Etnografica 4648

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Etnográfica

Revista do Centro em Rede de Investigação em


Antropologia
vol. 20 (3) | 2016
Varia

Milongas barriales en la ciudad de Buenos Aires:


sentidos de lugar, sociabilidad y tradiciones
Milongas in the neighborhoods of the city of Buenos Aires: sense of place,
socializing and tradition

Hernán Morel

Edición electrónica
URL: http://journals.openedition.org/etnografica/4648
DOI: 10.4000/etnografica.4648
ISSN: 2182-2891

Editor
Centro em Rede de Investigação em Antropologia

Edición impresa
Fecha de publicación: 1 octubre 2016
Paginación: 517-538
ISSN: 0873-6561

Referencia electrónica
Hernán Morel, « Milongas barriales en la ciudad de Buenos Aires: sentidos de lugar, sociabilidad y
tradiciones », Etnográfica [En línea], vol. 20 (3) | 2016, Puesto en línea el 28 noviembre 2016,
consultado el 19 abril 2019. URL : http://journals.openedition.org/etnografica/4648 ; DOI : 10.4000/
etnografica.4648

Creative Commons License


Etnográfica is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International
License.
etnográfica  outubro de 2016  20 (3): 517-538

Milongas barriales en la ciudad


de Buenos Aires: sentidos de lugar,
sociabilidad y tradiciones
Hernán Morel
A partir de una investigación etnográfica centrada en cuatro milongas que se reali-
zan en clubes barriales ubicados en el noroeste de la ciudad de Buenos Aires, en este
artículo reflexionamos sobre los sentidos de lugar que construyen los participantes
y organizadores de estos eventos. El análisis incluye tanto las narrativas que entre-
lazan a estos lugares con diferentes tradiciones y referencias al pasado, como las
dinámicas de encuentro y sociabilidad que se despliegan dentro de estos eventos de
danza. Específicamente indagamos estos aspectos a partir de las semejanzas y dife-
rencias que se establecen entre aquellas milongas que se consideran más antiguas y
tradicionales, frente a la aparición de algunas “nuevas milongas” que se ubican en
la misma zona. A través de este análisis argumentamos que los sentidos de lugar,
los modos de sociabilidad y las referencias al pasado que construyen las personas
y grupos que participan de estas milongas no son necesariamente unívocos, del
mismo modo que tampoco son inmunes a procesos de reconfiguración y cambio.
PALABRAS-CLAVE: milongas, eventos de danza, sentidos de lugar, tradiciones, socia-
bilidad.
Milongas in the neighborhoods of the city of Buenos Aires: sense of place,
socializing and tradition  In this article we will reflect on the sense of place
that is developed by the participants and organizers of “milongas”. This analysis is
based on some ethnographic research conducted on four milongas that take place at
local clubs in some neighborhoods from the northwest of the city of Buenos Aires.
This analysis not only includes narrations that relate these dancing places with dif-
ferent traditions and references to the past, but also the dynamics of meeting and
socializing that occur in these dancing events. We pay special attention to these
aspects through the differences and similarities established between those milongas
that have taken place for longer periods and which are considered more traditional,
and the “new milongas” that take place around the same area. Moreover, based on
this analysis, we claim that the sense of place, the form of socialization and the
references to the past which are developed by the groups and the people that par-
ticipate in these milongas are not necessarily univocal and that they are not immune
to changing processes and reconfiguration.
KEYWORDS: milongas, dancing events, sense of place, tradition, socializing.

MOREL, Hernán (hermorel@hotmail.com) – Conicet, ICA-UBA, Argentina.


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INTRODUCCIÓN

Un mapeo realizado en 2015 por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de


Buenos Aires indicaba que en la ciudad existen más de 100 lugares en donde
las personas a diario se reúnen para bailar tango.1 Estos lugares de baile, cono-
cidos como “milongas”, comúnmente se emplazan en salones, confiterías, clu-
bes sociales y deportivos, sociedades de fomento, centros culturales, así como
existen algunas que se organizan en espacios al aire libre como en plazas y
parques públicos. Señalemos que en las últimas décadas la cantidad de milon-
gas, así como la actividad en torno a las mismas, ha tenido un importante cre-
cimiento, del mismo modo que se han diversificado considerablemente estos
lugares de baile.2
Acompañando este proceso de expansión del fenómeno de las milongas,
distintas investigaciones recientes se han enfocado en el análisis de estos luga-
res bailables, advirtiendo las dinámicas de sociabilidad y de comportamiento
singulares que caracterizan a estos eventos de danza.3 En especial varias auto-
ras a nivel local han estudiado distintos aspectos del fenómeno, los cuales
incluyen entre otros las construcciones de femineidad que se despliegan hacia
el interior de las milongas porteñas (Savigliano 2002), los saberes y los movi-
mientos de baile que operan en las milongas del circuito céntrico (Carozzi
2015), o las modificaciones que introducen en esta danza las milongas queer
y del “tango nuevo” (Cecconi 2009; Liska 2009; Ramos 2008 / 2010; Lucio y
Montenegro 2012).
A partir de una investigación etnográfica centrada en cuatro milongas que
se realizan en clubes barriales ubicados en el noroeste de la ciudad de Buenos
Aires (el Sin Rumbo, el Sunderland, el Morán y el Ciencia y Labor), el pre-
sente artículo pretende analizar los diferentes modos a través de los cuales los
participantes y organizadores de estas milongas construyen sentidos de lugar,
tradiciones y formas de sociabilidad (ver figura 1).4

1 Dicho mapeo fue realizado conjuntamente con la Asociación de Organizadores de Milongas, ver
< http: / / tangoypatrimonio.com.ar / wp-content / uploads / 2014 / 02 / folleto-milongas_2015.pdf > (consul-
tado el 10 de septiembre de 2015).
2 Recordemos que a partir de los años 60, luego de las llamadas “décadas de oro del tango” del 40 y
el 50 – período en que el género alcanzó su máxima difusión –, las milongas porteñas dejaron de tener
el protagonismo y la afluencia de público de las décadas anteriores, reduciéndose como ámbitos de
incorporación para las nuevas generaciones, situación que se fue revirtiendo de manera gradual a partir
de la década del 80, tras el fin de la última dictadura militar (Morel 2012).
3 La antropóloga María Julia Carozzi (2015) propuso designar a estos lugares de reunión en donde
se baila el tango social “eventos de danza”.
4 En lo que concierne a la investigación de campo inicie mi inmersión en el mundo de las milongas
de Buenos Aires a partir de mi pesquisa de doctorado. En parte, utilizo aquí materiales de esta investi-
gación recolectados entre el 2006 y el 2011. A su vez, otras fuentes de información sobre la que se basa
este artículo provienen de mis experiencias de observación y participación derivadas de un proyecto de
investigación actual que aborda a las milongas que se organizan en clubes barriales de la [continua]
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  519

Figura 1 – Ubicación de las cuatro milongas en la Ciudad Autó-


noma de Buenos Aires (datos del mapa: Google 2016)

Un motivo importante por el que restringimos nuestra etnografía a las


milongas ubicadas en esta zona de la ciudad proviene del hecho de que estos
lugares suelen ser considerados por los milongueros y milongueras como
ámbitos de baile bastante “tradicionales”.5 De manera que a partir de los
casos analizados describimos las narrativas y prácticas que entrelazan a
estos lugares con diferentes memorias, tradiciones y pautas provenientes del
pasado, las cuales, como veremos, permiten acentuar determinados “códi-
gos” de comportamiento y formas de sociabilidad en desmedro de otros

zona del noroeste de la ciudad. Dicho trabajo de campo incluyó, además de mi participación en even-
tos culturales específicos – sea tomando clases o yendo a bailar a distintas prácticas y milongas –, la
realización de entrevistas semi-estructuradas y conversaciones informales con distintos participantes
asiduos y organizadores de estas milongas. Estos materiales recolectados se complementan con otras
fuentes de información provenientes de noticias y crónicas suministradas por medios de prensa y redes
electrónicas de comunicación.
5 “Milongueros” y “milongueras” son términos emic. Esta denominación la utilizan los participantes
de las milongas para referirse a las personas que son asiduas concurrentes a estos eventos.
520  HERNÁN MOREL etnográfica  outubro de 2016  20 (3): 517-538

posibles.6 Por tanto, desde una perspectiva atenta a las dinámicas de autori-
dad y las estrategias de legitimación que organizan a estos lugares, advertimos
las narrativas y las prácticas variables que allí se despliegan, problematizando
los múltiples significados que el pasado de estos lugares tiene para los dife-
rentes agentes que organizan y asisten a estos eventos. En este sentido, enten-
demos a la tradición como una construcción simbólica selectiva, un proceso
de reelaboración e invención permanente que supone la ratificación de un
presente a partir de conexiones significativas que se establecen con elementos
del pasado (Williams 2000 [1977]; Bauman 2000; Martín 2005). Del mismo
modo, tal como observó Sahlins (2004), consideramos que las tradiciones
también están constituidas por aspectos creativos o inventivos, en ocasiones
a partir de las diferentes significaciones que adquieren éstas en relación a
nuevos contextos y situaciones socioculturales.
Además, sugeriremos que las personas y grupos que asisten a las milongas
que se consideran más tradicionales, no solo legitiman su predominio dentro
estos ámbitos a partir de las referencias activas que establecen con un pasado
significativo, sino que tal como reveló Elias (2000 [1994]) en su trabajo
“Ensayo teórico sobre las relaciones establecidos-outsiders”,

“Ali, podia-se ver que a ‘antiguidade’ da associação, com tudo o que ela
implicava, conseguia, por si só, criar o grau de coesão grupal, a identificação
coletiva e as normas comuns capazes de induzir à euforia gratificante que
acompanha a consciência de pertencer a um grupo de valor superior, com o
desprezo complementar por outros grupos” (Elias 2000 [1994]: 21).

Por lo cual, como expondremos aquí, los asistentes más antiguos y estable-
cidos de algunas de estas milongas consiguen imponer más fácilmente dentro
de estos lugares un conjunto de normas y valores que los ubican en posiciones
de prestigio y de poder, de manera tal que tienden a excluir a aquellas personas
y grupos más recientes, aquellos que no forman parte de sus círculos de socia-
bilidad o que no respetan ciertos códigos de comportamiento.
En términos metodológicos, en este trabajo haremos uso de la comparación
como herramienta de análisis para los datos etnográficos (Peirano 1995; Bour-
dieu y Wacquant 1995; Barth 2000). Tal como señala Barth, “debemos usar lo
más activamente posible comparaciones en el análisis de cada caso específico”
(2000: 200, nuestra traducción), por un lado, como solución a la reificación de
nuestras descripciones de los objetos comparados y, por otro, en la búsqueda

6 Como se verá más adelante en este artículo, la noción de “códigos” es una categoría nativa que
busca regular las normas de convivencia y los comportamientos admitidos dentro de la milonga. Entre
otros, estos “códigos” hacen referencia a la manera en que se viste, el modo en que se invita a bailar, el
modo en que se baila o cómo se mueven las parejas dentro del espacio de la pista de baile.
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de variabilidad de los datos primarios obtenidos en el campo etnográfico. En


particular, me propongo analizar las semejanzas y diferencias que se establecen
entre aquellas milongas que suelen considerarse como “tradicionales”, frente a
la aparición de algunas “nuevas milongas”, las cuales, sin embargo, buscan for-
mar parte de este circuito de baile tradicional de la zona. Por último, argumen-
taremos que los sentidos de lugar, los modos de sociabilidad y las referencias
al pasado que se producen en estas milongas barriales no son necesariamente
unívocos, del mismo modo que tampoco son inmunes a procesos de reconfi-
guración y cambio.

LA ANTROPOLOGÍA Y LOS LUGARES

Podríamos afirmar que la noción de lugar en los estudios clásicos de la antro-


pología ha tenido un papel bastante destacado, si bien también ha estado car-
gada de ambivalencias y de puntos oscuros. No sin desacuerdos y a través de
distintas vertientes teóricas, la antropología ha contribuido al análisis de la
dimensión territorial de la vida social preocupándose por los significados que le
atribuyen las comunidades locales a los espacios y lugares en que viven. Como
sostiene Trajano Filho (2012), la tradición disciplinar desplegó un amplio
campo semántico ligado a las nociones de espacio, lugar, territorio y paisaje.7
Señalemos que en las últimas décadas estas nociones han evidenciado una
significativa revitalización, a partir de un nuevo escenario mundial en el que se
intensifican las interconexiones, los movimientos y los flujos globales, hecho
que trajo aparejado una revisión del concepto de cultura y de lugar. A partir
de ello, entre otras críticas, algunos autores han planteado el hecho de que
con demasiada frecuencia la tradición antropológica concibió al concepto de
cultura en una localización espacial demasiado delimitada, unificada e inter-
namente homogénea (Augé 1993: 40). Como sostienen Gupta y Ferguson, la
“tendencia a localizar implícitamente las culturas en determinados lugares sus-
cita otra serie de problemas en torno a la cuestión de cómo explicar las diferen-
cias culturales dentro de una misma localidad” (Gupta y Ferguson 2008: 236).
El planteo de una asociación naturalizada entre cultura y lugar ha impedido
problematizar los múltiples y diversos sentidos que las personas y los grupos le
otorgan a los lugares, tomándolos como dados y no como el producto de una

7 Según este autor, el interés por estas nociones abarca los planteos evolucionistas de Morgan y
Maine que intentaban explicar la transición de una sociedad gentilicia a una sociedad política con base
territorial; los análisis estructural-funcionalistas de Evans-Pritchard que abordaban la estructura terri-
torial y ecológica en relación a la estructura política; la vertiente culturalista norteamericana de Boas,
que examinó los sistema de nombres indígenas en relación a la organización del ambiente físico; las
investigaciones de Durkheim y Mauss, vinculadas a los sistemas de clasificación social del espacio y el
territorio; así como los aportes de Lévi-Strauss, que procuraron correlacionar las formas de clasificación
del espacio con la estructura social (Trajano Filho 2012: 8-11).
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construcción social históricamente situada (Trajano Filho 2012: 8). En efecto,


los estudios actuales proponen abordar al concepto de lugar, más que como
un dato a priori, como una instancia referida a relaciones sociales que lo pro-
ducen, relaciones que están atravesadas por múltiples construcciones de sen-
tido, sociabilidades, narrativas, prácticas performativas y ejercicios de poder.
Siguiendo esta línea, autores como Cresswell (2004) afirman que necesitamos
etnografiar y conocer la forma en que las personas y los grupos sociales cargan
a los lugares de significado y construyen saberes locales a través de prácticas
discursivas y performativas que le otorgan un “sentido de lugar” sobre la base
de historias, sucesos, elementos afectivos y memorias localizadas.
Por otra parte, algunos autores brasileños han contribuido al análisis de
estos temas destacando la interdependencia que opera entre los lugares y los
sentimientos de pertenencia, señalando los lazos estrechos que conectan a los
lugares con las personas y los grupos sociales (Trajano Filho 2012; Gonçalves
2013).8 Asimismo, estas aproximaciones advierten los modos en que los lugares
son construidos e imaginados a través de la actividad narrativa, sosteniendo
que:

“… a constituição dos lugares é uma atividade central na construção das


narrativas que enquadram o passado, o presente e o futuro. Nossa história,
o nosso mundo do aqui e agora e o devir que projetamos para nós e para
os outros estão irremediavelmente associados aos lugares que lembramos e
criamos. Em outras palavras, muito do que somos são os lugares que imagi-
namos” (Trajano Filho 2012: 7).

De acuerdo a este autor, las narrativas que constituyen a los lugares están
siempre conformadas por un atributo temporal. Parafraseando a Ochs (2000
[1997]), podríamos afirmar que cuando elaboramos narraciones que refieren
al pasado, lo hacemos en términos de lo que ellas implican tanto para el pre-
sente como para el futuro. En otras palabras, las narrativas que muchas veces
las personas y los grupos construyen para recordar el pasado, en este caso de
determinados lugares, están estrechamente relacionadas con el interjuego de
circunstancias presentes y las expectativas futuras (Jelin 2001). Tal como lo
han observado otros autores, esta dinámica narrativa también puede ser con-
cebida como un proceso de tradicionalización, en tanto prácticas que suponen
el ejercicio de referencias activas a un pasado significativo que se legitima en el
presente (Bauman 2000; Martín 2005).

8 Trajano Filho (2012) observa que, si bien en las últimas décadas se han incrementado los estudios
que abordan los desplazamientos y flujos globales a través del territorio, al mismo tiempo emergen
pesquisas que dan cuenta de mundos cada vez más localizados en los que se reivindican sentimientos
de pertenencia estrechamente enlazados con ciertos lugares.
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  523

ACERCA DE LAS MILONGAS Y LOS CIRCUITOS MILONGUEROS


EN BUENOS AIRES

Las personas que van a bailar tango social de manera asidua o con cierta
frecuencia suelen referirse a la milonga apelando al nombre de la misma, al
lugar físico en que se emplaza, o simplemente mencionando el día y el hora-
rio en que funciona. Si bien la gran mayoría de las milongas se organizan un
día a la semana, existen algunas que funcionan una vez al mes. Su horario
suele ser nocturno, aunque también están aquellas que funcionan más tem-
prano en horarios por la tarde o de matiné. Para ingresar a las milongas se
paga una entrada, aunque también hay algunas que tienen entrada gratuita o
“a la gorra”. Hay milongas con capacidad para pocas parejas y otras en las
que llegan a caber más de 400 personas. En términos etarios, las personas
que concurren a estos lugares, dependiendo del tipo de milonga, abarcan una
franja que va desde los 15 a los 80 años; suelen haber sujetos de distintos estra-
tos sociales, con variados oficios y profesiones, entremezclados con personas
de diversas procedencias nacionales. Desde el punto de vista de la población
porteña, en general podríamos decir que predominan sectores de clase media,
entre los que se encuentran trabajadores manuales, pequeños comerciantes,
empleados, jubilados, profesionales, pequeños empresarios, estudiantes uni-
versitarios y artistas. También es común que asistan a las milongas porteñas
turistas y extranjeros provenientes en mayor medida de países europeos, lati-
noamericanos, de Japón o de Estados Unidos.
Un representante importante en la gestión de todo lo necesario para el
funcionamiento de una milonga es el “organizador / a”, figura que se encarga
de convocar al público asistente y que coordina todo el desarrollo del evento.
Los organizadores pueden estar representados por una o más personas y, en
cierto modo, son los “pequeños empresarios” del evento. Destaquemos que el
organizador es el encargado de articular a todos los actores que participan de
la milonga: el musicalizador / a, el profesor / a que da clase, los bailarines que
brindan una exhibición, los músicos, el buffet, del mismo modo que se encarga
de toda la infraestructura necesaria para que el evento se lleve a cabo. A su
vez, el organizador cumple también el rol de “anfitrión”: su labor no consiste
solo en convocar a los asistentes a través de la difusión y la publicidad sino que
establecen un trato permanente y personalizado con la gente que asiste a su
milonga.9 Como veremos, el hecho de que los organizadores / as sean también
milongueros / as implica que su impronta personal influya mucho en las pautas

9 En líneas generales, los medios a través de los cuales las milongas se publicitan a sí mismas inclu-
yen desde la entrega de “volantes” dentro de otras milongas hasta la difusión a través de la publicidad
en distintas revistas de tango. A su vez, en los últimos años adquirió mayor importancia la difusión a
través de Internet y de las redes sociales virtuales.
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de sociabilidad y los códigos de comportamiento que se despliegan dentro de


los eventos que organizan.
Por lo general, en las milongas de Buenos Aires podemos identificar distin-
tos circuitos milongueros. Cuando nos referimos a que existen circuitos milon-
gueros aludimos a que las personas que van a bailar el tango social de manera
asidua lo hacen estableciendo un itinerario más o menos recurrente por deter-
minados lugares de baile, en ocasiones transformándose en habitués de los mis-
mos. Entre otras razones, estos circuitos suelen estar guiados por determinadas
disposiciones, gustos, intereses y expectativas a partir de los cuales las personas
prefieren ir a bailar a determinados lugares y no a otros. Estas razones, por men-
cionar solo algunas, pueden relacionarse con: los vínculos de amistad que allí
se generan, el tipo de ambiente de la milonga (ligado con la música que pasan,
la distribución del espacio, la iluminación, etc.), con el nivel de baile, con los
“códigos” que allí se manejan, con el tipo de movilidad y desplazamiento que se
da en la pista, con las características de las personas que concurren (vinculadas
con el tipo de edad, las orientaciones sexuales, la presencia o no de turistas,
etc.), con la proximidad de sus lugares de residencia, entre otros aspectos.
Por su parte, una primera distinción que establece Carozzi (2015) entre
los circuitos de milongas de Buenos Aires que funcionaban durante la década
del 2000 consiste en diferenciar a las milongas “ortodoxas” de otro circuito
alternativo que los propios concurrentes definieron como milongas “relajadas”
o “prácticas”.10 Según la autora, las milongas ortodoxas designan aquellos even-
tos de danza que están estrictamente regulados por determinados “códigos”
de comportamiento, de relacionarse y de bailar. Estos códigos, defendidos con
mayor frecuencia por los milongueros mayores, regulan la disposición y distri-
bución de las personas dentro del espacio de la milonga, las formas de vestir,
los modos de invitar a bailar, la manera en que se dirige y se abandona la pista,
los estilos de baile o la movilidad que se da dentro del espacio de la pista.11
A diferencia de estos eventos con prácticas altamente ritualizadas, en las deno-
minadas milongas relajadas, también identificadas como milongas frecuentadas
en mayor medida por gente “joven”, algunos de estos “códigos” tienden a ser
transgredidos, de modo que en estas milongas se advierten “diferentes” y “nue-
vas” formas de baile, de relacionarse y de comportarse. Entre otras prácticas
que desafían las disposiciones de los antiguos milongueros, en estos eventos se
observan modos de vestir más cotidianos o con un menor grado de formalidad,
del mismo modo que también es posible el baile de parejas del mismo sexo.

10 Por “práctica” de tango nos referimos a un evento que se organiza para que las personas entrenen,
ensayen, investiguen y / o intercambien ideas sobre el baile, en algunos casos con la asistencia de profe-
sores. Estos encuentros no necesariamente cumplen con los distintos códigos de comportamiento que
se acostumbran en las denominadas milongas.
11 Para un análisis pormenorizado de estos “códigos”, ver Carozzi (2015: 121).
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  525

Por nuestra parte, el circuito de milongas que analizamos en este trabajo es


evaluado en términos nativos como un circuito de milongas “tradicionales” o
“barriales” y, en cierto modo, estas milongas coinciden en muchos aspectos con
las denominadas “ortodoxas”. Con todo, en este artículo argumentaremos que
los sentidos de lugar, los modos de sociabilidad y las referencias al pasado que
se producen en estas milongas barriales presentan algunas variaciones entre
sí, por lo que estos sentidos y prácticas no son necesariamente unívocos del
mismo modo que tampoco son inmunes a procesos de reconfiguración y cam-
bio. Teniendo en cuenta esto, a continuación me propongo explorar de qué
modo los organizadores y participantes involucrados en estos circuitos de baile
del noroeste de la ciudad elaboran y ponen en juego, tanto de manera coopera-
tiva como conflictiva, distintos usos y sentidos asociados a estos lugares.

LAS MILONGAS EN LOS CLUBES DE BARRIO:


EL SIN RUMBO Y EL SUNDERLAND

Según suelen contar los milongueros más antiguos, en los barrios de la zona del
noroeste de la ciudad – un área que abarca en líneas generales a Villa Urquiza,
Saavedra, Villa Ortúzar, Villa Pueyrredón, Agronomía, Villa Devoto y Paternal –
funcionaron durante las famosas décadas del 40 y el 50 muchos clubes sociales
y deportivos en los que se organizaban bailes de tango de manera periódica
(Pujol 1999).12 En la actualidad en esta zona, existen algunos pocos clubes
barriales que continúan organizando bailes de tango, dentro de los cuales se
destacan y mencionan con mayor frecuencia dos de ellos que se ubican en el
barrio de Villa Urquiza: el Club Social y Deportivo Sin Rumbo y el Sunderland
Club.13 Al menos desde que comencé mi investigación en el año 2006, estos
clubes realizan bailes de tango de manera ininterrumpida cada semana, el pri-
mero los días viernes y el segundo los días sábados, siempre en horario noc-
turno. Estos eventos se organizan, en el caso del Sin Rumbo en un salón (con
una capacidad aproximada de 150 personas), mientras que para la realización

12 En lo que refiere a los cuatro clubes barriales que analizamos en este artículo, todos ellos fueron
fundados en las primeras décadas del siglo XX. Según suele mencionase, en el apogeo de la “época de
oro” del tango, allí se realizaban bailes muy populares y masivos en donde además de que se bailaba
tango, así como otras músicas como foxtrot, jazz, swing o tropical, también actuaban las “grandes”
orquestas típicas de entonces. Con el paso del tiempo, durante las décadas del 60 y el 70 estos clubes
fueron dejando de realizar bailes, aunque en algunos casos puntuales se siguió organizando bailes
de manera esporádica. En los 80 y principios de los 90, poco a poco se fue reactivando la actividad
milonguera, cuando algunos clubes comenzaron nuevamente a organizar bailes de manera periódica.
En especial, como veremos, el Sin Rumbo fue un espacio de encuentro importante para los milongueros
y milongueras locales durante la década del 80, seguido en los 90 por la milonga que se realiza en el
Sunderland.
13 El primero se ubica en la calle Tamborini 6157 y el segundo en Lugones 3161.
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de la milonga del Sunderland se utiliza una cancha de básquet (en la que caben
alrededor de 400 personas).
Quienes se encargan de organizar la milonga en estos clubes suelen ser pare-
jas de milongueros (marido y mujer) mayores de 60 años, los cuales son colo-
quialmente identificados por el apellido de la familia (los Matera, los Dupáa,
los Rodríguez), aunque en los últimos años en el Sin Rumbo han comenzado a
colaborar en la organización algunos milongueros / as de edad intermedia. Men-
cionemos que la mayor parte del público que asiste a estos lugares – en muchos
casos desde hace considerables años – es gente de edad intermedia y avanzada,
y tan solo en los últimos años se observa una mayor afluencia y cantidad de
jóvenes participando. En efecto, como veremos a continuación, las pautas de
sociabilidad y de actuación que tienden a primar en estas milongas barriales
están fuertemente regidas por la autoridad, la opinión y los puntos de vista de
los milongueros más antiguos y establecidos.
Por su parte, la milonga del Club Sin Rumbo, tal como lo celebra un cartel
en la entrada a su salón, es también conocida por el nombre de “La catedral
del tango”. En particular, dentro del ámbito milonguero porteño, el Sin Rumbo
es identificado como un club con mucha “historia de tango”, un lugar que
se distingue de las demás milongas porteñas por haber sido frecuentado por
“legendarios” milongueros. En relación a ello, una nota periodística señala:

“Quienes hoy se acercan al tango, a poco de andar en él se topan con


la mítica fama del Sin Rumbo. Detrás del sobresalto metafísico que pro-
voca el nombre se esconde un pasado de leyendas y aventuras. ‘La historia
cuenta que acá venían a probarse los grandes milongueros – dice Dupláa
[milonguero y organizador]. De a poco se armó la fama de que se bailaba
bien en el Sin Rumbo y por eso se llenaba, y eso que Villa Urquiza era
el fin del mundo. Era un lugar de prestigio pero también de vanguardia’.
No hay milonguero de ley que no haya brillado en la pista de damero del
Sin Rumbo; por allí pasaron todos aquellos que delinearon el tango que
conocemos hoy en día. Por cierto, salir al ruedo en ese damero no era para
cualquiera: ‘Era medio difícil bailar acá. Una vez Olivetto, que era el que
organizaba, paró en la puerta a uno que pispeaba para entrar y le preguntó
si bailaba. Más o menos, contestó el tipo. Entonces no saque la entrada, le
dijo; acá los que bailan más o menos no entran’. […] El Club Sin Rumbo
cumplió 90 años y luce tan coqueto y jovial que hasta tiene sitio web. Con-
serva su merecida fama de ‘lugar de buen bailar’ pero se han sosegado los
egos de otras épocas y es hoy un ámbito familiar que recibe cálidamente a
visitantes y habitués”.14

14 Publicado en < http: / / www.revistaenie.clarin.com / escenarios / Club-Sin-Rumbo-La-milonga-mas-


antigua-del-mundo_0_634136794.html > (última consulta en octubre del 2016).
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Vemos de qué manera a través de esta narrativa se connota al lugar y el


nombre del Sin Rumbo en estrecha asociación a los “milongueros de ley” que
concurrían al mismo. En efecto, la exaltación de estos “grandes milongueros”,
la memoria “legendaria” de sus historias y su identificación primordial con el
lugar permite construir una versión del pasado a través de la cual se legitima a
este club barrial como un lugar “famoso”, único y emblemático por su “buen
bailar”, hecho que, a su vez, dota de una especie de “carisma grupal” a las per-
sonas y grupos que participan regularmente de estos ámbitos sociales.15 Por su
parte, este carisma grupal presume “una virtud específica que es compartida
por todos sus miembros y de la cual carecen los otros” (Elias 2000 [1994]: 20,
nuestra traducción).
A su vez, en las últimas décadas tanto el Sin Rumbo como el Sunderland
han ido adquiriendo una gran fama internacional, en mayor grado el segundo,
el cual es reconocido y publicitado como “La milonga del mundo”. A pesar
de que ambas milongas están ubicadas en una zona periférica bastante ale-
jada del centro de la ciudad, frecuentemente son visitadas por turistas extran-
jeros y milongueros / as de distintas partes del mundo.16 A ello se suma los
bailarines argentinos que constantemente viajan, hacen giras o que residen
en el extranjero, los cuales también suelen “retornar” permanentemente a
estos lugares emblemáticos.17 Señalemos además que estas milongas tradicio-
nales, para muchos bailarines profesionales y profesores de tango, son ámbi-
tos significativos para mostrarse y revalidarse ante los demás, en vistas a que
exponerse en estos lugares prestigiosos les confiere cierto capital simbólico y

15 Esta narrativa construida en torno a los milongueros y las milongas de Villa Urquiza también es
reafirmada a través distintos ámbitos oficiales. Para el caso el barrio de Villa Urquiza, ha sido declarada
por la legislatura de la ciudad como la “capital del tango bailado” en el año 2011. Además, tanto la
milonga del Sin Rumbo como la del Sunderland fueron seleccionadas para formar parte del inventario
de seis milongas que realizó durante el año 2013 la UNESCO, con el propósito de promover la salva-
guardia de elementos vinculados a las milongas “tradicionales” de Buenos Aires. A su vez, como hemos
analizado en otros artículos (Morel 2011), el estilo de baile que algunos denominan Villa Urquiza suele
ser una referencia común en muchos de los competidores que participan de los campeonatos de baile
que organiza el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Mencionemos que para determinados milon-
gueros el así llamado “estilo Villa Urquiza” posee patrones de forma y repertorios de movimientos que
lo distinguen de otras modalidades de baile. A pesar de que existen muchas controversias en torno a
los rasgos “típicos”, este estilo se lo reafirma como una forma de baile en la que adquiere importancia
el hecho de “llevar el compás” y “mantener la elegancia” en el baile. A esto se agregan otros elementos
que suelen ser nombrados para caracterizarlo, mencionándose una mayor disposición a la ejecución de
“pasos largos”, presencia de momentos de pausa, prolijidad en la colocación y el movimiento de los
pies, utilización de muchos giros acompañados de figuras y secuencias complejas.
16 Con respecto a esta valoración que se tiene desde el extranjero, en ocasiones las personas que
asisten a estas milongas suelen mencionar el hecho de que fueron visitadas por distintos músicos reco-
nocidos y actores de cine internacionales.
17 Como afirma Augé, en cierto modo “El retorno al lugar es el recurso de aquel que frecuenta los no
lugares (y que sueña, por ejemplo, con una residencia secundaria arraigada en las profundidades del
terruño). Lugares y no lugares se oponen (o se atraen)…” (1993: 110).
528  HERNÁN MOREL etnográfica  outubro de 2016  20 (3): 517-538

reconocimiento. Por lo pronto, veamos la caracterización que realiza del Sun-


derland una cronista:

“Fui el sábado pasado y siempre se trata de una experiencia singular.


Primero porque queda, para mí, del otro lado del planeta, en el barrio de
Villa Urquiza, e ir hasta allá siempre es una odisea. Luego, porque lo más
probable es que no baile en toda la noche. Y porque, extrañamente, siempre
la paso bien. Se trata, entonces, de un club del barrio de Villa Urquiza que,
los sábados, se transforma en milonga, La Milonga del Mundo. Lo gracioso es
que la pista está ubicada sobre la cancha de básquet. […] se trata de una de
las milongas más tradicionales de Buenos Aires, allí donde se junta la crème
de la crème de los milongueros de ley, y los sobrevivientes de la época de oro
del tango. Allí, hasta los más jovencitos hacen un esfuerzo por vestirse bien.
Las mujeres sacan a lucir sus más vistosas joyas y sus más infartantes vesti-
dos, los hombres no escatiman en gomina y cuidan cada detalle de sus trajes,
desde la corbata hasta el pañuelo en el bolsillo, pasando por los zapatos
impecablemente lustrados […] Se respeta el cabeceo, las mujeres esperan,
hermosas y erguidas en sus sillas, que algún caballero fije su vista en ellas.
Los hombres rivalizan de galantería y elegancia”.18

El relato ilustra algunos de los “códigos”, los modos de actuación e inte-


racción social que caracterizan al Sunderland. Como vemos, éstos implican, a
diferencia de otros circuitos de milongas más “relajadas”, determinadas forma-
lidades en cuanto a los modos de invitar a bailar, de comportarse o de vestir,
los cuales tienden a ajustarse a las prácticas de sociabilidad y formas de inte-
racción esperadas por las personas y grupos más establecidos.
Dicho esto, ¿cómo se organiza el espacio dentro de estas milongas? ¿De qué
manera se distribuyen las personas y los grupos? ¿Cuáles son las dinámicas de
interacción y de sociabilidad frecuentes? Algo que caracteriza a estas milongas
es que funcionan en ambientes bien iluminados, lo cual facilita el contacto
visual entre los asistentes (ver figura 2), del mismo modo que el volumen no
muy elevado de la música permite la posibilidad de diálogo entre los presentes.
Al igual que en la mayoría de las milongas de Buenos Aires, la delimitación más
notoria dentro del espacio es aquella que separa la pista de baile propiamente
del espacio que la rodea, lugar en donde se encuentra ubicada la gente en sus
mesas mientras no se halla bailando. En general, los concurrentes habituales
a estas milongas siempre se ubican en las mismas mesas. Por su parte, las
mesas preferidas suelen ser aquellas que están alrededor de la pista de baile,
una ubicación estratégica para invitar o ser invitado / a a bailar o simplemente

18 En < http: / / enlamilonga.blogspot.com.ar / 2008 / 06 / sunderland-club.html >, 2 de julio de 2008


(última consulta en octubre del 2016).
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  529

Figura 2 – La milonga del Sunderland Club (Foto: Hernán Morel).

para observar lo que ocurre dentro de la pista. Además, en estas mesas suelen
estar los milongueros / as considerados / as con mayor reputación o aquellos / as
que son bailarines / as profesionales. En consecuencia, las mesas que están más
alejadas de la pista son utilizadas por las personas y grupos que no asisten tan
frecuentemente a la milonga.
Algo también característico de estas milongas barriales es que muchos de
los asistentes regulares se conocen interpersonalmente, de manera que durante
la noche la gente además de bailar despliega una intensa sociabilidad. Así,
por ejemplo, cuando las personas ingresan a la milonga y mientras se dirigen
a su mesa, es común que vayan saludando a lo largo del recorrido a sus redes
de amistad y conocidos. También es común ver grandes mesas con grupos de
amigos y amigas, así como se advierte la presencia de bailarines y profesores
que comparten la actividad de la noche junto a sus alumnos. En ocasiones,
los organizadores de estas milongas también suelen acercarse a las mesas para
saludar, conversar o bromear con los presentes. Además, es frecuente que los
habitués saluden y se relacionen de manera afectuosa con las personas que
trabajan en la milonga, sea el musicalizador, el mozo que los atiende o la per-
sona que se encarga del buffet.19 De esta manera, los grupos más antiguos y
establecidos (Elias 2000 [1994]) que participan de estos lugares, además de
la actividad de la danza propiamente, ejercitan una importante sociabilidad

19 Agreguemos que, además del organizador, otra figura importante que colabora en la realización del
evento es el musicalizador. El musicalizador es responsable de las selecciones musicales y del armado
de las distintas “tandas”, las cuales le imprimen un estilo propio al ambiente de la milonga.
530  HERNÁN MOREL etnográfica  outubro de 2016  20 (3): 517-538

e interacción verbal con su círculo de conocidos, lo cual también al mismo


tiempo les permite mantener posiciones de poder y de prestigio dentro de la
milonga.
Sumado a esto subrayemos que, en la mayoría de los casos – aunque existen
excepciones –, las personas que concurren a estas milongas lo hacen en pareja o
en grupos de amigos, por lo que ser parte o estar vinculado más efímeramente
a los círculos de sociabilidad de estos ámbitos facilita el acceso a “invitar” o
ser “invitado” a bailar. Tal como lo señala la crónica mencionada más arriba, si
alguien va solo o sola a estos lugares, “lo más probable es que no baile en toda
la noche” o, al menos, que no le sea tan fácil hacerlo. Esta es una diferencia
sustantiva, por ejemplo, con otras milongas de la ciudad – algunas de circuito
céntrico – en donde los concurrentes acostumbran asistir en general solos o
solas y, por ende, lugares en donde se advierte la expectativa de bailar lo más
posible y de hacerlo con diferentes personas, hecho que obliga, en muchos
casos, a que las interacciones verbales entre los asistentes tiendan a reducirse
(Carozzi 2015: 168).

“NUEVAS MILONGAS” EN LOS CLUBES DE BARRIO:


EL MORÁN Y EL FLOREAL

En la actualidad, además de estas “emblemáticas” milongas que acabamos


de describir, existen también algunas “nuevas milongas” en otros clubes de la
zona. Si bien muchos consideran a estas milongas como “nuevas”, puesto que
se han abierto recientemente, señalemos que ya en las famosas décadas del
40 y el 50 allí se organizaban bailes de tango.20 De modo que en lo que sigue
pretendo realizar una descripción de estas nuevas milongas enfocándome en
dos emprendimientos que han emergido en los últimos años. Uno de ellos es
la milonga del Morán, la cual funciona desde el año 2009 en el Club Social y
Deportivo Morán; la otra es la milonga el Floreal, realizada desde el año 2011
en el Club Ciencia y Labor.21 Por su parte, la milonga del Morán se organiza
un sábado por mes, mientras que la milonga el Floreal se hace periódicamente
todos los domingos por la noche. En lo que refiere al espacio físico, la primera
funciona en las instalaciones de un patio techado muy amplio, el cual se usa
normalmente como cancha de “papi” futbol, y que a su vez a un costado tiene
un pequeño escenario (ver figura 3), mientras que la segunda se efectúa dentro
de un salón de medianas dimensiones que posee el club en el primer piso.

20 Cabe resaltar que a diferencia de las milongas del Sin Rumbo y el Sunderland, que organizan
bailes de tango desde las décadas del 80 y los 90, las dos milongas que analizamos en este apartado se
reactivaron, al menos de manera permanente, hace algunos pocos años.
21 La primera se ubica en la calle Pedro Morán 2446, en el barrio de Agronomía, y la segunda en la
calle Cesar Díaz 2453, en el barrio de Villa General Mitre.
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  531

Figura 3 – La milonga del Morán (Foto: Hernán Morel).

Ambas milongas están organizadas por las mismas personas: Mariano


Romero (quien además es también el musicalizador del evento), Marcelo
Lavergat y Lucila Bardach. Un aspecto a destacar es que, a diferencia de lo que
ocurre en el Sin Rumbo y el Sunderland, en el caso de estas nuevas milongas
sus organizadores rondan entre los 30 a 40 años de edad, por lo cual pertene-
cen a una nueva camada de organizadores de milonga. Como veremos, a pesar
de que estas milongas tienen algunas semejanzas con las milongas de Villa
Urquiza, el hecho de que las organicen “jóvenes milongueros” implica algunas
innovaciones y diferencias con respecto a las anteriores.
En principio, veamos el público al que buscan convocar los organizadores
de estas milongas. Por un lado, la actividad que realizan estas milongas se
publicita tanto por canales virtuales, a través del envío de correos electrónicos,
Facebook y blogs,22 así como también realizan una difusión sin mediaciones, es
decir, a través de afiches que pegan en las avenidas y calles de los barrios aleda-
ños (ver figura 4). En el caso del Morán, estos afiches presentan a la milonga
como “La fiesta popular del tango”, apelando en su diseño gráfico a imágenes
que incluyen banderines, lamparitas de colores, fileteados porteños y farolitos,
a lo que se agrega en ocasiones fotos o imágenes antiguas. A su vez, en relación
al público asistente señalemos que, dado que la milonga busca convocar en
particular a los vecinos de la zona y a los milongueros locales, en estas nuevas
milongas no se observa la participación de muchos turistas extranjeros, aunque
suelen concurrir algunos.

22 Ver < http: / / lamilongadelmoran.blogspot.com.ar / > (última consulta en octubre del 2015).
532  HERNÁN MOREL etnográfica  outubro de 2016  20 (3): 517-538

Figura 4 – Afiches que publicitan a la Milonga del Morán (Foto: Hernán Morel).

Podríamos decir que en estas milongas la organización del espacio interno


es muy similar al de otras milongas de la zona, ello si tenemos en cuenta
aspectos como el de la infraestructura, la iluminación, la ambientación, la dis-
tribución de las mesas o el espacio de la pista de baile. Sin embargo, en lo que
refiere a las características de las personas que concurren, existen algunas dife-
rencias significativas con las milongas de Villa Urquiza. En efecto, una crónica
describe a la milonga del Morán del siguiente modo:

“Allí, no hay joyas, no hay gomina, no hay vestidos lentejuelados ni


pañuelos que salen del bolsillo, ni corbata a tono con el atuendo de la dama,
ni carteras brillantes ni charol impecable. En la Milonga del Morán, hay
familias, hay niños, hay vecinos del barrio, hay pizza y cerveza, hay viejos
que se duermen en su silla y jóvenes que se la pasan bailando en la pista de
cemento sobre la cancha de fútbol, también hay el contrario, hay una vida
increíblemente rica, abundante, múltiple, ruidosa y campechana”.23

Advertimos a través de este relato una serie de imágenes asociadas a un con-


junto heterogéneo y difuso de personas que participan del Morán, imágenes

23 En < http: / / enlamilonga.blogspot.com.ar / 2010 / 01 / la-milonga-en-su-mas-pura-esencia.html >, 31


de enero del 2010 (última consulta en octubre del 2016).
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  533

que se presentan en un claro contraste a la seriedad y la formalidad que suele


prevalecer en las milongas que analizamos más arriba. En parte, la presencia de
una mayor variedad en el promedio de edad de las personas, una franja gene-
racional que transita de los 15 a los 80 años, colabora en que se modifiquen
las dinámicas de sociabilidad y de comportamiento dentro de estos espacios.
Al igual que lo señalado en el relato que describe a la milonga del Morán,
muchos consideran que la vida social que allí se despliega tiende al logro de un
ambiente menos normativo y regulado por determinados “códigos” fundamen-
tales. Ello a diferencia del clima más solemne y “elegante” que caracteriza a las
milongas de Villa Urquiza, en donde las personas y los grupos más establecidos
y antiguos, quienes como vimos ocupan posiciones de prestigio y de poder,
están atentos al respeto de estos “códigos”.
Por otro lado, algo característico de estas nuevas milongas es que procu-
ran “revivir” determinadas prácticas ligadas a un pasado significativo, inspi-
rándose para ello en los comentarios de distintos vecinos y milongueros del
barrio 24 que suelen recordar los bailes que se realizaban en estos mismos clubes
– el Morán y el Floreal – en las décadas del 40 y el 50. Destaquemos que son
los mismos organizadores de estas milongas los que buscan “recuperar” estos
elementos del pasado, elementos que, paradójicamente, habían sido dejados de
poner en práctica por las milongas más “antiguas” de la zona. Afirma uno de
los organizadores refiriéndose al Morán:

“ ‘El club está a 10 cuadras de donde nací y me crié, por eso conozco bien
el barrio – contó en charla con Télam Lavargata. Con Lucila, mi esposa,
damos clases de tango en Villa Urquiza y Parque Chas desde hace tres años,
y así surgieron las ganas de hacer una milonga por Agronomía, que convo-
que a los vecinos de barrios como Villa Pueyrredón, Saavedra, Villa Ortúzar,
todos muy tangueros y que creo que forman una zona única en el mundo’.
A partir de las charlas que mantuvieron con sus abuelos, con milongueros
de antes y con los socios más antiguos del club, los organizadores fueron
reconstruyendo una estética que hace que La Milonga del Morán se distinga
del resto porque toma elementos de otros tiempos y las trae al presente”.25

Ahora bien, ¿qué elementos “de otros tiempos” recuperan y “traen al pre-
sente” estos jóvenes organizadores? Por un lado, su propuesta incluye tanto un
reconocimiento al legado cultural de los “más antiguos”, aquellos “milongue-
ros de antes”, del mismo modo que también organizan distintas actividades

24 Por ejemplo, en el caso del Morán, la milonga posee un “padrino” representado en la figura de
Eduardo Pareja, un reconocido milonguero y vecino del barrio, con más de 80 años de edad, el cual solía
ir a bailar a este mismo club en sus años de juventud.
25 En < http: / / www.telam.com.ar / notas / 201307 / 25092-la-milonga-del-moran-celebra-con-tango-vi-
vo-barrial-y-popular.html >, 16 de julio de 2013 (última consulta en octubre 2016).
534  HERNÁN MOREL etnográfica  outubro de 2016  20 (3): 517-538

que contemplan la participación de las nuevas generaciones, es decir aquellas


personas y grupos que se han formado más recientemente. En virtud de ello
suelen brindar exhibiciones de baile 26 las nuevas camadas de bailarines profe-
sionales y amateurs, a la par que frecuentemente se realizan “homenajes” con
rondas de exhibición de baile o clases a cargo de los llamados “maestros / as” o
“viejos / as” milongueros / as. A su vez, en el Morán otra práctica que recuperan
“de las milongas de antes” consiste en realizar “bailes de carnaval” durante
el caluroso febrero porteño. Para ello ambientan el club con una ornamenta-
ción especial para la ocasión, invitan a los asistentes a jugar a la “guerra de
espuma”, del mismo modo que organizan concursos de disfraces e instan a la
elección de una “reina de carnaval”. Además, en el Floreal, otra actividad que
suelen realizar son concursos de baile en los que vota el público asistente, una
práctica que también se inspira en los modos de evaluación que se utilizaban
en los certámenes de las décadas del 40 y el 50.
Asimismo, los organizadores de estas milongas – particularmente en el
Morán – incluyen en la programación del evento la actuación de orquestas o
de distintas formaciones de tango 27 – o de jazz – entendiendo que la presen-
cia de los músicos en vivo era una práctica habitual en los “bailes de antes”.
Destaquemos que la presencia de orquestas y músicos en vivo tiene al menos
dos implicancias. Por un lado, motiva la asistencia de un público nuevo que no
necesariamente baila, me refiero a aquellos que van a mirar, a escuchar o que
simplemente son seguidores del grupo o del artista que se presenta. Por otro,
desde el punto de vista de los organizadores, esta mayor afluencia de público
les asegura solventar los significativos costos adicionales que implica contratar
a músicos en vivo.
En suma, vemos que al igual que en las milongas de Villa Urquiza, en estas
nuevas milongas también se enfatizan determinados usos del pasado y de la
tradición. Sin embargo, como fuimos señalando, los criterios de tradición que
gobiernan a cada uno de estos lugares exacerban ciertos elementos como legí-
timos al mismo tiempo que prescinden de otros. En este contexto, los jóvenes
organizadores plantean una mirada diferente del pasado asociado a las milon-
gas barriales, apropiándose y poniendo en acto elementos de un pasado que los
diferencia del que construyen otros (Jelin 2001). De manera que a través de

26 Se denomina “exhibición de baile” a una instancia de actuación previamente planificada por el


organizador / a de la milonga. Esta actuación especial modifica e interrumpe con la actividad social del
baile, en vistas a que una única pareja asume una puesta en acto ante la observación de los demás
participantes de la milonga. Dicha pareja suele bailar dos, tres o cuatro piezas musicales, mientras el
público observa sentado desde sus mesas. Luego de dar por terminada la exhibición, se vuelve al normal
desarrollo de la práctica social del baile.
27 Entre las orquestas que se han presentado podemos mencionar a “Color Tango” o “Los Reyes del
Tango”, del mismo modo que han actuado cantores como Ariel Ardit, Guillermo Fernández o Cucuza
Castiello, e incluso cantores de la época de oro del tango como Alberto Podestá o Carlos Godoy.
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  535

estos distintos aspectos que retoman del pasado se establecen usos particulares
y estratégicos del mismo. Así, si en el caso de las milongas que se realizan en
Villa Urquiza se advierte un mayor dominio de los puntos de vista de los anti-
guos y más establecidos milongueros, en el caso de estas nuevas milongas estos
puntos de vista están en mayor grado mediados por los sentidos que le dan al
pasado los jóvenes organizadores. En efecto, este recambio generacional en los
organizadores favorece la puesta en marcha de procesos novedosos en términos
de los usos y las selecciones del pasado que se realizan.

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

Presenté hasta aquí algunas prácticas y dinámicas sociales que reconstruí


durante mi trabajo de campo a través de mi participación cotidiana dentro
un circuito de milongas que se organizan en clubes de la zona del noroeste
de la ciudad de Buenos Aires. Para ello desarrollé un análisis comparativo y
relacional (Bourdieu y Wacquant 1995; Barth 2000) en torno a cuatro milon-
gas barriales que poseen tanto aspectos compartidos como diferentes entre sí.
En principio, en todas estas milongas se construyen profundas tramas de rela-
ciones sociales, basadas en el despliegue de ciertas formas de comportamiento,
pautas de socialización e identificaciones con el lugar. Vimos que las milongas
de Villa Urquiza detentan una autoridad sustentada en distintas narrativas
que vinculan a estos lugares con determinadas memorias, personas destacadas
y eventos significativos del pasado, hecho que contribuye a reforzar el carácter
emblemáticamente tradicional de las mismas. A su vez, notamos que a través
de la activación de determinados “códigos”, normas específicas, estilos de baile
distintivos – como el Villa Urquiza – y pautas ligadas a un pasado común,
aquellos miembros y grupos más establecidos y antiguos tienden a rechazar
otras formas de sociabilidad y de comportamiento que no se condicen con
dichos “códigos” y restricciones.
Por su parte, el Morán y el Floreal, en tanto milongas que se reactivaron
recientemente en los últimos años, no se perciben como lugares que capitali-
zan una trayectoria y una continuidad histórica como sí la visibilizan en mayor
grado el Sunderland y el Sin Rumbo. Menos aún disfrutan de un relato “con-
sagratorio” basado en los antiguos y “prestigiosos” milongueros que caminaron
por sus pistas, del mismo modo que tampoco poseen su fama y repercusión
internacional. No obstante, y a pesar de que son lugares menos conocidos y
reconocidos dentro del mundo de los milongueros, éstos nuevos lugares de
baile en sus pocos años de existencia han ido adquiriendo un importante poder
de convocatoria, ampliando así el mapa de milongas que se realizan en los clu-
bes de barrio de la zona. Lo interesante es que estas nuevas milongas también
buscan posicionarse a través del empleo de la tradición como recurso, en este
caso reinstaurando algunas “viejas prácticas” y actividades que habían sido
536  HERNÁN MOREL etnográfica  outubro de 2016  20 (3): 517-538

olvidadas o dejadas de efectuar por otras milongas de la zona. Además, como


vimos, tanto el Morán como el Floreal aspiran a ser eventos barriales y popula-
res más abiertos e inclusivos, apelando para ello no solo al reconocimiento de
los “viejos milongueros”, sino también a partir de incentivar a que participen
las nuevas generaciones y a que se incorporen los vecinos del barrio y de la
zona. De algún modo, se podría afirmar que, al ser ámbitos sociales de for-
mación más reciente, los lazos y las dinámicas de interacción que organizan a
estas milongas obedecen menos al principio de permanencia y antigüedad que
suele regir en otras milongas tradicionales de la zona.
Vimos también que esta renovación poblacional dentro de la milonga incide
en el tipo de relaciones de poder e interacciones que se genera entre los parti-
cipantes del evento, favoreciendo algunas formas de sociabilidad y pautas de
comportamiento que podrían ser consideradas como más “relajadas” o que
trastocan determinados “códigos” establecidos. En este sentido, advertimos
cómo estos son lugares en donde personas con disímiles trayectorias, reputa-
ciones y edades interactúan a partir de un menor grado de formalidad en el
trato. Entre otros aspectos, allí se consiente y conviven tanto el uso de vesti-
mentas “elegantes” como ropas de uso cotidiano; también se observan distin-
tos estilos y niveles de baile, por lo que están aquellos que cultivan un baile
más experto y profesional a la par de otros que recién están comenzando a
bailar; así como la presencia de personas del mismo sexo bailando en pareja no
suscita inconvenientes, como sí podría ocurrir en otras milongas tradicionales.
De algún modo estos cambios emergentes son motorizados no solo a partir de
la aparición de nuevos participantes que asisten a la milonga sino también a
través de la renovación generacional de las personas que ofician como organi-
zadores / as de estos eventos.
En síntesis, el crecimiento y la renovación en los últimos años en la canti-
dad de personas que bailan tango en estos lugares – a partir del arribo de gene-
raciones de edad intermedia que antes no lo hacían, junto al incremento de
los jóvenes y la aparición de nuevas camadas de organizadores de milongas –
parece estar reconfigurando las prácticas, los sentidos y las relaciones de poder
que allí se despliegan. Principalmente, y a través del caso de algunas de las
milongas barriales que funcionan en esta zona, intentamos reflexionar sobre
las dinámicas de sociabilidad y las referencias al pasado singulares que poseen
estos lugares. En particular, algo que nos interesó destacar es que inclusive en
el caso de estas milongas en las que se ponderan tradiciones y elementos de un
pasado significativo, estos también van reconfigurándose o adquieren nuevos
significados en función de los nuevos contextos y agentes sociales que partici-
pan. De manera que el proceso de formación de sentidos en torno a estos luga-
res es consecuencia de las agencias y las interacciones de las personas y grupos
que allí convergen, las cuales influyen en la emergencia de nuevas prácticas e
interpretaciones.
MILONGAS BARRIALES EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES…  537

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