Lafarga

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Alumno: Rubén Ignacio Cervantes Tsui

Psicología II

Teorías del aprendizaje

Juan Lafarga Corona

Jesuita y psicólogo clínico, fue pionero de la Psicología Humanista en México y


fundador del Departamento de Desarrollo Humano de la Universidad
Iberoamericana.

Formado en México como licenciado en Letras y Filosofía, obtuvo la maestría y el


doctorado en Psicología clínica en la Universidad de Loyola de Chicago y en el
Instituto Neuropsiquiátrico de la Universidad de Illinois.

Ha sido profesor-investigador de la Universidad Iberoamericana durante cuarenta


años y ha promovido los programas de formación en Desarrollo Humano a lo largo
y ancho de la República Mexicana, en donde ha sido reconocido como exponente
del Desarrollo Humano.

Fue director del Departamento de Psicología y del de Desarrollo Humano, director


académico de la Universidad Iberoamericana y rector del Sistema Universidad
Iberoamericana-ITESO. También fué miembro del Sistema Nacional de
Investigadores, de la Junta de Gobierno de la Universidad de Loyola en Chicago, y
de la Universidad de San Francisco en California.

Fundador y primer director de la revistas: Enseñanza e investigación en


psicología, Revista Mexicana de Psicología y PROMETEO Revista Mexicana de
Psicología Humanista y Desarrollo Humano, así como del Instituto Nacional para
la Investigación en Desarrollo Humano.

Director del programa de investigación sobre transformación y cambio en la


Universidad Iberoamericana, ha recibido las siguientes distinciones: Premio
Nacional de Psicología, en dos ocasiones; Premio del Consejo Nacional para la
Enseñanza e Investigación en Psicología; Premio Internacional de Empatía y
Medalla de Oro de San Ignacio de Loyola, por cuarenta años como investigador y
docente en esa Universidad.

Ha sido profesor de varias generaciones de psicólogos y de estudiantes de otras


profesiones, en Desarrollo Humano.

Ha publicado 84 artículos en revistas científicas y de divulgación y ha sido editor y


autor de cuatro volúmenes del Desarrollo del Potencial Humano.

Desarrollo humano

El desarrollo humano es un movimiento por medio del cual se puede fomentar el


desarrollo de los individuos, no sólo en el ámbito personal e interpersonal, sino
también en el campo de las relaciones sociales y productivas más macro.

El fundamento humanista y científico del desarrollo humano, permite desarrollar


habilidades, actitudes, valores y experiencias necesarias para facilitar el desarrollo
integral de los individuos, los grupos y las instituciones en beneficio del desarrollo
sociocultural de nuestro país. En este sentido, el Enfoque Centrado en la Persona,
vértebra conceptual, metodológica y aplicada fundamental, del movimiento del
desarrollo humano, en virtud de sus características de integración, flexibilidad,
apertura y cambio, no sólo permite sino que además, facilita y promueve
activamente el desarrollo de efectivos agentes catalizadores de proceso de
transformación y de cambio que está operando actualmente en el mundo.

Enfoque centrado en la persona

El Enfoque Centrado en la Persona o la psicoterapia autodirigida, se basa en la


obra de Carl Rogers (Rogers, 1951) del cual resalta un continuo empeño en el
camino de la libertad y de la liberación de las fuerzas del ser humano como motor
de la actualización de sus potencialidades a partir de la confianza y el respeto a la
persona.

Enmarcada dentro de la llamada “tercera fuerza”, la psicoterapia “rogeriana” es el


enfoque que mayor influencia ejerce actualmente sobre los psicoterapeutas y
consejeros norteamericanos, aún por encima de la terapia racional emotiva de
Albert Ellis y del psicoanálisis freudiano (Rogers, 1972).
La influencia que tuvo Carl Rogers fue de las corrientes existencialistas, la
fenomenología y psicología de la Gestalt, de donde adquirió una actitud de
confianza en la capacidad del ser humano en actuar libremente y decidir sobre su
propio futuro.

En la obra de Rogers nos presenta una teoría sobre la persona o la personalidad,


parte de ciertas hipótesis de trabajo. Lafarga (1986) las sintetiza de la siguiente
manera.

1. a) El proceso terapéutico está fundamentalmente motivado por el impulso


de la persona hacia el crecimiento, la salud y la adaptación. La psicoterapia
consiste en liberar a la persona de los elementos que obstaculizan su
desarrollo normal.
2. b) Este proceso está más vinculado a la expresión y clarificación de los
sentimientos que a la comprensión intelectual de la experiencia.
3. c) La compresión de las circunstancias del presente inmediato de la
persona es más importante que su pasado.
4. d) La experiencia de la relación terapéutica, y no la conceptualización de
ésta, es el elemento determinante del crecimiento en el proceso
psicoterapéutico.

Sin embargo, la hipótesis central de la propuesta de Rogers, es la de que “el


individuo tiene la capacidad suficiente para manejar en forma constructiva todos
los aspectos de su vida que potencialmente pueden ser reconocidos en la
conciencia”. (Rogers, 1972).

Para el Enfoque Centrado en la Persona el individuo se ha visto siempre desde su


contexto sociocultural e histórico. Por ello, y en contra de algunas opiniones, la
consideración dinámica o constructiva de la tendencia actualizante está en
correspondencia con la existencia de una condición central de tipo relacional o
social: la aceptación de dicho potencial manifestada por la existencia de un
espacio de libertad de crecimiento como una comprensión empática, unas
condiciones favorables al aprendizaje significativo, un espacio para el encuentro y
el intercambio interpersonal libre y creativo.

Se puede decir que este es el planteamiento esencial del enfoque, y a su vez, lo


que genera mayores polémicas.

Rogers asume que en todo ser humano hay una tendencia innata a la
actualización, esto es, al desarrollo y a la superación constante, si se encuentran
presentes las condiciones adecuadas; que es algo similar que propone Maslow al
hablar de la autorrealización.

La raíz de este planteamiento es que la persona cambia, y esta persona que


cambia es descrita como un ser capaz de comprenderse y de reaccionar libre y
responsablemente a lo largo del desarrollo de su existencia y este desarrollo será,
como ya se mencionó, positivo si se encuentra en ciertas condiciones ambientales
favorables creadas por una relación interpersonal.

Rogers dice que el hombre es positivo por naturaleza, y por ello requiere de
respeto absoluto, especialmente en cuanto a sus aspiraciones de superación.

Rogers considera a la persona como un todo –organismo-organizado, dinámico y


abierto, en la que existe un deseo de estabilidad, de coherencia y deseo de unidad
y orden. Este organismo, dice, está constantemente en movimiento hacia niveles
superiores de conciencia y de realización. Para la realización de este desarrollo
dispone de un potencial organísmico como una tendencia a la autorrealización y
autoperfecionamiento. Una tendencia direccional constructiva.

Todo proceso determina un sistema fluido cambiante, en el que la relación de


ayuda va a permitir que el organismo encuentre un clima adecuado para que la
persona sea capaz de percibir su experiencia, ser más ella misma, posibilitándose,
de esta forma, aquel proceso de crecimiento que Rogers ha encontrado
experimentalmente en sus clientes en la relación psicoterapéutica.

Se trata de establecer un clima relacional orientado a que la persona se pueda


encontrar consigo misma y así pueda desarrollar sus potencialidades inherentes.
Es decir, el profesional que establece esa relación de ayuda por un lado y la
tendencia actualizante del individuo por otro llevan a la persona total a su
desarrollo integral.

Rogers le da verdadera importancia al paciente o cliente, como antes era usado, y


la aceptación incondicional y el respeto que se le tiene cobran igual importancia,
que se les considera factores que favorecen u obstaculizan la adquisición del
enfoque centrado en la persona. Aceptación y respeto deben estar enraizados en
la personalidad del terapeuta, formar parte esencial de su ser, y ello pasa, antes
que nada, por aceptarse a sí mismos.

Se puede decir, entonces, que el ser humano puede, si se le presentan las


condiciones adecuadas, desarrollarse o actualizarse, ampliar sus capacidades y
ser consciente de lo que experimenta a fin de poder autocontrolarse. “no se puede
manejar eficazmente lo que no se percibe conscientemente”, propone Rogers, de
ahí la necesidad de ampliar el concepto de sí mismo del paciente, su “self”, y de
incluir en él, el todo (o casi todo) lo que vivencia. Pero no se pretende hacerlo
actuando sobre él sino, como dice Kinget, “acompañándolo” en la experiencia,
brindándole las condiciones requeridas y dándole seguridad (Rogers y Kinget,
1971).

Las tres condiciones para facilitar el desarrollo

Para Rogers, el cambio constructivo de la personalidad en el paciente durante la


psicoterapia depende hipotéticamente de tres actitudes esenciales del terapeuta.,
que son más importantes que las cualidades profesionales, la orientación
terapéutica o las técnicas de entrevista del terapeuta.

Su tesis es que existirán cambios en el paciente si existen en el terapeuta tres


patrones de actitud y en el paciente una condición especial.

El primero; es cuando el psicoterapeuta es él mismo, cuando en la relación con el


paciente él es genuino; se presenta sin “fachada”, o máscara y muestra
abiertamente los sentimientos y las actitudes que en ese momento fluyen en él, a
esto es a lo que Rogers define con el término de “congruencia”.

El segundo punto consiste en que cuando el terapeuta experimenta una actitud


cálida, positiva y aceptante hacia la realidad del paciente, se facilita el cambio.
Esto implica la disposición genuina por parte del terapeuta para que el paciente
manifieste todos sus sentimientos durante la terapia. A esto es lo que denomina
“interés positivo incondicional”.

La tercera condición esencial para el cambio es que el terapeuta experimente una


exacta comprensión empática del mundo interno del paciente; es decir, que sienta
el mundo de significados privados y personales del paciente como si fuera el
propio mundo, pero sin perder jamás la cualidad de “como si”. Esto es, la empatía
esencial para el cambio terapéutico.

Para estas tres condiciones siempre tiene que estar presente la relación dialógica,
así como determinadas condiciones personales y sociales como el respeto al ser
humano, el no ejercer el poder sobre el otro, el compartir el poder dentro un clima
de autenticidad en el que uno puede aprender del otro. Y como ya lo dijimos estas
condiciones nos deben permitir que consigamos lograr el desarrollo favorable de la
persona.

Conclusiones

Se ha presentado aquí un nuevo Enfoque Centrado en la Persona, esbozando


algunas de las condiciones necesarias para facilitar el desarrollo integral del
individuo y de las instituciones.

Considero que el Enfoque Centrado en la Persona, reconoce el gran valor de cada


persona, promoviendo que el acompañamiento sea personal, atendiendo y
adecuándose a las necesidades individuales, respetando el tiempo y el proceso de
cada uno.

Esta puede ser una experiencia terapéutica que propicie la responsabilidad y


madurez y que favorezca el desarrollo de potencialidades creativas, estancadas o
maniatadas por los miedos y ansiedades. Permitiendo que sea un verdaderamente
un proceso de ayuda.
Fuentes:

https://www.uaeh.edu.mx/scige/boletin/atotonilco/n2/e2.html

http://www.juan-lafarga.info/bio/biografia-juan-lafarga.html

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