Ifea 5173
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DOI: 10.4000/books.ifea.5173
Editor: Institut français d’études andines, Editorial Equinoccio, Universidad de Marné-la-Vallée
Lugar de edición: Caracas
Año de edición: 2006
Publicación en OpenEdition Books: 3 junio 2015
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821844179
http://books.openedition.org
Edición impresa
ISBN: 9789802372416
Número de páginas: 420
Referencia electrónica
CARRERA DAMAS, Germán (dir.) ; et al. Mitos políticos en las sociedades andinas: Orígenes, invenciones,
ficciones. Nueva edición [en línea]. Caracas: Institut français d’études andines, 2006 (generado el 26
novembre 2019). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/ifea/5173>. ISBN:
9782821844179. DOI: 10.4000/books.ifea.5173.
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El uso político del mito no es una novedad. Lo que sí es nuevo en América Latina es la potente
emergencia de mitos históricos y su utilización como fuente de legitimidad política. Se cuestiona
así la "racionalidad" que había venido sustentando los procesos democráticos del continente. ¿Es
que basta con invocar el inasible concepto de "populismo" (militarista o civilista), hoy cada vez
más extendido, para dar cuenta de los complejos y diversos procesos en el subcontinente? ¿No se
funda ese populismo en creencias desarrolladas a lo largo de la construcción, reelaboración y
hasta invención de nuestras respectivas historias nacionales? ¿Cuánta fuerza ejerce aún el pasado
hispánico y prehispánico en la forja de nuestra cultura política? Si en todas partes el pasado sirve
para construir el presente, si toda historia nacional ha estado siempre al servicio de un propósito
retórico más allá de sí misma, ¿cómo y por qué se desarrollan esas prácticas constructoras de
prestigio y legitimación? Desde la singularidad de sus miradas nacionales, una veintena de
investigadores de Bolivia, Colombia, Ecuador, Francia, Inglaterra, Perú y Venezuela elabora y
propone sugestivas respuestas. Este esfuerzo colectivo por reconstruir el origen y la trayectoria
de los mitos fundacionales y de nacionalidad, en función de nuevos contextos en los siglos XIX y
XX, sienta las bases de una historia comparativa de las mitologías modernas en el área andina y
su influjo en la realidad política. Desde la narrativa sobre el "tirano" Rumiñahui a mediados del
siglo XVI hasta el bolivarianismo de Hugo Chávez en la Venezuela de nuestros días, es un
apasionante itinerario por nuestra cultura simbólica, indispensable para historiadores,
politólogos y estudiosos de América Latina, que ningún lector bien informado debe perderse.
2
Prefacio
Marco Palacios
1 1 Atribulado por la tragedla producida por el nazismo, el filósofo judío alemán Ernest
Cassirer regresó al tema del mito. En 1926 había tratado las relaciones de mito y
lenguaje. Unos 20 años más tarde, en un texto que sería publicado poco después de su
muerte, El mito del Estado, (1946) advirtió sobre la invulnerabilidad del mito frente a la
razón. “De todos los ídolos humanos, dijo, los mitos políticos, los idola fori, son los más
peligrosos y pertinaces”. Reflexionando sobre los tiempos presentes Cassirer subrayó
que llegó a ser ostensible “la preponderancia del pensamiento mágico sobre el
pensamiento racional en algunos de nuestros sistemas políticos”.
2 En cierto modo, concluye Cassirer, el político del siglo XX debe ser simultáneamente un
homo magus y un homo faber. Y “en el reino de lo político la palabra mágica tiene
precedencia sobre la palabra semántica”. Por esto los caudillos totalitarios toman a su
cargo funciones que en las sociedades primitivas estaban reservadas a los magos: no
sólo revelan el designio de los dioses sino que adivinan o sea, profetizan una Edad de
Oro en un arco entre el presente y el futuro para siempre jamás. Un arco que sólo es
posible tender en la circularidad mítica: simultáneamente hay que mirar atrás, al
pasado maravilloso de la Arcadia.
3 Estas ideas del filósofo alemán adquieren relieve si queremos apreciar mejor las claves
de Mitos políticos en las sociedades andinas: Orígenes, invenciones y ficciones. En sus páginas
el lector encontrará un esfuerzo por reconstruir la trayectoria de los mitos
fundacionales y de nacionalidad y sus transformaciones, en función de nuevos
contextos e hitos en los siglos XIX y XX. Sienta así este texto las bases para emprender la
tarea de la comparación de las mitologías modernas en el área andina.
4 El libro recoge, primero que todo, los resultados de una denodada labor de crítica
histórica y social de los idola fori que desde el destello de la “ruptura originaria”
(Guerra), acaecida en alguna “fecha-mito fundacional de la República” (Leal) han dado
fundamento, y por generaciones, a nuestras convicciones, sueños y orgullo de ser
nacionales. El lenguaje, más precisamente la literatura, que puede ser tan próxima a la
política, es esencial para la expresión e instrumentalización del mito político, como en
el caso del “Siglo de Oro de los Borbones” (Lomné) que, en la pluma de Manuel del
3
Socorro Rodríguez y bajo el reinado de Carlos IV, pudo causar en Santafc de Bogotá
estados de júbilo por el “Augusto Monarca” (1791-1792) y de posterior desencanto con
el “Rey Guerrero” (1797).
5 En este libro podrá seguirse el recorrido de la construcción historiográfica de la fecha-
mito (Leal) así como la crítica de la “prisión historiográfica” en la elaboración y giros de
estereotipos nacionales, como son los del llanero venezolano (Thibault), del indígena y
el indigenismo en Perú (Lemogodeuc) y en Bolivia (Soux); en Colombia, serían los
antioqueños (Londoño) y la edad de oro del bipartidismo liberal-conservador
(Gutiérrez); podremos ver la fabricación épica del héroe (Hébrard y Estuptñán). o del
contra héroe (Salas); o la recreación de un padre de la patria aún más pertinente que el
padre primigenio (Pino); o el proceso de tabulación de los fundamentos de la nueva
política democrática, también a partir de fechas-mito (Dávila); o, los prejuicios
colectivos que intelectuales y políticos venezolanos y colombianos profesan sobre la
nación del vecino, poniéndose mutuamente en entredicho (Posada-Carbó); o, acaso, en
la capa de los sentimientos del pueblo llano, aunque también suelan expresarse en
formato de discursos político-culturales, se gestan esas “percepciones cruzadas”
(Martínez) de un tradicionalismo oligárquico colombiano y un modernismo venezolano
de pardocracia, al parecer vigentes. Al alba del siglo XXI, mientras los venezolanos,
dejados atrás los culturalismos, prosiguen arropados en la “nación cívica”, los
colombianos buscan decididamente rehabilitar la nacionalidad bajo un mito mestizo. A
propósito de esto, recordemos cuan pródigo resultó el siglo XX mexicano en el arte de
instituir, a través de la educación masiva, fábulas de mestizaje como fundamento de la
nación.
6 En sus primeras versiones acerca del origen de la nacionalidad nuestros idola fon dieron
pábulo a un optimismo desbordado que luego devendría en su opuesto: el logos
pesimista de la “aún inconstituida sociedad” que subyace al pensamiento de Lucas
Alamán, de Fermín Toro y de Bartolomé Mitre (Soriano) o, más tarde en las ideas de
Miguel Antonio Caro, en lo que pareció ser un destiempo muy colombiano en la
Hispanoamérica a lomo de los siglos XIX y XX. Desde este punto de perspectiva no será
difícil advertir la existencia de un péndulo “optimismo-pesimismo” en los ya casi
doscientos años que llevamos de vida republicana.
7 2 Es absolutamente imposible opacar la presencia abrumadora que mantiene en Mitos
políticos en las sociedades andinas: Orígenes, invenciones y ficciones ese mago y hacedor de la
política cotidiana en que se convirtió “el teniente coronel sobreseído y retirado Hugo
Rafael Chávez Frías, actual Presidente de la por él bautizada República Bolivariana de
Venezuela” (Carrera Damas).
8 Pese a la hondura y aptitud que amparan los análisis de las mitologías fundacionales del
indígena peruano y boliviano promovidos al status de ciudadano, o de las abigarradas
formas de expresión cultural y regionalista de la política colombiana, la médula de este
texto parece inserta en un momento excepcional de la historia venezolana que tiene
amplias repercusiones en el mundo andino y en toda Latinoamérica y que requiere
explicaciones. En este sentido estamos ante unas páginas acerca de los mitos políticos y
“tradiciones inventadas” en los países andinos puestos en el espejo de Venezuela en su
historia pasada y en su historia presente.
9 Parece atravesar Venezuela un momento “de ruptura” y vuelta a los orígenes prístinos
de una poderosísima entelequia que el profeta Chávez dio en denominar
bolivarianismo. Un bolivarismo rococó en el cual para cada situación concreta el líder
4
ofrece la faceta particular de un mito del Libertador que la ilumina y resuelve y gana así
legitimidad retrospectiva en una coyuntura que el profeta quiere monopolizar con sus
círculos bolivarianos y su manifiesta pretensión de borrar todo aquello que no sea
“nosotros” (Arenas y Gómez Gaicano) y que quisiera extender a toda la América Latina
(Carrera Damas). Pretendida ruptura y regreso al origen purificador que, bien mirada,
no parece, hasta ahora, cosa distinta que un manido populismo autoritario.
10 No importa que la magia del chavismo descubra su genealogía en “el árbol de las tres
raíces” con sus dos Simones y un Ezequiel. Pero es populismo anacrónico, al fin y al
cabo: en cuanto Chávez realiza los papeles de artífice y artesano político, homo faber,
puede verse proyectado a la luz y a la sombra de la práctica de sus enemigos históricos,
es decir, en la que se hizo experta en el arte de ganar en el sufragio universal y en jugar
la carta petrolera.
11 3 Este Prefacio no tenía razón de ser. Los organizadores del simposio que son los
editores de la obra habían dispuesto una Introducción a cargo de F.-X. Guerra, Germán
Carrera Damas y el firmante. No fue así: a los pocos meses de la reunión, convocada y
realizada bajo la calidez y hospitalidad de nuestros anfitriones venezolanos, François-
Xavier Guerra, el gran historiador y maestro, falleció.
12 Así, el Prefacio sólo quiere subrayar el mérito de todos los coautores en su afán de
descifrar el significado de los idola fori, en estos tiempos andinos algo inhóspitos a la
razón y a la inteligencia.
13 México, DF, mayo de 2005
5
Introducción
Germán Carrera Damas, Carole Leal Curiel, Georges Lomné y Frédéric
Martínez
1 “¿Es útil engañar al pueblo?” fue el tema que d’Alembert sugirió a Federico ii para el
concurso de la Real Academia de Ciencias y Letras de Prusia que tuvo lugar en 1777.
Uno de los ganadores, Frédéric de Castillon, respondió a esa interrogante en sentido
afirmativo, recordando, no sin prudencia, que Platón así lo había “incitado” con la
condición de que fuera dentro de la óptica del “bien común”. Este ejemplo es uno de los
que Cario Ginzburg ha escogido con el fin de mostrarnos que la reflexión sobre el “uso
político del mito” no es nueva1. El historiador italiano no deja de subrayar que Castillon
llegó a la conclusión de que en la época, en la veta de las religiones paganas, un “nuevo
error” estaba a la orden del día: el “patriotismo” que “muy pronto comenzará a
celebrar sus propios ritos en la mayor parte de Europa”. Sin duda, el uso político del
mito -como señala Ginzburg— no es una novedad. Lo que sí es de reciente data en
América Latina es la fuerza de la reemergencia de mitos históricos como nueva fuente
de legitimidad política en aparente cuestionamiento a la “racionalidad” de las bases que
hasta el presente han sustentado los procesos políticos democráticos del continente.
¿Acaso basta con invocar, como es hoy lugar común, el inasible concepto de
“populismo” (en sus vertientes militarista o civilista) para dar cuenta de procesos
complejos y diversos que asaltan como un espectro en América Latina? ¿No están a la
base de ellos creencias larvadas a lo largo de la construcción y reelaboración, cuando no
la invención, de nuestras respectivas historias nacionales? ¿Cuánta fuerza ejercen aún
los pasados hispánico y pre-hispánico en la forja de nuestra cultura política? Y, si es el
caso, como ha señalado Geoffrey Hawthorn, que en todas las historias nacionales
siempre ha existido la intención de que las respectivas historias se pongan al servicio
de algún fin que trasciende el fin de la historia misma, hay que preguntarse entonces,
dado que en todas partes el pasado se usa para servir al presente, ¿cómo y por qué se da
ese uso?2
2 Algunas de estas interrogantes y la imperiosa necesidad de reflexionar sobre el tema —
asunto poco atendido con notorias excepciones, como es el caso para Venezuela, de
Manuel García Pelayo y en lo que concierne al peso ejercido por el mito de Bolívar las
de Germán Carrera Damas y Luis Castro Leiva3—, y hacerlo desde una perspectiva
6
aislado es el nodulo del mito”7. ¿No está justamente la tuerza del mito en su facultad de
llegar a la multitud? En ese sentido, los mitos son agentes de la historia y merecen,
pues, ser analizados.
5 El libro ha sido organizado en tres partes. En la primera, Mitos fundacionales, están
agrupadas las ponencias intituladas Un mito neoclásico: “El siglo de oro de los Borbones”, en
Santafé de Bogotá (1795-1804), por Georges Lomné; El 19 de Abril de 1810: La “mascarada” de
Fernando como fecha fundacional de la Independencia de Venezuela, por Carole Leal Curiel;
Formas del curso de la historia en Venezuela: ¿Historia con sentido o “juego de la oca”?, por
Graciela Soriano; ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Apuntes sobre la nostalgia republicana en
Colombia contemporánea, por Francisco Gutiérrez Sanin; y Momentos fundacionales del
imaginario democrático venezolano, por Luis Ricardo Dávila. Los mitos que tratan estas
ponencias, la condición de fundacionales está cargada de historicidad, en el sentido de
que, pese a tener un origen cercano del presente, destacan por su perdurabilidad en el
papel desempeñado en el inicio o en la justificación de procesos históricos de vasto y
prolongado alcance. Cierto que para legitimar su denominación no puede invocarse la
pretensión de que pertenezcan a “las edades míticas” a que se refiere Séneca en el
capítulo II de su tratado “De la constancia del sabio”, relacionándolas con Ulises y
Hércules, pese a que no han faltado historiadores y bardos que los hayan visto
transmutados en los héroes de la Independencia.
6 En la segunda parte, Tradiciones inventadas, están agrupadas las ponencias intituladas
La manipulación del “tirano” llamado Rumiñahui: Una imagen historiográfica negativa en el
largo plazo, por Tamara Fstupiñán; Un mito de identidad: El indigenismo en Perú, por Jean-
Marie Lemogodeuc; La identidad regional de los antioqueños. Un mito que se renueva, por
Patricia Londoño; La nación y su pasado: Miradas cruzadas entre Colombia y Venezuela, por
Frédéric Martínez; Colombia en el Cesarismo democrático, por Eduardo Posada-Carbó; y El
mito del “hombre fuerte y bueno”, ¡deas para un estudio que pueda malar a Gómez por Elias
Pino Iturrieta. Obviamente, moviéndonos siempre en las vecindades del mito, no parece
que sea posible inventar una tradición sin tener la posibilidad de dotarla de algún grado
de verosimilitud historicista. También, de esta manera se forman las tradiciones
cuando se generan por sí mismas, al estilo de la que ve a Simón Bolívar como el
libertador de los esclavos, o jinete en su caballo blanco, recorriendo los cacaotales de
Barlovento en noches de luna llena. En cambio, cuando la tradición la concibe y de
hecho la funda el historiador mediante su interpretación de la historia, cabría pensar
que se requerirá del auxilio del tiempo para que se convierta no ya en mito sino tan
sólo en reconocida tradición.
7 En la tercera parte, Ficciones democráticas, están agrupadas las ponencias intituladas El
hombre en armas: De la heroización al mito, por Véronique Hebrard; Manuel Piar: Mito y
leyendas de una identidad forjada en la trasgresión, por Yolanda Salas; De la ficción al mito.
Eos llaneros de Independencia de Venezuela, por Clément Thibaud; El mito de la igualdad
ciudadana y la dominación postcolonial. Eos derechos indígenas en la Bolivia del siglo XIX, por
María Luisa Soux; y Eos circulos bolivarianos: El mito de la unidad del pueblo, por Nelly
Arenas y Luis Gómez Calcaño. Aquí acecha el vicio del modernismo, resultado de volcar
los sucesos y las actitudes de ayer en la conceptuación de hoy. Ningún alerta es
suficiente para prevenir esta situación, pues al riesgo de la conceptuación se añade la
acechanza de la fallida sinonimia. Quizás pueda aducirse que en las ficciones
democráticas se invierte el curso vital del mito fundacional, e incluso de la tradición
inventada, ya que a diferencia de lo que sucede con éstas últimas, en las Ficciones
8
NOTAS
1. Carlo Ginzburg, “Mythe. Distance et mensonge” en A distance. Neuf essais sur le point de vue en
histoire, traducido del italiano por Pierre-Antoine Fabre, Paris, Gallimard, 2001, pp. 61-63.
2. Geoffrey Hawthorn, “Los usos del pasado en política” en Usos y abusos de la historia en la teoría y
en la práctica política, traducción del inglés por Luis Castro Leiva y Javier Sasso, Caracas, Serie
Seminarios-Colección Ideas, 1988, pp. 11-44.
3. El culto a Bolívar de Germán Carrera Damas, publicado en Caracas por la Universidad Central de
Venezuela, 1967, constituye un clásico de la historiografía venezolana y latinoamericana. En el
caso de Luis Castro Leiva véase en especial De la patria boba a la teología bolivariana, segunda
edición en Obras de Luis Castro Leiva, Volumen 1, Caracas, edición de la Fundación Polar-
Univcrsidad Católica Andrés Bello, 2005, pp. 174-400.
4. Chantai Delsol, Michel Masloswski et Joanna Nowicki (coordinadores), Mythes et symboles
politiques en Europe Centrale, con prefacio de Pierre Chaunu, Paris, Presses Universitaires de
France, 2002.
5. Fcos-Nord es un programa bilateral de investigación y formación académica entre
universidades francesas y universidades de la zona del norte de América Latina (Colombia,
Venezuela, México), el cual recibe el soporte del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia y los
respectivos entes gubernamentales vinculados a la investigación científica (Fonacit para
Venezuela) de la región latinoamericana. En el caso que nos concierne se trata del programa de
investigación “Republicanismos en Francia y Venezuela”, inscrito en el Ecos-Nord, que se lleva a
9
cabo desde el año 2002 entre el Postgrado en Ciencia Política de la Universidad Simón Bolívar y el
Departamento de Áreas Culturales y Políticas de la Universidad de Marne-la-Vallée, coordinado
por los profesores Omar Noria (USB) y Chantai Delsol (UMLV).
6. Aristóteles, Poética, 9.
7. Ginzburg, “Mythe. Distance et mensonge”, op. cit., p. 72.
8. Cf. Izaskun Alvarez Cuartera y Julio Sánchez Gómez, dir. Visiones y revisiones de la independencia
americana, Salamanca, (IIIer Coloquio Internacional de Historia de América: “La independencia de
América”, Salamanca, noviembre de 2001), Publicaciones de la Universidad de Salamanca,
2003,243 p., pp. 89-110.
10
político: las críticas circunstancias —la acefalía del poder— les han obligado a asumir la
soberanía como cabezas políticas que son de su provincia o de su reino. Sin embargo,
bien saben que su preeminencia política, generalmente reconocida, no basta para
legitimar duraderamente a los nuevos poderes. Por eso, proponen a los otros pueblos
ampliar la representatividad de la Junta por el envío a ella de diputados o reunirse en
un congreso. Se trata así, de resolver por la representación política un doble problema:
el de la ilegitimidad de las nuevas autoridades y el de la unidad de los pueblos.
Problema de difícil solución, puesto que, por un lado y contrariamente a las trece
colonias británicas, no existen precedentes de esta reunión ni prácticas representativas
por encima de las ciudades; por otro, no está claro qué área geográfica deba cubrir esa
representación. La vía estaba abierta a las querellas y a las rivalidades entre los pueblos.
22 Regiones tan importantes como Nueva España, Perú o Cuba reconocieron, en efecto, al
Consejo de Regencia; más aún, incluso en el Río de la Plata, Nueva Granada o Venezuela,
bastantes ciudades se negaron a reconocer la autoridad de los nuevos gobiernos. Las
rivalidades políticas y la lucha por la supremacía regional se cargan de elementos más
pasionales12. Las diferencias de actitud política, lejos de ser consideradas como en la
península una alternativa en una situación confusa y excepcional, fueron vistas, al
contrario, por unos y por otros como verdaderas traiciones. Los que habían aceptado la
autoridad de la Regencia consideraron a los juntistas como rebeldes que conspiraban
por la independencia y estos a aquellos como juguetes entre las manos de los
peninsulares y traidores a la causa americana. Por eso, tanto unos como otros
intentaron inmediatamente reducir por la fuerza a sus adversarios.
23 A estos motivos de conflicto, propiamente americanos, se sumó pronto la actitud de las
autoridades peninsulares. La constitución de las juntas americanas estaba fundada,
para la mayoría en la hipótesis —nada absurda en 1810— de la derrota total de la España
resistente. Pero, los patriotas españoles no fueron completamente aplastados y, con la
ayuda inglesa, continuaron la guerra. Cádiz, asediada, no cayó y el Consejo de Regencia,
reconocido por las regiones españolas libres y una parte de América, se mantuvo y
transmitió su poder en septiembre de 1810 a las Cortes reunidas en Cádiz. A la cabeza
de la monarquía se encontraba ahora un organismo que, aunque de escasa
representatividad al principio, tenía una fuerte legitimidad simbólica, que se acrecentó
luego por la incorporación de otros diputados españoles y americanos. Al conflicto
entre americanos viene, pues, a añadirse el que opone a las juntas americanas con los
gobiernos centrales de la monarquía. En menos de un año, el posible compromiso entre
ellos fracasó a pesar de la mediación inglesa13. La debilidad misma de estos poderes
inéditos reforzó a su intransigencia mutua.
24 La guerra, por tanto, va a seguir muy de cerca la fundación de las juntas en Sudamérica
y, en México, el levantamiento de Hidalgo y la gran explosión social que lo acompaña 14.
Guerra que es doblemente una guerra civil: por un lado, guerra interna entre las
regiones y ciudades que aceptan el nuevo gobierno provisional español y las que lo
rechazan; y, por otro, guerra exterior contra el gobierno central de la monarquía. A
partir de entonces y durante largos años, la América hispánica va a ser un continente
desgarrado entre poderes políticos rivales, legitimidades contradictorias e identidades
en gestación.
16
DISCURSOS EN PUGNA
25 La divergencia de actitudes no provoca únicamente lo que podría calificarse de debate
de opinión, sino también la elaboración de múltiples discursos que pertenecen tanto al
registro de la lucha de bandos y facciones como al de la propaganda de guerra y a la
guerra de propagandas. En estos debates apasionados el lenguaje, los argumentos y las
prácticas de comunicación modernos coexisten y se mezclan con los del Antiguo
Régimen, la imprenta con el manuscrito, la razón con la pasión.
26 Las múltiples formas de expresión que en 1808 habían manifestado el unanimismo del
patriotismo hispánico conducen ahora a una división creciente en el cuerpo político.
Utilizadas como armas de un conflicto civil, sus usos son múltiples, tanto externos
como internos. No se trata sólo de legitimar hacia fuera los nuevos poderes, sino
también de hacer propaganda clandestina en el campo contrario, de luchar con la
quinta columna del interior y de movilizar a la población15.
27 Para ello, se emplea toda la gama de las prácticas de comunicación del Antiguo Régimen
—envío de emisarios y de correos clandestinos, propagación de rumores, utilización del
pasquín, del libelo, de las hojas volantes- y diversos géneros literarios —proclamas,
poemas, canciones, catecismos, sátiras, diálogos jocosos— No se trata de una discusión
racional, sino de desacreditar o desmoralizar al adversario y de exaltar o movilizar a
sus partidarios; no tanto de convencer, como de “hacer creer” y de “hacer actuar”. Por
los fines que se propone, toda esta literatura se dirige, principal aunque no
exclusivamente, a un público muy amplio: al pueblo de las ciudades, teatro principal de
la política, pero también a la población del campo: en México, desde 1810, y
progresivamente, luego, en la parte sur del continente a medida que la guerra exige la
movilización popular o provoca la entrada en liza de los grupos rurales.
28 Los temas de lo que va a ser al mismo tiempo un debate de opinión moderna, una
guerra de propagandas y una lucha de facciones van a ir evolucionando con el tiempo.
En un primer período, se trata antes que nada de justificar su propia acción y de
denigrar a los adversarios. Los insurgentes se esfuerzan por convencer a sus
compatriotas de la justicia de su causa. La rotunda negativa, por parte de las
autoridades regias, a aceptar gobiernos autónomos en América es presentada como una
violación de los derechos de los americanos, ya se consideren estos bajo la vieja óptica
pactista o la nueva de los derechos naturales. Las autoridades fidelistas son asimiladas
al despotismo, al gobierno arbitrario, a la tiranía. Los tan frecuentes ataques a los
mandones expresan en lenguaje popular el rechazo a esas autoridades, ilegítimas por su
origen puesto que no han surgido de la voluntad de los americanos y, por tanto,
también en su ejercicio. Los manifiestos dirigidos a un público más popular (en Nueva
España, en el Alto Perú) apelan a la lucha contra ellas utilizando el vocabulario del mal
gobierno, el viejo lenguaje y la fuerza de movilización de las revueltas del Antiguo
Régimen. En estos casos, la opresión política se carga de tintes sociales y los
peninsulares (gachupines, chapetones), son designados como los responsables muy
concretos de los abusos y de las dificultades de los tiempos.
29 La exaltación constante de la libertad es, ante todo, la reivindicación de una libertad
colectiva: la de los americanos respecto a los españoles, la de la patria. Difícil es al
principio distinguir si esta libertad es una demanda de autogobierno o de
independencia total o de qué patria se trata, pues esta remite a América en su conjunto
tanto como a los diferentes pueblos. Pero, a pesar de esta incertidumbre, la patria va
17
invadiendo todo el lenguaje de los partidarios de las juntas, convirtiéndose poco a poco
en invocación suprema, en el centro de un nuevo culto que pronto celebrarán los
símbolos y las ceremonias.
30 Los fidelistas, por su parte, centran su discurso y su propaganda en la ilegitimidad de
toda acción contra la autoridad constituida. El corte de la argumentación es
profundamente absolutista: nadie, y por ningún motivo, puede rebelarse contra las
autoridades regias. El rechazo de todo tipo de pactismo es radical y la influencia de
Bossuet —ampliamente difundido en la segunda mitad del siglo XVIII, traducido y
adoptado por autores como Joaquín Lorenzo de Villanueva16— es patente. El poder del
rey viene directamente de Dios y de él a sus representantes y ningún derecho, ni
individual ni colectivo, puede ser alegado contra ellos. La rebelión contra las
autoridades es siempre ilegítima y un grave pecado que trae consigo, además, la
disolución del orden social. En Nueva España, trastornada por la insurrección popular,
estos temas son incansablemente repetidos en toda clase de proclamas, cartas
pastorales, sermones, artículos de prensa, pero también están presente en América del
Sur, influyendo incluso en los patriotas que en sus documentos deben insistir en la
tranquilidad pública y orden que reinan en sus provincias.
31 A estos temas de índole más bien política se mezclan otros más pasionales que remiten
a la guerra y a sus excesos: ejecuciones sumarias, represión contra los no combatientes,
saqueos. Muy rápidamente, la denuncia de estos excesos se convierte en una constante
de la propaganda de cada campo. Para los realistas: la ejecución del ex-virrey Liniers en
el Río de la Plata, o del incidente de Paula Sanz en el Alto Perú, o los saqueos y
matanzas de las “hordas” de Hidalgo en Nueva España. Para los insurgentes, la matanza
en prisión de los “mártires de Quito”, las víctimas de las tropas realistas de Calleja en
México o de Abascal en Perú, son los principales ejemplos de lo que será una constante
y triste realidad de la guerra americana17. En la que no sólo se afrontan parientes y
vecinos, sino, sobre todo, fidelidades opuestas y excluyentes: unos luchan por su patria,
los otros por su rey18. La crueldad de los enemigos, su violación del derecho de gentes
son una prueba de su inhumanidad, que el lenguaje expresa sirviéndose de todos los
recursos del bestiario clásico: fieras sanguinarias, lobos feroces, tigres crueles...
32 El conflicto tiene también una fuerte dimensión religiosa, lógica en sociedades
impregnadas de religión. En Nueva España, a la condena de los insurgentes por los
obispos y por la Inquisición respondieron aquellos invocando su piedad: su devoción a
la Virgen de Guadalupe, la presencia de múltiples sacerdotes en sus rangos y la
continuidad del culto19. En Quito, la segunda junta es presidida por el obispo, sus
ejércitos dirigidos por numerosos clérigos y sus temas legitimadores están impregnados
de un discurso religioso que exalta la piadosa América20. En todos los sitios, ambos
bandos consideran que la Providencia vela sobre ellos y castiga a sus enemigos, invocan
para sus tropas la protección del Dios de los Ejércitos y apelan a sus santos patrones y,
sobre todo, a las diversas advocaciones de la Virgen, nombradas capitanas generales de
sus ejércitos.
33 En poco tiempo, la guerra y la querella ideológica van a conducir a lo que es, sin duda,
el fenómeno más importante y durable de esta época: la ruptura de la unidad moral de
la monarquía y la mutación de la identidad de los que antes reivindicaban sus derechos
en tanto que españoles americanos, hijos y descendientes de los que “por medio de
indecibles trabajos y fatigas descubrieron, conquistaron y poblaron para España este
Nuevo Mundo”21.
18
otras ciudades y llore todas las víctimas americanas de la represión fidelista. Como las
identidades que ella refleja y contribuye a forjar, esta historia en construcción oscila
entre las ciudades, orgullosas de ser los principales actores de la nueva época y un vasto
patriotismo americano sin traducción política concreta. Contrariamente a las futuras
historias patrias, las historias de esta primera época reflejan, incluso en sus títulos, las
incertidumbres de los sujetos históricos. Si la Historia de la revolución de Nueva España,
antiguamente Anahuac, de Fray Servando Teresa de Mier32, podrá ser asimilada sin
demasiados problemas a una historia de México, ¿a qué nación remite el Ensayo de la
historia civil del Paraguay, Buenos Ayres y Tucumán, del Deán Funes? 33.
44 De todas maneras, aunque los sujetos de la historia cambien después, lo que no cambia
es la nueva periodización histórica que cristaliza entonces: una era de libertad sucede a
un largo período de atonía o de servidumbre. El tema de los “trescientos años de
despotismo”, tan frecuente en la literatura revolucionaria española para designar los
tres siglos transcurridos desde la derrota de los Comuneros por Carlos V —interpretado
como la pérdida de las libertades castellanas— pasa ahora a América para designar el
período transcurrido desde la conquista. En sus versiones moderadas, influidas como la
de Mier34, por el constitucionalismo histórico, el despotismo viene de la violación del
primitivo pacto político concluido entre el emperador y los americanos y concretizado
en las Leyes de Indias. En otras, más radicales y frecuentes —que pueden mezclarse con
la primera-, la conquista misma abre un largo período de opresión, de postergación de
los americanos, despreciados por los peninsulares y mantenidos por ellos en el atraso y
la ignorancia. La apelación de colonias, que los americanos aborrecían poco antes, se
convierte en la expresión misma de la condición americana. La apropiación de este
término permite presentar a América explotada —desangrada— por los españoles y
presentar la Independencia como ineluctable, fundándose para ello en las teorías del
abate Raynal, modificadas y popularizadas luego por el abate de Pradt 35.
45 Como para todos los revolucionarlos del área latina —franceses e hispánicos—, se
impone también en América una visión dualista de la historia; la época anterior a la
revolución se transforma en un Antiguo Régimen, en el que reinaban el despotismo y la
ignorancia. Dimensión suplementaria, el Antiguo Régimen americano se convierte,
además, en una dominación exterior, la española. Las múltiples tensiones y demandas
de viejas y complejas sociedades, las antiguas querellas entre criollos y europeos, los
muy recientes agravios políticos, van a ser unificados retóricamente alrededor de estos
dos conceptos, en una explicación más eficaz que coherente.
46 Este esquema histórico, de muy largo porvenir, ofrecía ventajas inmediatas evidentes.
Tenía un gran poder de movilización puesto que unía en la exaltación de la libertad
americana las libertades individuales y las colectivas; unificaba contra un enemigo
común agravios y reivindicaciones múltiples y a veces contradictorias; ofrecía, en fin,
una explicación optimista de los males sociales al hacer de ellos la consecuencia de
causas exteriores. Tenía, sin embargo, a más largo plazo, el inconveniente de hacer de
la Independencia un comienzo absoluto, planteando así difíciles problemas de
inteligibilidad del pasado. En el campo de la identidad, por ejemplo, se creaba una
esquizofrénica dicotomía entre una memoria oficial de ruptura, en la que América
aparecía sometida a una dependencia exterior —“la dominación española”— y la
memoria privada de las familias patricias, actores de la Independencia, orgullosas de
sus antepasados y de sus gestas. La paradójica condición de estos patricios, que Bolívar
definía matizadamente como “siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros
21
derechos los de Europa”, es sustituida muy a menudo por la mística ascendencia india
de todos los habitantes de América. La indiomanía de las élites —en fiestas, ceremonias,
símbolos, o discursos— contrasta con la postergación del indio real. Por lo demás, la
atribución a la dominación extranjera del arcaísmo social y cultural hacía olvidar las
causas propiamente americanas de la permanencia de estructuras sociales muy poco
acordes con los nuevos ideales.
muestran claramente cuáles son los nuevos actores políticos y las expresiones
“provincias unidas”, “pactos”, “asociación federativa”, “confederación”, “soberanía
común” el fin que, ante todo, persiguen. Como anteriormente para las Trece Colonias
británicas, la constitución es también la fundación de una nueva sociedad.
51 Es en este marco en el que hay que situar el problema del republicanismo. Si por
republicanismo entendemos el rechazo del absolutismo, la soberanía de la nación o del
pueblo y el autogobierno de la comunidad política estos rasgos son comunes a todo el
mundo hispánico, incluida la España peninsular y la América realista, lanzados
entonces a la construcción de una monarquía constitucional. L. a referencia explícita a
la república es, por lo demás, prácticamente inexistente en los textos constitucionales
americanos hasta la Constitución de Angostura en 1819, a no ser las equívocas
denominaciones usadas en algunas provincias de Nueva Granada. Pero, como lo
muestra este último caso, la república remite ante todo a una ciudad-pueblo
autogobernada, independientemente del régimen político de un estado más vasto del
que pueda formar parte38.
52 Hay, eso sí, en bastantes discursos americanos una insistencia sobre la virtud, la
igualdad, la necesidad de participar en la res publica y de sacrificarse por la patria que se
aparenta al “humanismo cívico” del Renacimiento y al “republicanismo” de los siglos
XVII y XVIII39, pero hay igualmente una adhesión general a los principios del gobierno
representativo que es, de hecho, contradictoria con el ideal precedente. El resurgir del
republicanismo clásico se explica no sólo por influencias doctrinales, sino quizás, ante
todo, por el marco y los actores del proceso político: las ciudades y sus patriciados —la
república por excelencia y los republicanos según la vieja terminología—. La adhesión al
régimen representativo resultaba, por su parte, de dos factores principales: por un lado,
de la opinión, muy viva en las élites, de que por la ignorancia del pueblo, el gobierno
debía ser ejercido por ellas; por otro, de la identificación, muy general entonces, de la
república con la democracia, asimiladas ambas a la experiencia jacobina, a los tumultos
populares y a la acción de los demagogos; en fin, el topos clásico de la imposibilidad de
un gobierno republicano en un vasto estado tenía el carácter de un dogma.
53 Admiradores a la vez de la “libertad de los Antiguos” y de la de los “modernos”, los
americanos de esta primera época buscan a tientas una síntesis entre ambas; para
muchos parece encontrarse en un modelo federal que a une la libertad y la virtud del
gobierno repubücano en las ciudades-provincias con la gobernabilidad que proporciona
el régimen representativo a nivel nacional40. A medida que la eficacia militar vaya
imponiéndose como una exigencia suprema, una y otra libertad pasarán a un segundo
plano para privilegiar la libertad colectiva de los pueblos, es decir, su independencia.
Cuando, al fin ésta se imponga, el triunfo del régimen representativo moderno es ya
irreversible y el ideal de la “libertad de los Antiguos” queda, para los fundadores de las
nuevas naciones, como una ilusión primeriza41.
54 El federalismo, que durante tantos años ocupará un lugar central en el debate político,
no es, ante todo, el signo de una dependencia intelectual, sino la búsqueda de una
solución para el problema central de los nuevos estados: cómo construir la nación a
partir de los pueblos o, dicho de otra manera, la construcción de una unidad política y
un gobierno supramunicipales. De ahí el recurso a experiencias extranjeras: el modelo
norteamericano, el más próximo geográficamente, pero también a los Países Bajos, tan
presentes en el discurso de la época, e incluso a la Confederación helvética.
23
55 Sin entrar a un análisis detallado, imposible aquí, tres son los modelos constitucionales
dominantes: el francés, el norteamericano y el liberal gaditano. Los Estados Unidos
pueden servir de referencia para construir una soberanía común a partir de soberanías
provinciales, pero también para un régimen político que combine el republicanismo
con la esclavitud. Las diferentes etapas de la Revolución francesa pueden ser tanto un
modelo como un contra-modelo. Modelo, por el carácter racional y universalista de su
invención de la nación moderna y por la complejidad de esa figura de múltiples
dimensiones. Esta nación es, en lo constitucional, soberanía nacional radical, igualdad,
supresión de los cuerpos y de privilegios, universalidad de la ciudadanía y el sufragio,
abolición de la esclavitud; en el registro de las pasiones es exaltación de la libertad,
republicanismo, igualitarismo, mesianismo revolucionario, tentativa de crear una
sociedad radicalmente nueva; en otros campos es, en fin, una sociabilidad —clubes
populares— y simbólica, retórica, música, cantos y ceremonias inéditos. Pero Francia es
igualmente un contra-modelo por su inestabilidad, por el Terror y su desprecio de las
libertades individuales, por el nuevo despotismo, encarnado para muchos por
Napoleón. La Francia revolucionaria ofrece todo un elenco de referencias posibles que
pueden ser utilizadas en sentidos opuestos, tanto para la reivindicación democrática en
una sociedad patriótica como para construir un régimen moderno por sus principios y
autoritario en la práctica.
56 En fin, las Cortes de Cádiz y la constitución de la monarquía hispánica que ellas
promulgan juegan un papel muchas veces silenciado, pero no por eso menos
fundamental, en la reflexión de los fundadores de los nuevos países. Muchas de las
disposiciones promulgadas por juntas y congresos americanos sobre la libertad de
prensa, la destrucción de las estructuras sociales del Antiguo Régimen -mita, tributo
indio, señoríos—, la ciudadanía y las selecciones están directamente inspiradas de las
disposiciones de las Cortes primero y de la Constitución después 42. En las regiones
realistas la Constitución de Cádiz fue la primera de sus constituciones y siguió siendo
después de la Independencia el zócalo de su cultura política. A la comunidad de cultura
y pasado político, a la participación de muchos americanos en las Cortes, a su aplicación
en las zonas realistas de América, se une un hecho a veces olvidado: esta constitución
ejerció en toda Europa durante tres lustros un considerable influjo por ser la única
constitución moderna, aparentemente viable, para una monarquía moderada 43.
57 Ciertamente el problema del régimen político, no se planteaba ya en estos términos en
la América de principios de los años 1820: el rechazo de la monarquía era entonces un
fenómeno casi general. En la relación compleja entre los gobiernos americanos y la
monarquía pueden distinguirse varias etapas. En 1810, el sentimiento de lealtad
monárquica es casi general y más aún en los grupos populares. El papel que juega la
invocación de Fernando VII, incluso por los más opuestos a la monarquía, es bien
conocido. La guerra y la persistente cautividad del rey favorecen luego la marcha hacia
gobiernos que son más repúblicas por defecto que por convicción. La vuelta de
Fernando VII en 1814 lleva consigo no sólo un repliegue general de los
independentistas, tanto en Nueva España como en la América del Sur, sino también una
nueva actualidad al régimen monárquico, incluso en el reducto insurgente del Río de la
Plata. La república tiene entonces mala prensa, no sólo en la Pkiropa de la Santa
Alianza, sino también entre muchos americanos, conscientes de la permanencia de
hábitos monárquicos y preocupados por la desintegración territoria 44. Hay que esperar
a la desilusión provocada por la política del absolutismo restaurado para que un
24
NOTAS
1. Santiago del Río, Archivo General de la Nación, México (en adelante AGN), Historia, t. 46, f. 454.
2. Para una exposición más amplia de estos temas, véase François-Xavier Guerra, Modernidad e
Independencias. Ensayos sobre la revolución hispánica, México, Fondo de Cultura Económica, 1993 (2 a
ed.),cap. v.
3. Gaceta Ministerial de Sevilla, 60, 23-XII-1808.
4. Fray Melchor de Talamantes “Idea del congreso nacional de Nueva España, individuos que
deben componerlo y asunto de las sesiones” (sin fecha, julio de 1808), en Ernesto de la Torre
Villar, La Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado mexicano, UNAM, 1964.
5. Camilo Torres, Memorial de agravios. Representación del cabildo de Santa Fe a la Suprema junta
Central de España (1809), Bogotá, Librería Voluntad, 1960 (facsímil de la 1 a ed. 1832).
6. Fray Servando de Teresa y Mier, Historia de la revolución de Nueva España (1813). Ediciones crítica
de André Saint-lu y Marie-Cécile Bénassy-Berling (coords.), París, Publications de la Sorbonne,
1990.
7. Momento clave son las elecciones de diputados a la Junta Central (9 para América y Filipinas
contra 25 para España) y la elección de diputados a las Cortes extraordinarias de 1810 (28
americanos contra más de 200 españoles).
8. Las fechas de formación de las juntas corresponden a los desfases en la recepción de correo; las
mismas noticias llegan en fechas diferentes a las diferentes regiones.
9. “Convocatoria a las provincias de la Junta de Santa Fe”, 29-VII-1810, en José Romero y Luis
Albero Romero (eds.), Pensamiento político de la emancipación (1790-1821), Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1977, t. I, p. 149.
10. Lorenzo de Santavana Bustillo, Gobierno político de lospueblos de España (1742), Madrid, Instituto
de Estudios de Administración Local, 1979, cap. I, p. 1.
11. “Declaración de Independencia”, El Publicista de Venezuela, 2, 1811.
12. La oposición más importante fue la que opuso Lima a Buenos Aires por el control del Alto
Perú.
13. El fracaso definitivo de la negociación puede ser fechado en julio de 1811 cuando las Cortes
rechazaron las propuestas hechas por la mediación inglesa. Cfr. Brian R. Hamnet, España y la
Independencia de América, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, c. 4, p. 1 (1 a ed. ingl, 1983).
14. La singularidad mexicana reside en el carácter social y rural del movimiento, que se explica
por específicas causas sociales, pero también por el fracaso de las muy precoces tentativas de las
élites para formar en 1808 una Junta de la Nueva España.
15. Estas redes aparecen claramente en los documentos del archivo del virrey Abascal, AGI,
Diversos, 1 y 2.
16. Catecismo de Estado según los principios de la religión, Madrid, 1793.
26
17. Véase, por ejemplo, para Venezuela Germán Carrera Damas, Boves. Apuntes socio-económicos de
la Guerra de Independencia, Caracas, Ministerio de Educación, Dirección Técnica, Departamento de
Publicaciones, 1972 (3a ed.).
18. Muy significativamente esta dualidad se manifiesta hasta en los lemas de las medallas y
decoraciones.
19. Todos estos temas están muy presentes en los escritos de Carlos María Bustamante, uno de los
principales publicistas de la insurgencia novohispana. Cfr. Roberto Castelán Rueda, La fuerza de la
palabra impresa: Carlos María de Bustamante y el discurso de la modernidad, 1805-1827, México, Fondo
de Cultura Económica, 1997.
20. Cfr. Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia. Religión y política en
Ecuador. 1780-1880, Quito, Editora Nacional, 1988.
21. Camilo Torres, Memorial de agravios, op. cit.
22. Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo, México, Fondo de Cultura Económica, 1960 (1 a ed.
ital., 1955).
23. Véase, por ejemplo, la reacción de José Barquijano y Carrillo, conde de Vistaflorida, criollo
peruano lealista, en su dictamen al rey del 31-V-T814, en Ernesto de la Torre Villar, La
Constitución de Apatzigan..., op. cit.
24. Muchos de estos temas se encuentran también en el Common Sense de Thomas Paine. Una
selección en español de sus escritos (La Independencia de la Costa Firme justificada por Thomas Paine.
Extracto de sus obras traducido del inglés al español por D. Manuel García de Sena, Filadelfia, 1811),
circuló muy pronto en la América insurgente.
25. Las reediciones de Las Casas se multiplican durante el período: Londres, 1812; Bogotá, 1813,
Puebla (México), 1822, dos ediciones en París en 1822, etc.
26. Los escritos que tratan estos temas son innumerables y particularmente en los catecismos
políticos, cfr., por ejemplo, el Catecismo o dispertador patriótico cristiano y político, Río de la Plata, c.
1813, o Juan Fernández de Sotomayor, Catecismo o instrucción popular, Cartagena de Indias, 1814.
27. A pesar de este esfuerzo para dar a la americanidad una base, que podríamos llamar
indigenista, fundada en la fusión retórica de todos los que han nacido en el mismo suelo, era
evidente que su principal fundamento no era étnico sino geográfico, pues los criollos que la
reivindicaban fundaban su identidad precisamente en sus diferencias con los indios y las castas.
28. El problema es particularmente crucial a partir de la vuelta de Fernando VII en 1814.
29. Pronto se fechan los documentos a tal “año de nuestra revolución”.
30. Los ejemplos son innumerables, véase Manifestación histórica y política de la revolución en
América y más especialmente de la parte que corresponde al Perú y Río de la Plata. Obra escrita en Lima,
centro de la opresión y del despotismo, en el año de 1816, Buenos Aires, 1816.
31. Una de las formulaciones más tempranas e influyentes de este esquema fue la
“Representación a las Cortes de los diputados americanos del 1-VIII-1811”, publicada en Londres
por Miers en 1812 y por El Español, 23 de marzo de 1812.
32. Londres, 1813.
33. Buenos Aires, 1816.
34. Un esquema se encuentra ya en la “Carta a los españoles americanos” de Juan Pablo Vizcardo,
escrita en Londres en 1792. Bolívar recoge el esquema de Mier en la “Carta de Jamaica” de 1815.
35. Las diferentes obras del abate de Pradt ejercieron una enorme influencia sobre los
independentistas americanos. Cfr., por ejemplo, para México, Guadalupe Jiménez Codinach,
México en 1821. Dominique de Pradt y el Plan de Iguala, México, Universidad Iberoamericana, 1982.
36. Que esta se considere definitiva o provisional, en ausencia del rey, es por el momento
secundario.
37. Estas referencias conciernen tanto a los textos anteriores como a los posteriores a la
proclamación de la Independencia.
27
NOTAS FINALES
*. Presentada como conferencia en el marco del III Coloquio Internacional de Historia de América,
“Visiones y revisiones de la Independencia en América”, Salamanca, 13-16 de noviembre, 2001.
Publicado en Izaskun Alvarez Cuartero y Julio Sánchez Gómez (Dir.), Visiones y revisiones de la
Independencia Americana, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2003, pp. 89-110. Se
reproduce con la autorización de los coordinadores de la edición.
AUTOR
FRANCOIS-XAVIER GUERRA (†)
Universidad de París I (Francia)
28
gaceta sobre la feliz correspondencia entre los diecisiete artículos del tratado y un
hemistiquio del canto primero de las Georgicas: Septima post decimam felix 18. Lejos de ser
anecdótica, esta anotación remite a la convicción que tenía el periodista de que la
monarquía reanudaba la edad de oro de Augusto. Para convencerse de ello, basta ojear
el florilegio de cuatro poesías patrióticas19 que publica durante el invierno de 1796
antes de dirigir diez ejemplares al Príncipe de la Paz 20. La dedicación del folleto da el
tono de una excesiva anticomanía: si España fuera idólatra, la Reina María Luisa
merecería los epítetos de Isis o de Mater Magna. Mal que pese a los espíritus timoratos,
“Pero si la Nacion Española por el Catolicismo que la ilustra no puede tributar à las
criaturas los cultos debidos á la Deidad eterna, las Musas americanas de das Regiones
mas remotas de la Monarquia›, se dirigirán a la ‹Madre Magna de la Nación› para
celebrar su ‹Soberano Numen›. Una viñeta repite enseguida los cuatro primeros versos
de una Oda de Horacio escrita en honor de Augusto al día siguiente de la victoria de
Actium:
Desciende del cielo y decid, o Reina, o Calíope, decid un largo canto en tu flauta, o si
hoy lo prefieres, con tu sola voz sonora, o bien con las cuerdas, en la cítara de
Febo21.
7 Apelar a la musa de la elocuencia y de la poesía heroica para celebrar a los reyes
Borbones no tiene nada de asombroso. En agosto de 1795, dos trozos de un Discurso del
Conde Giambattista Conti lo justificaban:
La Poesía (...) por medio de los sentidos y de la imaginacion enseña [al pueblo] las
verdades y las virtudes: efecto que, por lo general, no produciran jamas igualmente
los silogismos de los Filósofos, ni las legislaciones humanas (...) La major parte de
los hombres obran por imitacion. Los Filosofos exponen maxîmas abstractas: los
Poetas pintan los hechos; y los hechos son los que acaloran la imaginacion, y
mueven á imitar22.
8 Dos ideas platónicas son, pues, útiles a la monarquía: la superioridad absoluta de la
ecceidad sobre la quididad y la transmisión de la virtud mediante el mimetismo. La época
de Augusto ofrece entonces una doble ventaja: nos proporciona la imagen perfecta del
retorno de la edad de oro y la de la celebración de las virtudes cívicas.
9 El epitalamio que abre el cuadernillo de poemas recalca la analogía: el reino está
agradecido a sus soberanos por una “paz tan deseada” y concede lugar escogido al
“Godoy dichoso, Sabio Mecénas del mejor Augusto (es decir, Carlos IV) 23. Siguiendo el
precepto de Conti, Rodríguez utiliza una alegoría para dar cuenta del matrimonio
principesco del 25 de agosto de 1795, que en el plano simbólico sella la restauración de
la paz y la prosperidad dinástica. Sin embargo, se puede dudar de la eficacia de un
academicismo demasiado convencional: cuatro náyades salidas de las ondas del río
Funza blanden un tapiz que representa a los Pirineos coronados por un arco iris. La
Fama hace resonar su trompeta en el recinto de un majestuoso templo al que acuden
“todas la (sic) tribus del Hispano suelo” con el fin de escuchar la declaración de los
méritos de los infantes. Este clamor de América llena de contento a los madrileños y las
orillas del Manzanares se llenan de obeliscos y de “Mil simbolos y emblemas elegantes,
/ Que todos contenian / Del Amor y la Paz idèas brillantes”. Los emblemas de Marte y
de Belona dejan entonces sitio a los de Venus y Apolo para celebrar los matrimonios del
infante Antonio Pascual, hermano de Carlos IV, con su sobrina, la infanta María Amalia
de Lorèna y la infanta María-Luisa con su primo Luis de Parma, rey de Etruria 24. El poeta
puede entonces exclamar: “¡Feliz el Himeneo / Que vuelve el Siglo de oro / Por esta
doble union (...), este lazo augusto”25. Tal exclamación vuelve tal vez a acentuar la
32
analogía con Virgilio: ¿No se casó Antonio con Octavia, hermana de Octaviano, para
sellar la paz de Brindis? Se impone aquí anotar que las fórmulas poéticas desplegadas
en esta composición son tan similares a las que Rodríguez usa en 1788 para celebrar a
Carlos III y a los infantes26 que se tiene la sensación de un aparato real inmutable, un
lugar retórico que ocuparía una sola imagen apenas matizada. En este sentido, Paul
Veyne lleva razón al afirmar que el “boato real (...) no puede mentir, puesto que no dice
nada”27. ¡Tal es la asimetría que se establece a la sazón con la propaganda
revolucionaria!
10 El poema siguiente es una oda titulada: “Las delicias de la Paz” 28, en la que Rodríguez
utiliza una vez más el procedimiento retórico de la fictio personae: a petición de una
“Madre España” cansada de las miserias de la guerra, la figura de la Paz desciende del
cielo “llenando de alegría / A toda la Española Monarquía”. Un Genio da entonces las
gracias a la que extiende su manto sobre el “Reyno Español”: “A los Reynos, Repúblicas,
Ciudades, / Pueblos, Aldéas, Gremios, y Familias, / Con mil felicidades / Los unes y
concilias”. Esta concepción monista de la nación da paso a dos registros de
interpretación. El primero es considerar que en el seno de una América todavía muy
afecta a la concepción plural de la monarquía, la aspiración a la unidad es
circunstancial frente al Averno que la Revolución francesa materializa. El segundo, y
finalmente el más probable, es argüir que transpone tardíamente la exhortación de
Feijoo de preferir el amor de una “patria común” a aquel, gobernado por la pasión, de la
“patria particular”29. A menos que Rodríguez copie más directamente a su
contemporáneo José López de la Huerta al distinguir entre el “patriotismo”, percibido
como una “virtud” activa, del “afecto natural” que constituye el simple “amor a la
patria”30. Aquí y allí, la superación del amor ciego por la patria chica se propone liberar
a España de la decadencia que la azota desde 1640 31. En una segunda Oda titulada “La
Era borbónica”32, las correspondencias poéticas que Rodríguez establece con Horacio se
vuelven más precisas aún, con el propósito de afirmar el convencimiento de un
saeculum aureum de los Borbones. Para quien quisiera celebrar en un mismo trazo la Paz
y el Himeneo, es propicia la ocasión de inspirarse en la Oda VI 33 y en el Canto secular.
Rodríguez, a la manera del poeta latino, pone sus versos bajo la égida de Febo. Al dios
del Pindo le corresponde celebrar “este Siglo Borbon” mediante la enumeración de los
reyes de una dinastía que culmina en el “virtuoso Hijo / Que con el nombre augusto (de
Carlos) / Obtiene el genio mismo”. El soneto, en fin, que concluye la selección poética
pone en boca de Apolo:
Los Borbones han hecho el Siglo de oro
Renacer en España, y su cultura
Le dará á mi laurel mayor decoro34.
bajo la dirección de Manuel del Socorro Rodríguez)37. Una de ellas no se priva de señalar
a 1792 como el Magnus Annus del Nuevo Mundo a causa de la creación por el Rey del
Colegio de Nobles americanos de Granada38. La coincidencia de las fechas y del lugar
con los del annus mirabilis (1492) es interpretada como el signo de una renovación solar
de la Monarquía y las Odas de Horacio contribuyen, más que nunca 39, al “digno aplauso
del Rey mas amante de los Americanos”. ¡Para gran perjuicio de De Paw, Raynal y
Robertson, el imperio de Minerva edifica una “nueva República de Sabios” allí donde no
reinaba antes sino la Barbarie! El autor anónimo, en fin, cierra su texto con una
afirmación perentoria: Carlos IV es “un Soberano mas magnifico que Augusto César” 40.
No se trata, pues, de celebrar la imagen hipnóptica legada por Hesíodo de una Arcadia
pre-cívica que esquiva el mundo de los hombres (la aurea atas de Ovidio, los aurea sœcula
de Virgilio) sino de alabar una auténtica empresa de civilización, la restauración de
Augusto (el aureum sœculum de Tácito), cuyo carácter prometéico no disimula la
propaganda. Superando al caos fecundante de Saturno, esta segunda edad de oro es la
madurez y las leyes. Ya había transcurrido medio siglo desde que Ignacio de Luzán o
Gregorio Mayans habían expresado su concordancia con Voltaire al reservar la
apelación de “siglo” a “esas edades felices” que “son aquellas en que las artes fueron
perfeccionadas y que por ser las de la grandeza del espíritu humano son el ejemplo de
la posteridad”41. Así fue como al siglo de Augusto y al de Luis XIV se les calificó en
Madrid como siglos del “buen gusto”42 y como, mediante el sutil juego de homologías, la
España de las Luces inventa para la España del siglo XVI el calificativo de “Siglo de Oro”
43
. Los neoclásicos fustigan así el “barroquismo” del siglo XVII como en la Francia del
gran siglo, el aticismo condenaba el “asianismo” en nombre de las virtudes romanas” 44.
12 Fue entonces cuando, en perfecta comunión con el espíritu de la época, ocho colegiales
del Real Seminario de San Bartolomé, se ilustraron al respecto, en agosto de 1792, con
ocasión de un examen público consagrado al Arte poético de Horacio. Manuel del Socorro
Rodríguez, que elogia mucho a aquellos “Jovenes de Apolo protexidos” 45, había dirigido
críticas muy duras, unos días antes, a la escolástica, “aquel barbarismo filosófico” que
“no formaba literatos, no formaba artistas, y ni aún verdaderos racionales, sino
solamente unos engreídos tiranos”46. En Santafé, siguiendo la tendencia del
neoclasicismo europeo, el “molde antiguo” está efectivamente al servicio del
pensamiento ilustrado. A ojos de Rodríguez, esta dinámica es fruto de “una feliz union
de intenciones que raramente se vé entre el Bastón y el Baculo, principalmente en los
Gobiernos de la America”. Añade que se trata de la preciosa idea de la unión de Jano y
de Saturno”47. En este Laclo idealizado del Nuevo Reino de Granada, el virrey José de
Ezpeleta se beneficia, como Godoy, del mismo atributo simbólico: Jano. En cuanto al
arzobispo Baltasar Martínez Compañón, se le asocia con Saturno, divinidad tutelar de la
primera edad de oro romana cuya vuelta celebró Virgilio con ocasión de la paz de
Brindis48. Sin embargo, la sensación del fracaso moral de sus contemporáneos, modera
el entusiasmo de Rodríguez. Así lo confiesa en estos versos de un soneto que no se
atrevió a publicar en su gaceta:
feliz edad, que en modos soberanos
el vasallo y señor ya son hermanos!
¡Oh siglo de oro, seas bienvenido!
Mas ¡ay! ¡oh siglo de infernal escoria,
que miras la humildad como bajeza,
y a la soberbia das su ejecutoria!
La virtud esencial de la nobleza
34
EL HEROÍSMO DE LA VIRTUD
15 Debemos subrayar que Manuel del Socorro Rodríguez desea expresar los límites de su
anticomanía con el propósito, tal vez, de salvarla de un eventual descrédito. En el
prólogo del imponente poema heroico que Rodríguez publicó a partir de octubre de
179556 , una Matrona que representa a la Virtud le ordena abandonar “la acolorada
fantasia de los Homeros y Virgilios”57. Aquí se plantea la oposición entre “la miserable
eloqüencia de los hijos de Adán” y la que emana del Altísimo. La primera, hecha de
palabras, “se queda en el tímpano del oído y no penetra al ente espiritual”. La segunda,
hecha de imágenes inefables, alcanza al hombre en lo más profundo de su alma. En una
larga nota de pie de página, Rodríguez precisa que se negó a personalizar la Virtud con
el fin de quitarle al poema “un aspecto alegórico, de cuyo carácter hemos querido
separarlo absolutamente”58. Confiesa así que la “naturaleza del asunto” le obliga a
despojar su texto de “ciertos episodios y escenas mitológicas”. La elección de la prosa
parece ser una concesión del mismo orden: El Imperio de la Virtud es extraño a los
artificios y a la ilusión, incluidos los de la métrica. Rodríguez elogia a pesar de todo con
35
orgullo el resultado: los ocho cantos que, según él, forman “el único Poema prosaico
que nos parece ha salido de la Nación Española”. Nos parece singular que un texto de
150 páginas —que ocupa 20 números sucesivos de la única gaceta del virreinato— no
haya retenido la atención de los historiadores. Renán Silva y Jeanne Chenu, que han
estudiado el tratamiento de la Revolución Francesa en el Papel periódico, ni siquiera lo
mencionan59 . Sin embargo, el doble objeto de la composición debía haberlos incitado a
hacerlo: “la Soberanía de la Virtud y el mérito moral de la Reina de Francia” 60. Lo que se
propone en él es un contrafuego poético al Imperio de Satanás como complemento del
dispositivo absolutista formado por los sermones de Moya y Valenzuela y el catecismo
de Joaquín Lorenzo de Vilanueva61. Al seguir un derrotero parecido, Rodríguez desea
reconciliar al “hombre natural” con el “hombre sobrenatural” a favor de una teología
moral opuesta a la razón “afeminada” de los filósofos 62. Frente a su martirio, María
Antonieta es en esta forma la expresión misma de una virtud armada de voluntad, es
decir de una “varonil heroicidad”63 que la hace “augusta”.
16 Si la alternancia de los discursos y los himnos recuerda El libro de Job, el poema heroico
de Rodríguez bebe todavía más en la fuente de la tradición de las visiones “imaginarias”
de Santa Teresa. La atmósfera pestilente y pululante del “Cónclave” de los demonios
situado en la isla de Borbón recuerda la que la mística de Avila da al infierno en su
Autobiografía64. A esta imagen inicial se sustituye, al final del poema, la de María
Antonieta nimbada por la Gloria de su triunfo en “el Imperio de la Virtud”. Entre estas
dos visiones, un largo relato expone la naturaleza opuesta de dos grupos de principios:
los “de la independencia, la igualdad y el libertinaje” 65, y “de la ilusión, del fanatismo y
del entusiasmo”66 propios de la nueva Babilonia, y los de “la caridad, la cortesía, el
honor”67, “la inocencia, el honor y la virtud”68 propios del Imperio de la Virtud. La
asamblea de los Jacobinos reproduce, a través del paradigma de “la róxa Montaña”, la
asamblea de los demonios bajo la presidencia de Adramelec 69 , el “rey magnífico” al que
los asirios sacrificaban sus propios hijos. El Etna y el Vesubio son otros tantos
servidores del Mal que sin embargo no son menos amenazantes para los Borbones,
alusión a la propagación de las ideas revolucionarias en el Reino de Napoles. Frente a
ellos, se levantan San Luis, San Dionisio y San Miguel, enarbolando este último un
estandarte adornado con la lemma: “Siempre triunfará el Imperio de la Virtud”. En esta
teofanía al servicio de la dinastía borbónica, el destrozo de los símbolos reales
constituye una “horrorosa imagen”70 que se trata de anular con la restauración de la
Lis, emblema de virtud que cubre el manto de san Luis71 y con la del águila, “geroglifico
del buen agüero, de la constancia, del valor, y del Imperio” 72. Asimismo, el triunfo final
de María Antonieta anula la imagen de la vanagloria que le sugirió en sueños el
demonio Baalzefón al dejarle ver anticipadamente la fiesta de la Razón del 10 de
noviembre de 1793 autorizada por “el execrabilísimo Gobel”. En el apogeo de su
empresa de seducción, el demonio disfrazado de “un Angel de luz” le sugiere a la Reina
que:
Como Dios es Espíritu purísimo y simplicísimo en su esencia, se complace muy poco
de los símbolos y demostraciones materiales en que consiste el culto extenor que
dan los hombres73.
17 Para Rodríguez, la Revolución no es sino una comedia destructora del orden natural. Al
contrario de la filosofía, el heroísmo de la virtud es el único que autoriza el “ver”. Se
trata de un precepto que participa de los argumentos más conservadores del debate
público sobre la moral, entablado en la Península desde la década de 1760 74. Rodríguez
tal vez nos revela la clave de su inspiración al evocar las palabras del papa Benedicto
36
XIV al rey de Napoles y de Sicilia, el futuro Carlos III: “La Virtud reynará en tus
descendientes, y todos èllos propagarán el Imperio de la Virtud” 75. El 3 de noviembre de
1744, “aquel día venturoso”, anula así con anticipación el funesto 16 de octubre de 1793,
cuya crueldad sobrepasa “los espectáculos magníficos que celebraban los Romanos en
el circo máximo”76. Atento a la correspondencia de las fechas, Rodríguez señala además
que la alegría de los parisienses ante semejante sacrificio, supera la de las “Augustàles
que en honor de la vuelta de Augusto solemnizaban los Romanos el diez y seis de
Octubre”. Esta anotación viene después de una larga exposición sobre el discurso de
Robespierre advirtiendo a la Asamblea la conjunción astral propicia para la muerte de
la Reina:
Libra es el septimo Signo del Zodiaco, y no ignorais que este número significa
perfeccion é inmensidad. Es el primero de los Australes, y ésto indica el ascendiente
que vamos á tener sobre el Imperio de Austria. Sus dos balanzas en equilibrio
anuncian la fiel igualdad que habrá siempre entre nosotros. Este Signo es la imagen
de Astrèa, aquella Diosa de la Justicia que hizo reynar el Siglo de oro entre los
hombres, cuyo objeto es el unico de nuestra empresa. (...) Ea pues, generosos Francè
ses, el Oraculo de Apolo nos está diciendo desde el Cielo en frases brillantísimas, que
mañana precisamente debe morir la enemiga mas funesta de nuestra felicidad 77.
18 La coincidencia de los contrarios es aquí notable. Rodríguez sólo tiene que
aprovecharla. Criatura de la edad de hierro, Robespierre se convierte, a pesar de sí
mismo, en el augurio del siglo de oro de los Borbones.
“AUGUSTA ESPAÑA”
19 Es necesario hacer una serie de anotaciones sobre El Imperio de la Virtud. Primero es
preciso señalar que este poema heroico se inscribe dentro de un género muy popular en
la península. Es probable que Rodríguez haya sacado buena parte de su inspiración de
esa “literatura azul” de romances y canciones que los ciegos vendían en las esquinas en
1794. Citemos por ejemplo la Elegía de Juan González del Castillo dedicada a la muerte
de la reina o folletos como el Discurso de Mr Petion y la Respuesta de la reina de Francia 78 en
los que tal vez nuestro periodista encontró datos que completaban los de la Gazeta de
Madrid. Cabe decir enseguida que el poema obedece a un objetivo pedagógico
concertado con el virrey. De lo contrario, sería incomprensible que le dedicaran veinte
números de la gaceta y que muchas notas de pie de página aclararan ciertas opciones
estilísticas y simbólicas79. Esta es, seguramente, la razón por la que Ezpeleta le envía al
Rey la elegía que resume el mensaje, y no el texto in extenso 80. La descripción detallada
de los “Libelos infamatorios”81 que el 16 de octubre de 1793 adornaron las calles de
París se dirige ciertamente a un público local si se considera que estigmatiza un género
sobre el que Santafé acaba de conocer inquietantes premisas. El mensaje explícito del
poema no debe sin embargo hacernos perder de vista su complejidad. Aunque el elogio
final de Bossuet, Bourdaloue y Massillon señala una filiación, con respecto al
absolutismo francés —cuyo carácter circunstancial en ese final del siglo XVIII ha sido
demostrado por Javier Herrero82—, ciertos pasajes, como el “Himno al Sol Eterno”83,
remiten más bien a esa “historia natural edificante” que manifiesta una inclinación al
deísmo en muchos sermones de la época84. La referencia al siglo de Augusto encuentra
tal vez aquí su función primordial: resolver mediante una imagen sencilla las paradojas
a las que lógicamente lleva esta superposición de imaginarios. Virgilio permite así
37
asociar las tinieblas revolucionarias al signo anunciador del siglo de oro de los
Borbones:
Fue él (el sol) quien se apiadó de Roma a la muerte de César, cuando cubrió su
brillante cabeza con una herrumbre oscura, y aquella generación impía temió una
noche eterna85.
20 Dentro de esta lógica, Carlos IV no es otro que el “Padre de la Patria” 86 que reintegra al
“sol de justicia” en sus derechos. Restablece la pietas del Reino pero también es un “Rey
filosofo”87, un “Rey Mecénas”88, inclinado a favorecer las artes.
21 Bajo la pluma de Rodríguez, la idea del “siglo de oro” se inscribe entonces radicalmente
en contra de aquella “edad de oro” propuesta por Robespierre. En oposición al retorno
a la fraternidad del estado de naturaleza, le señala claramente a los santafereños que:
Esta Era, que será la mas celebre de la Historia de España, tuvo principio el año de
170089.
22 Rodríguez debe finalmente señalar a sus lectores que la política de apaciguamiento del
Directorio vuelve caduco el mensaje escatológico del Imperio de la Virtud 90. Publicado
demasiado tarde, este poema de combate huele demasiado a pólvora en ese momento
de paz restaurada. Es hora de encarecer el valor de la historia contra el mito:
El que cotejare el estado antiguo con el actual de dichas Cortes (es decir, “de
España, de Ñapóles, de Parma, etc”) no podra negar, que la feliz educación, el gusto
de lo sublime, las idéas de magnificencia transferidas del Espíritu de Luis XIV al de
Felipe v, han formado en nuestra época una nueva estirpe de Soberanos, que no
solamente han ilustrado à sus respectivos Reynos, sino por el exemplo y la
emulacion à otras Potencias de la Europa91.
23 Se percibe, a fin de cuentas, lo mucho que le cuesta a Rodríguez, caído en la trampa de
la analogía, concillar unas aspiraciones que ya competían en la Antigüedad. Rodríguez
conoce las circunstancias del asesinato de Cicerón y no es posible que ignore que Bruto
exclamó al suicidarse: “¡Virtud, no eres sino una palabra!”... Por eso, cuando al estilo de
Horacio se adhiere a la ruptura introducida por la restauración de la paz y glorifica a
Augusto en detrimento de las tinieblas republicanas que le precedieron, asocia a César
con Robespierre. Pero cuando, al contrario, se inclina hacia Virgilio para hacer el elogio
de un linaje, César es súbitamente asociado con Luis XVI... Poco le importa esta
contradicción, si puede inspirar en Santafé el convencimiento de que España
finalmente es “Augusta”92. No deseamos participar aquí en el debate sobre la “Tradición
española” abierto por Marcelino Menéndez y Pelayo y profundamente renovado por la
obra de Javier Herrero93. No obstante hay que reconocer —en beneficio de este último—
que la apologética de Rodríguez se basa más en los autores de su tiempo que en los de
los siglos XVI y XVII. La defensa del “honor de España” le lleva sin embargo a recordar a
los críticos extranjeros que su nación es “la Madre de la urbanidad y cortesía” 94. Esta
alusión a Gracián parece ser una excepción a la regla, y cuando defiende a Lucano
contra el crítico inglés John Aikin, el mismo Rodríguez afirma: “mucho mas debo amar
a la verdad que a la patria”95.
24 En nombre de esta misma verdad, Rodríguez defiende la memoria de Colón contra las
afirmaciones del Dktionnaire historique de Moreri. Acusa esta vez al espíritu filosófico
francés de haber alterado la edición española al introducir muchas mentiras 96. Esta es la
recompensa a pagar a “la parte corrompida” de una nación que deseó “reproducir á su
favor otra Revolución igual á la del Imperio Romano”. El gusto de Rodríguez por la
Farsalia encuentra aquí su razón de ser: ¿no concibe Lucano la victoria del partido
cesariano como la de “una Plebe impía que se adormece sobre la hierba patricia”? 97 Un
38
fanatismo que recuerda el de los jacobinos y que había firmado la sentencia de muerte
de la aristocracia y de la virtud romanas. Frente a la anarquía republicana, España debe
entonces afirmarse monárquica y la devotio iberica, la entrega de sí a “la moda de los
Iberos”98, practicada por los patricios hacia Augusto, debía recordar a nuestro
periodista la naturaleza misma del vínculo de fidelidad hacia Carlos iv. Esta filiación del
“ser español” al siglo de Augusto es objeto en la época de una auténtica arqueología. En
1795, la moda consiste en la exhumación de “la Espana fabulosa”: se celebra a la vez a
Hércules y a Tartesos como puntos de anclaje de la nacionalidad 99. Varrones modernos
celebran igualmente la lengua nacional, hasta el punto de imponer la idea de la
circulación de una Biblia en castellano100. El debate abierto en la península por Joaquín
Lorenzo Villanueva encuentra un eco inesperado en Santafé, en una disertación de
Francisco Martínez Dacosta en la que Virgilio pierde sus cartas de nobleza en beneficio
de las imágenes bíblicas101. Belleza y Verdad se oponen en ella a los artificios de los
latinos, comparables a los de los filósofos franceses.
25 Tales argumentos explican las prevenciones de Rodríguez en el preámbulo de su Imperio
de la Virtud.
NOTAS
1. Wolfang Haase y Meyer Reinhold, The Classical Tradition and the Americas, Vol. 1: European Images
of the Americas and the Classical Tradition, Berlín y Nueva York, Walter de Gruyter, 1994.
2. La tradición clásica en el Peru Virreinal, Teodoro Hampe Martínez (coord.), Lima, Sociedad
Peruana de Estudios Clásicos y Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1999, 344 p.
3. Cf. Karine Périssat, Lima fête ses rois (XVIe-XVIIIe siècles). Hispanité et americanité dans les cérémonies
royales, Paris, L’Harmattan, 2002, p. 302.
4. Sobre México, le debemos este tipo de enfoque a Serge Gruzinski, en La pensée métisse, Paris,
Fayard, 1999, pp. 127-151. Citemos no obstante la obra de Hugo Francisco Bauza sobre el tema de
la Arcadia en la literatura latinoamericana: El imaginario clásico. Edad de oro, utopía y anadias, 1993,
226 p. y el artículo de Julio Picasso Muñoz: “La traducción de las Geórgicas de Juan de Guzmás y
sus erráticas notas americanistas”, en Teodoro Hampe Martínez, op. cit.
5. Burton Feldman y Robert D. Richardson, The Rise of Modern Mythology. 1680-1860, Bloomington y
Londres, Indiana University Press, 1972, 564 p.
6. Cf. Richard M. Gummere, The American Colonial Mind and the Classical Tradition: Essays in
Comparative Culture, Cambridge, Harvard, 1963 y Meyer Reinhold, Classica Americana: The Greek and
Roman Heritage in The United States, Detroit, Wayne State University, 1984.
7. “Al Sr. D. Cunegundo”, en Papel Periódico de la ciudad de Santafé, N° 6, 18 de marzo, 1791, p. 44. Cf.
Dictionnaire abrégé de la fable, pour l’intelligence des Poëtes, des Tableaux c~ des Statues, dont les sujets
sont tirés de l’Histoire Poétique, Douzième édition, par M. de Chompré, Licencié en Droit. A Paris,
chez Saillant et Nyon et chez Veuve Desaint, 1777, 402 p.
8. Cf. Jean Starobinski, “Le mythe au XVIIIe siècle” en Critique, № 366, Paris, 1977, pp. 975-997, v
Michel Delon, L’idée d’énergie au tournant des Lumières (1770-1880), Paris, Puf, 1988, 521 p.
9. Edmund Burke, Réflexions sur la Révolution de France, Paris, 4a. ed., Chez Laurent fils, 1790, p. 10.
10. Cf. Gérard Gengembre, La contre-Révolution ou l’histoire désespérante, Paris, Imago, 1989, p. 33.
11. Roger Chartier, “Histoire et littérature ”, en Au bord de la falaise. L’histoire entre certitudes et
inquiétude, Paris, Albin Michel, 1998, p. 271.
12. Horacio, Chant séculaire, v. 19, en Odes et épodes,, texte établí et traduit par F. Villeneuve, París,
Les Belles Lettres, 1991, p. 193.
13. Erasmo en su Instituio principis christiani (Cap. xi-18) o Feíjoo en la Carta segunda (Cf. Adiciones
(...), Imprenta de Don Pedro Marín, Madrid, 1783, pp. 61-66) hicieron el elogio del “Princeps pacis”,
frente al Rey de la guerra cuyo arquetipo sería Nemrod. La expresión sacada de la Vulgata hace
parte de los títulos atribuidos a “El Emanuel”: “Admirable consejero, Dios fuerte. Padre eterno,
Príncipe de la Paz” (Cf.“La epifanía”, en Isaías, 9, 1-6). La lectura neoclásica del epíteto está más
de acuerdo con la idea agustiniana del Princeps restitutor que arregló el mundo después de un
período de grandes disturbios.
41
14. Decreto real del 12 de septiembre, 1795. Ver: Emilio La Parra, Manuel Godoy. La aventura del
poder, Barcelona, Tusquets, 2002, pp. 148-149.
15. Introducción al conocimiento de las Bellas Artes, ó Diccionario manual. De Pintura. Escultura.
Arquitectura. Grabado. c. Por el Doctor Don Francisco Martínez, Presbítero, Dignidad de la Santa
Iglesia de Pamplona, Madrid, Por la Muda de escribano, Año de 1788. Ed. facsimilar: Real
Academia Española y Colejio de Aparajadores y arquitectos técnicos, Málaga, 1989, p. 246.
16. Cf. “Noticia”, en Papel periódico (...), N° 221, 4 de diciembre, 1795, p. 1.258.
17. “Tratado definitivo de paz concluido entre el Rey nuestro Señor y la República francesa.
Firmado en Basilea a 22 de julio de 1795. De orden del Rey. En Madrid en la Imprenta Real.
Reimpreso en Santafé de Bogotá en la Imprenta que está en la Real Biblioteca”, 31 p. en Biblioteca
Nacional de Colombia, Bogotá, fondo Pineda, Asuntos internacionales, Vol. 11. En su versión
francesa, el tratado no tenía sino 15 artículos “patentes” y 3 artículos secretos. El de san
Ildefonso, llamado también de Aranjuez (27 de junio, 1796), tendrá efectivamente 17.
18. Cf.“Noticia”, en op. cit., № 221, p. 1.258. Ver: Virgilio, Géorgiques, Libro I, v. 284. Restituido en
su contexto: “El décimo séptimo día es propicio para plantar la viña, la doma de los bueyes
capturados, y la barra de apoyo que se le pone al telar” ¿También se recalcó en las efemérides que
los juegos seculares habían sido celebrados por Augusto en el 17 A.C.?
19. “A la augustísima Soberana Nuestra Señora Doña María Luisa de Borbón, Reyna Catolica de
España y de la America”, sin fecha, 35 p. en Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, fondo
Quijano, Vol. 317, Pieza 28.
20. En una carta del 19 de marzo de 1796, el virrey Ezpeleta le indica a Godoy que Manuel del
Socorro Rodríguez le ha suplicado dirigir al Príncipe de la Paz ”diez ejemplares de varias poesías
sueltas que ha compuesto en celebridad de la paz y en aplauso de los serenísimos señores
infantes de España, dedicándolas a la reina nuestra señora”. Archivo General de la Nación,
Colombia, Bogotá, Miscelánea, Vol. 109, p. 169.
21. “Oda IV” del Libro III, en Horacio, Odes el Épodes, op. cit., p. 103.
22. “Sobre la utilidad del estudio de la Poesía”, en Papel periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá,
№ 204, 7 de agosto, 1795, pp. 1.117-1.118. Este traductor de Garcilaso de la Vega es conocido sobre
todo por la admiración que le tenía Moratín, de veinte años más joven que él. En 1790, terminó la
publicación de los tres volúmenes traducidos al italiano de la Colección de Poesías castellanas
anteriores al siglo XV, Madrid, Imprenta Real, 1782-1790. Cf. Vittorio Cían, Italia e Spagna nel secolo
XVIII, Turín, 1896.
23. “El Triunfo de Himenéo. Idilio epitalamico. En aplauso de los Serenísimos Señores Infantes de
España” en Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, fondo Quijano, Vol. 317, Pieza 28, op cit., pp.
6-20.
24. Cf. “Habiéndome manifestado (...)”, Cédula del 30 de octubre, 1795. San Lorenzo en Cedulario
Real: 1789-1801. AMQ, Volumen en cuero sin índice, 3 páginas impresas no numeradas.
25. “El triunfo de Himenéo (...), ibid., p. 15.
26. Archivo General de Indias, Sevilla, Audiencia de , 741. “Elogio de Carlos III” y “Las delicias de
España. Poema en elogio de los Principes de Asturias” (octubre, 1788).
27. Paul Veyne, “Lisibilité des images, propagande et apparat monarchique dans l’Empire
romain”, Revue historique,N° 621, PUE Enero / marzo, 2002, p. 24.
28. “Las delicias de la Paz. Oda I”, en Ibid, pp. 21-28. Por lo que hace a la Península, Albert
Dérozier exagera, nos parece, el contraste entre una paz calificada como “vergonzosa”, y “el
entusiasmo circunstancial” con el que los poetas la habrían celebrado. Cita, entre otros a: Alvarez
de Cienfuegos, Quintana, Forner y el conde de Noroña. Cf. Escritores políticos españoles. 1780-1854,
Madrid, Ediciones Turner, 1975, p. 18.
29. Feíjoo, “Amor de la Patria, y pasión nacional”, párrafos 30 y 31 del “Discurso x”, en Teatro
Crítico universal, 1729, Tomo 3, pp. 237-238.
42
30. José López de la Huerta, Examen de la posibilidad de fixar la significación de los sinónimos de la
lengua castellana, Viena, 1789, pp. 91-93. Cf. Pedro Alvarez de Miranda, Palabras e ideas: el léxico de
la ilustración temprana en España (1680-1760), Madrid, Biblioteca de la Real Academia de la Lengua,
Anejo II, 1992, pp. 241-242 y François-Xavier Guerra: “La marche à la nation moderne”, Seminario
de París-i, noviembre 21, 2001.
31. Sobre la toma de conciencia de la “decadencia española” en el siglo XVIII, ver: Luis Sánchez
Agesta, El pensamiento político del despotismo ilustrado, Madrid, Instituto de estudios políticos, 1953,
pp. 13-32.
32. “La era borbónica”, en ibid., pp. 29-35.
33. Horacio, “Oda VI” del Libro iv, y “Canto secular”, en op. cit., pp. 168-171 v pp. 192-196.
34. “Soneto”, en op. cit., p. 35.
35. Horacio, “Canto secular”, v. 21-22, en op. cit., p. 193.
36. Robert Etienne, Le siècle d’Auguste, Paris, Armand Colin, 1990, pp. 9-13.
37. Cf. Renán Silva, Los ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808. Genealogía de una comunidad de
interpretación, Medellin, Banco de la República, Fondo editorial Universidad, EAFIT, 2002, pp.
314-318. La historiografía colombiana cree desde hace mucho tiempo que la segunda apelación se
aplicaba al salón más íntimo de Manuela Santamaría de Manrique. En José María Vergara y
Vergara parece estar el origen de esta confusión. Cf. Historia de la Literatura en Nueva Granada,
1867, en reed.: T. II, Bogotá, Editorial ABC, 1958, p. 102.
38. “Carta” (relativa a la Real Cédula dada en Madrid, á 15 de enero de 1792), en Papel periódico, op.
cit., № 72 y N° 73, 29 de junio y 6 de julio, 1792, pp. 187-188 y pp. 173-175.
39. El autor anónimo de este artículo cita sucesivamente: la Oda 36 del libro l, la Oda 14 del Libro
III, las Odas 13 y 15 del Libro iv y el Canto secular.
40. “Carta”, en op. cit., p. 174.
41. Voltaire, “Essai sur le siècle de Louis XIV”, en Recueil de pièces fugitives en prose et en vers, s.e.,
Paris, 1740, p. 1.
42. Pedro Alvarez de Miranda, Palabras e ideas: el léxico de la ilustración temprana en España
1680-1760, op. cit., pp. 677-684.
43. François López, “Comment l’Espagne éclairée inventa le Siècle d’Or”, Hommage des hispanistes
français à Noël Salomon, Barcelona, 1979, pp. 517-525.
44. Marc Fumaroli, L’école du silence. Le sentiment des images au XVIIe siècle, 1994, reed. Champs
Flammarion, 1998, pp. 445-449.
45. “Pulcherrima est possesio eruditio mortalibus (...)”, en Papel periódico de la Ciudad de Santafé de
Bogotá, № 79, 17 de agosto, 1792, pp. 217-222.
46. “Anécdota”, en ibid, N° 77, 3 de agosto, 1792, pp. 206-208.
47. “Idéa del nuevo Reyno de Granada”, en Ibid., № 257, 19 de agosto, 1796, p. 1542. En su
diccionario, Martínez Dacosta precisa: “Quando Saturno huía de la colera de Júpiter su hijo, Jano
le recibió en sus Estados cuando éste huía de la cólera de su hi]o, dividiendo con él el gobierno de
su Reyno”.
48. Cf. La cuarta égloga de las Bucólicas. Sobre la interpretación de este texto enigmático, ver: Jean
Paul Brisson, Rome et l’âge d’or. De Catulle a Ovide, vie et mort d’un mythe, París, éditions La
Découverte, 1992, pp. 75-187.
49. Manuel del Socorro Rodríguez, Fundación del Monasterio de la Enseñanza. Epígramas y otras
obras inéditas o importantes, Bogotá, Biblioteca de la Presidencia, № 44, 1957, p. 300.
50. “Disertación sobre el Gavinete de Ciceron por el abate Venuti”, en Papel periódico de la Ciudad
de Santafé de Bogotá, № 225, 1o de enero, 1796, pp. 1.288-1.290.
51. “Reflexiones de una Dama Filósofa sobre un punto importante de educación pública”, en Papel
periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, N° 238, 1° de abril, 1796, pp. 1.387-1.394. El autor debe
ser un clérigo que se esconde bajo un seudónimo hecho célebre por la defensa de la Compañía de
Jesús del padre Claude-Cyprien-Louis Abrassevin: Tout le monde a tort ou jugement impartial d’une
43
dame philosophe sur l’affaire présente des jésuites, en Francia. 1762, 69 p. Se anota que Eugenio Espejo
hizo alusión a esta obra en la “Conversación Novena” del Nuevo Luciano (Quito, 1779).
52. Cf. “Apéndice del redactor”, en Papel periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, № 164, 31 de
octubre, 1794, pp. 889-892 y N° 165, 7 de noviembre, 1794, pp. 893-896.
53. Ibidem., N° 167, 21 de noviembre, 1794, pp. 909-914.
54. Ibidem, N° 170,12 de diciembre, 1794, pp. 933-940.
55. Ibidem, N° 171, 19 de diciembre, 1794, pp. 941-948.
56. “El imperio de la Virtud”, en Papel periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, № 216 al № 236,
30 de octubre, 1795 - 18 de Marzo, 1796, pp. 1.211-1.378.
57. Ibidem, N° 216, 30 de octubre, 1795, p. 1.213.
58. Ibidem, p. 1.216.
59. Cf. Renán Silva, Prensa y revolución a finales del siglo XVIII. Contribución a un análisis de la formación
de la ideología de la Independencia Nacional, Bogotá, Banco de la República, 1988, 188 pp; y Jeanne
Chenu, “La Révolution française en Nouvelle Grenade à travers El Papel periódico (1791-1797)”, en
Les révolutions ibériques et ibéro-americaines à l’aube du XIXe siècle, Actes du Colloque de Bordeaux:
2-4 de julio, 1989, Collection de la Maison des Pavs Ibériques N° 49, Editions du CNRS, 1991, pp.
285-296.
60. “El imperio de la Virtud”, en ibidem, N° 236, 18 de marzo, 1796, p. 1.378.
61. Joaquín Lorenzo de Villanueva, Catecismo del Estado según los principios de la religión,
Madrid, 1793.
62. Cf. Olivier Ott, “Psychologie scolastique et argumentation anti-intellectuelle: L’animastique
du P. Calatavud”, en Joël Saugnieux (dir.), Foi et Lumières dans l’Espagne du XVIIIe siècle, Lyon.
Presses Universitaires de Lyon, 1985, pp. 81-103.
63. “El imperio de la Virtud”, en ibidem, p. 1.332.
64. Autobiographie, en Marcel Auclair, Oeuvres complètes, Paris, 1960, pp. 232-235.
65. “El Imperio de la Virtud”, en ibid, № 220, 27 de noviembre, 1795, p. 1.246.
66. Ibidem, N° 232,19 de febrero, 1796, p. 1.346.
67. Ibidem, N° 226, 8 de enero, 1796, p. 1.292.
68. Ibidem, N° 229, 29 de enero, 1796, p. 1.316.
69. Ibidem, N° 226, 8 de enero, 1796, p. 1.294.
70. Ibidem, N° 223 y 224, 18 y 25 de enero, 1795, pp. 1.273 y 1.281 (sic).
71. Ibidem, N° 232,19 de febrero, 1796, p. 1.339.
72. Ibidem, p. 1.345.
73. Ibidem, N° 227, 15 de enero, 1796, p. 1.306.
74. Cf. Javier Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid, Edicusa, 1971, 441
p. |ean Sarrailh, L’Espagne éclairée de la seconde moitié du XVIIIe siècle, Paris, 1954, cap. VIII, y
Francisco Sánchez Blanco, La mentalidad ilustrada, Madrid, Taurus, 1999, pp. 308-328.
75. “El Imperio de la Virtud”, en ibidem, N° 219, 20 de noviembre, p. 1.236. Rodríguez se deshace
en elogios de Benedicto XIV. Este, quien forzó la admiración de Montesquieu... e incluso de
Voltaire, escribió un Tratado de la virtud heroica que Rodríguez seguramente tuvo que conocer. No
sobra añadir que en esos años circula la obra de Francisco Larraga, Promptuario de la Theologia
moral (...) con la explicación de varias Constituciones de N.S.S.P. Benedicto XIV (...) En la imprenta de D.
Manuel Martín, 1780, 12h + 735 p.
76. Fecha de la ejecución de María Antonieta. Cf. “El imperio de la Virtud”, en ibidem, № 236, 18
de marzo, 1796, p. 1.371.
77. Ibidem, N° 234, 4 de marzo, pp. 1.357-1.358. No hemos encontrado huella de este discurso. ¿Se
trata de una invención de Rodríguez o de la traducción de un panfleto de esa época? Annie
Duprat mencionó la utilización de la temática de la edad de oro y de la edad de hierro en las
caricaturas que atacaban la “real pelirroja”. Cf. Les rois de papier, París, Belin, 2002, p. 255.
44
99. Cf. “España fabulosa”, en Memorial Literario, Madrid, mayo, 1795, Parte II, pp. 342-368.
Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, fondo Pineda, Vol. 130, Pieza única. Sobre Hércules, ver
en ibid., julio de 1795.
100. Los clérigos Vicente Blasco, Joaquín Lorenzo Villanueva, Gregorio Mayans y Diego González
defendieron esta idea hasta que la Inquisición aceptó el principio en 1782. La traducción de la
Vulgata fue confiada entonces a Felipo Scio de San Miguel (1790-1793) y se produjo en esos años
una verdadera “euforia bíblica” que recuerda la que había rodeado los trabajos de Frav Luis de
León en el siglo XVI. Cf. Teófanes Egido, “La religiosidad de los ilustrados” en Ramón Menéndez
Pidal, Historia de España, Tomo XXXI: La época de la Ilustración. Et Estado y la cultura (1759-1808),
Madrid, Espasa-Calpe, 1987, pp. 414-416.
101. La disertación de Martínez Dacosta data de 1793 o 1794. Rodríguez la publica por lo tanto a
título postumo. Cf. “Disertación Teologico-critica sobre la edicion de la sagrada Biblia en el idioma
vulgar”, en Papel periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, del N° 207 al N° 214, 28 de agosto-16 de
octubre, 1795, pp. 1.139-1.147 y 1.193-1.198.
102. Cf. Papel periódico ilustrado de Santafé, N° 265, enero 6, 1797, p. 1.620.
103. “El placer público de Santa Fé (...), op. cit., p. 17.
104. Ídem, p. 22.
105. “El placer público de Santa Fe (...), op. cit., p. 44.
106. Alain-Charles Gruber, Ees grandes fêtes el leurs decors á l’époque de Louís XIV, Ginebra,
Droz, 1972, p. 118.
107. Fueron encargados a Heinrich Friederich Füger por la reina María Carolina. El artista, de
marcado neoclasicismo, escogió como tema de sus frescos: “Los Poetas con Apolo y las tres
Gracias” y “La escuela de Atenas”.
108. Tomamos estas dos expresiones de Jacques Chastenet, Manuel Godoy el l’Espagne de Goya, París,
Hachette, 1961, p. 111.
109. Miguel Antonio Caro, “Virgilio y el nacimiento del Salvador”,1865, en Estudios virgilianos.
Tercera serie. Compilación, notas y complemento bibliográfico por Carlos Valderrama Andrade,
Bogotá, Insututo Caro y Cuervo, 1988, pp. 17-72.
110. Cité de Dieu, op. cit., x, 27, o Epístola a ¡os Romanos, I, 3.
111. “La Provincia de Agustinos calzados de este Nuevo Reyno de Granada (...), en señal de amor y
reconocimiento D.O.C al Excmo Señor Don Antonio Amar y Borbón, (...) Virey, Gobernador y
Capitan General del Nuevo Reyno de Granada. &&. Los más selectos problemas de la cronología”,
s.l., s.f. (Bogotá, 1804), 23 p., Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, fondo Quijano, Vol. N° 115,
Pieza 11.
112. Ibid.,pp. 9-10.
113. Ibid, pp. 35-42.
114. Ibid, pp. 1-7. Id, pp. 15-16.
115. Andrés Rosillo y Meruelo, “Sermón predicado en la Iglesia Catedral de la Ciudad de Santafé
de Bogotá. El día de 24 de febrero de 1805, en la solemnidad de Acción de Gracias que con
asistencia del Excmo Sr Virey, de todos los Tribunales y de los individuos de la Expedición de la
Vacuna y su Vicedirector Don Joseph de Salvany, fue celebrada para manifestar el
reconocimiento de este nuevo Reyno a Dios, y al Rey por este beneficio (...) 1805, pp. 17-18.
Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, fondo Pineda, Yol. 309, Pieza 5.
116. José Caicedo Rojas, “Una Quinta histórica. Recuerdos de la infancia de la patria”, en Papel
periódico Ilustrado, N° 97, Bogotá, agosto 6, 1886, Tomo v, p. 10.
46
AUTOR
GEORGES LOMNÉ
Universidad de Marne-la-Vallée (Francia)
47
El 19 de Abril de 1810: La
“mascarada de Fernando” como
fecha fundacional de la
independencia de Venezuela
Carole Leal Curiel
10 Al analizar la narrativa que del 19 de Abril de 1810 ofrecen las primeras historias de
Venezuela, y tengo en mente la de Feliciano Montenegro y Colón (Geografía General para
uso de la juventud en Venezuela, 1833; Tomo Cuarto: Historia de Venézuela, 1837), la de
Rafael María Baralt (Resumen de la Historia de Venezuela, 1841), la de Francisco Javier
Yánez (Compendio de la Historia de Venezuela desde su descubrimiento hasta que se declaró
estado independiente, 1840), y la de Juan Vicente González (su entrega por partes de la
Biografía de José Félix Ribas, 1865), es importante observar dos aspectos: uno, la
presentación de los hechos y en segundo lugar, la interpretación que ellos ofrecen de
los sucesos ocurridos durante ese día.
11 Con respecto a los hechos, en el registro de la escena por demás conocida y
posteriormente pintada por Juan Lovera, concuerdan Baralt y Yánez en una enjundiosa
descripción de la misma, narrada en atención a una secuencia de lugares que a los
venezolanos le es harto familiar: el día coincide con los oficios religiosos del Jueves
Santo, lo que en sí mismo le confiere un cierto carácter sacro; que se obliga al
Presidente, Gobernador y Capitán General Emparan a regresar a Cabildo y en casi todas
las narraciones el responsable de su regreso recae en Francisco Sallas (quien lo detuvo,
en la versión Yánez; o le tomó por el brazo en la versión de Baralt); que, dada la
emergencia en la Península, el Cabildo Secular de Caracas le exigió a Emparan
establecer una junta como en las provincias de España; que la revolución casi aborta
por culpa de Juan Germán Roscio y del Dr. Félix Sosa, ambos recién autonombrados
50
corren a partir de la segunda mitad del siglo XIX opera un sutil cambio en el registro del
anecdotario de la jornada de Abril con una inequívoca tendencia hacia la calificación de
los héroes. Así, el hombre Francisco Salias del cual hablan a secas y sin adjetivación
alguna Yánez y Baralt, se transforma en “un hombre valeroso y resuelto” en el
Compendio de la Historia de Venezuela de Alejandro Peoli (1853); o en “el patriota
Francisco Salias” como lo registra el Manual de Felipe Tejera (1875); o en “el intrépido
patriota Francisco Salias” según el Catecismo de Historia de Antonia Esteller (1885); o
bien en “la audacia decisiva de Salias” tal y como lo retrata un artículo dedicado a la
fecha, que fue publicado en ha Opinión Nacional en 18779.
16 El “genio atrevido y emprendedor” que describe Baralt sobre el canónigo chileno
Madariaga pasa a ser declinado en la Historia de Venezuela para niños de
17 Socorro González Guinán (1883) como el “notable hombre” “que a fuerza de
patriotismo, de valor y de elocuencia encarriló de nuevo la revolución...”; o bien como
“el hombre destinado por la providencia para consumar el grande hecho de la
revolución” según el registro que ofrece el Catecismo de Historia de Antonia Esteller. Y la
“torpeza y ceguedad” de Roscio que refiere originalmente Baralt; o los “diputados del
pueblo” que no pudieron “expresar con exactitud su voluntad”, de acuerdo a la reseña
de Yánez, se transforman en esta forma de literatura de la certeza, en los “incautos
miembros que con su ceguedad inaudita” estuvieron a punto de hacer perecer la
revolución y hubieron de ser reprendidos “con viveza y fuerza” por Madariaga de
acuerdo al relato de Antonia Esteller.
18 No obstante, ha de señalarse que el nódulo inicial del anecdotario patrio se conserva y
en esta versión de la historia fundada sobre la adjetivación y las certezas de la fe
patriótica, el 19 de Abril siguió siendo una fecha sospechosamente fernandina.
20 El 28 de octubre de 1877, día de fiestas cívicas para festejar el día de San Simón, el
periódico La Opinión Nacional anunciaba el nombre de los ganadores del Certamen
Científico y Literario que se había convocado para ese año. El “juego floral” se dirimió
el 26 de octubre, a las 7 de la noche. El certamen versó sobre la verdadera significación
del 19 de Abril de 1810, la que fue formulada bajo una pregunta más que reveladora:
“¿El 19 de Abril de 1810 es o no el día inciativo de nuestra independencia nacional?” 10. A
la convocatoria habían respondido, entre otros, Rafael Seijas, Arístides Rojas, S. Terrero
Atíenza, cuyos trabajos fueron publicados en La Opinión Nacional y la Tribuna Liberal.
21 Con respecto al certamen de ese año llamo la atención no sólo sobre el hecho de que la
interrogante que dio origen al concurso parece indicar las dudas suscitadas por el
52
Gual y España en 1797, movimiento que describe como “el primer grito de la revolución
de 1810”; de Miranda, también fracasado, pero con mejor fortuna que josé María
España; y de Bolívar a quien la educación europea “había operado en sus ideas un
cambio” y quien “en presencia de una civilización superior a aquella en la que había
nacido, olvidó muy en breve el hábito de la obediencia ciega que, en las colonias
americanas mantenía paralizados el cerebro y el corazón”. Así, en la versión de Rojas, el
Bolívar de 1807, imbuido de las nuevas doctrinas, alcanza al Bolívar de 1808 y al Bolívar
atemporal que se adelantó un siglo a sus conciudadanos fustigando la emancipación
venezolana. Será Bolívar el hombre, afirma Rojas, que forme el núcleo de hombres
definidos que debía salvar del naufragio la revolución de Abril en los momentos de su
nacimiento. El segundo aire de su argumentación lo orienta hacia la idea de la “astucia
revolucionaria” desplegada por el grupo revolucionario del Cabildo que,
...tuvo la astucia necesaria para saludar la futura república ostentando la librea del
Monarca. Aunque en el acta se reconocen los fueros de Fernando y se disfraza con
votos de obediencia y de amor, se niega la jurisdicción de la Junta de España sobre
los países americanos...12
25 Rojas, en medio de las diferencias interpretativas que define con Seijas, comparte ahora
con él la operación de deslastrar el eventual carácter fernandino del juntismo de Abril:
Juzgamos, ahora años, el 19 de Abril como día español porque lo conocíamos por la
librea que ostentó y no por las ideas que encarnaba. El estudio de nuevos
documentos nos ha convencido de lo contrario. El 19 de Abril es, no sólo uno de
iniciativa, sino también un triunfo de la más hábil diplomacia... 13
26 Por su parte, el ensayo de S. Terrero Atienza, que se inicia reclamando la eliminación
del 19 de Abril en las orlas del escudo de armas de la República 14, apela a la historia cual
“Tribunal de la Verdad” y con ella busca probar el carácter inequívocamente iniciativo
de la fecha de Abril. En el mejor estilo de la literatura catequética, formula preguntas
que el mismo autor va respondiéndose con el fin de desmentir a la mayoría de los
historiadores que “exhibe al pueblo de Caracas como un grupo de estúpidos amotinados
que no tenían conciencia de sus derechos”. En tal sentido, su escrito es un intento por
rescatar la participación “popular” durante la jornada de Abril. Para probarlo recurre a
la figura de Francisco Sallas, “que es un hombre del pueblo”, quien fue “el primero que
en la América española inviste la túnica de ciudadano”. Es justamente el pueblo, el
elemento popular simbolizado en Salias lo que conferirá, a juicio de Terrero Atienza, el
carácter revolucionario al movimiento de Abril así como la presencia “del genio de
Bolívar, quien trajo a Miranda”.
27 El Certamen Científico y Literario de 1877 marcó un hito. Buscó romper con la
interpretación que Cristóbal L. Mendoza llamó “tradicionalista” y en ese sentido hay
que leerlo como el primer intento por elaborar el mito de la fecha fundacional bajo las
siguientes operaciones ideológicas:
1. “Bolivananizando” la fecha, lo que se inscribe en el proceso histórico de institucionalizar el
culto oficial a Bolívar, “el culto para el pueblo” como bien lo ha mostrado Carrera Damas en
su obra El Culto a Bolívar. Así Bolívar es hijo y padre del 19 de Abril; o salvador de la
revolución o bien su inspirador ideológico.
2. En el proceso de despojar la fecha de cualquier influencia de la crisis peninsular, y con ello
limpiar el carácter fernandino de la misma, iniciándose así la acción de entroncar la
revolución de Abril con las revoluciones del siglo: sea la anglo-americana como lo señala
Seijas o bien la francesa como arguye Rojas.
54
28 Treinta y dos años después de haberse realizado aquel juego floral, y a casi un año de
iniciarse los festejos para conmemorar el centenario del 19 de Abril, la significación de
la fecha iniciativa se resolvió más oficiosamente bajo el manto protector de la Academia
Nacional de la Historia, institución que emitiría su dictamen. El acuerdo de la Academia
Nacional de la Historia se aprobó por unanimidad en su sesión del 30 de abril de 1909.
Resolvía la Academia un punto que había sido elevado para su consideración, a saber,
¿cuál debe reputarse el día inicial de la Independencia de Venezuela?, pregunta que en
su momento parecía seguir señalando que las dudas aún persistían.
29 El “Acuerdo” de esa corporación rarificó el 19 de Abril como día fundacional al señalar
“...que el reconocimiento inmediato de los derechos de Fernando vii por el
Ayuntamiento constituyen un hecho ficticio”, acotando que
...la Academia Nacional de la Historia reconoce con los Ilustres proceres fundadores
de la Patria, con el Generalísimo Miranda, precursor de la Independencia y con el
mismo Libertador Simón Bolívar, que la revolución verificada en Caracas el 19 de
Abril de 1810 constituye el movimiento inicial, definitivo y trascendental de la
emancipación en Venezuela16.
30 ¿De cuáles pruebas se valió la Academia en esa oportunidad para hacer tal admisión? De
sus catorce consideraciones podemos extraer cuatro tipos de razonamientos:
31 Uno, el argumento de autoridad que se expresa bien sea a través de la voz fundamental
del padre de la patria y su ya citada proclama del 19 de Abril de 1820; bien por medio de
la del precursor Generalísimo quien en 1810 anuncia que “el 19 de Abril es la época más
célebre en la historia de la Provincia de Venezuela”; o bien a través de la afirmación de
Roscio y su muy citada intervención en el Congreso de 1811 en la cual alegaba que el
reconocimiento de los derechos de Fernando VII se hizo “por la necesidad de no alarmar
a los pueblos”. Cada uno de ellos es empleado como elemento probatorio, en tanto que
son emisiones cargadas de la autoridad de los padres fundadores de la república, a
55
pesar de que las distintas emisiones son tomadas de diferentes momentos y contextos.
Con el argumento de autoridad se funden, en una sola significación y atribuyéndoles
una coherencia de la que carecen, diferentes usos y sentidos discusivos de actores
diversos.
32 La segunda línea argumental de la institución apela a la literalidad del texto, esto es, al
documento del que se supone que habla por sí mismo. Y así se recurre al “Manifiesto
del Congreso Constituyente de 1811” para señalar la ficción del reconocimiento de los
derechos de Fernando, la expulsión de los tiranos y el desplome del coloso del
despotismo; o se invoca el “Manifiesto de la junta Suprema del 8 de diciembre de 1810”
para probar que la intención juntista de abril era romper las cadenas o bien se recurre
al texto de la “Declaración de la Independencia” para refrescar que esa fecha
recuperamos nuestros derechos. No quisiera cerrar este punto sin dejar de llamar la
atención sobre el hecho de que ese “Acuerdo” parte del supuesto de que los textos
citados hablan por sí mismos y no desde el sido de una interpretación y en este caso
específico desde la interpretación que produce esa corporación académica en el
momento histórico de estar a las puertas de la celebración del centenario del 19 de
Abril. Nótese, además, que en “la declaración de la Academia todos los alegatos para
justificar esa fecha como día inicial no están referidos a los documentos de los días
inmediatos a la constitución de la ]unta Conservadora de los Derechos de Fernando VII,
sino a varios meses después, cuando ya se había manifestado la abierta hostilidad del
Consejo de Regencia contra las acciones caraqueñas”17.
33 La tercera línea de razonamiento de la corporación esgrime al tribunal del pueblo como
factor legitimador de la conspiración: “El pueblo, por la voz de los conjurados, contestó:
no queremos mando”. Y así el bravo pueblo expulsa y despoja del mando no sólo a
Emparan sino a “la dominación de España en Venezuela”. Obsérvese que en este
“Acuerdo”, a diferencia de algunos de los textos concursantes en el Certamen de 1877,
el pueblo no es ya la ignorante, esclava e inconsciente masa a la que había que crearle
un pretexto. Es la fuente de legitimación de los conjurados que lo representan.
34 El “Acuerdo” de la Academia Nacional de la Historia fue firmado casi un año antes de
iniciarse la conmemoración del centenario del 19 de Abril, cuyos actos han quedado
registrados en una publicación que por decreto del gobernador del Distrito Federal
(21-04-1910) lleva el título El 19 de Abril en Caracas: 1810-1910. El programa centenario,
cuyo preliminar señalaba que “los hombres del 19 de Abril de 1810 fueron hombres
movidos por la secreta y fuerte aspiración de libertad”, contempló festejos con salvas
de artillerías, iluminaciones excepcionales, exhibición del acta original del 19 de Abril,
fuegos artificiales, Te Deum en la Santa Iglesia Catedral, exhibición de la bandera,
banquetes populares, retretas en las plazas y la “monumentalización” de la fecha. Se
inaugura e ínstala el nuevo Concejo Municipal, colocando en un sitio de honor el
retrato del “eminente patriota Francisco Salias”, se descubre una lápida en la Casa
Amarilla, indicando que en ese edificio se reunió el Ayuntamiento histórico del 19 de
Abril, se coloca la primera piedra por manos del presidente Juan Vicente Gómez, “del
monumento alegórico que, en recuerdo de esa fecha que se celebra, se erigirá en la
avenida de El Paraíso, en el ángulo formado por dicha avenida y la calle norte”, en lo
que iría a ser el Parque 19 de Abril. Quiso el azar que ese mismo año centenario se
descubrieran, perdidas en un depósito, las mazas, emblema del antiguo Cabildo de
Caracas; se ordena entonces por decreto la recuperación de las reliquias que fueron
mandadas a colocar en un sitio de honor en el salón de sesiones del Concejo Municipal.
56
39 Cuarenta años más tarde, en 1960, año sesquicentenario del 19 de Abril, un nuevo
impulso habría de cobrar la re-elaboración mítica de la jornada patria. Es en el marco
preparatorio de esa celebración que se inscribe la publicación del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia en la cual se recogen en una sola unidad, diversos
escritos que incluyen desde la Relación del Capitán Emparan ante el Rey, el Informe del
57
intendente Basadre sobre los acontecimientos de abril hasta algunos de los textos de los
certámenes de 1877 y 1910.
40 También se publica por primera vez en 150 años, una compilación ordenada de los
documentos o textos oficiales “de los actos ejecutivos y legislativos del período
conocido en nuestra historia con el nombre de Primera República. Cronológicamente
este período corre desde el 19 de Abril de 1810 hasta el 30 de julio de 1812” 22. La
compilación de los textos, llamados oficiales, se preparó con motivo de la
conmemoración de los sesquicentenanos del 19 de Abril y 5 de julio, ordenada por la
Junta de Gobierno de la República de Venezuela por decreto N° 265 de 18 de junio de
1958. Asimismo forma parte de ese momento la publicación de la obra El 19 de Abril en la
historiografía venezolana.
41 El sesquicentenario viene a representar en su variedad de colecciones documentales la
tercera re-elaboración de la fecha-mito fundacional. En esta etapa, el debate se orienta
hacia la purificación de los documentos a fin de mostrar que ellos, a pesar de que
exhiben reiteradas adhesiones de fidelidad hacia Fernando vii, hay que leerlos e
interpretarlos —y aquí tomo prestado el fraseo del padre Barnola— como “verdadera
expresión nacional de un gobierno nuevo y legítimo que surge de circunstancias
totalmente nuevas”. Con el sesquicentenano se institucionaliza la práctica de asentar la
memoria nacional —la nación eterna— a través de la expresión documental.
42 La presentación de los documentos en ese momento buscó explicar cómo los primeros
próceres sí tenían en mente la independencia absoluta aunque invocaran al Rey. El
problema ya no se ubicaba en si el 19 de Abril fue o no día iniciativo o primogénito de
América. El problema se centró en despejar los recelos de aquellos espíritus que aún
dudaban sobre el verdadero significado de la fecha en virtud de la manifiesta adhesión
al Rey cautivo que exhibía la documentación que se publicaba como textos oficiales
para tal ocasión. Con este ánimo emprendió el padre Barnola la cirugía respectiva y así,
después de refrescar la argumentación esgrimida en su momento por la Academia
Nacional de la Historia en su Acuerdo de 30 de abril de 1909, consolida una explicación,
que él llama definitiva, la cual “aún cuando no mencionada expresamente en ningún
documento, está latente en todos ellos en virtud de la legitimidad misma constituida
desde el 19 de Abril de 1810...”. Explicación, señala el autor, que más que de orden
histórico es de orden jurídico. ¿Cómo justificar entonces la manifiesta adhesión al Rey
por parte de la Junta Suprema de Venezuela? Escuchemos la voz del padre Barnola:
Que aquellos juristas buscaron salvar lo que hoy diríamos el hilo constitucional. Y
ante aquella conflictiva situación encontraron la fórmula justa y precisa
declarándose y constituyéndose, con el respaldo popular, y dadas las circunstancias
apremiantes de la amenaza francesa, en Suprema Junta Conservadora de los
Derechos de Fernando VII .23
43 Así aquella vieja idea de una junta fernandina como el pretexto que escondía las
verdaderas intenciones revolucionarias que se había ido incoando en el certamen
literario de 1877, pasó ahora a ser re-elaborada bajo la fórmula del artilugio de orden
jurídico y con ella “no sólo se salvaba jurídicamente la continuidad de un gobierno
legítimo, con un cambio legítimo que las circunstancias justificaban plenamente sino
que además libraba a la Junta Suprema de toda apariencia de intrusismo o de
usurpación, cosa sin duda alguna de gran importancia para no suscitar sospecha alguna
ante un pueblo que hasta ese momento profesaba total veneración y obediencia a la
persona del Rey”24. Y esta explicación de orden jurídico servía entonces, en atención al
58
análisis del padre Barnola, para entender por qué la Junta Suprema se confirió el título
de “Su Alteza” y por qué se mostró tan fiel a Fernando VII.
44 Con la interpretación de los documentos publicados en el sesquicentenario, se venía a
ratificar la intencionalidad emancipadora de los “revolucionarios” del 19 de Abril, pero
ahora la “sagacidad americana” o la “astucia revolucionaria” esgrimida en los primeros
tiempos, quedó reformulada bajo el argumento de la prudencia jurídica.
La de 1828, que cayó un día sábado, se solemnizó con un Te deum, desfile de milicia, un
feu de joie y un discurso de Páez. La apatía seguía reinando 34.
51 Pero a partir de 1834, el 19 de Abril se hizo nacional y se institucionalizó en un rito
cívico-político que se conservaría, con algunas variaciones que fueron imponiendo las
mudanzas políticas a lo largo del siglo XIX. Pólvora y música serán algunas de las
expresiones de ese rito patriótico. Iluminación de los balcones del salón del senado, la
casa de gobierno y las casas de particulares, cortinas y tapices y el infaltable pabellón
tricolor formarán parte del ornato ritual. Función solemne de Iglesia y Te deum con la
concurrencia del poder ejecutivo, autoridades, corporaciones —léase universidades,
seminarios, colegios particulares—, empleados públicos de la “lista civil” y demás
ciudadanos, y discursos para la ocasión vendrán a cargar de sentido a la instrucción del
oficio por el que se introducía la práctica lingüístico-administrativa de la locución
“solemnizar el 19 de Abril”, la cual supuso, entre 1834 y 1849, unas formas de
realización ceremonial que siguieron la pauta del artículo tercero del decreto de 1834.
La acción de solemnizar esa fiesta nacional significó entre otras cosas: primero, la
activación de un dispositivo administrativo que se iniciaba con la emisión de un oficio y
circular expedidos por la Secretaría de Interior y Justicia dirigidos a las respectivas
dependencias políticas, comunicando la resolución de “solemnizar el 19 de Abril”;
segundo, la activación de un proceso ceremonial “con las formalidades de costumbre”,
esto es, las tres salvas de cañón de rigor prevista por el decreto reglamentario, las
salvas ordinarias y corrientes durante el Te deum, la iluminación y adorno de todos los
edificios nacionales o destinados al servicio público, la concurrencia ceremonial del
poder ejecutivo acompañado de una comitiva compuesta por las corporaciones y
empleados públicos, repiques de campanas en las iglesias y excitar a los ciudadanos al
aseo de sus calles y el debido ornato e iluminación del exterior de sus casas “del modo
en que sugiere el patriotismo”35. Asimismo, la práctica de solemnizar implicó la
cuidadosa administración de la ejecución de gastos para la fiesta 36.
52 Los dos grandes días coronados como fiesta nacional fueron fijados poco después, en
1836, en el Escudo de Armas de la República que por decreto había establecido el senado
y la cámara de representantes de la República de Venezuela, en cuyo artículo primero
se indicaba:
...El Escudo tendrá por timbre el emblema de la abundancia que Venezuela había
adoptado por divisa y en la parte inferior una rama de laurel y una pluma atadas
con tiras azules y encarnadas en que se leerán, en letras de oro, las inscnpciones
siguientes: Libertad: 19 de Abril de 1810, 5 de Julio de 181137.
53 Y ese mismo año de 1836, la municipalidad de Caracas decretó como parte de las
solemnidades que el cuadro titulado Tumulto del 19 de Abril de 1810, pintado por Juan
Lovera en 1835, fuese conducido por las calles en paseo ceremonial después de haber
asistido a las funciones religiosas de rigor38.
54 El rito cívico-político también sirvió de pretexto para el uso de otras acciones políticas.
Por ejemplo, la fiesta cívica de 1838 fue la coyuntura que aprovechó el Congreso para
ofrecerle al Ciudadano Esclarecido, S.E. José Antonio Páez. una espada de oro mandada
a hacer en Londres, presentándosela:
...al general en Jefe en este día, reuniendo así el recuerdo del 19 de Abril, origen de
la nación, de sus triunfos y de su gloria, y el de ios días de la victoria que dieron
firmeza y estabilidad a la Constitución y leyes de la Patria 39.
61
55 Durante esos mismos años, 1834-1848, la práctica discursiva del patriotismo de abril
discurrió en torno a la idea del “gran día nacional”, la “aurora del 19”, “el glorioso día”,
el “fausto aniversario”, “el sol”, “día precursor”, “primer eslabón de la gran cadena”,
expresiones todas que tiñen los oficios y circulares así como los discursos oficiales y
espontáneos proferidos para la ocasión anual. Desde el punto de vista discursivo
importa observar cómo a partir de 1840 en adelante la fecha se declina, muy
rousseaunianamente, como expresión necesaria del “grito de la libertad eterna
“vinculándose esa idea bien sea”al padre de la Patria, al salvador del Nuevo Mundo, al
gran capitán, al buen ciudadano, al magnánimo Bolívar (...)” 40, o bien a la secreta
independencia ya deseada por los habitantes de Venezuela influenciados por “las
doctrinas filosóficas o por el ejemplo de Estados Unidos” 41.
56 A partir de 1849, los cambios políticos introducirían ligeras variaciones en el rito. La ley
de 14 de marzo de 1849 derogó y reformó la ley de 16 de abril de 1834 incorporando,
además del 19 de Abril y el 5 de Julio, dos nuevas fiestas al calendario nacional: una, el
24 de enero de 1848 día en el cual —señala la mentada ley— “...agotado el sufrimiento
bajo una nueva y odiosa tiranía que resultaba en abusos y pretensiones retrogradantes
y destructoras, supo el pueblo espontánea y valientemente recobrar su dignidad
sosteniendo los fueros de la libertad”42. Este nuevo aniversario nacional, al igual que
otros posteriormente instaurados según las ocurrencias de las mudanzas políticas y los
mandatarios de turno, tuvo corta duración y su celebración fue suprimida en 1858 43. La
otra fiesta elevada al rango de nacional durante la presidencia de José Tadeo Monagas
correspondió al 28 de octubre, día en “que se ha celebrado siempre el nacimiento del
ciudadano Simón Bolívar...“44. El día de San Simón se festejaría hasta 1918, año cuando
fue suprimida del calendario de las fiestas nacionales para ser sustituida por el 24 de
Julio, fecha del nacimiento del Libertador. No obstante la novedad de conmemoraciones
adicionales, el período que inició la ley de 1849 conservó las formas del rito cívico-
político que hasta entonces se habían empleado para “solemnizar el 19 de Abril” 45. Sin
embargo, sí se observa —y es importante subrayarlo— una mayor recurrencia en la
práctica discursiva en la cual se asocia el 19 de Abril como sinónimo de “grito de la
libertad”46.
57 Ni siquiera la guerra federal (1859-1863) inhibió la práctica ritual acostumbrada del
“gran día nacional”47. Pero con el gobierno federal, aún cuando se conserva la
celebración anual del “recuerdo de aquel clásico día en que lanzó el pueblo su primer
grito de libertad” con alocuciones, música militar, fuegos artificiales, globos
aerostáticos, Te Deum, salvas de artillería y fusilería, iluminaciones y regocijos, otras
transformaciones darán cuenta de la suerte corrida por la representación simbólica de
la fiesta patria. La Constitución de 1864 suprimió toda referencia pública sobre el 19 de
Abril, erigiendo un nuevo calendario de la libertad tanto en el escudo como en la
documentación pública:
Art. 123: La presente constitución empezará a regir desde el día de su publicación
oficial en cada estado y desde ese día en todos los actos públicos y documentos
oficiales se citará la fecha de la federación a partir del 20 de febrero de 1859 y la de
la presente ley48.
58 Y por disposición de 29 de julio de 1863 se modificó la leyenda del escudo de armas el
cual llevaría en su parte inferior las insignias siguientes: “...en el centro Dios y
Federación, a la izquierda: 5 de julio de 1811-Independencia y a la derecha, la fecha en
que se promulgue la Constitución”, lo que se hizo el 28 de marzo de 1864. Con esta ley y
62
esa forma de citación desaparecería durante muchos años la mención del 19 de Abril de
1810 en la representación del calendario político. La doble citación (Independencia-5
de Julio de 1811/Libertad-28 de Marzo de 1864) permanecerá vigente hasta 1905
cuando durante el gobierno de Cipriano Castro se eliminó en la leyenda de las orlas la
referencia a la Lev de 1864 y se la sustituyó por la fecha del ejecútese del decreto de
abolición de la esclavitud: Independencia-5 de julio de 1811/Libertad-24 de marzo de
1854. Y no será sino hasta la constitución de 1909 cuando se recuperen como hitos
políticos para el calendarlo de los actos y documentos públicos tanto el 19 de Abril
como el de la Federación, tal y como fue consagrado en sus artículos 152 y 154:
Art. 152: En todos los actos públicos y documentos oficiales de la Nación y de los
Estados, se citará la fecha de la Independencia, a partir del 19 de Abril de 1810 y
de la Federación a partir del 20 de febrero de 185949.
59 Años más tarde, en 1930, esa misma modificación se introduciría en el escudo de armas,
en el cual se restituyó la fecha del 19 de Abril como equivalente de la Independencia y
se restituyó la de la Federación (20 de febrero, 1859)50. Este último escudo de armas se
ha conservado con ligeras variaciones hasta el presente.
60 Sin embargo, en cuanto a la ejecución del rito cívico-político del 19 de Abril, habría que
señalar que con Guzmán Blanco51 se introdujo un cambio definitivo. Guzmán Blanco, al
igual que lo hiciera antes José Tadeo Monagas y más tarde Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez52, instituyó en el calendario de las fiestas nacionales la fecha de su
triunfo político sobre Caracas, el 27 de Abril. En la práctica esto se tradujo en que en
más de una oportunidad, la celebración del 19 de Abril se solapó tras los festejos del
“glorioso aniversario de la regeneración de Venezuela” del 27 de Abril 53; o bien se
celebró para rendir culto al “Ilustre Americano” tal y como ocurriera en 1876, año
cuando el Concejo Municipal del Distrito Federal cursó invitación para conmemorar:
...en el día de mañana el aniversario del glorioso 19 de Abril y en tal virtud espera
que U. se sirva asistir a las 2pm. al salón donde celebra sus sesiones, en el cual
colocará solemnemente el cuadro que contiene el acta de la inauguración de la
estatua pedestre del Ilustre Americano erigida en el paseo Guzmán Blanco 54.
61 Pero el cambio más significativo que se observa durante este período es la laicización
de la fiesta. A partir de 1874 en adelante, la organización del festejo cívico no sólo pasa
a ser de la competencia exclusiva del Concejo Municipal dejando de serlo del Poder
Ejecutivo, sino que además se suprimió el Te Deum acostumbrado, instituyéndose la
apertura al público de una nueva iglesia, una civil; se estableció abrir e iluminar el
recién inaugurado Panteón Nacional para festejar el día patrio. Y con ello no sólo se
“bolivarianiza” la fecha, entroncándola con el ya iniciado culto oficial a Bolívar, sino
también se “monumentaliza” la misma en el sentido de que su celebración se inserta en
la tendencia estética guzmancista de subrayar la “gala permanente” marcando el fin del
arte efímero como muy acuciosamente señala Roldán Esteva-Grillet 55.
62 Finalmente, ha de observarse en esta revisión sucinta de la transformación padecida
por la representación simbólica del 19 de Abril que su registro, tanto en el escudo de
armas como en los documentos y actos públicos, quedó paradójicamente suprimida
justo durante el período —el último tercio del siglo XIX— cuando se había iniciado la
primera elaboración hisfonográfica de ella como fecha-mito fundacional.
63
CONCLUSIONES
63 En este capítulo se ha querido evaluar, por una parte, la evolución de las dos fases en la
interpretación sobre el 19 de Abril de 1810. La primera de ellas concierne a la
elaboración de los primeros historiadores que dio origen a la crítica posterior por
sustentar “opiniones antiguas” o mal entender el verdadero alcance de la fecha
primigenia. Esta muestra qué es lo que será posteriormente sometido a la purificación:
el eventual carácter fernandino de la jornada de Abril. La segunda fase analiza los tres
momentos de la construcción historiográfica de la fecha-mito fundacional: el primero,
en el último tercio del siglo XIX, cuando se instala la creencia del día iniciativo de un
nuevo tiempo, operación que se realiza a través de la “bolivarianización” de la fecha y
su entronque con las revoluciones del siglo y al mismo tiempo se emprende la tarea de
justificar la invocación del nombre de Fernando vii durante los sucesos de Abril, lo que
se explicará bajo la idea de la “sagacidad” o “astucia” revolucionaria. El segundo
momento ocurre con el centenario, en 1910, año para cuando se la oficializa a través de
la Academia como día iniciativo y se re-elabora la mitificación bajo la idea de
primogenitura continental. El tercer momento ocurre con el sesquicentenario que
transforma la operación ideológica de maquillar la adhesión monárquica como una
expresión de prudencia jurídica. Por otra parte, se ha buscado mostrar la celebración
de la fecha a lo largo del siglo XIX, antes y después de ser instituida en fiesta nacional, y
cómo el triunfo de la idea de Independencia en la representación simbólica de la misma
no tendrá lugar sino hasta principios del siglo XX y en el marco de su celebración
centenaria.
64 No quisiera finalizar sin hacer antes las siguientes observaciones:
65 1. El proceso de elaboración de la fecha-mito fundacional del 19 de Abril supuso
esencialmente un proceso de purificación de la misma. Purificación de las primeras
interpretaciones de los primeros historiadores que fue dejando de lado el hecho de que
el movimiento de Abril instituyó efectivamente un gobierno de emergencia, de
conservación, es decir, una Junta Conservadora que juró defender los derechos de
Fernando VII, “El Deseado”. Que también fue dejando de lado que el símbolo instituido
por esa misma Junta fuese una cucarda o escarapela tricolor (roja, amarilla y negra)
cuyo simbolismo quedó claramente establecido por Bando Público, explicando que el
rojo y amarillo:
...significan la bandera española que nos es común, y el negro nuestra alianza con
Inglaterra, timbreados estos con el retrato o las iniciales del augusto nombre de
Fernando VII, a cuya libertad se han dirigido esfuerzos combinados de ambas
Naciones y los votos generales de la América56.
66 Purificación que también dejó de lado el largo debate que tuvo lugar en el Congreso de
1811 sobre la naturaleza de las dudas para declarar o no la independencia absoluta, las
cuales en buena medida descansaron sobre la base del juramento tres veces prestado a
Fernando vii entre 1808 y 1810 y el más que bien fundado temor de ser calificados de
perjuros57. Que además desconectó los sucesos del 19 de Abril del contexto de la crisis
de la monarquía absoluta que se había iniciado en 1808 y que en el ámbito de la América
española tuvo su apoteosis a partir de la ocupación de Andalucía en 1810. Y finalmente
que borró, eliminando de toda consideración, el lealtismo criollo de ese período que se
expresa a través de lo que Francois-Xavier Guerra ha llamado el “patriotismo herido”
nacido al calor de la crisis política y guerra de independencia peninsular 58. Todo ello
64
NOTAS
1. El Nacional, Caracas, lunes 5 de febrero, 2001, cuerpo D-l.
2. “Discurso del Dr. Cristóbal Mendoza pronunciado el 5 de mayo de 1960 en la sesión solemne
celebrada por la Academia Nacional de la Historia en conmemoración del sesquicentenano del 19
de Abril de 1810”, en El 19 de Abril de 1810 en la historiografía venezolana, Caracas, Academia Nacional
de la Historia-Comité Ejecutivo del Sesquicentenario de la Independencia de Venezuela, 1960
(negritas nuestras).
3. Idem (negritas nuestras).
4. La primera edición se preparó con motivo de la celebración de los sesquicentenarios del 19 de
Abril y 5 de Julio, conmemoraciones ordenadas celebrar por Decreto N° 265 del 18 de junio de
1958 por la Junta de Gobierno de la República de Venezuela. Fue publicada en 1959 en la
Colección Sesquicentenano de la Academia Nacional de la Historia.
5. “Discurso del Dr. Cristóbal Mendoza...”, en El 19 de Abril en la historiografía venezolana, op. cit.
(negritas nuestras).
6. En comillas van las expresiones empleadas por Rafael Seijas, Arístides Rojas, el “Acuerdo”
emitido en 1909 por la Academia Nacional de la Historia y Pedro Pablo Barnola respectivamente.
Véanse: Seijas, p. 74 y Rojas p. 90 en “¿El 19 de Abril es o no el día iniciativo de nuestra
Independencia Nacional?”, pp. 63-96 en El 19 de Abril de 1810, publicación N° 11 del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia; “Acuerdo de la ANH”, p. 67, Boletín, 30 de junio de 1914; y
Barnola, p. 73, “Estudio Preliminar”, en Textos Oficiales de la Primera República, en la reedición de la
Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, Tomo I, Caracas, 1982, pp. 41-77.
7. Este punto constituye un lugar argumental en las comunicaciones enviadas por la Junta
Suprema de Venezuela tanto al Consejo de Regencia como a otros destinatarios en todo lo que
corre el año de 1810. Véase la correspondencia de la Junta Suprema de Venezuela en Textos
Oficiales de la Primera República,Tomo I, pp. 130-135, 136-143, 182-191, 235-248, 259-269.
8. Nótese que a raíz de los asesinatos en Quito, se gestó un movimiento en Caracas, liderado por
José Félix Ribas solicitando la expulsión de canarios y españoles. Y de hecho, la Junta Suprema se
vio obligada no sólo a expulsar a los tres hermanos Ribas sino también a reinstituir el significado
y colores de la cucarda tricolor, pues se “había introducido una pálida señal de melancolía” en
ella, lo que fue publicado por bando público. Y allí se exigía la restitución del amarillo, rojo y
66
negro y la reiteración de la obediencia al soberano cautivo. Ver Textos oficiales..., op. cit., I, pp.
230-231.
9. La Opinión Nacional, 18 de abril de 1 1877, Año x, Mes iv, N° 2.385.
10. Véase la colección documental recopilada ba|o el título El 19 de Abril de 1810, Caracas, Insututo
Panamericano de Geografía e Historia (en lo adelante IPGH), Publicación N° 11, 1957.
11. Rafael Seijas, El 19 de Abril de 1810, op. cit. (negritas nuestras).
12. 12 Arístides Ro|as, El 19 de Abril de 1810, op. cit. (negritas nuestras).
13. Idem
14. Terreo Atienza, El 19 de Abril de 1810, op. cit. Téngase presente que a partir de 1864, la fecha del
19 de Abril fue eliminada del escudo de armas. Por decreto del Congreso de 18 de abril de 1836, el
escudo de armas de Venezuela debía llevar en letras de oro la siguiente inscripción: “Libertad 19
de Abril de 1810-5 de Julio de 1811”. Años más tarde y en una de las tantas modificaciones que le
hicieran al escudo, por disposición de 26 de julio de 1863, durante la presidencia del general Juan
Crisóstomo Falcón, la fecha del 19 de Abril de 1810 fue eliminada del escudo de armas de
Venezuela siendo sustituida por la de 28 de marzo de 1864, fecha de la promulgación de la
Constitución de Estados Unidos de Venezuela. La queja de Terrero Atienza se refiere justamente a
la mutilación de 1863.
15. “La desintegración de la Monarquía hispánica: Revolución de Independencia”, en De los
Imperios a las Naciones: Iberoamérica, España, Ibercaja, 1992, pp. 195-227.
16. “Acuerdo” de la Academia Nacional de la Historia, aprobado unánimemente en la sesión del 5
de mayo de 1909, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, junio 30 de 1914, p. 67.
17. Juan Carlos Contreras, “Un ensayo de interpretación del 19 de Abril: problemas
historiográficos”, trabajo sin publicar para el seminario Símbolos Políticos, postgrado en Ciencia
Política, USB, abril-julio, 2001.
18. Véase El 19 de Abril en Caracas, 1810-1910, Gobernación de Caracas, Centenario de la
Independencia, Caracas, Tipografía Americana, 1910. Téngase presente que el proceso de
monumentalización o del arte o gala permanente, como lo llama R. Esteva-Grillet, se había
iniciado con Guzmán Blanco. Ver Roldán Esteva-Grillet, “El Arte Efímero en la Venezuela del siglo
XIX”, Correo de Ultramar, Número 2-3, Caracas, marzo-septiembre, 1987, pp. 22-51. Sobre la
celebración centenaria en la ciudad de Valencia, véase Actas del Ayuntamiento de Valencia (AAV-
Base de datos automatizada desarrollada por el Instituto de Investigaciones Históricas-Bolivarium
de la USB), Tomo 76, números 78-80, 83 y 84.
19. El 19 de Abril en Caracas, 1810-1910, op. cit.
20. Idem.
21. Idem. La mayoría de esos textos fueron posteriormente reproducidos en la obra que lleva el
mismo nombre editada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia referida en la nota
10 del presente trabajo.
22. P. P Barnola, “Estudio Preliminar”, Textos oficiales..., op. cit. p. 41.
23. Ibidem, p. 73.
24. Idem.
25. Archivo General de la Nación (AGN en adelante), sección Interior y Justicia, Tomo xcv, año
1834, expediente N° 7, fs. 159-162. Publicada también en Gaceta de Venezuela, expediente N° 176,
Caracas, sábado 24 de mayo de 1834 (negritas nuestras).
26. “Ley Fundamental de la República de Colombia, 1819”, pp. 373-374, Las Constituciones de
Venezuela, compilación y estudio preliminar de A. R. Brewer Carias, Caracas, Biblioteca de la
Academia de Ciencias Políticas y Sociales, 1997.
27. “Lev Fundamental de la unión de los pueblos de Colombia de 1821”, en Las Constituciones de
Venezuela, op. cit, pp. 375-376.
28. Gaceta de Caracas, viernes 19 de Abril de 1811, N° 151, Tomo III, “Bando”.
67
29. Sobre estas celebraciones véase Carole Leal Curiel, “Del antiguo régimen a la “modernidad
política”: Cronología de una transición simbólica”, en Anuario de Estudios Bolivarianos, Instituto de
Investigaciones Históncas-Bolivarium, Universidad Simón Bolívar, Caracas, 2003, Año IX, N° 10, pp.
75-123.
30. Véase actas del Cabildo de Caracas de finales de marzo y abril de 1812. En Actas del Cabildo de
Caracas 1812-1814, Tomo ii, Caracas, Tipografía Vargas, 1972.
31. Idem.
32. Robert Ker Porter, Diario de un diplomático británico en Venezuela, Caracas, Fundación Polar,
1997, pp. 88-90.
33. El educador inglés Joseph Lancaster, creador del sistema lancastenano o del método de
“enseñanza mutua”, se había radicado en Caracas desde 1824, ciudad en la que permanecería
hasta 1827 después de unos cuantos inconvenientes, fracasos y disputas. El Concejo Municipal de
Caracas había fundado desde 1823 una escuela lancasteriana la cual estuvo dirigida por un
hermano de Andrés Bello, Carlos Bello. Para entrenar a los maestros de esta escuela llegó
Lancaster a Caracas, escuela en la cual duraría pocos meses por los conflictos que tuvo con la
municipalidad a causa de la enseñanza religiosa. Librado de la municipalidad armó tienda aparte
y comenzó a entrenar jóvenes en su propia casa. Son esos discípulos los que participarán en la
marcha cívica que describe Porter. Ver Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas, Fundación
Polar, 1988, Tomo II, pp. 640-641.
34. Robert Ker Porter, Diario de un diplomático británico en Venezuela, op. cit.
35. Excitar a los ciudadanos a expresar la estética patriótica puede entenderse de muy diversas
maneras. Tomemos como ejemplo la celebración del 5 de julio de 1842 en Puerto Cabello para la
cual se disttibuyeron “papeletas con poesía jocosa invitando para iluminar v adornar los frentes
de las casas”. Citado por Roldán Esteva-Grillet, “El Arte Efímero en la Venezuela del siglo XIX”, op.
cit, p. 37.
36. Sobre el particular ver: AGN, sección Interior y Justicia, Tomos: CXX (1835), expedientes 21 y
25; CXXXIII (1836), expedientes 29, 35 y 52; CLXXI (1838), expedientes 14, 33 y 48; CLXXXVI (1839),
expedientes 63 y 72; CCII (1840), exp. 58; CCXIV (1841), exp. 71; CCXLVI (1842), exp. 86; (CCLXXI (1843),
exp. 29; CCXCVL y CCXCVII (1844), expedientes 43 y 36 respectivamente; CCCXVII (1845), exp. 17;
CCCXXXI (1846), exp. 35; CCCXLVI (1847), exp. 13 y CCCLXX (1848) exp. 25. También véase Actas del
Ayuntamiento de Valencia (AAV), Tomo 46 (N° 20, 78 y 117); Tomo 47 (N° 20, 21, 24, 85, 87, 88,
92,95); Tomo 48 (N° 99 y 100); Tomo 53 (N° 14); Tomo 56 (N° 19); Tomo 59 (N° 20 y 21); Tomo 62
(N° 33); Tomo 64 (N° 23; Tomo 65 (N° 45); Tomo 66 (N° 19, 78, y 129).
37. AGN, sección Secretaría de Interior y Justicia, Tomo cxxxiii (1836), expediente 42, f. 248
(negritas nuestras).
38. Véase Carlos F. Duarte, Juan Lovera: El pintor de los próceres, Caracas, Ed. Fundación Pampero,
1985, p. 35.
39. Gaceta de Venezuela, 378, domingo 22 de abril de 1838, 9° y 28°. El discurso y la espada
reconocían las acciones de auxilio emprendidas por Páez en 1835 en defensa del régimen
constitucional de Vargas y contra el movimiento militar que se llamó la “Revolución de las
Reformas”.
40. AGN, sección Interior y Justicia, Tomo ccii, 1840, exp. 58, “Discurso pronunciado en plaza
pública del pueblo de Cumarebo el 19 de Abril de 1840 en conmemoración de igual día en 1810”
por Jerónimo Tirado, folios 342-346.
41. Gaceta de Venezuela, 916, año 19, 28 de mayo de 1848. “El 19 de Abril en Guayana: Alocución de
José Tomás Machado, Gobernador, Jefe Superior Político de la provincia de Guayana a sus
habitantes”.
42. Ley de 14 de marzo de 1849 en Gaceta de Venezuela, 950, año 20, 30 de abril de 1849. Recuérdese
que el 24 de enero de 1848 se produjo el asalto al Congreso por la fuerza de las armas y con ello J.
T. Monagas se deslastraba definitivamente del sector conservador del Congreso.
68
43. Sobre la diversidad de fechas políticas elevadas a fiesta nacional según las circunstancias y
mandatario, véase “Fiestas Nacionales” en Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas, Fundación
Polar, 1988, Tomo ii, pp. 177-178.
44. Ley de 14 de marzo de 1849 en op. cit. El 28 de octubre, día de San Simón, se venía celebrando
como onomástico de Simón Bolívar desde 1817; sin embargo, no fue sino hasta 1849 cuando fue
elevada al rango de fiesta nacional. Señala Carlos F. Duarte que era costumbre en esta fecha
pasear la efigie del Libertador que había pintado Gil de Castro, la cual era propiedad de la
hermana de Bolívar, María Antonia. Ver Carlos F. Duarte, Juan Lovera: El pintor de los próceres, op.
cit.
45. La locución se mantiene para expresar lo que he llamado el dispositivo administrativo de
emitir un oficio y circular expedidos por la Secretaría de Interior y Justicia dirigidos a las
respectivas gobernaciones y dependencias políticas, lo que a su vez activa un procedimiento
ceremonial a celebrarse conforme a la ley correspondiente.
46. Gaceta de Venézuela, 1110, año 24, 15 de mayo de 1853; AGN, sección Interior y Justicia, Tomos
ccclxx (1848), expediente 25, “El 19 de Abril en Ciudad Bolívar”, f. 284; CCCXCI (1849), exp. 60; dxxi
(1854), exp. 52, “Proclama del gobernador Valentín Machado dirigida a los habitantes de Cumaná
el 19 de Abril”.
47. AGN: sección Interior y Justicia, Tomos DCLXI (1860), expediente 43; DCLXXXVI (1861), exp. 76:
DCCXI (1862), exp. 46; DCCXXXIX (1863), expedientes 30 y 32.
48. Las Constituciones de Venezuela, op. cit., Constitución de 1864, pp. 517-529.
49. Ibidem, pp. 715-735 (negritas nuestras). Véase también en las Actas del Ayuntamiento de
Valencia (AAV), el Tomo 79, N° 85 (16-04-1936) en el cual se señala el 15 de Abril como la “fecha
genérica de la Independencia”.
50. Sobre las diversas modificaciones del escudo de armas de Venezuela tanto en sus colores,
disposiciones espaciales, símbolos y leyendas, véase: “Escudo Nacional”, en Diccionario de Historia
de Venzuela, Caracas, Fundación Polar, 1988, tomo ii, pp. 86-89.
51. En sus tres períodos: septenio, 1870-1877, quinquenio (1879-1884) y bienio (1886-1888). Sobre
fiestas patrias y conmemoraciones en el período de Guzmán Blanco, véase, Pedro Calzadilla, “El
olor de la pólvora. Fiestas patrias, Memoria y Nación en la Venezuela guzmancista”, en C. M. H. L.
B., Caravelle, N° 73, Toulouse, 1999, pp. 111-130.
52. C. Castro elevó el 23 de mayo a la categoría de fiesta nacional para conmemorar el inicio de la
Revolución Restauradora y Juan Vicente Gómez lo hizo con el 19 de diciembre a fin de recordar el
día de su ascenso al poder en 1908.
53. Lo que supuso en algunas ocasiones el abierto escamoteo de gastos a favor de la fecha
guzmancista, tal y como lo revela un telegrama de Guzmán Blanco a Diego B. Urbane|a de 1875 en
el que dice: “Con 800 venezolanos creo que el Concejo puede festejar el 19 de Abril si no hay
francachelas. 16.000 venezolanos para el 27 de Abril es una locura en la que no podemos incurrir.
Ni el público nos creería que se habrían gastado discretamente...”. De hecho, ese año se
terminaron gastando 800 venezolanos para el 19 de Abril y ¡4.800 venezolanos para festejar el 27!
Sobre el particular véase en AGN, sección Interior y Justicia, Tomos CMIV (1875), expediente 50;
CMLXX (1878), exp. 72; MCXXXVIII (1887) expedientes 9 y 19.
54. AGN, sección Interior y Justicia, Tomo CMXXII (1876), expediente 4.
55. Las “galas permanentes” en el decir de Esteva-Grillet suponen la edificación de boulevares,
teatros, estatuas de bronce, palacios de gobiernos, la cual incorporó el neogótico y neoclásico en
sus fachadas durante el período guzmancista y más tarde el neorromántico con Joaquín Crespo.
Ver Roldán Esteva-Grillet, “El Arte Efímero en la Venezuela del siglo XIX”, op. cit.
56. Gaceta de Caracas, N° 96, Tomo ii, viernes 4 de mayo de 1810.
57. Sobre este particular temor véanse los debates en el Congreso de 1811, en El Publicista de
Venezuela, Nros. ó (sesión de 25 de junio de 1811), 11 (sesión del 3 de julio), 12 (sesión del 3 de
69
AUTOR
CAROLE LEAL CURIEL
Instituto de Investigaciones Históricas-Bolivarum
Universidad Simón Bolívar (Venezuela)
70
INTRODUCCIÓN
1 Pienso, con Croce, que “toda historia es historia contemporánea” 1. Así reconozco y
expreso que mis intereses como historiador arrancan del presente y se explican por él y
desde él. Quiere decirse que en él y desde él he gestado unas propias preocupaciones
historiográticas. Soy, además, agente de mi propia vida, y ella se inserta, en Venezuela
y en un siglo que han sido mi circunstancia histórica inmediata. Ese presente, al ser el
mío, no puede haberme sido indiferente. En él, y desde él, he estado expuesta 1) a las
grandes transformaciones de un país que ha cambiado espectacularmente en el lapso de
mi propia vida. Las he padecido o disfrutado con conciencia proporcional y adecuada a
mi propia situación personal y 2) por natural inclinación vocacional y profesional, he
intentado explicarme mi propio tiempo. En ese intento, he percibido el fenómeno —tal
vez inadvertido para algunos— que preside esta reflexión. Me percato de que si bien no
cabe duda de que Venezuela ha sido objeto y escenario de muchísimos cambios que han
trasformado desde el paisaje hasta la inserción en el mundo, el entorno urbano, las
costumbres, los hábitos, los usos, e incluso la moral en contraste violento con el pasado
mediato, por otra parte pareciera que la mentalidad del país referida a lo público en su
sentido político2, estuviera detenida. Es percepción, además, de hemeroteca: la prensa
de muchos hitos seculares de la vida nacional recoge, curiosamente, la misma
preocupación e igual lamento en plumas demasiado alejadas en el tiempo 3. ¿Por qué?
¿Por qué en los escritos de publicistas de comienzos del siglo XX y hasta del siglo XIX es
posible encontrar quejas análogas, igual talante que el de hoy en su denuncia de
situaciones y problemas cuya vigencia conduce a percibirlos como aparentemente
detenidos? Desde esta perspectiva, el siglo XXI en el que recién entramos, con todo su
desarrollo tecnológico e informático, está mucho más cerca de los dos anteriores, lo
71
cual conduce ineludiblemente a preguntarse por qué subsisten los problemas, los
procesos no se cierran4 y las mentalidades no cambian. Sin duda por razón que merece
esclarecerse, porque sin explicación razonable del suceder, 1) tienden a persistir las
situaciones no deseadas, 2) es inseguro el acierto y el éxito de las soluciones propuestas
y, en consecuencia, 3) es imposible el desarrollo de la conciencia histórica, e, 4)
igualmente precaria la orientación del porvenir. La reflexión se nutre de inmediato,
pues, de un lado, con la observación, desde la actualidad, del contraste entre los
cambios aparentes y el estancamiento de la mentalidad, de otro, con otras reflexiones
que buscan la explicación de una lógica histórica que devuelve recurrentemente el
proceso —como reza el título de esta comunicación—, como en un olvidado “juego de la
oca”, a casillas anteriores a las que ingenuamente no hubiéramos creído nunca
regresar. Así la marcha de la historia, impulsada sin clara conciencia, sigue un curso
azaroso en el cual, entre ignorancia, ideología e inconsistencia, a lapsos y ámbitos
variables de la realidad, el país pareciera echar los dados de la política para jugar al
cambio, mientras en las mentalidades de los agentes de la historia persisten imbatibles
las razones ocultas del acontecer.
por la propia experiencia o por cercanas experiencias ajenas, pero no siempre esa
memoria es coherente con una explicación o una conciencia clara de lo histórico:
aquélla puede estar apresada por la inmediatez generacional sobre los sucesos,
mientras éstas requieren perspectivas comparadas más amplias para cobrar sentido
sobre el acontecer; tampoco está claro que el conocimiento histórico, con todo y ser
imprescindible para aclarar esta conciencia, y ser elaboración más decidida y rigurosa,
corra parejo con un óptimo grado de explicación y conciencia de los cambios. En todo
caso, el transcurrir posee un significado para los contemporáneos 5 y para los hombres
de tiempos posteriores que está íntimamente relacionado con estos tres términos y sus
significaciones, en virtud de lo cual todos tres han de considerarse relativos y
complementarios. No existe la memoria histórica de validez universal y sempiterna,
como tampoco existe la verdad definitiva decantada del conocimiento histórico, ni la
conciencia histórica absoluta. Todo discurrir o sentir con respecto al pasado, es siempre
relativo al presente, porque es siempre condición de lo histórico, esa perenne y
repetida relación de lo que ocurre con lo que ocurrió. Del afán por conocer lo que
ocurrió en función de lo que ocurre, del presente con el pasado en una palabra; en la
que lo más difícil de lograr es la conciencia; en la que es muy fácil creer que se conoce la
razón de ser y el rumbo del suceder, cuando lo más arduo es descubrir y decantar (y
esta es labor de historiadores) el sentido de la Historia.
LA CONCEPCIÓN MODERNA
8 Durante el siglo XVIII, el pensamiento secularizador e ilustrado comenzó a minar los
cimientos de aquellas concepciones al tiempo que el fenómeno histórico de la
Revolucióm contribuía con la experiencia efectiva, a la configuración de una doble
tendencia: de un lado, al debilitamiento de la concepción del mundo que hemos
esbozado, la cual se vio sacudida por el impacto de un fenómeno que, desde esa
perspectiva, era la reaparición del caos, de la concupiscencia, del pecado, de la
corrupción en una palabra, la subversión del orden establecido que -para los
reaccionarios—, se debía restituir. De otro, la perspectiva revolucionaria alimentada
por la Ilustración, nutrida de adeptos, configuraba la Weltanschaung del nuevo tiempo
surgido del entendimiento de que la Revolución, al obligar a mirar hacia el futuro (va
no se trataba de la revolutio que volvía hacia atrás, sino del progreso decidido hacia
otras formas por venir), dividía los tiempos para convertirse en umbral del
advenimiento de un orden nuevo, autónomo, no heterónomo, porque se configuraría
sobre los postulados de la Libertad entendida en sentido moderno, es decir, animadora
de una sociedad distinta constituida por individuos libres, o sea, moralmente
autónomos, responsables y garantes de ese propio orden12.
9 El contexto hispanoamericano en general, y el venezolano en particular, no fueron
extraños a estas consideraciones. La coyuntura de la independencia constituye un
escenario estimulante para el historiador, nutrido de manifestaciones que, a grandes
trazos, se inscriben en las corrientes que acabamos de esbozar. La versión tradicional —
podría considerarse reaccionaria—, es perceptible (de modo tácito o expreso) 13 en los
testimonios del arzobispo Coll y Prat, del regente Heredia, de José Domingo Díaz, de
Juan Manuel de Cagigal, del capitán Sevilla14. La versión moderna es perceptible a su
vez, (de manera a veces fácil, más de una vez difícil de desentrañar) en los escritos de E
J. Yanes, de Miguel José Sanz, de E J. Ustáriz, de M. Palacio Fajardo —por fijarnos en los
“ideólogos”—, o en las memorias de Rafael Urdaneta, de José Félix Blanco, de A. J. de
Sucre o del mismo Bolívar -por traer una muestra de los hombres de acción— 15.
Resultaba problemático digerir los significados modernos de la Libertad desde una
mentalidad de tradición católica tan consustancializada con la concepción heterónoma
del orden, en una sociedad de estructura y estratificación tan heterogénea y
étnicamente tan dispar. Si resultaba difícil desentrañar corrientes encontradas en el
pensamiento español del mismo tiempo (Tomás y Valiente lo ha hecho ver con claridad
en sus páginas dedicadas a Martínez Marina16), donde la sociedad y el contexto eran
menos problemáticos, tanto más proporcionalmente difícil resultaba en el mundo
americano, donde estos temas están aún por estudiar.
CIVILIDAD Y PATRIOTISMO
10 Las posibilidades que aquella sociedad podía manejar en esa coyuntura histórica como
respuesta a los imparables y necesarios cambios que ocurrían en aquel clima de
inestabilidad se reducían, (esquemáticamente asumo la osadía de trazarlas), a dos
opciones: estaba abierto el camino de la civilidad, de la Libertad bien entendida como
75
LA PERCEPCIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA
12 En medio de este clima, nació la historiografía republicana con la obra de Baralt 19,
mientras se estructuraba una República con Caudillo y Constitución 20, de la mano de
Páez. Este primer intento historiográfico, auspiciado oficialmente, fue seguido por
otros. Las obras de otros historiógrafos aún confunden historiografía con testimonio:
Montenegro y Colón, Austria, Juan Vicente González21, mientras la historia-suceder
sigue su curso. Los historiógrafos posteriores (Gil Fortoul, Larrazábal, González
Guinán22 y subsiguientes) ganados por los afanes del tiempo, comenzaron a explicarse la
historia de los siglos de España en función del progreso conducente al advenimiento de
la Libertad. Así, todos los movimientos anteriores, desde los del “Negro Miguel” hasta la
conspiración de Gual y España, eran peldaños (Juan Francisco de León, José Leonardo
Chirinos, Francisco Javier Pirela, la lucha antiguipuzcoana) al servicio del mito de la
libertad de 1810.
a manera de cimas y depresiones desde las cuales y en función de las cuales apreciar los
sentidos, tanto parciales como general del proceso29; 2) están signadas por un fuerte
ingrediente generacional. En contextos de débil desarrollo y perdurabilidad
institucional, los lapsos generacionales son los que determinan, casi exclusivamente, el
sentido de la historia; 3) están signadas por la presencia tácita o expresa de ideologías,
en virtud de las cuales se pueden distinguir para el siglo XIX —al menos— tres
momentos: a) de hegemonía de la visión tradicional cristiana de la historia y de la vida;
b) de presencia de la concepción moderna y liberal derivada de la Ilustración y la
Revolución; c) de presencia de la visión evolucionista-positivista, ganada por las ideas
del orden y de la necesidad de las cosas. En relación con el siglo XX se pueden distinguir
las derivaciones y persistencias del XIX, así como el desenvolvimiento de una tendencia
democrática y liberal que no ha sido ajena a la presencia de una Weltanschaung
progresista de tono socializante debida al auge de “lo social” estimulado a partir de la
vigencia delas concepciones marxistas, social cristianas, socialistas, etc. En algunas
versiones radicales —paradójicamente ávidas de tradición- el igualitarismo del siglo XX
se ha presumido derivado del igualitarismo contemporáneo de las frustraciones del
siglo XIX que mencionáramos antes.
LA NUEVA WELTANSCHAUNG
27 Los logros institucionales, de perderse, serán difíciles de recuperar, y la situación
coloca en la necesidad de precisar el mismísimo concepto de “institución”. Si las
instituciones son, además de estructuras perfectibles ordenadoras de la vida histórica,
un estado y estadio mental expresivo de grados avanzados de desarrollo social, la vida
institucional en Venezuela no se perdería. Pero las mentalidades de la mayoría están
hoy tomadas por señuelos demagógicos que provocan más bien la regresión.
28 El régimen vigente parte de una concepción pugnaz de la política como antagonismo o
lucha entre las fuerzas del bien y las del mal en una evidente concepción agustiniana de
la historia de raigambre maniquea. El enfrentamiento es existencial, no agonal: so
81
EL JUEGO DE LA OCA
30 Podemos terminar. En la actualidad, pues, en clima más abyecto y por tanto en
circunstancia más confusa y difícil, se abren las mismas brechas, las mismas dos
opciones del momento inicial. A las puertas del nuevo siglo, volvemos a topar, en aguas
más contaminadas, con las viejas fórmulas del patriotismo y de la civilidad. La primera,
ensayada, se probó insuficiente, y no parece bastar instrumentalizada y pervertida en
el momento actual. El sentido de la Historia coloca, así, en la necesidad de ensayar la
fórmula todavía inédita de la civilidad. Subyace empolvada en los escritos de Simón
Rodríguez, del cual sólo se invoca hoy su frase más hueca v peor interpretada.: “o
inventamos o erramos”. Y se inventa mal para errar peor. No se invoca, en contrario, su
clamor angustiado por la educación cívica del pueblo para convertirlo en “sociedad” al
dotarlo de autonomía moral, saberes, profesionalidad, capacidad ciudadana para
estructurar el ámbito de la vida pública en un clima de Libertad. Ese clamor no fue
escuchado; fue recurrentemente subestimado e incomprendido por gobernantes
personalistas y oligarquías con intereses particulares prioritarios y preferentes a la
creación de un contexto ciudadano eventualmente incómodo.
82
31 Hoy por hoy, la fórmula del patriotismo y la invocación del pueblo soberano para
entusiasmarlo con los mismos mitos, son más rentables frente a la ignorancia y la
inconsciencia de habitantes impreparados expuestos a cualquier demagogia que quiera
perdurar. Duraría más y sería sólida, la democracia capaz de estimular responsable y
seriamente la fórmula de la civilidad. Ello sería posible cuando su actualización sea
comprendida por gobernantes y ciudadanos que no se sientan “pueblo” sino
“sociedad”, cuando lleguen a ejercer su ciudadanía como actividad consciente asumida
con la convicción de que es la única fórmula para configurar una sociedad de hombres
libres, no sólo responsables y garantes de su propio orden, sino capaces de percibir y de
entender los significados y el sentido de su propia historia. Así, sabiendo que todo lo
hay que empezar por el principio, desde cero, podría asumirse con seguridad,
responsabilidad y conciencia el destino de un país de naturaleza y situación
privilegiadas de cara al milenio, umbral difícil para la asunción plena de la propia
historia34.
NOTAS
1. Teoria e Storia della Sfonografía, Bari, Laterza, 1917.
2. En el Seminario sobre Lo público y lo privado convocado y reunido por la Fundación Manuel
García-Pelayo (1993-1995) cuyos resultados (Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanidades
1996) se publicaron en Caracas, 1996, se dejó claro que las notas más esenciales de lo público han
sido “su relación con lo más general, con lo espectacular y con lo político”.
3. La premura con la que escribo estas líneas con el fin de dictar la conferencia que se me ha
pedido, me impide citar con precisión y rigor testimonios hemerográficos elocuentes de lo que
digo. El interés que me suscita el tema me invita a profundizarlo en un trabajo ulterior más
amplio y riguroso, pero sugiero a los lectores examinar textos de publicistas del siglo XIX cuyo
sentido, paralelo al de los publicistas actuales, es sorprendente.
4. Rómulo Carbia, historiador argentino de la historiografía, Historia de la historiografía Argentina,
La Plata, 1925, se hacía esta reflexión en relación con las escuelas histonográficas, al observar que
no se sucedían o superaban, cerrando sus posibilidades de análisis, sino que, por el contrario,
podían estar simultáneamente vigentes.
5. Por eso posee un interés enorme la aproximación a la concepción que los hombres políticos
tienen de la historia, porque es en ese marco de referencia que se inserta su acción. Véase el
trabajo inédito de Irayma Camejo sobre el particular “Los actores políticos y la historiografía”,
Caracas, Universidad Central de Venezuela, Doctorado de Ciencias Políticas, junio 1992.
6. A ese caudal de reflexión se refirieron precisamente las consideraciones preliminares del
primer curso que escuché a Manuel García-Pelayo en la Escuela de Historia a fines de los años
cincuenta. No vacilo en recordar aquellos viejos apuntes, complementados por mi propia
preocupación por problemas que, hoy por hoy, como vamos a ver, pueden ser de inminente
actualidad.
7. Hoy sería lícito pensar, a la luz de alguna concepción sistémica de la historia, que progreso o
decadencia son relativos a las distintas áreas de la realidad histórica, porque un progreso técnico
puede no estar acompañado de un progreso jurídico, y así en relación con todas las esferas de la
realidad.
83
8. Puede verse al respecto la obra de Arthur Lovejoy y Franz Boas, Primitivism and Related Ideas in
Antiquity, New York, Octagon Books, 1965, pp. 1-22.
9. Las recientes reflexiones que nuestro siglo tiene sobre el fin de la historia (Fukuyama) apuntan
hacia el inmovilismo en una forma que invita a pensar en el modelo histórico-cultural del antiguo
Egipto, repetidor de formas arquetípicas milenarias. El contexto histórico global del mundo
actual, no obstante, lleno de influencias multiculturales, inquieto y pluridireccional, parece
desmentirlo. Queda por ver, no obstante, cómo se resolverá en él, en lo venidero, la doble
percepción de progreso y decadencia que simultáneamente, y en relación con los distintos
ámbitos de la realidad, respira nuestra época.
10. Véanse M. C. D'Arcy, S. J., The Meaning and Matter of History, a Christian View, New York,
Meridian Books, 1959; Urs Von Balrhasar, Teología de la Historia, Madrid, Guadarrama, 1959; Rudolf
Sohm, Outlines of Church History, Boston, Beacon Press, 1958.
11. Es la concepción que se deriva de diversas obras expresivas de este pensamiento tradicional
que, sin duda, fueron conocidas en la Venezuela de vísperas de la Independencia. Véanse, entre
otros, Antonio Vila y Camps, El Vasallo instruido en las principales obligaciones que debe a su legitimo
monarca, Madrid, Imp. de M. González, 1792; Joaquín Lorenzo Villanueva, Catecismo de Estado según
los principios de la Religión, Madrid, Imp. Real, 1793; Antonio Xavier Pérez y López, Discurso sobre la
honra y deshonra legal, Madrid, Blas Román, 1781; J. A. E. V, Et Reyno feliz. Sistema moral y político, y
por prueba, la Religión, Madrid, Repullés, 1806.
12. Véanse Ernst Cassirer, Filosofía de la Ilustración, México, Fondo de Cultura Económica, 1943;
Louis Villat, La révolution et l'Empire, París, Presses Universitaires de France, 1947; Graciela
Soriano, “Sociedad civil e incivil en Venezuela”, en Vigencia hoy de Estado y Sociedad, Caracas,
Fundación Manuel García-Pelayo, 1997.
13. Este tema fue objeto de un Seminario de investigación sobre “La disolución del orden civil en
Venezuela durante la guerra de Independencia” en el post grado de Historia de la Universidad
Católica Andrés Bello durante 1990.
14. Los títulos son, respectivamente, Memoriales sobre la Independencia, Caracas, Academia
Nacional de la Historia, 1961; Memorias del Regente Heredia, Madrid, Editorial América, 1916;
Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1961; Memorias del
Mariscal de Campo D. Juan Manuel de Cagigal sobre la Revolución de Venezuela, Madrid, Junta Superior
de Archivos, 1960; Memorias de un militar: la guerra de América, París, Viuda de Bouret, s.f.
15. Respectivamente: Relación documentada de los principales sucesos ocurridos en Venezuela desde que
se declaró Estado independiente hasta 1821, Caracas, Editorial Élite 1943; “Representación al Rey del
30 de julio de 1809” en BANH, XII, 52; Bosquejo de la Repolución en la América española, Caracas, x
Conferencia Interamericana, 1953; Memorias del General Rafael Urdaneta, Madrid, Editorial América,
s.f.; Bosquejo histórico de la revolución de Venezuela, Caracas, .Academia Nacional de la Historia, 1960.
16. Discurso de incorporación a la Academia de la Historia: Martínez Marina, historiador del Derecho,
Madrid, 1991.
17. Véanse las obras de Simón Rodríguez, Las sociedades americanas, Caracas, Biblioteca Avacucho,
1986; Francisco Bilbao, El evangelio americano, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1988, y D. F.
Sarmiento, Conflicto y armonía de las razas en América, Buenos Aires, 1883.
18. Es importante destacar el interés que tiene hurgar en la noción y el concepto de “despotismo”
para entender muchos de los enigmas de las formas y comportamientos políticos
hispanoamericanos en sus dificultades para asumir la autonomía moral y, por ende, la vida en
Libertad. El seminario permanente sobre “Personalismos políticos hispanoamericanos del s. XIX”
que por décadas hemos coordinado en el Doctorado de Ciencias Políticas de la Universidad
Central de Venezuela, ha insistido en la necesidad de especificar los significados de términos
como “dictadura”, “tiranía” v “despotismo”, entre otros, en relación con este problema. Véanse
los trabajos de Elena Plaza, La tragedia de una amarga convicción, Caracas, Universidad Central de
84
Venezuela, 1996 y El último régimen del General José Antonio Páez Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 2001, elaborados en el clima de este seminarlo.
19. Resumen de la Historia de Venezuela, en colaboración con Ramón Díaz, París, Garnier, 1841.
20. Gobernante personalista y constitución son el binomio que preside la historia de las formas
políticas hispanoamericanas de los siglos XIX y XX. Salvo contadas excepciones (Rosas, Francia V
Páez en su último régimen), son impensables el uno sin la otra.
21. Véase en el catálogo de la Academia Nacional de la Historia la lista de fuentes para el estudio
de la Independencia publicadas entre 1960 y 1961.
22. Respectivamente Historia Constitucional de Venezuela, Caracas, Ministerio de Educación,
1953-1954; Vida de Bolívar, 1863; Historia Contemporánea de Venezuela, Caracas, Presidencia de la
República, 1954.
23. Véase mi trabajo El personalismo político hispanoamericano del siglo XIX. Proposiciones y criterios
metodológicos para su estudio, Caracas, Monte Avila Editores, 1996.
24. Libertad y despotismo, Buenos Aires, Imán, 1942.
25. Entrevista concedida con ocasión de esta conferencia. Giacopini Zárraga es un caso
interesante de la reflexión histórica presente. Es un pensador “ágrafo”, es decir, sin obra escrita
que citar, lo cual no impide recurrir a él en la medida en que -dentro de una peculiar posición
ideológica de tendencia autoritaria- posee una de las memorias más nutridas de la historia
venezolana de los dos últimos siglos.
26. Declaraciones a El Universal. Octubre de 1999.
27. Entrevista concedida con ocasión de esta conferencia. Caracas, lunes 11-10-1999.
28. Ver nota 5.
29. En este sentido, las cimas son variables, según la ideología, partido, situación, inclinación
ideológica que se tenga. Así por ejemplo, la posición democrática conservadora ve el punto
culminante en los períodos de López y Medina; para simpatizantes y militantes de Acción
Democrática puede ser el trienio o el 23-1; simpatizantes y militantes de AD y COPEI pueden
compartir la cima de Punto Fijo. Conversación con Arturo Uslar Pietri del 4-10-1999; con Rafael
Caldera el 11-10-1999.
30. Avala esta afirmación la presencia en la política venezolana de los últimos tiempos de algunos
personajes cuya edad y “hoja de vida” permite vincularlos a algún ciclo histórico anterior.
31. En más de un seminario del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de
Venezuela, se realizaron estudios sobre el tema, muchos de cuyos resultados se recogieron, en su
momento, en diferentes números de Politeia. Entre los resultados más notables, la tesis de
Humberto Njaim sobre La corrupción, un problema de Estado, Caracas, Universidad Central de
Venezuela, 1996. Véase también el minucioso trabajo de Ruth Capriles en Diccionario de la
corrupción en Venezuela, Caracas, Consorcio de Ediciones Capriles, 1989-1992, 3 vols. Asimismo, mi
trabajo “La virtud, el vicio, la corrupción y el despotismo”, en Revista de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Políticas, N° 84, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1992.
32. Tirada interesante de los dados en una de las últimas “manos” de nuestro constante “juego de
la oca” histórico. Curioso que ella se debiera, no a un político improvisado e irreflexivo, sino a
una de nuestras cabezas políticas de mayor renombre intelectual.
33. Véase mi “Aproximación histórica a lo público y lo privado...” en Lo público y lo privado:
redefinición de los ámbitos del Estado y de la sociedad, Caracas, Fundación Manuel García-Pelayo, 1996,
pp. 44 y ss.
34. Una primera versión de este trabajo se elaboró en 1998 en el marco de las jornadas sobre el
“V Centenario de Venezuela” coordinado por el Dr. Ramón J. Velásquez en el Centro de Estudios
Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). Fue publicada en folleto, de escasa difusión. Mi
interés por el tema no se ha agotado allí, lo que me ha permitido enriquecer aquella primera
versión hasta la redacción actual.
85
AUTOR
GRACIELA SORIANO
Universidad Central de Venezuela/
Fundación Manuel García Pelayo (Venezuela)
86
1 Estamos en 1963 o 1964. Después de un intenso pero victorioso conflicto por el control
de la asociación de vecinos1 con la “célula conservadora” de su barrio, rememora un
líder liberal de la ciudad de Pereira, le llegaron con una delicada noticia:
...me dice un tipo: venga, al frente hay un señor que lo está esperando afuera para
matarlo, y dije yo qué voy a creerle, y me fui a hablar con él, se llamaba Amador. Yo
no lo conocía, él estaba sentado y me fui y me le senté y le dije “hermano qué le
pasa”, no señor fue que usted fue el primero que dijo que me iba a matar a mi,
entonces yo le dije cómo así y cuénteme: ¿usted cómo lo sabe? El me dijo: usted
metió por debajo de mi puerta una carta, y el tipo no sabía ni leer ni escribir y le
dije yo, muéstreme esa carta y la sacó y yo le dije venga le muestro mi letra, [yo le
dije] quién le dijo a usted que esa letra era mía.
2 El evento tuvo un final feliz y pacífico: los dos adversarios reconocieron que habían
caído en una emboscada, y terminaron siendo amigos. No sólo por eso es sorprendente
—en un país como Colombia— esta narrativa, sino también por la multiplicidad de
motivos que contiene. El triunfo (con base en habilidad y carisma) del líder desarmado
sobre un asesino decidido, que se representó en muchas viñetas sobre la gesta
republicana, tomando su forma canónica en una conocidísima anécdota sobre Antonio
Nariño que no sólo enfrenta a su eventual victimario sino que le da la oportunidad de
ejecutar su fin y termina perdonándolo (mientras el criminal se derrumba y llora); las
ventajas del letrado y su capacidad de vencer Y canalizar la fuerza bruta; la astucia
como arma prototípica de los enemigos de la libertad: todo está ahí. ¿Cómo se forman y
recogen esas tradiciones? Ignoro si el líder liberal que contaba su experiencia estaba al
tanto de la imaginería decimonónica republicana y de las estructuras narrativas
asociadas a ella; posiblemente no, pero esto, en lugar de anular la pregunta, la hace más
interesante. Hay evidencias fuertes de continuidad en las subjetividades en juego en los
conflictos políticos en Colombia y, en la medida en que ella no es producto de una
transmisión mecánica, constituye un interrogante del máximo interés. Nótese que esa
87
los intereses materiales sino también los modales (ser “agresivo sin ser grosero”), la
capacidad de hablar bien (que en toda la pequeña política colombiana es crucial) y la
proclividad al riesgo. Cuando el presidente Lleras Restrepo fue a un barrio popular en
Pereira, los activistas liberales de base dudaban a la hora de presentar sus demandas
más urgentes. Cada uno pasaba al otro la responsabilidad de intervenir:
...no que hable usted, no que usted, no que usted Julio, y me iba dando rabia, a mi
me fue dando rabia, llegó el presidente una cosita así chiquitica 10, lo sientan en un
asiento de obispo y quedo por allá, yo me puse a ver como era posible que unos
señores que tenían tanta fuerza y tanta necesidad le tuvieran miedo a un señor
chiquitico y créame eso y no exagero en eso, me dio rabia, y digo –yo hablo–: señor
presidente si te da la gana arreglas el problema así le doliera, así eso quedó, pues
nunca mucha gente olvida ese cuento, pues porque es la cosa agresiva sin ser
grosera, pero yo veía eso, ese señor que tiene todo ese poder, si él quisiera con una
sola palabrita, esto se organiza, señor presidente si quisiera con una sola palabrita
arreglas eso, yo me recuerdo por la tarde..., se nos abrieron muchas puertas...
11 Una vez más, final feliz. Nótese el desenfadado tuteo, que sin embargo puede a la vez
interpretarse en el contexto de una larga tradición de tuteo del súbdito personificado
de su propia dignidad en frente del soberano, que se relaciona también con un pedido
implícito de pasar por encima de los intermediarios y “solucionar todo con una sola
palabra”. Nótese la relación explícita entre “arreglar esto” y “organizar”, que
reinterpreta la fuente de poder “en ese entonces”, cuando había clientelismo,
organizaciones comunitarias y líderes vinculadas a ellas. Ellas, las organizaciones,
construían su pacto con las “instancias superiores”, intentando saltar en el camino a los
funcionarios y a las disposiciones formales. Es decir, tenemos por un lado un conjunto
de prácticas que no pueden dejar de calificarse de democráticas, en cuanto dan el poder
a la mayoría11; y por otro, indisolublemente ligadas, prácticas que evaden bruscamente las
regulaciones universales y abstractas apoyándose tanto en argumentos de eficacia
como en los vínculos directos entre la comunidad y el poder superior (no
necesariamente el presidente, pero sí el político capaz de saltar por encima de las
regulaciones). Aquí tenemos en toda su fuerza la ambigüedad de la democracia
colombiana, pero también la fuente de poderosas tensiones que se desarrollarían entre
la política y la técnica en la década siguiente. El pacto entre la comunidad y el Estado
para construir país daba enorme poder a los políticos a costa de las regulaciones
burocráticas y de las lógicas de la tecnocracia. Al respecto, no resisto la tentación de
traer a colación otro relato, que me parece emblemático, también proveniente de
Pereira:
...entonces en un momento dado el gerente de Empresas públicas no nos quería
prestar las volquetas con toda razón, el nos hizo un calculo cuando fuimos, todo el
desgaste que tenían esas volquetas y que eso era más costoso pues que cualquier
cosa, nos fuimos donde el secretario de Gobierno de ese entonces y era de las juntas
de Empresas. Le dijimos: “Oiga doctor, que no nos prestan la volqueta porque se
daña”, y llama ese tipo al gerente de empresas y le dice: “oiga hombre, a usted
quién lo nombró” —” La junta de Empresas doctor”. “Sí, y a la junta de Empresas
quién la nombró”. — “El consejo municipal”— “Sí y al consejo municipal quién lo
nombró”. “El pueblo doctor”. Dijo: “¿sí? Entonces el pueblo es su patrón. ¿Usted
quiere que lo echen?” Oiga, somos tan de malas que ese día se fundió una volqueta,
se fundió y vino a las 12 de la noche a trabajar ese tipo, y le pagábamos algo pues
por el rendimiento y se fundió la volqueta.
12 Los políticos representaban al pueblo, y junto con él eran los patrones, porque ponían
votos12 pero se les fundían las volquetas.
91
relacionada con nuevas fuerzas socioeconómicas, sino que también “dañó a la gente”.
“La corrupción se produce con el apoyo del pueblo” (líder boyacense). Los votantes —
digo yo— aprendieron rápidamente la racionalidad particularista, y empezaron a
cambiar muy eficazmente sus demandas específicas por votos en contextos que pueden
ser descritos aproximadamente por “mercados de oferta” [de votos]. En muchos casos,
arrancaron de los políticos múltiples concesiones, y las amargas quejas por su brutal
cinismo son frecuentes apenas entran (los políticos) en confianza y dejan disparar su
elocuencia (hay excepciones, sin embargo, sobre todo allí en donde la base de
“organización comunitaria” de la década de los sesenta sobrevivió bien). Antes el
comportamiento de los votantes era mucho más generoso y las motivaciones
correspondían tanto a ideas como a fuertes identidades partidistas. Ruego al lector que
me permita salir de los límites que me he impuesto y utilizar información de otro
Corpus, el de las diligencias judiciales, por la sencilla razón de que María Izquierdo —
senadora acusada y condenada en el llamado proceso 8000 contra la participación del
narcotráfico en política— expresa con más plasticidad que nadie esa sensación de que la
pérdida de valores y el encarecimiento de la actividad pública se debe también a
votantes cínicos:
...después de que se fue el candidato Samper, y acordamos que la plata se dividiría
por el número de votos que cada cabeza de senado con sus respectivas cámaras,
quemadas o no, harían esa repartición y que cada cual continuaría buscando
recursos para el almuerzo de elecciones, para el transporte y para lo mal
acostumbrados que teníamos a la gente, los políticos en cada departamento 18.
20 May pues dos períodos, el primero abarcando las décadas de los sesenta y setenta, y el
segundo los años siguientes. En ninguno de los dos períodos el jefe —en abstracto—
puede dar órdenes a sus votantes. En el primero, porque estos tienen conciencia, y
pueden negarse a obedecer en caso de que el jefe traspase ciertos límites. A la mamá de
un líder liberal pereirano le habían pedido que en las elecciones de 1970, y siguiendo la
disciplina partidista vigente durante el Frente Nacional, apoyara al candidato
conservador Misael Pastrana. “Mi mamá fue una que no votó, aquí dijo voto por don
Camilo pero yo por Pastrana no voto y no votó y así eran los viejos de esa época,
nuestros abuelos, nuestros padres, eran netamente liberales, con un sentimiento muy
profundo”. En el segundo período, los votantes son mucho más desideologizados, pero
también más tumultuosos: se salen del redil simplemente porque alguien les ofrece
más. El tránsito de un tipo de indisciplina a otra sale costosísimo a los políticos, que
[ahora] continuamente deben mejorar sus ofertas. Empíricamente, la idea de que los
votos son endosables (voto amarrado vs. de opinión), tan común en nuestras ciencias
sociales, no parece sostenerse del todo. Haríamos bien en aprender de los “expertos” a
matizar entre disuntos tipos de [in]disciplina, y sus tránsitos y relaciones mutuas.
tiene toda la razón al sugerir que la corrupción se apoya en una sólida, a veces
sofisticada, normatividad19. En nuestro caso, al parecer la amistad es uno de los
eslabones perdidos (hay otro, como sugeriré enseguida) entre clientelismo y
corrupción, que permite el tránsito entre uno y otro. Véase esta anécdota, que puede
ser por supuesto apócrifa; lo importante es la moraleja que hay detrás:
...entonces un día tomando tinto yo le dije: “verdad que Turbay es tan bruto; bueno,
no se ponga bravo conmigo, mas bien lo voy a elogiar, ya que es tan buen amigo”;
me dijo: “por ahí si”. “Te lo pregunto porque el Turbayista más grande de Colombia
eres tú”. Me dijo: “venga le voy a contar una historia para que usted conozca a
Turbay. Siendo yo Ministro de Desarrollo, me llamó Turbay un día y me dijo:
necesito que usted me haga incluir en la lista de la Asamblea de Cundinamarca a
fulano de tal; le dije: presidente eso es casi imposible, porque fulano de tal es el tipo
que tiene más fama de bruto de todo el departamento; dijo: me tiene sin cuidado,
tiene que meterlo, elegible además; bueno, cuenta Iván que hizo todas las gestiones,
no había podido formar coalición; volvió y le dijo: presidente no soy capaz, no
puedo; el problema es que tienes que hacerlo, así de sencillo; lo hizo nombrar. Una
vez elegido se fue donde el presidente a preguntarle la razón: muy sencillo, ese
hombre ha sido mi amigo toda la vida y mi mas leal elector, y te voy a contar el
secreto, es que el tipo está enfermo de cáncer, tiene por ahí tres meses de vida, y el
gran sueño de él es ser velado con la bandera de Cundinamarca y de Colombia
encima del ataúd en el recinto de la Asamblea del Departamento. Dicho y hecho, a
los dos meses el tipo murió y lo velaron en el recinto con las dos banderas como era
su sueño”. Fíjate ese tipo de comportamiento, tan especial, y eso es lo que hace que
Turbay sea lo que es. Turbay es un hombre que no olvida el nombre de ningún
pueblo...
22 Compárese con el pacto social en Pereira en el que aparece la figura de Carlos Lleras
que se vio unos párrafos atrás. Aquí encontramos una contabilidad moral
completamente distinta: favores sin reciprocidad, con su implicación respectiva,
generosidad infinita (porque el favor es decisivo en un momento crítico) y respectiva
deferencia. A la vez, hay aspectos comunes: toda una batería normativa (humanitaria)
de justificación20; intensa imaginería patriótica basada en la noción de distancia (que a
propósito sugieren también expresiones como “alta política”, etc.); el pacto entre gente
del común y una figura con poder para saltar por encima de las regulaciones formales y
de las objeciones de burócratas y tecnócratas. Siempre que hablemos de “clientelismo”,
“identidades tradicionales”, etc., deberíamos ser muy cuidadosos de identificar a qué
nos estamos refiriendo y de recordar que hay varias modalidades de práctica, de
valoración y de memoria que con un instrumento demasiado tosco de análisis pueden
resultar idénticas.
23 La familia es el otro eslabón. Como ha dicho Marco Palacios (1995) se trata de un tema
sobre el que sabemos muy poco, casi nada, a pesar de su extraordinaria importancia en
la política colombiana (y la de otros países, sin duda). Aunque el tema merece una
reflexión aparte, baste decir que hay una fuerte tradición de mutualismo familiar, que
produce genuino orgullo. “Tengo ocho hermanos, y a todos les ayudé”. Los cambios de
los últimos años, sobre todo la Constitución de 1991, dificultan cada vez más la
participación familiar en la política, dando origen a continuas reyertas; además, si el
tipo de personal político ha cambiado, también lo ha hecho el tipo de familias al que
pertenece21.
24 A la vez que se estigmatizan los problemas de la atomización, se pueden recordar las
ventajas de la apertura. Los políticos recuerdan con recelo —aunque no con rabia— la
época del bolígrafo, es decir, el periodo en que la conformación de las listas electorales
96
MÁRTIRES
25 Hasta el momento, he puesto énfasis en la diferencia entre los dos tiempos de la
memoria de los políticos. Pero hay importantes lineas de continuidad. En lo que al
partido liberal se refiere, un aspecto que tiene una gran centralidad es la memoria del
martirologio, que tiene a su vez dos dimensiones, una civil y otra militar. Los eventos
liberales con una gran regularidad abren con una referencia a los mártires de ayer y de
hoy (en el actual período la sangría de liberales también ha sido enorme). Aquí de
nuevo parecen producirse pérdidas; Obando, el gran proscrito del siglo XIX, desapareció
del panorama, y Rafael Uribe Uribe sólo aparece fugazmente en los grandes eventos y
en las reflexiones de los doctos del partido, cuando quieren referirse críptica pero
ilustradamente al socialismo. Sin embargo, nos encontramos de nuevo con el fenómeno
de una gran coincidencia entre la adoracicín de los mártires del “pasado corto” y de
hoy, por un lado, y los del pasado lejano, por el otro. Como dije atrás, no creo que
interpretar esas reapariciones cíclicas de patrones de figuración tenga una explicación
fácil.
26 También es interesante intentar entender la estructura de la memoria del martirologio.
La Violencia es una importante cesura, primero por la magnitud del evento, y segundo
porque permitió una intensa identificación entre la violencia ejercida contra el
liderazgo y el acoso permanente a la membresía liberal, que podía ir de lo molesto a lo
letal. Una gran cantidad de políticos liberales tienen un nutrido repertorio de relatos en
los que logran derrotar la violencia ejercida contra ellos. En algunos casos, como en la
anécdota que presenté al principio de esta exposición, a través de la astucia y del
“espíritu superior”; otras, por medio de uso de la fuerza. En todos, sin falta, el liberal
está en inferioridad de condiciones (desarmado contra armado, pequeño contra grande,
etc.). Pero a medida que nos vamos acercando al presente aumenta el recuerdo de
reyertas faccionales, frecuentes y brutales, un aspecto que no puede dejar de maravillar
en el partido del “libre examen”. Aquí nos encontramos con un juego de continuidades-
discontinuidades, en donde el martirologio es la invariante, mientras que la
transformación consiste en el paso del conflicto inter al conflicto intrapartidista o con
otras fuerzas.
97
27 La memoria del martirologio tiene una gran flexibilidad: los recursos identitarios son
de “plastilina” y pueden cambiar espectacularmente de contexto manteniendo su
vigencia22. En el caso de los liberales, el martirologio logró articularse con los procesos
de incorporación particularista, en el sentido en que casi invariablemente los
perseguidos por la justicia por violar la ley se declaraban perseguidos porque eran, o
provenían, del pueblo23. En algunos casos, lograron construir verdaderas cruzadas de
autovictimización, como en el caso del ex senador Alberto Santofimio Botero. La
formalidad legal aparece aquí como un mecanismo de exclusión. Sin embargo, la
plasticidad tiene sus límites. Los héroes oficiales del partido son, creo, genuinos: Uribe,
Gaitán, Galán... Los corruptos autoconvertidos en mártires carecen de recursos
culturales para transformar sus episodios de reivindicación en algo más permanente.
Pienso que una de las razones para que ello sea así es que aparecen demasiado
cercanos: hemos visto ya que su eficacia depende de que sean “buenos amigos” o
parientes o padrinos. Los políticos los recuerdan con cariño, a veces pueden admitir
que tienen verdadera estatura intelectual —como oradores, o ejecutores, o
negociadores— pero no logran considerarlos modelos normativos.
28 La contracara de esto es que los héroes genuinos son por lo general perdedores. Por eso
no se pueden convertir en modelos activos. No son ganadores electorales, ninguno de
ellos (tampoco Benjamín Herrera, uno de los próceres caros al liberalismo nacional es
sus esferas más altas). Se les recuerda porque fueron asesinados, o desterrados, o
porque perdieron. Naturalmente, en el caso de Galán hay además una corriente
subterránea de tensión, porque muchos de los políticos que actúan hoy se le opusieron
salvajemente en las luchas faccionales de la década de los ochenta; ninguno de nuestros
entrevistados sin embargo introduce un recuerdo de conflicto con él.
29 Parece haber en el liberalismo una profunda esquizofrenia entre ganadores
desagradables y perdedores heroicos.
CONCLUSIONES
30 En este texto he tratado de revisar un conjunto de temas que no sólo tienen, según
creo, interés académico sino que están de alguna manera en el primer lugar de la
agenda del debate en los países andinos. No he querido ni escribir un “Lo que el viento
se llevó” de la política tradicional colombiana, ni calificar, sin más, el tipo de
percepciones que tienen de la evolución polídca e institucional en el país. Pienso que
tenemos algo que aprender de tales percepciones, tanto en términos de “saber experto”
como en términos de “objeto de la evaluación reaccionando ante ella”. Obviamente, los
políticos leen (entre otros, a los analistas políticos), toman ideas y las transforman, y
construyen sus propias teorías vernaculares que sirven para explicar el mundo y
orientarse en él; un mundo que, en el caso colombiano, no sólo es ancho y ajeno sino
muy, muy peligroso.
31 Hemos visto que la nostalgia republicana de los políticos está apoyada en un marco de
dos tiempos. El pasado, que comienza en los años cuarenta, a veces en los sesenta, y el
presente, que comienza a finales de los setenta o comienzos de los ochenta. La nostalgia
republicana está fundada en una preocupación obsesiva por la moral pública; en ese
sentido, hay una convergencia plena entre la opinión pública y los pequeños
operadores políticos. Sin embargo, los operadores dotan a esta preocupación de más
estructura: debido a su experiencia directa, y al hecho de haber sido beneficiarios
98
directos de la política bipartidista (en este caso liberal), construyen una historia de
declive causada por el deterioro de los pactos tradicionales y formulan diversos
dispositivos para explicar el funcionamiento de las redes clientelistas en sus distintas
modalidades.
32 Pero también hay por supuesto aspectos de la evolución de los últimos años que
rebasan esa tensión democracia-moral pública. No sólo son relatos realistas y no
gregarios sobre la función de gobierno, sino reflexiones sobre los desenlaces políticos.
Dice un antioqueño, un nuevo entrante de esa política atomizada de la década de los
ochenta a la que critica implacablemente: “Yo creo que en el país ha mejorado la
participación y ha decrecido la representación”, en la medida en que hay muchos
nuevos entrantes vía atomización de los partidos tradicionales (más participación) que
sin embargo expresan intereses muy focalizados y rabiosamente particularistas (menos
representación). Este feliz hallazgo se puede articular de manera inesperada con uno de
los motivos centrales de la Constitución de 1991, que se proponía, desde una óptica
completamente distinta, pasar de la democracia representativa a la participativa. Si
algo tiene la historia es que es una excelente humorista.
NOTAS
1. Junta de Acción Comunal, una institución que a la sazón recién comenzaba a funcionar.
2. Uso en este texto nombres ficticios, excepto para líderes nacionales.
3. No se trata, por supuesto, de un proceso irreversible.
4. Francisco Gutiérrez, “Historias de democratización anómala. El Partido Liberal en el sistema
político colombiano desde el Frente Nacional hasta hoy” en F. Gutiérrez (Compilador):
Degradación o cambio. Evolución del sistema político colombiano, Bogotá, Norma, 2002, pp. 25-78;
Francisco Gutiérrez “Democracia dubitativa” en Varios, Colombia cambio de siglo. Balances y
perspectivas, Bogotá, Planeta, 2000 pp. 113-144.
5. Principalmente pero no únicamente Bogotá, Pereira, Cali, Medellín, La Mesa, Factatativá,
Girardot.
6. Eista advertencia es importante, porque a fin de cuentas sí creo que hay diferencias reales
entre liberalismo y conservatismo, aunque el tema rebasa ampliamente los límites de este
trabajo.
7. La muestra no es representativa, así que no reclamo ninguna validez estadística, aunque las
regularidades son lo suficientemente fuertes como para ser tomadas en serio (y además aparecen
en contextos “no artificiales” como campañas y reuniones de discusión).
8. El hecho de que puedan a la vez involucrarse en las prácticas que ellos mismos critican podría
no obedecer a puro cinismo sino a complejos problemas de acción colectiva, como he sugerido en
otras partes.
9. Fernando Eslante, “Clientelismo y ciudadanía en México” en Análisis Político, N° 26 sep-dic,
1995, pp. 31-40.
10. Se refiere a Carlos Lleras Restrepo, conocido por su baja estatura.
11. Con todas las reticencias que esa palabra pueda suscitar en el lector informado de las teorías
de la decisión.
99
12. Insisto: el terror por “quedarle mal” a los intermedianos barriales debió ser completamente
genuino. Como los partidos colombianos han sido siempre altamente faccionalistas, la amenaza
de ofrecerle votos a otro políaco resultaba creíble, pues cambiar de patrón no conllevaba costos
afectivos ni organizacionales como sí conllevaría cambiar de partido.
13. Balcázar casi siempre gozó de una leve mayoría dentro del liberalismo departamental. Las
alianzas entre los partidos también tendían a seguir estas fracturas: Holmes-Holguín
(conservador de derecha pero con más arraigo popular) y Balcázar-Lloreda (conservador
centrista, menos tumultuoso).
14. Que, según lo que se acaba de decir, es un tanto diferente de la combinación entre
incorporación y faccionalismo. En cambio los elementos de ilegalidad pueden haber sido una
constante, aunque en diferentes modalidades y órdenes de magnitud.
15. Aquí hay una diferencia no sólo con los actores armados sino también con la propia memoria
de los parados tradicionales en el pasado. Posiblemente el Frente Nacional mató para liberales y
conservadores el debate Bolívar-Santander, aunque obviamente esto no excluve que resucite. En
cambio, en la confrontación armada ese debate es extraordinariamente intenso.
16. A propósito, perdió.
17. Véase también el texto de Julio Arboleda en el que explica por qué los propietarios se
comportan mejor en el poder.
18. Continuación de la indagatoria de la senadora María Florángela Izquierdo, Corte Suprema de
Justicia, 12/02/96.
19. Akhil Gupta, “Blurred Boundaries. The Discourse of Corruption, the Culture of Politics, and
the Imagined State”, en American Ethnologist, Vol. 22, 1995, N° 2, pp. 375-402.
20. Esta justificación obviamente NO es deliberante, porque no habla el lenguaje de lo público.
21. E. Gutiérrez y L. Ramírez, “Familias, redes y facciones”, Revista de Estudios Sociales, 11 de
febrero 2002, pp. 17-26.
22. Otro ejemplo bastante espectacular es la transformación del liberalismo radical pro MRL de
Puerto Boyacá en una fuerza bastante cercana de los paramilitares en la década de los ochenta,
sin ninguna ruptura ideológica y manteniendo de nuevo grandes vínculos con los discursos del
pasado.
23. Casi siempre esto correspondió a una manipulación cínica. Pero en algunos casos tenía serlos
visos de verdad, como en el del ex senador Edgar Perea, un ex locutor y político bastante pobre
pero que fue despojado de su curul con argumentos completamente traídos de los cabellos. Mi
impresión es que le quitaron la silla en el congreso por razones puramente estéticas y racistas.
AUTOR
FRANCISCO GUTIÉRREZ SANIN
Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales-IEPRI
Universidad Nacional de Colombia (Colombia)
100
INTRODUCCIÓN
1 El próposito general de este ensayo es tratar lo conceniente a los momentos
fundacionales de la democracia moderna en Venezuela, a saber: el 18 de octubre de
1945 y el 23 de enero de 1958. Fundacionales decimos porque los procesos históricos
desarrollados a partir de estas coyunturas fundaron, inauguraron, una nueva manera
de hacer política y de organizar las relaciones sociales. Fueron estos momentos donde
referentes como Pueblo, Estado y Nación adquirieron nuevos rasgos, expresaron nuevas
fuerzas, se convirtieron en los polos mayores de un nuevo orden político en virtud de
los cuales la identidad de los venezolanos adquiriría nuevos sentidos. Un nuevo
discurso democrático ocupa la escena y sus principales enunciados no hacen más que
constituir una suerte de unidad en sí de la sociedad contra la diversidad que la
caracterizaba.
2 Fundacionales, en fin, porque en estos momentos se manifiestan de manera excepcional
aquellas aspiraciones latentes durante el curso de la historia de la sociedad venezolana,
bajo el signo de la consolidación del Estado nacional, la modernización social e
institucional, la “redención” del pueblo. Procesos todos que tenían por efecto impedir
la petrificación de la sociedad en su orden tradicional, estableciendo de manera inusual
la dimensión instituyente del discurso político, articulador de las grandes mayorías
nacionales más allá del afán legalista que caracterizó el discurso precedente 1.
3 El concepto de imaginario es empleado como la construcción discursiva y simbólica
mediante la cual una comunidad se define a sí misma. Con este uso el término escapa a
la acepción común de una imagen mental, o del sentido más técnico que le otorga el
discurso psicoanalítico de diferenciación con lo Simbólico y lo Real. Le doy al concepto,
más bien, un sentido socio-político y lo utilizo en mi indagación como aquel
“estructurante originario”, “soporte de las articulaciones”2 del poder y de la fundación
y formación de un proceso anclado en el discurso democrático. El imaginario del que
101
hablo no está sólo constituido por el discurso jurídico, aquel de la legalidad, tampoco
por el discurso económico, aquel del imperialismo o anti-impenalismo, del
cosmopolitismo o del nacionalismo, sino que está constituido por las actitudes y
respuestas de la sociedad en relación con la democracia. Interesa el papel integrador
que este discurso cumple. En este sentido, el imaginario democrático es un componente
esencial de la moderna sociedad venezolana; está presente en todas sus
representaciones colectivas; es el cimiento de la sociedad y de su cultura política.
4 Si, en fin de cuentas, el sentido del discurso democrático moderno no es básicamente
otro que interpretar el sentir de las grandes mayorías nacionales, permitiéndoles
expresar su palabra sobre su propio destino —presupuesta la convicción de que tales
mayorías disponen de tal capacidad— su contenido expresaba una fe en el poder de
éstas para modelar su destino. Su cohesión y su organización en modernas instituciones
(partidos, sindicatos, ligas campesinas, asociaciones de empleados, uniones
estudiantiles) serían los ejes fundamentales para enfrentar el reto de fundar un nuevo
tipo de sociedad y, en consecuencia, un nuevo tipo de relaciones sociales. A tal fin
sirvieron de instrumento los partidos políticos de masas, que vinieron a ocupar
aquellos espacios débilmente representados por otras instituciones. Esa dimensión
instituyente, esas ideas de nación, pueblo, “redención”, destino, incitan a la distinción
entre lo simbólico y lo propiamente ideológico; es decir, ellas requieren la separación
del registro de las ideas y de la representación que de las mismas realizan los
dispositivos simbólicos.
5 Así las cosas, todo régimen político, pero en especial la democracia moderna, se
constituye en dos órdenes: el orden de la acción y aquel de la representación. Junto a la
correlación de fuerzas políticas, económicas y sociales, a los pactos implícitos y
explícitos, al comportamiento de los distintos agentes, a la creación de instituciones y
de normas, todo lo cual forma parte del orden de la acción, coexiste un orden de la
representación: suerte de mediación psicológica producida a través del discurso y las
ideas que éste vehicula, la legitimación del nuevo estado de cosas, en fin la imagen que
la sociedad construye de sí misma a través de las palabras y los símbolos utilizados por
sus dirigentes, como resultado del pensamiento ν de las circunstancias, de esa suerte de
“voluntad dirigida” de que hablara Picón-Salas3. La democracia moderna se instituye,
entonces, como un régimen donde lo simbólico es un componente clave de la
formación, el ejercicio y la finalidad de la autoridad. Allí adquiere la mayor importancia
el principio de la representación política, el cual genera —habría que convenir— la
constitución misma de la democracia. Siendo la representación política esa forma
simbólica que, bajo el efecto de una mutación del poder —la amplicación del universo
electoral, por ejemplo, fundado sobre el principio de la soberanía del pueblo— hace
posible la democracia moderna.
6 Para precisar en qué campo se sitúa este ensayo, acaso sea útil citar el punto de partida
de Jean-Jacques Wunenburger, en su intento notable por mostrar la complejidad
antropológica de los fenómenos políticos, a la cual no escapa la democracia, según el
cual:
...los hombres establecen relaciones políticas entre ellos mientras se agrupan en
una entidad pública (Estado, Nación), dotada de un nombre propio (Atenas, Francia,
etc.), se reconocen como miembros de un conjunto, cualesquiera sean sus
diferencias o divergencias, y se relacionan a un mismo poder central que supone
asegurar el respeto a las mismas leyes e imponer las mismas decisiones por el bien
102
del grupo en cuanto a su seguridad, sus libertades, sus relaciones con la justicia, su
prosperidad, etc.4
7 Al plantear las cosas de esta manera, nuestra perspectiva escapa de las fronteras
demasiado estrechas en las que la alternativa liberal-marxista ha tendido a encerrar la
cuestión de la democracia moderna.
8 Otros autores ya han dicho que por democracia no se puede entender sólo un sistema
de instituciones políticas y económicas, al cual se le atribuye el poder de determinar
todos los rasgos de la realidad social5. Es necesario ir más allá, y preguntarse si los
procesos a los que se refiere el discurso democrático —ya se trate de los escritos de sus
ideólogos o teóricos, o de las expresiones menos elaboradas de la opinión pública—
dependen únicamente del orden institucional, y del orden político o económico, o
habrá que prestar un poco más de atención a la diversidad de intenciones que pasan a
través de ese discurso. Y entre esas intenciones hay algunas que se albergan en el hiato
entre lo real y lo ideal, entre el orden de la acción y el de la representación, entre lo
racional y lo pasional. Intenciones semejantes nutren, precisamente, los procesos
políticos. Los discursos fundacionales sobre los orígenes, sobre los héroes, las figuras,
los ritos, sus funciones, los mitos, sus promesas y los riesgos que ellas comportan es la
materia prima, por veces no-racional, de que se compone lo político y, en consecuencia,
ese espacio privilegiado llamado democracia: “lo no racional no solamente no es un
residuo deplorable, mucho menos un veneno de lo político, al contrario es un factor
dinámico que puede facilitar el proyecto político de vivir bien en conjunto” 6.
LA PERMANENCIA DEMOCRÁTICA
9 Comencemos situando históricamente el uso del término democracia. En Venezuela la
referencia al concepto de democracia es tan antigua como la república, ha sido aplicado
a regímenes diversos y, en nuestros eufóricos y retóricos días, ha sido reivindicado tan
frecuentemente para cubrir carencias sociales e ideológicas de los distintos actores
políticos que casi sería preferible renunciar a él. Desde el Discurso de Angostura (1819),
texto bolivariano que revela un importante esfuerzo para exponer, en forma
sistemática, su concepción de la sociedad venezolana y la forma de gobierno que a esa
sociedad conviene, se pondera elogiosamente la democracia: “sólo la democracia (...) es
susceptible de una absoluta libertad”. No escapará a Bolívar expresar cierta reserva
acerca de su debilidad:
Por lo mismo que ninguna forma de gobierno es tan débil como la democrática, su
estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la
estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de gobierno, y no
un sistema permanente: contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y
anárquica y no con un establecimiento social, donde tengan su imperio la felicidad,
la paz y la justicia.
10 Con estas palabras puestas por delante, acaso para Bolívar la democracia, junto a la
libertad, era uno de los mayores "escollos" que enfrentaban las repúblicas, tanto las
antiguas, como las modernas y, por supuesto, aquellas que luchaban por nacer: “casi
todas han pretendido establecerse absolutamente democráticas y a casi todas se les han
frustrado sus justas aspiraciones”7. Democracia y libertad aparecían, pues, como
variables de una misma ecuación histórico-social. Separar ambos conceptos conduce a
lo que Germán Carrera Damas llama acertadamente: “El difícil y disputado inicio de la
larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia”.
103
11 El hecho de que el concepto sea tan antiguo como la república nos informa de un
proceso histórico, que ni sería fácil ni estaría exento de grandes dificultades, donde
resalta un vínculo orgánico entre existencia republicana y tendencia a constituirnos
como sociedad democrática. Nótese que al hablar de la sociedad democrática, busco
diferenciarla de la forma de gobierno, es decir, de la mera estructura política
democrática. Porque, precisémoslo de una vez, una sociedad se distingue por su
régimen político, lo que equivale a una cierta puesta en forma de la coexistencia de un
conglomerado humano particular. Pero esta forma implica a su vez una puesta en
sentido, la construcción social de aquella escena y de aquellas representaciones donde
se expresarán y desarrollarán las relaciones sociales. O bien, digamos que una sociedad
no adviene en sí misma por puro voluntarismo por puro ejercicio del poder, es
necesario instituir las condiciones de su inteligibilidad, formar esa conciencia de
previsión y pensamiento que examine cómo evolucionan y cómo se ven sus miembros a
sí mismos. Y esto ocurre a través de la creación de una miríada de discursos, de signos,
de símbolos, de rituales actuando como estructuras unificantes que por veces
coinciden, pero también se diferencian, se oponen, se entrecruzan, se solapan.
12 El que haya una imagen confusa de los usos de la palabra democracia es porque se
ignoran sus orígenes, es porque se nos exime de buscar de qué procesos, de qué
memorias y prácticas, de qué deseos e intereses, de qué lenguajes y representaciones se
nutre. Es necesario quebrantar las evidencias de primera vista, sacar a la luz del día el
“no-saber” sobre el que descansan estas evidencias. Lejos de encerrarse en el mito al
asumir representaciones poco claras, es necesario liberarse de él ocupando la posición
de quien interroga. Desde luego, la interrogación no brota de la nada, y quien la
sustenta no está desprovisto de identidad. Quien habla de la democracia pone de
manifiesto sus creencias, ya que al fin y al cabo, y aunque sólo sean negativas, algún
asidero tienen, así como también alguna experiencia de las relaciones de grupo, del
funcionamiento de las instituciones, una sensibilidad particular ante las relaciones de
poder, una imagen de la política, y, por supuesto, una predilección que le es propia de
participación, de intercambio y de autoridad.
13 En ausencia de una unidad substancial, la sociedad debe crear su unidad real a través de
sus instituciones, cuyos órganos inmediatos son el discurso del poder, las instancias
simbólicas y míticas, las creencias y tradiciones; unidad que será siempre frágil,
perecedera, renovable y contingente. Poco importa que sus élites proclamen incesante
y retóricamente su vocación a defender el interés general y nacional, su voluntad de
unión y de emancipación popular, el antagonismo siempre estará presente y, en
consecuencia, también lo estará la tendencia a la división social, a la desintegración.
¿Qué era Venezuela antes de 1777 y qué era para 1810, sino un conjunto de provincias
aisladas, una sociedad divida en estancos, sin más unidad que la de pertenecer a la
monarquía española, compartir una lengua, un territorio y profesar una misma
religión? Luego de 1810, la idea y la acción emancipatoria constituyeron un principio
unificador. Y a partir de entonces esas masas de andinos, orientales, guayaneses,
caraqueños, llaneros comienzan a sentir débilmente su condición de venezolanos, se
comienza a percibir en el escenario un sentido institucional para la acción política y
social, se crean nuevas instituciones, se modernizan las ya existentes, se inician los
“cultos” y ritos unificantes. La sociedad tiende a su cohesión. Se logró entonces una
frágil unidad, pero unidad al fin, que iría a dar posteriormente raíz y rostro a la nación
venezolana. Traigo lo dicho a colación porque me asiste la convicción de que lo que
104
importa en el fondo del análisis histórico son las tendencias. Y así como nos referimos a
la formación nacional, a la hora de referirnos al concepto de democracia subyace un
sentido también permanente y unificador, una tendencia visible: “la sociedad
venezolana ha llegado a un momento de su evolución en el cual se hace necesario el ver
su historia como una larga marcha hacia la democracia” 8.
14 Durante esa “larga marcha” histórica, el concepto ha servido —en consecuencia-para
justificar políticas diferentes cuando no antagónicas. El liberalismo decimonónico
(particularmente el radical y federal que no el conservador y centralista) no cejó, por
ejemplo, en un cierto empeño democrático no exento de ciertas debilidades y de
escasas repercusiones perdurables en el proceso modernizador y democratizador de la
sociedad9. Empeño que culminó en la concentración de poder de la autocracia de los
gobiernos dirigidos o influidos directamente por Guzmán Blanco (1870-1887). Aquel
naciente ímpetu democrático siempre desembocaba, una vez producido el reacomodo
de las fuerzas políticas y sociales producto de la Revolución o la Causa de turno, en
dictadura y personalismo.
15 En las primeras dos décadas del siglo XX se continuó usando con profusión el concepto
de democracia. En muchos de los documentos que abonaron el gomecismo, régimen
tenido como “absolutista” y “tiránico”, tanto los producidos por el propio gobierno
como aquellos elaborados por su élite intelectual, no escaseó el uso del concepto. Ya en
su primer mensaje al Congreso Nacional, el 29 de mayo de 1909, el general Gómez,
recién nombrado “Presidente Provisional”, anunció “la inmediata extinción del
absolutismo como forma de gobierno, el restablecimiento de un régimen genuinamente
democrático”10. Al año siguiente insistió ante el mismo Congreso, y calificó el proceso
histórico-político en ciernes como de “rehabilitación de la Patria”, el cual tendría la
mayor importancia y solemnidad “para nuestra vida representativa y democrática”. El
sentido de semejante declaración no se haría esperar: “he afirmado mi resolución de
vivir, donde quiera que la suerte me coloque, por el pueblo y para el pueblo, por la
Patria y para la Patria, así como lo hace y debe hacerlo un hombre honrado” 11. Pero si la
ética del nuevo gobernante se esbozaba de esta manera, su élite intelectual reforzaba el
uso del lenguaje construyendo con ello nuevas representaciones.
16 Quedaba por saber qué se entendía —con estos enunciados— por democracia. El caso de
Laureano Vallenilla Lanz es particularmente interesante. Considerado por la
historiografía como el principal teórico y justificador de la autocracia gomecista, para
quien Gómez destacaba “entre los más eximios gobernantes de la América” 12, habló y
escribió sobre la democracia. En sus propios ensayos escritos durante la década de 1910,
integrados luego en un polémico libro con título evocador, Cesarismo Democrático, usa el
concepto de democracia para referir la condición igualitaria del pueblo venezolano, así
como la capacidad de movilidad del propio sistema social, lo cual permitió que a lo
largo de la historia nacional más de un gobernante de orígenes sociales humildes
accediese al poder. Por su parte, José Gil Fortoul, otro importante intelectual al servicio
del gomecismo, a quien podría considerársele un pensador de posiciones democráticas
avant la lettre13, llegó a considerar que democracia y libertad podían ser sacrificadas en
ciertas coyunturas históricas en aras de lograr o mantener un orden político ν social.
17 Inútil insistir sobre el hecho de que se podía simular la organización del gobierno, de la
estructura política de forma democrática, sin que la sociedad tuviese un nivel de
maduración para su participación y ejercicio. Pero tampoco se puede obviar que el
surgimiento de la democracia moderna reclama condiciones de posibilidad, requiere de
105
política; entonces, es necesario explorar las condiciones de esta entrada, su efecto sobre
la transformación de la estructura política. ¿Cómo se canaliza ese arsenal de palabras
escritas y habladas dirigidas a captar y expresar las opiniones y aspiraciones
populares?, ¿sobre qué sustrato común se produce esa proliferación de discursos y
prácticas simbólicas ahora en condiciones de sometimiento al arbitraje popular?
24 Sin embargo, el 18 de octubre o el 23 de enero no sólo son importantes por la presencia
en las calles de las masas de partidos supuestamente populares, pues esta condición ha
sido, inclusive, puesta en duda por sus propios mentores: no fue “a impulsos de una
arrolladora marea de pueblo armado como llegáramos al poder” 14. El 18 de octubre o el
23 de enero son importantes, decíamos, por las nuevas representaciones de lo nacional-
popular que el discurso político construyó, consolidándose el largo reencuentro de la
sociedad con la democracia. Son momentos importantes por magnificar a la vez un
orden de la acción y un orden de la representación política como bases de un nuevo
imaginario democrático. Pero son también importantes por darle cauce a la tendencia
democratizadora de la sociedad venezolana. En estas páginas no nos interesa juzgar si
los cauces seguidos o los elementos del imaginario democrático han sido positivos o no,
han tenido consecuencias ejemplarizantes para los venezolanos o no. El hecho es que el
discurso democrático creó fundamentos, los puso en práctica y los transmitió y, como
tal, la sociedad venezolana los compartió y asimiló. El poder del dominio discursivo-
simbólico va a trascender las debilidades del trienio, o de la propia democracia para
pasar a inscribirse en la conciencia de los venezolanos.
SUFRAGIO UNIVERSAL
intereses, para romper con una estructura económica, social y espiritual heredada del
ancestro indígena. Eso no habría de olvidarlo la Revolución de Octubre bajo ningún
motivo. Al contrario, lo tendría muy presente pues en Venezuela no se ganan elecciones
con sólo los votos urbanos. El mot d’ordre revolucionario sería no solamente limitar a los
sectores urbanos la insistencia en restaurar la soberanía popular. Habría que insitir
también, y con mucha más fuerza, ante el campesinado mediante la prédica de la
redención de la mayoría rural. Y así fue. De esto podrá jactarse el discurso
revolucionario en los siguientes términos:
El campesino dejó de ser un pobre agricultor y se convirtió en el militante
victorioso del sindicato porque la Revolución fue a las puertas de su rancho a
decirle: Usted es un ciudadano de Venezuela con tanto derecho a exigir
reivindicaciones y a reclamar por justicia social, como el más encrespado y el más
esclarecido de los burgueses...34
45 Con esta representación discursiva, justamente tres años después del 18 de octubre, se
dejan claras dos cosas: 1. La organización política del campesinado (“militante
victorioso del sindicato”); 2. Su constitución como sujeto político a quien se le señalan
más “Derechos” que deberes. Luego este imaginario recibiría su retoque simbólico con
aquello de la “Redención del campesino”.
46 Redimido el pueblo urbano y el rural, el sufragio universal se convertiría para los
revolucionarios en un punto estratégico de importancia capital y no porque ganando
las elecciones se legitimara su poder; lo más importante era que quedarían ante la
historia como los protagonistas de esta redención. Por cierto, signo de un nuevo
espíritu de los tiempos: el de la modernidad democrática. Y ni para qué insistir en lo
que llegó a convertirse en ritornelo del discurso revolucionario: Cuando el sufragio del
pueblo “se ejercita masivamente, anula la prepotencia de las camarillas” (Domingo
Alberto Rangel). De esta manera, las funciones múltiples del sufragio (moralización de
lo político, democratización del Estado y la Sociedad, encarnación de la voluntad
general, legitimación del poder) fundarán nuevas reglas del juego político vitales para
la conformación del imaginario democrático de varias generaciones. El
comportamiento de los actores políticos será su prisionero y en el campo de las
representaciones, de los ritos y modos de acción se revelará la eficacia de este tipo de
sufragio.
47 Un primer eje de la “democracia efectiva” había sido izado: el del sufragio universal.
Los venezolanos tendrían, según Betancourt, la oportunidad de apreciar una de sus
virtudes: “desechar la azarosa senda de las asonadas y dirimir la cuestión del poder por
la sola vía pacífica y civilizada del sufragio”35. Si bien el imaginario democrático
permitiría este cambio, por lo demás muy importante, pasar de la “azarosa senda...” a la
“vía pacífica y civilizada...”; lo no-dicho hasta ahora es el papel articulador que el
sufragio va a cumplir. Este se convertirá, en cuanto mecanismo de articulación de los
sectores populares, en obsesión legitimadora y, en consecuencia, en un símbolo de la
mayor importancia. En otro sentido, el sufragio universal trascendió las fronteras de
sus propias circunstancias doctrinales, porque contribuyó aunque transitoriamente a la
derrota de las tesis sociológicas evolutivas de los gobiernos anteriores, las que irían a
renacer con algunas variantes durante la década militar. Y esa derrota no podía sino
dejar intensa huella en el hombre de la “acción realista”, divorciado como lo estaba
desde hacía ya largo rato de la idea del tránsito gradual de las sociedades. La emoción
íntima no podía pasar desapercibida:
112
52 Pero esa imagen nacionalista de AD: “Venezuela Primero”, “La Revolución Democrática
y Antiimperialista”, “Por una Venezuela Libre y de los Venezolanos”, reveladora de una
radical posición en lo económico y en lo político exalta las pasiones e imaginaciones
colectivas, impulsan a la acción. En cuanto gran animador de las luchas y banderas
113
estructura de poder castrense pero sin Pérez Jiménez. De ello serán expresión las
estructuras de poder resultantes. La primera de ellas se llamó Junta Militar de Gobierno y
allí figuraban dos altos personeros del régimen depuesto: los coroneles Roberto
Casanova y Abel Romero Villate. El rechazo de distintos factores logró que se
modificase el gobierno provisorio, transformándole en una Junta de Gobierno de
composición cívico-militar, presidida por el contralmirante Wolfgang Larrazábal e
integrada por dos civiles y tres militares. Como siempre, sus miembros expresaron su
carácter provisional y nacional: “Es importante valorar el signo esencialmente nacional
que tiene el proceso que vivimos”.
62 Los líderes políticos no vacilarían en resaltar el protagonismo del pueblo en las calles
aquel día de enero. Para el social cristiano Rafael Caldera, los estudiantes, las mujeres,
las madres, los maridos, los maestros, trabajadores y pueblo en general habían sido los
grandes ejecutores de lo que con giro religioso denominó: “El milagro de Venezuela”.
En fin, la voluntad de aquel “bravo pueblo” conllevó a la rebelión final: “Ese pueblo
estaba aquí, trabajando afanosamente por la causa de su libertad” 49. Betancourt veía en
el derrocamiento de la dictadura una suerte de energía anímica popular encendida en
la pasión por la libertad. El 23 de enero “el pueblo venezolano se uniría (...) para
realizar esa gloriosa epopeya de la reconquista de la libertad” 50.
63 El fundador y primer presidente de la Junta Patriótica51, Fabricio Ojeda, también se
pronunció sobre el papel protagónico y revolucionario del pueblo el 23 de enero. En sus
propias palabras, habría sido “el pueblo de Venezuela en toda su integridad quien
derrocó a la dictadura”. Y como para no desestimar la presencia del ejército, se
matizaba volviendo a aquella recurrente identificación desde los días del trienio: “No
existe diferencia entre el pueblo y el ejército en cuanto a patriotismo e ideas
democráticas”52. Otros intelectuales, como Mario Briceño Iragorry, a quien le habían
sido burlados e irrespetados los resultados de la consulta electoral de 1952, no
escatimaron en saludar al glorioso pueblo aquel 23 de enero pues habría pasado
veintitrés días de lucha “contra el feroz aparato bélico del dictador”. El resultado no
podía ser sino su derrocamiento por obra y gracia de la lucha popular: “El pueblo ha
librado una gran batalla al derrocar la tenebrosa dictadura de Marcos Pérez Jiménez,
convertido en fatal sordina para las palabras que intentaban expresar el clamor de la
justicia y las ingentes necesidades del pueblo”53.
64 Sin embargo, digámoslo de una vez. La participación popular el 23 de enero fue
importante para el desenlace de los acontecimientos, pero no fue decisiva. No se trata
de disminuir el papel del vasto frente civil en aquellos días, pero tampoco se trata de
inflar la significación de su participación. Más aún, al hablar de la participación popular
en la caída de la dictadura habría que diferenciar entre el pueblo de Caracas, que fue el
más combativo, y el pueblo del resto del país. Pero con todo y eso, la acción popular no
ejerce la suficiente presión para que la dictadura ceda. Si tomamos como ejemplo la
huelga general convocada por la Junta Patriótica el 21 de enero (para que a la una de la
tarde todos marcharan “en manifestación desde todas las fábricas, colegios y casas,
hacia el centro de Caracas”), cabe preguntarse ¿cuál fue su resultado? ¿fue la misma
realmente decisiva para el derrocamiento del régimen? En rigor, podría interpretarse
mejor como un parcial fracaso, en la medida en que algunos obreros y trabajadores de
116
los servicios públicos ν del gobierno no acatan el llamado a paro por la misma presión
oficial sobre ellos. Las acciones callejeras más agresivas son neutralizadas por el toque
de queda o por las ráfagas gubernamentales que ahora cumplen una orden terminante:
“tiren a matar”.
65 Por el contrario, decisivos fueron los contactos de dirigentes políticos en el exilio en
búsqueda de un acuerdo político para enfrentar la dictadura; decisivos fueron los
alzamientos de la aviación, la sublevación de la marina y de la guarnición de Caracas;
decisiva fue la protesta de la Iglesia; decisiva fue la protesta anti-dictatorial del sector
empresarial. Es decir, decisivo fue el enfrentamiento de los factores de poder contra el
régimen. Las cosas no podían ser de otra manera si agregamos a lo anterior esa vieja
tradición republicana personalista, donde los grandes momentos políticos se definen en
conciliábulos, tratados y pactos. En consecuencia, tal como lo argumentáramos
anteriormente, el 23 de enero no ocurrió un movimiento popular para dar al traste con
el régimen dictatorial, sino un movimiento militar, primero, luego se le añadiría el
elemento civil, para mantener un gobierno militar sin Pérez Jiménez.
66 En consecuencia, la proyección del 23 de enero en la historia contemporánea del país
también descansará –en cuanto momento fundacional– sobre la construcción de un
dispositivo simbólico. En coyunturas históricas como las examinadas se expresa de
manera estelar aquella doble dinámica de la acción y de la representación.
Acontecimientos como los del 23 de enero de 1958 crean las condiciones donde se
produce igualmente la elaboración del imaginario colectivo, en virtud del cual se
ordenan las nuevas relaciones y se interpretan los hechos.
67 Otro de los grandes temas de ese imaginario fue considerar que el 23 de enero trajo
consigo la “unidad nacional”. Antes el país estuvo dividido en facciones agresivas y
desconsideradas, nutridas de divergencias personales y posiciones intolerantes de parte
de los distintos actores. Betancourt, acaso entre los más intemperantes desde los días
del trienio, estuvo entre los primeros en reconocerlo, incluso antes de su llegada a
Caracas:
Si los partidos se hacen otra vez guerra a cuchillo, si se substituye el sereno debate
doctrinario de las grandes cuestiones nacionales y universales por la enconada
pelea subalterna, se crearía clima propicio para la recaida dictatorial 54.
68 De cuánto reconocimiento y autocrítica revelaban estas palabras, darían testimonios los
días posteriores. Las actitudes agresivas y sectarias no podían prevalecer por sobre el
esfuerzo común para resolver los problemas nacionales. Luego del 23 de enero, las
rectificaciones parecían estar a la orden del día. Las evidencias se quiebran y nuevos
espacios simbólicos surgen. Primero desde la propia Junta de Gobierno: “La experiencia
ha demostrado que la tesis política de la unidad nacional, de la integración
democrática, no es una abstracción idealista, ni puede ser una táctica interesada, sino
una imposición lógica de la historia”55. “Imposición...” se llamaría desde el poder el
cuadro de cosas deseables. En funciones de gobierno es mucho más fácil ejercer la
autoridad en ambiente consensual, unitario, que en condiciones de antagonismo.
Especialmente si se apela a la autoridad de la “lógica” y de la “historia”. Sólo así se
entiende el giro discursivo de la nueva gramática del poder.
117
81 En la nueva coyuntura histórica de 1958 había que poner plomo a las alas
revolucionarias y a las ansias doctrinarias. Porque alguna lección habría de derivarse de
la sangrienta década dictatorial. En cuanto a lo del sentido revolucionario de la acción
política, ya Betancourt parecía haber tomado conciencia —en el propio exilio— de las
necedades que podrían derivarse de un lenguaje agresivo cargado con símbolos
revolucionarios, que más que contribuir a forjar realidades lo que hacía era espantar
solidaridades. En discurso pronunciado en el Carnegie International Center de Nueva York,
el 12 de enero de 1957, se expresan los deseos de rectificación discursiva: “Hemos dicho
que no estamos fomentando revoluciones y que creemos adecuado para Venezuela (...)
la transición de un régimen de fuerza a otro democrático por el camino normal de una
consulta al electorado”66. Anunciaban estas palabras retoques en el imaginario
democrático articulado doce años antes. Sobre todo en lo relativo a las posiciones
frente al resto de factores de poder, en especial los partidos políticos: “Es que nos
hemos convencido todos de que el canibalismo político, la encendida pugnacidad en la
lucha política, le barre el camino a la barbarie para que irrumpa y se apodere de la
República”67. Bajar el tono de la intolerancia política sería en adelante línea de partido,
así lo anunciaría ad en su primer manifiesto a la Nación, así lo reconoció Betancourt en
su balance crítico de la experiencia de gobierno durante el trienio:
El Partido había cometido errores en su gestión de gobierno. Hubo fallas
administrativas, desaciertos políticos y dimos más de una demostración (...) de una
intolerancia agresiva hacia las minorías opositoras68.
82 El corolario de este reconocimiento era uno solo: propiciar la tregua política. Las
condiciones que la posibilitarían sería un discurso que eliminaba definitivamente el
odio, el insulto virulento, “la procacidad en los torneos cívicos”. En adelante, se
imponía el lenguaje claro y franco, sin oficiar en “el altar de la demagogia”, para
permitir la realización en el país de “una cita con su propio destino”, ayudándole “a
salir de su convalecencia”. A tan positivos extremos —expresados en este lenguaje
conciliador— llegó esta tregua que el 31 de octubre de 1958 se suscribió un pacto
político, conocido como “el Pacto de Punto Fijo”, en el cual los partidos Acción
121
LA PERSISTENCIA NACIONALISTA
83 El otro importante componente del imaginario democrático que persistió luego del 23
de enero fueron aquellas posiciones con respecto a las compañías petroleras por la
distribución de los beneficios —obtenidos en la explotación del petróleo-entre éstas ν el
Estado propietario del recurso natural. En esta importante materia las cosas no se
alterarían radicalmente. Es que acaso estas nunca fueron radicales. En una suerte de
"examen de conciencia" propuesto por Betancourt desde su arribo al país, para
considerar "lo que en definitiva somos", analizando rumbos y potencialidades, el tema
del petróleo no podía escaparse a este ejercicio de connotación religiosa.
84 En las relaciones del Estado con los agentes internos, quizás la actitud que marca una
diferencia del tratamiento de la cuestión petrolera, con respecto al pasado, y que se
inscribe dentro de la onda de la concertación y la “tregua política”, es considerar que
esta es una cuestión nacional y que no puede ser manejada exclusivamente —como
antes— por un partido o sector de la sociedad. Por el contrario, en tono de amplitud se
anunciará la voluntad de crear una estructura institucional que represente a todos los
sectores políticos, económicos y técnicos: una Comisión Nacional de Petróleo. Las
palabras no hacen sino reflejar las intenciones:
Por considerar este problema del petróleo de tanta magnitud, creo que desborda los
límites del planteamiento unilateralmente partidista70.
85 Una vez definido el modo de articulación de las relaciones del Estado con sus agentes
internos, éstos se encontrarían en condiciones para negociar con los agentes externos,
esto es, las compañías petroleras. La lógica seguiría siendo la misma: reclamar la mayor
participación posible en una riqueza que es nuestra. En cuanto a la estructura rentista
de la economía y de la mentalidad venezolana no habría marcha atrás. Ni siquiera se
consideraba, por improbable, aquel fantasma que siempre rondaba al Estado rentista: la
restricción de la compra de petróleo por parte de nuestro principal consumidor, los
Estados Unidos. Betancourt conocía muy bien, siempre había conocido, la dinámica del
mercado petrolero internacional. Y, por sobre todas las cosas, también conocía la
dinámica del binomio "política ν petróleo". De allí que tanto en materia de producción
como de precios se sabía que había coincidencia de intereses. No más gritos anti-
imperialistas, ni en la calle ni en funciones de gobierno, ahora se imponía la
negociación en términos mucho más reposados:
A Venezuela lo que le interesa, y de paso a Estados Unidos como nación, es que
logremos estabilizar la producción a un nivel determinado (...) entonces podríamos
lograr producir menos petróleo, agotar menos rápidamente una riqueza típica no
renovable, y al propio tiempo obtener ingresos iguales o mayores, de los que
estamos obteniendo actualmente71.
122
A MANERA DE CONCLUSIÓN
87 Hemos mostrado que la operación de todo imaginario es construir las grandes creencias
colectivas, aquellas que articularán posiciones disímiles y enfrentadas, dándole sentido
al juego del poder, a su discurso, sus creencias y mitos fundadores. Lo que hemos hecho
es examinar algunas de las grandes creencias colectivas en relación con la democracia
venezolana, inauguradas por los procesos históricos resultantes de fechas como el 18 de
octubre de 1945 y 23 de enero de 1958. El imaginario democrático logró articular y
sostener, así como estructurar las acciones y representaciones políticas de la sociedad.
88 En el orden de la acción, la originalidad del 18 de octubre y del 23 de enero consiste en
haber creado las condiciones para la participación efectiva de las grandes mayorías
nacionales. Su carácter fundador se apoyaría básicamente en el orden de la
representación. Es decir, se apoyaría en todo un dispositivo simbólico sobre el que
descansan las prácticas de sus actores. El objetivo con que nace la Glorosa Revolución de
Octubre o el Alba Prodigiosa del 23 de enero, va más allá de los intereses de una clase
social o de un sector de la sociedad. Son los grandes ideales nacionales, es la
emancipación (“redención”, dirán los octubristas) de la sociedad como tal lo que se
plantea discursiva y simbólicamente. Es allí, entonces, donde surge la necesidad y
efectividad del imaginario político para darle asidero a la aspiración de todo un pueblo
a su propia emancipación a través de la constitución de su soberanía, de la
reivindicación de sus necesidades vitales, de su organización política, de su conversión
en sujetos de poder, de la creación de sus identidades, de su articulación al Estado. No
sin dejar de recordar la prevención que nos hace Wunenburguer: “La antropología del
imaginario nos recuerda (...) que la vida política es curva y opaca, que sus valores son
relativos y que las promesas de una salvación de la sociedad son quizás engaños
desastrosos”73.
123
NOTAS
1. Expresiones tales como no permitir la mas “minima alteracion del orden legal”, o entrar en
una era de rapida evolucion al progreso bajo “el amparo de las leyes”, fueron repetidas formulas
de gobierno durante el largo mandato de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Su sucesor, Eleazar
Lopez Contreras (1936-1941), esgrimio en su Programa de Febrero como principio de gobierno el
funcionamiento de un “regimen de legalidad”. La lev respetada por el magistrado y obedecida
por el ciudadano seria “la condicion de todo pueblo libre”. Medina Angarita (1941-1945), llego,
por su parte, a gobernar “con la Ley, la razon y el sentimiento”, dispuesto a instaurar el “imperio
absoluto de la Ley” fundamento unico de su accion politica.
2. C. Castonadis, L’institution imaginaire de la société, Paris, Seuil, 1975.
3. “Una nación -señalaba Picón-Salas- no es sólo una suma de territorios y recursos naturales,
sino la voluntad dirigida, aquella conciencia poblada de previsión y de pensamiento que desde los
días de hoy avizora los problemas de mañana”, en “Rumbo y problemática de nuestra historia”
(Discurso de incorporación en la Academia de la Historia, 1947), Comprensión de Venezuela,
Caracas, 1949.
4. J. J. Wunenburger, Imaginaires du politique, París, Ellipses, 2001, p. 6. Traducción nuestra.
5. Véase, por ejemplo, el pensamiento de Claude Lefort sobre “la question de la démocratie
moderne”, en Essais sur le politique ( XIXe-XXe siècles), París, Seuil, 1986, pp. 17-30; o en Le retrait du
politique, París, Gallimard, 1983. Igualmente son bien útiles los trabajos de Pierre Rosanvallon
sobre la democracia francesa, entre los más recientes, La démocratie inachevée. Histoire de la
souveraineté du peuple en France, Paris, Gallimard, 2000, así como Le peuple introuvable. Histoire de
la représentation démocratique en France, París, Gallimard, 1998.
6. J. J. Wunenburger, op. cit., p. 9.
7. Simón Bolívar, Escritos políticos (selección e introducción de Graciela Soriano), Madrid, Alianza
Editorial, 1969, pp. 99 y 113-114.
8. G. Carrera Damas, La larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia: doscientos años de
esfuerzos y un balance alentador, Caracas, Contraloría General de la República, 1998, p. 3.
9. En muchas proclamas y documentos oficiales de la segunda mitad del siglo XIX se leen
novedosas expresiones tales como: “el nuevo orden de cosas”, “los sacrosantos principios de la
democracia”, “elevar a canon los principios democráticos”, hacer que los “venezolanos entren en
el pleno goce de sus derechos políticos y civiles”, “los principios de Gobierno Popular, Electivo,
Federal, Representativo, Alternativo y Responsable”.
10. “Mensaje del General Juan Vicente Gómez, Presidente de la República, al Congreso Nacional
en 1909”, en Mensajes Presidenciales (recopilación, notas y estudio preliminar preparados por
Antonio Arellano Moreno), Caracas, Presidencia de la República, 1971, Tomo III, 1891-1909, pp.
395-396.
11. “Mensaje que el General Juan Vicente Gómez, Presidente Provisional de la Repúiblica,
presenta al Congreso Nacional en 1910”, Ibidem, Tomo IV, 1910-1939, pp. 7-8.
12. La Rehabilitación de Venezuela. Campañas Políticas de “Έl Nuevo Diario” (1915 a 1926), Caracas,
Litografía y Tipografía Vargas, 1926, Tomo Ι, p. 1.
13. Hacia 1890, Gil Fortoul suscribió posiciones avanzadas de real interés sobre la extensión de
ciertos derechos políticos, la conveniencia de instaurar el voto femenino, el sufragio universal y
la representacion proporcional de las minorías. Sobre los dos últimos puntos sostuvo: “es cosa
evidente que el sufragio, tal como existe, no merece el calificativo de universal, y que de acuerdo
con la lógica deberia extenderse a las mujeres y a los menores de edad”. Y en lo tocante a la
representación proporcional señaló: “este seria el único medio de hacer que un Parlamento
representase casi todas las manifestaciones del ideal social” (1892). Ver Páginas de ayer (Obra
124
póstuma), (apunte preliminar por Henrique Gil Fortoul, prologo de Eduardo Carreno), en Obras
Completas, Caracas, Ministerio de Educación, 1957, volumen VIII, pp. 427-430; también Filosofía
Constitucional (prologo de Antonio Reyes), en Obras Completas, Caracas, Ministerio de Educación,
1954, Volumen VI.
14. R. Betancourt, Venezuela política y petroleo, Caracas, Editorial Senderos, 1967 (1956), p. 235.
15. 15 Por octubrismo definimos un espacio de posiciones políticas diversas, un campo abierto de
afirmaciones, objeciones, de relaciones discursivas y simbólicas entre todas las fuerzas presentes
en el escenario, asi privilegiemos en este ensayo el discurso de uno de sus protagonistas mas
prominentes, Rómulo Betancourt. Su lenguaje encarna mejor que cualquier otro el sentido
imaginario y simbolico del 18 de octubre y después. Para un análisis más detallado de los
diferentes discursos presentes en esta coyuntura historica, ver mi Imaginario politico venezolano,
Caracas, Alfadil, 1992; e igualmente Les lieux de paroles. Essai sur l’imaginaire politique vénézuélien,
París, L’Harmattan, 1995.
16. “Comunicado del Gobierno Provisonal a la Nación”, (19 de octubre de 1945), en Suárez, N.
(Compilación, introducción e índices), Programas políticos venezolanos de la primera mitad del siglo XX,
Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1977, Tomo II, p. 70.
17. La expresión es de L. Castro Leiva, El dilema Octubrista, 1945-1987, Caracas, Cuadernos
Lagoven, Serie Cuatro Republicas, 1988. Sobre el punto de la constitucion de una identidad, ésta
siempre estará basada sobre la exclusión de aquella la cual niega.
18. R. Betancourt, “El caso de Venezuela y el destino de la democracia en America”, en Cuadernos
Americanos, Año VIII, Vol. XI.VI, N° 4, Mexico, julio-agosto, 1949, p. 37.
19. Ibidem, p. 42.
20. Ibidem, p. 47.
21. R. Betancourt, Trayectoria democratica de una Revolucion. Discursos y Conferencias pronunciados en
Veuezuela y en el exterior durante el ejercicio de la Presidencia de la Junta Revolucionaria de Gobierno de
los Estados Unidos de Venezuela, Caracas, Imprenta Nacional, 1948, p. 8.
22. D. A. Rangel, “La explicación histórica de la Revolución Venezolana”, en Cuadernos Americanos,
Vol. XXXIII, Año VI, N° 3, México, mayo-junio 1947, p. 16.
23. “Decreto N° 1”, en Decretos, y Resoluciones de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Caracas,
Imprenta Nacional, 1946, Tomo I, p. 7.
24. “Discurso de Rómulo Betancourt en el Táchira”, (14 de diciembre de 1945), en Trayectoria..., op.
cit., p. 20.
25. Citado en J . M., Siso M., “Semblanza de un politico popular”, en El Pais, Caracas, 15 de febrero
de 1948.
26. Conferencia de R. Betancourt en el Insututo Pedagógico Nacional en el inicio del curso de
alfabetizadores de adultos, 29.12.45, en Trayectoria..., op. cit. , p. 287.
27. Discurso de Betancourt en el Acto de Instalación de AD, 13 de septiembre de 1941, en N.
Suárez, op. cit., p. 19.
28. 28 R. Betancourt, “Acción Democrática hará historia”, en Ahora, Caracas, 5 de septiembre de
1941, p. 1.
29. Discurso de Betancourt, Noviembre de 1945, en Trayectoria..., op. cit., p. 48.
30. R. Betancourt, “El caso de Venezuela..”, op. cit., p. 34.
31. Alocución a la Nación del Presidente de la Junta Revolucionarla de Gobierno, Rómulo
Betancourt, el 30 de octubre de 1945, en Trayectoria..., op. cit., pp. 6-7.
32. 2 L. Castro Leiva, op. cit., p. 66.
33. R. J. Velásquez, “Evolución política en el ultimo medio siglo, 1926-1976”, en Venezuela
Moderna, 2a edición, Barcelona, Ariel, 1979, pp. 75-76.
34. Intervención de Domingo Alberto Rangel en la Camara de Diputados, El Pais, Caracas, 19 de
octubre de 1948.
125
59. M. Picón-Salas, El Nacional, Caracas, 25 de febrero de 1958, p. 4. Ver igualmente del mismo
autor “Unidad nacional”, (Editorial), El Nacional, Caracas, 17 de febrero, 1958, p. 4.
60. “Discurso de Romulo Betancourt al asumir la Presidencia”, (1959), en Documentos que hicieron
Historia, 1810-1989. Vida Republicana de Venezuela, (textos y notas preparados por P. Grases y M.
Perez Vila), Tomo II: De la Revolución Azul a Nuestros Dias (1868-1961), Caracas, Ediciones
Presidencia de la República, 1988, pp. 476-477.
61. A. Uslar Pietri, “El alba de la democracia”, E l Nacional, Caracas, enero, 1958, incluido en
Testimonio de la revolución..., op. cit., p. 210.
62. Metáfora empleada por Uslar Pietri para significar el 23 de enero, Idem.
63. Uso acá el término tal como ha sido definido por David Kertzer, “conducta simbólica
socialmente regularizada y repetitive”, Ritual, Politics and Power, New Haven, Yale University
Press, 1988, p. 9.
64. “Acción Democrática en la historia venezolana de los últimos diez años”, en Posición y doctrina,
op. cit., p. 163.
65. Ibidem, p. 164
66. Ibidem, p. 23.
67. “Reencuentro con el pueblo”, op. cit., Ibidem, p. 39.
68. Ibidem, p. 169.
69. “Pacto de ‘Punto Fijo’” (1958), en Documentos que hicieron Historia..., op. cit., pp. 454-460.
70. “Visión general de los problemas economicos y sociales de Venezuela” (conferencia de
Betancourt en Valencia, 5 de junio de 1958), en Posición y…, op. cit., p. 59.
71. Ibidem, p. 59.
72. Ibidem, p. 61.
73. J. J. Wunenburger, op. cit., p. 108.
AUTOR
LUIS RICARDO DÁVILA
Universidad de Los Andes (Venezuela)
127
1 A mediados de los siglos XVI y principios del XVII, en España ν el Virreinato del Perú se
generó una producción histonográfica que se interesó por explicar cómo ocurrieron el
descubrimiento y la conquista española de América, para lo cual se pusieron en el
centro de la argumentación ciertos temas, lo que hace factible —para efectos de esta
reflexión- clasificar en términos generales este tipo de literatura. Bajo este supuesto, se
observa que los cronistas oficiales se interesaron en justificar y legitimar las grandes
hazañas que los conquistadores, para gloria de España y su rey, habían realizado en las
nuevas tierras descubiertas, corriente que fue duramente criticada por el padre
Bartolomé de Las Casas. Los hombres que escribieron sobre las guerras civiles rindieron
cuentas a las respectivas autoridades políticas sobre las diferencias entre los bandos de
Francisco Pizarro y Diego de Almagro. También hubo un grupo de cronistas que se
percató de que el pasado aborigen se estaba perdiendo y que era necesario rescatarlo,
por eso compusieron historias cronológicas sobre los orígenes de los incas. Por último,
hubo otras personas que, maravilladas por la naturaleza andina y asombradas por las
costumbres y lenguas de los amerindios, dedicaron muchos años a su estudio.
2 Estos hombres, dicho sea de paso españoles, mestizos e indígenas, no fueron testigos
presenciales de la conquista española en los Andes; por lo tanto, escribieron no la
historia contemporánea de su tiempo, sino las tradiciones anteriores. Como se trata de
tradiciones anteriores, muchas son erróneas y han sido puestas en tela de juicio, ya que
estuvieron condicionadas por el tipo de fuentes que utilizaron, de ahí que sea posible
detectar cómo ciertos hechos históricos fueron objeto de mutaciones, dependiendo de
quien y para quienes escribieron.
3 En el año de 1532 el rey de Eispaña Carlos ν nombró como cronista oficial de las Indias
Occidentales a Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, en virtud de sus méritos y al
129
amplio conocimiento que tenía sobre el Nuevo Mundo. A este hombre letrado y testigo
de vista de la conquista de las Indias Occidentales, corresponde una de las más antiguas
historias del descubrimiento y conquista de América, cuya primera parte fue publicada
en Sevilla en 1535, bajo el título La Historia general y natural de las Indias. Es importante
resaltar que Fernández de Oviedo entre 1514 y 1533 estuvo en Panamá, Cartagena de
Indias, Nicaragua y Santo Domingo, pero nunca en la región andina; no obstante, narró
casi en forma paralela a los hechos históricos de la conquista española en la región
andina. Para concebir la obra, y aprovechando su situación privilegiada al ser el
cronista oficial, Fernández de Oviedo utilizó aquellos primeros testimonios e informes
que redactaron los distintos testigos presenciales y algunos conquistadores 2.
4 En lo que respecta a la conquista del Quito-Chinchaysuyo3, posiblemente uno de los
mejores informantes de Fernández de Oviedo fue el conquistador Sebastián de
Benalcázar4. También hay indicios documentales de que los indios cañaris, motivados
por el resentimiento que tenían contra Atahualpa y su milicia, a más de aliarse desde el
principio con los conquistadores españoles, les proporcionaron datos importantes
sobre los movimientos de Rumiñahuí5.
5 Para Fernández de Oviedo ν sus informantes, Rumiñahuí —nombrado indistintamente
en sus relatos como Oromanavi, Orominani u Orominavi— después que Atahualpa fue
tomado prisionero huyó de Cajamarca hacia el Quito-inca: “...con ςinco ó seys mill
hombres, é alςose con la tierra de Quito, é traía unos hijos de Atabaliba que allá
estaban...”6 Por el contexto se entiende que los pequeños hijos de Atahualpa estaban
con él en Cajamarca, a pesar que Udo Oberem ha sugerido que solamente sus esposas
estuvieron presentes7.
6 Al margen de si los hijos de Atahualpa estuvieron o no en Cajamarca cuando éste fue
capturado por los españoles, interesa resaltar que estando él preso envió a un hermano
suyo por sus hijos. Rumiñahui no los quiso entregar y asesinó a este hermano, al que
previamente había emborrachado. Rumiñahuí, para asegurar su tiranía y amenazar a
los que no estaban de acuerdo con él, hizo un tambor con la piel del cuerpo del
hermano sentenciado. Los españoles comandados por Sebastián de Benalcázar, antes de
llegar al Quito-aborigen se enfrentaron en distintos sitios de la sierra con varios bravos
capitanes que tenían a su cargo miles de hombres. Se menciona que los españoles
pelearon contra los indios en un llano cercano a Riobamba y descubrieron que habían
cavado unos hoyos y puesto unas estacas puntiagudas y llenas de púas para herir a los
caballos. Después de la batalla en el llano, los españoles fueron a Riobamba, sitio en
donde estuvieron ocho días. Posteriormente se dirigieron a Latacunga y Panzaleo 8,
hasta que entraron al Quito-aborigen:
Ovose en Quito algun oro é plata, é no mucho, porque ςinco dias antes se avia ydo de
allí Oromanavi [sic], que era el señor, con quatro mill mugeres é onςe hijos de
Atabaliba; é fueron á sentar su real en una provincia que se diςe Yumbo, adonde fue
contra él el capitan Sebastian de Benalcáςar, é le desbarató é huyó, é le tomó los
hijos de Atabaliba é hasta veynte mill pessos de oro en joyas, é no hallaron más,
porque todo el oro de Atabaliba ya lo avia enterrado9.
7 Poco faltó para que Sebastián de Benalcázar tomara prisionero a Rumiñahui en los
Yumbos, al nor-occidente de la ciudad de Quito. Al juzgar del cronista, los cristianos
obtuvieron esta vez una victoria y retornaron al Quito-aborigen. Una madrugada ambos
bandos se enfrentaron en el Quito-aborigen y al día siguiente siete caciques depusieron
sus armas e hicieron las paces con los españoles. Posteriormente, los conquistadores —
se entiende que entre ellos estaba Sebastián de Benalcázar— fueron a Cayambe y
130
llegaron hasta Carangue, en donde hallaron una casa del sol chapada con oro y plata,
que fue saqueada. Los indios de la región salieron a rendir obediencia a los invasores,
que desesperadamente buscaban el tesoro de Atahualpa. Fue entonces cuando salió un
indio de la provincia de los carates (posible deformación fonética del grupo caranque o
caranqui) y les expresó lo siguiente: “...que cada señor escondió el thesoro, quel señor
Atabaliba lo avía enviado é lo tenían escondido, é que lo avian repartido quando
supieron que los chripstianos yban allá...”10.
8 Posiblemente los caciques que hicieron las paces con Benalcázar fueron los quitos,
collahuazos, pillajos y zámbizas, naturales del Quito-aborigen, que más tarde serían
ajusticiados por Rumiñahui, como consta en la declaración que hizo don Pedro de
Zámbiza, alcalde mayor de los indios, a finales del siglo XVI11, testimonio que revierte
especial importancia porque da cuenta de que los indios naturales del Quito-aborigen
no se aliaron con Rumiñahui.
9 En criterio de Fernández de Oviedo:
Toda la gente de aquella tierra [Quito-inca] es de las provinςias de Collao é
Condesuyo, que las traxo Guaynacava, quando la conquistó porque no se le alςassen,
é la gente de allí natural llevóla adonde sacó essotra; é desta manera señoreaba é lo
haςía en lo que nuevamente conquistaba12.
10 Esto abre la posibilidad de que hayan sido básicamente los indios que vinieron con
Huayna Cápac quienes participaron en la defensa de una parte del Quito-inca y del
Quito-aborigen contra la conquista española, mas no los indios naturales del sector.
11 Fernández de Oviedo continúa la narración con la salida de Diego de Almagro desde
Jauja, su llegada al Quito-inca y el encuentro con Pedro de Alvarado y sus huestes.
Concluye indicando que Diego de Almagro “tomó” a los hijos de Atahualpa y que se
enfrentó varias veces con Rumiñahui, a quien siempre: “...le venció é ganó muchos
despojos; é después los mesmos indios le mataron, viendo el poco fructo que se les
seguia de seguir al dicho Orominavi...”13.
12 Las apreciaciones de Fernández de Oviedo acerca de la conquista del Quito-
Chinchavsuyo hicieron eco en los cronistas e historiadores posteriores, que a más de
parafrasearle cambiaron ciertos hechos y añadieron detalles que servirían básicamente
para pulir la imagen negativa de Rumiñahui.
13 El historiador Francisco López de Gómara -que nunca estuvo en el Perú-publicó en 1552
su Historia General de las Indias14, es decir, veinte años más tarde que la obra de
Fernández de Oviedo.
14 López de Gómara sacó del anonimato al hermano de Atahualpa, ajusticiado por
Rumiñahui o Ruminagui, y de cuyo cuerpo hizo un tambor para escarmentar a los
detractores de su causa, al apellidarlo Illescas. Nótese que se trata de un patronímico de
origen español. Illescas fue hijo de Huayna Cápac y de una señora del Reino de Quito,
por lo tanto, hermano de padre y madre de Atahualpa15. Otro dato importante que
aparece en su relato es que Illescas —antes de ir al Quito-ínca— se encontró con
Fernando Pizarro en Quachuco (Guamachuco), cuando éste fue en busca de oro y plata a
Pachacamac. Illescas traía entonces trescientos mil pesos de oro para pagar el rescate
de su hermano Atahualpa16.
15 Lo más probable es que López de Gómara haya utilizado la información de Francisco de
Xerez para construir la historia sobre el pago del rescate. Según Xerez fue un hermano
131
de Atahualpa que vino desde el Cusco con oro y plata, que había ofrecido el monarca a
cambio de su libertad, quien se encontró con Hernando Pizarra en Guamachuco 17.
16 Por lo demás, López de Gómara reprodujo los mismos acontecimientos narrados por
Fernández de Oviedo en relación con Rumiñahui, pero con ciertos matices. Según su
versión, el capitán Rumiñahui después de que Atahualpa fue tomado prisionero huyó de
Cajamarca con esos cinco o seis mil hombres y se convirtió en un tirano al tomarse la
tierra del Quito-inca. Illescas fue al Quito-aborigen a buscar a los hijos de Atahualpa y
suplicó al tirano mantener lealtad, paz y justicia en el Reino de Quito. Rumiñahui
también engañó a los indios que traían el cuerpo de Atahualpa y que lo entregaron en
Liribamba, que fue la capital de la antigua provincia Puruhá. Rumiñahui, fingiendo una
fiesta los emborrachó para posteriormente ajusticiarlos, aduciendo que eran los
culpables de la muerte del rey porque no pudieron defenderle. Rumiñahui también
ejecutó actos injustos contra los indios cañaris que pidieron ayuda a los españoles. Estas
acciones que sólo podían cometer los “diablos” debían ser castigadas, por eso Pizarra
envió a Benalcázar al Quito-inca, quien se enfrentó con Rumiñahui y un buen ejército
organizado a su manera. Rumiñahui y su gente hicieron muchas cavas e hirieron a
varios españoles y mataron a tres o cuatro caballos y a las cabezas degolladas les
pusieron flores y ramos en señal de victoria. A pesar de que Rumiñahui perdió a
muchos de sus hombres en una de las batallas no flaqueó su ánimo, pero tampoco quiso
volver a pelear, porque los barbudos eran tan “sabios como valientes” 18. Rumiñahui
visto por López de Gómara, a diferencia de Fernández de Oviedo, mató a sus mujeres y
no se sabe cómo murió19.
17 El contador Agustín de Zárate, que estuvo en el Perú hacia 1543, fue testigo presencial
de las guerras entre pizarristas y almagristas. Teniendo como telón de fondo estos
acontecimientos, escribió la Historia del descubrimiento y conquista del Perú, obra que
dedicó a Felipe II y que fue publicada por primera vez en Amberes en 1555, es decir,
poco tiempo después que la historia de López de Gómara. El contador Zárate pese a
tener mayor acceso a fuentes directas, como son los memoriales y diarios que obtuvo
en el Perú —tal como lo aclara en el proemio de su libro 20—, conoció muy de cerca los
informes, cartas e historias escritas por sus antecesores (los testigos presenciales y
Fernández de Oviedo), en lo que concierne a los hechos históricos que involucran a
Rumiñahuí o Rumiñagüi, siguió fielmente a López de Gómara.
18 Resumiendo las historias oficiales, se puede concluir que tanto Fernández de Oviedo
como López de Gómara y el contador Zárate escribieron para los hombres de Estado,
pues sus obras están dedicadas al Rey. En este sentido, no desarrollaron sus proyectos
libremente sino con miedo. Cuando estos hombres narraron la conquista del Quito-
Chmchaysuyo quisieron comunicar a sus lectores básicamente dos cosas: valores
morales y religiosos y la justificación de la conquista española en las Indias Americanas.
Rumiñahuí, visto por estos tres hombres, “encarnaba al diablo”, por haber cometido
tantas atrocidades contra los de su propia raza y, además, porque intentó asesinar a los
españoles. Benalcázar, por orden de Pizarro, emprendió la conquista del Quito-inca no
por rivalidades políticas, sino básicamente para castigar al tirano de Rumiñahui, que
huyó de Cajamarca con cinco mil hombres después de que Atahualpa fue tomado
prisionero y para socorrer a los cañaris que se quejaban y pedían ayuda.
19 Es importante resaltar que Fernández de Oviedo, López de Gómara y el contador Zárate
admitieron que los conquistadores tenían grandes deseos de apoderarse de los tesoros
del Quito-inca que Rumiñahuí y que los mismos indios escondieron y nunca fueron
132
encontrados. Sobre este último punto, nótese que únicamente Fernández de Oviedo
narró el hecho de que Benalcázar, después de que prendió a los hijos pequeños de
Atahualpa en la región de los Yumbos, tomó para sí veinte mil pesos de oro y joyas.
Posiblemente se trata del mismo oro y plata que se menciona en el Acta de Cabildos de
Quito del 25 de junio de 1535 y que fue “entregado” por los señores principales de estas
provincias a Benalcázar, para que fuera fundido y llevado a España 21.
20 En lo que atañe al encuentro bélico en el llano entre Benalcázar y Rumiñahuí, los tres
escritores enaltecieron la supremacía cualitativa española, al subrayar que fueron
pocos hombres pero muy valientes los que vencieron a los miles de miles de indios.
Rumiñahuí se enfrentó varias veces con los españoles, pero se omitió el nombre del
sitio de la batalla más importante. También narraron el ataque que Rumiñahui habría
realizado una noche o madrugada a Benalcázar y a sus hombres que estaban
acuartelados en el Quito-aborigen.
21 El hecho que más escandalizó a Fernández de Oviedo, López de Gómara y al contador
Zárate fue el cruel asesinato de Rumiñahui a Illescas, el supuesto hermano de padre y
madre de Atahualpa, a quien el tirano debía entregar los hijos del monarca —conforme
a la orden dada— y de cuyo cuerpo hizo un tambor. Según Fernández de Oviedo, los
vástagos que Atahualpa tenía en el Quito-inca fueron “rescatados” por Benalcázar y
Almagro. Sobre este punto nada expresaron López de Gómara ni el contador Zárate,
quienes, además, inculparon a Rumiñahuí de asesinar a las mujeres, y sus relatos
quedaron inconclusos, ya que no comentaron sobre su muerte. Como se puede
observar, López de Gómara y el contador Zárate cambiaron la historia contada por
Fernández de Oviedo, para quien Rumiñahui huyó a la provincia de los Yumbos con las
mujeres y los hijos de Atahualpa y fue analmente ultimado por los propios indios.
22 Los trescientos mil pesos de oro que entregó Illescas a Hernando Pizarro, como parte de
pago del rescate de Atahualpa en el sitio de Guamachuco, que narraron López de
Gómara y el contador Zárate, es un dato inexacto que merece ser precisado. El mismo
Hernando Pizarro —en una carta de 1533- informó que en Huamachuco halló cierta
cantidad de oro y plata, que fue enviada a Cajamarca. Posteriormente se dirigió a
Pachacamac y después de varios días llegó:
...al camino real a un pueblo que se dice “Bombón”, topé un capitán de Atabaliba
con cinco mil indios de guerra que a Atabaliba llevaba en achaque de conquistar un
cacique rebelde, y según después ha parecido, eran para hacer |unta para matar a
los cristianos: allí hallamos hasta quinientos mil pesos de oro que llevaba a
Caxamalca. Este capitán me dijo que el capitán general quedaba en Xauxa, y sabía
de nuestra ida y tenía mucho miedo. Yo le envié mensajeros para que estuviese
quedo y no tuviese temor; hallé allí un negro que había ido con los cristianos que
iban al Cusco, y díjome que aquellos temores eran fingidos, porque el capitán tenía
mucha gente y muy buena, y que en presencia de los cristianos la habían contado
por sus nudos, y que había hallado treinta y cinco mil indios 22.
23 De la cita de Hernando Pizarro se colige que fue un capitán de Atahualpa, mas no su
hermano de padre y madre, que estaba al mando de un ejército con el propósito de
atacar a los españoles, quien entregó en Bombón quinientos mil pesos de oro y no
trescientos mil para pagar el rescate. Es importante resaltar que este capitán “tenía
miedo”.
24 A continuación analizaré al cronista Pedro Cieza de León, cuya Primera Parte de la
Crónica del Perú se publicó en Sevilla en 1553 y en la que menciona tan sólo una vez a
Rumiñahui o Oruminavi, como uno de los famosos capitanes de Huayna Cápac 23 Más de
133
cuatrocientos años se tuvo que esperar para que se divulgara de manera completa la
Tercera Parte de la Crónica del Perú, descubierta y publicada recién en 1979 por la
profesora Francesca Cantú24.
25 De mucho valor para la historia de la conquista española en la región del Quito-
Chinchaysuyo, constituye la Tercera Parte de la Crónica del Perú. En primer lugar, no hay
que perder de vista que Cieza de León —considerado por la historiografía como el
“príncipe de los cronistas”— puso a la guerra en el centro de la argumentación de su
obra y lo que ésta ocasionó. El discurso de Cieza de León supera con creces las historias
contadas por sus antecesores, pues la narración no está encaminada a demostrar la
superioridad española, sino las consecuencias del conflicto bélico y cultural en ambos
bandos, con lo cual ofreció una historia menos apasionada y más objetiva respecto a la
actuación de los indios. En segundo lugar, Cieza de León incorporó muchos más datos
sobre los actores indígenas, su cultura ν la geografía de la región y, a diferencia de sus
antecesores, captó muy bien el problema simultáneo de los acontecimientos, agregando
a sus libros una cronología sustentada25.
26 Todo lo que Cieza de León narró acerca de Rumiñahui o Rumiñavi 26 lo escribió mientras
estuvo en el Perú entre 1539 y 1555, lo que significa que los datos que recogió todavía
estaban frescos en la memoria colectiva de los indios y de los españoles 27. De acuerdo
con su versión, Rumiñahui también fue un tirano, pero es un epíteto que utilizó tan sólo
dos veces28. También Rumiñahui tuvo a su cargo seis mil hombres de guerra ordenados
“...y cargados de ‘ayllos’ —ques una arma para prender con cierta arte de nudos e
cuerdas— para ponerse por el camino que entraron [Cajamarca] porque no se escapase
ninguno... avisados de prender con ellos a los caballos” 29. A mi juicio, Rumiñahui fue el
responsable directo de la seguridad personal de Atahualpa; en otras palabras, su
hombre de confianza, en tanto que Calicuchima y Quisquís comandaron la milicia
calificada que combatió contra los incas cuzqueños y depuso a Huáscar.
27 Cieza de León continúa el relato con la prisión de Atahualpa y señala que después de
este acontecimiento muchos indios huyeron, entre ellos Rumiñahui y el gobernador del
Quito-inca llamado Copeςopagua, a quienes acusó de haberse tomado el mando de la
república y robarse grandes tesoros que no eran suyos30.
28 Otro aspecto importante que Cieza de León incorporó para la historiografía se relaciona
con las distintas versiones sobre la leyenda del tesoro escondido por Rumiñahui. Dicho
sea de paso, tesoro que durante los siglos XIX y XX fue objeto de expediciones y estudios
científicos sofisticados, interpretaciones imaginarias y exploraciones a veces absurdas y
cuyo interés fue netamente económico.
29 Prosiguiendo con el relato, según Cieza de León los indios de la comarca, al saber que
había muerto el inca (Atahualpa), se aliaron para hacer la guerra contra los españoles y
entre ellos hubo mitimaes que tenían mando y, por consenso, eligieron como capitán
general a Rumiñahui, porque: “...éste los animava todo quanto podía, afirmándoles que
los españoles heran muy crueles, luxuriosos, destruydores de los canpos y pueblos” 31.
Cieza de León detalló con minuciosidad el enfrentamiento bélico más importante entre
las tropas de Benalcázar y la gente al mando de Rumiñahui, que no era la misma del
Quito-inca, pues ésta estaba a cargo del gobernador Copeςopagua. que también
participó en la batalla llamada de Teocaxas (Tiocajas) y que Fernández de Oviedo, López
de Gómara y el contador Zárate mencionaron como el “llano”.
Los capitanes mandaron que la jente que estava derramada se untase para que
partiesen luego a defender la entrada que los españoles hazían en su tierra y
134
recojéronse más de ςinquenta mili honbres de guerra, todos con sus armas y
adereςas para ella perteneςientes; y con buena horden, llevando proveymiento
neςesario, / salieron de Quito caminando por el camino real hasta llegar a Teocaxas
donde, entrados en su acuerdo, les pareςió aguardar en aquella parte a los cristianos
poique sabían bien la tierra para tener aviso de lo que hazían y adónde llegavan... Y
así Copeςopagua, governador de Quito, con su jente, Rumiñavi, con la suya, se
pusieron en horden... avían apellidado la comarca, avía juntádose tanta jente que
Velacáςar dixo: “Válgame Dios, ¿dónde a salido tanta gente? Mana la tierra indios”
32
.
30 De la cita de Cieza de León se desprenden algunas interrogantes y reflexiones: en
primer lugar, si Rumiñahui se alzó con la república que no era el Quito-inca, pues se
supone que ésta estaba a cargo del gobernador Copeςopagua, la pregunta es ¿cuál fue su
república? Mi apreciación es que la gente de Rumiñahui o su república estaba
conformada por esos cinco o seis mil indios que huyeron con él desde Cajamarca, es
decir, la guardia personal de Atahualpa y posiblemente eran mitimaes, como se verá
más adelante. En segundo lugar, por consenso Rumiñahui habría sido elegido por los
indios de una parte del Quito-inca como capitán general del nuevo ejército. De esto se
infiere que Rumiñahui no fue un tirano que se alzó contra el pueblo, aunque la
historiografía lo haya condenado como tal, ya que obtuvo por lo menos en la fase inicial
de la conquista del Quito-inca un apoyo mayoritano al lograr aglutinar –apellidar– a
más de cincuenta mil hombres.
31 En la batalla de Tiocajas, según Cieza de León, no hubo vencedores ni vencidos. Fue en
este enfrentamiento que Rumiñahui y su gente mataron algunos caballos y cortaron las
cabezas y patas de los animales que fueron exhibidas ante los indios como trofeos de
guerra. Después de esta contienda, Rumiñahui y Copeςopagua se replegaron a
Riobamba y si bien hubo bajas de su lado, aún había ánimo y esfuerzo de la gente para
vencer a los invasores; es más, planificaron matar a los caballos y a los hombres
barbudos, para lo cual cavaron unos hoyos profundos llenos de estacas y con puntas
agudas y los cubrieron de pajas. Esta maniobra militar fue delatada por espías indios,
con lo cual se creó un ambiente de desconcierto y el ejército de Rumiñahui empezó a
resquebrajarse:33
Como los yndios vieron tal novedad, davan bozes como locos diciendo que de dónde
les fue aviso a sus enemigos, pues hera claro por reςelo del peligro dellos avían
dexado aquel camino; mostrándose furiosos unos a otros, se quexavan de la fortuna
suya. Veníanles pensamientos a creer que tenían alguna particular graςia de Dios
para salir adelante con sus yntinςiones. Trataron algunos sobre que sería saludable
remedio ofreςelles la paz, mas los tiranos de Rumiñavi e los otros lo reprobaban
diziendo que mejor hera con la muerte descanςar e no verse con la vida ellos e sus
mugeres e hijas en poder de tan malvada jente34.
32 Como se puede observar, para Cieza de León la alternativa era deponer las armas y
entregarse a los invasores –una acción contraria significaba ser tirano— en razón de
que los indios estaban en condiciones, en cuanto a armamento, inferiores a los
españoles: “...e los tristes no tienen armas defenςivas que los guarezca del espada e
lanςa ni ofenςivas más que sus dardos e honda y ayllos, haziendo los pies lijeros,
comenςaron de huyr sin los osar aguardar”.35
33 Cieza de León en su discurso buscó la conciliación, el lado bueno de los unos y de los
otros, aunque eso significaba para los indios rendirse. El cronista de manera ingeniosa
utilizó los acontecimientos históricos como una suerte de moraleja para demostrar ese
sentir. Por eso presentó un Benalcázar “apenado” por la muerte de los indios y a
135
Rumiñahui y Copeςopagua como los capitanes que “estorbaban” este proyecto. Visto
así, el talento militar de Rumiñahui y Copeςopagua al cavar los hoyos, para probar que
los caballos no eran inmortales, se minimiza, porque fueron sus mismos indios quienes
les delataron. Mientras para Fernández de Oviedo y López de Gómara, los españoles por
su “ingenio” sortearon sin mayor dificultad este ardid. En la crónica de Cieza de León,
Rumiñahui y no Copeςopagua pasó a ser el líder de la resistencia. El cronista puso en la
boca de Rumiñahui un discurso en que se escucha la voz del escritor, angustiado por la
codicia de los conquistadores y también su admiración por el “gran señor” llamado
Rumiñabi:
Llegado el mensajero donde estavan los esquadrones de los indios, Rumiñabi, como
oyo la envasada yndinóse grandemente. Mirando contra los que con él estavan,
dixo: “Mira con las cautelas que éstos nos quieren engañar e con qué palabras nos
quieren conbenςir para sacarnos el tesoro quellos pienςan que ay en Quito para
luego matarnos e tomarnos nuestras mugeres e hijas para tener por manςebas.
Quién en Caxamalca vido el halago que los otros barbudos tan crueles hazían [a]
Atabalipa, con quánta maña le sacaron lo más del tesoro del tenplo de Curicanche,
qué modos buscar después para le matar tan afrentosamente levantándole
testimonios grandes; no plega a Dios nos fiemos déstos que ni an dicho verdad ni la
dirán, antes permítanos morir a sus manosy de sus caballos que no que con nuestra
boluntad nos tengan opresos y forςados a seguir sus desatinos e conplir sus
pretenςiones”.
/Todos loaron su consejo llamándole “hatund apo”, ques nonbre de gran señor, c
con mucho enojo que tuvieron de tener tal atrevimiento el mensajero, le mataron
cruelmente sin tener culpa ninguna. Súpose después de los que pasaron e cativaron,
lo que avía dicho Rumiñabi e la muerte que dieron a este mensajero... 36
34 El Rumiñahuí histórico construido por Cieza de León se extinguió casi de la misma
manera que en las historias de López de Gómara y el contador Zárate. Cuando
Rumiñahui llegó al Quito-aborigen:
Avían muchas señoras prenςipales de los tenplos y de las que avían sido mugeres de
Guaynacapa y de Atabalipa e de otros prenςipales de los que avían muerto en las
guerras. Rumiñavi les habló cautelosamente, diziéndoles que ya bían cómo los
españoles venían a entrar en la ςiudad, que las que dellas quisiesen salir con él que
se pusiesen en camino y las demás mirasen por sí, porque entrados aquellos sus
enemigos, heran tan malos y luxuriosos, que luego las tomarían a todas para les
desonrar cómo avían hecho a otras muchas que trayan con ellos. Como esto dixo,
las que tuvieron gana salieron sin más aguardar: las otras, que heran más de
trescientas, dixeron que no querían salir de Quito sino estar y aguardar lo que sus
hados dellas ordenasen. Rumiñabi, ayrado, llamándolas de panpayronas, las mandó
matar a todas sin quedar ninguna...37
35 Después de esta matanza, Rumiñahui salió del Quito-aborigen con sus capitanes y cada
uno de ellos con su nación. Incendiaron los aposentos y casas principales, llevándose
todo lo que pudieron sacar de ellos. Cuando Benalcázar llegó al Quito-aborigen, se
encontró que no había oposición y se le unieron los yanaconas y ciertas mujeres que
habían quedado ahí, a quienes preguntó sobre el tesoro, a lo cual le respondieron
“...que Rumiñabi lo avía llevado y ninguno de los que lo sacaron en cargas hera bivo
porque la fama que sobre ello ay es que los mató a todos porque no pudiesen descubrir
dónde se puso tanta grandeza”38.
36 Benalcázar, obsesionado por el tesoro del Quito-aborigen, mandó a varios de sus
hombres a buscar a Rumiñahui. A Pacheco lo envió hacia un pueblo llamado ςinubo y
Ruy Díaz fue hasta la montaña de Yunbo (Yumbos), pero no pudo apresar a Rumiñahui
136
y en cambio tomó “...ropa fina y otras preseas ricas y algunos vasos e basijas de oro e
plata e muchas mugeres muy hermosas con que se volvieron a Quito a dar quenta al
capitán”39. De esta cita se infiere que Benalcázar no fue personalmente a los Yumbos,
sino Ruy Díaz y, además, que lo que encontraron ahí fue básicamente parte de los
tesoros del Quito-aborigen y posiblemente las pertenencias personales de Huayna
Cápac y de Atahualpa. que previamente había sacado Rumiñahuí. Una observación
importante es que Cieza de León nada escribió sobre los hijos pequeños de Atahualpa y
tampoco sobre el asesinato que habría cometido Rumiñahuí contra Illescas, cuando éste
intentó recuperar a esos niños.
37 Otro acontecimiento histórico que se esclarece en la crónica de Cieza de León es que no
fue Rumiñahui, sino el señor principal de Latacunga llamado Tucomango,
conjuntamente con Quinbalinbo o Quingalunba, señor de Chiloa (Chillos), y más de
quince mil hombres de guerra, quienes atacaron de noche al Quito-aborigen y se
enfrentaron contra Benalcázar y sus huestes. Estos últimos tuvieron el apoyo
incondicional de los indios cañaris que estaban resentidos contra los hombres de
Atahualpa40. Al no encontrar el gran tesoro que buscaban, Benalcázar y sus huestes
salieron del Quito-aborigen hacia Cayambe, pero previamente pasaron por el pueblo del
Quinche en donde cruelmente asesinaron a los indios41.
38 Cieza de León escribió sobre los mismos acontecimientos de sus antecesores, pero en su
crónica hubo mayor indagación, en razón de que sacó del anonimato a los principales
actores históricos indios que participaron en esos eventos ν precisó sobre cómo y en
dónde ocurrieron los hechos, con lo cual la geografía ocupó un lugar importante dentro
de la narración que siguió un orden cronológico y la historia que contó tuvo mayor
coherencia. Pero, sin lugar a dudas, el aporte más valioso de Cieza de León fue que se
atrevió a comentar los hechos históricos y al hacerlo demostró ser una persona
sensible, que se percató de la ambición desmedida de los “cristianos”, por eso no tuvo
miedo en escribir que lo que más buscaban ellos en el Quito-inca eran los “tesoros”.
Cieza de León también se dio cuenta de que los ejércitos de Rumiñahui y Copeςopagua –
después de la batalla de Tiocajas-estaban divididos y que no había sitio seguro para los
líderes “...porque ya los mismos naturales unos a otros se heran traydores, porque ni
guardavan amistad ni parentesco ni querían más que sustentarse con el fabor de los
nuestros. No se determinavan en lo que haría”42. De esta coyuntura, de acuerdo con el
cronista, se aprovecharon los “cristianos” y fue así como muchos señores principales
salieron en paz, entre ellos Quinbalinbo y también Copeςopagua, gobernador del Quito-
inca, que luego fue cercado por Benalcázar y sus hombres en la región de los Sigchos y
posteriormente capturado por Ampudia43.
39 Mas no Rumiñahui que:
...andava barlobenteando por huyir de los cristianos. Avíanlo echado de muchos
fuertes e peñoles; procuraba de buscar movimiento con su autoridad. No vastó
porque todos los naturales estavan muy canςados y trabajados de grandes fatigas;
querían los que avían escapado de las guerras vivir en tranquilidad y ςosiego. No
faltó quien dio aviso a Velalcáςar en el lugar que estava. Salieron con la guía ςiertos
cavallos; fueron por tales partes y rodeos que dieron en la estanςia que tenía,
estando con él pocos más de treynta honbres y muchas mugeres con cargas de su
vagase. Y como dieron de súpito huyeron algunos y el señor se escondió muy triste
en una pequeña chocha [choza]. La guía lo conoςió y dello dio aviso a un cristiano
llamado Valle, que lo prendió sin que se mudase ni perdiese la gravedad suya. Con
estas prisiones ςeςó los alborotos de guerra que siempre ovieran si no se prendiera.
137
Velálcaςár se ovo después con ellos con tanta crueldad que les dio grandes
tormentos porque no le dezían del oro que avían sacado de Quito. Ellos tuvieron
tanta constanςia en el secreto que no le dieron el alegrón quél creyó, y sin tener
otra culpa hizo dellos justiςia permitiendo que fuese áspera y muy inhumana 44.
40 En síntesis, y según Cieza de León, los tesoros del Quito-aborigen, al igual que las
riquezas de Tomebamba, Latacunga, Caranque y otros sitios importantes del Quito-
Chinchaysuyo, sí existieron y fueron grandes, pero no se utilizaron para pagar el
rescate de Atahualpa. El mismo tesoro fue el motor de la conquista del Quito-inca hecha
por Benalcázar y que daría origen a la famosa leyenda de “El Dorado” de
Cundinamarca45. También el tesoro provocó las rivalidades entre los distintos bandos
de los “cristianos” y, por último, por su causa se ajustició de manera inhumana y cruel a
los indígenas que se resistieron contra los conquistadores españoles.
41 A fin de exponer mi criterio sobre “el tesoro”, gloso la cita de Cieza de León sobre la
actuación de Hernando Pizarro y sus hombres en Pachacamac, quienes “...profanaron el
maldito tenplo donde el diablo tantos tienpos fue adorado e reberenςiado –a lo que me
ςertificaron– noventa mill castellanos sin lo que se hurtó, que piadosamente podéis
creer que no fue poco”46.
42 Considero que el tesoro del Quito-aborigen, y en comparación con lo que se encontró en
el Cusco y en el templo de Pachacamac, no fue de la magnitud que se cree. En primer
lugar, si el Quito-aborigen o el Quito-inca hubieran tenido las riquezas del Cusco y de
Pachacamac, pregunto: ¿por qué Atahualpa para pagar su rescate envió a su capitán y/o
hermano suyo llamado Illescas al sur del imperio y no al norte y a la parte más lejana
del Chinchaysuyo? Más aún si se toma en cuenta que sus hombres Calicuchima y
Quisquís, con el ejército calificado, habían depuesto a Huáscar. Es obvio pensar que
había resistencia hacia Atahualpa y sus hombres, a no ser que Illescas –dicho sea de
paso silenciado en la crónica de Cieza de León– haya tenido buenas relaciones con los
del Cusco. Esta hipótesis será argumentada cuando analice a Juan de Betanzos.
43 En segundo lugar, los tesoros del Quito-aborigen, conjuntamente con las mujeres y los
hijos de Atahualpa, fueron puestos a buen recaudo por Rumiñahui que los llevó a la
región de los Yumbos. Parte de este cuantioso tesoro le fue despojado por Ruy Díaz, que
a su vez lo entregó a Benalcázar. En el botín estaban incluidos algunos de los hijos
pequeños de Atahualpa y también varias mujeres.
44 En tercer lugar, si algo quedó del tesoro del Quito-aborigen, Rumiñahui y/o su gente –la
guardia personal de Atahualpa— posiblemente lo escondieron en la región de los
Yumbos, puesto que las mismas circunstancias constituían una camisa de fuerza para
que el líder indígena pudiera desplazarse libremente. Es de suponer que en su mente la
prioridad fue aglutinar y auxiliar a su gente y a la tierra y al mismo tiempo atacar a los
invasores que habían llegado desde el océano, mas no guardar “los tesoros” en sitios
apartados.
45 No creo que Rumiñahui después de que salió de Cajamarca haya saqueado los tesoros
que en el camino iba encontrando. Su interés fue político-militar y una acción de este
tipo hubiera significado no tener de su lado a los líderes indígenas al mando de sus
respectivas naciones y grupos locales. Es probable que Rumiñahui haya sugerido
esconder, a,las mujeres y a los niños y también los tesoros, pero esto debió haber hecho
cada nación al mando de sus respectivos líderes, tal como sugirió Fernández de Oviedo
al subrayar que el tesoro de Atahualpa se repartió entre los indígenas cuando se
enteraron de que los cristianos venían a sus tierras y que cada señor lo había escondido.
138
Esto explica por qué cuando los españoles torturaron a varios líderes –entre ellos a
Rumiñahui y Copeςopagua-, más pudo el silencio que el sacrificio de su tortuosa
muerte.
46 Para concluir, destaco que Cieza de León incorporó en su crónica una nueva versión
sobre la captura de Rumiñahuí que en sus últimos días quedó solo y se replegó en “su
estancia” que no era el Quito-aborigen y fue su misma gente que estaba cansada de la
guerra quien le delató, pero no le asesinó, como aseveró Fernández de Oviedo. En
cuanto a su cruel ajusticiamiento, los datos concuerdan totalmente con lo asentado en
el Acta de Cabildos de Quito del 25 de junio de 1535, esto significa que Rumiñahui murió
en ese año y que su verdugo intelectual fue Sebastián de Benalcázar.
47 Toda vez que se ha comparado y analizado la producción historiográfica de los
cronistas que escribieron la historia oficial y de Pedro Cieza de León, como cronista de
las guerras civiles, a continuación introduciré a los cronistas de la cronología inca que
crearon un tipo de narrativa diferente.
48 En los cronistas de la cronología inca el argumento central de sus escritos está en
relación con el origen de los incas y no con la conquista española en la región andina.
Estos hombres quisieron demostrar que los tiempos antiguos fueron peores que el
tiempo en que vivieron los incas y este tiempo a su vez más decadente que el tiempo
contemporáneo español. En sus obras el rol individual de cada inca reinante está de
manera evidente y se realizan estudios cronológicos sobre los personajes indígenas
considerados como líderes políticos. El mensaje que quisieron transmitir fue que los
incas habían puesto policía y orden a las behetrías conquistadas; no obstante, en este
proceso se convirtieron en verdaderos tiranos. Según estos cronistas, la opresión inca,
“gracias a la Providencia”, feneció por las grandes hazañas de los conquistadores
españoles.
49 En el fondo, los cronistas de la cronología inca también buscaron la legitimación de la
conquista española, pero escribieron en un contexto más argumentativo, puesto que de
una parte, atacaron a los cronistas e historiadores que escribieron antes que ellos, y de
otra, su narrativa está condicionada al tipo de fuentes que utilizaron ν que sirvió para
sustentar sus trabajos.
50 Las historias elaboradas por los cronistas de la cronología inca son de tipo universal, de
todas las naciones y reinos que rodeaban al Cusco. Esto advierte porqué en sus relatos
el énfasis está puesto más en el enfrentamiento de los indios de la región del Quito-inca
contra los del Cusco, que en la conquista española en la región andina. Curiosamente,
Rumiñahui surgió cuando se alteró el equilibrio del poder, es decir, en un ambiente de
guerra. Pero como se trata de un conflicto entre iguales y no de los “cristianos,
castellanos o españoles superiores” contra los “infieles indígenas inferiores”, los líderes
incas son objeto de una lectura diferente. ¿Pasó esto con Rumiñahui? Esta es la
pregunta que se quiere contestar.
51 Dada la copiosa producción historiográfica de los cronistas de la cronología inca,
centraré mi análisis en el inca Garcilaso de la Vega, Juan de Betanzos –obras que serán
confrontadas al mismo tiempo— y Felipe Guamán Poma de Ayala. Sólo ocasionalmente
haré uso de otros cronistas contemporáneos a ellos.
52 El inca Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales de los Incas, publicados en 1609
(Primera Parte) y en 1617 (Segunda Parle), se ensañó con Atahualpa por su condición de
hijo bastardo de Huayna Cápac y, además, usurpador del trono del legítimo heredero
139
llamado Huáscar Inca47. Este senti miento adverso contra Atahualpa influyó en sus
“comentarios” acerca de Rumiñahui, de quien construyó la imagen más perversa
generada hasta entonces y que se divulgó sin ninguna restricción y en varios idiomas
durante los siglos XVII y XVIII, hasta que se prohibió su lectura después de la rebelión de
Túpac Amaru en 1780. La obra completa nuevamente fue reeditada en el siglo XX48.
53 El Rumiñahui o Rumiñaui que concibió Garcilaso de la Vega, después de que Atahualpa
fue tomado prisionero en Cajamarca, también huyó con toda su gente al Reino de Quitu:
...porque llevava ánimo de alςarse con aquel reino contra su Rey Atahuallpa,
siguiendo el mal exemplo que él mismo les havía dado. Para lo cual, luego que llegó
a Quitu, se apoderó de algunos hijos de Atahuallpa, diciendo que los quería guardar,
defender y amparar de los españoles, y poco después los mató, y a Quilliscacha, que
era hermano de padre y madre de Atahuallpa, a quien los historiadores españoles
llaman Illescas. Mató asimismo al maesse de campo Challcuchima y a otros muchos
capitanes y curacas...49
54 Con Garcilaso de la Vega se estrenó la versión “histórica” más distorsionada acerca de
Rumiñahui, a quien el inca le atribuyó una verdadera carnicería humana, como el
asesinato de los hijos pequeños de Atahualpa, Quilliscacha, al que los españoles
llamaron Illescas y, además, el de Calicuchima, el hombre más experimentado que tenía
Atahualpa para la guerra ν que fue su brazo derecho en la disputa contra Huáscar, al
decir de Cieza de León “...de gran reputaςión para los yndios que si se hallara en
Caxamalca quando los españoles entraron en ella no tan faςilmente salieran con su
empresa”50.
55 En realidad, al único que Rumiñahui ejecutó fue a Illescas o Quilliscacha, cuyo nombre
indígena fue Cuxi Yupangue, primo hermano y cuñado a la vez de Atahualpa, mas no su
hermano. Esta pista nos la da Juan de Betanzos en su Suma y narración de los incas,
redactada hacia 1551 y publicada en forma completa recién en 1987. La obra de
Betanzos es de vital importancia para aclarar la historia del enfrentamiento fratricida
entre Atahualpa y Huáscar y de la conquista española en el Quito-inca, en razón de que
los datos fueron proporcionados a Betanzos por doña Angelina Yupangue, cuyo nombre
indígena fue Cuxirimay Ocllo. Doña Angelina, a su vez fue hermana de Cuxi Yupangue y
la piviguarmi de Atahualpa o la mujer escogida por Huayna Cápac como legítima esposa
de su hijo. Cuando Atahualpa fue tomado prisionero, doña Angelina estaba en
Cajamarca y era apenas una niña entrando a la adolescencia. A la muerte de Atahualpa,
Francisco Pizarro tomó a doña Angelina como su concubina y tuvo dos hijos con ella.
Años más tarde, doña Angelina se casó con Juan de Betanzos 51. Como se puede observar,
Betanzos tuvo acceso a una fuente de primera mano: su propia mujer, testigo presencial
de la guerra entre su esposo Atahualpa contra Huáscar, de su captura y asesinato a
manos de los cristianos y de la conquista española en la región andina. La información
de Betanzos permaneció inédita por mucho tiempo y los datos que proporciona no
fueron conocidos ni utilizados por la historiografía hasta el siglo XX, por lo que la
publicación del manuscrito completo me ha servido para establecer con argumentos
más sólidos la verdadera identidad del “supuesto” hermano de Atahualpa, llamado
Illescas.
56 Según Betanzos, después de que Huayna Cápac murió, Atahualpa, como vasallo que era
de Huáscar, le envió ropa fina en calidad de tributos. Huáscar se molestó ν mandó
llamar a todos los deudos de Atahualpa que vivían en el Cusco para hacer la guerra
contra su hermano, entre ellos vinieron Cuxi Yupangue y su hermana Cuxirimay Ocllo,
ambos hijos de Yamque Yupangue, a su vez hermano y primo hermano de Huayna
140
Cápac. Huáscar nombró como capitán general de sus ejércitos a Hango y a Cuxi
Yupangue como su brazo derecho. Los dos se dirigieron al Quito-inca y se enfrentaron
contra los ejércitos de Atahualpa en Mochacaxa, actual pueblo de Mocha. En esta
contienda, Hango murió y Cuxi Yupangue fue tomado prisionero. Cuando Atahualpa se
enteró de esta noticia fue a ver a Cuxi Yupangue, a quien le abrazó y preguntó por su
esposa Cuxirimay Ocllo, que también había venido con su hermano. Desde entonces
Cuxi Yupangue permaneció junto a Atahualpa como capitán general de sus ejércitos, y
Cuxirimay Ocllo como su esposa. Estuvieron con él hasta su muerte en Cajamarca 52. Fue
Cuxi Yupangue quien llevó el cuerpo de su primo hermano y cuñado al Quito-inca,
mientras doña Angelina fue retenida por Francisco Pizarro:
...y como Cuxi Yupangue viese muerto a su señor ν hermano [Atahualpa] andúvose
por allí por Caxamalca disfrazado por ver si podía hurtar a su hermana doña
Angelina Yupangue que va la tenía el Marqués consigo [Francisco Pizarro] y como
saliese el Marqués de Caxamalca siguióle ciertas jornadas el Cuxi Yupangue por ver
si le podía hurtar a su hermana y llevársela a do nunca más la viera y como viese
que no la podía hurtar porque iba a recaudo volvióse el Cuxi Yupangue a Caxamalca
y sacó el cuerpo de Atagualpa de la sepultura do estaba y púsolo en unas andas en
las cuales le llevó de allí al Quito y estaba en el Quito en aquella sazón un capitán de
Atagualpa que se decía Rumiñagui y como Cuxi Yupangue llevase el cuerpo de
Atagualpa hízole un mensajero a este Rumiñagui por el cual le envió a decir como
llevaba el cuerpo de su señor Atagualpa y como el Rumiñagui tuviese esta nueva y
viese que venía Cuxi Yupangue y que era señor y capitán general de Atagualpa y que
traía su bulto y que llegado que fuese al Quito había de ser Cuxi Yupangue y él no
propuso de le matar al Cuxi Yupangue como mejor pudiese y tomar el cuerpo de
Atagualpa y ansi quedase señor y para poder salir con esto junté) la gente de guerra
que consigo tenía y descendió en busca de Cuxi Yupangue so color de que iba a
rescibir el cuerpo de Atagualpa y como llegase a do Cuxi Yupangue llegaba el
Rumiñagui hizo su acatamiento al bulto de Atagualpa y hízole cierto sacrificio y el
Cuxi Yupangue venía llorando y puesto de luto y Rumiñagui apartóle a cierto
aposento como que le quería hablar a solas y el Cuxi Yupangue fuese con él solo sin
llevar a nadie consigo y como estuviese a solas dende a un poco qué estaban a solas
entraron ciertos indios amigos de Rumiñagui con quien él tenía consultada su
traición ν como aquellos entrasen el Rumiñagui hízoles su seña y ansi saltaron
todos ellos con Cuxi Yupangue y la primera presa que hicieron fue de los gaznates e
ansi le ahogaron y siendo ya muerto Cuxi Yupangue salió el Rumiñagui y tomó el
cuerpo de Atagualpay llevósele al Quito y después los españoles tomaron al
Rumiñagui en el Quito y quemáronle y volviendo a lo que hicieron las mujeres de
Atahualpa después de su muerte las cuales como le viesen muerto todas se
ahorcaron...53
57 De la cita de Betanzos se desprende, en primer lugar, que las mujeres no fueron
asesinadas por Rumiñahuí sino que por decisión propia se suicidaron, lo que pone en
entredicho el discurso de López de Gómara, glosado por el contador Zárate y
reproducido por Cieza de León. Si este dato fuera cierto, Betanzos lo hubiera
mencionado; nótese que tampoco Fernández de Oviedo participó de este criterio. Sobre
este asesinato volveré más adelante.
58 En segundo lugar, en la historia de Betanzos, Rumiñahui no cometió homicidio alguno
contra los hijos de Atahualpa, con lo cual queda vetado el macabro juicio de Garcilaso
de la Vega y corrobora la crónica de Fernández de Oviedo de que los vástagos del
monarca fueron tomados en Cajamarca por Rumiñahui, quien los trajo al Quito-
aborigen y posteriormente Benalcázar y ¿Almagro los retuvieron. Fernández de Oviedo
está en lo cierto, por cuanto existen varios documentos históricos que demuestran que
141
73 Cuando Atahualpa fue tomado prisionero por los españoles en Cajamarca, concibió una
estrategia político-militar. El inca se dio cuenta de que la única alternativa para obtener
su libertad y defender al Quito-inca y lo que había ganado en la guerra contra el Cusco,
era mediante consensos. Enfrentarse desde el inicio por las armas con los nuevos
enemigos llegados desde el océano significaba abandonar el Cusco, que estaba sitiado
por sus capitanes Quisquis y Calicuchima, que habían arremetido con dureza y
brutalidad contra Huáscar y lo que él representaba, alternativa que no le convenía.
Tampoco era viable desamparar al Quito-inca, territorio del que era su gobernante y al
Quito-aborigen -su hogar y el centro político administrativo–, que en ese entonces no
tenía mayores condiciones bélicas para la guerra, si se considera que el grueso del
ejército y los mejores hombres estaban en el Cusco. Atahualpa decidió desprenderse de
sus pequeños hijos y de sus mujeres y encomendó a Rumiñahui, que estaba al mando de
su guardia personal, una misión específica: organizar y defender al Quito-inca y velar
por la seguridad de su familia. En este sentido no se le puede imputar a Rumiñahui de
haber huido de Cajamarca para convertirse en un tirano.
74 De otra parte, una costumbre muy difundida entre los incas para lograr acuerdos
políticos consistía en alianzas matrimoniales y en dar regalos y dádivas para obtener
del enemigo el sometimiento y la resignación. Atahualpa se percató que desde la
prisión no era posible organizar casamientos entre su gente y sus captores, pero en
cambio sí podía convencer a los españoles que estaban obnubilados con el oro y la plata
si les entregaba los tesoros. Por eso ofreció pagar su rescate en metálico y no con finos
tejidos de lana o ropa primorosa u otras cosas que se utilizaban en este tipo de
negociaciones. Nadie mejor que su cuñado Cuxi Yupangue para cumplir con este
cometido, puesto que no era una persona ajena al Cusco y conocía muy bien a Huáscar y
a sus principales autoridades político-militares y religiosas. Para él no fue difícil
despojar al Cusco de una gran parte de sus riquezas y entregarlas en el sitio de Bombón
a Hernando Pizarro, algo que no hubieran podido hacer Calicuchima y Quisquis, porque
el enfrentamiento entre el Quito-mea y los del Cusco habría sido fulminante y
Atahualpa no buscaba esto.
75 ¿No será que Rumiñahui vio como una traición la actitud de Cuxi Yupangue respecto al
Cusco y a sus parientes más cercanos? Recuérdese que la primera vez que Cuxi
Yupangue vino al Quito-Chinchaysuyo –conjuntamente con Hango– fue en calidad de
embajador de Huáscar y, posteriormente, por cumplir una orden de Atahualpa, lo
asesinó a él y a toda su familia. Posiblemente, Rumiñahui tuvo temor de que Cuxi
Yupangue hiciera lo mismo con la familia real inca-quiteña, por eso se negó a
entregarle los hijos de Atahualpa. Además, muerto Atahualpa, Cuxi Yupangue podía
convertirse en el nuevo líder indígena del Quito-inca. Y si Rumiñahui y Cuxi Yupangue
estaban emparentados por ser indios quilliscacha o quiles cache, también es factible
que haya existido una pugna de poder, cosa que Betanzos posiblemente percibió. Mas
en su historia Rumiñahui fue el ambicioso, pero no Cuxi Yupangue. También es
razonable pensar que a Rumiñahui no le convenció la actuación de Cuxi Yupangue de
pagar una parte del rescate de Atahualpa y al poco tiempo ser éste ajusticiado por los
españoles. En este sentido me da la impresión de que Cuxi Yupangue actuó con pánico y
no pudo justificar el fatal desenlace frente a los incas quiteños. Evóquese el comentario
que hizo Hernando Pizarro sobre el capitán que le entregó los tesoros que venían del
Cusco y que “tenía miedo”. Por las razones expuestas no me admiraría que el silencio
de Betanzos respecto al pago del rescate de Atahualpa, fue para evitar poner en
145
evidencia histórica al que había sido su cuñado y al que su mujer –doña Angelina– sin
lugar a dudas recordaba con amor.
76 Garcilaso de la Vega también acusó a Rumiñahui de matar a las mujeres, para lo cual
utilizó y refutó –pero sin mencionar las fuentes- a López de Gómara, el contador Zárate
y Cieza de León, y escribió la versión más nociva sobre este supuesto “hecho histórico”.
66
Por último, Garcilaso de la Vega concluyó su historia acerca de Rumiñahui con una
nueva interpretación sobre su muerte y actuación militar en el Quito-inca:
Casi en aquellos mismos días le vinieron nuevas al governador [Francisco Pizarro]
de la mortandad y tiranías que Rumiñaví havía hecho y hazía en Quitu, y que
juntava gente de guerra contra los españoles. El gobernador, para castigo de aquel
tirano y para remedio de los inconvinientes que su levantamiento pudiesen causar,
embió al capitán Sebastián de Belalςázar, con gente bien apercibida...
...el cual salió a recebirle, y, como atrás diximos, tuvieron algunos rencuentros de
poco daño para los españoles y de mucho para los indios, porque eran pocos y mal
avenidos. Que, como este maesse de campo huviesse hecho las crueldades que
contra los suyos mesmos hizo, en matar a los capitanes, sus compañeros, y al
hermano e hijos de su proprio Rey, y enterrar vivas las vírgines escogidas, tan sin
causa, razón ni justicia, quedó tan aborrecido de los indios, que, aunque hizo
llamamiento de gente diciendo que era para vengar la muerte de Atahuallpa, no le
acudió nadie. Y assí no pudiendo resistir a Belalςázar, se retiró a las montañas,
desesperado de la vida...
(...) viendo que no podía resistir a los españoles ni vivir entre los indios, por las
crueldades y tiranías que con ellos havía usado, se metió con los pocos de su familia
la tierra adentro, en las montañas de los Antis, donde peresció miserablemente,
como perescen los tiranos...67
77 El Rumiñahui que el inca Garcilaso de la Vega concibió fue de la peor calaña. No hay un
solo comentario positivo sobre su actuación histórica, pero sí epítetos y frases
repulsivos: el inca quiteño fue un indio cruel, sanguinario, cobarde y sin ningún
liderazgo político ni militar, por eso mereció la muerte que deben tener los tiranos.
78 La historia que narró Garcilaso de la Vega acerca de Rumiñahui fue la que circuló en el
Perú del siglo XVII, por eso no resulta extraño que en esta época se realizara la primera
146
Por otro lado, con Guamán Poma de Ayala un nuevo asesinato habría cometido
Rumiñahui. Esta vez “sus víctimas” no fueron los hijos pequeños de Atahualpa,
tampoco las mujeres ni Calicuchima, sino la juventud. El relato sobre la muerte de
Rumiñahui coincide con lo expresado por Fernández de Oviedo, ya que habrían sido los
mismos indios que le asesinaron.
81 Guarnán Poma de Ayala al escribir el texto y dibujar a Rumiñahui. lo hizo al igual que
Garcilaso de la Vega: con saña y rencor. No sólo que lo despojó de sus símbolos físicos
militares, sino que dibujó su rostro a imagen y semejanza del diablo que había poseído a
los hechiceros y borrachos71.
82 Por último, la escena del asesinato cometido por Rumiñahui contra Illescas o Cuxi
Yupangue o Quilliscacha, y en contraste con los demás dibujos realizados por Guamán
Poma de Ayala, es sórdida. La ilustración no es inocente y hay un mensaje que el
cronista quiso transmitir a los lectores: la maldad perpetrada por un “plebeyo” contra
un infante o príncipe de origen inca. Otro aspecto relevante es que el Rumiñahui que
concibió Guamán Poma de Ayala no tuvo mayor actuación histórica, en el sentido de
que no se lo menciona como parte del proceso de la conquista española en la región
andina. A diferencia del tratamiento que Guamán Poma de Ayala dio a Rumiñahui, con
Calicuchima y Quisquis fue generoso al afirmar que eran hijos directos de Huayna Cápac
y les justificó el ajusticiamiento que cometieron contra Huáscar, en tanto cumplían una
orden del “bastardo” de Atahualpa. Los capitanes Cahcuchima y Quisquis fueron
retratados por dos ocasiones y en los dibujos están puestas sus hermosas camisetas y
portan armas, mientras que sus rostros son sobrios y bondadosos cuando capturaron a
Huáscar y sonrientes cuando pelearon en Quito, Cayambe, Cañar ν Chachapoyas 72.
148
NOTAS
1. Este trabajo forma parte de una investigación más amplia que se publicó bajo el título Tras las
huellas de Rumiñahui..., Quito, 2003, 2a edición auspiciada por el Banco General Rumiñahui.
2. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, La historia general y natural de la indias [1535], Madrid,
Real Academia de la Historia, 1851-1855, tomo iv.
3. Para efectos metodológicos utilizaré el término Quito-Chinchaysuyo para mencionar a la
parre más lejana del norte del Tahuantinsuyo, en tanto que el Quito-aborigen alude
exclusivamente al sitio actual de la ciudad de Quito y sus alrededores y que fue escogido por
Huayna Cápac para establecer el centro político-administrativo del Quito-inca, en razón de la
149
importancia que el sitio tenía dentro de la región antes de la conquista incaica. Es importante
señalar que el Quito-inca y el Quito-Chinchaysuyo pertenecen a un mismo tiempo histórico, no
así el Quito-aborigen que es mucho más antiguo.
4. Véase Tom Zuidema, “Momias desolladas en los Andes: lo que vieron y lo que interpretaron los
primeros españoles”, Chile. En: Diálogo Andino, N° 14/15, Departamento de Antropología,
Geografía e Historia, Facultad de Educación y Humanidades, Universidad de Tarapacá, Arica,
1995, p. 175.
5. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, op. cit., p. 236.
6. Ibidem, p. 228.
7. Véase Udo Oberem, Estudios Etnohistóricos del Ecuador. Notas y documentos sobre miembros de la
familia del Inca Atahualpa en el Siglo XVI, Guayaquil, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Talleres Gráficos
del Núcleo del Guayas, 1976, pp. 19 20.
8. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, op. cit., pp. 228-229 y 237-238.
9. Ibidem, p. 238.
10. Ibidem, p. 239.
11. José María Vargas, “Diego Lobato de Sosa”, Revista Instituto de Historia Eclesiástica, Quito, N° 1,
1974, p. 38.
12. Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, op. cit., p. 241.
13. Ibidem, p. 239.
14. Francisco López de Gómara, Historia General de las Indias, primera parte [1552], Madrid,
Biblioteca de Autores Españoles, Historiadores Primitivos de Indias, colección dirigida e ilustrada
por don Enrique de Vedia, Ediciones Atlas, 1946, Tomo 1.
15. Ibidem, p. 232.
16. Ibidem, p. 229.
17. Véase Francisco de Xerez, “Verdadera relación de la conquista del Perú y Provincia del Cuzco
llamada la Nueva Castilla” [1534], en Biblioteca Peruana, primera serie, Lima, Editores Técnicos
Asociados, S.A., 1968, Tomo i, pp. 239-241.
18. Francisco López de Gómara, op. cit., pp. 224-235.
19. Ibidem, pp. 234-235.
20. Véase Agustín de Zárate, Historia del descubrimiento y conquista del Perú [1555], edición, notas y
estudio preliminar de Franklin Pease G. Y. y Teodoro Hampe Martínez, Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú, 1995, pp. 17-19.
21. Archivo Municipal de Quito, Libro Primero de Cabildos de Quito, Quito. Descifrado por José
Rumazo González, 1934, Tomo i, pp. 102-104.
22. Véase “Carta de Hernando Pizarro a la Audiencia de Santo Domingo” [1533], en Biblioteca
Peruana, primera serie, Lima, Editores Técnicos Asociados, S.A., 1968, Tomo i, p. 129. Consúltese
también p. 125.
23. Véase Pedro Cieza de León, Crónica del Perú. Primera Parte [1553...]. Introducción de Franklin
Pease G. Y. y nota de Miguel Maticorena E., Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1996
(3a ed.), p. 226. Cieza de León también mencionó a Rumiñahui en la Segunda Parle de su Crónica del
Perú, en que le llamó Rumiñabe, Rumiñabi, Rumiñavi, Urimiñavi, Urumiñaví y en la Cuarta Parte le
denominó Oromiñavi. Véase del mismo autor: Crónica del Perú. Segunda Parte [1553...]. Edición,
prólogo y notas de Francesca Cantú, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1996, pp. 201,
191, 130, 205, 134, respectivamente; Crónica del Perú. Cuarta Parte. Volumen iii. Guerra de Quito
[1553], Edición, prólogo y notas de Laura Gutiérrez Arbulú, Lima, Pontificia Universidad Católica
del Perú, 1994, Tomo II, p. 568.
24. Véase Pedro Cieza de León, Crónica del Perú. Tercera Parte, op. cit., pp. VII-XCI.
25. Esto se puede corroborar con la disposición que hace de los capítulos y, además, con la
siguiente cita: “Y porque Franςisco Piςarro en este tienpo avía ya entrado en la ςiudad del Cuzco y
es neςesidad escribirlo por no perder el horden que llevamos, ques de fuerςa que los
150
acaeςimientos se ayan de escrevir encadenados unos de otros como pasaron, y porque desto me
tengo justificado...”. Véase Pedro Cieza de León, Crónica del Perú. Tercera Parte, op. cit., p. 228.
26. Ibidem, pp. 130, 134, 145, 188, 189, 191, 193, 196-198, 201, 202, 237-239, 295-296 y 310. Señalo
que Cieza de León en su Crónica del Perú. Tercera Parte, denominó indistintamente a Rumiñahui
como Rumiñabe, Rumiñabi, Rumiñavi y Urumiñavi.
27. Ibidem, p. XLV. Pedro Cieza de León llegó a Cartagena de Indias en 1535 y pasó
inmediatamente al Perú como cronista oficial de Pedro de la Gasca. Véase, además, Diccionario de
Historia de España 1. Dirigido por Germán Bleiberg, Madrid, Alianza Editorial, 1979, p. 832.
28. Véase Pedro Cieza de León, Crónica del Perú. Tercera Parte, op. cit., pp. 145 y 198.
29. Ibidem, pp. 130, 134 y 136.
30. Ibidem, pp. 188-189. Consúltese, además, las pp. 145 y 191.
31. Ibidem, p. 189.
32. Ibidem, pp. 193. 196-197.
33. Ibidem, pp. 194-198.
34. Ibidem, p. 198.
35. Ibidem, p. 198.
36. Ibidem, pp. 201-202.
37. Ibidem, pp. 237-238.
38. Ibidem, p. 238.
39. Ibidem, p. 240.
40. Ibidem, p. 239.
41. Ibidem, p. 240.
42. Ibidem, pp. 294-295.
43. Ibidem, pp. 294-295. Al margen de si Quingalunba o Quinbalinbo se entregó a los españoles, lo
que queda claro es que fue ajusticiado por los españoles conjuntamente con Rumiñahuí,
Copeςopagua y otros líderes indígenas, tal como consta en el Acta de Cabildos de Quito del 25 de
junio de 1535. Véase Archivo Municipal de Quito, Libro Primero de Cabildos de Quito, op. cit., pp.
102-104.
44. Véase Pedro Cieza de León, Crónica del Perú. Tercera Parte, op. cit., p. 295.
45. Ibidem, pp. 296-297. Según lo narrado por Cieza de León, un indio natural de Cundinamarca
que vino con Rumiñahuí desde Cajamarca y que fue tomado prisionero por mano del español
llamado Luis Daza, fue quien dio la noticia sobre las riquezas de esa provincia.
46. Ibidem, p. 161.
47. Véase Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales de los Incas [1609]. Edición de Ángel Rosenblat,
prólogo de Ricardo Rojas, Buenos Aires, Emecé Editores, S.A., 1943 (1 a ed.), Tomo II, p. 264.
48. Ibidem, Tomo I, pp. VIII-X.
49. Véase Garcilaso de la Vega, Historia general del Perú (Segunda parte de los Comentarios Reales de los
Incas) [1617]. Edición de Ángel Rosenblat, prólogo de Ricardo Rojas, Buenos Aires, Emecé Editores,
S.A., 1944 (1a ed.), Tomo I, pp. 77-78. Garcilaso de la Vega escribió todo un capítulo sobre el
asesinato de Illescas, véase pp. 116-118.
50. Véase Pedro Cieza de León, Crónica del Perú. Tercera Parte, op. cit., p. 230.
51. Véase Juan de Betanzos, Sumay narración de los incas [1551], Prólogo, transcripción ν notas por
María del Carmen Martín Rubio. Estudios preliminares de Horacio Villanueva Urteaga, Demetrio
Ramos y María del Carmen Martín Rublo, Madrid, Ediciones Atlas, 1987, pp. xv-xx, 150, 197-198.
52. Ibidem, pp. 195-214.
53. Ibidem, pp. 285-286.
54. Véase Tamara Estupiñán Viten, “Testamento de don Francisco Atagualpa”. En: Miscelánea
Histórica Ecuatoriana, Quito, Ediciones Banco Central del Ecuador, 1988, pp. 8-67.
55. Véase, Juan de Betanzos, op. cit., pp. 259-262, 279-280.
56. Ibidem, pp. 250-251.
151
AUTOR
TAMARA ESTUPIÑÁN VITERI
Asociación de Historia Económica Andina (Ecuador)
152
Un mito de identidad: el
indigenismo en Perú
Jean-Marie Lemogodeuc
B. APRISMO Y COMUNISMO
10 Fue a partir de 1926 cuando comenzaron a desarrollarse las doctrinas que debían
posteriormente disputarse la hegemonía política hasta hoy día: el aprismo de Haya de
la Torre y el socialismo comunista de Mariátegui11. Las dos ideologías en sus inicios
tienen muchos puntos en común. P. Macera escribe:
En lo que coinciden las obras de Haya y Mariátegui, tan opuestas por lo demás, es en
haberse asignado entre otras tareas un análisis político que sirviera al mismo
tiempo de resumen, balance y liquidación tanto del leguiismo como también de
toda la sociedad tradicional peruana12.
11 F. Bourricaud agrega:
En principio, el comunismo y el aprismo son una sola y misma cosa (...). La prueba
de la “colusión apro-comunista”. El Comercio, afirma haberla establecido
publicando el 28 de febrero de 1932 una carta del 22 de septiembre de 1929, enviada
por V.R Haya de la Torre al compañero Mendoza: “Creo, escribe Victor Raúl, que el
APRA debe mantenerse sin etiqueta (sin nombre comunista). De esta manera
alejaremos el espanto (el cuco) y podremos trabajar como revolucionarios de una
forma eficaz...13
12 Sin embargo, a pesar del acento puesto por las dos ideologías sobre la acción contra el
imperialismo14, la ruptura se produce en 1935 cuando el APRA rechaza el proyecto de
frente popular propuesto por el PCP. La razón alegada es así expuesta por el aprista M.
Peláez Bazán:
...Por eso desecha (Haya de la Torre) que una solución dada en Europa y para
Europa, deba aplicarse en Indo América; y que considere que, siendo el comunismo
y el fascismo concepciones europeas consecuentes con una realidad social y
económica muy diferentes de la nuestra, no podemos ni debemos, aplicarlas so pena
de convertirnos en colones serviles del pensamiento imperial soviético y en
instrumentos de ruina de nuestras democracias nacientes15.
13 Encontramos en las tesis indigenistas del partido comunista peruano y del partido
aprista peruano, un nuevo terreno de entendimiento. En efecto, tanto Haya de la Torre
como Mariátegui, relacionan el problema indio con la cuestión agraria. El aprismo
acepta por ende la premisa marxista del elemento económico, considerando que la
comunidad indígena es la base de la reforma agraria. Sin embargo, si para Mariátegui
“la comunidad indígena y sus tradiciones precolombinas fundan el socialismo
peruano”, el apra propone un “plan integral de incorporación del indio a todas las
esferas del estado”16. El teórico aprista M. Peláez Bazán, habla de:
La redención del indio incorporándolo a la vida nacional mediante la
transformación de las actuales comunidades en cooperativas, la máxima protección
económica del estado y un sistema adecuado de re-educación integral... 17
155
35 Para realizar el proyecto de un mundo diegético posible, hace falta producir una
configuración actancial: presentar personajes en el tiempo y el espacio, y conferir a este
enunciado cierta credibilidad. A ella le corresponde sobre todo la introducción de un
sujeto cognitivo destinado a “informar” al lector. Esta presión informadora es una
característica dominante del indigenismo literario, más exactamente de lo que
llamaremos la “narración histórica”. Para librarse de este mimetismo, de esta escritura-
representación que a menudo mata al esteticismo, escritores como José María Arguedas
y Manuel Scorza intentan lograr crear la ilusión de lo auténtico a través de la
utilización de artificios literarios. El resultado obtenido es la expresión sincrética que
intenta reconciliar las exigencias ideológicas de la narración realista con la búsqueda
de una estética que ya no corresponde a los cánones del realismo propiamente dicho. La
escritura indigenista se convierte así progresivamente en la expresión de la aventura
del lenguaje y de las formas. Ella reivindica un mejor conocimiento del mundo a través
de una visión estética que se siente librada de la mimesis, del dogma de la imitación
heredado del clacisismo. Pero el nuevo equilibrio es frágil y se ve constantemente
amenazado.
CONCLUSIONES
36 Ya sea político o cultural, el indigenismo presenta en el Perú un cierto número de
constantes:
37 a. La idea del cambio social, para los indios, que es finalmente el objeto de las políticas
indigenistas más radicales, conduce sin desvíos a la hegemonía del progreso social y del
desarrollo, es decir a un regreso a las normas y a los modelos de la sociedad
occidental26. La integración social y económica en un sistema dominante conlleva la
integración cultural, es decir una asimilación progresiva en el seno de la sociedad
nacional27. Proletarizándose y accediendo al grupo “cholo”28, el indio satisface a la vez
la ideología de las clases dominantes y la de la izquierda ortodoxa: viene a engordar la
mano de obra barata indispensable para la economía capitalista en un país en vías de
industrialización, favorece el surgimiento de las fuerzas productivas e integra el
esquema de la estrategia revolucionaria marxista-leninista.
38 b. Las orientaciones antagónicas de estas ideologías propuestas como soluciones al
problema de la búsqueda de la identidad indígena, atestan suficientemente el carácter
ambiguo de todo el proceso indigenista. ¿Cómo conciliar una transformación de la
sociedad (social y/o cultural) con la preservación de las raíces indígenas o la
restauración de este pasado indígena? Es allí donde actúan el indigenismo político y
literario. Ambos aparecen como un fenómeno derivado de una síntesis nacional
retrasada que preocupa a los intelectuales, los hombres políticos y ciertos tomadores de
decisiones económicas, en busca de una identidad para su país.
39 c. El indigenismo oficial sigue en Perú una política integracionista unilateral con
consecuencias múltiples: desintegración comunitaria y transculturación, emigración,
proletarización, marginalización. A partir de esta integración forzada o “provocada” de
los grupos étnicos establecidos sobre el territorio que constituye la base material del
Estado, podemos considerar que se puede construir la identidad nacional, mito político
particularmente de actualidad en el siglo XX en los países de América Latina con
poblaciones de fuerte componente indígena.
160
NOTAS
1. “.. el monto de las inversiones europeas alcanzó el millardo de francos oro en 1914 (60%
británicos, 20% alemanes, 20% franceses...” Pierre Chaunu, L’Amérique et les Amériques, Paris,
Armand Colin, 1964, p. 318.
2. François Bourricaud, Pouvoir et société dans le Pérou contemporain, Paris, Armand Colin, 1967, p.
117.
3. A finales del siglo XIX, M. González Prada (1848-1918) es el iniciador del pensamiento
indigenista que se radicalizará posteriormente. Su visión del problema indio está expuesta en
“Nuestros indios”, en E. l. Zea, Precursores del pensamiento latinoamericano contemporáneo, México,
Sepsetentas, 1971, pp. 49-67 5- Horas de lucha, Lima, Universo, 1972.
4. Antonio Cornejo Polar, “La novela indigenista: una desgarrada conciencia de la historia”,
L’indigénisme andin, AFERPA, 4to. Coloquio, Grenoble, noviembre-dicicembre, 1979, p. 136.
5. “Creo indispensable afirmar, con Tomás Escajadillo y otros que, al hablar del período
1920-1930, se debe hablar no de “indigenismo” a secas, sino de los “indigenismos” específicos
desarrollados por distintos grupos sociales, ya que el vocablo “indigenismo” era (y es) muy
manoseado y la “reivindicación del indígena” constituía una consigna de mucha difusión, pero de
un significado fluctuante...”. D. Wise, “Indigenismo de izquierda y de derecha: dos
planteamientos de los años 20”, Revista Iberoamericana, 122, enero-marzo, 1983, p. 160.
6. W. Rowe, “Mito, lenguaje e ideología como estructuras literarias”, en J. Larco, Recopilación de
textos Sobre J. M. Arguedas, La Habana, Casa de las Américas, 1976, p. 259.
7. Citaremos el círculo universitario de Cuzco, animado por L. E. Valcárcel y el grupo
Resurgimiento, pero también la influencia de V. Roel Pineda que escribía: “El segundo
Tawantinsuyo será un socialismo de inspiración incaica...”. V. Roel Pineda, Nuestra ideología. Los
sabios y grandiosos fundamentos de la indianidad, en CADAL, México, septiembre 1977, doc. N° 3, p.
65.
8. 1848-1918: Marcado por el positivismo, fue uno de los primeros en considerar que el problema
de la tierra estaba íntimamente ligado al problema indígena. Comprendió que la clase dirigente
había perdido todo contacto con el pueblo y que el Perú se convertiría en una verdadera nación el
día en que los Indios serían integrados en la vida social de su país.
9. 1895-1930: Mariátegui funda la revista Amauta que ejercerá una influencia capital sobre la
intelligentsia peruana. Para él, el indigenismo moderno debe ser una obra política y económica de
reivindicación, no de restauración ni de resurrección como lo preconizaba L. E. Valcárcel.
10. Augusto B. Leguía gobernó el Perú de 1908 a 1912 y de 1919 a 1930. Durante esta segunda
presidencia, se produce un cambio importante de política hacia la población indígena. Apoyado
por el sector progresista de la oligarquía y por las clases medias emergentes, Leguía toma
durante estos once años una serie de medidas que se quieren favorables a la comunidad indígena
tradicional.
161
11. Las elecciones del 14 de abril de 1985 son una buena prueba de ello, puesto que los partidos
que llegan a la cabeza son el APRA y la coalición de izquierda unida, que agrupan entre ellos dos
cerca del 75% de los sufragios.
12. P. Macera, “Reflexiones a propósito de la polémica del indigenismo”, Apuntes, N° 6, Lima,
1977, p. 79.
13. F. Bourricaud, Pouvoir et société dans le Pérou contemporain, op. cit., p. 143.
14. El programa máximo del APRA comprende los cinco puntos siguientes:
“1- Acción contra el imperialismo.
2- Por la Unidad política de la América Latina.
3- Por la nacionalización de tierras e industrias.
4- Por la ínteramencanización del Canal de Panamá.
5- Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo”.
Citado por M. Peláez Bazán, en De la provincia al aprismo, Lima, Graf. Eetsa, 1961, p. 67.
15. M. Peláez Bazán, De la provincia al aprismo, op. cit., p. 64.
16. E. Chang Rodríguez, “Reseña histórica del indigenismo”, Cuadernos, 17, marzo-abril, 1956, p.
69.
17. M. Peláez Bazán, De la provincia al aprismo, op. cit., p. 71.
18. El culturalismo, proveniente de la sociología del mismo nombre, fue introducido en América
Latina por los norteamericanos a finales de la Segunda Guerra Mundial. Según esta escuela, la
lucha de clases se volvería anacrónica en razón de una posible mediación cultural, y el mestizaje
sería así la solución al problema indígena.
19. “El estructuralismo genético parte de la hipótesis que todo comportamiento humano es un
intento de dar una respuesta significativa a una situación particular y tiende por ende a crear un
equilibrio entre el sujeto de la acción y el objeto sobre el cual ella reposa, el medio ambiente”. L.
Goldmann, Pour une sociolgie du roman, Paris, Gallimard, 1964, p. 338.
“El progreso de una búsqueda estructuralista genética consiste en el hecho de eliminar grupos de
datos empíricos que constituyen las estructuras, totalidades relativas, y en el de insertarlos como
elementos en otras estructuras más vastas pero de la misma naturaleza, y así sucesivamente.”,
Ibidem, p. 353.
20. La noción de sistema se desarrolló ampliamente en las teorías del lenguaje de Ferdinand de
Saussure. Insiste sobre la interdependencia de todos los elementos del sistema lingüístico, de
manera que “el valor de uno proviene solamente de la presencia simultánea de los otros”, Cours
de linguistique genérale. Paris, Payot, 1916, p. 159. Ampliando los preceptos Ferdinand de Saussure,
Claude Lévi-Strauss, da por ob|eto a las ciencias estructurales lo que ofrece un carácter de
sistema, como la antropología: “... incluso las más simples técnicas de una sociedad cualquiera
primitiva revisten el carácter de un sistema, analizable en términos de un sistema más general.
La manera en la cual estos sistemas fueron retenidos, otros excluidos, permite concebir el
sistema local como un conjunto de opciones significativas, compatibles o incompatibles con otras
opciones, y que cada sociedad, o cada período de su desarrollo, se vio conducida a efectuar” en
Anthropologie structurale deux, París, Plon, 1973, p. 20. “En estas sociedades (primitivas), y cito aún
a Mauss, “tomamos hombres, grupos y comportamientos..., los vemos moverse como
mecánicamente, vemos masas y sistemas”, Ibidem, p. 39.
21. M. Rodinson subraya el carácter maniqueísta de la ideología que postula “la desvalorización
de todas las luchas distintas de las que nosotros empezamos”, la idealización del grupo propio, la
“diabolización” del adversario. Encyclopaedia Universalis, artículo “Ideología”, Vol. 8, Paris, 1968, p.
719.
22. “Una ideología es un complejo de ideas o representaciones que pasa ante los ojos del sujeto
para una interpretación del mundo o de su propia situación, que le representa la verdad absoluta,
pero bajo la forma de una ilusión a través de la cual se justifica, se disimula, se esconde de una
manera u otra, pero para su beneficio inmediato”. K. Jaspers, Origine et sens de l’histoire, citado en
162
AUTOR
JEAN-MARIE LEMOGODEUC
Universidad de Montpellier (Francia)
163
4 Los indicios son relativamente abundantes. Por ejemplo la moda que hubo en los años
setenta de pegar calcomanías en los automóviles con el letrero de “Soy federalista, y
¿qué?”. O la agresividad implícita de la célebre rechifla al presidente de la república,
Alfonso López Michelsen, en julio de 1978 durante la inauguración de los XIII Juegos
Centroamericanos y del Caribe en el Estadio Atanasio Girardot de Medellín, ceremonia
transmitida en directo por radio y televisión a toda Colombia, comentada en la prensa
nacional. La silbatina, iniciada tan pronto se escucharon las primeras notas del himno
nacional fue interrumpida para cantar con fervor el himno antioqueño. También cabe
mencionar el notorio éxito de taquilla de País paisa, la obra estrella del grupo de teatro
El Águila Descalza inspirada en autores antioqueños como Tomás Carrasquilla, Benigno
A. Gutiérrez, “Nito” Restrepo y Agustín Jaramillo Londoño, obra con más de dos mil
presentaciones en Medellín, Bogotá, Pereira y otras ciudades colombianas, además de
Miami y Nueva York.
5 Tal vez la manifestación más elocuente del masivo resurgimiento de la “antioqueñidad”
es la amplia acogida de las últimas versiones de la cabalgata que desde hace 15 años se
realiza anualmente en Medellín durante la Feria de las Flores en el mes de agosto. Se
dice que las de 1996 y 1999 fueron récord Guiness, récord que no pude constatar en
parte alguna. Esta cabalgata, la principal entre muchas otras surgidas en los últimos
años, convoca a miles de hombres, mujeres y niños del valle de Aburrá, de otros
municipios antioqueños y aún de departamentos vecinos2. Los asistentes, todos ellos
citadinos y pueblerinos, lucen sombrero, poncho y carriel, prendas propias del
campesino paisa o montañero de antes. Los jinetes desfilan, cabalgan magníficos
caballos de paso procedentes de los lujosos criaderos de las fincas de los ricos, sobre
todo de los nuevos ricos. También desfilan vistosos automóviles ocupados por reinas de
belleza, cantantes y modelos. Los volantes distribuidos por las empresas privadas y las
entidades oficiales que patrocinan el espectáculo, presenciado por cerca de medio
millón de personas, recomiendan, con sospechosa insistencia, no excederse en el
consumo de alcohol durante la cabalgata.
6 Otro indicio del reciclaje de la identidad antioqueña al iniciar el nuevo milenio es la
campaña Creo en Antioquia lanzada por iniciativa privada. Según el folleto promocional
ilustrado con uno de esos espantosos arrieros que dibuja Ramón Vásquez y un verso de
Jorge Robledo Ortiz, poeta oficial de la “antioqueñidad” desde mediados del siglo XX,
dicha campaña trata de “Recuperar los valores y el liderazgo de nuestra Antioquia
pujante y altanera que... forjó la historia de una raza triunfadora, recia e indomable”
(las negritas son mías). Recuperación exitosa, a juzgar por el aumento en la exhibición y
venta de sombreros, ponchos y carrieles, en especial durante la Feria de las Flores y la
nueva Feria de la Antioqueñidad —y el resto del año en elegantes boutiques, como la del
Centro Comercial San Diego—. La fuerza con la que ha pelechado la nostalgia por lo
“propio” también se percibe en la proliferación de avisos y vallas publicitarias que
utilizan vocablos o imágenes alusivas a lo paisa y en la costumbre que se impuso a fines
de los años noventa en colegios de clase media y alta de incluir elementos folclóricos
regionales en las ceremonias públicas de fin de año. Los paisas radicados en Estados
Unidos en los últimos decenios, muchos exilados contra su voluntad, han sido parte
165
activa de este renacimiento. En sitios como Queens, Nueva York y Miami proliferan las
ventas de arepas, fríjoles y aguardiente, y los jóvenes portan escapularios de la Virgen
del Carmen al lado de los adornos modernos3.
7 Como es apenas obvio, el culto a la antioqueñidad siempre ha generado expresiones de
anti-antioqueñidad. Para muestra este poema de 1914 escrito por León de Greiff:
Vano el motivo en el marco de la plaza.
desta prosa: Chismes.
Nada... Catolicismo.
cosas de todo día. Y una total inopia en los cerebros...
Sucesos cual si todo
vanales. de fincara en la riqueza,
Gente necia, en menjurgues bursátiles
local, y chata y roma. y en un mayor volumen de la panza.
Gran tráfico
8 Hoy el listado de las voces disidentes incluye escritores contemporáneos como Hector
Abad Faciolince, Darío Jaramillo Agudelo en Cartas cruzadas, y la obra de Fernando
Vallejo.
corredores de paso a las sucesivas oleadas de pobladores que asomaron por las llanuras
al norte de la actual Colombia en su periplo hacia el interior andino del continente
suramericano.
17 La historia prehispánica regional revela que unos seis mil años atrás los descendientes
de los primeros pobladores de estos territorios desarrollaron la alfarería. Entre esa
época y hace cerca de 3.500 años empezaron a cultivar maíz, raíces y tubérculos; luego,
hace aproximadamente dos mil años, conocieron la metalurgia, el trabajo de textiles y
establecieron extensas redes de intercambio. Las piezas de oro halladas en el área junto
con los testimonios de los conquistadores sugieren que las sociedades que encontraron
los españoles en esa parte del actual departamento de Antioquia eran esencialmente
mineras. En el informe del proyecto de rescate arqueológico efectuado en el sitio donde
Empresas Públicas Municipales de Medellín construyeron la gran central hidroeléctrica
de Porce II, Neyla Castillo afirma que la evolución de la minería en esa zona continúa
ceñida al modelo tecnológico indígena, involucrando “...un conjunto de conocimientos,
creencias, comportamientos y actitudes construidas en torno al oro, visto como un
regalo de la naturaleza... ”7
18 Las colecciones de orfebrería del Museo del Oro, agrupadas por morfologías propias de
cada sector geográfico, permiten observar que la orfebrería quimbaya –típica de la
actual región cafetera al sur del departamento-, pero también, hecho menos conocido,
del valle de Magdalena medio ubicado al noreste del actual departamento así como de
la fría meseta al norte de Medellín –cabe recordar que el famoso poporo de tres bolas se
encontró en esta última, cerca de Yarumal–, posee características similares a las
descubiertas en Urabá e incluso en sitios tan remotos como Costa Rica, tal como lo
indican piezas conservadas en el museo del oro de aquel país. Las rutas de intercambio
de la sal y el oro, dos codiciados productos de la época, atravesaron Antioquia y se
extendieron por Centro América, probablemente cruzando por mar el tapón del Darién.
Estos pobladores, según Castillo, desarrollaron un “conjunto de conocimientos,
creencias, comportamientos y actitudes construidas en torno al oro...” claramente
distinguible del de las sociedades agrarias vecinas 8. La cerámica homogénea y sin
ostentación sugiere que no hubo allí grandes señores ni una sociedad con relaciones tan
verticales como en regiones vecinas. Quizás esta velada afinidad ayude a explicar por
qué a fines del siglo XVI los españoles crearon una gobernación “entre los dos ríos” a
pesar del reducido territorio ubicado entre los ríos Cauca y Magdalena, muy diferente a
las extensas gobernaciones limítrofes de Popayán y de Cartagena.
19 En la segunda mitad del XIX Antioquia llegó a ser la principal región exportadora de oro
y plata en la joven república de Colombia. Adicionalmente, experimentó la más
ambiciosa expansión de la frontera agraria de ese entonces en el país, gracias a lo cual
multiplicó el número de pequeños y medianos propietarios agrícolas. Los colonos
llevaron la cultura campesina y pueblerina más allá de las fronteras de Antioquia. Al
cambiar el siglo, el oro, el café y la construcción de los ferrocarriles de Antioquia y
Amagá, sostuvieron el dinamismo económico y cultural. La ampliación de la frontera
agrícola acentuó la vocación andariega, aventurera, poco servil, independiente,
aficionada a los juegos de azar, heredada del mundo de mineros libres de fines de la
época colonial, rasgos hoy acartonados por un folclor empeñado en seguir glorificando
una supuesta “la raza antioqueña” y otras babosadas.
20 Cuando las teorías europeas y norteamericanas sobre la pretendida superioridad de la
raza blanca tuvieron eco en América Latina entre el cierre del siglo XIX y los años
168
23 La llegada del siglo XX coincidió con los primeros síntomas del creciente desequilibrio
entre el progreso de Medellín y los poblados vecinos en el valle de Aburra –escenario de
uno de los procesos de industrialización más tempranos en Latinoamérica–, respecto a
la mayoría de los municipios de Antioquia, cada vez más rezagados. Hacia los años
treinta, cuando el departamento encabezaba el proceso de modernización del país y los
circuitos comerciales y bancarios conectaban algunas subregiones con el mercado
mundial, surgieron una serie de dificultades en la interacción del centro con las zonas
cálidas periféricas, habitadas por gentes de colores y culturas distintas las cuales eran
percibidas por los antioqueños de la montaña como inferiores y amenazantes 12.
24 Lo encarnizado de la violencia partidista de mediados del siglo XX en Antioquia puso en
evidencia que efectivamente algo andaba mal en esta sociedad. Para Mary Roldán, la
génesis de la crisis de lo que algunos han dado en llamar el “modelo” o “proyecto”
antioqueño se remonta a algunos cambios ocurridos en el decenio de 1930, antes de
desatarse la encarnizada violencia partidista de mediados del siglo XX. Entre otros,
menciona el creciente flujo de campesinos a Medellín, a la expansión de la educación y
el sufragio, al crecimiento del empleo en obras públicas, factores que alteraron el
panorama económico, social y político.
25 El ideal forjado en el transcurso del XIX por los antioqueños de la montaña no era
acatado ni en el nordeste, el bajo Cauca, en Occidente ni en Urabá, territorios con
escasa densidad de población y una tímida presencia institucional del Estado y de la
iglesia católica. Ninguna de dichas zonas tenía la rica vida asociativa que apuntalaba y
le daba estabilidad al corazón montañoso de Antioquia. Los líderes en ascenso de las
zonas marginales rechazaron lo que consideraban un viejo estilo restrictivo de los
169
34 Una célebre anécdota —narrada a Roberto Luis Jaramillo por los descendientes de
Fernando Restrepo Soto (1819-1899), sobrino del prócer José Manuel Restrepo– ilustra
el pragmatismo político de los antioqueños decimonónicos. Don Fernando, un rico
minero y comerciante de Medellín, fundador de la rica sociedad “Restrepo e Hijos”,
enfiló un día a sus hijos varones y les dijo, por turnos: “Usted será liberal, Ud.
conservador, Ud. liberal, Ud. conservador...”. A Jorge y a Ricardo les tocó ser liberales,
Guillermo iba a ser conservador, pero como este se negó, le tocó ser godo a Camilo C,
quien luego terminó siendo un destacado ingeniero en la construcción del Ferrocarril
de Amagá. Tal actitud le procuró a don Fernando una especie de seguro en tiempos de
guerras civiles, pues siempre tenía por lo menos la mitad de su familia en el gobierno,
algo muy conveniente para la prosperidad de los negocios.
35 El espíritu pragmático, visible en posturas y formas de hacer política, pelechó también
en los negocios, e incluso en el tipo de instrucción y capacitación preferido por los
antioqueños; esto, sumado a la acentuada religiosidad, moldearon la mentalidad
preponderante en esta región desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX.
36 Los antioqueños de hace cien años establecieron un estrecho intercambio con el
extranjero, en lo económico y también en el plano cultural, hecho menos estudiado. Las
referencias e influjos foráneos tuvieron un papel significativo en la identidad regional.
37 En cambio los nexos región antioqueña / nación eran más débiles en ese entonces, y
encontraron una serie de dificultades. Con razón James Parsons observó que “ser
antioqueño para ellos es más que ser colombiano”. Por su parte, Mesa Bernal comentó
que “El paisa se sentía poco unido a la nación”19; en lo que va a coincidir Alejandro
Restrepo:
Los antioqueños nos sentimos antes que colombianos, antioqueños. Para nosotros la
prioridad es Antioquia y, después Colombia. Incluso es normal entre nosotros mirar
a Colombia como otro país cuya capital es Bogotá ¡Los antioqueños siempre vemos a
nuestro territorio como un país que limita con otro llamado Colombia! 20
38 En la segunda mitad del siglo XIX la prensa bogotana y la costeña criticaron a los
antioqueños por “usureros y semitas”. De otro lado, algunos antioqueños de la época se
quejaron de lo mal que los trataban en la capital, donde se referían a ellos como
“maiceros, barbudos, israelitas”. Rafael Uribe Uribe le escribió a un amigo: “¿Creerá
usted que uno de los mayores obstáculos con que tropiezo en mi camino es mi calidad
de antioqueño?” Otros paisanos comentaron que no eran bien vistos en la costa, en los
Santanderes ni en el Cauca. En 1934 Isch Irvi escribió que “El antioqueño se considera el
prohombre en Colombia, mira con cierto desprecio a sus compatriotas de otros
departamentos, defecto que le trae como lógica consecuencia el que sea pagado en la
misma forma...”21
39 Hasta muy entrado el siglo XX, Antioquia era una remota región, lejos de las rutas de
acceso a otros lugares importantes. El que quisiera llegar allí tenía que estar
determinado a hacerlo, pues el viaje implicaba vencer formidables obstáculos. Para ir al
centro de Antioquia, donde transcurría el grueso de la actividad económica jalonada
por la minería y el comercio del oro y la plata, se debía tomar el río Magdalena y luego
172
43 En 1988 Daniel Mesa Bernal publicó Polémica sobre el origen del pueblo antioqueñtr 25 y en
1996 se conoció su obra póstuma, De los judíos en la historia de Colombia: la azarosa y
apasionante historia de los inmigrantes hebreos desde los tiempos de la Conquista hasta la
colonización antioqueña26, un par de libros escritos con disciplina de ingeniero,
respaldados en una amplia documentación. Su autor intenta mostrar que dada la escala
demográfica de esta provincia y su marcado aislamiento, la influencia en la esfera
cultural de las significativas oleadas de inmigraciones judías a Antioquia en tiempos
coloniales logró magnificar su impacto27.
44 La referencia conocida más temprana acerca de los antioqueños como judíos data de
1808, en vísperas de la independencia, cuando los comerciantes antioqueños
empezaron a sobresalir fuera de la provincia, alusión reforzada en el decenio de 1840 a
raíz del éxito comercial de los Montoyas, los Arrublas y los Aranzazus en círculos
capitalinos. De ahí en adelante destacados escritores regionales y nacionales tocaron el
tema. Entre ellos Gregorio Gutiérrez González, quien en 1851 en el verso Felipe
menciona la tierra encantada donde vive una raza infame, maldita por Dios, una raza de
mercaderes que especulan con todo y sobre todo. En 1875 el bogotano José María
Samper extendió el mito judío al terreno político al afirmar que el gobernador de
Antioquia era respaldado por políticos judíos28.
45 Cartagena de Indias, a pesar de las disposiciones reales, fue un importante centro de
conversos expulsados de España en 1492. Algunos de ellos continuaron rumbo a
Antioquia camuflados tras apellidos vascos y catalanes. Una segunda tanda de
conversos o “forajidos” como se los llamaba —no en el sentido de facinerosos sino de
quien vive alejado de su casa, comarca o país— encontró atractiva la provincia de
Antioquia por ser remota y aislada, por carecer de obispos y religiosos que los pudieran
delatar, y por la abundancia de oro que les permitía dedicarse a lo que mejor sabían
hacer, comerciar. La gobernación del lusitano Gaspar de Rodas les brindó la ventaja
adicional de su acogida. La inmigración judía continuó durante el siglo XVII, en especial
a comienzos del XVIII una vez cedió la persecución contra los conversos y decayó la
Inquisición de Cartagena29.
174
46 Mesa Bernal desiste de indagar por el origen judío de los antioqueños en el sentido
biológico de “raza”, dada la extensa mezcla racial del pueblo judío y en vista de lo
imposible de rastrear sus verdaderos apellidos, pues solían cambiarlos para eludir la
Inquisición. Como es tan difícil probar con evidencias directas el establecimiento de
estos conversos en las montañas de Antioquia, el autor orientó su pesquisa hacia
indicios culturales en conductas colectivas. Encontró, por ejemplo que vocablos como
“pertugués” (sic) y “marrano” fueron insultos populares en la región durante la colonia
temprana. Menciona giros gramaticales y expresiones ladinas muy usados en Antioquia:
la ye en vez de la Ll, el peculiar uso del vos, la frecuencia de nombres y vocablos bíblicos
y orientales. Tomás Carrasquilla también percibió esta “chifladura por los nombres
bíblicos”30.
47 El ex presidente Belisario Betancur en su discurso al ingresar como miembro honorario
a la Academia Colombiana el 11 de octubre de 1991, titulado “El lenguaje como
expresión de la historia de Antioquia”, recuerda que al viajar por Estambul y Tierra
Santa le impresionó la semejanza entre el castellano levantino y el de los campesinos de
Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío, norte del Valle del Cauca, norte del Tolima y
oriente del Chocó. Atribuye la permanencia de arcaicas expresiones lingüísticas que
identifican al antioqueño como las eses silbantes, voseo corriente –distinto del vos
mayestático–, uso y abuso del pues, el Avemaría, frecuentes diminutivos,
exageraciones, etc., al hecho de que en Antioquia:
No encontraron aquellos fundadores, poblaciones indígenas abundantes que
hicieran el mestizaje de sus dialectos con la lengua imperial. Quedaron alejados de
la corte virreinal, del mar de Cartagena de Indias y de la gobernación de Popayán; y
así encerrados en sus cordilleras y en sus quehaceres mineros, conservaron como
en una alacena bien cerrada, las voces y su trama sintáctica, tal como las habían
recibido...
48 Cita el conocido verso de la “Memoria científica del cultivo del maíz en Antioquia” de
Gregorio Gutiérrez González, uno de los más populares poetas colombianos del siglo
pasado: “como sólo para Antioquia escribo, yo no escribo español sino antioqueño” 31.
49 Volviendo a Mesa Bernal, él ve otras huellas de la cultura judía en la creencia de que el
bienestar terreno es un premio divino por el buen comportamiento, en lo inclinados
que eran los pobladores de aquella apartada provincia a la agresividad, por sus maneras
democráticas, una cierta incongruencia entre las convicciones y los actos, los
matrimonios a temprana edad, la férrea unidad familiar, la alta natalidad, la
propensión al ahorro, el buen sentido práctico y comercial, la afición al dinero y al
riesgo calculado, el espíritu de asociación, y su movilidad geográfica. Menciona incluso
las espléndidas albercas o baños de inmersión al aire libre que solían tener hasta
comienzos del siglo XX las casas de las familias acomodadas de Medellín.
50 Simón Guberek, un judío polaco que emigró a Colombia y en 1921 hizo un viaje de
negocios a Antioquia que consignó en su autobiografía Yo vi crecer un país, coincide en
este punto,
...no sé por qué me traslada a las calles judías de Varsovia, a Zelechow... todo en
estos mortales me llama al recuerdo. Y de las mujeres ni hablar. Veo pasar Rébecas,
Saras, Déboras, Lías, Esteres, como están en las páginas de la Biblia, ahora con
apellidos Gómez, Pérez, López, Vélez, González... Nada tengo yo que ver con ese
viejo debate entablado en Colombia sobre el origen de los antioqueños. Ni me
importan estas endiabladas investigaciones científicas. Pero... a unidad familiar,
fuerte como en ninguna otra parte del país, y la velada hogareña, que principia a las
175
ocho y reúne la tribu en torno al “patriarca” ¿no nos hace acaso soñar con las
costumbres de los hogares judíos, viejas de siglos? 32
51 Luis Fernando Molina en su breve texto “La escuela. Los colombianos aprendieron en la
isla de Jamaica a ser negociantes” llama la atención sobre la geografía de lo ilegal en la
que se movieron algunos de los principales comerciantes antioqueños durante el ocaso
del régimen colonial y en los primeros años de la república. Gracias a la disponibilidad
de oro procedente de las minas y aluviones de la provincia de Antioquia aprovecharon
el floreciente contrabando británico y el aumento de las libertades comerciales
otorgado a las colonias españolas desde 1808, estimulado en los años siguientes por el
descontrol aduanero creado a raíz de la guerra de independencia. Los antioqueños
viajaban a Jamaica cargando pequeñas bolsas con oro en polvo. Después de un trayecto
inicial a lomo de mula hasta el río Magdalena, seguían por champaña hasta Cartagena,
donde se embarcaban supuestamente rumbo a “Cuba”. Según el argot de los
contrabandistas las Antillas eran “los Santos Lugares” y “pasar a Jerusalén” significaba
embarcarse para jamaica. El viaje de ida, la estadía y el regreso podía tardar hasta seis
meses en medio del riesgo de naufragios, fiebres tropicales, pesquisas en las aduanas y
asaltos de piratas. Una vez en la isla, se surtían en almacenes de Kingston y Spanish
Town, propiedad de comerciantes y prestamistas judíos que se surtían con mercancías
de China, India y Manchester. Otra ruta usada por los contrabandistas antioqueños era
el río Atrato, en aquel entonces surcado por barcos holandeses, ingleses y escoceses con
mercancías procedentes de Jamaica y de Curazao33.
52 Alentados sobre todo por las minas de oro, y desde fines del siglo XIX por otras
oportunidades económicas, el número de forasteros llegados a Antioquia aumentó en
términos absolutos y relativos en el transcurso del XIX y primeros decenios del XX.
Predominaron sucesivamente los ingleses, alemanes, franceses, norteamericanos, y los
españoles. Dado su nivel educativo y técnico, muchos de estos extranjeros introdujeron
importantes adelantos en la minería, la banca, las industrias, los deportes y la
educación.
53 La tesis de maestría “Tres momentos de la presencia extranjera en Antioquia
1820-1920”, presentada por Rodrigo García Estrada, ofrece una visión global de la
significativa proporción del total de extranjeros radicados en Colombia que logró atraer
Antioquia, y muestra que la élite antioqueña “...siempre exigió a los extranjeros, la
conversión al catolicismo y la no intromisión en política, como visa para su
integración”34. La recepción fue más favorable con los ingenieros, comerciantes y
agentes de casas europeas y norteamericanas, en especial si eran católicos. Ahora
García está indagando sobre los conflictos y problemas de adaptación que tuvieron los
extranjeros asentados en Antioquia entre 1820 y 1920, línea de trabajo explorada años
atrás por Fernando Molina y Ociel Castaño en su monografía de grado (inédita) sobre la
mina de El Zancudo y la Hacienda de Fundición de Sitio Viejo. Éstos últimos, con base
en los procesos por alcoholismo, riñas e incumplimiento de contrato que reposan en el
archivo municipal de Titiribí y otros documentos de primera mano, sacaron a relucir
176
las difíciles condiciones laborales y el rechazo cultural que tuvieron que soportar
muchos técnicos y obreros rasos alemanes traídos para estas ricas minas del suroeste
de Antioquia, fenómeno pasado por alto en la historiografía regional.
54 Nancy Applebaum documenta el esfuerzo emprendido a fines del siglo XIX por
dirigentes y élites caucanas y antioqueñas por atraer inmigrantes antioqueños que
pudieran “blanquear” la zona de Riosucio en el vecino y rival estado del Cauca 35. Un
esfuerzo curioso considerando la vieja rivalidad entre los antioqueños, de mayoría
conservadora, quienes temieron y odiaron a sus vecinos caucanos, a quienes
indistintamente tildaban de “negros”. Vale recordar que en las guerras civiles de la
segunda mitad del XIX las tropas liberales caucanas entraron triunfantes dos veces a
Antioquia, y durante la ocupación hubo quienes persiguieron al clero y cometieron el
sacrilegio de instalar cuarteles y pesebreras en varios templos de Medellín y Marinilla.
55 El punto que me interesa resaltar del citado trabajo de Applebaum es cómo una
identidad tan fuerte como la antioqueña puede llegar incluso a borrar identidades
previas que no le acomodan. Así, varios “empresarios de la tierra” oriundos del Cauca,
entre ellos Ramón Palau llegado a Riosucio en 1873, quienes lograron que dicho estado
aceptara repartir el resguardo indígena que existía en la región apelando a la imagen
positiva que los funcionarios y dirigentes tenían de los colonos antioqueños por
haberles domesticado un territorio salvaje. Tanto que al cerrar el siglo XIX, la memoria
colectiva tendía a afirmar que esas tierras “siempre habían sido antioqueñas”,
olvidando que en realidad antes pertenecían al viejo estado del Cauca.
56 La expresión proviene del libro de Claudia Steiner, Imaginación y poder: el encuentro del
interior con la costa en Urabá, 1900-1960, donde desnuda la actitud de preeminencia
cultural y el tradicionalismo de los funcionarios y colonos antioqueños quienes se
exacerbaron al ejercer el papel de colonos en esta frontera, la cual había estado
previamente ocupada por negros emigrados del Chocó, indígenas emberá, catíos,
campesinos, ganaderos y comerciantes procedentes de la costa y del Sinú, además de
algunos empresarios alemanes y un puñado de inmigrantes sirio-libaneseses 36. Según
Steiner, el colono de la montaña llegó pisando duro, “seguro y orgulloso de sí y de sus
logros”, dispuesto a antioqueñizar la región costera de Urabá, anexada al territorio
antioqueño en 1905. Sus líderes se propusieron “desarrollar y modernizar la fértil
esquina noroccidental de Antioquia que conecta este departamento, antiguamente sin
litoral, con el mar Caribe convencidos de estar fomentando “...un movimiento
civilizador en contra de la barbarie de los habitantes que ya ocupaban la región” 37.
57 Steiner repasa los fallidos intentos previos del gobierno antioqueño para promover la
colonización a esta “tierra prometida”, y su vana ilusión de crear allí una gran urbe, la
flamante Ciudad Reyes, así como un ferrocarril que conectara Medellín con el Darién.
En la práctica, el grueso de los inmigrantes del interior antioqueño tardó en llegar
177
primera, hoy beatificada, era una joven maestra nacida en el suroeste de Antioquia
quien fundó en 1914 la primera comunidad misionera femenina de origen colombiano,
la Congregación de Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.
Inicialmente, la joven Laura, acompañada de otro puñado de jovencitas, en calidad de
postulantas, catequizaron a los indígenas emberá en Dabeiba y Turbo. Diez años
después, a raíz de diferencias con el Carmelita Descalzo que se desempeñaba como
Prefecto Apostólico se vieron obligadas a dejar la región de Urabá. Para entonces las
Lauritas atendían centros misioneros en una docena de poblaciones de la zona. En los
años siguientes laboraron en la Diócesis de Santa Rosa de Osos, en Ituango y en Peque.
En 1927 trasladaron su casa generalísima a Santa Fe de Antioquia y expandieron su
acción a la región del Sarare, fronteriza con Venezuela. El ímpetu inicial perduró al
punto que actualmente actúan en 17 países de América Latina, Europa y África.
64 En 1914, un par de años antes de que Laura Montoya abriera su primera escuela en
Dabeiba, un grupo de misioneros del País Vasco y de Navarra pertenecientes a la
congregación española de los Carmelitas Descalzos se radicó en Dabeiba, Paravandocito
y Urabá. En 1918 el gobierno nacional encargó a los carmelitas de dirigir la Prefectura
Apostólica de Urabá, cargo que ocuparon hasta 1941. Se trataba de 35 mil kilómetros
cuadrados de selvas y pantanos cruzados por infinidad de ríos, donde residían cerca de
400 indios catíos, otros tantos cunas y unos 25 mil negros 41. Para los misioneros
españoles como Pablo del Santísimo Sacramento fue duro habituarse a Urabá, zona
donde en sus palabras “no hay invierno, ni otoño ni primavera. No hay más que sol y
agua... pero siempre mucho calor, mucho calor”. Los frailes se movilizaban en lanchas
de motor y a vela, por ríos o por el golfo, a caballo a pie, expuestos a las fieras, culebras
e insectos, y al flagelo del paludismo y otras enfermedades tropicales para las cuales sus
organismos forasteros no habían desarrollado defensas inmunológicas 42.
65 Durante los 23 años que duró la estadía de los carmelitas en la prefectura apostólica de
Urabá lograron imponer la costumbre del matrimonio católico a una parte de los
indígenas cuna y emberá y a grupos aislados de gentes negras ribereñas 43. Ello los llevó
a trazar acueductos, alcantarillados y caminos y a producir estudios etnográficos, entre
los que descolla la extensa y certera obra escrita que dejó Fray Severino de Santa
Teresa, un observador sistemático de las creencias, la música y la gramática de los cuna.
Adicionalmente, los carmelitas propagaron nuevas devociones y hábitos de vida propias
de la “civilización cristiana”, según los cánones vigentes en ese tiempo: mejoraron el
uso del español, dieron a conocer la bandera y demás símbolos patrios, impusieron
prendas de la vestimenta occidental, modificaron los hábitos de aseo e higiene,
enseñaron costura, caligrafía, canto e introdujeron novedades en el universo culinario
y propagaron el culto a la Virgen del Carmen mediante vistosas procesiones en su
honor.
66 Las Carmelitas Descalzas Misioneras, otra congregación española, fueron invitadas a
Antioquia en 1926 para ayudar en las tareas domésticas a los padres Carmelitas
Descalzos en Urabá, oficio que las Lauritas fueron reacias a aceptar. Las Carmelitas
asumieron las escuelas que dejaron vacantes las Lauritas, y en 1935, en vista de las
frecuentes solicitudes de admisión de parte de jovencitas en pueblos vecinos, fundaron
un convento y colegios en las inmediaciones de Frontino.
67 Miguel Ángel Builes, el obispo de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, aparte de su
consabido radicalismo ultramontano, fue un activo misionero desde su juventud,
cuando hizo correrías por el bajo Cauca. En 1927, recién nombrado obispo, fundó el
179
Seminario de Misiones de Yarumal. Los egresados, conocidos como los Padres Javieres,
rápidamente aumentaron en número y se dispersaron por todo el país en los años
cuarenta, cuando se establecieron por lo menos en 24 apartadas poblaciones de varias
diócesis y prefecturas, por lo regular en zonas cálidas de difícil acceso –las sabanas de
Bolívar, las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, los Llanos Orientales y la
Orinoquia- Dos años después, en 1929, Builes fundó en Yarumal las Misioneras de Santa
Teresita del Niño Jesús, quienes iniciaron labores en el nordeste antioqueño, por los lados
de Henchí y el bajo Cauca.
68 Los resurgimientos católicos ocurridos en varios países europeos a lo largo del siglo XIX
y principios del XX fomentaron entre otras, la proliferación de asociaciones V
devociones, algunas de las cuales, como el culto al Sagrado Corazón de Jesús, tuvieron
proyección internacional. También alentaron la expansión de las congregaciones
religiosas44.
69 En Antioquia, entre 1850 y 1930, años para los que dispongo de datos más completos,
una parte sustancial de la creciente presencia institucional de la Iglesia estuvo a cargo
en total de 22 comunidades religiosas femeninas y 12 masculinas, en su mayoría de
Francia, España e Italia, 1 de Guatemala, y 5 de origen colombiano, cuatro de ellas de
origen antioqueño. En este lapso Antioquia pasó de ser una de las regiones de Colombia
con el más bajo número de religiosos y religiosas a estar en condiciones de proveer no
sólo sus propias necesidades en términos de vocaciones sino que, hasta alrededor del
decenio de 1960, “exportó” excedentes a otras partes del país e incluso a otros países.
70 En el lapso mencionado, dichas congregaciones, familiarizadas con métodos
misioneros, pedagógicos y de asistencia social, se asentaron en Medellín y en medio
centenar de poblaciones del departamento. Las complejas gestiones para traerlas a
Antioquia, que en algunos casos tardaron años, así como las calurosas y multitudinarias
bienvenidas de que fueron objeto al llegar, demuestran la enorme expectativa que
generaron. La positiva actitud local hacia la religión animó a los laicos y a las
autoridades, tanto liberales como conservadoras, a respaldar las actividades
emprendidas por monjas y religiosos. Y a su vez, el ambiente religioso y el trato
frecuente con sacerdotes, religiosas y confesores alentaron las vocaciones.
71 Curiosamente, con contadas excepciones, los estudios sobre la recepción y circulación
de ideas, ideologías, instituciones, nociones de economía, adelantos técnicos y
científicos, modas y modales provenientes de Europa y de Estados Unidos, sobre todo de
tradiciones inglesas y francesas, así como los estudios sobre historia de la religión o de
los extranjeros en Antioquia, tienden a ignorar el significativo canal de influjos
foráneos en la cultura, de doble vía, abierto por las congregaciones religiosas femeninas
y masculinas, en su mayoría de origen europeo45. Dicho influjo es otra de las herencias
de la llamada “romanización” de la Iglesia, uno de cuyos elementos, aparte del rol más
prominente del Papa fue inculcarle a esta institución una perspectiva internacional.
Además del Vaticano, ello implicó estrechar lazos también con instituciones católicas
de vanadas orientaciones surgidas en Francia, Italia, Bélgica, Irlanda, y aún en América.
72 En particular los jesuitas dejaron una honda huella en el comportamiento de muchos
antioqueños desde mediados del siglo XIX, influencia que aun aguarda un estudio
180
había ganado cuatro discos de oro, y dos años después figuró en la lista de las 50
personas más destacadas de Antioquia elaborada por La Hoja de Medellín al festejar su
medio centenar de ediciones“51.
80 Más recientemente ha surgido otro género afín a la música de despecho: los
narcocorridos que ahora se escuchan y bailan en barrios populares de Medellín y en
periferias de Antioquia como el Magdalena medio. Sus letras evocan lo que Vélez llama
la geografía de la música de los ilegales, es decir, escenarios como Vichada, Meta, Vaupés,
Amazonas, Caquetá, Putumayo donde transcurren las aventuras y desventuras de los
involucrados en el tráfico de la droga, entre quienes han descollado los antioqueños.
PARA TERMINAR
81 La muestra más reciente de exacerbación de la “antioqueñidad” o lo paisa, con sus
contradictorios signos, es fiel reflejo de la Antioquia actual con sus grandes problemas y
mega-proyectos. Hoy esta sociedad se encuentra escindida, y se ve avocada a encontrar
nuevos consensos. Entre los discursos que se divulgan por iniciativa pública y privada
se empieza a reconocer que durante el último medio siglo ésta pasó de ser una sociedad
relativamente integrada a una sociedad más bien cerrada, que alberga unas distancias
sociales cada vez más hondas e insalvables, factores que la dejan mal librada a la hora
de resolver conflictos de la magnitud de los que actualmente enfrenta Colombia,
agravados por fenómenos como el narcotráfico y la guerrilla que en algunos aspectos
responden a dinámicas que trascienden la región e incluso el país.
82 En tales circunstancias, algunos de los mecanismos de control social que resultaron
eficaces ayer, como la marcada religiosidad por ejemplo, no cumplen hoy la misma
función pues están fuera del contexto que les dio sentido. De ahí que el resurgimiento
puramente formal engendre remedos caricaturescos como los que describe magistral y
crudamente Fernando Vallejo en la novela Virgen de los sicarios (1998) que transcurre en
el Medellín del cartel de Escobar.
83 Las “virtudes” o destrezas de los paisas andariegos, rebuscadores, amigos del dinero
fácil, del riesgo, de burlar la ley, el empuje o “berraquera” encajaron bien con las
oportunidades económicas que desde hace cerca de treinta años brinda el floreciente
tráfico internacional de cocaína y otras drogas ilícitas. Es innegable que uno de los
frutos de Antioquia es Pablo Escobar, el capo cuyo nombre no requiere presentación
pues le dio la vuelta al mundo en los años ochenta.
84 La explosión de 30 kilos de dinamita ocurrida a las 10 pm en mayo de 2001, un jueves, la
noche más concurrida de la semana, en el parque Lleras situado en pleno corazón de la
llamada “zona rosa” de Medellín, al parecer por un ajuste de cuentas entre una banda y
las autodefensas, dejó un saldo de 8 muertos, 145 heridos. Una semana más tarde, el
periódico El Colombiano publicó este aviso: “Los restaurantes, bares y discotecas de la
zona rosa están en promoción del 50% desde anoche”, y la alcaldía siguió adelante con
el Festival de la Noche que venía planeando desde antes, un carnaval con epicentro en
el parque Lleras. La masiva afluencia a la misa oficiada en el lugar donde cayeron las
víctimas, seguida de un desfile con las candidatas a Miss Antioquia, y la presentación de
conjuntos de salsa, merengue y vallenato, musica andina y trova cubana fue alabada
por los medios, aunque no faltaron voces que expresaron su desagrado frente a lo que
vieron como una actitud prepotente, desafiante.
183
85 A pesar de la aspiración de quienes suscriben la Visión Antioquia siglo XXI de una sociedad
más abierta y tolerante, preocupa ver los pasacalles y avisos con el eslogan “los buenos
somos más” que inundaban en ese entonces las calles, parques y vallas de Medellín,
sobre todo después de una bomba o atentado violento. Ignoro si esta campaña fue
ideada en Antioquia o en otra parte del país, en todo caso, su amplia acogida en
Medellín hace pensar lo lejos que estamos de superar los peligros de ejercer una
“identidad excesivamente asumida”.
86 En Antioquia, como en cualquier otro lugar en cualquier época, los rasgos de la
identidad cultural son el resultado de la peculiar confluencia de múltiples factores.
Cuando algunos de ellos se exaltan desfasados de su contexto tienden a distorsionarse,
es decir, se mitifican y pueden azuzar un sentido de identidad sobredimensionado. Al
igual que en el caso de un individuo con un orgullo desmedido de sí mismo, el
regionalismo (o el nacionalismo), cuando se exacerba, se vuelve un cuchillo de doble
filo: puede servir de acicate para alcanzar grandes logros, pero también puede ahondar
distancias y por ende fomentar roces, e incluso violencias.
NOTAS
1. Presenté una versión preliminar de esta ponencia con el título de “Nuevas facetas de la
identidad regional antioqueña y de sus vínculos con la nación y con el mundo, ca. 1860-1930”, en
el seminario “Regions and Regionalisms in Latin America: México and the Andes”, organizado por
Alan Knight en el Centro Latino Americano de la Universidad de Oxford el 19 de mayo de 2000.
Agradezco a Darío Jaramillo Agudelo y a Neyla Castillo por compartir conmigo sus impresiones
sobre el tema; a Juan Felipe Córdoba, Patricia Castro, Rodrigo García y Orián Jiménez, por
dejarme consultar sus monografías inéditas; y a Luciano López, alumno del pregrado en Historia
de la Universidad de Antioquia por ayudarme a reunir los datos.
2. En el 2002, Envigado, por citar un ejemplo, iba en la cuarta versión de la Cabalgata del Carriel,
organizada por los Rotarlos. Es tal el apogeo de las cabalgatas, que figuran reglamentadas en el
nuevo código de “convivencia ciudadana” anunciado para el área metropolitana de Medellín.
3. Mary Roldan, “Museo Nacional, fronteras de la identidad y el reto de la globalización”, Museo,
memoria y nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, Memorias del
Simposio Internacional y IV Cátedra anual de historia Ernesto Restrepo Tirado, Bogotá, Museo
Nacional de Colombia, 2000, pp. 99-119.
4. Entre estos autores figuran: James Parsons, La colonización antioqueña del Occidente colombiano,
primera edición en español, Bogotá, 1950 (publicada originalmente en inglés por University of
California Press, Berkeley y Los Angeles, 1949); Everett Hagen On the Theory of Social Change: How
Economic Growth Begins, Illinois, 1962; Luis H. Fajardo en su lúcido estudio sobre La ética protestante
de los Antioqueños, presentado a la Universidad de Yale, publicado en Cali en 1966; Ann Twinam,
“From Jew to Basque. Ethnic Myths and Antioqueño Entrepreneurship”, Journal of Inleramerican
Studies and World Affairs 22/1, febrero, 1980, pp. 81-107.
5. En 1987, cuando la diversidad regional empezaba a ser considerada signo de adelanto cultural,
J. O. Melo editó la obra colectiva Historia de Antioquia, que inicialmente circuló en fascículos
semanales del diario El Colombiano con un tiraje cercano a los 100.000 ejemplares y un año
184
después en un libro que agotó la edición. En 1996 Melo reunió a otro grupo de especialistas en los
dos volúmenes de Historia de Medellín. Ambos proyectos fueron auspiciados por Suramericana de
Seguros, una de las empresas del conglomerado industrial y financiero más neo de la región,
conocido como el “sindicato antioqueño”
6. Patricia Londoño, “Bibliografía sobre Medellín producida en los últimos cinco años, 1988-93”,
Estudios Sociales 7, Medellín, junio 1994, pp. 175-192.
7. Neyla Castillo Espitia, Los antiguos pobladores del valle medio del rio Porce. Aproximación inicial desde
el estudio arqueológico del proyecto Porte II, Medellín, Empresas públicas de Medellín y Universidad
de Antioquia, 1998, pp. 94-97.
8. Idem.
9. Aline Helg, “Los intelectuales y la cuestión racial en el decenio de 1920: Colombia entre México
y Argentina”, Estudios Sociales, N° 4, Medellín, marzo 1989, pp. 39-53.
10. Euclides Jaramillo Arango, Los cuentos del picaro Tío Conejo, 3era. ed., Pereira, Universidad del
Quindío, 1941, p. 5. Vale mencionar el artículo “Forasteros y transeúntes en América, siglo XVIII.
El caso de Francisco Fernández de la Fuente” donde Juan Carlos Jurado describe varios ‘vagos’
españoles que hicieron escala en la Provincia de Antioquia al cerrar el siglo XVIII: desheredados
que huían de sus obligaciones y deberes en la metrópoli, y como don Francisco Fernández de la
Fuente, dedicados a las apuestas ilícitas en juegos de naipes y dados, Revista de Indias, Vol. lx, N°
220, septiembre-diciembre, 2000, pp. 651-662.
11. Patricia Londoño Vega, Religion, Culture and Religion in Colombia: Antiqouia and Medellín,
1850-1930, Oxford, Oxford University Press, 2002 (versión en español en Colección Continente
Americano del Fondo de Cultura Económica, filial Colombia, 2004).
12. M. M. Botero, “El desarrollo del sector exportador en Antioquia, 1850-1890”, Tesis de
maestría, Departamento de Historia, Universidad Nacional, Bogotá, 1994.
13. Véase Mary Roldán, A sangre y fuego: La violencia en Antioquia. Colombia 1946-1953, Bogotá,
Instituto Colombiano de Antropología e Historia /Fundación para la Promoción de la Ciencia y la
Tecnología, 2003, sobre todo la Introducción y el capítulo 2, y también su artículo “Violencia,
colonización y la geografía de la diferencia cultural en Colombia”, Análisis Político, 35, Bogotá,
septiembre-diciembre 1998, pp. 3-23.
14. “...a pesar de todo, Antioquia sigue siendo la mata de los curas en Colombia”, La Hoja de
Medellín, N° 7, Medellín, marzo de 1993, pp. 28-31. En 1991 se ordenaron apenas 7 sacerdotes
diocesanos en Antioquia de los 280 ordenados en Colombia. Al año siguiente se ordenaron en
Antioquia 83 de los 312 sacerdotes en todo el país. En 1993 aproximadamente el 30% de los
seminaristas y de los sacerdotes del país corresponden a Antioquia.
15. Darío Jaramillo Agudelo, “Algunos comentarios sobre la cultura antioqueña” Ponencia
(inédita), Simposio Mundo Rural Colombiano, Fundación Antioqueña para los estudios Sociales,
FAES, Medellín, 1981, 5.
16. Mary Roldán, “Cocaíne and the “Miracle” of Modernity in Medellin”, en Cocaine: From “Miracle
” to “Menace”, ed. por P. Gootenberg, Londres, 1999.
17. “Mafioso” para la revista ha Hoja de Medellín, N° 31, Medellín, mayo de 1995, pp. 10.
18. Clara Inés García, “Antioquia en el marco de la guerra y la paz. Transformaciones: de la lógica
de los actores armados”. Controversia 172, CINEP, Bogotá, junio 1998, p. 73.
19. Mesa Bernal, De los judíos en la historia de Colombia, p. 141.
20. Ibidem, p. 95.
21. Ibidem, pp. 99-104.
22. El plan desarrollo Visión Antioquia siglo XXI se propone coordinar esfuerzos para proyectar la
región v conectarla mejor con “la aldea global”. El plan resalta la conexión de Antioquia con el
mundo a través del cultivo del café, el banano de Urabá, los invernaderos con cultivos de flores
en oriente, las setas exportadas a Sur América, Holanda y Estados Unidos. Menciona también las
clínicas y hospitales de Medellín que venden servicios de cirugías de alta complejidad a pacientes
185
de Centro América y del Caribe. Remata con un inventario de grandes obras para fortalecer estos
intercambios, tales como la hidroléctrica de Ituango / Pescadero para exportar energía a
Venezuela y Centro América, el puerto en Urabá, y la ferrovía desde Urabá hasta el Pacífico
chocoano. Véase la separata: “Antioquia. Los paisas hacia el 2000”, Semana, diciembre, 1999.
23. 1903: Liga Patriótica encabezada por Fidel Cano y Marceliano Vélez; 1924 Liga Patriótica por
Colombia y por Antioquia, presidida por Carlos E. Restrepo; 1929 Comité Cívico Nacional, con
colaboración del gobernador, Camilo C. Restrepo, Gonzalo Mejía, Fernando Gómez Martínez y
Ricardo Olano, este último, promotor de la carretera al mar; 1938, Junta descentralizadora; 1963,
Junta Patriótica de Antioquia, Presidida por Alberto Jaramillo Sánchez; 1968, Comisión Cívica,
Decretada por el gobernador; 1968, Junta Pro defensa de los Intereses de Antioquia, Presidida por
Samuel Syro.
En febrero de 2000 el Grupo de Estudios Constitucionales del Colegio de Altos Estudios de
Quirama, con sede en Rionegro, Antioquia, después de años de trabajo publicó el libro
Anteproyecto de Constitución Federal para Colombia. Simultáneamente un representante conservador
antioqueño y un senador liberal risaraldense presentaron un proyecto de acto legislativo para
convertir a Colombia en una república federal. Semana, Bogotá, abril 24, 2000, pp. 30-31.
24. Medellín, Editorial Bedout, 1962.
25. Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1988.
26. Bogotá, Editorial Planeta, tercera edición, 1997 (edición original, 1996).
27. Según el artículo “Strong Amerind/White Sex Bias and a possible Sephardic Contribution
among the Founders of a Population in Northwest Colombia” escrito por un grupo
interdisciplinario en medicina, genética e historia del Imperial College (Londres) y de la
Universidad de Antioquia (Medellín), las evidencias genéticas corroboran el relativo aislamiento
en que creció desde el siglo XVI hasta mediados del XVIII la población asentada en lo que
actualmente es el departamento de Antioquia. Tal característica hace que hoy resulte útil a los
investigadores interesados en realizar los seguimientos o mapeos genéticos (genetic mapping of
complex traits) a los que recurre la medicina moderna para identificar genes involucrados en
enfermedades hereditarias, como el Alzheimer temprano y el Parkinson juvenil. Véase American
Journal of Human Genetics, N° 67, noviembre 2000).
28. Twinam, “From Jew to Basque. Ethnic Myths and Antioqueño Entrepreneurship”, Journal of
Interamerican Studies and World Affairs 22/1, febrero, 1980, pp. 81 -107.
29. Mesa Bernal, De los judios en la historia de Colombia, pp. 116-136.
30. “Es difícil que se encuentre otra región con tantos nombres bíblicos y orientales como la
Montaña. Allí han sido frecuentes en los patronímicos y en los topónimos, o para denominar
fincas campestres o haciendas agrícolas. Personajes, entre ellos, Marco Fidel Suárez. Eduardo
Zuleta y Eduardo Santa, han escrito sobre el tema. Véase Mesa Bernal, De los judíos en la historia de
Colombia, pp. 201-213.
31. Véase Boletín de la Academia Colombiana, Tomo XLI, N° 174, Bogotá, octubre-noviembre 1991, pp.
5-29.
32. Bogotá, Fundación Guberek, Vol. 2, pp. 150-151.
33. Luis Fernando Molina Londoño, “La escuela. Los colombianos aprendieron en la isla de
Jamaica a ser negociantes”, La Nota Económica, 68, Bogotá, agosto-septiembre, 2001, pp. 86-87.
34. Tesis de grado, Magister en Historia de Colombia, Universidad Nacional de Colombia (sede
Medellín), 2001, p. 393.
35. “Whitening the Region: Caucano Mediation and “Antioqueño Colonization” in Nineteenth-
Century Colombia”, Hispanic American Historica! Review, 79, 4 de noviembre, 1999, pp. 631-655.
36. Medellín, Colección Clío, Editorial Universidad de Antioquia, 2000.
37. Claudia Steiner, Imaginación y poder: el encuentro del interior con la costa en Urabá. 1900-1960, p.
XVII.
186
38. En 1969, Pablo Escobar, más tarde |efe del Cartel de Medellín, perdió por segunda vez el sexto
de bachillerato. Decidió sacarle partido a una rentable actividad que había descubierto meses
atrás profanando tumbas en Envigado: exportar lápidas de contrabando a Panamá. En Turbo se
asoció con James Maya Espinosa, dueño de un pequeño barco que usaba para traer cigarrillos,
electrodomésticos y ropa americana de contrabando desde Panamá. De regreso surcaba el golfo
de Urabá cargado de loza, telas y lápidas. (Luis Cañón M., El patrón: vida y muerte de Pablo Escobar,
Planeta, Bogotá, 1994, pp. 51-52.
39. Peter Wade en Gente negra, nación mestiza: dinámicas de las identidades raciales en Colombia,
Bogotá, 1997 documenta la conflictiva relación de los antioqueños en la segunda mitad del siglo
XX con los chocoanos emigrados a Medellín. La tesis de maestría en Historia de Orián Jiménez “El
Chocó: vida negra, vida libre y vida parda, siglos XVII y XVIII”, presentada en mayo, 2000 a la
Universidad Nacional, sede Medellín, muestra que los antioqueños emprendieron una conquista
tardía de extensos territorios en el Chocó. Fundaron una serie de pueblos de indios a lo largo del
río Atrato, introdujeron cuadrillas de esclavos a la región y redujeron a la fuerza a los pobladores
de la región. Mantuvieron una preeminencia en la minería y el comercio en esta parte del Chocó
que se prolongó hasta el siglo XIX.
40. Gwen Dagny, Jensen de Rosenberg, “Laura Montoya Upeguí, mujer, maestra, misionera”,
monografía de grado, Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes, Bogotá, 1997;
María Patricia Castro Hernández, “Las comunidades religiosas femeninas en Antioquia,
1876-1940”, tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2001;Juan
Felipe Córdoba Restrepo, “Las comunidades religiosas masculinas en Antioquia 1885-1950”, tesis
de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2001; Patricia Londoño
Vega, Religion, Culture and Religion in Colombia: Antiqouia and Medellín, 1850-1930, Oxford, Oxford
University Press, 2002.
41. Severino de Santa Teresa, Creencias, ritos y costumbres de ¡os indios catíos de la Prefectura
Apostólica de Viraba, Bogotá, 1924.
42. Aída Gálvez Abadía, “Medio ambiente y padecimiento: Los misioneros españoles en la selva
del Urabá colombiano, 1918-1945”, Quinto Congreso de Geografía América Latina/ España, Sevilla,
Universidad de Sevilla, 11-13 de noviembre de 1999.
43. Aída Gálvez Abadía, “La imposición del matrimonio católico en la Prefectura Apostólica de
Urabá, Colombia, 1918-1941”, trabajo presentado al Doctorado en Antropología de la Medicina,
Tarragona, Departamento de Antropología Social y Filosofía, Universitat Rovira i Virgili, 1999.
44. Veáse Cecilia Henríquez, Imperio y ocaso del Sagrado Corazón de Jesús en Colombia. Un estudio
histórico simbólico, Bogotá, Cinep, 1997.
45. Veáse por ejemplo, el conocido texto de Jaime Jaramillo Unbe, El pensamiento colombiano en el
siglo XIX, Bogotá, 1964; y los escritos más recientes de Frédéric Martínez: “Representación de
Europa y discurso nacionalista en los relatos de via)es colombianos, 1850-1900”, en Wars. Parties
and Nationalism: Essays on the Politics and Society of Nineteenth-Century Eatin America. editado por
Eduardo Posada, Carbó. Institute of Latín American Studies, Universidad de Londres, 1995, pp.
55-70 y “En los orígenes del nacionalismo colombiano: europeísmo e ideología nacional en
Samper, Núñez y Holguín (1861-1894) en Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXXII, N° 39, Banco de
la República, Bogotá, 1995 (editado en 1996), pp. 27-60. Martínez dedica una sección del capítulo 9
de El nacionalismo cosmopolita: La referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900 a
las importación de las congregaciones religiosas europeas (Bogotá, Banco de la República/
Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001).
46. 2 Vol., Bogotá, Banco de la República, 1990.
47. Aline Helg, La educación en Colombia 1918-1957: una historia social, económica y política. Cerec,
82.
48. Véase nota número 1 del presente artículo.
187
AUTOR
PATRICIA LONDOÑO VEGA
Departamento de Historia, Universidad de Antioquia (Colombia)
188
INTRODUCCIÓN
1 Entre las múltiples diferencias que caracterizan las historias nacionales de Colombia y
Venezuela, la relación al pasado, no es, ciertamente, la menor. La meta de este trabajo
es esbozar unas pistas de reflexión comparativa acerca de la manera cómo se vinieron
diferenciando los relatos nacionales y la representación de un pasado nacional en
ambos países. Parte de mi propósito es revalorar el estudio de la segunda mitad del
siglo XIX como un período esencial para entender esta bifurcación en la representación
de los pasados respectivos de las dos repúblicas hermanas. Por fin, busco poner de
relieve la manera como estas construcciones divergentes de los relatos nacionales
determinaron representaciones de la nación muy distintas, que a su vez influyeron en
el proceso de diferenciación de las dos naciones, inicialmente unidas en el seno de la
República de Colombia.
EL GUZMANATO Y LA REGENERACIÓN
23 El momento de las respectivas consolidaciones del Gobierno Central después de la fase
—síncrona en los dos países— de los conflictos del federalismo liberal es efectivamente
un momento en que las representaciones de la nación, basadas hasta entonces en un
discurso común de republicanismo liberal triunfante, se separan. Las diversas
modalidades de salida del caos que engendró en ambos países, en la década de 1860, el
federalismo liberal constituye sin duda una de las claves de la comprensión de por qué
las dos naciones surgidas en 1830 de las cenizas de la República de Colombia
desarrollaron mitologías del pasado tan distintas.
24 El relativo éxito de la empresa centralizadora de Guzmán Blanco, y el fracaso del
intento, comparable en sus intenciones centralizadoras, de los radicales colombianos
en los años setenta, seguido por la supresión del federalismo en Colombia por los
gobiernos de la Regeneración marcaría rumbos profundamente distintos en el proceso
de construcción nacional, y por ende, en la representación de la nación y del pasado
nacional. Al mismo tiempo, la renovación política de los años 1870 y 1880 engendra una
curiosidad renovada entre los dos países.
25 El federalismo liberal lleva al extremo el discurso de la superioridad republicana; la
coexistencia de este discurso con prácticas políticas netamente disgregadoras de la
unidad nacional lleva a una reacción en ambos países en contra del exagerado poder de
los caudillos liberales. Mientras Guzmán Blanco verá en la imagen de Bolívar un
símbolo de la fuerza del poder central en contra de las fuerzas disgregadoras de la
federación, los liberales colombianos no logran imponer la figura de un centralismo
liberal, aunque muchos de ellos, a partir de finales de los años 1860, se hayan dado
194
cuenta del impasse del federalismo liberal. Pero el intento, por parte de los radicales
colombianos, de imponer el poder de la Unión a través de la reforma educativa, los
llevará a enfrentarse prematuramente con un conservatismo que se venía
reconstituyendo alrededor de una estrategia de reconstitución del poder social del
clero.
26 Numerosos liberales colombianos, obviamente, soñaron con el ejemplo de Guzmán
Blanco, en tanto poder centralizador liberal y anticlerical, sin creerlo necesariamente
aplicable al contexto colombiano. De hecho, el conflicto frontal con el clero,
desencadenado por la resistencia de los conservadores colombianos y las sociabilidades
católicas y caritativas a la reforma educativa de los años 1870, llevaría al derrumbe del
poder liberal, a pesar de su temporal victoria en el conflicto civil de 1876-1877. El
fracaso de la reforma educativa liberal, que intentaba imponer una educación
obligatoria y laica inspirada por el modelo prusiano, y cuya realización se delegó
efectivamente a maestros prusianos contratados en Berlín con ese propósito, significó
también que el movimiento de reconcentración del poder político en contra de los
poderes regionales y de los caudillos, no se llevaría bajo la batuta liberal, sino por una
alianza entre conservadores y liberales disidentes: la Regeneración, llevada, a partir de
1880, por Rafael Núñez.
30 Venezuela se presenta entonces como un modelo atractivo para los liberales: no sólo de
una modernidad material indiscutible que goza de una admiración unánime por parte
de liberales y conservadores, sino, además como un modelo de Estado fuerte liberal: el
prestigio de Guzmán Blanco se debe entonces al hecho de que es visto como un
dirigente liberal exitoso en su ambición de imponer orden tanto a las tendencias
disgregadoras del caudillismo como a las tendencias “teocráticas” del clero.
31 Así, el autoritarismo liberal de Guzmán Blanco constituye un ejemplo encomiable para
los liberales colombianos, incluso si algunos entre los liberales tienden a ver con poca
simpatía el excesivo culto a la personalidad que rodea al ilustre americano, como a la
excesiva concentración del poder en sus manos, que se compagina muy poco con la
tradición civilista del liberalismo colombiano. Pero la percepción de que, con
modalidades distintas, el proyecto de Guzmán participa de una misma inspiración que
el de los radicales colombianos tiende a revestirlo de cierta simpatía a sus ojos.
32 Además, sus indiscutibles logros en el sentido de la restauración del poder central –a
punta de una práctica política ella sí muy discutible– hace, en un momento en que el
balancín político internacional vuelve a dar prestigio al centralismo, que se recubra del
prestigio de una recentralización política que los liberales colombianos no han logrado
manejar con éxito.
33 El guzmancismo ofrece efectivamente una versión criolla y por lo tanto cercana y
asequible de los posibles logros de la consolidación de un poder central, aunque sea
conservando una forma federal. En breve, una fórmula política que parece alcanzable.
No deja de llamar la atención que el programa de Núñez a finales de la década de 1870
se titulara “Regeneración”, pocos años después de que el Congreso venezolano otorgara
a Guzmán Blanco el título de “Ilustre Americano Regenerador de Venezuela”. O que la
costumbre de alternar períodos en el poder y períodos alejado del centro de la política
nacional (Cartagena para Núñez, París para Guzmán) se convirtiera en práctica
establecida en ambos países, como lo observara en 1886, agregando consideraciones
dudosas sobre el genio de las razas latinas, un diplomático francés en misión en
Colombia:
Yo me inclino a creer que él [Núñez] querrá ensayar la alternancia de estadías en el
extranjero con el ejercicio de la función presidencial puesto que el ejemplo del éxito
conseguido así por Guzmán Blanco parece haber generado una fuerte impresión en
todos los personajes preponderantes de las repúblicas hispanoamericanas, y el
genio de las razas a las que pertenecen es esencialmente imitador 12.
34 A pesar de la admiración que sienten por los logros de la modernidad guzmancista, los
conservadores colombianos censuran menos su crítica de las tendencias despóticas,
ególatras y vehementemente anticlericales de Guzmán.
35 Los Ilustres, páginas para la historia de Venezuela, publicado en Bogotá en 1884, constituye
seguramente el más intenso de los panfletos anti-guzmancista jamás redactado por una
pluma conservadora colombiana. Su autor, Manuel Briceño, es un joven político
conservador colombiano, de ascendencia venezolana, cuyo abuelo Manuel Ignacio había
sido degollado en Puerto Cabello en 1813 en presencia del abuelo de Guzmán Blanco,
apodado en el libro “el carcelero de Puerto Cabello”. Valiéndose de su sangre prócer
frente a un Guzmán Blanco de dudosa ascendencia realista, Briceño justifica por esta
“deuda de sangre” su violencia de tono para con aquél que denomina el “tiranuelo de
Venezuela” y que observa de cerca durante su viaje a Caracas en 1883 para representar
196
en las conmemoraciones del Centenario del natalicio del Libertador, la Prensa Asociada
de Colombia y el Estado de Cundinamarca.
36 Briceño denuncia, en las páginas de su libro, la política anticlerical de Guzmán, su
poder absoluto, el peculado y la corrupción que caracterizan su régimen, el culto de la
personalidad, y por fin la preeminencia dada al culto a sí mismo por encima del culto a
los próceres.
Venezuela tiene la más gloriosa historia y los nombres de sus hijos pueden
parangonarse con los más ilustres de todos los tiempos. Sin embargo, sólo un
nombre se ve inscrito por todas partes, sólo un nombre recibe los aplausos y es
digno de pasar a la posteridad –el nombre de su verdugo–. Al encontrar las estatuas,
las inscripciones, los monumentos que se ha hecho levantar Guzmán en todos los
pueblos, se pregunta el extranjero americano si aquello es obra de un pueblo
democrático, si es la obra de la altiva Venezuela, y se convence con tristeza de que
en la patria de los héroes hay un grupo de hombres degenerados que se complacen
en la humillación, y que la antigua altivez sólo se anida en unos pocos 13.
37 Después de haber hecho un recuento de las estatuas, monumentos, retratos y bustos
erigidos por Guzmán Blanco en homenaje a su propia persona, Briceño agrega:
A esto lo ha llamado Guzmán Blanco la gratitud nacional, y entretanto los fundadores
de la República yacen en completo olvido. No hay un monumento que recuerde a
Páez, el Aquiles del Apure, a Rivas, el héroe de La Victoria, a Sucre, el vencedor en
Ayacucho, a Cedeño, a Zaraza, a Freites, a Bermúdez, a Arismendi, a Urdaneta, a
Anzoátegui, a Briceño Méndez, a Brión, a Plaza, a Marino, a Montilla, a Soublette, a
mil más, fundadores de la República, dignos de los honores de la posteridad, de la
admiración de los siglos. No hay un recuerdo para Ricaurte, y no se encuentra una
losa que indique el sitio donde fue enterrado el corazón del generoso Girardot...
Pobre Venezuela, la patria de los héroes, convertida en el escabel de un héroe de
comedia!14.
38 En efecto, nos explica Briceño, el culto a los héroes no logra, en Venezuela, disimular
del todo el personalismo desaforado del dirigente de turno:
A lo menos, se dice el viajero, en los templos podrán evocarse los recuerdos de
aquella generación de héroes y de mártires que tan luminosa huella ha dejado en la
historia: vamos a un templo... y penetra por la ancha puerta del de Santa Teresa, y
al levantar los ojos a la elevada cúpula ve a Guzmán Blanco disfrazado de San Pablo,
el pie desnudo y la espada en la mano15.
concepción moral16.
Las brillantes iniciativas de Venezuela en cuanto fueron las empresas de guerra y de
la política durante la magna lucha, han tenido su luminosa proyección en el campo
de la literatura histórica: el hecho heroico inspira la idea heroica y la fórmula
insuperable de su expresión. La materia ha sido tan rica y tan fecundantes los
manantiales de inspiración que, si exceptuamos a Bello y a Cecilio Acosta, puede
decirse que no ha habido escritor venezolano que no haya esculpido su nombre, con
relieve más o menos alto, en el mármol y el bronce del templo de la severa Clío, que
aquí se impone a nuestro espíritu con la majestad y el prestigio de un panteón
nacional17.
40 El modelo venezolano de culto a los héroes nacionales, resaltaba en contraste, en
palabras de Torres, “... la pobreza de nuestra literatura histórica” y la necesidad de
organizar en Colombia un culto a los héroes patrios digno de este nombre.
Allá, en la Nueva Granada, por las mismas causas de herencia, medio y momento, ha
sido el régimen teocrático el único resorte eficaz que mantiene el orden, el apoyo
más poderoso con que cuenta el Estado: el único poder unificador. La historia de
Colombia comprueba que cuando el radicalismo inconsciente trató de arruinar ese
poder conservador, se desató sobre aquella tierra la más espantosa anarquía, el
desorden más absoluto, confesado y lamentado por los hombres más eminentes del
partido Liberal; y sólo pudo volver a su marcha ordenada cuando el doctor Núñez
reaccionó en favor de aquel poder, representado por el arzobispo de Bogotá, que
constituía, entonces, en medio del desastre, la única cabeza visible de la unidad
nacional22.
52 Y agrega: “Allí el dogmatismo político se confunde con el dogmatismo religioso” 23.
53 Vallenilla es consciente que el “cesarismo teocrático”, lejos de ser un régimen
intrínsecamente ligado a la naturaleza del pueblo colombiano, es un injerto
relativamente reciente, una fórmula política concebida por un político de formación
intelectual liberal, laica y positivista para ganar el apoyo de los conservadores y
establecer con ellos un poder central del Estado apoyado sobre las redes católicas que
aquellos habían organizado como principal forma de resistencia al poder radical.
Vallenilla entiende perfectamente que la política decimonónica fue dominada en
Colombia por los liberales: “Desgraciadamente la educación católica de los colombianos
les impide todavía seguir las huellas de Samper o de Rafael Núñez” 24, y habla de“... el
Cesarismo teocrático implantado por el doctor Núñez” y de “... la Iglesia Católica como
el más poderoso y eficaz fundamento del orden social”25. Advierte claramente la
dimensión “reconstruida” y “funcional” de cierta ideología conservadora del Estado
colombiano.
54 Sin embargo, Vallenilla se desliza lentamente, ávido de grandes explicaciones fundadas
sobre el determinismo geográfico, étnico y social, hacia generalizaciones que asientan
la idea de una Colombia entregada sin freno al tradicionalismo: “Los instintos políticos
del pueblo colombiano son teocráticos”26. En vez de ver el orden supuestamente
teocrático de Colombia (la “teocracia” es el viejo espantajo liberal que apunta a
desacreditar a los conservadores) como una implantación reciente y “exitosa” en vista
a los objetivos que se impuso el régimen de la Regeneración, se deja tentar por la idea
de que este orden político surge de los instintos teocráticos del pueblo colombiano, de
los cuales es la encarnación más acabada. En eso, Vallenilla contribuye a la aparición y a
la difusión, en Venezuela, del mito del tradicionalismo colombiano.
crear valores nacionales”28. “La más elocuente lección al respecto me la dieron las
numerosas estatuas y bustos que decoran parques, plazas y plazuelas de las distintas
ciudades de Colombia”. A continuación explica cómo coexisten en Bogotá, por encima
del espíritu partidista, bustos y estatuas de dirigentes políticos opuestos durante su
vida, pero reunidos en la estatuaria patriótica y ensalza la “... convivencia póstuma de
los valores antiguos”, ya que “... en plazas y rincones vemos honradas las figuras más
contradictorias: Miguel Antonio Caro, Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Julio
Arboleda. Las futuras generaciones seguramente miren, en sitios tal vez vecinos, los
bronces de Darío Echandía y de Laureano Gómez”29.
56 Esa mezcla, en las calles de la ciudad, de figuras históricas opuestas revela, según
Briceño Iragorry, una visión de conjunto de su pasado nacional, en una palabra, un
patriotismo más sólido que en Venezuela:
Como contraste venezolano a esta actitud comprensiva de los colombianos –tanto
más laudable cuanto en el sustrato social del país vecino se mueve una barbarie
destructiva que supera la nuestra30–, en Caracas no se ha podido honrar aún la
vigorosa memoria de Guzmán Blanco, disímil y falto de lógica en muchos de sus
actos, pero de balance favorable para los intereses del país. No se ha logrado ni
trasladar sus cenizas al Panteón Nacional. Expatriado aún por los odios de la
política, diríase que duerme su exilio en el Cementerio de Passy 31.
CONCLUSIÓN
78 En Venezuela, el proyecto político republicano demuestra una fuerte capacidad para
integrar todas las vertientes de la representación de la nación. El pasado prehispánico,
como luego el mestizaje se integran al discurso nacional, que revive y capta estas
"nuevas" representaciones de la nación en el cauce del discurso sobre la nación heroica
primero, y más tarde en el siglo, sobre la nación democrática.
79 De allí esta casi ausencia de tentación “culturalista” en Venezuela. A pesar de su larga
travesía por las dictaduras en el siglo XX, Venezuela no deja de ser una nación cívica, o
sea una nación que se define por valores políticos (el bravo pueblo, el heroísmo, y
mucho más tarde, la democracia) y no por valores culturales. El pasado es republicano,
parece decirnos Guaicaipuro con motivo de su recién y simbólica entrada al Panteón
Nacional; la nación abigarrada, más que portadora de fragmentación cultural, es
portadora de democracia.
80 Cabe por lo tanto destacar la fuerza centrífuga del mito republicano en Venezuela, un
mito cívico que logra agregar progresivamente todos los pedazos dispersos de la
nación.
81 En Colombia al contrario, la tardía permanencia del mito hispanista forjado por la
Regeneración (como la atestigua el “Viva España” lanzado por el presidente Guillermo
León Valencia en 1967 con motivo de la visita del general De Gaulle a Bogotá) impide la
creación de un mito nacional capaz de agregar y de asimilar los distintos componentes
de la nación. El hispanismo regeneracionista, a pesar de su asombrosa longevidad,
205
NOTAS
1. Supuestamente, porque la patria del “civilismo” no logra deshacerse de un conflicto interno
que lleva más de cincuenta años, mientras la patria del “bravo pueblo” vive en una asombrosa
paz interior que dura desde 1903. Véase “1903: estalla la paz” en Manuel Caballero, Las crisis cíe la
Venezuela contemporánea. Caracas. Monte Avila Editores, 1998.
2. Véase en particular Fernand Braudel, Le modele italien. Pans, Arthaud, 1989, Anne-Marie
Thiesse, La création des identités nationales, Europe XVIIIe-XXe siècle, Paris, Seuil, 1999. Jean-Frédéric
Schaub, La France Espagnole, Les racines hispaniques de l’absolutisme français, Pans, Seuil, 2003.
3. Véase Annick Lempérière, Georges Lomné, Frédéric Martínez, Denis Rolland, L’Amérique latine
et les modèles européens, Paris, L’Harmattan, 1998. Sobre Colombia, véase Frédéric Martínez, El
nacionalismo cosmopolita. La referencia a Europa en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900,
Bogotá, Banco de la República-Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001.
4. La expresión es de François-Xavier Guerra.
5. Carta de Simón Bolívar a su tío Esteban, Cusco, 10 de julio de 1825 en Escritos del Libertador, III.
Documentos Particulares, Caracas, Sociedad Bolivariana de Venezuela, Cuatricentenario de la
ciudad de Caracas, 1967, documento 160, pp. 29-31.
6. Germán Carrera Damas, El culto a Bolívar, Esbozo para un estudio de la historia de ¡as ideas en
Venezuela, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1973.
7. François-Xavier Guerra, “La identidad republicana en la época de la Independencia”, en
Gonzalo Sánchez Gómez & María Emma Wills Obregón (compiladores). Museo, memoria y nación,
misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, Bogotá, Museo Nacional de Colombia,
2000, p. 255.
8. “Las ideologías nacionalistas construidas con formas simbólicas extraídas de tradiciones
locales –es decir, que son esencialistas– tienden, como los idiomas vernáculos, a ser
psicológicamente aptas pero socialmente aislantes; las ideologías construidas con formas propias
del movimiento general de la historia contemporánea –es decir, que son epocalistas– tienden
como las lenguas francas, a ser socialmente desprovincializantes, pero psicológicamente
forzadas”. “Después de la revolución: el destino del nacionalismo en los nuevos estados” en C.
Geertz, La interpretación lie las culturas. Barcelona, Gedisa, 1987, p. 209.
9. Idem.
10. Véase Mónica Quijada, “¿Qué nación? Dinámicos y dicotomías de la nación en el imaginario
hispanoamericano del siglo XIX”, en Imaginar la Nación. Cuadernos de Historia Latinoamericana,
Revista AHILA, N° 2, 1994.
11. Ramón Gómez, Apuntes de viaje, Bogotá, Imprenta de Gaitán, 1880, p. 13.
12. Carta del Cónsul de Francia, Daloz, al Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Bogotá,
II.IV.1886., citada en L. C. Ortiz, La correspondance politique des diplomates français en Colombie,
1860-1903. Tesis de Doctorado, Université de París I, 1989.
13. Manuel Briceño, Los Ilustres. Páginas para la Historia de Venezuela, Bogotá, Imprenta de Silvestre
y Compañía, 1884, p. 229.
14. Ibidem, pp. 124-125.
15. Ibidem, p. 230.
16. C. A. Torres, “Discurso de Recepción en la Academia Colombiana, 10 de julio de 1910”, citado
en J. G. Cobo Borda (ed.), Colombia Venezuela. Historia Intelectual, Bogotá, Biblioteca Familiar
Presidencia de la República, 1997, p. 185.
17. Ibidem, p. 176.
18. J. M. Vergara y Vergara, Cuestión Española. Cartas dirijidas al doctor M. Murillo. Bogotá, Imprenta
de la Nación, 1859, p. 3.
207
AUTOR
FRÉDÉRIC MARTÍNEZ
Institut des Hautes Etudes de l’Amérique Latine, Universidad de Marne-la-Vallée (Francia)
208
INTRODUCCIÓN
1 La publicación de Cesarismo democrático en 1919 provocó en Colombia airadas
reacciones, casi de inmediato. Allí las críticas quizá más destacadas a la obra clásica de
Laureano Vallenilla Lanz provinieron de figuras de los dos partidos tradicionales,
quienes más tarde llegarían a la presidencia de la República: el liberal Eduardo Santos y
el conservador Laureano Gómez. “Inescrupuloso apologista y filósofo de la Dictadura”,
llamó este último al sociólogo venezolano. Santos también dirigió lo que Vallenilla Lanz
consideró “una diatriba muy poco velada contra el actual régimen político de
Venezuela”1.
2 Ni Gómez ni Santos, sin embargo, reaccionaron en efecto frente a la obra por lo que allí
se decía sobre Venezuela, aunque se refirieran a la visión que se ofrecía sobre la
personalidad de esa nación. Sus críticas se originaron en las apreciaciones que
Vallenilla Lanz hizo sobre la política colombiana. ¿Qué decía entonces sobre Colombia
el estudio “sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela”? ¿Por
qué fueron recibidas sus observaciones con tanta furia? ¿Y hasta qué punto la imagen
de Colombia presentada por Vallenilla Lanz en Cesarismo democrático contribuyó a la
mitología política que los venezolanos se forjarían de su país vecino?
3 Este ensayo intenta ofrecer una respuesta aproximada a estos interrogantes. A
continuación, tras un breve resumen de las tesis centrales de la obra de Vallenilla Lanz,
examino cómo se describió en sus páginas la política colombiana. Paso seguido, analizo
las reacciones del país vecino, en particular las respuestas de Eduardo Santos. El trabajo
concluye con una serie de reflexiones sobre las fuentes colombianas de Vallenilla Lanz,
el contexto intelectual que marcó su polémica con Santos, y la perseverancia de las
percepciones de cada país sobre su vecino, convertidas en recíprocas mitologías
políticas, aunque disímiles y hasta contradictorias.
209
LA RESPUESTA COLOMBIANA
22 Algunas de las ideas de Vallenilla Lanz fueron recibidas con cierta simpatía en algunos
medios colombianos. En efecto, en la primera edición del libro, Cesarismo democrático
adoptó como prólogo un artículo del colombiano Antonio Gómez Restrepo que había
aparecido en el periódico de Bogotá El Nuevo Tiempo. Allí Gómez Restrepo elogiaba tanto
las cualidades eruditas y literarias del sociólogo venezolano como su interpretación de
las guerras de Independencia y de la figura de Bolívar.
23 Eduardo Santos también reconoció el talento intelectual de Vallenilla pero se distanció
en forma drástica de sus ideas. Su polémica con el autor de Cesarismo democrático se
originó en su reseña crítica, publicada en El Tiempo el 9 de julio de 1920, y se extendió
con dos artículos adicionales que publicó a fines de diciembre del mismo año 25.
24 En su primer artículo, Santos argumentó contra el sistema de gobierno sugerido por
Vallenilla Lanz a partir del epígrafe de Renán con que se abría el libro que, según el
publicista colombiano, marcaba el alcance que se le quería dar a la obra. Renán,
recordaba Santos, había hecho.“el férvido elogio del buen tirano”: “Según él, ninguna
forma de gobierno sería superior a la de una democracia gobernada por un solo
hombre”26. El tipo de gobernante defendido por Vallenilla Lanz, el “César democrático”
no era entonces sino “un remedo del buen tirano de Renán”.
25 La tesis sostenida por Vallenilla Lanz no podía separarse “del lugar y la época en que el
libro fue escrito”. Así, aunque el autor no lo dijera expresamente, el sistema allí
defendido culminaba “en el César actual que preside desde Maracay los destinos de
Venezuela” —Juan Vicente Gómez— A los postulados de Vallenilla Lanz, Santos
enfrentó tres breves objeciones.
26 En primer lugar, consideró inoportuno que se hiciese la “apología del cesarismo
americano, cuando sobre el Continente no queda ya sino un César; derribado como fue
Estrada Cabrera”. En segundo lugar, señalaba la paradoja que surgía de uno de los
argumentos de Vallenilla Lanz: al justificar la necesidad del cesarismo por “la altivez e
insumisión del pueblo”, parecería sugerirse que los gobiernos constitucionales no
213
fuesen posibles sino con gentes sumisas: “los pueblos altivos necesitan tiranos...
Paradoja inofensiva y absurda, que sería cruel comentar”.
Su tercera y última objeción buscaba separar las teorías de Vallenilla Lanz de la
realidad colombiana: aquellas podían quizá aplicarse a “la Venezuela oficial”, o a
“otros pueblos”, pero no a Colombia, donde los “fundadores de la nacionalidad” se
habían apresurado “a sustituir el prestigio personal del caudillo, con el prestigio
impersonal de la ley”. Al amparo de esa ley, el país progresaba lentamente,
pobres..., pero orgullosamente libres... sin Césares, ni caudillos a quienes ensalzar o
temer, gozando de todas las garantías y de todos los derechos, sin que sobre nuestra
cabeza haya otra autoridad que la de la ley, igual para todos 27.
27 Las alusiones a Colombia fueron más concretas en sus dos respuestas siguientes. Santos
rechazó expresamente en ellas la visión que del régimen político colombiano ofrecía
Vallenilla Lanz. Colombia no era una “teocracia”. Si había existido un modelo en el
continente cercano a una “dictadura clerical”, éste podría encontrarse en el Ecuador de
Gabriel García Moreno. Colombia no experimentó nada semejante.
28 A Santos le parecía “indemostrable” la sugerencia de Vallenilla Lanz de que el régimen
teocratico habría sido impuesto en Colombia por “el medio geográfico”. La historia
tampoco favorecía tal interpretación: “...en vano se buscaría antes de 1885 un régimen
teocrático, o su sombra siquiera, entre nosotros”. Lo que había ocurrido después de
1885 era una reacción contra las prácticas radicales que Santos, como Vallenilla,
encontraba así mismo desafortunadas, “...por decir lo menos, prematuras y excesivas”.
Esa reacción, reconocía, había ido muy lejos, “con deplorable intensidad”, pero no
alcanzaba a conferirle al régimen un carácter “teocrático”.
29 Santos reconocía que el clero sí ejercía influencia, influencia ciertamente excesiva, pero
ello no constituía una “tiranía”:
Aquí nunca se ha impedido a nadie expresar sus ideas en materias religiosas... un
periodista puede aquí expresar, sin el menor peligro, ideas abiertamente heroicas;
podrá ser excomulgado, pero eso no puede preocupar a quien con aquellas ideas se
ha colocado deliberadamente fuera de la Iglesia28
30 Los ataques del clero ofrecían oportunidades a sus contrincantes, como que “los diarios
censurados o combatidos por el clero son los que mayor prosperidad conocen”. Santos
ofrecía además ejemplos de representantes elegidos en el Congreso en contra de la
opinión del clero: Anselmo Gaitán, Enrique Santos, Tirado Macías. Por supuesto que
existían estrechas relaciones entre el partido conservador y la Iglesia, pero era
necesario advertir que tal relación no era exclusiva de los conservadores colombianos.
31 Santos tampoco aceptaba la visión que ofrecía Vallenilla Lanz de Colombia como una
sociedad hermética, sin oportunidades para la movilidad social. “En todos los campos”,
señalaba, “se hallarán (allí) hombres que han triunfado por su solo esfuerzo, por sus
méritos propios,... hijos de sus obras y de sus merecimientos”, aunque no le parecía
“delicado” citar nombres. En contraposición al retrato “cerrado” de Vallenilla, Santos
pintaba una sociedad meritocrática en exceso: “...si existe algún país en donde estén
todos los caminos abiertos al mérito y a la capacidad, es Colombia”. Según Santos, un
“hijo del pueblo” en Colombia podría “aspirar a lo más alto, si lo busca por los caminos
de la inteligencia, del saber, de la probidad, del carácter” 29. En la “carrera hacia el
porvenir”, eran “esos señoritos de buena familia” los que solían quedar “retrasados y
vencidos”; los “pomposos nombres de viejos linajes” tendían a caer en el olvido.
32 Al igual que Vallenilla, Santos recurrió al contraste para resaltar los que él consideraba
como valores del ser colombiano. El contraste parecía hacerse frente a la experiencia
214
que los habitantes de cada nación tienen de la otra sobre sus respectivos pasados” 42. En
cualquier caso, importa concluir estas reflexiones con una advertencia sobre el lenguaje
absolutista que sirve para proyectar estas mutuamente contrapuestas mitologías
políticas. Tal lenguaje sin matices sobre el predominio de las oligarquías o los caudillos
populares, las tiranías o las libertades, la nivelación o la sumisión del pueblo, esconde
negaciones recíprocas de los valores republicanos, democrático-liberales que merecen
ser examinados desapasionadamente por las historias modernas de Colombia y
Venezuela.
NOTAS
1. Laureano Valenilla Lanz, Cesarismo democrático, Caracas, Tipografía Garrido, 1961, p. 213.
2. El primero de ellos, “Fue una guerra civil”, estaba basado en una conferencia dictada en el
Instituto Nacional de Bellas Artes en Caracas en 1911, y en fragmentos publicados en la revista
Alma Venezolana. El libro apareció por primera vez publicado en 1919, por la Empresa El Cojo, bajo
el título completo de Cesarismo democrático. Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución
efectiva de Venezuela. Seguirían otras cinco ediciones en castellano: en 1929, 1952, 1961, 1983 y
1991; y dos en lenguas extranjeras, francés, en 1925, e italiano, en 1934. Para este ensayo he
consultado todas las ediciones en castellano. A menos que se exprese lo contrario, las citas de
Vallenilla provienen de la primera edición, Caracas, El Cojo, 1919.
3. Vallenilla estaba familiarizado con la obra de Caro, aunque no hay citas directas a Caro en
dicho ensayo en particular. Sin embargo, en el ensayo posterior del mismo libro, “La ley
boliviana”, se refiere a Caro con cierta admiración al hacerle eco a quienes le llamaron “la
primera ilustración y la primera virtud de su patria”, Cesarismo democrático, p. 235. Esta alusión a
Caro también se encuentra en su respuesta a Laureano Gómez, en Cesarismo democrático (1961), p.
238. Caro se refirió a la independencia como una “guerra civil” en su ensayo “Americanismos en
el lenguaje”; Obras completas, Bogotá, Imprenta Nacional, fotocopias, techa v volumen imprecisos,
p. 123.
4. Nikita Harwich Vallenilla, “Arma y coraza: biografía intelectual de Laureano Vallenilla Lanz”,
en Laureano Vallenilla Lanz, Obras completas. Cesarismo democrático, Caracas, Biblioteca Ayacucho,
1983, Tomo I, p. XXXVIII. Para un examen del pensamiento político de Vallenilla, véase Elena Plaza,
La tragedia de una amarga convicción. Historia y política en el pensamiento de Laureano Vallenilla Lanz
1870-1936, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1996.
5. Cesarismo democrático (1919), pp. 15, 85, 291, 298.
6. Ibidem, p. 191.
7. Ibidem, p. 236. Estas ideas no eran originales de Vallemlla. “El caudillismo fue siempre nuestra
constitución positiva”, había escrito Lucas Ayarragaray en La anarquía argentina y el caudillismo.
Estudio psicológico de los orígenes nacionales, basta el año XXIX, Buenos Aires, Félix Lajouane y Cía.
Editores, 1904. Facundo, en palabras de Sarmiento, no había sido un simple caudillo sino
“expresión fiel de una manera de ser de un pueblo”; Domingo F. Sarmiento, Facundo, Buenos
Aires, 1963, p. 20. Harwich Vallenilla, en su ensayo citado, se refiere a las influencias de
Ayarragaray y otras influencias en la obra de Vallenilla. La expresión “Cesarismo democrático”,
por ejemplo, la adoptó de la obra de Célesun Bouglé; “Arma y coraza”, pp. XXXVII y XXXVIII. El
panfletario colombiano José María Vargas Vila se había refendo a varios dictadores venezolanos
217
como “Césares de la República” en su popular libro Los cesares de la decadencia, publicado por
primera vez en 1907, Bogotá, Planeta, 1996. Esos “césares” no tenían allí las connotaciones
“democráticas” que les dio Vallenilla, pero algunos de ellos, como Páez, fueron elogiados por
Vargas Vila. Este conoció a Vallenilla durante su residencia en París.
8. Cesarismo democrático (1919), p. 303.
9. Ibidem, p. 233. Para una biografía de Núñez, véase Indalecio Liévano, Rafael Núñez Bogotá,
Editorial Cromos, 1946. He examinado las fuentes del poder de Núñez tras su retiro de la
Presidencia en el Cabrero en Cartagena en mi ensayo “Núñez y Cartagena en la política nacional,
1886-1894”, en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca (eds.), Cartagena de indias en el siglo
XIX, Bogotá, Banco de la República, 2002, pp. 37-70.
10. Cesarismo democrático (1919), p. 234. Para un análisis de la concepción de “orden” de Núñez,
véase mi ensayo “Rafael Núñez, el Caribe colombiano y el orden nacional”, Aguaita, Cartagena,
noviembre de 1999, reproducido en rru libro El desafio de las ideas. Ensayos de historia intelectual y
política colombiana, Medellín, EAFIT/Banco de la República, 2003.
11. Cesarismo democrático (1919), Ibidem, p. 234.
12. Ibidem, p. 289.
13. Ibidem, pp. 205, 232-233, 294-295.
14. Ibidem, p. 295.
15. Ibidem, p. 221, nota de pie de página.
16. Ibidem, p. 295.
17. Todas las ediciones de Cesarismo democrático, a partir de la segunda, incluyeron las respuestas
de Vallenilla Lanz a sus críticos.
18. Vallemlla Lanz, Cesarismo democrático (1961), pp. 214-215.
19. Ibidem, p. 218.
20. Ibidem, p. 215.
21. Ibidem, p. 216.
22. Ibidem, p. 215.
23. Ibidem, p. 217.
24. Ibidem, pp. 219-220.
25. Su primer artículo, “Cesarismo democrático”, sólo se ha reproducido en la última edición de
Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático y otros textos, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1991. Los otros
dos, “Sobre las teorías del señor Vallemlla Lanz”, y “Colombia, país teocrático”, El Tiempo, 28 y 31
de diciembre de 1920, se reprodujeron ya en la edición de 1929. A menos que se indique lo
contrario, las citas de los dos últimos artículos de Santos han sido tomadas de Laureano Vallemlla
Lanz, Obras completas, Caracas, Fondo Editorial Lola de Fuenmayor, 1983, Vol. l, pp. 291-303.
26. Santos, “Cesarismo democrático”, p. 155.
27. Ibidem, p. 157.
28. Santos, “Colombia, país teocrático”, p. 300.
29. Santos, “Sobre las teorías...”, p. 293.
30. Ibidem, pp. 294-295.
31. Podría quizá sorprender que no hubiese más alusiones directas a Santander en las respuestas
de Santos. Siendo presidente, Santos impulsó la noción del santanderismo atado a la misma
nacionalidad colombiana, identificada con el civilismo y el constitucionalismo liberal: “la obra de
Santander encarna un ideal de auténtica democracia, de gobierno representativo y responsable,
porque se inspira en la adhesión irrestricta a la libertad, en el rechazo de toda tiranía”. El legado
de Santander, según Santos, habría modelado “esta alma cívica nuestra que cree más en las ideas
que en los hombres”. Véase su “Elogio del General Santander” en Santos, Etapas de la vida
colombiana, Bogotá, Imprenta Nacional, 1946, pp. 105-118. Los elogios liberales de la figura de
Santander provocaron los furiosos ataques de Laureano Gómez en su libro El mito de Santander,
Bogotá, Populibro, 1966, segunda edición, cuya previa participación en la polémica sobre
218
Cesarismo democrático adquiere entonces una singular peculiaridad. Aunque existe un arraigado
santanderismo en Colombia, el culto por su figura y legado no compite con el bolivarianismo. No
hay pues ese grado de mitificación que existe en Venezuela alrededor de Bolívar. Véase Germán
Carrera Damas, El culto a Bolívar.; Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1973.
32. Santos, “Sobre las teorías...” op. cit., p. 296.
33. Alberto Lleras Camargo, Memorias, Bogotá, Banco de la República/El Áncora, 1997, p. 208. Otro
periodista liberal de la época, Enrique Santos (Calibán), escribía en 1914 “padecemos bajo el
poder del más agudo clericalismo que le haya tocado en suerte soportar a nación alguna”;
Calibán, La danza de las horas, Bogotá, editorial no identificada, 1969, p. 24.
34. Véase José Antonio Aguilar Rivera, “El liberalismo cuesta arriba, 1920-1950”, ponencia
presentada en la conferencia El ocaso del liberalismo en América Latina y la Península Ibérica,
1920-1950, organizada por el Instituto Universitario Ortega y Gasset y el ILAS de la Universidad de
Londres, Toledo, España, mayo de 1999.
35. Germán Arciniegas, Entre la libertad y el miedo, Bogotá, Planeta, 1996, p. 148.
36. Christopher G. Flood, Political Myth, Nueva York y Londres, Routledge, 2002, p. 44.
37. No parecen existir mayores referencias a la obra de Vallenilla en la historiografía colombiana.
Gerardo Molina, sin embargo, dedica un breve capítulo a comentar la polémica entre Santos y
Vallenilla, aunque en sus referencias no hay citas directas al libro, sino a los artículos que se
cruzaron Santos y Vallenilla en la prensa colombiana; véase Molina, Las ideas liberales en Colombia,
1915-1934, Bogotá, Tercer Mundo, 1974, pp. 48-59. Malcolm Deas hace referencia a la polémica con
Santos en su ensayo “Temas comparativos en la historia republicana de Colombia y Venezuela”,
en Víctor Manuel Uribe Urán y Luis Javier Ortiz (eds.), Naciones, gentes y territorios. Ensayos de
historia e historiografía comparada de América Latinay el Caribe, Medellín, Universidad de Antioquia,
2000. Véase así mismo Marco Palacios “Presencia y ausencia de populismo, para un contrapunteo
colombo venezolano”, en De populistas, mandarines y violencias. Luchas por el poder, Bogotá, Planeta,
2001. Me he referido al Cesarismo democrático en mi ensayo “Reflexiones sobre la cultura política
colombiana”, Universidad de Los Andes, Bogotá, Cátedra Corona, 2, 2001.
38. Vicente Dávila, “Homenaje al historiador Laureano Vallenilla Lanz”, Boletín de la Academia
Nacional de Historia, Caracas, N° 91, Vol. XXIII, 1940, pp. 515-518. La polémica con el “diario de
Bogotá” estuvo presente en el texto de Pedro José Muñoz, “Homenaje a la memoria de don
Laureano Vallenilla Lanz en el centenario de su nacimiento”, boletín de la Academia Nacional de
Historia, Caracas, N° 212, Vol. LIII, 1970, p. 665.
39. En noviembre de 2000, el presidente Hugo Chávez expresaba que Colombia estaba gobernada
por “una rancia oligarquía, heredera de aquella misma que conspiró contra el proyecto
bolivariano y mandó a matar al Libertador”, en El Espectador, noviembre 27 de 2000. Véase
también “Chávez ataca para defenderse”, El Espectador, diciembre 8 de 2000.
40. En la década de 1950, según Arciniegas, el libro de Vallenilla Lanz era leído por “ciertos
oficiales del ejército venezolano”, Entre la libertad y el miedo, p. 148.
41. Para una crítica al discurso intelectual dominante en Colombia que tiende a despreciar las
características democráticas del país, véase mi ensayo “La crisis política como crisis intelectual”,
en El Ancora (ed.), autores varios, ¿Qué está pasando en Colombia? Radiografía de un país en crisis,
Bogotá, El Ancora, 2000.
42. Malcom Deas, “Temas comparativos en la historia republicana”, op. cit., p. 307.
219
AUTOR
EDUARDO POSADA CARBÓ
(Colombia)
220
PRESENCIA E INFLUENCIA
1 “Ah, ¡si el general Gómez viviera todavía! Por supuesto, el Benemérito General Juan
Vicente Gómez, prematuramente desaparecido”. Son palabras que a menudo repetimos
los venezolanos en el seno de las conversaciones privadas. Es usual que la memoria de
la sociedad se remonte a la vida del personaje para convertirla en una referencia
constante. Pero en una referencia constructiva y alentadora. No nos satisfacemos con
una reminiscencia inocente.
2 La mirada vuelta hacia su figura llama la atención sobre nuestras carencias, tal vez
anhelando la protección del padre que amasó y cuidó una fortuna perteneciente a todos
y dilapidada en el futuro por unos lamentables albaceas. Comparamos sus pasos con los
pasos de la actualidad, y terminamos calculando con benevolencia y aún con nostalgia
lo que hizo por nuestros padres y lo que heredamos como sociedad de sus realizaciones.
3 Tal actitud, fácil de constatar a través de una visita por los rincones de la cotidianidad y
con el examen de una abundante literatura, nos coloca ante la presencia de un
arraigado mito, o ante la necesidad de averiguar en qué medida la actitud de la
posteridad se corresponde con la realidad que alude. Pero no sólo invita a desmantelar
una mitología, o a reconocer sus fundamentos. En el caso del idilio entre Gómez y los
venezolanos el historiador se siente tentado a meter el dedo en una herida que, aunque
tal vez la operación parezca alejada de lo propiamente académico, sea capaz de ofrecer
pistas sobre una conducta en la cual se refleja, por desdicha, una característica
deplorable.
4 En consecuencia, la destrucción del mito no sólo se conformaría con el descubrimiento
de las añagazas, las fantasías y las desmesuras que suele fraguar una colectividad en
221
RAZONES Y REALIDADES
5 La permanencia de Juan Vicente Gómez en la cúpula, primero como uno de los
funcionarlos más destacados del régimen del presidente Cipriano Castro y luego como
Presidente de la República, puede explicar la asiduidad de las miradas que le han
ofrecido las generaciones posteriores. Entra en 1899 por la puerta grande a la política,
de la mano de un guerrero que realiza una triunfal campaña militar y un trabajo
publicitario sobre las obras del gobierno llamado de la Restauración Liberal, que lo
mantienen en el candelero hasta 1908. En adelante asume la primera magistratura
hasta 1935, fecha de su muerte.
6 Hablamos de treinta y tres años en el ejercicio del poder, al principio como segundón y
luego como regulador absoluto de los asuntos públicos. Si es cuestión de almanaque,
resulta evidente que más de tres décadas apareciendo en el periódico, en los actos
protocolares rodeado de lo más encumbrado de la sociedad, en la inauguración de obras
públicas, en el reparto de los premios y los castigos y en la médula de la propaganda
oficial son suficientes para ir sembrando la semilla de una presencia capaz de
prolongarse más allá de la muerte física.
7 Todavía más. En ese lapso ocurren transformaciones esenciales, debido a las cuales se
perfila una época diversa. Venezuela asiste a los funerales del caudillismo del siglo XIX,
debido a que desaparece la disgregación que campeaba desde los tiempos de la
Federación. En consecuencia, la centralización política se convierte en un fenómeno
permanente. Además, se vence poco a poco la incomunicación del territorio. Las
comarcas distantes se aproximan cada vez más para que el mapa se vaya haciendo
familiar a sus habitantes. Una sociabilidad pacífica predomina frente al salto de mata de
la rutina antecedente. En cuestión de una década se pasa de la guerra a la paz y del
aislamiento a una mejor comunicación, después de medio siglo de apartamiento y de
conflictos civiles.
8 Los asuntos económicos se hacen diversos, por si fuera poco. El petróleo comienza a
lubricar los resortes de la vida de un país que antes era modesto. Lentamente
desaparecen la hambruna y la austeridad del país rural, o comienzan a mitigarse.
Sucesos como el ascenso de la burguesía, el nacimiento del proletariado, la influencia
de los Estados Unidos, la fundación del ejército nacional y la puesta en marcha de una
institucionalidad que refleja la fortaleza del Estado bañado de hidrocarburos, desbrozan
la ruta de nuestros días. En suma, ocurre una metamorfosis capaz de marcar en
términos redondos el desenvolvimiento de la sociedad, pero también de levantar el
pedestal de un personaje histórico.
9 Tantos años en el poder mientras el país se hace distinto, pueden crear una reputación
de padre-fundador que sugiera cómo los entusiasmos del porvenir no van
descaminados. Se puede suponer sin forzar demasiado la imaginación, un nexo entre
los cambios de la colectividad y el tránsito de Juan Vicente Gómez por las alturas del
222
prolongado régimen. Se pueden atribuir las variaciones de la vida a la presencia del jefe
establecido durante tantos años en el gobierno, a su ojo para la selección de los
asistentes y para la eliminación de los adversarios, a su entendimiento acoplado e
inédito de la realidad. ¿Acaso no se dieron las mudanzas mientras ejercía la
Vicepresidencia y la Presidencia de la República durante tres décadas cruciales? ¿Acaso
no lo divulgaron así muchos testimonios de la época y fuentes posteriores? ¿No
tuvieron qué ver en el asunto las virtudes del mandatario?
10 Pareciera entonces que a primera vista el mito no tiene pies de barro. La alternativa de
una inmediata relación entre el establecimiento de una manera de vivir y la conducta
del hombre que tuvo la ocasión de estar en la cúspide del proceso, no se observa como
una invención divorciada de la realidad. A primera vista, se puede pensar en un
parentesco de inmediata consanguinidad entre el país que cambia y el mandatario que
preside los cambios. Las mudanzas del país pueden referir al mandatario durante cuya
gestión se realizaron, en suma.
RÉPLICA Y BÚSQUEDA
11 Pero aquí también funciona el argumento contrario. Las mutaciones no podían esperar
la asistencia de tal director de orquesta o la concertación de otro cualquiera, se puede
responder. La voluntad de un hombre, por más poderoso y perspicaz, no puede
disponer de su presente como sugiere un nexo nacido de la observación superficial. Era
ineludible que las mutaciones sucedieran sin el resorte del individuo particular que
estuviera entonces en la casa de gobierno.
12 Los caudillos ya estaban viejos y se exhibían como unos alicaídos caporales que no
podían resistir un empellón, declive susceptible de apuntalar el establecimiento de una
convivencia tranquila y un régimen sin estorbos regionales. Ya el siglo XIX se había
ocupado de ellos. Sus cuarteles eran un escombro que no podía soportar un ventarrón.
Sobre esas ruinas podía desarrollarse sin incomodidad el ejército del cual se venía
hablando desde la administración del presidente Andueza Palacio. O probablemente
hubiera emprendido la profesionalización de las fuerzas armadas el mandatario de
turno, esto es, cualquiera que tuviera en cuenta los planes adelantados por Castro en
1905, que poseyera para el cometido la renta del petróleo y las ventajas de unos
adversarios agobiados por el peso del calendario o por el desgaste de cincuenta años de
correrías infructuosas.
13 Es evidente que la penetración de un flamante imperio no depende del requisito de un
auxilio particular hecho en casa. Ningún político podía influir en la conducta del
subsuelo al cual llegó la hora de cubrir de aceite negro una inmensa porción del
territorio; ni conceder la autorización a titulo personal para que los intereses
estadounidenses ocuparan la plaza. De la mano del petróleo llegan el Tío Sam, la clase
media súbitamente enriquecida y los obreros dependientes de una industrialización
sobre cuyo desarrollo no se podía pensar en la comarca levantisca y paupérrima de los
finales del siglo XIX. Y así sucesivamente. Así como se hace un nudo que junta al
personaje con las evoluciones más significativas, igualmente el nudo se desata sin
mayor esfuerzo.
14 Sin mayor esfuerzo, en principio, pero mediante un trabajo dispuesto a atacar con las
evidencias adecuadas la lectura que ha terminado por colocar a Juan Vicente Gómez
223
SINRAZÓN Y CONFORMIDAD
17 De seguidas se tratará de resumir la versión predominante que espera análisis y
rebatimiento. Es una descripción apuntalada en afirmaciones como las del párrafo de
más abajo.
18 Adornado por un cúmulo de prendas individuales que le ofreció la naturaleza andina en
la cual tuvo la fortuna de nacer y de vivir hasta la adultez, se aclimató en Juan Vicente
Gómez una suerte de fenómeno telúrico en cuyos actos se resumiría el destino del país.
Sin pupitre pero con instinto, sin letras pero con perspicacia, sin palabras pero con
unas superdotadas orejas, sin rasgos físicos atractivos pero capaz de provocar un
respeto sacramental, indiferente pero interesado en lo propio y en lo ajeno; distante
pero próximo hasta el extremo de escudriñar lo más recóndito del carácter de todos los
burócratas, los soldados y los letrados; opulento pero modesto, ignorante pero sabio,
sencillo pero misterioso, bueno pero fuerte, poderoso pero modesto, duro pero justo,
frío pero curiosamente afectuoso, solo pero amigable, provinciano pero de amplias
miras, superficial pero profundo hasta lo inimaginable, valiente pero precavido, simple
pero con don de mando, apegado a la naturaleza originaria pero abierto al universo
cosmopolita, en el crucigrama de sus características se llena el destino de una
generación y se ofrece un paradigma para los días venideros.
19 Patriarca montañés, fortaleza y magnanimidad, héroe bifronte de mano acerada y
benévola, es el resumen de un pueblo que encuentra en sus cualidades la alternativa de
la contención, la posibilidad de enmendar crónicos entuertos y la fábrica de un puente
hacia un estadio más civilizado de vida. Lo uno y lo otro a la vez, la sinonimia haciendo
pareja con los antónimos, las antípodas conformando el mismo paisaje sin que nadie se
224
preocupe por las contradicciones atiborradas en el seno del mito. Y sin que nadie
calcule cabalmente el peso que tendrá la versión más tarde, en la actitud de las
personas frente al bien común y en el conocimiento histórico.
20 “Él tiene la perfecta noción de su destino; y la solidez de la situación que ha logrado
crear es la prueba más evidente de que su vigorosa personalidad es como la
encarnación misma de la patria”, escribió Laureano Vallenilla Lanz. “Es el egregio
caudillo que empuña la bandera de un engrandecimiento nacional que tiene asiento en
el portento de sus virtudes de repúblico excepcional”, aseguró Pedro Manuel Arcaya.
“El general Gómez representa la legitimidad, la constitucionalidad y la bondad, si es que
algo pudiera llamarse constitucional, legítimo y bueno en Venezuela”, según César
Zumeta. “Es el hombre fuerte y bueno, el hombre discreto y prudente”, de acuerdo con
José Gil Fortoul.
21 ¿Quién no ha compartido en Venezuela esta semblanza postrada de admiración o, en el
mejor de los casos, la ha observado desde una distancia silenciosa? ¿Quién no se ha
rendido ante la evidencias del “hombre fuerte y bueno”, del “César democrático”, del
“loquero” que llenó de cordura el manicomio nacional? Pero va es tiempo de que los
tiros apunten al blanco de manera diversa. Quizá no se requiera una puntería
excesivamente certera, sino simplemente atreverse con una versión como la que
apenas se adelanta ahora.
MISERIAS Y LÍMITES
22 En lugar de esa maravillada figuración, el enigma se reduce a entender cómo ha sido
posible que se haya aceptado semejante falsificación. Hay una respuesta que dejaremos
para el final. De momento, deberemos buscar pruebas que demuestren cómo Juan
Vicente Gómez fue un hombre cobarde e ignorante sin disculpas, incapaz de ver más
allá de sus narices, cruel hasta la saciedad, corriente como cualquier labriego de su
comarca, un imán impotente, un individuo redondamente opaco, espléndidamente
oscuro. Negado a toda luz y resistido a las innovaciones, fue lastre en vez de resorte.
23 Pero ocurre que la mayoría de la sociedad le obedeció sin chistar durante veintisiete
años. ¿Acaso no sabía cómo era? Desde luego que sí. Nadie, ni él mismo, se ocupó de
tapar pecados, delitos, desmanes, horrores, estupideces y defectos. ¿Cómo justificar esa
obediencia, o esa pasividad? Muy sencillo: acatando el dictamen de los fundadores del
mito, respetando la lectura apologética de aquellos intelectuales que se ocuparon de
acompañarlo en el gobierno, pero especialmente de maquillarlo para beneficio
personal. El historiador Gil Fortoul no podía presentarse como servidor de un gañán. La
reputación del teórico Vallenilla Lanz no resistía la vergüenza de que lo juzgaran como
escribidor de un palurdo. Al académico Zumeta no le convenía que lo vieran en el rol de
propagandista de un idiota. Los pergaminos del abogado Arcaya no se podían ventilar
mientras sirviera sin condiciones a un pobre hombre.
24 Entonces lo convirtieron en otra cosa, según el mandato de una pudibundez digna de
mejor causa. Se lavaban la cara mientras embadurnaban de carmín la imagen de un
tirano. Y como el pueblo venezolano de entonces también necesitaba el mismo salón de
belleza, la misma tintorería oportuna, se apropió del mito y lo dejó como herencia a sus
hijos. Se podrá argumentar que a la mayoría de los venezolanos de entonces no les
quedaba más remedio que bailar en la orquesta del “hombre fuerte y bueno”,
amenazada como estaba con la prisión, los suplicios y la muerte. Ciertamente el temor a
225
HISTORIOGRAFÍA Y ANDINISMO
32 Pero, a la vez, conduce a la imposibilidad de mirar con ojos apacibles los procesos que
ocurren después de la desaparición del personaje y de los regímenes que fueron sus
herederos. La versión de la bondad anexa a Gómez se explaya hacia las
administraciones de Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, sus hijos
legítimos, mas igualmente hacia los hechos que desembocaron en la democracia
representativa a partir de 1945.
33 Si han de ser tan espectaculares como su padre los gobernantes nacidos en el seno de su
dictadura que lo suceden durante una década, necesariamente cargarán los lastres del
pecado cívico aquellos políticos y aquellos administradores que mostraron las primeras
evidencias del horror anterior para proclamar el nacimiento de una nueva era
promisoria. Tenemos entonces que la glorificación de Gómez termina en la aclamación
del posgomecismo, pero también en la critica y aun en la negación de las ejecutorias del
antigomecismo posterior.
34 Presentados como corolarios del mito, los gobernantes que realizan sus gestiones
partiendo del marco de las instituciones anteriores son considerados como piezas de
227
ofrecido en estas páginas con el objeto de solicitar las opiniones, las moderaciones y
templanzas de colegas y lectores. Ojalá que también su entusiasmo.
NOTAS
1. El lector está apenas frente a una idea, partiendo de la cual se pretende iniciar una
investigación sistemática. Por consiguiente, sólo encontrará los atisbos propios de un
acercamiento primario y provisional, pensados para un libro colectivo sobre los mitos
fundamentales que se han desarrollado en los países andinos de América Latina a través de la
historia.
AUTOR
ELÍAS PINO ITURRIETA
Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Católica Andrés Bello (Venezuela)
229
El hombre en armas: De la
heroización al mito (Venezuela,
siglo XIX)
Véronique Hébrard
1 Para tratar sobre el problema del mito del hombre en armas, creo importante plantear
algunas cuestiones previas, tanto en el ámbito teórico y metodológico como con
respecto a los acontecimientos. El término ‘mito’ (y más aún el de ‘mitología’ que era el
que figuraba en el título de la primera convocatoria al Seminario) es, a veces, de
ambiguo uso. Ciertas interpretaciones vinculadas a la noción de mito me plantean
problemas, pues, en algunos estudios de historia política, emerge cuando no la
dimensión estructuralista1, la psicoanalítica, la cual es válida para otros campos de
investigación. Desde mi punto de vista, el mito no puede ser contemporáneo a la acción,
aunque ésta reactiva mitos o un conjunto de ideas-imágenes anteriores a ella. Si, como
lo subraya E-X. Guerra, “Venezuela —primer país en proclamarse independiente— es
uno de aquellos en donde los mitos, los héroes y los cultos nacionales son los más
marcados”2, estos mitos que “actúan” en el siglo XIX, pertenecen a una historia ya
escrita y se nutren de su propio pasado leído a través del prisma de su presente 3.
2 Lo que intentaré mostrar en el marco de este trabajo es la elaboración de lo que más
tarde se volverá mito. En este sentido, hablaré mas bien de heroización del hombre en
armas que de proceso de mitificación en la medida que durante este período ésta es
objeto de un culto (en varias escalas por lo demás). Mito del hombre en armas que, a mi
parecer, no ha tenido el mismo papel en los países vecinos —Colombia por ejemplo—,
aunque ha partido de un proceso similar, lo que podría generar interés por verdadero
trabajo comparativo.
3 Lo que me propongo es estudiar cuáles son las lógicas de la emergencia de la figura del
hombre en armas en tanto héroe y las etapas de construcción del mito mismo. Es decir,
¿cuáles son los momentos claves que contribuyen a la heroización y posterior
mitificación del hombre en armas?, ¿cuál es la fisonomía (y su evolución) de esos
hombres? ¿Remiten o no a un mito más amplio, tal como lo define Raoul Girardet 4, al
231
mito del hombre fuerte, mito del Salvador?, ¿cuándo pasamos de la “fabricación” del
héroe al mito?
4 Si de una cierta manera es fácil observar el fenómeno en el presente, me parece
fundamental identificar los puntos claves de la construcción de este mito, el cual obra
hoy en día alrededor de Hugo Chávez y sus compañeros de armas. Sin embargo, trataré
en este artículo más especialmente de la primera mitad del siglo XIX, haciendo sin
embargo algunas incursiones en los períodos posteriores. Entre 1808 y 1830, Venezuela
tendrá estatus múltiples dentro de los que coexisten actores antiguos y modernos,
situación que pone en evidencia el desfase entre esta nación por el discurso imaginada
por las élites y la sociedad que debe encarnarla. Su afirmación como nación tendrá que
pasar en consecuencia por una importante inversión simbólica cuyas principales etapas
intentaré esbozar.
22 Esta “raza nueva” sustituye simbólicamente a la “raza española” cuya destrucción fue
decretada desde los inicios de la guerra. Es en este contexto que Bolívar proclama, en
1819, la distinción del título de Libertadores. Desde la creación de este título los
guerreros son engalanados con todas las virtudes correspondientes a sus funciones y
proezas y, como tales, llamados a aportar su respectiva contribución para el
restablecimiento y funcionamiento de las instituciones. Serán ciudadanos y, al mismo
tiempo, el brazo armado del poder. El otorgamiento de la ciudadanía es la consagración
lógica de este reconocimiento. Más aún, responde al imperativo de unidad que se le
plantea al país. Es así como Bolívar instituye la orden de los Libertadores durante la
instalación del congreso en enero de 1819, dirigiéndose a los legisladores a propósito de
los “valerosos guerreros” en los siguientes términos:
No combatiendo por el poder, ni por la fortuna, ni aun por la gloria, sino tan solo
por la Libertad, títulos de Libertadores de la República, son sus dignos galardones.
Yo, pues, fundando una sociedad sagrada con estos ínclitos Barones, he instituido el
orden de los Libertadores de Venezuela16.
23 “Los Libertadores de Venezuela son acreedores a ocupar siempre un alto rango en la
República que les debe su existencia”17 y adquieren este título en virtud de su papel de
defensores y creadores de la República. Con la creación de este título, los combatientes
son adornados con todas las virtudes vinculadas a sus funciones y hazañas. Esos
combatientes heroicos han comprobado, gracias a la lucha, que existía en cada uno de
ellos un “poder superior” capaz de conducir a la victoria. Ellos simbolizan la bravura, el
heroísmo, la tenacidad y como tales están llamados a figurar en los anales de la historia
como ejemplos a los que la “nación” deba identificarse.
24 La memoria de los héroes representa, al terminar la lucha, la única historia —militar—
del país. Son patriotas por naturaleza, por haber nacidos de esta “madre” que acaban de
libertar, la patria, que les ha despertado esa predisposición natural al heroísmo,
aplazada durante tres siglos; esta nueva identidad se hace, pues “hereditaria” 18Pedro
Briceño Méndez, Ministro de Guerra y Marina, en 1819 declaraba:
Yo estoy persuadido que ningún establecimiento politico, por más democrático que
sea, puede hacer que no se respete en los hijos la sangre ilustre que heredaron de
los héroes que les dieron el ser19.
25 Un primer trabajo de memoria se efectúa con la celebración de esos héroes
(prestigiosos o anónimos), y la voluntad de edificar auténticos “templos de la memoria”
20
sobre los cuales sus nombres deben ser inscritos y transmitirse para las generaciones
futuras. La nación, comunidad voluntaria de individuos, se forja en el crisol de la
identidad militar.
26 Si consideramos el conflicto como una “llave social”21, la ruptura que representa el año
1813 dentro de la guerra, con la declaración de la Guerra a Muerte, es un momento
paroxístico de tal dinámica. La sociedad confrontada ante los trastornos, reacciona,
oscila de la oposición a la violencia, entregándonos así los valores esenciales del grupo
o, por lo menos, los que se consideran como tales y que sirven para la movilización y
destrucción del enemigo. En este sentido existe una dimensión estructurante de la
guerra y de la violencia, pues la identidad del grupo se construye a partir de la
confrontación con el Otro y alrededor de las ideas- imágenes que se elaboran a fin de
diferenciarse de él. Ideas-imágenes que remiten a los que contribuyeron a su
eliminación con las armas y a una oposición barbarie española/civilización americana.
Este Otro —que también es un abstracto construido—, puede fácilmente modificarse en
235
quitándole con ello toda legitimidad en la medida en que constituían los fundamentos
de su prestigio, y de su calidad de padre y creador de la nación. Al mismo tiempo se
produce la transferencia de estas cualidades y poderes a favor de Páez, en la medida
que esta negación se traslada en su beneficio, y sobre todo, se traduce en una
rehabilitación de los compañeros de armas que habían sido desacreditados por Bolívar.
Así, puede observarse que en el proceso de describir los inicios de la guerra —y de paso,
haciendo mención del supuesto desprecio que Bolívar tuvo hacia Paéz—, se destacan los
éxitos que no hubieran podido tener lugar sin el talento de Páez. En contraste, Bolívar
pasa a ser descrito como un intrigante, más aún, como cobarde, víctima del abatimiento
a causa de los fracasos experimentados, estado del que sólo pudo salir gracias a la ayuda
precisa de Páez:
Mientras que Bolívar no contó con este héroe afortunado, jamás pudo ganar una
acción, ni logró tener nombradla, ni salir del terror y abatimiento en que estaba
sumergido. Desde entonces principiaron a brillar las armas de la República.. . 43
44 En 1830, durante la celebración de la Constitución venezolana por la Sociedad Patriótica
de Caracas, sus miembros, aunque critican todas las formas de gobierno personal,
elevan el héroe Páez al rango de padre de la patria en el lugar que antes ocupaba
Bolívar. Ya Venezuela goza de un nuevo padre y protector; Venezuela ha elegido “con
aclamación universal por su caudillo al inmortal Páez...” 44, a este “impávido guerrero”,
al “verdadero creador de la independencia de la Antigua Venezuela” 45. Páez es ahora el
dotado de todas las cualidades del patriota en armas.
45 Esta “victoria” de Páez frente a Bolívar significa también la victoria de la toma de
conciencia sobre la realidad local y la derrota de la voluntad de edificar v fundamentar
la nación sobre principios esencialmente abstractos.
simbólico que pudo haber tenido la pretendida abolición del fuero militar. El civil se
expresa haciendo uso de un nombre colectivo, Los Caraqueños, y afirma:
¿Ignora usted que en veinte años de lucha inmortal lo han hecho millares de héroes
llevados por el interés que sólo mueve á las grandes almas, amor á la Patria, horror
y odio eterno á la tiranía? Cuándo en la heroica Margarita se disputaban palmo á
palmo el terreno los ínclitos isleños y los viles opresores, ¿se acordaban aquellos de
sueldo?, ¿tenían la mezquina idea de fuero? (...) Vencer ó morir: arrebatar á la
usurpación los imprescriptibles derechos del hombre: dar en fin patria, dar libertad
e igualdad: este fue el grito uniforme que resonó en todos los ámbitos de
Venezuela...47
50 Por su parte el militar y con motivo de la celebración de la Constitución por la Sociedad
Republicana de Caracas, considera que:
Nosotros que hemos fundado la patria con nuestra sangre, sabemos lo caro que
cuesta. Batiendo a sus enemigos en el campo de batalla, prescindimos de odiosas
nomenclaturas, y sólo aspiramos a identificar con los principios de nuestro sistema
a los habitantes pacíficos de la ciudad48.
51 Es en nombre de esta autonomía y de la prueba de fidelidad que les es así otorgada, que
estos soldados de la república reivindican para sí el título de creadores de la patria y,
por la misma razón, un reconocimiento igual para todos los hombres valerosos,
fustigando, una vez más, contra la supervivencia de privilegios descarados.
52 Tomando en cuenta lo señalado, creo importante insistir sobre esta etapa en la medida
en que sintetiza el proceso de construcción del mito del hombre en armas, que es a la
vez un referente de identidad reivindicado y empleado por el poder, pero al mismo
tiempo marginado en lo político y en lo económico, lo que genera la indignación no sólo
de los principales interesados sino también de una parte importante de la población.
Así, ésta ve ese proceso como la negación de los sacrificios hechos en el terreno de la
guerra para crear y salvaguardar la nación: para el imaginario de la época, estos héroes
—los soldados— son los verdaderos garantes de la perennidad de la nación frente a los
políticos perversos y ávidos de poder. Estas protestas, tanto de soldados como de la
población, contribuyen a una especie de regreso a los orígenes, esto es, de regreso a los
primeros años del combate por la libertad, y en cierta manera son ellas las primeras
páginas del relato de los orígenes, “echando un espeso velo sobre esta larga noche de
padecimientos y de horrores”49 que representa el período 1820-183U. La Venezuela de
los años treinta va a fundamentar su unidad sobre la memoria de los infortunios
compartidos, el recuerdo de los héroes de la primera hora y las esperanzas en un
porvenir feliz:
Ellos [los pueblos] fijan sus miradas en sus conciudadanos armados, en este heroico
ejército lleno de gloria y rodeado de trofeos como el mejor escudo de sus libertades;
bien saben que los virtuosos y valientes que han luchado por la independencia
deben completar esta grandiosa obra haciendo inseparable su valor de la obediencia
a las leyes50.
53 Al mismo tiempo, ese “trabajo de memoria” efectúa una distinción entre la guerra de
los héroes patriotas que permitieron la victoria contra los españoles y la guerra de
ambición de los hombres de Bogotá. Es el aniquilamiento de la ambición de Bogotá la
que permitirá que surjan del olvido los fundadores de 1810, los verdaderos patriotas tal
como ellos mismos se definen en un texto en el cual acusan a los militares intrusos de
haber utilizado su prestigio para perpetuar privilegios y vicios ancestrales 51. Esos
mismos patriotas, que son llamados a ser jueces cuando los principios de igualdad son
amenazados, invocando a los héroes muertos en combate, “los Rivas, Roscios, Girardot,
241
Caldas, Pombos, Ricaurtes, Ustáriz y tantos mártires ilustrísimos de la patria”, les hacen
hablar desde sus tumbas:
Desde sus tumbas responden por nosotros a los amigos de fueros ó privilegios. “No
deslustréis nuestros esfuerzos ¡mentidos! No insultéis nuestras cenizas, dicen”.
Venezuela proclamó su independencia, no para cambiar de señores sino para
gobernarse por la voluntad propia de sus lujos...52
54 Estos padres de la patria constituyen la memoria y conciencia de ser Venezuela; a
nombre de ellos se pide la reconciliación del conjunto de los venezolanos con el fin de
prepararse para proseguir la lucha para la libertad. Después de 1830, se tratará de
ratificar la existencia de Venezuela como nación, lo que se hace, en primer lugar, a
través de la determinación de sus bases territoriales y de sus fronteras. Este imperativo,
oficializado por un decreto de octubre de 1830 para la elaboración de mapas de las
diferentes provincias con informaciones de geografía, física y estadísticas 53, da origen a
una primera historiografía fuertemente marcada por la exaltación del hombre en
armas en tanto héroe. En efecto, este trabajo debe ser realizado por un oficial de
artillería, italiano de origen, Agustín Codazzi. Y su Atlas físico y político de la República de
Venezuela será realizado en el seno de la Academia Militar de Matemáticas 54. Ejército,
geografía y aprehensión del espacio nacional estarán fuertemente vinculados durante
la segunda mitad del siglo XIX. Es por medio de la geografía que buscará definirse una
identidad cuyas referencias históricas son polémicas. Y, de manera significativa, las dos
primeras historias nacionales escritas después de 1830 —las de Feliciano Montenegro y
Colón55 y Rafael María Baralt 56— son obras de militares y apéndices de obras de
geografía o estadística: Montenegro y Colón, un antiguo oficial reconvertido a la
enseñanza; Baralt, un joven oficial de artillería de Maracaibo, colaborador de Codazz 57.
55 Militares también y actores de las guerras de independencia, Francisco Javier Yánez,
autor de dos libros históricos58 y José de Austria quien publica, en 1855, una historia
militar de Venezuela59. Son también de los “primeros historiadores” que mezclan sus
recuerdos personales y la documentación disponible sobre los acontecimientos de la
independencia (en particular los hechos de guerra y sus héroes), teniendo como telón
de fondo una pregunta “sobre el problema de los orígenes de una identidad nacional” 60.
56 Estas primeras historias venezolanas, en las cuales los hechos de armas y los héroes
militares ocupan el primer plano, tienen otra característica que confirma la
importancia de dos de los principales ejes que estructuraron la construcción de la
nación desde los inicios del proceso: la articulación de lo local y de lo nacional
“empleada” por la historiografía a fin de incitar la transferencia del sentimiento de
pertenencia local a nivel de la nación, pues “cada región debía tener su héroe y
demostrar así su contribución a la formación de la patria común” 61.
CONCLUSIÓN
57 La voluntad de fundar una nación moderna supone no sólo la constitución de las
modalidades de delegación de la soberanía y, por consiguiente, la definición del cuerpo
político, los ciudadanos, sino también la elaboración de una red de referencias y valores
comunes capaces de cimentar esa comunidad de iguales, adherentes voluntarios de la
nación. Es en el cruce de este doble imperativo donde el hombre en armas aparece
como un actor determinante, elemento estructurante tanto de la comunidad de
242
ciudadanos como del imaginario y de los valores “nacionales” entre los cuales el héroe
en armas conduce de un cierto modo a esta “militarización” de la memoria.
58 El hombre en armas, con su presencia masiva en la esfera de lo político y como
referente de identidad, constituye el elemento estructurante de esta voluntad de
fundar la nación y, actualmente, de refundarla sobre nuevas bases.
59 Desde esta perspectiva se puede considerar que hasta los años 1830, Venezuela se
encuentra en un momento de fabricación de los héroes, lo que es característico de un
contexto de construcción nacional. Es esa fabricación la que constituye el sustrato del
mito tal como funcionará en adelante, al mismo tiempo que firma el nacimiento de la
nación y acompañará los episodios que la perpetúan: los patriotas en armas, los héroes
anónimos o encarnados. En ese primer momento de la heroización existe una simbiosis
entre dos “figuras”: la del guerrero y la del legislador. Será solamente después del
restablecimiento de las instituciones que se intenta “civilizar” lo político. El autor de Fe
política pide la sabiduría de los pueblos modernos y advierte sobre los peligros que
representan la adulación a los hombres en armas y las llamadas al Salvador militar —lo
hace en referencia directa a Bolívar—. Intenta ese autor sustituir al héroe en armas por
el héroe legislador. Pero la empresa parece muy difícil en la Venezuela del siglo XIX,
caracterizada por la inestabilidad política y las incesantes guerras civiles hasta
principios del siglo XX, que terminó facilitando el fortalecimiento del mito del hombre
en armas.
60 En este caso, el período de los héroes, en el sentido de los parteros del Estado dentro y
por la violencia, no se ha cumplido. Ahora bien, tal como lo dice D. Fabre, únicamente
una diferenciación “entre la condición militar y la condición civil... puede generar el
conjunto de las oposiciones que configuren el nuevo mundo social”. En este tipo de
configuración,
...a la guerra debe oponerse el trabajo; al jefe combatiente, el legislador, el
administrador, el empresano. En lugar de la valentía, audacia, (...), y el placer del
peligro, se debe alabar la paciencia, el respeto escrupuloso de las leyes... Todo el
problema radica en ser capaces de nutrir el deseo de identificación por parte de la
población62.
61 Pero, durante este período, las relaciones civiles-militares muestran no sólo la
importancia del elemento militar en la gestión política (en particular, los caudillos,
regionales y nacionales), sino también su fuerza de enraigamiento en la sociedad como
referente de identidad y como los únicos hombres capaces de salvar la nación.
62 Esta figura central de la identidad venezolana fue después frecuentemente utilizada
para ayudar a la afirmación de la nación. Y contribuyó mucho a la legitimidad
fundamental del ejército hoy en día. De allí que las lógicas que “permitieron” su
mitificación explican por qué en el imaginario nacional contemporáneo, la
“militarización” no es vivida por una gran mayoría de la población como una
“usurpación”, sino como un “vuelta a las fuentes” de la nacionalidad.
63 La refundación de la nación venezolana pasa necesariamente por el fortalecimiento de
la institución militar que debe erigirse en columna vertebral de la nacionalidad, tal
como empezó a hacerlo durante la guerra de independencia. Ahora bien, esta
invocación de un pasado glorioso se apoya sobre una lectura parcial de la historia de la
institución armada y, más allá, sobre la activación del gran mito patriótico venezolano:
el mito de Bolívar.
243
NOTAS
1. La cual es evidente y, al mismo tiempo, me parece, no contribuye mucho a enriquecer la
reflexión, pues en tanto historiadora me interesa sobre todo estudiar de qué modo funciona
dentro de un contexto y una época dada.
2. François-Xavier Guerra, “Préface”, en Véronique Hébrard, Le Venezuela indépendant. Une nation
par le discours (1808-1830), Paris, l’Harmattan, 1996, pp. 7-8.
3. Sobre este tema, cfr. el análisis sugestivo sobre Francia de Christian Amalvi, De l’art et la
maniere d’accomoder les héros de l’histoire de France. De Vercingétorix à la Révolution, Paris, Albin
Michel, 1988.
4. Raoul Girardet, Mythes et mythologies politiques, Paris, Seuil, 1986.
5. Pierre Rosanvallon, Le sacre du citoyen. Histoire du suffrage universel en France, Paris, Gallimard,
1992, p. 93.
6. Simón Bolívar, “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño,
Cartagena de Indias, 15 de diciembre de 1812”, en Obras, México, 1976, p. 100.
7. “Proclama”, El Publicista de Venezuela, N° 22, jueves 21 de noviembre de 1811.
8. Cartagena de Indias, diciembre 15 de 1815.
9. Carole Leal Curiel, “El árbol de la discordia”, en Anuario de Estudios Bolivarianos, Caracas,
Universidad Simón Bolívar, Año v, N° 6, 1997, p. 176.
10. Antonio Nicolás Briceño, Plan para libertar a Venezuela, Cartagena de Indias, 16 de enero de
1813.
11. Idem.
12. Simón Bolívar, “Decreto de Guerra a Muerte, 15 de junio de 1813”, en Documentos que hicieron
historia, Caracas, Presidencia de la República, 1962, Vol. 1, p. 141.
13. Carole Leal Curiel, “El árbol de la discordia”, op. cit., p. 179.
14. Simón Bolívar, “Ley de la República de Venezuela para honrar la memoria del Coronel A.
Girardot”, en Gaceta de Caracas, 7 de octubre de 1813.
244
15. “Continuación del discurso del General Simón Bolívar al Congreso al día de su instalación”,
Correo del Orinoco, N° 21, 6 de marzo de 1819.
16. Simón Bolívar, “Discurso pronunciado por el G1 Simón Bolívar al Congreso General de
Venezuela en el acto de su Instalación”, Correo del Orinoco, N° 19, Sábado 20 de febrero de 1819.
17. “Continuación del discurso del General Simón Bolívar al Congreso al día de su instalación”,
Correo del Orinoco, N° 20, 27 de febrero de 1819.
18. “Continuación del discurso del Señor Méndez sobre la naturaleza del Senado Constitucional”,
Correo del Orinoco N° 38, 28 de agosto de 1819.
19. Idem.
20. “Continuación de la Exposición sobre la Mediación entre España y América”, Correo del
Orinoco, N° 13, sábado 17 de octubre de 1818.
21. Cf. los análisis de Yves Pourcher, “Un ethnologue dans l’histoire”, en Marc Abélès; Henri-
Pierre Jeudy (dir.), Anthropologie politique, Paris, A. Colin, 1997, pp. 211-232.
22. “Pastoral del Sr. Vicario de la ciudad de Coro”, El Correo Nacional, N° 4, sábado 30 de junio de
1821.
23. “Introduction”, en Pierre Centlivres, Daniel Fabre, Françoise Zonabend (dir.), La fabrique des
héros, Paris, Ed. de l’EHESS/Mission du Patrimoine ethnologique. Collection Ethnologie de la
France-cahier 12, 1998, p. 5.
24. José Félix Roscio, Oración fúnebre, Caracas, 27 de julio de 1825, p. 3. Biblioteca Nacional de
Venezuela/Libros Raros.
25. Cf. en particular Un Colombiano, Refutación sobre alistamientos inserto en el N° 7 del Constitucional
Caraqueños, Caracas, 4 de noviembre de 1824, p. 3.
26. Los pueblos y cuerpos emiten sus deseos en respuesta al llamado lanzado por Páez en este
sentido a principios de 1828, con el fin de que la población dé a conocer sus peticiones al
acercarse la reunión de la Gran Convención. Están reunidas en una obra justamente titulada: El l
oto de venezuela. O colección de actas y representaciones de las cotporaciones civiles, militares y padres de
familias de los departamentos de Venezuela, Maturín y Orinoco, dirigida a la Gran Convención de
Colombiay a SE el Libertador Presidente sobre reformas, Caracas, Devisme, 1829, 315 p., Biblioteca
Nacional de Venezuela/Libros Raros (Citaré en adelante esta fuente bajo el título abreviado de El
Voto de Venezuela).
27. Lo que deberá ser Colombia, Caracas, Reimpreso en Bogotá por B. Espinosa, 1828, p. 17. FBC /
Archivos de Gran Colombia.
28. “Acta de la Municipalidad de Barquisimeto, 13 de marzo de 1828”, El Voto de Venezuela, op. cit.,
p. 131.
29. “Representación de la comandancia de armas y EM de la provincia de Caracas, 6 de marzo de
1828”, El Voto de Venezuela, op. cit., p. 40.
30. José Antonio Páez. “Proclama: Venezolanos. Valencia, 15 de diciembre de 1826”, Memorial de
venezuela, N° 16, lunes 1° de enero de 1827.
31. “Acta de los Comandantes y Oficiales del Batallón Auxiliar N° 4 de Barlovento. A SE el Gefe
Superior de Venezuela, Caucagua, 22 de Marzo de 1828”, El Voto de Venezuela, op. cit., pp. 214-215.
32. Santiago Mariño (de los Libertadores de la República, General en Gefe de los Ejércitos de la
República), A sus habitantes, Cumaná. 18 de enero de 1827. Biblioteca Nacional de Venezuela/
Libros Raros.
33. “Representación de los Gefes y Oficiales del Regimiento lanceros de La Victoria, Provincia de
Apure. A SE Libertador Presidente, Achaguas, 16 de marzo de 1828” ElVoto de Venezuela, op. cit., p.
197.
34. Sucinta descripción de la entrada del Libertador Presidente en Caracas el 10 de enero de 1827, Caracas,
1829, p. 8. Academia Nacional de la Historia, Foll. 1827 (1.123; 1.124).
35. “Representación de los Gefes y Oficiales del Batallón de milicias arregladas del Cantón de
Quíbor. A SE el Presidente de Colombia, marzo de 1828”, El Voto de Venezuela, op. cit., p. 91.
245
36. “Introduction”, en Pierre Centlivres, Daniel Fabre, Françoise Zonabend (dir), La fabrique des
héros, op. cit., p. 4.
37. “Representación de los padres de familia y propietarios de Caracas. A SE el Libertador
Presidente, 2 de marzo de 1828”, El Voto de Venezuela, op. cit., p. 24.
38. “Representación del Escuadrón cívico de Caracas. Al Gefe Superior de Venezuela, Caracas, de
marzo de 1828”, El Voto de Venezuela, op. cit., pp. 30-31. Subrayados míos.
39. “Representación de la oficialidad de la milicia de Guarenas. A SE el Gefe Superior de
Venezuela, 15 de marzo de 1828”, El Voto de Venezuela, op. cit., p. 190 (subrayados nuestros).
40. Daniel Fabre, “L’atelier des héros”, in Pierre Centlivres, Daniel Fabre, Françoise Zonabend
(dir), La fabrique des héros, op. cit., pp. 241-242.
41. Continuación de Fe política de un Colombiano, Bogota, 1827, p. 19. Academia Nacional de la
Historia, Foll. 1827.
42. Tomo esta expresión del texto redactado por los ciudadanos de Maracaibo, en 1829, quienes,
desdeñando esta condena de Bolívar, permanecen fieles. Manifestaciones que hacemos los ciudadanos
que suscribimos, Maracaibo, 17 de noviembre de 1829, hs, ms. Fundación Boulton-Caracas /
Archivos de Gran Colombia.
43. Los Caraqueños, Nuevos torpes atentados del dictador destructor Simón Bolívar, Caracas, 1830, p. 5.
Biblioteca Nacional de Venezuela/Libros Raros.
44. Venezuela libre, Caracas, 1830, hs. Fundación Boulton-Caracas/Archivos de Gran Colombia.
45. Los Caraqueños, Nuevos torpes atentados del dictador destructor Simón Bolívar, op. cit., p. 5.
46. Revista de Colombia y Venezuela, Caracas, 1830, p. 22. Academia Nacional de la Historia, Foll.
1830.
47. Testigo de Oído, Diálogo entre un militar y un civil, Valencia, 1830, hs. Fundación Boulton-
Caracas /Archivos de Gran Colombia.
48. Un socio de la Sociedad Republicana de Caracas, Tranquilidad pública, Caracas, 5 de junio de
1830, p. 6. Biblioteca Nacional de Venezuela/Libros Raros.
49. El triunfo de la Constitución celebrada en Caracas. Socio Rufino González Caracas, T. Antero, 1830, p.
9. Academia Nacional de la Historia, Foll. 1830 (1.131).
50. “Acta de instalación del Congreso Constituyente de Venezuela el día 6 de mayo de 1830.
Francisco Javier Yánez (Presidente del Congreso), contestación al Excmo. Sr. General José Antonio
Páez”, en Constituciones de Venezuela, Madrid, 1975, p. 318.
51. Un General, varios gefes, muchos subalternos y una porción de paisanos, “Recomenzar sin
cesar... ” Cumaná 17 de junio de 1830, Caracas, reimpr. T. Antero, 1830, 26 p., Academia Nacional
de la Historia, Foll. 1830 (1.131).
52. Ibidem, p. 13.
53. Cf. Mario Briceño Iragorry, Pasión y triunfo de dos grandes libros, Caracas, 1961, p. 8.
54. Giovanni Battista Agostino Codazzi, Atlas físico y político de la República de Venezuela, dedicado
por su autor el Coronel de Ingenieros Agustín Codazzi, al Congreso constituyente de 1830, Caracas, 1840/
Paris, 1841.
55. Feliciano Montenegro y Colón publica en 1837 el cuarto tomo de una Geografía general para el
uso de la juventud, consagrado a la historia de Venezuela desde 1492 hasta la Revolución de las
Reformas de 1835-1836.
56. Rafael María Baralt, Resumen de la historia de Venezuela, 1841.
57. Agustín Codazzi, “Prólogo al atlas físico y político de Venezuela”, en Obras escogidas, Caracas,
Biblioteca Venezolana de Cultura, 1960, tomo II, p. 6.
58. Francisco Javier Yánez, Compendio de la Historia de Venezuela. Desde su descubrimiento y conquista
hasta que se declaro Estado Independiente (1840). Relación documentada de los principales sucesos
ocurridos en Venezuela desde que se declaró Estado Independiente hasta 1821.
59. José de Austria, Bosquejo de la historia militar de Venezuela, 1855.
246
60. Nikita Harwich Vallenilla, “Le discours historiographique du Venezuela au XIXe siècle”, en
François-Xavier Guerra (éd.), Mémoires en devenir. Amérique latine XVIe-XIXe siècle, Bordeaux, Maison
des Pays Ibériques, 1994, p. 196.
61. Cf. “La désacralisation du ‘Héros du siècle’: Bolivar contre Páez”, en Véronique Hébrard, Le
Venezuela indépendant. Une nation par le discours (1808-1830), op. cit., pp. 337-342. Dos libros de la
época son particularmente representativos de este descrédito de Bolívar: Manifestaciones que
hacen los ciudadanos que suscribimos, op. cit:, Rafael Diego Mérida, Nuevos torpes atentados del dictador
destructor Simón bolívar (firmado: Unos Caraqueños), Caracas, 1830, 32 p. Biblioteca Nacional de
Venezuela/Libros Raros.
62. Daniel Fabre, “L’atelier des héros”, in Pierre Centlivres, Daniel Fabre, Françoise Zonabend
(dir.), La fabrique des héros, op. cit., p. 267-268.
63. Raoul Girardet, Mythes et mythologies politiques, op. cit., p. 180.
AUTOR
VÉRONIQUE HÉBRARD
Universidad de París I-CRALMI (Francia)
247
30 La relación de O’Leary sobre Piar, donde anexa testimonios de testigos oculares que
presenciaron los acontecimientos del año 1817, contiene información relevante sobre el
tema que nos ocupa. Piar, de acuerdo con Arismendi, “trató de ganar a los demás
generales y jefes del ejército, asegurando el peligro en que estaban de ser envueltos en
una guerra civil, si el general Bolívar continuaba con la autoridad suprema”. Para evitar
esa guerra era preciso realizar en Guayana otro congreso en contraposición al de
Mariño, para que una vez separado Bolívar del mando pudiera restablecerse la
confianza y unión en el seno de la causa patriota. Pero el verdadero objetivo de Piar,
según O ‘Leary, era apoderarse del gobierno y hacer partícipe del mismo a Arismendi,
quien entonces “estaba suelto y sin mando”. Descubiertos sus planes por Bolívar, Piar
intentó poner en marcha un nuevo proyecto, con el que provocaba y afirmaba “los
odios y la guerra entre las clases de blancos y pardos”, declarándose partidario de estos
últimos, porque el general Bolívar no pertenecía a ellos17.
31 Bolívar, afirma O’Leary, tenía la resolución de “poner a prueba la estabilidad de su
gobierno, en el convencimiento de que tolerar por más tiempo los abusos de los jefes
sería consentir en la destrucción del país”18.
32 Del testimonio del general Salom, citado también por O’Leary, se extrae información
reveladora. Afirmó este testigo que la relación de Piar con el Libertador se mantenía en
buenos términos, pero Piar “como hombre algo escaso de talento y un tanto ambicioso”
19
, varios jefes amigos suyos lo hicieron trastabillar, para luego adherirse hacia donde se
inclinara la balanza del poder. Viéndose Piar
...solo en la arena y perteneciendo a la clase de pardos, partido respetable entre
nosotros, no tuvo otro remedio que hacerse corifeo de esta clase y tratar de
armarlos para obtener el triunfo que deseaba; por fortuna no lo consiguió, y no tuvo
otro recurso que fugarse. Este es su delito20.
33 En las acusaciones consignadas contra Piar en el acta levantada por el Juez- Fiscal
Soublette para sustentar la sentencia definitiva del Consejo de Guerra, así como en las
declaraciones posteriores de algunos testigos oculares consultados por O ‘Leary,
sobresalen en sus diferentes enunciados, tal como lo hemos señalado, el problema
racial y el temor a una guerra civil de castas. A Piar se le señala como pardo y se le
sindica de haber pretendido sucumbir la República en un baño de sangre fratricida,
bajo la divisa de lucha a muerte contra los blancos y mantuanos.
34 El otro asunto polémico planteado referido a la consolidación de la Autoridad Suprema
en manos de Bolívar queda bien establecido en el último trozo de su proclama dirigida a
los soldados del Ejército Libertador al día siguiente del fusilamiento de Piar:
El cielo ha visto con horror a este cruel patriota: el cielo lo entregó a la vindicta de
las leyes, y el cielo ha permitido que un hombre que ofendiera a la Divinidad y al
linaje humano, no profanase más tiempo la tierra, que no debió sufrirlo un
momento, después de su nefando crimen.
Soldados!
El cielo vela por vuestra salud; y el gobierno, que es vuestro padre, solo se desvela
por vosotros. Vuestro Jefe, que es vuestro compañero de armas, y que siempre a
vuestra cabeza, ha participado siempre de vuestros peligros y de vuestras miserias,
como también de vuestros triunfos, confía en vosotros. Confiad, pues, en él, seguros
de que os ama más que si fuera vuestro padre o vuestro hijo. 21
35 Bolívar recurre aquí a una serie de paralelismos alocutorios en los que comienza
aludiendo al “cielo” como sujeto providencial, que somete al criminal trasgresor de lo
divino y lo humano, y lo entrega a la venganza de las leyes para evitar futuras
256
41 El propio Tavera Acosta, en una nota de pie de página de sus Anales de Guayana, se
refiere a una supuesta publicación del trabajo histórico de Arroyo y Niño 23, sin
embargo, en las bibliotecas principales no hemos podido localizar ejemplar alguno.
Efectivamente, tampoco lo tuvo Tavera Acosta en sus manos y tuvo que recurrir al
auxilio de las tradiciones conservadas entre los Aristeguieta de Guayana, para
reconstruir la historia “que narrara al Obispo el último confesor de Piar”. Para probar
la existencia de estos papeles, tal como lo narra el mismo Tavera Acosta, debió este
historiador apelar a la solicitud del testimonio escrito de un sobrino del obispo Arroyo
Niño, llamado J. M. Arroyo. En carta fechada en 1906, J. M. Arroyo refiere que su tío se
ocupaba en 1884 de la redacción de “un trabajo de indiscutible fuerza histórica” 24,
basado en aquellos preciosos datos aportados por el padre confesor. Afirma aquel
testimoniante que una de las partes del trabajo versaba sobre el nacimiento de Piar y
rectificaba la opinión que lo hacía natural de Curazao, “dándole por cuna la misma de
nuestro Libertador”. Otra corrección atendía a los estudios y la esmerada educación de
Piar, que contrariaba la apreciación de los que “nada le concedían en punto a cultura” 25.
Piar queda de este modo equiparado con el Libertador en lo que concierne a naturaleza
y formación.
42 Otros informantes, también encuestados por Tavera, le respondieron afirmativamente
por escrito que habían visto el “precioso” manuscrito, puesto en circulación por el
Obispo de Guayana, en calidad de préstamo. Máximo Hernández, uno de los
informantes del autor de los Anales, relata en su carta la historia de lo que recuerda
haber leído en aquel escrito “sobre el origen esclarecido del ínclito vencedor de San
Félix”, es decir, Piar. Igualmente informa acerca de la posible procedencia del
cuaderno, declarando que pudo haber sido escrito por el padre Pérez Hurtado, después
de una larga plática que tuvo el sacerdote confesor con la víctima el mismo día que fue
llevado al cadalso. Esto último queda en el plano de la conjetura porque Máximo
Hernández no pudo asegurarlo26.
43 Es así como ese apreciado y traspapelado cuaderno, de cubierta amarilla y manuscrito
con letra española, se convierte en fuente documental probatoria del origen noble de
Piar. Asimismo la carta del lector-testigo pasa a ser fuente documental válida, que
rescata la historia —antes censurada— del “ínclito” guerrero: engendrado por 1777,
cuando un príncipe de la Casa Real de Braganza, de viaje por Caracas, se prendó de
Soledad Jerez de Aristeguieta, dama caraqueña de distinguida alcurnia. Por causa de
aquellos amores, ésta fue internada en el Monasterio de las Concepciones donde dio a
luz a un niño que bautizaron en el mismo convento con el nombre de Manuel y Carlos.
Su cuido fue encomendado a un comerciante canario apellidado Piar quien, junto con
su señora, lo condujo a la vecina isla de Curazao. Enterado el Príncipe de Braganza de
esa resolución, lo pensionó pródigamente con el encargo de que fuera educado como le
correspondía a un vástago de sangre real27.
44 El origen de Piar, antes condenado al descrédito por la murmuración, queda esclarecido
en esta versión de la historia, con fuertes visos de invención, con el fin de rectificar y
legitimar al héroe, de acuerdo a las nociones positivistas de pureza de raza, limpieza de
sangre y alcurnia, que rodeaban al mismo Tavera Acosta. La limpieza de sangre y de
honor se confirman e incrementan con testimonios frescos contenidos en nuevos
documentos, de cuyo origen ya no había supuestamente razones de duda. Las
acusaciones que en su época le hiciera Bolívar a Piar para descalificarlo y cubrirlo de
sospecha, retornan ahora investidas de signos positivos propios de un contexto
258
positivista, al cual apela Tavera Acosta para reivindicar y elevar a Piar a la categoría de
héroe superior a Bolívar en cuanto a linaje. La memoria histórica, pues, se hace
invención apelando a argumentos heredados y a estrategias de reconstrucción que se
muestran como fiables y aceptables.
45 Otro de los informantes de Tavera Acosta, José de Aristeguieta, un descendiente de don
Miguel Aristeguieta, recuerda haber visto papeles de la familia donde Piar aparecía
como hijo de legítimo matrimonio celebrado secretamente entre un príncipe de
Braganza y de la señorita Soledad Jerez de Aristeguieta. Este informante también
refiere haber conocido a un Policarpo Rodríguez, nacido en 1801, quien decía haber
conocido a Piar personalmente y aseguraba que éste no era mulato sino blanco, con
modales aristocráticos28. El origen y linaje de Piar queda dilucidado y legitimado de este
modo. Se esclarece al Piar mulato, se dignifica al Piar vencedor de San Félix —en
contraposición del guerrero desacreditado por Bolívar en su proclama— y se ennoblece
al héroe bastardo. Lejos del antihéroe juzgado y condenado en 1817, nos encontramos
ahora con un héroe rectificado que puede desenvolverse en el campo de la legalidad y
de la estructura del orden establecido. Su procedencia de noble linaje le otorga carta de
ciudadanía superior, inclusive, a la del mismo Bolívar en cuanto a casta. Todo esto,
aunado a las afirmaciones de personas que lo conocieron y confirmaron el color blanco
de su piel, que en época de Tavera Acosta, a la usanza positivista, se adjetivó de
“caucásico”, lo cual lo liberaría de la sospecha o imputación que pudiera condenarlo
como caudillo de la insurrección de los pardos contra los mantuanos.
46 Otros testimonios de algunos de los Aristeguieta legitiman, con argumentos semejantes,
la unión del príncipe viajero con la noble dama. Estos testimonios se inscriben en el
marco del enunciado de personas que afirman haber visto en una oportunidad los
documentos, que posteriormente desaparecieron. Cita Tavera Acosta la carta recibida
donde Leandro Aristeguieta confiesa que su tío carnal, el Pbro. José Leandro
Aristeguieta, habíale informado en 1874 cómo un hermano del general Guzmán Blanco
le enseñó unos documentos en pergamino —encontrados en los archivos de Maturín—
que comprobaban “eficazmente el matrimonio de Soledad con el príncipe de Braganza”.
Supone el testimoniante que dichos papeles debían existir en los archivos de la sucesión
Guzmán Blanco, y destaca que la madre de Guzmán era sobrina de Soledad. Esta versión
legitima tanto el origen del héroe como la relación amorosa que lo engendró. Tal
relación queda asimismo liberada del campo semántico y cultural de la clandestinidad y
trasgresión.
47 Las diferentes versiones del origen de Piar habían estado accionando, hasta ahora, en la
esfera de la trasgresión social, de lo ilegítimo, de la mezcla racial o lo misterioso. Son
versiones que en términos generales no se avienen con lo formalmente establecido y
aceptado por las normas sociales ideales que de alguna manera excluyen al héroe del
ámbito de lo sancionado. Se destacan en ellas los rumores, las consejas, los corrillos que
funcionan como máscaras o estrategias para afirmar la tradición o contrariamente para
encubrir una invención de la misma.
48 A las acusaciones formuladas contra Piar en los documentos de la época, en particular,
aquellas presentadas en el juicio que se le siguiera, se le contraponen las versiones
enunciadas por las voces de la tradición oral familiar —prohibida y ocultada— que
cuentan con el aval de proceder de fuentes autorizadas. Detrás del informante están las
figuras y las voces citadas de presbíteros y obispos que validan y reafirman la
certidumbre de los testimonios. Las cartas se convierten en fuentes documentales, que
259
ese rumor, expresado en forma de acusación o defensa en los documentos, toma forma
de manuscrito que recoge el último testimonio confesional del reo. Por Tavera Acosta
sabemos quién lo hizo público (Monseñor Arroyo y Niño), quién lo donó a este prelado
(el prócer Antonio Padilla Urbaneja). Pero aquí se interrumpe la certeza en el trazado
de la cadena de transmisión del manuscrito o conocimiento desde su fuente originaria
(el presbítero confesor de Piar). Se recurre entonces a la hipótesis, la conjetura, al
“acaso”.
53 Por otro lado, es importante tener en cuenta que el rumor era un arma efectiva para
enfrentar al enemigo y aumentar la anarquía. Gaceta de Caracas, por ejemplo, en manos
de los realistas, ofrecía informaciones distorsionadas de los hechos, y esta distorsión
era asimilada por los patriotas a su manera. También es reveladora la responsabilidad
en la muerte de Piar que se atribuye el realista José Domingo Díaz en Recuerdos de la
Rebelión de Caracas:
Piar era uno de nuestros más temibles enemigos. Valiente, audaz, con talentos
pocos comunes, y con una grande influencia en todas las castas por pertenecer a
una de ellas, era uno de los hombres de Venezuela que podían arrasar así a la mayor
parte de la población (...) Una casual reunión de circunstancias felices me
proporcionó pocos meses después el hacerle desparecer. No era necesario para ello
sino conocer el irreflexivo aturdimiento, la suma desconfianza, la irritabilidad
excesiva de Simón Bolívar. Así, desde mi habitación pude excitarle por personas
intermediarias y por un encadenamiento de sucesos verdaderos o aparentes.
Cuando ya estaba lleno de terror, de sospechas y de desconfianza hacía su colega,
una Gaceta de Caracas puesta en sus manos le precipitó, voló a Guayana y le pasó
por las armas30.
54 El rumor, fundado en la verdad o la apariencia y puesto en circulación con fines
difamatorios por vía oral o por medio de gacetas oficiales, resultaba ser una estrategia
efectiva para causar confusión entre los jefes del bando patriota y en la población 31. No
otra cosa se percibe como intención de José Domingo Díaz en este testimonio, pues no
puede desconocerse la fuerza del rumor, particularmente en momentos de caos y crisis
como aquellos. La falta de información veraz genera rumores, que fundamentados en la
conjetura, la especulación y la necesidad de explicar las cosas se convierten en
verdades, pese a la ausencia de documentación que las avale. En este sentido
recordemos que para la época, los patriotas no contaban todavía con el Correo del
Orinoco para difundir sus noticias. Lo cierto es que la valentía y audacia de Piar
estorbaban a la facción realista tanto como su carácter “rebelde” y su actitud
“desobediente” incomodaban a la autoridad suprema de Bolívar.
55 Los rumores se convirtieron en noticias, ya fueran infundadas, razonadas o
distorsionadas, según los intereses o las necesidades de adaptación a determinadas
circunstancias. Igualmente, la trama de leyendas forjadas en torno a Piar ha ido
evolucionando y adaptándose a los diferentes períodos históricos. Durante la guerra de
Independencia, el héroe fue perfilado y percibido como personaje peligroso por su
ambiguo nacimiento y por su color. Después de la Guerra Federal, cuando ya se había
debatido el problema de la lucha social y racial, la reivindicación de su figura atendió a
la necesidad de purificarlo racialmente y de liberarlo de culpas, y nociones derivadas de
las ideas del positivismo acerca de la noción de raza modelaron parcialmente los
argumentos. Pero también, la reivindicación positivista del héroe tenía otra carga
política de gran significación.
261
67 Una variante de esta versión adjudica al padre de Bolívar, en lugar de don Marcos
Ribas, la paternidad de Piar38, y es sustentada solamente por la tradición oral en la
forma de consejas o rumores, tal como es ofrecida por Herrera Luqueen su biografía
novelada de aquel héroe, y que algunos de los testimonios orales recabados en nuestro
trabajo de campo no dejan de citarla. Esta otra exégesis proyecta la imagen de Piar
como el reverso de Bolívar, que es el héroe auténtico y por excelencia. Piar, por el
contrario, es el héroe incompleto que no puede realizarse completamente por ser
creación fallida.
68 Si en el amanecer de la República el tema del origen de Piar se presentó como un
laberinto de rumores e intrigas, es de observarse que luego, en el proceso de
consolidación de la Nación, ese laberinto de versiones circulantes permaneció sin
despejarse. Hoy en día, inclusive, el hallazgo de la partida de bautismo 39 que certifica su
nacimiento en Curazao y la maternidad a María Isabel Gómez Quemp, mulata
holandesa, de profesión partera o comadrona, en vez de poner fin a la prolongada
polémica sobre el asunto, ha suscitado perennes discusiones. Todo este tejido de
versiones legendarias sobre el origen del personaje, visto a la luz del proceso de
conformación de identidad nacional, nos remite a la toma de conciencia de una
configuración desarticulada del curso racial y social que ha tenido el mestizaje en
nuestro país. Ese mestizaje se expresa en leyendas de origen cuyos núcleos temáticos
refieren a una identidad basada en la trasgresión social y moral, la ilegitimidad, la
bastardía, el pecado y la caída del mantuanaje. Mestizaje es, según estas versiones, el
producto no legalizado de la contaminación étnica y social. En el caso de Piar le estaba
vedado su acceso a la legitimidad, a menos que se recurriera al ennoblecimiento del
origen mediante la incorporación de sangre real, a la unión transgresora que lo
engendró o que se apelara al blanqueamiento del héroe.
69 En este sentido, la noción de mestizaje, como fenómeno cultural que implica mezcla de
opuestos, ha tenido una evolución muy específica y contradictoria en la que han
operado conceptos binarios de pureza e impureza, integración y segregación,
contaminación y prevención, peligro y tabúes, junto a sus convenciones y normas para
evitarlo. La mitología gestada en torno al origen de Piar hace del héroe el fruto
ilegítimo de la mezcla de razas, gestada durante las largas décadas de colonización y
posteriormente de la forjación de la república. Asimismo encarna como personaje
legendario un tipo étnico de identidad basada en la des-identidad, en la ambigüedad, en
la unión racial o social vista como contaminante y desestabilizadora del orden
estructurado.
70 La figura histórica de Piar exige, desde la orfandad con que aparece en las narraciones
sobre su origen, un lugar adecuado para su proyección como héroe de la guerra
emancipadora, y a tal respecto las estrategias discursivas y las narraciones
configuradas culturalmente a lo largo del tiempo ofrecen diferentes alternativas. Las
estrategias discursivas y la organización de los núcleos temáticos responden a la
búsqueda de argumentos que repliquen a una noción racista subyacente que persiste
por herencia cultural e histórica y pretende demostrar la superioridad social y política
de un grupo sobre otro, basándose en conceptos étnicos y biológicos jerarquizantes,
como se observa, por ejemplo, con la incorporación de Piar al linaje aristocrático
mediante leyendas de corte mantuano que lo ennoblecen y lo autentican. Como hijo de
madre criolla aristócrata y padre noble de sangre azul. Piar héroe, adquiere relevancia
y un sitial incuestionable. La trasgresión moral y la reputación del estamento
265
NOTAS
1. Véanse: Maurice Halbwachs, On Collective Memory, Chicago-London, The University of Chicago
Press, 1992; Yolanda Salas, Bolívar en la conciencia popular, Caracas, Instituto de Altos Estudios de
América Latina-Bolivarium, Universidad Simón Bolívar, 1987.
2. En la partida de bautismo hallada por el padre franciscano William Brada, biógrafo de Piar, se
nota que Manuel María Francisco Piar fue presentado el 28 de abril de 1774 para recibir el
sacramento. Aparece allí como hijo legítimo de María Isabel Gómez. Cfr. Asdrúbal González,
Manuel Piar, Valencia, Vadell Hermanos Editores, pp. 20-21.
3. Simón Bolívar, “A los Pueblos de Venezuela”, en Bolívar, ideas de un espíritu visionario, Caracas,
Monte Ávila Editores, Biblioteca del Pensamiento Venezolano “José Antonio Páez”, 1990, p. 151.
4. Ibidem, pp. 151-152.
5. Ibidem, p. 155.
6. Ibidem, pp. 155-156. Las bastardillas corresponden al original.
7. Ibidem, p. 156.
8. Memorias del General O’Leary, Caracas, Ministerio de la Defensa, 1981, Tomo XV, p. 351.
9. Ibidem, p. 352.
10. Idem.
11. Simón Bolívar “A los Pueblos de Venezuela”, en Bolívar, ideas de un espíritu visionario, op. cit.,
pp. 156-157.
12. Simón Bolívar: “Discurso ante el Congreso de Angostura”, en Bolívar, ideas de un espíritu
visionario, op. cit., p. 58.
13. Memorias del General O’Leary, op. cit., Tomo XV, p. 355.
14. Cfr. Ibidem, p. 363-377.
15. Cfr. Ibidem, pp. 382-364.
16. Cfr. Ibidem, p. 386. Cursivas en el texto original.
17. Cfr: Ibidem, p. 399.
18. Memorias del General O’Leary, op. cit., Tomo I, p. 422.
19. Ibidem, p. 426.
20. Idem.
21. Ibidem, Tomo XV, pp. 423-424.
22. Bartolomé Tavera Acosta, Anales de Guayana, Caracas, Publicaciones Auyantepuy, 1954, p. 259.
Sobre la transmisión de este manuscrito, Manuel Alfredo Rodríguez señala que Tavera Acosta
aventura la hipótesis de que Padilla Urbaneja recibiera esos papeles del Pbro. Remigio Pérez
Hurtado. Cfr: El capitolio de Caracas. Un siglo de Historia de Venezuela, Caracas, Ediciones del
Congreso de la República, 1988, p. 32.
23. Bartolomé Tavera Acosta, Anales de Guyana, op. cit., p. 259.
24. Ibidem, p. 327.
25. Idem.
26. Cfr. Idem.
27. Cfr. Ibidem, pp. 326-327.
28. Cfr. Ibidem, pp. 328-329.
29. Cfr. Ibidem, pp. 263-264.
30. Citado por Manuel Alfredo Rodríguez en bolívar en Guayana, Caracas, Editorial Cejota, 1983, pp.
91-92.
31. Cfr. Gaceta de Caracas, N° 156, miércoles 25 de octubre de 1817.
32. Bartolomé Tavera Acosta, Anales de Guayana, op. cit., p. vil
33. Idem.
267
AUTOR
YOLANDA SALAS
(Venezuela)
268
1 Todo el mundo está de acuerdo sobre el papel fundamental que los llaneros
desempeñaron durante la guerra de Independencia. Los pastores de los llanos del
Orinoco se distinguieron en la liberación de Venezuela, de Colombia y, en menor
medida, de los países andinos del sur. Su contribución fue tanto más decisiva cuanto
que se produjo en días tenebrosos. Si las guerrillas llaneras no hubieran apoyado a la
Confederación después de las derrotas de Urica y de Maturín, las élites en el exilio no
habrían sin duda llevado a bien su retorno espectacular al continente en el curso del
año 18161. Sin embargo, a pesar de su reconocido heroísmo, el llanero se inscribe en
una memoria disputada.
2 Porque, en realidad, el arquetipo del “centauro de los llanos” constituye una figura
ambigua y divergente. Se encuentra en un punto de tensión de la identidad venezolana,
desgarrado entre la valorización del pueblo soberano y el temor a los excesos de la
turba. Los llaneros pertenecen tanto a la leyenda negra del caudillo español José Tomás
Boves como a la leyenda dorada de las gloriosas campañas de la Independencia. A
imagen del soldado desconocido de las democracias igualitarias, el llanero encarna las
virtudes innatas del pueblo anónimo, su sabiduría espontánea y un vigor que se
desborda a veces en crueles excesos. Estos desórdenes jamás son prueba de un espíritu
vicioso o depravado, sino más bien efecto de una abundancia de fuerza. Arma viva de la
Independencia, también es el pueblo y su hipóstasis en populacho, a la vez soberano y
vulgar turba. En este sentido, los llaneros resumen uno de los problemas fundamentales
del liberalismo político. ¿Cómo establecer la base de un nuevo orden sobre una
colectividad en la que nada garantiza que sea digna de fundar la soberanía como no sea
en teoría?
3 El llanero es entonces una metonimia de la nación venezolana en su primera
contradicción: a la vez paladín de la república igualitaria y rebelde contra el proceso
civilizador de la utopía liberal. Esta contradicción inaugural funda el “lugar de
memoria” llanero2, cuyas funciones en la construcción de la nación se deben
comprender. Responder a este interrogante, es proponer una interpretación distinta
269
del papel de los llaneros durante la guerra de Independencia con el fin de encontrar, en
la medida de lo posible, el sentido de su participación en la emancipación venezolana y
colombiana.
instituciones republicanas y, por otra —la más difícil y arriesgada- crear un pueblo
regenerado19.
Restrepo. En este marco, daban un triple aval a una ficción republicana que no exigía
tanto: el parecido asociado a los testigos oculares o, por lo menos, contemporáneos de
los hechos; la cientificidad de un relato basado en una lectura atenta de variadas
fuentes; la legitimidad de unos escritores que con frecuencia fueron grandes próceres.
La prisión historiográfica, en cuanto marco constrictor de interpretación, estaba
construida sobre dos discursos convergentes con una gran fuerza de convicción: el de
los actores mismos del drama y el de los primeros grandes cantores de su gesta.
24 Un elemento, sin embargo, no cuadraba con la interpretación propuesta por los
grandes antepasados. ¿Cómo fue que esos bárbaros sin Dios ni ley, tan leales a la Corona
española, se convirtieron en los principales protagonistas de la guerra de
Independencia en su fase irregular entre 1815 y 1819? Más que enfrentarse a esta
contradicción, lo que hicieron fue dar rodeos en torno a ella. Vicente Lecuna, como la
mayor parte de los eruditos del siglo XX, no trató de resolver la dificultad propia del
estudio de los ejércitos llaneros, es decir, la inestabilidad de sus sucesivas
intervenciones militares29. A los historiadores del ejército patriota —Lecuna, López
Contreras30— no los apasionaron estos hechos, con la excepción —notable— de Lino
Duarte Level, que consagró31 algunas páginas al hecho sin mayor preocupación por la
exactitud histórica. El relato patriótico, fascinado por las grandes contiendas y los
grandes hombres, propuso una historia-batalla tan precisa como limitada. Ignoró la
guerra de los Llanos porque fue una lucha sin un jefe bien definido y sin triunfos
memorables.
25 Poco deseosos de escapar del marco de inteligibilidad fijado por los próceres patriotas,
esta historiografía eludió el problema llanero para, más profundamente, evitar la
evocación de la lealtad a la Corona de grandes partes de la población. La revolución
encarnaba la libertad pero la población no la seguía en masa. ¿Cómo integrar estos
hechos absurdos para la razón liberal a la trama de la historia nacional?
26 La incomprensión de los movimientos llaneros no estaba ligada a una idiosincrasia
venezolana. Era consubstancial con un marco mental y con una coyuntura política más
universal. Porque Maracaibo, Coro o los llaneros de Boves ocupan, mutatis mutandis, la
misma posición en la memoria venezolana que la Vendée o los Vendéens en el
imaginario francés.
27 Como lo demuestran los trabajos de Jean-Clément Martin32, fue el poder revolucionario
el que, en los primeros días de la emoción Vendéena, le otorgó un sentido político a
unos motines apenas diferentes de los disturbios campesinos que el reclutamiento
militar había provocado a menudo. La Vendée nació de la coincidencia entre una
circunstancia —el fracaso de la represión de las primeras rebellones campesinas contra
la nobleza— y su codificación por el gobierno republicano en traiciones
contrarrevolucionarias. Como en el caso venezolano, esta primera interpretación del
poder revolucionario debía permanecer como el fundamento tanto de la memoria de
los hechos como de los trabajos científicos que trataban de dar cuenta de ellos. A partir
de esta premisa compartida, los conservadores admiraron durante dos siglos el coraje
de un pueblo levantado espontáneamente en defensa de la religión y de las antiguas
libertades; y los herederos de la corriente jacobina y “progresista” justificaron las
columnas infernales del general Tureau por la necesidad de una violencia
regeneradora. Sólo la fuerza era capaz de abrir los ojos del pueblo sobre su servidumbre
voluntaria a la tradición.
274
creadas en 1845 por Faustino Sarmiento en Facundo37, Laureano Vallenilla Lanz constata
la inmensa distancia entre las “constituciones de papel” y la constitución histórica y
real del pueblo venezolano38. Sus conclusiones llevan a abrir una reflexión sobre la
temática del punto fijo —siguiendo al Libertador— y de un estado de excepción
institucionalizado en dictadura. Vallenilla Lanz se inscribe dentro de los partidarios de
un autoritarismo ilustrado, particularmente fuerte en el seno de la corriente positivista
de fines del siglo XIX.
33 No se trataba de negar pura y simplemente el objetivo normativo inscrito en la letra de
la Constitución, sino de forjar un instrumento capaz de producir un pueblo digno de la
carta colectiva. Este rodeo no tenía otro fin que permitir asumir valores modernos al
suspender una legislación inadaptada a las sociedades criollas. Se trataba de un
autoritarismo inscrito en el horizonte liberal que hacía del caudillo el instrumento
civilizador por excelencia. El gendarme necesario era la única figura que podía refrenar
los efectos perversos vinculados a la adopción de valores modernos en el seno de
sociedades bárbaras. Esta corriente volvió a encontrar una preocupación general de los
pensadores y hombres de Estado del siglo XIX. Napoleón habría dicho, “después de mí,
la república o los cosacos”. Karl Marx, que no gustaba del concepto de cesarismo, utilizó
el de “república cosaca” en su Dieciocho Brumario. Según él, la igualdad política llevaba
necesariamente al despotismo militar. Al destruir todo contra-poder en la sociedad, la
soberanía popular, desviada en beneficio de una sola persona, culminaba
mecánicamente en formas inéditas de avasallamiento.
34 En este contexto intelectual, los llaneros de la Independencia desempeñaron un papel
conceptual clave. En cuanto cosacos de la sabana, las gentes de los llanos simbolizaban
a la perfección al pueblo americano brutal y bárbaro. Los positivistas añadieron su
piedra a esta imagen mitificada construida por algunos próceres y por la primera
generación de historiadores de la emancipación. Mutalis mutandis, ocupaban en esos
discursos explicativos orientados hacia la justificación del autoritarismo el mismo lugar
que ocupaban los gauchos en la obra de Sarmiento.
35 Con la Revolución, la desaparición de las castas y de la sociedad jerarquizada debían
desembocar en un período de transición. Sólo el despotismo ilustrado podía combinar
igualdad y orden en el marco de una república moderna comprometida en un largo
proceso de civilización. El carácter desordenado y violento del llanero fue naturalizado
y se convirtió en metonimia no sólo del pueblo sino de la venezolanidad —entendida, en
su carácter negativo, como un estigma—. El falso mito llanero se convirtió en la piedra
angular teórica de una justificación de los regímenes autoritarios y militares.
36 Para servir objetivos opuestos, la historiografía reciente ha tendido, no obstante, a
encerrarse en esta prisión historiográfica. La corriente intelectual surgida de la
descolonización del siglo XX valorizó el papel de las clases subalternas y la visión de los
vencidos. Inspirada en el marxismo, esta escuela fue fecunda en Venezuela.
Protegiéndose, se contentó demasiado frecuentemente con invertir las tesis de la
historia tradicional, luego positivista, en vez de derribarlas. Sin cuestionar las
distinciones entre civilización y barbarie, trató de valorizar al bárbaro a expensas del
civilizado. El nómada se imponía al sedentario, el jinete al soldado de infantería, el
salvaje al hombre educado. La ratificación moderna de la división mítica entre un Llano
indomable y una civilización urbana corrompida no hizo sino consolidar la prisión
historiográfica en la que estaban encerrados los llaneros desde hacía ya dos siglos. Este
tipo de enfoque obligaba a construir un mundo en blanco y negro, cuya estructura
276
42 Esta perspectiva obligaría a volver a examinar tres lugares comunes fundadores del
mito llanero. No haremos a ellos sino una rápida alusión, a falta de poder desarrollar su
crítica en el marco de este artículo42. El primer presupuesto convierte a los Llanos en un
espacio marginal para una sociedad de marginales. El segundo naturaliza la identidad
combatiente de los llaneros, transformados ya sea en bárbaros sanguinarios, ya en
buenos salvajes resistentes a la influencia de una civilización inicua. El tercer lugar
común se organiza en torno a la espontaneidad del movimiento de Boves en el tiempo;
se deriva de la pintura de los llaneros como ariscos centauros.
43 Algunas observaciones tal vez puedan plantear ciertas dudas sobre estas convicciones.
¿Cómo una población de más de doscientas mil personas 43 —o sea cerca de una cuarta
parte de la población de la Capitanía General— pudo vivir al margen y mantenerse en
un estado de rebelión endémica contra el poder colonial? Lejos de nosotros la idea de
que los Llanos de Venezuela y de Nueva Granada fueran un espacio dominado,
controlado, aparcelado y cubierto de caminos, pero es difícil sostener que una
población tan numerosa pudiera haber vivido fuera de toda organización. Añadamos a
esto que el arquetipo de los Llanos como zona de frontera y de vida cimarrona se basa
en la idea de que estaba poblado en su mayor parte por pardos, zambos y negros,
esclavos o libres. Ahora bien, el estado general de la provincia de Barinas de 1787
demuestra una composición racial completamente diferente. Cerca del 39% de la
población pertenecía a la clase de las castas, muy lejos éstas de tener una
predominancia absoluta. En realidad, aunque las gentes de color serían un poco más
numerosas que los blancos, la diferencia sería mínima puesto que estos últimos
representaban el 32,4%. Los indios por su lado constituían cerca del 29% del total, entre
los cuales sólo un 6% eran indios bravos44. El “momento Boves” determina una vez más
inconscientemente la geografía racial de los Llanos. Sólo hordas negras podían
arrojarse contra las oligarquías blancas de las ciudades 45. Pero lejos de ser puros
“outsiders”, los llaneros pertenecían a una sociedad de frontera relativamente bien
integrada al mundo de la costa. No carecían de instituciones. Los levantamientos
llaneros no son un movimiento étnico o racial dirigido contra los blancos sino la
reacción de un espacio racial contra la conscripción republicana, una rebelión a lo
sumo antirevolucionaria pero de ninguna manera anti-oligárquica y menos aún
reaccionaria. Afirmar esto, también es darse los medios para comprender la
inestabilidad de las adhesiones políticas en los Llanos. Si una parte de los jinetes adoptó
el partido de la república en 1817, también fue porque no eran acérrimos
contrarrevolucionarios. Formaban una sociedad fragilizada por la guerra, que buscaba
sobrevivir bajo condiciones de adversidad muy duras. Se unieron al campo que podía
hacerlos subsistir a menor costo, o simplemente al partido vencedor.
44 En este nivel, se presenta un problema. Nadie se ha preguntado, en efecto, cómo fue
que muchos pastores de los Llanos se metamorfosearon en temibles guerreros en el
espacio de unos pocos años. Esta dificultad no existía mientras su modo de vida bárbaro
-o marginal, en las versiones modernas— seguía siendo un axioma. Sin embargo, hay
que preguntarse según qué dinámica se opera esa transformación.
45 ¿Cómo, en efecto, se transforma una comunidad pastoril en escuadrones de caballería
particularmente temibles? Aunque los llaneros tendrían el hábito de acosar al ganado
en el curso de largas y azarosas carreras, la caza no es la guerra; enlazar toros no tiene
nada que ver con la conducta de un encuentro de caballería contra un enemigo
humano.
278
NOTAS
1. La guerra irregular, como es lógico, no atrajo mayor atención historiográfica. Esta época
cuadra mal con los relatos heroicos de la guerra de Independencia. Ya sea porque el período es
ignorado, o porque se ignore su originalidad. El acceso difícil, la escasez y la dispersión de las
fuentes hacen complejo el análisis de estos movimientos. Dentro de una perspectiva más
conceptual, la formalización de las armas llaneras no cabe dentro de los marcos impuestos por la
historia militar tradicional.
2. Ver, Pierre Nora (dir.), Les Lieux de mémoire, Paris, Gallimard, 1984.
3. Ernest H. Kantorowicz, The King’s two bodies. a study in mediaeval political theology, Princeton,
Princeton University Press, 1957.
4. Platón, La República, II, 378a-386c. Seguimos los análisis de Cario Ginzburg, A distance. Neuf essais
sur le point de me en histoire, París, Gallimard, 2001, p. 53, sobre el mito.
5. Ibidem. Dante Alighieri, De l’éloquence vulgaire, trad. del latín De vulgari eloquentia, París, 1985.
6. François-Xavier Guerra ilustró en particular esta perspectiva en su obra. Modernidad e
Independencias, Madrid, MAPFRE, 1992.
7. Ver Isabela Restrepo, Souveraineté et représentation en Nouvelle-Grenade, 1810-1815, Paris, DEA de
la Universidad de Paris I, 1999.
8. François-Xavier Guerra, “La identidad republicana en la época de la Independencia”, en
Gonzalo Sánchez Gómez y M. E. Wills Obregón, Museo, memoria y nación, Bogotá, Museo Nacional
de Colombia, 1999, pp. 253-283. Se debe anotar que en la Nueva Granada el conflicto adquiere
279
otro cariz. La resistencia de los Pueblos ante cualquier injerencia del ejecutivo en cuanto a la
defensa favorece a la guerra cívica como una única forma de oposición.
9. Carl Schmitt es el teórico de la política en cuanto separación fundamental entre amigos y
enemigos. El concepto de lo político, Madrid, Alianza Editorial, 1998.
10. Antonio Annino anota con pertinencia que esta tradición del municipalismo hispánico es una
novedad derivada de los principios de representación adoptados por las Cortes de Cádiz. Antonio
Annino (coord.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX, México, Fondo de Cultura
Económica, 1995, p. 12.
11. Andrés Level De Goda, “Antapodosis”, Boletín de la Academia Nacional de Historia, Tomo XVI,
agosto-diciembre 1933, N° 63-64, Caracas, pp. 500-709, “Memorias de Andrés Level de Goda, a sus
hijos”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, N° 21, 1938.
12. José Francisco Heredia, Memorias del regente Heredia, París, 1895, (reed.) Caracas, Biblioteca de
la Academia Nacional de la Historia, 1986.
13. José Domingo Díaz, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, Madrid, 1829, 2 vols. Reedición en
Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1961.
14. Narciso Coll y Prat, Memoriales sobre la independencia de Venezuela, Madrid, Biblioteca de lka
Academia Nacional de la Historia, 1960 [1812 y 1818].
15. José Llamozas, “Memorial presentado al rey en Madrid por Pbro. Doctor Don José Ambrosio
Llamozas, vicario general del ejército de Varlovento, en las provincias de Venezuela” [1815], en
Santos Rodulfo Cortés, Antología Documental de Venezuela 1492-1900, Materiales para la enseñanza
de la historia de Venezuela, Caracas, 1960, pp. 220-230.
16. Jean-Clément Martin, La Vendée et la France, París, Le Seuil, 1987.
17. Sobre este punto, Clément Thibaud, Repúblicas en amias. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de
Independencia en Colombia y Venezuela, Bogotá, Planeta, 2003, cap. 6.
18. Simón Bolívar, Correspondencia del Libertador: 1819-1819, Caracas, Banco de Venezuela, 1974;
Enrique Ortega Ricaurte (comp), Archivo del General José Antonio Páez, Bogotá, 1957, 2 vols.
19. Sobre este punto, en el contexto francés, ver Pierre Rosanvallon, Le peuple introuvable, Paris,
Gallimard, 1998.
20. La noción es de Germán Colmenares, “La historia de la revolución por José Manuel Restrepo:
una prisión historiográfica”, La independencia: ensayos de historia social, Bogotá, Instituto
Colombiano de Historia, 1986, pp. 9-23.
21. Ver sus numerosos trabajos, sobre todo Crónica razonada de las guerras de Bolivar, Nueva York,
The Colonial Press, 1950, 3 vols.
22. Carta de Santander a Castillo y Rada del 9 de octubre, 1820, Archivo Restrepo, vol. 10, fol. 44 y
ss., citada también en Cartas y Mensa/es del General Francisco de Paula Santander, compilación de
Roberto Cortázar, Bogotá, 1953, vol. 2, pp. 335-337. Habla de la “guerra a lo tártaro”.
23. Ducoudray-Holstein, Histoire de Bolivar, continuée jusqu’à sa mort par Alphonse Viollet, Paris,
Tomo 1, p. LXVIJ.
24. Carta de José Antonio Páez, citada por Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático, estudio
sobre las Bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela, Caracas, Monte Ávila Editores,
1990, p. 155.
25. Coronel Francis Hall, Colombia, ils present state in respect of climate, soil, productions, population,
government, commerce, revenue, manufactures, arts, literature, manners, education and inducements to
emigration..., Filadelfia, 1825, p. 76.
26. John Potter Hamilton, Viajes por el interior de las provincias de Colombia, Bogotá, Biblioteca
Quinto Centenario Colcultura, 1993, pp. 115-117.
27. [Serviez, atribuido a...] L’Aide de Camp ou l’Auteur inconnu. Souvenirs des deux mondes, publiées
par Joseph de Viarz, Paris, 1832, pp. 199-200.
28. Rafael María Baralt, Resumen de la historia de Venezuela, desde el año 1797 hasta el de 1850, Paris,
1841, 2 vols.; José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada, Bogotá, Imprenta
280
Medardo Rivas, 1870, 3 Vols.; Daniel Florencio O’Leary, Bolivar y la Emancipación de Sur-América,
Memorias del general O’Leary, Madrid, Biblioteca Ayacucho, s.f. [1915], 3 Vols.; José Manuel
Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Medellin, Bedout, 1969 [1827], 6 Vols.
29. Esto es particularmente cierto en su obra Crónica razonada de las Guerras de Bolivar, op. cit.;
Bolívar y el arte militar, Nueva York, The Colonial Press, 1955.
30. Por ejemplo, Vicente Lecuna, Crónica razonada..., op. cit.; Idem, Bolivar y el arte militar, Nueva
York, The Colonial Press, 1955.
31. Lino Duarte Level, Cuadros de la Historia military civil de Venezuela, Madrid, Editorial América,
1917, pp. 282-300.
32. Jean-Clément Martin, La Vendée..., op. cit.
33. Utilizamos esta noción en el sentido de Paul Veyne, Comment on écrit l’histoire, Paris, Le Seuil,
1971, capítulo 8, sobre todo p. 98.
34. Elise Marienstras, Nous, le Peuple. Les origines du nationalisme américain, Paris, Gallimard, 1988,
p. 11.
35. Mircea Eliade, Le Mythe de l’éternel retour, Paris, Gallimard, 1949; y Aspects du mythe. Paris,
Gallimard, 1963.
36. “Pues si ha poco tuvimos razón de decir que, en realidad, mientras que lo falso es inutilizable
para dioses, es utulizable para los hombres ba|o la forma de un remedio...”, Platón, La República,
III, 389b.
37. Domingo F. Sarmiento, Facundo o Civilización y barbarie [1845], Caracas, Biblioteca Ayacucho,
1993.
38. Laureano Vallenilla Lanz, Cesarismo democrático, op. cit.
39. Juan Uslar Pietri, Historia de la rebelión popular en 1814, Caracas, Madrid, Edime, 1962.
40. Miquel Izard, El miedo a la revolución. La lucha por la libertad en Venezuela (1777-1830), Madrid,
1979; “Ni cuatreros, ni montoneros: Llaneros”, Boletín Americanista, 31, Barcelona, 1981, pp.
82-142; “Sin domicilio fijo, senda segura, ni destino conocido: los llaneros del Apure a finales del
período colonial”, Boletín Americanista, 33, Barcelona, 1983, pp. 13-83; “Sin el menor arraigo ni
responsabilidad. Llaneros y ganadería a principios del siglo XIX”, Boletín Americanista, 37,
Barcelona, 1987, pp. 109-142; Orejanos, amarrones y arrochelados, Barcelona, 1988; Jane M. Loy,
“Horsemen of the Tropics: a Comparative View of the Llaneros in the History of Venezuela and
Colombia”, Boletín Americanista, 31, 1981, Barcelona, pp. 159-171; ver también Adelina C.
Rodríguez Mirabal, La formación del latifundio ganadero en los llanos del Apure: 1 750-1800, Caracas,
Academia Nacional de la Historia, 1987.
41. La excepción notable en este concierto convergente sigue siendo el libro de Germán Carrera
Damas, Boves. Aspectos socioeconómicos de la Guerra de Independencia, Caracas, Universidad Central
de Venezuela, 1972.
42. Ver Clément Thibaud, Repúblicas en armas, op. cit.. cap. III.
43. Siete mil doscientos habitantes en los llanos del Apure (Adelina C. Rodríguez Mirabal, La
formación del latifundio ganadero en los llanos del Apure: 1750-1800, op. cit., p. 129), 42.000 en los llanos
de Barinas (“Estado de la provincia de Bartnas”, Archivo General de Simancas, Secretaría de Gueira,T.
7172, arch. 31, fols. 5-6), y 134.000 en los llanos de Caracas (P. Michael Mckinley, Caracas antes de
la Independencia, Caracas, Monte Avila Editores, 1987, p. 24.).
44. “Estado de la Provincia de Barinas”, Archivo General de Simancas, Secretaria de Guerra, T. 7172,
arch. 31, fols. 5-6.
45. En los llanos comprendidos en el obispado de Caracas, donde los trabajos de John Lombardi
nos permiten avanzar cifras más seguras, la categoría “pardo” no está mucho mejor representada
que en la cordillera costera que incluye a Caracas: el 42% contra el 34%. En el mismo orden de
ideas, los blancos reúnen en las dos regiones el 29% de la población. Ver también las cuentas de P.
Michael Mckinley, Caracas antes de la Independencia, op. cit., p. 70 y 133.
281
46. Ver las cartas que envía al justicia mayor de Camatagua reunidas en el Archivo Restrepo
(Bogotá), vol. 30, Oficios vanos de los Españoles; Boves; Morales; Rosete y otros, fol. 7 y ss. (marzo a jumo
de 1814).
AUTOR
CLÉMENT THIBAUD
Universidad de Nantes (Francia)
282
INTRODUCCIÓN
1 Las fotografías que aparecían en la prensa oficial en agosto de 1956, mostraban un
mismo acto: mujeres indias depositaban su voto en una urna. Estas imágenes daban
cuenta de uno de los grandes mitos políticos recreados por la Revolución Nacional de
1952: el de la obtención de la igualdad ciudadana y el voto universal como el corolario
de una larga lucha por la igualdad promovida por el nacionalismo revolucionario y el
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en defensa de los grupos subalternos
de mujeres e indígenas. Este mito1 formaba parte de una serie de otros relacionados con
el tema de la nación que, impulsados en esta época, se constituyeron por más de
cuarenta años en la base del imaginario político boliviano. Estos mitos, entre los que
cabe citar el de la desaparición del indio y su transformación en campesino o el del
mestizo como base de la nacionalidad, manifestados a partir de frases como “todos
somos mestizos” o “ya no hay indios, todos son campesinos”, se centraban en el gran
mito de la formación de una nación homogénea, en la cual deberían desaparecer las
diferencias culturales y étnicas. Bajo este principio, la heterogeneidad fue negada, los
indios como imaginario desaparecieron y sus manifestaciones culturales marginadas.
2 La homogeneidad de la población, parecía en ese momento como la meta final en la
conformación de la nación boliviana; sin embargo, tres décadas después, el
planteamiento político y cultural del katarismo y otros grupos indianistas con su lema
de “Igualdad en la diversidad” presentaba un nuevo reto: el de la posibilidad de formar
una nación en la heterogeneidad. Esto implicaba que los grupos subalternos que habían
llegado a la ciudadanía en 1952 sacrificando en el camino su esencia, buscaban
recobrarla, sin renunciar al ideal ciudadano. Querían convertirse, como dijera Andrés
Guerrero para el Ecuador, en “ciudadanos étnicos”, indios y ciudadanos que no
283
de indios. De esta manera, los dos grupos sociales que conformaban la base de la
sociedad colonial se hallaban sujetos a sistemas de organización y control diferentes,
planteándose también formas distintas de relacionarse con la Corona española. Los
principios jurídicos de la conquista, asentados en bases religiosas de antigua raigambre,
insertos dentro de un planteamiento de tipo medieval, daban a los indígenas los estatus
de rústicos, miserables y menores de edad9.
15 La rusticidad implicaba la falta de participación en la cultura letrada y era un estatus
con un tratamiento jurídico propio que implicaba el poder manejarse en asuntos
internos de acuerdo con sus costumbres y tradiciones; la miserabilidad (pensada como
miserabilidad moral) implicaba la falta de capacidad de valerse socialmente por sí
mismos y la necesidad consecuente de un amparo especial, finalmente, la minoridad
implicaba una limitación de la razón humana que requería de una patria potestad o
tutela por parte del Estado10. Las Leyes de Indias, al considerar estos tres estatus
permitió que la Corona estableciera tanto autoridades propias para asuntos internos
como autoridades especiales que tomaran el rol de tutores para los indios. Al mismo
tiempo, su misma situación de miserables los hacía inimputables de ciertos delitos
como la herejía y los salvaba de la pena de muerte. Este fundamento jurídico, si bien
negaba el principio de la igualdad y discriminaba a los indios con la idea de que “los
indios, por su imbecilidad no son capaces de conocer ni discernir”, establecía al mismo
tiempo —al menos en el discurso— un sistema “paternal” y protector: “gente que han
de criar como niños tiernos procurándoles que no hagan lo que quisieren” 11.
16 La presencia de Señores naturales (curacas o mallkus) en los señoríos a la llegada de los
españoles facilitó el establecimiento de la república de indios, ya que se contaba con
autoridades reconocidas por la población. El establecimiento de reducciones y pueblos
de indios implantado por Toledo, buscó, además de facilitar la evangelización y el cobro
del tributo, el establecimiento de cada ayllu en un determinado espacio y el
nombramiento por parte de la Corona de autoridades legítimas para la República de
Indios que fueran a su vez controlables por parte del Estado colonial. El resultado fue el
reconocimiento definitivo del rol de los caciques y la presencia de los corregidores.
17 El despoblamiento de los pueblos de indios de habitantes permanentes y su persistencia
únicamente como un centro administrativo y religioso provocó un ejercicio desigual del
poder colonial: la presencia del Estado colonial en el espacio rural —corregidor o
cacique— era mayor en el pueblo, mientras que en los ayllus y parcialidades que
rodeaban a éste persistía un grado algo mayor de autonomía, a pesar de la existencia de
formas efectivas de ejercicio del poder como el cobro del tributo y el envío a la mita.
Aunque no se puede establecer con mayor profundidad el grado de dependencia que
tenían las autoridades de la república de indios de los grupos internos de poder
comunal en temas como el reparto de tierras, la inscripción en los padrones o el mismo
cobro del tributo, no podemos negar su existencia dentro de un sistema donde las redes
de parentesco en el ámbito local constituían la base del sistema de ayllus 12.
18 Durante el siglo XVIII, bajo los principios ilustrados de las reformas borbónicas, las
autoridades coloniales trataron de controlar mejor a la población rural. La
reorganización de los virreinatos en intendencias y partidos buscaba, además del
intento por centralizar y controlar más directamente la administración, también una
presencia más homogénea del poder colonial tanto en las áreas urbanas como en las
rurales13. Este proyecto se tradujo, en el nombramiento de nuevas autoridades
286
regionales como los subdelegados cuya jurisdicción abarcaba más efectivamente todo el
partido y no sólo el pueblo de indios14.
19 Hacia el fin de la primera década del siglo XIX, casi al mismo tiempo que en el Alto Perú
se empezaban a plantear proyectos revolucionanos, como el de la Junta Tuitiva en La
Paz (1809)15, el de Castelli y los revolucionarios del Río de La Plata, expresado en el
discurso de Tiwanacu (1811), o el del escribano de la Junta Tuitiva, Juan Manuel de
Cáceres (1811)16, que expresaban la determinación de acabar con el pago del tributo,
una de las obligaciones que identificaba a la república de indios; se ponían en ejecución
las disposiciones promulgadas por las Cortes de Cádiz que, al determinar la igualdad de
todos los súbditos, establecía tácitamente el fin del sistema de las dos repúblicas 17.
“Desapareció legalmente la distinción entre república de españoles y república de
indios y las diferencias gubernativas y fiscales que comportaban” 18.
20 El reconocimiento de la igualdad jurídica en las Cortes de Cádiz 19 implicaba también la
desaparición de los estatus de rústicos, miserables y menores de edad por parte de los
indios, y, por lo tanto, la desaparición implícita de los sistemas de tutoría por parte del
Estado. De esta manera, los indios, considerados ya mayores de edad, tuvieron que
recurrir a nuevas formas de representación ante los tribunales.
21 Una de las formas nuevas de representación fue el nombramiento de procuradores por
parte de las comunidades indígenas. Si bien no se han encontrado documentos sobre
este cambio en el espacio de la Audiencia de Charcas (o Alto Perú), se puede ver a partir
de un ejemplo de la región de Lambayeque, en el Perú, la forma como las comunidades
—no los indígenas como individuos— siguieron los principios de igualdad jurídica
establecidos por la Constitución. Se trata de un expediente promovido por don Isidro
Villca, nombrado “Procurador de los españoles originarios de América” en un caso
sobre la destitución del alcalde del pueblo de Aten20. Si bien se trata únicamente de un
cambio en una palabra, en lo jurídico representa un cambio fundamental en el concepto
jurídico de los indígenas. En el expediente aparecen tres nombres para identificar a los
comunarios del pueblo: en algunas páginas figuran como “Naturales” (fs. 5) con su
respectivo procurador; en otra hoja figuran como “Indios españolizados” (fs. 7) y
finalmente, al inicio del expediente, figuran como “Españoles originarios de América”.
Lo fundamental en el caso es que el procurador es nombrado como tal por la decisión
“ciudadana” de sus representados, la figura jurídica ya no nos muestra un defensor de
indígenas menores de edad, sino la de un representante nombrado desde abajo por
ciudadanos que ejercen la igualdad jurídica.
22 Doce años después, el advenimiento del sistema republicano, promovido desde una
lógica liberal, y basado en los principios de la Revolución Francesa y de las Cortes de
Cádiz, estableció el fin definitivo del sistema de dos Repúblicas y reconoció la igualdad
jurídica de todos los habitantes. La Asamblea en 13 de agosto de 1825, una semana
después de la firma del Acta de Independencia establecía ya sobre este tema:
1. El Estado del Alto Perú se declara, en su forma de gobierno, representativo republicano.
2. Este gobierno es concentrado, jeneral y uno, para toda la república y sus departamentos.
3. El se expedirá por los tres poderes Lejislativo, Ejecutivo, y Judiciario, separados y divididos
entre sí21.
23 Días más tarde, el 29 de agosto, dentro de los mismos principios se resolvió la ejecución
de los decretos expedidos por Bolívar en el Cusco el 4 de julio del mismo año, decretos
que establecían como primera consideración la igualdad entre todos los ciudadanos 22.
287
24 El 22 de diciembre del mismo año, un nuevo decreto que suprimía el tributo y establecía
un impuesto directo sobre todas las clases, reafirmaba los mismos principios,
estableciendo en las consideraciones:
1. Que proclamadas por la Asamblea de estas provincias su absoluta independencia, libertad, e
igualdad civil, dejaron de ecsistir (sic) las clases privilegiadas:
2. Que debe abolirse toda contribución degradante a la dignidad de ciudadanos:.. 23
IGUALDAD Y TRIBUTO
34 La contribución personal indígena, conocida como tributo, fue la base del sistema de
dominación colonial a lo largo de tres siglos. El tributo marcaba la relación de vasallaje
entre los pueblos originarios de América y la Corona. Sobre su importancia económica,
social y simbólica se ha escrito mucho, así como de los conflictos que suscitó cuando se
trataba de modificar las costumbres en su cobro.
35 A inicios del siglo XIX, como consecuencia del impacto de la Revolución Francesa, el
pago del tributo indígena empezó a ser percibido tanto en España como en América
como contrario a los postulados de igualdad; así, la propuesta de su desaparición estuvo
presente en los programas tanto de los grupos “patriotas” como de la política oficial
durante la vigencia de la Constitución de Cádiz.
36 En 1811, en un acto en Tiahuanacu, el jefe del primer ejército auxiliar argentino, Juan
José Castelli pronunció un encendido discurso en el cual habló de la abolición del
tributo. El impacto fue tal que las noticias llegaron hasta el norte del Perú,
preocupando a las autoridades que sacaron resoluciones de cabildo en contra de la
medida y otras31. En respuesta a esta proclama, las comunidades del Altiplano
empezaron a negarse a pagar el tributo, persiguiendo a los recaudadores 32.
37 Las Cortes de Cádiz legislaron también sobre este tema. De acuerdo a Nuria Sala:
...las Cortes de Cádiz fueron más allá cuando decretaron la igualdad de todos los
súbditos. El fin de las diferencias sociales de raíz étnica suponía, en el aspecto fiscal,
la homogenización de todos los impuestos. Los ciudadanos estarían obligados a
sostener los gastos del estado según un nuevo sistema impositivo único por
concretar y, por lo tanto, el tributo personal indígena quedaba abolido 33.
38 En esta cita aparece claramente la idea del súbdito-ciudadano, situación jurídica con la
que se marcaría a los habitantes de España y América en todo este período de cambio.
39 La abolición del tributo significaba la pérdida del mayor ingreso a la Corona, además de
cambios fundamentales en las estructuras de los poderes locales, asentadas,
precisamente en la presencia de recaudadores. Frente al impacto económico y social
que implicaba aplicar esta medida en momentos de crisis política, las autoridades
coloniales buscaron justificar el mantenimiento del pago fiscal, pero sin contradecir el
espíritu de la Constitución. La justificación giró alrededor de supuestos pedidos por
parte de las mismas comunidades de seguir contribuyendo; el argumento para evitar la
contradicción la puso la Junta de Tribunales que dictaminó que mientras las Cortes
Generales no legislaran cuáles serían los nuevos impuestos para todos los ciudadanos,
las comunidades quedaban en libertad de escoger el sistema tributario, aunque el pago
antiguo ya no debería llamarse tributo “...pues este nombre es incompatible con la
Dignidad de Ciudadano Español...”, sino Contribución Provisional 34.
40 La respuesta al pago de esta contribución varió de una región a otra y de una
comunidad a la vecina. Sala y Hunefeldt han trabajado sobre este tema para el Perú,
mostrando cómo las comunidades más ligadas al mercado aceptaron el pago de la
contribución provisional, porque representaba menos erogación que la alcabala,
mientras que las comunidades menos ligadas al comercio se resistieron a seguir
pagando. En el caso del Alto Perú, no se tienen mayores datos, debido
fundamentalmente a que todo el territorio se encontraba convulsionado por la lucha
entre los ejércitos porteños y el ejército real, lucha que se entremezclaba con conflictos
locales promovidos por líderes aliados, por lo general, a los porteños. En el Alto Perú la
290
ideología estatal. Este fue un fenómeno inédito en el proceso político peruano desde
que se reformulara el sistema administrativo en la época borbónica. Por vez
primera los agentes locales del poder obligaron al Estado a tornarlo en una
instancia de protección de los intereses de las elites regionales. El liberalismo
sucumbió ante la existencia de un fuerte aparato burocrático secular que convirtió
en superfluos todos los intentos de reformar el aparato administrativo y fiscal del
país40.
47 Por su parte, Andrés Guerrero se centra más en el aspecto jurídico, explicando esta
situación como una contradicción intrínseca en el mismo sistema republicano, al
afirmar: “Se prolongan las instituciones del pasado, vinculadas con el control,
dominación y explotación étnicos, pero, al mismo tiempo, en cierta manera se las niega
puesto que contradicen los principios básicos de su constitución” 41.
48 Ambas apreciaciones son aplicables al caso boliviano; por un lado, los poderes locales,
conformados por las elites pueblerinas, terratenientes, miembros antiguos del aparato
estatal colonial, vecinos enriquecidos con el comercio regional, etc., fueron los
principales opositores a las políticas liberales defendieron los sistemas antiguos cuya
representación emblemática era la contribución indigenal y provocaron en Bolivia
algunos de los cambios de gobierno que se sucedieron en los primeros años de régimen
republicano42.
49 Por otro lado, el sistema tributario produjo de hecho una contradicción entre la
Constitución que hablaba de la igualdad en relación con los derechos civiles y las otras
leyes de la república relacionadas con el problema indígena y el tributo que establecían,
por el contrario, diferencias entre unos habitantes y otros, aunque sin volver a las leyes
protectoras del sistema colonial.
50 Al igual que frente al tema de la igualdad jurídica, las posturas indígenas y de sus
abogados y defensores, no siempre coincidían con las nuevas propuestas de igualdad. La
contribución directa fue resistida por algunas comunidades, debido a que implicaba el
levantamiento de un catastro de todos sus bienes43 y la igualación de las antiguas
categorías internas en las mismas comunidades, es decir, entre originarios, agregados,
forasteros, urus y vagos, postura que iba en contra de la tradición y del juego de poder
interno. Por otro lado, el nuevo sistema impositivo implicaba también pagar impuesto
sobre otras actividades artesanales y muchos indígenas terminaban pagando más que la
antigua contribución. Esta fue la postura de los indios de los ayllus de Chayanta que
decían:
...Si el Gobierno Español que nos abatía tiranizaba y oprimia tanto, no pudo negarse
a igual pretensión cuando nos impusieron un real de Alcabala en las Arinas”,
protestaron los apoderados indígenas del grupo étnico Sakaka. Haciendo énfasis en
su anhelo de indentificarse con los intereses de la Republica, pero lamentando su
incapacidad de pagar debido a “los imponderables trabajos, perdidas, desolación y
calamidades que ha experimentado en la revolución”, la petición insistia en que la
producción alcanzaba tan solo para suministrar “la subsistencia y [facilitarnos] la
satisfacción del Tributo o única contribución, y la de los demás deveres de
Ciudadanos religiosos44.
51 En este sentido, los “deberes de Ciudadanos religiosos” (posiblemente el pago de
diezmos y otros pagos a la iglesia) y el tributo eran aceptados, mientras que los nuevos
pagos relacionados con la contribución directa eran rechazados. Platt señala tanto las
interrogantes que se presentan en el uso de la palabra “ciudadano” en el discurso
andino como lo incomprensible de una aparente defensa del sistema tributario español.
Tanto en este caso como en el discurso de Bozo citado más arriba se perciben formas
292
propias de jugar con las leyes, y el pago del tributo antiguo presentaba a las
comunidades mayores posibilidades de negociar con el Estado la posesión común de la
tierra, a través de lo que Platt ha llamado “Pacto de reciprocidad”.
52 Dentro de la discusión sobre el “pacto de reciprocidad” se plantea el problema de cómo
podía conjugarse el concepto de ciudadano como individuo con el interés indígena por
seguir pagando una contribución como contraparte del derecho a poseer sus tierras del
común. Marta Irurozqui dice que los indígenas entendían a la ciudadanía como una
facultad a la que se accedía mediante la contribución y que la nación de la que los indios
decían ser ciudadanos, no era una asociación voluntaria de individuos iguales, sino que
estaba constituido por las antiguas comunidades políticas, con sus estamentos y
cuerpos privilegiados45. Es decir, que el concepto de ciudadanía por parte de los indios
no era el mismo concepto que utilizaba el Estado y se insertaba, más bien, en el antiguo
concepto relacionado a la vecindad, de ahí que no existiera en realidad contradicción
entre ciudadanía y pacto de reciprocidad. Sin embargo esta respuesta no explica cómo
se defendía no sólo el pago del tributo en sí, frente al impuesto único que los igualaría
como ciudadanos, sino la de pagar un tributo diferenciado internamente entre
originarios, agregados, forasteros o urus. En este punto se percibe con claridad que la
igualdad tributaria no sólo implicaba la desaparición de diferencias entre los indios y
otros grupos sociales, sino también la desaparición de las jerarquías dentro de cada
ayllu o comunidad y, por lo tanto, la des estructuración interna de las comunidades. Es
desde esta perspectiva que se pueden entender mejor las razones por las cuales los
ayllus y comunidades, representadas por los principales, jilaqatas o segundas,
defendieron el tributo, ya que este les permitía mantener el sistema jerárquico y
controlar el poder interno así como la administración de sus propios territorios.
LA CIUDADANÍA POLÍTICA
53 El ejercicio de la ciudadanía política en América se manifestó también en la
Constitución de Cádiz, que en su artículo 18 decía: “Son ciudadanos aquellos españoles
que por ambas líneas traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y
están avecindados en qualquier pueblo de los mismos dominios”. De la misma manera,
en su artículo 35 determinaba la participación activa de los ciudadanos en actos
electorales de tipo indirecto:
Las Juntas electorales de parroquia se compondrán de todos los ciudadanos
avecindados y residentes en el territorio de la parroquia respectiva, entre los que se
comprenden los eclesiásticos seculares46.
54 Estos principios fueron refrendados a través del decreto del 23 de mayo de 1812, por el
cual se daba instrucción para que se celebraran en ultramar las elecciones de
representantes47. En estas elecciones, la participación del pueblo fue manifiesta; las
juntas preparatorias en cada intendencia deberían estar compuestas por el obispo o
arzobispo, el intendente, el alcalde más antiguo, un síndico procurador y dos hombres
buenos vecinos elegidos por aquellos, es decir que, ya en el nombramiento de las juntas
preparatorias aparecía la idea de igualdad, aunque el principio utilizado en estas leyes,
el de la “vecindad” era más un concepto de antiguo régimen frente al moderno de
ciudadano48.
55 La igualdad política y los derechos ciudadanos para los indios se pusieron de manifiesto
en la práctica política de los pueblos del Altiplano. En el Archivo de La Paz se han
293
la igualdad ante la ley y la igualdad fiscal, que era reconocida para todos los habitantes,
de la igualdad política, que implicaba el derecho a elegir y ser elegido. Esta distinción se
vio con mayor claridad en la Constitución proyectada por Bolívar y aprobada por el
Congreso Constituyente el 19 de noviembre de 1826, que reafirmaba por un lado el
principio de igualdad y la supresión del sistema de las dos repúblicas, pero distinguía,
por el otro, entre los “bolivianos” y los “ciudadanos”, es decir, todos eran bolivianos
(los que tenían derechos civiles) pero no todos eran ciudadanos (los que tenían los
derechos políticos). El discurso que justificaba la distinción se centraba en la necesidad
de leer y escribir para poder elegir y ser elegido. Marta Irurozqui ha tratado en varios
trabajos la forma como se fue construyendo la ciudadanía política a lo largo del siglo
XIX, argumentando en todos ellos que no se trata en sí de una discriminación o una
exclusión específica de los indígenas y castas, sino más bien de la existencia de una
ciudadanía de carácter subjetivo y particular. Sostiene Irurozqui que los afectados por
las categorizaciones sociales y étnicas usaron discursos estratégicos de modernidad y
fueron aprendiendo y exigiendo su inclusión como ciudadanos, por otro lado, el poder
local y nacional tuvo que ceder su visión de elite excluyente frente a la necesidad de
cooptar seguidores indígenas para las elecciones y los golpes de Estado 53, sin embargo,
tanto los debates parlamentarios sobre el tema de la ciudadanía política, analizados por
Wolf Gruner54, la falta de resultados reales en la educación indígena que hubiera llevado
a superar la falta de instrucción, y las limitaciones de la ciudadanía impuestos en los
Códigos Civil y Penal, analizados por Rossana Barragán 55 nos muestran una postura de
exclusión de los indígenas de la ciudadanía política por parte de las elites que se fue
profundizando conforme se organizaba la nueva nación56. Los hechos históricos y los
discursos políticos nos muestran claramente formas de discriminación política de los
indígenas; no otra cosa significa el hecho de que tuviera que pasar más de un siglo para
que se llegara al voto universal.
60 Por otro lado, cabe preguntarnos hasta qué punto las comunidades indígenas
estuvieron interesadas en lograr la ciudadanía política. Los discursos, los conflictos y
las estrategias judiciales parecen mostrar, al menos para los primeros años de vida
republicana, que su lucha por la igualdad se centraba más en el reconocimiento de la
propiedad de sus tierras y la aceptación de sus apoderados dentro del sistema judicial
que por el derecho a elegir autoridades locales y nacionales.
61 La República, surgida de los ideales de la Revolución Francesa, postuló en sus discursos
y en el imaginario oficial los principios de libertad, igualdad y fraternidad; sin embargo,
la distancia que existía entre éstos y la población que sería la supuesta beneficiarla, así
como la permanencia de formas de dominación colonial y de colonialismo interno, hizo
que el ideal de la igualdad ciudadana se constituyera en uno más de los mitos políticos
de nuestra historia.
295
NOTAS
1. El concepto de mito que utilizo en este trabajo es el que se refiere a una forma de conciencia
falsa, al de una imagen invertida de la realidad. Sin embargo, no se queda sólo en eso, sino que
esta imagen invertida ha sido creada y recreada por determinados grupos y repetida de tal
manera a través de diversas formas de comunicación, que se han constituido en verdades sin
discusión.
2. El problema de la modernidad con respecto a una sociedad que se mantiene con los parámetros
y valores de un antiguo régimen y sus contradicciones en las sociedades hispanoamericanas en el
período de independencia ha sido estudiado por François-Xavier Guerra en “Hacia una nueva
historia política. Actores sociales y actores políticos”, Anuario del IHES, Tandil, Argentina, 1989 y
en Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid, MAPFRE, 1992. El
tema ha sido abordado también por Mane Danielle Demélas en L’invention politique. Bolivie,
Equateur, Perou au XIXe siècle, Paris, ERC, 1998. Aunque Demélas, al contrario de Guerra sostiene más
bien una invención de la modernidad y su implante en las nuevas repúblicas como algo que viene
de fuera y no de las élites.
3. Fernando Escalante Gonzalbo, Ciudadanos imaginarios. Memorial de los afanes y desventuras de la
virtud y apología del vicio triunfante en la República Mexicana. Tratado de moral pública, México, El
Colegio de México, 1992, p. 35.
4. Para Escalante, estas tradiciones son en parte contradictorias. Mientras la tradición
republicana, que tiene como modelo a la Roma clásica habla de un bien público más allá de los
intereses de los particulares, la tradición liberal, por su parte, se concentra en las garantías
individuales y en el respeto al carácter privado del individuo, lo que supone, en términos
prácticos una inversión de los valores republicanos; por último, la tradición democratica, al
exigir la participación, la justicia y el autogobierno, se contraponen a los principios liberales,
acercándose, más bien al republicanismo. Estas contradicciones han formado el corazón del
modelo cívico y han sido la base de las formas de organización política desde el siglo XIX.
5. Fernando Escalante Gonzalbo, Ciudadanos imaginarios..., op. cit., pp. 36-37.
6. Ibidem, p. 38.
7. Alicia Hernández Chávez, La tradición republicana del buen gobierno, México, Fideicomiso de
Historia de las Américas-Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 18.
8. Marta Irurozqui, “ A bala, piedra y palo”. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia.
1826-1952. Diputación de Sevilla, España, 2000.
9. Bartolomé Clavero dice: “El status que se da con carácter general para el caso de los indígenas,
este nuevo estado, fue el resultante de la concurrencia para su caso entre un trío de viejos
estados, de status previamente acuñados, el estado de rústico, el estado de persona miserable y el
estado de menor. El concurso de esta tríada va a definirlo. Sus términos son jurídicos y como tales
debe entenderse”. Ver Bartolomé Clavero, Derecho indígena y cultura constitucional en América,
México, Siglo XXI Editores, 1994, pp. 12-13.
10. Ibidem, pp. 13-15.
11. Citado por René Arze Aguirre, Participación Popular en la Independencia de Bolivia, La Paz,
Quipus, 1987, p. 35.
12. Sobre este tema existe un vacío en nuestra historiografía. Se da por supuesto que la reducción
en pueblos de indios despobló muchas regiones v concentró a la población tributaria en un
espacio más cerrado; sin embargo, los padrones de asentamiento actuales nos permiten apreciar
que existe aún hoy lo que podríamos llamar una doble residencia; por un lado, la presencia de
población dispersa en las comunidades y, por el otro, la existencia de viviendas familiares y
comunales en el pueblo. Esto nos hace suponer que de manera temprana se produjo este
296
fenómeno que respondía tanto a los intereses de la corona por cobrar el tributo en el pueblo
como a las necesidades de la población comunaria de permanecer junto a sus sembradíos y
pastizales.
13. Es importante plantear este cambio del corregimiento al sistema de intendencias no sólo
como una modificación de las funciones de las nuevas autoridades, sino también como una mayor
territorialización del poder, relacionando este proceso con modificaciones actuales como la de la
municipalización y la Ley de Participación Popular, que plantean también una mayor presencia
del Estado en el área rural. Esta hipótesis abre nuevas perspectivas de análisis y de investigación
sobre la pertinencia histórica y tradicional de estas leyes.
14. El primer intento [para establecer el sistema de intendencias] -dice el profesor Ots Capdequi-
se registra en 1770, hasta que después de numerosas dificultades se dicta la Ordenanza de 1782,
por la que el Intendente del Río de La Plata podía conocer de asuntos concernientes a los ramos
de hacienda, justicia, policía y guerra. En 1787, se hizo extensiva la ordenanza a Lima, y poco más
tarde, a Nueva España y toda América. Ver Miguel Bonifaz, Derecho Indiano, Oruro, Departamento
de Extensión Cultural, 1956.
15. Ver sobre este tema: José Luis Roca, 1809; Javier Mendoza, La mesa coja. PIEB; sobre todo la
discusión existente sobre la autoría de la Proclama de la Junta Tuitiva y su discurso.
16. Sobre la actuación de Juan Manuel de Cáceres y los otros dirigentes indígenas de la región ver
René Arze Aguirre, Participación popular en la Guerra de Independencia, op. cit.
17. Rossana Barragán en su libro Indios, mujeres y ciudadanos. Legislación y ejercicio de la ciudadanía
en Bolivia (siglo XIX), La Paz, Fundación Diálogo, 1999, relativiza la separación efectiva de las dos
repúblicas en cuanto a las autoridades y al ejercicio de sus propias normas. Si bien es cierto que
ocurrió este fenómeno en muchos momentos, es decir, la mezcla de ambas repúblicas, legalmente
este sistema subsistió hasta el siglo XIX.
18. Nuria Sala y Vila, Y se armó el Tole Tole. Tributo indígena y movimientos sociales en el virreinato del
Perú, 1784-1814, Huamanga, Instituto de Estudios Regionales José María Arguedas, 1996, p. 166. El
impacto que tuvieron las Cortes de Cádiz en la conformación de nuevos conceptos políticos en
Hispanoamérica ha sido tema de diversos trabajos. Entre ellos se pueden citar: Antonio Annino,
Alicia Hernández Chávez, para México Marcelo Carmagnani, Alicia Hernández Chávez y Ruggiero
Romano (coord.), Para una historia de América. Tos Mudos, México, Fondo de Cultura Económica,
1999; Charles Walker, “Los indios en la transición de colonia a república: ¿base social de la
modernización política?, en Enrique Urbano (comp.), Tradición y modernidad en los Andes, Cusco,
CBS, 1992; Nuria Sala y Vila, Y se armó el Tole Tole..., op. cit., para el Perú; Mane Danielle Demélas, Ta
invention politique. Bolivie, Equateur, Perou au XIX siècle, París, ERC, 1998 para Bolivia, entre otros.
19. Artículo 248 de la Constitución política de la Monarquía Española de 1812: “En los negocios
comunes, civiles y criminales, no habrá más que un solo fuero para toda clase de personas”.
Citado en Domingo García Belaunde, Tas Constituciones del Perú, Lima, Ministerio de Justicia. 1993.
Es interesante hacer notar que mientras en el Perú las recopilaciones de textos constitucionales
toman como partida la Constitución de Cádiz, en Bolivia, a pesar de haber dependido en ese
momento del virreinato peruano, se considera como la base de nuestro sistema constitucional a
la Constitución Bolivanana de 1826.
20. Archivo General de la Nación. Lima. Serie Superior Gobierno 1813. Leg. 34, Cuaderno 1140.
21. Colección oficial de Leyes y Decretos, 1825, Decreto de 13 de agosto: Declara la forma de
gobierno del Estado del Alto Perú, o República Boliviana: división de poderes. Subrayado nuestro.
22. Decretos firmados por Simón Bolívar el 4 de julio de 1825 en el Cusco. Por el primero se
determinaba la extinción del título y autoridad de los caciques y por el segundo se prohibía el
servicio personal de los indígenas. Un tercer decreto de la misma fecha establecía el
repartimiento de tierras de comunidad a los indígenas. Estos decretos bolivananos son básicos
para entender la postura liberal sobre el problema de tierras.
297
23. Decreto de 22 de diciembre de 1825: Se declara abolida la contribución impuesta a los indíjenas con
el nombre de tributo, y se establece la directa sobre todas las clases: modo de cobrarla y periodos en que ha
de enterarse. Colección oficial de Leyes y Decretos. 1825. Subrayado nuestro.
24. Luis Subieta Sagarnaga, Bolívar y Bolivia, Potosí, Editorial Universitaria, 1975, p. 126.
25. Archivo de La Paz (ALP). JP. C.2. № 16. fs. 12-13v. “Expediente promovido por los indígenas de
la comunidad de las Batallas de Huarina contra el poseedor de la estancia de Aigachi”. 1831.
26. Decretos firmados por Simón Bolívar el 8 de abril y el 4 de julio de 1825, refrendados por la
República Boliviana el 29 de agosto de 1825, que establecían la extinción del título y la autoridad
de los caciques bajo los siguientes argumentos:
1. Que la Constitución de la Republica no reconoce desigualdad entre los ciudadanos.
2. Que se hallan estinguidos los títulos hereditarios.
3. Que la Constitución no señala ninguna autoridad a los caciques.
27. Los jilaqatas son las autoridades más cercanas a los indios del común de cada ayllu o
parcialidad. Es un cargo rotativo anual.
28. Archivo de La Paz (ALP) Juzgado de Pucarani. 1810-1826. L.l.E.6. Juicio civil seguido por don
Felipe Uria Illanes contra los comunarios de Laja.
29. Lema Ana María (coord.), Bosquejo del estado en que se halla la riqueza nacional de Bolivia con sus
resultados presentado al examen de la nación por un Aldeano hijo de ella, año de 1830, La Paz, Plural
Editores, 1994, pp. 42-43.
30. José Flores Moncayo, Legislación boliviana del indio 1825-1953, s.p.i., La Paz, 1953, pp. 51-52.
31. Archivo Departamental de La Libertad. Trujillo. Cabildo. Leg. 102, N° 1.741. 19 de julio de 1811.
32. Nuria Sala y Vila, Y se armó el Tole Tole..., op. cit., 1996, p. 165.
33. Constitución política de la Monarquía Española de 1812. Título VIL De las contribuciones. Art. 339:
Las contribuciones se repartirán entre todos los españoles con proporción a sus facultades, sin
excepción ni privilegio alguno. Art. 344: Fixada la quota de la contribución directa, las Cortes
aprobaran el repartimiento de ella entre las provincias, a cada una de las quales se asignara el
cupo correspondiente a su riqueza, para lo que el Secretano del Despacho de Hacienda presentara
también los presupuestos necesarios.
34. Nuria Sala, Y se armo el Tole Tole..., op. cit., p. 173.
35. Ibidem,p. 184.
36. Ley de 22 de diciembre de 1825, dictada durante el gobierno de Simón Bolívar.
37. Ver sobre este tema el trabajo de Tristan Platt, “La experiencia andina de liberalismo
boliviano entre 1825 y 1900” (Estado Boliviano y ayllu andino. Indios y Tributos en el norte de Potosí,
Lima, IEP, 1982). Así mismo, Fredéric Richard, quien en “Política, religión y modernidad en
Bolivia en la época de Belzu” sostiene: “La política religiosa y fiscal de este gobierno [Sucre] y su
hostilidad hacia la autonomía de los municipios y de las comunidades indígenas, ilustran
perfectamente este deseo de destruir las bases de la sociedad corporativa y estamental para
reemplazarla por un Estado Nación compuesto de individuos libres e iguales”, en I Coloquio
Internacional El siglo XIX en Boliviay América latina, Sucre, 1997, p. 621.
38. Por ley de 20 de diciembre de 1826. Sobre este tema ver: Alejandro Antezana, Estructura
agraria en el siglo XIX; José Flores Moncayo, Legislación boliviana del indio, así como el trabajo de
William Lofstrom, La Presidencia de Sucre en Bolivia. Sobre este tema escribe Fredéric Richard, "El
fracaso de Sucre evidenció la distancia que existe entre el sueño político y la realidad social. La
sociedad corporativa y estamental, heredada de la época colonial oponía una resistencia tenaz al
proyecto modernista" en I Coloquio Internacional El siglo XIX en Bolivia y América Latina, Sucre,
1997, p. 621.
39. Sobre la importancia del tributo en las finanzas públicas ver Hans Huber, Finanzas públicas y
estructura social en Bolivia: 1825-1872, Tesis de Maestría Universidad Libre de Berlín, inédita. Sobre
298
la relación entre la contribución y el poder local, Chistine Hunefeld ha desarrollado el tema para
la región de Puno, en el Perú.
40. Víctor Peralta y Marta Irurozqui, Por la Concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en
Bolivia. 1825-1880, CSIC, Madrid, p. 15.
41. Andrés Guerrero (comp.), Etniádades [1989], Quito, FLASCO, 2000.p. 323.
42. El ejemplo más importante es el de Belzu, quien logró el apoyo de las elites locales, sobre todo
del departamento de La Paz. Sobre este tema ver Fredéric Richard “Política, religión y
modernidad en Bolivia en la época de Belzu”, en I Coloquio Internacional El siglo XIX en Bolivia y
América Latina, Sucre, 1997. También Raúl Calderón, In defense of Dignity: The struggles of the Aymara
People in the Bolivian Altiplano, Tesis de doctorado de la Universidad de Connecticut, 1991, inédita.
43. En Poopo, por ejemplo, los indígenas se resistieron al catastro argumentando que el objetivo
del mismo era repartir el ganado entre los comunarios y el Estado. Archivo Judicial de Poopo.
1826.
44. (ANB, MH t.16. № 22). Citado por Tristan Platt en “La experiencia andina del liberalismo
boliviano entre 1825 y 1900: Raíces de la Rebelión de Chayanta (Potosí) durante el siglo XIX” en
Steve Stern (comp.), Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los Andes. Siglos XVIII al XX, Lima,
IEP, 1990.
45. Víctor Peralta y Marta Irurozqui, Por la Concordia, la fusión y el unitarismo..., pp. 219-220.
46. Domingo García Belaunde, Las Constituciones del Perú, op. cit.
47. Archivo de La Paz (ALP). Expedientes coloniales (EC). Caja 150. Expediente 27.
48. Sobre el tema de la representación antigua y moderna en las elecciones americanas ver el
trabajo de Antonio Annino, “Prácticas criollas y liberalismo en la crisis del espacio urbano
colonial. El 29 de noviembre de 1812 en ciudad de México” en Boletín del Instituto de Historia
Argentina y Americana Dr. E. Ravignani, tercera serie, N° 6, 2do semestre, 1992.
49. Archivo de La Paz (ALP) EC. C.152. E.37. Elecciones en San José de Verenguela. 1814 y ALP. EC.
C.150. E.31 Elecciones en Santiago de Machaca. 1813.
50. Así, por ejemplo, en un juicio de 1822 sobre abusos cometidos por el alcalde pedáneo de
Pucarani (poblado cercano a Laja), el defensor argumentaba: “ El pedáneo ha infringido las leyes
constitucionales abiertamente... poniendo en prisión a un ciudadano...” (subrayado nuestro).
ANB. EC. 1822. N° 71.
51. De esta época (1822) es el Código de las Cortes Españolas, que fue la base para el Código Penal
Santa Cruz. Sobre la base jurídica del mismo y su influencia en relación a la desigualdad jurídica
de las personas ver Rossana Barragán. 1999.
52. Decreto de 22 de diciembre de 1825. Colección oficial de Leyes y Decretos. 1825.
53. Víctor Peralta y Marta Irurozqui, Por la Concordia, la fusión y el unitarismo..., p. 150.
54. Wolf Gruner en “Un mito enterrado: la fundación de la República de Bolivia y la liberación de
los indígenas” en Historias... de mitos de ayer y boy, N° 4, La Paz, 2000, presenta discursos
parlamentarios que argumentaban: “la soberanía en los Gobiernos Representativos no debe
ejercerla el pueblo” o el hecho de resultar inconveniente dar tanta influencia "a hombres
ignorantes" (Casimiro Olaneta) mostraban un espíritu de exclusión.
55. Rossana Barragán, Indios, mujeres y ciudadanos. Legislación y ejercicio de la ciudadanía en Bolivia,
La Paz. Fundación Diálogo, 1999.
56. La Constitución de 1839, que estableció el sistema de elección directa, estableció
definitivamente la ilustración como una condición para ser ciudadano. Dentro del debate en
torno a esta constitución aparece el siguiente discurso del diputado Valle: “Que la forma de
sufragar tendría un efecto en las masas indigenales, que sin duda dejarán de votar en el caso de
adoptarse la elección directa. Si nada es más conveniente, que el que los indígenas que
desconocen sus derechos dejen de sufragar, por que nada es tampoco más conveniente, que el
que ellos dejen de ser engañados y alucinados por la malicia del poder. Y finalmente, los
indígenas deben estar privados por la misma razón que lo están los menores y demás
299
inhabilitados, pues que esto nada tiene de extraño, atendida la capacidad y facultades del hombre
en el estado social”. Citado por Wolf Gruner, “Un mito enterrado: la fundación de la República de
Bolivia y la liberación de los indígenas” en Historias... de mitos de ayer y hoy, op. cit.
AUTOR
MARÍA LUISA SOUX
Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia)
300
INTRODUCCIÓN
1 Los círculos bolivarianos son organizaciones sociopolíticas promovidas por el
Presidente Chávez desde junio de 2001, con el fin de impulsar y sostener el proceso
“revolucionario” que bajo su liderazgo se adelanta en Venezuela.
2 El mito de la unidad del pueblo —bajo el paraguas del ideal bolivariano-constituye, a
nuestro juicio, el sustrato sobre el cual se monta el diseño y operación de esta suerte de
células de la “revolución” chavista; de allí que este trabajo privilegia el tema de los
mitos políticos, así como el culto a Bolívar, portador fundamental de nuestra identidad
política, con lo cual damos inicio al documento.
3 La fortaleza de este culto y la profunda crisis sociopolítica que ha vivido Venezuela en
los últimos años, hicieron posible que fraguara un mito alrededor del comandante
Chávez como figura redentora, quien fue percibido por buena parte de las capas
populares como la encarnación actual del libertador. La fuerza de este mito posibilitó la
creación de estas unidades sociales, a las cuales parece asignarse un triple papel: el de
organizadoras, canalizadoras de demandas y formadoras de ideología. No obstante, con
los acontecimientos del 11 de abril de 2002 y la intensificación de la conflictividad
política que ellos produjeron, algunos de estos círculos se convirtieron en los
principales defensores del gobierno, recurriendo a métodos de acción violentos. Estos
roles son tratados en la última parte del trabajo.
18 Pero la fuerza del mito no se manifestará en toda su posibilidad hasta que, en 1998,
agotado totalmente el sistema político que se instala con la caída de la dictadura
perezjimenista en 1958, en medio de una severa crisis de legitimidad, tanto de los viejos
actores como de las instituciones, una nueva elite encabezada por el comandante Hugo
Chávez F. se hace del poder prometiendo refundar la República para el pueblo,
recurriendo a Bolívar como el más insigne modelo para hacerlo posible 18.
19 No le fue difícil a Chávez apelar con éxito al mito 19. En un momento de crisis como el
que atravesaba el país, hablar con la cruz del credo bolivariano por delante, devolvió la
304
fe perdida de los venezolanos. Tal como constata Maritza Montero con base en sus
trabajos con grupos de personas, Chávez se hizo mito a partir de cualidades que la
gente le adjudicó a raíz de la insurgencia del 4 de febrero: patriótico, nacionalista,
latinoamencanista son los valores que le distinguen —por oposición a los corruptos,
traidores y entreguistas, representantes del vie]o sistema— y le emparentan con
Bolívar. El mito Chávez bebe de la fuente del mito original del Libertador como héroe
sagrado y nos devuelve la figura del militar golpista como “continuador del idearlo de
Bolívar... transformado así en su descendiente...”20.
20 Y es que Bolívar y su alegoría han funcionado como un pasado que siempre ha estado
presente sin llegar nunca a ser pasado21. En esto nuestro mito fundamental nos
recuerda una característica ejemplar del comportamiento mítico, a saber, que los
arquetipos sujetos de mitología gozan de historicidad absoluta y por lo tanto, como
señala Eliade, “siempre se es contemporáneo de un mito” 22 al cual, como paradigma de
lo deseable, los mortales debemos imitar. La frase de Neruda, “Bolívar revive cada cien
años, cada vez que los pueblos se despiertan”, usada mil veces por Chávez en sus
discursos, recoge muy bien esta intemporalidad del mito 23.
21 La fortaleza que la figura del Libertador ha adquirido en el imaginario colectivo a través
del tiempo, ha constituido una fuente de inspiración política y una suerte de “religión
de la perfección moral y cívica del pueblo”24. Esto ha provisto a los venezolanos
comunes de una serie de convicciones, entre las que destacan las siguientes:
• Amar a la patria es amar al Libertador.
• Bolívar hizo a Venezuela; quien hace patria revive a Bolívar.
• La patria es un quehacer constante.
• La libertad fue el sueño de Bolívar. Ella es nuestro deber 25.
22 Estas convicciones se traducen en creencias que se resisten al análisis y a la lógica,
creencias que han llenado de contenido, sin dejar espacios vacíos, a la filosofía de la
historia política venezolana, con lo cual se
...agotan explícitamente las posibilidades de su substitución por un discurso
alterno. Más apropiadamente, se impide poder pensar de manera libre y racional en
la adopción o el ejercicio de otras modalidades discursivas. Todo acontecer político
ha de ser medido en última instancia como un asunto bolivariano, sentimental y
absoluto, cuestión de traición o de patriotismo26.
23 Asunto que será juzgado —repetimos—por esa suerte de “tribunal de la razón” 27 en que
ha devenido Bolívar.
24 Esto es lo que hemos presenciado en la Venezuela de Chávez de estos últimos años. El
mito bolivariano ha prendido fácilmente en el común de los venezolanos, esta vez de la
mano de alguien que, en nombre del Padre de la Patria, le ha vendido al país una
revolución que promete la venida de un “reino feliz de los tiempos finales” el cual, para
su definitivo establecimiento, precisa del concurso del pueblo organizado. Nada ha
venido mejor en auxilio de la satisfacción de esta necesidad, que la conformación de
unidades de asociación bajo el aliento del mito. Los círculos bolivarianos se han
convertido en el mejor custodio de la alegoría por parte del pueblo, bajo el abrigo
protector del Presidente, depositario incuestionable de los valores del Libertador,
según sus seguidores. Los círculos bolivarianos constituyen la nueva manera de
perdurabilidad que ha encontrado el mito en brazos del poder, pero también la manera
en que se pretende construir una comunidad sin desgarraduras, homogénea e
independiente al servicio de un proyecto de hegemonía que ha encontrado en Bolívar el
305
cemento ideológico natural. Los círculos bolivarianos se presentan así como nodos a
partir de los cuales es posible diseñar ese tipo de sociedad.
30 La idea de una organización popular distinta del esquema partidista y cohesionada por
la lealtad a los principios bolivarianos, capaz de unificar al pueblo venezolano en el
horizonte de “un nuevo comienzo”, está presente desde los inicios de la vida pública del
teniente coronel Hugo Chávez. Así mostraba su concepción en entrevista al historiador
Agustín Blanco Muñoz:
Nosotros andamos formando círculos electorales, basándonos en aquello que
planteaba Bolívar en el proyecto de constitución de Bolivia, del poder electoral del
pueblo, incluso para meterlo como un poder más. (...)
Y al mismo tiempo decidimos, para no quedarnos en lo meramente electoral,
organizar círculos constituyentes. (...)
Una vez subrayado esto, insisto en que este fue uno de los elementos que nos llamó
al escenario electoral: llevar la bandera organizativa. Pero lo organizativo no para
lo pragmático sino para lo ideológico, la concepción de un modelo económico
nuevo, de un nuevo sistema de tenencia de la tierra, de manejo del capital nacional,
de lucha contra las privatizaciones...38
31 Ante una pregunta sobre los riesgos de que el movimiento MBR-200 o su partido, el
MVR, caigan en el personalismo, hace explícita la idea de una “doble metódica”, que
incluye la formación de partido desde arriba y desde abajo. Respecto a esta última,
manifestaba:
Pero ahora, este año 98, ha comenzado a activarse lo que hemos llamado círculos
patrióticos electorales. Esto es algo que se ha hecho con muchísimas dificultades,
porque se trata de intentar romper una estructura, una cultura incluso, que está
inserta en la sociedad: eso del individualismo, del sectarismo, etc. Estamos tratando
de romper eso desde abajo, de forma tal que el movimiento está generando en los
sectores populares, en los sectores de la base, una especie de órganos primarios, que
son los que hemos llamado círculos patrióticos electorales. Grupos de cinco, siete,
nueve personas, que tienden a multiplicarse39.
32 Esto lucía necesario para Chávez a fin de satisfacer la necesidad de cohesión simbólica
bajo el ideal de Bolívar:
En este tiempo, en este país, en medio de los acontecimientos que podrían
desencadenar situaciones sociales y políticas que mejoren la vida del pueblo, se
requiere tomar una conciencia venezolana. Y en medio de esa angustia que muchos
tenemos en este instante, no se trata de buscar ese Bolívar hombre. (Énfasis nuestro)
Porque eso es cuestión de interpretaciones. Yo mismo estoy escribiendo un libro
sobre Bolívar. Y he leído algunos libros sobre el Bolívar de carne y hueso, el Bolívar
de Madariaga, y todas esas cosas. Pero más allá de todo eso, desde nuestro punto de
307
vista, estamos tratando de rescatar algo o alguien que representa un sesgo de realidad
nacional40.
33 La utilidad del mito se hace explícita al compararlo con ejemplos de otros líderes
latinoamericanos:
Y no sólo a Bolívar, sino gente como Farabundo Martí, Sandino, Torrijos, hombres al
fin. El hombre tiene más de diablo que de Dios. Pero si unos hombres dicen, vamos a
tomar a Dios como ejemplo, aceptando que somos humanos, esos son mitos que
indican algunas cosas interesantes a seguir y tomar para buscar en el futuro. Aquella
visión de mirar hacia atrás y mirar hacia adelante al mismo tiempo, es vital para un
pueblo que hoy peligrosamente lo están separando de su conciencia 41.
34 Ante la definición por el entrevistador del caudillo como parte de la vieja historia,
Chávez recurre otra vez a la importancia de la articulación entre caudillo y mito, que
puede leerse como una autojustificación de su facultad mítica y caudillesca en beneficio
de un provecto colectivista de sociedad:
Yo creo que se trata de vencer la barrera de esos hombres que la situación coloca en
posición de líderes, que surgen en un momento determinado y que los pueblos
aceptan y elevan a condición de salvadores. Si toman conciencia real, se abstraen de
su misma persona y ven el proceso desde lejos, mirándose ellos mismos y lo
interpretan, ahí es donde yo creo que pudiera reinterpretarse el caudillismo, para
que pudiera seguir estando en luego. Si esa persona entiende aquello, y dedica su vida, su
esfuerzo a colectivizar a través de su poder ‘mítico’ a líderes, proyectos, ideas, si eso
ocurre así, abstrayéndome de todos los procesos, justificaría la presencia de un
caudillo42.
35 Ante el dilema planteado por el entrevistador entre historia del pueblo o historia de
héroes y caudillos, Chávez reivindica el papel de Bolívar y de Zamora como caudillos
necesarios:
¿Y cómo llamar a esos hombres? ¿Caudillos, jefes, líderes? No lo sé. Poique aquí
decirle caudillo a alguien es echarlo a la basura de la historia, como un estigma. Y
cuidado si hay o hubo caudillos necesarios para el proceso de incorporación de un
pueblo a una lucha determinada en algún tiempo. Todo lo que se dice sobre
caudillismo es negativo. Y yo creo que más bien ha sido una venta [sic] que hemos
importado del modelo democrático burgués, eso de la eliminación de los líderes y
de la igualación de las luchas que no llegó a ninguna parte 43.
36 En este punto puede apreciarse el desdén de Chávez por las formas liberales de la
democracia lo que, como ha puntualizado Floria, identifica a los movimientos
nacionalistas de nuevo cuño. Al mismo tiempo queda de manifiesto la idea
reivindicatoria del caudillo. Desdén por la democracia y una no muy velada apología del
caudillo, descubren en el comandante una fuerte dosis de pensamiento pre-político.
Círculos ideológicos y caudillo que los dirija, completan el mapa de la sociedad simple,
homogénea que está más cerca del mito que de lo real.
38 En el caso del movimiento que gira alrededor de Chávez, esta unidad, sin embargo,
nunca se logró totalmente. Algunos de los actores políticos que se acercaron después
del 4 de febrero se consideraban superiores en consistencia ideológica al líder golpista,
por su mayor experiencia en la lucha revolucionaria. Otros, sin tener una formación
política doctrinaria, como los que venían del mundo militar, aportaban expectativas
positivas pero no lealtades incondicionales. Finalmente, el carácter aluvional del
movimiento incluyó en el mismo restos de partidos y grupos nacionalistas de centro y
derecha, de populismos fracasados y de utopías tecnocráticas.
39 En estas condiciones de heterogeneidad del movimiento, la idea de una organización
popular distinta del esquema partidista y cohesionada por la lealtad a los principios
bolivarianos, se convertía en un fuerte instrumento de concentración alrededor del
liderazgo de Chávez.
40 Así como la sociedad en su conjunto no se deja enmarcar en el antagonismo simple
entre “pueblo” y “oligarquía”, la “revolución” tiene múltiples matices, que van desde la
democracia radical de izquierda hasta el autoritarismo militarista. La organización de
la base del movimiento debía entonces cumplir un papel de homogeneización
ideológica, que permitiera establecer los límites del auténtico pensamiento bolivariano,
definido por el líder máximo. Pero además, la concreción del proyecto tropieza con un
dique: la imposibilidad de responder a las demandas de una población carente y
habituada a relacionarse con el Estado en clave populista.
41 Los círculos bolivarianos intentarán viabilizar esas demandas sin romper con los
patrones populistas clientelares como veremos enseguida, siempre bajo el manto de la
ideología del Libertador.
gente que se organiza para “realizar los trámites” ante el Estado con el fin de lograr la
satisfacción de sus necesidades, lo que los convierte en clientes más que en ciudadanos.
54 El Jefe de Estado deviene así en el jefe de la sociedad organizada. Se reconstruye el
corporativismo estadocéntrico51 hasta en lo espacial, ya que el palacio presidencial de
Miraflores ya no es sólo la sede del Poder Ejecutivo, sino el centro de la sociedad 52. Sin
embargo, esta centralidad del Jefe del Estado no puede mantenerse basándose
solamente en el entusiasmo inorgánico de masas dispersas. En el momento en que la
sola palabra de Chávez no sea capaz de movilizar grupos humanos espontáneamente, se
necesitará la activación de militantes disciplinados bajo una conducción política
centralizada.
55 El drama de Chávez es que su propio partido, el MVR, no ha sido capaz de organizar a la
población, por lo cual es el Estado el que directamente se encarga de la tarea,
centralizándola en colaboradores inmediatos del Presidente. Sin embargo, dado que los
círculos bolivarianos aparecen como la máxima expresión de la voluntad presidencial, y
por lo tanto son dotados de autoridad delegada ante los otros niveles del Estado, son
muy fuertes los incentivos para que dirigentes regionales y locales promuevan círculos
que les sean leales en lo personal, más que al lejano gobierno central. Aunque los
documentos de promoción de estas organizaciones prevén la creación de una
estructura piramidal, que responda en última instancia al Jefe de Estado, no parece que
se haya avanzado hasta ese punto, ya que la información disponible reseña mucho más
la creación y actividad de determinados círculos que la existencia de redes o
coordinadoras regionales o locales53.
armados, ellos han jugado un rol cada vez más visible en los enfrentamientos físicos con
los grupos de oposición que han tratado de expresar sus protestas en espacios
considerados como propios por los partidarios del gobierno.
60 Al lema de “no pasarán”, diversos grupos identificados con el gobierno han impedido la
culminación pacífica de manifestaciones como la que convocó el partido Acción
Democrática en noviembre de 2001. En este caso, los manifestantes de AD aceptaron el
desafío y la confrontación produjo graves desórdenes en el centro de Caracas 55. En el
mes de diciembre del mismo año, una manifestación bajo el lema “Chávez vete ya”, que
pretendía llegar al Palacio de Miraflores para pedir la renuncia del Presidente, también
fue interceptada por grupos violentos que le impidieron llegar a su destino 56.
61 Si bien la tendencia al lenguaje agresivo y la amenaza son una constante en el discurso
del Presidente Chávez, los últimos meses de 2001 y los primeros de 2002 vieron
intensificarse este rasgo, que puede ser ilustrado con el creciente protagonismo de Lina
Ron, militante del chavismo que pasó de ser insignificante y marginada a glorificada
como modelo de militancia revolucionaria por el propio Presidente. El debut de Ron en
la atención de los medios se debió a su participación en una manifestación contra el
alcalde de Caracas, celebrada el 13 de septiembre de 2001, en la cual algunos
manifestantes quemaron una bandera de los Estados Unidos de América. Ante la fuerte
desaprobación de este acto apenas a dos días del atentado del 11 de septiembre, y la
participación de esos mismos grupos en el hostigamiento a la marcha de Acción
Democrática, los dirigentes del partido gubernamental negaron tener relación con la
Sra. Ron, ya que ella habría sido expulsada de ese partido dos años antes 57.
62 Sin embargo, su notoriedad fue creciendo en la medida en que se presentaba como líder
de un conjunto de “redes sociales” dispuestas a defender la revolución. Su intervención
en la sede de la Universidad Central de Venezuela para impedir una marcha de sectores
universitarios contra el gobierno estuvo acompañada de numerosos hechos de
violencia, por lo cual, ante una acusación de las autoridades universitarias, un juez
decretó su detención provisoria58.
63 Este hecho propició un cambio de actitud, que llevó a numerosos dirigentes oficialistas a
presentar a la Sra. Ron como una víctima de la oposición, lo cual culminó con el apoyo
explícito del Presidente Chávez, quien afirmó: “La han tomado como excusa, porque en
el fondo el ataque es contra los círculos bolivarianos. (...) es una mujer luchadora que
bien merece el respeto de todos los venezolanos”59.
64 Pero la detención de la Sra. Ron tuvo otra consecuencia más radical: ante lo que
consideraban un sesgo antipopular de las instituciones judiciales, un grupo de sus
seguidores, liderizado por su abogado defensor, Oswaldo Cancino, decidió crear
“tribunales populares” para juzgar a los enemigos de la revolución 60. Según el diario Tal
Cual, el abogado
...presentó muy seriamente el sistema de justicia soberano, el cual estará consumido
por tres instancias. La primera será la asamblea de ciudadanos oral y pública, en la
cual actuará un fiscal bolivariano, quien tendrá la responsabilidad de recolectar
todas las pruebas contra el objetivo político’. A esas asambleas están convocados
todos los círculos bolivarianos.
Una segunda instancia de apelación denominada Corte Bolivariana, la cual por
supuesto también estará compuesta por integrantes de los círculos bolivarianos; y
una tercera y última instancia presidida por Cancino, la que será propiamente dicho
el Tribunal Soberano del Pueblo, una especie de Tribunal Supremo de Justicia 61.
313
65 Aunque dicha proposición no obtuvo respaldo político del gobierno y fue condenada
por el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, sirvió para llamar la atención sobre
algunos de los “objetivos políticos” señalados, como dirigentes de la oposición o de
instituciones autónomas62. Asimismo, ella evidenció una actitud de desprecio a las
instituciones fundamentales del Estado de Derecho -a pesar de que ellas son
controladas por los partidarios del gobierno- y la potencial conversión de los círculos
bolivarianos en el germen de una nueva institucionalidad “revolucionaria”.
por toda esa franja. Todos van armados. Visiblemente portan mangos de picos y
palas con clavos en las puntas, tubos de dos pulgadas, cabillas forradas en tela.
Algunos visten ponchos y ropa militar. Todos llevan rayas de labial rojo en las
mejillas. Uno de estos enseña una daga de medio metro de largo. ‘Al que pase me lo
llevo’65.
68 La presunción de que los partidarios del gobierno que participaron en los hechos
violentos hubieran sido, al menos en parte, miembros de los círculos bolivarianos, ha
sido compartida por algunos protagonistas de los hechos de abril, como el general
Manuel Rosendo, para entonces Jefe del Comando Unificado de la FAN, quien declaró
haber asistido a una reunión donde se planificó el uso “contundente” de los círculos
bolivarianos66.
69 Asimismo, los saqueos y desórdenes ocurridos en las últimas horas del gobierno
transitorio de Carmona indujeron en algunos sectores el temor de que los círculos
fueran la base organizativa de dichos acontecimientos, en los cuales se combinaron la
protesta política contra la destitución de Chávez con la amenaza física directa a bienes
y personas, entre ellos numerosos periodistas y las sedes de varios medios de
comunicación social67. Por su parte, algunos voceros de estos círculos negaron que ellos
tuvieran un carácter violento o armado, destacando su papel como organizadores de la
población en función de reivindicaciones sociales68.
70 Sin embargo, el debate sobre los círculos bolivarianos no se limita al grado en el cual
algunos de ellos puedan o no ser violentos. De hecho, independientemente de los datos
que se puedan recabar al respecto, los cuales serían en todo caso de difícil obtención,
estas organizaciones parecen ser percibidas como amenazantes por buena parte de la
población, como lo muestran resultados de varias encuestas. Según una encuesta
nacional de la empresa Datanálisis realizada en el mes de junio, 59,1% de los
encuestados cree que los círculos están armados, 25% que no lo están y 15,1% que
manifiestan no saberlo. Sin embargo, la misma encuesta indica que, si bien una mayoría
de los interrogados atribuye al Presidente Chávez o a miembros de su gobierno la
responsabilidad por las muertes del 11 de abril, sólo un 10,5% acusa directamente a los
círculos69. Un estudio más limitado, realizado sólo en la ciudad de Caracas por la
empresa Mercanálisis en el mes de julio, indica que un 55% de los encuestados percibe
la función de los círculos como agresiva frente a un 31% que la considera pacífica.
Interrogados acerca de la función que cumplen en el entorno inmediato del
entrevistado, los porcentajes no varían70. Aunque podría discutirse cuál es la influencia
de la experiencia propia y cuál la de los mensajes mediáticos en esta percepción; el
hecho es que los círculos, más allá de los discursos tranquilizadores de algunos de sus
dirigentes, infunden miedo y desconfianza en buena parte de la población. Ello llevaría
a la constatación irónica de que el instrumento de la “unidad del pueblo” es hoy una de
las evidencias de su división.
CONCLUSIONES
71 Ya hemos comentado el potencia] de violencia de los mitos políticos: su tendencia a la
búsqueda de una identidad cerrada y homogénea en el ámbito del Estado Nación choca
con el reconocimiento de la pluralidad de intereses y posiciones ideológicas que se van
armonizando a posteriori, por medio del debate político en la opinión pública, la
315
NOTAS
1. Mircea Eliade, Mitos, sueños y misterios, Barcelona, Kairos, 2001.
2. Ibidem.
3. Para Cassirer, es necesario conocer los mitos, tanto sus defectos como sus debilidades pero
sobre todo, sus fortalezas. “Cuándo oímos hablar por primera vez de los mitos políticos nos
parecieron tan absurdos e incongruentes, tan fantásticos y ridículos, que no había apenas nada
que pudiera inducirnos a tomarlos en serio. Ahora todos podemos ver claramente que esto fue un
gran error. Debiéramos estudiar cuidadosamente el origen, la estructura, los métodos y la técnica
de los mitos políticos. Tenemos que mirar al adversario cara a cara para saber como combatirlo”,
El mito del Estado, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 351.
4. Ibidem.
5. Manuel García Pelayo, Los mitos políticos, Madrid, Alianza, 1981, p. 66
6. Ibidem, pp. 32 y 33.
7. Para este pensador inglés del siglo XIX, la sociedad tiene su fundamento en el culto del héroe;
raíz-madre que nutría todas las demás raíces. “El culto del Héroe es admiración que trasciende,
por un Gran Hombre. Afirmo que los grandes hombres son admirables; creo que en el fondo nada
hay más admirable. En el pecho del hombre no hay sentimiento más noble que la admiración
sentida por un superior a él”, Thomas Carlyle, De los héroes, México, Cumbre, 1978 pp. 12 y 13.
8. Benedict Anderson, Comunidades imaginadas, México, Fondo de Cultura Económica, 1997.
9. Por el culto a Bolívar entendemos con Germán Carrera Damas, “la compleja formación
histórico-ideológica que ha permitido proyectar los valores derivados de la figura del héroe sobre
todos los aspectos de la vida de un pueblo”. El Culto a Bolívar, Caracas, Ediciones de la Biblioteca de
la Universidad Central de Venezuela, 1976, p. 21.
10. Luis R. Dávila, Venézuela: la formación de las identidades políticas, Mérida, Universidad de los
Andes, 1996.
11. Si en algún momento de nuestra historia queda clara la formación de la identidad nacional
venezolana en el sentido “ingeneril” que le confieren Hobsbawm y Ranger, es en éste, cuando el
Estado se dispone a crear deliberadamente el conjunto de emblemas que conformaron la
arquitectura de nuestros patrones políticos identitarios como Estado nacional, Naciones y
nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1997.
12. El mito actuará como una formidable palanca que posibilitará a la dirigencia política acceder
cómodamente a las masas. Es esa la palanca que puede “al cabo trocarse en medios para actuar
317
sobre el pueblo, guiándolo por caminos varios gracias a lo expresivo del símbolo y a lo elemental
de las conciencias sobre las cuales se ejerce su influencia... más de un demagogo, más de un
dictador... lo ha comprendido. No se trata... de una manera de despertar conciencia sino más bien
de un sustituto de la misma”, en Carrera Damas, El Culto a Bolívar, op. cit., p. 223.
13. Manuel Caballero, Gómez el tirano liberal, Caracas, Monte Avila Editores, 1994, p. 21. Castro
Leiva va más allá que Caballero en este particular: “Simón Bolívar es considerado el punto de
referencia moral para todo ciudadano de este país. Ser bolivariano es igual a ser venezolano. La
religión católica ha podido aspirar a más, esto es, aspirar a que el senüdo de lo que significa ser
humano fuese equivalente con el de llegar a ser cristiano y viceversa. Pero, en Venezuela, en este
sentido el catolicismo ha logrado menos que el bolivarianismo” en De la patria boba a la teología
bolivariana, Caracas, Monte Avila Editores, 1991, p. 10.
14. “Cuándo Bolívar nació, Venezuela pegó un grito diciendo que había nacido el segundo
Jesucristo” dice una de las parrandas del grupo musical Un sólo Pueblo en lo que es una de las
mejores demostraciones de la asimilación Bolívar-Cristo en el imaginario popular.
15. Recordemos acá que el 18 de octubre, a raíz del golpe de Estado que derroca a Isaías Medina
Angarita, gobierna Acción Democrática, celebrándose elecciones directas y universales por
primera vez en el país. Rómulo Betancourt, principal líder de esa organización, declarará que con
la Revolución de Octubre Venezuela enttará a su “segunda independencia”, Luis Ricardo Dávila,
Venezuela: la formación de las identidades políticas, Mérida, Universidad de los Andes, 1996.
16. Germán Carrera Damas, El Culto a Bolívar, op. cit., p. 230.
17. Gustavo Martín, Magia y Religión en la Venezuela contemporánea, Caracas, Universidad Central
de Venezuela, 1983, p. 64.
18. El comandante Chávez protagonizó un golpe militar en febrero de 1992, sin éxito. El
Movimiento Bolivariano Revolucionano-200, plataforma organizativa de la conspiración se nutrió
ideológicamente de lo que sus dirigentes llamaron el “árbol de las tres raíces”, Ezequiel Zamora,
líder agrarista del siglo XIX, Simón Rodríguez, maestro del Libertador, y Simón Bolívar, Libertador
y padre de la patria. Véase a Angela Zago, La rebelión de los ángeles, Caracas, Fuentes, 1992.
19. En realidad pudiéramos decir, apelando al planteamiento de García Pelayo en el sentido de
que los mitos poseen más que son poseídos, que se trata de un mito tomado por otro mito: Chávez
es un hombre poseído por el mito bolivariano. No es él quien posee al mito sino al revés y en ese
proceso resulta él mismo convertido en mito.
20. Maritza Montero, “Génesis y desarrollo de un mito político”, Tribuna del Investigador, vol. 1, n°
2, p. 94. El excelente trabajo de campo de Maritza Montero logra detectar las conexiones que
estableció la gente en los orígenes de la formación del mito Chávez con la figura de Bolívar. Así,
una de sus biografías circulantes le describe como “Figura imponente, impecable uniformado...
Nada más con su figura infunde respeto. Cuando Bolívar pasaba igualito”, p. 95.
21. Luis R. Dávila, Venezuela: la formación..., op. cit., p. 30.
22. Mircea Eliade, El mito del Estado, op. cit., p. 29.
23. Otro buen ejemplo de intemporalidad mítica, en este caso de lo histórico, se evidencia en la
defensa que Chávez hace de su ideología, ante las objeciones de anacronismo que le hiciera
Agustín Blanco Muñoz, Habla el Comandante, Caracas, CEHA/IIES, Universidad Central de
Venezuela, 1998: “Obligatoriamente tenemos que hacer como el dios Jano, mirar hacia atrás y
hacia delante al mismo tiempo, es decir, como el retorno de la historia. ¿Y cual historia? Bueno,
en primer lugar nuestra historia, nuestra realidad. Y yo creo que lo más cercano a nuestra realidad de
hoy es la realidad de hace doscientos años (énfasis nuestro). Creo que estamos en tiempos del retorno
de la historia y de la ideología que se fue perdiendo”, (p. 70). “...Hay fuertes elementos de
persistencia en el tiempo, y uno se pregunta ¿es que aquellos eran tan visionarios o la realidad es
la misma? Yo creo que la realidad es la misma, (énfasis nuestro) y en algunos segmentos de ella han
retrocedido. Quién vive mejor ¿el esclavo del ayer o los marginales de hoy? ¿Quién es más
esclavo?”, (pp. 70-71). A partir de este mito de intemporalidad histórica presente en Chávez, se
318
mundo. Veáse a Norbert Lechner, “La política ya no es lo que fue” en Nueva Sociedad, n° 144, 1996
y “El nuevo papel del Estado en América Launa” en La planificación del futuro o el futuro de la
planificación, Rosario Helia Isabel (comp.), Caracas, Cendes, 1998.
38. Agustín Blanco Muñoz, Habla el Comandante, op. cit., pp. 435-436.
39. Ibidem, p. 524.
40. Ibidem, p. 99 (énfasis nuestro).
41. Ibidem, pp. 99-100 (énfasis nuestro).
42. Ibidem, p. 172 (énfasis nuestro).
43. Ibidem, p. 103. En esto Chávez Frías se emparenta con las ideas de lo que Mansilla (2000) llama
“filósofos de la liberación” en quienes se coaligan elementos de telurismo, fundamentalismo e
indigenismo, desdeñando la democracia moderna en cuanto valor exógeno, idealizando el pasado
precolombino, la cultura y religiosidad populares, la tradición ibero-católica y el legado político-
insutucional del populismo como valores endógenos: “Los filósofos de la liberación terminan en la
apología abierta v entusiasta de los caudillos clásicos del Nuevo Mundo y de otras regiones,
porque estos “hombres telúricos” -desde Simón Bolívar hasta Fidel Castro, pasando por Mao Tse
Tung y Yasser Arafat- representarían al hombre político, los “profetas de la vida” y los
“fundadores de la libertad”, personajes carismáticos que saben encarnar los anhelos y los
símbolos del pueblo, que ostentan su confianza; ellos personifican a la “patria como
autoconciencia” y son obedecidos con gozo porque el pueblo “se sabe autoconducido”. Hay en
este pensamiento, según Mansilla, un peligroso fundamentalismo (al cual se han convertido
algunos epígonos del marxismo) que se precia de estar seguro de su “saber redentorio” acerca del
destino de las sociedades, oponiéndose a “la política como negociación de intereses y reformas
parciales”, sembrando “certidumbres y”entusiasmo” entre sus adeptos. Ver H.C.F. Mansilla, “La
dialéctica de lo propio y lo ajeno. Notas para la comprensión de la identidad colectiva en América
Launa” en Cuadernos del Cendes, N° 44, Caracas, 2000, p. 133.
44. El plan Bolívar 2000 se inició formalmente el 27 de febrero de 1999, pocos días después de la
toma de posesión del Presidente Chávez, tomando como fecha simbólica el décimo aniversario de
los disturbios conocidos como “el caracazo”.
45. Así, al convocar la formación de los círculos bolivarianos, el presidente afirma: “Aquí están
los números telefónicos, y el número de fax por los cuales vamos a comenzar a recibir y a
procesar los círculos bolivarianos de toda Venezuela... Eso sí, con honestidad, primero que nada,
honestidad a toda prueba. Patriotismo a toda prueba. Sin intereses particulares. No es que
alguien vaya, no, me meto aquí para entonces pedir. No, no, no, vamos a dar, a dar, se trata de
dar, darnos al proceso, entregarnos pata la defensa de la revolución...” (Aló Presidente, 10 de
junio de 2001).
46. El Mundo, Caracas, 30 de julio de 2001.
47. Como ha señalado Mouffe, “...la democracia moderna supone el reconocimiento de la
dimensión antagónica de lo político, razón por la cual sólo es posible protegerla y consolidarla si
se admite con lucidez que la política consiste siempre en domesticar la hostilidad y en tratar de
neutralizar el antagonismo potencial que acompaña toda construcción de identidades colectivas.
El objetivo de una política democrática no reside en eliminar las pasiones... sino en movilizarlas y
ponerlas en escena de acuerdo con los dispositivos agonísticos que favorecen el respeto del
pluralismo...”, Chantal Mouffe, El retorno de lo político, Barcelona, Paidos, 1999, p. 14.
48. El Nacional, 21 de octubre de 2001 (énfasis nuestro).
49. El Mundo, 12 de junio de 2001.
50. Comando Supremo Revolucionario Bolivariano, Círculos Bolivarianos, Caracas, s/e, s/f [2001?].
51. Usamos la expresión en el sentido que le otorga Philippe Schmitter, “Still the Century of
Corporatism?” en Review of Politics, Vol. 36, 1, 1974.
52. Sin embargo, esto resulta tarea harto difícil en vista de la complejidad de la sociedad
venezolana, como hemos dicho. Por más fuerte que sea el Estado venezolano, gracias a los
320
recursos que posee, va no le es posible controlar verticalmente al rodo social sin encontrar
fuertes resistencias, como ha quedado evidenciado en estos últimos tres años y medio. Y es que
esta complejidad y pluralidad demandan más bien, como en todas partes, negociación,
cooperación, diálogo, lo que indudablemente apunta a una concepción más horizontalizada del
poder. Para una visión de las nuevas formas de gestión del Estado v el gobierno, pueden verse a
Fernando Vallespín, El futuro de la política, Madrid, Taurus, 2000; Renate Mayritz, “El Estado y la
sociedad civil en la gobernanza moderna”, Revista del CLAD,? N°. 21, 2001; v Norbert Lechner, “El
nuevo papel del Estado en América Latina” en Helia Isabel Rosario (comp.), La planificación del
futuro o el futuro de la planificación, Caracas, Cendes, 1998.
53. Aunque, como se sabe, el programa de gobierno de Chávez contempla la formación de una
Red Social la cual actuaría como una red de redes concebida como “expresión del tejido social en
construcción que constituirá la forma de organización molecular del Estado, rebasando la
estructura gubernamental de los ministerios v demás instituciones públicas tradicionales” (en
Juan Carlos Rey, “Estado, sociedad y educación en Venezuela. Observaciones sobre el Nuevo
Proyecto Educativo Nacional”, SIC, N° 636, p. 283) a partir de lo cual se pretende la creación de un
nuevo poder del Estado, al margen de la Constitución de 1999, a fin de controlar todo el tejido
social, como ha sostenido Rey.
54. Por ejemplo, declaraba en octubre de 2001: “esta revolución es pacífica ciertamente pero no
está desarmada, no está desarmada, [...] esta revolución tiene armas, armas y cuando digo armas
aclaro bien no son sólo las armas de la palabra, armas, fusiles, tanques tenemos”. (Discurso con
motivo de la instalación de la nueva directiva del MVR, 5-10-01, en: http:// www.chez.com/lito/).
55. El Nacional, 23 de noviembre de 2001.
56. El Nacional, 8 de diciembre de 2001.
57. El Nacional, 24 de noviembre de 2001.
58. El Nacional, 23 de febrero de 2002; El Mundo, 1° de abril de 2002.
59. El Mundo, 11 de marzo de 2002.
60. La expresión “enemigos de la revolución” puede ser trazada hasta la palabra del mismo
presidente Chávez, quien, en una actitud claramente persecutoria, señalaba así a uno de estos
“enemigos”, Alberto Ravell, director de un importante medio televisivo venezolano: “...un día de
estos voy a agarrar una imagen del señor Ravell para que todos lo conozcan porque levanten la
mano quienes lo conocen aquí, nadie lo conoce, entonces a lo mejor él anda por ahí y a lo mejor
dice mire yo estoy con Chávez y a lo mejor ustedes le creen, entonces hay que identificar a los
enemigos de la revolución, sí, el pueblo tiene que saber quiénes son y a ver sus rostros, cuál es su
nombre, yo aquí estoy desenmascarando a uno de ellos incluso déjenme decirle que, porque en
verdad a nosotros nos mueve una sana intención de que el país todo marche adelante, yo no
considero a este señor como mi enemigo, no, yo no tengo enemigos, yo Hugo Chávez, ah pero si
es de la revolución es otra cosa, el pueblo es otra cosa, qué importo yo; ahora el pueblo sí tiene
que saber dónde están sus enemigos y quiénes conspiran contra el pueblo, tiene que saberlo el
país y uno de ellos se llama Alberto Federico Ravell” (Discurso con motivo de la instalación de la
nueva directiva del MVR, 5 de octubre de 2001, en: http://www.chez.com/lito/).
61. Tal Cual, 6 de marzo de 2002, p. 8.
62. Como es sabido, la terminología que señala “objetivos políticos” y “objetivos militares” es
propia de organizaciones terroristas y paramilitares, teniendo gran uso en Colombia por parte de
los grupos armados que operan en ese país. Señalar a alguien como objetivo político equivale a
una primera advertencia antes de su clasificación como objetivo militar.
63. No nos ocuparemos aquí de los acontecimientos subsiguientes, como el asesinato de 18 civiles
y la desobediencia militar que culminaron en la deposición temporal del Presidente Chávez, ya
que desbordan el objetivo de este artículo.
64. Este relato periodístico coincide con lo que pudo ser apreciado directamente a través de la
transmisión que llevaba a cabo el canal oficial, Venezolana de Televisión.
321
AUTORES
NELLY ARENAS
Centro de Estudios del Desarrollo, CENDES Universidad Central de Venezuela (Venezuela)
Epílogo
323
INTRODUCCIÓN
1 Es sabido que la devoción de los venezolanos por la personalidad de Simón Bolívar y la
figura histórica del Libertador Simón Bolívar ha llegado a ser una especie de segunda
religión, remedo de la cristiana católica. El culto rendido al Bolívar así conformado
impregna la sociedad venezolana. Casi no hay una expresión de la misma en que no se
advierta la presencia, expresa o tácita, de ese culto, respecto del cual cabe afirmar que,
como ocurre con todo complejo de creencias, se acumulan y se mezclan, y no pocas
veces llegan a combinarse, lo histórico y lo mítico, y, con frecuencia, a prevalecer lo
último sobre lo primero, particularmente en la conciencia pública.
2 Desde su conformación básica, a partir de la solemne función de expiación colectiva en
que fue convertida la repatriación de los restos mortales de Simón Bolívar, a mediados
del siglo XIX, el culto a Bolívar ha visto acentuarse su derivación mítica. Esta ha sido
consecuencia de su uso para legitimar toda suerte de causas. No obstante, este uso
había sido función de la confrontación de ideologías sociopolíticas razonablemente
estructuradas, desde el liberalismo autocrático hasta el liberalismo democrático,
pasando por el militarismo tradicional y el socialismo tropical. Quienes participaban de
alguna de estas modalidades ideológicas usaban el culto a Bolívar, de manera más o
menos mítica, para recomendar sus posiciones sociopolíticas, mediante mezclas en las
cuales claramente predominaban estas últimas.
3 De esta manera, la sociedad venezolana estaba envuelta en confrontaciones entre
ideologías que si bien no siempre lucían bien definidas, fundaban cierto orden que
permitía identificar las corrientes, como también ubicarse a quienes participaban de la
pugna política o padecían sus consecuencias. Pero la circunstancia de que el Bolívar
mítico estuviese presente en todas las corrientes, de hecho lo situaba fuera y por
324
8 Dejando prudentemente de lado esta discusión, veamos los dos factores más
inmediatos, y quizás más importantes, del empobrecimiento de la oferta de matrices
ideológicas que afecta a las sociedades latinoamericanas.
9 El socialismo tercermundista latinoamericano no sólo no adelanta su reelaboración
crítica, y por lo mismo estorba la de la socialdemocracia y el socialcristianismo. El
desconcierto reinante en los sectores sociales afectos al socialismo, o influenciados por
él, se manifiesta como el debilitamiento y consecuente descrédito de los partidos
políticos, comenzando por los propios socialistas convertidos en “movimientos”. El
325
EL “BOLIVARIANISMO-MILITARISMO”, IDEOLOGÍA DE
REEMPLAZO
20 El “bolivarianismo-militarismo” puede ser considerado una denuncia del estado de
profunda desorientación ideológica padecido actualmente por la sociedad venezolana y,
según se aprecia ya, no sólo por ella, pues cual expediente ideológico-político ha
tomado forma, o se le procura extender, hacia afuera de nuestras fronteras. Aun más, si
bien todavía no de manera abierta, se pretende proponerlo como alternativa a las otras
fórmulas de integración latinoamericana, e incluso con la pretensión de que sea una
concepción históricamente legítima y eficaz para enfrentar la globalización. Tiende a
configurar, en suma, una ideología de reemplazo2. Pero debo subrayar que se trata de la
culminación de un prolongado proceso ideológico.
21 Como expresión socialmente activa del culto a Bolívar, el bolivarianismo ha sido
ensayada de manera reiterada, desde fines del siglo XIX, como ideología de reemplazo,
perfeccionándose con ello el papel que cumplió inicialmente en el apuntalamiento, y
hasta la suplantación, de la precaria y vacilante conciencia nacional, afectada en su
formación por el contraste adverso entre los resultados de la disputa de la
Independencia y las ilusiones y esperanzas de sus actores.
22 Se buscó entonces compensar ideológicamente la incipiente institucionalidad, la cual
expresaba el dislocamiento sufrido por la estructura de poder interna de la sociedad en
la disputa de la Independencia. Se produjo así un desconcierto ideológico que fue
visible en la confusión reinante en los planteamientos de los promotores del liberalismo
en el seno de la clase dominante, escindidos en conservadores y reformistas, pero
contestes en el objetivo de restablecer la estructura de poder interna de la sociedad,
puesta en el trance de hacerse republicana, contrariando su tenaz monarquismo. Los
liberales conservadores lo procuraban tratando de preservar parte del ordenamiento
sociopolítico colonial, de probada eficacia. Coincidían en esto con el pensamiento
básico de Simón Bolívar en lo concerniente al ordenamiento social —exceptuando la
abolición de la esclavitud y la cuestión religiosa—, y sobre todo con su dictadura
comisoria sui generis, a partir de 1828. Los liberales reformistas procuraban el mismo
objetivo predicando la acentuación del cambio social, mediante la apertura de canales
para encauzar y controlar las luchas por la libertad y por la igualdad generadas en el
seno de la sociedad colonial. Era evidente la contradicción con el pensamiento de Simón
Bolívar, quien fuera tenaz adversario del liberalismo y la democracia, englobados por él
en el concepto de federación.
23 Pero aun en medio de enconados enfrentamientos ventilados en todos los terrenos
prevaleció el propósito de restablecer la estructura de poder interna de la sociedad,
recuperando para la clase dominante el control del poder social. Se necesitaba una
fórmula ideológica que valiese para el todo social. Esto fue posible a la sombra del
prestigio mitificado de Simón Bolívar, para el efecto rescatado consensualmente de la
contienda, convertido en patrimonio común de los venezolanos y único producto
incuestionable de la disputa de la Independencia. En este clima ideológico-político
nació, se desarrolló y se estructuró el culto a Bolívar, y se dio comienzo a su derivación
como una ideología de reemplazo, en este caso, como se ha dicho, del fallido programa,
real y atribuido, de la disputa de la Independencia.
328
venezolano.
28 El general Eleazar López Contreras, fidelísimo Ministro de Guerra y Marina y sucesor en
la presidencia del eterno dictador, concibió, diseñó, montó, promovió y difundió
personalmente un aparato bolivariano institucionalizado de indoctrinamiento y
conducción de la sociedad, confluyendo todo en el primer intento de hacer de
Venezuela una república bolivariana. Con este fin puso a Simón Bolívar a demostrar
cuán innecesarias eran las ideas políticas y sociales que el presidente englobaba en el
término comunismo, para el caso amalgamado con toda postura democrática moderna.
En realidad buscaba justificar la perduración del “gomecismo” en lo concerniente a la
formación, ejercicio y finalidad del poder público, sirviendo así sus propios planes
políticos. Semejante empresa, proclamada como regeneradora de la sociedad, estuvo
montada y organizada, en escala nacional, como una ideología de reemplazo, puesta al
servicio del Estado por medio de la acción gubernamental, y fue promovida con empeño
329
para satisfacción intelectual y espiritual de tan genuino devoto y practicante del culto a
Bolívar. El general fue reiterativo en la afirmación de que su fe bolivariana, convertida
en política de Estado, tenía como propósito prevenir el contagio de “ideas extrañas”
que pudiesen perturbar aún más la ya inquieta paz dictatorial heredada de su
protector4.
29 El general Isaías Medina Angarita exhibió, sobre todo en los inicios de su gobierno, un
fervoroso bolivarianismo, destinado a quitarle banderas a su inicial patrocinador, y
muy pronto adversario, general Eleazar López Contreras, de quien fue Ministro de
Guerra y Marina. Este llegó a acusarlo de alentar veleidades “comunistoides” por
haberse excedido en la apertura democrática pautada por la Carta del Atlántico,
tolerando la presencia pública de las “doctrinas exóticas” 5.
30 El general Marcos Pérez Jiménez, apelando al patriotismo, hizo del culto heroico, y en
particular del rendido a Bolívar, el eje de un movimiento denominado “El Nuevo Ideal
Nacional”, instrumento legitimador del primer intento de establecer un régimen
dictatorial de clara concepción militarista, justificado en lo internacional por el
combate contra el comunismo en el ámbito de la “Guerra fría”. Se proclamó al ejército
heredero, directo y universal, de los ejércitos realizadores de la Independencia, y quedó
instituido como el principal guardián del culto a Bolívar 6.
31 El teniente coronel sobreseído y retirado Hugo Rafael Chávez Frías, actual Presidente de
la por él bautizada República Bolivariana de Venezuela, ha llevado el culto a Bolívar al
desenfreno7. Sin que valoremos su peculiar uso del culto a Bolívar como una ideología,
propiamente dicha, cabe comprobar que se le utiliza abiertamente para legitimar el
segundo intento de establecer un régimen militarista, si bien apoyado en las prácticas
democráticas, pervertidas mediante el uso demagógico y autocrático del poder,
envuelto en la vigencia más aparente que real de las formas constitucionales 8. Sin
embargo, en los últimos tiempos han escaseado y perdido fuerza, hasta casi
desvanecerse, las invocaciones ideológicas denominadas “El Árbol de las Tres Raíces”,
quedando de manifiesto la que fue una maniobra de encubrimiento del verdadero
proyecto político del bolivarianismo-militarismo, hoy denominado, escuetamente,
“chavismo”. Alberto Garrido, muy cercano al “proceso” y a sus actores, narra el
comienzo de esta evolución:
Constituido ya como ideario el Árbol de las Tres Raíces — Bolívar [Simón],
Rodríguez [Simón] y Zamora [Ezequiel]- bajo el empuje de Hugo Chávez, el trabajo
constante y pensante de Arias [Cárdenas, Francisco], y la disciplina incansable de
los demás ‘originarios’, otras ideas se fueron sumando al bolivarianismo. Así,
soberanía radical, Tercer Ejército y posicionamiento mundial tercerista —no
adhesión a los grandes bloques, primero, y adverso a la hegemonía unipolar (sic) de
EE.UU. cuando finaliza la Guerra Fría, después-, desarrollo científico alternativo,
desarrollo integral latinoamericano, indigenismo, ecologismo, son conceptos que se
van incorporando al discurso y al programa bolivanano9.
32 Siguiendo esta línea de pensamiento, el mismo autor llegó a conclusiones reveladoras,
más que esclarecedoras, de fines y propósitos, de la que ha sido denominada “la agenda
oculta” del chavismo, jamás presentada y si bien oculta a la consideración de los
eventuales electores, perpetrándose así el más grande dolo contra la voluntad
democrática de un pueblo que hasta ahora había conocido, sobre todo, de programas de
gobierno incumplidos:
Así, la revolución bolivariana fue concebida como insurreccional, cívico-militar-
religiosa, con miras a la creación del Tercer Ejército latinoamencano [En la misma
330
perturban siquiera el sentido común de quienes padecen su efecto. Toman como punto
de referencia, en el pensamiento del héroe, alguna expresión que por su nivel de
abstracción, o por su contenido moralizador, pueda ser situado por el usuario en un
plano que luzca intemporal, al menos en el mediano período histórico, para hacerle
corresponder con una visión no menos simplificada del presente.
42 Para los militaristas de todo pelo, “el rescate de Bolívar” no ha presentado dificultades,
dado el consecuente rechazo por Bolívar de la democracia y el liberalismo federalista, y
su inclinación por los gobiernos fuertes. Pero a los sobrevivientes del socialismo
autocrático esa tarea les ha planteado dos cuestiones de las que suelen denominar
teóricas o doctrinarias. Una era superar la visión nada benévola de Bolívar acuñada por
Carlos Marx, pese a que ésta había sido el arma esgrimida para desmitificar a Bolívar y
abrir la conciencia proletaria a la nueva doctrina, por lo que esta operación ideológica
significaba sortear un escollo doctrinario de orden mayor. La otra era arbitrar siquiera
una postrera esperanza de poder para los valetudinarios sobrevivientes del socialismo
autocrático, lo que suscitaba, también, dificultades consideradas doctrinarias. Para
sortear la primera dificultad bastó encajar a Bolívar y Marx en un mismo pensamiento
revolucionario. Dado este salto mortal, y esperanzados de abrir una perspectiva de
poder, fue fácil conectarse con quienes habían derrotado la guerrilla de inspiración
fidelista, quienes se jactaban de ser fervorosos bolivarianos. Luego de explorar
posibilidades como el ecologismo, el indigenismo y hasta la Teología de la liberación,
advirtieron la existencia de un factor de poder que ya había sido objeto de infiltración,
si bien enmarcada en la doctrina leninista, previa al colapso del socialismo 17.
43 También fueron desechados los escrúpulos relacionados con el putchismo,
tradicionalmente condenado por la ortodoxia marxista por considerarlo contrario al
trabajo de masas. Mediante artificios tácticos, como el incluir otros actores además de
los militares, se encubrió el vínculo que se establecía con el militarismo tradicional, que
permanecía estancado en su pretendida misión salvacionista, inspirada en un
bolivarianismo doctrinario, basado en los contenidos autocráticos del pensamiento y la
acción de Simón Bolívar, pero convenientemente disimulados envolviéndolos con un
discurso patriotero galimático. En suma, se crearon condiciones para que los
sobrevivientes del socialismo autocrático treparan al carro de la conspiración militar
que venía rebrotando desde 1945-1948.
44 La conexión entre el bolivarianismo basado, por una parte, en el Bolívar ad hoc del culto
que se le rinde, y éste, a su vez, eje del culto heroico practicado en los países
denominados bolivarianos; y por la otra en el militarismo tradicional que aun impregna
sectores de las fuerzas armadas, orientándolos en un sentido antidemocrático, es
resultado, en Venezuela, de dos factores vinculados entre sí.
45 Un factor ha sido la repercusión, en diversos niveles del sistema educativo nacional, del
fracaso del asalto al poder intentado por los partidos y grupos socialistas tradicionales,
ganados entonces por el aura inicial de la revolución cubana. El reflujo de quienes
sobrevivieron a “la montaña” reforzó a quienes nunca treparon a ella y permanecieron
en sus recintos, sobre todo universitarios. Sumados completaron su control de esas
instituciones y crearon los denominados “frentes de lucha ideológica”, dedicados al
adoctrinamiento y a la utilización de los recursos, financieros y otros, para la
supervivencia de núcleos de acción política, cuya potencialidad fue subestimada por los
gobiernos democráticos. Una enseñanza vindicadora y encubridora de la frustración
causada por la derrota policial, militar y política, ha generado y fortalecido un
333
latinoamericana, no parece ser solamente una ocurrencia retórica de Hugo Chávez, sin
que ello abone su viabilidad.
64 Es motivo de disputa la paternidad de esta concepción, bautizada como “El espacio vital
bolivariano”. El ex guerrillero Nelson Sánchez, (“Harold”), la atribuye a Douglas Bravo,
reconociéndole a Chávez la condición de promotor. Alberto Garrido, su entrevistador,
observó que “…está planteada la revolución continental bolivanana impulsada por
Chávez, más ambiciosa, porque propone el establecimiento franco de una
multipolaridad (sic) mundial enfrentada a los Estados Unidos…”; y añade que “…Diera la
impresión de que se estaría conformando un nuevo espacio geopolítico bolivariano,
donde el viejo trazado de fronteras tiende a diluirse frente al concepto de espacio vital
bolivariano, pero… ¿quién lideraría la conformación de ese espacio?”
65 “Harold” replicó haciendo el recuento del inicio y desarrollo del que denomina “espacio
vital bolivariano”:
Ese tema lo discutíamos con Douglas [Bravo] en 1970. Ya en ese momento decíamos
que Venezuela era la puerta abierta hacia América Latina y por esa razón los
Estados Unidos siempre se encontraban muy atentos a lo que aquí pudiera ocurrir.
Fíjate lo que pasó después del 23 de enero de 1958. Hasta Nixon [Richard, entonces
vicepresidente de los Estados Unidos] vino…
66 Le parece que la historia “…quisiera repetirse. Hoy se abre otra vez la llave (sic) de la
revolución bolivariana con una propuesta alternativa frente a la del modelo caduco de
las democracias representativas corruptas, que el neoliberalismo está terminando de
enterrar…”. Pero, frente al neoliberalismo,
…está la tesis siempre vigente de Bolívar: el máximo de felicidad posible para el
pueblo. Esto se traslada a vanos países latinoamericanos. En Colombia hay una
nueva realidad política y social. En Ecuador también, con otras características, bajo
la influencia marcada de la revolución bolivariana que adelanta Chávez. Y pienso
que la cadena seguirá26.
67 Con el bolivarianismo como base de una ideología de reemplazo, en la que se enlaza con
el militarismo y, según pretenden algunos, con el marxismo-leninismo, culmina una
larga tradición de utilización ideológica y política de la figura histórica y el
pensamiento de Simón Bolívar, en diversos países y escenarios, y al servicio de causas
muy disímiles. Han sido, y lo son hasta el presente, recursos utilizados por diversos
movimientos políticos e ideológicos europeos, a partir de la resistencia de los
republicanos a los intentos de restablecer la monarquía absoluta, a mediados del siglo
XIX. De esto da testimonio la extensa y rica documentación compilada por Alberto
Filippi en su obra Bolívar y Europa en las crónicas, el pensamiento político y la historiografía.
Siglos XIX y XX27.
68 El bolivarianismo encuentra alta receptividad en las sociedades de los países llamados
bolivarianos: Venezuela, Colombia, Ecuador y Bolivia, y en cierto grado también en
Perú, y receptividad excepcional en los que formaron la República de Colombia,
denominada por la historiografía Gran Colombia. Hay fundados indicios de que el
bolivarianismo-militarismo tiene ya ramificaciones en los ejércitos de varios de estos
países.
69 Cuba ocupa un lugar especial. La Conferencia Tricontinental, reunida en La Habana en
1966, reconoció en Simón Bolívar, por su acción y su pensamiento, y por extensión en
su significación como Libertador, un ejemplo del internacionalismo revolucionario (mal
podría haberlo sido del internacionalismo proletario, de otros tiempos), haciéndole
337
76 El resultado es que pese a las negativas del Presidente y a los estallidos de cólera del
canciller venezolano, José Vicente Rangel, tiende a consolidarse la creencia de que
existe una conexión de solidaridad activa entre el gobierno de la República Bolivariana
de Venezuela y las FARC e incluso el ELN33.
77 La invocación bolivariana también está presente en las fuerzas armadas colombianas. El
diario El Universal publicó, el 10 de noviembre de 2000, una nota titulada “Coronel lanza
proclama bolivariana contra Pastrana”:
Un coronel del Ejército colombiano acusó públicamente al gobierno del presidente
Andrés Pastrana de haber ‘ofendido el honor’ de la institución, e invocando al
Libertador Simón Bolívar llamó al pueblo a ‘reconstruir la patria’. Al defender
nuestro honor defendemos el papel que heredamos del Libertador’… dijo el teniente
coronel Guillermo Lora… ante una mulütud reunida en una céntrica plaza de la
ciudad de Cali…
78 Es necesario preguntarse, respecto de las expresiones colombianas de bolivarianismo-
militarismo, al igual que de las ecuatorianas, por disparatadas que también puedan
parecer, cuánto hay en ellas de elemental encantamiento del militarismo tradicional
por el triunfo político de Chávez, y cuánto hay de auténtico vínculo ideológico 34.
79 Los movimientos políticos ocurridos en Ecuador en enero de 2000, promovidos por
oficiales del ejército con la cooperación de las organizaciones de indígenas, se
colocaron programáticamente en el campo del bolivarianismo, al que le reconocieron
proyección internacional. Invocando el ejemplo de Venezuela los líderes golpistas,
militares e indígenas, se declararon dispuestos a constituir una república bolivariana. El
teniente coronel Guillermo E. Pacheco Pérez, quien participó en la toma del Congreso el
21 de enero, dio declaraciones bolivarianas. Refuerzan esta visión de los sucesos dos
hechos: el de Venezuela fue el único gobierno latinoamericano que no condenó la
rebelión, y se expresó sobre ella con simpatía; y la referencia al vínculo entre los
movimientos bolivarianos colombiano y ecuatoriano, hecha por el comandante Ariel,
de las FARC35.
80 No corresponde al presente estudio examinar el uso del bolivarianismo en el debate
sobre la unidad continental implícito en el panamericanismo, representado por la OEA,
pues si bien es parte de un proceso histórico prolongado, y mantiene su vigencia, ha
derivado en una suerte de foro para la consideración de crisis locales y el montaje de
programas de cooperación de diversa índole. No obstante, tiene una proyección
ideológica expresa en lo tocante a la preservación de los sistemas políticos liberal-
democráticos, lo que llevaría a descartar toda inclinación militarista y socialista. En
cambio, una variante del bolivarianismo, el antiimperialista, está presente en proyectos
de integración latinoamericana económica y cultural.
81 Volviendo sobre las desventajas del bolivarianismo, no ya necesariamente del vinculado
con el militarismo, como ideología de reemplazo, cabe subrayar que algunas de las
ventajas, respecto de Venezuela, tienden a disipase al ser proyectadas en escala
internacional americana, lo que se acentúa por el nexo de Chávez con el militarismo
tradicional y el fidelismo.
82 En Colombia y Ecuador las manifestaciones del culto a Bolívar marcan diferencias
considerables con el rendido por los venezolanos. En Perú las posibilidades de
propagación del bolivariamsmo-militarismo se ven decididamente contrariadas por la
disputa sobre los libertadores, si Simón Bolívar o José de San Martín, pero también pesa
mucho el recuerdo del militarismo, aún vigente bajo el gobierno del Presidente
340
CONSIDERACIONES FINALES
86 El triste e inexorable destino de las ideologías de reemplazo se ha cumplido en América
Latina formando una secuencia que se extiende desde “el varguismo”, en Brasil, hasta
“el peronismo”, en Argentina y “el torrijismo” en Panamá. En cada caso se ha
pretendido convalidar una situación de hecho, envolviéndola en expectativas de
cambio. La situación de hecho es el ejercicio autocrático del poder. La envoltura, si bien
hecha a partir de expectativas de cambio social, ha sido siempre de respuestas tan
alucinadas como imprecisas. Esta doble carga se ha resuelto en una retórica
demagógica, que incita a combatir adversarios conceptuales y nunca precisados: el
dominio imperialista, la pobreza, “la exclusión”, la corrupción, etc.
87 Pero en el fondo de los malabansmos pseudo-historicistas ejecutados con el
bolivarianismo actúa como justificación forzada el afán, a veces confeso, de completar
la obra —para el caso desnaturalizada—, de Simón Bolívar:
…el boivarianismo oficial, entendido cual ideología de reemplazo, puede adquirir
formas tan sencillas como la misión de ‘completar la independencia’, o servir de
motivación y símbolo a un movimiento fascistoide. En el primer sentido se
enunciaba en forma llana lo que, con mayor o menor elaboración, ha constituido el
pretexto legitimador de proyectos políticos de todo género. El completar la obra de
Bolívar fue el objeto de los desvelos del general Juan Vicente Gómez Chacón, según
lo repetían sus voceros y allegados. También la democracia y el socialismo han
pretendido completar la obra de Bolívar36.
341
NOTAS
1. Esta ponencia, de manera general, y particularmente en las partes III, IV y V, recoge, reelabora y
complementa extensos aspectos de un estudio inicial del autor sobre el tema, publicado con el
título “Alternativas ideológicas en América Latina contemporánea. (El caso de Venezuela: el
bolivarianismo militarismo)”. University of Florida, Center for Latin American Studies, Bacardí
Family Chair for Eminent Scholars, Florida, USA, 2001, pp. 110.
2. La desorientación ideológica tiene expresiones colectivas e individuales. No siempre es posible,
mucho menos fácil, separarlas atendiendo a su índole y alcance. En esta franja de no definición
encuentran terreno propicio las que denomino ‘ideologías de reemplazo”; al igual que
movimientos mesiánicos o fundamentalistas, relacionados en mayor o menor grado con esas
ideologías. Un acabado ejemplo de desorientación ideológica individual corre en una larga
entrevista, recogida por Agustín Blanco Muñoz en su obra Venezuela del 04F-92 al 06D-98. Habla el
comandante Hugo Chávez Frías, cuando el entrevistado era candidato a la presidencia, Caracas,
Cátedra “Pío Tamayo”-FACES, Universidad Central de Venezuela, 1998.
3. “El gendarme necesario”, Cesarismo democrático, Caracas, 1990, p. 177.
4. “Sincero siempre, por mi devoción a la Doctrina Bolivariana, que es independencia de todo
poder extraño, libertad, democracia y republicanismo auténticos, dentro de un nacionalismo
constructivo, no es que yo no acepté la beligerancia de otras doctrinas, sino que combatí todas
aquellas que en alguna forma pudiesen afectar nuestra nacionalidad, nuestras tradiciones y
nuestras conciencias”. (Eleazar López Contreras, El triunfo de la verdad. Documentos para la historia
venezolana, México, Edición Genio Latino, 1949, p. 23).
5. Esta situación corresponde a la línea de los partidos comunistas de colaborar con el campo de
la democracia, absteniéndose de perturbar la paz laboral y social para no afectar el esfuerzo de
guerra; muy importante en el caso del petróleo venezolano. Véase el capítulo 9, “The Last Step:
Browderism”, en Manuel Caballero, Latin America and the Comintern, 1919-1943, Cambridge,
Cambridge University Press, 1986.
6. Esta adaptación de la realidad histórica al militarismo ha sido internalizada por la oficialidad
venezolana. La invocaron para legitimar su irrupción en el ejercicio de la democracia, en un
342
manifiesto intitulado Nos alzamos por la Constitución. Carta de los Oficiales del MBR-200. Carta a tos
militares de nuestra generación, Enrique Ochoa Antich, Caracas, Fuentes Editores, pp. 9 y 28.
7. Si bien es imposible sistematizar el galimatías ideológico que ocupa la mente del teniente
coronel retirado Hugo Rafael Chávez Frías, del volumen de Agustín Blanco Muñoz, citado,
podemos extraer algunos fragmentos que ilustran tal grado de incoherencia. El entrevistado
parte de una críuca al marxismo en la que afirma: “Nosotros, el movimiento bolivanano, y yo,
Hugo Chávez, no soy marxista pero no soy antimarxista. Ni soy comunista, pero no soy
anticomunista. Y cuando te decía que la solución no está en el marxismo, no estoy excluyendo al
marxismo, sino que hay que ir más allá del marxismo. Puede abarcarlo, pero no es él la solución,
especialmente para nuestros países, para estas condiciones, donde yo creo que no hay vestigio de
clase obrera“… en Venezuela del 04F-92 al 06D-98. Habla el comandante Hugo Chávez Frías, op. cit., pp.
392-393. El bolivarianismo es la vía: “…yo no soy el pensador que va a generar una doctrina
original, nueva, total. No. Prefiero hacer. Por supuesto, tener claro hacia dónde vamos y allí hay
lo que hemos denominado, de una forma mucho más pragmática, pero que no deja de tener el
enganche con lo ideológico, doctrinario, filosófico, que es el Proyecto Nacional Simón Bolívar“…
en Ibidem, p. 79. En suma, el entrevistado propone la desorientación ideológica como ideología:
“Yo no me siento indefinido. ¿Porque qué es una ideología? Si me inquietara estaría preocupado
por leer y tratar de definirme mejor, eliminando algunas aristas que no me cuadran. La ideología
para mí es un conjunto de ideas que mueven a la acción práctica, ideas-fuerza. Desde ese punto
de vista, ideas bolivarianas, ideas robinsonianas [se refiere a las ideas de Simón Rodríguez, quien
en algún momento se hizo llamar Samuel Robinson], ideas marxistas, un mundo de ideas,
sistemas ideológicos que se cruzan. Pero ¿quién los define tal cual? Por qué rengo que
inquietarme por ubicarme en alguna de las corrientes de pensamiento“… en Ibidem, pp. 399-401.
8. Se pretende que Chávez considera el bolivarianismo “…un programa para la acción
revolucionaria, basado en un conjunto de ideas que le dan cierta coherencia. No es una ideología.
Es un ideario eficiente para impulsar la revolución. Un ideario de contenido nacional y
latinoamericano que le confiere rasgos militares al pensamiento de izquierda, distanciándose de
la posición de otros partidos comunistas, que solamente veían en las Fuerzas Armadas el brazo
artillado del poder constituido”, En Alberto Garrido, La historia secreta de la revolución bolivariana.
Conversaciones con Harold. Puerta Aponte y Camilo, Mérida, Editorial Venezolana C.A., 2000, p. 6.
Obviamente, un marxista no podría calificar de “ideología” el bolivarianismo sin degradar el
marxismo.
9. Ibidem, p. 8.
10. Ibidem, pp. 63-64.
11. Ibidem, p. 12.
12. Ibidem, pp. 67-68.
13. La invocación del prestigio del Simón Bolívar creado para y por el culto, tendió a fortalecerse
en la propaganda del movimiento subversivo y guerrillero. Fue bautizado “Frente Guerrillero
Simón Bolívar” el principal foco guerrillero. Quedó reflejada en esto, también, la posición de la
Conferencia Tricontinental, reunida en La Habana en 1966.
14. Rómulo Betancourt, “Versión taquigráfica de las palabras pronunciadas al entregar a
representantes diplomáticos de los países bolivarianos, copias en microfilm del Archivo del
Libertador, en Caracas, el 7 de febrero de 1962” en Tres años de gobierno democrático, 1959-1962,
Caracas, Imprenta Nacional, 1962. Tomo II.
15. Germán Carrera Damas, Venezuela: Proyecto Nacionaly poder social, Barcelona, España, Editorial
Crítica-Grijalbo, 1986, p. 225.
16. Nelson Sánchez (“Harold”), en Alberto Garrido, La historia secreta de la revolución bolivariana, op.
cit., p. 58.
17. Nelson Sánchez (“Harold”) ha hecho revelaciones sobre la penetración política de las fuerzas
armadas por los diversos partidos: En 1978 “…consideramos que para el nuevo proyecto de la
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revolución el Gran Viraje se… trataba de lograr una gran alianza cívico-militar-religiosa, tal cual
se había dado en 1958. Este criterio seguía totalmente vigente“… “Había que disputarle ese brazo
armado a la mal llamada democracia representativa… ese brazo armado estaba controlado por AD
y COPEL .. y nuestro objectvo era llegarle con un mensaje al sector que no estaba de acuerdo con
esa situación. AD, fundamentalmente, había desarrollado una política de penetración de las FAN”
…“Esta estrategia la trazó Betancourt y siguió funcionando“… (“La revolución bolivariana
arrancó con el Frente Militar de Carrera” en Alberto Garrido, La historia secreta de la revolución
bolivariana, op. cit., pp. 48-49). El ex guerrillero Francisco Prada ratificó esta versión: “Llegó un
momento en que AD tenía once generales … Esa política también la hizo el Partido Comunista” en
Alberto Garrido, Guerrilla y conspiración militar en Venezuela. Testimonios de Douglas Bravo. William
Izarra y Francisco Prada, Mérida, Editorial Venezolana C.A., 1999, pp. 117-118).
Alberto Garrido, en su obra citada, dice que al finalizar la década de los sesenta “…la guerrilla
venezolana estaba política y militarmente derrotada, pese al apoyo”… “fundamentalmente por
parte de Cuba”… (p. 5). Pero uno de los grupos guerrilleros formó el Partido de la Revolución
Venezolana (PRV) y retomó “…la estrategia diseñada por el Partido Comunista en 1957, de
inserción o captación de cuadros revolucionarios en las Fuerzas Armadas Nacionales con el fin de
provocar una insurrección cívico-militar en Venezuela. Esa estrategia había culminado con los
levantamientos de Carúpano y Puerto Cabello. La mayoría de los más de 100 oficiales
comprometidos con el alzamiento cívico militar pasaron, luego de ser derrotado el
pronunciamiento, a la guerrilla…” (pp. 5-6).
18. La idea de un partido o movimiento que reúna en su bandera doctrinaria a Marx, Lenín y
Bolívar no es reciente, ni nació sin levantar dudas acerca de su viabilidad, según el ex guerrillero
Francisco Prada: “El PRV [Parúdo de la Revolución Venezolana] fue bolivariano. Mario Menéndez,
periodista mexicano, en agosto de 1966, cuando vino con el general Arnaldo Ochoa, hace algunos
años fusilado en Cuba, al preguntar ‘¿Cuál es la ideología de las FALN [Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional]?’, ya recibió nuestra respuesta: ‘Nosotros somos marxistas-leninistas-
bolivarianos’. A mí me tocó explicarle eso a los chinos, que no lo entendían. Decían que eso era un
exabrupto teórico. Los coreanos incluso exclamaban: ‘Bolívar, terrateniente, esclavista, oligarca’.
Pero Bolívar es el sentimiento más profundo, la religiosidad más profunda de nuestro pueblo. Ese
es el valor más importante para la revolución” en Alberto Garrido, Guerrilla y conspiración militar
en Venezuela, op. cit., pp. 112-113.
Chávez ha rechazado la vinculación del bolivarianismo con el marxismo-leninismo, al menos
declarativamente, pero la proclama con el fidelismo, al que simula no asociarlo con el marxismo-
leninismo. Bajo el subtítulo “El comandante se aparta de la izquierda insurreccional y se ubica en
el bolivarianismo revolucionario”, Agustín Blanco Muñoz ofreció la siguiente caracterización
ideológico-política del entonces aspirante a la presidencia: “Sus objectivos, sin embargo, parecen
estar inmersos en los respetables lineamientos de una política que, al menos en el discurso, se
presenta, en algunas ocasiones, como radical revolucionaria, y en otras con un lenguaje
moderado que acompaña de amplias promesas. Esto se observa sobre todo a partir del momento
en que se da por descontado su triunfo y tal vez también para terminar de espantar todo miedo o
sospecha de radicalismo. Chávez apunta muchas veces a lo largo de estas conversaciones que no
es de derecha, ni de izquierda, ni marxista ni antimarxista. No está con las guerrillas ni con esta
democracia. Su posición es muy clara y definida: bolivariano-revolucionario. Apartado de la
violencia e inclinado hacia la acción pacífica”…“se ubica más bien en el movedizo territorio de
una doctrina bolivariana que no está nada definida, pero que estaría llamada a guiar la lucha por
la defensa de los intereses populares, por medio de la realización de acciones pacíficas”, en
Venezuela del 04F-92 al 06D-98. Habla el comandante Hugo Chávez Frías, op. cit., pp. 17-18. (Véase la
Nota 2).
Francisco Prada apuntó el que parece ser el cisma ideológico de los conspiradores: “El único
movimiento que realmente tuvo éxito fue el de 1992, porque ya no se trataba de ganar gente para
344
la idea del socialismo. El alzamiento de 1992 se entendió como necesario para el bienestar
nacional”, en Alberto Garrido, Guerrilla y conspiración militar en Venezuela, op. cit., p. 118). Añadió:
“…Eso nos lleva a una nueva utopía, donde se incorporan la indianidad, la negritud, la
independencia, el movimiento preindependentista, Bolívar. De lo que queda de la insurgencia de
los 60’ unos se han plegado al sistema y otros, como nosotros, siguen en la locura, en la utopía”,
ibidem, p. 122.
19. La fundación de los partidos comunistas, entre 1918 (Argentina) y 1929 (Bolivia), hizo
necesaria la nacionalización del socialismo, regido por el marxismo-leninismo y propuesto como
programa político en el Manifiesto Comunista de 1848. La acusación de ser el comunismo una
doctrina “exótica”, que agentes soviéticos pretendían imponer a sociedades sin vínculos
históricos con ella, llevó a intentar darle fundamento historicista a la doctrina y la acción política
de los partidos comunistas. Son ejemplos de este intento los Siete ensayos de interpretación de la
realidad peruana, de José Carlos Mariátegui (1828) y Hacia la democracia, de Callos Irazábal (1939);
seguidas por Los principios del socialismo en Cuba, de Blas Roca (1943) y Cuestiones colombianas.
Ensayos de interpretación y critica, de Anteo Quimbaya (pseudónimo) (1958). Enrique Avala Mora
satirizó el empeño de poner a Bolívar al servicio del socialismo y el anti-imperialismo: “…No ha
sido raro, en consecuencia, encontrarnos con un Simón Bolívar militante socialista, miembro de
las brigadas anti-imperialistas y hasta visionario descubridor del análisis de clase…” en “El Bolívar
necesario”, El Bolivarianismo en El Ecuador, Quito, Corporación Editorial Nacional, pp. 78-79.
20. La repatriación de los restos de Simón Bolívar, y su muy posterior colocación presidiendo el
Panteón Nacional -especie de Olimpo republicano-, dotó el culto a los héroes de su reliquia
referencial, conservada en un antiguo templo convertido en la catedral mayor de la que he
denominado “la segunda religión” de los venezolanos, llevada por algunos exaltados hasta el
extremo de identificarla con el culto cristiano católico. Véase “La segunda religión” en mi obra
Crítica histórica, Caracas, Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela, 1961.
21. Es difícil decidir en cuál de estas dos categorías entra el denominado “Juramento Bolivariano
del Samán de Güere”. Probablemente en ambas. Al preguntársele en qué año se incorporó al “…
grupo que planeaba el alzamiento cívico-militar…”, el ex guerrillero Pedro Antonio Solano Nava,
alias “Camilo”, respondió: “En 1989. En ese año cumplo con el juramento bolivariano, el mismo
que se realizó en el Samán de Güere en 1982 [Se refiere al prestado por varios tenientes
coroneles, junto con Hugo Chávez Frías]. Desde entonces jamás he faltado a ese compromiso“…
(Alberto Garrido, La historia secreta de la revolución bolivariana…, op. cit., p. 74. El juramento en
cuestión reza: “Juro delante de Usted [está dirigido a Simón Bolívar] / Juro por el Dios de mis
padres / Juro por ellos / Juro por mi honor / y juro por mi Patria / Que no daré descanso a mi
brazo / Ni reposo a mi alma / Hasta ver rotas las cadenas que nos oprimen / Por voluntad de los
corruptos / y los poderosos. Tierra v hombres libres / Elección popular / Horror a la oligarquía /
Patria o muerte” en ibidem. Se trata, parcialmente, de una paráfrasis del juramento que se cree
prestó Simón Bolívar ante Simón Rodríguez, en una de las colinas de Roma. Para el caso,
obviamente, jurar ante los restos del árbol simboliza hacerlo ante el propio Simón Bolívar.
22. Véase mi obra El culto a Bolívar, Caracas, Instituto de Estudios Hispanoamericanos, Facultad de
Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 1972 (1 a ed.). Esbozo para un
estudio de la historia de las ideas en Venezuela. Conviene advertirlo: no le es fácil al historiador
crítico que estudia el fenómeno del bolivarianismo-militarismo, como ideología de reemplazo,
sintonizar su sentido crítico con el del maestro de escuela, el militar y el pueblo común. Así lo he
reconocido en mi obra Venezuela: Proyecto nacional y poder social, op. cit., p. 233.
23. Agustín Blanco Muñoz, Venezuela del 04F-92 al 06D-98. Habla el comandante Hugo Chávez Frías, op.
cit., p. 79. En los hechos, estas metas han sido substituidas por una “agenda secreta”,
representada por el acercamiento con Fidel Castro y el intento de trasladar a Venezuela “los
logros de la revolución cubana”, según la retórica de Chávez.
24. Idem
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25. “Gabriel Puerta Aponte no ve más que retrocesos en la revolución bolivariana. ‘Chávez es una
de las grandes estafas que ha dado la sociedad venezolana’”. Entrevistado por Sergio Dahbar.
Caracas, El Nacional, 25 de marzo de 2001). El ex comandante guerrillero y ex diputado, ha sido
abandonado por sus seguidores del grupo subversivo “Bandera Roja”, hoy funcionarios cercanos
a Chávez.
26. “Harold” explica la difusión del concepto de “espacio vital bolivariano”: “La tesis de Douglas
[Bravo] recorrió los movimientos revolucionarios de América Latina. Se planteó como algo
novedoso romper con el marxismo-leninismo y levantar banderas nacionales y latinoamericanas
bajo ideas fundamentales de Bolívar. Muchos revolucionarlos comenzaron a interesarse en el
pensamiento bolivariano… como única fórmula para unir la gran Patria Latinoamericana… El
pensamiento bolivariano permitía llegarle mucho más al pueblo. Ya no se trataba de convencer a
la gente de la instauración de una sociedad socialista o comunista. Se trataba de algo mucho más
amplio, mucho más nuestro, más latinoamericano y enraizado en la gente, como es el
sentimiento bolivariano. Esto permitió que nuestro pensamiento tomara fuerza en América
Latina y que ahora, con el triunfo de Chávez el 6 de diciembre de 1999 se hace más importante a
nivel continental… Este proceso continuará y demostrará la vigencia del pensamiento bolivariano
y lo acertado de la tesis de Douglas [Bravo]”. La difusión de esta tesis no ha sido fácil: “Costó
mucho para que los grupos de avanzada comprendieran que el ideario bolivariano es la guía que
necesitaban para la unidad revolucionaria latinoamericana… Pero el resultado de este esfuerzo es
visto con gran optimismo: .. En la actualidad hay dos lineas de pensamiento que han confluido y
que han conmovido a Venezuela y también lo harán en América: el pensamiento de Douglas
[Bravo], que incluye el espacio para la originalidad planteado por Simón Rodríguez, la
reivindicación de la democracia popular zamorana [por ser atribuida al general Ezequiel
Zamora], y el accionar de Hugo Chávez, que ha logrado movilizar a las masas nacionales en torno
al pensamiento bolivariano. Este proceso ya comienza a repercutir en América Latina”. “Harold”
respondió enfáticamente a la observación del entrevistador de que “…hay cuestionamientos
fuertes en cuanto a la consistencia que pueda tener Chávez para materializar ese proceso: —
Hugo tiene una gran misión que cumplir. El puede convertirse en un pionero de lo que debe ser
América Latina como factor de equilibrio frente al mundo unipolar (sic) que existe hoy”, en
Alberto Garrido, La historia secreta de la revolución bolivariana, op. cit., pp. 58-61.
Pablo Medina ofrece una visión delirante de la pretendida proyección latinoamericana del
bolivarianismo-müitarismo: “Hay que salir a la búsqueda de nuestros iguales donde quiere que
estén. En Venezuela o fuera de ella. Esa es otra tarea que tenemos por delante en el Polo
Patriótico [formación política colecticia al servicio de Chávez]. Pensar, por ejemplo, en impulsar
una Constituyente y una Constitución de los Pueblos Latinoamericanos y Caribeños. Revitalizar el
Parlamento Latinoamericano para que cumpla su papel integrador en lo político. Abrir el camino
para que los Jefes de Estado configuren una suerte de Gabinete de Gobernabilidad continental que
tome decisiones y que éstas sean vinculantes a las decisiones de ámbito nacional… Ir a concretar
el sueño de Bolívar… Hacer una Nación de naciones“… en Pablo Medina, Rebeliones. Una larga
conversación con María Cristina Iglesias y Farruco Sesto, Prólogo de Hermán Marksman, Caracas,
Corpográfica, 1999, pp. 81-82.
27. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1986 y siguientes. Alberto Filippi recoge
en esta obra monumental testimonios de la presencia de Simón Bolívar en Europa durante los
siglos XIX y XX.
28. La Declaración General de la Primera Conferencia de la Solidaridad de los Pueblos de Asia,
África y América Latina, celebrada en La Habana del 3 al 12 de enero de 1966, proclamó la
doctrina de la intervención revolucionaria y antiimperialista: “The Conference PROCLAIMS the
right and the duty of the peoples of Asia, Africa and Latín America and of the progressive states
and governments to furnish military and moral support to the peoples that are fighting for their
liberation, or are directly attacked by imperialist powers”. (“General Declaration from the
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Tricontinental”. Tricontinenral Bulletm. Year I, N° 78, Oct.-Nov, 1966, p. 21). Consecuente con su
entonces ya remoto planteamiento acerca de la función continental de esta versión de Simón
Bolívar y el bolivarianismo, Fidel Castro “…aseguró que ‘de Venezuela depende hoy la unidad de
este hemisferio’’…Venezuela está en condiciones de desempeñar un papel decisivo de hacer
ahora lo que Simón Bolívar ni nadie podía hacer en aquél entonces’”… (La Habana / Ansa, “Fidel
Castro: De Venezuela depende la Unidad del hemisferio”. El Nacional, Caracas, 14 de enero de
2001.
29. Idem
30. El 29 de abril de 2000 la prensa de Caracas informó con gran despliegue sobre nuevas
decisiones políticas, estratégicas e ideológicas de las FARC. El diario El Nacional informó: “El
Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia … será ‘un parudo para la guerra’, aseguró el jefe
militar de la guerrilla, Jorge Briceño, alias Mono Jojoy… ‘por eso el partido comunista clandestino
dirigido por las FARC y organizado para hacer la revolución, será un partido para la guerra…’
Refiriéndose a las “milicias populares”, añadió: ‘toda esa gente se debe meter dentro (sic) del
movimiento político que llamamos Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia’…”.
El mismo día el diario E/Universaltituló: “El jefe guerrillero Tirofijo lo espera en Colombia. FARC
mantiene invitación al presidente Hugo Chávez”. Añadió el siguiente subtítulo: “El comandante
Ariel consigue identidades entre el naciente Movimiento Bolivariano para la Nueva Colombia y el
chavismo”. La información consiste en una entrevista con el comandante Ariel, de la cual cabe
destacar lo siguiente, luego de observar que Ariel “…está consiguiendo elementos comunes en las
corrientes del chavismo venezolano y otras expresiones políticas de la región”. Fragmentos:
“-Raúl Reyes (vocero internacional de ese grupo) dijo hace como tres meses que ‘las FARC son
igualitas a Chávez’. /’—Sí, nosotros estamos encontrando identidades con el esfuerzo de distintas
corrientes en América Latina que enarbolan el pensamiento bolivariano. Por ejemplo, en Ecuador
encontramos una fuerte presencia inspirada en el Libertador. Por el hecho de ser bolivarianos
nos identificamos con esas fuerzas en Ecuador, en Venezuela o donde quiera que se encuentren,
especialmente en países que conformaron la Gran Colombia”.
“—Hay elementos de identidad, entonces. / ‘-El elemento de identidad es el pensamiento
bolivariano’.
“-¿Únicamente? / ‘-Sí, obviamente, cada esfuerzo de esas corrientes políticas bolivarianas en
Ecuador, Bolivia, en Perú, en Colombia, se mueven en contextos distintos. Y son independientes
los unos de los otros’.
“—¿Los bolivarianos piensan conformar la Internacional Bolivariana? / ‘-Hay que, en el futuro,
crear mecanismos de encuentro entre las fuerzas que se inscriben en el ideario bolivariano para
cambiar la situación de todos estos países’.
El 30 de abril de 2000 el diario El Nacional publicó en primera página una fotografía en colores
titulada “Fuerza bolivariana clandestina”. con el siguiente pie: “Con el tricolor y la imagen del
Libertador, las FARC: presentaron, en San Vicente de Caguán, su partido político a la vez que
prometieron dar un duro golpe a la oligarquía de Colombia”. En la información correspondiente a
la fotografía se lee: “Líder de las FARC ordena golpe para sacudir la oligarquía“… En la
información: “El grupo político afirma que defenderá los ideales de Simón Bolívar, Libertador de
Bolivia (sic), Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela”.
31. El Universal, Caracas, 30 de abril de 2000.
32. El Nacional, Caracas, 25 de julio de 2000.
33. Tanto el fundamento ideológico del Movimiento como las relaciones del mismo con Hugo
Chávez, fueron tratadas por el comandante Raúl Reyes, de las FARC-EP, en una entrevista difundida
en noviembre de 1999 en la publicación electrónica h.i.j.o.s. El entrevistado fue presentado como
“…el ‘canciller’ de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo ( FARC-EP)
…”. Ver http://www.hijos.org/malmoe/enrrevistareves.htmlReflejando el impacto de la crisis del
socialismo, el entrevistado explicó por qué el PC, creador de las FARC no aparece ahora
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dirigiéndolas: “…el PC ha sufrido una merma muy grande, no sólo de su militancia sino también
de sus propuestas, de su iniciativa política, de su liderazgo en la izquierda. Entretanto, las fаrс
han logrado llenar todos esos espacios y llegar a nuevos sectores. Las FARC vienen haciendo buena
parte del trabajo que antes hacían los comunistas. En la práctica, las FАRС es un partido
comunista; se orienta por los principios del marxismo-leninismo pero no los considera un dogma
sino una guía para el desarrollo de la actividad revolucionaria. / Las FARС, además, se nutren del
pensamiento del libertador Simón Bolívar. Somos bolivarianos… Sin embargo, hay coincidencias
con los comunistas porque ellos también son marxistas-leninistas. Coincidencias ideológicas”.
Señalando que “…el presidente Chávez encabeza, como ustedes, un Movimiento Bolivariano en
Venezuela…”, el entrevistado! preguntó sobre las relaciones con el mismo: “Tenemos que
agradecer muchísimo las distintas expresiones amistosas hacia el proceso de paz en Colombia que
ha hecho el presidente Chávez…”. A lo que añadió, respondiendo otra pregunta: “Nosotros
luchamos por el poder y para construir el socialismo. Sin embargo, no pretendemos un
socialismo como el de ningún otro país. Las soluciones que necesita Colombia son otras…”.
34. La revista bogotana Cambio publicó el 17 de noviembre de 2000 un artículo intitulado “La
mano de Chávez”, que tiene una parte intitulada “Los amigos de Chávez en Colombia”, cuyos
cinco primeros párrafos dicen: “Fuerza Libertadora 2000 es una organización política que nació
hace cinco años cuando varios militares colombianos suscribieron con el entonces coronel
[teniente coronel] Hugo Chávez la denominada Declaración de Santa Marta. Se trataba de crear
en el país un movimiento bolivariano similar al de Chávez en Venezuela…” según se dice ya
recibieron un mensaje de respaldo desde el palacio de Miraflores. “Si Hugo Chávez pudo,
nosotros también”, es el lema de los miembros de Fuerza Libertadora 2000. Quienes ven en el
militar venezolano a un ejemplo de lo que en Colombia se podría hacer si el estamento castrense
decidiera dar un salto y volverse deliberante. Se estaría reproduciendo lo ocurrido en Venezuela:
un foco militar recluta ex-guerrilleros marxistas, quienes proclaman su autonomía para ser más
útiles en la formación de un movimiento “bolivariano-militarista”.
35. Véase la nota 30.
36. Germán Carrera Damas, Venezula: Proyecto Nacional y poder social, op. cit., p. 235.
37. “El Presidente Hugo Chávez, reeditando el juramento del Libertador en el Monte Sacro,
prometió ante la tumba donde reposan sus restos, que <una vez más (sic) no daremos descanso a
nuestra alma ni reposo a nuestros brazos hasta que no hayamos echado hasta el último vestigio
de la oligarquía que traicionó tu sueño y destrozó la obra que comenzaste hace 200 años. Lo
juramos. La vida se nos irá en el esfuerzo). / <Te regalamos una República naciente y cada año
vendremos aquí a regalarte, cada vez más una República Bolivariana sólida), manifestó. / Recordó
que el año pasado, cuando fue al Panteón por primera vez como Presidente, aún estaba vigente la
Cuarta República, <que se levantó con el signo de la traición a tu idea, a tu espada y a tu
revolución. La República de la oligarquía que vino a rendirte honores durante muchos años
mancillando tu nombro. /<Hov, padre, la ofensiva revolucionaria del pueblo ha puesto en fuga
esa oligarquía), dijo el mandatario, quien pidió al Libertador darle la capacidad para consolidar su
sueño y su idea visionaria más allá de los confines de Venezuela. / <La idea bolivariana anda hoy
estremeciendo el espinazo de América. La idea de una América reunificada vuelve a levantarse
con más fuerza por todas partes). / Afirmó que seguirá llevando la idea bolivariana por todos los
pueblos de América, llamando a la unión, a la paz, a la hermandad, como única salida para que los
pueblos liberados por Bolívar recuperen la senda de la dignidad, el desarrollo, la justicia y la
igualdad. / <Seguiremos construyendo un sistema político que sirva al ser humano, que
proporcione igualdad v felicidad>”, expresó en El Nacional, Caracas, 25 de julio de 2000.
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AUTOR
GERMÁN CARRERA DAMAS
Universidad Central de Venezuela
Profesor visitante del Instituto de Estudios Latinoamericanos
Universidad de Londres (Venezuela)