Fragilidad Blanca

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Fragilidad Blanca

por Robin DiAngelo

Publicado en el International Journal of Critical Pedagogy – Vol 3 (3) 2011, pag 54-70.
The present work is a translation of DiAngelo's work published in the journal mentioned above.
Traducción: Repensemos.tumblr.com

Las personas blancas en Norte América viven en un ambiente social que les protege y aísla del estrés
producto de las fricciones raciales. Este ambiente aislado de protectorio racial construye las bases para la
comodidad racial mientras que al mismo tiempo disminuye la capacidad de soportar el estrés racial, decantando en
lo que llamo Fragilidad Blanca. La Fragilidad Blanca es el estado en el que incluso la mínima cantidad de estrés
racial resulta insoportable, desencadenando una amplia variedad de mecanismos defensivos. Dichos mecanismos
incluyen exteriorizar emociones tales como la rabia, el miedo, la culpa como así también comportamientos tales
como la argumentación, el silencio y la huida de la situación que induce el estrés. Cada uno de estos mecanismos
funcionan para restaurar el equilibrio racial blanco. Este trabajo explicará la dinámica de la Fragilidad Blanca.
Yo soy una mujer blanca. Y estoy al lado de una mujer negra. Ambas estamos ante un grupo de personas
blancas sentadas frente a nosotras. Estamos en su lugar de trabajo y fuimos contratadas por su patrón para
dirigir un diálogo relacionado con la raza. El salón está lleno de tensión y cargado de hostilidad. Yo acabo de
presentar la definición de racismo que incluye el reconocimiento de que las personas blancas poseen y mantienen
un poder social e institucional por sobre las personas de color.1 Un hombre blanco golpea su puño sobre la mesa.
Su rostro está rojo y se nota que está furioso. Mientras sigue golpeando la mesa, grita: “¡La gente blanca ha sido
discriminada por 25 años!. ¡Una persona blanca ya no puede conseguir un trabajo!”. Miro el salón y observo a
las 40 personas empleadas allí, todas blancas. No hay personas de color en este lugar de trabajo. Algo esta
ocurriendo aquí, y está basado en la realidad racial de este lugar de trabajo. Comienzo a ponerme nerviosa por
la desconexión que este hombre tiene con la realidad, como así también por su falta de sensibilidad al impacto
que sus palabras puedan tener sobre mi compañera, la única persona de color en el salón. ¿Por qué este hombre
está tan enojado? ¿ Por qué es tan insensible al impacto de su ira? ¿Por qué el resto de las personas blancas que
están sentadas, o dan su aprobación con su silencio o se desconectan de la charla? Nosotras, después de todo,
sólo habíamos expresado la definición de racismo.
La gente en USA2 vive en un ambiente social que los proeje y los aísla del estrés producto de las tensiones
raciales3. Fine (1997) identifica este aislamiento cuando dice: “... la supremacía blanca (whiteness) acumula
privilegio y estatus; se rodea a sí misma de almohadones protectores de recursos y/o se beneficia de la duda; cómo
así también repele el cotilleo y el vouyerismo y demanda, en cambio, dignidad” (pag. 57). Los Blancos rara vez se
encuentran sin esos “almohadones protectores”, y cuando lo están, es usualmente un estado temporal y elegido por
propia voluntad. Este ambiente de privilegio racial construye expectativas blancas de comodidad racial mientras
que al mismo tiempo, disminuye la capacidad de tolerar el estrés racial.
Para mucha gente blanca, un simple curso de educación multicultural en la universidad, o un “entrenamiento
de competencia cultural” dado en su lugar de trabajo, es el único momento en el que pueden encontrar un
1 Nota de traducción: En Español hablar de “personas de color” puede llegar a ser ofensivo. Sin embargo el
presente trabajo hace referencia a lo que en inglés se ha definido como persona de color: cualquier persona que es
no-blanca. Esto incluye desde las personas negras, hasta las asiáticas, morenas, nativas, hispanas, etc. Este
concepto no puede ser aplicado fuera de la sociedad estadounidense, pero ello no significa que el racismo fuera de
dicho país no funcione casi igual con grupos afro-latinos, nativos o latinos asiáticos en países Latinoamericanos o
Europeos.
2 Nota de traducción: Debo insistir que estas dinámicas y mecanismos no son exclusivos de USA, a pesar de que el
trabajo está centralizado en dicho país.
3 Nota de autor (original): Aunque el aislamiento racial blanco es de alguna forma mediado por la clase social ( los
blancos de las clases pobres o trabajadoras urbanas son los menos aislados racialmente, en comparación con los
blancos suburbanos o rurales), los ambientes sociales más grandes aíslan y protegen a los blancos como grupo a
través de las instituciones, de las representaciones culturales, de los medios de comunicación, de los libros de texto,
las películas, la propaganda, la promoción comercial y el marketing, los discursos dominantes, etc.
cuestionamiento directo y sustancial de su entendimiento racial. Pero incluso en este área, no todos los programas
de cursos o entrenamientos multiculturales hablan directamente del racismo y mucho menos abordan el privilegio
blanco. Es más común en estos cursos encontrar un lenguaje racialmente codificado, que usa palabras tales como
“urbano”, “interior de la ciudad”, “con pocas posibilidades”, “carenciado” 4, pero rara vez se usa la palabra
“blanco” o “privilegiado”. Esta codificación racial del lenguaje reproduce imágenes y perspectivas racistas,
mientras que en simultáneo genera la ilusión cómoda de que la raza y sus problemas son cosas que “ellos” tienen,
no nosotros. Muchas veces, los educadores que ofrecen estos cursos y entrenamientos suelen no nombrar
directamente la dinámica del racismo y sus beneficiarios, en parte debido a la carencia de un análisis válido del
racismo realizado por capacitadores blancos (más valorados por los receptores blancos), como así también, en el
caso de los educadores de color, debido a estrategias de supervivencia personal y económica, sumada a la presión
en general de la Administración del lugar de trabajo para mantener el contenido cómodo y aceptable para los
Blancos. Sin embargo, cuando un programa educacional se dirige directamente al racismo y a los privilegios de
los blancos, la respuesta blanca más común incluye enojo, huida/retirada de la conversación, incapacidad
emocional, culpa, argumentación y disonancia cognitiva (todo esto refuerza la presión que experimentan los
educadores para evitar el tratamiento del racismo directamente). Los Blancos llamados progresistas pueden no
necesariamente responder con enojo, pero aún así pueden auto-aislarse a través del uso de declaraciones tales
como la inutilidad de discutir el tema debido a que ellos no necesitan ese tipo de intercambios “ya que han
tomado una clase sobre eso alguna vez”, o “Ya lo saben”. Estas reacciones son frecuentemente vistas por la
educación anti-racista como una forma de resistencia al cuestionamiento de la sensación de dominio internalizado.
(Whitehead & Wittig, 2005; Horton & Scott, 2004; McGowan, 2000, O’Donnell, 1998). Estas reacciones
ciertamente actúan como una resistencia, pero puede ser útil conceptuarlas también como el resultado de la baja
resistencia psico-social que el aislamiento racial inculca. Yo llamo a esta falta de resistencia racial “Fragilidad
Blanca”.
Aunque las definiciones convencionales de racismo son típicamente variaciones de la definición de
“prejuicio racial” individual, el cual puede tenerlo cualquiera de cualquier raza, los académicos que estudian la
supremacía blanca (Whiteness) definen racismo abarcando las estructuras económicas, políticas, sociales y
culturales como así también las acciones y las creencias que sistematizan y perpetúan la distribución desigual del
privilegio, recursos y poder entre las personas blancas y las de color (Hilliard, 1992). Esta distribución desigual
beneficia a los Blancos y pone en desventaja a las personas de color por sobre todo como grupo. El racismo no es
fluido en USA, no va y viene, beneficiando un día a los Blancos, y otro día [o Era] beneficiando a las personas de
color. La dirección del poder entre Blancos y las personas de color es histórico, tradicional, normalizado y
profundamente incrustado en el tejido de la sociedad de USA (Mills, 1999; Feagin, 2006). El concepto de
Whiteness, que puede ser pobremente traducido como supremacía blanca, se refiere en sí mismo a las
características particulares del racismo que sirven para elevar a la gente blanca por sobre la de color. Esta
definición tiene en cuenta la representación dominante del racismo en la educación estándar, el cual es visto como
un comportamiento aislado y discreto que algunos individuos pueden o no demostrar, sin embargo va mucho más
allá de nombrar privilegios específicos (McIntosh, 1988). Las personas blancas son consideradas por esta teoría
como sujetos activamente afectados, definidos, modelados y elevados a través de su racialización y de la
consciencia colectiva e individual formada en dicha sociedad. (Frankenberg, 1997; Morrison, 1992; Tatum, 1997).
Es preciso reconocer que estos términos que estoy usando no son etiquetas de una “teoría neutral”, sino por el
contrario, son construcciones inseparables del sistemas de injusticia (Allen, 1996, p.95). Yo uso el término Blanco,
y supremacía blanca (Whiteness) para describir un proceso social. Frankenberg (1993) define supremacía blanca
(Whiteness) como un concepto multi-dimesional:
“Primero: Whiteness es un lugar de ventaja estructural, de privilegio racial. Segundo: es el “punto de
partida”, un lugar desde el cual la gente blanca se ve a sí misma, y ve a otros y a la sociedad. Tercero: Whiteness
se refiere a un conjunto de prácticas culturales que son usualmente no denotadas, no marcadas, sino
consideradas “default”.
Frankenberg y otros teóricos (Fine, 1997; Dyer, 1997; Sleeter, 1993; Van Dijk, 1993) usan Whiteness para
señalar el conjunto de lugares que histórica, social, política y culturalmente se producen, estando intrínsecamente
asociados con la dinámica de relaciones de dominación. Whiteness, de esta forma, es conceptualizada como un
gran conjunto de procesos y prácticas, más que como una entidad discreta [por ejemeplo, el color de piel
solamente]. Whiteness es un proceso dinámico, asociado a las relaciones, y que opera todo el tiempo y en

4 Nota de traducción: Todas son palabras y expresiones que ocultan el peso racial que experimentan la gran
mayoría de las personas de bajos recursos. No es casualidad que las estadísticas asocien pobreza con ciertos
grupos raciales.
absolutamente todos los niveles imaginables. Estos procesos y prácticas incluyen derechos básicos, valores,
creencias, perspectivas y experiencias que se consideran comúnmente compartidas por todos, pero que en realidad
son posibles de forma concreta para la gente blanca. Los estudios de Whiteness comienzan con la premisa de que
el racismo y el privilegio blanco existen en dos formas: tradicional y moderno, y más que trabajar para probar su
existencia, trabajan para revelarla. Este artículo explorará las dinámicas de uno de los aspectos del Whiteness y
sus efectos: la Fragilidad Blanca.

Disparadores (triggers)
La Fragilidad Blanca es un estado en el cual incluso la mínima cantidad de estrés racial se torna intolerable,
disparando una amplia gama de movimientos defensivos. Estos movimientos incluyen exteriorizar emociones
tales como el enojo, el miedo y la culpa, y comportamientos como el argumentar, el silencio o simplemente
abandonar la situación que induce dicho estrés. Estos comportamientos, uno por uno, contribuyen a reforzar y
reinstalar el equilibrio racial blanco. El estrés racial se produce por la interrupción de lo que se considera
racialmente conocido. Dichas interrupciones pueden tomar diferentes formas y tienen un amplio rango de posibles
orígenes, incluyendo:
– Sugerir que el punto de vista de la persona blanca proviene de un marco de referencia racializado
(cuestionamiento de la objetividad de la persona blanca),
– Personas de color hablando directamente sobre sus perspectivas raciales (cuestionamiento de los códigos
raciales blancos),
– Personas de color eligiendo activamente no proteger la sensibilidad de las personas blancas cuando se
trata de cuestiones de raza (cuestionamiento a las expectativas blancas y a la necesidad/privilegio de
comodidad racial),
– Personas de color que deciden no contar sus propias experiencias o no responder preguntas sobre sus
experiencias raciales. (cuestionamiento a las relaciones colonialistas),
– La desaprobación de un colega blanco a las interpretaciones de uno (cuestionamiento de la solidaridad
blanca),
– Señalarle a alguien que su comportamiento tiene un impacto racial (cuestionamiento al liberalismo
blanco),
– Sugerir que ser miembro de un grupo es significativo (cuestionamiento del individualismo),
– Reconocimiento de que el acceso a los derechos es desigual entre diferentes grupos raciales.
(cuestionamiento de la meritocracia)
– Presentarse junto con una persona de color a una posición de liderazgo (cuestionamiento a la autoridad
blanca)
– Presentar información de otros grupos raciales, por ejemplo, películas donde las personas de color dirigen
la acción y no tienen los roles estereotipados, o preveer educación multicultural (cuestionamiento a la
centralidad blanca)
En un ambiente predominantemente blanco, cada uno de estos cuestionamientos se transforma en excepción,
haciendo que las personas blancas sean incapaces de responder de forma constructiva. Las personas blancas no
han tenido que desarrollar habilidades afectivas y cognitivas o la resistencia necesaria que les permita el
compromiso constructivo en contra de las divisiones raciales. El concepto de habitus de Bourdieu (1993) puede
resultar de utilidad aquí. De acuerdo a Bourdieu, el habitus es una subjetividad social; un conjunto de
disposiciones que generan prácticas y percepciones. Así, el habitus sólo existe en, a través y por causa de las
prácticas de los actores y sus interacciones entre ellos y con el resto de su ambiente. Basado en las condiciones y
experiencias previas que lo generan, el habitus produce y reproduce pensamientos, percepciones, expresiones y
acciones. Dentro del habitus, las respuestas frente al “desequilibrio” no son estrategias intencionales y consciente,
sino que son el resultado de la disposición inconsciente generada por esas prácticas, y depende de la posición de
poder dentro de la estructura social que el agente ocupa. La Fragilidad Blanca puede ser conceptualizada como un
producto del habitus, una respuesta o “condición” producida y reproducida por las ventajas concretas y sociales de
la estructura blanca.
Omi & Winant proponen que el orden racial de USA es un “equilibrio inestable”, que se mantiene
equilibrado gracias al Estado, pero es inestable debido a los continuos conflictos de intereses y cuestionamiento al
orden racial (pags 78-9). Usando este concepto de equilibrio racial inestable de Omi & Winant, el privilegio
blanco puede ser pensado como el equilibrio racial inestable a los niveles del habitus. Cuando alguno de los
disparadores mencionados anteriormente (cuestionamientos del habitus) ocurre, el desequilibrio resultante es
intolerable, debido a que la Fragilidad Blanca encuentra su soporte dentro, y es una función, del privilegio blanco.
Fragilidad y privilegio surgen como respuestas cuya función es restaurar el equilibrio y recuperar los recursos
“perdidos” tras el cuestionamiento – Son un especie de resistencia contra los disparadores, provocando que se
cierre en sí mismo o exteriorice una respuesta como puede ser el sentir culpa o expresar “sentimientos heridos”.
También es posible la huida de la situación o una combinación de todas estas respuestas.

Factores que inculcan la Fragilidad Blanca

Segregación
El primer factor que favorece el desarrollo de la Fragilidad Blanca es la vida segregada en la que muchas
personas blancas viven (Frankenberg, Lee & Orfield, 2003). Aún si las personas blancas viven en proximidad
física con personas de color (y esto sería excepcional fuera de los barrios urbanos o los barrios donde se mixturan
diferentes clases sociales), la segregación ocurre en múltiples niveles, incluyendo lo referente a la información y a
la representación de esa información. Debido a que las personas blancas viven principalmente vidas segregadas en
una sociedad dominada por la supremacía blanca, reciben poca información o información no auténtica sobre el
racismo, y por ende, no se encuentran preparados para pensar críticamente sobre ello o en su total complejidad.
Al crecer en ambientes segregados (escuelas, lugares de trabajo, barrios, imágenes en los medios de
comunicación, perspectivas históricas, etc) los intereses y las perspectivas de las personas blancas resultan siendo
casi siempre centrales. Esto conlleva a una incapacidad para ver o considerar significativo las perspectivas de las
personas de color (Collins, 2000).
Es más, a las personas blancas se les enseña a no sentir ningún tipo de pérdida ante la ausencia de personas
de color en sus vidas, y de hecho, esta ausencia es lo que define sus escuelas y barrios como “buenos”. Las
personas blancas entienden que una “escuela bien” o un “barrio bien” son las palabras codificadas para decir
“blanco” (Johnson & Shapiro, 2003). La calidad del espacio blanco medido en gran parte por la ausencia de
personas de color en él (personas negras en particular) es un mensaje profundo, extremadamente interiorizado y
reforzado diariamente a través de los discursos normativos sobre lo que son las Buenas escuelas y barrios. Esta
dinámica de sentir que se gana en vez de perder a través de la segregación racial puede ser el aspecto más
profundo de la socialización racial blanca. Aún así, a la vez que los discursos sobre lo qué hace bueno a un espacio
son tácitamente entendidos con un lenguaje racialmente codificado, este código es explícitamente negado por las
personas blancas.

Universalismo e Individualismo
A las personas blancas se les enseña que sus perspectivas son siempre objetivas y representativas de la
realidad (McIntosh, 1988). La creencia en la objetividad, acoplada con el posicionamiento típico de las personas
blancas que se consideran “por fuera de la cultura” (y por ende, la norma para la humanidad toda) le permite a las
personas blancas a verse a sí misma como humanos universales que pueden representar todo sobre la experiencia
humana. Esto se evidencia a través de una identidad no racializada o la pertenencia a un lugar no racializado, los
cuales funcionan como una forma de ceguera, generando una incapacidad de pensar sobre la supremacía blanca
(Whiteness) como una identidad en sí misma o como un “estado” de ser que podría tener un impacto en la vida de
uno. En esta posición, la supremacía blanca (whiteness) no es reconocida o nombrada por las personas blancas, y
asumen un punto de referencia de características universales. La gente blanca es sólo gente. Dentro de esta
construcción, las penosas blancas pueden representar a la Humanidad, mientras que las personas de color, quienes
nunca son “sólo personas” sino que son siempre personas negras, personas asiáticas, personas morenas, etc,
pueden sólo representar sus propias experiencias racializadas (Dyer, 1992).
El discurso del universalismo funciona similar al discurso del individualismo pero en vez de declarar que todos
debemos vernos mutuamente como individuos (todos somos diferentes), la persona declara que debemos vernos
mutuamente como seres humanos (todos somos lo mismo). Por supuesto que todos somos humanos, y no critico el
universalismo en general, pero cuando éste es aplicado al racismo, y por ende funciona para denegar la
importancia de la raza y las ventajas que se obtienen por ser blanco. Es más, el universalismo asume que las
persona blancas y de color tienen las mismas realidades, las mismas experiencias en los mismos contextos (por
ejemplo, si yo me siento cómodo en la clase, cuya mayoría es blanca, tú también debes sentirte cómodo ),las
mismas respuestas frente a otros, y asume que las mismas puertas son abiertas a todos por igual. Reconocer el
racismo como un sistema de privilegios dados a las personas blancas resulta un cuestionamiento de esta
universalidad.
Al mismo tiempo, a las personas blancas se les enseña a ver sus propios intereses y perspectivas como universales,
como así también valuar al individuo y a verse a sí mismos como individuos aislados, más que como parte de un
grupo racialmente socializado. El individualismo borra la historia y oculta las formas en las cuales la riqueza se
ha distribuido y acumulado tras generaciones y generaciones para beneficiar a las personas blancas de hoy día.
Esto le permite a las personas blancas verse a si misma como únicas y originales, por fuera de los procesos de
socialización e inmunes a los mensajes raciales continuos de nuestra cultura. El individualismo también permite a
las personas blancas a distanciarse a si misma de las acciones de su grupo racial, y demandar el beneficio de la
duda, como individuos, en todos los casos. Un corolario de esta identidad no-racializada es la habilidad de
reconocer la supremacía blanca (whiteness) como algo que es significativo y que opera en la sociedad, pero no ver
cómo ésta se relaciona en la vida de uno. De esta forma, la persona blanca reconoce la supremacía blanca
(whiteness) como algo real, pero como problema individual de otras personas blancas “malas”(DiAngelo, 2010a).
Dada la ideología del Individualismo, las personas blancas con frecuencia responden defensivamente cuando
se los relaciona con otras personas blancas como grupo o se les “acusa” colectivamente de beneficiarse del
racismo, puesto que, como individuos, cada persona blanca es “diferente” de la otra, y se espera que dicha
individualidad sea tenida en cuenta. Este narcisismo no es necesariamente el resultado de mantener
conscientemente la creencia de la superioridad blanca por sobre otros (aunque sí juega un rol importante en ello),
sino que es el resultado del aislamiento racial blanco omnipresente en la cultura dominante (Dawkins, 2004;
Frankenberg, Lee & Orfield, 2003). Es la incapacidad general de las personas blancas para ver las perspectivas de
las personas no blancas como significativas, excepto en raras ocasiones, pero ello tiene poca importancia a largo
término (Rich, 1979).
Las personas blancas invocan estos discursos que en apariencia resultan contradictorios (somos o todos
únicos, o todos lo mismo) de forma intercambiable. Ambos discursos funcionan para denegar el privilegio blanco
y el significado de la raza. Es más, a nivel cultural, ser un individuo o ser humano fuera de un grupo racial es un
privilegio que sólo las personas blancas tienen. En otras palabras, las personas de color son casi siempre vistas
como “teniendo raza” y son descritas en términos raciales (“El hombre negro”) pero las personas blancas raras
veces son descritas así, en su caso simplemente son “el hombre”. Esto permite que las personas blancas se vean a
sí mismas como seres objetivos y no racializados. Y en el fondo, esto favorece que sean percibidos (y que nos
veamos a nosotros mismos) como individuos por fuera de la raza, libres de la carga psicológica que la raza
implica en la vida de una persona dentro de una sociedad tan fuertemente racializada. Raza y racismo resultan ser
problemas de ellos, de los otros; no nuestros. Cuestionar este marco produce una especie de shock al sistema y
nunca resulta ser bienvenido.
La negación de la raza como un factor que organiza, tanto en la consciencia individual blanca como en las
instituciones de la sociedad, es necesaria para seguir apoyando las estructuras del capitalismo y de la dominación,
sin las cuales la correlación entre distribución social de los recursos y privilegio blanco serían evidentes (Flax,
1998). La existencia de la desigualdad estructural debilita la idea de que el privilegio es simplemente un reflejo
del trabajo duro y la virtud. Por ende, dicha desigualdad debe ser escondida o justificada como el resultado de la
falta de esfuerzo (Mills, 1997; Ryan, 2001). El individualismo logra estas dos tareas. Al mismo tiempo, el
individuo presentado por fuera de estas relaciones no puede existir sin negarlas. Así se forma la dicotomía
esencial entre los otros específicamente racializados (a los que se les atribuye raza) y el individuo no-racial. Las
personas blancas tienen profunda influencia en la raza, desde lo abstracto que depende lo particular (Flax, 1998);
ellos necesitan hacer raciales a los otros contra los cuales se puede alzar (Morrison, 1992). Exponer esta dicotomía
desestabiliza la identidad blanca.

Derecho a la comodidad racial


En la posición dominante, las personas blancas están casi siempre racialmente cómodas, y por ende
desarrollan expectativas de no ser cuestionados en dicha comodidad (DiAngelo, 2006b). Las personas blancas no
han desarrollado tolerancia a la incomodad racial, y por ende cuando ese encuentran con ella, responden
típicamente como si algo estuviera “mal”, y culpan a la persona o al evento que ha disparado esta incomodidad
(usualmente una persona de color).
Esta culpabilización resulta en un despliegue de contra-ataques que buscan la sanción social contra aquéllo
que es percibido como la fuente de la incomodad. Estos contra-ataques incluyen la penalización, la represalia, el
aislamiento, el ostracismo y la negación de continuar con la conversación. La insistencia blanca por la comodidad
racial asegura que el racismo nunca sea enfrentado. Esta insistencia también funciona para castigar aquéllos que
rompieron el código de comodidad blanca. Las personas blancas frecuentemente confunden comodidad con
seguridad. Aseguramos que no nos sentimos seguros cuando en realidad lo que significa es que no nos sentimos
cómodos. Este hecho trivializa nuestra historia de brutalidad para con las personas de color y pervierte la realidad
de dicha historia. Y esto es debido a que no pensamos en el racismo con su complejidad, no nos preguntamos a
nosotros mismos qué es lo que significa seguridad desde la posición de dominación social que ocupamos, o el
impacto sobre las personas de color, dada nuestra historia, cuando nos quejamos de seguridad siendo que
simplemente estamos hablando de racismo.

Arrogancia Racial
El racismo ideológico incluye fuertemente imágenes positivas del Yo blanco como así también imágenes
fuertemente negativas de los “otros” racializados (Feagin, 2000, p. 33). Esta imagen del Yo engendra la auto-
perpetración de la sensación de derecho debido a que muchas personas blancas creen que sus éxitos sociales y
profesionales son el resultado de sus propios esfuerzos, ignorando por completo el privilegio blanco. Debido a
que la mayoría de las personas blancas no ha sido entrenada para pensar sobre el racismo de forma compleja,
tanto en las escuelas (Derman-Sparks, Ramsey & Olsen Edwards, 2006; Sleeter, 1993) como en el discurso
colectivo, y debido a que no hacerlo beneficia la dominación blanca, todos tenemos en general un entendimiento
muy limitado del racismo. Aún así la dominación conlleva a la arrogancia racial, y en dicha arrogancia las
personas blancas no tienen ningún reparo en debatir el conocimiento de las personas que han pensado al racismo
desde la complejidad. Generalmente las personas blancas tienden a sentirse libres para despreciar estas
perspectivas informadas, que en reconocer con humildad que el asunto les es poco familiar, reflexionar sobre ello
profundamente o buscar más información al respecto. Esta inteligencia y pericia son frecuentemente trivializadas
y contadas como clichés simplistas (por ejemplo, “la gente solo necesita....”)
Debido al poder social, económico y político blanco dentro de la cultura dominante, las personas blancas
asumen tener la capacidad para legitimar las afirmaciones referentes al racismo de la gente de color. Aún así, las
personas blancas son las menos capaces para ver, entender o incluso estar realmente interesadas en validar dichas
afirmaciones y sus consecuencias, lo que produce que las personas blancas proclamen siempre estar en desacuerdo
con las perspectivas que cuestionan la forma de ver el mundo, cuando en realidad, ellos ni siquiera entienden
dicha perspectiva. Es así como ellos confunden el no entendimiento con el desacuerdo. Esta arrogancia racial,
acoplada con la necesidad de comodidad racial, es lo que produce que muchas personas blancas insistan a las
personas de color que expliquen el racismo blanco de la forma “correcta”. Esta “forma correcta” es generalmente
racional y respetuosa, sin ninguna muestra de enojo emocional. Cuando se lo explica en la forma que la gente
blanca puede entender, la validez del racismo se da por sobre entendida (las dinámicas del racismo que las
personas blancas no entienden son usualmente rechazadas de inmediato). Sin embargo, las personas blancas son
usualmente más receptivas para validar el racismo blanco si dicho racismo es construido como si residiera sólo en
individuos blancos particulares que no tienen relación alguna con ellos mismos 5.

Pertenencia Racial
La gente blanca disfruta la profundamente internalizada y largamente inconsciente sensación de pertenencia
racial en la sociedad de USA (DiAngelo, 2006b; McIntosh, 1988). Esta pertenencia racial es instalada vía la
supremacía blanca (whiteness) que se encuentra embebida a lo largo y ancho de la cultura. Por todos lados vemos
nuestra imagen racial reflejada hacia nosotros – en nuestros héroes y heroínas, en los estándares de belleza, en la
media, en la iconografía religiosa incluyendo la imagen del mismo Dios, etc. En realidad cualquier situación o
imagen que es considerada valuable en la sociedad dominante, le pertenece a la gente blanca. Ciertamente, es raro
para la mayoría de las personas blancas el experimentar la sensación de no pertenecer, y dichas experiencias son
usualmente temporales y fácilmente evitables. La pertenencia racial se convierte en una sensación profundamente
internalizada que se la da por sentado. En la sociedad dominante, las interrupciones a la pertenencia racial son
5 Nota de traducción:Refleja esta necesidad de separarse del grupo, la persona blanca que “comprende” el racismo,
no forma parte del “grupo de personas blancas malas” que se benefician de él.
poco frecuentes, y por ende, cuando se dan, desestabilizan y atemorizan a las personas blancas.
Las personas blancas eligen y disfrutan la segregación racial. Vivir, trabajar y jugar en segregación racial es
común y corriente siempre y cuando no sea nombrada explícitamente y de forma intencional. Por ejemplo, en
mucho entrenamientos anti-racistas, un ejercicio común es separar el grupo en grupos raciales para hablar de
temas relacionados con el grupo racial y sin la presión o el estrés de la presencia de los otros grupos.
Generalmente, la gente de color aprecia profundamente esta oportunidad para generar compañerismo racial,
mientras que la gente blanca típicamente se siente muy incómoda, agitada o incluso enojada – incluso si esta
separación es temporal en pos de enseñar cómo afecta el racismo. Las respuestas generadas incluyen la sensación
de desorientación de sí mismos, ya que dejan de ser percibidos como “sólo gente”, sino que se les percibe como
personas blancas. También experimentan una curiosa sensación de pérdida por causa de esta separación
temporaria y forzada, la cual no perciben como real y continua en sus vidas diarias. Y también sufren de ansiedad
debido al no saber qué es lo que está pasando en los otros grupo de personas de color. La ironía, otra vez, es que
la mayoría de las personas blancas viven en segregación racial diariamente, y que en realidad, ellos son el grupo
más propenso a elegir la segregación intencionalmente (claro que oscurecido por un lenguaje codificado, tal como
“escuelas de gente bien” y “barrios de gente bien”). Esta segregación es común y corriente hasta que es
nombrada de forma deliberada – por ejemplo “ahora vamos a separarnos en grupos por raza para hacer un
ejercicio corto”. Considero que la intención es lo perturbador. En tanto y en cuanto no deseemos una separación
explícita e intencional, sino que simplemente asumimos que casualmente “ocurre” que vivimos vidas segregadas,
podemos mantener una (frágil) identidad de inocencia racial.

Libertad psíquica
Debido a que la raza es construida como un elemento que reside sólo en la gente de color, las personas
blancas no lidian con la carga social de la raza. Nos movemos fácilmente a través de nuestra sociedad sin sentir
que somos sujetos racializados (Dyer, 1997). Vemos operar el concepto de raza cuando las personas de color están
presentes, pero los espacios completamente blancos son percibidos como “puros” - impolutos de la raza cara a
cara ante la ausencia de los portadores de la misma (y por ende los contaminadores raciales: la gente de color) .
Esta perspectiva es perfectamente capturada en un comentario blanco común y corriente, “Tuve suerte. Crecí en
un barrio de todos blancos, por lo que no aprendí a ser racista.”. En este comentario, la supremacía blanca
(whiteness) gana su propio significado a través de su pretensión de falta de encuentro con lo no-blanco
(Nakayama & Martin, 1999). Debido a que la segregación racial es percibida socialmente como algo valuable a la
vez que común y corriente sin naturaleza racial, nosotros rara vez, si es que lo hacemos alguna vez,nos
encontramos con la necesidad de tener que pensar en raza o racismo, y no recibimos sanción alguna por no
hacerlo. De hecho, las personas blancas tienden más a ser penalizadas (principalmente por otras personas blancas)
por traer a la conversación el tema de la raza en un contexto de justicia social más que por ignorarlo (sin embargo,
es aceptable traer el tema de la raza indirectamente y en formas que refuerzan las actitudes racistas, por ejemplo
alertando a otras personas blancas de permanecer lejos de ciertos barrios, etc). Esto libera a los blancos de la carga
psíquica que implica la raza. La raza es algo que deben pensar las personas de color – es algo que le pasa a “ellos”
- así que ellos son los que pueden traer el tema a la conversación si así lo consideran pertinente (aunque si ellos lo
hacen, podemos pormenorizarlo como si fuera un problema personal, la “carta de la raza” (race card), o como la
razón de sus problemas). Esto le permite a los blancos dedicarle mucha más energía psicológica a otros asuntos, y
nos impide desarrollar la resistencia necesaria para mantener la atención en un tema tan cargado e incómodo como
es el de la raza.

Mensajes constantes de que somos muy valiosos – a través de la representación en todo


Vivir en un contexto dominantemente blanco, favorece que recibamos mensajes constantes de que somos
mejor y más importantes que las personas de color. Estos mensajes operan en múltiples niveles y se manifiestan
en diferentes formas. Por ejemplo: nuestra centralización en los libros de texto de historia, las representaciones y
perspectivas históricas, nuestra centralización en los medios de comunicación y en los avisos publicitarios (por
ejemplo, una revista de Vogue que anuncia las “próximas modelos tops del mundo” y cada una de esas mujeres es
blanca y tiene una tapa para ella sola), nuestros profesores, nuestros modelos de roles, nuestros héroes y heroínas,
el discurso diario de “barrios y escuelas de gente bien” contrastado con quienes están allí, los programas de
televisión centrados en círculos de amistades donde todos son blancos, la iconografía religiosa que muestra a
Dios, Adán y Eva y otras figuras de importancia como personajes blancos, comentarios sobre cuán chocante es
que haya pasado algo violento en un barrio de los suburbios blanco, y la falta de sentido de pérdida ante la
ausencia de personas de color en la mayoría de las vidas de las personas blancas. Mientras que uno podría
explícitamente rechazar la noción de que uno es inherentemente mejor que otro, uno no puede evitar el mensaje
internalizado de la superioridad blanca, puesto que es omnipresente en la cultura dominante (Tatum, 1997; Doane,
1997).

¿Cómo se ve la Fragilidad Blanca?


Una gran cantidad de estudios sobre infantes y raza demuestra que los niños comienzan a construir ideas de
raza a muy temprana edad; el sentido de superior blanca y de conocimiento del poder racial codificado comienzan
a desarrollarse tempranamente en la época pre-escolar (Clark, 1963; Derman-Sparks, Ramsey, & Olsen Edwards,
2006). Marty (1999) describe:
Como en otras naciones occidentales, los niños blancos nacidos en USA heredan un dilema moral de
vivir en una sociedad supremacista blanca. Crecen experimentando que sus ventajas basadas en la raza
son justas y normales. Reciben poca o casi ninguna instrucción en el dilema que afrontan, mucho menos
algún tipo de guía de cómo resolverlo. Por ende, experimentan o aprenden sobre la tensión racial sin
entender la responsabilidad histórica que europeos y norteamericanos tienen de ella, y prácticamente no
saben de sus responsabilidades en los roles de sus contemporáneos que continúan perpetuándola (p. 51).
A la vez que es omnipresente, la superioridad blanca también permanece innombrable y explícitamente
denegada por la mayoría de las personas blancas. Si los niños blancos se convierten en adultos que se oponen
explícitamente al racismo, como hacen muchos, frecuentemente construyen sus identidades sobre la negación de
los privilegios raciales que tienen y que refuerzan las desventajas racistas que otros experimentan. Lo que es
particularmente problemático sobre esta contradicción es que la objeción moral de las personas blancas contra el
racismo aumenta la resistencia blanca de reconocer la propia complicidad en esta dinámica. En un contexto
supremacista blanco, la identidad blanca en gran medida descansa sobre los fundamentos de la tolerancia y la
aceptación (superficial) racial. Los blancos que se posicionan a sí mismos como liberales, frecuentemente optan
por proteger lo que ellos perciben como sus reputaciones morales, más que reconocer o cambiar su participación
en los sistemas de desigualdad y dominación. Es así como los Blancos invocan el poder para elegir cuándo, cómo
y cuánto se puede hablar o cuestionar el racismo. De esta forma, señalar las ventajas blancas disparará patrones de
confusión, se auto-defensa, y de indignación. Cuando se confrontan con el cuestionamiento a los códigos raciales
blancos, muchos Blancos liberales usan el discurso de la de auto-defensa (Van Dijk, 1992). Este discurso capacita
a los defensores de proteger su carácter moral contra lo que ellos perciben como una acusación y un ataque,
mientras que desvían cualquier reconocimiento de culpa o necesidad de responsabilidad. Al enfocarse en restaurar
sus morales usando estas tácticas, los Blancos son capaces de evitar el cuestionamiento al privilegio blanco
(Marty, 1999, Van Dijk, 1992).
Aquellos que sostienen discusiones raciales con personas blancas pueden encontrar el recurso de la
autodefensa bastante familiar. Vía este mecanismo, los Blancos se posicionan a sí mismos como víctimas,
golpeados, culpabilizados, atacados y siendo usados como “bolsas de arena” (bolsas punching)(DiAngelo, 2006c).
Las personas blancas que describen las interacciones de esta forma están respondiendo a la articulación de las
contranarrativas: nunca ha ocurrido algo fuera de lo ordinario en una discusión inter-racial de lo cual no sea
consciente. Estos mecanismos de auto-defensa trabajan en muchos niveles: posicionan al hablante como
moralmente superior mientras obscurece el verdadero peso que su posición de poder le otorga en una sociedad
racista; culpa a otros con menos poder social de su propia incomodidad, falsamente equipara la propia
incomodidad como si fuera un peligro real y físico hacia su persona, reforzando con ello la imagen racista que se
tiene de las personas de color. Este discurso de victimización también permite a los Blancos evadir la
responsabilidad por el privilegio y el poder racial que detentan. Al posicionarse ellos mismos como víctimas de
los esfuerzos anti-racistas, dan a entender que no pueden, bajo ninguna condición, ser los beneficiados del
privilegio blanco- proclamando que ellos han sido tratados injustamente a través el cuestionamiento de su
posición social o de la expectativa de que ellos escuchen las perspectivas y experiencias de las personas de color.
A final de cuentas, las personas blancas son capaces de reclamar que muchos de los recursos sociales (tales como
el tiempo o la atención) deban ser redirigidos hacia ellos para ayudarles a superar el maltrato.
Un ejemplo convincente de la Fragilidad Blanca ocurrió recientemente durante un entrenamiento anti-racista
en un lugar de trabajo donde participé junto con un grupo interacial de entrenadores. Uno de los participantes
blancos dejó la sesión y regresó a su escritorio, enojada de haber recibido feedback sensible y diplomático sobre
cómo algunos de sus comentarios habían impactado a muchas personas de color que se encontraban en el salón.
Durante el receso, algunos participantes blancos se acercaron (a los entrenadores) y nos reportaron que habían
hablado con la mujer en su escritorio, y que ella estaba profundamente enojada que sus comentarios hubieran sido
cuestionados. Ellos querían alertarnos del hecho de que ella literalmente “podía estar teniendo un ataque de
corazón”. Luego aclararon que lo que decían era literal. Estos compañeros de trabajo eran sinceros en su temor a
que la joven mujer pudiera físicamente morir como resultado del feedback. Por supuesto que una vez que la
noticia de la condición potencialmente fatal de la mujer fue conocido por el resto del grupo, toda la atención fue
inmediatamente enfocada en ella y sustraída del impacto que ella había tenido sobre la gente de color. Como
Vodde (2001) dice, “si el privilegio es definido como la legitimación de los derechos que uno tiene a los recursos,
también puede ser definido como el permiso para escapar o evadir cualquier cuestionamiento de dicho derecho”
El lenguaje de la violencia que muchas personas blancas usan para describir los esfuerzos anti-racistas no
carece de significado, puesto que es otro ejemplo de cómo la Fragilidad Blanca distorsiona y pervierte la realidad.
Al utilizar términos que denotan abuso físico, los Blancos dan un pequeño paso hacia el clásico discurso que
asegura que las personas de color (principalmente personas negras) son peligrosas y violentas. Este discurso
pervierte la real dirección de peligro que existe entre los Blancos y los otros grupos. La historia de violencia
brutal, extensiva, institucionalizada y que continúa hasta nuestros días, ejercida sobre la gente de color por los
Blancos – esclavitud, genocidio, linchamiento, azotes, esterilización forzada y experimentación médica por
nombran unas pocas- se trivializan cuando los Blancos aseguran que no se sienten seguros o se encuentran bajo un
ataque, cuando en realidad se encuentran en una mera conversación de raza con gente de color. El uso de este
discurso ilustra cuán frágil y mal equipado se encuentran la mayoría de las personas blancas cuando se confrontan
a tensión racial y su subsecuente proyección de esta tensión sobre la gente de color (Morrison, 1992). Goldberg
(1993) asegura que las preguntas que rodean al discurso racial no deben enfocarse demasiado en cuán verdaderos
son los estereotipos, sino cómo en realidad se consideran tan verdaderos como para ofrecer la mayor parte de la
visión mundial que autoriza y normaliza las formas de control y dominación. Es más, es relevante preguntarse:
¿Bajo qué condiciones estos estereotipos -afirmaciones de la supuesta Verdad- se aferran más tenazmente?.
Bonilla-Silva (2006) documenta una manifestación de la Fragilidad Blanca en su estudio de racismo blanco
relacionado con la ceguera-al-color6. Él comenta, “debido a la nueva atmósfera racial en USA que prohíbe las
expresiones abiertamente racistas, cuando los Blancos discuten temas que los hacen sentir incómodos, resultan
casi incomprensibles – yo... Yo...Yo..., lo que quiero decir... ya lo sabes, pero, no, claro qué - (p. 68). Esto
demuestra que las problemáticas raciales prohibidas resultan en una incoherencia verbal – largas pausas,
divagación, repetición, auto-correcciones- Él sugiere que esta incoherencia en el habla es una función de la la
conversación sobre raza en un mundo que insiste que la raza lo importa. Esta incoherencia es una demostración de
que muchas personas blancas no están preparadas para fomentar, ni siquiera en el nivel más básico, la exploración
de sus perspectivas raciales para generar el cambio necesario en el entendimiento del racismo que ellos tienen.
Esta falta de preparación resulta en la conservación del poder blanco, ya que determina cuáles voces son
autorizadas y cuales son suprimidas y da fundamento a la dominación cultural (Banks, 1996; Said, 1994; Spivak,
1990). Es más, esta falta de preparación tiene una implicación de mayor alcance: que los Blancos no pueden
comprometerse con la exploración de perspectivas raciales alternas, ellos sólo pueden reforzar y reescribir la
perspectiva blanca como universal.
Sin embargo, la afirmación de que los Blancos no pueden comprometerse con la dinámica del discurso racial
es, de alguna forma, engañoso. La gente blanca nota las posiciones raciales de aquéllos racializados, y discute
libremente entre ellos, aunque sea usando un lenguaje codificado. Su negación a reconocer directamente esta
conversación sobre razas, lleva a una especie de consciencia fragmentanda que fomenta la incoherencia que
Bonilla-Silva documenta (Feagin, 2000; Flax, 1998; hooks, 1992; Morrison, 1992). Esta negación también
garantiza que la desinformación racial que circula en la cultura y en sus perspectivas nunca sea examinada. La
continua evasión de la incomodidad nacida de un compromiso racial auténtico en una cultura que infunde
disparidad racial limita la habilidad de formar auténticas conexiones a través de diferentes líneas raciales, y resulta
en el perpetuo ciclo que trabaja para mantener el racismo en su lugar.

Conclusiones
La gente blanca cree frecuentemente que la educación anti-racista/ multicultural es sólo necesaria cuando se
interactúa con “minorías”o en ambientes “diversos”. Sin embargo, las dinámicas discutidas aquí sugieren que es
crítico que todas las personas blancas tengan resistencia a la tensión racial para mantenerse consciente respecto a

6 Nota de traducción: color-blind en inglés se traduce literalmente como Daltonismo. Sin embargo en contextos de
discusión racial hace referencia a la incapacidad de reconocer las diferencias sociales e institucionales que las
personas de color experimentan. “Yo no veo el color de la gente, pues todos sangramos rojo” claman aquéllos que
malinterpretan el anti-racismo con la negación absoluta de las razas y sus consecuetes diferencias sociales
la raza y ofrecer un compromiso explícito. Cuando los blancos aseguran que la raza no es operativa en sus
ámbitos debido a que hay pocas, o casi ninguna persona de color, la supremacía blanca es reforzada aún más
profundamente (Derman-Sparks & Ramsey, 2006). Cuando los Blancos sólo notan a los “otros como
racializados”, reforzamos la supremacía blanca al continuar estableciendo que lo Blanco es universal mientras que
lo No-Blanco es “lo otro”. Es más, si no podemos escuchar o comprender las perspectivas de las personas de
color, nunca podremos atravesar el puente racial que nos divide. La continua evasión de la incomodidad de un
compromiso racial auténtico resulta en la perpetuación del ciclo que funciona para mantener el racismo en su
lugar.
Mientra que los esfuerzos anti-racistas últimamente buscan transformar el racismo institucionalizado, la
educación anti-racista puede llegar a ser más efectiva al comienzo a un nivel más pequeño. El objetivo es generar
el desarrollo de perspectivas y habilidades que permitan a todas las personas, independientemente de su posición
racial, a ser incitadores activos del cambio. Puesto que todos los individuos viven dentro de un sistema racista
entremezclado con sus relaciones, esto significa que todos somos responsables por, ya sea, perpetuar o transformar
el sistema. Sin embargo, aunque todos los individuos juegan un rol en mantener el sistema activo, la
responsabilidad no es igualmente compartida. El racismo blanco es en definitiva, un problema Blanco, y la carga
de interrumpirlo le pertenece a las personas blancas (Derman-Sparks & Phillips, 1997; hooks, 1995; Wise, 2003).
Las conversaciones sobre supremacía blanca (whiteness) pueden ocurrir dentro de un contexto de conversaciones
más extensas sobre racismo. Es útil comenzar al nivel más bajo de análisis y moverse hacia lo macro, de lo
individual hacia lo interpersonal, lo social y lo institucional. Comenzar con lo individual y moverse hacia marcos
exteriores de racismo – whiteness – permite el pasaje necesario para que mucha gente blanca acepte el reto del
estudio de la raza. De esta forma, el discurso de la supremacía blanca – whiteness – forma parte de un proceso
más que un evento aislado (Zúñiga, Nagda, & Sevig, 2002).
A muchas personas blancas nunca se les ha dado información directa o compleja sobre el racismo, por lo que
frecuentemente no pueden verla, sentirla o entenderla explícitamente al comienzo. (Trepagnier, 2006; Weber,
2001). Las personas de color son, por lo general, mucho más conscientes del racismo a un nivel personal, pero
debido al extendido silencio de la sociedad, y su negación al respecto, usualmente no tienen una visión más
grande – macro – del fenómeno desde la cual analizar sus propias experiencias (Sue, 2003; Bonilla-Silva, 2006).
Es más, la sociedad dominante asigna diferentes roles a los diferentes grupos de color (Smith, 2005), y una
consciencia crítica sobre el racismo varía no sólo entre individuos sino también entre grupos. Por ejemplo,
muchos afro-americanos comentan haber sido “preparados” por sus padre para vivir en una sociedad racista,
mientras que las personas con herencia asiática explican que el racismo nunca había sido directamente discutido
en sus casas (hooks, 1989; Lee, 1996). Un análisis a nivel macro puede ofrecer un marco para entender las
diferentes interpretaciones y desempeños entre y a través de los diferentes grupos raciales. De esta forma, todos
los grupos se benefician, y los esfuerzos no sólo están enfocados en los Blancos (lo cual funciona para re-
centralizar la supremacía blanca)
Hablar directamente sobre el privilegio y el poder Blanco, además de ofrecer información necesaria y
compartir definiciones, es en sí mismo una poderosa interrupción a los patrones de discurso común (y opresivo)
relacionado con la raza. Al mismo tiempo, las personas blancas frecuentemente necesitan reflexionar sobre la
información racial y permitirles hacer conexiones entre dicha información y sus propias vidas. Los educadores
deben fomentar y apoyar a los participantes blancos en hacer de su compromiso un punto de análisis. La
Fragilidad Blanca siempre se manifiesta en formas sutiles: el silencio y la retirada son también funcionales a la
Fragilidad. Quién habla, quién no habla, cuándo , por cuánto tiempo, y con qué equilibrio emocional, son todos
puntos estratégicos para entender los patrones relacionados que mantienen la opresión en su lugar (Gee, 1999;
Powell, 1997). Observar la ira blanca, el estado defensivo, el silencio y la retirada como respuestas a las
discusiones sobre raza en un marco de Fragilidad Blanca puede ayudar a detectar el asunto como un problema de
construcción de resistencia y, por ende, guiar adecuadamente con nuestra intervención.

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