Brainard Joe - Me Acuerdo
Brainard Joe - Me Acuerdo
Brainard Joe - Me Acuerdo
Joe Brainard era tan polifacético que él mismo parecía uno de sus
propios collages. Más conocido como artista que como escritor, su
inclasificable libro Me acuerdo se consideró una obra excepcional desde
su irrupción en 1970 en el panorama literario de Estados Unidos. Su
impacto fue tal que, años después, Georges Peres escribió su Je me
soubiens bajo el modelo de Brainard, y se lo dedicó a éste. La fórmula es
tan simple que escritores como Ron Padgett, poeta y gran amigo de
Brainard, se preguntaron: "¿Por qué no se nos habrá ocurrido a
nosotros una idea tan elemental ?". Su original forma, basada en un
repetición casi de mantra, recoge más de mil evocaciones que
empiezan con las palabras Me acuerdo. Se trata de frases, en su mayoría
breves, que activan un resorte en la mente al rescatar imágenes con las
que han crecido varias generaciones de todo el mundo. Una entrañable
mirada a lo más íntimo de la vida de Brainard y un retrato de la
cultura y del imaginario popular del Estados Unidos de los cuarenta y
los cincuenta.
Joe Brainard
Me acuerdo
Traducción
Fotografía de portada
Eberhard Hirsch
Diseño
Estudio Joaquín Gallego
ISBN. 978-84,-96867-4,5-1
Me acuerdo del primer dibujo que recuerdo haber hecho. Era una
novia con un vestido con la cola muy larga.
Me acuerdo de la canasta.
Me acuerdo de Liberace.
Me acuerdo de cuando creía que nada que fuese viejo podía tener
valor.
Me acuerdo de las fiestas sorpresa «Ven tal como estás». [1] Nadie
guardaba el secreto.
Me acuerdo de haber oído historias sobre por qué era tan infeliz
Johnny Ray, pero no me acuerdo de qué contaban esas historias.
Me acuerdo del rumor de que Dinah Shore era medio negra pero
su madre nunca se lo había dicho, de modo que, cuando tuvo un bebé
tirando a marrón, demandó a su madre por no habérselo dicho. (Que
era medio negra.)
Me acuerdo de las cintas para los regalos que si las pasabas por la
hoja de unas tijeras se hacían tirabuzones.
Me acuerdo de hacer una cruz con dos palos para algo que
enterramos mi hermano y yo. Debió de ser un gato, aunque yo diría
que fue un insecto o algo así.
Me acuerdo del daño que puede hacer el rock & roll. Puede ser
tan libre y sensual cuando tú no lo eres...
Me acuerdo del niño pequeño con la voz muy grave que salía en
Los caballeros las prefieren rubias. (Como una rana.)
Me acuerdo de un columpio de terciopelo rojo que salía en una
película que se llamaba El columpio de terciopelo rojo.
Me acuerdo de una vez que tuve que bajarme los pantalones para
enseñarle la polla a un médico. La tenía roja e hinchada. Una cantidad
considerable de picaduras de chinches. (Bastante bochornoso.)
Me acuerdo del cine Saint Mark (45 centavos hasta las seis). De la
máquina roja de palomitas. Y de muchos hombres viejos.
Me acuerdo de una vez que fui de compras con Pat Padgett (Pat
Mitchell por aquel entonces) y le metí un filete en el bolsillo del abrigo
sin que se diese cuenta.
Me acuerdo de que todos los años había que hacer una redacción
en el colegio sobre el ahorro para un concurso anual de redacciones
sobre el ahorro, y de que nunca gané.
Me acuerdo de la escayola.
Me acuerdo de las figurillas de escayola que se hacían en moldes
de goma roja y que después se pintaban.
Me acuerdo de que decidí que tenía que cortar con todo ese rollo
y llegar y preguntarle sin más al tío que me gustase «¿Te quieres venir
conmigo a casa?»; y así lo hice. Y no funcionó. Salvo una vez. Y él
estaba borracho. A la mañana siguiente me dejó una postal con un
dibujo de Jesús firmada por detrás: «Con amor, Jesús». Me dijo que era
amigo de Alien Ginsberg.
Me acuerdo de que creía que sabía cantar (que tenía una voz
bonita), hasta que no sé cómo en el colegio descubrí que no era así.
Me acuerdo de que Picasso nació en 1881. (Como soy muy malo
memorizando datos, una vez me obligué a aprendérmelo y ya nunca
más se me ha vuelto a olvidar.)
Me acuerdo de que en esos años una vez le pedí a una chica que
era mucho más popular y guapa que yo que fuese al baile conmigo y
aceptó. Pero en cuanto llegamos, desapareció entre un grupo de
amigas y no volví a verla en toda la noche. Creo que se llamaba Nancy.
Sí, se llamaba así.
Me acuerdo de que también fue contra Nancy contra la que perdí
las elecciones para vicedelegado.
Me acuerdo de Judy.
Me acuerdo de Halloween.
Me acuerdo de que casi siempre me vestía de vagabundo o de
fantasma. Un año fui de esqueleto.
Me acuerdo del, cuando decías algo que rimaba, «Si eres poeta,
súbete la bragueta».
Me acuerdo de Spam.
Me acuerdo de
Me acuerdo de «uranio».
Me acuerdo de una niña muy alta que siempre tenía que enseñar
el carné para poder pagar la tarifa de menores de doce.
Me acuerdo del lodo frío entre los dedos de los pies, bajo el agua
marrón y tibia.
Me acuerdo de intentar ponerme un bañador que no está seco del
todo. (Agg.)
Me acuerdo de una larga y seria discusión que tuve una vez con
Ted Berrigan sobre si un pintor homosexual podía pintar igual de bien
un desnudo femenino que un pintor «hetero».
Me acuerdo de una niña alta con el pelo rubio que todos los años
se ponía muy morena. Siempre iba de blanco (para que se le notara) y
con los labios pintados de un rosa claro «húmedo». Su madre también
era muy alta. A su padre la polio lo había dejado tullido. Tenían dinero.
Me acuerdo (en color) de una piel muy muy rosa y de una piel
muy muy naranja.
Me acuerdo de
«—¿De qué signo eres?—Piscis.—Lo sabía.»
Me acuerdo de soplar la pelusa blanca que le sale a los dientes de
león cuando se le caen los pétalos.
Me acuerdo de buscar algo que sabes que tiene que estar ahí, pero
no lo está.
Me acuerdo del coraje que dan los cortes en los dedos con los
folios.
Me acuerdo de, arriba del todo, los bordes del papel pintado.
Me acuerdo del mikado, del juego de la pulga, del «¿Te echo las
cartas? Pues toma, cógelas» y de la «guerra».