UTOPÍA (Taekook)

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 14

01.

He estado enamorado del mismo chico por, aproximadamente, dos años.

Él causaba cosas en mí en un segundo que ninguna otra persona podría haber causado en toda
una vida. Me hacía sonreír como nadie, me hacía sentir especial, me llenaba de bonitas palabras,
me apoyaba, me escuchaba, me sonreía aunque se encontrara mal, estaba de mi lado incluso
cuando el erróneo era yo, confiaba en mí y podría quedarme explicando con simples palabras lo
complejo y hermoso que podía llegar a ser.

Y justamente eso es lo que haré.

Comencemos por su mirada... esa maravillosa mirada. Cuando sus ojos viraban en mi dirección,
sentía cómo millones de fuegos artificiales explotaban en mi interior. Mi respiración se volvía
pesada y mis latidos demasiado veloces, como si tuviera taquicardia. Su mirada era algo que
muchos obtenían, pero que pocos sabían apreciar, tal vez yo incluido.

Ahora prosigamos con mi parte favorita: su sonrisa. Cuando sonreía, debía admitir que me
confundía. Me confundía porque no sabía si me alegraba mucho el hecho de verlo tan feliz, o si
simplemente estaba observando a un ángel perfecto, magnífico e inalcanzable. Su sonrisa era tan
encantadora que con tan sólo pensar en ella yo ya estaba nervioso. Mis manos comenzaban a
temblar y yo suspiraba, tal y como un chiquillo cuando ve su dulce favorito o cuando practica su
afición predilecta.

Su cuerpo era escultural y fascinante. No había parte de él que no me gustara, ante mis ojos era un
tipo de Dios encarnado en un débil mortal, pero vaya débil mortal tan increíble...

Lo amo, y sé que él me amaba a mí. El problema yacía en que sólo me amaba como a un amigo;
ese amigo que era incapaz de traicionarle.
02.

No entendía muy bien el porqué, pero se había hecho costumbre para mí ir al parque siempre a la
misma hora. No era un lugar que me gustara; había demasiado ruido, gente gritando, actuando
extraño y yendo de aquí para allá como si tuvieran una especie de enfermedad mental. Sin
embargo, no me quedaba otra opción al ser la zona verde más cercana.

Suspiré, rozando con la yema de mi dedo índice las diminutas rosas que iban floreciendo en uno
de los tantos jardines. El sol estaba en su punto más alto y yo, sin motivo aparente, me hallaba
feliz y entusiasmado.

Mis emociones se intensificaron tras notar al dueño de mis suspiros meciéndose suavemente en
uno de los columpios dispersos por el área. Sin pensármelo dos veces, fui corriendo y, tan pronto
como llegué, tomé asiento en el columpio de al lado.

—¡Tae! —Llamé. Él volteó a verme, regalándome al instante una de aquellas hermosas sonrisas
que yo tanto adoraba ver. —No sabía que ibas a estar aquí.

—Tal parece que es mi condena encontrarte a cada lugar al que voy. —Comentó con burla. —¿O
debería decir que eres tú el que siempre logra encontrarme?

—Tal vez... —Dudé en si decirlo o no. —Tal vez estamos destinados a encontrarnos siempre... —Él
soltó unas cuantas carcajadas, al parecer decidiendo callar.

Estuvimos meciéndonos por largos minutos, mientras nos limitábamos a mirar la nada. Estábamos
callados, cosa rara viniendo de nosotros. En mi defensa, debo decir que mi silencio se debía a mis
nervios; con el pasar de los meses, mantenerme cerca de Taehyung me había resultado una tarea
compleja. Desde que comencé a verlo con otros ojos, era sumamente incómodo para mí tener que
mantener una charla común y corriente.

—Me gusta alguien. —Soltó de repente. Yo inmediatamente sentí mi corazón contraerse. —Es una
chica, pero no cualquier chica. —Suspiró, transportando su diestra a la altura de su pecho. Desvié
mi mirada, mentalizándome en que debía ser fuerte y no ponerme a llorar. —Es la chica más
hermosa que he visto, Kookie. Me gusta mucho.
Inhalé profundamente y exhalé pesadamente antes de poder responderle algo.

—Eso... es bueno, Tae. —Traté de sonreír, aún manteniendo mi punto de visión lejos del suyo. —
¿Crees que tú también le gustas a ella?

—Creo que sí. De todas maneras, lo averiguaré pronto.

Asentí frenéticamente con la cabeza, apretando entre mis manos las cadenas que conformaban el
columpio. Me mecí con algo más de fuerza y parpadeé en reiteradas ocasiones.

Le gustaba alguien. A Taehyung le gustaba alguien y ese "alguien" no era yo.

Nunca sería yo.

En realidad, no entiendo por qué mantenía las absurdas ilusiones de despertar algo en él. Él
siempre me miró como cualquiera miraría a su mejor amigo -casi hermano- del alma. En su vida no
había otro lugar para mí que no fuera el de "el buen amigo".

Siempre fui soñador. Tanto, que a veces me olvidaba de ver la triste realidad que me rodeaba.
03.

Se había hecho una nueva costumbre para Taehyung y para mí encontrarnos en el mismo lugar de
siempre, a la misma hora de siempre. Sin excepciones, todos los días lo hallaba en aquel columpio
meciéndose, observando la nada, perdiéndose en sus propios pensamientos mientras que yo me
perdía en los míos.

Él se veía ilusionado, y aunque sabía que no era por mí, me alegraba en cierto modo verlo feliz.
Adoraba que tuviera un motivo por el cual vivir.

—Ella me gusta mucho, Kookie. —Me dijo, tan de la nada como usualmente. Lamentablemente, yo
había comenzado a acostumbrarme a tener que oírlo hablar de otras personas, y estaba bien con
ello. Yo era feliz con el simple hecho de escuchar su voz, ver su sonrisa y robarle unas cuantas
carcajadas. —Hoy nos besamos.

Tragué en seco, observando con gran interés el césped. Hice lo posible por no imaginarme esa
escena, mas mi subconsciente me traicionó. Últimamente mi mente sólo me llevaba de mal en
peor.

—Entonces sí le gustas... —Susurré, sintiendo mis ojos escocer. —Felicidades, Tae.

—Aún no me felicites. Felicítame cuando sea mi novia. —Añadió con palpable orgullo. —¿Debería
presentártela? ¡Es que de verdad es tan bonita! ¡Te lo juro!

—No creo que sea necesario... —No quería torturarme a mí mismo al verlo con otra persona. —
Sólo... háblame de ella y mantén esa ilusión en ti. Yo estoy bien si sé que tú estás bien.

Taehyung, a pesar de ser sociable y tener un montón de amigos, siempre fue una persona solitaria.
Sus intereses eran muy diferentes a los típicos de cualquier chico de su misma edad. Tal vez era
por esa razón que caí tan profundamente enamorado de él.

Me había dado un lugar en su vida que no se atrevió a darle a alguien más. Era yo el afortunado de
poder hablar todos los días con él. Era yo quien conocía sus secretos, sus deslices, sus decepciones,
sus propósitos, sus experiencias -las cuales, muchas de ellas, compartí con él-, era su mejor amigo,
hermano, consejero, cómplice y quién sabe cuántas cosas más. Lo cierto es que quería pensar que
yo fui todo para él, así como él fue todo para mí.
04.

Taehyung se veía demasiado triste ese día en particular. Estaba cabizbajo, meciéndose con
desgano y suspirando de vez en cuando. Lo inspeccioné en un par de ocasiones, tratando de
hacerme una idea –por más pequeña que fuera- de la causa su desaliento.

—¿Pasa algo? —Cuestioné sin más, incapaz de seguir viéndolo así. Él se encogió de hombros,
restándole importancia al asunto. —Tae, habla conmigo. Desahógate.

—Se acabó, Jungkook. —Decretó, animándose a alzar la mirada. —Estuve haciéndome ilusiones
todo este tiempo. Nunca le gusté. —Fruncí el ceño, preguntándome qué había pasado. —Ella ya
tenía novio y me dijo que un beso se le daba a cualquiera, que no significó algo especial.

Sentí una especie de calor hacer presencia en mí. Taehyung siempre fue demasiado bueno;
demasiado sincero, puro, leal y transparente. Era como un ángel en la tierra, o eso era lo que yo
veía en él. Muchas veces tuve la percepción de que yo era el único que lo valoraba pues, a
diferencia mía, las otras personas únicamente se encargaban de lastimarlo, de hundirlo en aquel
vacío que llevaba día tras días consigo.

Era tan triste tener que ser testigo de cómo todos eran tan ajenos a alguien que para mí era el
mundo entero.

Si por mí fuera, lo hubiera cuidado de todo y todos. Lo hubiera llevado lejos. Le hubiera susurrado
cuán hermoso era a todo momento. No lo hubiera dejado caer y estaría dispuesto a ser todo lo
que él hubiese necesitado.

Pero el "hubiera" no existe.

—Es una estúpida, Tae. Agradece que te demostró justo a tiempo lo mierda que es. —Relamí mis
labios antes de reanudar. —No te merece. Tal vez... tal vez con el paso del tiempo encuentres a
alguien que sepa valorarte y quererte como lo ameritas.

—No creo que haya alguien en el mundo. —Mi corazón se encogió y sentí furia. —Estoy destinado
a morir solo.
Preferí callar, a sabiendas de que él no tenía conocimiento de mi gran amor y yo no era capaz de
confesarle todo de un tirón. Lo quería a mi lado, y declararle mi enamoramiento hubiese sido,
ciertamente, fatal. Se habría alejado de mí y eso era lo que menos quería.

No obstante, fue ineludible no pensar en que yo era esa persona, sólo que él no lo había
descubierto.

—Habrá alguien, créeme. —Aseguré. —O quizás hay alguien y tú todavía no lo ves.

Nuestras miradas se cruzaron por breves segundos. Segundos en el que mi corazón latió en
desenfreno, sentí mi rostro caliente y unas molestas mariposas revolotear en mi estómago.
Suspiré profundamente y me volví a perder en la inmensidad de la nada y en mis pensamientos.

Yo de verdad hubiera sido todo lo que él necesitara.


05.

Las semanas habían pasado y algo había cambiado. No sé con exactitud si yo estaba mal, pero de
verdad sentía que algo no era igual.

Taehyung sonreía con mucha más constancia. Pasamos de simplemente balancearnos en el típico
columpio, a jugar como niños pequeños en los demás juegos. De vez en vez nos perseguíamos
mutuamente, y al encontrarnos nos atacábamos con cosquillas.

—¡Bájame ya! —Pataleé, saltando sobre el asiento del sube y baja. Taehyung me había dejado
arriba, mientras reía escandalosamente por mi insistencia en ser bajado. —¡No es gracioso!
¡Bájame! —Lloriqueé, ocasionando que él se regocijara más. Apreté con fuerza la base y seguí
pataleando. —¡Kim Taehyung, bájame ahora!

—El pequeño Kookie le teme a las alturas... —Canturreó, sin ánimos de bajarme. —Eres un bebé.

—¡No es miedo a las alturas! ¡Me estoy resbalando y es incómodo acá arriba! —Luché por volver a
reincorporarme, y al hacerlo Taehyung me bajó, ocasionando que cayera de espaldas al césped
detrás de mí. Jadeé, sentándome segundos después. —Me lastimaste... Eres tan malo.—Dramaticé,
frotándome con exageración el brazo izquierdo.

—Te veías feliz allá arriba. —Él se acercó y grande fue mi sorpresa al momento en el que me subió
a su regazo. —Mi pequeño Kookie, estás tan grande...

Mi corazón se aceleró y pese a que traté de darle un codazo en el estómago para que me soltara,
él sencillamente rió y me brindó un eufórico abrazo, pegándome cada vez más a su cuerpo.

—M-me estás aplastando... —Su toque siempre fue suave y delicado. En realidad, estaba tratando
de encontrar un pretexto para alejarme y que los nervios no terminaran por matarme. —Tae...

—Lindo. —Musitó, alzando su mirada. Sus ojos se veían brillantes y podía jurar que tenían
evidente felicidad reflejada. Inhalé profundo, al mismo tiempo en que sentí mis mofletes arder. —
Lindo y precioso tomatito.

—Estás a-actuando raro...


—A ti no parece molestarte. —Mi boca se secó. Desvié mi mirada y exhalé pesadamente, tratando
de controlar mi desmandado corazón. Por supuesto que no me molestaba, pero me daba ilusiones
que quizás no debía de tener. —¿Estás bien, Kookie? Estás demasiado rojo.

—E-estoy bien.

Volvimos a mirarnos, y si con anterioridad estaba nervioso, en ese instante estaba a punto de
desmayarme. Taehyung acercó peligrosamente su rostro al mío, tal parece con la intención de
besarme. Quise llorar de felicidad.

—¡Jungkook! —Llamó una voz conocida.

Lo peor es que, a veces, sólo recuerdo las cosas que quiero -o me conviene- recordar.
06.

—¿Cómo has estado, Jungkook?

Me encogí de hombros, observando atentamente su proceder. No sabía bien qué somos; yo diría
que amigos. Cada vez que lo veía portaba una bata blanca y su expresión siempre estaba
abarrotada de serenidad.

—Muy bien, gracias. ¿Y usted? —Él sonrió, arrastrando por el escritorio una taza a la que
previamente le había puesto té. La tomé con manos temblorosas y bebí del líquido, haciéndole
caso omiso al hecho de que se encontraba hirviendo.

—¿Muy bien? —Quiso confirmar. Yo asentí. —¿Eso quiere decir que te sientes bien?

—Yo diría que... sí. —Respondí, dudando. No entendía a qué iba todo eso.

—¿Has estado tomando todas tus medicinas? —¿Medicinas? —Me alegra que te sientas bien,
pero no muestras avances significativos, Kook.

¿Exactamente a qué se refería? ¿Qué avances? ¿Qué medicina? Él interrumpió mi posible beso con
Taehyung sólo para decirme ese tipo de cosas sin sentido.

—¿A qué se refiere? —Él resopló con resignación. Segundos después, sonrió. —No entiendo...

—¿Qué estabas haciendo allá afuera? —Cambió el tema radicalmente, confundiéndome aún más.
—Te veías feliz.

Y entonces recordé a Taehyung. Recordé que por poco me besa y recordé que era posible aquello
de que yo, probablemente, comenzara a gustarle. Recordé su sonrisa, sus ojitos brillantes y esa
mueca de alegría que tenía al verme.

—Estaba con el chico que me gusta.

—Con el chico que te gusta... —Replicó. Posteriormente, anotó unas cuantas cosas en una especie
de ficha que se hallaba en el escritorio. — ¿Qué te dijo? ¿Qué hicieron?
No entendía el motivo, pero me vi en la necesidad de calmar sus dudas, a pesar de ser algo
relativamente privado y propio. Aparte de eso, también quería compartir con alguien mi dicha, y él
parecía ser una excelente persona.

—Me iba a besar, pero usted nos interrumpió. —Dije primeramente. —Estuvimos jugando, y eso
fue todo.

—Te iba a besar y estuvieron jugando. —Anotaba mientras hablaba. —Vaya. Eso es nuevo.

—¿A qué se refiere? —Fruncí el ceño, desorientado.

—No es nada. —Hizo un ademán con su mano, reduciendo importancia a lo dicho. Guiñó su ojo y
se puso de pie con la hoja en mano, la cual le entregó a una chica vestida completamente de
blanco. —Toma tus medicinas y pórtate bien, chico. Sé que si pones un poco más de tu parte, lo
vas a conseguir. —Palmeó mi hombro y yo tomé eso como señal para pararme e irme.

¿Qué mierda había sido todo eso?


07.

Al día siguiente, le comenté todo con lujo de detalle a Taehyung, quien se veía nuevamente
desganado y cabizbajo. Lo único que hizo desde que nos encontramos, fue escucharme
atentamente. No aportó nada ni mucho menos hizo algo.

—Entonces eso pasó... —Mencionó, ciertamente ido. Yo asentí, resguardándome en la sombra de


uno de los tantos árboles. —Tal vez él tiene razón, Kookie.

—¿A qué te refieres?

—A que si pones un poco más de tu parte, lo vas a conseguir. —Fruncí el ceño, sin saber qué decir.
No entendía a qué venía eso. Últimamente todos actuaban extraño y yo no sabía el por qué. —
Escucha... —Pidió, tras prácticamente acorralarme contra el tronco el árbol. Jadeé debido a la
impresión; él se veía demasiado serio y, de alguna u otra forma, triste. —Sé lo que sientes por mí,
no soy idiota. Todo lo que estás tratando de hacer por mí es hermoso.

Había pasado algo que jamás me esperé. Taehyung se acercó bruscamente a mí y tomó mi rostro
entre sus manos. Ni siquiera me dio oportunidad de procesar todo al momento en el que chocó
nuestros labios en un fogoso y necesitado beso, casi como si quisiera arrancarme el alma o
comerme la boca. Una de esas dos opciones.

Traté de seguir el ritmo, pero mi inexperiencia me convertía en alguien ciertamente torpe. Él bajó
sus manos a mi cintura y apretujó la zona entre sus dedos con lozanía. Yo abrí la boca para dejar
escapar un suspiro, acción que él aprovechó para adentrar su lengua a mi cavidad bucal. Llevé mis
manos a sus hombros y posteriormente a rodear su cuello, haciendo nulo cualquier espacio entre
nuestros cuerpos.

Pasé de sentir una enorme incertidumbre a una gran felicidad. Estaba besando al chico que me
volvía loco, estaba besando a Taehyung. Su fuerza al mover sus labios sobre los míos y la manera
en la que los mordía y profanaba el interior de mi boca, me demostró que él deseaba aquello
tanto como yo. Me estaba quedando sin aire, mas le resté importancia y seguí como pude.

Me hallaba atontado, ido, como flotando en una nube de algodón. Nos separamos segundos más
tarde, dejando unidos nuestros labios por un hilo de saliva.
Mi respiración era rápida y mi corazón estaba tan acelerado que llegó a preocuparme. Abrí mis
ojos, encontrándome con los de él en cambio, observándome. Taehyung también estaba agitado,
y se veía jodidamente precioso de esa forma.

—El problema es que te tardaste demasiado, Kookie. —Susurró sobre mi boca, a la cual le robó un
pequeño beso. ¿A qué se refería? —No podemos estar juntos. Pertenecemos a diferentes mundos
ahora.

De pronto me encontré solo. El ardor en mi boca persistía, los latidos en mi corazón persistían,
aquel sentimiento de felicidad persistía, mi nerviosismo persistía, ¿pero y Taehyung? ¿Dónde
estaba Taehyung?

Miré a mi alrededor, y al no descubrir nada no traté de evitar más mis lágrimas. Comencé a llorar y
me deslicé por el tronco hasta caer de lleno al césped, donde abracé mis piernas con temor y
confusión. Quizá no tanta confusión.

Ante mis ojos estaba la realidad de la situación, y fue ahí donde comprendí todo. Siempre había
vivido en una burbuja que yo mismo me encargué de crear. Estaba tan obsesionado con Taehyung
que no soporté el lamentable estado de todo lo que me rodeaba. Anhelaba a Taehyung de tal
manera que eso me llevó a no saber distinguir entre la realidad y la ficción.

Me convertí en el príncipe que siempre quise ser de pequeño, actuando como uno y metiéndome en
mi propio cuento; tal vez también fui el villano, o interpreté todos los papeles en uno.

Todo era lamentable, mas yo vivía feliz en aquel lamento. Me obligué a mí mismo a creer una cosa
completamente diferente y me negué a ver lo que estaba tan palpable frente a mis ojos: mi psicosis
y el suicidio de Taehyung.
08; final.

«Existe una palabra para definir el momento en que fantasía y realidad

se mezclan: locura.» —Laia Soler.

Ya lo he entendido todo, pero me he negado a superarlo.

Entendí las palabras y el proceder del psiquiatra.

Entendí las expresiones de Taehyung y también me entendí un poco a mí mismo. Yo estaba cegado,
pero vivía feliz de aquel modo; vivía feliz imaginándome a Taehyung a mi lado, lo que me llevó a
sentirlo, a creer que no estaba muerto. Lo sentía de tal manera, que de un momento a otro
también confundí las cosas.

Entendí por qué había tanta gente y por qué -aunque no quisiera- tenía que ir al mismo parque de
siempre. Un parque que odié por el estúpido motivo de que no era sólo mi parecer el que se
hallaran personas enfermas. Las habían. Estoy rodeado de ellas.

Entendí que voy de mal en peor, que estoy íntegramente loco y que no es algo que el suicidio de
Taehyung desencadenó. Tal vez nací estropeado.

Jamás le gusté. Cuando creí que había comenzado a sentir algo por mí, sólo fue porque estaba
muerto y porque, de alguna u otra forma, yo era la única persona que lo podía ver y que se negaba
a dejarlo ir.

Me siento un poco idiota ahora. Siempre lo fui, pero ahora me siento como tal. Me siento idiota
porque vi y sentí en mí mismo la manera en la que me aferré a él, al punto de crear una realidad
propia y perfecta ante mis ojos. Incluso me imaginé un beso que jamás olvidaré, ¿tan demente
puedo llegar a estar?

Sí, ahora veo la realidad, pero eso no quiere decir que desee quedarme en ella. Quiero volver a mi
cuento y jamás salir de allí. Quiero que mi dicha sea duradera, y volver a ver a mi Tae sonreírme,
contarme qué tal le ha ido en el día; volver a jugar con él, a reír con él, a pasar momentos
hermosos con él.

Con él.

Después de todo, el estar internado en un manicomio solamente podría significar una cosa: que
estoy loco, y para los locos el asunto de crear e imaginar resulta relativamente fácil.

Hundirse en la locura no es una fatalidad, quizás es, también, una elección.

A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia.

—houndix

También podría gustarte