Alteraciones de La Vejiga

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Alteraciones de la vejiga

Incontinencia urinaria femenina. 

La incontinencia urinaria tiene como consecuencia un notable impacto negativo en


la calidad de vida, que produce una estigmatización y modificación del
comportamiento social, perjuicios económicos, diversas enfermedades e
inestabilidad psicológica. 

La incontinencia urinaria se caracteriza por su elevada prevalencia. Aunque no es


una enfermedad grave, repercute de forma significativa en la persona afectada,
hasta tal punto que modifica su estilo de vida y condiciona sus relaciones sociales.

La continencia urinaria depende básicamente de la integridad de la vejiga, el suelo


pélvico y la uretra; la inervación de estas estructuras y el control a nivel superior
son igualmente importantes para el correcto desarrollo de esta función.

Una valoración completa, incluidos los antecedentes, es la clave para determinar


el tipo de incontinencia urinaria y establecer el plan de tratamiento.

Fisiología de la micción

La micción es una función del tracto urinario inferior mediante la que se consigue
el vaciado de la orina, cuando la vejiga ha llegado a su capacidad fisiológica y los
condicionamientos sociales y el lugar son adecuados. En la micción hay dos fases
claramente diferenciadas: la de llenado y la de vaciado vesical.

la vejiga es un órgano hueco cuya misión principal es la de actuar como reservorio


de orina, la cual se acumula en la citada vejiga, ya que el detrusor se comporta
como un órgano no muscular.
Anatomía del aparato excretor.

En la fase de llenado vesical, la vejiga acomoda su tono al aumento continuo y


paulatino de orina que le llega a través de los uréteres, actuando como una esfera
hueca, de salida elástica, conducta pasiva y no consciente. El ritmo de llenado
depende de múltiples factores individuales y ambientales. Al mismo tiempo, la
capacidad vesical varía de unos individuos a otros, si bien se considera normal
para un adulto que oscile entre 350 y 500 ml.

Cuando la vejiga ha alcanzado su capacidad fisiológica y el sujeto no tiene ningún


impedimento social, se produce la fase de vaciado vesical, en la cual el esfínter
externo se relaja de forma voluntaria, la uretra se abre y el detrusor se contrae al
tiempo que se relaja el cuello vesical.

La micción es un acto voluntario, fisiológico, en el que se necesita la coordinación


entre sus protagonistas: detrusor, cuello vesical y esfínter externo

Sistema de control de la vejiga.

Los sistemas simpático, parasimpático y somático intervienen en la inervación y


control de la dinámica miccional, actuando de forma coordinada y estando
modulados por los centros encefálicos y medulares. El sistema nervioso
parasimpático, a través de los nervios pélvicos, inerva el detrusor y asegura el
vaciamiento vesical por contracción del mismo. El sistema nervioso simpático,
mediante los nervios pélvicos, inerva el trígono y el esfínter interno, lo que hace
posible la continencia al mantener el cuello de la vejiga cerrado en la fase de
llenado. El nervio pudendo inerva el esfínter externo de la uretra y el esfínter anal,
ayudando al esfínter interno a conseguir la continencia.
Epidemiología

Los estudios epidemiológicos sobre la prevalencia de la incontinencia urinaria en


la población general demuestran que se trata de un problema más frecuente en la
mujer que en el varón, y que la incidencia de esta disfunción aumenta con la edad.

Aproximadamente entre el 9 y el 72% de las mujeres son incontinentes. Este


margen tan sumamente amplio se justifica a partir de las distintas definiciones de
incontinencia urinaria utilizadas en los diferentes estudios, los cuales difieren
también en la frecuencia de episodios considerada, la gravedad, el grado de
molestia, el tipo de incontinencia estudiado, la población diana, el medio de
recogida de datos, etc.

Buena parte de los estudios se realizan mediante cuestionarios autoadministrados


por las propias pacientes, lo que supone que los datos obtenidos de este modo
tienen un grado de subjetividad bastante importante. Otro de los factores que
explica esta disparidad es precisamente el carácter crónico dinámico del proceso,
el cual se instaura lentamente, pero puede desaparecer durante un tiempo para
establecerse posteriormente de forma definitiva. Finalmente, el carácter
vergonzante que tiene este trastorno para las mujeres afectadas hace que
aproximadamente sólo el 35% de las pacientes con incontinencia urinaria grave
busque ayuda médica.

Como ya se ha explicado, la prevalencia de incontinencia urinaria en la mujer es


del doble respecto al varón. La debilidad del suelo pélvico en la mujer es la
responsable de esta diferencia.

Suelo pélvico.

En la mujer, la incontinencia urinaria presenta dos picos de incidencia: entre los 45


y los 54 años, y a partir de los 60, especialmente entre los 75 y los 84 años. En el
primer grupo, la prevalencia podría acercarse al 30% y en el segundo podría
rondar el 40% de la población femenina de esa edad.
En general se admite que la diferente prevalencia entre uno y otro sexo es
especialmente marcada en los grupos de edad más jóvenes. A partir de los 80
años puede decirse que esta diferencia desparece.

Tipos de incontinencia: síntomas y síndromes relacionados

Según sus síntomas, los tipos de incontinencia urinaria más frecuentes en la mujer
son: incontinencia de esfuerzo, incontinencia de urgencia, incontinencia mixta e
incontinencia por rebosamiento. Por otra parte, además de los diferentes tipos de
incontinencia que se describen a continuación, existen los denominados
síndromes indicativos de disfunción del tracto genitourinario.

Un síndrome describe un conjunto o combinación variable de síntomas, descritos


como alteraciones funcionales para los cuales no se ha definido una causa
precisa; se presume que se han excluido enfermedades locales y alteraciones
metabólicas u hormonales. En relación con la incontinencia urinaria se han
descrito los siguientes síndromes: síndrome de la vejiga hiperactiva, síndrome de
disfunción del vaciado vesical y síndrome de dolor genitourinario.

Incontinencia urinaria de esfuerzo

Es la pérdida involuntaria de orina asociada a un esfuerzo físico que provoca un


aumento de la presión intraabdominal (toser, reír, correr e incluso andar), teniendo
poca relación con la actividad del detrusor. Este tipo de incontinencia puede
deberse a uno de los siguientes mecanismos, o a una combinación de ambos:

• Debilidad de las estructuras que conforman el suelo de la pelvis y que sostienen


la uretra, lo que condiciona una hipermovilidad uretral.

• Disfunción intrínseca del esfínter, producida por la debilidad del músculo uretral,
lo que determina una insuficiente coaptación de las paredes de la uretra.

Es el tipo de incontinencia urinaria más frecuente en las mujeres, y su prevalencia


se sitúa en el 40-50%, según los estudios. La incontinencia de esfuerzo no se
asocia a deseo miccional, ni a una sensación previa al escape; la pérdida de orina
puede oscilar entre unas gotas o incluso un chorro, dependiendo del grado de
alteración y de la intensidad del esfuerzo.

La etiología de este tipo de incontinencia es multifactorial, aunque destacan los


siguientes factores:

 Procesos respiratorios crónicos: tos crónica, rinitis alérgica (estornudos).


 Obesidad, que supone una agresión por la sobrecarga de la masa muscular
del periné y puede originar hipotonía del suelo pélvico; también resultan
perjudiciales los cambios bruscos de peso, ya que debilitan los tejidos
colágenos pélvicos limitando la capacidad de recuperación.
 Estreñimiento, cuya relación con este tipo de incontinencia tiene más que
ver con la mecánica evacuatoria, pues el empuje en apnea produce una
hiperelongación del nervio pudendo que, al superar el umbral máximo de
elongación en un 20%, sufre microtraumatismos asociados a neuropatía,
con el consiguiente riesgo de incontinencia urinaria y fecal.
 Histerectomía previa, la cual se relaciona con la incontinencia de esfuerzo,
probablemente por lesiones neurológicas inducidas durante la cirugía.
 Lesiones adquiridas del cuello vesical y/o uretra proximal secundaria a
iatrogenia, traumatismos vaginales, etc., que alterarían la elasticidad del
cuello vesical.
 Embarazo y paridad, admitiéndose en la actualidad que el embarazo, el
parto vaginal y la multiparidad desempeñan un papel negativo sobre el
suelo pélvico y que el daño obstétrico puede conducir a este tipo de
incontinencia; también se ha demostrado que la duración del período
expulsivo del parto se relaciona directamente con la incontinencia urinaria
de esfuerzo.
 Alteraciones de la estática vertebral adquiridas o congénitas. Se ha
comprobado que la hiperlordosis o las desviaciones producidas por
malposiciones habituales contribuyen a modificar el eje de la columna y con
ello la disposición de los órganos internos.
 Fármacos tales como los bloqueadores beta y los inhibidores del enzima
conversor de la angiotensina (IECA), cuya relación con la etiología de la
incontinencia urinaria de esfuerzo es debida a la producción de tos.

El papel de la menopausia en la etiología de la incontinencia urinaria de esfuerzo


no está claro; se admite que no hay pruebas suficientes para afirmar que esta
condición causa incontinencia. Numerosos autores consideran como más probable
que el deterioro en estas edades se relacione más con la disminución del tono
muscular que con la deficiencia de estrógenos presente en esta etapa; para otros,
esta deficiencia sí es importante como factor etiológico, ya que los estrógenos
tienen una acción trófica sobre la mucosa uretral y el plexo vascular submucoso.

En la mujer, la incontinencia urinaria presenta dos picos de incidencia: entre los 45


y los 54 años, y a partir de los 60 años, especialmente entre los 75 y los 84 años

Incontinencia urinaria de urgencia


Es la pérdida involuntaria de orina asociada a un fuerte deseo de orinar, que se
denomina «urgencia» o «micción imperiosa». Se debe a una contractilidad
aumentada de la vejiga urinaria, que en condiciones normales sólo se contrae
cuando el sujeto decide orinar voluntariamente.

Este tipo de incontinencia viene precedida por una sensación de urgencia,


imposible de controlar, que es consecuencia de una contracción involuntaria del
músculo detrusor de la vejiga urinaria. Suele asociarse a síntomas que afectan a
la fase de llenado (micción frecuente, superior a ocho veces al día), nicturia y,
ocasionalmente, micción incontrolada. La cantidad de orina que se pierde puede
ser variable, de modo que en las etapas iniciales no hay incontinencia, sólo
urgencia.

La prevalencia se incrementa a partir de los 40 años, con un pico a partir de los


75; de hecho es la forma más frecuente de incontinencia en ancianas con más de
75 años.

La incontinencia urinaria de urgencia puede ser de dos tipos:

• Incontinencia urinaria sensitiva, que se debe a impulsos sensitivos muy potentes


enviados desde receptores de tensión/presión de la pared vesical.

• Incontinencia urinaria motora, cuyo origen es un fallo en la inhibición motora del


reflejo de la micción; suele estar asociada a malos hábitos miccionales que
someten al detrusor a largos y continuados aumentos de presión, hasta que se
produce su claudicación y se comporta como si estuviera lleno con pequeñas
cantidades de orina en su interior.

La etiología de este tipo de incontinencia incluye:

• Origen desconocido o idiopático, en cuyo caso no hay una causa subyacente;


suele deberse a patrones de evacuación alterados.

• Trastornos neurológicos (esclerosis múltiple, enfermedad de Alzheimer,


accidente cerebral, enfermedad de Parkinson, diabetes y alteraciones medulares
que dificulten la inhibición motora del reflejo miccional). La incontinencia debida a
un trastorno neurológico se conoce también como hiperreflexia vesical o
hiperreflexia del detrusor.

• Secundaria a alteraciones del urotelio vesical: patologías inflamatorias o


irritativas vesicales (infección urinaria, carcinoma urotelial in situ, litiasis, etc.)
• Secundaria a fármacos y otros compuestos: diuréticos, sedantes, hipnóticos,
alcohol, cafeína,...

• Secundaria a cirugía de la incontinencia urinaria de esfuerzo.

Incontinencia urinaria mixta

Es la que se presenta con urgencia y también al realizar ejercicios, esfuerzos,


estornudos o toser. La pérdida se produce por un doble mecanismo: hiperactividad
del detrusor e incompetencia esfinteriana.

Es el tipo más frecuente en la mujer después de la incontinencia de esfuerzo,


siendo su prevalencia del 35%. Su etiología es la misma que ha sido descrita para
los dos tipos anteriores de incontinencia.

Incontinencia urinaria por rebosamiento

Es la pérdida involuntaria de orina producida cuando el volumen de ésta en la


vejiga supera su capacidad. La incontinencia se produce por goteo, gota a gota, o
en chorro fino sin fuerza.

Clínicamente puede manifestarse por síntomas irritativos, obstructivos, dificultad al


orinar, goteo postmiccional, o con pérdida de orina más o menos continuada por
goteo o en pequeños chorritos; no es raro que asemeje una incontinencia de
esfuerzo, por lo que es fundamental establecer un diagnóstico diferencial. Es más
habitual en varones que en mujeres, y su etiología puede ser de carácter
obstructivo o vinculada a una lesión urológica.

Síndromes indicativos de disfunción del tracto genitourinario

En el ámbito de esta categoría se incluyen los siguientes:

• Síndrome de la vejiga hiperactiva. Este síndrome se define como la «urgencia»,


con o sin incontinencia de urgencia, a menudo asociada a aumento de frecuencia
o nicturia. Otras denominaciones que recibe son «síndrome de urgencia» o
«síndrome de urgencia-frecuencia».

Sus síntomas indican una hiperactividad del músculo detrusor, aunque también
pueden deberse a otras formas de disfunción uretrovesical.

• Síndrome de disfunción del vaciado vesical. Bajo esta denominación se incluye


un cuadro en el que predominan los síntomas indicativos de dificultad de vaciado
vesical: dificultad al inicio de la micción, flujo miccional intermitente, sensación de
vaciado incompleto, etc.

En la mujer es raro encontrar síntomas relacionados con trastornos de la función


del vaciado vesical, pero en algunos casos pueden asociarse a los de
incontinencia urinaria.

Cuando la paciente no tiene infección urinaria ni hay prolapso genital o cirugía


pélvica reciente, los síntomas anteriores deben hacer pensar en una actividad
deficitaria del detrusor durante la micción voluntaria.

• Síndrome de dolor genitourinario. Bajo esta denominación se hace referencia al


conjunto de síntomas de las pacientes cuya molestia principal es el dolor asociado
a otros síntomas genitales y urinarios. Incluye varios síndromes dolorosos que
afectan a distintas partes del aparato genitourinario: síndrome de vejiga urinaria
dolorosa, síndrome de dolor uretral, síndrome de dolor vulvar, síndrome de dolor
vaginal o síndrome de dolor perineal.

Diagnóstico

El diagnóstico de la incontinencia femenina, o mejor dicho, la forma de evaluar a la


paciente, depende del tipo de incontinencia que presenta, de su edad y del tipo de
terapia que está dispuesta a aceptar.

En cualquier caso, el proceso diagnóstico debe iniciarse con una historia clínica
exhaustiva, que ayudará a realizar una presunción diagnóstica bastante certera.
Es necesario realizar también una exploración física que debe incluir: examen
general, exploración abdominal focalizada a nivel del hipogastrio, valoración de la
sensibilidad perianal y de los reflejos lumbosacros y exploración ginecológica.

Puede que sea preciso realizar pruebas complementarias para ayudar al


diagnóstico. Estas pruebas deben incluir: urocultivo, laboratorio (glucemia, función
renal e iones), ecografía renovesical, evaluación de la orina residual, flujometría,
estudio urodinámico y cistoscopia.

La evaluación, mediante entrevista, de la gravedad y de las características de la


incontinencia orienta el examen físico, al mismo tiempo que sienta la indicación de
las pruebas complementarias y ayuda en la decisión del tratamiento a
recomendar.

Se consideran criterios para derivar a servicios especializados, los siguientes:


 Diagnóstico incierto o dificultad para establecer el tratamiento sin una
evaluación básica.
 Incontinencia asociada a hematuria sin infección.
 Persistencia de los síntomas, dificultad para vaciar la vejiga o volumen
posmiccional residual anormal (superior a 200 ml).
 Historia previa de cirugía de la incontinencia o de cirugía pélvica radical.
 Prolapso del órgano pélvico.
 Presencia de problemas neurológicos (esclerosis múltiple, lesiones
medulares, etc).

Tratamiento

El objetivo fundamental del tratamiento debe ser siempre mejorar la calidad de


vida de las pacientes, por lo que es prioritario conocer sus preferencias, el tipo de
vida que llevan y sus circunstancias personales. En todos los casos deben
analizarse con las pacientes las ventajas e inconvenientes que conlleva cada una
de las opciones terapéuticas.

Las posibilidades terapéuticas ante la incontinencia femenina incluyen


básicamente farmacoterapia, ejercicios de rehabilitación del suelo pélvico,
tratamiento paliativo (absorbentes) y tratamiento quirúrgico. A continuación se
desarrollarán las tres primeras opciones terapéuticas, ya que el tratamiento
quirúrgico queda fuera de los objetivos de este artículo.

En cualquier caso, el proceso diagnóstico debe iniciarse con una historia clínica
exhaustiva, que ayudará a realizar una presunción diagnóstica bastante certera.
Es necesario realizar también una exploración física que debe incluir: examen
general, exploración abdominal focalizada a nivel del hipogastrio, valoración de la
sensibilidad perianal y de los reflejos lumbosacros y exploración ginecológica.

Farmacoterapia

El empleo de fármacos en el tratamiento de la incontinencia urinaria se basa en la


existencia de neurorreceptores colinérgicos, betaadrenérgicos y alfaadrenérgicos,
que producen contracción o relajación vesiculouretral en función del fármaco
administrado.

Incontinencia urinaria de esfuerzo. Los elementos diana para el tratamiento


farmacológico de este tipo de incontinencia son todos aquellos que participan en el
mantenimiento de la resistencia uretral: los nervios, el músculo liso y el estriado, la
mucosa y los vasos sanguíneos.
Los grupos farmacológicos implicados en el tratamiento de este tipo de
incontinencia son los siguientes: agonistas alfaadrenérgicos, antagonistas
betaadrenérgicos, antidepresivos tricíclicos, terapia hormonal e inhibidores de la
recaptación de serotonina y norepinefrina.

Los agonistas alfaadrenérgicos (efedrina, pseudoefedrina, fenilpropanolamina)


actúan estimulando los receptores alfaadrenérgicos situados en el cuello vesical y
en la uretra proximal, produciendo la contracción de la musculatura lisa uretral,
con el consiguiente aumento de resistencia de la uretra. El problema principal que
plantean estos compuestos son sus efectos secundarios, que se unen a una
discreta eficacia.

Los antagonistas betaadrenérgicos (propanolol) por estimulación parasimpática


producen relajación del músculo liso uretral a través de la mediación del óxido
nítrico. Su eficacia sólo se ha demostrado en estudios observacionales.

Los antidepresivos tricíclicos (imipramina) parecen disminuir la contractilidad del


detrusor por su acción anticolinérgica y aumentar la resistencia uretral por
estimulación de los receptores alfaadrenérgicos. Su principal inconveniente son
sus efectos secundarios.

El tratamiento hormonal (estrógenos) parece actuar a través de cambios en el


colágeno, el lecho vascular y el epitelio, aunque su mecanismo de acción no está
claro. Se han estudiado los compuestos estradiol y estriol, administrados de forma
local o sistémica. Se admite su uso en mujeres menopausicas para combatir la
atrofia urogenital que acompaña a esta condición y cuyos síntomas pueden
confundirse con los de la incontinencia, aunque su eficacia para combatir esta
última no ha quedado demostrada.

Los inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina (duloxetina)


actúan inhibiendo la actividad a nivel del esfínter uretral externo y aumentando la
capacidad vesical mediante acciones no del todo aclaradas sobre el sistema
nervioso central.

Incontinencia urinaria de urgencia. Las posibilidades farmacológicas para combatir


la incontinencia de urgencia se basan fundamentalmente en el tratamiento
anticolinérgico.

Este tratamiento tiene como objetivo inhibir las contracciones involuntarias del
músculo detrusor; puesto que la contracción vesical tiene lugar por activación
(mediada por acetilcolina) de los receptores muscarínicos presentes en el músculo
detrusor, es obvio que el tratamiento ha de basarse fundamentalmente en
bloquear tales receptores, lo que se consigue con fármacos anticolinérgicos o
antimuscarínicos.

Los compuestos de este grupo comercializados en España en la actualidad con


esta indicación son flavoxato, oxibutinina, tolterodina, trospio y los más recientes
darifenacina y solifenacina.

Otros grupos farmacológicos que también se utilizan para combatir este tipo de
incontinencia, y sobre los que se tiene un buen nivel de evidencia, incluyen los
antidepresivos tricíclicos (imipramina) y los análogos de la vasopresina
(desmopresina).

Los grupos farmacológicos que se citan a continuación se utilizan asimismo para


tratar la incontinencia de urgencia, pero su nivel de evidencia es menor:

 Antagonistas alfaadrenérgicos (alfuzosina, doxazosina, prazosin,


terazosina, tamsulosina).
 Agonistas betaadrenérgicos (terbutalina, clembuterol, salbutamol).
 Inhibidores de la síntesis de prostaglandinas (indometacina, flurbiprofeno).
 Otros compuestos (capsaicina, baclofeno).

Incontinencia urinaria por rebosamiento. En este tipo de incontinencia en la que la


presión intravesical supera la máxima presión uretral sin que exista actividad del
detrusor, la actitud terapéutica estará en función de que haya o no residuo
posmiccional.

Ante la presencia de residuo posmiccional, el tratamiento de elección será los


bloqueadores alfa (doxazosina, alfuzosina, prazosín, terazosina).

Ejercicios de rehabilitación del suelo pélvico

Este tipo de ejercicio es el tratamiento de elección en la incontinencia de esfuerzo.


Su objetivo principal es potenciar la musculatura del suelo pélvico, formada
básicamente por el músculo elevador del ano. Este músculo es de suma
importancia por su posición, ya que ocupa todo el suelo de la cavidad pélvica
limitándola en su parte inferior.
Musculatura del suelo pélvico.

La rehabilitación del suelo pélvico incluye una serie de ejercicios, de los cuales los
más conocidos son los de Kegel, que deben realizarse de forma regular,
diariamente, para ejercitar y tonificar los músculos del suelo pélvico y mejorar la
incontinencia.

En ocasiones es recomendable apoyo mecánico a estos ejercicios, mediante la


utilización de conos vaginales de distinto peso (20 a 100 g); la contracción
sostenida de los músculos de la pelvis para mantener el cono en el interior de la
vagina fortalece la musculatura del suelo pélvico.

Los ejercicios de Kegel, ayudados o no, por el empleo de conos vaginales,


mejoran el tono muscular, con lo que se consigue la resolución total o parcial de la
incontinencia de esfuerzo.

Realización de los ejercicios de Kegel

El primer paso para realizar estos ejercicios 1 es encontrar la musculatura


adecuada, lo cual puede conseguirse de tres formas:

- Interrupción del chorro de orina: cuando se está orinando, tratar de detener la


salida de la orina. Si se puede hacer, quiere decir que se están usando los
músculos adecuados. Se hace en posición sentada, con el tronco ligeramente
inclinado hacia delante y las piernas separadas.

- Como si se tratase de evitar la salida de aire del intestino o de controlar un


episodio de diarrea, contraer los músculos que utilizaríamos para hacerlo. Si se
tiene la sensación de contracción, significa que se están utilizando los músculos
que se tienen que ejercitar.

- Tacto vaginal: en posición acostada, introducir un dedo en la vagina. Se aprieta


como si se tratase de detener la salida de orina. Si se siente que se aprieta el
dedo, se están utilizando los músculos correctos.

Es muy importante que se apriete sólo este grupo muscular y no otros músculos al
mismo tiempo, ya que, al hacerlo, se puede ejercer más presión sobre los
músculos que controlan la vejiga y obtener un efecto contrario al deseado.

La ejecución de los ejercicios propiamente dichos incluye las siguientes fases:

a) Comenzar vaciando la vejiga.

b) Contraer los músculos del suelo pélvico y contar hasta 10.

c) Relajar los músculos completamente y contar hasta 10.

d) Ejecutar 10 ejercicios, 3 veces al día (mañana, tarde y noche), durante unos 5


minutos.

Conviene comenzar con una pauta progresiva: los primeros días se cuenta hasta 4
y se va subiendo poco a poco hasta 10, recordando que hay que relajar siempre
los músculos durante el mismo tiempo que se han tenido en contracción.

Puede resultar positivo llevar a cabo los ejercicios en tres posiciones (acostada,
sentada y de pie). Si se realizan sentada, la silla debe ser sólida y se deben
apoyar las plantas de los pies sobre el suelo, manteniendo las rodillas ligeramente
hacia fuera.

Cuando se decide practicar los ejercicios de Kegel es preciso tener paciencia y no


cejar en el intento, ya que es posible que la mejoría tarde varias semanas.

Los ejercicios pueden realizarse en cualquier momento y lugar, pero es importante


que la mujer esté concentrada en ellos cuando los realice. Por eso es mejor
buscar un lugar tranquilo, sobre todo al principio.
Otra precaución importante a tener en cuenta: este ejercicio realizado en exceso
puede más bien causar fatiga muscular y aunque algunas personas creen que
pueden acelerar el proceso aumentando el número de repeticiones y la frecuencia
del ejercicio, esto no siempre es positivo. También es conveniente que se realicen
los ejercicios cada vez que vaya a llevar a cabo un esfuerzo que pueda producir
pérdidas de orina (toser, subir una escalera, coger peso, etc.).

Una vez que se haya logrado la meta (consensuada con un profesional sanitario),
se pueden hacer los ejercicios tres veces por semana. Mantener a largo plazo los
logros conseguidos, dependerá de que se siga dedicando algún tiempo a ejercitar
el periné durante el resto de la vida.

Prolapso anterior (cistocele)

El prolapso vaginal anterior, también conocido como cistocele o prolapso de la


vejiga, es cuando la vejiga cae de su posición normal en la pelvis y empuja la
pared de la vagina.

Los órganos de la pelvis que incluyen la vejiga, el útero y los intestinos— suelen
mantenerse en su lugar gracias a los músculos y los tejidos conectivos del suelo
pélvico. El prolapso anterior se produce cuando el suelo pélvico se debilita o si se
ejerce demasiada presión sobre el suelo pélvico. Esto puede suceder con el
tiempo, durante el parto vaginal o con estreñimiento crónico, tos violenta o
levantamiento de pesas.

El prolapso anterior es tratable. Para un prolapso leve o moderado, el tratamiento


no quirúrgico suele ser eficaz. En casos más graves, puede ser necesaria la
cirugía para mantener la vagina y otros órganos pélvicos en sus posiciones
correctas.

Síntomas

En casos leves de prolapso anterior, es posible que no notes signos ni síntomas.


Cuando se manifiestan los signos y síntomas, estos pueden incluir los siguientes:

 Una sensación de pesadez o presión en la pelvis y la vagina


 En algunos casos, un bulto de tejido en la vagina que puedes ver o sentir

 Aumento de la presión pélvica cuando te esfuerzas, toses, te agachas o te


levantas

 Problemas para orinar, incluso dificultad para iniciar un chorro de orina, la


sensación de no haber vaciado completamente la vejiga después de orinar,
la sensación de una necesidad frecuente de orinar o la pérdida de orina
(incontinencia urinaria)

Los signos y síntomas suelen notarse en especial después de permanecer de pie


durante largos períodos y pueden desaparecer cuando te acuestas.

Cuándo debes consultar a un médico

Un prolapso de vejiga puede ser incómodo, pero rara vez es doloroso. Dificulta el
vaciado de la vejiga, lo que la hace susceptible a las infecciones. Solicita una cita
con el médico si tienes algún signo o síntoma que te moleste o que afecte tus
actividades diarias.

Causas

El suelo pélvico está formado por músculos, ligamentos y tejido conectivo que
sostienen la vejiga y otros órganos pélvicos. Las conexiones entre los órganos
pélvicos y los ligamentos pueden debilitarse por el paso del tiempo, como
resultado de un traumatismo durante el trabajo de parto o por un esfuerzo crónico.
Cuando esto sucede, la vejiga puede deslizarse hacia abajo más de lo normal y
sobresalir en la vagina (prolapso anterior).

Las causas del estrés en el suelo pélvico incluyen:

 Embarazo y parto vaginal

 Sobrepeso u obesidad

 Levantar objetos pesados en repetidas ocasiones

 Esfuerzo realizado durante las evacuaciones intestinales

 Tos crónica o bronquitis


Factores de riesgo

Estos factores pueden aumentar el riesgo de tener prolapso anterior:

 Embarazo y parto. Las mujeres que han tenido un parto vaginal o asistido


por instrumentos, los embarazos múltiples o cuyos bebés tuvieron un alto
peso cuando nacieron tienen un mayor riesgo de prolapso anterior.
 Envejecimiento. El riesgo de tener prolapso anterior aumenta con la edad.
Esto se da en especial después de la menopausia, cuando la producción
corporal de estrógeno (que ayuda a mantener el suelo pélvico fuerte)
disminuye.
 Histerectomía. La extirpación del útero puede contribuir a la debilidad del
suelo pélvico, pero no siempre es así.
 Genética. Algunas mujeres nacen con tejidos conectivos más débiles, que
los hace más vulnerables al prolapso anterior.
 Obesidad. Las mujeres con sobrepeso u obesidad tienen mayor riesgo de
tener prolapso anterior.

Tratamiento
Tipos de pesariosOpen pop-up dialog box

El tratamiento depende de la gravedad del prolapso uterino. El médico podría


recomendarte:

 Medidas de cuidado personal. Si tu prolapso uterino causa pocos


síntomas o no los causa, algunas medidas de cuidado personal simples
pueden brindar alivio o ayudar a prevenir que el prolapso empeore. Algunas
de las medidas de cuidado personal son realizar ejercicios de Kegel para
fortalecer los músculos pélvicos, bajar de peso y tratar el estreñimiento.

 Pesario. Un pesario vaginal es un anillo de plástico o caucho que se inserta


en la vagina para sostener los tejidos debilitados. El pesario debe extraerse
regularmente para limpiarlo.

Cirugía

El médico podría recomendar una cirugía para reparar el prolapso uterino. La


cirugía mínimamente invasiva (laparoscópica) o vaginal podría ser una opción.
La cirugía puede implicar lo siguiente:

 Reparación de los tejidos debilitados del suelo pélvico. Por lo general,


esta cirugía se realiza a través de la vagina, pero a veces a través del
abdomen. El cirujano puede colocar un injerto de tejido propio, de un donante
o un material sintético en las estructuras del suelo pélvico debilitadas para
sostener los órganos pélvicos.

 Extirpación del útero (histerectomía). En ciertos casos, se puede


recomendar la histerectomía para el prolapso uterino. Una histerectomía
suele ser muy segura; sin embargo, como toda cirugía, presenta el riesgo de
complicaciones.

Estilo de vida:

Según cuál sea la gravedad del prolapso uterino, las medidas de cuidado personal
pueden brindar cierto alivio. Podrías intentar:

 Realizar ejercicios de Kegel para fortalecer los músculos pélvicos y dar


apoyo a la fascia debilitada

 Evitar el estreñimiento mediante el consumo de alimentos con alto


contenido de fibra y de una gran cantidad de líquidos

 Evitar hacer fuerza para evacuar el intestino

 Evita levantar cosas pesadas

 Controla la tos

 Baja de peso si tienes sobrepeso u obesidad

Cáncer de vejiga
El cáncer de vejiga es uno de los cánceres más frecuentes, sobre todo en
varones. Es un cáncer que habitualmente solo afecta a la superficie de la vejiga y,
más raramente, infiltra su pared o produce metástasis. Por este motivo las
posibilidades de curación son, en general, altas. Sin embargo se caracteriza
porque frecuentemente aparecen nuevos cánceres en localizaciones cercanas,
por lo que cada vez que se diagnostica uno hay que mantener una vigilancia
permanente por si aparecieran otros nuevos.

¿Cuáles son las causas del cáncer de vejiga?

El cáncer de vejiga es uno de los cánceres más relacionados con el consumo de


tabaco. También se ha relacionado con los tintes que llevan anilina, con algunas
medicinas y con la exposición a radiaciones externas.

Se ha demostrado que existe una cierta predisposición genética a padecerlo.

¿Qué síntomas produce este tipo de cáncer?

El primer signo del cáncer de vejiga suele ser la presencia de sangre en la orina
(hematuria).

Mas raramente puede producir molestias inespecíficas en la parte inferior del


abdomen, escozor al orinar (disuria) o ganas frecuentes de orinar con emisión de
una escasa cantidad de orina (polaquiuria). De forma más inhabitual, la primera
manifestación del cáncer pueden ser las metástasis a distancia.

¿Cómo se diagnostica la enfermedad?

Ante una persona con sospecha de cáncer de vejiga se deben solicitar citologías


de orina, es decir, análisis de orina en los que se trata de ver con el microscopio
si hay o no células malignas (cancerosas). Ante la presencia de células malignas
(cancerosas), o ante la sospecha de un cáncer de vejiga aunque la citología sea
negativa, se debe solicitar una cistoscopia para ver el interior de la vejiga,
obtener biopsias de zonas sospechosas y determinar su posible extensión.

En estos pacientes deben hacerse otras pruebas para valorar la extensión del
tumor y la infiltración de órganos vecinos como una urografía intravenosa y un
TAC de vejiga.

¿Es hereditario el cáncer de vejiga?

Los familiares de pacientes con cáncer de vejiga tienen un mayor riesgo de


padecerlo que la población general.
¿Cuál es el pronóstico de los pacientes afectados?

La mayoría de cánceres de vejiga sólo afectan a la superficie por lo que tienen un


buen pronóstico. El cáncer de vejiga se divide en 4 estadios:

 Estadio I. El cáncer solo afecta a la pared de la vejiga.


 Estadio II. El cáncer invade la pared de la vejiga pero sin llegar a la capa
muscular.
 Estadio III. El cáncer invade también la capa muscular.
 Estadio IV. El cáncer invade los órganos vecinos, afecta a los ganglios o se
acompaña de metástasis a distancia.

El pronóstico varía en función del estadio con supervivencias a 5 años del 90% en
estadios I al 10% en estadios IV.

¿Cuál es el tratamiento del cáncer de vejiga?

El tratamiento del cáncer de vejiga depende del estadio:

 Estadios I o II. El cáncer se debe extirpar mediante cistoscopia (resección


transuretral), con o sin la administración posterior de tratamiento
intravesical (en el interior de la vejiga). El tratamiento intravesical está
recomendado si:

 Hay muchas lesiones cancerosas en el interior de la vejiga.

 Han habido otros cánceres de vejiga anteriores.

 Hay invasión de la pared de la vejiga.

El tratamiento intravesical se realiza mediante la infusión en el interior de la vejiga


de bacilos de la tuberculosis (BCG), los cuales inducen una importante reacción
inflamatoria que acaba con las células tumorales que pueda haber. Para ello se
coloca una sonda urinaria y se instila dentro de la vejiga un líquido con los bacilos
durante 6 semanas consecutivas, seguido de una instilación mensual durante 1
año. En otras ocasiones, en lugar de instilar BCG se introducen agentes
anticancerosos como mitomicina-C, interferón, etc. Si los tumores recurren, se
pueden volver a extirpar mediante cistoscopia, se puede dar un segundo ciclo de
BCG o, en ocasiones, se acaba extirpando la vejiga.
 En el estadio III existe indicación para realizar una cistectomía radical, es
decir, extirpar totalmente la vejiga y los ganglios de su alrededor. En esta
situación se suele crear una vejiga artificial con una parte del colon o con
materiales sintéticos para que la orina de los uréteres vaya a ella. Si se
quisiera mantener al menos una parte de la vejiga se pueden hacer
cistectomías parciales, asociadas o no a radioterapia. La cistectomía radical
en los varones se acompaña de la extirpación de la próstata y de las
vesículas seminales y produce casi siempre impotencia definitiva. En las
mujeres la cistectomía radical se acompaña de la extirpación del útero, los
ovarios y las trompas. En algunos pacientes se da quimioterapia antes o
después de la cistectomía.
 En el estadio IV se da quimioterapia y ocasionalmente, si la respuesta es
muy satisfactoria, puede plantearse cirugía posterior para extirpar la vejiga.
La quimioterapia suele llevar una mezcla de varios medicamentos.

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