Jesús y María Magdalena Navegan Vivos - R. Navarro
Jesús y María Magdalena Navegan Vivos - R. Navarro
Jesús y María Magdalena Navegan Vivos - R. Navarro
¿Jesús es Dios? ¿Pablo de Tarso divinizó a Cristo? ¿Los Papas pueden mandar a cualquiera al
cielo o al infierno? ¿Los dogmas generan sufrimientos y neurosis en los creyentes y los ministros
de culto? ¿Se amaron Magdalena y Jesús? ¿Quiénes fueron los cristianos gnósticos? ¿Cómo
puedes desarrollar tu propio ser y disfrutar un encuentro espiritual con Dios tu Padre-Madre?
Conviene saber que hay tres Jesucristo: el histórico, el dogmático y el simbólico:
El Jesús Histórico fue un hombre fuera de serie: profeta, maestro de enseñanzas alternativas,
médico exitoso, y reformador social muy comprometido. Según los cristianos gnósticos, María
Magdalena fue su discípula predilecta y amada esposa. Algunas personas extraordinarias viven al
filo de la navaja entre lo conocido y lo desconocido, lo personal y lo social, lo visible y lo invisible, lo
transitorio y lo eterno: Jesucristo vivió de esta manera.
El Cristo Dogmático genera temor y culpa en los creyentes que se siente obligados a creer,
callar y obedecer, sin buscar su destino individual como personas responsables. Pablo de Tarso
inventó el mito visionario de Jesús-Dios crucificado que borra pecados con su sangre, y los
Concilios del siglo IV dogmatizaron esas creencias. Los Papas se atribuyen el poder de mandar al
infierno a cualquiera, y predican que muchas conductas sexuales son pecados mortales. La iglesia
católica perdió mucha credibilidad por los Obispos y sacerdotes abusadores de niños y jóvenes.
El Jesús Cósmico y Simbólico. En el siglo XXI, Jesucristo rompió las ataduras impuestas por el
catolicismo dogmático (y por otras denominaciones religiosas tradicionales), y en Internet está más
vivo que nunca. Junto con María Magdalena, es un poderoso arquetipo,
lleno de luz y significado, que podemos personificar, y que nos puede
ayudar para vivir en paz, con alegría, y sin tanta violencia.
ÍNDICE 3
Prefacio 4
Introducción 9
Capítulos
1. Jesús y sus Enseñanzas 11
Conclusión 133
Referencias 140
4
Prefacio
Este libro moderniza la personalidad histórica de Jesús de Nazaret, desmitifica al Cristo-Dios que
inventó Pablo de Tarso, y revitaliza al Jesucristo cósmico (= simbólico y arquetípico). También
propone una psicología de la liberación, que tanto necesitan América Latina y los demás países
de habla hispana.
Busca frenar la violencia social y superar la neurosis teñida de dogmatismo y fanatismo. Apoya el
empeño de los amables lectores por desarrollar el verdadero ser, disfrutar niveles de consciencia
más elevados, y comunicarse, de manera cálida y confiada con Dios (y con Jesucristo).
Se dirige a los humanistas, sociólogos, psicólogos, educadores y estudiantes, así como al público
en general. Los librepensadores (mujeres y hombres) de todos estilos, y los cristianos de amplio
criterio, cualquiera que sea su afiliación o denominación, sabrán aprovechar los conocimientos
científicos acerca de Jesucristo que aquí presento. También disfrutarán un poco de humor negro,
y sacarán sus propias conclusiones, por supuesto.
Responde estas preguntas: ¿Jesús es Dios? ¿Pablo de Tarso divinizó a Cristo? ¿Los Papas
pueden mandar a cualquiera al cielo o al infierno? ¿Se amaron Jesús y Magdalena? ¿Quiénes
fueron los cristianos gnósticos? ¿Los dogmas católicos generan culpas indebidas y neurosis en los
creyentes y los ministros del culto? ¿Cómo puedes desarrollar tu propio ser y disfrutar un
encuentro personal con Dios, tu Padre-Madre?
Para solucionar los conflictos neuróticos y los trastornos psicosomáticos relacionados con las
fantasías destructivas y las culpas indebidas que atormentan a tantos católicos y a otros cristianos,
apliqué los principios y las técnicas de la psicoterapia Psicoenergética (de la que soy el iniciador),
y también me apoyé en mis experiencias como profesor, investigador y psicoterapeuta (por más
de cincuenta años).
Recurrí a las bibliotecas y a Internet para respaldar, con entero rigor científico, los temas que
contiene este libro; encontré valiosa información acerca de Jesús y Magdalena, del cristianismo
primitivo, la historia del catolicismo, Carl Jung y el proceso para integrar la propia personalidad, los
distintos estilos de religiosidad (neuróticos y sanos), los caminos hacia los niveles superiores de
consciencia y la iluminación, los cristianos gnósticos, las alucinaciones, etcétera.
1. El Jesús histórico fue un rabino hebreo, iluminado profeta, mediador entre Dios y los
hombres; desarrolló a plenitud su propio ser y mostró una sensibilidad religiosa intuitiva y
excepcional. Veía lo que nosotros no vemos y hacía lo que no podemos hacer, porque
logró ubicarse, de manera continua, en los niveles superiores de la consciencia religiosa.
2. El Jesús dogmático. Por su parte, Pablo de Tarso inventó el mito del hombre-Dios
crucificado que borra los pecados con su sangre, y los primeros Concilios dogmatizaron
sus visiones. Por su parte, los Papas se atribuyeron el poder de mandar al infierno a
cualquiera, y siguen predicando que muchas conductas sexuales son pecados mortales.
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Las imágenes del crucificado causan grave daño psicológico a los niños; el lejano
Jesucristo dogmático fomenta la misoginia, el machismo ancestral y el masoquismo de las
mujeres sufridas. En las misas del domingo, los sacerdotes predican las mismas doctrinas;
por su parte, a los practicantes les toca creer, callarse y dar limosnas a la iglesia
católica institucional (y a las demás iglesias cristianas).
La iglesia católica perdió gran parte de de su credibilidad, por los conocidos escándalos
de los Obispos y sacerdotes abusadores de niños y jóvenes. Además, sus doctrinas
represivas provocan depresión, culpas neuróticas indebidas, toda clase de síntomas
psicosomáticos, obsesión, alcoholismo, abuso de drogas y disfunciones sexuales.
3. El Jesús cósmico y simbólico. En el siglo XXI, Jesucristo rompió las ataduras de los
credos y catecismos; escapó de los seminarios, los templos y monasterios; rebasó la
autoridad de los Papas y Obispos. Es un poderoso símbolo universal (un arquetipo)
lleno de energía luminosa; un modelo ideal que cualquier persona puede atreverse a
imitar.
El Jesucristo cósmico y arquetípico está más vivo que nunca en Internet; forma parte de la
consciencia planetaria (Gaia); tiene la inmortalidad que los medios de comunicación han
otorgado unas cuantas personas excepcionales. Como dice la sabiduría popular: “Pueden
matar al mensajero, pero no pueden matar su mensaje”.
En Internet hay miles de sitios con material reciente acerca del estudio de los evangelios, la historia
de Jesús, la interpretación de sus enseñanzas, las nuevas teologías, la arqueología, la historia del
cristianismo, los niveles superiores de consciencia, los escritos cópticos, las psicoterapias mente-
cuerpo-espíritu como la Psicoenergética, etcétera.
Los cristianos “gnósticos” (conocedores de una enseñanza oculta) se dedicaron al desarrollo del
propio ser, la unión con Dios y la búsqueda de la propia inmortalidad a través de la comunión
sexual cariñosa en pareja (el sacramento de la cámara nupcial), siguiendo el ejemplo de Jesucristo
y Magdalena. No tenían jerarquías ni instituciones bien definidas; también, defendieron la absoluta
igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres.
Estaban convencidos de que cualquier persona (hombre o mujer) puede llegar al conocimiento
directo, personal y absoluto de las verdades más auténticas que fundamentan la existencia
cósmica, individual y social. Esta meta es asequible para todos nosotros, y debería considerarse
como el logro supremo de cualquier vida humana que vale la pena.
Los muchos códices de Nag Hammadi, que contienen las enseñanzas de los cristianos gnósticos,
se descubrieron en 1945, y se terminaron de traducir del cóptico (= egipcio antiguo) al inglés y a
otros idiomas en 1970. Muestran una modernidad asombrosa; han generado renovado interés por
descubrir de nuevo y revivir al Jesucristo histórico y al simbólico.
Según Jung, la civilización occidental sufrió graves heridas por la injusta y violenta represión de
ese camino religioso. Albergaba la esperanza de que esas enseñanzas, tan iluminadas e
intuitivas, muy superiores a las enseñanzas del cristianismo actual, se incorporara de nuevo, a la
brevedad posible, a la cultura y a la espiritualidad de Occidente.
Eso ya está sucediendo; en la actual época postmodernista, las personas prefieren las nuevas
interpretaciones sociológicas, psicológicas y cósmicas acerca de Jesucristo y María Magdalena,
como las que propongo en este libro. Por su parte, las opiniones dogmáticas acerca de Jesucristo
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se han ido debilitando, debido a la enorme importancia vital, emocional, impulsiva y conductual
que tienen las imágenes, los símbolos y los arquetipos.
Conviene advertir que los humanos, junto con Dios, y con todo el universo, somos energía.
Existimos simultáneamente dentro de cinco niveles de energía (Klinghardt, Navarro):
1. El cuerpo físico, con sus aparatos, sistemas y estructuras, es el nivel más denso. Incluye también
a los genes y a las células, junto con todo lo que podemos sentir y percibir a través de los cinco
sentidos.
3. El cuerpo mental reúne las creencias, las actitudes y los pensamientos. El catolicismo dogmático
se congeló en este nivel desde el siglo IV, con sus listas de pecados y prohibiciones. Sin embargo,
muchas personas actuales utilizan, con relativa facilidad, los niveles de energía más elevados.
4. El cuerpo intuitivo (= el de los sueños y los símbolos) sobrepasa al lenguaje; incluye los arquetipos,
los fenómenos paranormales y los niveles superiores de consciencia, incluyendo la consciencia pura,
que presupone el desarrollo y la integración del verdadero ser.
5. El cuerpo espiritual es la relación cálida, cercana e íntima que algunas personas tienen con Dios.
Los caminos para llegar a eso son la oración, la contemplación, la compasión, la ayuda a los más
necesitados, etcétera.
Las emociones y los sentimientos se refieren a los niveles 1 al 3, y lo que llamamos “alma” o
“espíritu” se relaciona mejor con los niveles 4 y 5. Mediante estas páginas propongo las teorías y
las técnicas de la psicoterapia Psicoenergética para ayudar a desbloquear y elevar los niveles
emocional-mental, intuitivo-simbólico y espiritual de los lectores. También propongo soluciones
prácticas para los problemas psicosomáticos que afectan a tantas personas que buscan a Dios de
manera dogmática y neurótica.
Confío en que este libro apoyará al desarrollo personal, familiar y social, la compasión hacia los
demás (en particular los más pobres y necesitados), la fraternidad universal y la expansión de la
consciencia planetaria. Como dice un conocido proverbio chino: “Más vale encender un cerillo que
maldecir la oscuridad”.
Introducción
Jesús (su nombre hebreo “Yehoshua” significa “Yahvé salva”) nació en Galilea, y lo crucificaron en
Jerusalén durante el reinado del emperador romano Tiberio (año 6 a 4 AC a cerca del 30 DC).
Como relatan los evangelios, fue un predicador itinerante, parecido a su precursor, Juan el
Bautista. Ambos insistieron en que el Reino de Dios estaba muy próximo (Mt 3:2 y 4:17).
Hablaba arameo, y es probable que conociera algo de latín y griego. Sus enseñanzas y sus
parábolas reflejan el contexto cultural judío de su época. En repetidas ocasiones aseguró que era
“el Hijo del Hombre”, es decir una persona humana solamente. Conocía las escrituras y los
preceptos de la ley de Moisés, porque era un rabino hebreo (= un maestro) que enseñaba en las
sinagogas.
Propongo que existió Jesús de Nazaret, como una persona histórica, humana solamente, porque
los evangelios conocidos (canónico o no), y otros importantes documentos antiguos, ofrecen
suficientes evidencias históricas que apoyan este punto de vista. Sin embargo, tenemos otras dos
opiniones:
1. Para algunos estudiosos ( por ejemplo Humphreys), Jesús fue un personaje mítico imaginario,
parecido a Osiris, Krishna, Dionisio, Apolo y Mitra, y nada más que eso. En pocas palabras, la
persona real y humana de Jesús de Nazaret nunca existió.
2. Según Pablo de Tarso y sus seguidores, Jesús fue el Hijo de Dios encarnado, que vino a este mundo
para redimir a la humanidad (mediante su muerte en la cruz) del pecado de Adán y Eva. Además, él
dejó a Pedro las llaves del cielo y del infierno, resucitó de entre los muertos, y regresará, el día del
juicio final, para juzgar a toda la humanidad.
En muchos temas, la mejor información es la más reciente, porque las ciencias avanzan, y ofrecen
nuevos descubrimientos y maneras más prácticas y creativas de manejar las situaciones
personales y sociales. Sin embargo, los antiguos pensadores dijeron (y escribieron) algunas cosas
muy sabias, que merecen recordarse.
Los que no conocen la historia, repetirán los mismos errores que cometieron sus antepasados, y
no aprovecharán la lección de su insensatez y de sus fracasos, ni tampoco conocerán los grandes
logros que el espíritu humano ha podido lograr, a través de su evolución milenaria en este planeta.
Empleo las palabras Jesús, Jesucristo, Maestro, y Cristo (el ungido, como lo fueron los reyes y los
profetas Hebreos), para referirme a la misma persona histórica. Utilicé la Biblia de Jerusalén para
todas las citas pertinentes. Pasando al tema del Jesús histórico y las principales diferencias que
tiene con el Jesucristo dogmático:
Ningún historiador ha demostrado con certeza que Jesús tenía 30 años cuando empezó a predicar
su evangelio. Es probable que entonces tuviera menor edad que esa, y que fuera un joven activo
de clase media, precoz, muy ingenioso y lleno de confianza en sí mismo. Desde el principio de su
ministerio, este maestro mostró gran habilidad para curar a los enfermos, y la ejercitó de manera
muy hábil y deliberada.
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Loisy, sacerdote católico, experto en arameo e historia, inició la moderna interpretación bíblica
hace más de cien años. Despojó a la revelación de las representaciones antropomórficas típicas,
que la conciben como la rígida comunicación divina de algunas verdades inmutables, que ya están
terminadas (desde el principio de la humanidad).
Estudió el género literario de los evangelios, y concluyó que no son obras de historia -como
entendemos ahora esta ciencia-, porque contienen los testimonios de los primeros cristianos, en
los que narran sus vivencias religiosas y expresan su fe, aunque también nos trasmiten algunos
datos acerca del Jesús histórico y de sus enseñanzas.
El Jesús histórico nunca podrá ser el mismo que el de los dogmas, porque éstos se basan en
interpretaciones intelectuales, relativas y subjetivas. En su opinión, los dogmas católicos deberían
evolucionar, para mantenerse en sintonía con los avances históricos modernos y los continuos
cambios sociales
Ese autor describe el acontecimiento básico de la revelación como una "experiencia religiosa", una
"percepción" y un "contacto personal con lo divino". Esas experiencias religiosas primordiales se
expresan, a lo largo de la historia, mediante interpretaciones doctrinales que los creyentes van
formulando, a medida que toman consciencia del don de Dios, y de la manera como la Divinidad
actúa en distintas épocas.
Así, la iglesia católica romana se sustenta en un conocimiento intelectual de la relación que existe
entre Dios y la humanidad. En los siglos III y IV, desarrolló un lenguaje filosófico y dogmático,
junto con algunos ritos establecidos (como la misa) que son del todo ajenos a las verdaderas
intenciones del Jesús histórico.
El dogma católico de la divinidad de Jesús no es más que una expresión “sabia y helenista”,
sustentada por algunas teorías filosóficas (paulinas) que trataron de explicar la relación
trascendente y única que existe entre Dios y la persona histórica de Jesús. En otras palabras, el
Jesús dogmático es alguien muy distinto del Jesús histórico.
Loisy le dió a Yehoshuah el título de el "gran revelador", no tanto por el misterio de su personalidad
carismática, sino porque tuvo una percepción (= una consciencia personal) muy iluminada y
penetrante acerca de las relaciones que existen entre Dios y la humanidad.
El principal papel de Jesús es manifestar lo que hay en el fondo de cualquier hombre, facilitando
así la "revelación primitiva", e "inexplicada", que incluye la elección y la práctica de los valores
universales y de las actitudes éticas que todos llevamos escritas -con caracteres indefinidos- en el
fondo de nuestra consciencia religiosa personal.
En mi opinión, el Jesús histórico ejercerá siempre una enorme influencia sobre la humanidad
entera, porque expresó su mensaje a través de un lenguaje claro y certero, (simbólico, intuitivo y
metafórico) acompañado por su lucha apasionada contra la ignorancia, el egoísmo, el sufrimiento y
las injusticias sociales de su tiempo.
Por el contrario, el lenguaje tradicional inmutable de los dogmas y las doctrinas papales será cada
vez menos entendible (= creíble) para las modernas mentalidades de los jóvenes.
9
De manera un tanto paradójica, carece de importancia –para el mensaje del Jesús histórico- que
él no fuera ningún dios, sino sólo un hombre maravilloso que nos enseñó la ruta hacia el desarrollo
de la propia identidad, incluyendo los valores sociales y espirituales más elevados, asociados con
una comunicación personal (y comunitaria) confiada y amorosa con Dios, nuestro Padre-Madre.
Antes del descubrimiento de los manuscritos cópticos en 1947 (y de otros parecidos, como los de
los esenios), casi todo lo que sabíamos acerca de Jesucristo, provenía del Nuevo Testamento
canónico, escrito algunas décadas después de su muerte. Los escritos cópticos (= gnósticos)
reflejan las irreconciliables diferencias en la fe de las primeras comunidades cristianas, en particular
las que hubo entre la que dirigía Santiago, el hermano de Jesús, y los grupos que Pablo de Tarso
fue organizando.
Pasando a otro tema, el tercer Jesús, el cósmico, ya forma parte del imaginario popular, lo mismo
que María Magdalena. En este siglo XXI, navega por Internet, en las redes sociales, el radio y los
demás medios de comunicación. En Internet hay miles de sitios sobre los evangelios, Jesucristo,
la Biblia, las nuevas teologías, la arqueología, la historia del cristianismo, la psicología, etcétera.
Jesucristo ya escapó de las dimensiones humanas del tiempo y del espacio, y pertenece a la
consciencia planetaria (Gaia). Ostenta la inmortalidad mediática que la humanidad concede a
unas cuantas figuras religiosas verdaderamente excepcionales.
El Jesús cósmico se comunica, a través de una experiencia personal, con las personas que
desean encontrar a Dios, alcanzar la gracia (el perdón de sus pecados) y llegar a los niveles
místicos de la iluminación y la consciencia divina.
Los estudios científicos de los evangelios canónicos distinguen en ellos dos estratos, que son muy
diferentes (Borg, Mack, Maccobi). El primero relata las enseñanzas de Jesús, mientras que el
segundo propaga las voces de las comunidades cristianas después de su muerte, junto con
algunos milagros inventados que se atribuyen a Jesucristo, incluyendo su supuesta resurrección.
Por mi parte, en el Nuevo Testamento canónico, señalo e investigo un tercer estrato: el de las
doctrinas míticas y alucinadas de Pablo de Tarso, mismas que los primeros Concilios declararon
“dogmas de fe”. Reconozco que cada lector tiene pleno derecho de llegar a sus propias
conclusiones; sin embargo, aunque las alucinaciones se vistan de dogmas, alucinaciones se
quedan.
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Reservo el Espíritu para las doctrinas de Pablo de Tarso y los primeros Concilios. Según
los dogmas tradicionales de la iglesia católica, el Espíritu (Santo), además de ser el padre
de Jesucristo, es una persona divina -masculina y real- distinta del Padre. La mayoría de
las sectas protestantes siguen enseñando esta misma tradición.
2. Utilizo el término “consciencia” para designar nuestra capacidad para darnos cuenta de lo
que está fuera, y de todo lo que pasa en nuestro interior. La consciencia humana engloba
muchos aspectos y tiene distintos niveles, como iré explicando.
Capitulo 1
Jesús, el Hijo del Hombre
El mito cosmogónico hebreo de la creación de Adán y Eva, narrado por el Génesis, subraya la
primigenia unidad andrógina de los seres humanos. Dios formó a Adán (= tierra, hombre) del
barro, y cuando sopló en sus fosas nasales le trasmitió la vida. Al principio, Adán estaba solo,
pero luego Dios separó a Eva (= la viviente, la vida) de su costado.
Según el mito la primera mujer y el primer hombre fueron expulsados del paraíso porque
comieron el fruto del árbol del bien y del mal, que contenía todos los conocimientos. Como
advierte Eliade, el tema de la búsqueda humana del conocimiento vuelve a aparecer, una y otra
vez, en todas las tradiciones gnósticas y herméticas.
El pensamiento religioso hebreo logró un avance muy apreciable con el monoteísmo de Moisés, el
líder religioso y nacionalista que tuvo la revelación de que Dios “Es el que Es”, el Ser Supremo que
no nada tiene que ver con los ídolos que fabrican los humanos, y que se parecen a ellos mismos y
a algunos animales (Éxodo 24:12-18).
Según el Génesis, Yahvé creó el hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Por esta razón,
se le atribuyen los aspectos masculino y femenino, aunque sólo de manera metafórica y
simbólica, por supuesto. Shekhiná representa la luz de Yahvé y su poder creativo; es su reflejo
luminoso y brillante. También es el aspecto que concede -de manera gratuita- los dones divinos a
toda la humanidad.
En el siglo IV AC Platón enseñó que el alma humana tiene una naturaleza divina e imperecedera.
Su discípulo Aristóteles tiene ideas parecidas. La creencia en la inmortalidad individual se empezó
a popularizar entre los judíos en el siglo II AC, apoyada por los fariseos
El pensamiento religioso hebreo llegó a su cumbre, con Jesucristo, cuando proclamó la buena
noticia (su experiencia mística iluminada) de que Yahvé (o Elohim) es el “Padre-Madre Universal”
amable y cercano. Además, refrendó sus enseñanzas con la muerte en la cruz.
Este notable desarrollo espiritual sólo es comparable con las enseñanzas de Buda en Asia (en los
siglos V y IV AC), quien proclamó el concepto religioso de Dios como el “Absoluto Universal”, al
que regresamos después de la muerte.
Felipe, el autor de un evangelio cristiano gnóstico (escrito antes de las epístolas de Pablo de
Tarso), explica la importancia del mensaje de Jesús:
“Cuando éramos hebreos, cada uno de nosotros tenía sólo una madre, pero
desde que somos cristianos, tenemos tanto al Padre como a la Madre” (Fil:6)
Gracias a las enseñanzas del Maestro, los cristianos gnósticos saben que Yahvé es su Padre-
Madre amoroso. El único Dios Verdadero, tiene un lado masculino, y también tiene un lado
cariñoso y luminoso: Shekhiná, la Espíritu de Dios. Pero ambos son metafóricos y simbólicos
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solamente, porque Yahvé es un Dios único e indivisible, que no tiene nada que ver con las
doctrinas trinitarias de Pablo de Tarso.
En tiempos de Jesús, los dioses de Grecia eran poco más que sombras. Sin embargo -para los
griegos y los romanos- el culto secreto de Mitra era muy popular, lo mismo que el de Dionisio
(Baco), un dios enigmático que se manifiesta y luego desaparece de modo misterioso, porque
desciende a los infiernos. Era el dios de la vida, la inspiración y la fertilidad; muere y renace como
la vid, asombroso por sus trasformaciones y la novedad de sus epifanías (Eliade).
A principios del siglo I DC, en Palestina había cuatro grupos religiosos judíos principales, que se
disputaban el poder: los saduceos, los fariseos, los esenios y los celotes:
1. Los Saduceos defendían una interpretación estricta de la ley de Moisés y perpetuaban las
ceremonias del templo; eran los terratenientes y los sacerdotes hereditarios que controlaban las
ceremonias y los ingresos económicos del templo de Jerusalén. En particular, los levitas recibían
enormes beneficios económicos, asociados con las contribuciones obligatorias de los fieles, junto con
la venta y los sacrificios de los animales.
2. Los Fariseos defendían la autoridad de las sagradas escrituras, así como la tradición oral; permitían
discusiones e interpretaciones más flexibles acerca de la ley. Se oponían a los saduceos; creían en
la vida después de la muerte, pensamiento que se originó en Persia (Zoroastrismo) varios siglos
antes. En los tiempos de Jesús, la creencia en la inmortalidad personal se había extendido entre los
hebreos, aunque también la tenían los romanos y los griegos de entonces, al menos los más cultos.
3. Los Esenios eran una pequeña minoría; establecieron una comunidad semi-monástica cercana al
mar Muerto. Igual que los fariseos, ellos creían en la resurrección física del cuerpo, y la relacionaban
con la próxima aparición del Reino de Dios (que para ellos también sería el fin del mundo). Les
interesaba la sanación, y la búsqueda espiritual de la iluminación; se empeñaban por llevar una vida
muy recta.
4. Los Celotes se oponían a la presencia de las autoridades romanas y a su emperador. Eran fervientes
patriotas que luchaban para que los judíos no pagaran los tributos a Roma. Iniciaron muchas
revueltas y actos de resistencia, y prefirieron suicidarse en Masada (en el año 72 DC) antes de caer
en manos de los legionarios romanos (Loflin).
Las clases bajas estaban oprimidas por los saduceos, los gobernantes judíos y también por las
autoridades romanas; vivían en medio de la ignorancia, la pobreza, el hambre y las enfermedades.
Por lo general, no sabían leer ni escribir.
Muchos hebreos creían en la próxima venida de un Mesías (Christós en griego), un rey justo,
glorioso y compasivo que provendría del linaje de David (2 S 7: 16). Él sería el encargado de
librarlos de la dominación romana, y –de manera definitiva- restauraría el reino de Israel a su
antigua gloria y riqueza. Con eso, regresarían los exiliados, y todo el pueblo disfrutaría una era de
paz, unidad y prosperidad, en cumplimiento de las antiguas profecías (Is 7:11, Mi 5; Jr 33, Za 9:9-
17).
En el tiempo bíblico de los Jueces, algún líder carismático se encargaba de guiar a las tribus de
Israel al campo de batalla; después, años después, en el tiempo del Talmud, el poder de cualquier
líder carismático dependía de sus palabras, y también del dramatismo y la fuerza de su mensaje.
Según los evangelios, Jesús vino de Galilea y recibió el bautismo de Juan. Luego se sintió llamado
a predicar la inminente llegada del Reino de Dios, junto con la necesidad del arrepentimiento.
Popuso una transformación moral para que las personas pudieran entrar al “Reino de Dios”:
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El Maestro acostumbraba viajar sin grandes comodidades, y nunca estableció lazos con los
poderes establecidos. Desde el principio de su ministerio, mostró una visión -iluminada y cósmica-
muy típica de un profeta de Israel (y del mundo entero).
Desarrolló los dos hemisferios cerebrales, el derecho para fabricar metáforas, palabras y fantasías
de belleza perdurable, y el izquierdo para proponer sus enseñanzas con una lógica demasiado
aguda para los personajes de su tiempo. También utilizaba la ironía y el buen humor; el arameo es
un lenguaje que se presta con mucha facilidad a los dobles (y triples) sentidos.
Sus parábolas confundían a los que se aferraban a las tradiciones y creían que estaban por encima
de los demás, en cambio, los “puros de corazón” (los más intuitivos, como las personas sencillas,
entre ellos las mujeres y los niños) las podían entender fácilmente. A partir de imágenes conocidas
de la vida sencilla y ordinaria, hacía comprensibles verdades filosóficas y psicológicas que son
difíciles de entender, y ampliaba los conocimientos religiosos del pueblo.
Tuvo contacto con los niveles místicos superiores de la Espíritu, y también fue un notable hombre
de acción, aunque su ministerio duró tres años solamente. La fuerza de su mensaje provenía de su
propia autoridad y de la seguridad en sí mismo, y también en su absoluta confianza en Dios (Mt
7:28-29):
Y sucedió que cuando Jesús acabó esos discursos, la gente quedó asombrada de
sus discursos, porque hablaba como quien iene autoridad y no como los escribas.
La tabla 1.1 ilustra las diferencias entre la sabiduría convencional de los sacerdotes y rabinos, y la
sabiduría alternativa de Jesús (Mc 4:10-12; 3-34). En su discurso de las bienaventuranzas, propuso
enseñanzas parecidas (Mt 5:3; Lc 6:20).
Según Jesucristo, el primer mandamiento es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma,
con toda la mente y con todas las fuerzas, y el segundo consiste en amar al prójimo como a
nosotros mismos; esto resume la ley y los profetas (Mc 12: 29-31).
El Reino de Dios es el punto central de su mensaje (Mateo lo llama el Reino de los Cielos). No se
trata del cielo como opuesto al infierno; tampoco es el reino terrenal mesiánico que los judíos
esperaban, según algunas profecías del Antiguo Testamento.
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Se trata de un Reino espiritual (un elevado nivel de consciencia religiosa) que se desarrolla en el
interior mismo de los corazones de los hombres y las mujeres. Supone el continuo esfuerzo
personal por llevar una vida espiritual trascendente y abierta al amor compasivo hacia las demás
personas, opuesta a una vida solamente terrenal, hedonista y egoísta.
Los que eligen esa ruta (= entrar a ese Reino, ser imitadores de Cristo), son los hijos de la luz,
sirven a Dios y luchan contra la injusticia y la maldad. También existen los hijos de la oscuridad (de
las tinieblas); a ellos los reconocemos por sus acciones egoístas y poco éticas, aunque se disfracen
de mansos corderos y buenos pastores.
Los corruptos y mediocres no soportan los niveles superiores de Verdad y Vida, por lo que buscan
rebajar a su nivel a las personas que son más nobles, altruistas y espirituales que ellos. A cada
persona le corresponde elegir una ruta de felicidad y crecimiento personal, guiado por lo que brota
del propio corazón (Mt 5: 8), en el contexto de las circunstancias sociales de su tiempo.
Cada individuo se gana (o no) la entrada a la inmortalidad por sus propias acciones, confiando en
el amor infinito de nuestro Padre-Madre luminoso, cálido y compasivo. Como lo entendieron bien
los cristianos cópticos, el Reino de los Cielos se relaciona con el desarrollo del propio ser para
alcanzar la iluminación y la inmortalidad personal. También requiere llevar una vida armoniosa con
la propia pareja y con los demás (ver el capítulo 2, cristianos gnósticos).
Jesús comparó el Reino de Dios con lo que les pasa a las semillas que siembran los agricultores.
Aunque hay semillas que no llegan a germinar, algunas de ellas caen en tierra fértil y rinden una
buena cosecha (Mt 13: 1-8). Según sus explicaciones (Mt 13: 18-23), eso significa que algunos
oyen las buenas noticias acerca del Reino, pero no las entienden.
Otros las reciben con alegría; sin embargo, prefieren llevar una vida superficial. Cuando llegan las
dificultades, pierden el entusiasmo, y se olvidan de eso. Hay quienes escuchan el mensaje, pero su
ambición por el dinero (y por una vida llena de actividades) no les permite pensar ni tener
compasión por sus semejantes, y menos ayudarlos, desde luego.
Unos cuantos escuchan el mensaje y lo entienden; salen de su egoísmo y guían a otras personas
hacia el Reino de Dios. Son las personas que actúan como Jesús, y tratan de ayudar a los débiles y
a los más necesitados. No se ahogan en una vida mundana, ni en la búsqueda frenética de las
riquezas, el poder y las apariencias sociales.
En otra parábola, Jesús compara el Reino de Dios a una semilla de mostaza que se convierte en un
gran arbusto (Mt 13: 31-32). De manera parecida, la búsqueda del Reino de Dios se puede convertir
en una gran fuerza vital que puede motivarnos desde el interior. Eso requiere (y al mismo tiempo
concede) el optimismo, la confianza y la espontaneidad que tienen los niños:
Jesucristo propuso un cambio radical de actitudes: evitar los sentimientos egoístas, lujuriosos,
agresivos y terrenales; olvidarse de acumular riquezas, apariencias sociales vacías, y poder
autoritario e injusto.
Sus seguidores necesitan: 1. Purificar sus corazones y 2. Demostrar su amor a Dios mediante el
cuidado cariñoso de los demás seres humanos, que son sus hermanos y hermanas (Loflin). Como
los profetas hebreos que le precedieron, Jesucristo enseñó que la principal enseñanza de la ley de
Moisés consiste en pensar y actuar siempre con ética y rectitud:
Juan bautizaba con agua en señal de conversión; por su parte, Jesús purificó la mente (el alma) de
sus iniciados con el fuego impulsivo de La Espíritu para que pudieran llevar una vida recta y se
dedicaran a mejorar las condiciones del pueblo (Mt 3:11).
Siguiendo la más pura tradición hebrea, este bautismo es una señal de que los prosélitos han
ingresado a una comunidad de personas amadas por Dios (Kohler y Kauss). Por supuesto que no
tiene nada que ver con el conocido mito de borrar el pecado original de Adán y Eva, ni con echar
fuera algún demonio personal o colectivo; sin embargo, algunas décadas después, Pablo de Tarso
inventó y propagó esas doctrinas en relación con su propio bautismo (ver el capítulo cuatro).
El mundo de la Espíritu es una dimensión de realidad muy distinta del mundo de las experiencias
ordinarias. Jesús fue una persona muy bien familiarizada con las experiencias sagradas del éxtasis
religioso y de los niveles superiores de consciencia. Las experiencias de iluminación generan
nuevas maneras de ver, e incluyen intensos sentimientos y conocimientos profundos. Un místico
comenta:
“Estaba ciego, pero ahora puedo ver las cosas como son; en ese momento
sentí que podía entender las cosas con mayor profundidad que nunca en mi
vida” (Borg).
Como notable profeta iluminado, él hacía cosas que nosotros no hacemos; veía y escuchaba
cosas que nosotros no vemos ni escuchamos, todas ellas relacionadas con la continua
intervención de Dios en la historia de la humanidad. Dijo:
“Mientras esté en este mundo, yo soy la luz del mundo” (Jo 9:5).
Durante toda su vida, Jesús se dedicó a desarrollar su propio ser humano, y a encontrar a Dios en
su propio interior. Sin embargo, no fue un fanático ni un alucinado religioso. Mostró una
imaginación intuitiva de alto nivel, que podía combinar con una lógica abstracta muy precisa. Como
iluminado, y experto nato en el manejo de la inteligencia emocional y en los niveles superiores de
consciencia, sabía de inmediato lo que los demás tenían en su cabeza y dentro de su corazón
Además, los que son carismáticos atraen multitudes; Jesús lograba eso cuando predicaba acerca
del Reino de los Cielos y de nuestro Padre-Madre Dios, lleno de misericordia.
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10:10).
La gente del pueblo esperaba que también fuera un Mesías capaz de curar enfermos de manera
milagrosa. Jesús tuvo dos intenciones cuando mostró sus habilidades médicas y se empeñó por
aliviar los sufrimientos del pueblo:
16
1. Dar pruebas definitivas de que el Reino de Dios está presente en el interior de nuestra propia
realidad corporal, y de la inmediata necesidad de efectuar cambios positivos en las conductas
personales poco éticas (conversión, compasión; lucha contra la hipocresía y contra la opresión de los
más débiles), y
2. Demostrar que Dios, nuestro Padre-Madre, es amoroso y misericordioso, y que por eso siempre está
dispuesto a protegernos, perdonarnos y concedernos lo que le pidamos. La misericordia de Dios no
es algo que sólo “merecen” quienes se auto-proclaman justos, pero no los pecadores, ya que su
compasión está siempre disponible para todos los que la soliciten (Casey).
Borg advierte que el Jesucristo histórico, según relatos de los evangelios, fue un sanador y un
exorcista; lo segundo era muy común en su tiempo. Así, el evangelio de Lucas menciona que
Jesús sacó un diablo de un mudo, y esa persona empezó a hablar. La gente estaba asombrada,
pero algunos comentaron que hacía eso por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios. Y
Jesús –conociendo sus pensamientos- les respondió de manera alegre e ingeniosa:
“Si yo expulso a los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros
hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso
yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (Lc 11:19-23).
El evangelio de Marcos (16:18), sólo dice que ellos pondrían las manos sobre los enfermos para
curarlos, sin mencionar siquiera a los demonios. En esos tiempos, era común que la gente del
pueblo se imaginara que algún espíritu poseía a los epilépticos, porque les salía espuma por la
boca. En Lc 10:17 algunos discípulos comentan que los demonios les obedecen y los enfermos
recuperan la salud cuando utilizan el nombre de Jesús.
Además, según Marcos (9:38-39), le cuentan al Maestro que un individuo, que no pertenecía al
grupo de sus discípulos, también arrojaba demonios en su nombre y hacía curaciones. Sin
embargo, el Maestro no mostró ningún desagrado (porque los que se dedican a sanar y alivian el
sufrimiento de los demás, están de su parte, con tal de que tengan buena intención y de que eso
les funcione...).
Según Borg, la experiencia de la tentación, que tuvo Jesucristo en el desierto, fue un viaje
chamánico; algo así como una entrada a otro nivel de realidad. Es muy probable que Jesús tuviera
un largo período de ayuno y meditación solitaria (Mt 4:1-10; Mc 1:12-13; Lc 4:1-13).
Sin embargo, los relatos de las visiones y conversaciones con el diablo, no tuvieron nada que ver
con él, sino que las introdujeron a los evangelios algunos discípulos que habían tenido sus propias
visiones fantasiosas acerca de lo que sucedió durante ese período de ayuno, y las tomaron por
ciertas, como explicaré con detalle en los capítulos cuatro y seis.
Según Davies, Jesús fue uno de tantos curanderos que entran en un trance y pierden el control de
sus palabras y movimientos (= se despersonalizan), mientras que algún espíritu realiza las
curaciones a través de ellos. Sugiere que el Espíritu de Dios descendió sobre él cuando recibió el
bautismo de Juan.
Sin embargo, esa teoría carece de fundamento, porque la Espíritu de Dios es un concepto
filosófico y metafórico que se aplica a la Divinidad, y -en cuanto tal- no puede invadir, poseer, ni
mucho menos privar de la libertad a nadie. Además, los chamanes curanderos son personas muy
diferentes a los médicos, como explico a continuación.
17
Tuve la oportunidad de investigar muy de cerca a la famosa curandera Pachita, (en la colonia
Arenal de la ciudad de México). Según ella relataba, desde que tenía doce años, la poseía el
espíritu de Cuauhtémoc para que así pudiera sanar a los enfermos de su pueblo mexicano; ella
había dedicado toda su vida a esa labor.
Antes de sus intervenciones, ella entraba en trance, se despersonalizaba y parecía que estaba
fuera de este mundo; sólo se daba cuenta de lo que sucedía a un metro de sus ojos desenfocados
y decía breves palabras entrecortadas. Sin embargo, en su interior podía percibir, con toda
claridad, las dolencias y las enfermedades de sus pacientes.
Me dediqué a hacer encuestas previas acerca de los malestares de las personas que hacían cola
para las consultas y las operaciones. Pachita diagnosticaba los malestares, sin hacer ninguna
pregunta previa. Por ejemplo, aseguraba: “Usted está mal de la vesícula; a usted lo operaron de
los tobillos y no quedó bien; usted desconfía de toda la gente y eso no está bien, está enfermo del
hígado, etcétera”.
Su mayor temor, ya anciana, era que las autoridades de Salud la mandaran a la cárcel por
practicar medicina sin título, donde padecería soledad, hambre y frío, hasta su muerte. Para evitar
eso, un médico, cerca de ella, extendía las recetas que ella recomendaba. Las yerbas medicinales
las vendían sus sobrinos, como su propio negocio, junto con vértebras para las operaciones,
etcétera.
Pude comprobar que la curandera veía con claridad el interior de cada persona, y concordaba con
mis encuestas casi al 100%. Un día de operaciones, la gente estaba formada para eso. Cuando iba
a pasar el primer paciente, le trasmití a Pachita un mensaje intuitivo y sin decir palabras: “Necesito
ver tus operaciones, porque me dedico a la psicoterapia. No tengo ninguna intención de dañarte;
yo te respeto”.
Luego la seguí al cuarto donde realizaba sus operaciones, y sus dos ayudantes me dejaron pasar,
sin ningún problema, porque la curandera, con un gesto, impidió que me detuvieran.
Entré al cuarto de adobe (menos de 2 x 3 metros) con techo de lámina y piso de tierra. La entrada
estaba tapada por una cobija gruesa, todo oscuro, pero la pared de la izquierda estaba llena de
imágenes de santos con veladoras. Me quedé al pie del sucio camastro donde ella iba a operar,
para observar todo con objetividad científica.
Primero, un ayudante colocó sobre el camastro la sábana limpia que llevaba el paciente; él se
acostó, con los pies hacia mí, y Pachita aisló el campo operatorio con algodón y lo limpió con
alcohol. En seguida, la curandera sacó un pequeño cuchillo (veinte centímetros, puntiagudo y con
mango de madera) de una caja de plástico con alcohol, y le dijo al paciente: “Esto te va a doler un
poco…”
Hizo un pequeño corte superficial y brotó una delgada línea de sangre. Después del primer corte,
muy preciso, ya no vi que hiciera nada más en el cuerpo de sus pacientes. Pero ella seguía
relatando, con absoluta seguridad, los siguientes pasos de sus supuestas operaciones, hígado,
cerebro, intestino, o lo que fuera:
“Ahora corto más adentro, ahora abro todo, veo la vesícula que está enferma, la corto (en
otros pacientes, quito la vértebra que está mal y la cambio por esta que está bien, etcétera,
etcétera”.
Luego le enseñaba a cada paciente lo que supuestamente le había cortado, o le que le iba a
introducir (vísceras de pollo, huesos y cosas parecidas). Los ayudantes de Pachita parecían no
darse cuenta de lo que sucedía, porque se quedaban afuera o sólo veían la espalda de la
curandera.
18
Para terminar, Pachita limpiaba la escasa sangre, y sus ayudantes cargaban a los pacientes
“operados” hasta el al cuarto de recuperación, con un pedazo de algodón pegado al cuerpo con
espadrapo. Lo tendían en una cama, y le decían que se lo podían quitar en uno o dos días, y que
en media hora ya se podía levantar para regresar a su casa.
Las personas supuestamente operadas, con algunos de sus familiares, estaban muy felices y muy
agradecidas. En el cuarto de recuperación se respiraba un clima grupal de gran fe y exaltación
religiosa; muchos ofrecían dinero y regalos a los familiares de Pachita.
Sin embargo, las mágicas operaciones de esta famosa curandera no producían resultados
duraderos. Las nuevas radiografías de algunos pacientes operados (que también me interesé en
ver) mostraban que todo seguía igual o peor. Debido a eso, ellos tenían que someterse a urgentes,
complicadas y costosas operaciones médicas. ¡Lástima que Pachita no tuvo un buen
entrenamiento médico!
Lyons advierte que los hebreos Bíblicos heredaron sus conocimientos médicos de las antiguas
culturas de Mesopotamia, junto con la creencia de que las enfermedades eran un castigo divino, y
una señal del pecado. Los tabús Babilónicos de no acercarse a los enfermos, también continuaron
en esos tiempos, junto con la idea de que las personas enfermas eran “impuras”, y la prohibición
de que los médicos las curaran los sábados.
Aunque creían que las enfermedades se debían a causas sobrenaturales, por lo común los
hebreos no se preocupaban de que el mundo estuviera poblado por los demonios y los espíritus de
los muertos. Los enfermos necesitaban aplacar directamente a Yawhé, porque Él era el que daba y
quitaba las enfermedades.
Los contagios no se debían a que algún espíritu maléfico hubiera pasado de un enfermo a otro,
sino a la impureza espiritual, es decir a la violación del mandato -tan explícito- de no tocar a los
enfermos, lo que provocaba la ira y el castigo de Dios.
Las leyes higiénicas se extendían a muchas actividades: frecuencia de las actividades sexuales,
lavarse las manos antes de comer, bañarse después del coito y de la menstruación, manera de
matar a los animales, preparación de los alimentos; había que aislar a los enfermos, programar la
hora y el sitio de los entierros, etcétera.
Como se puede comprobar por los relatos de los evangelios canónicos y los “apócrifos”, Jesús
estaba perfectamente lúcido y alerta cuando se dirigía a la multitud. Se daba perfecta cuenta de
todo lo que pasaba a su alrededor; e interactuaba de manera directa con las personas que le
rodeaban, haciendo gala de su brillante ingenio tan característico. Su intuición le permitía ver más
allá de lo obvio, de lo que alcanzan a percibir las personas comunes y corrientes.
Los relatos de las curaciones de Jesucristo reflejan su gran compasión hacia los enfermos y
también la relación tan íntima y poderosa que tuvo con Dios. Curaba con sus palabras, con el
tacto, y con otros medios físicos. Y también mediante su presencia y sus palabras.
Los tipos de curación que se atribuyen a Jesús en los evangelios incluyen fiebre, lepra, parálisis,
cojera, mano tullida, convulsiones, espalda encorvada, hemorragia vaginal, sordera y mudez,
ceguera y exorcismos.
Cuando Jesús tenía delante a una persona enferma, experimentaba compasión, lo mismo que les
pasa a los padres cuando se dan cuenta de que sus hijos pequeños sufren cuando no están sanos.
Nunca le dijo a nadie: “Estás enfermo debido a que eres culpable (= pecaste), y me alegro que
sigas sufriendo hasta que aprendas la lección”. Tampoco les dijo que esperaran, o que volvieran
más tarde (Edminston).
Según los evangelios, Jesucristo curaba a las personas –que ya lo estaban esperando- cuando las
tocaba con sus manos, por ejemplo Lc 4:40; otros relatos, como Mt 12:15, mencionan que curaba
“todas” las enfermedades.
Es probable que él tuviera entrenamiento médico en una secta dedicada a la curación, como la de
los “Therapeutes” grupo de hebreos bien entrenadas en medicina, parecida a la de los Esenios. El
uso de la saliva y el aceite de oliva con fines medicinales, era muy común en ese tiempo. Los
médicos también conocían la herbolaria y el manejo de las fracturas y las heridas, sobre todo los
médicos militares de las legiones romanas.
Después de estudiar los métodos curativos de Jesús, Saxbury ofrece las conclusiones siguientes:
él solía utilizar cuatro métodos, a veces en combinación, y otras uno de ellos por separado.
1. Tocaba, por lo común la mano del enfermo, o el área específica que necesitaba curación; utilizó
este método 15 veces en 32 de los casos.
2. Describía una acción que el enfermo debía realizar (20 veces en 32 casos), por ejemplo en Mt
9:6 le ordena a un paralítico: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
3. Daba al enfermo el mandato directo de que se curara (3 veces en 32 casos), así, en Mt 8: 1-3, le
ordena a un leproso: “Quiero, queda limpio”.
20
4. Aseguraba que la sanación ya había ocurrido (5 veces en 32 casos), como en Mt 9:22, le dice a
la mujer con flujo de sangre que tocó la orilla de su manto: “Ánimo, hija, tu fe te ha sanado. Y
quedó sana la mujer en ese momento”.
Como lo advierte Saxbury, en la mayoría de los casos, las curaciones de Jesús no se relacionan
con la fe de los enfermos hacia Dios, pero sí -y de manera muy clara- con la confianza que ellos
depositaban en los poderes curativos del Maestro.
Jesús efectuó todas sus curaciones como sus conocimientos y habilidades humanas solamente, y
en su propio nombre (yo…); mostró siempre absoluta confianza en sí mismo, y utilizó un lenguaje
muy claro, directo y decisivo.
En algunos casos, Jesús era consciente de la energía positiva que salía de su cuerpo cuando
curaba (Mc 5:30). Me permito subrayar que tenía energía de sobra, y que nunca mostró ningún
desgaste y cansancio por el hecho de que daba salud a los demás.
Este gran terapeuta (excelente médico y psicólogo nato) reconocía que la confianza (= la fe) que
los enfermos depositaban en el, hacía mucho más fácil que ellos recuperaran la salud (Mc 5:24, y
Mc 10:52). Algunas veces la mejoría del enfermo era inmediata, y otras gradual, pero siempre muy
efectiva. Durante su apostolado, estaba en perfecta sintonía con su Padre, y toda su personalidad
irradiaba el poder cálido y generoso de la Espíritu (Shekina).
Se daba cuenta de que sus intervenciones eran muy exitosas, cosa que no sucedía con otros de
sus colegas. (Y eso sin tener que necesitaba expulsar algún terrible demonio mítico e imaginario),
Así, Mc 5:25-29 relata:
“… una mujer, que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido
mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes
bien, yendo a peor… tocó su manto… y sintió en su cuerpo que estaba curada del mal”.
Junto con eso, manifiesta que también tiene el poder de perdonar los pecados; Mt 9:2-6:
“Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene el poder de perdonar los pecados –dice
entonces al paralítico: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
Aunque no sabemos con certeza qué tanto sabía Jesús acerca de las prácticas médicas de su
tiempo, él menciona los médicos dos veces. Así, en Lucas 4: 23, dice: “Médico, cúrate a ti mismo”,
y en Mateo 9: 12 afirma: “No necesitan un médico los que están sanos, sino los que están
enfermos” (Madsen).
Con estos comentarios, Jesús se presenta a sí mismo, de manera indirecta, como médico bien
preparado, muy comprometido con su vocación de curar a los enfermos y aliviar los sufrimientos
del pueblo.
Los antropólogos médicos explican que no es lo mismo sanar que curar. La sanación tiene que ver
con los significados sociales (y religiosos) que están asociados con alguna enfermedad, mientras
que la curación se refiere a la mejoría física que se obtiene cuando se elimina alguna enfermedad.
Según Borg y los otros autores que tratan estos temas, Jesucristo podía hacer ambas cosas con
increíble facilidad.
Debido a que Jesús estaba inmerso en un nivel de consciencia superior; percibía -con toda
claridad- el modo los enfermos se dañaban con sus pensamientos, actitudes y decisiones
erróneas. Esos factores les generaban estados emocionales destructivos, junto con la pérdida de
la salud y de las ganas de vivir.
En algunas ocasiones, como en Mc 2:5 y Jn 5:14, el Maestro se daba cuenta de las enfermedades
tenían relación directa con algunas conductas inmorales que necesitaban corregirse. Les
recomendaba a esas personas que se arrepintieran y cambiaran su estilo de vida, para que
pudieran conservar la buena salud, y tuvieran una relación amable y justa con las demás personas.
21
Jesús sanaba a personas que padecían trastornos psicosomáticos y conversivos (Borg, Navarro).
En esta categoría caen también las supuestas “posesiones diabólicas”, que ocurren cuando un
aspecto de la personalidad (un “yo” por ejemplo, la parte del niño inmaduro y destructivo) toma
control por encima del “propio yo” (es decir, a parte adulta y más inteligente).
La facultad de la vista, el oído, la movilidad de los miembros, las funciones sexuales, etcétera, se
disocian (= separan) de la consciencia ordinaria y de la propia imagen neurológica cerebral, y eso
es lo que causa los padecimientos, porque una parte de la persona se dedica a enfermar, culpar y
aplastar a la otra.
Los síntomas de estas personas desaparecen cuando depositan su confianza -su fe- en el poder
de algún curandero o terapeuta que les facilita el proceso de aceptar todo lo que son, e integrar los
aspectos que ellos se empeñan en negar, reprimir e ignorar.
Como advierte Borg, Jesús utilizaba un estilo imaginativo (simbólico) de comunicación, parecido al
de sus parábolas, para arrancar a las personas de su percepción ordinaria de la vida y revertir la
percepción enfermiza que tenían acerca de sí mismos. Esto sigue siendo muy útil y válido en
nuestro tiempo.
En época más reciente, Erickson, especialista en hipnosis, también utilizó las parábolas para
eliminar, con gran rapidez intuitiva, toda clase de síntomas psicosomáticos (ver Haley y Krause).
Algunos médicos y psicoterapeutas intuitivos y excepcionales emplean estrategias parecidas para
ayudar a sus pacientes,
Recurren al lenguaje simbólico, pero no se disocian ni están poseídos por algún espíritu. Por
ejemplo, le dicen a una persona que ven por primera vez: “Lo que dices me suena a muerte: ¿De
qué manera te piensas suicidar?”
Para Jung, los aspectos divinos (iluminados) de Jesucristo, y su continua comunicación con Dios,
fueron mucho más poderosos que sus aspectos humanos. Por su parte, Reich sugiere que la
capacidad curativa de Jesús se debía a que tenía un poderoso campo bioenergético; mediante su
cercanía, estimulaba los campos energéticos (eléctricos y magnéticos) de los enfermos y les
brindaba salud de esta manera (ver Klighardt y Navarro).
Dada la continuidad mente-materia y la estrecha vinculación entre todos los niveles de lo existente,
las supuestas leyes inmutables del universo (físicas, biológicas o sociales) se asemejan más a
leyes cambiantes, interdependientes y en evolución, que a algo eterno, estable y fijo fuera del
universo y ajeno a su devenir (Krause).
Los cristianos cópticos sabían que María Magdalena tenía gran facilidad para comprender a Jesús;
a ella le reconocieron la misma dignidad humana y religiosa que a esposo Jesús, cosa que nunca
hicieron con el terco apóstol que negó tres veces a su maestro (Mt 26: 34 y 74).
Algunos evangelios cópticos (Tomás, Felipe y Magdalena), narran que Pedro estaba resentido por
la preferencia y las muestras de afecto que Jesús prodigaba continuamente a María Magdalena:
Y Simón Pedro les dijo: Que María (Magdalena) se vaya, porque las mujeres no son dignas
de la vida. Jesús dijo: yo la voy a guiar y la voy a convertir en hombre, para que ella sea un
espíritu viviente entre ustedes los hombres. Porque cualquier mujer que se haga hombre
entrará ella misma al Reino de los Cielos (Thom 114).
22
Desde la más remota antigüedad, un ideal de la humanidad es que los hombres y las mujeres con
mayor madurez y flexibilidad disfruten rasgos psicológicos variados, con lo mejor que se
acostumbra atribuir a uno y otro sexo. Según Jung y Bem, las personas que han logrado superar
los estereotipos sexuales que la sociedad impone; es decir los de machos-narcisistas y mujeres
sumisas y masoquistas, son “andróginas”.
Como explica Heilbrun, la androginia, cuando se adopta como un estilo de vida, libera al individuo
de las tradiciones ancestrales que decretan lo que socialmente es apropiado para los hombres y
las mujeres; también favorece el espíritu de reconciliación entre ambos géneros. Los cristianos
gnósticos buscaron eso mismo mediante el “sacramento de la recámara nupcial”. Por supuesto que
María Magdalena y Jesucristo fueron personas andróginas.
En la Pistis Sofía, Jesús se muestra muy impresionado por la excelencia espiritual de Magdalena,
su discípula predilecta:
… tiene el corazón mejor dirigido hacia el Reino de los Cielos que todos
(sus) hermanos (Cap 17).
Pedro y los otros discípulos se quedaban atónitos ante las enseñanzas esotéricas que Jesús le
había trasmitido en privado a María Magdalena; el Maestro deseaba que ella fuera su sucesora, y
no Pedro (tan rígido y terco), ni ningún otro apóstol (Malachi). En el Diálogo del Salvador,
Magdalena hace un comentario, y el texto aclara que ella tenía un profundo conocimiento de la
realidad espiritual:
Dijo esta palabra como una mujer que lo sabía Todo (L.139).
Según el evangelio de Felipe, Jesús amaba a María más que a los demás discípulos (hombres y
mujeres), y con frecuencia la besaba en la boca, porque era su compañera (Phil 55). El mismo
evangelio dice (Phil 32):
Había tres Marías que caminaban siempre con el Señor: su madre, su hermana
y Magdalena, la que se llamaba su compañera (= su consorte).
Algunos expertos en los escritos cópticos (= gnósticos) opinan que María Magdalena no sólo era la
alumna preferida (predilecta) de Jesús, sino también su pareja (Malachi, Brown).
Según las costumbres hebreas de esa época, no le estaba permitido a una mujer soltera viajar
sola. Entonces, de los hombres del grupo ¿con quién estaba casada Magdalena? Como es obvio,
con Jesús, quien la besaba en la boca. Si ella hubiera estado casada con otro ¿qué hubiera
pensado su marido de eso? ¿Se hubiera quedado tan tranquilo?
Días antes de la muerte de Cristo, María Magdalena ungió los pies de Jesús con una libra de
esencia de nardo que valía trescientos denarios (los soldados romanos ganaban un denario diario)
y los secó con su cabello. Toda la casa se llenó con el olor del perfume.
Judas Iscariote se quejó del despilfarro (Jn 12: 3-8), pero ninguno de los presentes se escandalizó
por las muestras de amor apasionado de Magdalena, ni por su cercanía física a Jesucristo; lo
23
habrían hecho si ella no hubiera sido su esposa. Según la tradición hebrea, el hombre que no ha
experimentado la fuerza del amor apasionado por una mujer y la mujer que no ha hecho lo mismo
con un hombre, nunca alcanzarán el amor de Dios.
De manera más sencilla, propongo que si Jesús fue humano solamente, no hay ninguna
justificación cultural, histórica, sociológica ni psicológica para suponer que fuera una persona célibe
y virgen, a pesar de que los dogmas de la iglesia Católica lo hayan proclamado Dios.
Como explica Tabor, mediante una conspiración del silencio, se ocultó la figura histórica de Jesús,
un judío que vivió una vida sexual normal, para que no estorbara la visión paulina del divino Hijo
de Dios, que está sentado a la diestra de su Padre en el cielo. En la cultura helenística, el celibato
se asociaba con una espiritualidad superior, y Pablo de Tarso adoptó esa idea, haciendo a un lado
la humanidad de Jesús.
Sin embargo, la costumbre establecida para un rebino Judío (un maestro) es que estuviera casado,
según el mandato de la Torah, la ley de Moisés, que en Gen 1:28 dice: “.Sed fecundos y
multiplicaos, y llenad la tierra…”
En su primera carta a los Corintios, capítulo 7, Pablo de Tarso manifiesta su deseo de que lsus
seguidores fueran célibes, la prohibición del divorcio, etcétera. Sin embargo, aclara que esas son
sus opiniones, pero no las del Señor. Ese apóstol tampoco dijo que era célibe como lo había sido
Jesucristo, ni que los cristianos que desearan una vida más espiritual tenían que ser célibes, como
el Maestro lo había sido. Sin duda que hubiera usado estos argumentos si le hubiera constado que
esa era la verdad.
Se consideraba puro a todo lo que estaba limpio y se apegaba a la ley. Los hombres, los ricos y los
judíos saludables que tenían el cuerpo completo se consideraban puros. También los que pagaban
impuestos al templo y ofrecían sacrificios; por el contrario, eran impuros los que no hacían eso.
Los pobres eran impuros, igual que las mujeres. También eran impuros los minusválidos, los
pecadores, los enfermos y los proscritos. Se creía que los más pobres y los enfermos estaban así
porque no vivían de acuerdo a la ley. Por su parte, los gentiles (los no judíos) eran impuros por el
hecho de no estar circuncidados y no pertenecer al pueblo de Dios.
Las personas impuras eran despreciadas y boicoteadas por los justos y puros, es decir por los
ricos y poderosos. Por su parte, Jesucristo denunció la falsedad y los abusos de los escribas y
fariseos y los maldijo con terrible severidad, como antes lo había hecho Juan el Bautista (Mt 23:
13). En su opinión, la sangre de los animales sacrificados no borraba los pecados, ni aplacaba la
supuesta ira de Yahvé.
Dejar de comer el huevo que una gallina había puesto en sábado, tampoco purificaba el alma de
nadie. La proliferación de las leyes y ritos comprendía muchas conductas externas, pero su
cumplimiento no producía cambios interiores que fueran útiles para nadie.
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Había 634 prescripciones legales acerca de lo que se podía comer y lo que no, cuándo podían
tener relaciones sexuales las mujeres y cuándo no, cuándo eran obligatorias las visitas al templo,
los ritos de los sacrificios, etcétera (Borg).
Como enseña Jesús, las fornicaciones, y los robos, avaricias, maldades, fraudes, libertinajes,
envidias, injurias, insolencias, y la misma insensatez, provienen del corazón. Esto es lo que hace
impuro al hombre, y no lo que entra en el cuerpo, debido a que todos los alimentos son puros (Mc
7:18-23).
Los rabinos y los sacerdotes imponían al pueblo la carga excesiva de leyes, rituales y
prohibiciones, pero olvidaban los valores proféticos de la transformación moral mediante el
encuentro personal continuo del individuo con su Dios (Yahvé). El espíritu de la ley de Moisés es
más importante que su cumplimiento literal; los individuos necesitan superar su orgullo, y practicar
la compasión hacia el prójimo, como lo hizo el buen samaritano (Lc 10: 30-37).
Contra la sabiduría convencional de su tiempo, él propuso un orden social más justo y compasivo,
como lo hicieron los anteriores profetas de Israel. A Jesús le importaba mucho acabar con el
sufrimiento humano innecesario; enseñó que las estructuras políticas injustas son las causantes de
las guerras, el hambre y la brutalidad.
Él se relacionaba, sin ningún problema, con las mujeres, los gentiles, los pecadores, los enfermos y
los minusválidos; a todos los trataba como si fueran sus hermanos. Entendió que su mensaje
estaba destinado a toda la humanidad y no solamente a los hebreos de su tiempo.
Acostumbraba enseñar mediante metáforas y símbolos relacionados con las tradiciones del pueblo
de Israel y la vida cotidiana de sus oyentes, a la luz del sol y rodeados de la naturaleza. Fue un
predicador mesiánico y apocalíptico; un verdadero profeta que ilustraba la manera como Dios
influía en la historia para llevar al pueblo elegido de Israel (y a toda la humanidad) por el camino
correcto (Attridge).
Sin embargo, no conviene catalogarlo en una sola dimensión, porque tuvo una personalidad
religiosa muy compleja. Los que intentan verlo como uno más de los notables profetas de Israel, o
como si fuera una persona común y corriente, no hacen justicia a las evidencias históricas que
tenemos acerca de él.
Debido a que había recibido el bautismo de Juan, y fue su discípulo por algún tiempo, es probable
que compartiera algunas de sus expectativas acerca del cercano final de los tiempos. Como
visionario notable, Jesús profetizó la destrucción el templo de Jerusalén por los romanos (Mt. 24:
2), y también su propia muerte (Mt 16: 21; 17:22-23; 26:46).
El capítulo 13 del evangelio de Marcos relata una serie de predicciones acerca del fin del mundo:
los cielos se obscurecerán, las estrellas caerán del cielo, habrá terremotos, pruebas y tribulaciones,
guerras, y rumores de guerra. Al final de este tiempo, una figura divina, el Hijo del Hombre,
intervendrá en la historia de la humanidad para establecer el Reino definitivo de Dios.
Si tomáramos esas profecías en sentido literal, tendríamos que considerar a Jesús como un profeta
escatológico. Aunque fueron atribuidas a Jesús, hay fuertes razones para afirmar que provienen de
algunos cristianos que fueron testigos de la terrible destrucción del templo de Jerusalén (el año 70
DC), y ese acontecimiento fue el fin del mundo que ellos habían conocido (Attridge).
25
En su oración del Padre Nuestro, Jesús asegura que las personas obtienen el perdón de sus faltas,
errores y equivocaciones a través de un diálogo personal con Dios, sin necesidad de que
intervenga nadie más. A continuación presento mi versión de esa oración (a partir de una
traducción del arameo al inglés, ver Essenic Studies):
Ahora presento otra inspiradora versión, traducida del arameo al español (ver Martínez B.):
-Nuestro Yo, en el mismo paso, pueda estar con el Tuyo, para que caminemos
como Reyes y Reinas con todas las otras criaturas.
-Que tu deseo y el nuestro, sean uno sólo, en toda la Luz, así como en todas las
formas, en toda existencia individual, así como en todas las comunidades.
-No permitas que la superficialidad y la apariencia de las cosas del mundo nos
engañen, y libéranos de todo aquello que impide nuestro crecimiento.
26
-No nos dejes caer en el olvido de que Tú eres el Poder y la Gloria del mundo, la
Canción que se renueva de tiempo en tiempo y que todo lo embellece.
-Que Tu amor esté sólo donde crecen nuestras acciones. ¡Qué así sea!
Amén.
Los escribas y los sacerdotes judíos, guardianes de la fe, consideraban que Jesús era un revoltoso
que socavaba el respeto por el sábado y los demás ritos religiosos (curaba los sábados, Mc 3: 3-6).
Para ellos, sólo era otro Mesías idealista, semejante a los que ya habían sido condenados y
ejecutados; un hombre arrogante que pretendía haber recibido poderes especiales de Dios.
Antes de su muerte, el Maestro aseguró que llegaría el tiempo en que los verdaderos adoradores
del Padre lo harían en espíritu y en verdad, y no sólo en un monte de Samaria ni el templo de
Jerusalén (Jn 20-24).
El templo de Jerusalén, renovado por Herodes, guardaba el arca de la alianza; estaba edificado
encima de un monte y tenía un magnífico conjunto de edificios, con monumentales escalinatas y
túneles que conducían a la plataforma superior. Incluía la torre Antonia, sede de la poderosa
guarnición romana, que siempre estaba vigilando.
En la última semana de su vida, Jesús fue a Jerusalén para celebrar la pascua Judía. Ese festival
conmemora el final de la esclavitud en Egipto, el éxodo y la historia de Moisés. Rodeado por la
gran multitud, Jesús volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de
animales que serían sacrificados. Y les dijo:
Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración, ¡Pero vosotros estáis
haciendo de ella una cueva de bandidos! “ ( Mt 21:12-13; Lc 19:45-48; Jn 2:13-22).
Esta radical protesta contra el comercio del templo y sus sacrificios atrajo la atención inmediata de
los guardianes del templo y las autoridades romanas, que ya habían sido alertadas por su entrada
triunfal a Jerusalén unos días antes.
Se trató de un acto político de rebeldía pública, porque Jesús rechazó a las autoridades y a las
normas sociales vigentes, incluyendo la sangre de los sacrificios, la riqueza de los sacerdotes y la
falsedad de los escribas y fariseos.
Sin embargo, también fue un acto religioso, porque la política y la religión, para los hebreos de ese
tiempo eran inseparables. Según las expectativas religiosas mesiánicas que tenían muchos
hebreos de ese tiempo, un enviado de Yahvé iba a liberar al pueblo de Israel de sus opresores
romanos, de una manera tal vez milagrosa, como mil años los había liberado de los egipcios a
través, de manera milagrosa, mediante Moisés.
Según White, Cohen y Croissant, por esta acción, que iba contra el orden establecido, Jesús fue
condenado a la muerte en la cruz. En la opinión de Cohen, cuando derribó las mesas de cambio,
purificó el templo, y lo preparó para lo que sucedería en breve tiempo; su destrucción por los
romanos, y la adoración personal de Yahvé dentro del corazón de cada uno de sus fieles (el nuevo
templo).
Como relata el evangelio de Marcos (16: 1), María Magdalena, María la de Santiago y Salomé
compraron aromas para el entierro judío de Jesús, que incluía lavar su cuerpo desnudo y ungirlo
con perfumes y especies. En esta ceremonia tan íntima, no podían participar personas que no
fueran familiares del difunto, y en primer lugar le correspondía celebrarla a su esposa, María
Magdalena (Porter).
27
Capítulo 2
Los Hechos de los Apóstoles relatan que el Espíritu descendió sobre los discípulos cuando ellos
estaban reunido en Jerusalén, después de la muerte de Jesús, con motivo de la festividad judía de
Pentecostés (Hch 2:1). Se supone que también recibieron el poder de hablar todos los idiomas y
evangelizar a la gente para que creyera en Jesús.
Según los Hechos, la predicación del evangelio se extendió de manera maravillosa, bajo la guía de
los apóstoles, que actuaban siempre de acuerdo, sin pleitos ni discordias. Sin embargo, Attridge
advierte que la realidad histórica fue mucho más complicada que eso; los grupos cristianos tenían
diferentes creencias acerca de quién había sido Jesús y de lo que le había sucedido después de
su muerte, y nunca se pusieron de acuerdo.
Algunos estaban convencidos de que había resucitado; esperaban resucitar también e irradiaban
alegría contagiosa. Otros predicaban que él estaba vivo todavía, aunque solamente de manera
espiritual y simbólica. Los que no creían en su resurrección, trataban de imitar al Jesucristo
histórico de manera personal, y había algunos que propagaban sus doctrinas, junto con las de
Juan el Bautista.
El libro de los Hechos permite entrever que los distintos grupos tenían continuas discusiones entre
ellos; aunque nunca llegaron a ponerse de acuerdo, todos buscaban nuevos adeptos con mucha fe
y entusiasmo, utilizando los medios que tenían a su alcance.
Observaban las principales tradiciones religiosas judías, como lo había hecho el mismo Jesucristo.
A él lo recordaban en las comidas rituales, junto con sus palabras y sus acciones; para ellos, el
ritual del pan y el vino solamente simbolizaba su humanidad, y su vida en la tierra. Algunos
apóstoles y discípulos también se dedicaban a atender a los enfermos.
Las comidas semanales les daban la oportunidad de alegrarse por el evangelio y de recordar las
enseñanzas de Jesús; también escuchaban la predicación (y los mensajes proféticos y visionarios)
de algún apóstol o discípulo importante, sin importar que fuera un hombre o una mujer. También
curaban a los enfermos y compartían sus alimentos con los más necesitados.
Esos cristianos acudían regularmente al templo de Jerusalén para adorar a Yahvé durante las
festividades tradicionales. La práctica común entre ellos era el matrimonio judío; por eso, los
apóstoles estaban casados y vivían con sus esposas.
El conmovedor idealismo de las primeras comunidades cristianas de Asia Menor, en las que todos
eran hermanos, fue una especie de comunismo exitoso. Ellos proclamaban el amor fraterno, la
compasión y la caridad, junto con la repartición de los dones de la tierra por igual, sin grandes
diferencias, ni jerarquías entre los hermanos y las hermanas.
Después de la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos (el año 70 DC) y la feroz
persecución de los cristianos que estaban bajo la autoridad de Santiago, la mayoría de esas
comunidades desaparecieron, mientras que las de Pablo tomaron la primacía definitiva, tanto
28
Los cristianos de Jerusalén (Nazarenos), bajo Santiago, el hermano de Jesús, nunca creyeron que
Jesucristo era Dios, ni que había resucitado, mientras que los de Pablo, en la primavera del año 58
DC, ya estaban convencidos de eso, como se puede ver en el cuadro 2.1, adaptada de Muller.
Jesús
está en cielo NO SÍ SÍ SÍ
es el Cristo NO SÍ SÍ SÍ
es -o será- el Rey NO SÍ NO NO
es/era el Hijo de David NO SÍ NO sí/no
es el Hijo de Hombre NO SÍ NO sí/no
es el único Hijo de Dios NO NO NO SÍ
preexistía como eterno NO NO no sí/SÍ
se sacrificó por nosotros NO NO sí sí/SÍ
El Reino de Dios
vendrá muy pronto SÍ SÍ SÍ SÍ
está en la tierra SÍ SÍ no NO
está en cielo NO NO sí SÍ
Jesús estuvo sujeto a la Ley de SÍ sí/SÍ no NO
Moisés
Muchos de los primeros cristianos creían que el fin del mundo estaba próximo. Para algunos, el
Reino de Dios estaba en la tierra (en el interior de cada individuo), mientras que para otros estaba
en el cielo. Algunos grupos predicaban que Jesús había sido solamente un hombre, otros decían
que era Dios, y muchos tenían sus dudas.
Según los cristianos gnósticos, a cada individuo le conviene desarrollar su verdadero ser, y
disfrutar la sexualidad, para así alcanzar la iluminación y la inmortalidad personal. Y también para
vivir en armonía con la propia pareja, con las demás personas, y con el universo, incluyendo al
Creador, que opera a través de la corriente de la vida (Jung, Navarro).
29
Los cristianos de la iglesia cóptica (= “gnóstica”) del antiguo Egipto, florecieron entre 60 y 130 DC;
no tenían una organización jerárquica tan definida como los seguidores de Pablo; se agrupaban
alrededor de algunos líderes carismáticos. La iglesia católica romana, que antes se había aliado
con el emperador Constantino I, acabó con ellos alrededor del año 325 DC (Mack).
Sus enseñanzas y sus rituales religiosos permanecieron ocultos durante más de 1600 años, hasta
1947, cuando se descubrieron los códices de Naj Hammadi. En la actualidad, las traducciones a
varios idiomas modernos están disponibles en Internet.
Según los cristianos gnósticos, el Jesús histórico fue un maestro iluminado y un extraordinario
sanador (= médico y psicoterapeuta) que mantuvo relaciones de cercanía intelectual y afectiva con
el grupo de mujeres que fueron sus seguidoras, en particular con María Magdalena, su alumna
predilecta y esposa amada.
Ellos conservaron el núcleo más fundamental de las enseñanzas de Jesús: la mejor ruta hacia el
encuentro (personal, permanente, cálido y confiado) con Dios (nuestro Padre-Madre), es el
conocimiento interior (la gnosis) que conduce al desarrollo de propio ser y a la iluminación.
Según las doctrinas gnósticas (y las de Jesucristo, Carl Jung, Loisy, Tyrrell, Platón, Buda,
etcétera), la divinidad reside en el espíritu humano como algo continuo e inmanente; la podemos
comprender mediante el desarrollo del propio ser, el amor sexual cariñoso y las experiencias de la
consciencia pura. La naturaleza psicológica humana individual (el microcosmos) es un reflejo del
macrocosmos (el universo).
En los planos espiritual y humano, los hombres y las mujeres de esa iglesia -iguales en dignidad y
derechos- se dedicaban a cultivar y disfrutar los niveles superiores de consciencia hasta llegar a la
iluminación divina. Consideraban que el sacramento de la cámara nupcial era de suma importancia
para poder disfrutar las experiencias religiosas (= místicas) de la consciencia pura, en la que todas
las dualidades desaparecen, y se consideran ilusorias cuando se alcanza ese nivel de desarrollo
espiritual.
La ternura y el amor sexual compartido, con toda su fuerza impulsiva del placer y de la alegría, es
el camino natural que tiene mayor eficacia para que los hombres y las mujeres puedan alcanzar la
experiencia mística de la unión con Dios.
cristianismo gnóstico, el símbolo de la cruz representaba la unión de esas energías: El eje vertical
simboliza a Cristo (el Logos) y el horizontal a Magdalena (Sofía, la sabiduría).
Para los cristianos cópticos, la sagrada unión sexual de una pareja representa el ideal de la
masculinidad y la feminidad cristiana en toda su plenitud. Magdalena tuvo a Jesús dentro de ella y
de esta manera participó de su Verbo, mientras que él se llenó de ella (Sofía), su complemento
femenino (Malachi).
Como fiesta sacramental, la eucaristía no tenía nada que ver con la supuesta redención del pecado
original, ni con beber la sangre de Jesucristo: simbolizaba la reunión vital del hombre (el pan =
Logos = el Verbo) con la mujer (el vino = Sofía = la Sabiduría). Ese ritual celebraba la unión mística
(el sagrado matrimonio) entre lo Divino Masculino y Femenino, presente en toda la creación, y la
redención humana mediante la iluminación divina (la gnosis). Así se reparaba la división (la
distancia emocional) entre Adán y Eva, igual que su estado cósmico primitivo de ignorancia, sin
ninguna necesidad de la sangre de Jesucristo.
Según el evangelio de Felipe, una parte importante de la misión de Cristo fue eliminar cualquier
animosidad entre los hombres y las mujeres mediante el sacramento de la cámara nupcial:
El abrazo de la unión sexual no es impulsivo solamente (movido por el deseo), sino que también
es un acto deliberado y voluntario. Ambas personas quedan satisfechas después de haberse unido
de esta manera, que incluye compartir profundos sentimientos de ternura y respeto mutuo.
Mediante este valioso sacramento cristiano, sentirán deseos de continuar juntas el camino de la
vida, sabiendo que cada acontecimiento de ella también tiene aspectos divinos.
El sacramento de la recámara nupcial brinda a los hombres y mujeres la experiencia del amor
cariñoso, afectuoso y tierno que alcanza a superar las heridas producidas por las relaciones
sexuales que únicamente están motivadas por el impulso biológico y las hormonas, pero no
ofrecen ningún apego emocional.
Los que afirman que primero se mueren y después van a resucitar, están muy equivocados.
Necesitan resucitar mientras están vivos (mediante el sacramento de la cámara nupcial), porque de
otra manera no recibirán nada cuando mueran (Phil 73).
Los cristianos cópticos defendieron la igualdad entre las mujeres y los hombres en todos los
ámbitos (familiar, religioso, social, emocional e intelectual). A las mujeres no se les prohibió presidir
los servicios religiosos, ni predicar, ni profetizar, ni enseñar, ni sanar, ni ninguna otra cosa.
Como explica Antonov, el evangelio de Felipe explica como Dios nos va enseñando, a través de
las relaciones sexuales (= el sacramento de la recámara nupcial), lo que es el amor, la sabiduría y
la energía vital. De esta manera, las parejas que se aman alcanzarán el desarrollo del propio yo,
junto con el encuentro con Dios a través de la experiencia de la iluminación.
31
Cuando hay gran diferencia en la edad (= el nivel espiritual) de las almas, en el metabolismo de la
energía psíquica, y en la elevación (sutileza) de la consciencia, las relaciones sexuales serían un
obstáculo importante para la persona que está más cercana a Dios. Eso impediría que las
personas siguieran unidas. Sin embargo, el nacimiento de los niños impone a sus padres
importantes obligaciones (Phil 42).
¿Puede alguien cambiar pareja, o debe seguir toda la vida con la misma persona? La respuesta es
que puede cambiar y dejar a la anterior, porque así las personas aprenden más acerca del arte de
dar a los demás su amor.
A medida que se perfeccionan y crecen, pueden dar y recibir más (Antonov). Las uniones
matrimoniales no pueden continuar cuando una, o ambas personas, exhibe egoísmo, violencia,
dureza y arrogancia en sus relaciones sexuales y en las demás circunstancias de sus interacciones
conyugales (Phil 62).
Para esos cristianos, sus mujeres eran amadas y amantes, muy capaces de tomar sus propias
decisiones. Ellas los amaban con igual intensidad y compromiso, sin el rencor y la agresividad
pasiva que son típicas en las mujeres sumisas.
Quispel afirma que los evangelios cópticos no son gnósticos, porque -como doctrina filosófica- el
gnosticismo propone que el mundo es una ilusión, y está compuesto de materia maligna. Allí
habitan los demonios malos, mientras que el inconsciente humano es consustancial con el Dios
supremo. Debido a su caída en la ignorancia, al llegar a este mundo, desconoce su verdadero ser.
Al final de cuentas, los hombres se enteran de su verdadera realidad por una revelación divina
(interior y personal) que nada tiene que ver con la historia, ni con las sagradas escrituras, ni con la
sangre de Jesucristo.
Los evangelios cópticos contienen enseñanzas muy definidas, y muy distintas al cristianismo de
Pablo de Tarso. Subrayan la realidad y la santidad de la vida encarnada (= de la unidad cuerpo-
mente-espíritu), tanto la de las personas de Jesucristo y su pareja María Magdalena, como la de
todos los demás seres humanos. Debido a todo esto, según dicho autor, no son gnósticos.
Sin embargo, la palabra gnosis tiene un significado muy claro y bien conocido: es un conocimiento
espiritual secreto y oculto que conduce a la iluminación. En este sentido, los cristianos cópticos (y
sus escritos), en mi opinión son gnósticos, sin duda alguna.
Estando al servicio de los jefes religiosos de Jerusalén, creyó que honraba a Yahvé persiguiendo a
los seguidores de Cristo. Camino a Damasco, le rodeó una luz venida del cielo, cayó del caballo
(ver la figura 3.1) y oyó una voz, que le decía:
32
“Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? El respondió: ¿Quién eres Señor? Y el: Yo
soy Jesús, a quien tú persigues…” (Hch 9: 3).
Días más tarde, un cristiano (Ananías) le devolvió la vista, lo llenó del Espíritu Santo y le explicó
dijo que la voz que había escuchado era la del Señor Jesús (Hch: 17-18). Pablo recibió el
bautismo, se unió a los cristianos de Damasco y empezó a predicar en las sinagogas que Jesús
era el Hijo de Dios.
Según su propio relato (Ga 1:17), pasó un tiempo en el desierto de Arabia, dedicado a la
meditación personal. Debido a la persecución del rey Aretas, tuvo que salir de Damasco y viajó a
Jerusalén. Allí, las comunidades cristianas no creían que Jesús hubiera resucitado y guardaban las
tradiciones hebraicas, aunque en forma más iluminada.
Los apóstoles de Jerusalén querían que Pablo aprendiera de ellos. Sin embargo, él se atribuyó la
misma autoridad que ellos, entusiasmado por los conocimientos sublimes de sus propias
“revelaciones” (= alucinaciones). Dejó ese grupo y se dedicó a convertir a los paganos; fue un
viajero incansable, un predicador muy carismático y un formidable evangelista.
Además, siempre estuvo bien informado de lo que hacían los Obispos y los sacerdotes de las
iglesias que él controlaba. Se empeñó en fomentar, dentro de sus comunidades, la solidaridad,
fraternidad y el amor a Jesucristo. En el plazo de veinte años logró extender su versión del
cristianismo desde Asia Menor hasta Turquía, Macedonia, Grecia y Roma. La palabra “cristianos”
se empezó a usar por primera vez en Antioquía.
Mediante sus viajes y cartas (epístolas) se aseguró de que los nuevos cristianos de Éfeso, Corinto,
Tesalónica, Roma, etcétera, creyeran firmemente en las doctrinas y practicaran los rituales que él
mismo inventó. No es probable que haya escrito todas las epístolas que se le atribuyen; se cree
que las primeras fueron escritas en el año 50 DC, mientras que los evangelios canónicos se ubican
entre los años 60 y 70 DC (Mack).
33
En aquellos tiempos había muchas mujeres que bautizaban, predicaban y profetizaban (algunas
también tenían visiones que tomaban como realidades). Algunas también eran apóstoles, e incluso
sacerdotes.
Pablo se opuso a todo eso de manera tajante y decretó que las mujeres no podían enseñar
(predicar y profetizar), ni hablar en las asambleas cristianas, sino que debían guardar silencio (I
Tim 2: 11).
Las mujeres debían someterse a sus maridos en todo (Ef 5: 24). Si una mujer no se cubría la
cabeza en las reuniones, sería mejor que se cortara la cabellera, o se rapara, debido a que la
mujer es un reflejo del hombre (sin personalidad propia) (I Co 11: 6-7).
Los Obispos de Pablo podían casarse, lo mismo que sus sacerdotes. En I Co 7: 1-40, Pablo habla
de sus preferencias por el celibato; también afirma que la mujer casada no dispone de su cuerpo,
sino su marido, mientras que el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer.
Pablo perdonaba los pecados y concedía a sus conversos el ingreso al cielo (mediante su
bautismo particular), sin que tuvieran que practicar las tradiciones judías, como la circuncisión.
Transformó el ritual de la comida eucarística, en la que antes los participantes sólo recordaban
la vida de Jesús, en la comunión de la carne y la sangre del Cristo-Dios-redentor.
El Nuevo Testamento dedica mucho espacio a las doctrinas y hazañas de Pablo de Tarso; sus
opiniones alucinadas se añadieron a las últimas versiones de los cuatro evangelios canónicos y
también a los hechos de los apóstoles.
Como sabemos por Muller y otros autores, hubo un cambio gradual de ideas, empezando por los
primeros discípulos (bajo el apóstol Santiago) quienes nunca creyeron que Jesús fuera Dios, hasta
Pablo, el primer administrador de la sangre del Dios-Jesucristo, que propuso este remedio como el
boleto infalible para entrar al cielo (ver el capítulo cuatro).
En el Areópago, Pablo presentó a Jesús como el Dios desconocido de los romanos (Hch 17: 23);
también inventó el mito del Dios resucitado-Jesucristo, y junto con eso, agregó al Dios único
(Yahvé) otras dos personas masculinas distintas. Fue perseguido por los judíos y también por los
romanos.
En aquel tiempo, a los romanos no les interesaba gran cosa el culto cristiano, por que preferían el
del dios Mitra. Sin embargo, durante el incendio de Roma en 64 DC, hubo rumores de que el
decadente emperador Nerón lo había iniciado para despejar el terreno para su nuevo palacio. Para
justificarse, culpó a los cristianos, y la ira del populacho enfurecido se dirigió contra ellos.
En el gran circo de Roma, ese emperador arrojó cientos de cristianos a los leones y a los
gladiadores, y también quemó a algunos en la hoguera, con el propósito de divertir al público y
satisfacer sus deseos de sangre y venganza.
Es probable que Pablo muriera durante esa época. Su versión del cristianismo, refrendada por su
vida apasionada, fue aceptada, cada vez más, por los paganos. En unos cuantos siglos, con el
apoyo de los Concilios (con sus dogmas de fe), las doctrinas de Pablo se extendieron por todo el
imperio romano y opacaron los cultos de Mitra, Dionisio (Baco), Apolo y Osiris.
Debido a las violentas polémicas de los cristianos de Pablo contra los gnósticos, las enseñanzas
esotéricas y la tradición de una “gnosis cristiana” fueron olvidadas casi por completo (Eliade). A
partir del siglo tercero, apenas se supo algo del gnosticismo, hasta que se descubrieron, en 1947,
los importantísimos códices de Naj Hammadi.
Como vimos antes, la versión del cristianismo de Santiago desapareció casi por completo
34
a partir del año 70, debido a la destrucción del templo de Jerusalén y la persecución romana que
dispersó a esas comunidades cristianas.
La emotiva imagen de ese salvador los llenó de esperanza; creyeron en el Padre amoroso, el Hijo
que murió por ellos y el Espíritu tan cercano. Durante las persecuciones, muchas personas dieron
su vida motivadas por su fe en Jesucristo (Murrell).
El éxito del cristianismo se debió a tres factores principales: 1. Los conversos adquirían, con el
bautismo, el perdón automático de todos sus pecados y la promesa de la salvación eterna. 2.
Ingresaban a una comunidad de hermanos. 3. En el siglo IV Constantino se convirtió al
cristianismo, y así esa religión fue la única oficial, en todo el imperio romano.
En esa época, la gente vivía una terrible desigualdad; había mucha pobreza y soledad al lado de
inmensas riquezas concentradas en pocas personas. Abundaban las enfermedades y no había
servicios médicos públicos. Por el contrario, en las comunidades cristianas, los esclavos, los
pobres y los desprotegidos recibían continuas muestras de aprecio, respeto y amor fraternal en
nombre de Jesucristo.
Cerca de las iglesias había lugares para cuidar a los enfermos, proteger a las viudas y brindar
ayuda a los más necesitados. A ninguno le faltaba vivienda ni los alimentos. Los mayores que
sabían leer y escribir, enseñaban a las personas interesadas, con el propósito de que pudieran leer
las sagradas escrituras (Koester).
Al principio, los cristianos eran hermanos y hermanas, con iguales derechos y la misma dignidad,
sin importar que fueran judíos, griegos o romanos, ricos o pobres, porque estaban unidos por la
Espíritu.
Ellos se consideraban los consagrados, los santos, elegidos y creyentes. También eran los pobres,
porque no acumulaban riquezas. Los diáconos eran los encargados de repartir los alimentos y
brindar hospitalidad a los peregrinos y a los necesitados. Los ricos entregaban sus bienes a la
iglesia, y todo era de todos (como una especie de comunismo exitoso).
Los primeros evangelios se empezaron a difundir alrededor del año 70 (incluyendo a los gnósticos
y otros apócrifos). Siguió la época de los grandes maestros (los Padres de la iglesia). Según
Tertuliano, en 135 DC todos los cristianos eran sacerdotes y administraban los ritos; como eran
“espirituales”, no dependían de nadie ni recibían alguna ordenación (Arnold).
Hubo alrededor de diez persecuciones en contra los cristianos, algunas de ellas muy violentas,
como las de Nerón, Trajano, Septimio Severo, Decio y Diocleciano.
En los primeros siglos del cristianismo, el mitraísmo era una de las religiones más apreciadas; los
altares y monumentos de su culto secreto, exclusivo para hombres, existen todavía, diseminados
por toda Europa. El nuevo mito del Jesús-Dios que inventó Pablo de Tarso se parece tanto al del
dios Mitra, que los griegos y romanos no tuvieron muchas dificultades para cambiarlo por el de
Jesucristo redentor (ver el capítulo cuatro).
Fue hasta el año 200 DC cuando se empezó a celebrar la misa sacerdotal como el sacrificio del
cuerpo y la sangre de Cristo, en forma más o menos simbólica. Cada congregación tenía sus
propias autoridades, incluyendo a los sacerdotes y Obispos. Alrededor del año 220, ningún
cristiano le reconocía al Obispo de Roma alguna primacía (autoridad) por encima de las demás
iglesias (Arnold).
35
Antes de los primeros Concilios (325 a 451 DC), los cristianos nunca estuvieron de acuerdo acerca
de quién había sido Jesús, ni de cuáles habían sido sus enseñanzas; unos y otros se acusaban de
Herejías. Se multiplicaron las violentas pugnas doctrinarias, y se generalizó la alteración, mutilación
y destrucción de los evangelios y demás manuscritos religiosos. También hubo cristianos que
asesinaron a sus oponentes por diferencias en la fe, en nombre de Cristo, desde luego.
Eliade concluye que la universalización del mensaje cristiano se logró -empleando imágenes
mitológicas-, mediante un continuo proceso que asimiló la herencia religiosa existente antes del
cristianismo.
36
Capítulo 3
En primer lugar presento los versículos del Nuevo Testamento que afirman que Jesús es Dios, y
luego los que aseguran que fue un hombre solamente.
En verdad, en verdad os digo, que antes que naciese Abraham, Yo Soy. (Juan 8: 58).
Creed en las obras (que hago) aunque a mí no me creáis, y así sabréis y conoceréis
que el Padre está en mí y yo en El (Jn 10:38-39).
Algunos judíos tomaron piedras para matarlo cuando dijo “Yo y mi Padre somos la misma cosa”, y
Jesús les preguntó qué delito había cometido. Ellos le respondieron: porque tú, siendo hombre, te
haces a ti mismo Dios (Jn 10: 33). Sin embargo, Jesús sólo afirmó que era Cristo: un Mesías
enviado por Yahvé (Jn 10: 23), que estaba en sintonía con sus deseos. También afirmó (Jn 36)
que era un Hijo de Dios, como cualquiera de nosotros.
Esos títulos en verdad le correspondían, porque Dios lo había elegido para proclamar su mensaje.
En ambos casos, se refería al salmo 82, que otorga a los profetas el título honorífico de “dioses”
(con minúscula), e Hijos del Altísimo, y también les recuerda que morirán, como humanos que
son. Al final, caerán como lo hace cualquier gobernante. Jesús nunca aseguró que era Yahvé, ni
que los mismos poderes que Dios, solamente afirmó que tenía la dignidad y los poderes que
corresponden a un profeta iluminado.
Aunque Jesús provino de Yahvé, no fue su equivalente, sino una manifestación suya, reducida a
las limitadas proporciones humana. Desde antes del principio de los tiempos, Dios había planeado
que los profetas vinieran al mundo; en ese sentido, Jesús existía, desde toda la eternidad, como
una idea o un proyecto, en la mente de Dio. Pero eso no lo convierte en un nuevo Dios, como
tampoco diviniza a cualquier otra persona humana cuando nace en este mundo.
Como veremos en el número cuatro de ese mismo capítulo, Jesús, el Hijo del Hombre, el humano
solamente, afirmó –de manera tajante, que fue una persona mortal, como cualquiera de nosotros.
Los enemigos de Jesús buscaban un pretexto para apedrearlo en la mejor oportunidad que
tuvieran; por eso ponían en su boca palabras blasfemas, para usarlas después como evidencia
condenatoria; al final de cuentas, lograron su propósito.
…la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo (Tt 2:13).
La mayoría de las citas bíblicas mencionadas arriba expresan las creencias de Pablo de Tarso,
que se basan en sus visiones alucinadas. Este apóstol divinizó a Jesús, el humano solamente, y lo
transformó, en el nuevo Mitra, el nuevo Apolo y el nuevo Dios (ver los capítulos 4 y 6). Son las
mismas que los adoradores de ese dios mítico repetían en sus ceremonias.
Cuanto al Apocalipsis, conviene advertir que está redactado en forma muy metafórica (Mack).
Shekhiná es la Espíritu, la Palabra que ilumina a los profetas, maestros y sabios. Sin embargo, no
es una persona diferente de Yahvé, sino un concepto religioso; por eso mismo, no pudo embarazar
a María, ni tampoco encarnó en el cuerpo de Jesús para convertirlo en un nuevo Dios. Yahvé es
distinto a Zeus y otros dioses griegos míticos que supuestamente embarazaban doncellas
incautas.
3. Los evangelios, los Hechos y Pablo dijeron que Jesús no era Dios
Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios (Jn 8: 40).
Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios (Jn 20: 17).
Y al que diga una palabra (una blasfemia) contra el Hijo del Hombre,
esta se le perdonará; pero al que la diga contra el (la) Espíritu Santo
no se le perdonará, ni en este mundo ni en el otro (Mt 12: 32).
¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? (Mt 27: 46
y Mc 15: 34).
En sus comentarios de arriba, Jesús afirmó que no era Yahvé, (el Bueno) ni tampoco el Padre ni el
(la) Espíritu Santo; tampoco poseía la esencia Divina; con toda claridad se refirió a sí mismo como:
el hijo del hombre, r el humano solamente. La oración del Padre nuestro no permite ninguna duda;
Jesús asegura que Dios es su Padre amoroso (como lo es también de cualquiera de nosotros), en
sentido simbólico y muy real al mismo tiempo. No dijo que venga “mi” Reino, sino el de Yahvé.
También reconoció que era solamente un hombre cuando se postró ante su Padre (su Dios):
Capítulo 4
Pablo de Tarso transformó a Jesús, el humano, en una deidad salvadora, que con su muerte
sangrienta libra del pecado a los creyentes y les concede la vida eterna; en su opinión, su vida y su
muerte se debieron a un plan cósmico-divino (para redimir a la humanidad del pecado original) que
se extendía desde la creación de Adán hasta el final de los tiempos.
Aunque este apóstol no conoció al Jesús histórico, prometió a sus seguidores una inmortalidad
personal muy asequible a los que estaban desilusionadas con las fábulas que rodeaban a las
divinidades greco-romanas tradicionales (Zeus, Apolo, Venus, etcétera). Según creían muchos
judíos, Jesús era el Mesías que libraría al pueblo elegido del domino del imperio romano, de
manera tal vez milagrosa (Loflin).
Los cultos esotéricos egipcios, griegos y romanos eran muy populares entre los hombres más
ilustrados del siglo I de nuestra era. Buscaban que sus adeptos entraran en comunión con sus
divinidades y tuvieran experiencias cósmicas y místicas (Eliade, Nietsche).
El culto al dios Mitra se originó en India hace unos 3,500 años, y se estableció en Persia hacia el
800 AC. Tenía un aspecto masculino (el de Ra, el sol) y otro femenino, parecido al de Mut, la
diosa madre de los egipcios) Más adelante, su culto se extendió a Persia, a Gran Bretaña y a
Roma. Cuando llegó a Grecia se transformó en el culto al “sol invicto”. Era el dios favorito de los
legionarios romanos, el que les concedía las victorias; por su parte, ellos llevaban en sus escudos
rojos la representación del sol invicto en color amarillo.
Sus adeptos representaban a Mitra como un joven con gorro frigio (parecido al de la diosa Libertad
de la revolución francesa), que está sacrificando a un toro. Con una mano le sostiene su cabeza y
con la otra le corta el cuello con una daga; brota un chorro de sangre caliente (figura Ap. 2.2)
Durante sus ceremonias, los adoradores de Mitra sacrificaban un toro, bebían su sangre y comían
su carne. Creían que ese rito les garantizaba la vida eterna. De esta manera, ellos renacerían
40
después de la muerte, debido a que su vida había sido creada de nuevo por la sangre del toro. Se
podía substituir la carne del toro por pan o pescado, y su sangre por vino sacramental (Loflin y
Vermaseren).
Según ese mito, los primeros discípulos de Mitra fueron 12, como las doce horas del día. De
acuerdo con la tradición, Jesús tuvo doce apóstoles, sin contar al grupo de mujeres que le seguían
continuamente.
Según la leyenda, Mitra nació en una cueva, de una madre virgen, un 25 de diciembre, y murió en
la cruz durante la pascua; sus seguidores practicaban el bautismo y hacían la señal de la cruz en la
frente de los conversos.
Después de que Mitra, el salvador del mundo, terminó su misión en la tierra, regresó al cielo en una
carroza de fuego (igual que el profeta judío Elías), donde intercede por la raza humana ante los
demás dioses.
El día del juicio final, Mitra abrirá las puertas del Paraíso con sus llaves, para que entren sus fieles
seguidores y participen de su Reino; los que no fueron bautizados en su nombre serán aniquilados
por el fuego. Como es evidente, Pablo y sus discípulos aprovecharon los principales elementos del
culto secreto de Mitra para divinizar a Jesucristo (Vermaseren).
Sus misterios revivían la muerte (por el bien de la humanidad), el entierro y la resurrección de ese
dios. En medio del júbilo de la concurrencia, un joven que representaba a Mitra fingía que estaba
dormido, y luego despertaba. Como parte del culto a ese dios, los iniciados sacrificaban un toro y
luego bebían su sangre.
Como advierte el mismo autor, las doctrinas de Pablo (que difundió con sus epístolas) son muy
parecidas al culto ancestral de Mitra, que tuvo en Tarso- no de sus santuarios principales. Hay
suficiente evidencia que demuestra que Pablo de Tarso tomó los principales elementos de la
religión de Mitra para fabricar un nuevo mito: el de Jesucristo, Dios crucificado que redime al
mundo con su sangre. De esta manera logró difundirlo por todo el imperio romano.
Así, los iniciados de Mitra creían que él les perdonaba los pecados, curaba sus enfermedades, era
el creador del mundo, el Dios de dioses, Rey de Reyes, Señor del cielo y la tierra, y Mediador.
También era la Verdad, la Luz, la Vida, el Verbo (= la Palabra) y el Hijo de Dios. En sus epístolas,
Pablo le aplicó a Jesús todos esos títulos honoríficos. (Murdock).
Pablo también aseguró (2 Co 12:11) que fue arrebatado al paraíso, con su cuerpo o fuera de él, y
oyó palabras inefables, etcétera. Sin modestia alguna, aseguró que no era inferior a ninguno de los
“superapóstoles”. Sabía que era superior a cualquiera de ellos: ciudadano romano, fariseo, ex jefe
de un grupo armado de caballería y conocedor del mitraísmo.
También tuvo visiones alucinadas más elevadas y dramáticas que cualquiera de ellos. Así, en otra
ocasión, vio a Jesucristo en el cielo y supuso que estaba en un plano superior de la realidad,
donde habitaba el Hijo de Dios (2 Co 12:1-12). Mezcló sus visiones con las doctrinas filosóficas del
platonismo y los mitos del mitraísmo para venderlas a los romanos. Además, agregó numerosas
citas bíblicas para hacerlas pasar por verdades absolutas en las comunidades judías.
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La filosofía de Platón (424-348 AC) postula que lo que sucede en el mundo de los humanos tiene
su principal equivalente, paralelo, en el mundo de arriba (Eliade). Según Pablo y su falaz lógica
platónica-alucinada: Las acciones de Jesús en el plano superior (como Dios, Rey, Redentor
y Creador) son paralelas a la vida de Jesús en la tierra.
Debido a que Jesucristo, el que murió acá abajo, es el mismo de arriba, debió haber resucitado
para llegar hasta el cielo, donde Pablo lo había visto. De la misma manera, los cristianos que crean
en Jesús (y tengan fe en las alucinaciones de Pablo) pueden resucitar y cruzar con facilidad el
puente que va de este mundo al cielo.
Esto era algo muy novedoso, porque en los otros mitos (Osiris, Apolo, Mitra y Dionisio) los dioses
del cielo estaban fuera del tiempo terrenal y no tenían nada que ver con algún personaje histórico
en particular (Doherty).
El tiempo primordial se convertía en “lo eterno que ahora está presente”; los actos que Jesús
(sumo sacerdote del cielo) efectuaba en el templo celestial, se renovaban de nuevo en la tierra con
el bautismo y la eucaristía de Pablo (Eliade, Doherty). Ese apóstol dejó clara constancia de sus
preferencias platónicas:
El rito del bautismo ligaba a los iniciados con el mundo de arriba y los hacía miembros de un
cuerpo místico colectivo: el del Cristo celestial. Morían a la vida del pecado para renacer libres de
culpa; también heredaban la promesa de su futura resurrección (Rm 6:3-7; 1 Cor, 6:15).
Según Pablo, Jesús repartió a sus apóstoles su propia carne y sangre en la última cena (I Cor 11:
23-26); debido a que el sacerdote repite las supuestas acciones de Jesús en la tierra, la sangre
eterna de Dios descienda del cielo y queda a disposición de los fieles, por la magia de un
paralelismo fantasioso (Doherty).
La muerte de Jesús había sido planeada y realizada en el cielo desde toda la eternidad, como los
profetas de Israel lo habían profetizada (Is 7: 11, Miq 5, Jer 33, Zac 9). Era el Justo, porque le
habían sucedido cosas parecidas; su sangre humana era la de Dios, y su cuerpo humano se había
hecho sobrenatural. Además, la madre de Cristo necesitaba ser virgen (igual que la de Mitra y las
de otros dioses).
Jesús tenía que ser del tronco de David (2 Sam 7: 16) para que tuviera sangre real y así pudiera
ser Rey del cielo; la solución fue inventar dos genealogías (que abarcan más de mil años) para que
los discípulos de Pablo las agregaron a los evangelios, junto con los relatos paulinos de la última
cena y la crucifixión.
También exaltó los temas de la sangre y el sacrificio; como gran novedad, para perdonar los
pecados (y el pecado original), en lugar de sacrificar un animal (un toro, por ejemplo, como en el
culto de Mitra, o como los animales sacrificados en el templo de Jerusalen), era más dramática la
muerte de Jesucristo, el nuevo Dios-crucificado.
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Esa poderosa fantasía sadomasoquista sigue conmoviendo a los que prefieren lo teatral, oscuro y
misterioso, y les gusta el sufrimiento y la muerte sangrienta, en lugar de la vida (necrofilia, ver
Fromm). Pablo dejó constancia escrita de sus explicaciones, tan dramáticas y absurdas al mismo:
Aquí tenemos la misma receta primitiva de pagar culpas con sangre, pero ahora es la de
Jesucristo, ¡más poderosa que la de cualquier animal! En el templo de Jerusalén, los muchos
animales sacrificados producían ríos de sangre para honrar a Yahvé, pero nunca derramaron la
sangre de alguna persona humana (Loflin y Vermaseren).
Por supuesto que para los hebreos, la presencia divina que residía en el Templo (Shekhiná) era lo
más importante de todo, y no tanto las ofrendas, ni los sacrificios. Por su parte, Jesucristo murió
porque se opuso al comercio y a los sangrientos sacrificios del templo de Jerusalén, que no
agradaban a Dios, ni concedían a nadie el perdón de sus pecados. Sin embargo, el Jesús histórico
nunca dijo que el mítico pecado de Adán se extendiera a toda la humanidad, ni mucho menos que
su sangre sirviera para borrarlo.
Contra toda lógica sana, Pablo de Tarso supuso que él podía leer el pensamiento y los eternos
designios de Dios, cuando aseguró que aplacaría su terrible ira, generada por el pecado de Adán
y Eva, al enviar a su hijo a una muerte sangrienta:
...por su sangre, seremos salvos de su cólera (Rm 5: 9).
Todo fiel cristiano está muy obligado a tener devoción a la Santa Cruz,
pues en ella quiso morir Jesucristo, nuestra Luz, para librarnos
del Enemigo Malo (Satanás).
Además de ser la infeliz víctima, tan neurótica, de su propia ira infinita, el Dios de Pablo nunca
llegaría a ser omnipotente, porque tenía que seguir luchando contra el temible príncipe del imperio
del aire, Satanás, y todos sus diablitos (los incrédulos), como también lo hacía ese apóstol:
Agitando la figura fantasmal de Jesucristo, el nuevo Mitra, Pablo creyó que aseguraba la salvación
de sus cristianos y también la suya propia. Tuvo inmenso poder sobre las comunidades visitaba,
debido a que les proponía la salvación eterna a cambio de una fácil conversión, parecida a la que
tuvo él mismo.
El Jesús histórico nunca le importó gran cosa. Para él, fue un aparecido -una especie de fantasma-
semejante a los que deambulan por Comala, sin saber que ya están muertos, en la famosa novela
Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
Lo impulsaron las visiones alucinadas de su grandioso ego narcisista: primero Pablo, luego Pablo y
al final Pablo. Las palabras yo, mi y me, aparecen 943 veces en sus epístolas. Declaró que
proponía su evangelio (inventaba su propia secta) en Rm 2: 16; 16: 25 y en 2 Tim 2: 8. Rogó a
todos los cristianos que fueran sus seguidores en I Cor 2: 16; Phil 3: 17, y 2 Tes 3: 7.
En sus epístolas, Pablo repitió casi 100 veces la palabra pecado y pecar Creó la enfermedad
insistiendo en que somos pecadores (Rm 3: 23, 5: 12-21), y luego inventó el remedio infalible: la
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sangre de Jesucristo. Pero ni eso no funcionaba de manera automática; Pablo la tenía que recetar,
con sus Obispos y sacerdotes; ellos se ganaron la vida bautizando y perdonando los pecados de
sus fieles, como lo han hecho los eclesiásticos de todos los tiempos.
El Greco lo pintó como alucinado religioso, tomando por modelo a un recluso del manicomio de
Toledo, en España (figura 4.2). Con su mirada mal enfocada y triste, y su cuerpo esquelético,
Ilustran uno de los temas de la contra-reforma católica, el de “la locura divina”. En la sacristía de la
catedral de Toledo, también representó, por separado, a uno de los doce apóstoles como
retrasados mentales, catatónicos, depresivo, esquizofrénicos, etcétera.
Durante la última cena (ritual hebreo del pan y la bebida compartida), el Jesús histórico habló de su
próxima muerte y de una reunión futura con sus discípulos en el reino de Dios. Sin embargo, nunca
les aseguró que su sangre poseyera un poder mágico redentor, ni que con su muerte en la cruz
redimiría a sus seguidores -ni a la humanidad entera- de algún pecado mítico imaginario.
Las palabras de Mc 10:45, que otorgan poder redentor a la sangre de Jesucristo, reflejan las
teorías alucinadas que inventó Pablo (1 Cor 11:24). Por su parte, algunos de sus seguidores las
agregaron al evangelio de Lucas (Lc 22:19), y luego al de Marcos (Mc 14:22), junto con otras
doctrinas parecidas. Esto último, debido a la notable influencia del evangelio de Lucas en el de
Marcos, que antes tuvo otras redacciones, con distintos finales (Loisy).
Pablo se proclamó dueño de la sangre del nuevo Dios-Jesucristo y se apropió las llaves simbólicas
del cielo y del infierno, que antes eran del dios Mitra, según el mito. Para someter mejor a sus
conversos, transformó la Gehenna (el basurero de Jerusalén) en un infierno imaginario con fuego,
diablos y sufrimientos eternos. Afirmó:
Y si no resucitó Cristo, vuestra fe es vana, estáis todavía en vuestros pecados.
Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron… ¡somos los más
desgraciados de los hombres! ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos…
(1 Co 15: 17-20).
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Jesús no resucitó porque sólo fue un hombre solamente, ni dejó a nadie el poder de perdonar los
pecados después de su muerte. Él aseguró que llegaría el tiempo en que los verdaderos
adoradores adorarían al Padre en espíritu y en verdad (= dentro de sí mismos), y no en un monte
de Samaria ni en el templo de Jerusalén (Jn: 20-24).
Según los estoicos y Aristóteles (384-322 AC), la realidad terrenal se reduce a lo que podemos
percibir, y es muy distinta de lo que aparece en las fantasías y en los sueños. Los mitos de Platón,
igual que los de Mitra, Osiris, Apolo y Dionisio, son metáforas fantasiosas, y sólo hay un Dios
verdadero.
Santiago, el hermano de Jesús, jefe indiscutido de la iglesia cristiana de Jerusalén, nunca se llegó
a enterar de que Jesús hubiera resucitado, ni que le hubiera dejado a nadie los formidables
poderes de perdonar pecados y conceder entradas al cielo. Tampoco hay evidencia histórica de
que Pedro, o los primeros presbíteros de Roma, supieran que los tenían. Nadie sabe, con absoluta
certeza, si acaso Pedro estuvo en Roma alguna vez.
Los cristianos cópticos (ver el capítulo dos) sabían que María Magdalena tenía gran facilidad para
comprender a Jesús; a ella le reconocieron la misma dignidad humana y religiosa que a esposo
Jesús, cosa que nunca hicieron con el terco apóstol que negó tres veces a su maestro (Mt 26: 34 y
74).
Según el evangelio de Mateo, lo que haga Pedro en la tierra tiene un paralelismo automático en el
cielo; si manda personas al cielo o al infierno eso sucederá. Algún discípulo de Pablo, el inventor
del mito de que los pecados se borran con la sangre de Cristo, se atrevió a añadir lo siguiente:
… tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del
Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los
y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desatares en
la tierra quedará desatado en el cielo (Mt 16: 18-19).
Sin embargo, Jesucristo afirmó que el Reino de Dios está en el interior de cada persona; no
requiere la sangre de nadie para llegar a él, ni la intervención de ministros que se atreven a hablar
en su nombre. Para él, todos los niños nacen en estado de gracia y sin ningún pecado. Benedicto
XVI llegó a esta misma conclusión, sin querer queriendo (ver el final del capítulo siguiente).
Jesús ni siquiera soñó con fundar una iglesia institucional dogmatizada, dirigida por una
complicada aristocracia papal (cardenales, etcétera), ávida de poder, pero cerrada a la ciencia y a
las ideas nuevas. La palabra iglesia (en griego ekklesia) se empezó a usar en Roma en el siglo III
DC: Jesucristo hablaba arameo y ya había muerto para entonces.
Pablo utilizó otra palabra griega, “hades”, el mundo mítico de las sombras, que él transformó en el
terrible infierno con llamas, azufre y demonios, con el propósito de amedrentar a los neófitos que
se atrevían a cuestionar sus enseñanzas, movidos por los demonios, desde luego. Por supuesto
que, el Jesús histórico no tuvo nada que ver con estos cuentos de terror.
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Cuanto al perdón de los pecados, la palabra pecar (en arameo o en griego) cubre muchísimas
cosas: blasfemias, insultos, ofensas, maldades, heridas, trasgresiones a la ley, adulterios, fornicar,
prevaricar, iniquidades, mentiras, impiedad, desobediencia, errores, etcétera. El siguiente mensaje
de Jesucristo es muy claro:
Por eso os digo: Todo pecado o blasfemia se perdonará a los hombres, pero
la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y al que diga una palabra
(insultante) contra el Hijo del Hombre, se le perdonará a los hombres,
pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. (Mt 12:31; ver Is 5:26).
Como si hubiera dicho: “Si alguien maldice el aspecto luminoso (femenino) de Dios y sus
intervenciones en la historia a través de sus profetas y reyes, no tiene perdón de Dios; cuanto a las
injurias contra mí, llévenla; soy un iluminado, pero no un narcisista con un ego inflado; hermano, yo
te perdono, sigue tu camino en paz”.
En la oración del Padre nuestro, recomienda que pidamos perdón a nuestro Padre que está en los
cielos (sin la intervención de ministros); insiste también en que nos perdonemos los unos a los
otros:
El pan nuestro de cada día dánoslo hoy; y perdónanos nuestras deudas, así
como nosotros perdonamos a nuestros deudores… (Mt 6:9).
Los humanos nos podemos perdonar; por su parte, Dios, nuestro Padre cariñoso, también lo hace
sin la mediación de ministros, ni el requisito de la sangre de nadie, puesto que no es vampiro ni
Drácula. Jesucristo nunca dijo:
“Pídanle perdón a nuestro Padre Dios, pero eso no les va a servir de nada,
porque lo que ÉL quiere es mi sangre. En cuanto la tenga, dejará de estar tan
encolerizado por sus pecados, y podrá pagarle a Satanás lo mucho que le debe.
Por toda la eternidad ha estado obsesionado por eso, y ya necesita descansar.
P.D. ¡Y también se arrepiente de haber creado a Adán y Eva!”
Condenar o absolver a alguien por los delitos cometidos en contra de las leyes civiles, corresponde
a los jueces de cada país, ciudad y población Sin embargo, una opinión de Jesucristo, es que el
perdón entre hermanos soluciona muchas cosas, y obtiene mejores resultados que acudir a los
tribunales con gastos inútiles de dinero, tiempo y esfuerzo:
Las cosas que los escribas y fariseos calificaban como pecados, iban contra la pureza legal, pero
no contra Dios. Jesús curaba los sábados y perdonó los pecados legales de un paralítico, que en
realidad no ofendían a Dios (Mc 2: 5). Esperaba que sus discípulos hicieran lo mismo:
Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el Reino de los Cielos (Mt 5: 20).
Un joven le preguntó:
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Para Jesucristo, la salvación es personal; por eso, no depende de Pablo, ni de Pedro, los Papas y
demás eclesiásticos que se atreven a hablar “en nombre de Dios”.
Algunos fariseos le preguntaron a Jesús (Mt 22:13) de quién sería (en la otra vida) una mujer que
había tenido, como maridos, a siete hermanos que habían muerto sucesivamente. (Según la ley de
Moisés, esa era su obligación, para darles hijos a todos ellos). El Maestro les respondió que el
cuerpo no sigue vivo después de la muerte, sino sólo el espíritu, y que ese cuento no tenía ningún
sentido:
Pues en la resurrección, ni ellos tomarán mujer, ni ella maridos, sino que serán
como ángeles en el cielo.
Jesús sabía muy bien que la carne y el pecado quedan fuera del mundo de la experiencia
espiritual, que lleva consigo la liberación del pecado y del mal. Además, cualquier temor a la
muerte se desvanece cuando el místico se funde con lo Divino (ver el capítulo once).
Los cristianos gnósticos comprendieron muy bien las enseñanzas del Maestro acerca del Reino de
Dios que está dentro de nosotros, y del Reino de los Cielos, al que llegan sus seguidores después
de la muerte (ver el capítulo uno y dos; y también la conclusión).
Por su parte, el teólogo luterano Oscar Cullman (en la conferencia Ingersoll de 1955) afirma que el
lenguaje que emplean los teólogos y los pastores cuando hablan de la inmortalidad, no es bíblico,
ni tampoco es cristiano en verdad. Si los teólogos y los pastores afirman que el alma es inmortal,
entonces la resurrección corporal de Jesús (la Pascua) es superflua. Y si esperan la resurrección
del cuerpo, entonces sería mejor que olvidaran la inmortalidad (porque el cuerpo no tiene nada de
eso).
Crossan opina que el relato del entierro de Jesús en la tumba de José de Arimatea (Mc 15:43) es
una clara invención, y lo más probable es que fuera enterrado en una fosa común, como sucedía
con los criminales, donde se descompuso. Como otros autores, opina que la conclusión histórica
más acertada es que Cristo nunca resucitó, ni dejó alguna tumba vacía después de su muerte.
Otra alternativa es que Jesús tuvo una sepultura modesta en algún lugar. Conviene investigar -de
manera científica- por qué los evangelios canónicos y otros escritos del Nuevo Testamento relatan
que algunos de sus discípulos lo vieron resucitado, y determinar cuanta verdad histórica hay en
todo esto.
El cuerpo espiritual de los elegidos continúa vivo después de la muerte, según las tradiciones de
algunos grupos judíos del siglo primero D.C. (como los fariseos, esenios, y gnósticos), y según las
creencias de Pablo de Tarso y las del mismo Jesús de Nazaret; sin embargo, es muy distinto del
cuerpo carnal que se descompone en la tierra después de la muerte (1 Co 15).
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Como sabemos, Pablo de Tarso tuvo la certeza absoluta de que Jesús había resucitado -con un
nuevo cuerpo espiritual- porque disfrutó la visión alucinada del cuerpo glorificado y embellecido del
Maestro al que nunca conoció en vida. Además, por los evangelios y otros escritos, sabemos que
algunos discípulos de Jesús, incluyendo a Pedro (Act 10:10-17 y 11:5-10), después de la muerte
de Jesús, tuvieron algunas visiones que ellos interpretaron como claros mensajes de Dios. Otros
tuvieron un sueño en el que lo vieron vivo después de su crucifixión.
En ambos casos, creyeron que esas experiencias místicas eran tan reales como las que los
humanos de ahora tenemos, con los ojos abiertos, frente a las realidades ordinarias y tangibles de
todos los días, mientras estamos bien despiertos. No tuvieron duda de que Jesús había resucitado,
y también creyeron es eso mismo los neófitos y conversos que escucharon sus relatos, al menos
mientras tuvieron fe y siguieron siendo creyentes.
Ni a ellos, ni a Pablo de Tarso, ni a la mayoría de las personas de esas épocas les preocupaba la
tajante distinción psicológica y filosófica, que ahora compartimos casi todos. Pensamos que las
visiones subjetivas -incluyendo las alucinaciones- (y la fe) son una cosa, mientras que la realidad
científica y objetiva es algo muy distino (Casey, Jaynes, Navarro). Como lo explica Royce, los
puntos de vista de la ciencia son muy diferentes de los dogmas que predican por las autoridades
eclesiásticas.
Según relata Marcos, el cuerpo de Jesús ya no está en su tumba, y algún tiempo después él se
aparece a sus discípulos en Galilea, bajo una nueva forma espiritual (= como un fantasma) al que
cuesta trabajo reconocer. En los demás evangelios canónicos, Jesús sale de la tumba y deambula
por Jerusalén con el mismo cuerpo que tenía antes.
Los relatos de las mujeres que vieron la tumba vacía se basaron en visiones subjetivas activadas
por la creencia (= la fe) de que Jesús había subido al cielo de manera espiritual. Para algunos
autores cristianos del siglo segundo, como Epifanio (Pan 26:8-13) y el autor de la Pistis Sofía,
María Magdalena, una de las mujeres que presenciaron la tumba vacía, tenía fama como visionaria
discípula de Jesucristo Casey).
El mismo autor advierte que para Pablo de Tarso y sus contemporáneos, las visiones son ciertas, y
corresponden a la verdad, aunque se refieran a eventos que sucedieron mucho tiempo antes, sin
que el visionario hubiera estado presente. Cuando Pablo, u otro creyente, años después de la
muerte de Jesús, tuvieron alguna visión en la que él salía de su tumba algunos días después de la
crucifixión, tal coas había acontecido en realidad, como un hecho indudable del pasado.
El evangelista Marcos (Mc 16:1-8) describe a las mujeres (alucinadas) llenas de sorpresa y terror
por lo que ven, tanto así que ni siquiera pueden hablar. Una presencia angélica, descrita en
términos muy vagos, como si fuera parte de un ensueño, les relata la ascensión de Jesús, y ellas
creen, de la manera más absoluta, que ahora él está en los cielos (Casey). Las narraciones
evangélicas de la resurrección utilizan verbos relacionados con la vista: “vieron, miraron hacia
arriba, verán”, etcétera, y eso es muy típico en los relatos de cualquier experiencia visionaria
Marcos relata otras visiones parecidas, como la del bautismo de Jesús, donde el Maestro “ve” que
los cielos se abren; la de la tentación en el desierto, donde él “ve” a los ángeles que le sirven
(después de “ver” al demonio y tener discusiones muy intelectuales), y la transfiguración, en la que
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la gente “ve a Jesús”, vestido con ropaje blanco, y rodeado de otras personas exaltadas que ya
habían muerto, a las que también “ven”. En otro ejemplo, muchos discípulos “ven” a Jesús entre la
luz que ilumina las nubes del cielo (Hch 1:10).
Aunque el Jesús histórico nunca habló con el diablo de la tentación ni le sucedieron tantas cosas
fabulosas en el desierto, en el siglo I DC las tomaron por verdades indudables, porque algunos
cristianos visionarios fabricaron esos rollos en su imaginación (como películas de cine tipo
Hollywood) y las proyectaron en el interior de su cerebro agitado por la fe.
Tal fue, y tal sigue siendo el valor de la propaganda (política, religiosa o la que sea), excepto que
ahora es mediática, como sabemos. Sin embargo, no todo lo que se ve en la televisión o se
escucha en la radio es cierto… En 1938, Orson Wells provocó pánico en varias ciudades de E. U,
con su programa radiofónico de invasores extraterrestres.
Según Casey, el análisis científico actual demuestra que los relatos de los evangelios canónicos
acerca de la resurrección no tienen que ver con hechos históricos reales, porque sólo describen
ciertas experiencias visionarias. Sin embargo, en aquellos tiempos, la gente las valoraba mucho, y
les concedía la misma certeza que a las realidades evidentes.
A esos creyentes no les interesó la diferencia que existe entre la realidad fenomenológica
perceptual y las ilusiones, visiones y alucinaciones. El mismo autor sugiere que las visiones suelen
ocurrir en épocas de duelo y lamentación, sobre todo en la madrugada, cuando las personas aún
no despiertan por completo (“hipnagogia”) y son más sugestionables (ver también el capítulo seis).
Por otra parte, si el Jesucristo histórico fue un hombre solamente, no resucitó, y punto.
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Capítulo 5
Primeros Concilios y Dogmas de fe
Tertuliano (155-222 DC) difundió la palabra “Trinidad” y la fórmula “tres personas, una sustancia
divina”; predicó que Eva había engendrado hijos (la raza humana) por la semilla (el semen) del
diablo, con el que había tenido relaciones sexuales. Debido a esa conducta sexual tan reprobable,
Jesús, el Hijo de Dios, tuvo que morir en la cruz (De Patientia 5:15).
Enseñó que para eliminar la parte diabólica de la humanidad (el pecado original), todos tienen que
recibir el bautismo, porque de otra manera, nunca llegarán al cielo. Las mujeres pervierten a los
hombres y las relaciones sexuales son malas y sucias. Sin embargo, María, la madre de Jesús, fue
una virgen buena; además, el Espíritu Santo es el verdadero padre de Jesús, y ella no tuvo otros
hijos con nadie.
Orígenes (155-254) se castró ¿por instrucciones de Jesús? para evitar acusaciones de trato sexual
indebido con las muchas mujeres que lo seguían. Defendió la renovación de todo lo que existe;
según el platonismo, después de una conflagración que acabaría con todo (“apokastasis”), Zeus
regresaría a sus propios pensamientos, y brotaría otro universo material que expresaría otra vez su
mente (su Logos).
En lugar de llamar a las jerarquías divinas platónicas de monada, díada y alma-terrenal, las llamó
Padre, Cristo y Espíritu Santo. El primero es personal y activo, el segundo es su hijo (el Logos, su
sabiduría o Sofía), y luego está el Espíritu Santo que procede del Hijo. El Padre mantiene unido al
universo y es superior al Hijo; el Espíritu Santo tiene menos poder. El Hijo gobierna a las creaturas
racionales, y el Espíritu Santo sólo ejerce su poder en los santos y elegidos (Primeros Principios,
Fragmento 9).
Dioclesiano (244-311), el gran perseguidor de los cristianos, proclamó que el dios Mitra era el
defensor del imperio romano, y ordenó que su fiesta, como Mitra-Sol Invencible se celebrara el 25
de Diciembre. Los cristianos dieron la misma fecha al nacimiento de Cristo. Los cristianos
representaron a Jesús como un joven que carga un cordero sobre sus hombros (el Buen Pastor),
como antes lo hicieron los seguidores de Mitra y Apolo (ver la figura 4.1). En las paredes de las
catacumbas de Roma, algunas pinturas también lo representan de esa manera.
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Figura 4.1 Estatua de Jesucristo como el buen pastor; los romanos representaron a
Mitra de igual manera en el siglo I DC.
Constantino I (272-337) tuvo una visión del signo de la cruz y la utilizó como estandarte para sus
tropas; triunfó sobre Majencio y quedó como único emperador romano. Tal vez su conversión al
cristianismo se debió a que esa religión le reportaba grandes ventajas personales, porque había
asesinado a muchos de sus oponentes y se sentía culpable. Muchos de los cristianos ocupaban
puestos públicos de importancia, porque sabían leer y escribir (algunos de ellos también traducían
idiomas).
Al bautizarse, ese emperador recibió el rápido y fácil perdón de sus pecados y creyó que así tenía
asegurada su entrada al Reino de los Cielos. Fundó Constantinopla, la nueva Roma, y construyó,
del año 326 al 333, la primera basílica cristiana de san Pedro, en Roma (figura 5.1).
Con su apoyo se pudo reunir el Concilio de Nicea, que algunos autores consideran la “cuna del
catolicismo romano”, mientras que otros opinan que fue la “tumba dogmática” de la personalidad
histórica, humana solamente, de Jesucristo (ver el capítulo 2). Como suele suceder, los
vencedores escribieron a su gusto la historia del cristianismo y justificaron todas sus atrocidades
(Meeks).
El cristianismo institucional se basa en los escritos de Pablo de Tarso, y no en las palabras y obras
de Jesucristo. Los primeros cuatro Concilios de la iglesia cristiana elevaron las creencias de Pablo
y Tertuliano a la categoría de dogmas de fe. Según Agustín de Hipona (354-430), los Concilios
tienen la misma autoridad que los apóstoles, aunque ninguno de los Obispos asistentes pudo
haber conocido a Jesucristo (salvo en alguna de sus visiones, por supuesto). Agustín abandonó a
su amante y a su hijo para convertirse en Obispo célibe y reprimir sus impulsos sexuales,
Como pontífices máximos, los emperadores romanos tenían la última palabra en materias de fe y
culto religioso. El año 382, eso terminó, porque Graciano declinó ese título (con los honores y
privilegios correspondientes) y permitió que Sirico, el Obispo de Roma, se lo apropiara. Sirico
adoptó el título de Papa, y también impuso el celibato a los sacerdotes y a las monjas de entonces.
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Emergió una nueva autoridad cristiana (el Papa), asociada con el emperador romano en turno.
Todo quedó muy bien organizado: uno de ellos tenía poder sobre el reino de la tierra y el otro tenía
las llaves del Reino de los Cielos. La iglesia ya no fue pobre, sino que tuvo templos y catedrales,
grandes propiedades y muchos monasterios.
Algunos sacerdotes y Obispos eran célibes (igual que los monjes y las monjas), mientras que otros
estaban casados. Poco a poco se impuso la costumbre de que tenían que ser célibes. Eso no
significa que fueran castos; algunos fingían serlo, pero tenían vírgenes (supuestas y ocultas) con
las que relaciones sexuales. También tenían amantes y frecuentaban prostitutas.
1. Concilio de Nicea (año 325): se opuso a las enseñanzas de Arrio, que enseñaba que el Verbo
(el Espíritu de Dios) se hizo carne y vivió entre nosotros bajo el nombre de Jesús (Jn 1:14); según
eso, no era Dios, ni había existido siempre. Arrio se apoyaba en ciertos pasajes del evangelio,
como Jn 14:18, en el que Jesús dice: “Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre,
porque mi Padre es más grande que yo.”
La mayoría de los Obispos reunidos en Nicea (figura 5.2) acordaron que Arrio estaba en un error y
que Jesús era el Verbo, Hijo de Dios, de igual naturaleza que el Padre, según Jn 1: 1. Además,
decidieron que sólo había cuatro evangelios auténticos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), mientras
que los demás eran apócrifos (Schreck, Abelard).
Puesto que el Padre era Dios, su Hijo también lo era. Sin embargo, la palabra Verbo, en la Biblia,
alude a Shekhiná, el aspecto femenino metafórico y simbólico de Yahvé, y no tiene nada que ver
con Jesús de Nazaret ni con ninguna otra persona distinta a Yahvé, el Dios único e indivisible.
Algunos Obispos convencieron al emperador de que a Arrio lo habían condenado injustamente, por
lo que siguieron otros 50 años de controversias. El emperador Julio, que siguió después de
Constantino, regresó al mitraísmo; sin embargo, su reinado duró solamente dos años.
2. Primer Concilio de Constantinopla (381 DC). Bajo el emperador Teodosio I, los Obispos
participantes reafirmaron el credo de Nicea y decretaron que el Espíritu Santo, “Señor y Dador de
52
la vida”, también es Dios. La figura 5.3 ilustra esa Trinidad misógina compuesta por tres personas
verdaderamente masculinas.
También declararon que el nacimiento virginal de Cristo era un dogma, y que el único bautismo
válido era el cristiano-romano. El emperador Teodosio I prohibió el culto de Mitra en 394 (Schreck).
Como sabemos, Pablo de Tarso ya había transformado a Jesús en el nuevo Mitra y lo había
divinizado a finales del siglo I.
3. Concilio de Éfeso (431 DC); decretó que María, la madre de Jesús, era la madre de Dios
porque había llevado a Dios en su vientre; ella había concebido por el Espíritu Santo, sin la
intervención de un hombre (Lk 30-35).
Según Nestorio, afirmar que María era la madre de Dios era muy confuso, porque muchos
cristianos iban a creer que ella le había trasmitido a Jesús la naturaleza divina, siendo una mujer
(humana solamente).
La mayoría de los 200 Obispos, bajo Teodosio II, condenaron a Nestorio, y declararon que María
era la madre de Dios, porque el Espíritu Santo, al “cubrirla con su sombra”, había trasmitido a
Jesús la naturaleza Divina completa, mientras que ella le había dado su humanidad verdadera y
también completa.
Por su parte, la iglesia ortodoxa griega sostuvo (y sostiene), contra la de Roma, que María es la
madre de Jesús, pero no es la madre de Dios.
Siguieron otros muchos debates, por ejemplo, Eutiques argumentó que la naturaleza divina de
Jesús era tan poderosa que anulaba su parte humana; por eso, era completamente Dios, pero
nunca fue completamente humano (monofisismo).
53
4. Concilio de Calcedonia (451 DC) resolvió que Jesús era una sola persona, a pesar de que
tenía dos naturalezas, la divina y la humana; ni estaban mezcladas, ni divididas ni separadas
(como decir, ni blanco ni negro, sino todo lo contrario).
Los que no aceptaron la Trinidad y prefirieron adorar a un Dios único y verdadero, fueron pasados
por la espada. Empezaron los asesinatos en masa, en nombre del cristianismo, que perduran
hasta nuestros días. A partir de entonces, esta religión pudo absorber fácilmente a los seguidores
de Mitra y de los demás cultos (Schreck, Abelard).
Recordando a Pierre Abelard (1079-1142), famoso filósofo y teólogo francés, temible por su lógica,
opino que Dios (único e indivisible) no está sujeto al espacio y al tiempo, mientras que el Jesús
histórico fue un hombre extraordinario que vivió en Israel y murió alrededor del año 33 DC.
El Jesús histórico nunca aseguró que Dios lo hubiera engendrado. Enseñó que todos somos hijos
de Dios, según la oración del Padre nuestro. Dios interviene continuamente en el universo y brinda
una comunicación cálida, solidaria, entrañable y cercana a cada persona, hombre o mujer. Jesús
se presentó a sí mismo como un simple mortal: el Hijo del Hombre = el humano solamente.
¿Cómo se entiende eso de dos Dioses sin cuerpo y otro con cuerpo, que después de todo son sólo
uno? ¿No es sádico e irracional afirmar que Dios mandó a su Hijo a una muerte sangrienta por el
mito de Adán y Eva? Después de eso, ¿quedaron tan tranquilos y cariñosos como siempre?
¿Qué imagen de Dios elegimos?: A. La que propuso el Jesús histórico: el Padre amoroso y
asequible para todos, o B. La de los dogmas: un Padre colérico, justiciero y ávido por la sangre de
los sacrificios, al que Satanás, igual de sanguinario, le ganó la humanidad (¿no que Dios es
Omnipotente?).
Sin embargo, Dios nos quiere tanto que mandó a su propio Hijo a una muerte sangrienta para
rescatarnos, pero ellos se siguieron amando como siempre… (Los que quieran creer en un diablo
con poderes casi divinos y en un Dios tan neurótico y lleno de conflictos emocionales, allá ellos).
Va un cuento judío: El abuelo mira por la ventana y ve que está nevando. Señala eso a su nieto de
seis años y le dice: “Shekhiná está haciendo la limpieza de su casa; sacudió el edredón y se le
salieron las plumas…” Este cuento es una alegre broma, que el niño podrá entender cuando sea
mayor.
Cuando lo repita a sus hijos y a sus nietos, ellos se quedarán con algunas dudas acerca de la
naturaleza del único Dios. Sin embargo, cuando sean mayores, entenderán que lo masculino y lo
femenino, como tantas otras cosas, son dimensiones humanas, y no divinas. Estas palabras se
aplican a Yahvé en sentido simbólico y metafórico, pero nunca real.
Por su parte, los Papas y los demás jerarcas de la iglesia una, santa, católica, apostólica y romana
se encargaron de eliminar, mediante sangrientas represiones, cualquier disidencia contra los
dogmas de fe, apoyados por sus firmes alianzas con los emperadores, reyes y gobernantes en
turno.
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Una cosa fue el fervor y el entusiasmo compasivo de los primeros cristianos, hombres y mujeres
con igual dignidad, que se repartían todo por igual, y otra, muy distinta, la creciente burocracia
romana, con su lucrativo negocio de repartir la sangre de Jesucristo, cobrar diezmos y acumular
tierras, monasterios, basílicas, palacios episcopales y papales, etcétera.
Loisy advierte que la iglesia católica no fue instituida por Jesús mientras él vivía en la carne, sino
que tuvo por base la fe de algunos grupos creyentes en el Cristo glorificado. Por eso, su autoridad
no tiene poder absoluto, como tampoco lo tiene ningún estado moderno. Sería deseable que se
convirtiera en un apostolado para la educación social. En otras palabras, que se dedicara a mejorar
las condiciones sociales de la población.
Se supone que así se cumplió la profecía de Isaías de una virgen que concebiría y daría a luz un
hijo. Sin embargo, eso no tiene que ver con ninguna madre-virgen, ni mucho menos con María la
madre de Jesús. Se refiere a la esposa de ese profeta, que era doncella, pero dejó de serlo cuando
su esposo tuvo relaciones sexuales con ella, la embarazó, y ella misma dio a luz a su hijo:
He aquí que la doncella ha concebido y va a dar a luz un hijo, y le pondrán por nombre
Emmanuel…” (Is 7:14). Me acerqué a la profetisa, concibió y dio a luz a un hijo, Yahvé me
dijo: Llámale... (Is 8: 3).
Dios (Yahvé) pertenece a otro plano: ni fue engendrado, ni tampoco engendra, y Jesús fue un
simple mortal (el Hijo del Hombre = el humano); los seres humanos llegamos a la vida mediante la
sexualidad, sin que Dios tenga la necesidad de engendrar directamente a ningún hombre o mujer.
Yahvé (El que Es), representa una imagen religiosa muy diferente a los dioses mitológicos griegos
y romanos. Según los mitos, ellos tenían amoríos con mujeres terrenales y procreaban semidioses;
por ejemplo, Zeus tomó la forma de una nube e impregnó a Dánae mediante el rocío que cayó
encima de ella.
Las mujeres de Grecia que engañaban a sus maridos, les podían decir: “Yo no tuve la culpa; no me
acosté con ningún humano. Uno de los dioses fue el causante de mi embarazo; él me sedujo y yo
no tuve la culpa, pobrecita de mí…”
No tiene ningún sentido imaginar que María quedó embarazada y dio a luz a otro Dios porque
Shekhiná descendió sobre ella. El evangelio de Felipe (52) descalifica, de manera irónica, la tan
absurda propuesta de Pablo y sus seguidores:
Algunos dicen que María concibió por el Espíritu Santo. Están en un error.
No entienden lo que dicen. ¿De cuándo acá una mujer concibe por otra?
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Como sabe Felipe, el aspecto femenino metafórico de Dios no puede embarazar a nadie, y menos
a una mujer, por lo que Jesucristo no es Dios. En el Antiguo Testamento, iluminar significa inspirar,
guiar y conceder poderes curativos, pero nunca embarazar. ¡Pobres de los profetas si cada vez
que se iluminaban hubieran quedado embarazados de manera milagrosa por Shekhiná!
Como mujer inteligente, María se dio cuenta de dos cosas: 1. Estaba embarazada de manera
natural, y 2. Mediante un sueño revelador, supo -con certeza intuitiva- que su hijo llevaría el
mensaje de Yahvé al pueblo de Israel, como los profetas lo hicieron en otros tiempos. Por supuesto
que Jesús tuvo a José por único y verdadero padre terrenal.
Los Evangelios relatan que María tuvo otros hijos, hermanos de Jesús; el más famoso de ellos fue
Santiago el justo, jefe reconocido de la primera iglesia cristiana de Jerusalén (ver y Mt 12: 46 y 13:
55-56). Como madre intuitiva y cariñosa, ayudó a Jesús para que desarrollara la gran sensibilidad
inteligente e intuitiva que él mostró siempre; esas cualidades (y muchas más) se las debió a su
madre.
Ya mencioné que los emperadores romanos tenían la última palabra en materias de fe y culto
religioso, y que también eran “pontífices máximos. El año 382, eso terminó, porque Graciano
declinó ese título (junto con los honores y privilegios correspondientes) y permitió que los Papas se
lo apropiaran mientras pudieran.
Entre 500 y 502 se hizo obligatoria una vestimenta especial para los sacerdotes y las monjas. El
año 600 (Gregorio 1) generalizó el uso del latín en las ceremonias religiosas. El emperador Focas
nombró Obispo universal (Papa) al Obispo de Roma (607). El Tercer Concilio de Constantinopla
(680), declaró que Cristo tenía dos voluntades y dos naturalezas, la divina y la humana (como si
hubiera sido un esquizofrénico).
Algunos confesores perdonaban los pecados por obra del Espíritu Santo, pero los Obispos
decretaron que sólo ellos tenían tal poder, aunque lo podían trasmitir a los sacerdotes que
estuvieran bajo sus órdenes. La iglesia exigió a los fieles la décima parte de sus ingresos; las
confesiones servían para controlar eso, y mucho más.
Mahoma murió en 632. Entre 632 y 732, el Islam conquistó la mitad de la cristiandad. Cerca del
año 714 empezó la presencia árabe en la península Ibérica, y en el siglo X el poder del Islam se
extendió a los principales estados de India y después a varias regiones de África y del sudeste
asiático.
En 781, los Papas también fueron soberanos temporales, porque el emperador Carlomagno le
cedió algunos territorios a Adriano III. En el siglo XVI, con Alejandro VI y Julio II, los Papas llegaron
a la cumbre de su poder como guerreros conquistadores. En época más reciente (Pío IX, 1929)
perdieron casi todos sus dominios, y sólo les quedó el pequeño estado del Vaticano.
En 1054, la iglesia ortodoxa se separó definitivamente de la iglesia católica romana. Entre 1095 y
1396 hubo sangrientas guerras entre los cristianos y los musulmanes (las cruzadas). Al convocar la
segunda, Bernardo de Claraval prometió el cielo y el perdón de los pecados (una “indulgencia
plenaria”) a cualquiera de los cruzados que matara a un musulmán.
El primer Concilio de Letrán (1123) bajo el Papa Calixto II, estableció el celibato (= la prohibición de
casarse) para los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, monjes y monjas (Abelard, Rudd). Debido a
56
qué de esta manera no podían heredar a sus hijos (aunque los tuvieran), ni a sus otros familiares,
ni pagaba impuestos, la iglesia siguió acumulando riquezas, y enormes propiedades.
Como lo documenta Doyle, ni esa ley, ni los votos de castidad impidieron, a través de la historia,
que algunos Papas, Obispos, sacerdotes, monjes y monjas tuvieran y tengan amantes y
concubinas, o cometieran abusos sexuales contra menores de edad (pedofilia y efebo-filia),
aunque son graves sacrilegios.
Francisco de Asís (1182-1226) se esforzó por que sus seguidores vivieran en la más estricta
pobreza y se dedicaran a las tareas del amor fraterno, imitando la vida de Jesucristo. Para él, los
musulmanes, todos los animales, e incluso el sol y la luna fueron sus hermanos.
En la edad media, los de abajo debían someterse de manera servil a las autoridades civiles y
religiosas, porque Dios los había colocado en esa posición Una oración medieval dice: “Dios
guarde al Rey y a los Obispos, y nos conserve a cada quién en nuestro lugar”. Los de abajo
obedecen a los de arriba, sin derecho a pensar, imaginar ni decidir por sí mismos.
El hijo mayor era soldado, el segundo sacerdote y el tercero cultivaba la tierra. Las mujeres se
encargaban de la casa y cuidaban de sus hijos y su marido.
Era necesario olvidarse del cuerpo para salvar el alma. En las culturas cristianas opresivas, los de
arriba acumulaban, y siguen acumulando enormes riquezas a costa de la explotación de los de
abajo. Desde siempre, la desigualdad social han generado insatisfacción y violencia; eso sigue
pasando en muchos países del mundo, incluyendo el nuestro.
En 1215, el Concilio de Letrán IV, bajo el Papa Inocencio III proclamó el dogma de la
transubstanciación: por decreto, el pan de la misa se convirtió en el cuerpo de Cristo y el vino en su
sangre. En 1479, para renovar la Basílica de Roma, el Papa Sixto IV vendió indulgencias (cartas
papales) que concedían el perdón de los pecados y la salida del purgatorio a cambio de dinero.
Martín Lutero, doctor en Biblia, (figura 5.4) denunció ese abuso el 31 de Octubre de 1517, y la
iglesia católica perdió luego la mitad de Europa y también la parte de América que los protestantes
colonizaron algunos años después.
Según Lutero, la Biblia es la única autoridad religiosa infalible; los cristianos bautizados forman
parte de un sacerdocio universal, y la salvación es un regalo que Dios concede a todos los
creyentes, debido a su arrepentimiento individual, y a la fe que depositan en Jesús, el Mesías.
Para los protestantes, los poderes de salvación ya no estaban en manos de los Papas y los
Obispos, sino en la Biblia, que a les corresponde interpretar a los dirigentes de cada congregación
cristiana. Antes sólo los clérigos la podían leer, porque estaba en latín, pero Lutero la tradujo al
Alemán; otros eruditos al inglés, al español, etcétera.
Para apoyar a los Papas en su lucha contra Lutero, la “sagrada inquisición” empezó su trabajo en
1231. La inquisición católica empezó a operar en España en 1480 hasta lograr su propósito de
acabar con los mahometanos y los judíos; los que no se quisieron convertir, tuvieron que
abandonarlo todo y salir de ese país en 1492.
En 1493, el Papa Alejandro VI acordó que los españoles podían conquistar las tierras de América
por arriba de las islas de Cabo Verde, mientras que los portugueses podían hacer lo mismo con las
de abajo. Eso, con tal que convirtieran a los indígenas al catolicismo y que la iglesia católica
también recibiera parte del oro y de las demás riquezas.
El Concilio de Trento (1545-1563) decretó que era obligatorio confesar los pecados mortales, hasta
los pensamientos. La iglesia romana recurrió a su poder divino para controlar la mentes de sus
fieles, en cuyo interior los ministros siguieron encontrando (inventando) toda clase de pecados.
Además, como parte de la contra-reforma, se fundaron nuevas órdenes religiosas, dedicadas a la
lucha contra los no católicos.
Bajo Isabel I, la iglesia anglicana se separó definitivamente de los Papas en 1570. Por su parte, la
revolución francesa (1798) propició la separación entre el estado y la iglesia; también favoreció los
avances científicos con la famosa Enciclopedia.
En 1870 el Concilio Vaticano proclamó la infalibilidad del Papa. En el siglo VI, el Papa Gregorio I
elaboró una lista de siete pecados mortales: vanagloria (orgullo), envidia, glotonería, lujuria, ira,
ambición y abulia (pereza).
Según Loisy las ideas que los humanos tenemos (=fabricamos) acerca de Dios son una
proyección de lo somos y valoramos en nuestro propio interior. Por su parte, el Jesús histórico
nunca podrá ser el mismo que el de los dogmas, porque éstos se basan en interpretaciones
intelectuales muy relativas (= subjetivas). Los dogmas deberían evolucionar para estar en sintonía
con los avances históricos y científicos modernos -y los nuevos cambios sociales-.
El “modernismo” de Loisy y de otros investigadores fue condenado como herejía por el Papa Pío X
en 1908, mediante una “excomunión mayor”. Sin embargo, ninguna persona pudo borrar su
contundente frase: “Jesús anunció el Reino, y vino la Iglesia (católica)”.
Por falta de espacio, no doy detalles acerca de la guerra cristera en México, apoyada por los
Obispos católicos. Tampoco en relación con la complicidad de algunos Obispos y sacerdotes de
dicha iglesia en las dictaduras militares de Augusto Pinochet en Chile y de Jorge Videla en
Argentina. Sólo menciono que en el caso de Argentina, treinta mil personas fueron torturadas,
asesinadas y desaparecidas.
En 2008, Benedicto XVI inventó otros siete nuevos: pecados bio-éticos (control de la natalidad),
experimentos moralmente dudosos (como las células madre que aliviarían muchas enfermedades),
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abuso de drogas, polución ambiental, aumentar la división entre ricos y pobres, riqueza excesiva y
crear pobreza.
Entonces, la sobrepoblación que resultaría por no usar anticonceptivos, ¿es un triple pecado
mortal? Eso, porque aumenta la división entre ricos y pobres, crea pobreza y genera polución
ambiental; además, muchas mujeres se someten a abortos riesgosos, que pudieron haberse
evitado fácilmente, y algunas de ellas mueren. ¿Y qué pasa con los niños indeseados? ¿Sus
padres los van a amar mucho, y les podrán proporcionar lo que necesitan?
Nada dijo Benedicto XVI acerca de comerciar con la sangre de Jesucristo, las guerras y torturas, la
violencia social y familiar, los curas pederastas, las riquezas de los eclesiásticos, el asesinato de
personas inocentes en nombre de Cristo, las indebidas culpas y represiones sexuales, el fracaso
del celibato, ni la represión dogmática de la libertad del pensamiento.
Según Varone, mucho del cristianismo dogmático se basa en el miedo y la culpa; supone que la
humanidad, corrompida por el pecado original, es una masa de condenados (palabras de Agustín
de Hipona) que debe ser rescatada por el sufrimiento de Jesucristo, así como también por el de
cada uno de los creyentes.
El Papa Juan Pablo II declaró (1996) que la teoría de la evolución era compatible con la fe católica
(Darwin, Teilhard). Si esto es así, entre los primeros homínidos, ¿quién fue Eva y quién Adán? ¿A
cuál dios mítico ofendieron y de qué manera? ¿Para qué sirve la sangre de Jesucristo? ¿Ya se
acabó la interpretación literal de la Biblia?
El mismo Papa enseñó que el infierno es una experiencia de la ausencia de Dios. Por su parte,
Benedicto XVI declaró que es un lugar físico; las doctrinas del fuego, los diablos y el azufre
seguirán como siempre. Sin embargo, los niños que habían muerto sin el bautismo (y que antes
estaban en el limbo), ya tenían la oportunidad de irse al cielo (2005).
Dimond advierte que si los infantes pueden llegar al cielo sin el bautismo, todos los humanos
nacen en estado de gracia. Entonces, el pecado original nunca existió, y el bautismo católico no
sirve de nada (ni la sangre del Cristo redentor). Concluye que Benedicto XVI es el gran hereje que
contradijo al Concilio de Florencia y acabó con los dogmas.
Por fortuna, el pecado original nunca ha sido más que un mito; aunque un mito se dogmatice, mito
se queda. El ingenio popular apunta: “Dogma es el hijo del miedo y la esperanza, tratando de
enseñarle a la ignorancia los alcances de los desconocido”.
59
Capítulo 6
Según Eliade, el mito es una historia sagrada que narra un acontecimiento sucedido durante un
tiempo primigenio, en el que el mundo aún no tenía su forma actual. Los sucesos de los mitos
servían para explicar algunos eventos naturales que se repiten de tiempo en tiempo; por ejemplo,
en la mitología griega, el ciclo de las estaciones tenía que ver con el mito del rapto de Perséfone y
con el culto a Baco.
Campbell encontró temas muy parecidos en las mitologías de todo el mundo; señaló también las
notables coincidencias que existen entre el simbolismo de los sueños y los elementos básicos de
los mitos. Además, como lo sabemos por el análisis histórico y psicológico de las doctrinas de
Pablo de Tarso, algunos mitos religiosos se basan en las visiones alucinadas de un personaje
importante, que sus seguidores toman por ciertas e indudables, y las convierten en dogmas de fe.
Para Campbell, los sistemas simbólicos de los mitos forman parte de una memoria biológica común
a todos los seres humanos (ver Jung). Puesto que los avances de la razón han desacreditado
todos los mitos religiosos, en la actualidad muchas personas tienen que enfrentarse, de manera
aislada (o mediante una psicoterapia grupal), a dilemas que antes se resolvían recurriendo a los
sistemas mitológicos colectivos, como el teatro, la danza, las fiestas y los cultos religiosos.
En la vida cotidiana, los mitos sirven para reforzar algunas conductas y prohibir otras, según
Malinowsky. Algunas veces, la palabra mito se utiliza como sinónimo de patraña (= creencia falsa
muy extendida), como en los productos comerciales que prometen bajar de peso, de manera
milagrosa, en unos cuantos días. De algunas personas muy famosas, como los Beatles, también
se dice que son un mito.
Según Jaynes, los humanos arcaicos vivían alucinados; creían que sus dioses les ordenaban lo
que tenían que hacer. En apariencia, esos dioses les hablaban y se les aparecían, aunque la única
realidad externa era una luz brillante o una niebla brumosa, como cuando Tetis se le apareció a
Aquiles, o Yahvé a Moisés.
Las civilizaciones tempranas de Oriente Medio no tenían los niveles de consciencia personal que
ahora disfrutamos; esos individuos se sentían empujados por sus dioses, como si fueran robots.
Les hablaban los dioses de los ríos, los árboles, los truenos, el viento y los animales, etcétera. Lo
mismo pasaba, antes de la conquista, con los aztecas, los mayas, y los demás pobladores de
América.
El área de Wernicke (en el hemisferio cerebral izquierdo) generaba las voces de los supuestos
dioses y luego las trasmitía al derecho, aunque también las proyectaba hacia el exterior. Esas
personas antiguas todavía no contaban con un espacio interior donde pudieran reflexionar acerca
del mundo exterior; los hemisferios (cámaras donde se ubica la luz de la consciencia humana)
funcionaban como si fueran dos individuos diferentes.
60
Las iniciativas de las personas que vivieron en culturas como la de Micenas, provenían de una
voz que parecía hablarles desde fuera, acompañada de una especie de aura visual en la que se
ubicaba la figura (la imagen proyectada) de un dios o de alguna autoridad.
Las autoridades civiles y religiosas alucinaban las voces de sus dioses, y los de abajo alucinaban
órdenes de sus gobernantes. Florecieron las teocracias rígidas, con sus jerarquías de oficiales,
soldados y trabajadores; en ellas se elaboraban cuidadosos inventarios de los bienes que
pertenecían a los dioses y a los gobernantes.
Los dioses imaginarios controlaban las sociedades, pero no tanto las feromonas. Los ídolos
(estatuas) también hablaban y se convertían en dioses; tenían sus casas (templos) de diferentes
tamaños, según su popularidad y las riquezas de cada ciudad. Los dioses eran dueños de las
tierras en las que se oían sus mensajes, mientras que la gente ordinaria solamente las trabajaba.
Después de la cosecha, todos participaban de los dones de la tierra. Como a los dioses también
les gustaba comer, beber, bailar y escuchar música, alrededor de los ídolos se celebraban ritos,
bailes y banquetes (Jaynes). Los guardianes de los templos (adivinos, sacerdotes, chamanes)
guiaban al pueblo de muchas maneras y se aprovechaban de los dioses.
Antes de que surgiera la nueva consciencia personal, los profetas judíos escuchaban la voz de
Dios. En una etapa posterior intermedia, Moisés (siglo XIII AC) le pidió consejo a Dios antes de
tomar sus propias decisiones; fue un profeta muy carismático que organizó y condujo al pueblo de
Israel durante cuarenta años.
Tiempo después, las alucinaciones religiosas ocurrieron con menor frecuencia, por lo que la
religión hebrea se tornó mucho más personal e interpretativa, como en las leyes del Deuteronomio,
las especulaciones de Job y la melancolía del Eclesiastés.
Los héroes de la Ilíada (Homero) recibían instrucciones de sus dioses, con la misma claridad que
en la actualidad lo hacen los esquizofrénicos y los epilépticos. Como lo advierte Jaynes, el lento
proceso que condujo a la humana actual se inició con la gradual ruptura (= la integración) de la
mente bicameral.
En Egipto, alrededor del año 1700 AC, la autoridad perdió su control absoluto. La gente ya no
estaba tan alucinada ni tan dispuesta a obedecer a las autoridades, sino que era capaz de tomar
sus propias decisiones.
Los creyentes de Mesopotamia dejaron constancia escrita (en tabletas de barro) de que ya no
veían a sus dioses ni los podían escuchar, como si ellos hubieran desaparecido o los hubieran
abandonado (Jaynes).
Eso le sucedió al rey hebreo Saúl, que se asustó mucho cuando ya no pudo escuchar a Dios. Salió
de su palacio por la noche, buscó una adivina y le pidió que invocara al profeta Samuel. Mediante
un trance alucinado, ella vio que salía de la tierra el espectro de un hombre anciano envuelto en
su manto y se lo dijo a Saúl. Este rey supuso que se trataba de Samuel y le rogó:
Estoy en grande angustia; los filisteos mueven guerra contra mí, Dios se ha apartado de mí
y ya no me responde ni por los profetas ni en sueños. Te he llamado para que me indiques
lo que debo hacer (1 S 28: 15).
porque se sintió obligado a pedir la ayuda de sus profetas y adivinos, personas que –según la
tradición- veían y escuchaban a Dios.
A medida que se fue desarrollando la corteza cerebral, junto con el cuerpo calloso, los humanos
pudieron disfrutar un espacio interno de consciencia personal, en cuyo interior fueron capaces de
tomar sus propias decisiones. Eso se hizo patente con el creciente desarrollo de la escritura, y
también con el uso del lenguaje metafórico, simbólico y analógico, que se considera diferente del
lógico.
Los niños modernos, a medida que crecen, aprenden que los cuentos y los mitos no son lo mismo
que la realidad. Por ejemplo, preguntan: “Mamá: ¿Es verdad que existe Santa Claus?”
La nueva mentalidad aparece en el la Odisea de Homero, que narra las aventuras de Ulises, el
ingenioso héroe que utilizó su poderosa imaginación para destruir Troya y superar exitosamente
muchas situaciones difíciles. Con gran iniciativa, él aprendió a moverse en un mundo nuevo, en el
que se había debilitado la presencia de los dioses, rodeados de voces imaginarias y de
alucinaciones visuales.
Los humanos modernos ubicaron en su campo de consciencia individual (y en los rincones más
oscuros de su cerebro) sus propios impulsos, sentimientos e intuiciones; aspectos que antes
atribuían a sus dioses. Como lo supo entender Jesucristo, Dios está en nuestro interior y forma
parte de nuestra experiencia personal (ver el capítulo 11).
Con la aparición de Solón, Tales, Anaximandro y Pitágoras (edad de oro de Grecia, siglo VI AC),
una importante parte de la humanidad dio pasos definitivos hacia la consciencia moderna. Los
pueblos indígenas de América tuvieron que esperar la conquista (española, portuguesa e inglesa)
para alcanzar niveles de pensamiento más lógicos y realistas.
La epilepsia es una buena explicación de los místicos trances alucinados que tuvo Pablo de Tarso
(ellos siguen siendo la engañosa base de su versión del cristianismo); lo mismo que él, algunos
epilépticos escuchan claramente voces y música; ven parientes que ya murieron y contemplan
eventos del futuro que les parecen ciertos. Eso dura varios días, hasta que reciben la medicación
adecuada (ver Anónimo, y Bronson y Brewer).
En la antigüedad, la gente respetaba mucho a los epilépticos; se suponía que algún dios hablaba
por su boca, o que los poseía algún demonio, debido a la espuma que salía de su boca. La luz
brillante les puede provocar alteraciones de consciencia, como le sucedió a Pablo cuando se cayó
de su caballo.
Las alucinaciones que acompañan las experiencias místicas reflejan las creencias de cada
individuo: a los adoradores de Mitra se les aparecía este dios, a los que creían en Dionisio, Zeus,
etcétera, les sucedió algo parecido; muchos cristianos dijeron que Jesús les habló, se les apareció
la virgen María, vieron santos, ángeles y demonios, etcétera.
Algunas experiencias místicas incluyen alteraciones preceptivas, que van desde las sensaciones
agudizadas hasta alucinaciones auditivas y visuales. Después de esas vivencias, las personas no
suelen mostrar ninguna desorganización del pensamiento y lenguaje, a diferencia de lo que pasa
con los esquizofrénicos y las personas que utilizan drogas (Lukoff). Hay dos escenarios posibles
para estos fenómenos:
62
1. En el primero, las personas sugestionables creen que sus ilusiones ópticas y auditivas son
realidades, como si fueran niños que ven la magia del circo. Tienen grandes expectativas y les
parece ver que sus profecías se cumplen. Cuando observan mejor y echan una segunda mirada, se
pueden dar cuenta de sus engaños perceptivos.
2. El segundo escenario es más complicado: Jaynes lo denomina “lógica del trance.” Las personas que
entran en un trance se alucinan y perciben fenómenos que van en contra de la realidad perceptual
evidente. Un ejemplo es lo que les sucedió a los discípulos que dijeron haber visto a Cristo
resucitado.
Algunas alucinaciones se relacionan con vestigios genéticos del cerebro bicameral ancestral;
tienden a desaparecer en las culturas que ofrecen mayor apertura a los avances tecnológicos y
científicos (Jaynes). La mayoría de los fantasmas se esfumaron con la luz eléctrica, mientras que
otros se van desvaneciendo a medida que avanza el pensamiento científico.
El contagio emocional y las presiones de un grupo bien indoctrinado, junto con las prédicas de un
líder carismático, propician las alucinaciones, igual que la fatiga, la oscuridad, la bruma, las nubes
y los relámpagos. Algunas personas padecen alucinaciones cuando entran en un estado hipnótico
de gran fervor y éxtasis religioso, provocado por sus intensos deseos de creer que cualquier cosa
es posible.
Según Mc Lean, nos conviene cultivar los niveles de energía de nuestro cuerpo vivo en su absoluta
totalidad (ver el prólogo). Todos necesitamos integrar, en un campo de consciencia unificado, lo
que tenemos en común con los reptiles y los primates, sin desconocer ninguna de las tres áreas
cerebrales (cerebelo, hipotálamo y corteza). Pablo de Tarso nunca entendió esto; creía que sus
impulsos sexuales provenían de un demonio, y no de su propio interior:
Para que no me engría con la sublimidad de las revelaciones, me fue dado un aguijón a mi
carne, un ángel de Satanás, que me abofetea para que no me engría (2 Co 12:7).
Desde los primeros siglos de nuestra era, hubo (y hay) cristianos fanáticos, impulsados por sus
experiencias místicas alucinadas, que asesinaron sin piedad a otros cristianos, debido a que
expresaban creencias diferentes a las suyas. Creyeron que el mismo Jesucristo les había
ordenado hacer eso, y que así se ganarían el paraíso de manera automática. A continuación van
algunos ejemplos:
El año 1209, el Papa Inocencio III lanzó una cruzada contra los albigenses (Cataros) en el sur de
Francia. Las tropas asesinaron a medio millón de hombres, mujeres y niños. Armandí, abad
cisterciense dijo: “Mátenlos a todos, que Dios sabrá quienes le pertenecen (y el resto irá al
infierno)”.
Domingo de Guzmán (1170-1234) aprendió esos métodos y los refinó; fundó la orden de los
dominicos y la inquisición. En 1231, el Papa Gregorio IX comisionó a los dominicos como jueces
papales de las herejías.
Con la complicidad de los gobernantes, y para salvar “la pureza de la fe”, los inquisidores
torturaron y asesinaron (figura 6.1) a millares de disidentes en Europa, incluyendo a los caballeros
templarios (1312). Muchas de las posesiones de los judíos, herejes, infieles, brujas y hechiceros
pasaron a la iglesia católica. Algunas de las iglesias y catedrales de España fueron antes
mezquitas, etcétera.
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Más tarde, con los misioneros, la sagrada inquisición llegó a América (Cathar. info). En México su
principal ocupación fue acabar con los curanderos, los sacerdotes, y con todos los seguidores de
los antiguos dioses. A partir de 1542, la inquisición llevó el nombre de “Santo Oficio”.
En 1431, Juana de Arco fue acusada de brujería y la quemaron viva en la hoguera. El Concilio de
Florencia (1431-1435) declaró que las almas de los que mueren en pecado mortal se van al
infierno; sin embargo, los niños que mueren sin bautismo se van al Limbo la mejor parte del
infierno, donde sufren de alguna manera.
Además, el Santo Oficio (1633) abrió un proceso contra Galileo, porque ese gran científico afirmó,
contra las sagradas escrituras, que la tierra se mueve alrededor del sol. Aunque lo condenaron a
prisión perpetua, la sentencia nunca se llevó a cabo.
Durante muchos siglos, la iglesia católica diseminó la gran mentira de que los judíos eran culpables
por la muerte de Jesucristo. Hitler (1889-1945) se aprovechó de eso, y eliminó en las cámaras de
gas, por higiene racial, a millones de judíos.
Una de las últimas labores del Santo Oficio, que ahora se llama “Congregación de la Sagrada Fe”
fue desmantelar la teología de la liberación en Latinoamérica, a finales del siglo pasado, bajo la
dirección del entonces cardenal Ratzainger, el ahora exPapa Benedicto XVI.
Las personas que se dejan arrastrar por su pensamiento mágico (supersticioso y fanático) y por un
fervor religioso poco ilustrado, son fáciles de manipular; una persona entrenada les puede provocar
alucinaciones, porque las induce a un estado de sugestión hipnótica.
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¿Por qué la gente normal sigue a los alucinados? Un hombre que estuvo varios años en una secta
cristiana (como adolescente) ofrece interesantes respuestas:
“Fue muy impresionante el cálido recibimiento que los de la comunidad nos hicieron a los
iniciados. Yo estaba cansado de las enseñanzas de los sacerdotes; como mi mamá nos
decía, son pillos, ladrones, manipuladores e hipócritas.
Margarita (nombre supuesto), la mujer que era líder de esa secta, nos dijo que era la
reencarnación del aspecto femenino de Dios. Era muy ágil de palabra y muy carismática.
Yo tenía una gran necesidad de pertenencia espiritual.
De niño pensé que más me valía sufrir durante los cincuenta años que duraría mi vida,
para luego tener una eternidad feliz, que disfrutar el sexo, pecar e ir al infierno durante toda
la eternidad. Quería desprenderme del riesgo de tomar la responsabilidad de mi vida y de
conseguir una eternidad infeliz debido a mis acciones pecaminosas.
Ella nos decía que Dios quería nuestro bien, pero nosotros no dejábamos que él nos
ayudara. Primero teníamos que anular la voluntad propia, para que pudiera surgir la
voluntad de Dios. Cuando hice eso y me puse en las manos de Margarita, sentí que ahora
sí iba por buen camino.
Confirmé que eso era verdad porque hubo una epidemia de gripe y no me enfermé. Yo
cuidaba a los enfermos y desarrollé habilidades extraordinarias; sabía a cuál enfermo le iba
a subir la fiebre y a cuál no; conocía los tratamientos que eran más convenientes para cada
uno de ellos.
Me sentía muy contento, y me repetía que había llegado al final de mi búsqueda, porque
allí estaba Dios (era Margarita); lo único que tenía que hacer era obedecerla en todo.
Como los demás estaban enfermos, ella platicaba mucho conmigo.
Nos decía que íbamos a ser los papás y mamás de las nuevas almas que nacían del lado
de la salvación y nos señalaba a cuáles compañeras debíamos querer y a cuáles no. Años
después, me desilusioné de todo y salí de la secta.
Un amigo muy inteligente me dijo una vez: “Las personas normales tienen dudas e
incertidumbres, pero los fanáticos religiosos no las tienen, porque están alucinados; por
esta razón, están convencidos de que tienen la verdad absoluta”.
Por eso mismo, son tan persuasivos: las personas normales creen que los fanáticos son
superiores y mejores que ellas, porque ellos no muestran ningunas dudas. Hasta les tienen
cierta envidia y los respetan por eso.
Es mucho más cómodo obedecerlos que atrevernos a tomar decisiones propias, por miedo
de equivocarnos; sobre todo cuando estamos convencidos de que ellos tienen contacto
directo con Dios, mientras que nosotros sabemos que no lo tenemos”.
Muchos líderes cristianos dijeron, y siguen diciendo, que Dios o Jesucristo hablan por su boca,
que los han visto y escuchado (igual que Pablo de Tarso), e incluso que son sus reencarnaciones.
Debido a sus alucinaciones y a sus supuestos méritos en la interpretación de la Biblia, los demás
están obligados a seguirlos y hacer todo lo que ellos mandan. ¿Será verdad tanta belleza?
Desde luego que, Dios no está obligado a recurrir a los fanáticos ni a los alucinados religiosos
cuando desea comunicarse con la humanidad. Jesucristo afirmó que Dios es nuestro Padre
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amoroso; cualquier persona puede establecer un contacto personal y directo con Él a través de la
oración, la contemplación, etcétera (ver el capítulo 11).
En la época presente, muchas personas rezan en voz alta frente a las imágenes religiosas, y les
solicitan favores y “milagros”, eso sucede con la conocida pintura de la Virgen de Guadalupe en la
basílica de México, y con muchas otras imágenes veneradas en otros templos de todo el mundo.
Algunas de ellas “sienten” y nos comentan que recibieron respuestas verbales, mismas que
escucharon con gran fe, confianza y devoción. Otras adoran el “divino rostro de Jesucristo” que se
les “apareció” en una mancha de humedad en la pared, o en el tronco de un árbol, etcétera; la
rodean de veladoras y reciben donativos de los creyentes.
El colmo de la superstición fue el de una mujer “evangélica” que le sacó los ojos a su hijo de ocho
años, porque se le había metido el demonio dentro, y la estaba mirando “muy feo”. ¿Y así lo iba a
salvar del infierno? Por lo visto escuchó alguna prédica de su pastor, e hizo realidad un pasaje de
la Biblia (Mt 5:29), sin pensar siquiera que Jesús acostumbraba hablar en forma simbólica y
parabólica. Su propia inteligencia, y sus sentimientos de amor maternal a su hijo, ¿dónde
quedaron? Es difícil determinar la culpabilidad legal de una persona a la que le han lavado el
cerebro.
Algunas sectas (incluyendo las que se dicen católicas y cristianas) son muy fanáticas y
destructivas, mientras que otras merecen admiración y respeto porque ayudan a que sus miembros
logren un sano desarrollo espiritual y psicológico, y porque se dedican empeñosamente a mejorar
las lamentables condiciones de pobreza y sufrimiento de los más necesitados, como lo hizo el
mismo Jesús.
Conviene que las personas, en particular los más jóvenes tenga en cuenta los valores y las
conductas de las los grupos a los que pertenecen, y que también sean capaces de fabricar sus
propias opiniones, para que no les laven el cerebro ni abusen de ellos de ninguna manera .
En estos días, hasta los niños de primaria necesitan darse cuenta de que las películas, incluyendo
las de tercera dimensión, junto con los videojuegos, etcétera, no son lo mismo que las realidades
perceptuales (= científicas y filosóficas) concretas, sino que solamente son ilusiones más o menos
divertidas, y más o menos ingeniosas o sangrientas.
Todas las religiones han sido beneficiosas para algunos practicantes y para otros no. Por lo
común, los de arriba disfrutan mayores privilegios y comodidades que los de abajo. Por su parte,
las burocracias y los parásitos eclesiásticos lo echan a perder todo.
Los organismos nacionales e internacionales reconocen que los hombres y las mujeres tienen el
derecho de creer lo que más le convenga, siempre y cuando no limiten ese mismo derecho a las
demás personas.
Las religiones hacen grandes esfuerzos (y gastan mucho dinero) para convencer a sus neófitos de
que obtendrán muchas ventajas si abrazan sus creencias y estilos de vida particulares. En la
actualidad hay entre 700 y 1,000 nuevas sectas y religiones en EE. UU., y otras tantas en Europa,
aunque pocas de ellas están representadas en Latinoamérica.
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Desde mediados del siglo pasado disminuyó el respeto por los sacerdotes y las demás autoridades
religiosas, debido a los graves escándalos sexuales (pederastia y efebo-filia, violaciones,
pornografía infantil, etcétera) que los Obispos se empeñaron en encubrir, a costa de millones de
dólares, en EE. UU., y el resto del mundo (Doyle).
Algunas sectas cometen graves abusos: secuestro, explotación sexual, agresivas presiones de
grupo y francos lavados de cerebro. Sin embargo, eso no sucede en la mayoría de los casos; los
miembros procuran que todos desarrollen su personalidad del mejor modo posible. Los jóvenes
que militan en esas asociaciones obtienen valiosas experiencias.
Reciben ayuda para superar problemas de alcoholismo, drogadicción y depresión; cuentan con
sincero apoyo, recursos vocacionales y laborales, etcétera. Esto facilita sus renovados esfuerzos
por correr nuevos riesgos mediante relaciones cercanas que les brindan intimidad emocional y
sexual. (Family International).
Las personas disfrutan su libertad cuando pertenecen a una comunidad de hermanos y hermanas
que está viva; es alegre, entusiasta y se compromete a realizar algún proyecto social que vale la
pena, respetando siempre la individualidad y los talentos particulares de sus miembros, y
procurando en todo momento su desarrollo personal cuerpo-mente-espíritu.
A quienes están desilusionados y hartos de algún grupo religioso que los engaña, explota y
esclaviza, les conviene dejar de pertenecer a él de inmediato, sin temor a supuestos castigos de
Dios. Mas adelante, si así lo desean, se pueden integrar a otros grupos que ofrezcan mejor calidad
de vida. Sin embargo, algunas de estas personas se atreven a elegir un camino muy personal:
como lobos solitarios, construyen sus propias metáforas intuitivas acerca de lo divino, y ayudan a la
humanidad a su manera, sin estar ligados a ningún grupo religioso particular.
La tolerancia religiosa se demuestra a través del cariño compasivo hacia los que tienen creencias
diferentes a las nuestras; ofreciéndoles respeto y protección en sus propios estilos de vida,
siempre y cuando no dañen a nadie.
Krishnamurti enseña que no hay un camino que nos pueda conducir a la Verdad absoluta. Puesto
que es ilimitada, no se la puede organizar, ni debería organizarse. Nadie puede llegar a ella por el
camino de una secta, una religión o algún dogma en particular (ver Luytens).
Las creencias y opiniones (religiosas) son un asunto individual que nadie debería coartar. Cuando
alguien trata de hacer eso, la Verdad se cristaliza y se muere: se transforma en credos, sectas y
religiones que se imponen a los demás. No conviene presionar ni guiar a la gente para que siga un
camino concreto; cuando alguien trata de hacer eso, la Verdad se coarta; los dogmas y credos se
imponen a los débiles y los esclavizan.
“A cada uno de ustedes le toca hacer un esfuerzo personal por ascender hasta que
encuentra su propia verdad (su propio Dios personal; el sentido de su propia vida).
Libérense de sus miedos: miedo a la religión, a la salvación, a la espiritualidad, miedo a
amar, a la muerte y a la vida misma.
Muchos están acostumbrados a obedecer a la autoridad; piensan que ella los conducirá a
la espiritualidad. Imaginan que otra persona, mediante sus extraordinarios poderes (de
manera milagrosa) los va a transportar al Reino de la libertad eterna y la felicidad.
Atrévanse a buscar en su propio interior la iluminación, la gloria, la purificación y la
incorruptibilidad del propio ser” (en Luytens, Pág. 293).
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Capítulo 7
Las imágenes religiosas (Íconos)
La religión judía es monoteísta: desde los tiempos de Moisés, los hebreos adoran al único Dios en
espíritu y verdad, sin ídolos ni representaciones. Jesús, como rabino conocedor del Antiguo
Testamento hebreo, durante toda su vida creyó y enseñó eso mismo. Por su parte, los jerarcas
eclesiásticos de Roma, durante la época de los primeros Concilios, eligieron otros caminos muy
diferentes.
En el año 726 DC, el emperador León III proclamó un decreto que prohibía el culto de los íconos.
Poco después, el Papa Gregorio I excomulgó, (731 DC) a los que habían destruido algunas
imágenes religiosas durante un sínodo. Finalmente, el segundo Concilio de Nicea (año 787) aprobó
la veneración de las imágenes religiosas (los íconos).
A partir de Nicea, las oraciones de los cristianos se dirigieron hacia las imágenes religiosas. Por
desgracia, la mayoría de ellos se olvidaron de que pudieran existir planos más elevados de
consciencia religiosa. Lo que es mucho peor, eso contribuyó a que los fieles se olvidaran de la
búsqueda del Reino de Dios en el interior de sí mismos, como lo había propuesto Jesucristo.
Fue como si la iglesia católica hubiera declarado, el año 787, que Jesús había encarnado de
nuevo, aunque esta vez millares y millones de veces, en sus representaciones de tela, madera,
mármol, barro y porcelana (y siglos después también en las de plástico).
En las ciudades más ricas y poderosas se construyeron enormes y costosas catedrales (casas de
Dios), con impresionantes estatuas y pinturas, más o menos artísticas, para orgullo y deleite de los
peregrinos y de los locales. Cerca de ellas se ubicaron las casas de los eclesiásticos, los
monasterios y las escuelas.
Al principio, los cuerpos de los cristianos se enterraban, según la tradición judía, pero después se
desató la veneración y el comercio de las reliquias. Por todas partes se vendían los huesos
multiplicados de los santos (algunos eran huesos de animales), los trozos de la verdadera cruz, las
sábanas del entierro de Cristo y las varias casas donde se supone que había vivido María.
Al final de cuentas, ya no hubo ninguna necesidad de buscar e Jesucristo en el cielo, porque quedó
encerrado en las iglesias: en las ” hostias consagradas”, en sus pinturas y en sus estatuas. Desde
entonces, muchos cristianos tienen imágenes religiosos (de preferencia bendecidas por algún
eclesiástico) para la protección de sus hogares, llevan una pequeña cruz en el cuello, un rosario en
el bolsillo, etcétera.
A algunos de esos administradores se les ocurrió la brillante idea de poner cajas con candado,
debajo de las imágenes, para que los fieles depositaran sus limosnas a cambio de los favores que
recibían de ellas. Esa costumbre sigue reportando incalculables ganancias en los principales
santuarios y basílicas de todo el mundo.
La actual basílica de San Pedro en Roma se construyó, de 1506 a 1525, en el mismo lugar que la
de Constantino. Miguel Ángel pintó los enormes frescos bíblicos de la capilla Sixtina, al estilo
renacimiento, con poderosos cuerpos desnudos semejantes a los de las esculturas griegas; el
pintor Daniele les cubrió los genitales en 1565, para que nadie creyera que se trataba de escenas
inmorales, copiadas de los balnearios públicos de Roma.
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Los aztecas fundaron la ciudad de Tenochtitlan (México) en 1325; fueron sometiendo a las demás
tribus y extendieron su imperio: al norte hasta el reino de Michoacán y el dominio de los salvajes
otomíes, al este hasta el Golfo, al oeste hasta el Pacífico y al sur hasta Nicaragua. Esas eran las
dimensiones del imperio azteca al tiempo de la invasión española en 1519.
El náhuatl o azteca era la lengua oficial del imperio, pero se usaban muchos otros dialectos en las
diferentes zonas. Los principales eran: tarasco o purépecha, maya, otomí, mixteco-zapoteca,
chontal y tzeltal.
La religión de esas tribus era henoteista (adoraban a varios dioses), con dioses parecidos en cada
una. Los sacrificios humanos acompañaban los rituales de los aztecas en el gran teocalli, el templo
mayor de la capital. Esto horrorizó a los españoles, mientras que los indígenas también se
horrorizaron con las sangrientas imágenes de Cristo crucificado.
Los aztecas dieron el nombre de Ometeotl a un ser supremo masculino y femenino, invisible y
eterno. a quien no se empeñaron por representar. Era Tloque-Nahuaque, creador de todas las
cosas e Ipalneomani, aquél por quien se vive, principio del espacio y del tiempo, dispensador de la
dicha; el que sintetiza todas las dualidades.
Los mayas llamaron al mismo ser supremo Hunab-ku; tampoco intentaron darle forma o
personalidad concreta. Los purépechas adoraron a Tucupacha, Dios y creador de todas las cosas
(Appleton). Se sabe que Nezahualcóyotl, el rey de Texcoco y primo del emperador azteca, creía en
un solo Dios, en lugar de los muchos dioses que tenía su religión.
Entre los antiguos mexicanos se mantuvo la idea de la creación. Creían que Tloque-Nahuaque
había creado un hombre y una mujer en un jardín de delicias; la mujer fue llamada Cihuacóatl, la
mujer serpiente. Se encuentran tradiciones del diluvio entre los michoacanos, los aztecas y los
mayas.
Quetzalcóatl marcó el inicio de una era distinta. Se decía que había venido del oriente; era un
hombre blanco, alto y barbado, con ojos grandes y cabello largo. Según el mito, su madre,
Chimalma, era una virgen que quedó embarazado cuando una pluma le cayó del cielo.
Inteligente y justo, amante de la paz, versado en las ciencias y las artes, predicó con su ejemplo
una nueva religión que inculcaba penitencia, amor y reverencia a la Divinidad, la práctica de las
virtudes y el odio al vicio.
Predijo que con el curso del tiempo hombres blancos y barbudos, como él mismo, vendrían del
oriente, tomarían posesión de su país, destruirían sus ídolos y establecerían una nueva religión.
Debido a esa profecía, los aztecas creyeron que los conquistadores españoles no eran sus
enemigos.
Expulsado de Tula, se refugió en Cholula; allí fue perseguido por los toltecas y se fue a Yucatán,
donde, bajo el nombre de Kukulkan, repitió las predicciones que había hecho en el Anáhuac y
predicó una doctrina parecida a la cristiana. Después se embarcó en el Golfo de México y navegó
hacia el este, a su propia tierra, como ya lo había dicho.
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Colón descubrió América en 1492, y Tenochtitlan, con el imperio azteca, cayó en 1521, después de
sangrientas batallas. Hernán Cortés triunfó y tomó prisionero a Cuauhtemoc, último Emperador de
los Aztecas, y lo asesinó después de haberlo torturado.
Los españoles creían que su Dios era el único verdadero, porque ellos habían ganado la guerra; en
consecuencia, el Dios indígena, que confundieron con Satanás, debía ser aniquilado. Los Obispos
y misioneros se empeñaron en destruir los templos, los ídolos y también los códices.
Los indígenas fueron obligados al trabajo duro y les quitaron todas sus tierras. Las mujeres fueron
el botín de los conquistadores. Los advenedizos les decían a los indígenas que su Dios era el
mismísimo Satanás que los había engañado. Sin embargo, ellos entendieron que el verdadero dios
de los españoles era el oro, al que rendían pleitesía absoluta.
El dios oro había enloquecido a los conquistadores, haciéndoles capaces de los peores crímenes
con tal de obtenerlo. Los líderes nativos empezaron a recomendar a la gente que entregaran a los
españoles todo el oro que tuvieran, para ver si con eso se aplacaban. Los conquistadores se
llevaron el oro a España; a cambio, dejaron las imágenes ensangrentadas de Jesucristo crucificado
por toda América Latina.
Los conquistadores trajeron a la Nueva España la idea cristiana medieval acerca de la condición
femenina: las mujeres eran inferiores a los hombres en su ser y valer (Hierro). Los misioneros
españoles de las distintas órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos, carmelitas y
jesuitas) tuvieron a su cargo la evangelización.
Construyeron iglesias y capillas, y fundaron colegios para los hijos de los caciques; los bautizaron
y les enseñaron catecismo, español, música y otras artes. Esos niños y jóvenes tenían la
obligación de denunciar a sus padres en caso de que continuaran practicando el culto a sus ídolos
(a sus dioses locales).
Se situaban en la perspectiva de una lucha a muerte entre los dioses: o salía vencedor el Dios
cristiano con la muerte del Dios indígena, o salía triunfante el Dios indígena con la muerte del Dios
cristiano.
Las rebeliones dieron pié a sangrientas represiones de los nuevos amos y gobernantes, que
acabaron con casi todos los pensadores y caudillos de las comunidades. “Si ustedes han matado
a nuestro Dios, que también nosotros muramos” fue la conclusión de la parte indígena, en el
“Diálogo de los Doce”. Y eso casi se cumplió al pié de la letra (López).
Para la iglesia católica, esas consecuencias fueron desastrosas, porque perdió la oportunidad de
introducirse al medio indígena; se desvanecieron las utopías eclesiásticas (de algunos misioneros
visionarios) de las “iglesias indianas”, con clero nativo y estructuras indígenas propias.
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Las epidemias de viruela acabaron con la mitad de los aztecas y de otros pueblos vecinos en 1521.
Los rebrotes de viruela, en 1545, 1564 y 1557 redujeron la población de la nueva España, que
tenía entre 15 y 25 millones de personas, a menos de dos millones.
En la América conquistada, la pintura formaba parte esencial del sistema misionero, junto con la
música, la danza y el teatro. Esta combinación de valiosas manifestaciones culturales enriqueció la
primera etapa del arte colonial
La mayoría de ellas provenía de Sevilla. Expresaban sentimientos piadosos afines a las corrientes
espirituales contra-reformistas que exaltaban la sangre de Cristo. El impacto emocional del tema era
más importante que la exhibición de las habilidades técnicas del artista (Henares).
Ofrecían a la devoción indígena el crucificado doloroso, el Ecce Homo (Cristo azotado y coronado de
espinas) el varón de dolores, la piedad y la dolorosa. También presentaban episodios de la vida de
Jesús, la virgen y los santos más populares. La figura 7.1 ilustra un Ecce Homo.
Algunos artistas europeos se trasladaron al nuevo mundo y organizaron talleres en las principales
ciudades americanas. Allí enseñaron a los criollos, indios y mestizos. Cuando los maestros europeos
fallecieron, los talleres quedaron en manos de sus aprendices, y ellos pudieron expresar más
libremente su sensibilidad religiosa nativa.
Los indígenas (y los mestizos) desarrollaron un arte propio, muy expresivo, en el que combinaron las
técnicas tradicionales de Europa con las suyas propias. Las imágenes propias de cada localidad se
proclamaron y defendieron como las más poderosas, milagrosas, protectoras y castigadoras de la
región.
Las ideas de la salvación y la redención aparecen una y otra vez, en una serie de recreaciones
propagandísticas y alegóricas, en las que no podía faltar el episodio central del arte cristiano contra-
reformista: el Cristo crucificado, con su corona de espinas, lleno de sangre y moretones.
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Esa fue la imagen principal del altar mayor en la mayoría de los templos y capillas de
evangelización, mientras a sus lados estaban su madre María y algún santo, de preferencia Santiago
o Miguel.
Cuando recorría el interior de la iglesia de los dominicos en Oaxaca, mi hijo Roberto, entonces de
seis años, me preguntó: Papá: “¿Cuántas veces mataron a Jesús?” Estaba viendo la vía crucis con
estatuas policromadas de cuerpo entero, que representan la pasión de Cristo con exagerado
realismo y mucha sangre. Le respondí: “Una vez”. Sin embargo, si se suman las torturas de todas
las escenas, el resultado final absurdo es: varias atroces muertes para un solo individuo.
Tanto dolor y tanta sangre, servía para fomentar el más intenso masoquismo fanático, sobre todo
en las mujeres y los niños. Según ese catecismo policromado (de bulto), la vida es puro dolor y
nada de risa.
Los cristianos pobres y los indígenas, desde luego, debían vivir crucificados: sufrir y aguantar todos
los días de su vida, porque así -a lo mejor- llegarían al cielo. Como dice un conocido refrán:
“Pobre del pobre que al cielo no va: lo chingan aquí y lo chingan allá”.
También cobró gran importancia la representación plástica de Cristo en sus primeros años. Hubo
niños Jesús crucificados, en la cuna y ante los doctores de la ley. El niño Jesús Nazareno arrastraba
su cruz; con su cara llorosa y compungida exhortaba a los fieles a que meditaran sobre su futura
pasión y muerte dolorosa (la de él y la de ellos).
Las esculturas, de bulto redondo, permitían el uso de vestimentas con encaje. Tenían pestañas,
ojos de vidrio, lágrimas, pelucas de pelo natural y objetos que permitían la creación de novedosos
modelos (Henares). El niño Jesús carpintero, el que carga un cordero, el niño Rey, etcétera. Algunos
de ellos tuvieron muchísimo éxito en los conventos de monjas, donde había uno por cada celda.
El niño lloroso y meditabundo, con la mirada perdida en el infinito, anticipando su muerte, era el
modelo de los niños buenos que no podían enojarse ni hacer travesuras. La figura 8.2 muestra un
niño Jesús con una cruz en la mano.
Figura 7.2 Estatua policromada del niño Jesús con una cruz en la mano.
72
Imágenes más actuales: el niño Jesús sastre, soldado, futbolista, músico y torero. No tienen ningún
sentido religioso; son simples frutos de la ilimitada imaginación humana.
La navidad es un poderoso evento arquetípico: conmemora el nacimiento del niño Jesús que trae
la unión entre Dios y los hombres. Se relaciona con la esperanza de un renacimiento interior y de
un nuevo principio. Según Jung, cualquier interpretación personal de la vida, que no incluyera la
importante idea de cambiar y renacer, perdería buena parte de su sentido.
En los umbrales del siglo XVIII llegó a América la devoción al sagrado corazón de Jesús
(afrancesado y de sexo indefinido), de piel muy blanca, con largos cabellos dorados rizados, dulces
ojos azules y manos muy delicadas. Tuvo una versión infantil, que sigue siendo muy apreciada por
su gran sentimentalismo.
3. El sincretismo religioso
Alrededor de las imágenes religiosas de los templos coloniales, surgió una amplia gama de
prácticas, fiestas y ceremonias. La religiosidad popular tuvo su origen en este período. A pesar de
todo, los indígenas intentaron mantener las costumbres de la época prehispánica, lo mejor que
pudieron.
Acudían a la iglesia para rezar a Cristo y los santos, pero -con la misma devoción- iban a los
cerros, cuevas, manantiales y sitios sagrados para implorar el auxilio del Dueño de la Vida que
estaba en cada uno de esos lugares. Hasta hoy, los pueblos indígenas viven una doble economía,
pero también tienen doble cultura y una doble religiosidad. Son bilingües religiosos (López).
Llevan todavía un conflicto no resuelto en su corazón. Desde lo más profundo de sí mismos, los
jala la fidelidad a sus raíces ancestrales, con las que se identifican; por otra parte, la religión
cristiana los llena de recelo hacia las expresiones religiosas populares. Se han tragado (han
introyectado) cierta aversión hacia estas formas, que los ilustrados consideran impuras y
supersticiosas. Viven una especie de esquizofrenia, con un doble amor reverencial que no acaban
de reconciliar.
Dejaban que el representante de la iglesia hiciera el acto oficial reconocido (la misa) y después
ellos podían hacer también lo suyo, tranquilamente. Su mejor estrategia fue adoptar las imágenes
españolas, pero con significado indígena. Los santos -y sobre todo la virgen María- ocuparon el
lugar que tenían las manifestaciones de su Dios (sus dioses) ligados a la tierra, la lluvia, la
fecundidad y la solución de los problemas cotidianos de la vida.
Lo que pedían o hacían delante de las divinidades indígenas, lo hicieron delante del Dios cristiano
y de sus intermediarios. La mayoría de los santos patrones de los pueblos indígenas y mestizos
ocupan -hasta el día de hoy- el lugar de los antiguos tótems tribales y de las advocaciones divinas
antiguas (López).
Así, Isidro Labrador es la expresión del Tlaloc nahuatl, el Cosijo zapoteca, y el Chac maya,
vinculados con la lluvia; la virgen María sustituyó a la madre tierra, con su capacidad de dar vida,
de amparar y acoger a todos. La virgen morena, como la tierra y como la piel de los indígenas.
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Como advierte López, en la virgen morena del Tepeyac se unen los dos mundos religiosos que la
conquista había separado: El Téotl indígena, verdadero Dios por Quien se vive, se da la mano con
el Dios cristiano Jesús.
La virgen María era la madre de Jesús; pero también era Tonantzin, nuestra madre, la madre de
Huelnelli Téotl, Ipalnemohuani, Totecuyo, Tloque Nahuaque (los nombres indígenas de Dios).
La Xochitlalpan, o tierra florida indígena coincide con el Reino de Dios, la Teocalli o casa indígena
de Dios, viene a ser la iglesia que hay que construir.
Benito Juárez, presidente de México de 1858 a 1872, promulgó las Leyes de Reforma con el
propósito de separar la iglesia del estado. En adelante, la iglesia no debería tomar parte en los
asuntos del estado.
Entre las leyes aprobadas entonces están la prohibición del cobro de diezmos y derechos
parroquiales que los sacerdotes exigían de los ricos y los pobres, la nacionalización de los bienes
eclesiásticos (incluyendo los templos con sus imágenes) y la prohibición de los claustros y
conventos, también se decretó la salida de los religiosos y religiosas que ahí vivían; ahora hay
libertad de culto.
En México, la virgen de Guadalupe es mucho más apreciada que el mismo Cristo, aunque
Schulemberg, anterior Abad de la basílica, declaró que su imagen no es una “aparición milagrosa”,
sino solamente una pintura parecida a otras muchas venidas de España.
También afirmó que “san” Juan Diego ni siquiera existió. En su imagen de la basílica, tiene la tez
morena; sin embargo, sus rasgos faciales y su barba española son muy parecidos a los de Hernán
Cortés. De Jesucristo, solamente queda una pequeña cruz vacía en la que nadie se fija. La figura
7.3 muestra el rostro de la virgen de Guadalupe.
3. La religiosidad mexicana
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La religiosidad de muchos mexicanos se reduce a algo muy sencillo: cuando se sienten mal,
acuden a un templo, se colocan frente a su imagen preferida, rezan un rato, lloran, piden perdón
por sus culpas, depositan una limosna, salen y ya.
Cuando los creyentes necesitan algún favor o un milagro, rezan con más fervor y fe a “Diosito lindo
y a la Virgen” o a algún santo. Si reciben lo que pidieron, deben cumplir lo que prometieron;
también depositan una limosna más considerable en algún templo. Los sacerdotes actuales
perdieron gran parte de su autoridad; la gente ya no les besa la mano, y la mayoría de los fieles no
tiene ningún contacto directo con ellos.
Los practicantes acuden al templo los domingos, mientras que los demás creyentes no lo hacen.
Las familias se reúnen en los templos para los bautismos, primeras comuniones, bodas y
funerales. Muchos templos están casi vacíos. Se quedaron congelados en el tiempo, albergando
dulces vírgenes estilo Murillo y ensangrentados imágenes de Jesucristo crucificado, etcétera.
El Dios de los indígenas dejó de hablarles hace mucho, porque nunca los pudo librar de su
pobreza y opresión. El Dios crucificado de los templos cristianos de las ciudades está demasiado
aturdido por el ruido del tráfico y de los vendedores callejeros; parece que ya no escucha ni
responde a los fieles.
Las imágenes religiosas de los siglos XVI al XIX, de tan vistas, perdieron su poder de emocionar e
inspirar. En lugar de la Trinidad, quedaron la virgen de Guadalupe y un nebuloso Dios del cielo.
Como advierte Von Balthasar, la virgen María juega un papel muy importante en la devoción de los
católicos.
Pocas personas pueden distinguir la diferencia entre “adorar” (= reverenciar con sumo honor y
respeto; amar en extremo; estima o veneración) y “venerar” (= respetar en sumo grado;
reverenciar; dar culto). En teoría, la adoración se reserva solamente a Dios, pero esos términos
son confusos porque abarcan muchos sentimientos y conductas parecidas y traslapadas.
En el México actual, la gente del pueblo demuestra que adora a las imágenes religiosas cuando
se flagela ante ellas; se arrodilla, llora y cae en trance. También cuando las colocan de cabeza, las
tapa o las amarra para “castigarlas”, o les ofrece alimentos. Esas prácticas, y otras muy
supersticiosas, son muy parecidas a las que tenían los indígenas frente a sus ídolos, antes de que
llegaran los conquistadores españoles.
Las mismas expresiones de “fe católica” también se pueden calificar como politeísmo, aunque cada
quien puede opinar lo que quiera. Sin embargo, es muy recomendable que a ningún turista se le
ocurra “ofender” o “faltarle” a la imagen de la virgen o a la del santo patrono local de algunos
pueblos indígenas, porque pondría en riesgo su vida. En algunos de ellos, ni siquiera les permiten
tomarles fotografías, mientras que en otros les cobran por eso…
Algunas idolatrías mexicanas actuales son demasiado grotescas, como el culto a la santa Muerte.
La lección psicológica sigue siendo la misma (ver el capítulo 6): las idolatrías, junto con las voces
alucinadas y las visiones que parecen provenir del exterior tienen muy poco que ver con el amor y
la confianza hacia el único y verdadero Dios.
En sus murales del Hospicio Cabañas en Guadalajara, el pintor Clemente Orozco propone una
solución al problema de la trascendencia de los mexicanos. De un lado, tenemos a los indígenas,
en contacto con la naturaleza, sumergidos en el pensamiento mágico, alucinado e intuitivo, en
contacto íntimo con la naturaleza y con sus dioses.
75
Del otro, están los conquistadores españoles, hombres máquina, robóticos, duros y geométricos,
vestidos de acero, con los misioneros que utilizan la cruz-espada para torturar y asesinar a los
indígenas con una fe opresora, aplastante y generadora de culpas indebidas.
En lo más alto de la cúpula, vemos al hombre de fuego, el mexicano cósmico, que resulta de la
fusión de lo indígena y lo español. Está listo para navegar por el universo, porque ha desarrollado
su propio ser y se ubica en los niveles más elevados de la consciencia humana.
Las personas que desarrollan su propio ser son capaces de combinar el pensamiento mágico con
la lógica, y la intuición con la ciencia. Su mente se expande sin límites ni divisiones hasta abarcar
el universo luminoso. Rebasan los límites impuestos por los dogmas, fanatismos, credos y
representaciones religiosas concretas (los íconos).
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Capítulo 8
La Iglesia Católica ¿Es un Lucrativo Negocio?
La iglesia católica sigue proclamando sus dogmas de manera inalterable, desde el siglo IV. El
resultado final es un Dios siempre vigilante, dispuesto a enviarnos al infierno por nuestros pecados,
¡Aunque también nos ama!
Por alguna razón desconocida, ese Dios -tan neurótico y contradictorio- necesita enormes
cantidades de dinero para sus eclesiásticos, empezando por el Papa y los Obispos. Lo mismo
sucede con los que dirigen la gran variedad de denominaciones cristianas, y están a cargo de los
servicios religiosos (y de la lectura de la Biblia), por todo el mundo.
En algunos lugares de Oriente, a la entrada de los templos budistas, hay grandes cajas, con la
parte arriba abierta, para que la gente deposite su dinero, pero ese es otro tema.
Anécdota de la vida real: hace algunos años, murió la hija de un distinguido profesor de una
conocida Universidad católica, y él buscó apoyo en uno de los sacerdotes más populares. Le
confió que se sentía muy triste y lastimado, pero se consolaba un poco, sabiendo que ella ya
había dejado de sufrir, y ahora estaba en el cielo y era un ángel.
En otras palabras, debido a que esa joven había muerto (en un accidente), sin el reciente perdón
de sus pecados mediante la debida confesión, no tenía asegurada su entrada al cielo, y tal vez
estaba en el purgatorio o en el infierno, terribles alternativas que no se le habían ocurrido a su
padre (un laico que no conocía las enseñanzas de la teología católica).
Aunque el profesor ya no dijo nada, se desilusionó por completo al escuchar ese dictamen doctrinal
tan cruel e inhumano. Perdió la gran confianza que tenía en esos religiosos, abandonó los dogmas
y las prácticas del catolicismo tradicional, y prefirió buscar a Dios por otros caminos.
Ese “religioso” no era muy brillante que digamos, pero se atrevía a hablar, “en nombre de Dios”, a
cualquiera que se le ponía delante. Tampoco se distinguía por su misticismo, ni por nada en
particular, salvo por su moralismo y los aires de prepotencia que adoptaba ante los demás
mortales.
Por supuesto que las ideas y las fantasías acerca de Dios reflejan el desarrollo psicológico y el
nivel de humanidad (o la falta de ella) de quienes las fabrican. Algunas de ellas son meras
caricaturas y “productos chatarra” para el consumo popular masivo, que se están derrumbando
frente a los acelerados avances del sentido común, la cultura, el humanismo y las ciencias.
El Jesús histórico enseñó que cualquier persona se puede comunicar, directamente y sin ningún
intermediario, con Dios, su Padre-Madre, para recibir el perdón de sus errores, faltas, pecados,
etcétera, y también que para cualquier otro asunto, a través de una conversación privada, común y
corriente (con palabras o sin ellas).
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Según este Maestro, la verdadera Trinidad está formada por un solo Dios, que es Padre y Madre
(hombre y mujer en sentido simbólico y metafórico) y también por nosotros, que somos sus
verdaderos hijos. Cualquier persona se puede comunicar, directamente y sin ningún intermediario,
con ese Dios amoroso para recibir el perdón de sus pecados, y para cualquier otro asunto,
mediante un sencillo diálogo, sin necesidad de gritos ni grandes ceremonias públicas.
Por su parte, los Obispos que lo divinizaron de manera oficial y dogmática, abrazaron las
dramáticas y sangrientas visiones mítico-mitraístas de Pablo de Tarso.
El Jesús histórico fue una persona extraordinaria, con extraordinarios poderes personales, pero
después de su elevación dogmática al elevado rango de Dios, permanece en el cielo por toda la
eternidad. Ya no tiene mucho que hacer, porque quedó sujeto a la celebración de ritos y
sacramentos para poder comunicarse con la humanidad. En otras palabras, Los Papas y los
Obispos lo elevaron al nivel de una inutilidad muy gloriosa (ver el principio de Peter).
El Jesús dogmático no tiene grandes funciones dentro de la iglesia católica (ni en las iglesias de
otras denominaciones). Lo más elemental es que los fieles depositen limosnas al pie alguna de
sus imágenes en los templos, enciendan una vela, y le recen para pedirle algún favor cuando así lo
necesiten.
Mientras tanto, los Papas y demás eclesiásticos administran su “sangre divina”, y se atribuyen el
poder de las llaves que supuestamente garantizan la entrada al cielo o al infierno. Insisten en que
Jesucristo se las dio a Pedro, y luego pasaron al siguiente Papa.
Eso, hasta ahora, sin importar que algunos de esos personajes, por ejemplo el célebre Alejandro
VI, Rodrigo de Borja (Borgia en italiano, 1431-1503), no tuvieron la mínima autoridad moral para
ocupar ese puesto.
El más valioso producto comercial que una religión puede ofrecer a la humanidad es la
inmortalidad: otra vida nueva y mejor en el paraíso eterno. Basta con poner a la venta una simple
promesa o alguna esperanza. Además, no es necesario comprobar a qué destino llegó alguien
después de su muerte, porque nadie regresa para contarlo.
El catecismo es la mejor arma para adoctrinar a los niños: los pecadores se van a ir al infierno; se
les metió el diablo dentro a los que cuestionan los dogmas y hacen travesuras, pecan, etcétera.
Toda su vida creerán que los eclesiásticos les pueden conceder el cielo (o el infierno), y que ellos
les hablan “en nombre de Dios”, aunque se trate de mitos y de doctrinas que tienen poco que ver
con Jesucristo, ni tienen mucha lógica.
A los católicos practicantes les toca tener fe, callar y obedecer. Recitarán el credo en las misas del
domingo, recibirán la comunión y el sacerdote les repetirá los mismos dogmas y las mismas
prohibiciones. Los padres llevarán a bautizar a sus hijos, los castigarán si se burlan de la religión,
los mandarán a colegios católicos caros y elitistas, etcétera.
Los que se dejen asustar con el infierno, nunca se atreverán a pensar por sí mismos (ni mucho
menos a intuir); permanecerán fieles a la iglesia católica toda su vida, mientras que los demás
serán censurados y perseguidos como pecadores, incrédulos, herejes y librepensadores.
Puesto que el cielo tiene gran demanda, conviene seguir aumentando su precio, como sucede con
los diamantes, el oro y el petróleo, o al menos tratar que no lo pierda. Para que eso funcione bien,
los eclesiásticos emplean estrategias de mercadotecnia muy conocidas (todas ella están libres de
impuestos):
1. Mientras más bello pinten al cielo, y más difícil sea de obtener, los fieles invertirán más
dinero, sufrimientos, esfuerzos y sumisión con tal de llegar a él. Los clérigos recibirán todas
las limosnas y donaciones en nombre de Jesús, y les darán a cambio una bendición, unos rezos,
un rosario o una medallita; también les permiten comulgar en la misa del domingo.
2. Para que los fieles no se sientan demasiado responsables por sus actos, el juego de los diablos que
empujan al pecado y los ángeles protectores es muy útil. Sin embargo, conviene advertir que los
diablos tienen mayor poder y son más temibles que los ángeles (sólo se aplacan con costosos y
complicados exorcismos).
3. El cielo es difícil imaginar; por eso, hay que inventar un infierno espantoso, lleno de fuego y azufre.
Da igual que el infierno sea un lugar real o imaginario. La simple duda acerca de su existencia
bastará para que los fieles menos educados se aterroricen toda su vida.
4. Con tal de no terminar allá, los creyentes tratarán de evitar los pecados mortales y las excomuniones.
Para librarse de sus culpas y del terror al infierno (al menos por algún tiempo), pagarán diezmos,
ofrecerán limosnas, darán regalos, donarán sus propiedades a la iglesia, y soportarán muchos
sufrimientos. El perdón de los pecados sólo será posible a través de los sacerdotes y Obispos
católicos. Los catecismos, sermones y clases de religión son la voz de Dios que nadie puede
cuestionar.
5. Conviene seguir proclamando: ¡Fuera de la iglesia de Roma, nadie se salva! Lo que se oye muchas
veces, como el credo de las misas, no se olvida, rara vez se cuestiona, y se tendrá por algo
absolutamente cierto, aunque no lo sea.
6. Cuando las cosas salen mal, por ejemplo las enfermedades y los accidentes, los sacerdotes dirán
que se trata de merecidos castigos de Dios, porque esas personas no hicieron lo que la iglesia
ordena, aunque también son premios que Jesucristo crucificado concede a los que ama más.
7. Las imágenes sangrientas de Cristo crucificado ayudan mucho para que los fieles se identifiquen con
ellas; así los pobres y los que sufren se pasarán la vida clavados en su masoquismo, sin rebelarse
nunca. Mientras más se dejen controlar por su masoquismo, estarán más cerca del martirio, de la
muerte, y ¡por supuesto! del paraíso. Una abuela le dice a su nieta: “Mujer: viniste a este mundo para
aguantar y sufrir, si tú sufres, le quitas algunos sufrimientos a tu familia y a tus hijos”.
8. Los hombres y las mujeres más devotas pueden abrazar el celibato; de esta manera, estarán
deprimidos, enfermos y agotados. Así, no se podrán oponer a los Obispos, pero se podrán dedicar a
matar la alegría de las demás personas. Los laicos más rígidos y dogmatizados, serán buenos
maestros de religión; su sagrado deber es frenar los impulsos, la imaginación creativa, la libertad y la
moral individual de sus alumnos.
9. Para que este juego funcione mejor, el Papa en turno proclamará que algunas personas son santas,
que ya están en el cielo. Salvo por esas excepciones, los creyentes nunca sabrán a dónde fueron a
parar sus parientes, amigos y enemigos. Tampoco sabrán a dónde irán ellos después de la muerte.
10. Igual que los Papas en los tiempos de los emperadores romanos, los eclesiásticos harán alianzas
con los reyes, jefes de gobierno, ricos, empresarios y otras personas que tengan algún poder. Así
quedarán intactos todos sus privilegios y sus enormes riquezas, incluyendo los tesoros del Vaticano.
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No hay problema en que apoyen a las autoridades corruptas ni a las dictaduras militares.
11. Los ricos y poderosos pueden hacer lo que quieran, porque obtendrán fácil perdón de todos sus
desmanes, anulación de sus matrimonios, y así por el estilo. Basta con que den dinero a la iglesia,
solapen las debilidades del clero y ofrezcan costosos regalos. Los mejores colegios católicos serán
para los hijos de los ricos y poderosos, aunque en ellos habrá algunas becas a los pobres, con la
esperanza de que se dogmaticen y fanaticen.
12. Las conductas sexuales son universales y generan mucho placer. Es bueno decretar que son
pecados mortales las relaciones sexuales fuera del matrimonio religioso, la homosexualidad, usar
anticonceptivos, la masturbación, los abortos, la pornografía, los deseos y hasta las fantasías
impuras. Aquí tenemos la trampa definitiva: casi todos los humanos tendrán que sentirse culpables
por algo sexual que hicieron.
13. El Papa en turno tiene el poder de inventar otros pecados mortales, como lo hizo Benedicto XVI; así
aumentarán las probabilidades de que los creyentes cometan algunos de ellos; luego se van a sentir
culpables y tendrán que acudir a los ministros de la iglesia para recibir el perdón. Otra vez estarán
sujetos a las estrategias 1 a la 12, y el juego vuelve a empezar otra vez, hasta que todos se cansen y
nadie crea en los dogmas.
14. Entre los deberes más sagrados, es necesario excomulgar, quemar en la hoguera, torturar,
amenazar y quitar sus bienes a los que se atrevan a opinar de manera distinta. Para eso estaba la
Sagrada Inquisición, que ahora se llama la Congregación de la Fe, y antes el Santo Oficio. Eso tiene
tres ventajas: 1. Ellos pagan sus pecados en el infierno, 2. Los demás quedan aterrorizados por el
resto de su vida y 3. Muchas de sus propiedades quedarán en poder de los eclesiásticos, para que
ellos las puedan disfrutar.
15. Conviene advertir que los librepensadores son más peligrosos que los herejes, porque ponen en
ridículo a la iglesia de Roma; por eso, es necesario censurar, prohibir y quemar sus escritos (y sus
películas, videos o lo que sea, como la película mexicana del Crimen del Padre Amaro). Los fieles no
necesitan leer nada de religión, y mucho menos de ciencia, porque les basta y sobra con el
catecismo y los sermones del domingo para llevar una vida intelectual feliz y plena.
Por su parte, los antiguos egipcios ofrecieron una solución mítica, muy sencilla, al dilema de quién
se va a ir a un lado o al otro, después de la muerte. Anubis, el dios chacal de la muerte, coloca el
corazón del difunto en un platillo de la balanza, y en el otro coloca una pluma de ave (Figura 8.1).
Debía tener el mismo peso: el que corresponde a un espíritu puro, es decir nada, o casi nada. Eso
garantizaba la vida eterna. Todo dependía de las acciones que cada persona hubiera realizado o
dejado de hacer durante su vida. La balanza perdía el equilibrio cuando el corazón de alguna
persona estaba duro y apesadumbrado, como resultado de sus acciones indebidas; entonces, el
dios chacal se lo comía, y punto final.
81
Capítulo 9
Psicología del Fenómeno Religioso
Según Hesse (en Demian), las cosas que vemos afuera son las mismas que los seres humanos
llevamos en nuestro interior. Aunque creemos que sólo lo que es individual y diferente pertenece a
nuestra persona, nuestro organismo contiene también la trayectoria de la evolución, junto con todo
lo que los humanos vivieron desde el principio.
El ser humano define su experiencia religiosa más profunda (de carácter abismal y oceánico) como
el retorno del propio yo hacia la realidad primaria que lo engloba, sustenta y colma de plenitud.
Esta experiencia es de tipo maternal: un retorno vital en el que nos descubrimos amparados(as)
por la realidad fundamental concebida como eterna-femenina (Jung, Navarro, Picasa).
Una cosa son las representaciones religiosas, los catecismos y dogmas (la cultura religiosa) y otra
la religión como experiencia individual mística y luminosa; por esta razón, cualquier intento de
equiparar la religión con la cultura religiosa sería muy aventurado y la privaría de su esencia.
Dios es la expresión de nuestra energía interior; el signo de la fuerza primigenia que actúa en el
proceso de la vida y en la evolución del universo. No es algo transitorio de la mente que
acostumbramos relacionar con nociones elementales de moral y justicia, sino algo previo, mucho
más valioso. Simboliza la identidad del ser humano con su mente, cuerpo y espíritu, y así debemos
entenderlo (Jung).
Igual que cualquier otro arquetipo, Dios tiene un aspecto femenino “numinoso”, es decir refulgente,
brillante, e incluso alucinante, que nos deslumbra y atrae, como advierten Jung y Rychlak. Los
hebreos (y también el mismo Jesucristo) lo llamaron Shekhiná, Espíritu de Gloria, Luz Divina y
Presencia Divina.
Tyrrel afirma que la experiencia religiosa es el corazón de la revelación; el don que Dios puede
conceder a los hombres (aunque no todos se atrevan a recibirlo).
La revelación primitiva interior no se comporta como una comunicación de verdades fijas, sino que
es un acto de Dios. El creyente entra en un contacto personal -de naturaleza mística- con Él, y
luego expresa a los demás ese contacto, que no está sujeto a fórmulas ni a conceptos. Para lograr
eso, utiliza una especie de "conocimiento profético". Sin embargo, el estilo de su comunicación
está matizado por la cultura particular de quien recibe la revelación.
Mediante su personalidad carismática, su vida y sus enseñanzas, Jesús manifestó lo que tantas
personas han comprendido vagamente, desde siempre: Dios se revela al hombre en el más
profundo interior de su personalidad individual, y de esta manera la humanidad puede llegar a una
asociación divina con Él.
La experiencia-tipo, que sirve de norma para los creyentes, es parecida a la de Jesús, y a las de los
apóstoles que tuvieron contacto directo con él. Además, los relatos de las experiencias particulares
de Jesús y de sus discípulos contienen un poder evocativo que logra suscitar en nosotros algunas
experiencias análogas a la que ellos tuvieron.
Durante las experiencias místicas más elevadas, como las que tuvo Jesucristo, desaparecen todos
los contenidos mentales y todas las dualidades; esas personas, que también han desarrollado a
plenitud su propio ser, se identifican con Dios de manera muy personal e íntima.
82
Al contrario, las experiencias místicas de tipo inferior (como las de Pablo de Tarso) son divisivas,
desquiciantes y alucinadas, porque brotan de un ego inmaduro, egoísta y pretencioso. Los rasgos
neuróticos se activan y solidifican; las persona crea imágenes de Dios, pero no encuentra su propio
ser, ni tampoco al verdadero Dios.
Clark advierte que la religión tiene dos caminos; por mi parte, añadí las palabras que van entre
paréntesis:
2. El del sufrimiento y la neurosis, obsesionado por los pecados (y los rituales), inmerso en la
contemplación del mal, lleno de conflictos (sexuales) y con la sensación de que Dios está lejos (y el
infierno está muy cerca).
Algunos individuos llegan a comprender que Dios es felicidad y alegría, voluntad de amor y poder
cariñoso muy cercano. Así vivió Jesucristo, y lo mismo hicieron muchos cristianos, como los
cópticos, a través de los tiempos.
Para otros, Dios es misterioso, inasequible, pavoroso, impresionante por su majestad, e incluso
sanguinario, sádico y vengativo. Eso es primitivo, oscurantista y neurótico, por no decir
esquizofrénico.
Según Pablo de Tarso, desde toda la eternidad, un Dios desquiciado estuvo enojado contra la
humanidad hasta que el diablo obtuvo la sangre de Jesucristo. Ese dios, al que siguen adorando
los inquisidores cristianos de todos los tiempos, resultó peor que el de Moisés; sin embargo, no es
el Padre nuestro de Jesucristo, ni nadie tiene ninguna obligación de llevarlo en su cabeza.
Imaginar a Dios como dador de amor y vida, o de castigos e infierno, depende del desarrollo
psicológico (la inteligencia emocional), la integración del propio ser, y la salud mental (o la falta de
ellas) de los que se lo imaginan de una u otra forma; así como de sus antecedentes sociales y
familiares en particular.
En la visión religiosa de las personas influye el modo como fueron indoctrinadas en la niñez y
adolescencia (y también más adelante). A algunas personas les enseñaron el terror de Dios y a
otras a amarlo. De igual manera, cuando niños, unos amaron a sus padres, mientras que otros los
temieron e incluso los odiaron.
Por lo general, quienes son más tradicionales y más conservadores asistieron a colegios católicos
(y de otras denominaciones), mientras que los más liberales tuvieron menor contacto con ideas
religiosas dogmáticas, y más con el humanismo y las ciencias. Los hombres y las mujeres más
fanatizados pertenecieron a sectas retrógradas de ultra-derecha, etcétera.
Según Pikasa, la Divinidad (su imagen cultural) tiene dos versiones principales:
El Dios materno se percibe como principio de paz para los humanos; actúa cuando lo necesitamos.
Está para cumplir nuestros anhelos, como alguien que se conmueva y responde ante nuestras
debilidades. Nos salva cumpliendo nuestros deseos y saciando nuestras carencias.
El Dios paterno no existe solamente para cumplir nuestras apetencias, sino para ofrecernos una
plenitud mayor que la que buscábamos. Se nos presenta como un potencial de realización. Viene
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(nos salva) abriéndonos un camino y haciéndonos creadores (e inventores) junto con él, a través de
acciones compasivas en beneficio de los seres vivos de nuestro planeta.
Me permito agregar la tercera opción: el Dios andrógino de Jesucristo: Dios, el Padre del Universo,
con su aspecto simbólico maternal-luminoso-vital que concede a la humanidad sus dones de
manera gratuita (Shekhiná). Dios, nuestro Padre-Madre, también nos impulsa a ser mejores, y a
dar a los demás lo mejor de nosotros mismos.
El aspecto masculino de Dios Padre (Ruajh, el aliento creador y el soplo vital) sólo vale la pena
cuando se armoniza con su aspecto femenino inseparable (Sofía, su sabiduría). No sirve de mucho
un concepto de Dios privado de sus aspectos femeninos, como es el caso de la famosa Trinidad
dogmática, masculina al 100%.
Los Obispos de los siglos IV y V, contagiados por la misoginia de Pablo de Tarso, Tertuliano,
Orígenes, Agustín, etcétera, estaban convencidos de que las mujeres eran sucias pecadoras,
aliadas del demonio, y pérfidas tentadoras de los hombres, ¡pobrecitos de ellos Por eso, el Dios
que proclamaron (santo y puro) no debía (ni podía) tener algo de feminidad, ni siquiera simbólica y
metafórica.
La santísima Trinidad dogmática, con tres personas masculinas Divinas (¿reales?) va en contra
del monoteísmo hebreo que Jesucristo defendió hasta su muerte, y perpetúa actitudes machistas y
chauvinistas que cada vez están más fuera de época. Podrá ser pura, casta e inmaculada por tres
veces; sin embargo, carece de luz, calor, cercanía y vitalidad.
A Jesucristo lo transformaron en virgen, igual que a su madre. Así, los Obispos católicos del siglo
IV proyectaron en las mujeres sus represiones sexuales. Para exaltar su celibato, pusieron a las
mujeres en situación de inferioridad. Impulsados por sus trastornos emocionales y sus confusiones
mentales sadomasoquistas, se atrevieron a ir contra la vida misma.
Otro aspecto machista de la iglesia católica fue -y sigue siendo- excluir a las mujeres del
sacerdocio, como ordenó Pablo de Tarso. Ellas debían ser sumisas y obedecer a los hombres en
todo. Incluso les debían pedir permiso para salir de la casa.
Como enseñan los cristianos cópticos, las personas que desarrollan su propio ser, a semejanza de
Jesucristo y María Magdalena, reúnen las características psicológicas masculinas y femeninas; por
eso, cualquiera de ellos pueden brindar a sus hijos amor paternal, y maternal también.
Además de la muerte de la creatividad y las ideas nuevas, los dogmas católicos generan
simulación (falsas apariencias), violencia, mentiras y dualidades neuróticas. La represión sexual
produce conductas compulsivas, sádicas y descontroladas, como veremos en el capítulo 12.
Los antiguos administradores del templo de Jerusalén mataron a la víctima inocente, mientras que
los Obispos de los primeros Concilios la divinizaron. En muchos países, Jesús el crucificado sigue
siendo una importante imagen cultural masoquista: la víctima ensangrentada, el chivo expiatorio
que borra los pecados del mundo.
Cada persona tiene la oportunidad de buscar y encontrar su lugar y el sentido de su vida particular
Para eso, le conviene desarrollar sus potencialidades humanas, sin conformarse con los gastados
modelos que ofrecen las sociedades machistas, mercantilistas, consumistas y televisivas.
Según Teilhard, el amor es la fuerza que reúne todos los elementos del universo; es el espíritu y el
agente de la síntesis evolutiva universal que reúne a todos los seres vivos por afinidad, mediante lo
que tienen de más íntimo y profundo.
En el siglo XXI Jesucristo se liberó –de manera definitiva- de las ataduras impuestas por Pablo de
Tarso, los dogmas de los Concilios, y lo que los Papas, Obispos y sacerdotes dijeron acerca de él.
Debido al avance de la consciencia planetaria, sus opiniones, apoyadas por los dogmas, perdieron,
de manera definitiva, gran parte de su poder.
En cambio, la figura religiosa actual de Jesucristo es un símbolo universal (el Jesús cósmico, un
arquetipo) cada vez más poderoso, luminoso y fascinante, que está muy vivo en Internet. Este
humano excepcional tiene la inmortalidad cultural que los medios de comunicación y la consciencia
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planetaria conceden a unas cuantas personas excepcionales. Cosa parecida le está sucediendo a
María Magdalena.
Los arquetipos son símbolos universales, algo así como fantasías colectivas que la humanidad
entera comparte, y -por tanto- la mueven y la conmueven. Son fuerzas elementales que juegan un
papel decisivo en la creación del nuevo mundo y de las nuevas mentes humanas, con todas sus
capacidades de acción y transformación de este planeta y del universo entero.
En épocas pasadas, los espíritus; los dioses y las diosas de los antiguos eran alucinaciones
producidas por los cerebros primitivos, que les trasmitían sus mensajes; a ellos les parecía que
existían fuera de su cuerpo (Jaynes). En la actualidad sabemos que llevamos en nuestro interior la
capacidad de desarrollar nuestro propio ser y elegir nuestro propio destino. Según Jesucristo,
también podemos descubrir en nuestro interior la presencia del mismo Dios.
Los símbolos y arquetipos, con toda su energía, claridad y entusiasmo, solamente pueden llegar a
nuestra consciencia plena cuando cesa la palabrería interior de los credos, dogmas, doctrinas y
pensamientos vacíos.
Los arquetipos nos impresionan y nos influencian debido a su numinosidad (su energía luminosa
vital y fascinante). No tienen un contenido determinado, porque se trata de factores personales
hereditarios poco conscientes; sin embargo, en el momento que entran a nuestra consciencia, se
llenan de nuestras experiencias personales y nos trasforman por completo.
La palabra arquetipo también se relaciona con un modelo ideal, un ejemplo que vale la pena
seguir. De acuerdo con esto, Jesucristo es un arquetipo que todos podemos incorporar a nuestra
personalidad, para que así Dios se siga encarnando en este mundo (Bockus, en Brauer).
Jesús fue un hombre admirable y valiente que merece ser imitado por sus ricas y variadas
dimensiones humanas: librepensador, maestro que luchó contra el egoísmo, el legalismo, las
apariencias sociales y el narcisismo; un reformador social, un médico y psicoterapeuta excepcional,
etcétera.
Mientras vivió Jesucristo, cumplió su misión. A los nuevos cristianos, según las posibilidades
individuales y dentro de las circunstancias culturales de cada quien, les toca continuar su obra,
dentro o fuera de alguna iglesia o agrupación religiosa.
La nueva visión unificada del Cristo histórico y del simbólico-cósmico que nos presentan los
cristianos cópticos, con su énfasis en el sacramento de la cámara nupcial, es mucho más poderosa
y llena de vida, que la dogmatizada de las misas y las parroquias; cualquier persona la tiene a su
disposición, y la puede aprovechar como quiera.
En el evangelio de Tomás (13), ver Mt 16: 32, Jesús les pidió a sus apóstoles que le dijeran quién
era. Simón Pedro dijo: “Eres como un ángel de rectitud”; Mateo dijo: “Eres un hombre sabio con
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muchos conocimientos”, y Tomás dijo: “Maestro, mi boca no se va a esforzar para decirte quién
eres.”´
Jesús le dijo a Tomás: “Ya no soy tu maestro, porque has bebido y te has embriagado con el agua
viva que he dispensado.” Lo llevó aparte y le dijo tres palabras; cuando regresó, sus compañeros le
preguntaron qué le había dicho, y él respondió: “Si les digo una palabra de lo que me dijo, tomarán
piedras y me las arrojarán, y saldrá fuego de ellas y los consumirá.” (Th 13).
Pedro trató de halagarlo y exageró, mientras que Mateo no pudo percibir su verdadera grandeza.
El Jesucristo histórico desarrolló su propio yo y alcanzó los niveles más elevados de la consciencia
pura; sólo lo pueden comprender los que han alcanzado un nivel místico parecido. De manera
limitada y fragmentada, los demás alcanzan a ver algún aspecto muy limitado de su personalidad.
Es como si Jesús le hubiera dicho a Tomás: “Has captado la esencia de mi persona porque tienes
un desarrollo personal parecido al mío; has cambiado (gracias a mi ejemplo y a mis enseñanzas) y
ahora disfrutas un nivel de consciencia muy elevado. Llegaste al éxtasis religioso de la consciencia
pura y ya tienes tus propios conocimientos” Jesús dijo:
El que bebe (las enseñanzas) de mi boca llegará a ser lo que soy; yo me convertiré
en él, y las cosas ocultas le serán reveladas (Th 108).
Jung advierte que el arquetipo del Dios-hombre se concretizó y se hizo realidad (encarnó) en la
persona de Jesucristo, en cada aspecto de su vida única y todos sus aspectos personales e
inmediatos. A otras personas les puede suceder igual cosa, sin que dejen de ser humanos por eso.
Jesús es el modelo (ejemplo, guía, compañero) de un ser humano que alcanzó un altísimo nivel de
desarrollo personal y religioso, como lo hicieron Buda y otras personas admirables; dijo que sus
discípulos y seguidores harían cosas mejores que las que él había realizado (Jn 14: 12).
Como otros autores, Chopra advierte que el primer Jesús fue el histórico , y el segundo es el de
los dogmas. El tercero es el Cristo cósmico, guía espiritual como el Buda, cuyas enseñanzas se
dirigen a toda la humanidad. Se comunica, a través de una experiencia personal, con las personas
que desean encontrar a Dios, alcanzar la gracia (el perdón de sus pecados) y llegar a la
iluminación (la consciencia divina).
La cuestión es: ¿Dónde estamos ubicados ahora con respecto a la imagen de Cristo, a su
arquetipo? ¿Qué tanto estamos aprovechando las energías y potencialidades que contiene? Todas
podemos aprovechar y abrazar las enseñanzas básicas de este maestro universal: compasión,
tolerancia y entendimiento hacia todos y hacia todo
El mundo que nos parece separado es maya (ilusión), como el sueño o el baile de Dios; Él lo ha
creado, pero no es real en sí mismo. Nuestros seres individuales reciben el nombre de jivatman o
almas individuales, pero también son algo parecido a una ilusión.
Somos extensiones del único y supremo Atman o Dios; pero -de hecho- nunca estamos separados
del todo. Cuando morimos, nos despertamos y somos lo que realmente fuimos desde el principio:
luz y consciencia pura.
Jung afirma que la “psique”, (el aspecto espiritual humano), no está sujeta al espacio y al tiempo, ni
no tiene por qué desaparecer con la muerte. Es mejor que cualquier persona tenga la esperanza
en que va a seguir viva después de morir, porque hay buenas razones para ello, y no que se
petrifique antes de tiempo, por miedo a la muerte, y no atreva a vivir. Cuando un periodista le
preguntó si creía en Dios, Jung le respondió: “yo no creo, yo sé…”
Cuando soñamos o meditamos, entramos dentro de nuestro propio ser y percibimos nuestra
esencia luminosa y cósmica (consciencia pura). En estos estados somos más permeables para
comprender los mensajes que brotan continuamente de los aspectos parciales e ilusorios de
nuestro yo.
Las tradiciones espirituales enseñan que hay algo detrás de las apariencias del mundo. Los que
experimentan esa realidad (mediante la consciencia pura) se dan cuenta de que no la pueden
describirla con palabras, y por eso utilizan símbolos para explicarla. Este estado profundo de la
mística se llama deidad, porque es la realidad mística profunda de la que brota la idea de Dios.
Jesucristo utilizó el símbolo del Padre que lo da todo por amor y no espera nada a cambio. Para
los budistas, es el nirvana. Buda dijo que un hombre que entra al nirvana ni existe ni no existe. Las
expresiones de existencia e inexistencia son inapropiadas dentro de ese estado, porque el
iluminado está por encima de todo lo que su mente puede conceptualizar; es capaz de entender
esto antes de su muerte.
Los grandes maestros, como Jesucristo y Buda, vivieron habitualmente dentro de la experiencia de
la realidad definitiva y la unidad absoluta. Por el contrario, la mayoría de los místicos, después de
algún tiempo, regresan a la realidad ordinaria de la creación temporal. Algunos de ellos se dedican
a ayudar y enseñar a sus semejantes.
Las divisiones son producto del ego (yo); meras ilusiones de la mente. La realidad es que todos
estamos interconectados; no podemos distinguir donde empiezan tus pensamientos y los míos, tus
sentimientos y los míos (Fontana, en Gallegos).
Lo mejor de nosotros mismos nos impulsa siempre para que surja el propio ser, la nueva persona
más libre, capaz de actuar de manera responsable hacia las demás personas, dedicada
empeñosamente al cuidado de todos los seres vivos.
88
Capítulo 10
El Desarrollo del Verdadero Ser
En la edad media se creía que los humanos tenían un “yo” egoísta que luchaba contra la perfección
del alma. Los de abajo debían someterse de manera servil a las autoridades civiles y religiosas que
los obligaban a luchar contra su egoísmo: de esta manera, ni siquiera podían pensar en rebelarse.
Finalmente, todo en orden.
Una oración medieval dice: “Dios guarde al Rey y a los Obispos, y nos conserve a cada quién en
nuestro lugar”. Los de abajo obedecen a los de arriba, sin derecho a pensar, imaginar ni decidir por
sí mismos. El hijo mayor era soldado, el segundo sacerdote y el tercero cultivaba la tierra. Las
mujeres se encargaban de la casa y cuidaban de sus hijos y su marido.
Era necesario olvidarse del cuerpo para salvar el alma. En la edad media se creía que los humanos
tenían un yo egoísta que luchaba contra la perfección del alma. Los de abajo debían someterse de
manera servil a las autoridades civiles y religiosas que los obligaban a luchar contra su egoísmo: de
esta manera, ni siquiera podían pensar en rebelarse. Finalmente, todo en orden.
A partir de Jung, se denomina “ego” al yo impulsivo, infantil, falso y manipulador. A todos nos
conviene controlar y superar ese ego, porque carece de metas autónomas y dimensiones sociales;
tampoco cuenta con sentimientos elevados ni con suficiente amplitud de su mente (= su
inteligencia y su cultura). En lugar del ego, necesitamos seguir evolucionando hasta que logremos
desarrollar e integrar el “propio yo”.
El yo inmaduro está pendiente de las reacciones y los juicios de las demás personas; le preocupa
demasiado el qué dirán. No genera opiniones propias, ni se atreve a desarrollar metas de
superación personal que valgan la pena. Se deja llevar por el egoísmo, el miedo, la ira, la moda y
las tradiciones machistas y masoquistas.
Utiliza máscaras sociales y juegos de manipulación para sacar ventajas indebidas de las demás
personas; sin ningún miramiento pisotea su dignidad y sus derechos como seres humanos.
Los hombres y las mujeres que van superando su egoísmo amplían la imagen de sí mismos;
confían en sus propios recursos genéticos y empiezan a desarrollar su verdadero ser (el propio yo).
Superan el ego inmaduro y dirigen hacia las otras personas el cariño que sólo se tenían a sí
mismos cuando eran niños. Se apegan a ellas y las aman, dando y recibiendo como personas
abiertas a la vida.
El concepto del propio yo (= el verdadero ser) y la creencia de que cualquier persona es autónoma
y capaz de dirigirse a sí misma, se empezó a desarrollar hace apenas unos 800 años (Campbell).
Las modernas teorías psicológicas postulan que las mujeres y los hombres adultos conocemos lo
que más nos conviene y tomamos decisiones propias sin ninguna necesidad de dogmas y
presiones externas.
Muchas personas tratan de ser muy racionales y controladas; se observan y se sienten observados
por los demás; sin embargo, tienen anestesiadas sus facultades imaginativas e intuitivas. Por esa
razón, temen los arquetipos y niegan su presencia; no se atreven a darles cabida en su mente,
porque van más allá de la lógica.
Jung derivó su concepto de arquetipo de los mitos y cuentos de la literatura universal, en la que
ciertos temas se repiten en todos los países y tiempos. Son los símbolos universales que están en
el inconsciente colectivo (en la genética y en el cerebro humano), al que nuestra mente está
conectada como un árbol que tiene sus raíces sumergidas a la tierra y se nutre de ella. Son
fascinantes y están llenos de energía luminosa (= “numinosidad”).
Forman una matriz (genética y cósmica) que ejerce su influencia en el nivel de las ideas, la ética y
la conducta humana en general. Al principio, Jung los llamó imágenes primordiales. Incluyen
tendencias innatas –hereditarias- que moldean nuestras conductas. Nos hablan desde el interior
como presencias, posibilidades y significados.
Las teorías modernas acerca del principio de la vida que emerge de una sopa cósmica de DNA, y
de que el universo emergió de una gran explosión cósmica (el “Big Bang”) son imágenes, a partir
de las cuales el pensamiento científico puede empezar a trabajar. En el fondo, son muy parecidas
a los mitos arquetípicos de la creación, elaborados en las épicas babilónicas, parecidas a las que
se describen en el libro del Génesis.
El Arquetipo inicial en el desarrollo del propio yo es la sombra, que nos ofrece la posibilidad de
experimentar el lado más oscuro de nuestra personalidad única. Cuando profundizamos en la
sombra, nuestra identidad aparente (envuelta en las máscaras sociales) se empieza a disolver:
reconocemos los impulsos básicos que tienen todas las mujeres y todos los hombres (Jung). El
caos adolescente que experimentamos indica que vamos reconociendo el aspecto corporal de
nuestra estructura psíquica.
En los sueños y las ensoñaciones aparecen algunas imágenes que son fundamentales: la selva, el
océano, el fuego, los terremotos, el mar y el descenso a lo profundo. Otras figuras parecidas son
los animales salvajes, los dragones, los ogros, las brujas, los ladrones y la gente peligrosa que nos
persigue.
En las tradiciones religiosas populares, Satanás, con sus diablos y diablitos, es una conocida
representación de la sombra. Los diablos de algunas las pastorelas mexicanas, mujeres
adolescentes muy sexy vestidas de rojo, son parte de la diversión. La sombra es así: atemorizante,
pero también fascinante, como es la vida, en su nivel más elemental de energía pura y primigenia.
Las variantes de la sombra reflejan nuestros impulsos elementales -en particular los agresivos y
sexuales- que necesitamos incorporar, para luego hacernos responsables de ellos. Las personas
que niegan sus impulsos, los proyectan en sus enemigos y en los individuos que les caen mal a
primera vista.
Así, los hombres machistas y los fanáticos religiosos que agreden a los homosexuales
(homofobia), reprimen su necesidad de afecto; algunos de ellos tuvieron padres duros que no les
dieron cariño ni contacto físico. A pesar de que siguen añorando eso, se imaginan que el cariño
amistoso entre hombres es algo muy sucio y asqueroso.
Sin embargo, los impulsos sexuales son energía y vitalidad primitiva. Algunos ilusos, rígidos e
idealistas, tratan de “matar el cuerpo para salvar su alma, pero terminan prematuramente
envejecidos, enfermos y vacíos por dentro. Esto es lo que Fromm llama “necrofilia”, gusto o amor
por la muerte; miedo a la vida, al entusiasmo y a la alegría.
90
La misoginia de Pablo de Tarso, y de tantos otros sacerdotes y Obispos de la iglesia católica, junto
con la continua opresión y discriminación de las mujeres, que al no ser sacerdotes están sometidas
a los que sí lo son, ha causado y sigue causando incalculables daños psicológicos a toda la
humanidad.
Muchos de ellos se creyeron ángeles, bellos, adorables y llenos de gracia divina, y se convirtieron
en severos jueces de las conductas ajenas; sin embargo, les falta el entusiasmo y no le encuentran
sentido personal e individual a la vida porque ignoran su sombra (aunque se aferran a los dogmas
y a las tradiciones). Debido a su agresividad negada y reprimida, se convierten en infalibles y
severos jueces de las conductas ajenas,
Después de que han aceptado a su sombra, los hombres necesitan incorporar, de manera
consciente, otro arquetipo, el Ánima que corresponde a los aspectos femeninos de su personalidad
(= su sensibilidad). Por su parte, las mujeres necesitan encontrar en su propio interior su lado
masculino (el” Animus”), para hacerlo propio. De esta manera, tanto el hombre como la mujer,
logran trascender sus egos ilusorios, junto con sus falsas máscaras sociales; además, finalmente
emerge finalmente el verdadero ser, como nueva estructura de la personalidad.
EL “Ánima”, en cuanto arquetipo, no tiene nada que ver con el alma racional de algunos filósofos;
simboliza la vida en su aspecto femenino: las afirmaciones del cuerpo vivo, la magia, la fantasía y
la espiritualidad. Es la fuerza creadora maternal que reside en la humanidad; ella se encarga de
generar los estados de ánimo, los impulsos y todo lo que es espontáneo e intuitivo dentro de la
vida psíquica.
Otro significado universal de esa palabra se refiere a la mujer que alimenta al bebé con su leche.
Las mujeres tienen el formidable poder de gestar y parir nuevos seres. El hombre no puede entrar
en la vida sino a través de una mujer.
Por su parte, el “Animus” es el arquetipo paralelo, que engloba y simboliza lo que tradicionalmente
se considera masculino: lo racional, lo competitivo y lo sensorial. Las mujeres que logran integrarlo
a su propia personalidad se sienten animadas y están llenas de vida.
En lugar de ser pasivas, dulzonas y complacientes, ellas pueden tomar sus propias decisiones y
disfrutan la sexualidad sin represión alguna, y sin culpas neuróticas indebidas. También son
capaces de dar y recibir; alcanzan niveles superiores de educación, ocupan puestos gerenciales,
corren riesgos y se atreven a competir al mismo nivel que cualquier hombre.
Las mujeres que no han incorporado su Animus, exageran su dependencia masoquista y al mismo
tiempo ahogan a su pareja e hijos con una sobreprotección posesiva y llena de resentimientos:
generan narcisismo en sus hijos y masoquismo en sus hijas (ver Navarro).
El Ánima puede aparecer en los sueños y fantasías como una bailarina seductora, una princesa
dormida e incluso una anciana, mientras que el Animus se presenta como un joven sensual y
exótico, un juglar, un viejo gruñón, etcétera.
Cuando el Ánima (la parte impulsiva y sensible del hombre o la mujer) no se integra, queda
descontrolada: exagera y llena de mitos y fantasías estridentes las relaciones afectivas de
cualquier persona, tanto en el ámbito familiar como en el trabajo.
Las fantasías, las proyecciones y los embrollos egoístas resultantes, de tipo telenovela barata, son
obra suya. También debilita la personalidad del hombre: lo vuelve irritable, caprichoso, celoso,
vanidoso, desapegado e inadaptado.
Los hombres narcisistas y machistas construyen un grandioso ego y se niegan a ver sus aspectos
blandos y femeninos por miedo a la homosexualidad. Esto lleva consigo la disminución de su
vitalidad, flexibilidad, bondad y ternura. Muchos de ellos se dedican a beber (o al abuso de
drogas), mientras lamentan sus abandonos, fracasos e infortunios (Reich, Baker, Navarro).
Por lo común, las conductas autodestructivas generan culpas, cansancio y depresión. En un círculo
vicioso, las emociones negativas generan nueva violencia y nuevas mentiras que dañan a la
pareja, a los hijos y a la sociedad en general.
En cada hombre existe una imagen primordial (ideal) de la mujer. No sólo de la madre, sino de la
hija, la hermana, la amada, la diosa celestial y la diosa infernal.
Cada madre y cada amada se pueden convertir en portadora y encarnación de algunos aspectos
de esta imagen omnipresente y eterna. Ella representa la lealtad, la muy necesaria compensación
por los riesgos, esfuerzos y sacrificios que a veces terminan en desilusión. Para un hombre, puede
ser el consuelo de todas las amarguras de su vida.
La mujer también es la gran ilusionista, la seductora, que lo arroja a la vida donde hay engaños y
no solamente aspectos razonables y útiles. Como la vida misma, la mujer ofrece al hombre terribles
paradojas y ambivalencias mediante las cuales el bien y el mal, el éxito y la ruina, la esperanza y la
desesperación se contrapesan entre sí.
Si el hombre la sabe tratar bien y la comprende, será su gran amiga. De otra manera, será una
gran desconocida y su peor enemiga. Por otra parte, hay hombres que lo tienen todo, menos su
propia alma y sus propios sentimientos e intuiciones; al final, se quedan solos.
Al final del proceso de individuación, emerge el propio yo, que trasciende al yo. Según Jung, eso
se relaciona con la imagen de Dios, porque el ser humano y el ser divino ya no se pueden
distinguir debido a las experiencias de la consciencia pura. En esas experiencias, todo es Espíritu.
Abundan las imágenes simbólicas de la luz, la inspiración, la vida y el espíritu, las del viento y el
soplo divino.
Juan Bautista dijo que Jesús bautizaría con la Espíritu Santo y el Fuego. Jesucristo amaba a la
humanidad, incluyendo a las mujeres y a los niños; siempre estuvo del lado del Dios de la vida.
Desarrolló a plenitud su propio yo y tuvo experiencias de consciencia pura; afirmó que era la
Verdad, la Luz y la vida:
Propuso una ruta hacia el desarrollo del propio yo que incluye el equilibrio de las facultades
humanas (pensamiento y sentimiento, intuición y sensación) para alcanzar los niveles superiores
92
de consciencia (la consciencia pura); la llamó el Reino de Dios que está dentro de nosotros
mismos.
También abogó por la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres; no tuvo nada tuvo
que ver con el sacerdocio exclusivo de los hombres (¿célibes?); cualquier iluminado, hombre o
mujer, tiene algo de sacerdote, Mesías, profeta y sanador.
Las personas que quieran imitar a Jesucristo necesitan empeñarse en desarrollar su propio ser.
Cuando alcanzan ese nivel, superan los esquemas religiosos y sociales convencionales, como le
sucedió a Jesús. Algunas son censuradas y crucificadas, pero otras ni buscan eso, ni lo
encuentran. Esos hombres y mujeres inspiran a las siguientes generaciones con el ejemplo de su
desarrollo personal, y con sus valiosas acciones para promover el bienestar familiar, social y
planetario.
Los hijos de las tinieblas (los necrófilos, resentidos y depresivos) asesinan y aíslan a muchos
seguidores de Cristo, pero surgen otros que toman su lugar, en los nuevos tiempos y en las
nuevas circunstancias, cada quien en su propia trinchera, dentro y fuera de las iglesias cristianas,
con entera libertad de pensamiento y de acción.
Yo os aseguro; el que crea en mí, hará él también las cosas que yo hago,
y las hará mayores aún, porque yo voy al Padre (Jn 14: 12).
Este viene siendo el drama arquetípico continuo del emerger del propio yo. Según Jung, la carroza
de fuego de Ezequiel es el símbolo de la entrada de Dios al mundo a través del descubrimiento
final del propio ser. El mito de Quetzalcoatl de los Aztecas, igual que otros importantes mitos
presentes en las distintas culturas de la humanidad, tiene un significado parecido.
Las personas que se han ubicado en su verdadero ser se identifican de manera íntima con toda la
creación y muestran profunda reverencia hacia todas las formas de vida. Su valentía a toda prueba
se debe a que son conscientes de que su destino personal los lleva a manifestar algún aspecto
particular de la fuerza de la vida divina.
Esto les permite superar las barreras ente el pensamiento lógico y el intuitivo, y arriesgarse (como
el Quijote) a la supuesta locura de trascender el ego en su búsqueda de la última verdad y la
belleza infinita. En palabras de Albert Einstein (en Gallegos):
Cuando han desarrollado su propio ser, los individuos están bien equipados para tomar sus propias
decisiones de manera provechosa. Dan rumbos constructivos a su propia vida; de manera amable
y compasiva echan la mano a las personas que los necesitan. Tienen acceso a los niveles
superiores de la consciencia pura (son iluminados); por eso desarrollan un sentido religioso y
alegre de la vida.
Al contrario, las personas que se identifican con su sombra, exageran sus cualidades oscuras e
indeseables (impulsos, violencia, sexualidad, miedo, etcétera); las proyectan hacia fuera y creen
que las demás personas son malvadas y valen poca cosa. Se dejan absorber por sus energías
negativas y nunca llegan a desarrollar sus aspectos más luminosos, creativos y productivos.
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Las que se identifican con su ego (inflado o desinflado), creen que su existencia depende de las
imágenes mentales que fabrican acerca de sí mismos; viven de la adulación y los aplausos. Creen
que son su alma, o más bien sus bellas fantasías, pero sienten que habitan en un cuerpo lejano,
controlado y un artificial. Son los hombres machos y narcisistas, las mujeres sufridas, las
anoréxicas, los políticos falsos, etcétera (Navarro).
Las personas que desarrollaron su propio ser existencial se identifican con la totalidad de su
organismo en sus aspectos estructurales y energéticos. Se perciben como una unidad funcional sin
divisiones ni dualidades. Se pueden aceptar en todo lo que son y también son más tolerantes con
las demás personas.
En los niveles superiores de la iluminación todas las dualidades desaparecen; lo mismo que la
consciencia del cuerpo; las personas entienden que son consciencia pura y que la mayoría de sus
percepciones son ilusorias.
La psicología emplea dos modeles básicos: 1. El mecanicismo propone que las cosas funcionan
mediante un proceso de causa-efecto. Una cosa lleva a otra, y esa otra a una siguiente y así
sucesivamente, por lo que el pasado determina al presente. 2. La teleología defiende que a los
humanos nos guían nuestras metas, propósitos, significados y valores (personales y culturales).
Los psicólogos freudianos y conductistas tienden a ser mecanicistas, mientras que los neo-
freudianos, humanistas y existencialistas adoptan una postura teleológica. Jung cree que esas dos
posturas ideológicas tienen su importancia; sin embargo, postula una tercera alternativa ideológica,
que denomina sincronicidad.
En la sincronicidad, dos eventos ocurren al mismo tiempo; ambos tienen una relación significativa;
sin embargo, no están asociados de manera causal ni teleológica.
Para dar ejemplos, algunas personas sueñan la muerte de un ser querido y a la mañana siguiente
se enteran que esa persona murió a la hora en que lo soñaron. En otro ejemplo, un joven sueña
con una mujer atractiva que le fascina; poco después la encuentra en una fiesta y se enamora de
ella.
A veces nos dirigimos al teléfono para llamar a un amigo; el teléfono suena, y cuando levantamos
el auricular, esa persona está en la línea. Otras veces estamos muy interesados en comprar algo, y
encontramos precisamente esa cosa al entrar en una tienda o bazar. Es como si el objeto nos
dijera: estoy destinado (soy) para ti.
Muchas personas creen que esas situaciones son meras coincidencias. Sin embargo, si caemos en
la cuenta, nos indican las maneras como los seres humanos estamos interconectados con las
demás personas, con la naturaleza y con todo el universo, a través del proceso de la evolución y el
inconsciente colectivo (= la genética y la corriente de la vida).
Desde la más remota antigüedad, un ideal de la humanidad es que los hombres y las mujeres con
mayor madurez y flexibilidad disfruten rasgos psicológicos variados, con lo mejor que se
acostumbra atribuir a uno y otro sexo. Según Jung y Bem, las personas que han superado los
estereotipos sexuales que la sociedad impone, es decir los de como machos narcisistas y mujeres
sumisas, son andróginas.
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Estos hombres y estas mujeres utilizan, de manera armoniosa y equilibrada, todas sus facultades
psicológicas: piensan, pero también intuyen, son sensibles y están abiertos a todas sus
percepciones. Desde luego que saben utilizar la imaginación creativa, además de su inteligencia,
para así tomar las mejores decisiones posibles.
Como explica Heilbrun, la androginia libera al individuo de las tradiciones ancestrales que decretan
lo que socialmente es apropiado para los hombres y las mujeres; además, favorece el espíritu de
reconciliación entre ambos géneros. Los cristianos gnósticos buscaron eso mismo con su
sacramento de la cámara nupcial. Por supuesto que María Magdalena y Jesucristo fueron
personas andróginas.
La tabla 12.1 muestra las principales diferencias en las actitudes y los comportamientos de los
hombres machos-narcisistas, las mujeres sumisas y masoquistas, y las personas bien integradas
(andróginas) que aprovechan sus rasgos psicológicos masculinos y femeninos de manera
conjunta.
No se ha separado de su madre, pero No puede opinar, ni es decente que Manifiesta abiertamente sus
puede ser cariñoso (a veces) con su que manifieste sus deseos ni sus intenciones y sus preferencias
pareja y con sus hijos. intenciones sexuales. sexuales.
Busca mujeres solo por la Su principal meta en la vida es ser Es muy buen amigo y amante,
conquista y el placer sexual. atractiva para atrapar a un hombre. con ternura y compromiso.
No le toca cocinar, ni el cuidado de Si trabaja fuera de casa, eso no debe Se empeña por su progreso, el
los niños ni de la casa.. estorbar sus obligaciones domésticas de a su famil ia y el de la sociedad.
Tiene plena libertad sexual, pero no Tiene que mostrar sus intenciones de Muestra sus deseos e intenciones
se puede encariñar. manera dulce, pasiva e indirecta. de maner a sincera y directa.
Utiliza conductas agresivas, cínicas No deben mostrar interés por otro Sus conductas son asertivas, sin
y prepotentes; es pura pantalla. Si le hombre, ni tampoco cuidar su figura, timidez ni agresividad . Cuida bien
cae bien un amigo, puede darle golpes. para no dar celos a su pareja. su salud y su atrac tivo.
Vive aprisa: bebe y se arriesga Todo lo aguanta, de manera resentida, Es guardián de la vida, sabio
mucho, porque sólo se vive una vez. porque al final llegará al paraíso. protector de los más necesitados.
Utiliza mentiras, falsedades y juegos Utiliza mentiras, falsedades y juegos Es honrado y veraz, defiende los
de manipulación dominante. de manipulación pasiva. auténticos v alores humanos.
Las personas andróginas se reúnen no sólo por motivos de atracción sexual, sino también porque
poseen una riqueza psicológica muy parecida, tanto por su desarrollo humano como por su
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integración personal. Desde luego que son mejores amantes, porque comprenden las necesidades
de su pareja y tienen mayor capacidad para divertirse juntos (Stark).
Los hijos no son propiedad de sus padres; a medida que crecen, van adquiriendo mayor seguridad
y confianza en sí mismos. En palabras de Gibran, son como flechas lanzadas al infinito. Igual o
mejor que ellos, son capaces de encariñarse, confiar en algunas personas y alejarse (de manera
intuitiva) de las que los podrían dañar. De manera libre, y socialmente responsable, necesitan
seguir progresando en la ruta hacia el desarrollo de su propio ser individual.
96
Capítulo 11
Las Experiencias Místicas y la Consciencia Pura
Jesucristo estaba enamorado de Yahvé, y miraba el mundo con los ojos del espíritu. Sin embargo,
eligió retornar al plano terrenal para trasmitir a sus discípulos su fuerza espiritual, y la ruta para
encontrar a Dios (nuestro amoroso Padre y Madre) en el propio interior. También fue capaz de
llevar una vida activa como maestro, profeta, sanador y revolucionario social.
Jesús conocía lo que las demás personas llevan dentro (sus intenciones, sus preocupaciones, sus
necesidades emocionales, etcétera), de manera parecida a lo que les sucede a los iniciados, según
la tradición budista.
Como parte de su proceso interior, el místico cristiano, imitando al Maestro, amplía su amor a
todos los seres vivos, e incluso hacia sus enemigos, a los cuales no odia, e incluso los ayuda a ser
mejores. Controla su irascibilidad, y trata de ser inalterable, por lo que también está muy por
encima de cualquier orgullo y vanidad.
Las experiencias religiosas de tipo cultural y egoísta, más o menos alucinadas, y las que se dan con
algunas drogas, no son iguales a las experiencias místicas más elevadas. En la “consciencia pura”,
todos los contenidos desaparecen, lo mismo que las ideas, las imágenes y los recuerdos.
La “consciencia pura” tiene gran utilidad para mejorar y elevar la calidad personal de la vida
humana; nos ayuda a vivir mejor y promueve el desarrollo personal. No es una vivencia anormal ni
extraña, sino que es una consecuencia natural del desarrollo de la capacidad latente que tiene a
consciencia humana para conocerse a sí misma (Alexander, Charles y Boyer).
Está relacionada con niveles superiores del pensamiento y con la imaginación creativa, y requiere
un procesamiento profundo e intuitivo de la información fenomenológica-sensorial que está muy
por encima de la lógica ordinaria.
También incluye un estado mental silencioso de alerta, en el que no hay objetos, ni pensamientos
ni percepciones, sino un vacío muy peculiar. Sin mucho problema, brotan las palabras oportunas, y
la persona que las dice se sorprende al escuchar su belleza, Verdad y fuerza.
Algunas veces, estos cambios cognitivos ocurren de modo casi espontáneo e inexplicable, mientras
que otras veces son el resultado de prolongados esfuerzos deliberados, e incluso de grandes
privaciones y sacrificios, como en el caso de algunos religiosos como Francisco de Asís y Juan de la
Cruz.
Son los momentos de éxtasis -durante las experiencias místicas profundas- que disfrutan algunos
contemplativos. Aunque se ha debatido por muchos siglos cuál es su esencia, su riqueza
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sobrepasa cualquier lenguaje que conocemos. Las experiencias de la consciencia pura rompen
para siempre los modos habituales de pensar que las personas iluminadas tenían antes (rígidos,
cuadriculados, deductivos y dogmáticos).
Ocurren con mayor frecuencia en las personas lograron desarrollar su propio ser de manera
andrógina, como expliqué en el capítulo anterior. La evolución cerebral y la consciencia planetaria
siguen avanzando; por eso, los discípulos sobrepasan a sus maestros y algunos son más intuitivos
e inteligentes que ellos.
Para sorpresa de muchos, los avances científicos (incluyendo los psicológicos) han generado una
nueva espiritualidad muy valiente, comprometida con la vida y los cambios sociales, que se
empeña en derribar las barreras dogmáticas institucionales de los inquisidores de todos los
tiempos, tan ávidos de dinero, poder y fama.
Por siglos se ha debatido cuál es la esencia de las experiencias místicas, aunque están a la raíz (en
el inicio) de todas las religiones. Conviene subrayar que no se necesita pertenecer a alguna religión
particular ni a determinado grupo religioso para llegar a alcanzarlas. Dios se reserva el derecho de
manifestarse a quien quiere, y de la manera que quiere.
Al expandirse sin límites el campo de consciencia, ya no se percibe el cuerpo vivo: las dimensiones
del espacio personal coinciden con el universo infinito y nada nos separa de Dios y de los demás
seres que constituyen la totalidad de la vibración luminosa que es la existencia.
Se rompe la típica percepción de la propia individualidad y desaparece la imagen ordinaria del yo.
La identidad anterior parece egoísta y falsa; la nueva se percibe como una gota de la realidad
universal y oceánica que es la consciencia cósmica, y como un rayo de luz que regresará después
de la muerte a la fuente de Luz.
Por lo común se trata de momentos breves, pero la persona queda transformada, impactada e
iluminada por el resto de su vida. El sentimiento profundo que acompaña al nirvana (iluminación)
lleva a la liberación de todo sufrimiento. Puesto que el propio yo coincide con el todo, no queda
fuera de uno nada ni nadie que pueda infligirlo.
A Buda Siddharta, el barquero de Hesse, sólo le interesó amar a este mundo, no despreciarlo, no
odiarlo ni tampoco aborrecerse a sí mismo; se dedicó a la contemplación de sí mismo y de los
demás seres, con amor, admiración y respeto.
El sufrimiento no es posible si no hay un “yo” que pueda sufrir (salvo como una ilusión). El ego se
tortura a sí mismo mediante deseos e ilusiones absurdas. Tampoco existe el bien y el mal;
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solamente existe el universo que no está en contra de nadie. Las cosas son manifestaciones y
reflejos del verdadero ser; coinciden con la única energía fundamental (Dios, Espíritu, Luz).
Maslow describe las expansiones del campo de consciencia que van acompañadas por un estado
de ánimo elevado. Las menos intensas, de tipo “planicie”, suelen durar más tiempo. Por ejemplo, ,
la madre que ve a su hijo recién nacido y está embelesada, el poeta, el artista sumergido en la
creación de una obra de arte, el enamorado que acaricia a su amada, etcétera.
Las experiencias “cumbre” son mucho más intensas, aunque suelen durar menos tiempo. Durante
las experiencias de “consciencia pura” se rasga el velo de la lógica ordinaria y la persona retorna a
una experiencia de unidad primordial con el universo entero, parecida a la que tienen los infantes
cuando disfrutando la leche materna y el cálido contacto con su madre,
Dios, la humanidad y la naturaleza se perciben como aspectos parciales del único devenir y fluir
pulsante de la energía vital universal. El iluminado experimenta, de manera indudable, que sólo
existe una realidad única (= una luz brillante, la vida, una pulsación, el amor cálido). Esta realidad
se manifiesta a través de la multiplicidad cambiante de todos los seres limitados e individuales que
han existido y existirán a través de los tiempos.
La principal trampa de los falsos visionarios es evitar involucrarse con el mundo que les rodea, y
vivir solitarios en montañas, cuevas y monasterios. A diferencia de lo que sucede con la
iluminación genuina, quedan a merced de su neurosis y rompen cualquier lazo afectivo con sus
semejantes para dedicarse a la búsqueda de ilusorios paraísos interiores, con o sin la ayuda de las
drogas alucinógenas.
Las experiencias de iluminación mística varían mucho en cuanto a calidad e intensidad. Las hay
extraordinarias, muy buenas, etc. Ocurren dentro y fuera de algún marco religioso, sin grandes
diferencias. Existen muchos caminos para alcanzar la iluminación: contemplación visual,
movimiento, meditación, comunión sexual, etcétera.
Las iluminaciones requieren algunas condiciones psico-fisiológicas que son comunes a cualquier
cultura, y a cualquier nivel intelectual. Debido a que la consciencia pura no tiene ningún contenido,
tampoco tiene cambios; es simple y no hay partes que percibir. No tiene comparación con alguna
otra experiencia, ni tampoco límite alguno.
En las experiencias místicas con los ojos abiertos, uno ve el mismo paisaje o a la misma persona,
pero todo parece distinto: muy brillante, luminosa y bello. El mundo parece lleno de la Espíritu de
Dios, como lo experimentó Moisés cuando vio la zarza ardiendo.
Tanto las experiencias con los ojos abiertos, como las que se obtienen mediante la meditación
(ruta de los ojos cerrados), traen consigo la experiencia de una fusión e integración en la persona
no percibe ninguna distinción entre el propio ser, el universo y Dios.
Por su parte, Fischer postula dos rutas principales en los viajes internos que buscan los estados
de éxtasis: 1. Aumentando la excitación “ergotrópica” del sistema nervioso autónomo simpático, a
99
Estos dos continuos son mutuamente exclusivos: a lo largo del continuo perceptivo-alucinatorio, la
persona experimenta cambios creativos; la mente se acelera y finalmente llega al éxtasis. En la
cumbre del rapto extático, el mundo exterior se retrae al borde de la consciencia; la persona se
refleja a sí misma en su propio programa.
Siguiendo el otro camino, a lo largo del continuo tranquilo de la percepción meditativa, es posible
llegar a una activación tropotrópica que se conoce como “zazen”, y finalmente al “samadhi”. Como
advierte Fischer, el “propio yo” del éxtasis y del samadhi son uno y el mismo.
A pesar de la relación mutuamente opuesta entre los sistemas ergotrópico y tropotrópico, cuando
se persigue el camino tranquilo, al final se da un rebote hacia la superactividad, que resulta en una
excitación simpática muy intensa, por lo que también se da el éxtasis en la cumbre de la excitación
tropotrópica.
Durante el estado rutinario del yo, el mundo exterior se experimenta como algo distinto de la
persona; esto se relaciona con una mayor independencia de las actividades subcorticales.
Cuando algún iluminado regresa de sus experiencias de consciencia pura, considera (por el resto
de su vida) que las dicotomías analíticas son meras ilusiones y falsas apariencias; aprecian el
carácter sagrado de las personas que los rodean y el de las cosas ordinarias que realizan.
Los que han tenido varias experiencias de consciencia pura, pueden seguirlas buscando y
experimentado durante períodos cada vez más prolongados. Jesucristo y Buda lograron
mantenerse en ese estado de manera continua.
Basados en ellas, algunas personas saben que están destinadas a transformar la humanidad con
sus esfuerzos como notables profesores, administradores, políticos, científicos, publicistas,
músicos, psicoterapeutas, etcétera.
Un punto importante es que saben tratar a las demás personas (y a todos los seres vivos del
planeta) con amor fraterno, compasión, interés y apego intenso, porque ya tuvieron la experiencia
de que todo lo demás forma parte de las dimensiones cósmicas y espirituales del propio ser.
Lo que los iluminados nos relatan es muy comprensible para los que han tenido experiencias
parecidas, pero asombra a los no iniciados. Como Jesucristo, se ven obligados a convertirse en
poetas para comunicarnos sus experiencias mediante imágenes, parábolas y símbolos profundos.
La metáfora favorita que los iluminados utilizan, es al amor en todas sus formas.
Hay muchas situaciones que propician las experiencias místicas, por ejemplo, escuchar música,
oración y meditación, contemplar la naturaleza, reflexionar con toda calma, danza y los servicios
religiosos de algunas iglesias. Ciertas aventuras circunstancias riesgosas también favorecen estas
experiencias, como viajes en canoa, noches en la montaña, salir con vida de graves accidentes,
escalar montañas, etcétera.
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También las disfrutan algunas personas que han escapado de la muerte, por ejemplo las que han
salido ilesas de un grave accidente, han superado alguna grave enfermedad, etcétera.
Según Linus Pauling, no hay pensamiento alterado sin molécula alterada; cuando cambian los
ritmos cerebrales, también cambia la química cerebral, y la de todas las células del cuerpo.
Además de disfrutar la música que nos gusta, nos conviene evitar los pensamientos nocivos.
La música binaural, con audífonos estereofónicos, genera ondas cerebrales Alfa (4 a 7 Herz) y
Lambda (100 a 200 Hertz) que producen experiencias espirituales parecidas a las que alcanzan los
monjes tibetanos después de muchos años de meditación. En You Tube hay videos binaurales
que incluyen el canto de las ballenas y los delfines, las olas del mar, la lluvia con nubes y
relámpagos, etcétera.
Desde tiempos inmemoriales, el ritmo de los tambores y el sonido de las flautas acompañan las
ceremonias religiosas. Lo mismo hace la música de los órganos en las catedrales, los coros de
todos estilos, desde los cantos gregorianos, hasta los de las iglesias evangelistas, los cantos
budistas, etcétera. A veces, la música religiosa está acompañada por el baile, la danza y el
movimiento corporal rítmico.
Muchas personas acuden a los servicios religiosos de su preferencia debido a que encuentran en
ellos paz, alegría y entusiasmo, y también renuevan la fraternidad y el deseo de ayudar a la
comunidad, lo que es muy propio del cristianismo en todas sus formas. Algunas veces, las
ceremonias religiosas llegan a provocar estados alterados de consciencia, como la iluminación y el
trance. Los ritos del vudú se especializan en lo segundo.
Algunos tipos de música, como el rock, aceleran y entusiasman, mientras que la música barroca
(Mozart, Bach y otros) favorece la calma y la creatividad; también existe la música romántica,
etcétera. En otras palabras, la música puede ser espiritual, sentimental, impulsiva, sexual, alegre,
triste o lo que sea.
Ahora tenemos la guitarra eléctrica, los sintetizadores y la música electrónica; sin embargo, la
música sigue expresando, en nuevos mensajes el enamoramiento, el amor en todas sus formas, y
la incontenible alegría de vivir. El enamoramiento, y el amor romántico, en el que se percibe la
incomparable belleza de la persona amada, desde luego que también constituyen experiencias
místicas muy importantes.
En los estados contemplativos de la naturaleza, cualquiera de sus aspectos tiene gran importancia.
Es como si los místicos pudieran ver el alma de las flores, de los colibrís, de las nubes y de las
montañas, de la nieve y de la lluvia, de los insectos y los delfines, etcétera.
Para los iluminados, todo cambia y se llena de luz, sonido y color. Adquiere insólita profundidad
cósmica, y la persona queda extasiada y fuera del tiempo. Sus límites corporales se tornan difusos
y carecen de importancia; tampoco siente que necesita nada, ni que nada le falta, hasta que
regresa, tiempo después, a la realidad ordinaria, concreta y ordinaria.
Puede entonces enfrentar los sucesos diarios con mayor eficiencia y sin preocupaciones. Llega, sin
tantos problemas, a acuerdos razonables con las demás personas, y desempeña si trabajo de
manera alegre y creativa.
En algunos casos, el amor romántico va acompañada de la sexualidad, como en el sacramento
cristiano de la recámara nupcial de los gnósticos, y en otros no, como en el caso del hermano sol,
Francisco de Asís, y su amada hermana luna, Clara de Asís. Al contemplar a la persona amada, de
manera iluminada, también se puede contemplar el aspecto divino que lleva dentro.
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Los niños tienen experiencias místicas, que algunos de ellos describen como sentir oleadas de
cariño y de inmensa felicidad que los invaden cuando miran un paisaje, oyen el canto de un pájaro,
o contemplan la lluvia que golpea la ventana y forma pequeños ríos en la calle (Robinson).
Como los cristianos gnósticos lo entendieron tan bien, algunas dimensiones humanas y místicas
únicamente se pueden desarrollar por el camino de la comunión sexual con la persona amada (ver
el capítulo 14).
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Capítulo 11
La Personalidad Humana
La personalidad de cada individuo está formada por las estructuras neuro-psicológicas que
componen su organismo particular, unidades a las que Allport denomina “rasgos”. En su conjunto,
los rasgos engloban todo lo que somos en los aspectos cuerpo, mente y espíritu.
Por su parte, el cuerpo físico (= las estructuras corporales) agrupa las energías de los niveles
inferiores, aunque no las podemos percibir como tales, porque sus vibraciones son muy lentas.
Los rasgos generan esquemas lógicos y analógicos personales que sirven para ir interpretando la
realidad fenomenológica que nos rodea. Originan conductas habituales equivalentes (parecidas)
que manifiestan el modo de ser único y el estilo propio de cada hombre o mujer. Por ejemplo,
algunos se ríen de todo, mientras que otros se la pasan deprimidos y enojados.
Cada persona cuenta con algunos rasgos característicos que la hacen distinta de las demás.
Algunos de ellos, como el temperamento, el tipo de inteligencia, la estatura y el color de los ojos o
la piel, se deben a las tendencias genéticas que heredamos de nuestros padres y antepasados
más remotos.
Los hábitos que hemos cultivado, para bien o para mal, forman importantes rasgos de la
personalidad: algunas personas son empeñosas y compasivas, mientras que otras son alcohólicas,
comedoras compulsivas, puntuales y ordenadas, etcétera.
Contamos con unos cuantos rasgos centrales y otros secundarios que son más numerosos. Por
ejemplo, una mujer es complaciente y pasiva (rasgos centrales); puntual y rutinaria, le gusta la
moda, come demasiado y tiene muchas amigas (rasgos secundarios).
Alrededor del 50% de los rasgos provienen de la dotación genética, mientras que la otra mitad
depende de nuestra educación (formal e informal), y también de los hábitos y las conductas que
vamos eligiendo.
Entre los rasgos humanos más valiosos, están las emociones espontáneas y los pensamientos
originales y creativos, generados por las estructuras pulsantes del cerebro y cuerpo saludables.
Otros valiosos rasgos son los impulsos y los deseos que se manifiestan a través de los sueños, la
capacidad para tomar nuestras propias decisiones, y los valores personales más ilustrados.
Como ya expliqué, aunque los arquetipos son esquemas innatos, los vamos activando e
incorporando, medida que progresamos en nuestra ruta personal hacia el desarrollo del propio yo.
Ellos también forman importantes rasgos de la personalidad; algunos tienen que ver con la
ocupación y la profesión, como el del constructor, el médico, psicoterapeuta, enfermera, político,
maestro, gobernante, la madre, el padre, etcétera.
Las estructuras de nuestra personalidad coinciden con las de nuestro organismo vivo. Por lo que
toca a las energías, según la Psicoenergética (Navarro) van desde las de los átomos y las
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moléculas, a las de los impulsos, las emociones y sentimientos, las fantasías y los pensamientos,
hasta llegar a la consciencia pura. Por lo demás, todo lo que llamamos materia está formada por
paquetes de energía.
Según Allport, unidos a los rasgos saludables, tenemos un conjunto de rasgos neuróticos que se
relacionan con el estrés acumulado y los niveles de educación poco ilustrados; algunos de ellos
son más fuertes y centrales que otros. Contienen mayor cantidad de masa que de energía vital
disponible.
Los rasgos neuróticos almacenan las vivencias traumáticas comprimidas que no pudimos asimilar y
preferimos olvidar (reprimir), junto con las ideologías erróneas, las ilusiones y los falsos valores
sociales que los grupos fanáticos y antisociales trasmiten a los niños y adolescentes.
Asociados con los mecanismos defensivos, los rasgos neuróticos generan motivaciones egoístas y
destructivas, como la excesiva violencia de los hombres machistas contra su pareja, cuando
sienten (= se imaginan) que ella hirió su grandeza narcisista tan incomparable, y no se sometió, ni
los obedeció, de manera sumisa, y al instante.
Para muchos occidentales, los conflictos y dicotomías internas equivalen a vivir en estado de
angustia, culpa, vacío interior, pecado y ausencia de Dios (ver el capítulo siguiente).
A continuación describo otros cinco mecanismos defensivos que tienen que ver con el desequilibrio
de las funciones cerebrales:
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3. Proyección. Ocurre cuando alguien se niega a ver algunos aspectos de su personalidad que
le atemorizan y son inaceptables; los percibe, falsamente, como si estuvieran afuera, pero
no en su propio interior. Es típico proyectar hacia el exterior (ver en otras personas,
animales y objetos) las energías impulsivas y emocionales que nos censuraron en la niñez,
como la propia sexualidad y la agresividad.
7. Disociación. Esta palabra sugiere que dejamos fuera de nuestra imagen corporal
importantes aspectos de la propia personalidad. Los separamos y los mantenemos alejados
de nuestro campo de consciencia habitual, como si fueran ajenos, y ya no formaran parte
de nosotros mismos.
Conviene subrayar que la disociación abarca los seis primeros mecanismos defensivos. Todos
ellos nos disocian y desintegran, aunque de distintas maneras. Llegan al mismo resultado:
fragmentan la imagen psicocorporal de nosotros mismos y causan toda clase de síntomas
neuróticos y conductas manipuladoras.
Fromm sugiere que la “alienación” es una experiencia neurótica demasiado común y corriente. La
persona alienada se percibe a sí misma con extrañeza; no es su propio centro, ni se considera la
creadora de sus propios actos. Se siente esclava de las conductas automáticas que produce y de
las consecuencias de ellas.
Tampoco es la portadora activa de sus propias capacidades, sino que se considera una “cosa”
empobrecida que depende de poderes (y personas) exteriores a ella, en los cuales ha proyectado
su sustancia vital. En las actuales sociedades de consumo, es un objeto de consumo y un mero
105
producto; una imagen pública vacía. Le cuesta mucho trabajo tomar cualquier decisión.
Cuando las tensiones musculares se extienden por todo el cuerpo, forman una coraza o armadura
del carácter que limita los movimientos, frena las manifestaciones emocionales espontáneas y
sustenta las ideologías inflexibles y fanáticas. Por si eso fuera poco, dificulta el funcionamiento
sexual e imposibilita la plenitud del orgasmo (Reich, Lowen, Navarro).
A pesar de lo anterior, cualquier persona, por más neurótica que sea, también posee muchos
rasgos saludables que la impulsan a la búsqueda del crecimiento interno, la felicidad y la paz.
La psicología actual emplea el término psicológico “personalidad” (en lugar de carácter) para
indicar lo que somos, tanto por nuestra genética y temperamento, como por la educación, las
vivencias personales y las decisiones propias. En otras palabras, el término personalidad abarca
todo lo que es un individuo particular (y como se comparte) en sus aspectos cuerpo-mente-espíritu.
106
Capítulo 13
La Neurosis Religiosa
Las enseñanzas de la iglesia católica tradicional (y la de otras denominaciones cristianas y no
cristianas demasiado conservadoras) genera culpas neuróticas en los practicantes, junto con una
serie interminable de trastornos psicológicos (psicosomáticos), sexuales y conductuales. Estos
aparecen con mucha frecuencia en los sacerdotes y en las monjas.
Según el catolicismo tradicional, el pecado original se trasmite por la unión sexual. Sin embargo,
se toleró el matrimonio porque era necesario para la continuación de la raza humana. Sin embargo,
las relaciones sexuales de los casados eran pecados veniales.
Entre los pecados mortales estaban la masturbación, las relaciones sexuales prematrimoniales, las
extramaritales, durante el embarazo o después del climaterio, la homosexualidad, la bestialidad,
etcétera (Humphreys).
Los que deseaban evitar el infierno de manera más segura, y aspiraban a algún puesto dentro de
las jerarquías eclesiásticas, tenían que elegir el celibato (no casarse), la castidad y la virginidad. La
gente ordinaria (“los laicos”); en particular los más inultos, los admiraba, porque ellos se acercaban
mucho (supuestamente) a la pureza absoluta de Dios.
Desde que Pablo de Tarso y sus seguidores negaron su cuerpo e intentaron convertirse en
espíritus puros, la humanidad se llenó de culpas neuróticas, indebidas e irracionales hacia las
conductas, las sensaciones y los pensamientos sexuales, siendo así que son del todo normales y
naturales.
Tomás de Aquino (1225-1274) enseñó que la masturbación era un pecado más grave que la
violación, el incesto y el adulterio, porque no lleva a la concepción. No se preocupó por el
gravísimo daño físico y psicológico de las mujeres abusadas y maltratadas; su destino principal,
como seres inferiores a los hombres, era parir hijos con dolor. (Humphreys).
A partir del siglo XV, incluso los pensamientos y las fantasías sexuales fueron pecados mortales;
inventados por la iglesia católica, desde luego. Esas doctrinas originaron siglos de miseria sexual y
psicológica; millones de personas (hombres y mujeres) se sintieron pecadores, sin serlo, y se
llenaron de ansiedad y culpa. Otras muchas eligieron el celibato, en contra de sus impulsos
naturales, por temor a las mujeres, y para escapar del infierno.
El Dios de Pablo de Tarso resultó mucho más sanguinario que el del Antiguo Testamento. Además,
la iglesia católica romana sigue siendo una institución mucho más represiva que el judaísmo en
tiempos de Jesucristo, porque encuentra pecados sexuales por todas partes.
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Cuando la culpa es “normal” opera como una llamada de atención, una especie de castigo
personal leve, que sirve para evitar, en el futuro, conductas parecidas que podrían traer consigo
consecuencias lamentables. Se relaciona con alguna situación específica, y la solución es sencilla:
reparar el daño que hicimos, por obra y omisión, a las demás personas, y el daño que también nos
hicimos a nosotros mismos.
“Me vas a matar de un coraje; ¿qué hice para merecer un niño tan malo?” “Eres
estúpido, tonto, flojo, horrible, siempre estás enfermo…” “Tú no me quieres, no sabes
querer a nadie”. “Eres malo y Dios te va a castigar…”
Muchos niños creen que su valor personal consiste en agradar siempre a los demás, en particular
cuando se trata de sus padres y maestros. Absorben las energías negativas de los adultos y
guardar en su interior todos los mensajes que reciben, como si fueran verdades absolutas:
“Soy tonto porque mi padre me dijo que yo era tonto cuando tiré un vaso de leche
en la mesa…”
Los niños humillados y castigados todavía no cuentan con la suficiente madurez intelectual ni
emocional para descartar sus sentimientos indebidos de vergüenza y culpa. Por eso, tales
sentimientos destructivos continúan operando en el interior de su organismo y llegan a formar
rasgos neuróticos (masoquistas y depresivos) que los dañan.
Construyen imágenes negativas acerca de sí mismos y del mundo que les rodea. Antes de la
adolescencia, no se les ocurre decirles a sus padres:
“Ustedes son más tontos que yo, porque lo más cruel del mundo es enojarse
contra los niños y regañarlos o golpearlos por cosas sin importancia.” “Se sienten más
poderosos que yo por su gran tamaño; quieren dominarme y hacerme polvo, ¿dónde
quedó el amor que dicen tener hacia mí?”
Los niños maltratados niegan y frenan muchos aspectos maravillosos de sí mismos: sus
sentimientos e impulsos, y su gran capacidad para fabricar ideas propias y tomar las decisiones
que más les convienen. Además, las humillaciones y castigos por sus fracasos, y la prohibición de
mostrar ira, miedo y llanto, los obligan a ocultar cualquier vulnerabilidad.
Cuando son adultos, se empeñan en demostrar que son egoístas, tontos e ineptos, como sus
padres les dijeron que eran. No soportan su propia alegría y vitalidad y hacen infelices a los demás
con sus sufrimientos y fracasos (masoquismo). Absorben los problemas de sus familiares y
amigos; por si eso fuera poco, padecen toda clase de malestares psicosomáticos.
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Aunque no dañaron a nadie, se sienten culpables y terminan por creer que llevan dentro algo muy
peligroso (una especie de demonio), por lo que Jesucristo y Dios los vigilan siempre, día y noche.
Algunos de ellos imaginan que merecen toda clase de castigos y desgracias en esta vida, junto con
el infierno después de su muerte.
A modo de contrate, los individuos narcisistas y sociopáticos no experimentan culpa alguna a pesar
de que dañan gravemente a los demás, como los narcotraficantes, asesinos, violadores,
pederastas, torturadores, ni tampoco agradecen lo que las demás personas hacen por ellos,
etcétera, pero ese es otro tema diferente.
Hay que advertir que no es lo mismo culpa que vergüenza. Cuando se sienten culpables, las
personas sólo reconocen que hicieron algo indebido. Por su parte, las que se sienten
avergonzadas se repiten continuamente que son malvadas y despreciables (por dentro y del todo).
La preocupación obsesiva por los juicios de los demás (incluyendo los que supuestamente
provienen de Dios y Jesucristo) junto con la desaprobación social y el miedo al fracaso, generan
vergüenza, culpa, auto-rechazo y depresión. En casos extremos, estos sentimientos provocan
desesperanza, apatía, y una depresión severa que requiere una psicoterapia.
Las mezclas emocionales negativas, j unto con el estrés y las ideas y fantasías auto-devaluadas,
empujan a muchas personas al alcoholismo, el abuso de drogas, comer compulsivamente,
etcétera. Y esas conductas destructivas, a su vez, generan nuevas culpas y vergüenzas
(remordimiento), en un círculo vicioso que les provoca toda clase de malestares psicosomáticos.
Conviene subrayar que la vergüenza y la culpa se mezclan de muchas maneras. En las familias y
en las culturas donde abundan esas emociones tan destructivas, también abundan los suicidios.
En México, según el IMEGI, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes.
Lo que mueve a los suicidas son sus fantasías, se llegan a hipnotizar con ellas). Así, se imaginan
que su dolor terminará en un instante, y luego irán a un sitio donde recibirán, de Dios o de alguna
otra persona amable, la comprensión y el cariño que acá no tuvieron, mientras que los que los
ofendieron se sentirán culpables toda su vida , y así pagarán lo que les deben por el mal que les
hicieron (Álvarez).
Los neuróticos (religiosos o no) tienen la cabeza repleta de voces que los obsesionan y los
confunden. Fabrican preguntas y otra parte de ellos mismos se encarga de responderles. Cuando
tratan de iniciar conductas, se llenan de dudas que los inhiben; no se atreven a tomar sus propias
decisiones.
Muchos de ellos son los típicos creyentes, rígidos y obsesivos, que buscan la santidad
adhiriéndose a costumbres, dogmas y reglamentos. Prefieren que otras personas les digan lo que
tienen que hacer, para evitarse los riesgos que representa una libertad adulta. Los psicólogos
observamos la pérdida de la aspiración de juzgar y actuar (y mucho menos de llegar al cielo) por
su propia cuenta. En otras palabras, pasividad, impotencia e inmadurez.
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Perls (igual que Freud) señala que los neuróticos no tienen la experiencia de unidad interior,
porque su personalidad está dividida; ellos desarrollan una parte acusatoria muy fuerte, y otra muy
débil y quejumbrosa.
Freud llamó “super ego” y “ego” a esas partes opuestas, y Perls las denominó “el perro fuerte” y “el
perro débil”. La parte débil desea hacer muchas cosas, pero la fuerte y acusatoria se empeña en
llenarlos de vergüenzas y culpas indebidas, y de esta manera los paraliza.
Como veremos un poco más adelante, esa experiencia es muy típica en los sacerdotes que se
masturban compulsivamente, abusan de menores, etcétera. No fueron ellos los que hicieron eso,
porque ellos siguen siendo santos y puros, según la imagen ideal fantasiosa que tienen acerca de
sí mismos.
Fue el demonio, o su parte perversa, quien tomó control de ellos por un rato, mientras que ellos no
pudieron hacer nada al respecto (Lukoff, Jaynes, Kurtz y Stove, Navarro).
Pablo de Tarso describió así sus experiencias, al sentirse dividido de manera neurótica:
“…la ley es espiritual, mas yo soy carne (carnal), vendido al poder del pecado. Realmente,
mi proceder no lo comprendo, pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que
aborrezco… en realidad yo no soy quien obra, sino el pecado que habita en mí.” (Rom 7:
14-17).
“…no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y si hago lo que no
quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí” (Rom 7: 19). “… pero
advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la
ley del pecado que está en mis miembros. ¡Pobre de mí!” (Rom 7: 23-24).
Pablo estaba convencido de que su carne (su cuerpo vivo) era algo ajeno e impropio. Por lo visto,
fue una persona muy disociada que hubiera preferido ser ángel o espíritu puro. Su hostilidad hacia
la sexualidad y hacia las mujeres no se puede atribuir por completo a que esperaba la segunda
venida de Jesucristo en fecha próxima (durante su vida), sino a sus propios gustos, prácticas y
represiones sexuales tan neuróticas.
Según Ide, Pablo numerosos admiradores, como Lucas, Timoteo y Tito, y el aguijón en la carne
fueron sus tendencias homosexuales. Arriba, él se refiere a que experimentó grandes dificultades
para controlar tales impulsos, y estaba muy preocupado por eso. Otra explicación posible sería
que su elección del celibato, tan poco natural, favoreció que padeciera trastornos de tipo epiléptico
o esquizofrénico.
Por mi parte, como psicólogo clínico, aclaro que no existe ninguna evidencia científica de que el
celibato cause esquizofrenia ni epilepsia. Esos trastornos psicológicos se deben a una
combinación de factores genéticos, de ambiente familiar, trauma cerebral, etcétera.
Como explico en los capítulos dos y seis, Pablo de Tarso fue un alucinado religioso, y también es
probable que fuera un epiléptico, pero no a causa de su celibato. Sin embargo, eso de que por la
lectura de los evangelios es posible descubrir y nombrar a sus admiradores, me parece mucho
cuento, incluso si tuvo tendencias homosexuales, tan reprobables en un judío de esa época.
Regresando al tema, los neuróticos religiosos (= los neuróticos que eligen algún camino
”espiritual”) experimentan muchas dificultades para tomar decisiones propias. Esperan a que sus
110
superiores (incluyendo al Papa, los Obispos, los sacerdotes, los ministros y los pastores) les den
órdenes e instrucciones, como lo hacía su mamá y su papá cuando eran niños. En el fondo,
muchos de ellos siguen siendo menores de edad, psicológicamente hablando.
Como adolescentes inmaduros, tampoco se atreven a ganarse la vida, ni a dejar de ser unos
mantenidos “que viven de la charola”. Pero ¿Cómo podrían ganarse la vida con estudios de
filosofía y teología solamente?
La sexualidad de estas personas sigue muy viva, aunque se empeñen por negarla y ocultarla. La
“gracia de Dios”, las oraciones y los sacrificios no les sirven para nada. Se confiesan regularmente
y reciben el perdón de sus pecados, pero vuelven a lo mismo, de manera compulsiva. Muchos
miembros del clero católico (y los directivos de otras denominaciones cristianas) recurren al
alcohol y a las drogas, y también se dedican a comer demasiado, etcétera, para anestesiar sus
angustias y depresiones.
Además, entre los miembros del clero abundan los hombres y las mujeres masoquistas, muy
tradicionales y solemnes. Nos comentan que Jesucristo les pide que sufran, y que sus sufrimientos
son lo mejor que pueden ofrecer a los demás. Les parece que si dejaran de sufrir ya no valdrían
nada, y que son los únicos que comprenden a los pobres y desposeídos.
Las monjas enfrentan graves dificultades cuando intentan dejar de serlo. Por ejemplo, una
“consagrada” del “Opus Dei” le comenta a una amiga casada, que antes fue su alumna: “Para ti es
fácil divorciarte de tu esposo, pero ¿cómo me voy a divorciar yo de Jesucristo, cómo lo voy a
ofender, a lastimar y traicionar?”
Cuando la amiga le pregunta de qué manera ama a Jesús, ella responde: “Como su esposa, claro
está. Nunca tuve relaciones sexuales con él, pero le entregué mi juventud y lo amo sin medida
alguna”. Entrega todo su sueldo a los superiores, que le dan un poco de dinero a cambio, y vive de
manera muy austera y modesta.
Aunque sus fantasías ilusorias de ser la esposa de Jesucristo, sólo son eso, a ella le parecen
incuestionables. Como sabemos, las sectas de la ultra-derecha católica imponen a sus miembros
un verdadero lavado de cerebro que los hace sentir muy superiores al resto de los humanos
comunes y corrientes, que disfrutan la sexualidad natural sin culpa alguna.
Sin embargo, en el fondo de sí misma, ella sabe que está enferma y amargada. Nunca se atrevió a
desarrollar su propio yo, y su religiosidad es muy tradicional; corresponde al nivel de algún
catecismo de la edad media. Se muere de envidia cuando compara su vida marchita con la de
algunas de sus antiguas alumnas, que ya están casadas, tienen pareja e hijos, e irradian alegría y
felicidad.
Sus rasgos neuróticos masoquistas se siguen fortaleciendo, y le están muy agradecidos por las
continuas ofrendas de rezos rutinarios y sufrimientos inútiles. Sin embargo, su familia, y otras
personas de buena voluntad, la admiran y aprecian, como una religiosa recta, devota, justiciera y
muy pura.
Esa religiosa, ( igual que las que se masturban pensando en Jesucristo, o tienen por amante a su
“acompañante espiritual” o a algún amigo o amiga), nunca se ha preguntado de qué le sirve a
111
Jesús la ofrenda de su sexualidad, o si en verdad él la acepta, a cambio de algo que ella necesita.
Si Jesucristo es Dios, ¿cómo es eso de que haya tenido millones de “esposas””.
Por supuesto que entre las monjas hay una competencia feroz para ver quién es la mejor de todo
su grupo, y cuál de ellas merece mayor amor de Jesucristo (y de la madre superiora, por
supuesto).
Muchos otros miembros del clero utilizan la supuesta voz de Jesucristo (que a veces les parece
que escuchan) para justificar los rasgos neuróticos que los impulsan a renunciar a la sexualidad.
En el fondo, temen sus propios deseos; sin embargo, estos se siguen manifestando a través de
algunos sueños y fantasías que consideran sucias y pecaminosas.
Algunas de esas personas abrazaron la vida clerical y religiosa con el propósito de reprimir sus
impulsos homosexuales o su lesbianismo latente, y para evitar conductas, que supuestamente van
“contra la naturaleza y son desviadas y pecados mortales”, porque las llevarían a castigos eternos
en el infierno, después de su muerte.
Me permito insistir en que las personas educadas en una religiosidad dogmática, tienen la ilusión
de que Dios (o Jesucristo) siempre las vigila y las encuentra culpables, aunque también las
comprende y ama de alguna manera. Los clérigos y las monjas también se sienten observados por
sus superiores y por la demás gente, como si fueran el centro del universo. A pesar de que
algunas de ellas disfrutan la gran popularidad que tienen (y los halagos de la gente), su vida es
solitaria, rutinaria y carente de sentido.
En lugar de buscar la ayuda profesional que tanto necesitan, se apegan a algún sacerdote que
sabe algo de psicología y se convierte en su “acompañante espiritual” preferido. Sin embargo, él
nunca les permitirá dejar sus creencias dogmáticas represivas, ni tampoco las ayudará a resolver,
de manera definitiva, sus culpas neuróticas, sus depresiones y sus graves conflictos sexuales.
Esas personas necesitan una atención psicológica profesional, y no alguien que mantenga su
dogmatismo y sus represiones.
Según Gurdijeff (en Ouspensky), los pensamientos que las personas consideran más propios, en
realidad son frases que tomaron de cualquier parte y copiaron tal cual, sin ningún cuestionamiento.
Además, Jung , Gurdjieff (y Polster y Polster) señalan que las personas actúan y representan
distintas máscaras sociales artificiales, o egos sociales, sin darse mucha cuenta de eso. Por
ejemplo, se empeñan en ser los salvadores de la humanidad, los niños buenos y muy obedientes,
etcétera.
Por supuesto que las voces acusatorias que escuchan los neuróticos no tienen nada que ver con
Jesucristo (ni con Dios), porque sólo repiten los mensajes que recibieron de sus padres y
maestros cuando eran niños: “Jesús se va a enojar si eres malo, lo harás sufrir si… Le vas a dar
gusto si obedeces a tus padres, si no te masturbas, si conservas la castidad hasta el matrimonio, si
sufres en silencio, si eres humilde, te sacrificas, etcétera.”
Esas voces también les repiten los reglamentos y las órdenes de los superiores, las frases de los
libros que leen, y los consejos del acompañante espiritual, etcétera.
Los neuróticos religiosos muestran notable disociación: una parte de ellos (la que contiene las
represiones, junto con los dogmas y los fanatismos) los impulsa a ofrendar su sexualidad a
112
Jesucristo, mientras que la otra (su vitalidad impulsiva y su sexualidad) se expresa a través de
conductas automáticas y compulsivas.
Otras alteraciones molestas incluyen rigidez y dolores musculares, ausencia de alegría, cansancio
habitual, no encontrar el sentido de su vida, etcétera. El cuerpo se transforma en una masa difícil
de mover, o por el contrario se torna fantasmal y nebuloso.
.
La culpa y la represión de la sexualidad también generan trastornos psicosomáticos: confusión
mental, colitis nerviosa, gastritis, dolores de cabeza, tensiones y olvidos. Además, están presentes
en el fanatismo, el alcoholismo, el abuso de drogas, las obsesiones, ideas delirantes, la pedofilia,
etcétera.
Muchos religiosos y religiosas viven en la depresión, la duda y la culpa, porque no cumplen las
leyes de la iglesia con respecto a la castidad y el celibato, aunque lo deberían hacer para dar buen
ejemplo a sus seguidores, y se sienten frustrados y vacíos por dentro. Gastan fortunas en médicos,
psicólogos y psicoanalistas.
La esencia del masoquismo no es el gusto por el dolor, sino la incapacidad para disfrutar el placer,
en particular debido al terror a perder el control y desintegrarse cuando la persona se abandona al
impulso y experimenta el orgasmo, junto con la placentera expansión de la consciencia
2. ¿Fracasó el Celibato?
El celibato religioso no tiene que ver con Jesucristo, sino con la decisión de Sirico (Papa de 384 a
399 DC), y después con el Concilio de Letrán (1123 DC), que lo impuso a los sacerdotes, los
diáconos y subdiáconos, así como a los monjes y a las monjas.
En el Sínodo de 1971, celebrado en Roma, la mitad de los Obispos, en particular los de EE. UU.,
Francia y Latinoamérica se opusieron a que continuara el celibato religioso; sin embargo, el Papa
Paulo VI lo confirmó (Rudd)..
.
Si las personas que eligieron el celibato nunca amaron a una persona humana cercana, a la que
es posible ver de cerca y tocar, ¿de qué manera pudieron amar a Jesucristo, al que nunca vieron
ni tocaron? ¿Acaso sus impulsos sexuales no eran y son también una voz de Dios?
Los sacerdotes y monjas que eligieron el celibato (o su neurosis lo eligió por ellos), hubieran
llegado fácilmente a la iluminación por la ruta de las vida sexual con una pareja apasionada y
cariñosa. De esta manera, lo mejor de sí mismas hubiera permanecido en este planeta a través de
sus hijos y nietos.
Otros cristianos opinan, de manera egoísta, que Jesús sufrió demasiado y los redimió con su
sangre. Por eso, a ellos les toca divertirse, porque luego se confiesan, y algún sacerdote los tiene
que perdonar. El mal que causaron a otras personas y lo mucho que las lastimaron, no les importa,
porque ellos ya se confesaron. A lo más, tendrán que rezar algunas oraciones y hacer algunas
limosnas a la iglesia.
113
Ni Dios, ni Jesucristo (ni tampoco un psicoterapeuta que valga la pena) se pueden hacer cómplices
de estos procesos de autodestrucción (neurosis y necrofilia), aunque se disfracen como una
búsqueda religiosa dentro del catolicismo tradicional, o dentro de otra denominación cristiana
igualmente represiva.
Por su parte, las afortunadas personas que han crecido sin graves presiones ni adoctrinamientos
nocivos, no han sentido, ni sienten, esa molesta dualidad neurótica dentro de sí mismas cuando
dejan de ser adolescentes. Tal vez así vivían muchas de las poblaciones indígenas por todo el
mundo antes de la llegada de los misioneros católicos y protestantes.
Durante las sesiones de psicoterapia, los sacerdotes y las monjas relatan que nunca encontraron
a Jesucristo (ni a Dios) aunque lo buscaron por muchos años y le entregaron su juventud y su
sexualidad. Algunas de estas personas relatan que desde hace años viven sumergidos en “la
noche oscura”, es decir una etapa mística rumbo a la iluminación que describe Juan de la Cruz.
En otras palabras, suponen que sus vacíos emocionales y su severa apatía y depresión tienen
razón de ser, porque l Dios, Jesucristo, la virgen María, o quien sea, se les aparecerá muy pronto
delante de ellos, o ellos viajarán al cielo, para contemplar cosas que los demás mortales no
pueden ver..
Esas personas descuidan su cuerpo vivo, frenan sus impulsos naturales y no se permiten amar a
una pareja con ternura cariñosa y amor sexual. Si nunca amaron a una persona humana a la que
es posible ver y tocar, ¿de qué manera pueden amar a Jesucristo, al que nunca vieron ni tocaron, y
que solo es un personaje histórico notable?
Los sacerdotes y las monjas que eligieron el celibato, impulsados por su neurosis y por sus
represiones sexuales, hubieran llegado fácilmente a la iluminación por la ruta de la vida sexual con
una pareja apasionada y cariñosa. De esta manera, lo mejor de ellos hubiera permanecido en este
planeta, a través de sus hijos y nietos, para el bienestar de la humanidad futura. Como ejemplo
más reciente, un sacerdote nos relata:
“Cuando yo era niño, mi madre estaba muy mal y sufría mucho. Mi padre estaba casado con
otra mujer, y por eso nunca nos reconoció. Ella sentía que todos los parientes la censuraban y nos
despreciaban. Estaba muy deprimida, a punto de ir al manicomio. Yo sufría con ella y cambié mucho,
me hice muy introvertido.
tres años, pero ahora me siento mal. Desde hace dos años me mareo, se me nubla la cabeza y tengo
colitis nerviosa.
Me masturbo y tuve relaciones sexuales con una amiga y otras con una monja. Me siento
muy culpable, pero no quiero dejar la orden, porque algunos de mis compañeros ya están ancianos y
me necesitan tanto. Por una parte quisiera tener pareja, pero por otra pienso que así estoy bien.
Debido a mi bondad y a mis sacrificios, la gente me aprecia mucho.
Mis compañeros y yo sabemos que el celibato no sirve de nada, y que lo que enseñamos no
es cierto, como eso de que es pecado no usar anticonceptivos. De todas maneras, no podemos
escandalizar a los laicos, ni tampoco nos podemos arriesgar a que el Obispo se entere de que
dijimos algo indebido…”
El compromiso de este sacerdote tan atormentado, no es con Jesucristo, porque lo impulsan los
rasgos de su personalidad masoquista. Se siente obligado a sufrir porque su madre le enseñó que
había venido a este mundo a eso, igual que ella. Si disfrutara la vida y dejara de padecer,
traicionaría a su abnegada madre. Desde niño se identificó con ella de manera muy simbiótica y
muy dependiente.
Siguiendo las reglas de “discreción de espíritus” del famoso contra-reformista Ignacio de Loyola,
intenta evitar las tentaciones del demonio, la carne y la sexualidad, y trata de ser casto, angelical y
puro. Platica sus problemas a su “acompañante espiritual”, del que recibe afecto y simpatía, y
quien lo absuelve de sus pecados y viceversa. Teme los juicios negativos de sus hermanos si
acaso dejara la orden. No se atreve a tomar decisiones propias que valen la pena.
Aunque sus hermanos y superiores están bien enterados de sus conflictos, y de su depresión y
apatía crónicas, ninguno de ellos le ha sugerido que sería mejor que buscara una pareja y dejara la
vida tan atormentada y contradictoria que lleva. Como hijo abandonado que quedó a cargo del
abuelo materno, siempre ha buscado un verdadero padre. En sus oraciones, llama a Dios: “Padre
bueno del cielo”. Sin embargo, su Dios no lo escucha.
Después de varios años de sufrir, se da cuenta de que necesita una psicoterapia para eliminar los
rasgos neuróticos de su personalidad e integrar su propia personalidad. Su decisión de buscar
ayuda profesional tiene gran importancia, porque podrá retomar el crecimiento emocional y
psicológico que se detuvo cuando entró a la orden religiosa.
En efecto, inicia un proceso terapéutico, concluye sus estudios de maestría en letras, y se atreve a
vivir por su cuenta, en compañía de una mujer que lo ama.
Otro ejemplo: A un destacado sacerdote, profesor de una universidad católica, conocido por su
larga cadena de alumnas que tomaba por amantes, le preguntaron:
“¿Por qué no te sales de la orden y te casas?”
Doyle narra la historia de los abusos sexuales cometidos por los clérigos a través de la historia de
la iglesia católica. Por lo que toca al período entre 1950 y 2004, en EE. UU., 4, 500 miembros del
115
clero cometieron graves abusos sexuales contra al menos 10, 000 víctimas conocidas (niños y
jóvenes adolescentes).
En Irlanda se documentaron 35, 000 casos de abuso sexual a menores de edad de ambos sexos,
y los medios de información reportaron casos parecidos en otro países, incluyendo Latinoamérica
y España.
En las últimas décadas, e Estados Unidos hubo 4,392 denuncias públicas en contra de clérigos
cometieron abusos graves contra al menos 10, 667 menores. Unos cuantos sacerdotes fueron
encarcelados. Un sacerdote de ese país abusó de doscientos menores ciegos durante varios años,
en una “institución de caridad”.
Trece diócesis católicas de Estados Unidos se declararon en quiebra por las millonarias
indemnizaciones que tuvieron que pagar por a las víctimas que padecieron abuso sexual de
sacerdotes y religiosos cuando eran niños y adolescentes. Y esto, con toda clase de chantajes y
presiones para que no dijeran nada a sus padres, ni a nadie. Por muchos años lograron su
objetivo, porque la mayoría de ellos sólo se atrevieron a hablar muchos años después.
Por su parte, Rius documenta los casos de 158 sacerdotes pederastas y violadores en México, y
denuncia a los Obispos que los solaparon (se supone que los Papas no sabían nada). Las monjas
están entrenadas para callar y obedecer; pero algunas de ellas tienen relaciones sexuales con
sacerdotes (y con otras personas), otras son lesbianas, etcétera, como lo ilustra ese conocido
autor.
Todos conocemos los nombres de algunos famosos sacerdotes pederastas, violadores, alcohólicos
y drogadictos como el padre Marcial Maciel, fundador de los legionarios de Cristo y amigo de
tantos Papas, incluyendo a Juan Pablo II, y los de otros muchos que tienen amantes, hijos
ilegítimos, etcétera.
Otro mexicano, el jesuita Pablo Morales M., se dedicó a violar niñas de doce años (solapado por
sus superiores y compañeros). Muchos años después, sus víctimas se atrevieron a denunciarlo;
dan sus nombres, y piden que sus historias se difundan para prevenir abusos tan terribles como las
que ellas padecieron (ver: victimasdeabusosexualporpablomorales.blogspot.com).
Va en creciente aumento el número de sacerdotes y monjas católicas que tienen amantes; ellos,
igual que muchos otros, consideran que el celibato religioso es una utopía sin ningún sentido. Al
final, las personas más congruentes, sinceras y valientes se atreven a dejar el ministerio.
116
A los sacerdotes y monjas que tienen estudios universitarios y una profesión reconocida, se les
facilita retornar a la vida civil para encontrar un trabajo bien remunerado que les permite encontrar
pareja y tener hijos. Eso no sucede con los que sólo estudiaron filosofía y teología tradicional,
aunque pueden dar clases en los colegios católicos.
Como ejemplo más reciente, los periodistas entrevistan a un sacerdote católico que está en la
playa con su amante; él se muestra algo molesto porque lo descubrieron, pero no se siente
culpable de ninguna manera. Sabe que es atractivo y comenta, como si fuera un chiste, que le
gustan las mujeres, pero también le gusta su ministerio: por eso desea casarse y también seguir
con su trabajo.
Luego, un vocero de la iglesia católica anuncia que le van a dar un tiempo para que reflexione si
quiere seguir como sacerdote, pero entonces no podrá casarse (¿entonces, le permiten seguir
toda la vida con sus amantes, con tal que sea en privado?).
Sin condenarlo, el vocero predica a los fieles que eso demuestra que los sacerdotes son
humanos (¿quiere decir que los fieles deben agradecerle la lección que recibieron?).
Por otra parte, existen algunas iglesias cristianas, derivadas de los primeros apóstoles, que
permiten el matrimonio de los sacerdotes y la ordenación sacerdotal de las mujeres y los
homosexuales. La ventaja de los sacerdotes casados es pueden hablar del matrimonio y de la
familia a partir de las propias experiencias.
Algunos sacerdotes católicos que desean casarse, lo hacen y continúan su ministerio en alguna
iglesia protestante, como la anglicana, metodista, bautista y luterana, donde muchas veces son
bienvenidos. En las iglesias protestantes, los sacerdotes, ministros y pastores pueden casarse sin
ningún problema (y tener hijos), como todos lo sabemos.
En Brasil, en el año 2000, el 88% de la población dijo que era católica, mientras que en 2009, sólo
el 67% afirmó lo mismo. Durante su visita a ese país, el Papa Francisco declaró que las mujeres no
podrían ser sacerdotes, y que él admiraba a Paulo V (el Papa que confirmó el celibato religioso en
1971).
En ese país, y en los otros de habla hispana, junto con los cristianos evangelistas, existen otras
alternativas cristianas, más comprometidas con los cambios sociales, y que también favorecen la
libertad, la alegría y la creatividad de sus seguidores. Consiguen aumentar su membrecía, y lo
mismo sucede con los budistas, los agnósticos, los ateos y los librepensadores.
En México, en 1990, el 90 % de la población dijo que era católica, aunque esas personas no
aclararon si practicaban el catolicismo, o sólo lo eran de nombre y en apariencia. En 2010, el
número de los que se dijeron católicos se redujo al 83 %, y sigue disminuyendo.
117
Capítulo 14
Las dos Moralidades y las dos Iglesias Católicas
A partir de los años sesenta del siglo pasado, con el invento de la famosa píldora, se popularizó el
uso de los anticonceptivos. Los sacerdotes católicos de mentalidad más abierta opinaron que cada
persona podía utilizarlos según su conciencia; sin embargo, los Papas en turno y algunos Obispos
insistieron (y lo siguen haciendo) que usar métodos de control natal es un grave pecado “contra la
ley natural”.
Muchas mujeres, sobre todo las de países con mayor cultura, supieron (de manera intuitiva) que su
Dios personal les permitía usarlos sin ningún problema. Desde entonces, ellas, lo mismo que los
hombres, tienen la posibilidad de elegir entre dos moralidades que son distintas e irreconciliables:
2. La moralidad del corazón: lo que los cristianos (y muchas otras personas) deciden hacer
por iniciativa propia, impulsados por sus mejores sentimientos y pensamientos, en
comunicación directa con su Dios personal, y teniendo en cuenta sus propias
circunstancias.
La moralidad basada en dogmas, culpas y miedo al infierno se ha ido derrumbado ante el creciente
desarrollo psicológico del propio ser, (incluyendo la capacidad de tomar decisiones propias), junto
con el avance incontenible de las ciencias y del sentido común.
Como una consecuencia inevitable, en el siglo XXI tenemos dos Iglesias Católicas distintas:
2. La de los que creen en los dogmas y cumplen con lo que esa iglesia les pide, al menos
en apariencia. Sin embargo, muchas de esas personas, en particular las monjas y los
sacerdotes, están vacíos, deprimidos, enfermos y desilusionados.
Para las personas que emplean anticonceptivos, las relaciones sexuales tienen mayor alegría,
placer y diversión, Las mujeres, en particular las que son adolescentes, evitan los embarazos
indeseados Ninguna mujer queda obligada a tener (y mantener) los hijos que Dios “les quiera
mandar”, porque ellas mismas pueden programar el momento más oportuno para nazcan sus hijos.
Por su parte, los hombres responsables usan condones, sobre todo después de la aparición del
sida, que los eclesiásticos moralistas calificaron como un castigo que el mismo Dios les mandaba
a los homosexuales para castigarlos por sus pecados contra la naturaleza.
El matrimonio católico no cumplió la expectativa de que las parejas vivirían juntas (y muy felices)
“hasta la muerte”, porque los divorcios entre los católicos son cada vez más frecuentes. También
abundan las uniones libres, y muchas parejas solamente eligen el matrimonio civil. Como todos lo
118
sabemos, más vale una separación o un buen divorcio que un mal matrimonio en el que los hijos e
son víctimas del desamor y la violencia.
Para los que quieran un nuevo matrimonio religioso, la curia romana sigue anulando matrimonios,
por razones psicológicas (neurosis narcisista y de otros estilos), etcétera, a cambio de dinero.
Muchas personas participan en los ritos de la misa dominical y reciben la comunión, sabiendo que
–en teoría- no tienen derecho a eso (por ejemplo, viven en unión libre o son homosexuales). Por
otra parte, la confesión de los pecados va cayendo en desuso.
En México, según datos del IMEGI, el 84% de la población declara que es católica, y el 46% de
ellos dice que son practicantes, aunque claro está, no dice que tanto lo los, por ejemplo, si van a
misa todos los domingos.
Al final de cuentas, las mujeres y los hombres que viven de acuerdo con los dictados de su propio
ser, y siguen los dictados de la moral de su corazón, están del lado de Jesucristo (y de demás
líderes religiosos que han valido la pena); como ellos, buscan y son luz, alegría y vida. Están muy
por encima de las manipulaciones de los falsarios y fariseos de todos los tiempos.
Pasando a otro importante tema, durante los años sesenta del pasado siglo, los anticonceptivos se
popularizaron. La mayoría de las mujeres católicas, en particular las de los países con mayor
cultura, comprendieron (de manera intuitiva) que su Dios personal les permitía usarlos sin ningún
problema, y eso de que iban contra la ley natural no tenía ningún sentido.
Los sacerdotes de mentalidad más abierta opinaron que cada persona podía actuar según su
conciencia, pero los Papas en turno y algunos Obispos insistieron (y lo siguen haciendo) que usar
métodos de control natal es un grave pecado contra la ley natural.
Las relaciones sexuales tienen otro sentido para las personas que emplean anticonceptivos. Las
consideran llenas de alegría, placer y diversión, porque las mujeres ya no están obligadas a tener
(y a mantener) los hijos “que Dios les manda”.
Por su parte, los hombres responsables usan condones, y más después de la aparición del sida,
que algunos eclesiásticos moralistas calificaron como castigo de Dios para los homosexuales.
El matrimonio católico no cumplió la expectativa de que las parejas vivirían juntas (y felices) hasta
la muerte, porque los divorcios son cada vez más frecuentes. Sin embargo, más vale un buen
divorcio que un mal matrimonio con hijos que son víctimas del desamor y la violencia.
Por su parte, la curia católica romana sigue anulando matrimonios, por razones psicológicas
(neurosis narcisista y de otros estilos), a cambio de dinero. Por su parte, el evangelio de Felipe
opina que Dios se reserva el derecho de decidir que parejas van a permanecer unidas y cuáles no.,
pero en eso también tiene mucho que ver lo que decide cada pareja.
119
Los ministros del culto siguen empeñados en obstaculizar la parte humana (y sobre todo la parte
femenina) del mundo, el desarrollo del propio ser, los cambios sociales y la comunicación directa
de las personas con Dios el Padre-Madre, punto central de las enseñanzas de Jesucristo, el gran
maestro de enseñanzas alternativas.
Sin embargo, la moralidad basada en los dogmas, las culpas neuróticas y el terror al infierno, se ha
ido derrumbado frente al creciente desarrollo psicológico del propio ser (con su creciente
capacidad de pensamiento abstracto, incluyendo la inteligencia emocional), su capacidad de tomar
decisiones propias y el avance incontenible de las ciencias y del sentido común frente a los
dogmas que se basan en ilusiones y alucinaciones.
Muchos católicos participan en los ritos de la misa dominical y reciben la comunión, sabiendo que –
en teoría- no tienen derecho a eso (por ejemplo, viven en unión libre, son homosexuales, etcétera).
Por otra parte, la confesión obligatoria de los pecados cayó en desuso.
Los que actúan contra las repetidas condenas y prédicas de los Papas y los Obispos, opinan que
Jesús está de su lado. Recuerdan que Jesucristo no condenó a la mujer sorprendida en adulterio y
la libró de ser apedreada (Jn 8, 3); están seguros de que a ellos tampoco los condenará su Dios
personal.
El Reino de Dios está en su interior, y la verdadera moralidad es la del propio corazón, la que se
basa en los propios valores, sentimientos e intuiciones, así como en los pensamientos más l´gicos,
creativos e iluminados. No tiene mucho que ver con enseñanzas eclesiásticas obsoletas,
contaminadas por el dogmatismo necrófilo-mítico, el sufrimiento indispensable para llegar al cielo,
las culpas sexuales neuróticas, la misoginia, la homofobia, y el terror al infierno, o la esperanza de
que dando dinero a los eclesiásticos alguien llegar{á al cielo.
Al final de cuentas, las mujeres y los hombres que viven de acuerdo con los dictados de la moral
de su propio juicio y de su propio corazón, están del lado de Jesucristo. Como él, buscan y son luz,
la alegría y la vida; están por encima de las manipulaciones y culpas indebidas que pretenden
imponerles los falsarios de todos los tiempos.
La verdadera iglesia católica del siglo XXI es la joven iglesia de los millones de supuestos
pecadores que siguen a Jesucristo de manera libre y personal, sabiendo muy bien que los dogmas
tradicionales ya no les funcionan a ellos (ni tampoco los entienden).
Por supuesto que también existen muchas otras maneras de navegar en la vida, ayudando de
manera comprometida a nuestros semejantes, y siendo los guardianes de la belleza, la justicia, la
verdad y la vida, con o sin alguna creencia definida acerca de Jesucristo, o del mismo Dios.
120
Capítulo 15
El Manejo de las Imágenes y de los Pensamientos
A todos nos sacudió un cambio de época muy notable: el postmodernismo, la era del vacío
(Lipovetsky). Con la muerte de Dios (de su imagen dogmática) la sociedad se convirtió en una
comedia negra. No es atea ni mortífera, sino que se volvió humorística, sin dramatismos
desesperados; por su parte, la falta de fe de muchas personas (= neo-nihilismo) se sigue
configurando.
El otro ya no recibe tantos dardos humorísticos; en su lugar quedó el uno mismo como materia
prima de las comedias irónicas auto-reflexivas. En ellas, no hay certezas absolutas ni
comportamientos correctos, refrendados por algún criterio (religioso o civil) que pudiera estar
apoyado en la razón, supuestamente difunta.
El nuevo blanco para las burlas es el ego, como en las películas de Woody Allen. La comicidad
surge de la consciencia narcisista, un tanto amarga y auto-devaluada, aunque muy corporal y
cósmica. Sin embargo, la sociedad no se ha convertido en una orgía de continuas carcajadas; la
nueva “belle époque”, con una cierta sonrisa, sustituyó a la risa incontenible (Romero).
Las personas que han comprobado la ineficacia de los arreos del pasado (razón y religión
dogmática) para dominar el mundo, disfrutan mucho el humorismo postmoderno. Su claridad, tan
divertida, nace de la intuición, un nivel de consciencia que es muy superior a la razón, en
particular cuando está bien encaminada.
La comprensión humana acerca de cualquier cosa, incluso la que tenemos acerca de Dios, se
expresa principalmente a través de imágenes (símbolos) y palabras (ideas). Por su parte, las
concepciones personales acerca de Dios y de Jesucristo pueden ser buenas, regulares o malas;
saludables o neuróticas.
Para seguir adelante en la ruta del crecimiento personal, necesitas desprenderte de los trozos de
materia muerta que llevas dentro: los introyectos; en particular, las ideas e imágenes religiosas que
las demás personas te metieron en la cabeza, porque no tienen nada tienen que ver contigo.
Jesucristo no es una estatua inmóvil (más o menos ensangrentada y teatral), dentro de un templo,
ante la cual los fieles oran y depositan limosnas a cambio de favores. Tampoco es el supuesto
Dios al que la gente lastima cuando peca, ni la persona que se enoja y reparte castigos y
desgracias venga o no al caso. Desde luego que nunca redimió a la humanidad con su sangre.
Pablo de Tarso, el alucinado religioso, inventó el mito del Dios Padre encolerizado contra la
humanidad y obligado a pagarle al “príncipe de los demonios” con la sangre de Cristo, por el
mítico e imaginario pecado “original” de Adán y Eva). Esta opinión va contra la psicología del amor
paterno más elemental; los padres cariñosos nunca lastiman a sus hijos de manera deliberada, ni
121
menos de una manera tan cruel y sádica (a no ser que estén locos o sean fanáticos religiosos,
como vimos en.
La increíble fábula de que los pecados se borran con sangre de animales o de seres humanos
dedicada a Dios es una fantasía demasiado primitiva, burda y necrófila. En estos tiempos, ni
siquiera suena lógico el trasnochado dicho: “La letra con sangre entra”.
Según enseñó Jesucristo, basta con pedir a Dios nuestro Padre el perdón de nuestros pecados,
junto con la reparación de los daños a nuestros semejantes. Como simple humano, no dejó a los
Papas como administradores de su sangre, ni les concedió a ellos el poder de mandar al infierno a
los que se les pegara la gana.
Jesús afirmó que tú y yo tenemos el mismo Padre celestial, con su aspecto femenino inseparable
Shekhiná, al que podemos recurrir para ser escuchados en todo momento. Sus seguidores, los
primeros cristianos, hombres y mujeres, eran los hermanos que se amaban entre sí y también
ayudaban a los más necesitados.
Si la imagen que tienes acerca de Jesucristo te inquieta, angustia, deprime y llena de culpa,
probablemente está asociada con la educación tradicional (obsoleta y represiva) que recibiste de
tus padres y maestros; de los sacerdotes, monjas y catequistas.
Tus trastornos emocionales no tienen que ver con la persona histórica de Jesús de Nazaret.
Cambia la imagen falsa y sadomasoquista que tienes acerca de él, por otra más positiva.
Según Gurdjieff (en Ouspensky) lo que llamamos pensamientos propios y tomamos por lo más
valioso de nosotros mismos, a menudo son frases tomadas de aquí y allá, que nos repetimos sin
reflexionar ni darnos cuenta. Sin embargo, esas frases generan emociones indebidas, acciones
erróneas, y notables indecisiones.
Nosotros mismos fabricamos los diálogos internos que pasan por nuestra cabeza, aunque no nos
demos cuenta de eso. Nos conviene contemplar eso de manera serena, para luego decidir cuáles
afirmaciones son absurdas y cuáles no; cuáles nos ayudan y cuáles nos estorban.
Algunas frases internas (a veces subliminales y difíciles de advertir), que sirven para evaluar las
conductas propias y ajenas son destructivas, carecen de lógica y no vienen al caso. Provocan
emociones negativas que te pueden enfermar; por eso, necesitas examinarlas con mucho cuidado.
122
A continuación, te conviene cambiarlas por otras frases nuevas, más positivas (Ellis y Abrahams;
Navarro).
El Jesucristo histórico no tuvo nada que ver con las jerarquías eclesiásticas, tampoco fabricó las
distinciones entre clérigos y laicos; siglos después de su muerte, vinieron los poderosos Papas que
se repartieron el poder y las riquezas con los emperadores romanos y los poderosos de todos los
tiempos.
A partir del siglo V, la iglesia católica se convirtió, en una exitosa operación comercial que ofrece la
salvación eterna, la sangre de Jesucristo y el perdón de los pecados, a cambio de contribuciones,
limosnas, regalos de tierras, sumisión y fe (ver el capítulo 6).
Jesucristo es del todo ajeno a las declaraciones de los Papas contra el uso de los anticonceptivos,
los divorcios, el aborto, la homosexualidad, la prostitución, la pornografía, etcétera.
Hasta ahora, los Papas no han hecho cambios en el pensamiento religioso que valgan la pena.
Tampoco han hecho gran cosa para corregir la injusticia social y la violenta opresión de los débiles,
mujeres y niños. Como sabemos, el entonces cardenal Ratzinger acabó con la teología de la
liberación. El Papa Francisco ya advirtió que admira al Papa Paulo VI, y que no habrá cambios; las
mujeres no podrán ser sacerdotes.
Aunque la inquisición (el Santo Oficio y ahora la Sagrada Congregación de la Fe) ya no quema
herejes ni los tortura, defiende todavía un infierno con llamas y diablos. Sigue fomentando la culpa
religiosa y el terror, contra una de las enseñanzas fundamentales de Jesucristo: el amor compasivo
hacia todos los seres vivos.
Según Malachi, si todavía nos parece extraño y ofensivo que podamos incluir la sexualidad a la
espiritualidad, y si acaso no podemos entender que Jesús tuvo por pareja a María Magdalena (su
amante esposa) hay algo en nosotros que necesitamos reconocer y sanar (ver la figura 10.1).
Después de todo, nuestros cuerpos y nuestras vidas son parte de la creación, igual que los
impulsos sexuales y la recreación del propio ser mediante el amor sexual y la ternura compartidas.
123
En países como en el nuestro, la mayoría de la población sigue siendo católica (al menos de
nombre). Sin embargo, cada día disminuye más el número de los fieles practicantes. Debido al
creciente avance de la cultura y de las ciencias, contemplamos el final de las mentiras y falsas
apariencias disfrazadas como dogmas y tradiciones cristianas inflexibles.
A pesar de todo, Jesucristo es un arquetipo lleno de luz y energía (numinosidad) que cualquier
persona puede aprovechar para activar las dimensiones espirituales latentes de su propio ser. Las
personas que lo siguen y lo imitan obtienen valiosos beneficios personales; son los nuevos
guardianes de la vida que ayudan y sirven a los más necesitados.
A cada mujer y a cada hombre, cristiano o no, le toca encarnar dentro de sí mismo los aspectos de
Jesucristo que mejor le convengan, con el propósito de añadir amor, alegría, entusiasmo y salud a
su vida familiar, profesional y social. De esta manera alcanzarán el desarrollo del propio ser y los
niveles iluminados de la consciencia pura, como lo hizo el mismo Jesucristo.
Entre sus más notables aspectos, el Jesús histórico fue un excepcional sanador; sigue siendo
ejemplo para muchos médicos, sanadores y psicoterapeutas, como lo fue para el médico misionero
Albert Schwitzer (1875-1965) y para tantos otros.
A pesar de los abusos y las mentiras de los que fingen ser cristianos, Jesucristo sigue vivo y nos
habla desde los escritos de los primeros siglos que conservan sus enseñanzas, y más en particular
con nuevos manuscritos de los cristianos gnósticos y su vital sacramento de la cámara nupcial.
Como sabemos, a través de la historia, hubo muchos cristianos excepcionales que contribuyeron a
los avances de la humanidad.
Algunos libros recientes (como este) proponen nuevos puntos de vista, más científicos y
actualizados, acerca de la persona de Jesús histórico.. En Internet hay millares de sitios dedicados
a él, donde podrás encontrar fácilmente lo que necesites. También cuentas con el apoyo de
algunas personas cercanas (cristianas o no), a las que puedes acudir en busca de ayuda y
consejo. Los conocerás por sus obras, más qie por sus palabras.
Cuanto a los diálogos internos que fabricas a propósito de Jesucristo, conviene que tengas en
cuenta esto: No es lo mismo que procedan de tus partes más infantiles (los” introyectos”) que de
las partes más adultas e inteligentes. Las partes más infantiles son egoístas y poco lógicas. Una
cosa es lo que te enseñaron acerca de Dios y Jesucristo, otra es que las creíste, y otra más
todavía, es que te las sigas creyendo.
Las imágenes (fantasías) y las ideas (frases, opiniones y dogmas) que elaboras en tu cabeza
cuando te refieres a Jesucristo, te pueden ayudar o estorbar en tu propósito de integrar la
personalidad y desarrollar el propio ser, lo mismo que para tu búsqueda religiosa, en caso de que
busques eso.
Tus frases generan sentimientos positivos o negativos, te activan o te paralizan en tu vida diaria.
Te acercan o te alejan del sexo opuesto, hacen que condenes a los homosexuales o que los
aprecies, que acumules dinero de manera inútil o que sepas aprovecharlo, etcétera.
Te conviene abandonar todas las creencias e ideas falsas que te dañan. Empéñate todos los días
por desarrollar la confianza en ti mismo y por llegar a ser una persona que vale la pena. No
entregues tu tiempo y dinero, tu inteligencia, tu imaginación, ni tampoco tu vida sexual a ningún
líder religioso, jerarca, sacerdote, etcétera.
124
Desarrolla tu talento. No te aísles; procura buscar cariño, contacto humano y amistad con las
personas comunes y corrientes, en plan de verdadera igualdad y respeto hacia todos (hombres,
mujeres y niños) como lo enseñó Jesucristo.
1. ¿Tus diálogos internos, tus oraciones y rezos se dirigen a Dios, o a alguna parte más o
menos neurótica (egoísta e infantil de ti mismo)? ¿El Jesús que imaginas, al que rezas, te
llena de sufrimiento, enfermedad y muerte, o te da vida, entusiasmo, salud y alegría?
2. ¿De qué parte, de cuáles rasgos de tu personalidad brotan las voces que atribuyes a Dios
y a Jesús? ¿Necesitas ayuda psicológica para superar la neurosis religiosa?
Los que pertenecen a algún seminario, secta y orden religiosa suelen estar bien indoctrinados: a
muchos de ellos se les dificulta tomar decisiones propias. En un momento de libertad, les
convendría solicitar la ayuda de un psicoterapeuta competente para librarse de sus marañas
dogmáticas e institucionales.
Si acaso te experimentas a ti mismo (a) como una inteligencia que lucha contra los impulsos
sexuales y los sientes ajenos a ti, lo más probable es que tuviste una educación religiosa
tradicional. Mientras habites en este planeta, tu cuerpo es un importantísimo aspecto de ti mismo.
Más bien dicho, tú mismo eres tu cuerpo, junto con tu mente y tu espíritu. Eres el conjunto de los
niveles interconectados de energía (ver el prefacio).
Cuando no tomas tus propias decisiones, por miedo a equivocarte, y esperas que algún sacerdote,
el líder de alguna secta, o el mismo Jesucristo las tome por ti, estás cometiendo un grave error:
ninguna otra persona puede adivinar lo que quieres, ni lo que mejor te conviene. Si tú no lo sabes,
nadie te lo va a decir.
No te culpes por “los malos pensamientos”. La imaginación carece de moralidad; te muestra tus
necesidades, deseos y sentimientos: los hace conscientes. La moralidad principia cuando eliges
una ruta y la llevas a cabo: una cosa es pensar y otra cosa es actuar. Tampoco te conviene
fantasear en lugar de actuar, según lo de Chava Flores: “¿A qué le tiras cuando sueñas,
mexicano?”
Atrévete a considerar las alternativas que tienes, y las posibles consecuencias de cada una de
ellas. Ese panorama imaginativo es tu instante de verdadera libertad; a continuación, elige con
todo tu ser la mejor alternativa y aférrate a ella (May). Cada acción trae sus consecuencias,
favorables y desfavorables. El que no se arriesga, no pierde, pero nunca gana. Gana mucho el que
se arriesga de manera inteligente.
¿Cómo esperas que Dios te responda, cuando le estás hablando desde tu ego falso y mentiroso?
¿Esperabas encontrar una comunidad de hermanos(as) y encontraste personas egoístas y falsas?
¿Para qué sigues con ellos si estás desilusionado(a) y has perdido tu alegría y tu entusiasmo?
Además de ser una extraordinaria persona humana que vivió en el siglo I (= el Jesús histórico)
Jesucristo es un arquetipo, el símbolo universal de una persona alegre y viva, empeñada favorecer
125
los cambios sociales positivos, que luchó contra el egoísmo, la injusticia y la rígida observancia de
los preceptos religiosos.
Necesitas frenar la palabrería inútil y destructiva que supuestamente proviene de Jesucristo, para
evitar el desgaste continuo de tus energías mentales. También conviene que salgas de las
imágenes falsas de Jesús que tienes en la cabeza y que te dañan.
No es sano que le reces a imágenes religiosas y luego escuches lo que te responden, porque eres
tú el que fabrica las preguntas y las respuestas. Es mejor que tomes decisiones firmes, tomando en
cuenta todos los niveles de tu ser, desde los impulsos y emociones hasta tus mejores sentimientos
y lo que consideras más espiritual y religioso.
Si algún sacerdote, monja, etcétera te pide favores sexuales, no supongas que le haces un favor a
Dios plegándote a sus peticiones. Denúncialos a las autoridades para que así los encarcelen y no
sigan lastimando a otras personas inocentes. Cuídate también de las sectas ultraconservadoras.
Las personas que alcanzaron la consciencia pura no sienten la necesidad de orar a los santos ni a
María, ni a Jesucristo; dialogan continuamente (se comunican, sin palabras) con Dios; buscan
estar en sintonía (con sincronicidad) con la Luz de su luz, la Vida de su vida, la Salud y el Amor
universal.
Su religión es muy personal, porque ya trascendieron los esquemas religiosos y los dogmas de su
tiempo (como lo hizo el mismo Jesucristo). Son los guardianes de la vida de este planeta, los
maestros, guías y psicoterapeutas de las siguientes generaciones.
En su opinión, la psique (el aspecto mental, psicológico y espiritual de los seres humanos), es
religiosa por naturaleza, y la dimensión espiritual es un elemento básico de la psicología, (que
dicha ciencia debería investigar de manera científica).
126
Capítulo 14
Los griegos de la antigüedad distinguieron tres tipos de amor: “agape”, el amor espiritual sin
condiciones, ”filia”, el amor entre amigos, y “eros”, el amor erótico. Desde luego que también existe
el amor de la madre y el padre hacia sus hijos, el amor entre hermanos y el amor a Dios (Fromm).
Todos ellos se pueden combinar de muchas maneras.
Para simplificar las cosas, aquí me refiero al amor sexual entre un hombre y una mujer. Sin
embargo, respeto, de la manera más absoluta, las preferencias sexuales de cada quien. Si
Jesucristo hubiera vivido en nuestro tiempo, hubiera hecho lo mismo, porque fue (entre otras
cosas) un notable activista social muy sensible, intuitivo e inteligente. No fue sacerdote, ni menos
juez o verdugo.
Las experiencias sexuales, con o sin orgasmo, son muy variadas y tienen mucho de cultural y
subjetivo. La mayoría de ellas son muy agradables y placenteras. Suelen ir acompañadas de gran
deleite, alegría y entusiasmo, aunque algunas personas también sienten culpa, vergüenza, enojo,
miedo, etcétera.
En las ciudades no existe un modelo único de actitudes, ni de valores sociales o religiosos que
regulen las relaciones sexuales. Lo medios de comunicación y las familias de diversos estilos y
estratos sociales proponen modelos contradictorios entre sí, algunos de ellos muy confusos. Van
desde la culpa y represión del catolicismo tradicional, hasta la libertad más absoluta.
Las sociedades machistas adoctrinan a las jóvenes para que sean sumisas, dulces y
complacientes. A muchas de ellas les dicen que las sensaciones y las conductas sexuales tienen
algo de sucio y son pecaminosas fuera del matrimonio religioso.
Por el contrario, a los hombres se les repite que deben ser fuertes y conquistadores; pueden tener
relaciones sexuales sin apego emocional con las mujeres que quieran, incluso después del
matrimonio. Se supone que sus esposas no se deben enterar de eso, y si lo hacen, tienen que
resignarse.
No explicaré aquí las diferencias que existen entre las expectativas de los hombres y las mujeres
con respecto a las relaciones sexuales, ni los problemas sexuales que requieren una psicoterapia
(ver Navarro).
En las ciudades actuales no existe un modelo único de actitudes o valores sociales o religiosos que
regulen las relaciones sexuales. Los medios de comunicación y las familias de distintos estratos
sociales proponen opiniones contradictorias entre sí, algunas de ellas superficiales y poco lógicas.
Van desde la culpa y la represión del catolicismo tradicional, hasta la libertad absoluta; las mejores
de ellas incluyen el respeto y el apego emocional a las personas.
La Norma Mexicana de los Servicios de Planificación Familiar establece que esta práctica es un
derecho de toda persona, cualquiera que sea su género, edad y estado social o legal. La
orientación sobre la planificación familiar debe atender, en particular, a la población adolescente,
127
con respeto absoluto a su derecho para decidir acerca de las conductas sexuales y reproductivas,
incluyendo el consentimiento informado acerca de la prescripción de anticonceptivos.
Sin embargo, en nuestro país (como en otras partes del mundo), los grupos conservadores, y en
particular la Iglesia católica, se han opuesto radicalmente a estos derechos civiles, sociales y
psicológicos tan fundamentales, so pretexto de un supuesto desenfreno sexual. A sus 12 ó 13
años, las chavas y los chavos coquetean con ”el ligue, el faje y el acostón”, entre discursos
sociales que promueven las relaciones sexuales o la abstinencia.
Las personas adolescentes inexpertas tienen miedo (sobre todo cuando son mujeres), porque
nadie les habla del legítimo placer que proporciona el sexo, ni de las maneras de lograrlo. Están
muy confundidos por el doble discurso entre la moral tradicional y el modernismo, que otorga el
aparente permiso para que ejerzan su sexualidad con toda libertad, e incluso sataniza la virginidad.
En el fondo de todo hay una moralina mojigata (Novoa), porque el catolicismo prohíbe los
anticonceptivos e inventa pecados sexuales por todas partes, defendiendo un maniqueísmo feroz
que pretende sacrificar el cuerpo para salvar el alma. Esto impide que las personas estimen la
sexualidad como un aspecto bello, valioso e inseparable de sí mismas y de las demás personas.
Muchos hombres evitan involucrarse emocionalmente con las mujeres a las que hacen el amor.
Creen que el cariño y los sentimientos son algo externo, que las mujeres les pueden proporcionar,
mientras que ellos, a cambio, les ofrecen algunos regalos o son sus proveedores. Para cualquier
macho narcisista, los placeres del sexo son inagotables, porque en las sociedades mercantilistas
los intercambios sexuales están a la vista, como una mercancía que se compra, vende o
intercambia.
Por su parte, a muchas jóvenes mexicanas les importa mucho tener hijos para dedicarse a
cuidarlos a ellos y a su marido (y que él las mantenga). Sin embargo, debido a sus represiones y
sus inhibiciones religiosas, muchas de ellas no son capaces de disfrutar plenamente las relaciones
sexuales, ni tampoco llegan al orgasmo.
Por lo general, en la actualidad las jóvenes y los jóvenes asisten a la escuela mayor tiempo que
antes. Muchos de ellos no desean afrontar la responsabilidad de los embarazos indeseados antes
de contar con suficientes recursos económicos y la suficiente madurez personal; por eso, muchos
de ellos recurren a los anticonceptivos y al aborto.
128
Tampoco están dispuestos a un matrimonio (civil o religioso) antes de haber alcanzado una buena
preparación técnica o profesional que les permita tener independencia económica de sus familias.
Por lo común, en sus relaciones de noviazgo o unión libre, buscan cierta estabilidad acompañada
de fuertes lazos afectivos.
Desde luego que una mujer no es igual a otra, ni un hombre es igual a otro por su atractivo físico,
ni por su inteligencia, cultura y sentimientos, etcétera. Los hombres y las mujeres que son muy
atractivos para ciertas personas, no lo son para otras.
Algunas personas sólo buscan el placer durante las relaciones sexuales, acompañadas de tabaco
y alcohol (y a veces de drogas); disfrutan las características físicas de sus parejas, como el olor y
el sabor, junto con las cualidades táctiles y estéticas de las distintas partes del cuerpo, en particular
de las zonas erógenas y genitales.
Pronto se cansan de la novedad y buscan nuevos placeres y nuevas parejas con las cuales
experimentan nuevas sensaciones. Desde luego que tener relaciones sexuales con alguien no es
lo mismo que amar a esa persona, como subraya Fromm.
La búsqueda del placer sexual puede llegar a ser obsesiva y muy absorbente. Una de las
principales trampas masculinas es buscar afuera algo que sólo se puede encontrar en el propio
interior, es decir la capacidad de apego, ternura y compromiso.
Muchos hombres evitan involucrarse con las mujeres a las que “hacen el amor”. Creen que la
feminidad (el Alma) es algo externo, que las mujeres les pueden ofrecer como un regalo, mientras
que ellos, a cambio, les ofrecen algunos regalos o son sus proveedores.
Para cualquier macho narcisista, los placeres del sexo son inagotables, porque en las sociedades
mercantilistas los intercambios sexuales siempre están a la vista, como una mercancía que se
intercambia, se compra o se vende.
Lo que les importa a las mujeres sufridas (masoquistas) mexicanas es tener hijos para dedicarse a
cuidarlos a ellos y a su marido. A causa de sus represiones y se sus inhibiciones ¿religiosas?, no
son capaces de disfrutar plenamente las relaciones sexuales y muchas de ellas nunca llegan al
orgasmo.
El contenido emocional, impulsivo y consciente de cada relación sexual es distinto: cambian los
estados de ánimo de las personas, así como sus circunstancias: edad, estado de salud, niveles
hormonales, etcétera.
2. Enamoramiento y amor
El inicio del enamoramiento a veces es gradual e insidioso, y en otras ocasiones es súbito: amor a
primera vista. En este último caso, las personas dicen: “Era la mujer que yo había esperado
siempre; es un sueño hecho realidad; me encanta, me fascina, no puedo vivir sin ella (él); nos
entendemos sin palabras”.
Para amar, conviene superar los ejemplos familiares. Un joven nos relata:
Las personas que tienen recuerdos dolorosos y están lastimadas, tienen grandes dificultades para
concentrarse en el presente, porque les parece que están viviendo de nuevo las mismas
situaciones de fracaso que tuvieron antes.
Otras se preocupan demasiado por no ofender y brindar el mayor placer a la otra persona, que se
olvidan de sí mismos y no buscan la satisfacción de sus propias necesidades de manera activa y
espontánea. Tampoco se atreven a pedir nada.
Las historias de amor nos muestran a las personas como son en su interior; describen sus estados
de exaltación emocional, más o menos transitorios, que abren sus corazones a la alegría y a la
percepción de la belleza. Estas experiencias las motivan para realizar acciones extraordinarias,
muy originales y llenas de vida, que serían imposibles sin las energías amorosas.
Cuando el amor es profundo, tiene cualidades que se antojan infantiles. Los amantes se sienten
niños de nuevo, e incluso utilizan frases de cariño que a los demás les pueden parecer ridículas.
La espontaneidad, con el juego alegre y confiado de caricias que recorren todo el cuerpo es el
requisito indispensable para que las personas puedan establecer un vínculo emocional de ternura,
que propicia el mutuo deseo de permanecer juntos (Morris).
En los seres humanos, el erotismo no está limitado por las sensaciones de los órganos sexuales y
las zonas erógenas. Intervienen también los olores, las formas y los sonidos. Está ligado con los
sentimientos de amor y la complicidad en el placer y la ternura compartida. Desde luego que eso
requiere mucha imaginación e iniciativa.
Según Paz, el sexo, el erotismo y el amor son aspectos del mismo fenómeno, manifestaciones de
lo que llamamos vida. El amor es la atracción hacia una persona única: a su cuerpo y a su alma. El
amor es la elección; el erotismo, aceptación.
130
Sin erotismo –sin forma sensible que entra por los sentidos- no hay amor, pero el amor traspasa el
cuerpo deseado y busca el alma en el cuerpo, y en el alma al cuerpo; a la persona entera. Ambos,
el amor y el erotismo –como una llama doble- se alimentan del fuego original que es la sexualidad.
Como advierte Fromm, amar no es cambiar un objeto sexual por otro con el fin de encontrar mayor
placer, sino que es una búsqueda eterna de la perfección, una disciplina y una práctica continuada.
Comprender la belleza interna de una persona -más allá de su mera apariencia física- es algo
bastante difícil de lograr; se asemeja a la búsqueda del sueño imposible del Quijote que ama a su
Dulcinea. O a la del principito que ama a su rosa, aunque tenga espinas. O a las mujeres que no
temen a los lobos esteparios que aúllan a la luna…
Los enamorados también son revolucionarios, y fácilmente se ubican fuera de la moral formal, que
califica ciertas acciones como buenas o malas; también superan fácilmente las circunstancias
particulares de cada uno de ellos, como diferencias de edad, nivel socio-económico, color de la
piel, estado civil, etcétera (Alberoni).
Desde finales del siglo pasado, los anticonceptivos separaron las actividades sexuales humanas
de la reproducción biológica; este importante avance científico abrió las puertas a la satisfacción
más plena de las necesidades emocionales y psicológicas humanas (creatividad, sociabilidad,
diversión, placer compartido, solidaridad, espiritualidad, etcétera), sin tanto temor a los embarazos
indeseados.
Siguiendo la ruta de la sexualidad compartida, emergen otras maneras de ver la vida; muchas
personas comentan que ya no creen en los preceptos de la iglesia católica, tan restrictivos de la
sexualidad. Las personas actúan según sus mejores sentimientos, o simplemente buscan el placer
inmediato y se dejan llevar por la pasión que nubla las consecuencias de sus actos.
Se aferran a su amor y desean estar siempre juntos. Se obsesionan el uno con el otro(a) y todo lo
demás pasa a segundo plano. Mediante su amor y sus caricias compartidas, se dan cuenta de que
la sexualidad es esencial y primordial, es una manera básica de aferrarse a la vida, de sentirse
muy jóvenes y muy vivos.
En una paradoja que ilustra la unidad indivisible de los aspectos mente-cuerpo, una mujer dice a su
amado: “Te entrego mi alma”, y ella le entrega todo su cuerpo, incluyendo los genitales, a través de
los juegos eróticos y haciendo el amor.
Comparten y multiplican su alegría, en una continua resonancia que los hace más fuertes y
confiados. Mediante los actos de amor, las relaciones sexuales, satisfacen, al menos de manera
transitoria, sus deseos de trascendencia e inmortalidad, igual que otros de exploración, curiosidad,
compasión, entrega, conocimiento de la persona del sexo opuesto, etcétera.
Cada nueva experiencia sexual es distinta, incluso con la misma persona, porque las personas
cambian de instante en instante, aunque algo de ellas permanece siempre. La vida se ve y la
131
experimentamos de mil maneras mediante la ruta del amor sexual. Es como si vibráramos, nos
desintegráramos, y nos volviéramos a integrar de nuevas maneras. En otras palabras, nos
recreamos.
Según los cristianos gnósticos, el cuerpo y el alma son igualmente santos, cosa que nunca
entendieron los cristianos que adoptaron las doctrinas de Pablo de Tarso, ni mucho menos los
eclesiásticos que vieron a las mujeres como pecadoras y seres sucios e inferiores, e incluso brujas
dignas de arder en la hoguera, como Juana de Arco.
Recordando al Jesucristo histórico, esos cristianos lograron reunir los aspectos masculinos y
femeninos del propio ser, con el propósito de alcanzar una armonía en la vida familiar y social
basada en la inteligencia, la sensibilidad y la creatividad de los hombres y las mujeres.
Practicaron el sacramento de la cámara nupcial (la unión sexual, sensual y cariñosa del hombre y
la mujer) para llegar a la iluminación mediante la experiencia del orgasmo compartido; haciendo el
amor, la luz y la felicidad resultante no se suman, sino que se elevan al cubo.
El camino hacia el orgasmo suele iniciarse con caricias sutiles y tiernas de ambas partes, que
tranquilizan, muestran aprecio profundo y señalan que no se va a causar ningún daño. Es una
parte importante de la mutua complicidad que busca el placer compartido.
Hay otra entrega más pasional, en la que ambas personas se dejan arrastrar por impulsos
primitivos que parecen propios de fieras, casi sin límites algunos, de maneras que pueden ofender
a personas de temperamento menos apasionado o que tienen criterios más estrechos frente a las
relaciones sexuales.
Como pasa en la contemplación que utiliza movimientos, las primeras etapas de la relación sexual
muestran excitación del sistema nervioso simpático (respiración agitada, pulso elevado, tensión
muscular, pupilas dilatadas, etcétera). Esta culmina en el orgasmo y la descarga para-simpática. El
ser humano se concentra y no se puede distraer; esto favorece una sincronía de los aspectos
cuerpo, mente y espíritu.
El orgasmo es la breve experiencia en la que los humanos están más iluminados y felices, antes
de sumergirse en la obscuridad y el vacío, para renacer de nuevo al estilo de consciencia ordinaria,
más o menos lógica. Después del orgasmo, las personas están radiantes y sus ojos y su piel
tienen un brillo muy particular.
Cuando ambos miembros de la pareja (por lo común se trata de un hombre y una mujer) han
logrado alcanzar un nivel suficiente de desarrollo del propio ser, incluyendo la mutua apertura a las
dimensiones espirituales, el nivel de placer y entendimiento que comparten ambos sólo está
limitado por el atractivo y la pasión que siente una persona por la otra, y viceversa.
nada que nos separe de lo divino, ni de ningún otro de los seres del universo que forman la
totalidad de la energía, la luz y el movimiento.
Desaparecen las diferencias entre el propio ser y las demás personas, porque se expanden a todo
el universo los sentimientos personales de calor, amor y vida; también experimentamos una ternura
reverente y compasiva hacia todos los seres vivos y a toda la naturaleza (consciencia pura).
La iluminación no tiene que ver con la experiencia alienada de dos personas que tienen relaciones
sexuales, y después se ven como dos extraños que no se entienden; sólo intercambiaron
momentos de placer, tal vez acompañados de una amistad superficial. No es lo mismo hacer el
amor que hacer el sexo. “¿Cómo dijiste que te llamabas?
El ego se derrite y se desvanece. Las personas entienden, de manera iluminada e intuitiva, que el
universo es cálido, tiene sentido, es bello y bueno, y que ellas son luz, energía viva, mientras que
la individualidad del ego es una ilusión que carece de importancia.
Desaparece la consciencia ordinaria de la propia edad y de la identidad social; les parece que son
adolescentes de nuevo; disfrutan la paz y la alegría plena sin ningún problema, sin rencores ni
heridas. Los recuerdos de lo que vivieron antes ya no tienen gran importancia, porque ahora
disfrutan lo que siempre habían deseado: el amor absoluto de su pareja y el de Dios.
También escapan del temor a la muerte, y de la muerte misma, porque hay un instante de negrura
en que pierden toda la consciencia; experimentan una pequeña muerte, comparable a la del sueño.
Cesan todas las conversaciones internas y todos los pensamientos.
Después del orgasmo sigue un retorno a los estados de consciencia habituales que acompañan la
vida ordinaria de todos los días. Algunos comentan que han encontrado a Dios, que Dios les ha
hablado o los ha amado como ellos siempre lo habían deseado (a través de la mujer que es su
pareja; ella misma es Dios, o al menos divina). Las mujeres experimentan algo parecido.
En algunas personas se despierta una sensibilidad muy especial que incluye una visión intuitiva y
creativa, compasiva y fraternal hacia los seres vivos. Es como si estos individuos hubieran
descubierto su alma y se dejaran arrastrar por la inspiración y por la sincronicidad.
Las experiencias de amor nos reconcilian con la vida; nos sentimos felices porque amamos y
fuimos amados. Los hechos triviales no dejan huella en nuestra memoria, mientras que los
momentos en que amamos y estuvimos con la persona amada, en que fuimos vulnerables y nos
abrimos a ella (y a nosotros mismos), permanecen para siempre.
133
Conclusión
Fromm advierte que los primeros cristianos, en su mayoría, pertenecían a las masas oprimidas.
Por eso se identificaban fácilmente con la fantasía de Jesús crucificado y buscaban una expiación
masoquista, movidos por sus propios sufrimientos individuales. En esa iglesia, el mismo Dios les
perdonaba sus pecados, según las enseñanzas de Jesucristo.
Prevalecía la fantasía de Jesús como el Dios que se hizo hombre para dar su amor y su gracia a
todos los cristianos. Más adelante, los Papas, Obispos y sacerdotes se atribuyeron la jurisdicción
(el poder) de perdonar los pecados; de esta manera se convirtieron en una clase dominante llena
de privilegios, que gobierna la iglesia católica hasta ahora.
Pablo de Tarso, el alucinado visionario religioso, divinizó a Jesucristo, mientras que los Primeros
Concilios de la Iglesia de Roma dogmatizaros sus doctrinas en los siglos III y IV.
Hasta el año 383, los emperadores romanos también eran “pontífices máximos” que tenían la
última palabra sobre la fe y las creencias religiosas de los habitantes de sus extensos dominios. El
año 383, eso cambió, porque el emperador cedió ese título (con todos los honores y privilegios
correspondientes) a Siriaco, que aceptó la denominación de Papa); él impuso el celibato obligatorio
a los sacerdotes y a las monjas.
Así emergió una nueva autoridad religiosa cristiana, asociada con el emperador romano en turno.
Todo quedó muy bien organizado: uno de ellos tenía poder sobre el reino de la tierra y el otro tenía
las llaves del Reino de los Cielos, y administraba la sangre de Jesucristo.
Los jerarcas católicos se aliaron con los gobernantes para oprimir a los cristianos comunes y
corrientes. Les repitieron una y otra vez que eran inferiores y pecadores (siervos y fieles); de esta
manera los llenaron de culpas.
Por su parte, los creyentes se olvidaron del desarrollo de su propio ser, y se dedicaran a auto-
torturarse en vez de rebelarse contra las autoridades injustas.
Los únicos caminos para alcanzar el perdón de Dios, y el de sus representantes terrenales, fueron
el sufrimiento y la expiación continuas. Los sacerdotes, supuestos padres amorosos, les ofrecían el
perdón por las culpas que ellos mismos habían engendrado en sus mentes, a cambio de confesión,
compra de indulgencias, diezmos y limosnas (Fromm).
Desde que los Papas y los Obispos se atribuyeron el poder de mandar a cualquier ser humano al
cielo o al infierno, millones de personas les creyeron y se sometieron a ellos –con tal de escapar
del infierno y llegar al paraíso- hasta que Lutero, el 31 de Octubre de 1517, se atrevió a iniciar su
valiente rebelión, apoyada por algunos gobernantes alemanes ilustrados. La salvación depende,
según Lutero, de la fe personal en Dios..
Después de la rebelión de Lutero (1483-1546), los Papas -para salvar los dogmas, su poder y sus
privilegios- desplegaron la temible institución represiva de la Sagrada Inquisición. Esta se dedicó a
luchar contra la libertad de pensamiento, y se encargó de torturar y quemar en la hoguera a los
herejes, judíos y a las brujas (las desafortunadas mujeres que caían en sus manos). En
Latinoamérica su principal ocupación fue acabar con los hechiceros (curanderos) y los seguidores
de los antiguos dioses.
Bajo el entonces cardenal Ratzinger, una de sus recientes labores fue desmantelar la teología de
la liberación en Latinoamérica, so pretexto de que era marxista, traspasaba los “límites
confesionales”, y alteraba todas las formas (aprobadas y cuadriculadas) “de vida eclesial”: la
constitución eclesiástica, la liturgia, la catequesis y las opciones morales (por ejemplo, no se
oponían al uso de los anticonceptivos que prohíben los Papas).
Desde el siglo IV, los representantes de la Iglesia católica (igual que los de otras denominaciones
cristianas) se han dedicado a frenar la evolución bio-psicológica (y humanista-científica) de la
humanidad. Entre otras cosas, siguen provocando absurdas culpas neuróticas y severas
represiones sexuales.
Sin embargo, estas importantísimas energías que forman parte de nuestro organismo (como
expliqué en el prefacio), son necesarias para el pleno desarrollo de la propia individualidad, así
como para generar pensamientos creativos, y tomar decisiones libres y socialmente responsables,
que puedan salvar a la humanidad de la creciente ola de violencia.
Nietzche advierte que el Cristo crucificado del cristianismo tradicional contribuye a que los pobres
sigan igual o peor que antes, porque exalta el masoquismo y santifica el sufrimiento, la enfermedad
y la miseria de los fieles. De esta manera, a través de la historia, los poderosos se han
aprovechado muy fácilmente de los débiles.
Según Varone, el cristianismo dogmático se basa en el temor y la culpa; supone que la humanidad,
corrompida por el pecado original, es una masa de condenados (palabras de Agustín de Hipona)
que debe ser rescatada por el sufrimiento (y la sangre) de Jesucristo, y también por el sufrimiento
de cada uno de los creyentes.
Reich denunció el terrible asesinato de Cristo que ocurre de nuevo, de manera metafórica y muy
real al mismo tiempo, cada vez que un niño indefenso se ve obligado a frenar sus impulsos y
sentimientos naturales y desarrolla una armadura neurótica como parte importante de su
personalidad.
Esto sucede a causa de la plaga emocional diseminada por los educadores, sacerdotes y médicos
que les imponen represiones sexuales, castigos, temores y culpas; los privan de afecto, los
someten de manera rígida y les arrebatan su libertad porque no soportan la vitalidad y la curiosidad
intelectual de los niños.
Ese autor propuso que la explicación del enorme poder destructivo del ser humano (el reino del
mal) está en la coraza muscular e ideológica, rígida y endurecida, que deshumaniza a los
neuróticos y frena sus sentimientos de cariño y comprensión. Las personas neuróticas que la
llegan a desarrollar, no muestran respeto, apego ni gratitud hacia sus semejantes; tampoco se
aman a sí mismas.
Pasando a otro importante tema, en el siglo segundo y tercero DC, algunos clérigos destruyeron,
mutilaron y alteraron los textos cristianos que no pudieron soportar, para frenar las rutas hacia la
gnosis y nulificar a las mujeres, contra los claros ejemplos del Jesús histórico. Sin embargo, a la
larga, no pudieron triunfar, porque los escritos gnósticos de Naj Hammadi, después de permanecer
ocultos 1600 años, ahora están disponibles en Internet.
Los que buscan una espiritualidad sin las trampas de los dogmas y las iglesias bien organizadas
entenderán con mucha facilidad la nueva imagen de Jesús que presentan los escritos cópticos.
135
Los evangelios de Tomás, Felipe, Magdalena (y muchos otros textos) lo presentan como maestro
de sabiduría, más que como redentor y salvador divino (Jenkins, Antonov).
Para esos cristianos, el Jesús histórico fue un maestro iluminado que mantuvo relaciones de
cercanía intelectual y afectiva con el grupo de mujeres que fueron sus seguidoras, en particular con
María Magdalena, su alumna predilecta y esposa amada.
El evangelio de Tomás recuerda, de manera directa y breve, los dichos de Jesús; también
describe, con estilo metafórico, la manera como Jesús liberó a Sofía (la sabiduría celestial, figura
simbólica sobrenatural femenina) de las ataduras del error y del mundo material, y la restauró a su
alto nivel en los cielos.
El mito de Sofía refleja la experiencia del ego humano alienado que ha perdido el contacto con su
propio yo ontológico; es la historia del espíritu humano que necesita ser rescatado por la parte
femenina del propio yo (Jung, Pagels, Navarro).
Los escritos cópticos describen, de manera muy interesante y actual, los eventos que suceden en
el propio interior, y que se relacionan con el desarrollo del verdadero ser, la trascendencia y el
encuentro con la consciencia pura. Esa enseñanza es parecida a las del budismo, el taoísmo y a
las de otras grandes tradiciones de Asia y de la India.
La continua búsqueda del Reino de Dios puede ser solitaria, en pareja, en familia o en grupo;
incluye un retorno a la inocencia primitiva: recuperar la parte infantil, intuitiva e inocente que todos
llevamos dentro de nosotros mismos. Jesucristo aseguró que los que no se hacen como niños, no
entrarán al Reino de los Cielos que están dentro de cada individuo (Mt 18: 3).
Los escritos gnósticos muestran una sorprendente afinidad con las técnicas para la exploración y
la integración de la propia personalidad que emplean las modernas psicoterapias humanistas
cuerpo-mente-espíritu. Los cristianos gnósticos también se empeñaron en favorecer el desarrollo
integral del propio ser, incluyendo los niveles intuitivos y espirituales. Sabían que eso repercute en
la creación de familias y sociedades mucho menos violentas.
Las enseñanzas de estos cristianos, opuestos a Pablo de Tarso, pueden ayudar para que los
hombres y las mujeres de la actualidad aprendan a tratarse con respeto, cariño e igualdad; sin
culpas, miedos y desconfianzas, y disfruten una vida sexual y espiritual mucho más plena. Esto
requiere que se liben de las culpas y represiones neuróticas moralistas que nunca han venido al
caso.
Para los cristianos gnósticos -tan humanos e iluminados a la vez- el cuerpo y el alma son
igualmente santos. Ellos valoraron y recordaron siempre el amoroso ejemplo de la vida conyugal
del Jesucristo histórico con su amada esposa María Magdalena.
Según Felipe, mediante el sacramente de la recámara nupcial, los cristianos conocen la Verdad y
reciben la iluminación de la Espíritu de Dios (Shekhiná). Además, se transforman en nuevos Cristo,
parecidos al mismo Jesús histórico. También alcanzan la inmortalidad, y algunos de ellos llegan a
ser notables maestros y terapeutas (Phi 15, 66, 67, etcétera).
La naturaleza psicológica humana individual (el microcosmo) es un reflejo del universo (el
macrocosmo). Según los cristianos gnósticos, la Divinidad reside en el espíritu humano como algo
continuo e inmanente; la podemos comprender, y nos podemos unir a ella mediante el desarrollo
del propio ser, el amor sexual cariñoso y las experiencias de la consciencia pura.
Las brillantes intuiciones de los cristianos gnósticos reflejan las mejores enseñanzas del Jesús
histórico. También demuestran una sorprendente comprensión del Jesús cósmico y simbólico.
Se aplican fácilmente a la vida moderna ordinaria, porque van más allá que los legalismos
dogmáticos tradicionales, y tienen profundos conocimientos humanistas y psicológicos. Por
ejemplo, en su evangelio, Felipe muestra ironía, sarcasmo, ingenio creativo, dominio del estilo
literario, valentía, tristeza, alegría, etcétera. También advierte que para entender las enseñanzas
de Jesús se necesita entrar al mundo de las metáforas y los símbolos (ver Antonov),
La iglesia católica perdió gran parte de su credibilidad por los conocidos escándalos sexuales del
clero. Muchos sacerdotes y monjas acuden a los psicoterapeutas para resolver problemas de
exagerada culpa, depresión, baja estima, y trastornos psicosomáticos de todos estilos, lo mismo
que severos problemas de inmadurez psicológica y de falta de una identidad psico-sexual bien
definida.
La culpa es un desagradable sentimiento que nos indica que hicimos algo indebido (en contra de
nuestros valores personales). Los valores son creencias viscerales, asociadas con fuertes
sentimientos; los hay de todos estilos: familiares, sociales, religiosos, filosóficos, neuróticos,
etcétera.
Cuando es normal, se trata de una llamada de atención, una especie de castigo personal leve, que
sirve para evitar, en el futuro, conductas parecidas que podrían traer consigo consecuencias
lamentables. Se relaciona con alguna situación específica, y la solución es muy sencilla: reparar el
daño que hicimos, por obra y omisión, a las demás personas y también nos hicimos a nosotros
mismos.
La culpa neurótica es muy diferente. Incluye una preocupación obsesiva por los juicios de los
demás -incluyendo el de Dios y Jesucristo- y el miedo al fracaso, junto con la desaprobación social.
También acrecientan los sentimientos de vergüenza y auto-rechazo. Las mezclas de ira, miedo,
disgusto y placer que la persona vuelca contra sí misma dificultan las interacciones alegres y
confiadas con las demás personas, y generan depresión, soledad y trastornos psicosomáticos.
humillación pública. En otras palabras, se azotan, castigan y maldicen por el ridículo que hicieron
frente a los demás.
La culpa y la vergüenza generan depresión. Esos sentimientos, junto con el estrés y las ideas auto-
devaluadas, empujan a muchas personas al alcoholismo, el abuso de drogas, comer
compulsivamente, etcétera. De ordinario, esas conductas, que muchos consideran terribles
pecados mortales, generan nuevas culpas y vergüenzas (remordimiento), en un círculo vicioso que
algunas veces llega al suicidio.
La iglesia católica (igual que algunas otras denominaciones cristianas) sigue fomentando toda
clase de vergüenzas, culpas e inseguridades neuróticas relacionadas con los impulsos y la
identidad sexual. También cesura lo que se relaciona con la belleza física del cuerpo, (tanto
femenino como masculino), su atractivo y su sensualidad.
En los países de habla hispana todavía abunda la el machismo, que somete las mujeres a sus
maridos, las nulifica y las obliga a soportar toda clase de maltratos. También son frecuentes las
violaciones, los secuestros y los asesinatos.
“Yo me casé, pero me sentía muy tensa y culpable cada vez que mi esposo quería
tocarme. Estaba acostumbrada a pensar que todo lo sexual era pecado. Mi esposo me
tuvo mucha paciencia; me decía que no era pecado porque ya estábamos casados, pero
yo tardé muchos meses en quitarme el miedo y llegar a disfrutar eso. Pero ¿qué son los
orgasmos?”.
Por el contrario, los individuos narcisistas y sociopáticos no experimentan culpa alguna a pesar de
que dañan gravemente a los demás, como los narcotraficantes, asesinos, violadores, pederastas,
torturadores, etcétera, pero ese es otro tema diferente (ver Navarro).
Según una fábula, Jesús –el hombre- vuelve a la tierra cada 100 años y tiene una larga
conversación con el Papa en turno. Nunca se entienden, porque los Papas se empeñan en ejercer
poderes que Cristo nunca les dejó, debido a que ni siquiera los tenía. Pasan otros 100 años y
Jesús regresa otra vez. Cada vez se entienden menos, y lo mismo seguirá sucediendo, hasta el
final de los tiempos.
El “modernismo”, que intentó ser un movimiento renovador de la iglesia católica, con Loisy, Tyrrel,
y otros investigadores bíblicos, fue condenado –como herejía- por el Papa Pío X (1908), mediante
una encíclica y una “excomunión mayor”. Sin embargo, ninguna persona ha podido borrar la
contundente afirmación de Loisy: “Jesús anunció el Reino, y vino la Iglesia católica”.
Según Loisy las ideas que los humanos elaboramos acerca de Dios son una proyección de lo
somos y valoramos en nuestro propio interior. Por su parte, el Jesús histórico nunca podrá ser el
mismo que el de los dogmas, porque éstos se basan en interpretaciones intelectuales muy
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relativas (=subjetivas). Los dogmas deberían evolucionar para estar en sintonía con los avances
históricos y científicos modernos -y los nuevos cambios sociales-.
A pesar de todo, Loisy justifica la existencia de la Iglesia católica como un servicio al evangelio,
que ha venido realizando desde hace muchos siglos. Sin embargo, no tiene mayor autoridad que
la de cualquier maestro de escuela, cuando está frente a algún grupo de alumnos. Por eso, sería
deseable que esa iglesia se pudiera adaptar a las condiciones cambiantes de la vida humana.
Subraya también el papel activo, tan indispensable para el avance científico (y espiritual) de la
humanidad, de aquellos hombres -los librepensadores- para quienes "la verdad no entra, ya hecha,
en su cerebro, ni está nunca acabada". A pesar de que ellos conocen la verdad de la experiencia
religiosa, entienden que está sujeta a las condiciones de cualquier otra verdad humana. También
saben que esa verdad no es absoluta, porque tiene las características distintivas de la historicidad
y la relatividad.
La cultura postmoderna desafió los límites, dogmas y definiciones; por eso rechazó las
explicaciones con supuesto alcance universal, como las del catolicismo dogmático. Partiendo de
premisas dudosas, esas explicaciones autoritarias pretenden explicar la inabarcable diversidad del
mundo empírico, y luego cambian su pretensión explicativa por una proliferación de normas
burocráticas opresivas. De esta manera, ofuscan una visión más realista de las cosas y tiranizan a
los individuos que las sostienen (Ritzer).
El Papa Juan Pablo II declaró (1996) que la teoría de la evolución era compatible con la fe católica.
Si esto es así, entre los primeros homínidos, ¿quién fue Eva y quién Adán? ¿A cuál dios mítico
ofendieron y de qué manera? ¿Para qué sirve la sangre de Jesucristo? ¿Ya se acabó la
interpretación literal de la Biblia?
El mismo Papa enseñó que el infierno es la experiencia de la ausencia de Dios, pero Benedicto
XVI declaró que es un lugar físico; las doctrinas del fuego, los diablos y el azufre seguirán como
siempre. Sin embargo, los niños que habían muerto sin el bautismo (y que antes estaban en el
limbo), ya se podían ir al cielo, a partir del año 2005.
Dimond advierte que si los infantes pueden entrar al cielo sin el bautismo, todos los humanos
nacen en estado de gracia. Entonces, el pecado original nunca existió, y el bautismo católico no
sirve para nada (ni tampoco la sangre del Cristo redentor). Concluye que Benedicto XVI es el gran
hereje que contradijo al Concilio de Florencia y acabó con todos los dogmas.
Por su parte, el ingenio popular apunta: “Dogma es el hijo del miedo y la esperanza, tratando de
enseñarle a la ignorancia los alcances de los desconocido”. Por fortuna, el pecado original nunca
fue más que un mito: aunque un mito se dogmatice, mito se queda.
Seguirlo hoy, en Iberoamérica, implica el compromiso de mantener encendida la antorcha del amor
y la justicia frente al odio y la opresión. La salvación cristiana no es posible sin la liberación
económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del hombre (ver
Gutiérrez y Berryman).
En un mural de Orozco (Figura Conc. 1), Jesús ya se desclavó de su cruz y la derribó con un
hacha, indignado por la injusta violencia de los sistemas políticos y religiosos opresores que
pretenden destruir los valores espirituales y culturales de la humanidad con sus oscurantistas
máquinas de guerra. Se prepara para salvarla, mediante la fuerza incontenible de su energía
cósmica iluminada, y llama a la lucha a cada uno de sus nuevos y valientes seguidores, incluyendo
al mismo artista.
La salvación que Jesús propone, y la inmortalidad del espíritu, requieren trascender el ego, con
su mundo de ilusiones. El Reino de Dios es la puerta abierta al despertar espiritual y a los niveles
superiores de consciencia. El demonio interior es la sombra, el símbolo de los aspectos impulsivos,
supuestamente perversos, que todos los humanos necesitamos reconocer, integrar y trascender.
No tiene nada tiene que ver con cuidarnos de los demonios imaginarios que expulsan los
exorcistas, con permiso del Obispo (como en las películas de Hollywood, en aquellos tiempos en
las que fueron creíbles y terroríficas).
Ahora, los niños y adolescentes aficionados a los videojuegos (los “gamers”), se dedican a matar
demonios, zombis, mutantes, robots asesinos, etcétera. Sin embargo, lo más importante de
muchos de esos juegos es ganar dinero, porque con él se consiguen mejores armas y se ganan
más vidas.
La verdadera ética es personal; nos impulsa a vivir en sociedad como hermanos, ayudándonos los
unos a los otros de modo compasivo, eficiente y cálido, sin distinción entre mujer y hombre, niño o
anciano. Por su parte, la obediencia ciega a normas impuestas por las autoridades religiosas
degenera en moralismo, terror y culpa (la moralina).
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El Jesús de los gnósticos es mucho más humano, interesante y fácil de imitar que el de los dogmas
católicos, tan comercializado, falsos y fuera de época. El cristianismo y la civilización occidental
sufrieron graves heridas por la injusta y violenta represión de este camino religioso cristiano, tan
lleno de luz y cariño, a manos de la iglesia católica de Roma, asociada con los emperadores, los
reyes, los dictadores, etcétera.
Por su parte, Jung (1875-1976) reconoció la relevancia psicológica de las intuiciones guardadas en
los escritos gnósticos; en su opinión, su contenido espiritual y psicológico es muy superior a las
enseñanzas de las Iglesias cristianas tradicionales. A principios del siglo XXI, adquirió renovado
valor, gracias al creciente desarrollo cerebral, científico y cultural de la humanidad.
Él albergaba la esperanza de que esos puntos de vista, tan valiosos, se pudieran incorporar de
nuevo a la cultura y la espiritualidad de occidente.
Eso ya está sucediendo: mediante estas páginas y otros de mis escritos, forman parte de una
Psicología de la Liberación para Latinoamérica y los demás países de habla hispana. Otros
autores, expertos en el tema, han puesto las creencias religiosas de los cristianos gnósticos al
alcance de todos los cibernautas, en Internet, mediante sus publicaciones.
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