El Dilema Tecnológico de Los Países Pobres

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El dilema tecnológico de los países pobres

Los recientes patrones de cambio tecnológico en el mundo rico han dificultado el desarrollo de los
países de renta baja y su convergencia con los niveles de renta del mundo desarrollado. Estos
cambios han contribuido a profundizar el dualismo económico y tecnológico incluso en los
segmentos más avanzados de las economías de los países en desarrollo.

CAMBRIDGE - El desarrollo económico depende de la creación de más puestos de trabajo


productivos para una parte cada vez mayor de la población activa. Tradicionalmente, ha sido la
industrialización la que ha permitido a los países pobres emprender esta transformación. El
trabajo en las fábricas puede no haber sido glorioso, pero permitió que los agricultores se
convirtieran en obreros, transformando así la economía y la sociedad.

Muchos países de bajos ingresos de África y otros lugares esperan recorrer un camino similar en el
futuro. Aunque ninguno espera necesariamente un éxito a la escala de China y de los tigres de Asia
oriental, la industrialización y la integración en las cadenas de valor mundiales se consideran
esenciales para lograr un rápido crecimiento económico -o para restablecerlo tras la pandemia del
COVID-19- y crear un gran número de puestos de trabajo para la población joven de África.

Antes de la pandemia, los países africanos ya habían logrado cierto éxito en la industrialización.
Etiopía ha creado un sector de la confección y el calzado orientado a la exportación, con ayuda de
inversores chinos y europeos. Tanzania ha construido un sector manufacturero más intensivo en
recursos, centrado en servir a los mercados nacionales y regionales. Investigaciones recientes
sugieren que la desindustrialización prematura a la que había estado sometido el continente
puede haberse detenido o incluso invertido después de los primeros años de la década de 2000.

Sin embargo, el renacimiento manufacturero de África tiene un problema. Incluso allí donde la
industrialización está echando raíces más profundas, se han creado pocos puestos de trabajo
buenos en las ramas manufactureras más modernas, formales y productivas.

De hecho, el número de puestos de trabajo formales se ha estancado, y la mayor parte del


aumento del empleo en el sector manufacturero procede de pequeñas empresas informales. Esta
experiencia contrasta fuertemente con la de los países de rápida industrialización de Asia Oriental,
como Taiwán (durante las décadas de 1960 y 1970) o Vietnam (más recientemente), donde el
crecimiento del empleo manufacturero se concentró en las empresas formales.

La paradoja se profundiza cuando miramos detrás de las cifras agregadas. En una nueva
investigación, Margaret McMillan, de la Universidad de Tufts, Xinshen Diao y Mia Ellis, del Instituto
Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, y yo mismo hemos descubierto una
sorprendente dicotomía en el rendimiento de las empresas grandes frente a las pequeñas . Tanto
en Etiopía como en Tanzania, las empresas más grandes muestran un rendimiento superior en
cuanto a productividad, pero no amplían mucho el empleo, mientras que las pequeñas absorben
mano de obra pero no experimentan un gran crecimiento de la productividad. El resultado es que
estas economías crean pocos puestos de trabajo de calidad, mientras que los beneficios de la
mejora de la productividad se limitan a un segmento muy pequeño de la industria manufacturera.

Las explicaciones convencionales no pueden explicar esta dicotomía. Un entorno empresarial


deficiente podría explicar la escasa creación de empleo, pero no el rápido crecimiento de la
productividad dentro de las mismas empresas. A menudo se piensa que los salarios africanos son
elevados en relación con la productividad, pero encontramos que la proporción de las nóminas en
el valor añadido total es extremadamente baja tanto en Tanzania como en Etiopía , lo que sugiere
que es poco probable que los costes laborales sean una limitación. Además, el escaso dinamismo
empresarial se ve desmentido por las elevadas tasas de entrada y salida que observamos en el
sector manufacturero.

Una característica importante de las grandes empresas manufactureras que puede ayudar a
explicar la paradoja es que son excesivamente intensivas en capital. En países de renta baja como
Etiopía y Tanzania, los trabajadores son abundantes y el capital (maquinaria y equipos) es escaso y,
por tanto, caro. La teoría económica estándar predice que la producción en tales circunstancias se
inclinaría hacia técnicas más intensivas en mano de obra.

Sin embargo, las grandes empresas de los sectores manufactureros de Tanzania y Etiopía son
mucho más intensivas en capital de lo que sugieren los niveles de renta o la dotación de factores
de estos países. De hecho, estas empresas son tan intensivas en capital como las de la República
Checa, a pesar de que esta última es aproximadamente diez veces más rica en capital que
Tanzania y Etiopía.

Podría parecer irracional que las empresas utilicen tanto capital (junto con insumos
complementarios como la mano de obra cualificada) en países donde la ventaja comparativa
subyacente es la abundancia de trabajadores menos cualificados. Pero no está claro que tengan
muchas opciones. Las tecnologías manufactureras se han vuelto progresivamente más intensivas
en capital y cualificación a lo largo del tiempo, respondiendo a los precios de los factores en las
principales economías avanzadas. Las tecnologías de los años 50 o 60 pueden ser más intensivas
en mano de obra, pero no ayudarán a las empresas africanas a competir en los mercados
mundiales hoy en día. Y las tecnologías utilizadas en las cadenas de valor mundiales parecen estar
especialmente sesgadas contra la mano de obra no cualificada.

Esto deja a las economías africanas en un aprieto. Sus empresas manufactureras pueden ser más
productivas y competitivas o generar más puestos de trabajo. Hacer ambas cosas al mismo tiempo
parece muy difícil, si no imposible.

Este dilema recuerda a una vieja preocupación de la literatura sobre desarrollo en relación con las
tecnologías inapropiadas. Autores como E.F. Schumacher se preocupaban en los años 70 de que
las tecnologías occidentales favorecieran las plantas a gran escala y con gran intensidad de capital,
inadecuadas para las condiciones de los países de renta baja. Estas preocupaciones fueron
barridas por la fenomenal expansión del empleo manufacturero en los países industrializados
orientados a la exportación en las décadas posteriores.

Es posible que tengamos que recuperar esta idea. Los recientes patrones de cambio tecnológico
en las economías avanzadas parecen haber dificultado el desarrollo de los países de renta baja y su
convergencia con los niveles de renta del resto del mundo. Estos cambios han contribuido a
profundizar el dualismo económico y tecnológico incluso en los segmentos más avanzados de las
economías de los países en desarrollo. Esta es una razón más para que se produzca un debate
público sobre la dirección del cambio tecnológico y las herramientas que tienen los gobiernos para
reorientarlo.

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