Vaso de Devoción
Vaso de Devoción
Vaso de Devoción
ÍNDICE
VASO DE DEVOCIÓN 2
EN ESTE CIELO 116
CANCIÓN DE INVIERNO 237
UNA CONVERSACIÓN SILENCIOSA 279
VASO DE DEVOCIÓN
El cartón es
el terciopelo de los pobres
La luz eterna
consuela al hombre
en la habitación miserable
Contempladores de cómo la tarde
se funde con la eternidad
los niños se tiran bolas de nieve
“Paisaje invernal”,
de Jakob Ruysdael
La ambulancia chillaba
su estridencia no me descompuso
y vi a mi cuerpo morir
Sentado
delante de la luz
El Espíritu
es ya por sí mismo
encarnación
En el Prado cierran
y no me da tiempo
a ver un cielo de Poussin.
Pero aquí está,
en el parque del Retiro,
en la noche con ecos de pintores
y vidas anónimas
Las palabras de Thomas Browne,
lo más curioso de ellas
es el lugar desde donde parecen ser dichas.
Su registro, su tono,
excede y va más allá
de la mera opinión personal.
Se diría que han sido dichas
o fácilmente pensadas
por algo más profundo
que una individualidad,
parecen corresponder
a una dimensión espiritual,
como si fueran
confidencias de la eternidad
Infinito tú también
a Benjamín Larrea
Un día en Toledo.
Y en una calle un cartel
que rememora las fiestas
de la ciudad en 1908.
Leo las siguientes atracciones:
fútbol, corridas de toros,
acontecimientos “esportivos”
y finalmente,
“las limosnas para los pobres”.
La caridad de Jesús y San Francisco
convertida en santo espectáculo.
Quizá se debiera recuperar tan ejemplar visión
y, aprovechando la crisis,
organizar unas buenas procesiones
con San Rodrigo Rato y San Fainé,
Monseñor de la Caixa,
subidos en andas por sus correligionarios
y tirando unos eurillos a los ciudadanos
mientras, entre temidos e indeseados,
pasan a su lado
Otoño de 2012
Bajo nubes espléndidas
lágrimas al anochecer
Bienaventurada la Bodhisattva
An Sang Suu Kyi
que nunca ha dejado de luchar
por los derechos humanos
desde la dulzura y firmeza del paraíso,
desde la dulzura y firmeza del corazón
Hay un camino
el camino de la luz
Pienso que muy pocas personas
pueden entender este cuadro,
seguramente esté equivocado.
Se llama “Muerte”, “Matamoe”,
de Paul Gauguin.
En él se ve cómo la vida
es siempre superior a la muerte.
En esta pintura, la muerte
está en cada cosa,
y sin embargo
quien vence es la vida.
En realidad, el cuadro
está diciendo, de una manera
muy discreta, que la muerte
es una palabra inadecuada
para lo que tenemos
ante nuestros ojos.
Pocos cuadros
me han traído tanto
a la mente como éste
estas palabras:
“La vida y la muerte
son la Vida de Buda”
Si no podéis entrar
en los pobres paraísos humanos,
entrad en el de Dios
Me acuerdo
que mientras me moría,
veía moverse muy lentamente
las ramas desnudas de los árboles
y el cielo como una puerta abierta
me recibía feliz
y yo también estaba feliz
La luz
en la oscuridad
vela por nosotros
y nos ama
No para mí
Gloria al Señor,
gloria al Señor,
en el sufrimiento
y en la liberación del sufrimiento
Escribí una carta a Dios
pero me la devolvieron de Correos
y en el sobre decía:
“Para la dirección que usted indica,
El Cielo, no conocemos el franqueo.
Guárdela en su corazón,
quizá allí alcanzará su destino”
Te enterrarán
sin tu dolor
Todo cantaba
Vi el huracán
convertirse en una pluma
La única forma
verdadera es el amor
Concédenos
Concédenos la capacidad
de ver tu amor en todas las cosas,
al menos en alguna cosa.
Concédenos ver lo que nos has dado,
esta casa eterna
Entrégate,
Sé el festín de un oso
o la alegría de una ola
o de unas células
a las que les resultas apetecible.
Sé uno con este Uno,
esta paz y alegría,
despreocúpate, disfruta tranquilo
de simplemente respirar
con tu cuerpo universal
La dulce cara de mi madre,
hay rostros que son
una epifanía, una revelación,
parecen venir de una luz más clara,
el sol de Dios
Yo tenía un lápiz
que iba a cuidar y querer
hasta que se quedara muy pequeño
y lo perdí
y ahora debería seguir queriéndolo
dondequiera que esté
lo que quiera que sea
Paseando en la lluvia,
oyendo a los mirlos,
no tengo pan
pero extiendo mi mano
y dos carboneros
se posan en ella;
maravillado,
¿cómo no iban a amar los animales
a Ramana Maharshi y San Francisco de Asís?
29 de octubre de 2013
Los campesinos holandeses
de David Teniers y Jan Steen,
los pintores flamencos del siglo XVII,
viviendo en esa luz protectora
que les hacía compañía
Mi madre me dice:
me queréis como la Virgen María
Querida madre
ahora que has muerto
qué joven eres
El que ve la luz
se convierte en luz
Noli me tangere
En el restaurante chino
una madre da de mamar a su niño,
luego lo pone encima de la mesa,
como un cerdo agridulce.
Algunas personas lo miran,
¡mmm, qué rico!
El amor, el silencio, Dios,
enhebra a todos los seres,
nos une más sabiamente
que lo que conseguirían
todos nuestros esfuerzos
Oí un susurro
que salía de la tierra:
Feliz Navidad para siempre
Feliz Navidad
Un viejecito
que va andando
por la calle
y se vuelve hacia un lado
con una actitud curiosa,
amorosa, pues algo
ha llamado su atención
La santidad
de dos servilletas de papel
guardadas en el bolsillo
Oí hablar de Jesús
que resucitó a Lázaro
y caminaba sobre el mar.
Y un día le vi,
lo imposible se hace posible,
cuando mi corazón
se abrió al suyo
La gloria de Dios
en Sor Sonrisa y su compañera
Cómo llegas
con perfecta humildad
Crucifijo de Cimabue,
Santa Croce, Florencia
El infinito es la distancia
que nos protege de los hombres,
tú mismo eres esa distancia
El infinito es la distancia
que nos hace uno con los hombres
Adán y Eva,
de Alberto Durero,
Museo del Prado
Todas las personas
que conocemos y amamos
y de las que nos tenemos que despedir,
no nos despidamos pues
y siempre nos encontraremos
en algún lugar del corazón.
Compartí contigo algunas palabras,
me preguntaste con tu preciosa voz:
“¿de dónde son ustedes?”
Me dijiste que tu esposa había muerto
hacía tres años y medio.
Hablamos del David de Donatello
y del de Miguel Angel.
Con tu voz profunda y afectuosa, maravillosa,
me hablaste del museo Blu en Pisa.
Sólo para verte
volvería a Florencia de nuevo,
a menudo pienso en ti
Besé la luz
Los Ángeles
1 de diciembre de 2014
Una hoja traída por el viento y la lluvia
se posó en el cristal
y ahí se quedó
acompañándonos
mientras viajábamos por la tierra
Al aire, a la luz,
a las nubes y el frío,
a las hojas que caminan
hacia el otoño,
digo “querido pan”
y me alimento de Dios
Lo que tardas en despojarte
de tus historias y preocupaciones
es lo que tarda la paz de tu verdadero ser
en aparecer
En un mundo de luz
ella se ahorcó,
en un mundo de luz
él la había abandonado,
en un mundo de luz
le dijeron fácilmente
que le olvidara,
en un mundo de luz
nadie a su alrededor
vio la profundidad de su pena,
en un mundo de luz
la luz la llevó consigo
Un tejido espiritual
la Basílica de San Marco en Venecia,
la tela del espíritu
que nos envuelve y nos ama
septiembre de 2014
Viejas catedrales
viejos fuegos
últimas palabras
alas de fuego
caricias de amor
rescoldos de la niñez
la voz de los padres
son copos de nieve en tu pelo
Las limitaciones
de los que no han podido ver
nos conmueven,
de ellas surge la luz en nosotros
Pobre frío
que nadie te quiere
Pobres pobres
que pasáis frío
Amas a la gente,
independientemente de si ves
en ellos a Dios
Honramos el espíritu
en palacios en ruinas,
honramos el espíritu
en iglesias en ruinas,
honramos el espíritu
en bosques en ruinas,
honramos el espíritu
en cuerpos en ruinas
Cuando comprendo este cuadro,
Madame Bouret se me aparece más sabia,
más plena, su dulzura y alegría
se han vuelto más profundas y solemnes,
comprende bien
las tristezas y las penas…
Su luz es por ello más honda,
abarca más, nos comprende mejor
Mi madre es la Conciencia
que permanece
Un iconoclasta de la época
cercana a Durero
borró de sus tablas
las figuras de Adán y Eva
pero la oscuridad es tan fértil
que después de un tiempo
volvieron a surgir
La inmensidad
vino a nosotros
y no nos hizo falta partir
Miradas
nadie las ve
buenos sentimientos
de corazones ocultos
velas en la oscuridad
Alimento
Eric y su madre
se pasan el día en la gloria.
No hay más que oírles,
ella le habla y le habla
y se ríe de él y con él,
el pequeño Eric
de apenas un año de edad.
¿Cómo cabrá Dios
en una casa tan pequeña?
El caso es que ahí está,
entre Eric y su madre
Este cuadro de Friedrich
si no significara nada
sería igual de potente.
No necesita ninguna explicación,
ninguna referencia,
la Conciencia es evidente
por sí misma, se manifiesta,
y la ves o no
Sinsabores, adversidades,
bendecid al Señor
Penas y dolores,
bendecid al Señor
El silencio de Dios
es una palabra, la primera,
una palabra eterna
latiendo siempre en nuestro corazón
Toma un avión
Toma un avión
si puedes,
aunque no puedas un avión te toma,
sin necesidad de moverte,
y llegas instantáneamente
a lo que de verdad eres
Esta mañana
al cortarme las uñas,
sorprendido, pero a la vez
con toda claridad,
vi que no somos el cuerpo,
al desprendernos de él
no perdemos nada,
lo que verdaderamente somos
siempre es
La alegría
de los que viven en Dios
A los que engañan
y explotan a los demás
decidles la verdad:
“El hombre no es
un animal de supervivencia”,
los animales tampoco,
el universo es un animal espiritual
¿Quién sabe
lo que puede hacer la luz
en un corazón?
Los hombres sufrimos, sufrimos tanto.
Buscamos una salvación a nuestra medida,
a la medida de nuestros intereses,
y no la encontramos
porque la salvación es más grande
que nosotros. La salvación nos pregunta:
¿sabéis cuál es vuestra verdadera medida?
Con su belleza, su amor y su paz
la salvación nos hace más grandes que nosotros:
nos Revela que en realidad somos más grandes
de lo que pensábamos
Algo llegó
desde dentro de mí,
una fuerza,
un silencio elocuente,
como una palabra eterna,
incesante,
y esa fuerza
me llamó, vino a por mí,
y yo era esa fuerza,
y esa fuerza es Dios
Es bueno saber
que todas las almas,
de todos los hombres, de todos los seres,
son recogidas y guardadas por Dios
Mateo, 8, 23-24
Yo siempre estoy
abierto para ti,
permanece tú
siempre abierto para mí
En silencio llamé
a la inmensidad
y más rápida que el eco,
incluso antes de mi llamada,
la inmensidad, con su mismo nombre,
me llamó a mí
En esta plenitud
la muerte
es también esta plenitud
Algo inabarcable
en todo momento
nos libra de todas nuestras miserias
de nuestra pequeñez
El mirlo canta
Después de todo
ha quedado lo que siempre está
Mañana de Pascua,
de Caspar David Friedrich
La luz escribe su bendición
en la dulce pared de la iglesia
La Conciencia es amor
El agua de Dios,
en cada momento refréscate
Piedad,
de Daniele Crespi,
museo del Prado
En la tarde helada de enero
un mirlo canta.
¿Qué estará cantando?
No puede ser una maldición
contra este frío
o contra Dios y la creación.
Su dulce sonido,
tan humilde, tan paciente,
quizá sólo exprese la dulzura
de esta pequeña criatura
en medio de este universo tan grande.
Y el canto de este pequeño ser,
paradójicamente, me parece
que no hace sino subrayar
la maravilla inconcebible
de la que formamos parte.
Lágrimas de emoción
oyendo al mirlo en la tarde
Mañana increíble, blanca,
nos da la sabiduría
sin necesitar ningún símbolo.
Nos gustan mucho los símbolos,
pero serán tanto más efectivos
cuanto más sean aquello que simbolizan.
Si tuviéramos más fe
no necesitaríamos los símbolos
y las cosas mismas
se nos revelarían sin ningún velo,
con todo su poder, tan curativo,
como esta mañana
que nos dice que somos ella,
esta bondad infinita
a la que nada falta
y nos libra de todo mal
En la Navidad celebramos
la luz eterna que está en todas partes,
incluso en un niño pobre
que nace en un pesebre en Belén.
En la Pascua de Resurrección
celebramos la misma luz eterna
que somos y que vence a la muerte.
No estemos nunca tristes,
esta luz siempre nos ayuda y conforta.
No nos es imprescindible
ver grandes cuadros o leer libros maravillosos
o ir a sitios hermosos.
La luz que somos brilla siempre,
verdaderamente Dios está en nuestro corazón
Voces de pájaros
asombran al cielo
Todo el mundo
quiere parecerse a Dios
y Dios es amor
Todos los animalillos
son seres humanos
Si miramos a Dios,
somos cada día más jóvenes
Llega un momento en la vida,
y no tiene que ver con la edad que tengamos,
en que es absurdo molestarse
por lo que hacen o dicen las personas,
a no ser que sean barbaridades.
E incluso en ese caso, sobre todo entonces,
quizá no podamos dejar de mirar
a todos con compasión
La fragua
En la fragua,
de Jacopo Bassano
Amanece ya
Amanece ya
el miedo se disipa
olvidamos el dolor
la confianza surge
el silencio calma
el agua es luz
la luz nos salva
porque amanece ya
Amanece ya
las montañas son altas
los árboles nos abrazan
los niños sonríen
Amanece ya
Amanece ya
no importa la muerte
no importa que pierdas
porque amanece ya
Amanece
Amanece
Amanece ya
De repente, el pequeño
trozo de jabón se resbala
entre los dedos y desaparece
por el desagüe de la bañera
El hombre en la calle
fumando un cigarrillo
y es la sombra de mi padre
o mi tío Fernando
Vivir en mí
te da todo lo que necesitas
Un hombre en Roma,
de unos cincuenta y tantos años,
le vi varias veces,
alto, delgado, vestido humildemente,
él mismo humilde.
Coincidí con él varias veces
en la iglesia de Santa María de los Ángeles
de planta de cruz griega
que proyectó Miguel Ángel
y donde los humildes pueden flotar en el aire.
El hombre me impresionó
porque emanaba de él un silencio dulce,
una mansedumbre bendita,
le tengo presente,
estoy con él,
se mueve en mí,
es un ángel, un hombre,
se mueve en Dios
Pompeya
Entramos en la ciudad
y siento pronto su bienvenida,
es hospitalaria,
sus habitantes no están, no hay nadie,
parecen haberse ido de vacaciones.
Estamos en Pompeya.
Somos muchos los visitantes
y poco a poco se van oyendo
menos nuestras palabras
y más el silencio elocuente de la ciudad.
Voy con mi esposa
hacia la Villa de los Misterios,
caminamos entre pinos,
una mariposa, símbolo de la inmortalidad,
revolotea entre las plantas.
Entramos en la Villa de los Misterios
y se hace la paz.
En una estancia
los frescos representan hombres y mujeres
en actitud serena y tranquila,
una mujer peina a otra,
es hermoso contemplarlas;
con sus miradas, su silencio,
acogen a todo el mundo, todo el año,
recorremos sus calles,
sus templos, sus teatros,
las casas donde reían y soñaban,
lloraban y amaban.
Un viento fresco
recorre la ciudad,
un viento que habla
de ligereza y de fuerza,
el espíritu que perdura
y nos da siempre nueva vida,
al que nos entregamos y rezamos
Tu cabello, tu alma,
tan luminosos como la nieve
La vocación de Mateo,
de Caravaggio
La última palabra
Inocencia
al comer un poco de queso
Inocencia
al mirarte
Inocencia
al levantar los ojos al Cielo
Inocencia
al apoyar la cabeza en la pared
Inocencia
al mirar el infierno
Inocencia
al pasear en el viento
Inocencia
al decir lo que creo
Inocencia
al encontrar un poco de belleza
en lo feo
Inocencia
viviendo en silencio
Inocencia
al contemplar las estrellas
Inocencia
en la Eucaristía
al comulgar con la vida
Inocencia
al ser lo que soy,
pobre, inconmensurable,
invisible, eterno, feliz
Anunciación,
de Alesso Baldovinetti,
San Miniato al Monte
El tigre
La gloria de tu frente
en este mundo a veces tan oscuro,
tu luz sin miedo, de tanta paz,
es un milagro, es real
Obediencia y libertad,
ser lo que de verdad soy
me hace digno, verdadero
El rostro de Jesús,
parece querer que su confianza
nazca también en nosotros,
venzamos así las dificultades
y descubramos lo eterno en nosotros.
Esta pintura nos hace descubrir
nuestra esencia, le damos diferentes nombres:
es real, no necesita ninguno
La floresta oscura,
el cielo azul, casi gris, dorado, del anochecer,
¿de dónde viene el amor?
Algo íntimo ha encendido esta llama
que envuelve todo el lienzo.
Podrían ser Paolo y Francesca,
no traicionan a nadie.
El dulce y silencioso asombro
de haber encontrado al otro,
el respeto infinito por el otro.
Y, mientras sonríe travieso Cupido,
una sombra de tristeza,
quizá una llamada hacia un amor más alto,
sobrevuela dulce y piadosa el cuadro
La Aparición de Cristo a los hombres,
de Alexander Ivanov
Un camino breve,
una luna llena,
tres mujeres en penumbra,
ningún obstáculo
entre tú y Dios
y también mi madre
que no era una Medici
pero tenía la cabeza de granito,
pero era un granito poroso, acogedor,
“accogliente” como se dice en italiano.
Mi madre, que sabía de esa otra posibilidad
y no se quiso operar
Somos algo más
que cuerpos que sufren
Somos algo más
que mentes que sufren
Somos el ser eterno
que vive en paz
Cuando vivíamos
éramos demasiado jóvenes,
ahora sabemos más
Rompíamos puentes
con demasiada prisa,
abrazábamos causas
que en un abrir y cerrar
de ojos nos quemaban
Cuando vivíamos
éramos demasiado jóvenes,
ahora sabemos más
Un cuadro de Giovanni Bellini,
Resurrección
No manchéis la luz
con la tristeza,
con la ceguera,
con nuestra falta de humildad.
Que nuestra tristeza
limpie el mundo
No manchemos la luz
con nuestra ignorancia,
con las preocupaciones.
Que nuestra luz
ponga al descubierto
la falsedad de la muerte,
de todas las muertes
La tarde de agosto
parece un silencio sagrado,
tan limpio.
Ninguna circunstancia,
ningún pensamiento, lo mancha.
Parece el principio de la creación,
la puerta abierta al futuro
y aun así, nada falta.
Me lleva a una alegría íntima,
profunda, a una confianza
interior que llega a todas partes
donde descanso
El jardín del claustro
es un jardín de piedra.
Es como un espejo
que refleja tantos siglos,
tantas estaciones,
tantos inviernos y renaceres.
No tiene plantas ni flores,
me recuerda el rostro de Cristo
que quiere nuestro bien
y desea llevarnos a una vida
más plena, verdadera.
Tiene un pozo con el agua
de la que Jesús habló a la samaritana,
puede que no la veas
pero la puedes beber
El Espíritu, la Conciencia,
está escribiendo El Libro
donde todo es sagrado
y en todo momento
lo está leyéndolo, rezándolo.
La mendiga que barre el suelo de la iglesia,
el sol sobre las tumbas,
el musgo y los líquenes que han borrado los nombres,
el padre Nicola que dice adiós a un niño,
todo es El Libro
Los árboles no hacen ruido
Las verjas que chirrían no hacen ruido
Los gatos, las tejas y las flores no hacen ruido
El otoño y la lluvia no hacen ruido
El cajón donde ella guardaba sus poemas no hacía ruido
Las columnas rotas de los templos y los dioses
que murieron y a veces vuelven
para ver cómo vamos no hacen ruido
El niño con su abuelo al caer la tarde
volviendo del colegio no hacen ruido
Los cuerpos ardiendo a orillas del Ganges no hacen ruido
Jesús en la cruz no hizo ruido
Las miradas de amor no hacen ruido
La paz no hace ruido
Tu sonrisa de un momento
es tu alma, tu sonrisa eterna
Eres luz en un mundo de luz,
en Dios que es luz
Pertenecemos al Paraíso,
nos lo dicen cuadros y almas olvidados
en lugares olvidados
La luz y la dulzura
que animaban el retrato
de mi abuela Virgilia eran ella
y ella está ahora en mí
El dolor es transcendido
por nuestra capacidad
de luz eterna,
por la presencia en nosotros de Dios, del Atman,
de ser la Conciencia que permanece,
de ser lo que somos
A tu grandeza
venimos las pequeñas cosas,
a recibir tu amor
que nos hace como tú
Los vencejos
su alegría y libertad
volarán siempre
con nosotros,
aves también de la eternidad
Puedes vivir ahogado, descarrilado,
si crees que sólo eres tu cuerpo
y tus pensamientos,
pero si sabes que eres algo más,
tu vida cambiará, tu vida vivirá
Noli me tangere
No se tocan
él está en ella, ella en él
La luz de la sonrisa
de Clarisa Medici
al abrir la luz de la sonrisa
de su marido Lorenzo
Todos mis pensamientos intoxicados
pero de repente la luna
La vocación de Mateo,
de Marinus Reymerswale,
museo Voor Schone Kunsten, Gante
En el Principio fue la Sonrisa
La escalera de piedra
gastada por los pasos
de los monjes que ya no están,
pero sus pasos
han dado forma suave a la piedra.
La dulzura de los monjes
respira en la escalera de piedra
El amor
Al entrar en la casa
llena de polvo de la obra,
Juan, el pintor,
cubierto del polvo de la pintura
de pies a cabeza
me advirtió solícito:
Ten cuidado, no te manches.
Y a mí, allí, con mi abriguito,
casi se me saltan las lágrimas,
Dios es grande
A los pies de montañas inexpugnables
se extienden bosques azules
que guardan el silencio.
No sólo el silencio
de hace quinientos años
sino también el nuestro.
Vengo a estos bosques
a escuchar el silencio,
a entrar en él y serlo,
silencio intemporal,
silencio eterno
Mi ermita románica,
en ella me recojo,
mi catedral de Chartres y León,
mi mejor viaje de vacaciones,
me refresca siempre,
vence a todo el ruido
y las mentiras del mundo,
es paz y amor, es Dios,
no morimos,
somos Conciencia eterna,
Sabiduría que llena el universo
Es lo divino en nosotros, lo santo humano,
lo que en Jesús dio su vida por nosotros en la Cruz.
Dios, el Dios que está en nosotros
y en todo el universo es lo que nos ama,
se sacrifica por nosotros y nos salva.
Se podría decir que somos nosotros mismos
los que nos salvamos: lo mejor en nosotros,
Dios en nosotros, el Dios que somos y siempre es,
es lo que nos salva
Santa María de los Ángeles y los Mártires en Roma
Lo asombroso aquí
es la humildad de María.
Su humildad reduce a polvo
nuestros deseos de convertir la vida
en un supermercado hecho a nuestro gusto.
Su humildad reduce a polvo
todas nuestras identidades falsas,
nuestros independentismos insolidarios y mafiosos
y nacionalismos salvajes.
Su humildad nos da una oportunidad
de ser nobles y no miserables y
mezquinos egoístas,
Su humildad eclipsa todos nuestros falsos soles,
todas nuestras muertes
De camino al Paraíso
De camino al Paraíso
vi árboles de los que colgaban suicidas,
vi trigo en bocas humanas
que otras bocas humanas mordían,
agua ensangrentada
de corazones rotos
De camino al Paraíso
vi hombres con forma de demonio
que creían que nunca
habían tenido otra forma.
Vi ángeles sonrientes
detrás de prisiones cautivos.
Vi llamaradas de fuego
en torno a almas blancas
De camino al Paraíso
vi anhelos sin fin
estrangulando la mente.
Niños sin luz,
multitudes sin sabiduría,
poca caridad,
almas que dan
la espalda a la vida
De camino al Paraíso
vi la ambición sentada
entre la astucia y la ciega ceguera
cantando canciones
para seducir
y no dejar aprender
a la torpe ignorancia
De camino al Paraíso
vi mi corazón
y el de tantos otros
arder una y mil veces
pero siempre renacía,
siempre renacía
En la camarera
que con una sonrisa se entrega a su labor,
una sonrisa que sólo Dios ve
Tengo fe
en los que no siempre preguntan por qué
Fe en las palabras
que son estrellas que aclaran la mente;
en el silencio, la primera estrella, tengo fe
Tengo fe
en los que son fuertes en el amor,
que todo lo cura y todo lo ve,
en tu vida eterna tengo fe
CANCIÓN DE INVIERNO
CANCIÓN DE INVIERNO
El mar
En la caligrafía de la noche
puedes ver en el cielo oscuro
los nombres de todos
los que han sido
en forma esencial,
el alma de todos los que son,
iluminan el mundo, sonríen,
iluminan la noche,
aunque nadie lo aprecie,
a veces alguna lágrima suya
resplandece
II
LO QUE NO SE VE
Pertenecemos al paraíso
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el dolor y el sufrimiento
de todos los que padecen ahora y siempre
a causa de la ignorancia y la maldad
que tanto se han esforzado por romper su alma
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el llanto, el grito silencioso
que a lo largo de los siglos
se ha elevado del corazón de los hombres
que han sido mancillados y heridos,
asesinados y odiados
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice nuestra sublevación eterna
contra los grandes y pequeños inquisidores
que a lo largo del tiempo
han querido ahogarnos
Pertenecemos al paraíso,
a la paz, a la dicha:
maravillosamente,
milagrosamente,
ha sido vuestra iniquidad
la que nos lo ha revelado
Las desapariciones
tienen algo de milagroso.
¿Puede algo desaparecer totalmente,
sin dejar una huella en el universo,
como si nunca hubiera sido?
Y esa pequeña huella
¿No se convertirá
en otra cosa,
no estará por ahí
en algún fresno
o en la mente
de una persona desconocida
o en la oscura luz de la noche?
Extraños en la noche
Cuando desfallezcas
y te invada la tristeza,
cuando te falte la fe
En toda forma,
en toda hora,
quédate conmigo,
esta tarde estarás conmigo en el Paraíso
III
MUNDOS HUMILDES
El naranja que el pintor Hokusai usó
para sus hojas de arce
sobre el río Tatsuta
se ha vuelto más profundo
Ochenta años
mi madre perfectamente dobla mi rebeca
para que quepa en la bolsa
Infinitud
en ese retrato,
todo pensamiento queda sobrepasado
por la plenitud y se deshace,
y la mujer parece que lo sabe,
no por medio del pensamiento,
sino de la plenitud
lentamente
cae sobre él
y abre un espacio
un espacio en el aire
en el agua
en nosotros
un espacio libre
en paz
“David, ve contándolos,
tienes que contar todos los árboles,
uno, dos…”
La suave voz de la madre
venía del paraíso
¿Qué harás tú
cuando mueras en las montañas?
Cogeré mi vieja bici
hacia donde nací,
camino del Cielo
y diré que aún vivo realmente
¿Qué harás tú
al morir en el océano?
Nadaré como un pez para siempre.
Descansaré como una concha
para siempre menos un día
y seguiré viviendo
¿Qué harás tú
cuando mueras en el fuego?
Arderé como un trozo de leña
y cantaré como una llama en silencio,
me extinguiré, me extinguiré
alimentando mi alma
con la llama que la hace subir a lo alto
¿Qué harás tú
al morir en el aire?
Volaré como un pájaro sin alas
y seré el aire mismo
todo el año volando
y descansaré un día,
cuando menos lo esperes,
en tu corazón,
para que oigas
quién soy realmente,
para que veas
dónde estoy realmente volando
De camino al infierno
recuerdo que me consolaba
al bajar las escaleras
ver un baldosín roto
Veo el cielo
y me parece ver
que aquellos días lejanos
de hace cincuenta años en El Espinar
con mis primas Tate, Lule y Jaime…
aquellos días se han abierto,
se han expandido y son éstos,
este mismo día,
un único día
Madre e hijo
Tu presencia
abraza todo,
tu presencia
trae la paz.
Tu presencia
rompe el mundo,
ningún infierno
puede medrar
ni perdurar
PINTURAS Y POEMAS
Estos dos cuadros fundamentales que vistos en los libros invitan a tantas
interpretaciones y disquisiciones sobre su significado, tuve la suerte de verlos en
persona hace dos años en Venecia y Florencia.
Y fue como si una venda hubiera caído de mis ojos y los viera por primera vez.
No me pareció que tuviera que interpretarlos de manera alguna, sino que eran
claros, limpios y transparentes por sí mismos. No hacían referencia a ningún
código secreto que descifrar. Estaban allí, latiendo, viviendo, diciéndose a sí
mismos con la fuerza, sencillez y naturalidad misteriosa con que lo hace la vida.
Sí, eran misteriosos, pero su misterio era también una respuesta. La misma
respuesta que nos da la vida con sus regalos y su inexplicable riqueza y
diversidad.
Estoy en el parque del Retiro en Madrid mientras escribo estas palabras y lo que
veo ante mis ojos es perfectamente una extensión de esos dos cuadros. Dos
policías a caballo siguen a un jubilado paseando muy lentamente, el largo silbido
de los mirlos es una barca que se desliza suavemente en la mañana.
El hombre de “La Tempestad” de Giorgione está cerca de una mujer que
amamanta a su hijo. Dos de los hombres de la “Alegoría Mística” de Bellini
pasean despreocupados, uno de ellos va atravesado por dos flechas.
Viendo aquellos cuadros justo ante mí, no me costó ningún esfuerzo aceptarlos y
entenderlos. Lo mismo que aceptamos y entendemos la vida con sus increíbles
actuaciones. Entendemos esas pinturas y la vida sin necesitar ninguna
explicación, sin aferrarnos a ningún símbolo. Poseen una claridad que, aun en su
misterio, se revela a sí misma y nos convence de que esa es la realidad y no
podemos sino aceptarla agradecidos.
Una realidad transparente y luminosa que supera y deja atrás todas las
explicaciones e interpretaciones y sentidos porque no los necesita.
Ante esos cuadros yo sentía que la vida me estaba diciendo lo que es: Algo vivo,
inconmensurable, con un sentido por encima de tantos sentidos y significados
como nos gusta añadir.
Y ese sentido que se me hizo presente sin ningún esfuerzo era la recuperación de
la inocencia original. Un estado de gracia, ese sentido último, primordial,
caracterizado, impregnado por una maravillosa sensación de paz, paz absoluta
que se nos concede como una gracia aun en medio de nuestras tribulaciones y
sufrimientos.
También nosotros paseamos como el hombre del cuadro de Bellini, atravesados
por una flecha, la flecha del dolor y las penas. Pero también como él, paseamos
en paz en la luz de la vida.
Arte Sagrado y Profano
La catedral de Salisbury
desde los prados,
de John Constable
Desde lo alto de la colina se podía ver el mar,
los acantilados y las rocas,
y el cercano mar lejano susurrando a las sombras
a la caída de la tarde
Las ovejas habíamos llegado allí por azar y
también por destino. Estábamos perdidas
y no estábamos perdidas
Entre la hierba, las mariposas y el sol
del final de la tarde, mirábamos a nuestro alrededor
buscando un redil para la noche
Hasta que una de nosotras, por azar y también
por destino, al masticar una hoja de hierba o andar
un momento despreocupada entre las rocas
sintió un hogar en aquella vasta y dulce intemperie
y el rebaño se apaciguó y el rebaño se salvó
La Resurrección de Cristo,
de Caravaggio
¿Dónde está Santa Úrsula en este cuadro? Acaban de dispararle una flecha que
atraviesa su pecho y Úrsula, indiferente o acaso con piedad, con amor incluso,
mira su pecho. Es como si estuviera mirando a otra persona, como si no fuera ella
a quien la flecha ha herido mortalmente.
Parece como si la flecha la hubiera distraído momentáneamente de algo más
importante y real, más verdadero. A su alrededor hay violencia y desesperación,
pero no en ella. El arquero verdugo tiene un gesto en su rostro de horror y quizá
arrepentimiento. Un soldado tiende su mano a Úrsula en ademán de ayudarla. Un
personaje que puede ser un autorretrato de Caravaggio muestra su despavorida
consternación ante la escena de la que forma parte. En otro personaje podemos
ver tristeza absoluta.
Pero nada de esto parece afectar a Úrsula. Está por encima de todo esto. Está en
algo más verdadero. Hay algo en ella que la violencia y el horror no tocan. Una
paz esencial, intrínseca e inherente a ella misma, algo eterno e inalterable.
Caravaggio ha acertado a ver esa dimensión de Úrsula y a transmitirla. Por eso
creo que es tan importante este cuadro. Porque es vital y crucial que nosotros
podamos encontrar en nosotros mismos lo que ha encontrado Úrsula.
Siento que formamos parte de una pintura, una obra de arte sin límites, una
realidad que nos da vida y nos eleva. No es materialista ni mecánica. Es una
realidad espiritual.
La pintura que somos es inabarcable, se manifiesta sin cesar en todo.
Las obras de arte merecedoras de ese nombre dan fe de esa realidad y nos guían
hacia ella, nos la revelan, y al mismo tiempo nos ennoblecen y nos dan dignidad,
dan luz a nuestra vida, nos recuerdan que somos luz.
Estas pinturas hacen que nos sumerjamos en ellas, su luz nos atrae como un faro,
aun cuando sea la luz de la oscuridad. Recuerdo una vez que un espectador ante
Santa Úrsula de Caravaggio exclamó: “Un buio sfolgorante”, “una oscuridad
resplandeciente”.
Estos cuadros sin necesidad de palabras ni pensamientos nos llevan más allá y
nos hacen partícipes de una epifanía: entramos en la luz de un viejo, nuevo día,
un día eterno y vital que nos aleja de distracciones baladíes que nos atontan y
abruman.
Estas pinturas nos alejan de los pintores que, reclamándose guardianes de una
supuesta objetividad, parecen decirnos con sus pinturas: “Sólo pinto lo que veo”.
Pero hay otros pintores que responden: “¿Qué hacer entonces con lo que no se
ve?” Y se entregan y pintan lo que no ven aquéllos que han hecho del
pensamiento limitado su bandera.
Un viejo, nuevo día. Si nos atrevemos podremos verlo. Los pintores que se
atrevan podrán verlo.
Podremos ver la misma luz bienhechora que rescatan los objetos, los paisajes, las
pequeñas habitaciones donde se desenvuelve el misterio de la existencia de los
personajes luminosos que habitan estas pinturas. ¿Qué alta respuesta nos dan que
no podemos dejar de contemplarlos ? Quizá sienten todo y están dentro de todo.
Han ido solícitos más allá del pensamiento y tienen la puerta abierta a la realidad,
son reales. Y desde la realidad nos muestran todo, nos muestran a los presentes
y a los ausentes, los ausentes están presentes también, nada hay ajeno para la
realidad, para esta respuesta reveladora.
En ella brilla, sin los intermediarios miopes de la razón y la imaginación, la
presencia eterna de la existencia. En ella vemos la inocencia sin mancha de la
experiencia que nos dice sin palabras que podemos sentir y experimentar la
realidad de la vida; en su luz salvadora, ilimitada, ningún alma se ha perdido
jamás. Esta luz de la pintura hecha vida nos reúne con todas las almas.
Pintura hecha vida, vida que alimenta a la pintura: recogen todas las luces en una
sola luz… arrebatadora.
La esencia de los sentimientos, la violencia, la ignorancia, el odio, la abnegación,
el amor, la devoción… En estas pinturas nuestros sufrimientos y dolores, pero
también la paciencia y sabiduría para sobrellevarlos. Contemplándolas vuelve el
valor, nos recuerdan lo mejor en nosotros y nos dicen que merece la pena morir y
vivir por ello, siempre vivir de nuevo.
Nos inspiran fe, una fe tranquila que nos hace ver siempre la luz de este viejo,
nuevo día.
Sobre Georges de La Tour
En mí, no en mi cuerpo,
brilla una luz,
me recojo y descanso
en esa luz
Extraños en la noche
En esta pintura,
hombres y mujeres están en una calle
y sus cabezas parecen, a su vez, lunas,
reflejos de la luna en el cielo.
Tranquilos, serenos, no parece faltarles nada
ni que deseen nada,
es una escena de iluminación.
Parecen estar dentro de la naturaleza,
de su naturaleza.
Como en otras imágenes de este pintor,
haga frío o llueva, entre cielos grises
y copos de nieve,
las figuras humanas, aun en armonía con lo que las rodea,
están replegadas en su ser, sobre sí mismas,
y no pierden de vista nunca lo que son.
Me traen a la memoria las palabras a un amigo
del maestro zen Shunryu Suzuki
cuando el cáncer lo alcanzó:
siempre serás algo en este universo,
sé quién soy, no temas por mí
Hokusai pintó a Bodhidharma,
que llevó el Budismo a China,
y en su rostro la compasión brilla
como en el rostro de mis abuelos
como en una lluvia de verano
Qué oscuro es el cuadro “La Primavera” de Botticelli.
Ciertamente parece casi una escena nocturna. Los árboles del tupido
bosque son casi negros y el suelo lo es.
Al fondo entre los troncos, una pálida luz que podría indicar el final del
día o más probablemente la llegada de uno nuevo.
La oscuridad del cuadro es acaso cálida y acogedora, maternal. Los frutos
en los árboles son pequeñas velas de afectuoso fulgor.
Pero también hay algo más. Algo acaso diferente o quizá no. Las figuras
del cuadro curiosamente están llenas de luz. Venus está radiante, como
también lo están Mercurio, las tres Gracias, la arrebatadora ninfa Cloris.
Y entonces recuerdo unas antiguas palabras, unas palabras de Buda: “Sed
una luz para vosotros mismos, porque no hay otra luz”.
La luz que somos, la luz que es, hace de lo oscuro un firmamento fértil,
una resplandeciente oscuridad.
El viento
en el Camposanto de Pisa
habla de eternidad
Siempre hay fuego
a Cristino de Vera
La caligrafía de la noche
En la caligrafía de la noche
puedes ver en el cielo oscuro
los nombres de todos los que han sido
en forma esencial,
el alma de todos los que son,
iluminan el mundo, sonríen,
aunque nadie lo aprecie,
a veces alguna lágrima suya
resplandece
Sendero nocturno,
de Juan Carlos Savater
Un camino breve
unos cuantos árboles
una madrugada oscura
alguna colina
tres mujeres en penumbra
Mañana de Pascua,
de Caspar David Friedrich
Sisley, Hiroshige, Peter Brueghel,
tres maestros antiguos
tocados por la varita mágica del desapego,
sus figuras humildes, anónimas,
en los avatares de este mundo flotante,
se entregan a una instancia más alta,
parecen saber,
alguien en la tierra debería saber,
que pase lo que pase
nunca pasa nada
Vuelvo a casa con los perros
y los cazadores en la nieve,
vuelo con las urracas
en el cielo oscuro de nieve,
patino sobre el hielo,
no soy yo, soy otro, otra cosa,
quizá soy, simplemente,
Peter Brueghel me ha llevado allí
“Cazadores en la nieve”,
de Peter Brueghel
Yo sólo he seguido
un camino invisible
que ha resultado ser
lo único que existe
“Abadía en el robledal”,
de C.D. Friedrich
Hay visiones
que nos da el Espíritu
y quedan protegidas
y a salvo en nuestro interior,
nos acompañan siempre,
nos confortan siempre.
Quizá un buen pintor
podría reflejarlas o trasladarlas
a un lienzo sin disminuir
su valor y acaso otros,
al verlas, se sentirían
reconfortados también
Un cántaro de Jan Brueghel,
un atardecer de Rubens,
un sendero de Poussin,
dan testimonio de la paz eterna, universal
que llena todas las cosas
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen los rostros de Botticelli
y Giovanni Bellini
con una confianza irrefutable en lo eterno
que se derrama sobre nosotros
como un gran don,
nos lo dice con el silencio de sus atardeceres
y nos lo dice un anochecer
que pintó Watteau
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice El Greco:
el Espíritu cambia la forma de las cosas,
el Espíritu expande
los cuerpos y la mente
para que alcancen la Luz.
Nos lo dice Miguel Ángel
con su Cristo Salvador
en la Capilla Sixtina:
un Cristo revolucionario
que salva a todos:
salva a los condenados
y salva a los salvados
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Rubens
que con su corazón sin límites, tan libre,
como el de Dios,
contiene todo, acepta todo.
Nos lo dicen las manos entrelazadas
de Judas y Jesús en el cuadro de Van Dyck
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dicen las noches de Friedrich
y su luna que irradia Conciencia
para siempre, que irradia Vida de verdad,
que vence a la muerte
y todos sus sicarios,
el miedo, la ambigüedad, la acobardada timidez
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el Baco un poco triste
e infinitamente compasivo de Caravaggio
que nos ofrece un cáliz de vida
para dejar atrás nuestros males
y dejarnos caer
dulcemente,
confiadamente,
en este momento,
en cada momento,
como lo hacemos ahora,
así
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice el corazón tan limpio de Mark Rothko.
Somos el paraíso,
nos lo dice Ramana Maharshi
con una sonrisa,
nos lo dice un vaso de Morandi
y Jesús entre los niños
y entre los malvados
y también en la cruz
ooo
MAÑANA DE PASCUA
Soy vigilante del Museo. Llevo aquí trabajando bastante tiempo, quizá ya diez
años. Me gustan los cuadros, unos más que otros, claro. Pero también me gusta
fijarme en los visitantes, en los cuadros que miran, en lo que les oigo decir al
pasar a su lado. Pero de todos los visitantes hay uno que capturó especialmente
mi atención, aquel visitante misterioso, ésta es su pequeña historia.
Se trataba de un hombre ya entrado en años pero no viejo, incluso a veces tenía
un aire vagamente juvenil, indefinido, como si pudiera tener cualquier edad o
incluso ninguna. Le he visto muchas veces a lo largo de los últimos dos o tres
años, viene a cualquier hora del día, pero sobre todo al anochecer.
Me suele tocar estar en la primera planta, en las salas de pintura holandesa, en
la de los impresionistas, pero es en la sala 31, con pintura europea del XIX,
donde más permanezco y es allí donde nuestro visitante más tiempo permanece
también. Se queda clavado delante de un cuadro del romántico alemán Friedrich,
es un cuadro pequeño, “Mañana de Pascua”, que a mí no me dice mucho. Se ve
una luz de luna muy bonita pero lo demás me parece anodino, no pasa nada.
Como saben, se ve a tres mujeres tranquilas bajo la luna y ya está. Parece que el
cuadro hace alusión a la resurrección.
Bueno, pues a nuestro hombre este pequeño lienzo parece fascinarle. No se
cansa de mirarlo, de pie, frente a él, se aleja, se acerca. Parece que un hilo
invisible le uniera a esta pintura.
He coincidido con él en otras salas, mirando algún cuadro de Ruysdael con
niños tirando bolas de nieve, o ante un cuadro de luna de Van der Neer. Pero es
ante este cuadrito de Friedrich, donde se queda como arrobado, extasiado.
Un día, una compañera me dijo que le había dicho que no se podía acercar
tanto a la pintura; quizá a mi compañera le pareciera que nuestro espectador se
iba a caer dentro del lienzo, succionado por su luz. Respetuosamente, el visitante
le respondió que era para verlo mejor, pero sonriendo retrocedió varios pasos.
Al poco tiempo el lienzo fue cubierto por un cristal. Me hace gracia, un día el
visitante le dijo a otro vigilante amigo mío que el cristal tenía dos manchitas y
que estaría bien limpiarlas. El vigilante le dijo que no se preocupara, que lo
comentaría al servicio encargado de ello. Yo me he fijado y después de varios
meses las pequeñas manchitas seguían ahí.
Otro día, ya cerca de las siete, cuando cerramos, le vi entornar un poco una de
las contraventanas junto al cuadro que dan al Paseo de Recoletos. Ante mi
mirada cortésmente inquisitiva, me respondió que era para que los coches no le
distrajeran. Sonreí, tenía razón.
También sonreí otro día, era ya la hora de cerrar y se lo dije. Y él, en vez de
darse la vuelta y marcharse, se fue andando despacio hacia atrás, sin perder de
vista el cuadro, alejándose poco a poco de él, como para no separarse de él.
Una noche soñé con él. Estaba como siempre ante su cuadro favorito, pero esta
vez la sala estaba totalmente a oscuras, era de noche, no había nadie excepto el
cuadro y él. Y la luz de la luna del cuadro se salía del marco y caía a los pies del
visitante en silencio. La luz suave de la luna, levemente dorada, se extendía
lentamente envolviendo al espectador y a la sala con una luz amable, una luz de
paz, de bienestar. Muy discretamente, muy silenciosa la luz de la luna, emanando
esta maravilla dorada y tranquila que yo también sentí.
Desde aquel día creo que empecé a entender al visitante y el porqué de sus
asiduas visitas. Quizá fuera esto, lo que sentí en mi sueño, lo que embargaba su
ánimo.
Poco después de mi sueño, llegó el fin de mi historia. Una tarde, muy poco
antes de cerrar, se acercó a mí lenta y tímidamente y me dijo, al tiempo que me
ofrecía una hoja: Para usted.
Y luego, como corrigiéndose, añadió: Para ti.
Con sorpresa, apenas acerté a decir “Gracias”. Luego se fue. Aquella fue la
última vez que le vi. Abrí la hoja, escribo aquí lo que escrito a mano en ella leí:
Un camino leve
una noche oscura
unos cuantos árboles
alguna colina
tres mujeres en penumbra
Una silenciosa celebración iluminada por el amor. Esta imagen nos dice que el
arte es superior, infinitamente superior, a algo que colgar en las casas de los
ricos.
Por encima y más noble que todos los intereses económicos para ganar dinero.
Las patatas que comparten estos humildes es la celebración del respeto por los
otros, de ver en ellos algo digno y elevado.
La piedad, el amor, les hace ver en quien está sentado a su lado y en ellos
mismos algo noble, indestructible, merecedor de todo cuidado y delicadeza,
eterno; este grabado nos hace descubrir un pequeño y maravilloso fuego, nos
hace redescubrir para qué sirve el arte, para qué debieran servir los museos.
“Venus recreándose en la música”, de Tiziano
Lo que somos
está aquí en esta piedra
que representa al rey David con su arpa.
Al amor, la dulzura,
a nuestra fuerza eterna,
está cantando en silencio el rey,
siendo lo que es,
por encima del miedo
y el sufrimiento.
Su canto y su silencio son uno.
Contemplando la piedra
la siento latir en mi pecho,
este núcleo infinito, en mí,
en el rey con sus ojos cerrados,
encarnado en granito
que brilla como el cielo
en la noche de estrellas
El rey David,
del taller del Maestro Mateo,
siglo XII
Cuatro patas de un caballo
dibujadas por Leonardo
Desnudo recostado,
de Pablo Picasso
La Piedad Bandini,
de Miguel Ángel
El paraíso
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Leonardo
en las miradas de Santa Ana y María
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice El Greco
con todas las almas viviendo en la luz
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Miguel Ángel
con su Cristo Salvador
en el Último Juicio
derramando vida sobre todos nosotros,
revelando todas nuestras máscaras
para que las dejemos caer
y ser lo que realmente somos
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Brueghel
con su tierra humilde y el cielo y los árboles
que nos acogen aun en medio
de nuestra más terrible locura,
nos lo dice su santo caballero Martín
rompiendo el velo de nuestra ceguera
Pertenecemos al paraíso,
nos lo dice Rubens
con respeto amoroso
invitándonos a entrar en el Jardín.
Nos lo dicen Judas y Jesús
con sus manos unidas
que pintó Van Dyck.
Nos lo dice Jacob Jordaens
con su sagrada familia:
su hija, él, su mujer
y la doncella de amorosa penumbra
Venid al paraíso,
nos lo dice Vermeer
con su proceder reverente
que nos devuelve a un tiempo tan nuestro…
un tiempo de eternidad y plenitud
Pertenecemos al paraíso,
susurra Friedrich
con sus nubes que somos nosotros,
perdiéndonos en el cielo infinito,
venciendo a la muerte
para que también la venzas tú
Lo sugiere Tiziano
con su Venus que es eterna conciencia
encarnada en esta mujer.
Nos lo dice Caravaggio
en Santa Úrsula
que mira casi amorosa,
con rara paz esencial,
la flecha que atraviesa su pecho
Somos el paraíso,
canta Hokusai,
los hombres somos montañas
y nubes y agua dichosa
que corre sin fin,
lo que parecía amenazante nos salva,
sus tigres y águilas, liebres y cabras
respiran dicha, nos llevan con ellos
a una verdad íntima,
interpenetración eterna, celebración infinita
No se mueven
con la idea usual
que tenemos del movimiento.
No hablan con las palabras
que usamos a diario.
No piensan ni actúan
con el concepto que usualmente tenemos
del pensamiento o la acción
Están vivas.
Dormidas a lo que pensamos
vida cotidiana,
con preocupaciones y dolor
y tiempo sucesivo
y miles de circunstancias.
Despiertas a una Vida esencial,
plena, que ninguna circunstancia
puede alterar
La Noche, el Día,
el Crepúsculo, el Amanecer,
María y Jesús… Son uno
y comparten una bondad universal,
íntima, nuestra verdadera entraña,
en paz, indestructible
ÍNDICE