla Antonio Forcellino en su
libro “La Pietà perduta”. En el cuadro, de unos
50 x 30 cms, vemos a Jesús crucificado y a su
lado, en el aire, dos hombres o ángeles. Al pie
de la cruz, María y Juan.
Jesús mira al Padre que no se ve y Jesús ve,
Jesús está en profunda unión con el Padre.
No hay en su mirada la desesperación que se
puede sentir en el crucificado muy similar de un
dibujo del mismo Miguel Ángel. En la pintura
siento en Jesús la mirada amorosa dirigida al Padre.
En el dibujo están muy presentes las palabras del
Salmo 21: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” En el cuadro no. En el cuadro hay
algo más, o más bien muy diferente: yo veo amor,
unión, de Jesús y Dios. No hay que olvidar que el
salmo que empieza en la desesperación concluye
en la alegría y confianza.
En la pintura el único que, a mi parecer, está en
comunión con Dios es Jesús. Los hombres-ángeles
en el aire y Juan son seres dolientes y no parecen
conscientes de esa unión crucial. María entrega
a Jesús al Padre, quizá hay una huella interrogativa
en su mirada.
Ver esta pintura me hace recordar a Ram Dass,
Richard Alpert, cuando habla de su derrame cerebral.
Dice: “Si tengo la perspectiva del Alma, no tengo
un derrame cerebral. Pero en el hospital, las personas
del equipo de rehabilitación no me creyeron. Es
fundamental saber que somos almas.”
No hay mal mayor, creo, que perder de vista nuestra
alma, nuestra conexión con nuestra esencia, que también
se llama Dios

En silencio llamé
a la inmensidad
y más rápida que el eco,
incluso antes de mi llamada,
la inmensidad, con su mismo nombre,
me llamó a mí

Estar tan enfermo, otra proeza


Qué importa mi suerte personal
si he visto el sol
y el Moisés de Miguel Ángel,
si soy heredero
y partícipe de esa gloria

Cómo podría despedirme


de algo tan grande, tan grande
y tan maravilloso.
Sólo puedo decir:
yo siempre estoy aquí,
yo siempre estoy aquí

En el cuadro “Las tres Gracias” de Rubens


eres parte de esas nubes que pasan
eres parte del atardecer
La eternidad acaricia las cosas

A veces llega el día


en que no somos nosotros
los que llamamos
a las puertas del Cielo,
es el Cielo el que llama
a nuestra puerta

Las palabras “yo estoy contento”, que dijo


el padre Juan Antonio en sus últimos días
en el hospital, no son una frase hecha, no
son una jactancia o algo que se repite sin
sentido como un loro o un hombre pueden
repetir una frase.
“Yo estoy contento”, estas palabras dichas
en circunstancias difíciles y dolorosas por
el padre Juan Antonio expresan una verdad
profunda que escapa a los niveles habituales
y, por lo general, bastante falsos en los que
se desenvuelve el lenguaje cotidiano.
Sus palabras son verdad y son una verdadera
respuesta al sufrimiento y al dolor. Sus palabras
nos interrogan y nos interpelan.
Nos llaman a algo más alto, más hondo en
nosotros, más verdadero

El silencio de los enfermos


su paciencia
el amor de los enfermos

Sé uno con la vida


y podrás desprenderte hasta de la vida

sobre unas palabras


del monje y poeta japonés Ryokan
Quizá sea eso Jesucristo,
el viento en el desierto,
la fresca brisa en cada cosa

Cuando miro los árboles


es como si mirara
dentro de mí

El maestro Ramana Maharshi


habla con los que habla
y con los que no habla,
¿puede su dulce silencio dejar de hablar?
El cuadro “Sol ardiente de junio”
de Frederic Leighton
con la maravillosa mujer radiante y el sol
permaneció en la sombra
durante cerca de treinta años,
tras un panel sobre una chimenea
en una casa de Clapham Common en Londres.
Un día el sol se abrió paso,
alguien se abrió paso hacia el sol
y el cuadro reapareció

Pase lo que pase,


estas noches felices de la tierra

“Sagrada Familia de la Perla”,


de Rafael
Las barcas azules
surcan el lago y se hunden
y sus pasajeros caminan sobre las aguas y el sol

San Miniato al Monte

Estar aquí en San Miniato,


escuchando incluso muy lejos de aquí
a los benditos hermanos
cantando en el pequeño bosque
refrescante de la cripta,
cuya bóveda se deja atravesar
por este canto de amor
que ve en tantos corazones
un solo corazón,
el corazón sin límites del Señor
La Plaza de los Milagros en Pisa

La Plaza de los Milagros de Pisa,


en esta pradera feliz,
junto a la hierba y las margaritas
han crecido también
la Torre Inclinada, el Baptisterio,
la Catedral y un Cementerio, un Camposanto,
donde sólo hay vida,
¿qué más se puede pedir?

En esta plenitud
la muerte
es también esta plenitud

El pintor Federico Barocci


que murió dos años después de Caravaggio,
ha pintado aquí un gran Cristo
ante un paisaje difuminado
que se aleja sin fin.
En el paisaje, el palacio
del duque de Urbino,
pero Jesús antecede a todo,
a los poderes de este mundo
y a la gloria de la naturaleza.
Un hombre que sufre en una cruz triunfa
porque no se separa
de algo imperecedero que él es

El silencio es una oración,


el Ser Supremo se dice en mí
eternamente sin que yo haga nada,
bienaventurada, felizmente, soy silencio

Algo inabarcable
en todo momento
nos libra de todas nuestras miserias
de nuestra pequeñez
El mirlo canta

Primeros azules del día,


el mirlo en la fresca mañana
eleva su canción de gloria y alabanza,
de vida plena, dicha sin límite.
Su canción no es ponderada
en los periódicos,
su regalo no es oído
en ningún medio de comunicación,
la Academia sueca no le concede el Nobel,
la Ópera de Viena no le contrata.
No tiene pensado
ir al Auditorio Nacional o al Liceo,
pero quizá se pose un rato
en el balcón de tu casa,
la Fenice o la Scala.
Amanece, el mirlo alumbra la mañana, el mirlo canta
Tú me has recibido
en cada momento,
desde el más inesperado
hasta el más cotidiano.
Me has acogido
en cada paso,
en cada dificultad,
en cada hora amarga.
Me acoges
cuando estudio gramática italiana,
al lavar los platos y pasar la aspiradora,
cuando voy por la calle,
cuando miro un cuadro.
Me recibes con afecto,
me esperas siempre,
no eres un hombre ni una mujer
pero estás en todos ellos,
sólo por estar en todos ellos y en todo
es una bendición respetar todo y a todos.
Sólo por acogerme comprensivo,
amoroso, mi corazón da un vuelco
y se vuelca hacia ti
Nos han metido el miedo en el cuerpo
¿quién nos lo quitará?
La luz del alma, nuestra luz verdadera

Deja que su frescura te inunde,


déjale hablar,
no le impongas tus letanías
y tus limitaciones,
deja que Él sea en ti

Todo el tiempo está manando,


nos libra de tantas cosas,
de los miedos que nos acosan,
de tanta angustia,
se sobrepone a todo ese torbellino
interior y exterior,
si digo en voz muy baja
la palabra “silencio”, ¿lo oyes?
Nos da la paz, nos da su amor
La energía del silencio y la paz
no dejan que te preocupes,
no te dejan sufrir,
te mantienen fijo viviendo
en lo que eres:
silencio, paz, Dios

No dejes que ningún fuego del mundo


apague o cubra tu luz.
Nos dejamos invadir por el miedo del mundo
y no oímos nuestra luz,
óyela, mírala,
sobre todo en los momentos difíciles,
la luz del Señor es la nuestra,
vive en ella, no te distraigas,
es el Supremo Bien
Lo que somos quiere que seamos
lo que somos,
no quiere que seamos débiles,
cobardes, egoístas.
Quiere que recobremos
nuestra luz y alegría
y por eso se apiada y nos estimula
y nos ayuda a superar nuestras debilidades.
Queremos en realidad ser así:
como Dios o el Atman quiere que seamos.
Por eso nuestra verdadera paz
y mejor alegría las experimentamos
cuanto más nos parecemos
al Atman o a Dios,
cuanto más somos ellos,
cuanto más somos nosotros mismos

Después de todo
ha quedado lo que siempre está

Mañana de Pascua,
de Caspar David Friedrich
La luz escribe su bendición
en la dulce pared de la iglesia

Todos los días


barriendo con la escoba
escribo en el suelo
un poema de amor

No te preocupes por un cuerpo,


cuida tu alma,
grandes santos
han pasado hambre y frío
como San Francisco
y no les ha pasado nada
Nuestra respiración encaja perfectamente
con la inmensidad que nos rodea,
es esa misma divinidad respirando siempre

viendo la marina de Friedrich


en el museo Thyssen

La Conciencia es amor

Mercado del pescado del Dam


de Amsterdam,
de Emanuel de Witte

Hola Juan, aquí,


entre los árboles
y las estrellas
y el frío maravilloso de la noche

al pintor Juan Lorrio, 21 de enero de 2018


Cada día
un acto de devoción

El agua de Dios,
en cada momento refréscate

Cristo muerto es la dulzura, la placidez

Piedad,
de Daniele Crespi,
museo del Prado
En la tarde helada de enero
un mirlo canta.
¿Qué estará cantando?
No puede ser una maldición
contra este frío
o contra Dios y la creación.
Su dulce sonido,
tan humilde, tan paciente,
quizá sólo exprese la dulzura
de esta pequeña criatura
en medio de este universo tan grande.
Y el canto de este pequeño ser,
paradójicamente, me parece
que no hace sino subrayar
la maravilla inconcebible
de la que formamos parte.
Lágrimas de emoción
oyendo al mirlo en la tarde
Mañana increíble, blanca,
nos da la sabiduría
sin necesitar ningún símbolo.
Nos gustan mucho los símbolos,
pero serán tanto más efectivos
cuanto más sean aquello que simbolizan.
Si tuviéramos más fe
no necesitaríamos los símbolos
y las cosas mismas
se nos revelarían sin ningún velo,
con todo su poder, tan curativo,
como esta mañana
que nos dice que somos ella,
esta bondad infinita
a la que nada falta
y nos libra de todo mal

En la Navidad celebramos
la luz eterna que está en todas partes,
incluso en un niño pobre
que nace en un pesebre en Belén.
En la Pascua de Resurrección
celebramos la misma luz eterna
que somos y que vence a la muerte.
No estemos nunca tristes,
esta luz siempre nos ayuda y conforta.
No nos es imprescindible
ver grandes cuadros o leer libros maravillosos
o ir a sitios hermosos.
La luz que somos brilla siempre,
verdaderamente Dios está en nuestro corazón

Los hombres necesitan el tiempo


porque no viven en la eternidad

El oleaje del viento


despoja a los árboles
para revelar la Plenitud
Una palabra
que no has oído claramente,
no has podido leer con claridad,
pero confías en ella
y te salva

Voces de pájaros
asombran al cielo

Desde que era niño


he estado en presencia de Dios,
yo no sabía su nombre
pero ahora sé que era Él,
mi verdadero Yo,
el que latía en mi corazón
cuando estaba en silencio con mi madre
en la consulta del Dr. Azcona,
o también cuando me quedé solo
con mi abuelo Máximo en el silencio,
un maravilloso rato sin tiempo,
antes de que me operaran de apendicitis.
En el silencio estábamos
Dios, mi abuelo y yo: sólo Uno,
y yo sentí ese respeto
ante lo inconmensurable.
Ahora ha llegado
el momento en mi vida
en que más siento a Dios
en tantas cosas y creo
cada vez con más fuerza
que es a lo único
que merece la pena dedicarse,
estar con Dios
Hojas de otoño

Las hojas de otoño


son una celebración,
ayer, con las hojas
cayendo sobre mí, era feliz.
Una nevada de hojas,
como nosotros, hombres y mujeres,
ángeles y demonios,
los niños y los viejos,
los humildes y los soberbios,
los pobres y los santos,
como copos de nieve
en las manos de Dios

El otoño es una música de cristal


Al salir de casa
vi una estrella en el suelo,
una estrella de papel,
una estrella de verdad,
como las estrellas del cielo
que también están hechas de algo.
Está esperando tu amor,
que te hará crecer, que la hará crecer,
el regalo de la estrella

Hablando con una amiga


sobre antiguos amigos
me doy cuenta
de que somos algo más
que todas las cosas que nos suceden.
Todas esas circunstancias de nuestras vidas,
mientras hablamos,
me doy cuenta, se desvanecen en el aire…
se entregan al aire… de la conciencia.
Mientras hablamos
queda sólo esta conciencia:
liberadora, clarificadora,
expansión límpida, innegable,
lo que somos esencialmente,
esta inmortalidad infinita

La hoja radiante en el libro,


seca y con mil colores de luz.
Así también nosotros resplandeceremos

Todo el mundo
quiere parecerse a Dios
y Dios es amor
Todos los animalillos
son seres humanos

Este Cristo crucificado de Tiziano


recupera para nosotros
nuestra verdadera medida:
lo ilimitado

Lo que para mí era


un ángel ayudando a un hombre,
para ti era
una mujer riéndose de un santo
La primera vez que vi el sol
la primera vez que vi a mi madre
la primera vez que vi unas palabras
la primera vez que vi un árbol
la primera vez que vi el mar
la primera vez que me enamoré
la primera vez que temí a la muerte
no lo recuerdo, no recuerdo nada
pero “Antes de Abrahán, yo soy”

Mi alimento es lo que soy


silencio y luz

El sonido de dos manos


acariciándose se parece al silencio,
el sonido del universo es el amor
Mejor que hacer lo que quieras
o lo que puedas
es hacer lo que eres

Cuando rezamos deberíamos hacerlo


no para conseguir algo
o alimentar nuestros deseos,
sino para ser lo que somos ya,
para ahondar en nuestra verdadera riqueza

Las cosas rotas son pan


Qué triste
si la luna brilla sobre nosotros
sin que hayamos aprendido
otra cosa que a especular y descreer

Mientras los hombres son desdichados


el sol brilla

No es la muerte la que te mira


es la vida
“La fiesta del vino del día de San Martín”,
la pintura de Pieter Brueghel,
la miseria humana.
Pero si lo vemos un poco más de lejos,
el paisaje del fondo, el aire, cobra importancia
y el cuadro cambia. Ya no somos nosotros
lo importante.
Hay otra referencia última
que nos da este paisaje impreciso
y nos lleva en su ola
a un lugar nuevo e inesperado, incalculable,
más grande que cualquier idea
y al que alude en su gesto amoroso Martín

Si miramos a Dios,
somos cada día más jóvenes
Llega un momento en la vida,
y no tiene que ver con la edad que tengamos,
en que es absurdo molestarse
por lo que hacen o dicen las personas,
a no ser que sean barbaridades.
E incluso en ese caso, sobre todo entonces,
quizá no podamos dejar de mirar
a todos con compasión

La fragua

Soy un herrero en una fragua. Mis compañeros


son el fuego y la música del martillo contra el
metal.
También hay un ángel aprendiendo el oficio
y dos o tres hombres que trabajan a mi lado, una
mujer nos bendice con su mirada. Un perrillo juega
entre los cacharros de latón que hay que reparar.
Me siento como uno de esos viejos cacharros
que ha vivido mucho.
Quizá el mundo acabe mañana, los hombres
lo destruirán llevados por su ambición.
No soy un sabio pero soy un hombre,
hecho no sólo de carne y huesos, algo en mí
que no comprendo me eleva. Miro poco el cielo,
lo siento dentro de mí. No creo en la muerte,
creo en esto que está vivo en mi pecho, que
siento vivir en todo y hace que todo viva.
Todos los cacharros a mi lado están vivos,
el cobre, el hierro, el bronce, el estaño, tienen
vida.
En el crepúsculo se pone el sol, es la hora del
descanso, en la fragua se ha hecho oscuro y un
silencio parecido al amor se ha posado sobre mí,
sobre el niño y el perro, sobre los tres compañeros
y la mujer bendita

En la fragua,
de Jacopo Bassano
Amanece ya

Amanece ya
el miedo se disipa
olvidamos el dolor
la confianza surge
el silencio calma
el agua es luz
la luz nos salva
porque amanece ya

Amanece ya
las montañas son altas
los árboles nos abrazan
los niños sonríen
Amanece ya

Amanece ya
no importa la muerte
no importa que pierdas
porque amanece ya

Amanece
Amanece
Amanece ya

No importa que sufras


no importan los amigos
no importa que mueras
porque amanece ya
Amanece ya
los ríos se ensanchan
los pajaritos cantan
las nubes se levantan
los muertos se levantan
porque amanece ya

La oscuridad nos encanta


no hay enemigos
rompemos en alabanzas
porque amanece ya
Amanece ya

Esta canción me fue dada en un sueño.


Oí en el sueño las palabras y la música.
Fue un sueño de felicidad, de luz radiante,
la luz era felicidad, yo y todo llenos de felicidad

De qué van a estar hablando


estas hojas de los castaños en la brisa
sino de nuestra amada eternidad
Las ramas de los árboles
no pudieron custodiarle,
la oscuridad de la noche
no pudo esconderle,
Jesús quizá no fuera alto
pero le delataba su espíritu.
Sin palabras no podía no ser elocuente.
Tenían miedo de sus mañanas limpias
y su cabeza en paz,
tenían miedo de su mirada
que les revelaba sus anhelos estúpidos
y sus vidas echadas a perder.
Nada en la tierra pudo custodiarle.
Sólo el Padre.
Sufrió, sufrió una horrible pasión,
pero, a la vez, su verdad, aun crucificada,
no fue vencida, no murió, no se rompió
Un anciano se inclina sobre la tierra
trabajosamente, casi penosamente,
y planta unas semillas,
el sudor le corre por la frente,
levanta su rostro hacia nosotros
con una sonrisa maravillosa.
Donde esperaba ver cansancio,
quizá tristeza o queja,
hay cansancio,
pero también esta luz gloriosa de su sonrisa.
Es la sonrisa de un monje
y nos enseña a llevar, a transformar nuestra cruz

“Nos dejamos habitar por el Espíritu Santo


y su naturaleza amorosa. Nos hace vivir
el tiempo no como maldición que consume,
sino al contrario, como rejuvenecimiento
de toda nuestra vida y perenne comunión con Él.”

Padre Bernardo Gianni O.S.B.


Me dan ganas de abrazar a todo el mundo,
me debo estar haciendo viejo
o verdaderamente joven como Jesús

Respirando el ser eterno,


comiéndolo, siéndolo,
eucaristía

En mitad de ninguna parte


María, José y Jesús
en este bosque perdido
se reúnen en la luz

Descanso en la huida a Egipto,


1520-1530, de un discípulo de Patinir,
museo del Prado
Como la flor, estar en Dios

Un pintor italiano, Antonio Donghi,


pintó una joven hacia 1931,
transmite un bienestar maravilloso,
su cara de dulce fe, de confianza en sí misma,
en la vida, hay en ella una naturalidad,
una contención… desbordante,
contagiosa, que me desarma…
nos dice lo que puede ser un hombre, una mujer

Qué habrá sido de ellos,


de sus ademanes tranquilos,
de sus pasos lentos,
qué habrá sido del viejo sombrero,
del silencio y la luna
en la pared de la casa,
del susurro del río,
¿me encontraré algún día con ellos
al ir despacio en la calle,
al ir a dormir en la oscuridad?
Esta mañana iba en el autobús
un anciano cantando una canción medieval:
“Lalarí-lalará”, una canción coja,
sin texto, o mejor, no le hacía falta texto
porque tenía sentido.
Lalarí-lalará, canturreando
un poco de alegría e inocencia,
algo de esperanza,
dándose cuenta de la tristeza
pero por encima de ella…
Si algo ha sobrevivido de la Edad Media,
ese tiempo enigmático,
oscuro y resplandeciente,
simple y de insondable profundidad,
es esta tonada renqueante
que habla de luchas y de infortunio,
de la rueda de la Fortuna y la Salvación,
de lo perdido y lo recuperado,
de lo que muere y resucita.
La dulce fe, la vida que cantamos,
prueba que fue el caballero amoroso
de aquella película de Bergman
el que ganó a la muerte
la partida de ajedrez
En el salmo 105 vemos
cómo los judíos una y otra vez
se olvidan de Dios
y no se dan cuenta hasta mucho después
de todas las bondades
que el Señor ha derramado sobre ellos,
luego llegó Jesús…

Cuando los judíos y los romanos


crucificaron a Jesús
crucificaron a un niño

Que su mujer se riera de él y le despreciara


hizo a Job perseverar
Aleluya

Toda esta oscuridad


y luego tu frente de luz

De repente, el pequeño
trozo de jabón se resbala
entre los dedos y desaparece
por el desagüe de la bañera

El hombre en la calle
fumando un cigarrillo
y es la sombra de mi padre
o mi tío Fernando

Todo este espacio


en las calles de Madrid,
el aire infinito, fulgurante,
otoño y el sol por todas partes

Desde la ventana de la habitación


el humo naranja de una chimenea
iluminada por el sol
ilumina al sol

¿Por qué están tus ojos tan tristes?

Las nubes rosas,


la luz de los faroles,
el viejo mundo respira,
el viejo mundo descansa
Los hombres se ciegan
unos a otros,
los hombres pierden sus vidas
luchando entre sí,
el viejo mundo sonríe,
el viejo mundo descansa

Una mujer lleva un jarro de agua


sobre su cabeza,
sus manos rodeando el cántaro,
la humildad de llevarlo,
la belleza de llevarlo

En una capilla olvidada


el silencio reza

Los mismos zapatos gastados


de hace quince años,
las mismas manos gastadas
de toda una vida
sirven al alma
para entrar en la eternidad

Una sola vela,


siempre encendida,
ilumina el mundo,
despierto en la oscuridad
eres parte de esa vela

Aunque nadie lo vea,


quizá tú lo veas,
el viejo mundo respira,
el viejo mundo descansa,
el viejo mundo está diciendo Aleluya,
está siendo Aleluya,
ser Aleluya es lo único que no nos cansa

Una flor que se viste


con toda la luz del año

Vivir en mí
te da todo lo que necesitas

Cristo del díptico


de Quentin Massys,
museo del Prado
En esta luz de otoño
somos nosotros los resucitados
Aun cojos, andamos
Aun ciegos, vemos
Aun sordos, oímos
Aun muertos, vivimos

La materia se vuelve espíritu,


se vuelve santa,
se vuelve santa por medio del amor.
La materia ya es espíritu, ya es santa
desde el principio, desde siempre.
Los hombres la desvirtúan,
la rebajan y maltratan
si no la aman

Vivir como si sólo fueras


un cuerpo mortal
no te hará mortal
Un hombre en Roma

Un hombre en Roma,
de unos cincuenta y tantos años,
le vi varias veces,
alto, delgado, vestido humildemente,
él mismo humilde.
Coincidí con él varias veces
en la iglesia de Santa María de los Ángeles
de planta de cruz griega
que proyectó Miguel Ángel
y donde los humildes pueden flotar en el aire.
El hombre me impresionó
porque emanaba de él un silencio dulce,
una mansedumbre bendita,
le tengo presente,
estoy con él,
se mueve en mí,
es un ángel, un hombre,
se mueve en Dios
Pompeya

Entramos en la ciudad
y siento pronto su bienvenida,
es hospitalaria,
sus habitantes no están, no hay nadie,
parecen haberse ido de vacaciones.
Estamos en Pompeya.
Somos muchos los visitantes
y poco a poco se van oyendo
menos nuestras palabras
y más el silencio elocuente de la ciudad.
Voy con mi esposa
hacia la Villa de los Misterios,
caminamos entre pinos,
una mariposa, símbolo de la inmortalidad,
revolotea entre las plantas.
Entramos en la Villa de los Misterios
y se hace la paz.
En una estancia
los frescos representan hombres y mujeres
en actitud serena y tranquila,
una mujer peina a otra,
es hermoso contemplarlas;
con sus miradas, su silencio,
acogen a todo el mundo, todo el año,
recorremos sus calles,
sus templos, sus teatros,
las casas donde reían y soñaban,
lloraban y amaban.
Un viento fresco
recorre la ciudad,
un viento que habla
de ligereza y de fuerza,
el espíritu que perdura
y nos da siempre nueva vida,
al que nos entregamos y rezamos

Amoroso, tan amoroso,


vuela hacia Adán para que viva

Dios en la Capilla Sixtina,


de Miguel Ángel

Tu cabello, tu alma,
tan luminosos como la nieve

Octavia, hermana de Augusto


69 AC-11AD, mármol del Pentélico
Museo Nazionale Romano de Palazzo Massimo
Iglesias de Roma

Las iglesias de Roma,


un remanso de paz,
grandes o pequeños lagos
donde descansar del ruido de las calles
que muchas veces abruma.
Descansar en Dios
de nuestros hermanos los hombres
y de nosotros mismos que, a veces,
tanta lata damos.
Las iglesias de Roma
se expanden o encogen
como el mismo Dios hace
dejando siempre un espacio
infinito para nuestra libertad.
En estas iglesias siento
que se abre en nosotros un gran espacio,
tan grande, donde nos sentimos libres.
El otro día, al entrar
en Santa María la Mayor,
qué expansión, qué bienestar.
Qué bien entendieron
estos artistas italianos a Dios,
qué bien vieron que el espacio
es abrirse al infinito que hay en nosotros.
Qué bien vieron esa puerta
y qué bien la abrieron.
Entramos en Santa María
de los Ángeles y los Mártires
que proyectó Miguel Ángel,
flotamos en ella, somos
partículas felices de la inmensidad,
qué infinitamente estamos en ella.
Nos acercamos a San Pedro in Vincoli,
qué más se puede pedir,
el espacio y la fuerza del espíritu
contenidos y vibrantes,
deslumbrantes, en los brazos,
en el tórax y las manos,
los ojos y la frente,
la boca y las rodillas
de esta piedra viva
que a su vez da vida
y nos recuerda nuestra propia fuerza,
esta piedra latiendo
como un planeta radiante
de fuerza inmortal
que es el Moisés de Miguel Ángel.
O visitamos María Sopra Minerva
y en la penumbra dulce
nos recibe Jesús, de Miguel Ángel también.
Su rostro nos da una convicción, una confianza…
Nos dice, por lo menos a mí,
que su victoria es la única verdadera…
Y ahora estamos en Santa Inés Agone
cuya fachada es de Borromini
y al verla pensamos que es un templo enorme
y al entrar es diminuto, íntimo, Dios es así.
Aún no hemos entrado
en la basílica de San Pedro,
bueno, yo una vez entré, de joven,
y sentí lo pequeño que era,
pero había algo grande, ilimitado
y feliz en mi pequeñez.
O bien otras muchas pequeñas iglesias
cuyos nombres no sé
pero son tesoros discretos
que de pronto surgen
y nos invitan con su dulce voz
a estar bien.
En una de ellas,
una pequeña figura
en barro blanco de la Virgen María
piensa bien de nosotros.
Y me acuerdo entonces
de las cuatros hermas maravillosas
de tiempos de Augusto
en los museos Capitolinos
que acabamos de ver,
con su sonrisa maravillosa
que también busca nuestro bien…
Las iglesias de Roma son gratis,
Dios es así, somos así
La suavidad de la llamada
es amor

La vocación de Mateo,
de Caravaggio

La última palabra

La última palabra cuida de ti,


te protege, te ama siempre.
Las otras te confunden, son mentira,
te abruman y te pierden.
Abandónalas.
La última palabra vive en ti
y vence a la muerte.
La última palabra cree
en los que creen en la muerte, a pesar de ellos mismos;
simplemente, por el hecho de decir la verdad,
derrota a la muerte, al cabo ilusoria, en la que creen.
La última palabra ríe
con la alegría de los niños
y las mujeres y los hombres y Dios
y el viento en el desierto.
Espera su momento
aun en las lágrimas del afligido,
aun en la desesperación.
Los que quisieron matar a Jesús
y no pudieron, no tienen la última palabra.
Los que tratan de imponerse a los demás
sin amor y para estar por encima de ellos
tampoco. Tampoco los que explotan
y maltratan a los demás.
Amor es la última palabra,
no te lleva al final,
sino al principio
donde todo es plenitud

La Palabra se hizo carne,


el Logos, el Sentido se hizo carne,
el Sentido fundamental, la Eternidad
derramó su Eternidad sobre todo,
este don del Espíritu, de la Luz,
del Sentido principal
Inocencia

Inocencia
al comer un poco de queso

Inocencia
al mirarte

Inocencia
al levantar los ojos al Cielo

Inocencia
al apoyar la cabeza en la pared

Inocencia
al mirar el infierno

Inocencia
al pasear en el viento

Inocencia
al decir lo que creo

Inocencia
al encontrar un poco de belleza
en lo feo

Inocencia
viviendo en silencio

Inocencia
al contemplar las estrellas

Inocencia
en la Eucaristía
al comulgar con la vida

Inocencia
al ser lo que soy,
pobre, inconmensurable,
invisible, eterno, feliz

Una copa de ágata


de hacia 1600,
sus transparencias,
sus venas casi negras, marrones
y entre ellas vetas blancas
me llevan a tardes de tormenta
de hace medio siglo en El Espinar,
me llevan a pinceladas de Georgia O´Keefe,
de Howard Hodgkin
Nieva con entusiasmo
Y con entusiasmo hace sol

La verdad del amor resplandece


los que se aman se aman

Si uno tiene fe y cree y ve


ahí nace una iglesia
ahí nace Jesús
San Francisco respiraba con la muerte
porque le daba pena esa mujer
tan temida y odiada
que nunca había hecho daño a nadie

Por eso era santo,


porque veía que todo es santo
y en todo te veía a Ti

Luis Sanz de la Cuesta, Paloma Franco,


Raquel Oliveras, Rafael González,
Inés Evangelio, Yuli Andrea,
Eva Prada, Juan Luis Dabrowski…
Con valor y libertad, con emoción,
anteponiendo la verdad y su emoción
a la técnica, tan frecuentemente estéril,
por encima de límites cegadores,
me remiten al corazón,
a lo que soy realmente.
Estos artistas jóvenes
con síndrome de Down
me redescubren algo fundamental,
la hondura del arte, la nuestra
Esta pintura de Canaletto
de la basílica y la plaza de San Marco
en Venecia, sus personajes tienen tiempo
de atender a sus tareas cotidianas
y también, al mismo tiempo,
de saborear la eternidad

Este mundo de dolor y sufrimiento


para que podamos volar

Piedras de luz del Baptisterio de Florencia,


quisiera ser como vosotras
Esta Anunciación de San Miniato,
parece que es María, tan llena
de gracia y gozo,
la que anuncia al ángel
que va a ser madre

Anunciación,
de Alesso Baldovinetti,
San Miniato al Monte

Vuela más alto


hasta perder de vista
todo lo que no eres

Todo lo que hago


a lo largo del día
es el vestido que el Señor me da
para estar con él
Cuando ya no eres tuyo
estás lleno de Dios

El tigre

Iban unos hombres en fila y un tigre los seguía.


Se llevó al último de la fila y siguieron andando.
Miraron atrás y vieron que uno de ellos faltaba.
Quizá sintieron miedo, quizá no.
Siguieron adelante y el tigre volvió a llevarse a
uno de ellos, el nuevo último. Poco después los
que quedaban volvieron a mirar atrás y vieron
que de nuevo faltaba uno.
Quizá sintieron más miedo, o menos.
El tigre volvía y volvía. Al final sólo un hombre
quedaba y cuando volvió a mirar atrás tampoco
él estaba porque el tigre se lo había llevado.
Tal vez no lo entendamos o quizá sí, pero Dios
es el tigre y los hombres que entregaron sus vidas
al tigre o fueron arrebatados por él también son Dios.
Aunque nadie lo vea
tú sí

En el fondo del bolsillo


de mi chaqueta
viven tres bayas rojas
que cogí hace unos días.
Ahora ya están muy oscuras
y arrugadas, ¿en qué se convertirán?
Chi lo sa, ja, ja, ja

La gloria de tu frente
en este mundo a veces tan oscuro,
tu luz sin miedo, de tanta paz,
es un milagro, es real
Obediencia y libertad,
ser lo que de verdad soy
me hace digno, verdadero

Esta pintura nos acoge a todos,


cuando la miro ningún espectador
que se interpone entre el cuadro y yo
me molesta, cabemos todos felizmente,
todos estamos invitados a entrar en este cuadro,
hacer lo que hacemos no nos impide
a la vez gustar de la eternidad

de nuevo esta pintura de Canaletto,


La plaza de San Marco de Venecia
Al Cristo muerto, de Daniele Crespi

Tus ojos cerrados guardan tantas cosas,


tantas cosas sagradas…
sagradas por sí mismas
y porque tú las miraste limpiamente,
te acercaste tanto…

Tus ojos guardan el polvo ardiente


de los campos de Judea,
el frío de las noches al raso
bajo el inmenso cielo en silencio,
un silencio elocuente y amoroso,
cargado de presagios y anhelos,
como un pequeño petirrojo en tu mano

Tus ojos cerrados para siempre


guardan tu alma inabarcable
que incontenible fluye
hacia el rojo horizonte
y baña dulcemente
el futuro sin fin

Tus ojos guardan los niños y los pobres


y los muertos que se acercaban a ti
para que les bendijeras
en este mundo de lágrimas
y llevarse así en su corazón
la caricia y firmeza de tu mirada

Tus ojos no guardan las injurias y las burlas,


el odio de los que no odiaste,
la violencia a la que no respondiste

Guardan una canción,


la brisa del sol en la mañana,
la belleza escondida
de todos los que renacen a tu paso

Guardan una canción que resuena cada día


con mil sonidos diferentes,
como el oleaje de un mar
que viene hacia nosotros
con un abrazo que nos hace vivir

El rostro de Jesús,
parece querer que su confianza
nazca también en nosotros,
venzamos así las dificultades
y descubramos lo eterno en nosotros.
Esta pintura nos hace descubrir
nuestra esencia, le damos diferentes nombres:
es real, no necesita ninguno

Jesús, de Quentin Massys,


museo del Prado
Venus y Adonis y Cupido,
de Annibale Carracci

La floresta oscura,
el cielo azul, casi gris, dorado, del anochecer,
¿de dónde viene el amor?
Algo íntimo ha encendido esta llama
que envuelve todo el lienzo.
Podrían ser Paolo y Francesca,
no traicionan a nadie.
El dulce y silencioso asombro
de haber encontrado al otro,
el respeto infinito por el otro.
Y, mientras sonríe travieso Cupido,
una sombra de tristeza,
quizá una llamada hacia un amor más alto,
sobrevuela dulce y piadosa el cuadro
La Aparición de Cristo a los hombres,
de Alexander Ivanov

La dulzura pacífica y enigmática, la capacidad de estar


en paz y, en consecuencia, de irradiar paz aun en medio
de los problemas, el dolor, las guerras. La posibilidad de
dejarlos atrás…
Hay una imagen que me viene a la memoria que habla
maravillosamente de esta capacidad. Es la pintura “La
Aparición de Cristo a los hombres”, de Alexander Ivanov.
Jesús viene hacia los hombres, hacia nosotros, y es como
Si la refrescante brisa de la mañana se hubiera convertido
en una persona.
Su paz se eleva por encima del mal y lo limpia, lo
transforma.
Lo más maravilloso de esta pintura es que nos revela
que esta paz amorosa, que nos puede parecer divina
e inalcanzable, es también plenamente humana, nos
hace plenamente humanos, está a nuestro alcance, si
dejamos que nos alcance.
Luces en la oscuridad

Voy al viejo museo y me detengo ante obras que fueron


pintadas hace cuatrocientos o quinientos años pero siento
que están vivas y tienen tanto que decirnos.
Un día ante un cuadro del romántico Friedrich acerté a
escribir unas líneas que transcribo aquí y que me atreví
a dejar como ofrenda encima de un banco frente a la pintura,
un regalo para Friedrich o para alguien que llegara a ese
cuadro y lo empezara a contemplar con atención:

Un camino breve,
una luna llena,
tres mujeres en penumbra,
ningún obstáculo
entre tú y Dios

Siento que a veces las pinturas tienden un puente hacia


nosotros. Otras veces soy yo el que va hacia ellas. Un día
entré en un cuadro de Claudio de Lorena y allí pasé la noche
y hasta el día siguiente no volví a salir, cumpliéndose con
ello un viejo sueño de pasar una noche en el museo. Cuando
a la mañana siguiente el vigilante me vio nada más entrar en
la sala, se sorprendió mucho, pero como le resultó inexplica-
ble que estuviese allí antes que él, prefirió aceptar lo imposi-
ble antes que ponerse a hacerme preguntas absurdas que al
final le hubieran acabado comprometiendo a él. También a
mí me hubiera resultado difícil explicarle dónde había pasa-
do la noche y cómo eso había podido suceder.
Sí, a veces lo mejor es aceptar lo que ocurre por muy miste-
rioso que sea, pues las explicaciones que podría dar la razón
serían la causa de que pudiéramos perder la cordura.
Hay tantas revelaciones, tanta emoción, en estos lienzos.
En éste, la Virgen pasa su brazo por encima del hombro
de su madre con tanto afecto que parece que es a toda la
humanidad a la que está protegiendo.
En este otro, Jesús habla a la samaritana del agua que saciará
su sed para siempre con tanta convicción que no necesitamos
oír sus palabras para sentir que es verdad lo que dice.
Aquí Judas y Jesús unen sus manos, son uno, y ahora, en esta
Sagrada Familia, la oscuridad protectora se hace luz en la
sonrisa de María.
Paseando despacio por las salas del viejo museo, como tan-
tos otros visitantes, a la luz de las viejas pinturas, sentía que
todas nuestras oscuridades se volvían luz.
Todas las pedaladas infantiles,
las miradas de gozo
y los sueños de juventud
eran de alguna manera
y tenían en simiente, tenían por meta,
este sol de plenitud de ahora.
Este sol de plenitud
en el que simplemente siendo,
a veces intuyéndolo, a veces conociéndolo,
tantas veces olvidándolo,
estaba yo también entonces
Hay algo en el aire, en la luz, en nosotros,
nos movemos en ello,
vamos montados en ello,
descansamos en ello.
Por muy vertiginosas que sean las cosas,
pase lo que pase,
siempre está tranquilo.
Seamos o no conscientes,
siempre está ahí.
Tiene algo gracioso, misterioso,
que no nos demos cuenta.
Es amplio, abierto, vivimos ahí.
Lorenzo de Medici parecía conocerlo
cuando decía “siempre hay
otra posibilidad”

y también mi madre
que no era una Medici
pero tenía la cabeza de granito,
pero era un granito poroso, acogedor,
“accogliente” como se dice en italiano.
Mi madre, que sabía de esa otra posibilidad
y no se quiso operar
Somos algo más
que cuerpos que sufren
Somos algo más
que mentes que sufren
Somos el ser eterno
que vive en paz

Sé lo eterno que eres


Sé el silencio que eres
sé humilde
no dejes de escucharlo
no dejes de serlo
Cuando vivíamos

Cuando vivíamos
éramos demasiado jóvenes,
ahora sabemos más

Nos enfadábamos demasiado,


nos entusiasmábamos
por fruslerías

Rompíamos puentes
con demasiada prisa,
abrazábamos causas
que en un abrir y cerrar
de ojos nos quemaban

Deberíamos haber sido


como el viejo Sven
viendo pasar el sol
y bendiciendo cada día

Cuando vivíamos
éramos demasiado jóvenes,
ahora sabemos más
Un cuadro de Giovanni Bellini,
Resurrección

Cuando los soldados romanos


vieron a Jesús resucitado
elevarse sobre la tumba
pensaron que era un ovni,
pero no lo era; era el mismo aire
y la luz y los árboles,
los conejos y los pájaros,
y tú y yo, lo que no puede morir
y se nos revela,
nada extraordinario
o ajeno a nosotros
y, a la vez, tan maravilloso

¿Cómo puedo despedirme


de algo tan grande,
tan grande y maravilloso?
No hay despedida posible.
Yo sólo puedo decir:
Siempre estoy aquí,
Siempre estoy aquí
Déjate respirar
por este Ser eterno, inconmensurable,
déjate habitar por Él, eres Él,
eres Él,
no hay regalo más grande

La belleza de los colores del crepúsculo


pero me gusta más
la belleza de la eternidad
tras todos los colores

La gente vive en casas,


William Blake, Spinoza,
en la eternidad
Una caricia invisible,
la del aire, la luz,
la del blanco sol invernal
que besa las casas y los árboles
y los caminos y las almas,
las almas que llegan aquí
a este paisaje invernal,
esta nieve limpia,
este bienestar,
este momento feliz sin fin

Estos cielos de Rubens,


este atardecer de verano,
interminable, de paz,
las nubes se van haciendo y deshaciendo
y volviéndose a formar, sin prisa,
sabiendo que tienen toda la eternidad por delante
y que son eternas ellas mismas.
Parece que el paisaje se ha hecho fácilmente
por sí mismo, sin esfuerzo,
se está haciendo mientras Rubens lo mira
y detiene su pincel y deja que fluya
para gozar de esta eternidad viva
y yo me tiendo sobre la hierba
de esta tarde del cuadro sin fin
Lo que amamos, lo que somos,
tenemos que estar a la altura
de lo que somos.
La vida nos lo pide, la alta vida
que somos nos lo pide.
Nuestra verdadera estatura quiere
que dejemos atrás el miedo que nos encoge
y nos hace ser conservadores,
tristemente conservadores,
buscando siempre sobrevivir a toda costa

Tenemos otra vocación más alta,


“no somos animales de supervivencia”.
Somos seres con alma
y el alma es ilimitada y nos llama.
Quiere que seamos lo que ya somos,
libres, bellos, eternos.
Que nos entreguemos
a esta alegría, esta sabiduría,
que nos hace ver que perdernos,
perder lo que nos limita y empequeñece,
significa encontrarnos.
Y perder la vida y darla por lo que amamos
significa vencer y ganarla

“No somos animales de supervivencia”,


estas palabras proceden de una meditación
del padre Bernardo Gianni
Las tres Gracias de Rubens,
no le pesan a la tierra,
ligeras, aéreas, terrenales.
Su cuerpo de luz, amor, sagrado.
Son un regalo, una bondad,
ser dichosos con ellas,
con todo, como ellas lo son
No manchéis la luz

No manchéis la luz
con la tristeza,
con la ceguera,
con nuestra falta de humildad.
Que nuestra tristeza
limpie el mundo

No manchéis la luz del mundo


con vuestra soberbia,
con vuestra ira,
con vuestra estupidez

No manchemos la luz
con nuestra ignorancia,
con las preocupaciones.
Que nuestra luz
ponga al descubierto
la falsedad de la muerte,
de todas las muertes

No manchéis la luz del mundo


con la ambición, con la mentira,
con todas las identidades falsas
que creamos y con las que nos perdemos,
que yo no manche la luz

No manchéis la luz que sois,


maravillosa, inconmensurable.
No manchéis la luz
No manchéis la luz del mundo
No manchéis la luz

Nos acompaña siempre


y apenas nos damos cuenta.
Nos libra de nuestras preocupaciones,
de tantas cosas… es un bálsamo donde descansar,
se sobrepone a todo torbellino interior y exterior,
nos da paz, nos da su amor,
nos hace libres, verdaderamente independientes,
nos libera de tantas identidades y necesidades falsas
que nos quieren crear.
El silencio, la nación del silencio,
es la más acogedora, hermana a todos los hombres,
a todos los seres. Es una nación
que no hace falta fundar, ya está fundada,
vive en nosotros si la escuchamos.
Para mí es la palabra más alta, la mejor música,
quizá el silencio es Dios
Mi esposa y yo
fuimos a ver la luna,
nos sentamos con más gente
a ver la luna,
esa piedra redonda
tan grande, tan antigua,
de misteriosa vida inexplicable.
Nada muerto
puede ser tan atrayente.
Sin querer imponerse
es irresistible,
la luna es inmaculada
y luego, con su pureza,
nos fuimos a dormir

La tarde de agosto
parece un silencio sagrado,
tan limpio.
Ninguna circunstancia,
ningún pensamiento, lo mancha.
Parece el principio de la creación,
la puerta abierta al futuro
y aun así, nada falta.
Me lleva a una alegría íntima,
profunda, a una confianza
interior que llega a todas partes
donde descanso
El jardín del claustro
es un jardín de piedra.
Es como un espejo
que refleja tantos siglos,
tantas estaciones,
tantos inviernos y renaceres.
No tiene plantas ni flores,
me recuerda el rostro de Cristo
que quiere nuestro bien
y desea llevarnos a una vida
más plena, verdadera.
Tiene un pozo con el agua
de la que Jesús habló a la samaritana,
puede que no la veas
pero la puedes beber

San Miniato al Monte

El Espíritu, la Conciencia,
está escribiendo El Libro
donde todo es sagrado
y en todo momento
lo está leyéndolo, rezándolo.
La mendiga que barre el suelo de la iglesia,
el sol sobre las tumbas,
el musgo y los líquenes que han borrado los nombres,
el padre Nicola que dice adiós a un niño,
todo es El Libro
Los árboles no hacen ruido
Las verjas que chirrían no hacen ruido
Los gatos, las tejas y las flores no hacen ruido
El otoño y la lluvia no hacen ruido
El cajón donde ella guardaba sus poemas no hacía ruido
Las columnas rotas de los templos y los dioses
que murieron y a veces vuelven
para ver cómo vamos no hacen ruido
El niño con su abuelo al caer la tarde
volviendo del colegio no hacen ruido
Los cuerpos ardiendo a orillas del Ganges no hacen ruido
Jesús en la cruz no hizo ruido
Las miradas de amor no hacen ruido
La paz no hace ruido

Tu sonrisa de un momento
es tu alma, tu sonrisa eterna
Eres luz en un mundo de luz,
en Dios que es luz

La maravilla gozosa de las palabras.


¿Quién inventó la palabra “mar”,
o la palabra “luz” o “aire” o “alma”?
En latín, en griego, en italiano,
en tantas lenguas, son también
de una belleza sorprendente.
¿En qué momento feliz nacieron?
¿Qué inspiración fecundó la mente
y los labios que pronunciaron
por primera vez la palabra “hijo” o “madre”?
Vacaciones en el Paraíso

Estuvimos de vacaciones en el Paraíso.


Lo primero de todo fue una gran comida,
un gran banquete, del que mi mujer y yo
aun no probando nada salimos saciados.
Qué gusto daba ver a tantos comensales
con nada en el plato y sonriendo felices
como enamorados.
Mi mujer y yo nos mirábamos
extasiados ante tan sutiles viandas
que los ángeles portaban sin que les pesaran.
Y luego la merienda, y allí vimos otra materia
dispuesta en la mesa, no nos lo esperábamos,
jamón de jabugo y lomo de cerdo, buen vino
y pan de la Alcarria y ya sólo ver los rostros
de felicidad de todos los invitados nos enamoraba.
Pensaba que algo de aquel jamón acabaría
por alcanzarnos, pero no fue así, o quizá sí
porque de nuevo la felicidad de los que comían
nos alimentaba. Mi mujer estaba encantada
y yo también viéndola a ella contenta.
Después de la merienda venía lo grande.
Había muchas casetas y un cartel grande
que ponía la palabra “Dios” encima
de cada una de ellas.
El Dios de los buenos en esta caseta,
en aquélla el de los malos,
y en aquélla otra el de los regulares.
Había muchísimas casetas, un Dios para todos,
el Dios de los musulmanes y el de los del Atleti,
el Dios de los pingüinos y el de los aficionados
a los bocadillos de calamares.
Yo entré en la mía y vi un espejo
que no devolvía mi imagen, sólo luz radiante.
Así que curioso entré en todas las casetas que pude
y en todas había lo mismo, un espejo que resplandecía
y no devolvía el rostro de nadie.
Así que eso era Dios, luz pura y resplandeciente,
eso pensé yo, Dios, que libraba a cada uno
de la carga de ser lo que no somos.
Deambulábamos mi mujer y yo por el parque,
y le preguntamos a un ángel dónde andaba Cristo
y nos dijo que estaba de vacaciones,
haciendo esquí acuático en Riva Sul Mare
cerca de Amalfi.
Para ver a la Virgen había mucha cola,
así que con la Magdalena tuvimos bastante.
Qué lágrimas tan maravillosas,
cómo resplandecían,
con todo el dolor y la ceguera del mundo,
las tristezas y las penas, los errores y las desgracias.
Todo ello transmutado en belleza y silencio tranquilo.
Daban ganas de gritar o rezar: Viva la Magdalena,
que es capaz de transformarse, transformar
en gracia toda la miseria.
Y luego vimos a San Francisco
cuidando de que no se curaran sus llagas.
Y San Juan Bautista cantando en el desierto
con gozo alabanzas a Dios y a su primo, el silencio.
Y Juan Evangelista enseñando a volar a las águilas
y Santa Catalina de Alejandría pidiendo el perdón
de Caravaggio ante el Papa…
Cuántas cosas vimos,
cuántas cosas vimos,
en el Paraíso,
el año pasado

¿Cómo subiré esta cuesta


dentro de unos años
y luego, después de muerto?
Mucho mejor que ahora

Pertenecemos al Paraíso,
nos lo dicen cuadros y almas olvidados
en lugares olvidados
La luz y la dulzura
que animaban el retrato
de mi abuela Virgilia eran ella
y ella está ahora en mí

Si estás con Dios, si amas a Dios,


amas todo lo demás
El camino del tonto,
se acaba el camino
y sigue el tonto,
el tonto hace camino:
el camino sabio

María, siempre a solas con Dios,


llena de gracia, a solas con Dios

Creo que las mujeres, más que los hombres,


saben íntimamente que son sagradas,
que hay algo en ellas
transcendente y santo
Tú que lees
eres la luz de los iconos

El dolor es transcendido
por nuestra capacidad
de luz eterna,
por la presencia en nosotros de Dios, del Atman,
de ser la Conciencia que permanece,
de ser lo que somos

Un gato estaba sentado al sol del atardecer.


Había visto muchas nieves y ahora el gato viejo
había llegado a esta hora y recordaba
a sus padres, a mamá gata,
a sus hermanos y primos
y los pájaros que había cazado.
Con los ojos entrecerrados
veía ponerse el sol y era el sol
de todas sus vidas que ahora
parecía guiñarle un ojo y decirle “ven”.
Y el viejo gato, como cuando era un gatillo
y saltaba de gozo en el aire siendo el sol
y el aire y la luz y todo lo que se puede ser
y nos llena el alma, el viejo gato, sin moverse,
corrió hacia el sol y le abrazó

No sabía que nos ibais a dispensar


un recibimiento tan cálido
con vuestra sonrisa bienhechora,
mil quinientos años antes
de la sonrisa de Monna Lisa y del ángel de Reims,
hermas de los Museos Capitolinos
que veláis por nosotros con fe

A tu grandeza
venimos las pequeñas cosas,
a recibir tu amor
que nos hace como tú

Copa ante luz en la ventana,


de Cristino de Vera
Para otra cosa que sirven nuestros pensamientos,
aparte de para acercarnos a nuestro verdadero Ser
o, si son torpes y miopes, alejarnos de él,
es para darnos cuenta
de que son súbditos del dulce, atronador
y amoroso silencio de nuestro Ser verdadero

Me sonríes porque eres el sol,


me sonríes porque eres el sol
y has borrado todo dolor
La luz de los médicos

Sus cuidados, su paciencia, nos dan confianza,


su sentido del humor, del amor,
nos enseñan a ser cuidadosos,
a ser pacientes, a tener confianza,
a sonreír y reír, a encontrar el amor
en tantas cosas pequeñas y grandes,
a ser humildes…
La luz de los médicos,
esa acogedora llama
que no se apaga

a Yat Wah Pun, a Luis de Lassaletta,


el doctor Azcona, Joaquín López Baissón,
María Luisa Jaén, el doctor Lagos,
Pepe Torrubiano, Almonacid de la Pedrueza,
Ramana Maharshi, Jesús de Nazaret

El pie del ángel


se apoyó sobre un poema
La obediencia del tenedor
que a veces quiere ser cuchara

Los vencejos
su alegría y libertad
volarán siempre
con nosotros,
aves también de la eternidad
Puedes vivir ahogado, descarrilado,
si crees que sólo eres tu cuerpo
y tus pensamientos,
pero si sabes que eres algo más,
tu vida cambiará, tu vida vivirá

Noli me tangere

No se tocan
él está en ella, ella en él

Yo fui una palabra de piedad


en la conciencia de las piedras
y sordo está
quien no oye mi canción de alabanza
El sol brilla más
si sale
por tu corazón

Todos los cuadros que has ido desechando


mientras iba surgiendo lo que ahora podemos ver,
las pinceladas y colores que no te has atrevido a poner,
todo lo que no se ajustaba a tu idea,
quizá sea una pintura más valiosa
que la obra que ahora das por terminada

“Soy sol de eterna luz”,


dice la joven que agoniza
en un dibujo de Edvard Munch
Una mujer tenía dos niñas y un árbol torcido.
Era alegre como la brisa pero también sabía llorar.
Le gustaba jugar y leer y no le gustaban los cuentos
de hadas pero en su alma había una luz que es la misma
que brilla en esos cuentos.
Un día tuvo que esperar a ver qué le decían sobre la salud
de su cuerpo y mientras esperaba vio pasar los días
con sus nieblas y sus atardeceres y las noches y sus
silencios llenos de susurros. Y en su espera encontró
algo que no esperaba, que estaba dentro de ella y no
dependía en absoluto de su salud corporal, algo grande
que cabía en su mirada y en su mano y la hacía más grande
que todos sus pensamientos y su miedo… y entonces dejó
de temer.

La Belleza sale a tu encuentro en cada momento,


en la sucesión de momentos hay un eterno presente
que es Dios, un diamante eterno de infinitas caras,
en él caben todos los amaneceres y todos los ocasos,
todos los pensamientos y las esperas,
tu dolor, tu muerte y tu resurrección.
La Belleza te ama, sé feliz, ámala tú
Tanto tiempo, tanto tiempo esperando
sin saber que esperaba.
Toda esta soledad, esta amada tristeza,
este caminar solitario que con tanto amor recorrí
y el vacío poblado de pasajeros y amables fantasmas…
Y ahora que Te has hecho presente,
toda la soledad y tristeza, el vacío, esa muerte
de la que paciente y amoroso
durante tanto tiempo me alimenté
sin que lograra nunca saciarme
y remediar mi hambre y mi sed,
todos ellos me han dejado
y se han desvanecido como humo.
Ahora que Te has hecho presente
estamos Tú y yo y nada falta,
Tú que eres todo y yo, por tu gracia, soy Tú

La luz de la sonrisa
de Clarisa Medici
al abrir la luz de la sonrisa
de su marido Lorenzo
Todos mis pensamientos intoxicados
pero de repente la luna

Mientras contemplo la sonrisa


de estas hermas femeninas
de la época de Augusto,
recuerdo la joven asesinada esta mañana
por su novio en Laredo y leo una oración
de los bienes de salvación que la vida,
muerte y resurrección de Jesús nos traen
Madre, te quiero,
tú eres esta luz del sol en los visillos,
tú eres esta luz, yo soy esta luz

La lente que pule y en la que se adentra Spinoza


es él mismo, es Dios, es luz

Déjate amar y acariciar por el silencio,


el silencio es Dios, eres tú
Esta noche he soñado con Franca,
que siempre vive desde que entregó su cuerpo
en aquel accidente de coche,
Franca y su hermano Massimo.
He soñado con Franca y estaba bien,
tan maravillosa como siempre,
íbamos andando tranquilamente.
Yo estaba feliz de verla tan bien,
tan radiante y luminosa como siempre,
yo estaba tan feliz y ella también.
Y hablábamos de Massimo
que también estaba bien.
Sentíamos al hablar una dicha eterna,
que nunca se ha interrumpido
y nunca terminará.
Este sentimiento de felicidad eterna
era lo mejor de todo, qué felicidad
La vocación de Mateo

Hay en este cuadro algo extraordinario, las miradas de Jesús


San Mateo no se encuentran y ya se han encontrado.
Jesús ni tan siquiera se dirige a Mateo para decirle:
“Sígueme”.
Jesús se limita a pasar por allí, su presencia es su Palabra. Y
Mateo le ve y queda fascinado. La presencia de Jesús atrae,
fascina.
En esta pintura podemos sentir que a veces las palabras no
hacen falta y que pueden resultarnos, por muy suaves y
discretas que sean, impositivas y contraproducentes.
Jesús sabe eso y en esta pintura se limita a estar y no habla,
no mira a Mateo: se limita a pasar.
A pasar como podría hacerlo una brisa refrescante o unos
rayos de luz por una habitación oscura.
Jesús es muy discreto y no fuerza: Jesús es esa brisa fresca
que de improviso nos hace ver cuán irrelevantes son nuestras
preocupaciones, Jesús es el canto del pájaro o la dulce luz en
la pared que nos hacen salir de nuestra ceguera y dolor
siempre demasiado encerrados en sí mismos.
Jesús es siempre una puerta abierta que nos hace crecer.
Jesús no tiene nada de melancólico o nostálgico o triste.
Jesús es vida, vida inesperada, silenciosa, calladamente
resplandeciente y dichosa, vida que siempre genera vida.
Y esto nos muestra esta pintura.

La vocación de Mateo,
de Marinus Reymerswale,
museo Voor Schone Kunsten, Gante
En el Principio fue la Sonrisa

La escalera de piedra
gastada por los pasos
de los monjes que ya no están,
pero sus pasos
han dado forma suave a la piedra.
La dulzura de los monjes
respira en la escalera de piedra

Mi destino último es ser luz


y silencio, ser un vaso abierto
en cualquier lugar,
en todo momento
Si lloras besaré tus lágrimas

El amor

Al entrar en la casa
llena de polvo de la obra,
Juan, el pintor,
cubierto del polvo de la pintura
de pies a cabeza
me advirtió solícito:
Ten cuidado, no te manches.
Y a mí, allí, con mi abriguito,
casi se me saltan las lágrimas,
Dios es grande
A los pies de montañas inexpugnables
se extienden bosques azules
que guardan el silencio.
No sólo el silencio
de hace quinientos años
sino también el nuestro.
Vengo a estos bosques
a escuchar el silencio,
a entrar en él y serlo,
silencio intemporal,
silencio eterno

Descanso en la huida a Egipto,


Paisaje con San Jerónimo,
de Patinir

La mirada luminosa y radiante de Picasso,


llena de vida, disfrutando de las mujeres
pasando delante de él,
sentado en alguna terraza frente al mar,
en las tardes interminables de verano,
a orillas del Mediterráneo.
La belleza de las mujeres,
su gracia, su divinidad,
en estas tardes de gloria en Madrid,
en la Castellana, a orillas del Mediterráneo
Te quiero

El silencio significa “te quiero”,


no deja de decírnoslo a cada uno de nosotros,
el silencio es Dios y nosotros también somos Dios

El ala nos dejó su ángel


aquí en la tierra,
un ángel sin alas,
para que no nos hiriéramos
La Cruz es el amor
el amor por encima de todas las adversidades
el perdón de todo, el abrazo a todo el Universo

Mi ermita románica,
en ella me recojo,
mi catedral de Chartres y León,
mi mejor viaje de vacaciones,
me refresca siempre,
vence a todo el ruido
y las mentiras del mundo,
es paz y amor, es Dios,
no morimos,
somos Conciencia eterna,
Sabiduría que llena el universo
Es lo divino en nosotros, lo santo humano,
lo que en Jesús dio su vida por nosotros en la Cruz.
Dios, el Dios que está en nosotros
y en todo el universo es lo que nos ama,
se sacrifica por nosotros y nos salva.
Se podría decir que somos nosotros mismos
los que nos salvamos: lo mejor en nosotros,
Dios en nosotros, el Dios que somos y siempre es,
es lo que nos salva
Santa María de los Ángeles y los Mártires en Roma

Entramos en esta iglesia que proyectó Miguel Ángel


y somos partículas de luz,
no hay jerarquía,
la planta es de cruz griega,
con los cuatro brazos de igual longitud
y esto importa

Tengo la sensación de estar en una esfera,


flotando, flotando
en cualquier lugar
de la iglesia donde me ponga,
ingrávido, el suelo parece estar en el aire,
todo está al mismo nivel
que la divinidad

En las iglesias de planta de cruz latina


está el Sagrario y luego nos vamos
acercando hasta llegar a él.
Es un hermoso recorrido

En esta iglesia de Miguel Ángel


nada más entrar ya estamos con Dios.
No hay distancia que debamos salvar
para estar con él.
Estamos en la gloria,
en el Cielo, desde que entramos,
yo lo siento así,
siento que estoy flotando en el aire,
pues el suelo es el cielo de esta esfera
El Cristo de Andrei Rublev

Al ver este rostro


siento que todos los terremotos,
todas las desgracias y desastres,
todas las guerras y violencia,
los conflictos y sufrimientos,
las muertes y crucifixiones,
se quedan sin voz
y son transfigurados

Al ver este rostro


siento que hay algo infinitamente
superior a nuestros intereses
y recuerdo las palabras de Spinoza
que nos anima a vivir
“sub specie aeternitatis”,
“bajo la esencia, bajo el amparo de la eternidad”

Podemos entonces dejar atrás


todos nuestros miedos
y vivir siendo partícipes de lo eterno,
de esta belleza

Siento algo ilimitado en mí,


una aceptación sin límites,
una entrega sin límites a este espíritu
y sé que mi verdadera patria
no es la tierra
sino la eternidad
“Buscad mi rostro”,
leo en los salmos
y oigo en esta pintura.
La esencia de este rostro
siento viviendo en mí,
latiendo incontenible en todo,
en todos nosotros, en todos los demás
El encuentro de Santa Isabel y María,
de Rafael y su taller,
en el museo del Prado

Lo asombroso aquí
es la humildad de María.
Su humildad reduce a polvo
nuestros deseos de convertir la vida
en un supermercado hecho a nuestro gusto.
Su humildad reduce a polvo
todas nuestras identidades falsas,
nuestros independentismos insolidarios y mafiosos
y nacionalismos salvajes.
Su humildad nos da una oportunidad
de ser nobles y no miserables y
mezquinos egoístas,
Su humildad eclipsa todos nuestros falsos soles,
todas nuestras muertes
De camino al Paraíso

De camino al Paraíso
vi árboles de los que colgaban suicidas,
vi trigo en bocas humanas
que otras bocas humanas mordían,
agua ensangrentada
de corazones rotos

De camino al Paraíso
vi hombres con forma de demonio
que creían que nunca
habían tenido otra forma.
Vi ángeles sonrientes
detrás de prisiones cautivos.
Vi llamaradas de fuego
en torno a almas blancas

De camino al Paraíso
vi anhelos sin fin
estrangulando la mente.
Niños sin luz,
multitudes sin sabiduría,
poca caridad,
almas que dan
la espalda a la vida

De camino al Paraíso
vi la ambición sentada
entre la astucia y la ciega ceguera
cantando canciones
para seducir
y no dejar aprender
a la torpe ignorancia

De camino al Paraíso
vi mi corazón
y el de tantos otros
arder una y mil veces
pero siempre renacía,
siempre renacía

Al cabo llegué al Paraíso


y al buen Jesús pregunté:
Déjame entrar y olvidar
y entregarme a la paz.
Y Jesús sonriendo me dijo:
Aquí no hay puertas que franquear.
Ya estás en el Paraíso
y todo lo que has visto
y todo de lo que quieres huir
y todo lo que amas es el Paraíso.
Cada mirada de perdón,
cada latido y gesto de amor,
cada piedad que has visto y sentido,
es el sol, es la luz,
es el agua y el fuego del Paraíso
Tengo fe

Tengo fe en el adorno de Navidad,


todo el año en el cuarto de estar
y de improviso me alumbra

Tengo fe en todo lo que no sabemos,


en la pura fe que corre subterránea
sin que sepamos cómo nos alimenta

Tengo fe en el largo silbido del mirlo


que del lugar angosto
que a veces es nuestra alma
hace una avenida del paraíso

Fe en los que renuncian a la palabra


porque simplemente son

En la camarera
que con una sonrisa se entrega a su labor,
una sonrisa que sólo Dios ve

Tengo fe
en los que no siempre preguntan por qué

Fe en las sillas y las paredes,


las mesas y las sombras
que nos corrigen y guían
con su paciencia y quietud

Fe en las palabras
que son estrellas que aclaran la mente;
en el silencio, la primera estrella, tengo fe

En el jabón que se gasta


y se convierte
en luz de nuestras manos
y nuestro rostro.
En el lápiz que se gasta
y se convierte en palabras y dibujos.
En los que se entregan
como ofrenda a lo que no se ve

Fe en los que no oyen el ruido del mundo

En los que no devoran a sus hijos,


en los que no se dejan devorar,
tengo fe

En los árboles que nos alumbran,


en la bondad de las flores,
en las dulces mañanas de invierno,
en las hojas caídas,
en la risa de Dios

Tengo fe en los hombres que duermen


y no pueden sino abrirse
a la llamada de la vida.
¿Qué podrá dar un hombre
para rescatar su vida
sino la propia vida?
Tengo fe en el aire, la luz,
que se llevan la locura de los hombres

Tengo fe en lo que puede ocurrir


en lo más profundo de un corazón

Tengo fe
en los que son fuertes en el amor,
que todo lo cura y todo lo ve,
en tu vida eterna tengo fe
CANCIÓN DE INVIERNO

MIGUEL ÁNGEL BERNAT


I

CANCIÓN DE INVIERNO
El mar

El alba de los primeros hombres


la primera noche de Adán y Eva
los primeros poblados en torno al fuego
las pinturas hablan en la oscuridad de las cuevas
las flechas, la espada, el arado
laberintos y héroes
historias y cuentos
espejos en los que nos miramos
Ulises y, más sabia, Penélope
Roma y Cartago
el camino de Cristo hacia el Monte Calvario
una noche de piedad pintada por Rafael
el olor a carne quemada de la Inquisición
la sonrisa de Erasmo
el fuego que amparó a Tomás Moro en la torre de Londres
los últimos paseos de Rousseau en Ermenonville
las canciones de San Francisco y Novalis
la segunda guerra mundial, Auschwitz
la sabiduría de Ramana Maharshi
Gerónimo

Cae la noche, ya nadie te persigue,


ni siquiera tus recuerdos.
No has vivido en vano
y sabes que el vaso de tu vida
se ha colmado.
Las muertes de tu mujer, tu madre
y tus hijos, los años de venganza,
tu captura, las fugas, la rendición,
tu dignidad indestructible,
tu invencible corazón
que hace nobles
las ropas de hombre blanco
que te han dado y se eleva
sobre los límites de tu fotografía…
Tu mirada abarca todo eso
y bebe insaciable el infinito.
Todo se ha cumplido,
sabes que el Gran Espíritu te espera,
en él la esquiva paz te espera,
has caído del caballo,
la helada tierra te guarda
mientras ves a los tuyos que te acogen
ahora que por última vez miras las estrellas
Canción de invierno

Ahora en otoño los árboles cantan


la canción de sus hojas marrones,
los mirlos con sus largos silbidos
nos dicen que la tarde
es un lugar sagrado.
El parque solitario parece inclinarse
hacia la tristeza pero hay seres,
y pájaros y cosas que enderezan
el parque y lo asientan
en una firmeza inesperadamente natural.
Es algo con lo que no contábamos,
un don, esta gracia impensable
y a la vez tan asentada en las cosas,
es la canción del invierno.
El invierno canta,
sus árboles desnudos irradian luz,
su frío es un camino de luz,
el sol del invierno alegra el alma,
las nubes de invierno nos recogen
en la pequeña ermita
que llevamos dentro.
Los mirlos cantan en invierno,
mi madre cantaba en invierno
ya muy débil cuando sonreía
al doctor y nos daba su amor
y el invencible sol de su sonrisa
Como anhelaba Leonardo

Algún empleado o encargado


que atienda a sus responsabilidades,
que no pase de los demás
y ayude a aquéllos a su cargo,
no es fácil encontrarlo

Afortunadamente, aún hay


alguna enfermera como Amalia

Aún hay algún empresario honesto,


quizá haya algún banquero honesto,
algún político honesto

Algún artista que no necesita


demostrar lo artista que es

Y algún albañil que no desea


taladrar la pared del vecino

Aún hay algún ciclista y automovilista cortés


que no desea cortar
las dos orejas y el rabo

¿Qué tiene que ver con todo ese ruido


un corazón que vive en secreto,
un corazón bondadoso?

Aún queda alguna modista


que procura que sus telas
envuelvan cariñosamente
a un ser humano,
como anhelaba el pintor Leonardo
Tres mujeres

Qué incoherente me resulta


ver esto: tres mujeres hablando
muy preocupadas
bajo unos árboles
que para mí son un templo
y a los cuales vengo siempre
para reconfortarme y ser feliz.
Pero las tres mujeres permanecen
ignorantes de la virtud
del lugar donde están
y sufren.
No os aflijáis,
venid a la paz de los árboles,
a la paz de tantas cosas…
Quizá muchos sufrimientos
encierren una pequeña
o gran dosis de ignorancia.
El salmista se acerca
al oído de su mujer
y sonriendo susurra:
“mira si recorro
una vía de dolor
y guíame por un camino
de eternidad”
La caligrafía de la noche

En la caligrafía de la noche
puedes ver en el cielo oscuro
los nombres de todos
los que han sido
en forma esencial,
el alma de todos los que son,
iluminan el mundo, sonríen,
iluminan la noche,
aunque nadie lo aprecie,
a veces alguna lágrima suya
resplandece
II

LO QUE NO SE VE
Pertenecemos al paraíso

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el dolor y el sufrimiento
de todos los que padecen ahora y siempre
a causa de la ignorancia y la maldad
que tanto se han esforzado por romper su alma

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el llanto, el grito silencioso
que a lo largo de los siglos
se ha elevado del corazón de los hombres
que han sido mancillados y heridos,
asesinados y odiados

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice nuestra sublevación eterna
contra los grandes y pequeños inquisidores
que a lo largo del tiempo
han querido ahogarnos

Pertenecemos al paraíso,
a la paz, a la dicha:
maravillosamente,
milagrosamente,
ha sido vuestra iniquidad
la que nos lo ha revelado

Éste ha sido ciertamente


un sorprendente regalo:
todo el mal que habéis hecho
al cabo sólo sirve para elevarnos,
para que veamos sin duda
que la verdad y la belleza
no se romperán nunca,
la maldad no puede
con la libertad de nuestro faro,
en nuestro corazón late
el paraíso amado
Stevenson hablaba

Stevenson hablaba de los límites,


los límites cuando nuestras fuerzas decaen
pueden ampliar el horizonte.
Ya no puedo caminar tan rápido,
cada paso que doy cruzo un mundo.
Ya no veo bien,
en cada rostro
adivino rasgos
cambiantes e infinitos.
Ya apenas oigo,
el silencio es una música
tan grande como el cielo…
Desapariciones

Las desapariciones
tienen algo de milagroso.
¿Puede algo desaparecer totalmente,
sin dejar una huella en el universo,
como si nunca hubiera sido?
Y esa pequeña huella
¿No se convertirá
en otra cosa,
no estará por ahí
en algún fresno
o en la mente
de una persona desconocida
o en la oscura luz de la noche?
Extraños en la noche

Esto es lo que iba silbando


un visitante del museo Thyssen
esta tarde mientras paseaba
ante los cuadros,
la famosa canción de Frank Sinatra.
Había escogido bien la canción.
Sí, eso es verdaderamente
lo que muchos visitantes de museos
parecen, extraños, ajenos,
totalmente desconectados
de las obras de arte ante ellos.
Tienen a veces un aire altivo,
parecen haber ido allí
a convencerse y demostrar
su superioridad ante los cuadros.
Hace poco en el Prado
un joven le decía a la joven a su lado:
“Todo esto carece de valor”.
“¿Por qué?” indagaba ella.
Y él la sacaba de dudas:
“Para esto está la fotografía”.
Otros tienen una actitud de indiferencia
y van distraídos.
Parece que se han equivocado de sitio
y van como nómadas tristes
recorriendo salas
esperando que llegue la salida.
Quizá sea ésa, la tristeza,
el rasgo que más sobresalga
de esta procesión de fantasmas.
Se diría que han perdido algo,
pero no tienen prisa por encontrarlo.
No parece que imaginen
que alguna vez los cuadros
puedan ofrecerles algo.
Pero las pinturas nos juzgan,
desde su profundo silencio,
desde sus miradas amorosas
y compasivas, revelan
las carencias de nuestra época
y nos esperan, no pierden la fe,
nos esperan siempre.
A veces se produce
un pequeño milagro
y encuentran una mirada atenta,
una palabra apreciativa.
Recuerdo una vez
un visitante inglés
que ante una pintura de Friedrich
no pudo reprimir un “fascinante”
en voz bajita.
Y hace un año,
ante una Madonna de Van Orley,
un hombre susurraba a su compañera:
“qué dulzura, qué dulzura…”
“Esta tarde estarás conmigo en el Paraíso”

Esta tarde estarás conmigo en el Paraíso


cuando te fallen las fuerzas,
cuando todo sea negrura a tu alrededor
y te falte el aliento

Cuando desfallezcas
y te invada la tristeza,
cuando te falte la fe

Estarás conmigo en el Paraíso


cuando no encuentres ninguna sonrisa
y te hayan cerrado las puertas,
cuando la pena se agolpe en tu pecho,
cuando la voz del mar
sea sólo un sordo rumor

Estarás conmigo en el Paraíso


cuando te sientas solo y te rechacen,
cuando la injusticia se extienda sobre ti,
cuando te exploten y te manipulen
estarás conmigo en el Paraíso

En la luz del cielo


aunque todo esté oscuro,
en cualquier hora del día,
en las cosas humildes,
una taza, una mesa, tu corazón,
estarás conmigo en el Paraíso
Tu propia voz
que no conocías
arrullándote
te dará el gran bien:
estarás conmigo en el Paraíso

En toda forma,
en toda hora,
quédate conmigo,
esta tarde estarás conmigo en el Paraíso
III

MUNDOS HUMILDES
El naranja que el pintor Hokusai usó
para sus hojas de arce
sobre el río Tatsuta
se ha vuelto más profundo

Ochenta años
mi madre perfectamente dobla mi rebeca
para que quepa en la bolsa

Una campana que nadie toca


toca por todos nosotros
Acariciarte
para devolverte a la vida

La abuela Gregoria cuando estaba enferma,


con sus brazos acribillados
por las inyecciones para la diabetes,
irradiaba salud
La anciana de la casa de enfrente
como un personaje de Andersen
parece rezar en su habitación a oscuras
como una pequeña vela

Sin decir nada soy una alabanza

La roja rosa del año pasado


otra vez
Hombres viejos, sombras o fantasmas,
me visitan y traen regalos,
uno una nube, otro un pájaro, otro una flor,
cada uno es el regalo mismo,
cada cosa del mundo
es un hombre o mujer que ya murió

Infinitud
en ese retrato,
todo pensamiento queda sobrepasado
por la plenitud y se deshace,
y la mujer parece que lo sabe,
no por medio del pensamiento,
sino de la plenitud

retrato de una mujer,


de Andrea del Verrocchio
José Mari y yo
viendo el estanque
en la larga tarde de septiembre,
una pluma

lentamente

cae sobre él

y abre un espacio

que estaba ahí


y no se veía

un espacio en el aire
en el agua
en nosotros

un espacio más profundo


que lo que vemos
y nuestras preocupaciones
no nos dejan ver

un espacio libre
en paz

donde podemos vivir


Mundos humildes

La tienda donde mi mujer,


de niña, compraba recortables
y pastillas de leche de burra,
y había caramelos
y pelotas de goma.
La cacharrería donde compraba
la lejía, el asperón y cuentos
para los regalos del día de Reyes.
La carbonería por donde
yo pasaba casi cada día
y veía al carbonero
sentado como un rey
entre su carbón.
Y otra carbonería
más cerca aun de mi casa
donde años más tarde
compraba serrín para mi gata
y el carbonero
con su guardapolvos azul claro
tenía la mirada del cielo.
Todos esos mundos humildes
que cada uno llevamos
en lo más hondo de nuestro ser
y donde el amor relampaguea
y nos envuelve,
todos esos mundos humildes
que nos aman y amamos tanto…
El lirio florece para su imán

“David, ve contándolos,
tienes que contar todos los árboles,
uno, dos…”
La suave voz de la madre
venía del paraíso

La alegría de salir de la cárcel


y decirle a una chica:
eres guapísima
Recreativo de Huelva 3 – Real Madrid 0
Gimnástica Segoviana 2 - Real Madrid 0
Atlético de Madrid 1 – Real Madrid 0
También los del Atleti somos hijos de Dios

La alegría de llegar al cielo


con los brazos y las manos extendidas
en el salto en la gimnasia por la mañana

Cuando sea una vieja silla


me bastará un poco de polvo
para ser feliz
La noche es larga,
la vida es corta…
A no ser que miremos bien
y nos descubramos viviendo sin fin
en una página reveladora

Celebro tu sonrisa llena de luz,


tu alegría, tu vestido verde,
celebro de antemano tu pelo blanco
y tu andar inseguro.
Celebro ya, sin temor,
tu fulgor imperecedero,
tus huesos blancos
que adornarán un día
el cielo azul y el aire santo
“El artista dice: “Jesús será”
y así construye el Jesús futuro”,
nos susurra Rilke.
Alguien en secreto
puede sentir “Jesús es”,
y así vive, siendo Jesús vivo

Ésta es una pequeña plegaria


por muchas cosas que no sé,
por mucha gente que no conozco.
Una breve oración
que modestamente celebra
los inviernos y el frío,
y el silencio y la existencia
que sustentan al gato tímido
que vive en un árbol,
que sustentan todo
y nos aceptan a todos,
como un padre y una madre bondadosos
que nos sostienen para que recorramos
el camino de nuestra vida
en la serena confianza
de los que aman y son amados
¿Qué harás tú?

¿Qué harás tú cuando mueras


en el Monte Calvario?
Pasearé con mis amigos
rodeándolo.
Hablaré con mis amigos
mientras lo rodeamos

¿Qué harás tú
cuando mueras en las montañas?
Cogeré mi vieja bici
hacia donde nací,
camino del Cielo
y diré que aún vivo realmente

¿Qué harás tú
al morir en el océano?
Nadaré como un pez para siempre.
Descansaré como una concha
para siempre menos un día
y seguiré viviendo

¿Qué harás tú
cuando mueras en el fuego?
Arderé como un trozo de leña
y cantaré como una llama en silencio,
me extinguiré, me extinguiré
alimentando mi alma
con la llama que la hace subir a lo alto
¿Qué harás tú
al morir en el aire?
Volaré como un pájaro sin alas
y seré el aire mismo
todo el año volando
y descansaré un día,
cuando menos lo esperes,
en tu corazón,
para que oigas
quién soy realmente,
para que veas
dónde estoy realmente volando
De camino al infierno
recuerdo que me consolaba
al bajar las escaleras
ver un baldosín roto

Visito a mi madre: un pajarito mareado


de casi ochenta años y cabeza de granito
Se agacha para desenchufar el radiador
que no me deja desenchufar a mí
y así llevarlo a otra habitación
donde haga más calor
No puede desenchufarlo
lo intenta otra vez, otra vez
ahora sí
IV

SIEMPRE ESTOY CONTIGO


Hace mucho tiempo

A veces se tarda mucho tiempo


en oír lo que las personas
o las cosas o el silencio nos dicen.
Oímos pero no comprendemos.
Alguien muy cercano
me decía hace mucho tiempo
cosas que yo oía,
pero que estoy comprendiendo ahora.
La dulzura, la comprensión profunda
de la realidad que había en las palabras
de mi madre, su aceptación amorosa
y sabia, me llega ahora.
Estamos distraídos
por nuestros intereses y nuestros miedos
que nos impiden ver
y comprender verdaderos tesoros
ante nuestros ojos
Las monjas de la calle Cervantes y Wang Wei

Las monjas de la iglesia de la calle Cervantes


no miran atrás si alguien hace ruido
o suenan los teléfonos móviles.
Están en presencia de algo real…
Me recuerdan al poeta budista chino
Wang Wei cuando decía
que miraba el mundo
con el blanco de sus ojos,
es decir, que no lo veía.
Tampoco él tenía tiempo
para la confusión o las distracciones.
Su amigo, el poeta Pei Di, escribió este verso:
“Por el parque del Espíritu
hoy paseamos, compartiremos la alegría
del viejo maestro Chuang Tze”.
La aparente indiferencia de estas monjas,
de Wang Wei y su amigo,
en realidad es un faro, nos salva.
Apunta y enfoca un lugar,
siempre presente en todo
y también en nosotros,
este sol que nunca muere
D. Luis de Lassaletta

D. Luis de Lassaletta era nuestro médico,


era un hombre muy sabio y santo.
Te hacía un gran bien estar a su lado,
sentías que a su cuidado
nada malo te podía pasar,
todo estaba bien,
pasara lo que pasara.
Muchas veces no nos quería cobrar.
Nos decía que podíamos llamarle,
incluso cuando se iba de vacaciones,
a cualquier hora de la noche
si nos poníamos malos.
Dejó su cuerpo hace mucho,
siempre está a mi lado
El que parte, los que le despiden,
en la misma realidad eterna

nadie realmente se va,


nos seguimos viendo

“Barco en una playa del mar Báltico”,


de Caspar David Friedrich
Veo el cielo

Veo el cielo
y me parece ver
que aquellos días lejanos
de hace cincuenta años en El Espinar
con mis primas Tate, Lule y Jaime…
aquellos días se han abierto,
se han expandido y son éstos,
este mismo día,
un único día
Madre e hijo

Hace ya casi veinticuatro años ,


mi madre y yo
en el cuarto de estar
de la casa de Pardiñas,
al caer la tarde
cuando yo volvía del Prado,
de ver los cuadros de Friedrich.
Los dos en el cuarto de estar,
yo viendo el catálogo
que acababa de comprar,
tumbado en el sofá,
ella cosiendo a mi lado.
Recibiendo el regalo de su paz
y su amor, el regalo maravilloso
de su sabia presencia,
como ahora
Ego Semper Tecum

Dondequiera que voy


estoy contigo,
dondequiera que voy
oigo tu voz,
haga viento o haga frío,
haga sol, haga calor.
Si me desprecian y se ríen,
si me alaban o me aman,
poco importa todo eso
a mi cansado corazón.
Aunque mi corazón
esté cansado,
aunque mis pasos
ya sean cortos
y no tengan el vigor
de la juventud,
poco importa a mi cuerpo
todo eso,
dondequiera que voy
tú estás conmigo,
dondequiera que voy
oigo tu voz.
Ego semper tecum,
ego semper tecum

Muchos viven en el miedo,


muchos lloran de dolor,
muchos temen hasta el viento,
muchos odian la luz.
Tuve suerte desde siempre,
todos los nombres
llevaban tu nombre,
en cada pequeña cosa
estabas tú.
¿Por qué sufrir sin fin,
por qué odiar sin fin?
La paz llega
en cada aliento,
en cada momento
hay quietud.
¿Por qué vivir
en el infierno
si en todas partes
estás tú?

Tu presencia
abraza todo,
tu presencia
trae la paz.
Tu presencia
rompe el mundo,
ningún infierno
puede medrar
ni perdurar

Aunque los burros,


pobres ciegos,
sólo oigan tronar,
tu presencia
limpia los ojos ciegos,
destierra la ilusión
del mal

Escribí estas palabras


en la noche,
donde solo hay luz.
Y un bastón para jugar
es la oscuridad.
Cuando llegue mi fin
habré llegado
al principio,
todo tiempo en ti
halla al fin la paz.
Dondequiera que voy
estoy tranquilo,
una sonrisa
como un sol amoroso
surge en mí.
Dondequiera que voy
hay paraíso.
Dondequiera que voy
tú estás conmigo,
yo estoy contigo
y somos uno.
Ego semper tecum,
ego semper tecum
UNA CONVERSACIÓN SILENCIOSA

PINTURAS Y POEMAS

MIGUEL ÁNGEL BERNAT


A mi madre, a Ángeles
“La Tempestad” y “Paisaje Místico”
de Giorgione y Giovanni Bellini

Estos dos cuadros fundamentales que vistos en los libros invitan a tantas
interpretaciones y disquisiciones sobre su significado, tuve la suerte de verlos en
persona hace dos años en Venecia y Florencia.
Y fue como si una venda hubiera caído de mis ojos y los viera por primera vez.
No me pareció que tuviera que interpretarlos de manera alguna, sino que eran
claros, limpios y transparentes por sí mismos. No hacían referencia a ningún
código secreto que descifrar. Estaban allí, latiendo, viviendo, diciéndose a sí
mismos con la fuerza, sencillez y naturalidad misteriosa con que lo hace la vida.
Sí, eran misteriosos, pero su misterio era también una respuesta. La misma
respuesta que nos da la vida con sus regalos y su inexplicable riqueza y
diversidad.
Estoy en el parque del Retiro en Madrid mientras escribo estas palabras y lo que
veo ante mis ojos es perfectamente una extensión de esos dos cuadros. Dos
policías a caballo siguen a un jubilado paseando muy lentamente, el largo silbido
de los mirlos es una barca que se desliza suavemente en la mañana.
El hombre de “La Tempestad” de Giorgione está cerca de una mujer que
amamanta a su hijo. Dos de los hombres de la “Alegoría Mística” de Bellini
pasean despreocupados, uno de ellos va atravesado por dos flechas.
Viendo aquellos cuadros justo ante mí, no me costó ningún esfuerzo aceptarlos y
entenderlos. Lo mismo que aceptamos y entendemos la vida con sus increíbles
actuaciones. Entendemos esas pinturas y la vida sin necesitar ninguna
explicación, sin aferrarnos a ningún símbolo. Poseen una claridad que, aun en su
misterio, se revela a sí misma y nos convence de que esa es la realidad y no
podemos sino aceptarla agradecidos.
Una realidad transparente y luminosa que supera y deja atrás todas las
explicaciones e interpretaciones y sentidos porque no los necesita.
Ante esos cuadros yo sentía que la vida me estaba diciendo lo que es: Algo vivo,
inconmensurable, con un sentido por encima de tantos sentidos y significados
como nos gusta añadir.
Y ese sentido que se me hizo presente sin ningún esfuerzo era la recuperación de
la inocencia original. Un estado de gracia, ese sentido último, primordial,
caracterizado, impregnado por una maravillosa sensación de paz, paz absoluta
que se nos concede como una gracia aun en medio de nuestras tribulaciones y
sufrimientos.
También nosotros paseamos como el hombre del cuadro de Bellini, atravesados
por una flecha, la flecha del dolor y las penas. Pero también como él, paseamos
en paz en la luz de la vida.
Arte Sagrado y Profano

Para mí, en estos pintores del quattrocento y cinquecento italianos, entre


Giovanni Bellini y Tiziano, por ejemplo, no hay una separación entre pintura
profana y religiosa.
Siento latir en ellos la misma Conciencia y Espíritu, una presencia eterna y
tranquila de lo sagrado. Y esta presencia se da en todas las formas y todos los
seres.
Las Madonnas de Bellini tienen la misma Conciencia que la Venus desnuda de
Tiziano o que su Dánae recibiendo la lluvia de oro. Estas Madonnas y Venus
acogen el mismo Espíritu y latido amoroso por todo lo creado.
Rubens posteriormente conjuga en sí mismo estos dos aspectos del Espíritu
y su “Jardín del Amor” es una de las estancias del Paraíso. Un aliento de dicha se
derrama hacia nosotros desde estas pinturas.
El sol se pone sobre un campo de Rumanía. Los oscuros árboles del
crepúsculo, una ermita, alguna casa.
El azar de las nubes navega el cielo. Ese orden misterioso, morado, rosa, blanco.
Un hombre llamado Brancusi plantó un árbol en ese campo. Lo llamó “una
columna sin fin”. Está hecho de dulce anhelo, de un antiguo sueño de dicha. De
un poco de memoria y de fértil olvido.
La columna sin fin se alza en la noche. Su oscuridad es una luz en la hermana
oscuridad. Ese árbol del hombre no tiene hojas. Nosotros somos sus hojas. Se
alimenta del agua del espíritu. Hay que regarlo.
Paisaje invernal. Nubes y un pálido sol. Esperando el autobús. Los coches ante
mí. Las muchachas van hacia el colegio. Los obreros reparan la calzada.
Y entonces me acuerdo. “Paisaje invernal”. El cuadro que pintó Peter Brueghel,
hace varios siglos.
La escena pintada y la que tengo ante mis ojos se superponen, se asemejan.
La luz podría ser la misma. El ser humano y su entorno envueltos en la misma
atmósfera; entregados a su labor, pero también tocados por la varita mágica, tan
natural, del desapego.
Brueghel lo vio, como yo lo veo ahora. A través de los siglos, estrecho lazos del
espíritu con este pintor que no vi nunca.
Y sus campesinos y pequeños ciudadanos, tan nítidos y compactos, parecen
respirar con el mismo ánimo que nosotros, el aire que nos ilumina.
Mi madre me dijo que se tendió en la cama con mi sobrina Lucía, de año y
medio de edad. Entonces mi hermana, con un proyector de juguete, les proyectó
en el techo un silencioso desfile de animales.
Creo que había un osito, un pato, quizás un conejo.
La mujer de edad y la recién llegada. Esta última, Lucía, saludaba la aparición de
un animal con un alegre “hola” y luego lo despedía con un breve “adiós”.
Me hacen pensar en el valiente y alboral silencio de los antiguos hombres y
mujeres de Altamira.
Tumbados en sus cuevas y recordando y paladeando su mundo, uniéndose a él
por medio de la contemplación; recibiéndolo y sabiendo tranquilamente decirle
adiós. Como mi madre y la pequeña Lucía ahora.
Turner dibujó este paisaje muchas veces. Muchas veces lo he disfrutado. La
primera, hace ya muchos años, en la galería Tate en Londres, cuando yo era
joven. Es el parque Petworth. Lo recorremos de nuevo.
Esta hermandad de la luz y los hombres, el hombre y los animales, la habitación
humana y el campo. De nuevo amamos este sol de la tarde, portador de dicha. De
nuevo entramos en esta sinfonía de silencio.
Una vez más, tan lejos ya de la primera, Turner nos sigue recordando nuestra
antigua alianza con los hombres, nuestra antigua alianza con la tierra.
Una acuarela de Turner. Sobre la ciudad de Lausana. Una puesta de sol. El sol
bañando en su luz a los ciudadanos.
Antes de entregarse a la noche, portadora de paz, los hombres y mujeres se bañan
en esta paz del crepúsculo como verdaderos bienaventurados.
Parecen ciudadanos de la paz, esa hermosa patria. Entregados a esa tarea fértil de
vivir y recorrer las paces sucesivas. La paz de la mañana, de la tarde, del
crepúsculo y la noche. Y Turner nos lo recuerda.
Vi
el cielo desde los prados
Pensando en mi vida,
sentado en la hierba,
bajo el arco iris y
el sol de los años,
vi el
paraíso
desde los prados

La catedral de Salisbury
desde los prados,
de John Constable
Desde lo alto de la colina se podía ver el mar,
los acantilados y las rocas,
y el cercano mar lejano susurrando a las sombras
a la caída de la tarde
Las ovejas habíamos llegado allí por azar y
también por destino. Estábamos perdidas
y no estábamos perdidas
Entre la hierba, las mariposas y el sol
del final de la tarde, mirábamos a nuestro alrededor
buscando un redil para la noche
Hasta que una de nosotras, por azar y también
por destino, al masticar una hoja de hierba o andar
un momento despreocupada entre las rocas
sintió un hogar en aquella vasta y dulce intemperie
y el rebaño se apaciguó y el rebaño se salvó

Las ovejas perdidas,


de William Holman Hunt
Van Gogh pintaba para ciegos
se lo daba todo hecho:
el árbol, el sol, la casita
Pero los ciegos prefirieron
seguir siendo ciegos
pero Van Gogh no cejó en su amor
Los olivos que pintó Van Gogh
lloraban extendiendo sus ramas
extendiendo sus ramas
para traer el Cielo a la tierra
El Cristo de Andrei Rublev. Las palabras no son capaces de describirle.
Pero él da aliento a nuestras palabras y a nuestro silencio, a cuando
sonreímos y cuando no.
Con él sabemos y no hemos hablado.
Con él sonreímos y no nos hace falta sonreír.
Con él somos flexibles como un junco y no nos hemos movido.
Con él respiramos.
Un día, con él, no dejaremos de respirar.
“El prendimiento de Cristo”, de Anton Van Dyck

Judas, al frente de la tropa y de los guardias de los sumos sacerdotes y fariseos,


fue al huerto de los Olivos, con linternas, antorchas y armas, para prender a
Jesús. Una ola de violencia y rabia se eleva y amenaza con destruir a Jesús.
Y éste, con su mera presencia, sin hacer nada, detiene esa ola que se deshace
como espuma impotente ante él.
¿Cómo es esto posible? Esto es lo que nos muestra esta pintura. La confianza de
Jesús en lo que es, su entrega a su propia esencia, es lo que vence al mal. Y aun
más, lo borra y lo transforma cuando enlaza su mano amorosamente a la de
Judas. El mal se diluye y muestra su naturaleza ilusoria y débil al contacto con la
realidad que Jesús propone cuando su mano toma la de Judas y dice “Somos
uno”.
Esta realidad que Jesús expone en esta pintura maravillosa es también la nuestra.
Creo que se la puede llamar Conciencia y nos hace darnos cuenta de que
podemos estar por encima del dolor, las adversidades y la muerte. Nos une a algo
eterno.
En el arte y pintura de Japón a esta Conciencia se le llama Yugen. Yugen expresa
la paz que subyace a todos los acontecimientos y circunstancias de nuestra vida.
Es semejante a una pantalla de cine, como nos explica el místico Ramana
Maharshi, en la que se posan momentáneamente las contingencias de nuestra
vida. Pero la pantalla permanece en paz, inalterable. La pantalla es nuestra
Conciencia, Conciencia que está presente en todo.
La vemos en el arte oriental con el nombre de Yugen en los cuadros de Hokusai
y de Hiroshige, en la poesía de Basho y Ryokan, por citar tan sólo unos breves
ejemplos. La vemos en la pintura occidental en este cuadro de Van Dyck, en
Caravaggio, en Giovanni Bellini, en Rubens y en tantos otros…
Finalmente, recuerdo a Leonardo cuando nos dice que la mente del pintor ha de
ser como un espejo que abarca todo, que acoge todo…
Un cuadro de Salvator Rosa
“Jesús entre los doctores”
los doctores parecen listos
Jesús bueno
La Plaza del Campo en Siena

La Plaza del Campo en Siena,


en el sol y el azul de la tarde,
esta gran playa,
este paraíso
donde nos sentamos
con nuestros hermanos los hombres
y somos eternos y felices
con ellos.
Sentados sobre el suelo de piedra
en ligera pendiente de la plaza,
como si estuviéramos
en Benarés, a orillas del Ganges.
Las olas de felicidad
vienen y vienen
con su radiante plenitud
en esta plaza solar,
en esta plaza sagrada.
La cueva que dice el poeta Rumi
que está en lo más profundo de nosotros
y en la cual hay oculta
una plaza fulgurante de luz,
ha subido a la superficie aquí en Siena
y como un mar de gozo
baña nuestros pies
Qué felicidad,
Qué afortunado
recorrer esta larga, larga plaza
de San Marco en Venecia,
iniciar este viaje hacia el infinito
al que me llevan las nubes
y el aire y la luz,
me envuelven y me dejan flotando
con la Basílica y el Campanile...
ser una más de estas criaturas del aire eterno
que la plaza acoge,
poder pasear feliz
por esta plaza para siempre

para ello ni siquiera hace falta


estar en la plaza o ver el cuadro;
estar realmente donde estás,
sólo eso es necesario...

Vista de la Plaza de San Marco


en Venecia, de Canaletto
Santa María Novella

Santa María Novella,


la luz, la luz nueva de cada día,
el milagro de la luz eterna.
La fachada que diseñó Alberti,
ese sol que atrae a la luz
y la refleja sobre nosotros
y nos convierte en pequeños soles,
soles desde siempre, soles para siempre.
Miguel Ángel decía
que Santa María Novella era su esposa,
y la mía y la de todos.
Y la luz de Florencia
llega ahora a Madrid,
a la pared enfrente de mi casa,
plena de sol,
Santa María Novella también

a Yitzhak Katzenelson en el sol


El rostro y el cabello
de una empleada municipal de la limpieza
como una Madonna de Rafael
su labor es la misma
traer luz al mundo
Cuando yo tenía quince años fuimos a Italia.
Llegamos a Pisa de noche. Unos amigos y yo fuimos al amplio prado de la
noche, de la torre y el baptisterio.
Junto a nosotros el corazón aún latía de aquellos que vivieron antes de
renacer. Toqué la piedra y les toqué.
Una vez Donatello nos dejó una conversación en el aire.
La Madonna en silenciosa conversación con los santos.
¿Cómo es una conversación silenciosa? ¿De qué hablan los silencios?
¿Qué silencio, compartido y como una dulce flor surge?
Si yo también al silencio me uno y sonrío y me elevo en su presencia, si en
la hora de la tiniebla aún espero y digo bueno al sufrimiento, acaso yo
pueda oír alguna nota de esa conversación silenciosa que mantiene la
Madonna con los santos.
De los que lo vieron
nos ha llegado algún comentario
que nos permite colegir
que nos hubiera conmovido.
Un hombre saliendo de su tumba
para encontrarse con él mismo,
para, maravillado y a la vez
con toda naturalidad,
darse cuenta de que es luz.
La misma luz con la que resucitó
a Lázaro le resucita ahora a él,
como también a nosotros,
así

La Resurrección de Cristo,
de Caravaggio
¿Dónde está Santa Úrsula en este cuadro? Acaban de dispararle una flecha que
atraviesa su pecho y Úrsula, indiferente o acaso con piedad, con amor incluso,
mira su pecho. Es como si estuviera mirando a otra persona, como si no fuera ella
a quien la flecha ha herido mortalmente.
Parece como si la flecha la hubiera distraído momentáneamente de algo más
importante y real, más verdadero. A su alrededor hay violencia y desesperación,
pero no en ella. El arquero verdugo tiene un gesto en su rostro de horror y quizá
arrepentimiento. Un soldado tiende su mano a Úrsula en ademán de ayudarla. Un
personaje que puede ser un autorretrato de Caravaggio muestra su despavorida
consternación ante la escena de la que forma parte. En otro personaje podemos
ver tristeza absoluta.
Pero nada de esto parece afectar a Úrsula. Está por encima de todo esto. Está en
algo más verdadero. Hay algo en ella que la violencia y el horror no tocan. Una
paz esencial, intrínseca e inherente a ella misma, algo eterno e inalterable.
Caravaggio ha acertado a ver esa dimensión de Úrsula y a transmitirla. Por eso
creo que es tan importante este cuadro. Porque es vital y crucial que nosotros
podamos encontrar en nosotros mismos lo que ha encontrado Úrsula.

El martirio de Santa Úrsula,


de Caravaggio
Un personaje de un cuadro de Van der Neer camina en la noche junto al río,
bajo la luna. Es un anciano y se aleja de nosotros. Quizá se dirige hacia su casa,
tiene un andar un poco inseguro de persona mayor. Me recuerda a mi madre y a
un anciano que conocimos en Florencia hace unos meses. Impresiona que
personas que fueron pintadas hace cuatrocientos años vivan en personas que
amamos ahora.
La noche es grande, el silencio acaricia suavemente todo el paisaje y entonces, en
el silencio, algunas personas que ven el cuadro percibirán a Dios.

Claro de luna sobre un camino


bordeando un canal,
de Aert Van der Neer
Pintores holandeses del siglo XVII,
Pieter de Hooch, Berckheyde, Claesz Heda,
Vermeer, Willem Kalf, Willem Van Aelst.
En su pintura alienta una plenitud,
una comunión con la milagrosa
y profunda vida de la que procede.
En ellos está el respeto a las cosas,
a cada cosa, a cada partícula
de la existencia.
Parece que dijeran silenciosamente:
¿Para qué tener prisa
si todo es santo?
Parece que susurraran amorosamente:
aquí, aquí, aquí también
Ante las bailarinas con los ojos cerrados
de Degas, alguien comenta “qué arrogantes”,
pero no es verdad,
están escuchando la música
que ellas son
En la inmensidad tuve una cabaña
era redonda o era cuadrada
pero al dibujarla
me salió la inmensidad
no la cabaña
Hice un fuego
con todos mis lápices
y con las cenizas
comencé a escribir
Un viejo, nuevo día

Siento que formamos parte de una pintura, una obra de arte sin límites, una
realidad que nos da vida y nos eleva. No es materialista ni mecánica. Es una
realidad espiritual.
La pintura que somos es inabarcable, se manifiesta sin cesar en todo.
Las obras de arte merecedoras de ese nombre dan fe de esa realidad y nos guían
hacia ella, nos la revelan, y al mismo tiempo nos ennoblecen y nos dan dignidad,
dan luz a nuestra vida, nos recuerdan que somos luz.
Estas pinturas hacen que nos sumerjamos en ellas, su luz nos atrae como un faro,
aun cuando sea la luz de la oscuridad. Recuerdo una vez que un espectador ante
Santa Úrsula de Caravaggio exclamó: “Un buio sfolgorante”, “una oscuridad
resplandeciente”.
Estos cuadros sin necesidad de palabras ni pensamientos nos llevan más allá y
nos hacen partícipes de una epifanía: entramos en la luz de un viejo, nuevo día,
un día eterno y vital que nos aleja de distracciones baladíes que nos atontan y
abruman.
Estas pinturas nos alejan de los pintores que, reclamándose guardianes de una
supuesta objetividad, parecen decirnos con sus pinturas: “Sólo pinto lo que veo”.
Pero hay otros pintores que responden: “¿Qué hacer entonces con lo que no se
ve?” Y se entregan y pintan lo que no ven aquéllos que han hecho del
pensamiento limitado su bandera.
Un viejo, nuevo día. Si nos atrevemos podremos verlo. Los pintores que se
atrevan podrán verlo.
Podremos ver la misma luz bienhechora que rescatan los objetos, los paisajes, las
pequeñas habitaciones donde se desenvuelve el misterio de la existencia de los
personajes luminosos que habitan estas pinturas. ¿Qué alta respuesta nos dan que
no podemos dejar de contemplarlos ? Quizá sienten todo y están dentro de todo.
Han ido solícitos más allá del pensamiento y tienen la puerta abierta a la realidad,
son reales. Y desde la realidad nos muestran todo, nos muestran a los presentes
y a los ausentes, los ausentes están presentes también, nada hay ajeno para la
realidad, para esta respuesta reveladora.
En ella brilla, sin los intermediarios miopes de la razón y la imaginación, la
presencia eterna de la existencia. En ella vemos la inocencia sin mancha de la
experiencia que nos dice sin palabras que podemos sentir y experimentar la
realidad de la vida; en su luz salvadora, ilimitada, ningún alma se ha perdido
jamás. Esta luz de la pintura hecha vida nos reúne con todas las almas.
Pintura hecha vida, vida que alimenta a la pintura: recogen todas las luces en una
sola luz… arrebatadora.
La esencia de los sentimientos, la violencia, la ignorancia, el odio, la abnegación,
el amor, la devoción… En estas pinturas nuestros sufrimientos y dolores, pero
también la paciencia y sabiduría para sobrellevarlos. Contemplándolas vuelve el
valor, nos recuerdan lo mejor en nosotros y nos dicen que merece la pena morir y
vivir por ello, siempre vivir de nuevo.
Nos inspiran fe, una fe tranquila que nos hace ver siempre la luz de este viejo,
nuevo día.
Sobre Georges de La Tour

Las madres de Georges de La Tour


con su recién nacido a la luz de una vela.
La gravedad, la solemnidad,
del rostro de la madre
y la escena, me hace pensar
que el niño podría ya haber fallecido.
Siento que estoy
ante una celebración de la vida y la muerte.
Y más aun, de algo que trasciende
la vida y la muerte,
una vida imperecedera que somos,
respirando en silencio, tranquila,
a la luz de esa vela
Los cuadros de La Tour son oraciones,
las oraciones de la gente
que ha pasado por la tierra rezando
la oración de una palabra como una llama,
la oración de la pobreza, el silencio y la paciencia,
la inocencia y la fe
Hace años escribí un breve poema; ahora, al ver estos cuadros de La
Tour, recuerdo aquel poema:

En mí, no en mi cuerpo,
brilla una luz,
me recojo y descanso
en esa luz
Extraños en la noche

Esto es lo que iba silbando


un visitante del museo Thyssen
esta tarde mientras paseaba
ante los cuadros,
la famosa canción de Frank Sinatra.
Había escogido bien la canción.
Sí, eso es verdaderamente
lo que muchos visitantes de museos
parecen, extraños, ajenos,
totalmente desconectados
de las obras de arte ante ellos.
Tienen a veces un aire altivo,
parecen haber ido allí
a convencerse y demostrar
su superioridad ante los cuadros.
Hace poco en el Prado
un joven le decía a la joven a su lado:
“Todo esto carece de valor”.
“¿Por qué?” indagaba ella.
Y él la sacaba de dudas:
“Para esto está la fotografía”.
Otros tienen una actitud de indiferencia
y van distraídos.
Parece que se han equivocado de sitio
y van como nómadas tristes
recorriendo salas
esperando que llegue la salida.
Quizá sea ésa, la tristeza,
el rasgo que más sobresalga
de esta procesión de fantasmas.
Se diría que han perdido algo,
pero no tienen prisa por encontrarlo.
No parece que imaginen
que alguna vez los cuadros
puedan ofrecerles algo.
Pero las pinturas nos juzgan,
desde su profundo silencio,
desde sus miradas amorosas
y compasivas, revelan
las carencias de nuestra época
y nos esperan, no pierden la fe,
nos esperan siempre.
A veces se produce
un pequeño milagro
y encuentran una mirada atenta,
una palabra apreciativa.
Recuerdo una vez
un visitante inglés
que ante una pintura de Friedrich
no pudo reprimir un “fascinante”
en voz bajita.
Y hace un año,
ante una Madonna de Van Orley,
un hombre susurraba a su compañera:
“qué dulzura, qué dulzura…”
Gente en una calle iluminada por la luna,
de Hiroshige

En esta pintura,
hombres y mujeres están en una calle
y sus cabezas parecen, a su vez, lunas,
reflejos de la luna en el cielo.
Tranquilos, serenos, no parece faltarles nada
ni que deseen nada,
es una escena de iluminación.
Parecen estar dentro de la naturaleza,
de su naturaleza.
Como en otras imágenes de este pintor,
haga frío o llueva, entre cielos grises
y copos de nieve,
las figuras humanas, aun en armonía con lo que las rodea,
están replegadas en su ser, sobre sí mismas,
y no pierden de vista nunca lo que son.
Me traen a la memoria las palabras a un amigo
del maestro zen Shunryu Suzuki
cuando el cáncer lo alcanzó:
siempre serás algo en este universo,
sé quién soy, no temas por mí
Hokusai pintó a Bodhidharma,
que llevó el Budismo a China,
y en su rostro la compasión brilla
como en el rostro de mis abuelos
como en una lluvia de verano
Qué oscuro es el cuadro “La Primavera” de Botticelli.
Ciertamente parece casi una escena nocturna. Los árboles del tupido
bosque son casi negros y el suelo lo es.
Al fondo entre los troncos, una pálida luz que podría indicar el final del
día o más probablemente la llegada de uno nuevo.
La oscuridad del cuadro es acaso cálida y acogedora, maternal. Los frutos
en los árboles son pequeñas velas de afectuoso fulgor.
Pero también hay algo más. Algo acaso diferente o quizá no. Las figuras
del cuadro curiosamente están llenas de luz. Venus está radiante, como
también lo están Mercurio, las tres Gracias, la arrebatadora ninfa Cloris.
Y entonces recuerdo unas antiguas palabras, unas palabras de Buda: “Sed
una luz para vosotros mismos, porque no hay otra luz”.
La luz que somos, la luz que es, hace de lo oscuro un firmamento fértil,
una resplandeciente oscuridad.
El viento
en el Camposanto de Pisa
habla de eternidad
Siempre hay fuego

En la nieve de los años


cuando parece que todo se apaga
siempre hay fuego.
Cuando dos seres se encuentran,
cuando dos seres se alejan,
la puerta está abierta siempre,
siempre hay fuego.
En la dulzura del amor,
en el horror de la guerra,
siempre habla una llama,
siempre hay fuego.
En el silencio de la noche
cuando dicen que tu corazón ya no late,
se presentan las estrellas,
mira, escucha bien,
siempre hay fuego

Siempre hay fuego,


de Juan Antonio Díaz
La calavera
fresca en el aire
saborea el poema

a Cristino de Vera
La caligrafía de la noche

En la caligrafía de la noche
puedes ver en el cielo oscuro
los nombres de todos los que han sido
en forma esencial,
el alma de todos los que son,
iluminan el mundo, sonríen,
aunque nadie lo aprecie,
a veces alguna lágrima suya
resplandece

Sendero nocturno,
de Juan Carlos Savater
Un camino breve
unos cuantos árboles
una madrugada oscura
alguna colina
tres mujeres en penumbra

en este escaso marco


se te concedió lo eterno
se te regaló la luna

Mañana de Pascua,
de Caspar David Friedrich
Sisley, Hiroshige, Peter Brueghel,
tres maestros antiguos
tocados por la varita mágica del desapego,
sus figuras humildes, anónimas,
en los avatares de este mundo flotante,
se entregan a una instancia más alta,
parecen saber,
alguien en la tierra debería saber,
que pase lo que pase
nunca pasa nada
Vuelvo a casa con los perros
y los cazadores en la nieve,
vuelo con las urracas
en el cielo oscuro de nieve,
patino sobre el hielo,
no soy yo, soy otro, otra cosa,
quizá soy, simplemente,
Peter Brueghel me ha llevado allí

“Cazadores en la nieve”,
de Peter Brueghel
Yo sólo he seguido
un camino invisible
que ha resultado ser
lo único que existe

“Abadía en el robledal”,
de C.D. Friedrich
Hay visiones
que nos da el Espíritu
y quedan protegidas
y a salvo en nuestro interior,
nos acompañan siempre,
nos confortan siempre.
Quizá un buen pintor
podría reflejarlas o trasladarlas
a un lienzo sin disminuir
su valor y acaso otros,
al verlas, se sentirían
reconfortados también
Un cántaro de Jan Brueghel,
un atardecer de Rubens,
un sendero de Poussin,
dan testimonio de la paz eterna, universal
que llena todas las cosas

Una noche de Friedrich,


una mujer de Vermeer,
unos campos de Van Gogh,
nos dicen quién somos,
son con nosotros
en este ahora eterno

Nuestra Conciencia más alta


impresa en la mera existencia
no precisa pensamientos o palabras
para amarnos,
para dejarse amar,
para dejarse ver
Esta pintura que soy

Cierro los ojos o abro los ojos:


contemplando el cuadro que soy:
todos los colores, todas las formas,
están en mí.
Una gran paz me invade
y reposo en ella:
Todo lo que amo,
todas las personas amadas,
están en esta pintura sin límites
De pequeño me llevaban mis padres al doctor Azcona. Tenía mal la garganta,
cogía demasiados resfriados y el doctor Azcona fue solucionando mis dolencias.
A veces me cauterizaba la garganta y de ella salía humo como si yo fuera un
pequeño dragón. Aún recuerdo el olor a carne quemada que, extrañamente, era la
mía, aunque a mí me daba la curiosa impresión de que no era de mí de donde
procedía la fogata infernal.
Yo tenía por entonces unos siete años y usualmente iba a la consulta con mi
madre. Había varias salas de espera y solían estar invariablemente vacías. En una
de ellas había un piano negro y en la pared un cuadro, un retrato de una mujer
muy hermosa, yo pensaba que era la esposa del doctor.
Pero en otra habitación de espera, más pequeña y más íntima, había algo
maravilloso para mí. Era un cuadro de un enterramiento de Cristo. Varias figuras
en torno al cuerpo de Cristo muerto y una de ellas con una túnica de color marrón
sobre la que destacaban círculos negros. En la parte derecha superior había un
paisaje de un anochecer dramático, trágico, azul oscuro y oro.
Yo no sabía por entonces que este lienzo era una copia de un cuadro de Tiziano
que años más tarde podría admirar en el Museo del Prado. Pero allí estaba yo, en
la sala de espera, con mi madre, en silencio, sobrecogido por la belleza y
solemnidad de la pintura. Me encantaba estar allí, inesperadamente había
encontrado mi mundo, el mundo de la contemplación. Han pasado cuarenta y seis
años desde entonces, pero aún sigo siendo el mismo: arrobado por el silencio,
oyendo sin fin esa voz profunda que me llama desde tantos cuadros para que
encuentre y viva en mi verdadero hogar: esa paz silenciosa, presente en cualquier
circunstancia y momento de la vida.
Todo en esta pintura toca la misma nota salvadora, la avenida de árboles que se
aleja hacia el crepúsculo, el oro del último sol y sobre él las nubes, la pareja que
se aleja silenciosa, la hierba oscura, los tubos del órgano que se enlazan a los
árboles frondosos, Venus y su bienaventurada frente, su actitud meditativa y
bondadosa, el perrillo a su lado, el joven que la contempla, la cortina rojo oscuro
sobre ella y el manto de terciopelo marrón sobre el que descansa su cuerpo, una
gran paz se extiende por toda la pintura y todo en ella participa de esa paz
bendita, eterna, todo en el cuadro está inmerso enteramente en esta bendición que
vence a todos los males, que vence a la muerte, a todos los sufrimientos y
preocupaciones. Esta pintura nos convence de que esa paz existe, nos da esa paz.

Venus recreándose en la música,


de Tiziano
El viejo Tiziano

Estaba el viejo maestro Tiziano


muy afanoso pidiéndole al Señor
que les librara a él y a su hijo
de la peste que el buen Señor Jesús
había tenido a bien enviar
para entretener a los venecianos.
Y Jesús le contestó así:
No te drogues chaval,
no te drogues con tantas oraciones,
yo también tuve lo mío,
sube aquí conmigo
y sigue pintando si te place,
un lienzo más amplio tendrás
y podrás tus colores pintar,
como un niño y como te gusta hacer,
tan fácilmente con tus manos.
Así que allá se fue Tiziano
y sus pinceladas aún podemos ver
por las tardes, en el cielo,
si nos asomamos
Pertenecemos al Paraíso

Este poema está dedicado a varias personas, a Ángeles, también a mi madre, a


personas que están siempre cerca.
Pero me gustaría asimismo recordar al pintor Juan Antonio Díaz y a un anciano
de Florencia, William.
Es una gran suerte sumergirme con Juan en los cuadros, ir con él al Museo del
Prado o al Thyssen, donde siempre salimos reconfortados.
Y también recuerdo a un anciano inglés o americano que conocimos hace unos
meses en Florencia. Hablé con él varias veces, hablamos de pintura, la luz que
irradia la pintura y el arte estaban en él.
Me emocionaba oírle empezar sus frases en varias ocasiones con las palabras
“Para mí” y a continuación me decía lo que para él significaba tal obra, tal
escultura. Esa mezcla de humildad y a la vez orgullo por haber sentido
profundamente una obra de arte y expresarse libremente pero también
humildemente sobre ella.
Era como si me recordara que todo espectador sin necesidad de nadie más, sin
ningún intermediario, puede establecer una relación íntima, personal, con lo que
está viendo, con lo que está contemplando. Sus palabras, su refrescante
presencia, esas dos palabras suyas: “para mí”, eran una invitación a abrirnos de
par en par, sin miedo, a lo que la pintura y el arte pueden decirnos.
Cuando hablaba con él, cuando vamos a los museos, los cuadros nos llaman,
podemos establecer con ellos una comunicación real, entramos con ellos en una
conversación silenciosa y elocuente. Siento que estoy en el paraíso. Con su
dulzura me hablan de que podemos sobreponernos a la adversidad. Me cuentan
con convicción tan fácil y persuasiva que somos indestructibles. Me hablan del
don de nuestra eternidad, tan natural, tan misteriosa, susurran que pertenecemos
al paraíso.
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen los rostros de Botticelli
irradiando sobre nosotros su luz

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen los rostros de Botticelli
y Giovanni Bellini
con una confianza irrefutable en lo eterno
que se derrama sobre nosotros
como un gran don,
nos lo dice con el silencio de sus atardeceres
y nos lo dice un anochecer
que pintó Watteau

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice El Greco:
el Espíritu cambia la forma de las cosas,
el Espíritu expande
los cuerpos y la mente
para que alcancen la Luz.
Nos lo dice Miguel Ángel
con su Cristo Salvador
en la Capilla Sixtina:
un Cristo revolucionario
que salva a todos:
salva a los condenados
y salva a los salvados

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Rubens
que con su corazón sin límites, tan libre,
como el de Dios,
contiene todo, acepta todo.
Nos lo dicen las manos entrelazadas
de Judas y Jesús en el cuadro de Van Dyck

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen las noches de Friedrich
y su luna que irradia Conciencia
para siempre, que irradia Vida de verdad,
que vence a la muerte
y todos sus sicarios,
el miedo, la ambigüedad, la acobardada timidez

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el Baco un poco triste
e infinitamente compasivo de Caravaggio
que nos ofrece un cáliz de vida
para dejar atrás nuestros males
y dejarnos caer
dulcemente,
confiadamente,
en este momento,
en cada momento,
como lo hacemos ahora,
así

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el corazón tan limpio de Mark Rothko.
Somos el paraíso,
nos lo dice Ramana Maharshi
con una sonrisa,
nos lo dice un vaso de Morandi
y Jesús entre los niños
y entre los malvados
y también en la cruz

ooo
MAÑANA DE PASCUA

Soy vigilante del Museo. Llevo aquí trabajando bastante tiempo, quizá ya diez
años. Me gustan los cuadros, unos más que otros, claro. Pero también me gusta
fijarme en los visitantes, en los cuadros que miran, en lo que les oigo decir al
pasar a su lado. Pero de todos los visitantes hay uno que capturó especialmente
mi atención, aquel visitante misterioso, ésta es su pequeña historia.
Se trataba de un hombre ya entrado en años pero no viejo, incluso a veces tenía
un aire vagamente juvenil, indefinido, como si pudiera tener cualquier edad o
incluso ninguna. Le he visto muchas veces a lo largo de los últimos dos o tres
años, viene a cualquier hora del día, pero sobre todo al anochecer.
Me suele tocar estar en la primera planta, en las salas de pintura holandesa, en
la de los impresionistas, pero es en la sala 31, con pintura europea del XIX,
donde más permanezco y es allí donde nuestro visitante más tiempo permanece
también. Se queda clavado delante de un cuadro del romántico alemán Friedrich,
es un cuadro pequeño, “Mañana de Pascua”, que a mí no me dice mucho. Se ve
una luz de luna muy bonita pero lo demás me parece anodino, no pasa nada.
Como saben, se ve a tres mujeres tranquilas bajo la luna y ya está. Parece que el
cuadro hace alusión a la resurrección.
Bueno, pues a nuestro hombre este pequeño lienzo parece fascinarle. No se
cansa de mirarlo, de pie, frente a él, se aleja, se acerca. Parece que un hilo
invisible le uniera a esta pintura.
He coincidido con él en otras salas, mirando algún cuadro de Ruysdael con
niños tirando bolas de nieve, o ante un cuadro de luna de Van der Neer. Pero es
ante este cuadrito de Friedrich, donde se queda como arrobado, extasiado.
Un día, una compañera me dijo que le había dicho que no se podía acercar
tanto a la pintura; quizá a mi compañera le pareciera que nuestro espectador se
iba a caer dentro del lienzo, succionado por su luz. Respetuosamente, el visitante
le respondió que era para verlo mejor, pero sonriendo retrocedió varios pasos.
Al poco tiempo el lienzo fue cubierto por un cristal. Me hace gracia, un día el
visitante le dijo a otro vigilante amigo mío que el cristal tenía dos manchitas y
que estaría bien limpiarlas. El vigilante le dijo que no se preocupara, que lo
comentaría al servicio encargado de ello. Yo me he fijado y después de varios
meses las pequeñas manchitas seguían ahí.
Otro día, ya cerca de las siete, cuando cerramos, le vi entornar un poco una de
las contraventanas junto al cuadro que dan al Paseo de Recoletos. Ante mi
mirada cortésmente inquisitiva, me respondió que era para que los coches no le
distrajeran. Sonreí, tenía razón.
También sonreí otro día, era ya la hora de cerrar y se lo dije. Y él, en vez de
darse la vuelta y marcharse, se fue andando despacio hacia atrás, sin perder de
vista el cuadro, alejándose poco a poco de él, como para no separarse de él.
Una noche soñé con él. Estaba como siempre ante su cuadro favorito, pero esta
vez la sala estaba totalmente a oscuras, era de noche, no había nadie excepto el
cuadro y él. Y la luz de la luna del cuadro se salía del marco y caía a los pies del
visitante en silencio. La luz suave de la luna, levemente dorada, se extendía
lentamente envolviendo al espectador y a la sala con una luz amable, una luz de
paz, de bienestar. Muy discretamente, muy silenciosa la luz de la luna, emanando
esta maravilla dorada y tranquila que yo también sentí.
Desde aquel día creo que empecé a entender al visitante y el porqué de sus
asiduas visitas. Quizá fuera esto, lo que sentí en mi sueño, lo que embargaba su
ánimo.
Poco después de mi sueño, llegó el fin de mi historia. Una tarde, muy poco
antes de cerrar, se acercó a mí lenta y tímidamente y me dijo, al tiempo que me
ofrecía una hoja: Para usted.
Y luego, como corrigiéndose, añadió: Para ti.
Con sorpresa, apenas acerté a decir “Gracias”. Luego se fue. Aquella fue la
última vez que le vi. Abrí la hoja, escribo aquí lo que escrito a mano en ella leí:
Un camino leve
una noche oscura
unos cuantos árboles
alguna colina
tres mujeres en penumbra

en este escaso marco


se te concedió lo eterno
se te regaló la luna
El silencio de los cuadros

Ante nosotros los cuadros en silencio.


No se han vuelto mudos.
Las palabras de amor que en ellos laten,
los susurros de devoción,
las oraciones y las imprecaciones,
los insultos y las burlas,
los gritos de guerra y las dulces palabras,
acogida, buen consejo, sabiduría,
las ha guardado el silencio de las pinturas
para nosotros.
Si escuchamos podemos oírlas,
nos llevan más allá de ellas mismas
al silencio donde nacieron
y al que han vuelto para siempre.
¿Por qué se oyen tan bien todas esas palabras
en el silencio de los cuadros?

El poder de la pintura y del espíritu,


la entrega apasionada del pintor a la llamada
de la polifonía de la vida
hacen posible este milagro

El silencio parece haber podido


capturar y custodiar lo esencial de cada latido
de la vida y nos lo devuelve puro,
sin nada superfluo, sin el ruido abrumador
que a veces nos ciega y abruma

Parece que la pintura se haya abierto paso


entre tanta maleza y selva infranqueable
y haya rescatado lo que resulta crucial
para entender lo que ahora ocurre
y ya hace mucho ocurrió

El silencio de los cuadros, elocuente,


podemos vivir en él,
morir en él,
guarda secretos dulcemente,
en él descanso y sabiduría,
revelación y plenitud

Finalmente una joya que sobrepasa


a todas las otras que el silencio atesora:
El silencio cuando los cuadros fueron pintados,
el silencio de las escenas pintadas,
el silencio nuestro al mirarlas:
está aquí,
acoge a todo sin fin
Esta mirada tranquila,
ajena a la conducta del mundo,
parece estar viendo, siendo,
algo esencial, la luz, la vida eterna
que hay en las cosas.
Es el rostro de Cristo
pintado por Quentin Massys
hace quinientos años.
Sin preguntarnos nada
hace que se tambaleen
muchas débiles certezas.
Su clara visión, su comprensión,
hace que aflore en nosotros
la misma confianza que él tiene.
La confianza que vence todas
las adversidades nace de ver
lo eterno en nosotros

No nos ha dicho ninguna palabra


No nos ha preguntado nada
No ha dudado de nosotros
No nos ha pedido nada

Nos ha enseñado todo


“Los que comen patatas”, de Vincent Van Gogh
en el museo Thyssen

Una silenciosa celebración iluminada por el amor. Esta imagen nos dice que el
arte es superior, infinitamente superior, a algo que colgar en las casas de los
ricos.
Por encima y más noble que todos los intereses económicos para ganar dinero.
Las patatas que comparten estos humildes es la celebración del respeto por los
otros, de ver en ellos algo digno y elevado.
La piedad, el amor, les hace ver en quien está sentado a su lado y en ellos
mismos algo noble, indestructible, merecedor de todo cuidado y delicadeza,
eterno; este grabado nos hace descubrir un pequeño y maravilloso fuego, nos
hace redescubrir para qué sirve el arte, para qué debieran servir los museos.
“Venus recreándose en la música”, de Tiziano

“Venus recreándose en la Conciencia”


creo que también se podría llamar este cuadro,
Conciencia anterior a las palabras
y al pensamiento
y fuente a la vez de todos ellos

Conciencia sabia y en paz


con todo lo creado
con la muerte y con la vida
con nuestra finitud
y nuestra infinitud

Conciencia que desborda el cuadro


y se extiende benéfica sobre todos nosotros
Piedras de catedrales

Piedras del Duomo de Florencia,


de la catedral de Oviedo,
de San Miniato al Monte,
piedras oscuras,
a veces casi negras,
silenciosas, anónimas,
quemadas por el sol y el frío,
acariciadas por la luz y el aire,
habéis visto tantas cosas
y perduráis aún,
ajenas a este mundo y sin embargo en él,
no compartís sus afanes y quimeras,
aunque a veces os desmoronáis,
indiferentes a la ruina,
persistís en recordarnos
una patria más alta
por encima de cualquier adversidad
El rey David

Lo que somos
está aquí en esta piedra
que representa al rey David con su arpa.
Al amor, la dulzura,
a nuestra fuerza eterna,
está cantando en silencio el rey,
siendo lo que es,
por encima del miedo
y el sufrimiento.
Su canto y su silencio son uno.
Contemplando la piedra
la siento latir en mi pecho,
este núcleo infinito, en mí,
en el rey con sus ojos cerrados,
encarnado en granito
que brilla como el cielo
en la noche de estrellas

El rey David,
del taller del Maestro Mateo,
siglo XII
Cuatro patas de un caballo
dibujadas por Leonardo

A veces los arqueólogos y también nosotros,


a partir de un breve fragmento de cerámica,
vislumbramos toda la plenitud
del vaso o el ánfora
a la que pertenecía.
Plenitud es también
el pequeño fragmento

Algo semejante podemos encontrar


en estos dibujos de Leonardo.
Con una precisión,
con una libertad imaginativa
que hace mucho más maravillosa la precisión
y gloriosamente la trasciende,
Leonardo mira y sueña y dibuja

A partir de estas cuatro patas


podemos ver tanto…
La energía, el corazón,
la vitalidad exultante
pero también armoniosa
del animal y su universo
podemos intuir y sentir
en estos asombrosos y también humildes
trazos de Leonardo
Ante “El Jardín del Amor” de Rubens

Mucho tiempo mirándolo,


viene de él algo maravilloso,
una paz, una dulzura.
Me siento unido
a estos hombres y mujeres,
me dan algo tan noble, tan bueno.
No sobresale, al mirarles, su individualidad,
sino algo superior, más alto,
que les hace más felices y amables,
más pacientes y sabios;
se siente que están habitados
por una paz elemental y amorosa
donde todas las individualidades gozan,
una paz que abarca los árboles, las nubes,
el cielo del anochecer, la luna,
y a la que todos ellos se entregan.
Yo también me entrego con ellos
a este sentimiento de dicha y descanso
que se extiende fuera del cuadro,
como una ola que desea bañar el mundo.
Hay un amor que se respira en este Jardín,
es un amor espiritual
que surge de la materia santa.
El mundo debería ser
una prolongación de este Jardín,
no lo que muchas veces es,
un lugar hostil, enfangado
por la ceguera de los hombres
Este cielo, este cielo
que comprende todos los siglos,
todos los tiempos,
el aire, la luz,
¿qué hacer con todo esto?
Te mueves con ello,
lo aprecias, no tienes palabras, lo aprecias,
te das cuenta de que eres esto

Desnudo recostado,
de Pablo Picasso

a Manuel Luca de Tena y Jose María Sicilia,


Teresa Sebastián,
Yolanda Bernat, Guillermo y Lucía
Una choza con troncos y hojas, un hombrecito clavado en una cruz mira cómo
San Jerónimo saca una espina a un león, un león que pronto atacará a un hombre
en el camino, montañas de paredes verticales, lisas como espejos, de las que
salen nubes de tormenta, un hombre rodea una colina agreste por un precario
camino de tablas, las praderas verde azuladas y unos cuantos árboles que forman
un bosque impenetrable del que surgen un viejo y un niño, maestro y discípulo, si
dejan el camino se perderán, el camino es infinito, ilimitado, un conejo inmóvil
escucha el viento de la tarde y el mar que se adentra en la tierra y deja que las
barcas se deslicen por su tersa superficie, castillos, casas diminutas, campesinos
invisibles se mueven en las sombras y atraviesan como si se tratara de un milagro
una pradera, los ladrones roban a un inocente, un burro les mira, desde los ojos
del burro nos mira Dios, dos cisnes blancos se reflejan en un estanque azul, el
cielo acaricia la tierra, algo, alguien, que ningún nombre abarca vive en esta
inmensidad y es origen de toda paz.

Paisaje con San Jerónimo,


de Patinir
Miguel Ángel rompió esta estatua pero el poder de la materia animada por el
Espíritu va más allá de los deseos del escultor. Incluso si Miguel Ángel no sabía
que esta escultura estaba expresando la Vida en su cima, incluso aunque Miguel
Ángel no quiso terminarla, este Cristo, incluso dislocado y roto, paradójicamente,
tiene una fuerza irresistible que derrota a la muerte. Él está vivo, moviéndose y
expandiéndose, expresando las posibilidades increíbles de la Vida.
Nada le falta y da una impresión de plenitud absoluta. Incluso si le quitásemos
todo, el Espíritu en Él continuaría viviendo gozosamente, dando confianza,
derramándose sobre la Vida.
Es Él, este Cristo roto, este Espíritu sin límites, quien nos sostiene y nos abraza y
nos devuelve a la Vida, nos recuerda que somos así, somos uno con Él…
Para mí, este Cristo roto y deformado tiene una armonía propia que va más allá
de todas las normas convencionales y sus límites. Es la armonía libre del
todopoderoso Espíritu que sopla donde quiere y como quiere. En este Cristo
podemos ver la energía creadora de vida: todo renace a su paso. Esta radiación
que es Jesús es una ola que todo abarca, todo vence, todo eleva. Es una felicidad
ser llevado a través de la eternidad por esta ola, ser esta ola.

La Piedad Bandini,
de Miguel Ángel
El paraíso

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Leonardo
en las miradas de Santa Ana y María

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice El Greco
con todas las almas viviendo en la luz

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Miguel Ángel
con su Cristo Salvador
en el Último Juicio
derramando vida sobre todos nosotros,
revelando todas nuestras máscaras
para que las dejemos caer
y ser lo que realmente somos

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Brueghel
con su tierra humilde y el cielo y los árboles
que nos acogen aun en medio
de nuestra más terrible locura,
nos lo dice su santo caballero Martín
rompiendo el velo de nuestra ceguera

Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Rubens
con respeto amoroso
invitándonos a entrar en el Jardín.
Nos lo dicen Judas y Jesús
con sus manos unidas
que pintó Van Dyck.
Nos lo dice Jacob Jordaens
con su sagrada familia:
su hija, él, su mujer
y la doncella de amorosa penumbra

Venid al paraíso,
nos lo dice Vermeer
con su proceder reverente
que nos devuelve a un tiempo tan nuestro…
un tiempo de eternidad y plenitud

Pertenecemos al paraíso,
susurra Friedrich
con sus nubes que somos nosotros,
perdiéndonos en el cielo infinito,
venciendo a la muerte
para que también la venzas tú

Lo sugiere Tiziano
con su Venus que es eterna conciencia
encarnada en esta mujer.
Nos lo dice Caravaggio
en Santa Úrsula
que mira casi amorosa,
con rara paz esencial,
la flecha que atraviesa su pecho
Somos el paraíso,
canta Hokusai,
los hombres somos montañas
y nubes y agua dichosa
que corre sin fin,
lo que parecía amenazante nos salva,
sus tigres y águilas, liebres y cabras
respiran dicha, nos llevan con ellos
a una verdad íntima,
interpenetración eterna, celebración infinita

Nos lo dice la plaza de San Marco en Venecia


con tantos corazones
que bienaventurados heredan la tierra
por el simple hecho de ser.
Nos lo dice Ramana Maharshi
con la luz de todos
mientras muere de cáncer
y también Jesús
en la luz de la cruz

a Geny Enjuto Bernat y su madre Paloma,


Bernardo Gianni O.S.B., Pepe Torrubiano,
Benjamín Larrea, Pepe Asensio, a ti
En la Sacristía Nueva en San Lorenzo, en Florencia

No hay muerte aquí,


sino algo que la muerte
no puede tocar,
yo lo llamo Conciencia,
Vida, Dios.
Ante ello la misma idea de muerte
se deshace

Aquí reposan Lorenzo el Magnífico


y su hermano Giuliano.
También Lorenzo, duque de Urbino,
y Giuliano, duque de Nemours.
Las estatuas de estos dos últimos
y las cinco restantes están vivas

No se mueven
con la idea usual
que tenemos del movimiento.
No hablan con las palabras
que usamos a diario.
No piensan ni actúan
con el concepto que usualmente tenemos
del pensamiento o la acción

Están vivas.
Dormidas a lo que pensamos
vida cotidiana,
con preocupaciones y dolor
y tiempo sucesivo
y miles de circunstancias.
Despiertas a una Vida esencial,
plena, que ninguna circunstancia
puede alterar

Ésta, siento, es la maravillosa luz


que refulge tranquila, serena,
y fluye siempre
en esta estancia maravillosa;
esta luz que no necesita brillar
y veo y siento
con lo que soy,
la misma Vida
que comparto con las estatuas

La Noche, el Día,
el Crepúsculo, el Amanecer,
María y Jesús… Son uno
y comparten una bondad universal,
íntima, nuestra verdadera entraña,
en paz, indestructible
ÍNDICE

La Tempestad y Paisaje Místico de Giorgione y Giovanni Bellini


Arte Sagrado y Profano
El sol
Paisaje invernal
Mi madre me dijo
Turner
Una acuarela de Turner
Vi el cielo desde los prados
Las ovejas perdidas, de William Holman Hunt
Van Gogh
Los olivos que pintó Van Gogh
El Cristo de Andrei Rublev
El prendimiento de Cristo, de Anton Van Dyck
Un cuadro de Salvator Rosa
La Plaza del Campo en Siena
La Plaza de San Marco en Venecia, de Canaletto
Santa María Novella
El rostro
Cuando yo tenía quince años
Una vez Donatello
La Resurrección de Cristo, de Caravaggio
El martirio de Santa Úrsula, de Caravaggio
Un cuadro de Van der Neer
Pintores holandeses del siglo XVII
Ante las bailarinas con los ojos cerrados
En la inmensidad
Hice un fuego
Un viejo, nuevo día
Sobre Georges de La Tour
Los cuadros de La Tour
Hace años
Extraños en la noche
Gente en una calle iluminada por la luna, de Hiroshige
Hokusai
La Primavera, de Botticelli
El viento
Siempre hay fuego, de Juan Antonio Díaz
A Cristino de Vera
Sendero nocturno, de Juan Carlos Savater
Mañana de Pascua, de Caspar David Friedrich
Sisley, Hiroshige, Peter Brueghel
Cazadores en la nieve, de Peter Brueghel
Abadía en el robledal, de C.D. Friedrich
Quizá
Un cántaro de Jan Brueghel
Esta pintura que soy
De pequeño
Venus recreándose en la música, de Tiziano
El viejo Tiziano
Pertenecemos al Paraíso
Mañana de Pascua
El silencio de los cuadros
Esta mirada tranquila
Los que comen patatas, de Vincent Van Gogh
Venus recreándose en la música, de Tiziano
Piedras de catedrales
El rey David
Cuatro patas de un caballo dibujadas por Leonardo
El jardín del Amor, de Rubens
Desnudo recostado, de Pablo Picasso
Paisaje con San Jerónimo, de Patinir
La Piedad Bandini, de Miguel Ángel
El Paraíso
En la Sacristía Nueva en San Lorenzo, en Florencia

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