Bleichmar-La Fund de Lo Inc

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Silvia

Bleichmar
La fundación
de lo
inconciente
Destinos de pulsión,
destinos del sujeto

Amorrón u¡editores
U n modelo de los orígenes del psiquismo (puesta
a prueba de la Metapsicología en la clínica)

Señalamos de inicio que el abordaje mediante el cual


realizamos el procesamiento clínico de este trastorno precoz
del sueño se sostenía en una lectura «no ingenua» del fenó­
meno. Los modelos freudianos, aquellos que dan. cuenta
tanto del funcionamiento psíquico como de su constitución,
sirven como guía y posibilitan definir campos de operancia
en los cuales los conceptos se enraízan «en la cosa misma».
Cuestiones teóricas, aparentemente muy alejadas de la clí­
nica, tales como las planteadas en el Proyecto de psicología,
se nos ofrecían, sin embargo, como vías de acceso para de­
sentrañar los determinantes que generaban el malestar es­
pecífico al cual nos enfrentábamos.
Retomemos entonces este texto, de 1895, en el cual se es­
boza aquello que parece culminar, en 1920, con Jifas allá del
principio d e placer, como modo de circulación y ligazón de
una cierta energía. Veamos cómo propone Freud abordar la
cuestión del dormir. Se trata, en el apartado en el cual se
analiza la relación entre procesos primarios y sueños,6 de
discernir las condiciones que permiten tanto el dormir como
el soñar. Diferenciando «vivencia de dolor» —cantidades
que irrumpen desde el exterior— y «afectos» — cantidad en­
dógena desprendida o desligada desde el interior— , dice:
«La condición esencial del dormir se discierne con claridad
en el niño. El niño se duerme siempre que no lo moleste
ninguna necesidad o estímulo exterior (hambre y mojadura)
[es indudable que acá exterior e interior remiten a exterior
al psiquismo e interior a este, dado que coloca al hambre
como interior al organismo pero exterior al aparato que
debe cerrarse sobre sí mismo]. Se adormece con la satis­
facción (al pecho). También el adulto se duerme fácilmente
post coenam et coitum. Condición, del dormir, entonces, es el
descenso d e la carga endógena en el núcleo y, que vuelve
superflua la función secundaria. En el dormir, el individuo
se encuentra en el estado ideal de la inercia, aligerado del
reservorio de [cantidad endógena]. [...] De las peculiari­

6 Sigmund Freud, Proyecto de psicología, en Obras completas, 25 vols.,


1978-1985, Buenos Aíres: Amorrortu editores (en adelante A E), vol. I,
1982, págs. 381-2.

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dades del dormir se deducen muchas cosas que no se ha­
brían podido colegir. El dorm ir se singulariza por una
parálisis motriz [„.] Es en extremo interesante que el estado
del dormir se inicie y sea provocado por el cierre de los órga­
nos sensoriales clausurables».
Es necesario, para seguir este razonamiento freudiano,
no perder de vista la función que el procesamiento de can­
tidades, en el marco del principio de constancia, cumple en
este modelo de aparato psíquico. Recordemos rápidamente
que él se compone de tres sistemas de neuronas que impli­
can a su vez formas de circulación de la energía, de las Qq;
neuronas de pasaje, de ligazón y de percepción. Y si estos
sistemas son descritos de inicio como constelaciones exis­
tentes, a medida que el proceso teórico avanza vemos a
Freud preocupado por establecer diferenciaciones funcio­
nales que son efecto de los modos de pasaje de la cantidad:
es así como las neuronas impasaderas pueden devenir pa­
saderas cuando irrumpen grandes cantidades (insuficiencia
de la sola diferenciación tópica, al igual que lo propondrá
después para abordar, en la Metapsicología., los sistemas
inconciente y preconciente-conciente, regidos por modos de
circulación de los investimientos y no sólo p o r su posiciona-
miento respecto a la conciencia).
Un cierto tipo de estímulo hará variar, d e inicio, el des­
tino de la descarga, oponiéndose al principio de inercia: «Sin
embargo, el principio de inercia es quebrantado desde el co­
mienzo por otra constelación. Con la complejidad de lo inter­
no, el sistema de neuronas recibe estímulos desde el ele­
mento corporal mismo, estímulos endógenos que de igual
modo deben ser descargados. [...] De estos estímulos el orga­
nismo [el aparato] no se puede sustraer como de los estímu­
los exteriores, no puede aplicar su Q para huir del estímulo».
Que el principio de inercia, principio de la tendencia a
la descarga a cero de la cantidad, sea quebrantado desde
el comienzo, inaugura algo de fundamental importancia,
y ello no sólo para la delimitación teórica, sino por las pro­
fundas implicancias psicopatológicas y clínicas que pone en
marcha.
La propuesta que vemos esbozarse, a través de la formu­
lación de que hay estímulos endógenos de los cuales no se
puede huir, no es otra que aquella que Freud conceptualiza
más adelante como pulsión. Si el principio de inercia es que-

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brantado por la intromisión de algo endógeno de lo cual la
fuga está impedida, es inevitable que pensemos que el prin­
cipio de inercia — lo que luego fue definido como «principio
de Nirvana», com o tendencia al desinvestimiento absolu­
to— no rige fundamentalmente los destinos de la vida psí­
quica en tanto vida sexual, sino los modos de evacuación de
lo autoconservativo, de las necesidades que se plantean al
viviente en aras de mantenerse con vida biológica. La nece­
sidad nutricia puede ser descargada a cero — se puede obte­
ner un nivel de saciedad desde el punto de vista biológico—,
pero aquello desgajado de la necesidad biológica, aquello
que constituye u n plus irreductible y que obliga a modos de
derivación de otro orden, aquello que puede ser reprimido,
sublimado, vicariado en sus destinos, aquello que se rehúsa
a la descarga a cero, irrumpe en el viviente alterando para
siempre sus modos de funcionamiento.
Es el hecho de que haya ciertos estímulos endógenos, de
los cuales la fuga motriz está impedida, lo que definirá que
el principio de inercia se vea perturbado. Es el hecho de que
haya algo de lo cual la fuga está impedida lo que producirá
las variaciones que llevarán de la inercia (tendencia a la
descarga absoluta, al cero) a la constancia, una constancia
que se inscribe en el interior de las series placer-displacer.
Queda sin embargo por definir a qué llamamos endógeno y
a qué exógeno, en este movimiento que va de lo autoconser­
vativo a lo sexual, para que podamos explayar, a pleno, esa
conocida fórmula de Freud que nos plantea que la pulsión
será, a partir de la complejización de sus destinos, «el verda­
dero motor del progreso psíquico».
En u n psiquismo en vías de constitución para el cual
cantidad en (pdeviene complej idad en y, se trata de explorar
de qué modo se resuelven las tensiones a las cuales está so­
metido, «Para consumar esta acción [la que facilita la eva­
cuación], que merece llamarse “específica", hace falta una
operación que es independiente d e Qf| endógena [...] pues el
individuo está puesto bajo unas condiciones que uno puede
definir como apremio de la vida».
¿Qué ocurre cuando este incremento de cantidad se pro­
duce? Es necesaria una acción específica, pero una acción
específica imposible de ser realizada por el viviente en sus
comienzos: «El organismo humano es al comienzo incapaz
de llevar a cabo la acción específica. Esta sobreviene me*

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diante auxilio ajeno: por la descarga sobre el camino de la
alteración interior, un individuo experimentado advierte el
estado del niño. Esta vía de descarga cobra así la función
secundaria, importante en extremo, de la comunicación
(Verstándigung), y el inicial desvalimiento del ser humano
es la fuente primordial de todos los motivos morales
Es en esta fisura que Freud marca, p or la cual el otro
humano se introduce, donde se inaugura el pasaje que pro­
duce el décalage del incipiente sujeto sexuado a partir del
real biológico: imaginemos la aparición de u n «apremio de la
vida» («ten sión de necesidad», será denominada en el
Capítulo VII de La interpretación de los sueños): estímulos
corporales, endógenos al organism o pero exógenosal sis­
tema neuronal o aparato d el alm a, ingresan al psiquÉmo en
estructuración. Tenemos derecho a preguntamos a qué se
debe esta conversión de la energía Q —exterior— en ener­
gía Qfj — interna al aparato— . Esta es una cuestión del mis­
mo orden de aquella que se propone en «Pulsiones y desti­
nos de pulsión»: ¿Qué es lo que hace que un estímulo(Reiz)
—exterior— devenga excitación (Erregung) —interior—?
La diferencia es supuesta de inicio, a partir de que el mundo
exterior opera como un continuum y lo que ingresa al apa­
rato tiene el carácter de lo limitado y lo discontinuo.
«La excitación intema — nos recuerda Freud— es aque­
llo a lo cual uno no se puede sustraer mediante la motili-
dad». Definición indenegable, pero la cuestión pennanece,
de inicio, abierta: ¿aquello a lo cual uno no se puede sustraer
por la m otilidad es el cuerpo?, ¿es el investimiento de Ja
reminiscencia por el cuerpo?, ¿o es el cuerpo extraño interno
mismo, es decir, la reminiscencia misma? Existe obra pala­
bra en las Cartas a Fliess, es la palabra Im pulse... Ninguna
duda, no se trata de fuerzas corporales ni tampoco de inves­
timientos de fantasmas. Estos Impulse, estas impulsiones
en el sentido e n que se hablaría en física o en electrónica,
son la acción misma de recuerdos reprimidos y de fantas­
mas que de ella nacen, lo que de ella se desprende como de
su fuente. Encontrarán ustedes esto en el Manuscrito N en
particular. Estos textos, con este empleo anterior al THeb, se
sitúan de pleno en lo que llamamos teoría de la seducción, y

' En Proyecto d e psicología, op. cit., págs. 362-3. Apartado «La vivencia
de satisfacción».

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es decir que el modelo freudiano que intento hacer funcio­
nar, en los orígenes de la pulsión es aquel d e la seducción y
d e la represión originarias», dice Jean Laplanche en «La
pulsión y su objeto-fuente»*®
El principio de inercia, tendencia a la descarga a cero, es
perturbado a partir de algo que tiene que ver con las tras­
formaciones mediante las cuales este incipiente aparato
queda librado a inscripciones que son efecto de la impulsión
del semejante; «vivencia de satisfacción» en la cual el otro, o,
para ser más precisos, restos desgajados de la sexualidad
del otro, están, necesariamente, inscritos: «Si el individuo
auxiliador ha operado el trabajo de la acción específica [es
decir, si ha otorgado un objeto capaz de permitir la satisfac­
ción de esta tensión] en el mundo exterior en lugar del indi­
viduo desvalido, este es capaz de consumar sin más en el in­
terior de su cuerpo la operación requerida para cancelar el
estímulo endógeno. El todo constituye entonces una viven­
cia de satisfacción, que tiene las m ás hondas consecuencias
para el desarrollo de las funciones en el individuo».89 Subra­
yamos «el todo» porque lo que se inscribe no es la disminu­
ción de la tensión de necesidad, sino la experiencia en la
cual el objeto ofrecido por el otro humano es inscrito. A par­
tir de esta vivencia de satisfacción se generan entonces co­
nexiones entre im ágenes-recuerdo, que serán activadas a
partir del reafloramiento del estado de esfuerzo: de deseo.
En el capítulo VII de La interpretación de los sueños esto
es retomado en los siguientes términos: «La acumulación de
excitación es percibida como displacer, y pone en actividad
al aparato a fin de producir de nuevo el resultado de la sa­
tisfacción. [..JA una corriente de esa índole producida den­
tro dei aparato, que arranca del displacer y apunta al pla­
cer, la llamamos deseo». El deseo nos es propuesto entonces
como un movimiento ligador a un conglomerado represen-
tacional, en el momento en el cual el displacer que es pro­
ducto de la excitación emerja. Se trata de un movimiento
que tiende, mediante un trabajo, a ligar la energía sobrante
a una representación o conjunto de representaciones.10

8 Jean Laplanche, La révolution copemicienne inachevée, París: Aubier,


1992, pág. 239.
9 Proyecto de psicología, en A E, vol. I, 1982, pág. 363.
10 La interpretación de los sueños, en A E , vols. IV-V, 1979, págs. 556-8,

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Por el contrario, la vivencia de dolor es el efecto de la
irrupción de cantidades hipertróficas que perforan los dis­
positivos-pantalla —dispositivos cuya función es filtrar las
cantidades para evitar el anegamiento del sistema—, y así
como la vivencia de satisfacción proporciona el enlace con
representaciones apaciguantes, la vivencia de dolor favore­
ce el reinvestimiento de la imagen mnémica del objeto hos­
til: «Si la imagen mnémica del objeto (hostil) es de algún mo­
do investida de nuevo (v. gr., por nuevas percepciones), se
establece un estado que n o es dolor, pero tiene semejanza
con él. Este estado contiene displacer y la inclinación de des­
carga correspondiente a la vivencia de dolor».11
Vivencia de dolor y reactivación del displacer, ambas
producidas por grandes cantidades inmetabolizables por el
psiquismo incipiente. Vertiente seguida por Freud veinti­
cinco años después, en Más allá d el principio de placer, don­
de veremos cómo es la capacidad de ligazón del aparato la
que definirá las posibilidades del dominio de esta energía.
El traumatismo es propuesto como una relación entre canti­
dades que ingresan y capacidad de ligazón en el interior del
sistema en cuestión.
¿De qué dependería —se trata de buscar líneas de trabajo
fecundas para el tema que nos ocupa— que un aparato en
constitución, en los primeros tiempos de la vida, se viera im­
posibilitado de encontrar las descargas y modos de ligazón
necesarios para llegar al reposo, y estuviera permanente­
mente sometido a vivencias traumáticas que no posibilita­
ran el reposo? ¿Cuáles serían las consecuencias futuras de
este modo de funcionamiento precoz?

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