Carl Rogers Un Nuevo Mundo, Una Nueva Persona

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Carl Rogers

“Un nuevo mundo, una nueva persona”

Nuestro mundo está sufriendo una angustiante confusión. Esto bien puede ser la
desintegración que precede a la destrucción de nuestra cultura, como consecuencia de
una guerra nuclear suicida. No podemos desechar la posibilidad de que estemos
aproximándonos a nuestra desaparición. Si ese fuera el caso, creo yo, no habría mucho
por decir. Sería tarea para los arqueólogos de un lejano futuro el diagnosticar nuestra
enfermedad fatal. Visto de otro modo, el actual caos, el desequilibrio, la confusión, la
desintegración de las instituciones y de los gobiernos, sean quizás los dolores
provocados por un mundo en gestación. Hay muchas razones para creer que sufrimos
los dolores de parto de una nueva era. De ser así, estamos participando también en el
nacimiento de un nuevo ser humano, capaz de vivir en esa nueva era, en ese mundo
transformado. Es esta posibilidad la que deseo considerar.

¿Cuál es la razón por la cual nosotros, como individuos, como naciones, como culturas,
estamos experimentando trastornos semejantes? Estoy convencido de que se debe a
una cantidad de significativos cambios de paradigma, que están aconteciendo
simultáneamente.

Lo inevitable de tales cambios ha hecho estremecer los cimientos de nuestra existencia


física, psicológica, económica y espiritual. En cada época hay una visión del mundo
generalmente aceptada, un patrón según el cual tanto el científico como el lego explican
la realidad así como la perciben. Hoy, en diversas áreas, nos confrontamos no con uno
sino con varios cambios de paradigma inevitables. Los antiguos modelos se han
desvanecido y esto nos tiene inquietos e indecisos. La realidad como la hemos
conocido, el mundo de la materia, el tiempo, el espacio ha dejado de existir, al menos
en un sentido fundamental. Nos confrontamos con una misteriosa realidad de energías
oscilantes que se manifiestan de manera extravagante. Es ésta una realidad de
interconexiones casi místicas, de relaciones que emparentan a todas las entidades, ya
sean animadas o inanimadas. Como señalara un gran científico "el universo no se
asemeja ya a una gran máquina; se parece más bien a una gran idea".
Y al intentar comprender un universo que es una idea, nos embarga un temor no exento
de respeto. Pero la ciencia, que ha sido nuestra principal herramienta para la
comprensión, está sufriendo cambios igualmente sorprendentes. Nuestra visión del
mundo mediante la perspectiva científica lineal de causa-efecto ha sido excesivamente
sobrevalorada. Esta ciencia es vista hoy como parte de una noción mucho más amplia.
El mundo, en especial, el mundo biológico, es considerado comprensible sólo en el
contexto de causas y efectos en mutua interacción. El conocimiento se ha tornado
mucho más complejo. Además, la tan mencionada ley de entropía, del deterioro, es
aceptada sólo como una de las caras de la moneda. La otra cara, más brillante, es una
tendencia formativa, una capacidad para el cambio creativo y repentino hacia nuevos y
más complejos estados.

La hermosa simplicidad de la ciencia se ha convertido en una "ciencia de la


complejidad" que se asemejan más a las nociones de los místicos de Oriente que a la
mecánica newtoniana. El hombre mismo no puede seguir siendo considerado como una
gran computadora, un manojo mecánico de estímulos y respuestas. Nuestra concepción
de la persona se enfrenta a drásticos cambios. Tal persona posee potencialidades
inimaginadas hasta ahora. La inteligencia no consciente del ser humano demuestra
vastísimas capacidades.

Puede controlar funciones corporales, puede curar enfermedades, puede crear nuevas
realidades. Puede adentrarse en el futuro, ver cosas a enorme distancia, transmitir
ideas directamente.

Tal persona está logrando tanto una nueva conciencia de su fortaleza y poder, como el
reconocimiento de que lo único constante en la vida es el proceso de cambio.
Todo indica que debemos percibir al individuo como una persona en constante
transformación, una persona trascendente. Este es un nuevo mundo hacia el que
inevitablemente nos desplazamos. Un mundo en el cual la realidad, según la hemos
conocido, ha desaparecido; en el cual la ciencia, según la hemos conocido, se ha
tornado parte de una totalidad mucho más misteriosa y mística; en el cual el individuo
como máquina comprensible de músculos, nervios y cerebro, ha cedido su lugar a un
misterioso ser con increíbles capacidades y en constante transformación.
No es de extrañar entonces que estemos confusos, entre arrogantes y aterrorizados,
caóticos en nuestras intenciones, en medio de cambios sociales que parecen fuera de
nuestro control. Nos confrontamos a una combinación de cambios de paradigma que
puede ser más poderosa que todo lo hasta hoy conocido en la historia del hombre. Las
posibilidades tanto de quebrantamiento como de una existencia plenamente creativa
son enormes.

Una nueva persona

¿Quiénes serán capaces de vivir en este nuevo mundo, completamente diferente? Creo
que serán aquellos jóvenes de mente y espíritu. Ellos serán los capacitados para vivir
en el mundo del mañana, acompañados por adultos que hayan comprendido los
conceptos de semejante transformación. No todos, por supuesto.
Oigo decir que la juventud actual sólo está interesada en el empleo y la seguridad, que
no son personas que se arriesguen e innoven, tan sólo conservadores en pos del
"primer puesto". Posiblemente sea así en parte, pero ciertamente no lo es respecto de
la gente joven con la que yo tengo contacto. Estoy seguro que muchos continuarán
viviendo en el mundo actual y sólo un grupo limitado lo hará en este nuevo mundo del
mañana.
¿De dónde provendrán? Observo que ya han comenzado a nacer. ¿Dónde los he
encontrado? Entre los ejecutivos que han abandonado la carrera de ratas y desdeñado
las tentaciones de los altos salarios y las finanzas para vivir una nueva vida, mucho más
sencilla.
Los encuentro entre hombres y mujeres que desafían la mayoría de los valores de la
cultura actual para vivir según nuevas maneras.

Los encuentro entre sacerdotes, monjas y, ministros religiosos que han dejado atrás los
dogmas de sus religiones, para vivir de un modo que tenga mayor significado. Los
encuentro entre las mujeres que vigorosas se alzan por encima de las limitaciones que
la sociedad les impone. Entre las minorías que están emergiendo, después de
generaciones de pasividad, a una vida más afirmativa y positiva. Los encuentro entre
aquellos que han participado de experiencias grupales, hallando un lugar para los
sentimientos, así como para los pensamientos en sus vidas. Los encuentro entre los
estudiantes creativos, que han abandonado las escuelas para encontrar metas más
elevadas que las permitidas para una estéril escolarización. Los encuentro gestándose
en los talleres internacionales e interculturales que han sido parte destacable de mi
pasado inmediato.
Allí, en un ambiente centrado en la persona, están desarrollando un sentido de
comunidad basado en la confianza y el respeto, creando armonía en la diversidad, una
armonía que caracteriza a este nuevo mundo. Están tejiendo redes de enlace
interculturales del tipo que Marilyn Ferguson (1980) ha descrito intensamente. Es por
cierto una "conspiración acuariana" en que la multitud de gente congenial de todo el
mundo está "conspirando" junta, respirando junta, descubriendo que perciben la vida de
un modo fundamentalmente nuevo.

Sus cualidades

Al estar en contacto con estos individuos, he hallado ciertos rasgos en común.


Tal vez ninguno de ellos posea todas estas cualidades juntas, pero creo que la habilidad
para vivir en este extremadamente revolucionado mundo del mañana, está definida por
ciertas características. Describiré algunas brevemente, según yo la he percibido y
experimentado. Tales personas viven la vida como un proceso, como un torrente de
energía, una transformación. La vida rígida, estática, no les atrae. Viven en una
confortable relación con la naturaleza, un responsable parentesco con el entorno. La
"conquista de la naturaleza" les resulta un concepto aborrecible. Estas personas
consideran que el poder sobre los demás es simplemente otra forma de conquista,
igualmente aborrecible e inaceptable. Su meta es reforzar el poder del individuo,
compartir el poder en proyectos comunes. Como una faceta de su parentesco con la
naturaleza, experimentan su parentesco con las demás personas. Esta relación sienta
las bases para la conformación de comunidades a escala humana y para afrontar con
flexibilidad los problemas comunes. Estas personas rehúsan vivir en un mundo
compartimentalizado: cuerpo y mente, salud y enfermedad, intelecto y sentimientos,
ciencia y sentido común; grupo e individuo, cordura y locura, trabajo y esparcimiento.
Luchan más bien por una vida totalizadora, donde pensamiento, sentimiento, energía
física, energía psíquica y energía curativa estén integrados en la experiencia. Tales
individuos son fundamentalmente indiferentes a las posesiones materiales, al confort y a
las recompensas. El dinero y los símbolos del status material no son su meta. Son
investigadores, su búsqueda es, por naturaleza, esencialmente espiritual. Son
conscientes y están influenciados por ritmos del universo. Están a sus anchas con la
energía psíquica, con las experiencias místicas y meditativas. Desean hallar un
propósito y un sentido que trascienda lo individual. Estas personas están abiertas al
mundo interior y exterior. Están abiertas a la experiencia, a nuevos modos de percibir, a
nuevas maneras de ser, nuevos conceptos e ideas y a un nuevamente descubierto
mundo de sentimientos.

Encuentro que estas personas valoran la comunicación como un medio para juzgar las
cosas como son. Rechazan la hipocresía, el engaño y la ambigüedad de nuestra
cultura.

Estas personas son solícitas, deseosas de ayudar a todos cuando hay necesidad. La
suya es una atención gentil, sutil, no moralista.

Desconfían de los profesionales de la ayuda. Tales individuos manifiestan su antipatía


por cualquier institución burocrática, inflexible y sumamente estructurada. Consideran
que las instituciones han de existir para la gente y no lo contrario.
Estas personas confían en sus propias experiencias y desconfían profundamente de la
autoridad externa. Hacen sus propios juicios morales aun desobedeciendo aquellas
leyes que consideran injustas.

Su vida está fundamentada en una filosofía coherente: una confianza básica en la


naturaleza, constructiva del organismo humano, el respeto por la integridad de cada
persona, la convicción de que la libertad de elección es esencial para una existencia
plena, la creencia en que la comunicación armoniosa entre los individuos puede ser
favorecida, un reconocimiento de lo esencial que es la comunidad íntima para el
desarrollo de nuestra vida. Estas son algunas características que observo en estas
nacientes personas nuevas.

Soy bien consciente que pocos individuos poseen todas estas características y sé que
estoy describiendo a una pequeña minoría del total de la población. Lo sorprendente es
que personas con tales características se sentirán muy cómodas en un mundo que
consiste sólo en energías vibrantes, un mundo sin bases sólidas, un mundo en el cual la
mente, en su sentido más amplio, sea simultáneamente consciente y creadora de la
nueva realidad. Serán capaces de vivir con los diversos cambios de paradigma.

¿Podrán sobrevivir?

La tasa de mortalidad infantil entre quienes se diferencian tajantemente de sus culturas,


los que llevan en sí mismos el fermento de una revolución de los estilos de vida, ha sido
siempre bastante alta. ¿Podrán sobrevivir estas nuevas personas? Sin duda, se
enfrentarán con una considerable oposición. En ciertas culturas serán oprimidos y se
intentará suprimirlos de diversas maneras. Significarán una amenaza para las
organizaciones burocráticas (el estado, por ejemplo) puesto que sus valores son
diferentes, porque pretenden participar en las decisiones que los afectan, porque se
reservan el derecho de elaborar sus propios criterios éticos. Serán menospreciados por
la mayoría de nuestras instituciones educativas, pues tales personas otorgan a los
sentimientos la misma importancia que al intelecto, porque desafían las tradiciones y
por lo tanto no pueden ser convertidos en dóciles conformistas.
Serán un rompecabezas para las corporaciones y el mundo de los negocios, pues no
aceptan ser controlados mediante promociones en las escalas de salarios y porque,
para ellos, las personas tienen prioridad a los beneficios materiales. Serán inadaptados
en esta cultura tecnológica que enfatiza su intento de adaptar al hombre a la máquina y
pretende devorar a todo lo natural, para escupir luego los subproductos tóxicos sin
ninguna consideración para con las generaciones venideras.

Las nuevas personas incomodarán enormemente a los seguros poseedores de la


verdad. El "verdadero creyente", sea un dogmático de izquierda o de derecha, no puede
aceptar ni comprender a la persona abierta siempre en la búsqueda, porque no cree
poseer todas las verdades. Tales personas asustarán a muchos de nosotros, pues
presagian cambios radicales y la posibilidad de cambio provoca el terror y la furia de
muchos. No; las nuevas personas no tendrán una época fácil. Su infancia será un
tiempo de esfuerzos y penas. Pero poseen un elemento que alimentará su fortaleza. Es
el hecho de estar del lado del futuro; pueden vivir cómodamente ante la perspectiva de
cambios fantásticos. La física teórica no podrá ser suprimida. El bio-feedback tenderá a
progresar, no a desaparecer. Los conocimientos sobre modos de desarrollar el potencial
humano seguirán acrecentándose. Los nuevos métodos científicos no se vaporizarán.
Los grandes cambios en nuestra percepción del universo están aquí. Nos desafiarán
querámoslo o no. Nos cambiarán. Y aquellos que logren desenvolverse en tales nuevos
modelos, tendrán una gran oportunidad de supervivencia. A menos que nos
autodestruyamos; nos deslizaremos inevitablemente hacia un mundo nuevo, a pesar de
todas las actuales perturbaciones. Desearía bocetar mi sueño por muy idealista que
parezca acerca del mundo hacia el que nos dirigimos. Este nuevo mundo será más
humano y humanitario.

Explorará y desarrollará la riqueza y capacidades del espíritu humano. Generará


individuos más integrados y totales. Será un mundo que valore a la persona, el más
grande de nuestros recursos. Será un mundo más natural, con un renovado amor y
respeto por la naturaleza. Desarrollará una ciencia más compleja y más humana,
basada en nuevos y menos rígidos conceptos. Su tecnología estará encaminada a
mejorar al ser humano, antes que a explotar la naturaleza y a las personas. Liberará la
creatividad a medida que los individuos confirmen su poder, sus capacidades, su
libertad.

Los vientos de cambio cultural, social y científico están soplando vigorosamente. Las
enormes perturbaciones de la sociedad contemporánea forzarán la transformación
hacia un sistema nuevo, más coherente. Un renovado amor por la naturaleza y por cada
persona, una comprensión de la unidad espiritual del universo, parecen emerger con
esa nueva visión del mundo. Avizoro un mundo donde haya un lugar para una persona
más completa e integral. Esta es, al menos, mi más profunda esperanza.

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