FALACIAS

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ASIGNATURA: Expresión y Argumentación Jurídico

AUTOR: Sebastián Masana

UNIDAD 9: Las falacias lógicas

Indice
Causa de muerte: películas de Nicolas Cage ........................................... 2

La falacia de la falsa causalidad ................................................................ 5

Periodismo y falsa causalidad ............................................................. 7

El efecto dominó ........................................................................................ 9

Deje de sufrir ..................................................................................... 11

Invertir la carga de la prueba (Falacia ad ignorantiam) ........................... 12

Falacia del falso dilema ........................................................................... 13

Falacias ad hominem............................................................................... 14

Falacia genética ................................................................................ 14

Falacia de la inconsistencia ............................................................... 16

Bibliografía…………………………………………………………………….17
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Causa de muerte: películas de Nicolas Cage


En el año 2010, Tyler Vigen, un analista estadounidense de inteligencia militar
y estudiante de Derecho en Harvard, subió a un blog (www.tylervigen.com) un
gráfico que él mismo había elaborado. Dicho gráfico mostraba cómo a lo largo
de 11 años (1999-2009) se verificaba una estrecha correlación entre dos varia-
bles: la cantidad de películas que filmaba cada año el actor Nicolas Cage, y la
cantidad de personas que morían ahogadas en piletas en Estados Unidos. El grá-
fico, que posteriormente fue publicado en el libro Spurious Correlations, es el si-
guiente (Vigen, 2015):

¿Extraño, no? ¿Qué relación puede haber entre las películas de Nicolas Cage y
las muertes en piletas? Dejemos la respuesta momentáneamente en suspenso, y
pasemos a otro tema.
Se dice que a principios del siglo XX, un educador inglés elucubró una hipóte-
sis: las personas con manos más grandes tenían mejor caligrafía, porque podían
manejar mejor el lápiz o la pluma. Para comprobarlo, se realizó un estudio con
todos los alumnos de una escuela, y la correlación fue absoluta: a manos más
grandes correspondía mejor caligrafía. Las probabilidades de que esa correlación
no fuera una mera coincidencia eran del 99%. Sin embargo, la hipótesis de que el
tamaño de la mano incide en la caligrafía, fue totalmente descartada. ¿Por qué?
¿Acaso los datos no la habían confirmado?
No. Los datos confirmaron la correlación (a manos más grandes, mejor cali-
grafía). Pero correlación no implica causalidad. Las manos más pequeñas co-
rrespondían a los chicos de menor edad, como los de primer grado, que recién
habían aprendido a escribir. Las manos más grandes, en cambio, correspondían a
chicos más grandes, que ya tenían más años de práctica y dominaban mejor la
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pluma. Para el caso, si se hubiera medido la correlación entre el talle de los zapa-
tos o el ancho del cráneo y la caligrafía, el resultado hubiera sido el mismo.

FRASE CLAVE:

Correlación no implica causalidad

Volvamos ahora al célebre actor estadounidense. La correlación entre sus pelí-


culas y la cantidad de personas ahogadas, al igual que cualquier otra correlación,
se puede interpretar de tres maneras distintas:
1) Causalidad. Puede haber una relación de causalidad (las películas de Cage
hacen que la gente se ahogue, o la cantidad de gente ahogada motiva a Cage a
filmar más películas).
2) Casualidad. Se trata de una pura coincidencia sin ninguna implicancia.
3) Incidencia de un tercer factor. Puede existir un tercer factor no identifica-
do que incide sobre ambas variables (la cantidad de películas y la gente ahoga-
da). Por ejemplo, la evolución de la economía. Podría ocurrir que cuando la eco-
nomía es más fuerte, se filmen más películas, y al mismo tiempo la gente se vaya
más de vacaciones o alquile casas con piletas en el verano.
Pero no es éste el caso. La respuesta correcta aquí es la número 2: la correla-
ción entre las películas de Cage y la cantidad de gente ahogada es puramente ca-
sual.
Ahora bien. En este caso, la correlación era del 66,6%. ¿Qué ocurre cuando
una correlación supera el 99%? ¿Se puede seguir hablando de casualidad?
Veamos el siguiente gráfico, tomado también del blog www.tylervigen.com:
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A lo largo de nada menos que 11 años, el gasto estadounidense en ciencia, in-


vestigación espacial y tecnología, se correlaciona con los suicidios por estrangu-
lamiento, ahorcamiento y sofocación… ¡en un 99,79! ¿Se puede hablar aquí de
casualidad? Sí. Totalmente.
Lo mismo ocurre en este otro gráfico, del mismo autor:

¿Qué relación puede haber entre el consumo de margarina y el índice de di-


vorcios? Ninguna. ¿Hay algún tercer factor que explique la correlación? No. Er-
go, se trata de una absoluta casualidad. Por más que en este caso la correlación
sea del 99,2%.
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¿A qué viene toda esta explicación acerca de las correlaciones? Nos sirve para
explicar la llamada falacia de la falsa causalidad, en la que periodistas, científi-
cos, políticos, economistas y especialistas de distinta índole suelen caer constan-
temente. Pero primero, hagamos un alto para explicar qué son las tan nombradas
falacias.

Las falacias
Una falacia (del latín fallacia, “engaño”) es un esquema de razonamiento que
a simple vista parece totalmente válido (y casi de sentido común) pero que en
realidad no lo es, sino que por el contrario, resulta falso desde el punto de vista
lógico.
Algunas falacias se cometen intencionalmente para persuadir o manipular a los
demás: muchas otras (la mayoría) se cometen sin intención debido a descuidos o
ignorancia. En ocasiones, las falacias pueden ser muy sutiles, por lo que se debe
poner mucha atención para detectarlas.
Que un argumento sea falaz, no implica que su conclusión sea falsa. Si yo digo
“Mañana va salir el sol porque el sol salió todos los días durante millones de
años, por lo tanto, es eterno”, la conclusión (mañana va a salir el sol) es verdade-
ra (se pueden ir a dormir tranquilos). Pero el razonamiento (“va a salir mañana
porque es eterno”) es incorrecto. De hecho, el sol de eterno no tiene nada; en
4.500 años se habrá apagado por completo.
Existe una gran cantidad de falacias. El especialista español Ricardo García
Damborenea, en su Diccionario de falacias –que es de dominio público y se
puede descargar gratuitamente; ver Bibliografía– identifica 77 falacias diferentes.
Otros autores llegan a 120, y hay listados que superan las 200. Pero en definitiva,
las que se usan con mayor frecuencia son unas veinte.
Es fundamental que los periodistas conozcan al menos las falacias más
comunes, para que puedan desenmascararlas cuando las utilice algún
entrevistado, o cuando las vean en alguna noticia o informe.

La falacia de la falsa causalidad


Esta falacia consiste en atribuir una falsa relación de causalidad entre hechos
sucesivos (“Si A vino primero y B vino después, A tiene que haber sido causa de
B) o correlativos (como los ejemplos que vimos anteriormente).
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En su libro Qué es (y qué no es) la estadística, Walter Sosa Escudero


(Escudero, 2014) recuerda que Oscar Wilde, en su celebrado El fantasma de
Canterville, cuenta que el lord inglés Canterville intenta disuadir al ministro es-
tadounidense Hiram Otis de comprar su finca embrujada, advirtiéndole que el
fantasma "data, con precisión, de 1574, y no deja de mostrarse nunca cuando está
a punto de ocurrir alguna defunción en la familia". A lo que Otis responde “¡Bah!
También lo hacen los médicos de cabecera". A pesar de la advertencia (y en pa-
labras de Wilde), "algunas semanas después se cerró el trato, y a fines de estación
el ministro y su familia emprendieron el viaje a Canterville", dando así comienzo
a uno de los cuentos más bellos que se hayan escrito.
Lo que Wilde sugiere, es que lord Canterville intenta disuadir a Otis de que
compre su finca con el argumento de que el fantasma mata gente. Otis se da
cuenta de la falacia y dice que el fantasma sólo precede a la muerte, pero no es la
causa, tal como ocurre con la presencia del médico de cabecera (o como podría
ocurrir con un cura).

Tyler Vigen (Vigen, 2015), señala que a fines del 1800, se detectó en Holanda
un fenómeno curioso: la tasa de nacimiento de los seres humanos iba de la mano
con el crecimiento de la población local de cigüeñas. Más adelante, varias gene-
raciones de padres apelarían al “te trajo la cigüeña” para evitar conversaciones
incómodas con sus hijos. Pero la correlación real persiste, y varios estudios reali-
zados en el siglo pasado y el actual confirmaron una conexión estadística signifi-
cativa entre las cigüeñas y la tasa de nacimientos humanos en varios países euro-
peos.

Más allá de lo anecdótico, muchas veces esta falacia provoca errores en el ám-
bito del periodismo e incluso en el mundo científico. En 1958, William Phillips,
un profesor de la London School of Economics, publicó un documento acerca de
la conexión entre el desempleo y la inflación. A medida que otros economistas
exploraron los datos de Phillips, la correlación se extendió como un reguero de
pólvora: las altas tasas de inflación estaban relacionadas con el bajo desempleo, y
viceversa. Las implicaciones a nivel de políticas públicas estaban claras. Las
economías nacionales sólo necesitaban elegir entre la inflación y el desempleo, o
de alguna manera, encontrar un equilibrio entre las dos. La Curva de Phillips,
como se llamó a esa correlación, influenció a las decisiones de política macro-
económica durante décadas tanto en Europa como en los Estados Unidos.
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Años más tarde, nuevas investigaciones demostraron que si bien la conexión


entre la inflación y el empleo era generalizada, resultaba demasiado simplista. La
Curva de Phillips no se mantuvo cuando se verificaron datos a más largo plazo.
Ambas variables estaban relacionadas, pero no tenían la influencia recíproca que
hasta entonces se les había atribuido.

Periodismo y falsa causalidad

En junio de 2015, una nota del diario Clarín tituló:

La Bolsa trepó 6,7% empujada por una posible alianza política

En la nota (Clarin.com, 2015), se explica:

La novedad política que incentivó al Merval [el Mercado de Valores de


Buenos Aires] fue que el precandidato presidencial, Ernesto Sanz, no des-
cartó la posibilidad de llegar a un acuerdo para sellar una alianza con
el Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires.

¿Una declaración de un precandidato no demasiado relevante puede tener tan-


to impacto sobre los inversores? Suena muy dudoso, y no hubo ninguna eviden-
cia de que haya sido así. Es más probable que el movimiento alcista se haya pro-
ducido por factores totalmente ajenos, y que el periodista haya resultado víctima
de la falacia de la falsa causalidad.

Esta falacia puede dar lugar a falsos argumentos. Imaginen que durante un de-
bate en torno a si los videojuegos violentos promueven conductas violentas en
los jóvenes, uno de los participante dice:

Entre 1993 y 2004, que fue la década del surgimiento y la gran masificación
de los videojuegos, los índices de violencia de la población disminuyeron en
varios de los principales países europeos. Por lo tanto, queda claro que es
una tontería suponer que los videojuegos son causa de violencia.

En realidad, no queda claro nada. Tal vez los videojuegos contribuyen a la


violencia, pero los índices de delitos violentos bajaron en los países mencionados
porque coincidieron con el boom económico generado por la Unión Europea. O
porque se aplicó una política de “tolerancia cero” que disminuyó los índices de
violencia.
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Otro ejemplo. Supongamos que Alice, una adolescente hija de una pareja de
mujeres, sufre una crisis de identidad, tras la cual se deprime, y finalmente se
suicida. Imagínense que un diario afirma:

Hace algunos años, cuando se debatió la posibilidad de que las parejas


del mismo sexo tengan hijos o los adopten legalmente, algunos especia-
listas alertaron sobre los posibles daños psicológicos que podrían sufrir
esos niños. Pues bien, este caso tal vez sea la demostración de que
aquellos pronósticos tenían una cuota de verdad.

El hecho de que una chica se haya criado en una familia no tradicional, y de


adolescente se haya suicidado, no implica causalidad. De hecho, el suicidio ado-
lescente es un problema grave en varios países, y en casi todos los casos, las víc-
timas se criaron en familias heterosexuales. Este episodio en cuestión no demues-
tra absolutamente nada. Para trazar una hipótesis mínimamente seria, habría que
demostrar que los hijos de padres homosexuales tienen un índice de depresión o
suicidio mayor al de los hijos de parejas convencionales. Y aún así, ese dato no
necesariamente indicaría causalidad. Tal vez haya otros factores que expliquen la
correlación. Tal vez los hijos de parejas del mismo sexo sufren un mayor grado
de discriminación, y esa discriminación acentúa las tendencias depresivas.

En una emisión del programa televisivo mexicano En el ring, se realizó un de-


bate sobre el siguiente tema: ¿el hecho de que una pareja conviva antes de casar-
se, incrementa posteriormente las probabilidades de divorcio?

Una de las participantes sostenía que sí, y basó su argumentación en un estu-


dio estadístico según el cual se verificaba que las parejas que convivían previa-
mente, tenían una tasa más alta de separaciones posteriores.

Supongamos que dicho estudio es serio y está bien hecho. Al igual que ocurría
con la caligrafía y el tamaño de las manos, una correlación no implica causalidad.
En este caso, entra en juego un tercer factor, que nadie mencionó, y que es el
verdadero causante de la correlación: el grado de conservadurismo de las parejas:

 Las parejas más conservadoras, influenciadas en parte lineamientos morales


o religiosos, son menos partidarias de la convivencia, y más proclives a convivir
recién al casarse. Pero al mismo tiempo, por sus mismas convicciones conserva-
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doras, son menos proclives a separarse o divorciarse, especialmente si tienen hi-


jos.

 Las parejas más liberales, por su parte, no tienen problemas en convivir an-
tes de casarse. Pero tampoco tienen problemas en separarse, aún teniendo hijos,
si comprueban que la relación no satisface sus expectativas.

En definitiva, la correlación entre convivencia y divorcio la explica el grado


de conservadurismo. No hay una relación causal entre convivencia previa y sepa-
ración.

HÁGALO USTED MISMO

En el sitio www.tylervigen.com pueden crear sus propias correlaciones, ba-


sándose en datos estadísticos verdaderos. Sólo tienen que elegir una estadística
(por ejemplo, “personas que murieron al caerse de una silla de ruedas”) y hacer
un click. El programa les dirá con qué se puede correlacionar, y les mostrará un
gráfico. Por ejemplo, podrán ver que las personas que murieron entre 1999 y
2005 al caerse de una silla de ruedas registran una correlación del 97,1% con el
incremento en el precio de las papas fritas envasadas.

El efecto dominó

En abril de 1954, cuando los comunistas vietnamitas asediaron a la guarnición


francesa en Dien Bien Phu, un periodista le preguntó al presidente estadouniden-
se Dwight D. Eisenhower sobre la importancia estratégica de Indochina. Eisen-
hower respondió con una analogía:

Si tienes una hilera de fichas de dominó paradas y derribas la primera,


ten la certeza de que lo que ocurrirá muy rápidamente, es que todas
las piezas terminarán como la primera.

Eisenhower señaló que si los comunistas no eran derrotados en Vietnam, su


victoria podría llevar al derrumbe secuencial de sus vecinos: Laos, Camboya,
Tailandia, Malasia, Indonesia y, eventualmente, Japón.
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Unas semanas después de la explicación aparentemente improvisada de Eisen-


hower, el Secretario de Estado John Foster Dulles se refirió a la Teoría del Do-
minó. La frase adquirió vida propia, condujo la política exterior estadounidense
en el sudeste asiático durante las siguientes dos décadas y justificó la Guerra de
Vietnam, en la que murieron 58.252 soldados estadounidenses y cerca de dos mi-
llones de vietnamitas.

El comunismo finalmente se adueñó de Vietnam. Y los pronósticos de Eisen-


hower no sólo no se cumplieron, sino que los países del sudeste asiático experi-
mentaron un fuerte crecimiento económico y una mejoría notable en su calidad
de vida.

De allí surgió el nombre de una falacia muy extendida, que se ve habitualmen-


te en las páginas de los periódicos: la falacia del efecto dominó, también conoci-
da como de la pendiente resbaladiza o de la bola de nieve.

La falacia consiste en creer que un pequeño cambio (tal vez de apariencia ino-
cua o inocente) en una dirección determinada, desencadenará una serie de acon-
tecimientos que llevarán a una verdadera catástrofe.

Aquí tienen tres ejemplos:

 El miedo conduce a la ira; la ira conduce al odio; el odio conduce al su-


frimiento. (Maestro Yoda. La guerra de las galaxias).

 Si esta ciudad es tomada, toda Sicilia caerá en su poder. Y a continua-


ción Italia. Y enseguida el peligro amenazará a toda Grecia. Porque no de-
liberamos sobre Sicilia sino sobre el Peloponeso entero. (Tucídides).

 Mi conexión con los Kennedy puso nerviosos a muchos republicanos.


Casi se los podía escuchar diciendo: “Sí, eso es justamente lo que necesi-
tamos: a Arnold y a su esposa liberal. Y luego vendrán su suegra [la her-
mana de John F. Kennedy] y su suegro [también demócrata]. Y luego
Teddy Kennedy. Y luego todos los demás. Es un maldito caballo de Troya”.
(Arnold Schwarzenegger, ex gobernador de California).

Otros ejemplos, en este caso ficticios:


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 “Cualquier recorte en los fondos de la universidad pública tal vez pa-


rezca banal, pero es muy peligroso. Los pequeños recortes abren la
puerta a los grandes recortes y, finalmente, al verdadero objetivo de es-
te gobierno: la supresión de la universidad pública gratuita”.

 “Una vez que una sociedad legaliza la posibilidad de quitarle la vida a


otra persona, sea por el motivo que sea, se entra en un proceso de de-
gradación moral. Y una vez que eso ocurre, con el tiempo se encontra-
rán otros justificativos, y luego otros, y así se terminarán justificando
muchas formas más de asesinato”.

 “Si los estudiantes no nos plantamos con determinación ante las au-
toridades universitarias por este problema pequeño, el decanato pensa-
rá que tiene luz verde para arrebatarnos todos nuestros derechos. Y eso
es lo que harán gradualmente, hasta no dejar ninguno”.

 “Si no bajamos la edad de imputabilidad penal, los jóvenes tendrán


cada vez menos motivos para trabajar honradamente, y más para dedi-
carse al delito. Así, arrastrarán a otros jóvenes por el mal camino, hasta
sumir a la sociedad en un caos”.

Deje de sufrir

Esta falacia no siempre se usa en sentido negativo. También se puede usar a la


inversa. Por ejemplo, cuando se pretende que a partir de un pequeño cambio po-
sitivo, se generarán muchos otros, que desembocarán en un océano de prosperi-
dad o felicidad:

Mis seminarios motivacionales lo ayudarán a elevar su autoestima.


Una autoestima más alta le dará más confianza y mejorará la imagen
que tiene de usted mismo. Eso le permitirá relacionarse con personas
más influyentes y ganar más dinero. A su vez, el dinero le dará mayor
seguridad, lo cual hará que se anime a explorar nuevos senderos de
realización personal, que lo llevarán, finalmente, a la plenitud espiri-
tual. Una vida de logros y satisfacciones lo espera. Aceptamos tarje-
tas de crédito y débito.

En el año 2010, durante el debate acerca de las retenciones al sector agrope-


cuario, un productor expresó en un programa radial:
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Muchísimas ciudades argentinas, como Pehuajó, Trenque


Lauquen o Pergamino, viven de la actividad agropecuaria. En
estas ciudades, cuando al productor agrícola le va bien, a los
peluqueros también les va bien, porque las mujeres los visi-
tan más seguido. Los restaurantes toma más personal porque
están más llenos; las librerías venden más libros; se abren
más negocios, y así se genera toda una cadena virtuosa, que
hace que en definitiva, se derrame prosperidad sobre esas
comunidades. No hay nada más beneficioso que dejar que al
productor agropecuario le vaya bien.

¿Por qué se considera que este tipo de esquemas son falaces? La falacia se
produce cuando no hay evidencias comprobables de que cada uno de los pasos
desencadene el otro. En las ciudades rurales, si el productor agropecuario gana
más dinero, tal vez a las peluquerías y a los restaurantes les vaya mejor. Es pro-
bable. Pero también puede ocurrir que el productor decida aprovechar ese dinero
excedente para comprarle un departamento a su hijo en Buenos Aires. O para ha-
cer ese viaje a Europa que tenía pendiente desde hacía tiempo. O tal vez se deci-
da a importar desde Alemania una cosechadora robotizada, o una ordeñadora au-
tomática que hará el trabajo de varios peones rurales, con lo cual, en definitiva,
aumentará la desocupación en su comunidad.

Invertir la carga de la prueba (Falacia ad ignorantiam)


—Scully: ¿Que tu hermana fue abducida por alienígenas? Eso es ridículo.

—Mulder: Bueno, mientras no puedas probar lo contrario, tendrás que aceptar


que es cierto. (De la serie de televisión Los expedientes secretos X).

Este breve diálogo ilustra una falacia muy común: invertir la carga de la prue-
ba. Quien sostiene una premisa, es quien está obligado a probarla, y no al revés.
Esta falacia funciona invirtiendo el orden: se supone algo como cierto, porque es
imposible probar su falsedad. Tal es el caso de los extraterrestres, los fenómenos
paranormales, los duendes, el monstruo del lago Ness o su versión criolla,
Nahuelito.
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Quienes argumentan de esta manera no basan su argumento en el conocimien-


to, sino en la ignorancia. Presuponen que una hipótesis es cierta simplemente
porque se ignora qué es lo que ocurre. Otro ejemplo:

No hay ninguna evidencia de que los egipcios ni ningún otro pueblo de la anti-
güedad tuvieran algún tipo de mecanismo que les permitiera manipular piedras
gigantescas como las que se usaron en las pirámides. Por lo tanto, mientras no
se pueda explicar cómo fueron colocadas esas piedras, tenemos que aceptar
como válida la idea de que intervinieron seres de otros planetas.

Otro ejemplo:

—Le resté tres puntos porque usted se copió en el examen.


—¡Yo no me copié!
—Demuéstreme que no se copió, y le devuelvo sus puntos.

Falacia del falso dilema


La falacia lógica del falso dilema involucra una situación en la que se presen-
tan dos puntos de vista como las únicas opciones posibles, cuando en realidad
existen una o más opciones alternativas que no han sido consideradas. He aquí un
ejemplo (Daniel Scioli: "No voy a andar reaccionando cada vez que alguno dice
algo", 2015):

El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, le marcó la cancha sin titubeos: "La


línea divisoria de aguas en la República Argentina está clara: o están con
los grupos corporativos concentrados o están con este proyecto político
que ha transformado la vida de millones de argentinos. Los que quieren
jugar a la política lo tiene que hacer en la posición que corresponde. O es-
tán de este lado o están del otro lado".

Las dos alternativas son con frecuencia, aunque no siempre, los puntos de vis-
ta más extremos dentro de un espectro de posibilidades. En vez de tales simplifi-
caciones extremistas, es más apropiado considerar el rango completo de opcio-
nes.

Es habitual que los conferencistas motivacionales, o de temas de autoayuda,


hagan comentarios de este tipo:
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El mundo se divide en dos clases de personas: las que hacen realidad sus
sueños, y las que trabajan todos los días de 9 a 18 por un salario reducido
para aquellos que hacen realidad sus sueños. ¿A qué grupo de personas les
gustaría pertenecer?

Es obvio que el mundo no se divide de esa manera, sino que existe una enorme
cantidad de graduaciones intermedias. Hay ejecutivos que ganan 30 o 40 millo-
nes de dólares por año, pese a lo cual son meros empleados que trabajan para los
accionistas de las empresas que los contratan. Y no dan la sensación de sentirse
fracasados ni infelices.

Falacias ad hominem
A la hora de debatir o argumentar, hay dos cursos principales de acción. Uno
es cuestionar la propuesta o las ideas del adversario (lo que se conoce como ar-
gumentación ad rem, “en relación a la cosa”). La otra alternativa es cuestionar al
oponente; centrarse en la persona y no en el contenido de su discurso. Es lo que
se denomina argumentación ad hominem (hacia la persona).

Esto da lugar a las falacias ad hominen, que buscan descalificar, a través de


razonamientos incorrectos, al oponente. Una falacia ad hominem tiene la estruc-
tura siguiente:

—A afirma B;

—Hay algo cuestionable (o que se pretende cuestionar) acerca de A;

—Por lo tanto, B es falso.

El hecho de insultar o agraviar a una persona no constituye necesariamente


una falacia ad hominem. Para que haya una falacia, debe quedar claro que el pro-
pósito del ataque sea desacreditar a la persona que está ofreciendo la afirmación,
para luego rebatir la afirmación como si fuera una consecuencia lógica de lo pri-
mero. Veamos a continuación algunos ejemplos de falacias ad hominen.

Falacia genética

Este tipo de argumento no tiene nada que ver con el ADN, los cromosomas ni
la biotecnología. Simplemente consiste en descalificar a un argumento debido a
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su origen, es decir, a quien lo esgrime. La falacia genética comete el error de su-


poner que la fuente de un argumento afecta su validez.

Una persona abiertamente malvada a veces puede utilizar argumentos valede-


ros, mientras que los santos no son inmunes a la estupidez. Los argumentos se
sostienen por sí solos; su fortaleza o debilidad no derivan de su fuente. Al decir
de Montaigne: “Un hombre de buenas costumbres puede albergar opiniones fal-
sas y puede un malvado predicar la verdad, aunque no crea en ella” (Montaigne.
Ensayos).

Aristóteles, una de las grandes figuras del conocimiento humano, además de


haber sido un gran filósofo es considerado el padre de la lógica, la botánica y la
zoología. Pero demostró estar equivocado en otros campos del conocimiento. Por
ejemplo, su teoría según la cual la Tierra se encuentra estática en el centro del
universo, dio origen a varios siglos de interpretaciones erróneas.

La forma más moderada de esta falacia consiste en anular al oponente como


interlocutor válido para opinar sobre el tema, sin que eso implique necesariamen-
te agraviarlo:

 “¿Qué puede saber un cura sobre la educación de los niños, si por definición
nunca tuvo hijos?”

 “Usted, licenciado, no puede hablar sobre el aborto. Hay cuestiones que só-
lo las mujeres, que las padecemos en carne propia, podemos comprender ca-
balmente”.

 “No creo que mi contrincante esté en condiciones de debatir seriamente.


Todos sabemos que como periodista, trabaja para un medio oficialista, por lo
cual la única opinión que está autorizado a expresar es la del gobierno”.

En el siguiente artículo de opinión publicado en el diario argentino Clarín, sus


autores buscaron descalificar la labor del organismo local encargado de la lucha
contra las drogas, atacando ad hominen con cierta sutileza a los sucesivos direc-
tores del mismo (Souza & Mansilla, 2015):
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En diciembre de 2011, el secretario José Granero (un odontólogo) fue su-


cedido por el Dr. Rafael Bielsa (un diplomático). A su renuncia, la Sedronar
queda a cargo del Dr. Postiglioni (un ex director de la Policía Aeroportua-
ria). Luego asume como titular Juan Carlos Molina (un cura). Hasta que ha-
ce pocos días asumió el nuevo secretario, el Dr. Lerner (un abogado).

De esta manera, los autores buscan descalificar a los directivos del Sedronar
debido a sus profesiones, aduciendo que no eran especialistas en la materia. La
realidad es que si se quiere demostrar el fracaso de una gestión, hay que hacerlo
con argumentos.

Falacia de la inconsistencia

Un caso particular de la falacia genética, es la llamada falacia de la inconsis-


tencia, cuyo nombre técnico en latín es tu quoque, que significa “Tú también”.
En el sentido de “no me puedes criticar por algo que tú también haces”. Según el
diccionario de falacias de Ricardo García Damborenea, se trata de…

…una variedad de ataque personal que consiste en rechazar un razo-


namiento alegando la inconsistencia del proponente. Se le acusa de
hacer o defender lo mismo que condena o, al contrario, de no practicar
lo que aconseja hacer a otros. Es decir, se emplea para despreciar las
razones de quien [supuestamente] no es consecuente, sin analizarlas.

Se trata de una falacia bastante arraigada en la cultura universal, reforzada por


frases tales como consejos vendo y para mí no tengo, o la sentencia bíblicas el
que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ya lo dijo Jesús:

“¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la vi-
ga que está en el tuyo? (…) ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y
entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lucas
6, 41-42).

Fíjense que en el párrafo mencionado, se utiliza la palabra hipócrita. Esa es,


justamente, la idea; acusar de hipócrita al oponente para descalificar el contenido
de su propuesta sin siquiera analizarla.

El investigador Madsen Pirie, fundador del Adam Smith Institute, señala


(Pririe, 2006):
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Se busca anular una afirmación al sostener que quien la efectúa es cul-


pable de hacer justamente aquello a lo que se opone. Implica cambiar
de tema y pasar del tema en cuestión, a cuestionar al oponente. Es una
falacia porque la verdad o falsedad de una afirmación no tiene nada
que ver con el background de la persona que la realiza. Las evidencias
a favor o contra de una afirmación no se ven alteradas por los detalles
de las acciones previas de quien la pronuncia.

Tres ejemplos clásicos:

 Ahí está ése, dándonos consejos a los griegos sobre concordia, cuan-
do aún no ha logrado convencerse a sí mismo, a su mujer y a su criada
–tres personas tan solo— a ponerse de acuerdo en su vida íntima. (Plu-
tarco, Preceptos conyugales).

 No hay nada más intolerable que exigir a otro rendir cuentas de su


vida, quien no puede rendirlas de la suya. (Cicerón).

 Muy gran vergüenza han de tener de corregir a otros los que ven que
hay mucho que corregir en sí mismos; porque el hombre tuerto no
toma por adalid al ciego. (Fray Antonio de Guevara).

Bibliografía
Clarin.com. (2 de Junio de 2015). Obtenido de http://www.ieco.clarin.com/economia/Bolsa-
sube-dolar-suma-centavos_0_1368463486.html
Damborenea, R. G. (15 de Febrero de 2018). Uso de razón. Obtenido de
http://www.usoderazon.com/conten/arca/dicci/dicci2.htm
Damborenea, R. G. (s.f.). Diccionario de falacias. Recuperado el 20 de Febrero de 2018, de
http://www.usoderazon.com/conten/arca/dicci/dicci2.htm
Escudero, W. S. (2014). Qué es (y qué no es) la estadística. Usos y abusos de una disciplina
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