Madam C.J. Walker
Madam C.J. Walker
Madam C.J. Walker
A la edad de 7 años quedó huérfana, viéndose obligada a trabajar en condiciones deplorables para
poder subsistir. A los 18 años, tras quedar viuda y con una hija a la que mantener, decidió emplearse
en lo único que era aceptada: como lavandera. A los 37 años incursionó en el mundo de las ventas y
a los 38 años creó su propia empresa; una empresa que la convertiría en la primera millonaria hecha
a sí misma de la historia… ¿Cómo lo logró?
La protagonista de esta historia es Sarah Breedlove, también conocida como Madam C. J.
Walker, quien nació el 23 de diciembre del año 1867, en Delta, Luisiana – Estados Unidos.
Sarah fue la quinta hija de una numerosa familia compuesta por cuatro
hermanos: Solomon, James, Alexander y Owen; y una hermana: Louvenia.
De todos sus hermanos, ella fue la primera que nació siendo libre, pues, cuatro años antes, el
entonces presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, había realizado la Proclamación de
Emancipación que reconoció como libres a millones de afroamericanos de la región del sur del
país, en el establecimiento de una nueva visión de la equidad y los derechos civiles. Sin embargo, la
suerte de sus padres y sus cuatro hermanos mayores fue más desventurada, ya que tuvieron que
trabajar por mucho tiempo como esclavos en la plantación Madison Parish de Robert W. Burney.
Sus padres, Minerva y Owen Breedlove, murieron en el año 1875, cuando Sarah tenía apenas siete
años.
Preocupada por el destino de la pequeña, su hermana mayor, Louvenia, decide llevársela consigo a
una plantación de algodón en la que trabajaba junto a su esposo Willie Powell. Allí, Sarah comenzó
a trabajar en duras condiciones, siendo sobreexplotada por su cuñado, quien se aprovechaba de su
situación para hacerla trabajar jornadas excesivamente largas.
Cansada de los maltratos de Powell, decidió casarse a sus 14 años con Moses McWilliams para así
poder irse de la plantación. Tres años más tarde, dio a luz a su única hija, Lelia McWilliams.
Desafortunadamente, Moses falleció dos años después del nacimiento de su hija, dejando a Sarah y
a la bebé en circunstancias extremadamente complicadas.
Sin más opción, se mudó a San Luis, Misuri, lugar en que sus hermanos se habían establecido
como barberos. En esta ciudad solo pudo conseguir empleo como lavandera por poco más de $1
dólar al día; pues, debido a su poca educación y al machismo de la época, sus oportunidades
laborales eran muy limitadas.
Pese a las dificultades, trabajó arduamente y ahorró con disciplina para poder pagarle una escuela
pública a su hija y así garantizar que tuviera mejores oportunidades a las suyas en el futuro.
En 1894, Sarah contrajo matrimonio con Jhon Davis, de quien se dice era alcohólico y violento, por
lo que la agredía constantemente. Este matrimonio terminaría 9 años más tarde.
Durante la década de 1890, Sarah, como muchas otras mujeres de la época, comenzó a sufrir la
caída de su cabello y problemas en el cuero cabelludo; esto debido principalmente a una dieta
deficiente, escasos hábitos de higiene por la falta de agua corriente y productos como la soda (o
sosa) cáustica, que eran incluidos tanto en los jabones para lavar la ropa como en los de la limpieza
del cabello. Además, era común el uso de grasa de tocino, aceites pesados y mantequilla para alisar
el cabello.
Preocupada por lo que le sucedía, consultó con sus hermanos para obtener consejos y también
experimentó con muchos remedios caseros y productos comprados en la tienda, incluidos los
fabricados por la empresaria Annie Turnbo Malone, quien se había especializado en la fabricación
de productos de belleza y cuidado del cabello para personas afrodescendientes.
Fueron justamente los productos de Malone los que ayudaron a Sarah a sanar su cuero cabelludo y
a recuperar su cabello. Los resultados que obtuvo la sorprendieron enormemente y la motivaron a
querer ayudar a otras mujeres que estuvieran enfrentando el mismo problema.
En 1905, tras divorciarse de su segundo esposo, se mudó a Denver – Colorado para convertirse en
agente comisionada de ventas de los productos de Annie Malone, mientras trabajaba también como
cocinera en una pensión.
En esta etapa de su vida conoció a Edmund L. Scholtz, propietario de la compañía
farmacéutica Scholtz Drug Company, quien se ofreció a analizar la fórmula del producto para el
cabello de Malone y le sugirió que creara su propia fórmula para que así pudiera ganar más dinero
en cada venta.
Cuando logró ahorrar suficiente dinero para renunciar a su trabajo como cocinera, consiguió un
ático que se convirtió en su primer laboratorio, dedicado a la fabricación de sus propios productos
para el cuidado del cabello basados en los de Malone. Walker vendió sus preparaciones puerta a
puerta a lo largo de la compacta comunidad afroamericana en Denver. En sus primeras publicidades
se mostraba una fotografía frontal y otra de perfil de ella con su cabello alisado y hasta la altura de
sus hombros, asegurando que el crecimiento había sido fruto de tan solo dos años de tratamiento.
En 1906, se casó con el vendedor de publicidad en periódicos Charles Joseph Walker. Luego de
casarse, cambió su nombre por Madam C.J. Walker y decidió crear su propia empresa de productos
para el cabello; así nació Madam C.J. Walker Manufacturing Company.
La experiencia y las habilidades que Sarah había desarrollado en su trabajo como vendedora le
permitieron ganar terreno rápidamente en el mercado. Además, su esposo la ayudó a diseñar la
estrategia de publicidad para que el nombre “Madam C. J. Walker” comenzara a resonar en la
cabeza de sus clientes potenciales.
Pero no todo fue “color de rosa” en la vida empresarial de Sarah, pues siempre tuvo que enfrentar
prejuicios, adversidades y obstáculos de todo tipo porque en la época no era bien visto que una
mujer hiciera negocios. Sin embargo, esto nunca la desanimo ni hizo que se sintiera inferior a otros
empresarios; todo lo contrario, tomaba estas situaciones como motivación para generar más
oportunidades para otras mujeres que también quisieran tener sus propios negocios.
Durante los últimos años de su vida, se involucró en diversas labores filantrópicas, impulsó
campañas de financiación para apoyar movimientos civiles, instauró su propio programa de becas
para afroamericanos, creó iniciativas para ayudar a mujeres emprendedoras y lideró manifestaciones
en las que se reclamaban más derechos para los afroamericanos.
Tras cerca de 15 años luchando como emprendedora y activista, Sarah murió el 25 de mayo de
1919 a sus 51 años por insuficiencia renal y complicaciones de su hipertensión, dejando en su
testamento que donaría dos tercios de sus futuras ganancias a la caridad y a su legado. En su
reemplazo, su hija Lelia asumió el liderazgo de la empresa, ejerciendo como presidente hasta su
muerte en agosto de 1931. La siguiente directora de la empresa fue Mae Walker, hija adoptiva de
Lelia, quien la lideró hasta su muerte en 1945, dejando a cargo a su hija A’Lelia Mae Perry
Bundles, última directora de la compañía. Madam C.J. Walker Manufacturing Company cerró
definitivamente en julio de 1981, como resultado de que nunca pudo recuperarse de la difícil
situación financiera en que quedó sumergida por las pérdidas ocasionadas en la Gran Depresión de
los años 30. Actualmente, es posible conseguir productos de la línea Madam C. J. Walker a través
de otras marcas de cosméticos, como el grupo francés Sephora.
Décadas después de su muerte, Sarah fue reconocida por los Guinness World Records como “La
Primera Millonaria hecha a sí misma de la historia”, cuyo patrimonio neto se estima que superó
el millón de dólares antes de su muerte.
Hoy en día, la historia de Madam Walker continúa siendo de gran inspiración para muchos otros
emprendedores. Su vida y trayectoria han sido plasmadas en diversos libros, entre ellos uno que
escribió su tataranieta, la periodista A’Leila Bundle, titulado “On her own ground: the life and
times of Madam C. J. Walker”, el cual inspiró una serie de Netflix llamada “Self Made” (Hecha a
sí misma). Luego del éxito de la serie, este libro fue republicado con el mismo nombre de la
serie como una estrategia para aprovechar el aumento del interés en conocer más de la vida de la
empresaria.
Así concluimos la fascinante historia de Sarah Breedlove, o Madam C. J. Walker, una exitosa
empresaria ambiciosa, visionaria y determinada que no conoció límites en su vida y que luchó
incansablemente por construir una sociedad más justa para la comunidad afrodescendiente y para las
mujeres. Pese a que murió relativamente joven, dejó un legado que trascendió por varias
generaciones y que ha perdurado hasta nuestros días, convirtiéndola en un icono de la cultura
afroamericana, del empoderamiento femenino y del mundo de los negocios. En sus propias palabras:
«No hay un camino lleno de flores hacia el éxito; y si lo hay, no lo he encontrado,
porque si he logrado algo en la vida es porque he estado dispuesta a trabajar duro.”