Naturaleza Muerta o Bodegón
Naturaleza Muerta o Bodegón
Naturaleza Muerta o Bodegón
Es éste uno de los géneros más reconocidos a lo largo de toda la historia del arte. La pintura ha
representado naturalezas muertas con todo tipo de disposiciones, elementos e iluminaciones:
decorados de mesa, estudios de caza, fruteros, con una visión minuciosa, abstraída o colorista, según
la tendencia artística dominante. Del bodegón renacentista, rico en detalles y definición, al bodegón
que surge cuando la pintura da su atrevido giro hacia la abstracción, el género se ha mantenido como
una fuente constante de inspiración para los artistas.
En las primeras realizaciones de floreros en los Países Bajos, los ramos de flores presentaban
diferentes significados: las flores cortadas se asociaban al tema de la muerte y la caducidad de la vida
(subrayado el mensaje si las flores estaban marchitas), los insectos simbolizaban el mal, las mariposas
la salvación y la resurrección, etc. Tras ellos, en el s. XVII e inicialmente en Italia, se empezaron a
pintar jarrones de flores con una intención meramente decorativa. El mejor protagonista de este
género fue Mario Nuzzi (1603-1673). Sus obras, como las del resto de los pintores naturalistas de esta
época, son producto de una observación directa y minuciosa de la naturaleza; cada flor está descrita
en los más mínimos detalles. En el s. XVIII se abandona este interés por la representación minuciosa y
la observación directa de la naturaleza y, sobre todo a partir de la obra de Chardin, los floreros se
convierten en una experiencia personal del artista; con ellos se representan atmósferas, sensaciones,
sentimientos, aunque las flores no se reconozcan. Esta experiencia es recogida por los impresionistas
que en su búsqueda de la pintura pura pintarán importantes floreros y ramos de flores. Los cuadros
de flores, en definitiva, se convirtieron en una excusa para llevar a cabo estudios cromáticos.
Las frutas
Los primeros testimonios de
naturalezas muertas con frutas
datan del s. XVI, y se refieren a
escenas de mercado. Al igual que
las flores, en principio las frutas
formas parte de una composición
mayor, como en la Cena de Emaus
de Caravaggio de la National
Gallery de Londres. En ellas, las
frutas están cargadas de
significados: las manzanas aluden al
Paraíso y al pecado original, la uva
es un claro símbolo eucarístico, la
granada se asocia a la resurrección,
etc. Con idénticos significados se
realiza la obra de Panfilo Nuvolone
en Milán, con obras como
Naturaleza Muerta con
melocotones, jazmines, copa de cristal y membrillos, en las que cada fruta representada tienen un
significado oculto. De una profunda carga mística están invadidos, igualmente, los bodegones de
frutas del español Juan Sánchez Cotán. Sin embargo, como ocurre en el resto de los temas tratados en
las naturalezas muertas, en la época barroca los fruteros se irán liberando de su simbología para
tratar el tema en sí mismo, con un profundo interés por la observación directa y la representación
minuciosa de los objetos; así, pintores como Giovani Battista Ruoppolo en su Naturaleza Muerta con
fruta y hortalizas en un paisaje presentan una profusión de productos de la naturaleza con un fondo
de paisaje liberados de una simbología concreta.
Tras estos primeros intentos, el tema de la naturaleza muerta con frutas sigue la misma evolución que
el resto del género, reapareciendo con gran fuerza en el s. XIX gracias a la obra de Paul Cézanne, que
lo toma con un espíritu completamente distinto a los siglos precedentes; con la representación de
frutas Cézanne no pretende hacer un plasmación minuciosa de estos objetos, una plasmación
mimética y táctil de ellos, sino que pretende hacer un estudio del espacio según un orden geométrico
y estructural, realizando un estudio intelectualizado de la forma y del color mediante la
representación de frutas, partiendo de una realidad autónoma con respecto al modelo original.
Los animales
Los animales es otro de los grandes temas de la naturaleza muerta. Los primeros testimonios de este
tipo de representaciones se remontan a la antigüedad romana, los denominados xenia o pequeños
cuadros en los que se representaban animales producto de la caza, de la pesca o de la agricultura.
Estos xenia decoraban muchas veces las estancias representativas, como el comedor o el salón, y eran
símbolo del estatus social de patrón de la casa. Las mejores representaciones de este tipo se han
conservado en las ruinas de Pompeya y Herculano.
Tras estas primeras obras, la naturaleza muerta con animales empieza a representarse en el s. XVI,
cuando al igual que las frutas se representaban escenas de mercado o de cocina. Las connotaciones
de estas escenas son habitualmente moralizantes, e incluyen pequeñas escenas religiosas, al tiempo
que hablan de la abundancia en épocas en que el abastecimiento de alimentos era un problema de
gran importancia.
Bastante afín con el tema de los mercados, las cocinas o las despensas, es la representación de
naturalezas muertas con escenas de caza. La caza, prerrogativa de la aristocracia, plasmada en un
cuadro, se convertía en símbolo de estatus social reconocible de inmediato. Muy famosas en este
sentido serán las naturalezas muertas de animales de caza de Jan Fyt, que pinta complicadas
naturalezas muertas pera decorar pabellones y comedores.
En el s. XVIII, el mencionado Chardin, inspirado en los repertorios de la caza y las cocinas, retomó la
naturaleza muerta con animales privándola de su carácter simbólico y presentándola como un simple
episodio de la vida cotidiana. La cotidianidad será la forma de representar los cuadros de animales en
el s. XIX, cuyos modelos preferidos eran los animales domésticos. Este tipo de representación tuvo un
gran éxito, fundamentalmente en Inglaterra.
A comienzos del s. XX la naturaleza muerta se convierte en uno de los temas preferidos del cubismo, y
aunque la representación de animales es muy esporádica, se utiliza igualmente como en la Naturaleza
muerta con aves, obra de Picasso.
BIBLIOGRAFIA