La Revolución Relfexiva
La Revolución Relfexiva
La Revolución Relfexiva
LA REVOLUCIÓN REFLEXIVA
Una invitación a crear un futuro
de colaboración
capítulo 1
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entorno. Al contrario, diríamos que existen y se con-
servan espontáneamente en una red armónica de so-
brevivencia acoplados a su medio.
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para vivir en bien-estar, estuvo siempre ahí, frente a
nuestros ojos. De hecho, es uno de los resultados más
evidentes de nuestra cultura egótica de apropiación y
acumulación. Es hija de nuestra insensibilidad y ce-
guera. ¿Cómo es que esta niebla se posa sobre no-
sotros? Los seres humanos surgimos en el lenguaje,
con todos nuestros sentires íntimos en armonía, pero
luego dejamos de respetar esos sentires y aparece el
control. Si me muevo en armonía con el mundo lo
habito, pero no lo exploto; lo cuido, porque admiro su
coherencia. Pero si impongo un nuevo orden sobre él,
si quiero tener poder sobre él, esa armonía comienza a
resquebrajarse.
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ordenada a través del control autoritario. Esas culturas
agrícolas adoraban a la Gran Diosa o Diosa Madre,
similar a la Pachamama andina. Cuando esta visión de
mundo fue reemplazada por la patriarcal, que tiene
que ver con el control y la dominación, la búsqueda
del poder y del sometimiento, nuestra relación con el
planeta comienza a entrar en crisis.
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de manera no violenta. Si lo capturamos y hacemos
un rito para devolverlo al mundo natural, estamos vi-
viendo la situación desde una emoción de coherencia
con el mundo natural y de respeto. Si lo capturamos
y lo matamos, nuestra conducta mostraría que no de-
seamos conservarnos en coherencia con el mundo na-
tural, sino que actuamos desde una psiquis centrada en
el control, el poder y el sometimiento, como un modo
fundamental de relacionarnos.
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Existen otras especies animales que también trans-
forman su entorno natural: los castores, por mencio-
nar solo un ejemplo, cortan árboles indefinidamente,
pero no pueden reflexionar sobre las consecuencias de
lo que hacen. No prevén la destrucción de su bosque.
Por eso decimos que son una plaga, aunque esa es una
noción humana. Pero en el mundo natural las especies
se armonizan entre sí; los osos y los lobos se comen a
los castores y se produce la armonía. El ser humano,
aunque es capaz de reflexionar, también destruye el
bosque, y no hay otra especie que pueda contrarrestar
su afán destructor. Esa es nuestra ceguera, y la venda
en nuestros ojos es el deseo de poder.
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Hoy la invitación es a que intentemos salir de
nuestras insensibilidades y cegueras: que volvamos a
mirar en dónde estamos. En nuestra historia de pri-
mates viviendo en el lenguaje, si volvemos a ser ca-
paces de ver, dejar aparecer el mundo que vivimos, si
recuperamos una psiquis de convivencia en armonía,
entonces lo respetaremos y no nos expandiremos sin
control. Lo que haremos será conservarlo, en armonía
y coherencia, aunque lo transformemos. Por el contra-
rio, si ese respeto sigue perdido, querremos crecer cada
vez más y apropiarnos de todo lo que hay en el mundo,
hasta destruirlo.
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Entonces, nuestra pregunta debe ser: ¿cuál modo
cultural de vivir nuestra transitoriedad resulta más ar-
monioso para el vivir de la comunidad a la cual perte-
necemos? Una opción, que está en el centro de nuestra
ceguera, es enajenarnos en el ego y no darle ninguna
importancia a lo comunitario; y la otra es hacer nues-
tro vivir de una manera armónica con el bien-estar de
la comunidad que vive el mismo ciclo que nosotros.
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que se conservará en el cuerpo y en el alma de una
generación a otra como un linaje biológico-cultural.
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recibió, pero entiende que está cambiando su linaje:
sus hijos están recibiendo un modo de vivir diferente.
Como dijimos antes, ningún bebé nace con una forma
de vida en desarmonía con el entorno natural; los ni-
ños de todo el mundo se interesan por los animales y
por el medio ambiente, de hecho, suele ser una de las
primeras cosas por las que sienten empatía. La dis-
tancia que nos lleva a nuestra ceguera es cultural. Las
preguntas que deberíamos hacernos, si tomamos la
decisión de traer vida al mundo y de formarla, es cómo
estamos educando a nuestros niños y niñas y cómo
nos relacionamos, en el mundo adulto, para guiar esa
deriva en una dirección que no sea destructora de su
mundo. Cada ser humano es generador del mundo
que vive.
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la armonía con el mundo natural con lo que hacemos
y las decisiones qe tomamos en una actitud de vida en
nuestro modo de vivir.
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