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nativa con aprox 500 millones de hablantes. es uno de los idiomas oficiales en la onu y el tercer idioma
mas utilizado en internet.
En la edad de bronce en las estepas rusas del caucaso, en donde surguen los pueblos indoeuropeos que
son los pueblos de donde provienen las familias linguisticas. Actualmente, la familia indoeuropea es la
más amplia de la humanidad, con más de 150 idiomas que habla aproximadamente el 45% de la
población. Cerca de 1200 millones de personas hablan lenguas indoiranias y 950 millones, románicas.
Se ha estudiado mucho el orden, es decir, la antigüedad de las ramas indoeuropeas. Más o menos se ha
consensuado el siguiente, de más antiguo a más joven: anatolia, indo-irania, helénica, itálica, céltica,
germánica, armenia, tocaria, báltica, eslava y albanesa.
Una división de las lenguas consecuentes es, sencillamente, entre europeas y asiáticas. Entre las
primeras tenemos la helénica (griego), la itálica (español, francés, portugués, italiano, rumano…), la
céltica (bretón, irlandés, escocés, manés, cornuallés, galés), germánica (inglés, alemán, sueco,
neerlandés…), la armenia (armenio), la báltica (lituano, letón), la eslava (serbio/croata, checo, polaco,
ruso…) y la albanesa (albanés). Entre las segundas están la anatolia (hitita), la indo-irania (hindi,
sánscrito, persa…) y la tocaria (tocario).
Cada una de estas lenguas, de estos pueblos, se fue diviendo, llegando a nuevas zonas y
conquistándolas, colocándose como clase dirigente. A esto se le conoce como la expansión del
indoeuropeo.
El proceso por el que las lenguas indoeuropeas “dejaron” de ser indoeuropeo es el mismo que aconteció
en cualquier otra familia de lenguas respecto a su lengua madre.
Para comprender el origen del castellano, vamos a hacer foco en la rama italica de las lenguas
indoeuropeas. Entre las lenguas itálicas de origen indoeuropeo las principales son el osco y el umbro, de
las que deriva toda una familia de lenguas conocidas como osco-umbras, y el latín y el falisco, que
forman una familia diferenciada a la cual parece pertenecer también el véneto, hablado mucho más al
norte.
El latín es una lengua indoeuropea, es decir, que pertenece a una familia de lenguas cuyo origen se
remonta hacia 4000 años a.C., cuyos primeros hablantes habitaban el sureste de Europa y Asia central.
Europa recibió diversas oleadas de migraciones de pueblos indoeuropeos. Los primeros en llegar a la
península itálica debieron de hacerlo en el III milenio a.C., aunque los hablantes de la forma más arcaica
del latín debieron de llegar a principios del I milenio a.C. y se instalaron en el centro de la península,
fragmentados tanto política como lingüísticamente.
Hacia 900 a.C. entró en el norte de Italia un pueblo no indoeuropeo a cuyos miembros los romanos
llamaban Etruscos. Fueron la primera civilización avanzada que conoció Italia y se extendió rápidamente
hasta llegar al Lacio, donde diversos pueblos formaron una Liga latina bajo el liderazgo de la ciudad de
Alba Longa, probablemente para protegerse de los Etruscos. Mientras tanto, los griegos (otro pueblo de
origen indoeuropeo) estaban fundando prósperas colonias en el sur de la península, en la región que
sería conocida como la Magna Grecia.
Vemos, pues, que la historia del latín se extiende durante un periodo de unos tres mil años hasta la
actualidad. Una lengua necesita mucho menos tiempo para experimentar cambios drásticos. Es evidente
que el latín no se ha hablado igual en todos los momentos de su historia, pero en un momento dado no
se ha hablado igual en todas partes y, en un momento y lugar dados no lo han hablado igual todos los
latinoparlantes. Especialmente significativas son las diferencias debidas al nivel cultural de los hablantes,
que en tiempos antiguos eran mucho más acusadas que en la actualidad.
Cuando los romanos llegan en el 218 a. C., al Norte de la Península Ibérica se hablaba lo que hoy es el
euskera, por tanto esta lengua no procede del latín.
En Andalucía estaban los tartesios y en Levante se hallaban los iberos. En esta zona, en diversos tiempos,
dejaron sus huellas los etruscos, de origen italiano; los fenicios (Gádir, Cádiz); los cartagineses (Cartago
Nova, Cartagena); los griegos, que denominaron Iberia a nuestra Península, (Lucentum, Alicante). En el
Centro y el Noroeste de la Península encontramos la presencia lingüística de: los ligures, pueblo de la
costa mediterránea francoitaliana, (Toledo); los celtas, que llegan desde el sur de Alemania hacia el s. VII
a. C. y ocupan las regiones altas del centro hasta Galicia y sur de Portugal (Segovia); los celtíberos en el
Centro y Bajo Aragón, donde se mezcla el habla de los dos pueblos. Todas estas lenguas dejarán su marca
en el castellano y en el resto de las lenguas constitucionales.
En el año 218 a. de C. empieza la incorporación de España al mundo grecolatino. Los romanos luchan con
los cartagineses y conquistan la península. Mientras los romanos van conquistando la Península Ibérica
(terminan el año 19 a. C.), el latín, lengua del tronco indoeuropeo, se va extendiendo por todo el
territorio creando una unidad lingüística que nunca había existido. Para su expansión recibe la ayuda del
cristianismo, que la toma como vehículo de evangelización.
Los romanos llegaron a España en el siglo II antes de Cristo. Trajeron su civilización más avanzada, sus
costumbres y su lengua: el latín. Pero no el latín clásico de las personas cultas, sino el latín vulgar que
utilizaban los soldados y la gente normal.
Las lenguas prerromanas compitieron con el latín durante algún tiempo, hasta que poco a poco éste las
dominó. El País Vasco no sufrió la dominación romana como el resto de la Península y por eso conservó
su propia lengua.
El latín del habla coloquial se denomina vulgar, para distinguirlo del utilizado en las grandes creaciones
literarias romanas. De este latín vulgar van a surgir en toda Europa las lenguas romances a partir del siglo
VIII: aragonés, leonés, castellano, gallego, portugués, catalán, provenzal, francés, italiano, sardo,
romanche, rumano y dálmata.
La distinta evolución del latín originó la formación de distintas lenguas que reciben el nombre de lenguas
románicas: castellano, catalán, gallego, italiano, francés, portugués, rumano, romanche.
La llegada de los pueblos germánicos a la Península Ibérica produjo la pérdida de unidad del latín y la
aparición de variantes del mismo en distintas zonas geográficas. Aparecen las lenguas románicas o
romances españolas, lejos de los territorios donde el dominio árabe era más fuerte: gallego, leonés,
asturiano, castellano, navarro-aragonés y catalán. En la zona árabe los cristianos, y también muchos
árabes y judíos, hablan el mozárabe, un latín evolucionado con muchos términos árabes. A la vez que el
castellano y debido a diferentes evoluciones del latín, se desarrollaron otras lenguas que se extienden
frente a la dominación árabe. El vasco, en cambio, permaneció aislado y sin alteraciones con el paso de
los siglos gracias a su situación geográfica.
De esta manera se va formando el actual mapa lingüístico de la Península ibérica, formado por cuatro
lenguas románicas: castellano, catalán, gallego y portugués; además de una lengua no románica: el
vascuence.
Los primeros textos son del siglo X y se hallan en unos documentos denominados Glosas Silenses
(Monasterio de Silos, Burgos) y Glosas Emilianenses (Monasterio de San Millán de la Cogolla, La Rioja).
Las glosas son anotaciones, realizadas por un monje sobre ciertas palabras latinas para aclarar su
significado. Las Glosas Emilianenses, según Alarcos Llorach, fueron "escritas en una zona que no
pertenecía al condado de Castilla, sino situada en los confines occidentales del reino de Navarra", es
decir, en la Rioja; por eso su lengua es, en su mayoría, la del dialecto riojano. En esta misma zona, dos
siglos más tarde aparecerá Gonzalo de Berceo, primer autor de nombre conocido.
En los estados cristianos existía, sin duda, poesía vulgar desde la formación misma de las lenguas
romances. En los siglos X y XI los condes castellanos y los Infantes de Lara debían de ser ya objeto de
poemas heroicos. Hubo también, sin duda, canciones líricas tradicionales. Pero no se conservan textos.
Era una literatura de transmisión oral, no se escribía y consistía principalmente en poemas que narraban
personas por las plazas y castillos de los pueblos a
cambio de comida, ropa o dinero. Estas personas eran los juglares. Los juglares sabían hacer otras cosas
además de contar historias. Había saltimbanquis, equilibristas, bailarines y músicos; su misión era
entretener a la gente. Las historias que contaban los juglares solían tratar de hazañas o gestas que había
realizado algún héroe o guerrero popular. Estas historias están hechas en verso y se conocen como
cantares de gesta. Características: No tienen autor conocido, son anónimos; son obras escritas en verso;
estaban destinados a ser cantados o recitados; se transmitían oralmente de padres a hijos.
El texto más antiguo que conservamos es el Cantar de Mio Cid, refundido hacia 1140, transcrito a fines
del siglo XII o comienzos del XIII y conservado en una copia del XIV.
Durante los siglos XI al XIII hubo gran inmigración de franceses a España, favorecida por enlaces
matrimoniales entre reyes españoles y princesas de Francia y Occitania. En esa época se introducen
muchos galicismos y occitanismos: trobar, salvaje, peaje, ligero, galán, damisela, corcel, coraje, arpa,
galope…
También de esta época es el Auto de los Reyes Magos. En estos años no hay una norma que dé
uniformidad a la lengua.
En el siglo XIII Alfonso X el Sabio, creador de la prosa romance, utiliza, según Lapesa, el lenguaje de
Burgos, Toledo y León; el habla de Toledo, sobre todo, "sirvió de modelo en la nivelación lingüística del
reino", cuyas características son: mantiene la e en muchas palabras: monte por mont utiliza te por t
la frase se alarga y se hace flexible, aunque haya una excesiva repetición de que uso de un nuevo
vocabulario aplicado a las ciencias y a la historia antigua para lo cual utiliza derivados (ladeza, anchura,
de lado, ancho), palabras nuevas ("dicen en latín tribus por linage") y tecnicismos (septentrión).
Con ello el lenguaje quedaba listo para exponer lo que se quisiera, como lo demostró el propio rey con la
variedad de temas abordados en sus obras: leyes, historia, astronomía, mineralogía, astrología, ajedrez.
Toda esta labor se realizaba en la Escuela de Traductores de Toledo, que había fundado en el siglo XII el
obispo don Raimundo. En el siglo XIV Don Juan Manuel continúa la obra de Alfonso X y cuida no sólo el
lenguaje, sino también la corrección y transmisión de sus escritos. En el extremo opuesto, Juan Ruiz
utiliza un lenguaje vitalista con modismos y refranes; su Libro de Buen Amor queda en manos del pueblo
para lo que disponga.
En el Siglo XV Por toda Europa se extiende el Humanismo que fija el latín como modelo a imitar,
teniendo muchos seguidores entre los autores. Esta corriente considera a las lenguas romances como de
inferior categoría y se propone hacer un castellano a imagen y semejanza del latín, justo lo contrario que
había intentado Alfonso X. Dentro de esta tendencia se encuentran Juan de Mena (1411-1456) y el
Marqués de Santillana (1398-1458). Utilizan en sus obras recursos latinos como el hipérbaton e
introducen una invasión de cultismos que el castellano no es capaz de asimilar. El poeta Jorge Manrique
(1440-1479) representa un descenso en la tendencia latinizante. Paralelamente a esta tendencia culta, la
lengua romance continúa su marcha imparable en el habla coloquial y en la literatura. Los poemas épicos
y líricos del Romancero recogen esa veta popular del lenguaje, elevada ya a niveles de gran perfección
formal.
Una obra de finales de siglo, La Celestina, de Fernando de Rojas, recogerá y fundirá los elementos cultos
y populares de las dos tendencias.
En la época de los Reyes Católicos (1474-1517) el castellano domina sobre las demás lenguas
peninsulares. El leonés y el aragonés quedan reducidos a su condición de lenguas rurales y familiares.
Además, se establece como lengua literaria en Cataluña, Valencia, incluso en autores portugueses. Llega
a Canarias entre 1478 y 1483, y a Hispanoamérica a partir de 1492.
Tras la conquista de Granada (1492), los Reyes Católicos expulsan a los judíos: unos 170.000 salen de
España hacia África y Europa, llevando con ellos el castellano que pasará a denominarse judeo-español o
sefardí.
En 1492 Elio Antonio de Nebrija, gran humanista español, publica su Gramática Castellana, la primera de
las lenguas románicas, a las que servirá de modelo. Pretendía definir, codificar y preservar la estructura
del castellano de cara al futuro. Además escribe un Diccionario hispano-latino y una Ortografía. La
difusión de sus obras se ve favorecida por el descubrimiento de la imprenta a mediados del siglo XV.
En esta época el castellano ha perdido muchos de sus rasgos medievales y, como dice Rafael Lapesa, "la
unidad lingüística del centro de la Península estaba casi consumada", siendo el habla toledana "el
modelo de buena dicción", frente al terreno perdido por el leonés y el aragonés.
Durante los siglos XVI y XVII el latín sigue siendo la lengua usada en las universidades y, aunque en cada
nación se afirma el propio idioma, se le sigue considerando como modelo. La lengua romance será más
perfecta cuanto más se acerque al latín.
La Iglesia, que en un principio apoya al romance, prohíbe, a partir del Concilio de Trento, la lectura de los
libros sagrados traducidos. Pero los escritores, Fray Luis de León y sus contemporáneos, escriben en
romance, que es lo que habla el pueblo.
El poder político y económico conseguido por España trae como consecuencia un desarrollo cultural
cuyo vehículo será el castellano, que se denominará español. Su prestigio aumenta en España y en
Europa, convirtiéndose en la lengua de las cancillerías diplomáticas. El español se estudia en Europa y se
publican gramáticas y diccionarios, sobre todo en el siglo XVII, gracias a la facilidad dada por la imprenta.
El siglo XVI lo llenan los reinados de Carlos I (1517-1556) y de Felipe Il (1556-1598). Desde el punto de
vista de la historia de la lengua literaria se pueden señalar dos épocas:
a. la del reinado de Carlos V; en ella la lengua española alcanza la cota de mayor esplendor; el modelo
sigue siendo la norma toledana;
b. la época de los grandes místicos, aproximadamente entre 1555 y 1585, que comprende los años del
reinado de Felipe II; en esta época predomina un tipo de lenguaje nacional, en el que se imponen las
modalidades de Castilla la Vieja.
En el siglo XVI, frente al estilo del siglo anterior plagado de latinismos en palabras y oraciones, se busca
una expresión simplificada usando un pensamiento culto con un lenguaje coloquial. Es la época del
Renacimiento en la que se logra el equilibrio entre la forma y el fondo, resumida por Juan de Valdés en
"escribo como hablo". Ésta será la forma de expresión utilizada por Garcilaso de la Vega, Santa Teresa de
Jesús, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Miguel de Cervantes y el dramaturgo Lope de Rueda. Será
el lenguaje de la gran novela picaresca, Vida de Lazarillo de Tormes, pero no el de la novela de caballerías
que sigue usando artificios.
El poeta Fernando de Herrera rompe esta línea y vuelve a un estilo lleno de artificios, antecedente de lo
que será el Barroco.
Siglo XVII
Carlos I logró hacer del español una lengua universal. El contacto entre España e Italia era muy intenso
en aquella época. No sólo Sicilia y Nápoles pertenecían a España, sino que Roma, Bolonia, etc., eran
centros culturales importantes donde nuestros humanistas iban a estudiar. Muchos de nuestros libros se
imprimieron en Italia (lo mismo que en Francia o Flandes), se representaba nuestro teatro y existían
estudios donde se enseñaba la lengua española. Se imita la literatura italiana y la literatura antigua de
los clásicos griegos y romanos. Nuestra lengua es influida en esta época por la lengua italiana y entran
palabras como cortesano, novela, carnaval, terremoto, capricho, grotesco, galería, fantasía, asalto,
emboscada…
El nuevo estilo del Barroco vuelve por los caminos de una forma que usa todos los artificios retóricos. Los
textos se vuelven difíciles, aunque en esta época el lenguaje, en manos de grandes creadores, llega a su
cumbre más alta. Digamos que el lenguaje es el gran protagonista del siglo XVII aplicando todo tipo de
recursos: metáforas, alegorías, juegos de palabras, antítesis, etc. Así surgieron las grandes obras de la
literatura.
Los autores se vieron obligados a seguir este camino por la situación sociopolítica de España, aunque no
todos escribieron de la misma manera. Así Miguel de Cervantes y Lope de Vega estuvieron, en muchas
ocasiones, más cerca de la lengua coloquial; en cambio, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Pedro
Calderón de la Barca, Tirso de Molina y Baltasar Gracián, llevaron sus estilos por la complicación formal,
típica del Barroco.
En el año 1492, el annus mirabilis de la historia española, Cristóbal Colón se puso en camino para
encontrar una vía marítima a la India por una ruta de oeste. Algunos meses después eso condujo con el
desembarque en Guanahani al descubrimiento de América. Con su llegada llevó consigo la lengua que se
hablaba hasta ese momento en la península ibérica, el español. Se extendió en las partes de América
que hoy son consideradas como hispanohablantes rápidamente en un espacio de tiempo de unos cien
años.
El español americano que conocemos hoy es un conjunto de una enorme diversidad lingüística que fue
influido por una serie de elementos. Por un lugar las características del momento en que se pobló cada
región y por otro lado las características lingüísticas que los inmigrantes españoles trajeron y la influencia
de los grupos indígenas. Aunque cada país hispanoamericano posee sus propias características
lingüísticas y presenta diferencias dialectales, se puede clasificar el habla de Hispanoamérica en seis
grandes dialectos: el caribeño (Islas del Caribe y las zonas costeras), el español mexicano/
centroamericano, el español andino (zonas altas de Venezuela, Columbia, Ecuador, Perú, Bolivia y norte
de Argentina), el español paraguayo, el español argentino/ uruguayo y el español chileno. Una
característica fonológica diferente entre los dialectos hispanoamericanos se presenta por ejemplo en el
fenómeno del yeísmo que se expresa mediante /ž/ (o /š/) en Argentina (playa [pláža]). En el ámbito
morfológico una característica de las más importantes se plantea en el voseo que tiene una gran
extensión en Hispanoamérica, particularmente en Argentina. En cuanto al léxico el empleo de la palabra
che como vocativo es muy común. Echando un vistazo al sector de la sintaxis se utiliza especialmente en
Buenos Aires la duplicación del objeto directo animado o determinado (la vi a tu hermana). En adición a
las diferencias lingüísticas respecto a las zonas geográficas se puede encontrar variedades entre los
hablantes de una región. Estas pueden estar condicionadas por la edad del hablante, su clase
socioeconómica y además su sexo.
En la Argentina el habla español forma parte de una gran comunidad cultural y lingüística que relaciona
España con la Hispanoamérica. Su ámbito pertenece a la mayor comunidad lingüística (española), que
forma parte del mayor dominio de las lenguas romances en el mundo.
En cuanto al yeísmo se encuentra su presencia en los documentos de los siglos 16 y 17, pero su uso se
generaliza solamente a partir de la segunda mitad del siglo 18. Mientras que hay fenómenos que afectan
por similitud a todas las regiones, como por ejemplo las confusiones y omisiones de la /-s/ final e
intervocálica (cosas conveniente, mucho días, cotumbre, demotración15 ), hay otros que se distinguen
por sus diferencias por región, como la confusión o pérdida de /-l/ y /-r/ en la región literal y en Tucumán
o las fluctuaciones en las vocales átonas /e/ y /i/ u /o/ y /u/ características en el español medieval
(siguro, escrebir, espiriencia16 ). Con respecto a la morfosintaxis se puede mencionar entre otras cosas
que muchos verbos todavía no han delimitado sus funciones y se puede observar la utilización de haber
con valor pasivo o su empleo en construcciones temporales que en el español moderno se construirá
con hacer (ha muchos años se han quedado en su rebelion). Otros ejemplos son la libertad de posición
de los pronombres tónicos en la oración (no las heredando de dos patriarcas de órdenes) y en el aspecto
nominal la variación de género comparado con el español moderno (Por el mal costumbre en que
estaban). Hablando del léxico, la coexistencia de las diferentes variedades lingüísticas se reflejan en los
dialectalismos provenientes de distintas zonas de España, como por ejemplo los andalucismos (amarrar),
leonesismos (carozo) o galleguismos (bosta). La presencia de los préstamos indígenas se observa sobre
todo en los campos semánticos de los topónimos, los gentilicios y los lexemas que se refieren a la flora y
la fauna. Entre estos los topónimos y gentilicios provienen de lenguas locales mientras que los restantes
de los indigenismos tienen dos orígenes: la del tahíno, la primera lengua que entró en contacto con el
español, y el quechua, la gran lengua regional. Aparte de estas, otra lengua influyente era el guaraní en
la parte litoral.
qué variante del castellano utilizamos los hablantes de la provincia de Buenos Aires.
El castellano rioplatense se distribuye por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en toda su vecina
Provincia de Buenos Aires. Aun así, cabe destacar que el habla del porteño es propia de la mencionada
ciudad. A su vez, esta se proyecta sobre los alrededores de Buenos Aires, por la región llamada "área
metropolitana de Buenos Aires" (AMBA).
En CABA la pronunciación tiene repetidas y marcadas variaciones rítmicas, con subidas y bajadas de
tono considerablemente rítmicas y notables a simple oído. El tono suele alcanzar su pico máximo en la
sílaba acentuada, la cual se alarga y cae marcadamente en la sílaba que le sigue a la acentuada, en
especial si la sílaba que le sigue a acentuada es la de final de palabra también. A su vez, el porteño suele
tener menos pérdida de sonidos consonantes (como "-s", "-r" y "-d") a final de palabra comparado con el
bonaerense del interior, esto especialmente entre las clases media y alta, más marcado aún en mujeres
que en hombres de la población porteña. Buenos Aires es la ciudad más antigua de la zona, la más
poblada y donde se concentran la mayoría de los medios de comunicación importantes de alcance
nacional. Es por esto que la influencia del hablante nativo de dicha ciudad autónoma, el porteño (no
confundir con bonaerense), se extiende a una amplia zona de influencia en el país siendo esta muy
fuerte en toda el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). En la Área Metropolitana de Buenos Aires
(AMBA) las diferencias al hablar suelen estar definidas más por variaciones diastráticas (relativas al
Estrado socioeconómico) que por variaciones diatópicas o regionales.