El Desafio Del Caballero Lobo
El Desafio Del Caballero Lobo
El Desafio Del Caballero Lobo
ebookelo.com - Página 2
R. L. Stine
ePub r1.0
Colophonius 28.09.2019
ebookelo.com - Página 3
Título original: Challenge of the Wolf Knight
R. L. Stine, 1985
Traducción: Desconocido
Ilustraciones: Earl Norem
Editor digital: Colophonius
Colaborador: Etriol
ePub base r2.1
ebookelo.com - Página 4
MAGOS Y GUERREROS
Tú eres el protagonista
No es simplemente un libro. También es un juego fantástico donde el lector ha de asumir el papel principal.
En cada aventura tendrás que decidir si quieres participar en el juego como Mago o como Guerrero.
Como Mago, serás un experto en el uso de hechizos con los que defenderte de tus enemigos. Con la espada
del Guerrero en tu mano, usarás tu destreza en la batalla para enfrentarte a quien se atreva contigo.
Si prefieres el papel de Mago, todos los misterios de «EL LIBRO DE LOS HECHIZOS» estarán a tu
disposición. Utilízalos para sobrevivir a cuantos peligros te acechen.
Después cierra el libro y vuelve a comenzar, esta vez como Guerrero. Prueba tu habilidad con las armas
que aparecen en «EL LIBRO DE LAS ARMAS».
Ambos libros se encuentran en las últimas páginas.
¡Seas mago o guerrero, afrontarás nuevos desafíos, lucharás contra sorprendentes enemigos y tomarás
decisiones de vida o muerte en cada página!
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El Desafío del Caballero Lobo
R. L. Stine
Ilustrado por Earl Norem
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INTRODUCCIÓN
M ÁS ALLÁ DEL CASTILLO DE PIEDRA donde gobierna el rey Enrique, más allá del
patio de armas donde los caballeros de la corte ejercitan sus diversas
habilidades y se enfrentan en las justas, más allá de las praderas donde pastan las
vacas del rey, más allá del mercado, más allá de las posadas del pueblo, más allá de
las granjas, varios cientos de metros más allá de la pequeña muralla que señala la
mismísima frontera del dominio real, hay una roca grande y plana.
Esta roca, grande y plana, se yergue frente a un acantilado de afiladas
escarpaduras, y a sus espaldas se extiende un océano púrpura embravecido. Es en esta
roca donde el Mago y el Guerrero se reúnen para rememorar aventuras del pasado y
soñar futuras hazañas.
Tienen mucho de que hablar.
Unidos, este equipo legendario (el señor de las fuerzas mágicas y el campeón de
la espada relampagueante) han derrotado al mal en éste y en otros ámbitos. Han
vencido a enemigos a los que nadie osó enfrentarse jamás, en castillos y torneos, y en
las montañas y bosques que circundan el universo medieval.
Numerosos son los desafíos de su existencia. Porque siempre hay seres, humanos
o no, dispuestos a destruir al Mago y al Guerrero y al mundo que ellos protegen.
Con este libro compartirás el destino imprevisible del Mago y del Guerrero.
Entrarás en él… y llegarás a formar parte de él.
Si tomas decisiones acertadas, el Mago y el Guerrero triunfarán en sus gestas, y
su mítico prestigio permanecerá. Si te equivocas, su brillante leyenda se derrumbará y
te encontrarás atrapado en un infierno de inimaginables horrores.
Las aventuras de este libro empiezan en la PÁGINA 1.
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Detrás de un árbol cercano, un hombre, testigo del violento ataque, temblaba de
miedo e intentaba recobrar la calma. Se trataba de un mensajero que se dirigía al
castillo del rey Enrique. Dudando todavía de lo que acababa de presenciar,
reemprendió la marcha con paso inseguro y el brutal recuerdo del ataque grabado en
su memoria para siempre.
Entre tanto, en la sala de audiencias del castillo de Silvergate, el rey había
convocado en asamblea a sus Caballeros. El Mago y el Guerrero permanecieron de
pie junto al calor de la chimenea mientras los Caballeros tomaban asiento alrededor
de una mesa amplísima. El rey, que presidía la reunión, se levantó. Todos guardaron
silencio.
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—¿Dónde están Sir Malloy y Sir Walpole? —preguntó el rey, lleno de ira—.
Ningún Caballero ha excusado su asistencia a esta asamblea.
Todas las miradas se centraron en los sitios vacantes de los Caballeros echados en
falta, pero nadie supo responder sobre su paradero.
—Los dos me han sido muy leales en el pasado —continuó el rey Enrique,
molesto por su ausencia—, pero últimamente están comportándose de un modo muy
extraño.
Un leño se partió entre las llamas, y el eco del crujido se comunicó por los altos
muros de la sala. Los Caballeros se arracimaron para escuchar al rey. Sir Malloy y Sir
Walpole fueron olvidados; lo que el rey tenía que anunciarles centró su interés.
—El rey Francisco y su hija, la princesa Eleonor, me han comunicado su próxima
visita —dijo el rey Enrique, más tranquilo—. En otros tiempos, más pacíficos, esto
hubiera supuesto para mí motivo de infinita alegría. Hace ya demasiado tiempo que
no veo a mi primo. El reino se hubiera volcado en festejos con él, mas ahora su
anunciada visita no me deja dormir.
El rey se restregó los ojos y frunció el entrecejo.
—Dos crímenes brutales han roto la paz del reino en las últimas tres semanas.
Dos súbditos muy queridos han sido asaltados y asesinados de un modo inhumano —
el rostro siempre apacible de Enrique enrojeció de ira—. Hay que atrapar al
malhechor. Debemos devolver al reino la seguridad antes de que lleguen mi primo y
su hija a Silvergate.
El bravo Sir Madison se puso de pie con ímpetu, volcando su silla, y declaró:
—Ningún repugnante ser que se oculte en el bosque podrá derrotar a los
Caballeros de Silvergate.
—¡Sí! ¡Bravo! —La habitación se estremeció con los entusiastas gritos de los
Caballeros del rey Enrique.
Pero un silencio sepulcral se adueñó de la sala cuando el mensajero entró en ella y
se acercó tropezando a la mesa.
—¡Un monstruo! ¡Un monstruo en el bosque! —gritó el joven, con el rostro
desfigurado por el miedo.
—¡Dad vino a este joven! —ordenó el rey—. Cuéntanos tu historia, amigo.
El mensajero se las arregló como pudo para contar a los presentes lo que acababa
de ver y seguiría viendo por bastante tiempo en muchas noches de pesadilla. Cuando
terminó, el rey despidió a los Caballeros, pero llamó al Mago y al Guerrero a su
cámara real.
—Tenemos que restaurar el orden en el reino —les dijo el rey, dirigiendo una
mirada furibunda a los tapices que adornaban las paredes—. Sea el asesino humano o
espíritu, hombre o bestia, debe ser destruido. Ésta es la misión que os asigno. Haced
uso de toda vuestra fuerza, de toda vuestra sabiduría… pero librad a Silvergate de
esta amenaza antes de que llegue mi primo.
—Majestad —dijo el Guerrero—, no os fallaremos.
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—El bosque volverá a ser un lugar seguro —añadió el Mago solemnemente.
Y así comienza esta historia. Ahora la misión es tuya. Decide tus preferencias.
¿Te enfrentarás al Caballero Lobo como Mago o como Guerrero?
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Al abrir los ojos ves que los lobos no se mueven. Están paralizados. Dos de ellos, que
habían saltado antes de la orden, se han quedado congelados en el salto.
—¡Fantástico! —exclama el Guerrero, loco de contento.
Pero en eso los lobos recuperan su movimiento. Los dos que estaban parados en
el aire completan su salto, que es mortal, sí…, pero para vosotros. Los demás les
siguen, y entre todos os devoran; no dejan ni los huesos.
¡Qué poco duró la alegría! El hechizo funcionó, pero por un tiempo demasiado
corto.
Y esta aventura ha acabado; también duró menos de lo que tú pensabas. Pero no
te quedes ahí parado… sólo se trata de un alto en el camino. Cierra el libro. Luego,
salta de nuevo y pasa a la acción por otro camino.
—FIN—
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Has derrotado a estos demonios, pero no vas a tener tiempo para celebrarlo.
—¡Guerrero!
Por entre las ramas de los árboles ves a una criatura de pie sobre un peñasco de la
montaña. La luna se está ocultando. En principio parece tratarse de un lobo. Pero el
lobo lleva puesta una armadura, y pronto te percatas de que es la armadura de Sir
Malloy.
—¡Guerrero! ¡Prepárate a morir!
—¡Malloy! —le dices, ignorando sus amenazas—. ¿Qué te ha sucedido, viejo
amigo? ¿Eres realmente tú?
El Caballero Lobo aúlla, y parece un lamento dedicado a la luna llena. Luego
contesta con una voz cargada de ferocidad animal y amargura humana:
—Ya no soy yo el Caballero que vosotros recordáis. El rey Enrique me envió a
este bosque maldito, y aquí me mordió un hombre-lobo, una Criatura de la Luna
Llena. Ahora soy uno de ellos. Corro a cuatro patas y mato para saciar mi sed de
sangre cuando la luna me lo manda. He regresado aquí para vivir con otros seres de
mi especie. Con ellos iré a Silvergate… y antes de que llegue la próxima luna llena,
¡me vengaré!
—¡No puedo permitírtelo, viejo amigo! —dices tranquilamente—. Quizá
podamos ayudarte. El Mago conoce muchos ensalmos y hechizos que acaso puedan
conjurar tu maldición. Quizá…
—¡Guerrero! ¡Tienes que pelear conmigo! ¡No hay otra opción!
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Tu caballo se levanta sobre sus patas traseras, luego se echa encima de los otros
caballos, que, llenos de pánico, hacen perder el equilibrio a sus jinetes, derribándolos.
Tú blandes la espada, asestando tajos y mandobles, parando los golpes de sus armas,
esquivando sus flechas.
Incansable, peleas y peleas. La Espada del León de Oro acaba con tus rivales sin
esfuerzo. A los pocos minutos ya sólo queda un puñado de bandidos a caballo. Al ver
a sus camaradas caídos, dan media vuelta y huyen.
Los has derrotado. El Mago está sentado en tierra, muy débil, pero sin heridas de
consideración.
—No te he sido de gran ayuda —murmura tristemente.
—Nuestra misión no ha hecho más que empezar —le animas—. Tu magia, estoy
seguro, nos va a hacer falta antes de que la caza termine.
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Tomas la Triple Ballesta, apuntas, y disparas. Tres flechas salen volando en tres
direcciones distintas. Alcanzas a dos de los enemigos, que caen de sus monturas. La
tercera se pierde en el aire. Llegan otros bandidos. Te pones a recargar la ballesta…
pero te apuñalan por la espalda. Qué lástima.
Los bandidos se ponen muy contentos. Han vencido a un gran guerrero. ¡Cierra el
libro… no querrás asistir a la fiesta que van a organizar para celebrarlo! A lo mejor
eres tú el que lo celebras la próxima vez que entres en el mundo de «Magos,
Guerreros y Tú».
—FIN—
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—La idea de meternos en el bosque por las buenas no resulta atractiva —comenta el
Mago mientras introduces la Espada del León de Oro en su vaina y te la ajustas a la
armadura—. La noche se presenta muy fría, y sopla un fuerte viento.
—A lo mejor nuestra búsqueda no tiene por qué empezar en el bosque —sugieres
a tu querido socio—. Quizá deberíamos comenzar aquí mismo, en el castillo…, en las
cámaras de Sir Walpole y de Sir Malloy.
La sorpresa se dibuja en el rostro del Mago.
—¿No sospecharás de esos Caballeros? —pregunta.
—No. Sé que son hombres nobles y leales —replicas—. Pero, ¿por qué faltaron a
la asamblea? Creo que convendría interrogarles.
—No estoy de acuerdo —dice con firmeza el Mago—. Aunque no me apetezca
marchar de excursión al bosque, me parece que es ahí donde debemos ir: es el punto
donde se cometió el último crimen.
Bueno, piénsatelo y decide:
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Si has elegido el 1, el 4, el 5 o el 6:
Luchas con valor, pero sin suerte. De un zarpazo te desarma. La espada va a parar
al otro extremo de la habitación. Y ahora…
… mejor cierra el libro. Descansa. Y después, si quieres, reemprende la búsqueda
del Caballero Lobo.
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Si has elegido el 2, el 3, el 7 o el 8:
El primer mandoble no acierta el blanco. El lobo salta sobre ti, y los dos caéis
rodando por el suelo. La bestia te muerde en el cuello. Como puedes, te la quitas de
encima. Te ha herido, pero todavía conservas tu fuerza. Estás tendido de espaldas. El
hombre-lobo se abalanza sobre ti una vez más, pero en esta ocasión más le habría
valido no hacerlo, porque cae sobre tu espada. El animal se estremece, cierra los ojos,
y muere. Sus rasgos lobunos le abandonan. Los del posadero vuelven.
—Mi herida no es grave —le dices al Mago, que ha recobrado el conocimiento—.
Salgamos de este terrible lugar.
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La maligna brujería que trajo al bosque a estos vampiros espectrales parece haber
nublado tu mente a la hora de escoger las armas. Deberías haber traído al menos un
arma que fuera adecuada contra enemigos voladores. La Espada del León de Oro no
es la más indicada. Luchas por deshacerte de los murciélagos, que se te han subido a
la chepa y te están sorbiendo la sangre. Pero es inútil… la espada se te cae de las
manos. Un sinfín de afiladas garras se te clavan en la carne.
Tu aventura acaba casi antes de haber empezado, con el desagradable graznido
triunfal de estos odiosos murciélagos. Cierra el libro, escoge nuevas armas y vuelve a
probar suerte. ¡A ver si a la próxima vences al Caballero Lobo!
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Seguido de tu amigo, atraviesas los corredores iluminados con antorchas que llevan a
la cámara de Sir Walpole.
—Sir Walpole es un hombre muy retraído. Nadie le conoce bien —dices—, pero
no tengo noticia de que se haya perdido jamás una batalla… o una asamblea.
La puerta de la habitación está abierta. Entráis en ella. Apenas hay luz.
—¡Sir Walpole! —le llamas al verle apoyado contra la ventana, dándoos la
espalda.
Al oír tu voz se vuelve, recostado aún sobre el alféizar. Su rostro aparece
ensangrentado, cubierto de arañazos. Le han desgarrado la túnica, y puede verse su
pecho desnudo en el que unas zarpas le han grabado un tatuaje imborrable.
Sir Walpole se acerca a vosotros con pasos inseguros, y con lengua igualmente
insegura balbucea:
—Yo… yo…
Y se desploma en tus brazos.
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Lleváis días siguiendo las huellas del Caballero Lobo. El rastro os conduce a través
de parajes salvajes y tierras deshabitadas hasta las frías e inhóspitas montañas de
Bavaria. Los caballos avanzan con dificultad por los caminos escarpados, y las
distintas escaladas resultan lentas y traicioneras, pero estáis dispuestos a seguir al
monstruo hasta el final… y a acabar con él antes de que lleve a cabo su anunciada
venganza.
En eso tu caballo tropieza, pero no llega a caer. Recuperas el equilibrio…, mas al
mirar a tu alrededor te ves escoltado por un grupo de enmascarados armados hasta las
cejas. ¡Es una partida de bandidos!
—¡Retroceded! —les amenazas valerosamente—. ¡No oséis desafiar a un
Caballero del buen rey Enrique!
Ellos no parecen entender. En silencio, van cerrando el círculo en torno vuestro.
Llevan sus espadas en alto, y algunos de ellos también dejan ver sus dagas.
Una flecha derriba al Mago, que cae del caballo. No hay tiempo para socorrerle.
Tienes una soberbia pelea entre manos.
¿Qué arma usarás contra estos enmascarados?
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¡FLASH!
Los árboles crujen y los pájaros cantan sonámbulos. La tierra tiembla, sacudida
por un pequeño seísmo.
Arriba, en el cielo, el sol ha escalado posiciones. El hechizo ha funcionado. Estáis
en el futuro.
Los enanos navajeros han desaparecido. A los pies, un puñado de ranas se van
dando saltitos. El suelo aparece cubierto de estiletes.
—¡Por fin se hizo de día! —suspiras—. Ya no se ve la luna. Está claro que esos
enanos eran criaturas de la luna llena. Con la luz del día recobran su apariencia
natural.
—Son simples ranas —comenta el Guerrero, dándole una patadita a una de ellas
que le parece particularmente fea. Quizá sea ésa Sir Edmund.
—Estamos en un futuro cercano —adviertes a tu compañero—. El amanecer nos
ha salvado la vida, pero ahora tendremos que aguardar a la próxima luna llena para
seguir adelante con nuestra misión.
—Puede que no sea preciso —musita el Guerrero, dándote la espalda—. Mira…
¿quién va ahí?
Alguien… Una figura con una armadura de Caballero corre a toda velocidad por
el bosque.
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Recorréis los intrincados pasillos que conducen a la cámara de Sir Malloy, en el ala
del castillo de Silvergate destinada a los Caballeros. A tu amigo le comentas:
—Sir Malloy regresó hace poco de una misión en Bavaria. Sólo le he visto un par
de veces desde entonces. Habló poco y no pudo o no quiso decirme nada de su viaje.
—Eso sí que es raro. Sir Malloy es un hombre muy locuaz —se extraña el Mago
—. Yo le he visto charlar sin parar durante algún banquete hasta el punto de que no le
dio tiempo a probar bocado.
—Cierto. Pero lleva una temporada sin soltar prenda, como si se le hubiese
comido la lengua un gato —le dices a tu amigo.
Después de llamar a la puerta, y como nadie ha contestado, entráis.
La habitación está vacía. Por el lecho de Sir Malloy sabéis que nadie ha estado
allí tumbado recientemente. Los pocos muebles siguen en su sitio. No hay señal de
que haya habido allí actividad alguna en los últimos minutos.
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Apartas la vista del resplandor de la armadura del Caballero Lobo. Tratas de olvidar
el hecho de que esta criatura fue un viejo amigo tuyo. Un escalofrío recorre tu espina
dorsal cuando te envuelves en la túnica y comienzas a recitar los versos mágicos de la
Confusión del Brujo.
¡FLASH!
El cielo adquiere un tono anaranjado, y nubes plateadas se rompen en mil pedazos
y desaparecen. Los pájaros cantan con trinos desafinados. El viento sopla.
¿Ha ido bien el hechizo? La duda te corroe…
¿Por qué has atacado al Caballero Lobo, tu amigo y camarada? ¿No sería mejor ir
a por el Guerrero? Siempre te ha molestado el que desenvaine su maldita espada sin
consultarte. Buscas tu arma… ¿dónde está? El Guerrero debe de habértela robado.
Tendrá que pagar por ello con su vida…
Sí, hacías bien en dudar. El confundido eres tú. Estás hecho un lío, porque el
hechizo se reflejó en la armadura del Caballero Lobo y se volvió contra ti. Ahí estás,
rascándote la cabeza, sin saber qué hacer. Pero el Caballero Lobo sí sabe lo que tiene
que hacer. Tiene hambre, y te tiene manía.
¿Se pasarán los efectos del hechizo a tiempo?
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contra una roca y el golpe le deja inconsciente. Desde luego, hasta este punto, tu
amigo se ha pasado toda la aventura durmiendo.
Los terribles monstruos avanzan ahora a dos patas. ¿Serán también Caballeros
transformados en bestias odiosas? No hay tiempo para contestar a preguntas de este
tipo. Desmontas, y te preparas para luchar por tu vida.
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Los caballos os han conducido hasta un pequeño claro donde la hierba está empapada
de rocío. En torno a vosotros hay árboles, muchos árboles. Los aullidos vienen de los
árboles que tienes a tu izquierda. Tu caballo se ha puesto nervioso, y trata de alejarse
del lamento inhumano que os abruma.
Pero ahora se percibe otro aullido a la derecha. Y otro más al frente.
El caballo se levanta sobre sus patas traseras. Luchas por dominarlo. Al
escudriñar las sombras ves a unas criaturas que salen de entre los árboles. ¡Pronto te
percatas de que estáis rodeados de lobos!
Los lobos forman un círculo en torno vuestro, quedándose cerca de los árboles.
Ahora gruñen, rugen, y no os gusta la expresión carnicera que aparece en el brillo
rojo de sus sanguinolentos ojos.
El Guerrero desenvaina su espada. Pero él solo no podrá contra tantas bestias. Te
ajustas tus vestiduras y cierras los ojos. Seguro que hay un hechizo con el que puedas
mantener a raya a los lobos… Pero, ¿cuál?
¿Y si pruebas a dejarlos paralizados ahí, donde están, mediante la Inmovilización del Duendecillo
del Bosque? Pasa a la página 45 si te gusta la idea.
¿Prefieres acaso convertirte en el Rey de los Animales? Pues si quieres utilizar el hechizo H-6, pasa a
la página 61.
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—¡No me busquéis, estúpidos! —advierte la voz, que parece venir de una piedra
situada a vuestros pies—. ¡Estoy en todas partes!
Te vuelves a tu no menos sorprendido amigo.
—Percibo la magia de un poderoso hechicero —le dices—. La vieja bruja nos
dijo la verdad. Éste debe de ser el brujo que encantó a Sir Malloy. Es él nuestro
verdadero enemigo.
—¡No te tememos! —dices, desafiante—. ¡Acabaremos contigo aquí y ahora,
brujo de pacotilla!
La carcajada del brujo de pacotilla parece sacudir la tierra. La risa viene de todas
partes.
—Tú jamás podrías derrotarme, pequeño Mago —retumba la voz en tus oídos—,
porque yo nunca me transformaré en alguien como tú.
—¿Qué quiere decir con eso? —te pregunta el Guerrero.
Pero no le llegas a responder, porque sientes cómo una presencia extraña te
penetra, cómo otra conciencia invade tu cerebro.
El brujo está tratando de vencerte así: anulando tu mente, habitando tu cuerpo.
¿Cómo se lo impedirás?
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El Alfanje se te escapa volando de entre las manos y se pone a batallar él solo contra
los dos monstruos.
Las criaturas retroceden, resoplando de terror. No esperaban nada parecido. Cesan
de luchar, y se ocupan exclusivamente de evitar los tajos de la obstinada espada
curvada, cosa difícil. Llenos de temor huyen, batiendo sus alas vampirescas,
resoplando protestas y maldiciones, desapareciendo en el denso bosque.
Pasa a la página 7.
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En lugar del Caballero Lobo aparece vuestro viejo amigo y camarada, Sir Malloy.
Una sonrisa de agradecimiento infinito se le ha dibujado en el rostro. Examina sus
brazos y piernas, y se alegra de que hayan recuperado su antiguo aspecto.
—No sé cómo lo hicisteis —dice, abrazándoos—, pero a partir de hoy estoy en
deuda con vosotros.
—¿Cómo te embrujó? —pregunta el Guerrero a su viejo compañero.
—Fue en Bavaria, adonde fui como correo del rey Enrique. El brujo se hizo pasar
por un guía de montaña. No pude vencerle. Su intención era acabar con la paz del
reino y luego destronar a Enrique. No recuerdo nada de lo sucedido desde entonces.
—Mejor —le dices—. Vamos. Regresemos a Silvergate. El rey estará ansioso por
conocer estas noticias.
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Desenvainas la Espada del León de Oro y te asientas fuerte sobre el terreno, dispuesto
a aguantar la embestida del Caballero Lobo. Choca contra tu pecho y, con fuerza
irresistible, te derriba.
Su mirada asesina se clava en la tuya mientras luchas por deshacerte de su abrazo
poco amistoso. Sus mandíbulas se abren, dispuestas a darte un buen mordisco. Pero
consigues apartarlo de un empujón. Ahora es él el que está tendido en tierra y tú el
que, con un pie en su pecho, presionas la punta de tu espada contra su garganta
peluda.
—Has perdido esta batalla, Caballero Lobo —dices entre jadeos.
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La Triple Ballesta ha sido una buena elección, ya que dispara tres flechas al mismo
tiempo. Tratas de sujetar e caballo, cuyo terror comprendes, aunque intentas no
compartirlo, con tal de poder afinar tu puntería. Apunta bien… preparado… apunta…
¡fuego!
¿Vencerás a estos gigantescos murciélagos? Echa al aire una moneda tres veces. Cada vez que te
salga cara, habrás matado a un vampiro. Si te salen dos caras o más, habrás derrotado a los
murciélagos, que caerán a tierra y se desintegrarán ante tus propios ojos. Das un suspiro de alivio, le
acaricias el hocico al caballo para tranquilizarlo, y sigues en busca del Caballero Lobo en la página 66.
Si no sacas dos o más caras en tres intentos, tus flechas no habrán alcanzado su objetivo. Por
desgracia, ellos sí alcanzan el suyo. Y el bosque se ha cobrado dos nuevas víctimas, y el Caballero Lobo
sigue haciendo de las suyas… ¡al menos hasta que tú lo captures en otra aventura!
—FIN—
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Para combatir la magia de estas dos criaturas has escogido un arma embrujada. Según
cuenta la leyenda, el Alfanje de Cornwall es famoso por haber seguido peleando
incluso después de que quien lo manejaba hubiera caído. Otras leyendas hablan, no
obstante, de las veces que el arma se ha vuelto contra su dueño.
Sujetando el Alfanje firmemente, arremetes contra tus enemigos. Las
endemoniadas criaturas retroceden un momento; tu coraje las ha confundido. A una
de ellas le clavas el Alfanje en el pecho. Resopla furiosamente y da un paso atrás.
Una garra vigorosa hace presa de tu hombro, hundiéndote las uñas en la carne.
Das un grito de dolor y tropiezas. El Alfanje se te cae.
¿Seguirá peleando él solo, sin ti? ¿El Alfanje embrujado… te traerá la victoria o
se volverá en tu contra?
Si estás leyendo esto en un día par del calendario, pasa a la página 39.
Si lo estás leyendo en un día impar, pasa a la página 28.
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—FIN—
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Los bandidos lanzan su grito de guerra e inician el avance. Con las espadas en alto, se
preparan para atacar en grupo. Tú apuntas la Triple Ballesta con cuidado… y
disparas.
Tres flechas salen volando. Tres flechas dan en el blanco. Tres bandidos gritan
por última vez y caen al suelo.
Los demás miran en silencio a sus camaradas caídos. Seguidamente, vuelven las
riendas de sus caballos y huyen al galope.
Tú desmontas y vas a ver cómo se encuentra el Mago. Tu amigo se despereza,
como saliendo de un sueño profundo, y se palpa la zona dolorida con la mano. La
herida no es seria.
—Los bandidos han huido —le dices, invitándole a beber un poco de agua—. Es
hora de que sigamos buscando al maldito Caballero Lobo.
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—Cabalgad lentamente por debajo de esas ramas —ordena el enano, y vosotros le
obedecéis de mala gana.
Las hojas y ramas de los árboles se agitan. Sin embargo, no hay viento que las
mueva. ¿Qué clase de animal podría producir semejante fenómeno?
Algo cae de una rama al suelo. Otros «algos» caen de otras, y uno de esos «algos»
se agarra a tu caballo.
¡Son enanitos! ¡Enanitos, más de una docena de enanitos vestidos de verde y
armados con estiletes! Uno aterriza sobre los hombros del Guerrero. Otro te clava el
estilete en la garganta.
¡Sir Edmund os ha preparado una emboscada!
El Guerrero no puede encontrar su arma. Sólo tienes unos segundos para intentar
un hechizo. ¿Cuál?
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—Veamos adonde nos llevan estos lobos —le dices al Guerrero. Luego te vuelves
hacia ellos y les ordenas—. ¡A casa! ¡Nosotros os seguiremos!
Los lobos se juntan en manada y os conducen al trote por un claro del bosque.
Los caballos se muestran reacios a continuar, pero vosotros les obligáis a
obedecer. Os mantenéis tan cerca de los lobos como podéis, porque es difícil ver en
medio de las tinieblas, ya que la luz de la luna llena apenas traspasa las copas de los
abundantes árboles.
Al llegar a otro claro, los lobos se detienen y empiezan a gruñir, y los gruñidos se
transforman pronto en aullidos de hambre.
—¡Seguid corriendo! —les ordenas—. ¡Adelante!
Pero los lobos dan media vuelta y saltan sobre vosotros, rasgando el aire con sus
garras y dentelladas. En pocos segundos os devoran. Vuestros caballos escapan, para
nunca más ser vistos.
Parece que pasó el efecto de tu hechizo, Mago. ¿No creerías que iba a durar
siempre, verdad?
No hay nada que dure siempre… y menos esta aventura, que ya ha llegado a su
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Desenvainas la Espada del León de Oro. Son veinte contra uno. Pero tu famosa y leal
espada te ha conducido a la victoria en situaciones aún más dramáticas.
El jefe de la banda ordena algo en un idioma que no habías oído antes, y el
círculo de sus bandidos se cierra aún más. Aguardas, espada en alto.
¿Podrás vencer a tantos enemigos?
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Un aullido terrible interrumpe vuestro sueño. Al abrir los ojos, tu mirada encuentra el
amenazante resplandor que emana de los asesinos ojos del Caballero Lobo. Salta, y
falla por poco; tus reflejos te salvaron, y el monstruo muerde el polvo dando vueltas.
Los dos amigos os ponéis en pie, y el Caballero Lobo, recuperado de su caída, se
dispone a repetir el salto.
—¡Yo me enfrentaré a esta criatura! —grita el Guerrero desenvainando la espada
—. ¡Quédate atrás!
—¡Será necesario usar mi magia para vencerle! —le adviertes—. ¡Déjame probar
algún hechizo, y quédate tú atrás!
El lobo se pone en pie. Lanza un rugido de advertencia y se dispone a atacaros.
—¡Lleva… lleva puesta la armadura de Sir Malloy! —exclama incrédulo el
Guerrero.
Se trata de un rival mágico. La fuerza física podría no bastar por sí sola para
derrotarlo. Pero, ¿será tu ciencia lo suficientemente poderosa para anular un hechizo
capaz de convertir a un Caballero leal en un monstruo? ¿Qué decides?
¿Combatir al Caballero Lobo con la Confusión del Brujo, que es el hechizo H-3? Pasa a la página 23.
¿Combatir con el hechizo H-5, el Sueño del Brujo? Pasa a la página 59.
¿O dejar que el Guerrero pruebe suerte con la Espada del León de Oro? Pasa a la página 86.
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Salís de la posada a la luz de la luna. A los dos os duelen vuestras numerosas heridas.
Sientes una extraña sensación, seguramente debido a la fiera pelea que acabas de
mantener; notas como un hormigueo por todo el cuerpo, algo que estremece tu piel,
un picor insoportable.
Te vuelves a tu amigo… que te mira horrorizado.
—¡Un lobo! —grita—. Te has transformado en un… —y da un paso atrás.
Levantas tu cabeza —de lobo— y aúllas.
Se está bien así. Es una sensación agradable la de poder corretear a cuatro patas a
la luz de la luna. Sí, es una experiencia que quieres compartir con tu amigo.
¿Por qué se aparta de ti? Si el dolor apenas dura unos segundos… Y luego podréis
aullar juntos… y recorrer el bosque sin prisas, porque vuestra aventura llega a su…
—FIN—
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Desmontas de un salto, cierras los ojos, y comienzas a invocar las fuerzas mágicas
adecuadas para paralizar a tus enemigos. Estás preocupado, porque es la primera vez
que pruebas este hechizo con bestias. Es un encantamiento sencillo y efectivo contra
seres humanos… pero, ¿y contra lobos?
¡FLASH!
Las nubes se rompen en pedazos, y las aves chillan.
Para averiguar si has paralizado a los lobos elige un número del 1 al 8.
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Los dos demonios levantan sus alas y te muestran sus estupendas dentaduras de
dragón. Se te acercan. Sujetando la Espada Batalladora con ambas manos, te dispones
a atacar. Si logras darle el suficiente impulso, quizá su pesada hoja los mate.
Pero tendrás que hacerlo de sólo dos tajos.
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—¿Y el segundo cuento? —preguntas.
—De tierras de enanos vienen hombres pequeños, amantes de pillajes y saqueos.
Cuando hay luna llena, dejan de ser enanos y crecen hasta tener una estatura normal,
y les crece pelo por todo el cuerpo y en sus rostros… Viven presos de un
encantamiento; debéis destruirlo… o seréis destruidos por él. Sólo podéis encontrar
su guarida siguiendo a uno de ellos.
La Bruja del Bosque chasquea sus dedos huesudos, y un sonriente enano vestido
de verde, y metido en una armadura de plata, aparece en la habitación. Lleva una
diminuta espada.
—Quizá este enano… llamado Sir Edmund… os pueda conducir hasta allí —
sugiere la bruja.
¿Qué cuento creéis?
¿El primero? Entonces partid en busca del Pilar del Misterio, en la página 64.
¿El segundo? Entonces dejad que Sir Edmund os guíe hasta los enanos encantados. Pasa a la página
82.
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Desenvainas la Espada del León de Oro y retas con ella al hombre-lobo. Éste no
parece especialmente temeroso. Se lanza ágilmente sobre ti, y ahora sí consigue
derribarte, tras hacerte perder el equilibrio.
Rodando, logras evitar las mandíbulas que te buscaban, y otra vez estás de pie. La
pelea va a ser dura. ¿Podrás derrotar a un rival tan poderoso?
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—FIN—
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Tus buenos caballos, que cargan las armas necesarias para la batalla, os esperan en la
entrada del castillo. Salís cabalgando al frío de la noche. El viento helado os penetra
hasta los huesos, y silba y susurra entre los árboles oscuros, que se inclinan ante su
tremendo poder. Bestias nocturnas se abren a ambos lados del camino a vuestro paso.
El viento atrae también el ulular de algún búho y el ladrido de algún chucho lejano.
Pero, en seguida, es otro el sonido que acapara vuestra atención. Es el batir de
unas alas por encima de vuestras cabezas. Dos sombras se perfilan contra el círculo
perfecto de la luna. El ruido se hace más intenso.
Escrutáis entre las ramas de los árboles. Por fin lográis averiguar qué clase de
seres se aproximan: no son aves, sino dos murciélagos tan grandes como los caballos
que montáis.
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La Espada del León de Oro silba a cada tajo. La manejas con una ferocidad
desconocida. Pero las criaturas, protegidas por la magia negra de la luna llena,
esquivan o paran tus golpes. Peleas dentro de un círculo cada vez más cerrado, un
oscuro círculo de pesadilla.
Los gritos, los bufidos, los resoplidos del par de dragones se pierden en ecos que
saltan de árbol a árbol.
La espada que tantas veces te ha defendido, la que te ha ayudado a conservar y
aumentar tu fama en numerosos combates, tiene que derrotar a estas odiosas
criaturas, tiene que añadir una hazaña más a la larga lista de tus éxitos. Pero no va a
ser fácil.
¿Triunfarás?
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Levantas la Triple Ballesta a la altura del hombro. Es un arma efectiva cuando los
enemigos os sobrepasan en número. Tan cerca como estás, deberías ser capaz de
utilizarla con puntería mortal.
Los bandidos os rodean, mirando con codicia la vaina de tu espada, adornada con
muchas y valiosas joyas, y tu reluciente armadura. Apuntas y disparas. Si logras
matar a tres de los ladrones, los demás pondrán pies en polvorosa.
¿Lo harás?
Echa una moneda al aire hasta que salgan tres caras o tres cruces.
Si te salen antes tres cruces, pasa a la página 11.
Si te salen primero tres caras, pasa a la página 35.
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Tienes la cabeza hecha un lío. Te has olvidado incluso de cómo se habla. El Caballero
Lobo ataca al Guerrero, lo destroza a zarpazos, y recuperas la lucidez al tiempo que
tu amigo lanza su último grito, el de la agonía que precede a la muerte.
El Caballero Lobo, después de acabar con tu socio, se vuelve hacia ti. Sus garras
están llenas de sangre, y su mirada sedienta de más. No te da tiempo a envolverte en
la túnica, porque la criatura se abalanza sobre ti.
Las palabras mágicas se te atragantan, y el Caballero Lobo se cobra otra víctima.
Con un aullido anuncia su victoria a la luna llena, y se pierde entre los árboles.
Tu magia ha fallado esta vez. Pero vuelve a intentarlo, por el bien del reino.
¡VUELVE A INTENTARLO!
—FIN—
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Con todas tus fuerzas le asestas un mandoble tremendo a una de las dos criaturas. El
monstruo se tambalea hacia atrás por el empuje de la Espada Batalladora, pero no
parece herido. Otro mandoble corta el aire, pero nada más.
La otra criatura resopla una advertencia y, de un cabezazo, te desarma.
Horrorizado, miras hacia arriba a tan demoniaco rival.
Te das cuenta de que no te queda opción. Sólo cuentas ya con la Espada del León
de Oro para combatir a estas Criaturas de la Luna Llena. Esquivas la lengua partida
de uno de los dragones y aprovechas el desconcierto para desenvainar tu querida
espada. ¡Será necesaria toda tu pericia para vencer a estas criaturas de ultratumba!
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Te arrebujas entre tus vestiduras e invocas a las fuerzas mágicas capaces de dormir al
Caballero Lobo. Si realmente se trata de Sir Malloy, quizá puedas mantenerlo
dormido lo suficiente para encontrar mientras tanto el modo de desencantarlo, y
liberarle así de tan terrible aspecto y tan terrible existencia, y que vuelva a ser el que
era.
¿Lo harás a tiempo, antes de que contraataque?
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Los bandidos son diestros con la espada y con la daga, y sus caballos están
entrenados para el combate cuerpo a cuerpo. La Cachiporra te ha sido útil en el
pasado, pero ante tantos enemigos lo vas a tener algo difícil si quieres repetir antiguos
éxitos.
Los bandidos se acercan. Levantas tu arma. Nadie dice nada. Atacas.
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Cierra los ojos, recita los versos que otras veces te han servido, y escoge un número del 1 al 10.
Si has elegido un número par, pasa a la página 67.
Si has elegido un número impar, pasa a la página 89.
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—FIN—
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—No tenemos miedo de las Criaturas de la Luna Llena —le dices al posadero.
Parece apesadumbrado por vuestra decisión. Os despedís de él y salís a la noche
iluminada por la luna. El Mago y tú montáis sobre vuestros caballos y cabalgáis
bosque adentro.
—El posadero describió a Sir Malloy de pies a cabeza; hasta la cicatriz coincide
—comentas perplejo.
—Pero no puedo creer que sea Sir Malloy el hombre que buscamos —replica el
Mago—. Es uno de los Caballeros más leales al rey Enrique, y siempre ha sido un
gran amigo nuestro. Quizá esté él persiguiendo también al Caballero Lobo.
—Puede que sí… puede que no —desconfías—. Un mal hechizo puede
transformar a un noble Caballero en cualquier cosa. Claro que quién soy yo para
hablarte de encantamientos.
En eso, tu caballo se levanta sobre sus cuartos traseros y relincha, aterrorizado.
Dos espeluznantes criaturas os cierran el paso: tienen cabeza de dragón y alas de
murciélago, pero se sostienen de pie como los hombres.
—¡Las Criaturas de la Luna Llena! —grita el Mago—. ¡El posadero no nos
mintió!
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La luna se esconde detrás de los árboles, y la negrura de la noche deja paso a un cielo
grisáceo. Seguís el rastro del lobo. Os conduce hacia el Oeste, en dirección opuesta al
castillo de Silvergate.
—La criatura parece saber adonde se dirige —observas—, porque traza una línea
recta.
—Va derecho hacia el Río Blanco —deduce el Guerrero frunciendo el ceño—. Si
llega al río y lo cruza, perderemos el rastro.
Espoleáis a los caballos. Cabalgáis todo el día. Al llegar la noche, necesitáis
descansar. La luna llena ya está iniciando su ascensión cielo arriba cuando montáis la
tienda y encendéis una pequeña hoguera.
Lucháis por manteneros despiertos. No queréis que se os escape el lobo. Pero la
dura jornada os ha dejado hechos papilla. Los dos os abandonáis, rendidos, en los
brazos de un profundo sueño. No notáis la presencia de una criatura de cuatro patas
que ha invadido vuestro campamento; sus ojos desprenden un brillo rojizo, quizá de
hambre… ¡o de odio!
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¡FLASH!
El cielo negro se torna escarlata. Los búhos ululan, los árboles se ven sacudidos
por un viento racheado pero tremendo.
—¡Alto! —ordenas.
Pero un lobo pega un salto y te muerde en el cuello. Otro se te echa encima, y sus
garras y sus colmillos te despedazan vivo, sin hacer caso de tus palabras de protesta.
Hablando de palabras, Mago, lamento comunicarte que te olvidaste de unas
cuantas de los versos mágicos. Por eso no ha funcionado el hechizo según tus
deseos…
Pero bueno, todos cometemos errores. Puede que te acuerdes de todas las palabras
en la próxima aventura. Por el momento, has llegado a la única palabra que no
querías ver…
—FIN—
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El Caballero Lobo se te viene encima antes de que tengas tiempo de pronunciar las
palabras mágicas. Bien despierto, sus colmillos se clavan profundamente en tu carne.
Te mareas, lo último que ves antes de desmayarte es la luna llena sobre tu cabeza.
Al rato, el Guerrero y tú os despertáis. Miras a tu alrededor. El Caballero Lobo se
ha marchado. No os ha matado.
—¡Vaya sorpresa! —gritas, contentísimo.
Pero la gran sorpresa está aún por llegar. La gran sorpresa llegará con la próxima
luna llena, cuando tú y tu amigo de siempre sufráis una extraña transformación,
cuando os veáis correteando a cuatro patas por el bosque, en busca de una presa
humana.
Sí, ésa será una buena sorpresa…
—FIN—
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Con todas sus fuerzas, el Guerrero levanta la pesada Espada Batalladora y le asesta
un mandoble a la gigantesca serpiente. La hoja de la espada, que ha partido en dos a
más de un rival embutido en su armadura, no sirve de nada en esta ocasión. La
serpiente no se da por enterada. La espada no deja ni una marca en su robusta piel.
El Guerrero vuelve a levantar la espada, pero esta vez no llega a descargarla,
porque una cabeza sibilante sale disparada y unos colmillos se clavan en la carne de
tu amigo. El veneno viaja velocísimo a través de las venas del Guerrero, que muere
en dos o tres segundos.
Comienzas a recitar ciertos versos mágicos, pero éste será un poema inacabado.
Aún llegas a escuchar un siseo, un siseo venenoso tan insistente como el fragor del
océano, tan fatal como una ola gigante que surgiera de un maremoto. El siseo te
envuelve. Sientes como si formaras parte del sonido.
Después… nada.
—FIN—
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Los murciélagos gigantes bajan en picado mostrando dos pares de colmillos que
hielan la sangre. Los caballos relinchan, encabritados. Intentáis tranquilizarlos, pero
¿con qué argumentos? Cuando ya están encima remontan el vuelo con un golpe de
alas ensordecedor. Ahora podéis ver que se preparan a repetir la embestida.
—¿Qué espíritus malignos se han adueñado de este bosque? —grita el Mago.
Prueba un hechizo contra los vampiros, pero le falla.
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Las sombras oscuras extienden sus amenazadoras alas; los animales alados
inician el velocísimo descenso. Un olor putrefacto invade vuestras narices. Vuestras
vidas dependen de tu pericia en el manejo de las armas. Escoge bien el instrumento
que habrá de salvaros.
Si has traído contigo la Maza Sibilante o la Jabalina y deseas utilizar una de las dos, pasa a la página
90.
Si llevas la Triple Ballesta, pasa a la página 32.
Si no tienes ninguna de estas tres armas, tendrás que pelear con la Espada del León de Oro. Pasa a
la página 15.
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La Bruja del Bosque vive en una choza construida, con no poca imaginación, a base
de ramas caídas entrelazadas. Aunque es tarde, la anciana permanece sentada ante un
caldero que hierve al fuego de su vieja chimenea.
—Os he estado esperando —os saluda jadeando mientras os agacháis para entrar
en la choza—. Llegáis un poco tarde, según creo.
—Y yo creo que tú entiendes todo lo que sucede en este extraño bosque —
contestas.
—Entiendo más de lo que sé, y sé más de lo que entiendo —responde la bruja, y
no acabas de entender muy bien el acertijo.
—¿Por qué, de repente, se ha llenado el bosque de lobos? —pregunta el
impaciente Guerrero—. ¿Dónde podemos encontrar al lobo que luce una armadura de
Caballero?
A la vieja bruja le entra un ataque de risa seguido de otro de tos. Cuando se
consigue calmar, dice con voz ronca:
—He de protegerme a mí misma. Si os digo lo que queréis saber, alguien más
poderoso que vosotros y que yo podría vengarse de mí.
—¿Quién? —pregunta ansioso el Guerrero.
La bruja pone ante sus labios un dedo retorcido y huesudo y prosigue:
—Chsss. No puedo arriesgarme. Os daré dos pistas, ni una más: una será falsa, la
otra verdadera. Ojalá vuestra sabiduría os conduzca a la verdadera.
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Dos de los bandidos arriman sus caballos al tuyo, desafiantes. Atacas con furia y tu
arma acierta en la cabeza de uno de tus enemigos. El bandido cae a tierra, malherido.
De nuevo lo intentas, pero esta vez la Cachiporra no da en el blanco.
El otro bandido agarra tu caballo de las riendas y éste se encabrita, haciéndote
perder el equilibrio y echándote a tierra. Otra vez yerras el golpe. El bandido te quita
la Cachiporra de una patada. Sólo te queda confiar en tu leal espada. Los bandidos te
rodean, riéndose a carcajadas, seguros de tu derrota.
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El Guerrero brega delante de ti, con su Espada Batalladora, con idea de mantener a
raya a la serpiente el tiempo suficiente para que realices un hechizo de los buenos.
Rápidamente, te ajustas la túnica y pronuncias las palabras que harán posible la
Metamorfosis. Una ardilla sube correteando en ese momento a un árbol próximo. Tu
plan consiste en convertir a la gigantesca serpiente en una inofensiva ardilla.
¡FLASH!
Las nubes adquieren un tono anaranjado, y las hojas caen de los árboles. Vuelves
a ponerte la túnica en su sitio, y miras. Sonríes, ya que la serpiente ha dejado de
bloquear tu camino. En su lugar, una graciosa ardilla os observa. El Guerrero te da
una palmadita en el hombro, felicitándote.
Pero no hay motivo para felicitarte. La ardilla salta sobre el Guerrero, y le muerde
un par de veces en el brazo. Tú te apartas, pero la ardilla es muy rápida y se te echa
encima chillando, al tiempo que te pega un mordisco en el cuello.
Sí. La criatura ha cambiado de aspecto… pero su maldad y su veneno han
permanecido intactos. La diminuta ardilla ha resultado tan mortífera como la
descomunal serpiente.
Ves alejarse a la ardilla con un contoneo simpático, y luego ves menos, y luego no
ves nada, o lo ves todo negro.
Tu magia te ha llevado al huerto en esta ocasión, Mago. El Caballero Lobo sigue
libre, y su magia negra infesta el bosque. ¿Cuándo regresarás para desafiarlo de
nuevo?
—FIN—
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¡FLASH!
Una luz cegadora vuelve el bosque blanco. Tienes la impresión de que te han
partido la cabeza en dos. El dolor es insufrible. La luz blanca se hace más y más
intensa, y luego todo se vuelve oscuro.
Pocos segundos después despiertas. Estás muy débil, mareado. Pero en seguida
descubres que el brujo se ha ido de tu mente, y con él su magia negra. ¡Te perteneces!
—Se ha marchado —dice el Guerrero, temblando todavía—. ¿Cómo es posible?
—Porque era un ser incorpóreo —explicas—. El cuerpo que veíamos era un pufo.
Y al destruir su magia, el brujo ha muerto, se ha desintegrado.
Estás de rodillas. Luchas con tus temblorosas piernas por ponerte de pie, y dices
al Guerrero:
—Creo que podemos decir «misión cumplida». Sin el brujo, la paz volverá a
reinar en el bosque.
—Te olvidas de una cosa —te advierte el Guerrero, sujetando su espada—. ¡Aún
hemos de rematar al Caballero Lobo!
Te vuelves hacia donde dormía el Caballero Lobo. ¡Ha desaparecido!
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Espoleas al caballo, pero se niega a dar un paso. Resignado, desmontas y vas a pie
hacia donde está el Caballero Lobo, dejando atrás al asustado animal.
—¡No te acerques! —te advierte el extraño Caballero con una voz que recuerda el
aullido de un lobo.
—¿Quién eres, que llevas puesta la armadura de un Caballero? —preguntas
valientemente, desenvainando la espada—. ¿Por qué violentas la paz de este bosque?
El Caballero Lobo echa para atrás su afilada cabeza y se ríe, y la carcajada
termina en un rugido.
—El rey Enrique es el único culpable —gruñe amargamente—. ¡Ahora busco
venganza!
—¿De qué estás hablando? —le preguntas, acercándote—. ¿Qué tiene que ver el
rey Enrique con todo esto?
El Caballero Lobo no hace caso de tu pregunta. Se da la vuelta y se aleja
corriendo a cuatro patas.
—¡No me sigas! —te amenaza—. ¡O serás el primero en probar mis afilados
colmillos ávidos de revancha!
Y con esto se pierde rápidamente entre la espesura. Montas de nuevo sobre tu
cabalgadura. El Mago está tan sorprendido como tú.
—No tenemos otra opción que seguir sus huellas —opinas—. ¡Esta criatura ha de
morir antes de que haya concluido nuestra jornada!
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—¡Guerrero!
No es el Mago. El Mago yace inconsciente al pie de un árbol. La voz que te llama
se parece al aullido de un lobo.
—Guerrero, te lo advertí. ¡Me has seguido hasta este sitio tenebroso y vas a
morir!
Miras fijamente a la amenazante criatura, aturdido. ¡Crees reconocer la armadura
del Caballero Lobo! Pero no te da tiempo a llamarle por su nombre. El Caballero
Lobo te arroja una jabalina de plata que penetra tu armadura a la altura del corazón.
Caes, herido de muerte.
Lo último que escuchas es un aullido de triunfo.
El Caballero Lobo te ha sorprendido esta vez. Pero quizá vuelvas, y le sorprendas
tú a él, y quizá averigües su identidad…; quizá, sí, la próxima vez que entres en el
mundo de «Magos, Guerreros y Tú».
—FIN—
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—Vamos, amigo. Pero este enano puede ser más peligroso de lo que aparenta —
adviertes al Guerrero—. Sigámosle a su tierra embrujada. Allí encontraremos al autor
de la magia negra que está detrás del Caballero Lobo.
El Guerrero deposita una moneda de oro en la gastada y arrugada mano de la
bruja. Os despedís de ella y seguís al viejo enano en medio de la noche. Le ayudas a
montar en la grupa de tu caballo, y él te señala el camino con una voz
sorprendentemente grave para su estatura.
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¡FLASH!
La luna se vuelve escarlata. Los animales del bosque gritan en sueños. Algo
sacude y tumba a los árboles.
El Caballero Lobo salta hacia ti, pero antes de llegar cae a tierra. La criatura
queda inmóvil. ¡Está dormida!
—El hechizo ha funcionado —le dices al Guerrero—, pero no sé por cuánto
tiempo. Tenemos que atar al monstruo, no sea que…
—¡No será necesario! —sentencia una voz grave. Os volvéis para ver de dónde
ha salido esa voz—. ¡Vuestra victoria va a ser muy corta!
¿Será posible? La voz parece salir del tronco grueso de un árbol que hay a vuestra
espalda.
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Agotados después de muchos días de viaje, paráis en una pequeña posada con el fin
de descansar y disfrutar de una buena cena. Un posadero gordo, con una papada que
le cuelga casi hasta el ombligo y un parche negro en el ojo, os recibe en la puerta con
una sonrisa sin dientes y os acomoda en una mesa frente a la chimenea encendida.
Os trae unos magníficos chuletones de cordero y una ensalada, y se queda de pie,
ante vosotros, viéndoos comer y restregándose las manos grasientas en su delantal.
—Yo no soy amigo de rumores y cotilleos —dice—, pero habéis hecho bien en
llegar a la posada antes de que oscurezca.
—No nos da miedo la oscuridad —contestas secamente, tratando de disfrutar de
la cena a pesar de la mirada impertinente del posadero.
—No me refiero a la oscuridad —replica él—. No soy de los que les gusta el
cotilleo, pero ¿no sabéis que hoy hay luna llena?
Tú no le haces caso. Pero él no se corta.
—Este bosque, el más hermoso de toda Bavaria, perteneció hace tiempo a un
poderoso hechicero. Él lo protegió con su magia durante siglos. Pero sucedió que un
rey le desterró. Tuvo que dejar su querido bosque. No soy de los que se tragan todo lo
que cuentan las leyendas, pero se dice que el hechicero dejó un regalo de despedida.
Llenó el bosque de las llamadas Criaturas de la Luna Llena… Son hombres que se
transforman en lobos cuando hay luna llena.
—Posadero, por favor, tráiganos vino —dices sin aparentar emoción alguna…
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Todavía aturdido por el hecho de que la criatura lleva puesta la armadura de Sir
Malloy, el Guerrero da un paso al frente, con la Espada del León de Oro en su mano,
listo para el combate. El Caballero Lobo echa hacia atrás su cabeza para lanzar un
aullido cuyo eco se pierde por el bosque y, puesto en pie sobre sus patas traseras,
desenvaina su espada… ¡la espada de Sir Malloy!
El Caballero Lobo desafía a tu amigo. Éste vacila; a nadie le gusta luchar contra
un antiguo amigo y compañero de armas. El Guerrero esquiva la hoja de la espada del
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Caballero Lobo y retrocede unos pasos.
Por fin se decide a pasar al ataque y las dos espadas chocan una y otra vez. El
Guerrero es más fuerte, y su destreza mayor; va ganándole terreno al Caballero Lobo
hasta que este último cae a tierra gracias a un poderoso mandoble.
El monstruo se pone de pie de un salto y el Guerrero aprovecha que el Caballero
Lobo ha bajado la guardia para clavarle la espada en el estómago.
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Los bandidos se ponen a gritar alrededor tuyo, espantando a tu caballo, que piafa
histérico. Levantas el arma por encima de tu cabeza. Allá vas con tu caballo y con tu
arma, haciendo frente a los bandidos lleno de coraje.
Peleas bien, pero hay demasiados. Una flecha te alcanza en el hombro. Una
espada te desarma y te tira del caballo. Los enmascarados se te echan encima.
La aventura concluye en esta montaña fría y gris. Pero las cosas recobrarán su
calor y color la próxima vez que abras el libro.
—FIN—
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¡FLASH!
Un relámpago parte el cielo en dos. Los árboles se doblan, y la tierra se estremece
bajo vuestros pies.
Te desabrochas el manto mágico y ordenas a los lobos:
—¡Os mando que os paréis!
Los fieros ojos de los lobos se ponen blancos. Se detienen. Se tiran al suelo y se
ponen patas arriba, en señal de sumisión. Dos lobos que ya habían iniciado el salto se
dejan caer y te miran avergonzados.
—¡Retroceded! —exiges, y los lobos se alejan.
El Guerrero mete la espada en su vaina.
—Tus poderes nos han salvado una vez más —dice, aliviado—. Ahora, mándales
que nos lleven hasta su guarida. Les seguiremos y descubriremos de dónde han
salido.
—Eso puede resultar un tanto arriesgado —replicas, mirando a los ojos a los
lobos, que esperan nuevas órdenes junto a los árboles—. No sabemos cuánto tiempo
durará el hechizo. Tengo otro plan. Hay alguien en este bosque que quizá conozca las
razones por las que están aquí estas criaturas y de dónde han salido. La llaman la
Bruja del Bosque. Se cuenta que ella sabe todo lo que ocurre en el bosque y que
conoce a cuantos habitan en él o lo atraviesan. Veamos qué puede decirnos.
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Los murciélagos gigantes emiten un silbido agudo al echarse sobre vosotros; sus alas
inmensas ocultan la luna, sus colmillos afilados buscan tu garganta. Levantas el arma
y te dispones a arrojarla. Vas a esperar hasta el último momento, y cuando los
monstruos estén lo bastante cerca, ¡zas!
Si matas a uno de los murciélagos, el otro huirá asustado. Pero para ello habrás de
afinar tu puntería. ¿Acertarás en el blanco?
Echa una moneda al aire tres veces. Si las tres veces sale lo mismo (tres caras o tres cruces) habrás
matado a uno de los vampiros, y el otro te dejará en paz. Podrás seguir buscando al Caballero Lobo en
la página 66.
Si no te sale lo mismo las tres veces, habrás fallado el tiro. Los murciélagos te atacan, te muerden, te
desgarran, sus chillidos de placer apagan tus quejidos de dolor. ¡Uf! Esto se está poniendo desagradable.
Deprisa… cierra el libro y así te ahorrarás esta inacabable lista de horrores.
—FIN—
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Los lobos avanzan sin remedio hacia vosotros. Los observas aterrados. Los lobos te
olfatean. Parecen percibir que algo va mal.
Hacen hoyos en el suelo, olfatean tus botas y el terreno circundante. Al parecer, el
encantamiento ha alterado tu olor. Se apartan. Ya no les interesáis.
Algunos se quedan atrás, olfateando aún las botas, husmeando incrédulos.
Confundidos, acaban alejándose también.
¡Gracias a que el hechizo se volvió en contra vuestra, habéis salvado la vida!
A los pocos minutos, sus efectos se desvanecen. Tú y tu compañero estiráis las
piernas y os da la risa. ¡Qué suerte la vuestra!
Pero pronto os ponéis serios, recordando la importancia de la misión.
—Vamos —le dices a tu amigo—. Hay una mujer que podría ayudarnos en este
asunto. La llaman la Bruja del Bosque, y se dice que sabe cuanto hay que saber del
bosque y de sus habitantes. ¡Visitémosla!
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Puedes percibir las fuerzas mágicas. El hechizo ha funcionado, crees. Abres los ojos,
confiando en que los lobos se hayan quedado inmóviles. Pero no. Avanzan
amenazadoramente, inclinando sus cabezas, preparados para matar.
Tratas de volverte hacia tu amigo, para pedirle consejo. Pero te das cuenta de que
no puedes moverte. Intentas llamarle, pero no te brota la voz. Por el rabillo del ojo
ves que el Guerrero y los caballos están paralizados también.
Por alguna estúpida razón, el hechizo se ha vuelto en contra vuestra. ¡La
Inmovilización del Duendecillo del Bosque os ha dejado paralizados a vosotros!
¡Y los lobos sí que se mueven! ¡Reza lo que sepas!
—FIN—
Ahora que has estudiado los hechizos a tu disposición, puedes comenzar tu aventura en la PÁGINA 14.
Ahora que estás bien armado y pertrechado para tu misión, comienza tu búsqueda en la PÁGINA 12.