Mi Filosofia
Mi Filosofia
Mi Filosofia
MI FILOSOFIA
Durante largo tiempo considerada como un tema reservado para los salones del saber y
los intelectuales, el tema, hasta un grado notable, se le ha negado al hombre de la
calle.
El primer principio de mi propia filosofía es que la sabiduría está dirigida a todo aquel
que desee alcanzarla. Es la sirviente tanto del plebeyo como del rey, y nunca se la debe
contemplar con un temor reverente.
Los eruditos egoístas rara vez perdonan a alguien que trate de derribar los muros
del misterio y dejar que entre la gente. El moderno filósofo americano Will
Durant fue relegado al montón de los desperdicios por sus colegas eruditos
cuando escribió un libro popular sobre el tema, El resumen de la filosofía. Así
es como los insultos se cruzan en el camino de cualquiera que intente hacer
llegar la sabiduría a la gente por encima de las objeciones del “círculo íntimo”.
El segundo principio de mi propia filosofía es que esta se pueda aplicar.
El conocimiento encerrado en libros enmohecidos es de poca utilidad para nadie,
por lo tanto, carece de valor a menos que pueda usarse.
El tercer principio es que cualquier conocimiento filosófico es valioso solamente si
es cierto o si funciona.
Estos tres principios son tan extraños al campo de la filosofía que yo le he dado
un nombre a mi filosofía: Scientology. Esto sólo quiere decir “saber cómo saber”.
Una filosofía sólo puede ser una ruta hacia el conocimiento. No es algo que se
pueda imponer por la fuerza. Si una persona tiene una ruta, entonces puede
encontrar lo que es verdad para ella. Y eso es Scientology.
Y aunque pueda ser impopular para el esclavista, es muy popular con la gente.
Al hombre común le gusta ser feliz y estar bien. Le gusta ser capaz de entender
las cosas y sabe que su ruta hacia la libertad se encuentra por medio del
conocimiento.
Me gusta ayudar a los demás, y considero como mi mayor placer en la vida ver a
alguien liberarse de las sombras que oscurecen sus días.
Estas sombras le parecen tan densas y lo oprimen de tal manera que cuando
descubre que son sombras y que puede ver a través de ellas, cruzarlas y estar
de nuevo al sol, se siente enormemente dichoso. Y me temo que yo me siento
tan dichoso como él.
He visto mucha miseria humana. De muy joven, viajé por Asia y vi la agonía y la
miseria de tierras superpobladas y subdesarrolladas. He visto gente
desentenderse y pasar por encima de hombres moribundos en las calles. He visto
niños que eran poco menos que huesos y harapos. Y en medio de esta pobreza y
degradación encontré lugares sagrados en donde la sabiduría era enorme, pero
donde se ocultaba cuidadosamente y se daba a conocer sólo como superstición.
Posteriormente, en las universidades occidentales, he visto al hombre
obsesionado con la materialidad y con toda su astucia; le he visto esconder la
poca sabiduría que realmente tenía en aulas siniestras, y hacerla inaccesible para
el hombre común y menos privilegiado. He pasado a través de una guerra
terrible y no he visto una sola palabra de decencia o humanidad que mitigara su
terror y su dolor.
No he llevado una vida enclaustrada, y desprecio al hombre sabio que no ha
vivido y al erudito que no comparte.
Ha habido muchos hombres más sabios que yo, pero pocos han recorrido tanto
camino.
Ciego, con los nervios ópticos lesionados y lisiado, con lesiones físicas en la
cadera y la espalda, al final de la Segunda Guerra Mundial me enfrenté a un
futuro casi inexistente. Mi hoja de servicio decía: “Este oficial no tiene tendencias
neuróticas o psicóticas de ninguna clase”, pero también decía: “Incapacitado
físicamente de forma permanente”.
Me acostumbré a que se me dijera que todo era imposible, que no había manera,
que no había esperanza. Sin embargo, volví a ver y a caminar y construí una vida
completamente nueva. Es una vida feliz, una vida activa, y espero que sea útil.
Mis únicos momentos de tristeza son aquellos que llegan cuando hombres
fanáticos le dicen a los demás que todo está mal y que no hay una ruta en
ningún sitio, que no hay esperanza en ningún lugar, nada excepto tristeza,
monotonía y desolación, y que todo esfuerzo para ayudar a los demás es falso.
Yo sé que no es verdad.
Así que, mi propia filosofía es que uno debe compartir la sabiduría que tenga;
debe ayudar a los demás para que se ayuden a sí mismos y debe seguir adelante
a pesar del mal tiempo, ya que siempre hay una calma delante. También debe
hacer caso omiso del abucheo del intelectual egoísta que exclama: “No reveles el
misterio. Guárdalo todo para nosotros. La gente no puede entenderlo”.
Pero, puesto que no he visto nunca que la sabiduría haga ningún bien cuando
uno se rehusa a compartirla, y como me gusta ver felices a los demás, y como
encuentro que la gran mayoría de la gente puede entender y, de hecho,
entiende, seguiré escribiendo y trabajando y enseñando mientras exista.
Pues no conozco a ningún hombre que tenga monopolio alguno sobre la
sabiduría de este universo. Esta pertenece a aquellos que pueden usarla para
ayudarse a sí mismos y a los demás.
Lo antiguo tiene que dar paso a lo nuevo. La falsedad tiene que ser
desenmascarada por la verdad. Y la verdad, aunque combatida, al final siempre
prevalece