La Condena de Astianacte
La Condena de Astianacte
La Condena de Astianacte
La Ilíada termina con la muerte de Héctor. En su tragedia las Troyanas, representadas en 415
a.c., Eurípides evoca a su suerte de las mujeres que los jefes griegos, después de arrasar Troya y
masacrar a sus hombres, se reparten como botín de guerra. Hécuba esposa de Príamo, es
adjudicada a Odiseo, mientras que sus hijas Casandra y Polixena, fueron respectivamente a
Agamenón y Aquiles. En cuanto a Andrómaca, es a Pirro (llamado Neptólemo), el hijo de Aquiles,
que debe servir. Pero le logrará una desdicha aún más grande que afrontar: los griegos
decidieron la muerte del hijo de Héctor y Andrómaca, Astianacte. El heraldo Taltibio tiene aquí
la delicada misión de anunciarle esta noticia.
Taltibio.- Tu que fuiste en otro tiempo esposa de Héctor, el más esforzado de los frigios, no me
aborrezcas. Vengo contra mi voluntad a anunciarte la decisión de los Atridas y de toda la
armada.
Andrómaca.- ¡ay que dolor! ¡Golpe más espantoso que le yugo del himeneo!
¿Por qué te ciñes a mí y estrechas mi vestido, como un pájaro te cobijas bajos mis alas? No
vendrá Héctor a salvarte, empuñando su famosa lanza y pasando de la luz a las tinieblas. No lo
parientes de tu padre, no el poder frigio. Exhalarás el alma, cayendo sin conmiseración desde
las alturas, precipitado en letal salto.
¡Oh dulce carga, la más dulce en los brazos de una madre! ¡Oh dulce hálito! ¡En vano, pues,
envuelto en pañales te alimentó mi pecho! ¡En vano sufrí por tu causa y me acabaron los
trabajos maternales! ¡Ahora nunca más será, abraza a tu madre, acércate a la que te dio a luz,
échame tus brazos al cuello, dame un beso, será el último! ¡Oh, griegos, autores de suplicios
barbaros! ¿Por qué matáis a este niño inocente? Ea, pues, lleváoslo, precipitadlo, si os place;
devorad sus carnes. Los dioses han querido nuestra perdición. ¿Cómo podría librar a mi hijo de
la muerte?
Taltibio toma a Astianacte; el carro se pone en marcha Andrómaca se deja caer en medio
de las armas.
Ocultad mi cuerpo miserable y llevadme a la nave. ¡Feliz himeneo el mío, perdiendo antes a mi
hijo!
Corifeo.- ¡Oh mísera Troya, cuántas víctimas por una sola mujer y su culpable amor!