Alegoría de La Caverna
Alegoría de La Caverna
Alegoría de La Caverna
Nos pide Platón imaginar que nosotros somos como unos prisioneros que habitan
una caverna subterránea. Estos prisioneros desde niños están encadenados e
inmóviles de tal modo que sólo pueden mirar y ver el fondo de la estancia. Detrás de
ellos y en un plano más elevado hay un fuego que la ilumina; entre el fuego y los
prisioneros hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared o
tabique, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar,
por encima de él, los muñecos. Por el camino desfilan unos individuos, algunos de los
cuales hablan, portando unas esculturas que representan distintos objetos: unos
figuras de animales, otros de árboles y objetos artificiales, etc. Dado que entre los
individuos que pasean por el camino y los prisioneros se encuentra la pared, sobre el
fondo sólo se proyectan las sombras de los objetos portados por dichos individuos. En
esta situación los prisioneros creerían que las sombras que ven y el eco de las voces
que oyen son la realidad.
1. En el mundo subterráneo.
Supongamos, dice Platón, que a uno de los prisioneros, “de acuerdo con su
naturaleza” le liberásemos y obligásemos a levantarse, volver hacia la luz y mirar
hacia el otro lado de la caverna. El prisionero sería incapaz de percibir las cosas
cuyas sombras había visto antes. Se encontraría confuso y creería que las sombras
que antes percibía son más verdaderas o reales que las cosas que ahora ve. Si se le
forzara a mirar hacia la luz misma le dolerían los ojos y trataría de volver su mirada
hacia los objetos antes percibidos.
2. En el mundo exterior.
Si a la fuerza se le arrastrara hacia el exterior sentiría dolor y, acostumbrado a la
oscuridad, no podría percibir nada. En el mundo exterior le sería más fácil mirar
primero las sombras, después los reflejos de los hombres y de los objetos en el agua,
luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que
hay en el cielo y la luz de los astros y la luna. Finalmente percibiría el sol, pero no en
imágenes sino en sí y por sí. Después de esto concluiría, con respecto al sol, que es
lo que produce las estaciones y los años, que gobierna todo en el ámbito visible y que
de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto. Al recordar su antigua
morada, la sabiduría allí existente y a sus compañeros de cautiverio, se sentiría feliz y
los compadecería. En el mundo subterráneo los prisioneros se dan honores y elogios
unos a otros, y recompensas a aquel que percibe con más agudeza las sombras, al
que mejor recuerda el orden en la sucesión de la sombras y al que es capaz de
adivinar las que van a pasar. Esa vida le parecería insoportable.
Si descendiera y ocupara de nuevo su asiento tendría ofuscados los ojos por las
tinieblas, sería incapaz de discriminar las sombras, los demás lo harían mejor que él,
se reirían de él y dirían que por haber subido hasta lo alto se le han estropeado los
ojos y que no vale la pena marchar hacia arriba.
2. Burla y persecución.
III. INTERPRETACIÓN
Debemos comparar la región visible con la morada-prisión y la luz del fuego que hay
en ella con el poder del sol.
Objeto último y más difícil del mundo cognoscible: la Idea del Bien.
Idea del Bien: causa de todas las cosas rectas y bellas; en el mundo visible ha
engendrado la luz y al sol, y en el ámbito inteligible es la productora de la verdad y de
la inteligencia; es la realidad que es necesario ver para poder obrar con sabiduría
tanto en lo privado como en lo público.
En Truman Show, Truman es una persona que ha nacido y se ha criado en un inmenso set de
cinematografía. El desconoce esto. ¿Qué sabe Truman de la realidad? Que la realidad es el
lugar en el que vive, que la realidad es lo que ve. Pero su esposa, sus amigos, el lugar donde
trabaja, y la ciudad entera y sus alrededores son un simulacro. El mundo real está afuera, y un
director ha creado esta vida de apariencia para él. Aunque varias personas que vienen del
mundo “real” intentan advertirle acerca de la situación, Truman se niega a creerles, y, su gesto
azorado se presta a la interpretación de que no sólo no les cree, sino que, además, ni siquiera
comprende de qué le hablan.
Como los encadenados desde que nacen en la caverna platónica, su realidad es la caverna
del set cinematográfico. Truman es prisionero de una vida “irreal”. ¿Pero es así? ¿La realidad
está afuera? ¿Truman es prisionero de una vida de apariencias o todos aquellos que miran su
vida, día a día, a través de la televisión, son también prisioneros de su propia vida de
apariencias? Quizá, ni unos ni otros sufran el acoso impertinente de lo que parece ser y no es.
Tanto la salida del set, por decisión, que realiza Truman en el final de la película, como la
salida del “útero-máquina”, que realiza el personaje de Matrix, constituyen la salida del filósofo
a la Realidad. Rotas las cadenas, acceden a un mundo de plenitud.
Tales eventos sean posibles porque los realizadores de ambas películas las sostienen sobre
los supuestos mínimos de la existencia de dos mundos, y de que hay una Realidad que, de
alguna manera, es siempre mejor, más elevada y más buena que este mundo en el que
vivimos. Las viejas-nuevas preguntas acerca de qué es la realidad, qué es la verdad, qué es lo
que vemos, y cómo la metáfora es constitutiva del mundo, atraviesan nuestra cultura. El cine
es una manera de mostrar nuestras preguntas filosóficas, una y otra vez. La angustia de
Truman al preguntarse cuál es la verdad, es nuestra angustia filosófica. La pregunta en Matrix
acerca de cuál es la realidad, es la anciana pregunta de la filosofía. La acción del cine y la
politización de estos temas (su ingreso en la polis del mundo) es una producción metafórica
que constituye, una vez más, nuevas redes de significantes posibles para producir, cada vez,
preguntas poiéticas que nos hablen acerca de nuestra cosmovisión y del entrecruzamiento
productivo con otras cosmovisiones. Para seguir preguntando.