Un Espiritu de Perdón

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Un Espiritu de perdón

Susie, de siete años, estaba perdida, y eso era todo lo que importaba. Para los
Jaegers, las vacaciones de la familia en un campamento en Montana, en junio de
1973, se convirtió en una vigilia, mientras patrullas de búsqueda rastreaban el
territorio y dragaban el río.

A medida que pasaban los días, Marietta Jaeger descubría que su angustia se
convertía en cólera, e incluso llegó a imaginarse matando a sangre fría y con una
sonrisa al secuestrador de su hija.

Un hombre llamó a la policía y exigió rescate, pero nunca llegó a un acuerdo


sobre cómo hacer el intercambio. Conforme las semanas de ansiedad se convertían en
meses de desesperación, Marietta Jaeger recuerda: "Discutía y debatía con Dios,
realmente era una lucha. Le di a Dios permiso para que me cambiara el corazón.
Empecé a orar por [el secuestrador] todos los días, lo cual en principio, era lo último
que pensé que haría".

Un año después de la desaparición de Susie, un periódico publicó una crónica


respecto al crimen sin resolver. El secuestrador lo leyó y llamó a los Jaegers. «Era
claro que me llamaba para provocarme», dijo la Sra. Jaeger. «Pero a pesar del hecho
de que se portaba muy presumido y grosero, para mi sorpresa, me di cuenta de que
sentía genuina preocupación y compasión por él.

La policía capturó al secuestrador de Susie y descubrió que la había asesinado


poco después de secuestrarla. Más adelante se suicidó en su celda, después que
acordó colaborar a cambio de cadena perpetua.

Marietta Jaeger no se propuso perdonar a ese hombre, nunca olvidará lo que le


hizo a su hija, pero le pidió a Dios que le cambiara el corazón.

Eso marcó la diferencia entre un espíritu amargado y vengativo que habría


envenenado los recuerdos de Susie, y un espíritu de perdón libre para sonreír a través
de las lágrimas.

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