Una Noche de Otono - Tamara Ortiz Santiago
Una Noche de Otono - Tamara Ortiz Santiago
Una Noche de Otono - Tamara Ortiz Santiago
Un accidente,
una silla de ruedas,
la pérdida de una persona que amas,
un nuevo destino,
Arkansas,
nuevas amistades,
un amor... O dos,
confusiones,
fiestas,
sexo,
peleas,
lágrimas,
Y Teagan...
Capítulo 1
Todavía tengo constantes pesadillas sobre el día en que mis piernas dejaron
de poder correr, andar, saltar, para quedar postradas en una silla de ruedas. Este
último año ha sido uno de los peores, varios cambios en mi vida que me han
vuelto loca. Que la gente me mirara raro, soportar escuchar como hablan de mi
con pena…
Hace una semana nos mudamos a Arkansas, venimos de California. Debido
a los problemas que tuve en el instituto decidimos empezar de nuevo en otro
lugar y mamá encontró rápidamente trabajo aquí, así que no lo pensamos más y
no desaprovechamos la oportunidad de empezar de cero sin gente que se metiera
en nuestras vidas. Vendimos nuestra antigua casa en California y eso hizo que
nos pudiéramos permitir el hogar donde estamos ahora.
Esta semana ha estado bastante ajetreada. Contando con que hemos venido
desde hace poco, que estamos “solas” y que no soy muy buena con los
cambios... En fin. Este año comienzo el primer año de carrera en la universidad
de Arkansas. Filología hispánica, una de las carreras más “jodidas” según me
han dicho. Aun así, ¿qué hay de malo en hacer lo que te gusta?
Lunes. Comienzo de algo nuevo. Marta, la amiga de mamá, lleva
trabajando para nosotras bastante tiempo. Se encarga más que nada de ayudarme
a ponerme en la silla, de ayudarme a hacer varias cosas que yo no puedo hacer
por mí misma. Somos la única familia que tiene. No tiene marido, y su hijo vive
lejos. Además, mamá le paga bastante bien. Abro los ojos cuando la escucho
entrar a la habitación. Siento como va hacia las cortinas moradas de mi
habitación y las corre hacia un lado. La luz solar me da de lleno en la cara, lo
que me obliga a cerrar los ojos con fuerza. Me quedaría durmiendo por mucho
más tiempo. Lo amo.
—Venga, Teagan. Aún hay que hacer bastantes cosas.
Me ayuda a acomodarme en la silla de ruedas y entonces voy hacia el
lavabo para lavarme la cara y limpiarme los dientes mientras ella con una sonrisa
peina mi pelo. La contemplo y no se me escapa esa sonrisa que siempre me
acompaña de agradecimiento. Por estar este año pasado al lado de una paralítica,
cuidándome y haciendo el papel de madre mientras esta trabajaba duro para
poder darme de comer. Marta es una de las mejores personas que he podido
conocer. Me quiere muchísimo, y yo a ella. Es como una madre más.
Anoche estuve hasta bastante tarde despierta. Podría decir que fue a causa
de los nervios (que también). Pero el motivo fue alguien con unos ojos tan azules
como el mar. Rocco... Él es... él.
Salimos de la habitación y vamos hacia el comedor. Mamá está sentada, con
su Tablet mientras bebe café. Cuando me ve, sonríe y deja todo de lado.
—¿Nerviosa? —pregunta, a lo que asiento—. Sabes que si hay algún
problema yo voy a estar aquí, ¿verdad? Lo último que quiero es que vuelvas a
pasarlo mal.
—Gracias. Pero creo que puedo manejarlo. Arkansas es... Una nueva
oportunidad —Aunque sé que todo el mundo mirará a la chica paralítica que está
postrada en una silla de ruedas. Seré el tema de conversación de la gente durante
mucho tiempo, pues es algo que ya ha pasado muchas veces en mi antiguo
instituto, después del accidente que me dejó así.
Nos despedimos de Marta, y salimos de casa para ir hacia la universidad.
Según me he informado, la universidad de aquí es bastante distinta a las demás.
El horario es de ocho a una de la tarde. Los de letras, vamos a la uni lunes,
miércoles y viernes. No me he informado de los demás porque el que me
interesa es el mío.
A las once hay media hora de descanso para todos, donde aprovechan para
ir a cafeterías, a la biblioteca... Está bastante bien distribuido. Llegamos diez
minutos después. Mamá sale del coche y va hacia el maletero para sacar la silla,
a continuación, me ayuda a sentarme y me lleva hacia secretaría donde me
llevarán a mi respectiva aula. Los nervios me carcomen y soy incapaz de dejar
de morderme el labio, solo dejo de hacerlo cuando me doy cuenta de que llevo
labial morado y no quiero que se borre.
Me encargo de hablar con una secretaria, la cual me acompaña a mi
respetiva clase. Me cuenta mientras alguna información sobre la universidad, y
me desea suerte.
Nos paramos frente a una puerta blanca y tras tocar abre. Seguidamente
entramos al aula y noto como muchos ojos giran a nuestra dirección, mirándome
con curiosidad.
Hago una mueca.
—Hola, esta es vuestra nueva compañera de clases, espero que la tratéis
bien.
Observo el aula y veo que hay una mesa al fondo donde no hay silla. Bien,
quizá sabían que tendrían a una minusválida como compañera, eso es algo.
La secretaria tras hablar con la profesora se despide deseándome suerte y
sale de clase. La profesora que se ha presentado como Rebecca pide que me
presente a los demás.
—Hola, soy Teagan Bass, y tengo dieciocho años —digo en susurros
mientras trato de no mirar mucho a los alumnos.
Seguido de eso, voy hacia el final del salón, notando como sus miradas
siguen cada uno de mis movimientos hasta que llego a la mesa y dejo mi
mochila sobre ella. Algo que mi madre ha querido tener en cuenta es que la
universidad tiene varias facilidades. Estas aulas están apropiadas para que
alguien con silla de ruedas pueda ir por ella sin que pase nada. Además de
rampas, ascensores...
La clase continua y veo muchos pares de ojos fijos en mí, ya es algo
normal, aunque nunca voy a acostumbrarme, por eso es mejor no hacer nada.
Unos minutos después sigo nerviosa, aunque al estar detrás de todos solo
veo que de vez en cuando alguno me mira, noto una mirada penetrante pegada a
mí. Al final no me resisto y giro la cabeza hacia la derecha viendo a un chico que
no deja de observarme, clavando sus ojos en los míos...
A primera vista se le ve un tanto intimidante. Su cabello negro azabache cae
hacia delante y tapa un poco sus ojos, aunque parece ser que es algo que no le
importa. Son de color verde muy claro, y me observan sin descaro. Entonces,
me tomo el atrevimiento de hacer lo mismo. Su cuerpo es delgado. Su mandíbula
es afilada, apretada. Viste con una camiseta de manga larga negra, que se pega a
su cuerpo, junto a unos jeans negros y converse blancas.
Decido que ya le he prestado más atención de la necesaria, y cuando noto
que empiezo a sonrojarme, giro la cabeza y sigo intentando prestarle atención a
la profesora durante los últimos treinta minutos de clase.
El timbre suena y espero a que todos hayan salido del aula para poder salir
tranquilamente. El chico de antes aún sigue en clase después de haberse ido
todos. Yo guardo las cosas en la mochila sin prisa y tras mirarle un momento de
reojo, salgo de clase para dirigirme hacia el descanso, pues he llegado una hora
antes.
Aplaudiendo mentalmente a Marta por haberme metido el desayuno en la
mochila —a veces soy muy olvidadiza—, me dirijo hacia un sitio tranquilo
debajo de un árbol. A pesar de estar con silla de ruedas, me acomodo lo mejor
que puedo y como mi sándwich mientras veo cómo las personas pasan y me
miran de reojo mientras susurran con sus amigos.
¿Acaso soy la única paralítica que han visto en sus vidas?
Noto una sombra a mi lado y giro la cabeza para ver a una chica de cabello
largo rojizo —claramente teñido—, y ojos verdes pequeños sonriéndome. Unas
imperceptibles pecas se arremolinan en su nariz.
—¡Ey! soy Jessica, eres nueva, ¿verdad?
Asiento con la cabeza.
—Soy Teagan —digo en un susurro tímido.
—¿Te molesta si me siento a tu lado? —me pregunta y niego con la cabeza.
Se sienta y a pesar de que estoy más alta que ella por la silla, no se me
dificulta el poder hablar con ella sin tener que estar con la cabeza agachada.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? Este pueblo no es muy grande y todo el
mundo se conoce —me pregunta y da un mordisco a su bocadillo.
—Llegué hace apenas una semana, mi madre y yo queríamos un cambio de
aires...
Me sonríe y asiente. Comemos en silencio. La miro de reojo y parece una
buena chica, es la primera con la que hablo desde que estoy aquí. Extraño a mis
amigos Luck y Victoria de California... Me ayudaron y estuvieron ahí para todo,
para intentar ayudarme a llevar bien todo esto, se entristecieron mucho con mi
marcha, pero es lo que hay... No podía seguir viviendo en un sitio como aquel.
Jessica me dice que está estudiando la carrera de fisioterapia, y que tiene la
misma edad que yo. Por lo que me explica vivimos bastante cerca y me dice de
ir algún día a una cafetería que está cerca para conocernos mejor. Yo acepto
sonriendo y cuando el timbre suena nos despedimos y le doy mi número de
teléfono.
Me encamino a mi siguiente clase. En un momento me distraigo y me fijo
uno por uno en los compañeros que tengo. Algunos de ellos están sentados
enfrente del todo prestando mucha atención en clase, otros están mirando por la
ventana distraídamente y algunos están hablando entre sí riendo o pasándose
papelitos entre ellos intentando que el profesor no les pille.
Solo tengo ganas de llegar a casa para ver a Rocco...
Veo que el chico de antes está unas mesas más adelante de mi perdido en
sus pensamientos... Su espalda ancha está tensa y su figura luce imponente.
Ninguno de los alumnos ni siquiera intenta mirar en su dirección y eso crea en
mi interés y curiosidad. Como si sintiera mi mirada, gira su cabeza hacia mí y yo
rápidamente bajo la mirada para que no me pille, aun sabiendo que seguro lo ha
hecho.
Las clases acaban y salgo después de todos para esperar a que mamá venga.
Y ahí está él, al lado de las rejas de la uni, fumando un cigarro mientras mira
hacia mí. Esta vez decido aguantar la mirada y no ser cobarde, no voy a dejar
que su mirada me intimide. Sigo mirándole a los ojos cuando oigo el sonido de
un claxon y pego un pequeño salto del susto. Miro hacia atrás y veo como mamá
sale del coche para venir a por mí. Me saluda sonriente como siempre y me
ayuda a subir mientras ella guarda la silla en el maletero. Entonces me permito
volver a mirar hacia donde estaba él, pero ahí ya no hay nadie.
Mamá sube al coche y durante el camino hablamos sobre cómo ha ido el
día. Unos veinte minutos más tarde llegamos por fin a casa y me lleva hacia la
cocina donde Marta lleva dos platos con lasaña a la mesa.
—Mmm... Huele genial —digo mientras me acomodo en la mesa y sirvo un
poco de zumo de piña en mi vaso.
Comemos mientras hablamos sobre trivialidades. Naomi, mi madre, apenas
tiene treinta y siete años. Trabaja en una empresa de diseño y moda. Crea
diseños increíbles.
Cumple su sueño desde que era una adolescente.
Después de comer me despido y me dirijo hacia mi habitación para hacer
Skype con Rocco.
Marta me ayuda a sentarme en mi cama, y me trae mi portátil. Se retira y
me conecto a Skype, viendo como Rocco también acaba de conectarse.
—Hola, bellezza.
—Hola, Rocco. Te he echado de menos.
Su sonrisa no se hace esperar, y me observa a través de la pantalla.
—Yo también a ti, Teagan. Estaba deseando que llegaras de la universidad
para poder ver esos ojos que me encantan.
Me sonrojo, y le observo.
Rocco es muy rubio. Tiene los ojos azules, y su sonrisa es encantadora.
Cuando sonríe, dos hoyuelos aparecen en sus mejillas.
—El primer día ha ido bien. ¿Cómo te ha ido a ti la universidad?
Él tiene veintiún años. Está en el tercer año de la carrera de magisterio.
—Ha sido pesado, ya sabes.
Pasamos las próximas dos horas hablando, y riendo. Con él me siento muy
a gusto.
—Estoy deseando poder ir a verte, deseo tocarte y estar contigo —dice,
mirándome a los ojos. Sé que me mira con un deseo infinito, deseo que
compartimos.
—Italia está muy lejos de aquí, Rocco...
Suelta un bufido.
—Al final voy a pensar que no quieres verme.
Frunzo el ceño, y comienzo a enfadarme.
—Entiéndelo. Vives muy lejos y...
—Teagan, me voy con unos amigos. Después hablamos, ¿sí? Ti amo,
carina.
Después de eso, se desconecta de Skype, y suelto un grito.
No es que no quiera que venga...
Simplemente, tengo miedo de que me rechace.
Porque él no sabe mi mayor secreto...
Él no sabe que soy una paralítica.
Capítulo 2
Al día siguiente por la tarde, decido hacer video llamada con Vic —Mi
mejor amiga—, y responde rápidamente.
—¡Hola! Pensaba que ya me habías olvidado... —ríe y juguetea con unos
hilos del jersey negro que lleva—. ¿Cómo va por ahí? —me pregunta.
—Bien. Ayer fue mi primer día de clase, estuvo bien. Algunos como
siempre se quedaban mirándome...
Resopla, y se aparta un mechón de su pelo rubio de la cara.
—No te preocupes, la gente es imbécil. Cuando pasen por tu lado y miren,
tú solo les sacas el dedo del medio y todo arreglado.
Suelto una risa y ella me mira divertida, encogiéndose de hombros.
—Y que, ¿Algún chico ha llamado tu atención? —me pregunta—. Espero
que no sean igual de horribles como los de aquí... —dice haciendo una mueca
graciosa.
—No están mal... Pero ninguno me ha llamado la atención. Además, sabes
que yo quiero a Rocco...
Suelta una risa, y después niega con la cabeza.
—No hables de Rocco ahora. Te conozco desde que éramos pequeñas,
¿Acaso no sabes que sé perfectamente cuando mientes? Venga, ¿Quién es él?
Muerdo mi labio inferior y mi mente se traslada al chico misterioso de mi
clase. Sinceramente, desde el primer momento me ha llamado la atención.
—No es nadie, enserio. Solo es el primer día…
Cambio de tema y seguimos hablando durante unas horas hasta que me dice
que tiene que irse. Miro el reloj y veo que son las siete de la tarde.
Después de haber estado un rato escuchando música, mi teléfono suena.
Miro quién es, y veo que es número desconocido.
—¿Hola? —pregunto confusa.
—¿Teagan?
—Sí, soy yo. ¿Quién eres? —respondo mordiendo mi labio inferior.
—Soy Jessica. Nos conocimos ayer en el patio. Te llamaba para preguntarte
si quieres ir a tomar algo en la cafetería que te dije ahora. Si no tienes nada que
hacer, claro.
—Oh... Hola. Claro, ¿Me pasas a buscar?
—Claro, mándame la ubicación y en diez minutos estoy allí.
Cuelga y diez minutos después estoy esperando en el patio de casa. He
avisado a mamá y ésta un poco reticente me ha dejado ir.
Veo que un Seat Ibiza rojo se para delante de la puerta de casa y Jessica sale
de él.
Me acerco a ella y me ayuda a subir. Al entrar, ponemos música y vamos
hasta la cafetería hablando y veo que compartimos gustos musicales. A ella igual
que a mí, le encanta Halsey.
Cuando llegamos a la cafetería, me ayuda a subir a la silla y entramos. Todo
es de color blanco y rosa pastel.
Nos dirigimos hacia una mesa y tras pedir unos batidos de fresa a una
camarera que venía con unos patines en sus pies, charlamos.
—¿Has conocido a alguien aparte de mí? —me pregunta y le da un sorbo a
su batido cuando nos los traen.
—No, no he hablado con nadie más... No soy muy social que digamos...
Me mira y sonríe.
—Ah bueno... Mañana en la hora de patio ven conmigo y te presentaré a
mis amigos, les caerás genial.
—Mañana no tengo clase, ¿El miércoles? —pregunto con una sonrisa.
—Vale. Pero no estarán todos. Los lunes son cuando coincidimos todo el
grupo. Así que ya os presentaré.
Seguimos charlando y me doy cuenta de que tenemos bastantes cosas en
común. A las dos nos encanta leer y ver series. Tenemos gustos musicales
bastante parecidos y me explica que tiene un hermano mayor llamado Nash. Yo,
por mi parte no tengo ningún hermano. Además, mi madre no se lleva bien con
su familia y solo nos tenemos la una a la otra.
Cuando acabamos vemos que ya se está haciendo tarde, por lo tanto, me
lleva a casa. Nos despedimos y promete que nos veremos pronto.
Asiento y entro alegre por la puerta de casa, subiendo por la trampilla.
Inmediatamente el olor a pizza llega a mí. Voy hacia la cocina y mamá está
revisando unos papeles mientras Marta saca la pizza recién horneada y comienza
a cortarla.
—¿Cómo ha ido con Jessica? —me pregunta mamá, y deja sus papeles en
la mesa para prestarme atención.
—Ha ido muy bien. Tenemos muchos gustos en común y es bastante maja
—respondo mientras me acomodo a su lado y bebo un poco de agua.
Marta pone la pizza en la mesa y se sienta con nosotras. Ella es una gran
amiga de mamá, no tenía trabajo y como ella está ocupada muchas veces la
contrató para que cuidara de mí y me ayudara en lo que necesitara, cosa que está
haciendo increíblemente bien.
—¿Estás segura de que quieres ir con ella? Apenas la conoces, Teagan —
me dice preocupada.
—No va a pasar nada, tranquila —le respondo agotada.
Suelta un suspiro y después de cenar voy hacia mi habitación, Marta me
ayuda a acomodarme en la cama y va hacia la estantería llena de libros para
escoger uno.
Me da un beso en la frente y cuando se marcha, enciendo el ordenador para
ver si Rocco me ha mandado algún mensaje. También hablamos por WhatsApp,
pero apenas lo utiliza. Solo si es estrictamente necesario. Nosotros nos
conocimos por una página de internet hace diez meses, más o menos.
Cuando me conecto a Skype, veo que su usuario está desconectado. Suspiro
y me paso las manos por mi pelo rubio corto.
Desde que ayer nos enfadamos, no hemos hablado más. Le echo de
menos...
"He experimentado de todo, y aseguro que nada es mejor que estar en los
brazos de alguien que amas"- John Lennon
"Lo que te hace sentir bien no te puede causar ningún daño"- Janis Joplin.
Dana no tenía claro cuánto alcohol había ingerido. ¿Cómo había sido
capaz de besar con esas ganas a Jason? Ella siempre había pensado que era gay.
Pero esa gran erección le dejó claro que no. La manera en la que sus pechos
habían tocado el de él mientras hacía su recorrido lamiendo con gusto su
abdomen... No había podido dejar de pensar en la mirada lujuriosa que Jason le
había mostrado cuando le retó a quedarse desnuda de cintura para arriba. Ella lo
había hecho encantada.
Total, estaba borracha.
Había observado también lo de Teagan y Wyatt, quienes habían estado
más de cinco minutos besándose. Se notaba que se tenían ganas, no lo podían
negar.
Lo que le extrañó fue que Teagan casi llorando pidiera que le llevaran a
la habitación donde dormiría. A ella le tocaba dormir con Mía. Jason dormiría
con Wyatt, Teagan con Lizz y Esther con Jessica. Estas últimas dos les habían
dejado alucinados a todos.
Se habían besado con muchas ganas. Pero según ella sabía, a ninguna les
gustaban las chicas.
Cuando Jason y Jessica bajaron de nuevo, los demás se juntaron de
nuevo. Comenzaron a beber otra vez, y a poner música a pesar de que arriba
alguien intentaba dormir.
—No me creo que Jason se haya excitado —le comentó Lizbeth, riendo a
carcajadas por su amigo. La chica de cabello negro no podía creer que a su
amigo le atrajera Dana. Era muy guapa, pero ella lo era más. Dana era muy
delgada, y bonita. No tenía mucho pecho, y tampoco tenía mucho trasero. Cosa
que ella sí. Liz tenía muy buen cuerpo. Sus caderas eran anchas, y su cintura era
pequeña. Usaba una noventa y cinco en los pechos, cosa que a los hombres les
volvía locos.
No le resultaría raro que Jason se fijara en ella. Y lo que había pasado
con su amiga de cabello morado, le había hecho comprobar que no era gay.
Quizá más adelante podría acostarse con él.
—Yo pensaba que era gay —respondió Dana, quién cada vez estaba más
borracha.
Y más necesitada, eso también.
Se alejó de Liz, y se acercó a Jason, quién estaba recostado contra la
encimera de la cocina abierta que daba directa al salón. Este estaba sin camiseta.
Tenía el cabello muy desordenado, y miraba a Dana con muchas ganas. Sentir su
lengua en el pecho le había excitado mucho...
Dana comenzó a bailarle, poniendo su espalda contra el pecho de él, y
moviendo las caderas al ritmo de la música. En un movimiento echó el cuerpo
hacia delante, y movió el trasero de manera en que este rozara la erección de su
amigo. Este miró sorprendido lo que acababa de hacer su amiga, y notó que en
cualquier momento lo mandaría todo a la mierda.
Dana siguió bailando para él, sin ver a sus amigos, quienes tampoco les
estaban prestando atención. Menos Liz. Liz les veía desde lejos, sintiendo furia
por dentro. Era ella quién debía acostarse con él.
Jason colocó sus manos sobre la cintura de Dana, y bailó junto a ella. El
pelirrojo no se dio cuenta de que acababan de cogerle la mano, y pronto
empezaron a ir rápidamente escaleras hacia arriba.
—¿Dónde está tu habitación? —preguntó su amiga, teniendo una extraña
necesidad de sentir a Jason dentro de ella.
Este la dirigió a su habitación, y cuando cerró la puerta de esta, la chica
de cabello morado le tiró sobre la cama, colocándose a horcajadas de él, y se
lanzó a sus labios. Los comenzó a mover demandantes, poseyéndolos.
Jason tocó sus pechos que no tenían nada tapándolos, y escuchó los
ruidos que soltaba por su boquita. Entre los dos se deshicieron de la ropa
restante, y Dana levantó sus caderas, para después dejarse caer. Llenándose por
completo.
El chico no podía creer lo que estaba pasando. Estaba teniendo sexo con
una de sus amigas. Con Dana, quién siempre le había llamado la atención, a
pesar de que desde que Teagan llegó al pueblo, solo había querido estar con ella.
Jason cogió a su amiga por las caderas y comenzó a hacerle el amor con
mucha fiereza. Se escuchaba el ruido de sus cuerpos chocando, y los gemidos
que Dana soltaba descontroladamente. No podía dejar de sentir ese placer de que
alguien estuviera dentro de ella. Había pasado tanto tiempo...
Jason dio la vuelta, quedando encima de ella. Se besaron con pasión, e
hicieron el amor descontroladamente.
—Dios, Jay... Más rápido, por favor.
Jason hizo caso a sus palabras, y después de unos minutos el terminó
derrumbándose encima de ella. Sin apenas oxígeno. Estaba agotado por la escasa
experiencia que tenía.
Unos minutos después, el sueño les venció.
Jessica se sentía completamente feliz. Allí, con sus amigos, olvidaba los
problemas que tenía en casa. Olvidaba el problema con las drogas de su hermano
Nash. Además, olvidaba que su madre apenas hacía nada contra ello. Se sentía
feliz porque sus amigos la comprendían a pesar de no saber todos sus secretos.
Teagan se estaba convirtiendo en alguien muy importante en la vida de
Jessica. Odiaba que tuviera que ir en silla de ruedas, a pesar de que eso no la
hacía peor. Igual que ella, Teagan guardaba también secretos que nadie sabía.
Lizbeth era la única que sabía todo lo que pasaba en el mundo de Jessica.
Liz y ella eran mejores amigas de toda la vida. Por eso, sabía uno de los mayores
secretos.
Jessica estaba enamorada de Esther. De una de sus mejores amigas. La
había querido muchos meses, y tan solo lo sabía Liz. Aquél beso que se dieron
hacía apenas una hora, había desatado más sus sentimientos. Lo que más le había
sorprendido fue que Esther le devolviera el beso con ganas. Si no hubieran
estado allí sus amigos, la hubiera seguido besando hasta el cansancio. Se moría
de ganas por volverlo hacer, ahora que por fin había probado sus labios. Le
encantaban sus ojos oscuros. Y sobre todo su cuerpo. Le hubiera encantado
tocarlo como le hubiese dado la gana.
Esther estaba completamente borracha. Se reía de sí misma cuando
pensaba en el beso que se había dado con Jessica. Las dos estaban muy
borrachas. Pero obviamente a ella le gustaban los chicos, por ello hacía apenas
unos días se había acostado con Mikel, un chico de tercer año. Nada importante.
—¿Te ha gustado el beso? —le preguntó Jessica, atreviéndose a hacerle
la pregunta. Estaban las dos un poco alejadas de todos. Dana y Jason habían
subido arriba, ya se suponía a qué. Teagan estaba durmiendo, y Mía, Liz y Wyatt
estaban muy alejados de ellas.
Esther soltó una carcajada.
—No besas nada mal... —respondió Esther.
Jessica sonrío, y con atrevimiento, pasó su mano por el cuerpo de su
amiga. Comenzó por el cuello, notando como la respiración de su amiga se
atascaba. Bajó la yema de sus dedos hacia sus pechos.
—¿Te importa si te los toco? —le preguntó Jess, mordiéndose los labios.
Deseaba tocarla. Esa noche parecía que habían bebido algo extraño. Siempre que
había salido, no ocurrían esas cosas.
Esther negó con la cabeza. Ella estaba tumbada en el sofá grande de
Jason. Las luces estaban apagadas, solo las iluminaba una lámpara. Llevaba
puesto un top muy corto, que desvelaba su abdomen plano, y una minifalda.
Jessica bajó la mano, y la metió dentro del top. Sentía como la excitación
le recorría todo el cuerpo. Echó el sujetador hacia arriba, y tocó los pechos de su
amiga, haciendo que esta soltara un gemido.
Dios... Esther sentía que se volvería loca. No entendía en realidad lo que
estaba pasando. Tenía tanto alcohol en su sistema, que necesitaba que le tocaran
con urgencia.
Jessica se colocó a horcajadas sobre su amiga, y comenzó a besar su
cuello. Sus besos se deslizaron hacia sus pechos, y Esther comenzó a gemir.
De pronto se sintió mal. ¿Qué estaba haciendo? Su amiga realmente no
sabía que estaba pasando, y debía parar. Y sin dar explicaciones, se levantó y se
marchó rápidamente.
Mía estaba más que enfadada. Quería que Liz se fuera para poder
quedarse a solas con Wyatt. Después de muchos meses, le diría que deseaba
estar con él. No sabía por qué había tenido que retar a algo así a Teagan. Pensaba
que esa muchacha no se atrevería.
Se equivocaba.
Liz, Wyatt y Mía habían sido testigos de cómo Jason y Dana subían
escaleras para arriba. No habían escuchado nada, pero daban por supuesto que se
iban a acostar.
Cuando Mía se marchó un momento, Wyatt aprovechó para pedirle un
favor a Lizbeth.
—Necesito que duermas con Mía, por favor. No quiero tener que dormir
con ella, porque estoy seguro de que Jason y Dana dormirán juntos. Por favor,
Liz. Duerme con ella.
Liz estaba que echaba humo. Dana y Jason se habían acostado. Quizá
debía entenderlo. Al fin y al cabo, todos eran amigos.
—Está bien, Wyatt. Me debes una.
El chico de cabello negro gruñó, y por dentro saltó de la felicidad. Sabía
que Mía tenía alguna intención, pero ella no le atraía. Mía era bonita. Tenía el
cabello castaño y sus ojos también eran marrones. Tenía un bonito cuerpo, pero
solo una persona le llamaba la atención.
Y también le recordaba muchas cosas.
Antes de que Mía regresara, Wyatt se despidió de Liz, y caminó escaleras
arriba hacia la habitación de la chica que ocupaba la cama a su lado, y su cabeza.
Llegó a la habitación, y cuando entró, la vio durmiendo. A su lado, había otra
cama que el inmediatamente ocupó. Recordó la escasa conversación que habían
tenido minutos atrás y sonrió. Se había marchado después de sus últimas
palabras. Wyatt tenía muchos secretos por descubrir.
Aquella noche sucedieron muchas cosas. Pero a la siguiente mañana, más
de un corazón se rompería en mil pedazos.
Capítulo 7
Entro en la universidad, y voy tan tranquila ignorando algunas miradas
dirigidas hacia mí. Es miércoles, estamos a mitad de semana, y ya estoy
deseando que sea sábado para poder descansar de todo. Este fin de semana, aún
no sé qué día, iré a dormir a casa de Jessica. Me pidió que me quedara, y
obviamente acepté.
—¡Teagan! —escucho que alguien me llama, y giro la cabeza para ver
una mata de cabello de color rojo acercarse a mí. Su sonrisa hace que sonría, y
espero a que llegue a mi lado.
—Hola, Jay Jay.
—Te acompaño a clase.
Asiento, y permito que se ponga detrás de la silla y me lleve hasta
adentrarnos en los pasillos de la uni. Afortunadamente tienen ascensor, y me toca
clase en una segunda planta. Así que subimos los dos con una llave especial que
tengo —ya que solo pueden subir profesores y alumnos que tienen esguinces en
los pies, o en mi caso van en silla de ruedas—, y salimos hacia otro de los
pasillos.
La universidad es enorme. Hay muchísima gente de todo tipo. A pesar de
que solo he visto que yo iba en silla de ruedas. No he visto a nadie más.
—Oye, Teagan... Con relación a la noche que estuvimos en mi casa... ¿Te
acuerdas de todo?
Me sienta mal mentirle. Estoy entre la espada y la pared. Dana nos pidió
que no dijéramos nada, y Jason está muy confuso.
—Sí, me acuerdo de algunas cosas.
Paramos un momento, y se coloca frente a mí.
—Yo... Eh... —sus mejillas se tiñen de carmesí, y me entran ganas de
sonreír—. Verás... No sé si fueron imaginaciones mías... Pero uh...
Suelto una risita a causa de que sea tan vergonzoso. Siento mucho tener
que negarle que se acostó con Dana. Ella actúa como si nada hubiera pasado. A
veces rehúye de la mirada de Jason, cuando este se queda mirándola fijamente.
—Es que no sé si fue un sueño, de verdad. Estoy muy confuso. Wyatt me
dijo que eran alucinaciones mías, e incluso se rio de mí. Pero de verdad. Creo
que esa noche me acosté con Dana... —se rasca la nuca en un gesto inocente.
—Mira, Jay... —me duele mucho mentirle...—. Esa noche bebimos
mucho... Jugamos a la botella, pero no pasó nada más. Dana durmió conmigo. Y
Wyatt durmió contigo. Quizá lo soñaste...
—Pues en ese caso, fue tan real... —suelta un suspiro, y me mira a los
ojos—. Yo realmente pensé que había pasado algo.
—Lo siento —susurro en respuesta, y agachando la mirada, vuelve hacia
detrás de la silla, y me acompaña hasta mi próxima clase.
—Nos vemos en la hora del descanso, Teagan. Que te vayan bien las
clases —se despide Jay Jay, y me despido de vuelta.
En clase intento prestar la máxima atención que puedo. Esa noche nos ha
dejado un poco raros a todos, aunque en realidad intentamos pasar por
desapercibido el tema. Creo que pasaron más cosas de las que me puedo llegar a
imaginar. Me duele tener que haberle mentido a Jay, pero según Dana, ella no
quiere que la relación que hay entre todos cambie. Ellos realmente se han
convertido en unos muy buenos amigos. Sobre todo, Jessica. Tengo confianza
con ellos, aunque con la que menos es Mía. Pero tendré que acostumbrarme a su
presencia.
Fijo mi mirada en la espalda de Wyatt. Está tomando apuntes de uno de
los profesores, totalmente concentrado. Su cabello está algo echado hacia atrás.
Mantiene una postura rígida, pero se le nota concentrado. Tiene su lápiz entre los
labios. El imperceptible aro de su piercing mantiene el lápiz intacto, y suspiro.
Sé que hice mal besándome con Wyatt. Y más si no se lo he contado a
Rocco. Fue un juego, y un beso por una prueba. Se con certeza que no va a
volver a pasar, aunque en mi interior quiero todo lo contrario. Ese beso me dejó
con ganas de más, desgraciadamente. Wyatt es un chico muy guapo. Llama la
atención por dónde va sin quererlo. No es un chico malo, pero tiene toda la pinta.
Sé qué habrá estado con muchas chicas, pero eso no le hace inferior. Todos
podemos estar con quién queramos si no estamos comprometidos con nadie.
Supongo que siente mi mirada, y sus ojos se clavan en los míos por unos
segundos. Después, vuelve a prestar atención a la pizarra, y me parece ver un
comienzo de sonrisa asomarse en sus labios. Me muerdo los míos, y comienzo a
tomar apuntes atrasados.
El profesor mientras escribe en la pizarra habla, pero realmente no le
escucho. Me es imposible. Estos días mi madre y yo hemos estado bastante
unidas. La reciente muerte nos ha tocado mucho, por ello entre las dos nos
cuidamos. Le amo con locura, y sé que ella me quiere de la misma manera a mí.
Mamá es alguien especial, y espero que pronto vuelva a ser feliz.
Estos días hemos estado mirando películas cuando yo no he tenido
deberes o ella trabajos, y series. Hemos comenzado a ver "Riverdale" una serie
estadounidense que nos ha enganchado de principio a fin.
Las tres en casa estamos genial. A pesar de que es un sitio muy grande.
Marta tiene su propia habitación, así que todo es perfecto.
El timbre suena, y tras dos horas de clase más, llega la hora del descanso.
Salgo hacia el ascensor, y me encuentro a Dana por el pasillo.
—¡Dana! —la llamo, y esta inmediatamente se acerca a mí.
—¡Hola, Teagan! Vamos, que me muero de hambre.
Suelto una carcajada, y nos dirigimos al ascensor. En la bajada, nos
mantenemos en silencio, pero al salir no puedo aguantar más.
—Oye, Dana. Jason hoy me ha preguntado por lo de la otra noche...
—¿Le has dicho algo? —me mira aterrorizada, y suelta un suspiro de
tranquilidad cuando niego con la cabeza.
—No, no lo hice. Pero no me parece bien que no sepa la realidad. El
piensa que fue un sueño. Me da algo de pena que piense eso...
Suelta un suspiro, y se pasa la mano por su cabello, nerviosa.
Dana tiene un cuerpecito pequeño. Es alta, y muy guapa. Me alegro de
haberla conocido. Sé que en unos meses seremos grandes amigas.
—Eso es cosa mía, Teagan. Sé que está mal, pero de momento esto
seguirá así. Yo veré el momento de contarle la verdad.
Llegamos y ya están todos en la mesa. Wyatt y Mía están apenas unos
centímetros más separados. Me coloco al lado de Jason y me sonríe. Jess, Esther
y Liz hoy no tienen clase. Pero Esther ha venido para entregar un trabajo
atrasado.
Comenzamos a comer, y veo como Esther se levanta.
—¿Qué pasa? —pregunta Liz, y ella niega sonriendo.
—Estoy esperando a Mikel.
—¿Al de tercer año? —pregunta Jason. Esther asiente, y el frunce el ceño
—. ¿Tenéis algo? Sabes que no es muy buena influencia...
—¡Métete en tu vida, Jason! Sabré yo si es conveniente o no...
—No le hables así a Jason —pide Liz, un poco tensa—. Solo te está
advirtiendo. Sabes que Mikel se ha follado a un montón de chicas.
—¿Y estas resentida porque no has sido una de ellas? —pregunta a la
defensiva, haciendo que soltemos un jadeo.
—Te estás pasando —se mete en la conversación Wyatt.
Esther bufa, y cuando ve a Mikel se lanza hacia él, besándole eufórica.
Capítulo 9
"Una mujer debe de ser dos cosas; quien ella quiera y lo que ella quiera" de
Coco Chanel.
Hoy voy a casa de Jessica, y la verdad es que tengo muchas ganas. Ganas
de estar hasta tarde hablando con una amiga, comiendo, mirando películas...
Hacía mucho que no me sentía con esa necesidad. Pensar esto me recuerda que
hace muchos días que no hablo con Vic. Además, aún no he hablado con Luck y
eso me molesta. Él también podría hablarme, pero siempre ha sido alguien muy
reservado. El año pasado éramos los tres inseparables. Victoria siempre ha sido
la chica segura de sí misma, energética, y con ganas de comerse el mundo. Luck
era un amor de chico, pero era reservado e incluso a veces tímido. Me confesó
una vez que tenía un pequeño enamoramiento por Victoria. Le fascinaban sus
ojos grises y su cabello rubio liso y muy largo. Espero que, al haberme ido,
puedan dar ese pequeño paso o al menos intentar algo. Sé que podría salir algo
bueno de allí.
Guío mi silla hasta el salón, y veo a mamá trabajando junto a su portátil.
Son las cinco de la tarde, y se le nota algo cansada. Ella trabaja mucho y muy
duro para sacarnos adelante. Su cabello rubio está recogido en un moño suelto, y
lleva unas gafas de pasta negras puestas. Tiene el pijama aún puesto, y me hace
sonreír.
Mamá se da cuenta de que la observo, y me pide que me acerque. Su
cuerpo se tensa un poco, y trata de que su apariencia no luzca nerviosa.
—Quiero comentarte algo, cariño.
Me dirijo a su lado, y extiendo la mano hasta coger un plátano que hay
sobre la encimera, junto con otras frutas y tras pelarlo, comienzo a comérmelo.
—Te escucho —le respondo, y suelta un suspiro.
—Verás... Esta noche he quedado con un hombre... Sé que lo de papá...
—me mira insegura—. Es un compañero de trabajo que lleva unos días
pidiéndome salir. Solo vamos a cenar algo y a comentar cosas del trabajo... No
quiero que te enfades.
Es inevitable no sentir un poco de enfadó.
Suspiro con fuerza. No me hace gracia, y aunque sea un comportamiento
de niña chica, no puedo evitarlo…
—Sinceramente, era lo último que me esperaba… Te entiendo mamá,
pero me da tanto miedo que te olvides de papá…
Mamá solloza, y tapa su boca con sus manos.
—Nunca le olvidaría. Sé que cuesta, cariño. Pero todos debemos rehacer
nuestras vidas en algún momento…
—Quiero estar sola un rato… Te entiendo mamá, pero justo ahora
necesito un poco de espacio…
Me encierro en mi habitación, y cierro con pestillo. Odio esto. Odio
sentir las lágrimas caer por mis mejillas.
Todo es tan reciente...
«—Papá, no quiero ir a casa. ¿Podemos cenar los dos juntos en un
restaurante? Me apetece mucho.
Papá ríe, y niega con la cabeza.
—Mamá está sola en casa, Teagan. Se enfadará...
—¡No pasa nada! ¡Por favor!»
Si no le hubiera pedido eso... Si tan solo le hubiera hecho caso... Suspiro,
y contemplo mi ordenador. Esta mañana estuve haciendo video llamada con
Rocco. Estuvimos un par de horas hablando. En realidad, siento que quiero
tenerlo justo a mi lado y besar sus labios. Él fue alguien que me trajo paz a mi
vida cuando nos conocimos. A pesar de que él no lo sabe. No sabe lo importante
que llegó a ser para mí; y lo importante que es ahora. Me duele mentirle y no
contarle la clase de chica con la que está. Otro secreto más guardado. ¿Qué tan
mala persona soy? Él no se merece eso.
Abro mi armario, y saco el pijama que llevaré a casa de Jess, la ropa para
mañana y ropa interior. Cojo todo lo necesario, y lo meto en una mochila. He
avisado a Rocco de que no podré hablar con él por la noche debido a donde voy,
y este ha aceptado resignado. No le sienta bien que nadie sepa que estamos
juntos. No me ha obligado a hacerlo; y eso es algo bueno. El entiende que lo
haré cuando sea necesario.
Le echaré de menos.
Muerdo mi labio, sonriendo juguetona, y decido mandarle una foto. Me
quito la camiseta, y me quedo en un sujetador de encaje negro. No tengo muchos
pechos, pero a él le encantan. O eso es lo que me ha dicho siempre que me los ha
visto. Pongo la cámara del teléfono, y con cuidado de que no se vea nada que
tenga que ver con la silla, muerdo mi labio inferior, y me saco una foto.
Cuando la miro, decido enviársela. No sale todo el sujetador, pero se
notan mis pechos.
Al enviarla, me pongo de nuevo la camiseta, y espero un poco hasta que
Jessica llega.
Me envía un mensaje diciéndome que está afuera, y cojo la mochila para
ir hacia la puerta de casa.
—Adiós —Me despido de mamá, y bajo por la rampa hasta llegar al
coche de Jessica.
—¡Nos lo vamos a pasar genial! —Chilla de emoción, y suelto una
carcajada.
Me ayuda a subir al coche, y vamos hasta su casa. Nunca he venido, y
observo que vive en un bloque de pisos.
—Vivo en un sexto, pero tranquila, tiene ascensor —Anuncia cuando
hemos entrado en el bloque. Subimos en ascensor, y cuando este se abre muestra
dos puertas. A y B. Jessica me dirige hacia la A, y abre revelando un pequeño
recibidor con un espejo de cuerpo entero. Cierra la puerta tras de sí, y contemplo
lo primero que me ofrece la casa. Hay algunos marcos de fotos de un niño, otros
de quién supongo es Jessica, y su madre.
Me guía por la casa, y me la va enseñando. Nada más a mano izquierda
del recibidor, hay un pasillo. Este te lleva a pasar por unas cuantas puertas. A la
derecha hay una pequeña cocina, con una mesa y dos sillas, y algunos platos
apilados en la pila. Seguidamente, a la izquierda hay un lavabo bastante grande,
y más adelante hay como una entrada que te lleva a otro pequeño pasillo dónde
está el comedor a un lado, y tres puertas. Entramos en una, y descubro que es la
habitación de Jess. Es bastante espaciosa. Tiene una cama de matrimonio en el
centro, una mesita de noche a cada lado, un escritorio, y un armario. Tiene un
ventanal bastante grande a la derecha que te lleva a una pequeña terraza.
—He dejado todo limpio para cuando vinieras. Ven, dame tu mochila.
Pasamos unas cuantas horas hablando, y como ya se ha hecho un poco
más tarde, pone dos pizzas a hornearse. Trae a la cama patatas de bolsa, dos latas
de Coca-Cola y una tableta de chocolate Milka.
Comemos la pizza de carne y tomate mientras miramos una película.
Cuando esta termina, pone una de amor, haciendo que las dos lloremos.
"Lo mejor de mi" siempre será una de mis películas favoritas.
De repente escuchamos el sonido de una puerta siendo abierta, y Jessica
me mira abriendo los ojos.
—Mierda... —musita, y pega un salto del susto cuando escucha:
—¡Jessica! ¿Dónde coño estás?
—Es mi hermano. Espérame aquí, Teagan.
Como si pudiera moverme mucho...
Jessica desaparece por la puerta, pero no la cierra del todo. Escucho unas
cuantas maldiciones masculinas, y el ruido de una puerta siendo abierta. Jess
tarda mucho en venir, y me entra miedo. La voz de su hermano sonaba
arrastrada, como si estuviera borracho...
Poco después Jessica aparece, aunque su rastro de felicidad y comodidad
ha desaparecido. Cierra la puerta, y echa el seguro.
—¿Todo bien? —le pregunto, y asiente con la cabeza.
Nos pasamos unas cuantas horas mirando un par de películas más, pero
no es lo mismo. Jessica se acurruca a dormir, cuando nos entra el sueño, y me
vuelvo para mirar en dirección contraria. Tengo miedo de que su hermano no sea
una buena persona. Espero que nunca le haya hecho nada a Jessica.
Esa noche, solo el silencio fue testigo de las lágrimas que caían de los
ojos de Jessica...
Capítulo 10
Recuerdo que todo ocurrió en otoño del año pasado. Justo había
comenzado el primer año de universidad en California, cuando ocurrió el
accidente que desencadenó todo.
Una noche de otoño destruyó todo.
Blake, mi padre, siempre había sido un hombre honorable. Amaba a
mamá, y me amaba a mí. Siempre íbamos juntos los tres a todas partes. Yo era
muy mimada, pues como era hija única, todo era para mí. Recuerdo su cabello
castaño claro, sus ojos grises... Su figura era siempre imponente. Un hombre
alto, fuerte y musculoso, con la mandíbula marcada. Parecía alguien que podía
darte repelús, pero era un amor de hombre.
Ese otoño, mamá no volvió a ser completamente feliz.
¿Y si hubiera dejado que papá nos llevará a casa y cenáramos con mamá?
¿Y si no hubiera hecho que fuéramos a cenar solos?
Recuerdo que aceptó la proposición que le hice de cenar juntos. No
pasaba nada si un día mamá no cenaba con nosotros, ella no se enfadaría por
eso... Llegamos a un McDonald’s. Era mi comida basura favorita —ahora ni
puedo ver el establecimiento—. Cenamos entre risas. Estaba muy feliz porque él
tenía un gran proyecto de futuro junto con su empresa de energía. Estaba muy
feliz, y por eso también lo estábamos celebrando. Yo siempre había sido la niña
de papá. Cuando Naomi se enfadaba conmigo, recurría a él. Tan solo era una
chica de diecisiete años con nervios por haber entrado en la universidad. Papá
conocía a Vic y Luck como si fueran dos hijos más. Éramos inseparables, y eso a
él le encantaba. Le encantaba que siempre estuviera rodeada de gente buena. Y
le encantaba darle miedo a los chicos que intentaban salir conmigo.
Salimos del local, y nos dimos cuenta de que estaba lloviendo. Amaba la
lluvia, me encantaba sentir las gotas caer contra mi cuerpo, y que mi piel se
erizara. Amaba también dar vueltas y vueltas alrededor de ella, aunque aun así
pareciera una loca. Y a papá le encantaba cuando lo hacía.
Ahora, cuando llueve, solo quiero estar en casa, y recordar los últimos
momentos que estuvimos juntos.
—Vamos a casa o te pondrás enferma. Mamá se estará preocupando —
me dijo papá, que se estaba mojando su traje negro. Siempre iba vestido con
trajes. Le quedaban muy bien. Y a mamá le encantaba verle con esa ropa puesta.
—¡Vale! —chillé riendo, y nos adentramos en el coche.
Papá arrancó, y comenzamos a dirigirnos por las calles. El
establecimiento donde habíamos cenado estaba un poco lejos, y además íbamos
algo lentos a causa de la lluvia. No queríamos tener ningún accidente. Las calles
estaban llenas de coches, y por suerte entramos por una en la que no concurrían
tantos.
Puse mi mano en la radio, para sintonizar algún canal. Una canción que
no conocía de nada fue lo que dejé, y subí mucho el volumen para tararear la
letra.
—¡Baja la música, Teagan! —exclamó, pero en vez de hacerle caso, la
subí más para molestarle mientras comencé a reír.
Papá me miró algo serio. No le gustaba la música alta, y yo lo hacía para
molestarle. Aún sin mirar al frente, miró hacia la radio para bajar el volumen.
Cuando elevó la mirada, una luz blanca nos dio de lleno en los ojos. Por
mi culpa habíamos cambiado de carril, hacia el contrario. Grité. Grité tan fuerte
por el miedo... Sin dudarlo, papá maniobró el coche de manera en que el impacto
inminente le diera de lleno a él. No daba tiempo a girar el coche, ni a dirigirnos
hacia el otro carril.
Sentí el impacto.
Miles de cristales estallaron, y el coche fue destrozado. Comenzó a dar
vueltas y vueltas, haciendo que tanto papá como yo perdiéramos la consciencia.
Desperté en el hospital, y no recordaba nada. Aquella noche era confusa.
Al principio, solo podía rememorar algunos cachos. La salida con papá, la cena...
La lluvia cayendo, yo elevando demasiado la música... Y el accidente. Había una
enfermera cuando desperté, y esta llamó al doctor. El señor Rodríguez —así se
presentó—, apareció con mi madre.
Nunca la había visto así. Sus ojos estaban hinchados debido al llanto.
Tenía unas ojeras tan profundas... Su cabello estaba recogido en un moño mal
hecho, y llevaba puesta una camiseta básica negra de manga larga junto a unos
leggins negros. Parecía sumamente más joven. Mamá nunca había aparentado la
edad que tenía. Papá parecía mucho más mayor que ella cuando apenas se
llevaban unos cinco años de diferencia.
Mamá se acercó a mí, y el doctor me hizo las típicas preguntas. Cómo me
llamaba, cuántos años tenía, como se llamaba mi madre, etc...
Entonces intenté moverme.
No sentir mis piernas, fue algo impactante. Recuerdos gritos, llanto... El
doctor me explicó que, a causa del accidente, me había causado un golpe en la
médula espinal que había hecho que perdiera la movilidad de las piernas.
Creía que todo era un horrible sueño... Que nada era verdad.
Mamá sollozaba, angustiada. No podía parar de llorar. Se le veía tan
pequeña y frágil... Me daba miedo hasta tocarla. Por si se derrumbaba. Tenía la
cara roja por el llanto, y no podía casi ni mirarme a la cara. Solamente sostenía
una de mis manos con fuerza. Transmitiéndome que ella estaría ahí para mí.
—¿Dónde está papá? —pregunté cuando el doctor nos dio privacidad.
Recordaba que el impacto del otro coche nos había hecho tener el accidente. Y
también recordaba como maniobró el coche para recibir él el impacto.
—Mi niña... —sollozó. Apenas podía hablar. Su cuerpo temblaba, y eso
solo me preocupaba—. Lo siento tanto, mi amor... Lo si-siento tanto... —otro
sollozo, y me temí lo peor.
—¡Dónde está papá! —chillé con las pocas fuerzas que tenía. Dios...
Todo parecía un sueño. No tenía movilidad en las piernas, y ahora me iban a dar
una noticia horrible...
—El no sobrevivió, Teagan —negó con la cabeza, y ocultó su cara con
sus pequeñas manos—. El murió en el instante...
—No —Tartamudeé—. No, no, no, no... ¡Es mentira! Él no puede haber
muerto. No... —comencé a llorar.
¿Que hacíamos ahora? ¿Qué haríamos las dos, solas? ¿Qué haríamos si
nuestro pilar fundamental ya no estaba?
Su funeral fue lo peor... Victoria y Luck estuvieron con nosotras. Marta,
no sé separaba de mamá. El hermano de papá, Thiago, se mostraba furioso.
Lleno de ira porque su hermano se hubiese marchado. y esa fue la última vez que
vi a mi tío. Los padres de mamá murieron hacía años. Los de papá también, y el
solo tenía a su hermano, y Thiago tenía mujer e hijos. Mamá no tenía hermanos,
así que también fue hija única.
Por lo tanto, desde ese momento, solo nos teníamos la una a la otra. Sin
contar a Marta, sin contar a mis amigos. Nada volvió a ser igual. Mamá pasó
semanas fatal... Que yo estuviera en silla de ruedas no era nada fácil. Ella se
centró en su trabajo. Y en ayudarme en todo lo posible. Poco a poco intentó
volver a ser la misma, pero sin su alma gemela. Vivimos en California hasta que
decidimos venir a Arkansas.
Todos esos meses fueron muy duros. Intentar hacer una nueva vida. Yo
comencé a tener algunos enemigos a causa de que no aceptaran mi condición,
pero aun así tenía a mis dos mejores amigos, que me ayudaron en todo siempre.
Mamá contrató a Marta, y desde entonces siempre estuvo con nosotras. Poco a
poco nos fuimos recomponiendo, hasta ahora.
Septiembre terminará en poco, y eso conllevará a que llegue otoño.
Capítulo 11
Una de las sensaciones más terribles del mundo es saber que alguien no te
quiere. Sobre todo, cuando no sabes lo que has hecho para merecerlo -Ariana
Grande.
Ya es otoño.
A pesar de que el accidente ocurrió más adelante, no puedo evitar
sentirme triste. Siempre se me quedarán grabados en la mente los últimos
recuerdos con mi padre.
Mamá y yo hemos aprovechado todo el día para estar juntas, y sé que en
cuánto llegue la fecha, lo que haremos será superarlo juntas. El primer año sin él,
el más difícil de todos.
¿Podremos sobrellevarlo más adelante? No lo sabemos.
Jessica y yo llegamos a la universidad, y emprendemos marcha para
entrar. Está rara desde lo que pasó con su hermano. Que yo sepa, no hizo nada.
Solo llegó borracho. Pero quién sabe, quizá todo tiene una historia detrás.
Cuando entramos a los pasillos, se coloca tras de mí y avanzamos entre la
multitud. Comienzo a hablarle sobre nada en concreto, pero pronto me doy
cuenta de que está bastante ausente.
—¿Jess?
Su cabello pelirrojo está recogido en una trenza. Tiene ojeras, y sus ojos
lucen apagados. Como si les faltara algo de vida.
—Perdón —se disculpa negando con la cabeza—. Te he escuchado. Solo
que me da envidia que tu madre y tú os llevéis tan bien.
Frunzo el ceño.
—¿Tienes muchos problemas con tu madre?
A este paso ya nos hemos parado, y se ha sentado en un banco.
—No nos llevamos muy bien —me confiesa con los ojos rojos, debido a
un llanto contenido—. No sabes lo difícil que es que ella apenas me haga caso.
Verás... Mi hermano tiene problemas con el alcohol. No es nada grave. Solo...
Bebe demasiado. Y ella no hace nada. En mi casa, parezco yo la madre... —una
lágrima cae por su mejilla, y se me oprime el corazón—. Tomo yo las decisiones,
a pesar de que afortunadamente trae dinero a casa. Nash no trabaja ni estudia.
Tiene veinticuatro años. Seis más que yo. Y es un maldito vago que solo bebe y
bebe. Cuando mi madre trae dinero a casa, lo primero que hace es pedirle.
—¿Y si no le da? —pregunto horrorizada por su posible respuesta.
Jessica me mira apenada. Sus ojos hacen contacto con los míos, y un
escalofrío me recorre.
—No quieras saberlo, Teagan...
Acerco una mano a su brazo izquierdo, y le doy un pequeño apretón
reconfortante. Abro los ojos cuando suelta un quejido, y lo retira rápidamente.
—¿Qué pasa? —pregunto preocupada. ¿Le he hecho daño?
—Nada, nada. No hagas caso. Vayamos a clase, por favor.
Asiento, y cuando debemos separarnos para ir cada una a su aula, nos
despedimos. Me quedo pensativa mientras entro al ascensor de la universidad.
Tengo miedo de que mis suposiciones sean ciertas. Si lo son, ¿Debo meterme?
Obviamente no podría dejar eso pasar desapercibido.
Espero que sean suposiciones mías, y que Nash no le haya puesto una
mano encima.
Llego a clase, y nada más entrar mis ojos hacen contacto con los verdes
de Wyatt. Me atrae tanto... Su mirada me intimida, y me hace quedarme
prendada de ella. Me mira atentamente, sin apenas pestañear. Su postura luce
tensa. Él siempre está así. Igualmente, se le ve irresistible.
¿Soy tonta si no dejo de pensar en el beso que nos dimos? Apenas hemos
vuelto a hablar más después de aquel día. Y no sé porque, pero me duele. Siento
un malestar al saber que, en efecto, casi no hemos hablado.
Me dirijo a mi habitual sitio, y saco las cosas de la mochila. Observo su
espalda. Y mi mente traicionera recrea nuestro beso. Mi piel se eriza, y siento mi
respiración agitada. Mi corazón ha comenzado a latir como un loco. ¿Qué me
pasa? ¿Qué es esta nueva sensación?
Solo me he sentido así a veces con Rocco. Pero con la diferencia de que
yo amo a Rocco, no a Wyatt.
Las clases pasan rápidamente. Me gustan las materias que damos, y será
por eso que pasan tan rápido.
Cuando suena el timbre para ir al patio, comienzo a recoger las cosas. Sin
darme cuenta, un bolígrafo cae al suelo. Me inclino para cogerlo, y mis dedos
tocan otros. Me quedo estática.
Levanto la mirada, y me quedo prendada. ¿Por qué me está pasando esto?
¿Por qué de repente me siento nerviosa?
—Aquí tienes —me habla. Su voz es ronca, y varonil. Sus ojos no se
despegan de los míos, y mis mejillas se calientan al percibir el inicio de una
pequeña sonrisa salir de sus labios. Muerde su piercing, y mi mirada se dirige
hacia allí sin querer—. ¿Quieres que vayamos juntos al descanso? Total, vamos a
ir al mismo sitio.
—S-sí, claro —me maldigo por balbucear. ¿Es que caso soy tonta?
Su sonrisa no desaparece y me mira divertido. Desaparece por detrás, y
maneja mi silla para salir de clase.
—¿Soy el único o también crees que el grupo está bastante tenso?
Me sorprende su pregunta.
—Hombre, teniendo en cuenta que lo más seguro es que todos estén
escondiendo algo... —mis nervios aumentan cuando le escucho reír. Nunca le
había escuchado reír de manera tan liberada.
—Tienes razón. Me sienta mal tener que mentirle siempre a Jason. Él es
un gran amigo. A pesar de que no siempre nos llevamos bien. Pero bueno, poco a
poco está desistiendo sobre el tema de Dana. Al final terminará creyendo que
solo fue un sueño.
—Y en realidad fue todo muy real... —susurro, y seguimos nuestro
camino hacia el patio.
Cuando llegamos, todos están ya sentados. Me doy cuenta de que falta
Mía, pero mis pensamientos se dispersan cuando la veo acercándose
rápidamente a nosotros.
—Te estaba esperando, Wyatt —dice malhumorada—. Oh, hola, Teagan
—me saluda sin apenas prestarme atención.
—Decidí venir con ella —responde seriamente Wyatt, y una extraña
tensión se forma en el ambiente.
Llegamos a la mesa, y me acerco a Jessica.
—Hola, chicos —les saludo, y me saludan de vuelta.
Jessica no para de mirar su comida, y Jason la mira un poco preocupado.
—¿Qué te pasa, prima? —le pregunta el, intentando saber.
Jess niega con la cabeza, restándole importancia.
—No es nada.
Observo como Jason asiente soltando una pequeña maldición, y dirige su
vista a Dana. Ella está mirándole también, y se aguantan la mirada durante unos
segundos. ¿Le gustará Jason a Dana? Si no, no se habría acostado con él, digo
yo.
Nuestra mirada se dirige a Esther, quién no me había dado cuenta de que
no estaba en la mesa. Se acerca a nosotros de la mano de Mikel, y sonriente.
—Hola, chicos. Os quiero presentar oficialmente a Mikel. Mi novio.
Nos quedamos en silencio. Mikel está en tercer año de carrera, según me
contó el otro día Lizbeth. Es un mujeriego, y parece ser que está vez le ha tocado
el turno a Esther. Nosotros le hemos avisado un par de veces, pero siempre se ha
ido enfadada. Él es muy alto. Ha repetido una vez, por lo tanto, en teoría debería
estar en el último año. Tiene la cabeza completamente rapada, y un piercing en la
ceja. No es que sea muy guapo. Diría que es del montón. Sus ojos son marrones,
y tiene una sonrisa espeluznante. Su cuerpo es muy ancho, y tiene demasiados
músculos. Además, como no, está lleno de tatuajes. Quizá es lo que a Esther le
ha llamado la atención de él.
Cuando Esther se percata de que nos hemos quedado todos mudos, rueda
los ojos y se sienta en la mesa con él, haciendo de inmediato que todo sea
incómodo.
—Este sábado habrá una fiesta en casa de uno de sus amigos. Mikel me
ha dicho que estamos todos invitados. Iremos, ¿verdad? —nos pregunta
sonriente.
—Por mi vale —anuncia Dana—. Tenemos plan, chicos.
Todos asentimos, y seguimos con nuestra conversación.
Mikel y Esther no han dejado de besarse, y giro mi cabeza para hablar
con Jessica, viendo como les mira fijamente. Sus ojos están aguados, y de
repente me entran ganas de abrazarla.
¿Será que le gusta Mikel? No le veo el atractivo, sinceramente. Pero cada
quien tiene sus gustos, y hay que respetarlos.
Repara en que la estoy mirando, y me sonríe incómoda.
—¿Todo bien? —le pregunto, y asiente.
No sé porque no le creo. Desde todo lo de su hermano, y que cuando la
he tocado hoy se ha quejado por dolor, tengo un mal presentimiento.
Giro mi cabeza hacia Wyatt, y le pillo mirándome. Me sorprende que me
sonría, e imito el gesto. No sé porque sus sonrisas hacen que mi estómago
cosquillee.
El timbre suena, y nos despedimos todos para ir a nuestras clases.
Me alejo, y me adentro en los pasillos.
He tenido muchas veces la desgracia de chocar con algunas personas. No
voy a negar que no me han insultado. Porque mentiría. Ir por los pasillos
atestados de estudiantes en una silla de ruedas es muy complicado.
Me acerco al lavabo, y entro para echarme un poco de agua en la cara.
Mis ojos me devuelven la mirada. Son grises, pero a veces se pueden ver azules.
Mi pelo está suelto y liso. Sonrío. Me gusta como soy. A pesar de que soy
bastante delgada, y algo pálida, me gusta la chica que veo a través del espejo. No
soy alguien con complejos. Me gusta como soy por dentro y por fuera.
Ojalá pudiera levantarme de la silla y bailar. Ese es uno de mis sueños.
Va a hacer un año en el que no puedo bailar, y es algo triste. Siempre me ha
gustado cantar canciones de Taylor Swift mientras bailo sobre mi cama, y utilizo
el mando a distancia de micrófono. Papá a veces me regañaba por si me caía. Y
yo me enfadaba con él por hacerme bajar. Recuerdo que a veces me tiraba horas
sin hablarle, hasta que resistía y me lanzaba a sus brazos para abrazarle y que me
hiciera cosquillas.
Suspiro, y salgo del baño.
—¡Teagan! —escucho que me llaman, y vuelvo mi cabeza hacia atrás
para ver a Wyatt venir hacia mí—. Hola. Vamos, te acompaño a clase.
Asiento, sorprendida por cómo está siendo hoy, y hablamos mientras
vamos a clase. Antes de entrar, para, y se coloca delante de mí.
De repente, luce algo nervioso. Sus manos se mantienen en sus costados,
y tiene los puños cerrados. Sus ojos están fijos en otra parte que no soy yo, y
suspira.
—Yo... Uh... Me preguntaba si algún día querrías que fuéramos a tomar
algo.
—¿Con los chicos? —pregunto atropelladamente.
Me siento nerviosa, y no paro de pasar mis manos por mi pantalón azul.
—No... —cada vez parece más nervioso. Incluso me resulta adorable
verle así—. Ir a tomar algo los dos. No sé, un día después de clases... Para
conocernos mejor, ya sabes.
—Uh... —siento mi respiración temblorosa, y me maldigo por dentro.
Estoy muy nerviosa, e incluso puedo notar un leve rubor en mis mejillas. ¿Debo
pensarlo tanto? En realidad, muero de ganas. Además, sería una salida como
amigos. Todos en el grupo lo somos—. Claro, Wyatt... Podemos salir cuando
quieras.
Sonríe, y asiente con la cabeza.
—Te avisaré cuando esté libre, a ver si tú también lo estás.
Asiento, y se acerca a mí. Deja un beso en mi mejilla, y a continuación
entra en clase.
Dios mío.
¿Que acaba de pasar?
Wyatt me ha pedido salir. Vale, quizá como amigos. Pero sigue siendo lo
mismo.
Entro nerviosa a clase, y sin mirar a nadie me dirijo a mi sitio. Le miro de
reojo, y me sorprende mirándome.
Siento que, en cualquier momento, mi pobre corazón va a estallar.
Capítulo 12
Que tú eras mío y que yo era tuyo. En cuerpo y alma. No hizo falta poner
límites, todo estaba claro -David Calvo.
Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal -Friedrich
Nietzsche.
Una vez llega la hora del descanso, salgo del aula. Los pasillos se han
llenado de alumnos, así que espero a un lado a poder pasar tranquilamente y
coger el ascensor para bajar e ir al patio junto con mis amigos. Cuando estoy
esperando, mi vista se fija en alguien. Una cabeza completamente rapada,
tatuajes, muchos tatuajes, sonrisa espeluznante... Y sus ojos marrones se clavan
en los míos. Unos hematomas se presentan en su pómulo izquierdo, y su ojo
derecho está algo hinchado. No se le nota mucho porque han pasado unos días,
pero está ahí.
Mi mundo se para, y mi cuerpo comienza a temblar. Me sonríe de una
manera tan inquietante, espeluznante, que me crea un miedo atroz. Los recuerdos
vagan en mi mente, y observo como pasa por mi lado junto con dos chicos. Dos
chicos que me miran de la misma manera que él, y que parece ser me prometen
muchas cosas; y tengo la sensación de que ninguna es buena.
—¿Estás bien? —mi vista cae en la figura que se ha acuclillado ante mí,
y mis ojos se fijan en los suyos verdes con algunas motas verdes apenas
imperceptibles.
El pasillo se ha quedado casi vacío, pero no me he movido de mi lugar.
Mis manos permanecen estancadas en la silla, sé que debo estar pálida.
—L-le he visto... —susurro, y cierro mis ojos con fuerza.
«Eres mejor que esto...» Susurra mi mente, y suelto un suspiro.
De golpe, unas manos acunan mi rostro, y abro los ojos lentamente.
—No va a volver a tocarte, Teagan. No si yo puedo permitirlo. Así que
intenta tranquilizarte.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas, y al cabo de los minutos,
asiento.
—Vayamos con los demás, por favor —susurro, y asiente.
Una vez hemos llegado a nuestra habitual mesa, Mía se nos queda
mirando. Ahora que se el pasado que comparte con Wyatt, algo se reprime
dentro de mí. Dana está en la mesa, y la ausencia de los demás es palpable.
—¿Dónde está Jason? —pregunta Wyatt, confuso.
Se coloca a mi lado, y ese gesto no pasa desapercibido para los demás. A
pesar de ello, no dicen nada.
—Jason ha salido esta mañana a buscar a Jessica —informa Dana. Está
hablando con Liz por teléfono, y pone el altavoz.
—Se ve que Jess no da señales de vida desde ayer —susurra Liz, y
fijamos nuestra mirada en el teléfono—. Ayer no hablamos durante todo el día.
Llevamos en realidad algunos días sin hablar apenas.
Suelto un suspiro, y siento la mano de Wyatt posarse sobre la mía en un
gesto reconciliador.
Unos minutos después, la figura de Jason se hace presente viniendo hacia
nosotros. Su cabello pelirrojo luce muy despeinado —cosa extraña de el—, y se
sienta al lado de Mía, justo donde hay hueco.
—Nada. He ido a su casa, pero parece ser que no había nadie. No he
podido ni con mi primo ni con mi tía.
—¿Y el padre de Jess? —pregunto, y el silencio se instala en la mesa.
—Ella nunca conoció a su padre. Por lo tanto, tampoco conocí a mi tío.
Jessica se ha criado con Abby y Nash.
Asiento con la cabeza.
—Quizá se ha encerrado en casa y no ha querido abrir — dice Liz—.
Jason, ya sabes que ella a veces lo ha hecho. Cuando le pasa algo, o se siente
mal, se encierra en su habitación, pone música alta en sus auriculares y
simplemente no oye nada.
—Puede ser —le responde Jason—. Pero, sin embargo, tengo un mal
presentimiento...
Capítulo 16
—Hola...
La imagen de Rocco en mi pantalla, solo hace que mi corazón comience
a bombear con fuerza. Sus ojos azules observan los míos, y me sonríe cansado.
—Hola, Teagan.
—¿Cómo estás? —le pregunto, y observo su pose desgarbada.
—Cansado —anuncia, y suelta un suspiro—. No paran de mandar
trabajos y en nada estaré lleno de exámenes. Además, mamá está enferma y debo
llevar a mi hermana al colegio... —pasa sus manos por su cara, frustrado.
—Es horrible... Espero que tu mamá se recupere pronto —digo con total
sinceridad.
Siento que la conversación está un poco tensa. Debo contarle cosas, pero
no sé si este sea el mejor momento.
—Eso espero. En fin... ¿Cómo van las cosas por Arkansas? Te he echado
mucho de menos. Apenas hablamos —dice con tristeza, pero he comenzado a
notar que sus ojos rehúyen a veces de los míos.
—Todo va bien —le informo, e inmediatamente mi cabeza vuela a la
conservación que tuve con Dana ayer—. Mmm... Rocco... Creo que debo
confesarte algo. Algo muy importante.
Sus ojos se clavan en los míos, y su mandíbula se tensa.
—¿Que has hecho? —me pregunta de pronto enfadado, y masculla una
palabrota—. Has tenido algo con un chico, ¿verdad?
—Por dios, Rocco. ¡Deja de ser tan inseguro!
Me siento estúpida diciéndole eso, cuando en realidad le escondo una
gran verdad.
—No soy inseguro —me mira con la expresión seria—. Pero llevas
semanas muy rara. Así que venga, dime la jodida verdad.
Abro los ojos desmesuradamente, y resoplo con frustración.
—Mira, este es un tema algo delicado... Yo... Tengo miedo de cómo
reacciones —su mirada está atenta a mi todo el rato—. Bueno... Te conté que
tuve un accidente el año pasado, un mes antes de conocerte, ¿verdad? —asiente,
un tanto confuso—. Verás... Te conté que mi papá murió en ese accidente, pero
hay algo que omití... Que escondí. Siento mucho no habértelo contado. Tenía
miedo a que me rechazaras y en ese momento solo quería aferrarme a alguien.
—¿Qué es lo que pasa, Teagan? —su expresión cada vez se vuelve más
confusa. No tiene ni idea de lo que me refiero.
—Rocco, yo... Soy invalida —musito, a pesar de que sé que me ha
escuchado a la perfección—. Quedé paralítica tras el accidente, y lo pasé tan
mal... Mamá no dejaba de ahogarse en ella misma, la gente comenzó a mirarme
de manera diferente, extraña, y apareciste tu... Me gustaste desde el momento en
que te conocí y te miré a los ojos a través de esta estúpida pantalla.
Rocco se mantiene inexpresivo. Mirándome fijamente, pero en silencio.
Un silencio que me mantiene con el corazón a mil por hora, y con un nudo en la
garganta enorme...
—Eres paralítica —susurra, y vuelco mi atención en él.
Asiento, y de repente mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas. Ahora
que se lo he dicho, el peso de todo lo que he estado haciendo a sus espaldas cae
en mí. ¡Por dios! ¡Es como si le hubiera estado poniendo los malditos cuernos!
¡Me besé con otro! Y encima esa persona no tiene ni completa idea de quién es
Rocco. No sabe de su existencia.
Las lágrimas caen por mis mejillas.
—¿Sabes lo peor de todo? —susurra, y baja la mirada hacia otro sitio—.
Lo peor de todo no es que seas paralítica. Lo peor de todo es que has estado casi
un maldito año ocultándomelo. Y obviamente habrá sido por algún motivo
especial el que me lo hayas comentado, porque estoy seguro de que quizá
entonces nunca me lo habrías dicho. ¿Y qué coño pretendías? —su voz comienza
a elevarse—. ¡¿Que mierdas pretendías?! ¿Dejarme por pensar que quizá no te
iba a aceptar? ¡¿Pensar que te iba mandar a la mierda por algo tan jodidamente
poco importante para mí?! ¡Eres una estúpida! —en cuanto esas palabras salen
de su boca, la ira comienza a invadir mi sistema.
—¡Oh! ¡Perdona por tener miedo de ser jodidamente rechazada! —
escupo con el enfado invadiendo mis entrañas—. ¡Perdona por dudar! ¡Nos
conocemos por una jodida pantalla! ¡Incluso hay millones de cosas que no
sabemos el uno del otro! ¿Que querías que pensara? —las lágrimas vuelven a
inundar mis mejillas—. Ha habido personas, amigos, que tan solo por ser
inválida han dejado de querer estar a mi alrededor. ¡¿Tienes idea de que se
siente?! ¡No me culpes, imbécil!
Resopla, y se levanta del asiento. Sé que nos estamos pasando, y que nos
estamos diciendo cosas de las que es posible en un futuro nos arrepintamos.
—¡Tú eres la imbécil! ¡Tanto no me amas como dices si me escondes tal
cosa! ¡Joder! —escucho el sonido del vídeo caerse tras la pantalla, y suelto un
jadeo.
—¡¿Qué haces?! —le grito, y vuelve a aparecer por la pantalla.
—Mira, Teagan —parece un poco más sereno, y se sienta en su silla. No
se me escapa la mirada hacia su puño, el cual ha comenzado a sangrar—. Estoy
dolido. Estoy jodidamente dolido y es posible que, si seguimos hablando, te diga
cosas de las que me voy a arrepentir muchísimo.
Una lágrima se desliza por mí mejilla, y la aparto con brusquedad.
—Yo... —me mira a los ojos, triste, y mi corazón se rompe un poco más
—. Ahora tengo muchos problemas, ¿sabes? Mamá está enferma, debo cuidar a
mi hermana, la universidad está exprimiendo mi tiempo, y la verdad es que creo
que no quiero añadirme más pesos en la espalda. No digo que molestes: al
contrario. Te amo igual siendo paralítica, teniendo alguna otra minusvalía. No
me importa, lo que me importa es quien eres para mí. Eres la chica a la que
conocí en internet, la que me ha sacado millones de sonrisas. Eres la chica a
quien amo. Gracias a ti me he sentido bien cuando he estado mal, y tú has
confiado en mí para contarme lo que le pasó a tu padre. Pero ahora mismo no
puedo mantener una relación a distancia con alguien que solo me miente. No
puedo estar a tantos y tantos kilómetros de ti. No cuando me siento desesperado
por querer tocarte. Por querer sentirte, besar esos labios que tienes, por querer
dormir a tu lado. Porque quiero hacerte mía, y porque quiero compartir mis días
contigo.
Estoy sollozando como una maldita tonta. El nudo se ha instalado en mi
estómago, y mi corazón late a una velocidad increíble.
—Por eso, creo que es mejor que de momento nos demos un tiempo a
esto que tenemos —veo como una lágrima cae a su mejilla, y mi corazón acaba
de romperse—. Me duele... El alma. Pero es que no puedo, Teagan. No tengo la
suficiente fuerza. Espero que de verdad lo entiendas, y no me odies. Ya tengo
suficiente con odiarme a mí mismo por esto.
—Rocco...
—Te amo mucho, Teagan. Pero esto de momento no puede avanzar. Creo
que es mejor estar unas semanas sin hablar, ¿sí? Dejemos que pase un tiempo, y
a ver qué pasa.
—Te voy a echar d-de menos —digo llorando, y aprieto mi mano sobre
mi pecho.
Duele.
—Y-yo... —musita, y de repente cuelga.
—No... —suelto un sollozo, y aparto el ordenador para ovillarme en mi
cama, comienzo a llorar todavía con más ganas.
Soy una estúpida... He perdido a alguien que de verdad me quiere por
ocultarle secretos. Aunque una parte de mí, me dice que ha sido lo mejor. Ahora
mismo quizá seguir no sería lo mejor.
La puerta se abre, y veo a mamá preocupada acercarse a mí.
—Teagan, cariño, ¿estás bien?
Lloro, y se tumba a mi lado, abrazándome con fuerza.
—T-tengo el corazón roto...
Acaricia mi cabello rubio, y me susurra que estaré bien, mientras nos
mecemos.
—¿Qué ha pasado?
La miro a través de mis lágrimas. Y se lo cuento todo. Le cuento que
conocí a Rocco un tiempo después de la muerte de papá. Le cuento que
comenzamos a hablar como dos amigos normales, pero que empezamos a sentir
cosas por el otro. Le explico que no le había dicho que era paralítica, y que me
juré muchas veces hacerlo, cosa que no cumplí. Llorando le comento todo lo que
ha pasado, y cuando termino soy una masa temblorosa que no deja de llorar.
—Siento mucho no habértelo contado —sollozo contra su pecho—.
Mamá, perdóname...
—Shh... No tengo nada que perdonarte, mi vida. Me duele que no me
hayas contado eso, pero te entiendo. A tu edad todos los sentimientos y todo lo
que vives es mucho más fuerte... Entiendo que hayas tenido esa sensación de
querer mantenerlo en secreto. Pero ahora has visto que tener secretos, depende
de que sea, no es bueno. Todo el mundo esconde cosas, pero hay algunas que
cuando se descubren, traen desgracias —sujeta mi cara entre sus manos—. Eres
joven, cariño. A mí también me rompieron el corazón muchas veces a tu edad.
Hasta que conocí a tu papá. Pero has visto que el destino es un hijo de puta.
Aunque ha atravesado en mi vida alguien con quien puedo tener un futuro.
Asiento, y la abrazo con todas mis fuerzas.
—Qui-iero conocer a Andrew, mamá. Creo que estoy preparada.
Me mira a los ojos, y me sonríe emocionada.
—Gracias. Gracias por darle una oportunidad.
Después de hablar, mamá me deja sola en la habitación. Me ha venido
bien hablar con ella, y sé que poco a poco las piezas rotas de mi alma van a
comenzar a volver a recomponerse.
Algo que ha comenzado a preocuparme mucho, es que aún no se sabe
nada de Jessica. Jay está histérico, y no sabe que más hacer. No les ha contado
nada a sus tíos para no preocuparles por si Jessica hace acto de presencia, pero
cada vez está más angustiado.
Hemos quedado todos en la cafetería de la universidad en media hora, ya
que comenzamos a tener exámenes, y esta abre todos los días; incluso por la
tarde. Así que tras pedirle a mamá que me lleve, se despide y avanzo hacia allí.
Una vez he llegado, espero afuera a mis amigos. Hemos quedado Dana,
Jason, Wyatt y yo. Esther sigue sin hablarnos, Mía apenas ha respondido ningún
mensaje y Liz está fuera de la cuidad hasta el próximo lunes. Sus padres están
separados —según me ha contado Dana—, y está con su padre. Por mucho que
quisiera venir, no le dejaría.
Veo una figura venir hacia mí, y mi corazón se acelera de golpe. Sus ojos
verdes contactan con los míos, y una sonrisa suave y perezosa cubre sus labios.
Cuando está lo suficientemente cerca, deja un beso en mi mejilla —donde se
detiene varios segundos—, y se aparta para sentarse en el banco al lado de mí.
—Hola, Teagan.
Escuchar su voz hace que me ponga nerviosa, y le sonrío con
incomodidad.
—H-hola —balbuceo, y doy las gracias a Dana y Jason por aparecer en el
mejor momento.
—Que hay, chicos —nos saluda el pelirrojo, deja un beso en mi mejilla y
le da la mano a Wyatt.
Dana nos saluda también, y entramos. No hay muchas mesas ocupadas,
así que nos sentamos en una de cuatro. Wyatt aparta para mí una silla que había
justo a su lado, y me acomodo.
—Estoy asustado hasta la mierda —nos informa Jason—. Mirad,
chicos... Nash, mi primo, tiene problemas con el alcohol. Hace unos meses
comenzó a beber, y lo hace a menudo, para no deciros diariamente. Él es una
sombra de todo lo que fue —la frustración tiñe sus facciones—. Tengo miedo de
que le haya hecho algo. Desde ayer cuando os conté que no había abierto la
puerta, he intentado contactar con ella por teléfono muchas veces, pero no
contesta.
—¿No has ido de nuevo a su casa? —pregunta Wyatt, y Jason niega—.
Quizá no estaba en ese momento.
Jason se encoge de hombros, y suelta un suspiro.
—Tengo un muy mal presentimiento... No quiero que le pase nada
malo... —su voz se quiebra, y la pequeña mano de Dana envuelve la mano
grande de Jason, intentando reconfortándole.
—Hagamos algo —propone Wyatt—. Se ve que necesitas un respiro, así
que quédate con Dana donde sea, y yo iré a casa de Jessica —dice, mirando a
Jay fijamente.
—Gracias —responde, y hace un intento de sonrisa.
—Voy contigo —le pido, y todas las miradas se fijan en mí.
—No sé qué podemos encontrarnos, Teagan... —musita Wyatt, pero
igualmente no voy a rendirme.
—Déjame ir contigo, por favor...
Al final suelta un suspiro, y asiente.
Nos despedimos de Dana y Jason, y salimos de la universidad. Wyatt me
ayuda a sentarme en su coche, y emprendemos marcha hacia la casa de Jess.
Una vez hemos llegado —todo el viaje ha sido en un completo silencio
—, me ayuda a bajar y nos disponemos a entrar en su apartamento.
Subimos con el ascensor, y una vez allí nos dirigimos hacia la puerta A.
Tocamos, pero nadie nos abre.
—Quizá no está... —dice Wyatt.
—¡Jessica! —grito, a la espera de que me escuche.
Nada.
—Espera, voy a llamarla —me dice el pelinegro, y asiento.
El sonido de la llamada a un teléfono suena dentro de la casa, y tanto él
como yo nos miramos a los ojos.
—Me estoy asustando —digo con la voz quebrada.
Wyatt se pone detrás de mí, y echa la silla hacia atrás. Sin dejar que
proteste, se lanza hacia la puerta para darle un golpe y abrirla. Tras unos cuantos
intentos, consigue derribarla, y nos internamos los dos.
Todo está en silencio. Parece que no hay nadie.
Avanzamos inspeccionando la casa, pero parece estar todo en su sitio.
Llegamos a la puerta de la habitación de mi amiga, y Wyatt toca con sus
nudillos.
Pero no se oye nada.
—Quizá está dormida —le digo intentando creérmelo yo misma.
Wyatt pone la mano sobre la manija, y vemos como esta cede. Abre la
puerta y la oscuridad nos recibe.
—¿Jessica? —dice con la voz ronca.
De repente un sonido bajo, apenas imperceptible, se escucha.
Un quejido.
Wyatt busca a tientas el interruptor de la luz, y cuando lo toca, jadeo
horrorizada. Mis ojos se llenan de lágrimas, y de pronto estoy llorando.
El cuerpo de Jessica se encuentra en su cama. Está medio desnuda, y
unos moretones violetas marcan su cuerpo. Su cara también tiene moretones y
apenas puede abrir los ojos.
—¡Jessica! —grita horrorizado Wyatt, y se acerca a ella rápidamente.
Intenta coger su cuerpo, pero ella solo suelta quejidos y gemidos
ahogados.
—Tenemos que llevarla a un maldito hospital —digo con la voz
entrecortada, y él asiente.
Finalmente coge el cuerpo casi inerte de mi amiga, y aun escuchándole
llorar, salimos de la casa lo más rápido que podemos. Una vez abajo, la coloca
en la parte trasera, tumbada, y me ayuda a ponerme rápidamente en mi lugar.
—Llama a Jason, Teagan. Dile que vaya ahora mismo al hospital.
Asiento, nerviosa, y llamo rápidamente a nuestro amigo.
Cuando llegamos al hospital unos minutos después —que se han hecho
los más largos en toda mi vida—, bajamos, y Wyatt entra corriendo al hospital,
conmigo siguiéndole detrás.
—¡Un médico! —grita sosteniendo el cuerpo de Jessica, y de pronto unos
cuantos enfermeros se acercan con rapidez. Colocan a Jessica en una camilla, y
se la llevan rápidamente.
Tanto Wyatt y yo nos sentamos en una silla de la sala de espera, y para
ese entonces no puedo dejar de llorar. Me sorprendo cuando me coge en brazos,
y me coloca sobre él, abrazándome.
—Tranquila, Teagan. Jessica va a estar bien.
Y por estúpido que suene, ahí entre sus brazos, le creo.
Rocco D’angelo
Sabes que eres tan perfecta como cualquiera, exactamente como tú eres -
Ariana Grande.
—¿Cómo está? —nos pregunta Jason nada más llegar junto con Dana, y
le relatamos todo lo que hemos visto. Desde el momento en que intentamos
entrar a su casa, hasta cuándo Wyatt tiró la puerta abajo y escuchamos el sonido
agonizante de su voz. Lo relata con la mirada casi perdida, y yo siento que no
puedo olvidar la imagen de Jessica así.
Veo como las lágrimas se arremolinan en los ojos de Jason, y sus orejas
se ponen rojas.
—Dios, yo... Fue horrible, Jason —dice Wyatt, con la voz enronquecida
—. Verla así... Pero prefiero haberla visto yo, que no tú. Debemos hacer algo, no
pueden volver a hacerle eso a Jessica.
Unas cuantas lágrimas caen por las mejillas de Jason, y Dana le abraza
con fuerza, permitiendo que el hunda su cabeza en el cuello de ella. Es todo tan
doloroso...
—Voy a llamar a mis padres y a la madre de Jessica. Deben saber lo que
ha pasado y venir —nos informa unos minutos después, y se marcha dejándonos
solos.
—Odio que le pasen estas cosas —musita Dana. Su cabello morado está
recogido en un moño desordenado, y su expresión denota tristeza pura y dura—.
Jason es alguien increíble para tener que vivir estás situaciones...
Se sienta en una silla de la sala de espera, y me acerco a ella para
abrazarla.
—Jessica es fuerte, va a recuperarse pronto.
—He avisado a los demás, vienen para aquí menos Lizbeth, ya que está
con su padre.
Asentimos, y cuando regresa Jay Jay, nos mantenemos cerca el uno del
otro.
Esther llega diez minutos después, prácticamente corriendo hacia
nosotros.
—¿Cómo está? ¿Qué le ha pasado? —nos pregunta alterada y con la
respiración agitada.
—Wyatt y Teagan se la encontraron en su habitación medio muerta. Casi
no respiraba cuando la encontraron y estaba llena de moratones... —le responde
Jay, y su voz se quiebra.
Esther le mira atónita, y se sienta en la silla a nuestro lado. No puedo
evitar que una chispa de resentimiento quiera decirle que es injusto que ahora se
preocupe cuando ha estado todos los días con el bastardo de su novio, pero me
quedo callada, mientras siento la mano de Wyatt sobre la mía, acariciándola
inconscientemente.
Los padres de Jason aparecen, y se alejan para hablar con el médico y
que éste les cuente que es lo que ha pasado. Cuando vuelven, dicen que Jessica
ha sufrido una contusión cerebral, y tiene algunos huesos rotos. Ahora está
descansando, y no podremos verla hasta mañana o pasado, cosa que nos
entristece. Pero lo que más me entristece es que no ha aparecido la madre de
Jessica, ni el hermano. Eso me hace darme cuenta de que es posible que Nash
sea la persona que maltrata a Jessica; y si es así lo pagará muy caro con la cárcel.
El no saldrá libre de esto, y los padres de Jason nos dicen que están buscándolo,
pero no da señales de vida.
—Lo mejor será que os marchéis a vuestras casas y mañana venís —nos
informa la mamá de Jay—. Hasta mañana no habrá visita, y primero pasaremos
la familia. Descansad y mañana será otro día. Mientras tanto algunas personas
seguirán buscando a Nash. Así intentaremos descubrir que es lo que ha pasado.
Asentimos desganados, y nos marchamos hacia la entrada del hospital.
Jason y Dana van cogidos de la mano, y Esther se mantiene impasible, mirando
al suelo.
—Te llevo a tu casa —me informa Wyatt, y asiento con la cabeza.
Nos despedimos, y quedamos en vernos mañana. Lizbeth nos ha dicho
que ha conseguido que dejen que venga mañana, así que estaremos al completo;
sin Mía.
Aún me parece alucinante el que ni siquiera se haya preocupado por
Jessica. Así demuestra que lo único que le importaba es estar con Wyatt para que
le prestara atención, y me parece muy penoso por su parte.
Una vez hemos llegado a casa, me ayuda a bajar y me acompaña hasta la
entrada de casa.
—Siento que hayas tenido que ver así a Jessica. Si lo llego a saber no
permito que vengas conmigo...
Niego con la cabeza, y le sonrío cansada.
—Pero ha pasado. Yo quise ir.
De repente la puerta se abre, y aparece mamá. Va enfundada en una falda
de tubo negra, y una camisa blanca, lo que me hace saber que lo más seguro es
que acabe de llegar del trabajo. Su cabello está recogido en un moño despeinado,
y tiene los pies descalzos.
—¡Oh, hola! —nos saluda sonriente—. Lo siento, es que he escuchado
voces y quería saber quién era.
—No importa, mamá. Él es Wyatt —le presento, y mamá le inspecciona
de arriba abajo, sorprendida.
Lo sé, Wyatt es increíble. Tiene el cabello como siempre: despeinado.
Sus ojos verdes denotan cansancio por lo que ha pasado, y sonríe mostrando sus
dientes perfectos. Tiene una sonrisa perfecta.
—Así que tú eres el famoso Wyatt... —dice de pronto mamá, y juro que
mis mejillas se sonrojan al instante.
—¡Mamá! —grito, y Wyatt suelta una carcajada.
—Veo que le ha hablado de mí. Encantado, señora —la saluda
acercándose para darle dos besos, y mamá sonríe feliz y asombrada.
—He preparado un bizcocho hace un rato, ¿Queréis comer un trozo
dentro? —pregunta entonces, y la miro lanzándole una mirada fulminante.
Siento que la odio.
—Oh... Claro, señora.
Entramos a casa, y vamos hacia la cocina. Wyatt mira a su alrededor, ya
que mi casa es bastante grande. Y cuando llegamos a la cocina, nos acomodamos
en la isla que hay. Nos ofrece un trozo de bizcocho, y se sienta con nosotros.
—Supongo que tienes la misma edad que mi hija —le dice mamá, y
Wyatt asiente—. Estudias lo mismo que ella, ¿no? Me ha contado que sois
amigos.
Wyatt me mira divertido, y siento ganas de que la tierra me trague.
—Sí. Vamos juntos a clase, y pertenecemos al mismo grupo.
Mamá asiente satisfecha, y nos sirve un vaso de zumo de manzana.
—Cuéntame algo de ti, Wyatt. Me creas curiosidad —le dice mamá, y
siento que quiero morir. ¿Cómo hace eso?
Este sonríe, y se rasca la barbilla, pensativo.
—Mmm... Bueno, me gusta mucho la música, y se tocar un poco la
guitarra. He escrito algunas estrofas de canciones, pero nada importante —
confiesa, y abro los ojos asombrada. No tenía ni idea de eso—. También me
gusta montar en skate, suelo hacerlo algunas tardes cuando no tengo nada que
hacer, y me apasionan los animales. Tengo dos gatos y un perro.
Mamá le mira sumamente fascinada, casi creo que las dos le miramos de
la misma manera. Descubrir esas cosas del solo hace que quiera conocerlo
mucho más, y esperar a que el acepte eso; dejarme conocerle.
—Vaya... Tienes muchas aficiones para tu edad, chaval. Es muy bonito
que tengas algunos trozos de canciones escritos.
El asiente con la cabeza, y su mirada se dirige hacia mí. Le sonrío
avergonzada porque me pongo algo nerviosa en su presencia, y me guiña un ojo.
—Bueno... Gracias por todo, pero creo que debo irme. Tenemos algunos
trabajos y próximos exámenes, además tengo que ir a comprar con mi padre —
anuncia levantándose de la silla—. De nuevo, gracias señora...
—Naomi —le responde mamá, y Wyatt asiente con la cabeza.
—Gracias por el bizcocho, Naomi. Espero verla pronto.
Mamá se levanta también, y le da dos besos en las mejillas. Después, se
marcha por el pasillo y se encierra en su habitación.
Le acompaño a la puerta, y abre. Por un momento he olvidado todo, y los
problemas vuelven. Jessica en el hospital, mi ruptura con Rocco, los
sentimientos que tengo hacia Wyatt... Y que el grupo poco a poco se esté
desvaneciendo.
—Me ha alegrado conocer a tu madre, es una buena mujer.
Asiento acorde con lo que dice, y sonrío un tanto incómoda. Siento esos
pequeños nervios en el centro de mi estómago cada vez que estamos solos...
Wyatt es... Wyatt.
—Nos vemos mañana para ir a ver a Jessica, ¿vale? Te hablaré para pasar
por ti, y quizá no sé... Podamos hacer algo después. ¿Qué opinas?
Su propuesta hace que mi vello se erice, y clavo mis ojos en los suyos
verdes. Él es tan guapo... Y siento que aún me quedan miles de cosas por saber
de él.
—Claro, me encantaría. Pero mañana no puede ser —respondo, y su
rostro de repente muestra tristeza—. Tengo una cena con un amigo de mamá,
pero podemos quedar el sábado.
—El sábado será, entonces —responde sonriendo—. Mañana paso por ti
para ir a la uni —informa, y asiento avergonzada—. Adiós, Teagan.
Se acerca a mí, y deja un beso en mi mejilla que dura unos cuantos
segundos. Cierro los ojos, absorbiendo para mí misma estas sensaciones, y
después, se retira lentamente, mirándome fijamente a los ojos: cortando casi mi
respiración.
—Vas a ser mi perdición, Teagan.
Y después de decir esas palabras que me dejan en la puerta de mi casa
prácticamente estancada, da media vuelta con una sonrisa divertida impregnada
en el rostro, y se marcha.
Dejándome con el corazón acelerado.
«Rocco D'Angelo:
Las enfermedades más peligrosas, son las que nos hacen creer que estamos
bien -Proverbio ruso.
Soy buena, pero no un ángel. Hago el pecado, pero no soy el diablo -Marilyn
Monroe.
Aprende que hay personas que te ofrecen las estrellas y otras que te llevan
hasta ellas -Mario Benedetti.
Las semanas pasan, y eso conlleva a noviembre. Cada vez hace más frío,
y se acerca la fecha.
15 de noviembre.
Tengo miedo de que cuando llegue la fecha me desmorone por completo.
Tengo miedo de admitir algo que por muy loco que suene, no quiero hacer. No
quiero que llegue ese día. Ese día en que papá murió.
Si tan solo no hubiéramos salido... Si tan solo hubiéramos vuelto a casa,
con mamá... Pero dicen que las personas mueren por algo. Que no puedes evitar
la muerte. Que, por mucho que duela, si una persona debe morir lo hará tarde o
temprano.
Mamá me ha contado algunas veces, cuando estamos deprimidas, el
cómo se enteró del accidente. Me dijo que nos esperó, sabiendo por papá que nos
iríamos a cenar al MC, y ella lo aceptó y esperó en casa. Se comenzó a poner
nerviosa cuando empezó a llover. A mamá no le gusta conducir o que papá lo
hiciera cuando llovía. Nos llamó infinitas veces. Se preocupó como nadie, y
llamó a la policía, a Marta, al hospital... Hasta que le dijeron que dos personas
habían tenido un accidente hacía poco rato. Un hombre, pasados los cuarenta
años, y una chica de menos de veinte. Entonces se le cayó el alma al suelo.
Cogió el coche, sin importarle la lluvia, y condujo rápidamente hasta el hospital
que había a unas calles de casa. Entró, y cuando nos vio… Después fue cuando
le dijeron que no pudieron hacer nada por papá, pero que yo había sobrevivido.
Entonces le dijeron que sería paralítica, y que en un tiempo podría volver a
caminar si iba a fisioterapia.
¿Para qué voy a ir? ¿Para qué me caiga un balde de agua fría y por X
motivos al final no pueda caminar? ¿Y si me ilusiono y después simplemente no
ocurre?
Eso me mataría por dentro. Me haría muy infeliz.
Los exámenes comienzan, en un mes llega Navidad, hace nada fue
Halloween... Hay tantos asuntos... Jessica ha vuelto a la universidad, y no se han
podido evitar las miradas de soslayo que ha recibido de la gente. Pero nadie más
que los del grupo sabemos qué es lo que en realidad pasó. Por eso todos debimos
ser interrogados. Me preguntaron sobre el día en que la vi así, medio muerta. Y
con lágrimas en los ojos tuve que contar con todo detalle el cómo fue verla así,
con quién iba, detalles de cómo estaba, etc...
No han encontrado a Nash. Y aunque Jess aparenta normalidad, sé que
por dentro tiene un caos. Está asustada. Y joder, ¿Cómo no estarlo? Hasta yo
estoy completamente asustada.
—¿Qué haces? Te has quedado mirando las musarañas —escucho que
me dicen en el oído, y pego un respingón. Al girar la cara, ojos verdes conectan
con los míos, y sonrío.
—Solo estaba pensando.
Los pasillos de la universidad están repletos de gente. Aún quedan unos
diez minutos para el inicio de clases y tengo dos exámenes. Me he pasado todo
el fin de semana encerrada en casa, estudiando.
—¿Le dijiste a tu madre que la merienda estaba muy buena? —me dice
divertido, y ruedo los ojos.
—Sí, pesado. Me dijo que qué pena que tuvieras que irte.
Wyatt suelta una carcajada, y se sienta en un banco que hay justo a mi
lado.
—Tu madre me ama —dice burlesco, y muestro una sonrisa juguetona.
—Ya te gustaría, chaval.
Wyatt vino el domingo a casa para que estudiáramos. Y cuando digo eso,
es porque desgraciadamente así fue. No pasó nada interesante más allá de unas
cuantas miradas y sonrisas. Cada vez tengo más claro que comienzo a sentir
muchas cosas por él. Me siento nerviosa cuando estamos completamente a solas.
Parezco una tonta balbuceando palabras, y haciendo que él se ría.
Me gusta pensar que quizá yo a él también le gusto. Pero no lo sé porque
no me lanza ninguna indirecta. Me trata como a una amiga, y eso en cierta
manera me fastidia. Yo no hago nada por esconder el sonrojo de mis mejillas
cuando noto que se queda mirándome fijamente, o cuando me dice alguna frase
que causa lo mismo. No escondo nada: estoy segura de que sabe que me gusta.
Algo que me hace feliz es que Dana y Jason han comenzado a salir. No
son novios ni nada, solo quedan a veces, e incluso delante de nosotros se dan
algún que otro beso...
—¿Estás preparada para el examen? —me pregunta, y resoplo.
—Sí. Solo espero que haber estudiado todo el finde valga para algo.
—Seguro que lo harás bien. Lo haremos bien.
Asiento con la cabeza, y juntos vamos hacia clase. Al entrar, todos los
alumnos se encuentran en sus respectivos sitios.
Ya han pasado dos meses desde que estoy en Arkansas, y siento que se ha
pasado un poco lento. En realidad, dos meses no son nada. Quedan unos cuantos
aun para terminar el primer año. Muchos exámenes, trabajos, fiestas...
—Buenos días, alumnos. Comenzaremos con el examen en cuanto
termine de repartir los folios a todos —un profesor que se llama Gabriel
comienza a repartir los exámenes, y al finalizar se sienta en el escritorio,
quedando frente a nosotros—. Tenéis cuarenta y cinco minutos para hacerlo.
Suerte.
Empiezo el examen, y todo lo que he estudiado lo aplico en él.
Afortunadamente nunca he tenido problemas con los estudios, por lo tanto, sé
que voy a aprobar. Y eso me da más ganas de seguir dándolo todo de mí en el
examen. Al finalizar, avanzo con la silla hacia el profesor, y la entrego. Quedan
quince minutos para terminar, así que salgo del aula y aprovecho para salir de la
universidad solo para acercarme a una cafetería que hay a tres calles de aquí. En
el recinto también hay, pero en esta hacen unos pastelitos que me encantan.
Por las calles todo está en silencio. Un silencio que incluso da miedo,
aunque estemos a plena luz del sol. Estas calles no suelen estar llenas de gente, e
intento avanzar un poco más rápido. Llegando a la segunda calle que da a un
callejón, avanzo más rápido hasta que de repente, siento algo ponerse en mis
ojos. A la vez, unas manos me cogen de la silla y me lanzan lejos de ella. Suelto
un gemido por el dolor al sentir mi cabeza impactar con el pavimento del suelo,
e intento quitar la venda que cubre mis ojos cuando por ello recibo una patada en
mi estómago que me quita todo el aliento.
—Jodida niñata —escucho que gruñe alguien, y suelto un sollozo por el
miedo que siento de repente. Todo mi cuerpo está en alerta, e intento avanzar a
rastras por el suelo. Algo que me ha quedado claro es que no puedo quitarme la
venda—. Estaba esperando el puto momento para hacerte daño. Me has jodido
mucho, ¿Lo sabes?
Reconozco la voz de inmediato, y todo mi cuerpo se tensa. Siento un
miedo atroz, y suplico que alguien nos vea y avise a la policía.
—Mikel —susurro, y unas cuantas sonrisas roncas me ponen en alerta.
No está solo.
—Vaya, vaya... Si me recuerdas, leona.
—Déjame, Mikel. Vas a arrepentirte si sigues.
Mikel suelta una carcajada, y escucho sus pasos venir hacia mí.
Rápidamente la tela de mis ojos es quitada, y observo su rostro. Sus ojos
marrones transmiten rabia, satisfacción... Y yo siento que en cualquier momento
voy a desmayarme.
—Por tu culpa Esther me ha dejado. ¿Sabes lo buena que es esa tía en la
cama? Y tú, niñata coja, me la has quitado.
De repente siento la palma de su mano estrellar contra mi mejilla, y mi
cara se gira hacia un lado. Suelto un jadeo por la sorpresa, y su mano coge mi
cabello con fuerza.
—No eres más que una puta paralítica de mierda. Me has quitado mi
juguete favorito, tienes que pagar por ello.
Lo siguiente que siento es el puño de su mano conectar con mi cara, y
esta estrella contra el suelo de nuevo. Una patada es atestada contra mi espalda,
y suelto un grito.
—¡Llora, puta! ¡Te voy a joder tanto como tú lo has hecho!
¿Me está pegando solo porque Esther le ha dejado?
Suelto un sollozo, e intento tapar mi estómago con mis manos. Cosa
inútil.
Mikel se acerca a mí, y me coge en brazos para acercarse corriendo a un
coche que acaba de aparcar en frente del callejón, me mete en él y seguidamente
entra.
Mi cuerpo tiembla, y no soy capaz de ver nada. Siento la sangre bajar por
mí nariz y salir de mi labio partido. Mis ojos se sienten hinchados, y me duele
todo. Me duele el cuerpo: el alma...
—¿Dónde vamos? —pregunta el copiloto, y sollozo con pánico.
—A mi casa —dice Mikel, y vuelvo a soltar otro sollozo. ¿Qué me va a
hacer? —. Cállate, estúpida. Si no quieres que te reviente.
Unos minutos después llegamos al lugar, y Mikel me lleva a cuestas.
Ojalá pudiera caminar, ojalá pudiera atestarle una patada en su entrepierna y
marcharme corriendo...
La puerta de una casa se abre cuando mete la llave y la gira, y entramos
en su piso. Este huele horrible. A cigarros, marihuana... Y a saber cuántas cosas
más.
—Te vas a quedar calladita en el sofá, ¿vale? Yo voy a llamar a Esther.
Ella debe volver conmigo.
Le miro con los ojos como platos. Este chico está enfermo. Jodidamente
enfermo.
—¡Estás loco! —grito, presa de la ira y miedo, y su mirada seria se clava
en la mía.
—¿Que me has llamado, perra?
Suelto un sollozo, y aprieto mis manos en puños.
—Estás loco, Mikel... Debes ir a un psiquiátrico... Esther nunca va a
volver contigo. Y menos cuando sepa lo que me has hecho.
—¡Cállate! —siento su mano impactar contra mi mejilla, y de nuevo las
lágrimas recorren mis mejillas—. ¡Ella va a venir! ¡Me la voy a follar delante de
tu puta cara!
Le observo con miedo. El de verdad cree que Esther va a volver. Nunca
nos ha vuelto a hablar de Mikel, y actúa como si nada hubiera pasado.
Coge su teléfono, se lo pega en la oreja.
—¿Esther? Si, ven a casa por favor. Quiero verte... —me mira fijamente,
sonriendo triunfante y un nudo se instala en mi garganta, casi impidiéndome
tragar saliva—. He dicho que vengas. Tengo una puta sorpresa para ti —dice de
nuevo serio, y aprieta la mandíbula.
Cuelga el teléfono y se acerca a mí, haciendo que yo retroceda
inútilmente.
—Esther va a venir, Teagan... —escuchar mi nombre salir de sus labios
se siente horrible, repugnante...
—Estás loco... —susurro, y coge mi barbilla entre sus dedos, haciendo
mucha presión.
—Como vuelvas a llamarme loco, juro que te mato.
Me quedo en silencio y sonríe satisfecho.
Cinco minutos después, la puerta suena. Mikel se levanta del sillón
donde ha estado mirándome fijamente y avanza con sigilo hasta la puerta. Mira a
través de la mirilla y después abre.
De inmediato veo a Esther, pero ella no se percata de mí.
—¿Qué coño quieres? Te he dicho que no vamos a volver.
Mikel sonríe malicioso, le hace una seña para que mire hacia atrás.
Así lo hace.
Cuando se percata de mí, suelta un jadeo y se acerca a pasos apresurados.
—¡Teagan! ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Que te ha hecho?!
Escucho una carcajada, y giramos la cabeza hacia Mikel. Se acerca hacia
nosotras apresurado, haciendo que muera de miedo, se queda parado a tan solo
unos centímetros de nosotras.
—Ahora, primero voy a follarte a ti —dice señalando a Esther, y se
relame los labios—. Y después, pequeña puta, voy a follarte a ti —esta vez me
señala a mí, y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo—. Después, voy a meterte
una paliza, que...
—¡Policía! ¡Las manos en alto! —giro mi cabeza rápidamente hacia la
puerta y cinco oficiales entran por ella, armados.
Abro los ojos alarmada y Esther me abraza con fuerza. Miro hacia la
puerta para ver a Wyatt entrar por ella y acercarse a mi corriendo. Me mira
asustado, preocupado; acojonado.
—¡¿Que te ha hecho este hijo de puta?! —su mirada se clava en la mía y
de repente siento sus labios cálidos posarse sobre los míos. Las lágrimas bañan
mi rostro, y sollozo contra su pecho.
Veo como la policía se lleva a Mikel y me alejo un poco de Wyatt. Esther
está a nuestro lado, coge mi mano con fuerza.
—¿Cómo habéis sabido que estaba aquí?
—No lo sabíamos —dice Wyatt—. Me pareció muy raro no verte en la
siguiente clase, y Esther me dijo que Mikel la había llamado para que fuera a su
casa. Me ha pedido que la acompañe, y avisé a la policía por si pasaba algo.
—El a veces se vuelve muy violento... —susurra Esther, con lágrimas
cayendo de sus ojos.
—Cuando ha entrado y he escuchado un grito, la policía ha comenzado a
acercarse —dice de nuevo Wyatt, y fijo mi atención en él—. Yo... Si hubiera
sospechado que te pegaría... Dios, quiero matarlo. Quiero coger su cuello entre
mis manos y asfixiarle —dice cegado por la ira, y cojo su cara entre mis manos,
para que fije su vista en mi—. Si te hubiese buscado... Simplemente pensé que te
había ido mal el examen y querías estar un rato a solas... —su voz se quiebra, y
mi corazón se rompe—. Juré que él nunca más te tocaría...
—Basta, Wyatt —le digo seria, a pesar de que quiero romperme a llorar
—. No te eches la maldita culpa. No tienes que estar todo el día pendiente de mí.
Pero aun así te doy las gracias por haber venido y llamado a la policía. Si no
hubiera sido por ti, no sé qué nos habría pasado —digo mirando a Esther—. Así
que no te culpes. Una vez más, has sido mi héroe.
Niega con la cabeza, y se pasa las manos por su rostro.
—Me siento tan impotente...
—Llévame al hospital, por favor —pido, porque me duele todo el cuerpo.
Quiero mantenerme fuerte, pero necesito que me lleven al hospital.
Nunca llegué a imaginar que me pasaría algo así.
Capítulo 23
«Wyatt♥:
Hola, bonita. Quería decirte que hace ya muchos días que no nos vemos.
Tres para ser exactos. Siento no haber ido a la universidad, las cosas en casa no
marchan muy bien. ¿Tú cómo estás?»
«Yo;
Hola. ¿Está todo solucionado? Estoy bien. Hoy no es un buen día, pero
todos tenemos días malos.»
«Wyatt♥:
¿Quieres que pase a por ti? Está lloviendo, pero podemos hacer algo. No
creo que nos podamos ver hasta el lunes o el martes. Ya serán demasiados días.»
Sonrío como una boba. Hace una semana que decidimos comenzar a
tener "algo". A Mikel no le han metido en la cárcel, cosa que ha hecho que
mamá se enfade. Pero le han puesto una multa bastante grande, y tiene una orden
de alejamiento contra mí. Además, le han echado de la universidad y gracias a
unos contactos de Andrew, Mikel no volverá por la cuidad.
Quiera o no eso me tiene un tanto tranquila.
«Yo:
Dos minutos después veo que me deja en visto, y suelto un suspiro. Dejo
el teléfono en una mesita, y sigo mirando por la ventana, deseando que el día
pase lo más rápido posible.
El timbre de casa suena, y me pregunto quién será. Quizá mamá a
llamado a Andrew.
Escucho unos pasos acercarse, y seguidamente la puerta de mi habitación
es tocada. Frunzo el ceño, y al ordenar que pase veo al chico de ojos verdes
sonreír.
Lleva el cabello despeinado, y un jersey negro. Unos jeans azules les
acompañan junto a unas bambas.
—¿Lista para irnos?
—¿Que?
—Vamos, Teagan. En un día triste lo peor que puedes hacer es quedarte
en casa.
—Yo... No sé...
—Venga, nos lo vamos a pasar muy bien. He llamado a los chicos, y van
hacia un bar que hay cerca del lago. Me han llamado para tocar la guitarra y
cantar, y he aceptado porque necesito el dinero.
Abro los ojos desmesuradamente.
—¿No que decías que solo tocabas si estabas en él y había estrellas?
Suelta una risa, y se acerca a mí.
—Estaré cerca, además, necesito el dinero. Pero no podré hacerlo sin ti.
Sus labios tocan los míos y le beso con ganas. Muerdo su labio inferior,
en la parte del piercing y se retira divertido.
—Está bien.
Marta me ayuda a terminar de vestirme, y me despido de ella. Según me
ha dicho, mamá se ha quedado dormida.
Salimos de casa rápidamente y subimos a su coche. Conduce
tranquilamente por las calles, hasta que llegamos justo en frente del local. Un
cartel brillante con el nombre "Mousse" llama mi atención y me ayuda a
ponerme en la silla de ruedas. Después, avanzamos.
Nada más entrar, las luces del pub iluminan todo. Son rojas, azules...
Parece una discoteca. Un pequeño escenario se muestra en el medio, y a la
derecha hay una barra con unos cuantos bármanes atendiendo.
—Vamos, los chicos están justo enfrente del escenario.
Asiento, y me guía hasta la mesa donde se encuentran todos. La ausencia
de Mía me deja algo más tranquila, y les saludo con una sonrisa.
Cuando se enteraron de lo que pasó con Mikel, se preocuparon como
nadie. Están hartos de que nos pasen cosas.
—Wyatt va a cantar en cinco minutos —dice Dana, y observo al
pelinegro perderse por una puerta.
—¿Le llaman mucho en estos sitios?
Asiente con la cabeza.
—No suele aceptar, pero esta noche es diferente.
Minutos después, las luces neón iluminan hacia el escenario, y no se
hacen esperar los aplausos y gritos de la gente cuando Wyatt aparece y se sienta
en un taburete que hay en el escenario. Lleva cogida su guitarra, y tiene el
micrófono enfrente.
—Buenas noches. No siempre acepto cantar en lugares públicos con
mucha gente, pero hoy quería alegrarle el día a alguien importante para mí que
lo está pasando mal —dice, y Jessica me da un pequeño golpe en el hombro,
sonriendo.
Juro que voy a morir.
—Esa persona ha entrado en mi vida como un huracán, y he podido
perderla por mis tonterías. Ahora la tengo, y no voy a dejarla escapar.
Sus ojos hacen contacto con los míos, y muerdo mi labio inferior con
fuerza.
Esto es lo más bonito que me ha pasado en la vida.
Carraspea, e inmediatamente el sonido de su voz inunda la estancia.
¿Sabes? Sacas mi sonrisa como lo hace poca gente, estás siempre para
apoyarme, escucharme y eso es más que suficiente.
Te miro y solo quiero tenerte a mi lado, que juntos luchemos por todo lo
que se nos viene encima
Crear contigo una historia de amor, que supere todo el dolor
Porque tú, si tú, chica de los ojos grises, has hecho que mis días dejen de
ser grises».
El que quiere hacer algo, conseguirá un medio. El que no, una excusa.
«Hey, I was doing just fine before I met you I drink too much and that's
an issue, but I'm okay».
«I know it breaks your heart moved to the city in a broke-down car And
four years, no calls. Now you're lookin' pretty in a hotel bar And I-I-I can't stop
No, I-I-I can't stop»
«So, baby, pull me closer in the backseat of your Rover. That I know you
can't afford Bite that tattoo on your shoulder. Pull the sheets right off the corner
of that mattress that you stole From your roommate back in Boulder. We ain't
ever getting older...».
Diciembre entra con una gran nevada en el pueblo. Todas las veces que
he visto nevar —que han sido pocas—, se sienten increíbles. Tocar la nieve con
mis manos, sentirla deshacerse en la palma de la mano, me hace sentir libre.
Sonrío cuando Wyatt aparta un mechón de mi cabello, y deja un beso en
mi mejilla. Sus labios están fríos, y a pesar de eso su cuerpo me calienta en el
abrazo que me da. Estamos en la arena de la playa a la que fuimos hace poco y
hace mucho frío. Su cuerpo rodea el mío desde atrás y mi silla se encuentra a
unos metros de nosotros. Sus piernas están al lado de las mías y mi espalda está
recostada en su pecho. Los copos de nieve caen en mis dedos, y sonrío como una
tonta.
—Veo que te gusta que nieve —me dice con la voz enronquecida. Cada
vez que escucho su voz todos los sentimientos que tengo hacia él se
revolucionan. Me siento feliz de tenerle conmigo.
—Cuando era pequeña, mi papá, mi mamá y yo íbamos a las montañas a
esquiar. Recuerdo que una vez me hice daño en el pie y a papá casi le da algo —
le digo, y suelto una risa—. Mamá le llamó exagerado porque en realidad apenas
me había hecho nada. Se enfadó con ella llamándola insensible, y discutieron por
esa estupidez. Obviamente después se reconciliaron.
—Tu papá te quería mucho —me dice abrazándome fuertemente contra
su cuerpo, y asiento con la cabeza.
—Sinceramente yo siempre fui más niña de papá que de mamá. Papá me
daba todo lo que quería porque no podía resistirse, con mamá era mucho más
complicado. Cuando hacía algo mal, ella me regañaba y castigaba, y luego venía
papá a decirme que lo que hacía Naomi era para que aprendiera que eso estaba
mal. Después le pedía perdón a mamá y todo estaba solucionado.
Su risa ronca me hace mirarle, y sus ojos verdes se clavan en los míos.
—Yo no he ido mucho con mis padres a la nieve. A mamá no le gustaba
el frío. Siempre que llegaba invierno se pasaba el día en casa al lado de la
chimenea. Le echaba la bronca a papá cuando el fuego se apagaba, y él se reía de
ella. Por eso he ido algunas veces solamente con mi padre. Pero tampoco me
quejo. Ahora estoy junto a ti, y está nevando.
—Ya va a comenzar invierno. Otoño va a terminar.
Asiente, y deja un suave beso en mis labios.
—Este otoño ha sido especial. Me alegro mucho de haberte conocido —
confiesa, y sonrío embobada—. Me odio por no haber querido darme una
oportunidad contigo al principio.
—Eso no importa. Lo que lo hace es que ahora estamos bien.
—Juntos —me dice, y una sensación cálida invade mi cuerpo.
—Estamos juntos, sí —le digo embelesada por su mirada.
Seguro que tengo la nariz tan roja como Rudolf.
Estas últimas semanas ha estado intentando enseñarme a tocar la guitarra,
cosa que ha sido en vano. No se me da para nada bien tocar este instrumento.
—¿Si te digo que quiero que conozcas a mi padre, me mandarás a la
mierda? —me dice, pillándome por sorpresa.
—¿Enserio? —le pregunto desconcertada. Este es un paso bastante
importante.
—Sí, claro. Le he hablado algunas veces de ti, pero quiero que le
conozcas.
—Oh... —murmuro—. Claro, no hay problema.
—¿Seguro? —pregunta, dudoso.
—Sí, tonto. Tú conoces a mi madre y a Marta, qué menos.
Asiente, y junta nuestros labios en un beso tierno. Acaricio su rostro con
mi mano, y suelto un suspiro. Adoro estar así, enserio. No hay lugar mejor.
—Vamos, entonces.
Llegamos al coche, y tras subir emprendemos camino hasta su casa. Ha
puesto la calefacción y estamos entrando en calor.
—Seguro que os vais a caer muy bien. Nunca le he presentado a nadie, y
le ha tomado por sorpresa.
—¿Conoce a Mía?
Asiente con la cabeza, y coloca su mano sobre la mía.
—Mi padre conoce a todos los del grupo, Teagan. Pero también sabe que
tuve algo con Mía. No le gusta mucho, dice que es muy controladora, y que no le
da buena espina. Sé que ella ha hecho muchas cosas mal, pero la conozco tanto
que sé que tan solo las hace para defenderse.
—No la justifiques, Wyatt. Ya hemos discutido por esto.
Suelta un suspiro, y su mano abandona la mía para ponerla en el volante.
—Lo intento. Solo me da rabia que la veáis con tan malos ojos.
—¿Estás ciego? —pregunto enfadada—¡No dejas de justificar sus actos!
Ella se mete en la vida de los demás cuando no le piden opinión. ¿Tú ves eso
bien? Si por lo menos nos lleváramos bien... Pero no.
Se queda en silencio, y mi enfado mengua.
Me da rabia que la vea con tan buenos ojos. Será con él un amor de
persona, pero a los demás no nos muestra eso. Sé que ella ha tenido un pasado
que no se lo deseo a nadie, pero a mí también me han ocurrido cosas horribles y
no por eso he sido mala persona con los demás. Mis problemas debo intentar
siempre no pagarlos con los demás. Ella podría tener unos buenos amigos que la
apoyen en todo, pero si no quiere no podemos obligarle. Por eso me da rabia que
Wyatt la justifique. Ella nos podría tener a todos nosotros como amigos, y no lo
hace porque simplemente no le da la gana.
La notificación de un mensaje hace que mire mi móvil, y al encenderlo
mi corazón me da un golpe fuerte contra el pecho.
«Rocco D'Angelo;
Cierro los ojos con fuerza, y tomo una respiración profunda. Una ola de
recuerdos invade mi mente, y simplemente guardo el teléfono en mi pantalón.
Hace tanto que no hablaba con el... Desgraciadamente parece ser que sigue
causándome lo mismo, y me siento una perra por ello.
¿Qué tan malo es creer tener sentimientos hacia dos personas a la vez?
Sé que quizá exageré cuando dije que estaba enamorada de Rocco.
Parece irreal enamorarse de alguien con quien solo has hablado por video
llamada o mensajes. No le he visto, no le he tocado, no he respirando su aroma...
Solo hemos hablado, y aunque con esto no quiero decir que no haya sentido nada
por él, ahora se con mirar a Wyatt que yo no me enamoré de Rocco. No puedes
enamorarte de alguien cuando tienes sentimientos hacia otra persona —o eso
quiero creer.
—¿Pasa algo? —pregunta cuando ve mi expresión asustada, y niego con
la cabeza—. No nos enfademos por esto, Teagan.
Aparca en la acera, pues parece ser que ya hemos llegado, y coge mi cara
con sus grandes y fuertes manos.
—Me importas mucho para verte enfadada conmigo. Me gustas tanto...
No quiero que nos peleemos por estas cosas.
Le callo con un beso lleno de pasión, y acerco su cara a mi todo lo que
puedo. Le beso con ansias, con ganas... Nuestras lenguas hacen contacto, y gruñe
con aprobación. Pocas veces las cosas se nos han ido de las manos,
desgraciadamente.
Muerdo su labio inferior, en la parte del piercing, y suelto un jadeo en
busca de aire cuando nos separamos.
—Si las reconciliaciones van a ser siempre así, no me importa que nos
peleemos siempre.
Suelto una carcajada, y le doy un suave golpe en el hombro.
—Idiota —le digo con burla, y deja un suave beso en mis labios.
—Tú idiota.
Sonrío embelesada por sus palabras, y me ayuda a bajar del coche. Una
vez en la silla de ruedas, se acerca a mí y deja de nuevo un beso en mis labios, el
cual respondo gustosamente.
—Cada día me vuelves más loco.
Avanzamos hasta su casa, y abre la puerta con una llave. Esta es de color
blanca, una casa normal. Tiene dos plantas, y las paredes están un poco
desconchadas. En la entrada hay algunas macetas con flores, y un banco donde
puedes sentarte y estar alrededor de ellas.
Nos adentramos a su casa, y me recibe directamente el comedor. A mi
izquierda hay un mueble con algunos cuadros y un enorme espejo, y observo la
imagen de una señora con el cabello y ojos igual que Wyatt. Sus parecidos son
enormes y sonrío cuando sé que esa señora es la mamá de él. Avanzamos unos
metros más, y dos sofás de color negro se muestran ante mí. Enfrente hay una
mesa, y en la pared pegada una televisión. No hay muchos detalles, solo cuadros
en las paredes, algunos muebles, y puertas de color madera. No es una casa muy
grande, pero es lo suficiente para dos personas.
—¡Papá! Ya estamos aquí.
Miro a Wyatt, y mi cabeza se dirige hacia la puerta corrediza que se abre
mostrando la cocina. Un señor de más de cuarenta años entra en escena.
Se le ve desgastado. Tiene poco cabello, y su mirada luce cansada. Es un
hombre alto, pero con bastantes kilos de más. Su atuendo es una simple camiseta
de manga corta negra, y unos tejanos azules. Va descalzo, y nos sonríe con
felicidad a pesar de que su mirada lo que más transmite es cansancio.
—Hola, supongo que debes de ser Teagan —me saluda viniendo hacia
nosotros, y me da dos besos en las mejillas.
—La misma —le respondo sonriendo—. Encantada de conocerle, señor...
—Joseph. Mi nombre es Joseph.
—Un gusto —respondo un poco avergonzada, y sus ojos marrones se
quedan unos segundos clavados en los míos. Su cabello marrón está lleno de
canas, y esta vez me asombra ver qué no es para nada parecido a Wyatt.
Este último carraspea, y eso hace que la mirada de su padre se desvíe
hasta su hijo.
—Estoy preparando la cena —nos dice Joseph—. Voy a ir a la cocina, y
así no os molesto. Cuando terminemos de cenar he de irme, Wyatt. Tengo
horario nocturno hoy.
Mi pelinegro asiente, y cuando su papá se marcha, me pide ir a su ha
habitación.
Al entrar, observo que es una simple habitación normal. Las paredes son
blancas, y tiene una cama individual al lado izquierdo de esta. Al fondo hay un
escritorio y encima un par de estanterías de madera con algunos comics o libros,
y poco más. Un armario, una gran ventana, y una mesita de noche. Lo suficiente
para una habitación.
—Lo siento por el desorden —me dice, pero apenas me había fijado en
que hay un par de prendas de ropa en el suelo.
—No pasa nada —sonrío, y después me ayuda a sentarme en su cama—.
Tú padre se ve muy agradable —le digo, y suelta una risa.
—Desde que mamá se fue, ha dado un gran bajón. Ha engordado mucho
y se ve más viejo de lo que en realidad es. Lo bueno es que igualmente se
comporta como un padre normal.
—Tu casa es muy bonita —alago.
—Es una simple casa para dos personas. Antes se hacía pequeña...
Éramos tres y nuestros animales. Ahora mis perros y gatos están en el campo
que tenemos, y no pasan casi tiempo en casa. A papá no le gusta mucho tener
animales aquí, cosa que me fastidia. Amo los animales, y me da pena tenerlos en
mi campo.
—Bueno, ten en cuenta que ahí están libres —le respondo, y me sonríe.
La palma de su mano se posa en mi cara, y cierro los ojos. Puedo sentir
su aliento mezclarse con el mío; y siento que nunca voy a tener suficiente. Cada
vez quiero más y más.
—Eres tan bonita... Adoro tus ojos grises —susurra, y sonrío—. Enserio,
y tú cabello es tan claro, que un copo de nieve sobre el apenas se notaría —mi
corazón se estruja con fuerza, y late fuertemente contra mi pecho. Mi bello se
eriza, y anhelo sus labios—. Eres una chica preciosa, Teagan. Me siento
completamente feliz por tenerte a mi lado.
—Me haces tener vergüenza... —musito, y sonríe divertido cuando clavo
mis ojos en los suyos.
—Eres una pequeña vergonzosa...
Posa sus labios sobre los míos, y me besa durante minutos. Su manera de
besar mis labios es tan única que simplemente le adoro. Cada vez siento más por
él, y me da miedo. Porque no quiero enamorarme sola. No quiero quererle como
nada, y no ser correspondida.
Suelto un suspiro, y me separo lentamente de sus labios. Antes de que
pueda decirme nada, la puerta de su habitación es tocada y su padre nos avisa de
que ha preparado la cena.
Salimos, con el cogiéndome en brazos, aunque le he pedido mil veces
que me deje ir en la silla, y Joseph ríe divertido cuando nos ve.
—Se os ve adorables así —dice riendo, y bufo.
—Su hijo es un auténtico calvario —digo siguiendo el juego de su padre,
y suelta una carcajada.
—Pero mujer, no me trates de usted. Me haces sentir más viejo de lo que
soy.
Sonrío, y comenzamos a cenar la pizza que según él ha hecho con mucho
amor. Wyatt nos mira con mala cara mientras come una hamburguesa.
—Está riquísima —digo, porque es la verdad. Es de esas pizzas que tiene
más condimentos que masa. No me gusta cuando casi todo lo que comes es la
masa de la pizza porque no lleva casi nada.
Cenamos riendo, y hablando de trivialidades. Me dice que su trabajo es
cansado y que le fastidia que a veces su hijo deba reemplazarle cuando se
encuentra mal. Pero Wyatt le resta importancia.
—¿Hace mucho que vives en Arkansas, Teagan? —me pregunta Joseph.
—No, en realidad vine en septiembre. Soy de California.
—¿California? Allí...
—Papá, no.
El timbre de voz de Wyatt me hace mirarle rápidamente, pero sus ojos
están clavados en los ojerosos de su padre.
—Está bien, Wyatt —dice Joseph, y cambia rápidamente de tema—. En
fin, Teagan. Cuéntame, ¿qué es lo que más te gusta de aquí?
Cenamos, y al terminar su padre se marcha. Wyatt y yo nos acomodamos
en su sofá, y aunque mañana haya clases —y la fiesta—, he hablado con mamá y
después mi chico me llevará a casa.
Estamos viendo "Los juegos del hambre". Sinceramente, amo esa
película. En mi opinión, las dos primeras son las mejores. Creo que la tercera y
la cuarta perdieron mucho su esencia.
Mi cabeza está recostada en el hombro de Wyatt, y observo que está
absorto en la película. Yo la he visto tantas veces... Que decido tomarle el
atrevimiento de elevar mi cabeza, y con toda la vergüenza del mundo comenzar
a repartir besos por esa parte del cuello expuesta para mí.
Doy besos suaves, con mis labios mojados por haberme pasado la lengua
ya que los tenía secos y siento su cuerpo tensarse. Extiendo mi brazo hasta la
otra parte de su cuello, y poco a poco le acerco más a mí. Sigo repartiendo besos
por toda la extensión, y doy una suave mordida que tensa de nuevo todo su
cuerpo. Observo los puños de sus manos cerrarse con fuerza, y sonrío.
Reparto besos y subo hasta su mandíbula. Beso su mejilla acompañada
de lunares, hasta que llego a sus labios. Su mano coge mi cabello con suavidad,
me echa hacia atrás y prácticamente devora mis labios. Ejerce presión a mi
cabello, pero se siente increíble. Su lengua juega con la mía, y casi pierdo el
hilo.
Muerde mi labio inferior con un poco de fuerza, y jadeo de placer. Su
cuerpo se extiende sobre el mío, dejándome tumbada en el sofá, y nos besamos
durante interminables segundos. Mis labios se sienten hinchados, pero ni eso es
suficiente para separarme de él.
Bajo mi mano por su pecho con ropa, e interno mi mano dentro de la
camiseta, sintiendo su estómago contra la palma de mi mano. Está caliente en
comparación de mi mano, y tiembla brevemente por el frío causado. Me ayuda a
quitarla, y su pecho duro queda desnudo.
Ni de lejos es el más perfecto, ni está lleno de músculos. Él es delgado,
pero fuerte. Su pecho es duro, y amo que las venas de sus brazos se noten. Es
algo que siento me vuelve loca.
No es perfecto, pero para mí es más que eso.
Es perfecto para mí.
Con su ayuda quita la mía, y se echa hacia atrás para observarme.
Aunque ya me ha visto en bañador, me es imposible no sonrojarme ante su
mirada tan seria.
Besa mis labios, y extiende sus besos hasta mi cuello.
Cuando vuelve a devorarlos, recorro con la yema de mis dedos su
espalda que muchas veces he visto está llena de lunares, y justo cuando creo que
podemos estar un buen rato besándonos y sintiéndonos así, mi teléfono suena.
Maldice entre dientes, y se separa de mí; más no hace amago de ponerse
la camiseta.
Suspiro, y no le hago caso al móvil. Beso sus labios, y me coloco de
nuevo la camiseta.
Seguimos viendo la película, y mis ojos se cierran inmediatamente.
Capítulo 28
Tan solo quedan un par de semanas para que llegue Navidad, y la verdad
es que siempre ha sido una de mis fechas favoritas. Las reuniones con los
familiares, los regalos, las cenas, la felicidad... Aunque eso también tiene su
parte mala, ya que hay muchas personas que ya ni la celebran a causa de que
faltan personas en la mesa.
A pesar de eso, nosotras vamos a seguir como cada año. Mamá va a
preparar una gran cena en casa donde asistiremos Marta, Naomi, Andrew, Wyatt,
su papá y yo. Como tanto mi pelinegro y su padre no tienen con quién
celebrarlo, mamá les ha invitado, cosa a la cual no me opongo.
Nuestra no-relación cada vez va mejor. Mis sentimientos hacia el crecen
y crecen que creo que ya no hay vuelta atrás. Siento que comienzo a quererle, y
que cada momento que compartimos se hace único. Ya sean los días en el lago
—donde casi ya no vamos a no ser que queramos morir de hipotermia—, los
días yendo a la cafetería con Mirna, la universidad... Casi nunca tenemos peleas,
salvo los pequeños piques y enfados por tonterías. Hemos llegado incluso a no
hablarnos durante algunos días, pero al fin y al cabo hemos terminado volviendo
el uno al otro.
—Hola, amor —susurra en mi oreja, y sonrío embobada.
—Hola —musito, y deja un tierno beso en mis labios.
—¿Qué haces aquí parada? —me pregunta divertido.
—Estoy esperando a que pase la gente para ir al patio sin ser estrujada.
Suelta una carcajada, y me guía con la silla de ruedas hacia el patio,
advirtiendo a las personas que pasan cerca nuestro.
—¿Cómo te está yendo la terapia? —me pregunta interesado, y suelto un
suspiro.
—Es muy duro, pero mantengo mis esperanzas por el cielo.
Hace casi dos semanas comencé a ir a terapia para poco a poco ir
recuperando la movilidad de las piernas. Según dice mi terapeuta, voy a tener
suerte. Intuye que en meses podré volver a caminar. Me mantengo feliz por ello,
pero tengo miedo de que solo sea una estúpida ilusión que se vea pisoteada. Esto
es algo muy duro, que no le deseo a nadie. Privarme de poder caminar, correr,
sentir el suelo bajo mis pies es terrible.
—Eres increíble, cielo —me dice parando, y se coloca enfrente de mi—.
Eres tan fuerte... Muchos se habrían rendido a la primera, y confío en ti. A pesar
de todo, quiero que sepas que me vas a seguir gustando aun así no funcione —
confiesa, y coloca un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
¿Cómo no quererle? Cada vez siento más y más, y pronto voy a terminar
confesándolo. No me importa que me rechace, a pesar de que me haría mucho
daño. Pero él me está demostrando que siente cosas por mí.
—Eres único —susurro, y beso sus labios suavemente. No quiero dar
mucho el espectáculo en la universidad, o que un profesor nos llame la atención.
—Vamos, nos deben estar esperando.
Asiento, y emprendemos camino hacia nuestra mesa.
Dana y Jason están juntos desde hace dos semanas. Jason le pidió salir y
Dana aceptó reprendiéndole por no haberlo pedido antes. Además, se nos ha
unido Nicole. Lleva unas semanas quedando con nosotros, y sobre todo es amiga
de Jessica.
Nos acomodamos, y comenzamos a hablar mientras comemos.
—¿Que vais a hacer estas Navidades? —pregunto.
—Nosotros vamos a estar en casa —dice Jason, señalando a Jess—. Mis
padres siempre han hecho una gran cena, y no podemos no ir.
Asiento, y le doy un bocado a mi sándwich de jamón y queso.
Los demás nos dicen lo mismo, que van a estar con su familia.
—Oye, podemos salir después de las cenas, ¿no? —pregunta esta vez
Jessica—. Cenamos todos con muestras familias, y después quedamos y nos
vamos a tomar algo.
Asentimos de acuerdo, y seguimos comiendo riendo de algunas
estupideces que dice Nicole. La verdad es que me cae muy bien a pesar de que
no he hablado mucho con ella.
—Hola —escuchamos que nos dicen, y giro mi cabeza viendo a Mía a un
lado de nuestra mesa—. Wyatt, ¿podemos hablar? —le dice mirándole, y mi
cuerpo se tensa.
Ella no se ha vuelto a acercar a nosotros, ahora va con otras personas. Me
asombra verla acercarse, las cosas la última vez no salieron bien.
—Él no tiene nada que hablar contigo —dice Dana, y sonrío.
Mi sonrisa se congela cuando veo al chico de cabello negro y ojos verdes
levantarse, toda la mesa vuelve a quedarse en silencio.
—Ahora vuelvo —dice serio, y desaparece con ella por la universidad.
Suelto un suspiro y dejo el tema. Lo que tengan que hablar con ese
asunto mío. A pesar de ello, un escalofrío recorre mi cuerpo.
—¿Te acompaño a clase? —me pregunta Jessica una vez suena el timbre.
Nicole se ha ido hace cinco minutos, y asiento.
—Oye, ¿Que hay con Nicole? Os lleváis muy bien.
Suelta una risita, y sus mejillas se enrojecen.
—Me pidió una oportunidad hace un tiempo. Solo quería que tomáramos
algo y acepté. Y bueno, desde entonces salimos de vez en cuando —suspira, y se
encoje de hombros—. No sé qué hacer. Nicole me gusta. Es divertida, increíble,
apasionante, y estar con ella me crea comodidad. Está muy loca, y no voy a
negártelo, nos hemos besado muchas veces —dice divertida—. Y me duele que
eso esté haciendo que no piense en Esther. Es raro. Hace un tiempo solo pensaba
en ella, y ahora lo único en que pienso es en poder estar un rato más con Nicole.
Tampoco quiero aprovecharme de ello, pero estar a su alrededor me hace bien.
Cojo su mano, y aprieto levemente.
—No te confundas tanto, Jess. Esther poco a poco será cosa del pasado, y
lo que te ha de importar es el presente. Siento decírtelo, Jessica, pero a ella no le
gustan las chicas. Y creo que debes saberlo.
—Lo sé, eso también hace que mis sentimientos poco a poco
desaparezcan.
El timbre suena, y se despide de mi para ir a clase. Entro, y me sorprende
ver qué Wyatt no ha llegado.
Voy hasta mi sitio, y la clase comienza. En un momento me siento algo
mareada, y le pido al profesor que me deje salir. Este sin poner pegas me deja
marchar, voy hacia el lavabo para mojarme un poco la cara.
Al entrar, el silencio me da la bienvenida, y mojo mi cara respirando
profundamente.
Suspiro, y cuando estoy a punto de salir, escucho una arcada seguida de
esta llega un vómito.
Frunzo el ceño, no sé qué hacer. ¿Qué voy y dejo a la chica ahí? ¿Y si le
ha pasado algo?
Decido acercarme, y toco suavemente la puerta.
—¿Hola? ¿Estás bien?
Abro los ojos cuando escucho un sollozo, y acerco mi mano a la puerta
para comenzar a abrirla lentamente.
—¿Esther? —jadeo cuando la veo con el maquillaje corrido, y con los
ojos completamente rojos por el llanto—. Oh, mi dios. ¿Estás bien?
Suelta un sollozo, y se acerca a mí para abrazarme.
Respondo un tanto confusa, pues ella y yo nunca hemos tenido tanto
contacto.
—¿Qué pasa? —pregunto preocupada.
—Soy una mierda de persona —solloza, y se me parte el corazón verla
así.
—Venga, lávate la cara y bebe agua.
Asiente, y me hace caso. Después, se gira y me mira dubitativa.
—¿Puedo confiar en ti? —me pregunta, y no dudo en asentir.
Sus ojos vuelven a cristalizarse, y llora desconsoladamente.
—Venga, Esther. ¿Qué ha pasado?
Se tapa la cara con las manos, y después de eso se las pasa por su pelo de
manera nerviosa.
—Estoy embarazada, Teagan.
Abro los ojos como platos, y me quedo perpleja.
—¿Q-que? —balbuceo, y asiente repetidas veces con la cabeza.
—Estoy embarazada.
—Pero... —me quedo callada—. ¿De quién es, Esther?
Vuelve a sollozar, y se deja caer de rodillas. Apoya sus brazos en mis
piernas y hunde su cabeza para volver a llorar. Me permito llevar mi mano hasta
su cabello, y le acaricio.
—No lo sé... No sé de quién es.
—¿Has tenido sexo con alguien más aparte de Mikel? —digo respirando
profundamente. Odio nombrar a esa escoria.
—¿Recuerdas la fiesta de hace unas semanas? Que era un miércoles —
dice entrecortadamente, y asiento—. Yo... Conocí al chico que la organizaba, se
llama Tyler. Él y yo... Lo hicimos en su habitación.
Jadeo, y ella vuelve a llorar.
—Estaba desesperada. Bebí mucho, pero sé lo que hice. Solo quería
olvidar por un momento y sacar todos los recuerdos que tengo de ese bastardo.
Por eso me acosté con Tyler. Él me había hablado unas cuantas veces antes de la
fiesta y aproveché la oportunidad.
—¿Lo sabe? —pregunto muerta de miedo. Saber eso solo hace que caiga
un peso de nuevo encima de mí. Esto es algo muy serio.
—¡No! —chilla, y se quita las lágrimas de la cara—. Yo cuidaré a la bebé
sola. No pienso abortar.
Suelto un suspiro.
—No sé qué decirte... ¿Has ido a un ginecólogo?
Niega con la cabeza.
—Acompáñame, por favor. Mis padres no pueden enterarse, están muy
mayores y se decepcionarían.
—¿Eres consciente de que tu barriga crecerá, ¿no? —pregunto frustrada,
y asiente.
—Para ese entonces espero haber encontrado una solución.
—Está bien —respondo dubitativa—. Iré contigo.
«Rocco D'Angelo;
«Yo:
Acepto, y las siguientes clases pasan muy lentas. A la hora del descanso
me encuentro de nuevo con Esther y vamos hacia nuestra mesa.
¿Otra cosa que ha cambiado?
Wyatt casi no viene con nosotros. Por alucinante que suene, con quien
comparte las horas de patio es Mía.
Si está enfadado conmigo —que no tiene porqué—, entendería que no
quisiera estar entorno mío. ¿Pero sus amigos? Ninguno sabe que es lo que pasa,
y no sé qué pensar. Extraño las tardes en el lago, en la cafetería... Ahora sí nos
vemos en la universidad o si me escribe algún día o yo lo hago para vernos.
—Cada día está más raro —comenta Jessica—. Desde que fue a hablar
con esa chica, no nos hace ni caso.
—Decídmelo a mí. Apenas le veo.
Decidimos dejar el tema, y al finalizar nos marchamos.
Al entrar por los pasillos, vislumbro dos personas cerca.
Wyatt y Mía.
Están discutiendo, aunque no escucho nada, y me duele el alma.
¿Ya no le intereso? Sinceramente, prefiero que todo quede claro. Si
debemos dejar esto que tenemos, creo que debemos hablarlo ya. Lo que no voy a
hacer es estar mal por alguien que ni siquiera le intereso.
Sigo mi camino pasando por su lado, sé que se ha quedado mirándome.
Su mirada en mi cuerpo quema y me siento tan mal... De verdad pensé que quizá
esto tendría un futuro. Contra antes luchas por los sentimientos, más pronto
vienen.
Pasan las siguientes horas y Jessica me lleva a casa. Su relación o lo que
tenga con Nicole va bien. Con ella me llevo cada vez mejor. Nicole trae alegría
que faltaba al grupo.
—¿Estás bien por lo de Wyatt? —me pregunta Jess, de camino a casa.
—Si algo he aprendido de la vida es que quiera o no, no puedo depender
de una persona. Yo... Quiero a Wyatt —decirlo por primera vez en voz alta me
causa una liberación increíble—. Creo que el tiempo que hemos estado juntos ha
bastado como para saber que le quiero, y me fastidia que de un día a otro haya
cambiado tanto. Apenas hablamos como lo hacíamos antes, y no sé qué pensar.
Pero en todo caso, va a ser él quien se acerque si así lo quiere. Yo no me voy a
arrastrar por nadie. Soy mejor que eso.
Sonríe, y posa su mano sobre mi hombro.
—Te admiro tanto... Oye, ¿es mucha molestia pedirte si puedo quedarme
a comer a tu casa? Jason se va con Dana y no quiero quedarme sola. Ya sabes,
mis tíos trabajan mucho.
—Claro —acepto rápidamente—. No habrá problema: además, mamá
estará encantada de verte.
Asiente y llegamos a mi casa. Al entrar, escucho el sonido de unas risas
venir del salón y nos acercamos para ver a mamá dándole un beso a Andrew.
Desde hace unas semanas ha comenzado a venir subidamente a casa, cosa que no
me molesta para nada.
—Hola —digo, y los dos se giran hacia nosotras.
Adoro que mamá esté feliz, pero, aun así, me causa miedo ver que ha
superado a papá. Tengo miedo de que le olvide.
—Oh, hola.
Mamá se acerca a nosotras, y tras saludarle con un beso en la mejilla a
Jess, me da un abrazo.
—Hola, chicas —nos saluda Andrew, sonriente.
Me cae genial, este tiempo ha demostrado que quiere a mi madre.
—¿Te quedas a comer, Jessica? —le pregunta mamá, y esta asiente—.
Oh, perfecto. Entonces vamos hacia la mesa, tengo algo que contarte, Teagan.
La seguimos, y tras colocarnos junto a Marta, comenzamos a comer.
Mamá sabe lo que está pasando con Wyatt, y le duele verme triste.
También me ha preguntado algunas veces por Rocco, y un nudo se instala en mi
garganta. Voy a hacer una video llamada con él, y no sé si voy a ser capaz. He
sentido tantas cosas este año por el... Fue mi salvavidas, la persona a la que me
sostuve con todas mis fuerzas para no caer y creo que eso durante un tiempo me
hizo dependiente de él. Cuando comenzamos a tontear y demás, no quería salir
nunca de casa. Lo que más deseaba era que Rocco saliera de la universidad para
que se conectara y habláramos. Y eso está mal, no puedes depender de una
persona.
Lo entendí, y entonces todo fue bien. Pero creo que fue el motivo por el
cual quise seguir cerca de él, el que hizo que confundiera mis sentimientos. Le
quise, y aún hay sentimientos de por medio, pero creo que todos ellos son de
agradecimiento por haber estado en mis momentos más complicados.
—Bueno... Hay algo que debo deciros —escucho la voz de mamá, y
elevo la cabeza hacia ella.
—¿Qué pasa? —pregunto intrigada.
Carraspea, y con cariño coloca la palma de su mano sobre la de Andrew,
quién no deja de sonreír.
—Andrew me ha pedido matrimonio.
Mi mente queda en blanco. Mi respiración por un momento se corta,
siento ganas de llorar.
¿Le ha pedido matrimonio?
Escucho el jadeo de Marta y Jess, y se levantan para felicitarles. Pero yo
me quedo aquí, intentando asimilarlo.
Mi parte egoísta no quiere que eso pase. No puede permitir que ella
olvide a papá, que le deje en el pasado y se case con otro hombre. Y luego mi
parte sensata me dice que mamá ha de rehacer su vida, que no tengo derecho a
querer que se quede estancada.
Así que, tragándome las lágrimas, les felicito.
Un gusto amargo recorre mi cuerpo, y quiero irme a mi habitación a
llorar.
Mamá me mira seriamente, y juro que con todas mis fuerzas quiero
contener las lágrimas. Pero en el momento en que una lágrima traicionera baja
por mi mejilla, pide permiso y me obliga a que nos retiremos. Entramos a mi
habitación, y se sienta en mi cama.
—¿No quieres que me case con él? —pregunta algo triste.
Suelto un sollozo, y me tapo la boca con mis manos, intentando contener
los demás. Las lágrimas bañan mis mejillas, y me mira completamente
preocupada.
—¿Qué pasa, cariño?
—N-no qui-iero que olvid-des a papá —balbuceo y suelto otro sollozo
lastimero. Esto es horrible.
Una lágrima cae por su mejilla. Me siento la persona más terrible del
universo.
Qué doloroso es saber que le estás haciendo daño a alguien que amas con
toda tu alma. A esa persona que te ha dado la vida.
—Oh, mi amor... ¿Cómo podría olvidar a tu padre? Él fue y será el amor
de mi vida, cariño. Siempre, siempre, voy a llevarle en mi corazón. Él siempre
va a ser mi primer y único gran amor, pero Teagan, he de pasar página... He de
volver a querer, y quiero a Andrew. El me aporta felicidad, y sé que voy a ser
feliz a su lado.
Me acerco y la abrazo con todas mis fuerzas.
—Quiero que te cases con él, yo no soy nadie para impedírtelo, mamá.
Pero tenía miedo de que al casarte con Andrew decidieras olvidar a papá.
¿Sabes? Le extraño mucho... Extraño sus abrazos, las tontas peleas que tenías
con él...
Mamá suspira entrecortadamente, y me aprieta con más fuerza contra su
pecho.
—Yo también le extraño mucho, cariño. Pero él ahora, desde donde esté,
sé que está feliz por nosotras. Porque yo haya rehecho mi vida, y porque tú te
estés convirtiendo en una gran mujer. Te mereces todo lo bueno que pueda
pasarte, cariño. Y estoy muy orgullosa de ti, porque no te has rendido y sé que
pronto podrás volver a caminar. Sé que no te vas a rendir. Eres muy fuerte.
Asiento, y me aparto las lágrimas de mis mejillas.
—Lo hago por ti, por papá, pero sobre todo por mí. No quiero darme por
vencida. Quiero caminar, correr... Sentirme completamente libre.
—Eso es lo que más me enorgullece de ti. Todo debes hacerlo porque tú
así lo deseas. Ya sea lo que sea.
Salimos de la habitación cuando estamos más calmadas, y nos
encontramos en el salón a los tres. Están hablando, y Andrew pega sus ojos en
nosotras. Su expresión triste, y asustada me hace querer volver a llorar; pero
simplemente me acerco a él y le abrazo.
Le abrazo porque, aunque nunca podrá superar a mi padre, no es menos.
Es el hombre que hace feliz a mi madre, el que ha movido cielo y tierra para
conseguir un buen terapeuta.
Gracias a él mantengo la esperanza viva.
Capítulo 30
—Hola.
Giro mi cabeza inmediatamente, y mi mirada choca con la verdosa de
Wyatt. Es viernes, y por lo tanto el último día antes de Navidad. Intento
sobrellevar todos mis sentimientos lo mejor que puedo.
—Hola —murmuro, y se sienta en el banco que hay a mi lado.
Acaba de tocar el timbre para ir a casa, y estoy esperando a que mamá
venga a buscarme. Siento ganas de huir como una cobarde, y suplico que no
tarde mucho.
—Oye, Teagan... —suspira, y le miro con atención—. Yo... Siento haber
estado así contigo... Estas semanas han sido bastante duras, y he discutido con
mi padre, y...
—Y no tienes que darme explicaciones —suelto, y fija su atención en mí
—. Simplemente, no quiero que cada vez que estés mal con alguien, decidas
pasar de mí. Te vi peleando con Mía, y si algo no soy es tonta. Sé que tu cambio
de humor y comportamiento conmigo fue a causa de algo que pasó con ella.
¿Pero sabes qué? En estos días que apenas me has hablado, me he dado cuenta
de que no quiero estar dependiendo de alguien. Yo... —te quiero, deseo decirle
—. Me gustas tanto... Esto que tenemos era tan bonito... ¿Una discusión con Mía
va a echarlo a perder? ¿Enserio?
Sin oportunidad de seguir hablando, sus labios se estampan con los míos,
y siento que vuelvo a ser yo. Sus labios se mueven al compás de mí, con
necesidad, urgencia... Sentir sus labios dulces es lo mejor que puedo saborear, y
su lengua explora con la mía. Sus manos cogen mi cara con firmeza, y esta vez
me besa con suavidad, delicadeza... Nuestras respiraciones agitadas se
entremezclan, y une nuestras frentes.
—Soy un estúpido, y siento haber sido así. Antes de ti, no me importaba
nadie más que mi padre o yo mismo. Se me hace bastante complicado tener de
nuevo en cuenta los sentimientos de alguien más. Pero prometo intentar mejorar
eso. No puedo decirte que cambiaré, pero daré todo de mi para que volvamos a
estar bien.
Sonrío, y beso sus labios brevemente.
—Te he extrañado, mi chico de ojos verdes.
—Y yo a ti, copito.
Mis mejillas se calientan, y me da un beso en la nariz.
—Estas Navidades las vamos a pasar juntos, y serán las mejores. Tengo
muchas ganas de poder estar contigo a todas horas.
Asiento, y acaricio su mejilla.
—Serán nuestras Navidades.
Después de hablar un par de minutos se marcha, y mamá llega. Me ayuda
a subir al coche, y nos dirigimos hacia terapia.
Capítulo 31
La cena de Navidad llega muy pronto. Toda la casa está preparada, mamá
y Marta se han puesto a limpiarlo todo y a elaborar un menú para la noche. Es
veinticuatro de diciembre, y estoy feliz porque van a ser mis primeras Navidades
con Wyatt.
—¿Ya sabes que te vas a poner? —me pregunta Esther en mi habitación.
Últimamente pasamos mucho tiempo juntas, y le he tenido que contar a Jessica
que ahora nos llevamos mejor. Obviamente no puedo decirle el motivo, pero me
alegro de llevarme bien con Esther, en el fondo es una buena persona.
—No, aun no lo sé —le respondo doblando ropa que ha dejado mi madre
en mi cama—. Lo más seguro es que me ponga unos pantalones.
Jadea, y niega con la cabeza.
—Debes ir preciosa. Y unos pantalones son demasiado simples. Yo te
ayudo.
Se levanta de mi cama, y se acerca al armario para abrirlo e inspeccionar
la ropa que tengo. Mientras, se acaricia el estómago y sonrío. El embarazo no se
le nota nada aún, pero ella se siente tan feliz... Lo que no me termina de gustar es
que aún no le ha contado nada a Tyler. Le he dicho que es injusto de su parte no
decírselo.
—¿Cuándo vas a decírselo a Tyler? —le digo, y se gira con brusquedad
hacia mí.
—Teagan... No me gustan estas conversaciones. ¿Para qué le voy a decir
a Tyler nada? El seguramente no quiera saber nada del bebé, y tampoco creo que
quiera tirar los años que le quedan de universidad por mí. Lo mejor es que le
cuide yo sola, sí.
—¿Y qué harás cuando se note tu barriga?
Suelta un suspiro, y se acerca a mí. Coge mis manos entre las suyas.
—Después de Navidad no volveré a la universidad. He conseguido un
trabajo desde ahora hasta finales de enero, y el dinero que gane será para
guardarlo cuando deba mudarme. Les he dicho a mis padres que voy a dejar la
universidad, pero no el motivo. Lo han aceptado después de varias discusiones y
voy a ahorrar todo el dinero posible para irme de casa. Ellos nunca van a aceptar
que yo esté embarazada. Son de esos que piensan que no puedes tener bebés
hasta después del matrimonio. Yo lo veo una tontería... Y saber que estoy
embarazada solamente harán que me echen de casa a patadas. Para eso, me iré
yo antes.
Hago una mueca de tristeza, y acaricio su mano.
—Cualquier cosa que necesites, aquí estoy. Ya sea alojamiento durante
un tiempo. Te entiendo, Esther. Pero a mí no me gustaría que me ocultaran algo
así.
Suelta mis manos, y vuelve a mi armario.
—Son cosas de la vida, Teagan. Yo he decidido esto. Tyler nunca sabrá
que estoy esperando un hijo de él. Porque hasta hace poco dudaba si el padre
podría ser Mikel... —un escalofrío recorre mi cuerpo—. Pero no. Él me dijo una
vez que nunca podría tener hijos... Por lo tanto, él no es el padre.
Asiento, aliviada y sigo doblando mientras ella mira mi ropa.
—No tienes nada para esta noche. Aún quedan unas cuantas horas para la
cena, vayamos al centro comercial a comprarte algo.
—¿Que? No hace falta, Esther. Cualquier cosa estará bien.
—No, no, no. Iremos al centro comercial y de paso iré a una peluquería,
estoy cansada de tener el pelo azul. Me ha crecido bastante, y ya es hora de
teñírmelo de otro color.
Desganada acepto y me guía hasta el salón de casa. Marta y mamá están
hablando, y nos sonríen cuando nos ven.
—¿Dónde vais? —pregunta mamá. Esther me dejó que le contara que
está esperando un bebé, y desde entonces la mira con otros ojos. Naomi ama a
los bebés, y le ha dicho mil veces a mi amiga que será una buena madre.
—Al centro comercial. Teagan va a comprarse algo para esta noche.
Mamá asiente, y tras despedirnos salimos de casa. Así de paso puedo
comprar algunos regalos, pues hasta ahora no me he dado cuenta de que no he
comprado nada.
Mi móvil vibra, y lo miro sonriendo.
«Wyatt♥;
Estoy deseando verte. Aprovechar todas las horas en las que fui un tonto
y no estuve ahí para besarte tanto como lo deseaba. Nos vemos por la noche».
«Yo;
«Wyatt♥;
Unas horas después, Jessica nos dice que irá a descansar y nos
marchamos de allí. Wyatt y yo volvemos a la casa y para ese entonces ya es de
día. Son las nueve de la mañana, al llegar prepara un gran desayuno. Esto que ha
pasado ha sido horrible, pero Jessica nos ha pedido que no estemos mal.
—Aquí tienes, copito. Tienes comida para explotar —ríe y deja en la
mesa muchos platos. Las raciones son pequeñas, pero hay de todo.
Cereales, croissant, fruta, tostadas, mermeladas, zumo... Mi estómago
gruñe, y ataco a todo.
Desayunamos, y decidimos ir a mojarnos los pies en el río. Últimamente
las temperaturas están descontroladas. A estas horas el sol da directamente, y
mantiene el agua templada.
Me pongo unas chanclas, una camiseta de manga larga gris y la parte de
abajo de un bikini blanco.
Wyatt me mira embobado, me coge en brazos para dejarme en pie. Me
observa mientras me coge con fuerza y muerdo mi labio inferior cuando coge mi
trasero con sus manos.
—No sé si esto te va a durar mucho... —murmura, y suelto una risita
completamente avergonzada.
Me coge como si fuera una princesa y partimos hacia el río. Los pájaros
cantan mientras vamos hacia allí. Apoyo mi cabeza en su pecho. Respiro
profundamente y dejo un beso en la curvatura de su cuello, enviando un
escalofrío por su cuerpo. Veo como sus vellos se erizan, y sonrío.
Al llegar, me deja en la orilla para mojar mis piernas, y se sienta a mi
lado. Mueve sus pies dentro del agua. Después, apoya su cabeza en mi hombro.
—Eres la mejor novia que he podido tener nunca. Me siento estúpido por
no haber querido estar antes contigo. Estaba tan inseguro... Ya te conté que mi ex
novia se acostó con uno de mis mejores amigos, y la simple idea de que volviera
a pasar... Luego caí en cuenta de que era una tontería. ¿Cómo iba a dejarte
escapar? Estar contigo es lo mejor que me puede pasar.
Le miro desde mi lugar completamente embobada. Veo las pestañas de
sus ojos revolotear cada vez que pestañea, y sus labios están entre abiertos. Me
parece tan perfecto... Con sus defectos, con sus más y sus menos... Es todo para
mí. No necesito a nadie más.
Un rato después volvemos, y pasamos el día mirando películas o jugando
a algún juego. Las horas pasan, y al llegar la noche estamos cansados.
Caigo en un sueño profundo cuando mi cabeza toca la almohada, y siento
como se acuesta detrás de mí y acerca mi cuerpo hasta su pecho para abrazarme
y así quedar dormidos.
—¿Quieres que el resto del día lo pasemos en mi casa con papá? Me dijo
que si queríamos volver antes podíamos ir a casa.
Le miro cuando me dice eso, y asiento distraídamente. La verdad es que
el ver cómo ha amanecido lloviendo, aunque me ha encantado, ha fastidiado
nuestros planes. Tampoco es nada malo que pasemos el resto de día con su
padre.
—Está bien.
Recogemos todo, y un rato después nos subimos a su coche. Conduce
con tranquilidad, ya que conducir más lluvia no es algo que me guste mucho.
Al llegar, baja y me coge en brazos para ir hacia la casa de su padre
rápidamente.
Joseph nos da la bienvenida, nos prepara un vaso para mí de chocolate
caliente y un café para Wyatt.
—¿Cómo ha ido el fin de semana? —pregunta, y Wyatt le cuenta por
encima lo que hemos hecho—. Oh, qué bien, chicos. Hay que disfrutar mientras
se pueda —comenta, y mira directamente a Wyatt. Este le responde con una
mirada completamente seria, y frunzo el ceño con confusión.
—No te lo he dicho, Teagan, pero antes Jason me ha escrito para
preguntarnos si queremos ir a tomar algo a una cafetería de aquí. Le he dicho
que te preguntaría —me dice, y asiento conforme. Mañana ya es lunes y tengo
cero ganas de ir a la universidad. Solo quiero terminar ya...
—Wyatt... ¿Podemos hablar un momento? —le pregunta Joseph a su
hijo, y no se me pasa inadvertida la mirada que le da. Le está obligando que
vayan a hablar, y este después de mirarle unos segundos fijamente, asiente.
—Volvemos en unos segundos —me dicen y asiento, incómoda de
repente. Algo me da la sensación de que van a hablar de mí.
Pasan los minutos y no vienen. Comienzo a ponerme nerviosa, y cuando
menos lo espero, el timbre de la casa suena. Cómo ninguno de los dos hace acto
de presencia, voy hacia la puerta, y al abrir me encuentro con nada más y nada
menos que...
—¿Qué haces aquí? —me pregunta molesta, y pasa por un lado para
internarse en la casa.
—Eso mismo me pregunto yo, Mía.
Me mira fulminante y una extensa sonrisa se apodera de sus labios.
—¿Aún no te lo ha contado? Mira que le dije que solo le daba este fin de
semana para que te lo contara todo...
La confusión no se hace esperar.
—¿A qué te refieres?
Suelta una carcajada.
—Oh, pobre ingenua...
De repente aparecen Wyatt y Joseph, el primero al ver a Mía, parece que
ha visto un fantasma. Su cara se descompone y me mira con tristeza.
¿Qué está pasando?
—¿Qué haces aquí? —le pregunta Wyatt a Mía.
—Venía a ver a tu padre, como lo he hecho siempre. Pensaba que ya se lo
habías contado todo a Teagan... Qué pena porque entonces seré yo quien se lo
cuente.
—¿Contarme qué? —pregunto de repente algo asustada. Me estoy
imaginando lo peor.
Miro a Joseph y aparta la mirada rápidamente.
—Vuelvo en un rato —le dice a su hijo, este asiente.
Cuando Joseph se marcha, un nudo en la garganta comienza a formarse.
—¿Que está pasando, Wyatt? No entiendo nada.
—Necesito más tiempo —le pide a Mía, sin responderme.
—Has tenido mucho tiempo, no sigas con esta maldita farsa —escupe.
—No es una farsa, lo sabes.
Mía suelta una carcajada, después suspira profundamente.
—Muy bien, entonces... ¿Por dónde empiezo?
—¡Basta! —grita Wyatt, me quedo sin respiración.
—¡¿Me podéis explicar que está pasando?! —exclamo con furia, dos
pares de ojos se fijan en mí. Uno de ellos me mira con perversidad y el otro con
tristeza y... ¿Arrepentimiento?
—Lo siento mucho... —murmura el chico de ojos verdes.
Mía rueda los ojos.
—¿Se lo vas a contar ya? ¿O debo esperar o contarlo yo? Perdería la
gracia.
—Eres una basura —le dice Wyatt—. Eres una basura por obligarme a
hacer esto.
—¡Pues no deberías habérmelo contando! ¡Hazlo de una jodida vez!
¡Deja de ser un puto cobarde!
Siento las lágrimas acumularse en mis ojos. ¿Qué está pasando? Siento
que algo malo va a estallar.
Wyatt se sienta en el sofá, y se pasa las manos repetidas veces por la
cara.
—Yo... Eh... —hace una mueca—. Antes que nada, quiero pedirte
disculpas, nada ha salido como en principio esperaba... Me arrepiento de haber
tenido esos pensamientos en un principio, y solo haber pensado en mí —
murmura con la voz cortada—. Teagan... En el accidente que tuviste con tu
padre... El coche con el que chocó fue con el de mi madre.
Jadeo, y todo mi mundo se tambalea. Me llevo una mano al corazón, y de
repente las lágrimas simplemente salen.
¿Que?
Sus ojos se cristalizan.
—Las vacaciones que te dije que tuvimos fueron en California, y allí fue
cuando mi madre tuvo el accidente. No me molesté en saber con quién se chocó
mamá, porque sinceramente era lo que menos me interesaba. Ardía por dentro,
estaba tan furioso... Mi padre me contó que las personas con las que habíamos
chocado, una de ellas murió y la otra perdió la movilidad de las piernas... Y
quise saber quién eran —sus ojos se clavan en los míos, y todo mi mundo cae
lentamente—. Cuando descubrí quien eras en el hospital, juré que te haría la vida
imposible si volvía a verte. Lo juré, y entonces no te volví a ver hasta el primer
día de clase... Casi me da algo cuando supe que eras tú, y el odio que sentía
volvió a crecer. Le conté todo a Mía, y le dije que te haría pagar por todo... Le
dije que intentaría meterme en tu vida, y así hacer que te enamoraras de mi...
—Basta —le pido sollozando.
¿Cómo me ha podido hacer algo así? ¿Acaso yo pensaría en una
venganza contra él?
—Teagan...
—¡Basta! —grito—. ¡Nada ha sido real! Me has querido enamorar para
después romperme el corazón... Todo ha sido una mentira.
—No, no, no, copito. Desde la primera vez que quedamos supe que no
podría hacerlo. Todo lo que hemos vivido ha sido completamente real, amor.
Niego con la cabeza, y le grito cuando intenta acercarse a mí.
—Ni se te ocurra acercarte —Bramo con dolor, y suelto un sollozo—.
Eres una basura —escupo con rabia y miro a Mía—. Y tú eres peor que eso, Mía.
Me daría vergüenza ser tú. Me complace saber que nunca podré parecerme en lo
más mínimo a ti. Eres una sucia rata rastrera.
Intenta abalanzarse hacia mí, pero Wyatt la detiene rápidamente.
—¡Vete! —le grita, Mía le mira asustada—. ¡Vete de mí puta casa!
Se marcha rápidamente, y sigo llorando. Intenta acercarse a mí y en un
momento de debilidad dejo que lo haga. Coge mi cara entre sus manos y besa
mis labios brevemente.
—Todo lo que siento por ti es real, Teagan... Te has calado tan hondo en
mi corazón que siento que nunca voy a volver a poder recomponerme si te
pierdo. Porque... Estoy enamorado de ti. Me has hecho ver que puedo volver a
sentir amor hacia alguien. No me dejes, por favor.
Mi corazón golpea con fuerza contra mi pecho. Esas palabras se sienten
tan mal en este momento... Que quiero obligarle que las retire.
—No te creo... No quiero volver a estar contigo nunca más —jadeo, y
hago un intento en vano de quitar las lágrimas de mi cara—. No quiero estar más
contigo, no quiero que te acerques a mí nunca más...
—No, por favor... No me digas eso, bonita. Te amo mucho, no quiero
perderte.
—¡No me digas que me amas! —le chillo—. Esas palabras son
demasiado bonitas para ti. Eres una basura, Wyatt. Odio haberte entregado cada
parte de mi alma. ¡Estuviste dispuesto a hacerme daño! ¡Supiste quién era desde
el principio y no quisiste decirme nada! —me siento desquiciada.
—Lo iba a hacer, te lo juro. Pero aún no, primero quería disfrutar más de
ti por si me separabas de tu lado.
Suelto una carcajada irónica.
—Vete a la mierda, Wyatt.
Me dirijo hacia la puerta, pero su mano coge mi brazo.
—Por favor, Teagan. Perdóname.
—No me toques nunca más.
Una lágrima se desliza por su mejilla, y mi corazón vuelve a romperse.
Me deja salir de la casa, y rápidamente llamo a Esther para pedirme que
venga a por mí. Giro la cabeza hacia su casa, y suelto un sollozo.
Todo ha sido una mentira... Él no me quiere, él ha estado jugando
conmigo...
Su madre era la persona con la que tuvimos el accidente... Su madre
embarazada.
Siento que en el momento en que Esther me ayuda a subir al coche, algo
cambia dentro de mí. Las lágrimas han dejado de caer, y mi expresión seria
preocupa a Esther.
—¿Que ha pasado? Cuéntamelo, por favor.
La miro, y asiento.
—Bien... ¿Por dónde empiezo?
WYATT
Tan solo le bastó ver sus ojos para saber que caería ante ella -Trubel
(Tamara Ortiz).
Hay muchísima gente que recibe a sus seres queridos cuando bajo del
avión. No puedo localizar a mis amigos, cuando por fin veo donde están, estos
no se dan cuenta de que soy yo. Avanzo hacia Jay y Dana y cuando esta repara
en mí, jadea.
Toca el hombro de Jay sucesivamente y nada más verme se queda pálido.
—¿Teagan? ¡Oh dios! —chilla Dana y se abalanza hacia mí para
abrazarme—. Dios, no me lo creo. ¡Has vuelto a caminar! —unas cuantas
lágrimas caen por sus mejillas. Sonrío conmocionada.
—Estás guapísima —me dice Jay y me estrecha entre sus brazos. No han
cambiado en nada, solo que ahora Dana tiene de nuevo el cabello castaño, y
corto por encima de los hombros.
—Gracias, chicos. Quería que fuera una sorpresa. Estoy cansadísima —
me quejo—. Mira que adoro a los niños, pero había uno que desde el asiento de
atrás no paraba de darme golpes en la espalda...
Sueltan una carcajada, y Jay coge mi maleta.
—¿Y bien? ¿Cómo ha ido todo? ¿Tus padres porque no han venido?
—Todo ha ido bien —respondo a Dana—. Mi madre y Andrew no han
venido porque van a quedarse unos meses más. Marta en cuanto nos fuimos a
California se fue con su hijo, volverá cuando mi madre venga a Arkansas.
—Oh, genial. ¿Entonces no te importa que cenemos algo esta noche en tu
casa todos? Hace mucho que no te vemos. Así hay una excusa para juntarnos.
—¿Cómo están los demás? —pregunto interesada.
—Bien. Jessica y Liz se fueron de vacaciones a las Bahamas, y volvieron
hace unas semanas. Nicole y Jess siguen juntas, a pesar de que han tenido que
estar todo el verano separadas. Y de Esther no sabemos mucho. No la hemos
visto en todo el verano.
Cómo Esther es muy delgada —por constitución—. Apenas se le notaba
la barriga. Nadie sabe aún que ella está a punto de parir. Si tarda más le
provocarán el parto. Está viviendo en una urbanización de Arkansas algo
alejada, en un pisito.
—Entonces perfecto, esta noche cena en mi casa.
Asienten y me dejan en ella un rato después. Me despido y al entrar a
casa veo que está todo limpio. Cómo nos hemos pasado meses fuera, mamá
contrató a una señora que ha ido viniendo para quitar el polvo y que no estuviera
la casa tan cerrada.
Dejo la maleta en mi habitación jadeando de cansancio, y me tomo una
ducha rápida. Extrañaba tanto poder bañarme yo sola...
Salgo envuelta en una toalla. Tras encender mi ordenador pongo música.
“Without[TO1] me” de Halsey suena y canto mientras termino de secarme.
«Found you when your heart was broke».
Me visto con una falda de cuero negra, y debajo llevo un bodi negro
también. Me pongo unas cuñas que no son muy altas y arreglo mi cabello. Estos
meses me lo he ido dejando más largo. La verdad es que así me encanta.
Me pongo pintalabios morado, rímel y un poco de colorete. Después, voy
a la cocina y preparo el salón sin prisa para los que vayan a venir. No sé si Jess,
Nicole y Liz también se unirán.
Miro la nevera, pero está vacía. Mañana deberé ir a hacer una compra
grande, así que esta noche tendremos que pedir comida a domicilio.
El timbre suena un rato después y cuando abro, todos se quedan en
silencio. Cómo dije, nadie sabe que vuelvo a caminar. Sonrío y a Jess se le
cristalizan los ojos. Desde la muerte de su hermano, sigue viviendo con Jay. No
sabe, ni quiere saber nada de su madre.
—Oh, no me lo creo... —jadea, y coge mis manos con fuerza para
mirarme de arriba abajo—. Madre mía... Caminas, Teagan.
Asiento con la cabeza emocionada. Me abraza con fuerza.
—Dios... Estoy tan feliz por ti...
—Gracias —murmuro.
Nicole me saluda abrazándome y Liz no deja de mirarme. Con ella nunca
he tenido relación. La verdad es que no me importa tanto. No me molesta que
haya venido, es una más del grupo como yo.
—Me alegro de que hayas podido volver a caminar —dice sincera—. Te
lo mereces.
Asiento y se acerca para darme un corto abrazo.
Jay Jay y Dana entran también y nos sentamos en mi comedor para
hablar. Me cuentan muchos más detalles de su verano. Jason y Dana fueron a
Londres de junio a agosto y luego volvieron. Nicole ha estado trabajando, y Liz
y Jess me cuentan más cosas sobre su viaje a las Bahamas.
—Debemos pedir a domicilio. He llegado hace nada y no hay comida en
la nevera.
Asienten y llamamos para encargar pizza y bebidas. Sonrío nostálgica
cuando dicen de cenar pizza. Tengo miedo de volver a ver a Wyatt. Estos meses
sólo han hecho que lo que sienta por el evolucione a niveles extremos. Es mi
primer amor verdadero, ese que nunca voy a olvidar. Y aunque me haya
traicionado, le he perdonado. Pero como dije, que le haya perdonado no significa
que haya olvidado.
Continuamos charlando y el timbre de casa suena.
—Debe ser el repartidor —digo, y me levanto—. Ya voy yo.
Asienten y escucho que Dana murmura algo como que aún es muy
pronto para que ya esté la pizza.
Abro la puerta. En vez de toparme con el repartidor, mis ojos chocan con
esos verdes que tanto anhelaba ver. Mi corazón se ha paralizado, todo mi bello se
eriza. Respiro profundamente y hago todo el acopio por no tambalearme. Así
que cojo la manilla de la puerta con fuerza.
Sus ojos están abiertos desmesuradamente. Recorre todo mi cuerpo de
arriba abajo. Toma un gran respiro, me mira fijamente.
—Has vuelto a caminar —susurra, su voz ronca que tanto extrañaba
suena a melodía.
—Hola, Wyatt.
Carraspea y se pasa las manos por su pelo negro. Le ha crecido mucho
más.
—Yo... Me invitó Jason. No sabía si venir... Me dijo que valdría la pena
verte. Y ha tenido razón. Yo... Me alegro tanto por que hayas vuelto a caminar...
Suspiro. Verle evoca mil recuerdos. A veces solo debemos dejar las cosas
malas en el pasado.
—Sí... —le digo porque no sé qué responderle.
—En fin... Solo pasaba a verte. He visto que has cambiado mucho —dice
mirando mi cabello, mi cuerpo…—. Estás preciosa —murmura, siento mis
mejillas calentarse—. Bueno... Ya me marcho. Espero verte pronto.
Da media vuelta y comienza a caminar para irse.
Maldigo y avanzo unos pasos para llegar hasta él. Agarro su brazo y gira
su cabeza hacia mí.
—¿Quieres quedarte? Yo... Quiero que te quedes.
Me mira con el ceño fruncido.
—¿Estás segura? Si no quieres que esté no pasa nada, es comprensible
con lo que te hice —hace una mueca, y bajo mi mano por todo su brazo hasta
llegar a sus manos. Un escalofrío recorre mi cuerpo.
—Quiero que lo hagas. Ven, Wyatt.
Asiente lentamente, y aun cogiendo su mano doy media vuelta, y
entramos en la casa.
Al llegar al salón, todas las voces se callan.
—¿Qué haces aquí? —pregunta Jess enfadada.
—Le he pedido que se quede. Venía a verme —respondo y miro de reojo
a Jason.
Jess suelta un suspiro y tras sentarme, él lo hace a mi lado.
—¿Cómo te ha ido el verano, Wyatt? —le pregunto, me mira extrañado.
—Bien... He estado trabajando con mi padre estos meses.
Asiento y echo mi cuerpo hacia atrás.
—Cuéntame, Teagan. ¿Qué hay de ese tal Garret? He visto algunas fotos
tuyas con el juntos.
Siento mis mejillas ponerse rojas. Maldita Jessica, lo ha hecho aposta.
Miro a Wyatt de soslayo. No se me pasa inadvertida la mueca de
incomodidad.
—Garret es un amigo de California. Mis amigos me lo presentaron. Es
alguien especial, nada más.
—¿No estáis juntos? —vuelve a preguntar.
—No. No estoy saliendo con nadie.
Miro a Wyatt, sus ojos chocan con los míos.
Estos meses por mucho que he querido, no he podido dejar atrás mis
sentimientos hacia él. Quiero a Wyatt, y aunque suene tonto, creo en segundas
oportunidades.
Capítulo 38
Es mejor ser golpeado con la verdad, que besado con una mentira -
Proverbio ruso.
Dana me pasa a buscar y cuando subo al coche vamos a por los demás.
Jason irá con Jessica y Nicole. Nosotras iremos a buscar a Liz.
Hace unos días hablé con Esther, y fui a verla. El embarazo va genial, y
su bebé pronto nacerá. No quiere que los del grupo lo sepan, por una parte, la
entiendo. Mientras ella esté bien, es lo importante.
Llegamos al local donde cantará Wyatt, y bajamos del coche. Hay mucha
gente haciendo cola para entrar, pues se ve que se han ido haciendo famosos. Sé
que Wyatt canta increíble... Y se lo merece todo.
—Nos están esperando en una mesa justo enfrente del escenario —me
dice Dana al oído, y asiento.
Cuando llegamos, nos sentamos y mientras Liz se pone a hablar con
Nicole, yo saludo a Jay y Jess.
—¿Dónde has estado todo el día? No me has respondido los mensajes —
me dice Jessica, y le sonrío.
La otra vez me dejó tirada aposta. Sabía que Wyatt saldría un poco
después, y quiso que nos encontráramos. Solo por eso la perdono.
—Wyatt me ha invitado a un helado esta mañana, hemos pasado el día
juntos.
Sonríe y mira hacia el escenario.
—La verdad es que me sorprende que seas capaz de perdonar lo que te
hizo. A mí me costaría mucho.
Suspiro.
—Lo sé, me lo ha dicho mucha gente. Pero simplemente le he
perdonado.
La gente comienza a aplaudir y miro hacia el escenario. El primero que
sale es Wyatt. Se sienta en un taburete con el micrófono enfrente, con su guitarra
en mano. Después entra otro batería, y un guitarrista. Los dos se parecen mucho,
así que supongo que son hermanos.
—Buenas noches —dice Wyatt y escucho a mucha gente gritar—. Somos
el grupo una noche de otoño y venimos a pasar el rato. Esta noche cantaremos la
canción "11 minutes" de Halsey y Yungblud.
Me mira y me guiña un ojo.
Comienzan a sonar acordes y las luces se enfocan en ellos.
Nunca imaginé que estaría aquí. Nunca imaginé que después de tantos
años me atrevería a aparecer por su casa para verle.
Wyatt y su grupo llevan tres años de gira por el mundo. Sus canciones
son muy famosas y está más que feliz. Pensar en cómo ha cambiado todo en
estos años es irreal.
Hace unos meses que hablé con Ivette, la madre de Rocco. Le pedí que
me diera la dirección de su casa porque en unos meses Wyatt tendría un
concierto en Italia. Después de una discusión por haberle hecho tanto daño a su
hijo, aceptó.
Y hoy me encuentro aquí. Esperando que me abran. Renata, la hermana
pequeña de Rocco me abre la puerta, y se queda sorprendida.
—¿Teagan?
Asiento con la cabeza y me deja pasar. Tras hacerlo, Ivette aparece. Se ve
mucho más delicada que todas las veces que nos hemos visto por video llamada.
Me abraza con fuerza porque después de tantos años por fin nos vemos. A pesar
de que discutimos, me tiene mucho cariño. Algo que es mutuo. Ivette ha sido
alguien increíble, me alegra que no me haya guardado rencor.
—Está escaleras arriba, su habitación es la del fondo. ¿Cuántas horas
tienes?
—Un par más o menos.
Wyatt está ensayando mientras estoy aquí. Ha estado unos días molesto
porque sabía que iba a venir, pero se le ha pasado.
Se marchan de la casa y subo las escaleras de. Me dirijo hacia la
habitación. Al entrar, todo lo que estuve viendo todos los meses en los que
estuve con él, se hace real. Respiro con fuerza cuando le veo. Está de espaldas a
mí, mirando el ordenador. Se ve intimidante, grande… No me puedo creer que
esto sea real.
—Hola —Musito y su cuerpo se tensa. Deja lo que estaba haciendo y
lentamente se gira hacia mí. Cuando me observa, de pie, delante de él… Se
queda paralizado.
—No…
—Sí… —susurro. No deja de mirarme a los ojos y se tapa la cara con sus
grandes manos. Sin esperarlo, su cuerpo comienza a temblar. Respira con fuerza
y con lágrimas en los ojos se levanta de su silla. Es mucho más alto de lo que
imaginaba. Su cuerpo delgado está tenso.
—Teagan…
—¿No me vas a dar un abrazo? —le pregunto intentando aligerar el
ambiente y sin esperarlo en dos zancadas está frente a mí. Me abraza con fuerza,
respirando mi aroma.
—Dios, Dios… No me lo puedo creer… Estás aquí…
—Sí, Rocco…
Se separa de mí apenas unos centímetros y me mira seriamente. De
repente se tensa.
—¿Por qué has tardado tantos años en venir? La última vez que
hablamos fue hace dos años.
Aparto la mirada, fijándola en el suelo.
—No me atrevía. Suena a excusa, pero es la verdad. Han pasado muchas
cosas. La universidad…
—¿Por qué has venido? —se sienta en la cama y me mira fijamente. Me
siento nerviosa.
—Estaba por aquí de paso…
—¿Con él?
Asiento con la cabeza.
—¿Te hace feliz, Teagan?
¿Qué si me hace feliz? Desde que volvimos he sido la chica más feliz del
mundo. Nos queda un año para terminar la universidad y lo estamos llevando
muy bien. Estar con Wyatt es lo mejor.
—Como no tienes ni idea.
—Me alegro muchísimo. —Me mira de arriba abajo y suspira— Has
cambiado tanto… Caminas.
—Sí… Desde hace unos años.
Decir que hemos hablando tranquilamente las próximas horas sería
mentir. Había tensión… Increíble. Hablar tranquilamente cuesta mucho, además
siendo la primera vez que nos vemos.
Cuando debo marcharme, se acerca de nuevo y me abraza. Su cara se
cuela por mi cuello, y suspira. De repente sus labios tocan los míos, pero me
separo rápidamente.
—Rocco, yo…
—Lo siento. Era un beso de despedida.
Prólogo
[TO1]