Millan y Gordon
Millan y Gordon
Millan y Gordon
clásicas
RENÉ MILLÁN*
SARA GORDON**
Resumen: Este artículo presenta las tres pers- Abstract: This article presents the three cen-
pectivas centrales que han dado lugar a la mayor tral perspectives that have given rise to most
parte de los desarrollos empíricos y conceptuales del of the empirical and conceptual developments
capital social y que son su referencia más frecuente. of social capital, which are also its most frequent
Se enmarcan las virtudes y problemas que acom- reference. The authors describe the advantages
pañan el concepto y se develan sus aportaciones and disadvantages of the concept and reveal
para el ordenamiento del debate. Las propuestas their contributions to the debate. The analyti-
analíticas de Coleman, Putnam y Lin se sitúan en cal proposals of Coleman, Putnam and Lin
diferentes tradiciones intelectuales que requieren belong to different intellectual traditions which
ser delimitadas, rescatando tanto las limitaciones must be delimited to reveal both the limitations
como los rasgos fuertes, distintivos e irreductibles and the distinctive, irreducible main features
de cada corriente. of each trend.
Palabras clave: capital social, bien público, compromiso cívico, redes, confianza, recursos indivi-
duales.
Key words: social capital, public asset, civic compromise, networks, trust, individual resources.
C
OMO RESULTADO DE UN LARGO Y VARIADO debate desde mediados
de los años ochenta, se ha popularizado la referencia al concepto
de capital social en la investigación internacional . Se utiliza tanto
en los análisis elaborados en distintos campos y disciplinas de la investiga-
ción social, como en la reflexión de diversos organismos internacionales
*
Instituto de Investigaciones Sociales. Líneas de investigación: capital social, desem-
peño institucional, modernización social, teoría social. Dirección: Circuito Mario de la
Cueva s/n, Zona Cultural, Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F.; correo electrónico:
<millan@servidor.unam.mx>.
**
Instituto de Investigaciones Sociales. Líneas de investigación: políticas públicas
y sistema político; diseño institucional y políticas sociales; capital social, organizacio-
nes civiles y desempeño de organizaciones. Dirección: Circuito Mario de la Cueva
s/n, Zona Cultural, Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F.; correo electrónico:
<gordon@servidor.unam.mx>.
D. R. © 2004. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales. Revista Mexicana de Sociología,
año 66, núm. 4, octubre-diciembre, 2004. México, D. F., pp. 711-747. ISSN: 0188-2503/04/06604-04/USD 2.5 ($20.00).
712 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
1
De los textos producidos en América Latina, aunque no siempre publicados en
el área, véase, entre otros, los de Durston (1999, 2000), Fox y Gershman (2000), y de
Souza (2000).
2
Sin duda, Edwards, Foley y Dianni (2001) han llevado a cabo un interesante esfuerzo
de ordenamiento del debate, sobre todo, pero no sólo, referido a la relación entre capital
social y sociedad civil. Nuestro trabajo se inserta en esa línea, aunque sostenemos diver-
gencias respecto de algunos elementos de la interpretación de esos autores.
3
No abordaremos la conceptualización de Pierre Bourdieu (1980) ni la de Glenn
Loury (1977).
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 713
hemos querido desvelar sus aportaciones y contribuir, con ello, al orde-
namiento del debate.
Los autores cuyas aportaciones abordaremos son: James Coleman, por-
que es el clásico de la formulación del concepto; Robert Putnam por la
indiscutible influencia de su propuesta sobre capital social y compromiso
cívico; y Nan Lin por sus aportaciones a la perspectiva de redes, enmar-
cadas en el capital social, que se ha constituido en una fuerte corriente
de análisis empírico. Para seleccionar a los autores nos basamos en dos
criterios: el ya mencionado de sus aportaciones al desarrollo del concepto
y el hecho de que su propuesta analítica haya creado una vertiente de
estudios empíricos. Este último criterio explica que hayamos incluido a
Lin y no, por ejemplo, a Granovetter (1973), cuyo trabajo sobre los la-
zos sociales ha sido esencial para el desarrollo del concepto y constituye
una referencia indispensable para todos ellos, pero no dio lugar a una
corriente de investigación empírica.
El trabajo de exégesis que proponemos nos parece necesario porque,
si bien numerosos textos sistematizan los componentes fundamenta-
les del concepto de capital social que sustentan los autores que anali-
zaremos —sobre todo de Coleman y Putnam—,4 pocos trabajos se han
detenido a analizar las fuentes teóricas de cada autor en relación con
su comprensión del capital social y las implicaciones de esas distintas
fuentes para la formulación y manejo del concepto.5 La especificidad
de la comprensión de cada uno de ellos, fundada en la divergencia de
fuentes teóricas y enfoques, dificulta una síntesis en una sola formulación
del capital social; de ahí que no se pueda proceder por mera agregación.
Sostenemos que no es en la mera “selección de variables dependientes”
(Stolle y Lewis, 2002: 4) donde radica la divergencia entre Coleman y
Putnam, sino en las distintas tradiciones intelectuales y en el enfoque
de cada uno de ellos.
4
Entre los autores que presentan los antecedentes y elementos principales del con-
cepto, se encuentran Portes (1998), Stolle y Lewis (2002) y Woolcock (1998).
5
Destacan las reflexiones de Portes y Landolt (2000), y de Edwards, Foley y Dianni
(2001).
714 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
Fue James Coleman quien sostuvo la difundida idea de que el capital social
consiste en recursos insertos en la estructura de las relaciones sociales. En
esta idea radica el núcleo de su tesis sobre el capital social. Para hacer-
la comprensible, resulta conveniente reproducir aquí una cita que Putnam
construye para sintetizar los planteamientos de Coleman:
en los que ellos tienen intereses, y estos eventos pueden estar total o
parcialmente bajo el control de otros actores.
Dado que se trata de relaciones de intercambio, surgen dos problemas:
por una parte, es preciso identificar cuál es el objeto del intercambio
y, por otra, también es necesario establecer qué le da permanencia a esas
relaciones. En efecto, detrás de estos dos problemas está la relación de
continuidad entre la acción individual y el intercambio social. La dis-
tinción entre acción e intercambio viene del hecho de que no podemos
suponer que lo que anuda a los dos es el intercambio de acciones. Parece
más prudente, como Coleman sugiere, intercambiar bienes privados;
en particular, derechos de control sobre las acciones. Estos derechos se
aclaran con un ejemplo que el autor menciona y que resume atinadamen-
te Stichweh (2001: 53): en una situación de pánico ocasionada por un
incendio en un cine, las personas deciden seguir a un líder espontáneo
que da orden a la huida; las personas lo siguen, es decir, le transfieren el
control sobre sus acciones, porque esperan “adquirir, como retribución,
una probabilidad mayor de sobrevivencia”.
Cabe hacer notar que sólo puede ceder derechos quien previamente
los posee y, por tanto, éstos deben haber sido “creados, institucionaliza-
dos y legitimizados en un proceso social” (ibid.). Entonces, se presupone
la existencia de un sistema social que funciona como el contexto de la
acción, y este contexto vincula la acción social con el intercambio. En
cuanto a la permanencia, debe considerarse que las relaciones sociales y
las interacciones que le son consustanciales se dan también en contextos
que condensan elementos previos, tales como las relaciones de autoridad,
de confianza y distribución consensuada de derechos, los cuales establecen
normas (Coleman, 1990: 300). Son estas normas, al entenderse como
recursos de la estructura social, las que por una parte dan viabilidad a la
relación entre intercambio e interacción y, por la otra, permiten vincu-
lar los planos macro y micro.8 Precisamente por eso, estos recursos son
constitutivos de la estructura social y, por tanto, “también pueden ser
vistos como recursos de los individuos” (ibid.). Particularmente cuando
en este cuadro se pone de relieve, como lo hace Coleman, el plano de la
acción sobre el del sistema, o el contexto de la acción.
8
En esta línea, Coleman está en deuda con Homans. Véase el apartado sobre
redes.
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 717
Ese acento le permite importar el concepto de acción racional de la
teoría económica y expandirlo al ámbito de lo social. En efecto, “Si em-
pezamos con una teoría de la acción racional, en la que cada actor tiene
control sobre ciertos recursos y sucesos, entonces el capital social consti-
tuye un tipo particular de recurso disponible para un actor” (Coleman,
1988). Al mismo tiempo, si el razonamiento hasta aquí expuesto no ha
sido erróneo, podemos darle todo su peso a la siguiente definición de
capital social: “El capital social se define por su función. No es una sola
entidad, sino una variedad de distintas entidades que tienen dos carac-
terísticas en común: todas consisten de algún aspecto de una estructura
social y facilitan ciertas acciones de los individuos que están dentro de
la estructura” (Coleman, 1990: 302).
Una vez que hemos aclarado el concepto de capital social y es-
tablecido su lugar en el ámbito de la teoría social de Coleman,
quedan por desarrollar dos aspectos del mismo: sus formas y su
cantidad. Para llevar a cabo este desarrollo, debe tenerse en cuenta
que, independientemente de las formas, la función del concepto de
capital social radica en que permite identificar que algunos aspec-
tos de las estructuras sociales son valorados como recursos por los acto-
res y, por lo tanto, pueden ser usados por ellos para lograr determina-
dos intereses o cubrir ciertas necesidades. Las formas específicas de estos
aspectos valorados son las siguientes: obligaciones y expectativas, infor-
mación potencial, normas y sanciones efectivas, relaciones de autoridad,
organización social apropiable y organización intencional.
Obligaciones y expectativas. Esta relación se explica porque la reciprocidad
permite estabilizar expectativas entre los participantes en la interacción,
pues mediante ésta se adquiere un cierto nivel de obligatoriedad. Si hay
confianza y reciprocidad y el actor A hace intencionalmente algo por
B, éste a su vez estará obligado a hacer algo por A en el futuro, y este
último esperará que así sea. Este carácter de obligatoriedad significa de
hecho un crédito, es decir, un recurso, un capital para los actores que
están inmersos en esa estructura de reciprocidad. Sin esa estructura, los
créditos no operarían, ya que la obligatoriedad no deriva de elementos
jurídicos; dado el carácter de los créditos, es el llamado a la reciprocidad
lo que estabiliza la expectativa de que el crédito será pagado. En efecto,
como el mismo Coleman ha señalado, se trata de créditos implícitos,
deslizados: “Estos créditos constituyen un amplio cuerpo [...] al que A
puede recurrir si es necesario [...] Hay un amplio número de estos cré-
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9
Coleman dice literalmente que se trata de “credit slips outstanding” (1990: 306).
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 719
desalentar la innovación social y, por tanto, reducir el capital social en
otros planos.
Relaciones de autoridad. La autoridad puede constituir una forma de
capital social por dos razones: la primera se refiere a la forma en que la
autoridad se constituye en una estructura de relación; y la segunda, al
servicio que la autoridad presta. La autoridad se constituye cuando un
actor cede sus derechos de control sobre determinadas acciones a otro.
Por ejemplo, un grupo de estudiantes que se reúnen para hacer un tra-
bajo conjunto designa a uno de ellos para que coordine las actividades y
distribuya las tareas, confiriéndole de esa manera autoridad. El servicio
que esta autoridad presta no es sólo dar orden a las tareas, sino favore-
cer que todos contribuyan al beneficio colectivo y reducir el problema
del gorrón [free-rider]. Al reducir este problema, la autoridad facilita
también que la reciprocidad tenga un mayor nivel de obligatoriedad y
que la construcción de propósitos en común esté fincada en expectativas
más estables; es decir, que en la estructura de relaciones de ese grupo
se puede incrementar tanto el nivel del capital social, como el número
de créditos de cada uno sus miembros. Además de estas formas, existen
otras estructuras sociales que tienen determinadas características que
favorecen particularmente el capital social.
La clausura de las relaciones. Este punto reviste particular interés porque
remite a la relación entre estructura y normas y, de ahí, al vínculo entre
capital social y control. En ese sentido, la idea de clausura [closure] en las
relaciones refiere en términos generales tanto al surgimiento y permanencia
de normas efectivas como a la posibilidad de mantener vigentes elemen-
tos externos de cohesión. Las normas efectivas dependen de que éstas se
generen o permanezcan en relaciones caracterizadas por la clausura. Este
concepto se entiende mejor si imaginamos que nos encontramos en una
línea en la que cada persona sólo tiene relación con las que están a sus
lados, sin que estas últimas tengan relación entre sí. Evidentemente, al
estar aislada, la relación que se puede mantener —digamos con la persona
del lado derecho— puede generar cualquier tipo de conductas. Para que
éstas tengan las consecuencias que corresponde —positivas o negativas— se
requiere que esas consecuencias sean tan eficaces como las normas social-
mente aceptadas. Pero en una estructura lineal, abierta, las consecuencias,
aunque se impongan, son casuísticas e inestables, por lo que carecen de
obligatoriedad compartida. Para que estos efectos se constituyeran en
normas efectivas, se requeriría de otra forma de estructura.
720 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
fila más claramente una pregunta más general: por qué el capital social
favorece la cooperación y qué garantiza que esa cooperación tenga un
mejor sentido social e individual. En términos gruesos, para Coleman son
la clausura y las normas las que producen un efecto de “externalidad”,
unidas a los beneficios individuales derivados del capital social; para
Putnam, la respuesta está en el carácter cívico de las relaciones y en los
factores que favorecen ese carácter. Para comprender la perspectiva de
Putnam abordaremos tres puntos: los componentes del capital social,
su relación con el compromiso cívico y el problema de la cooperación.
Ese panorama nos permitirá —creemos— entender que la alternativa a
las preguntas señaladas sobre el sentido de la cooperación, es también
un resultado de las preocupaciones teóricas y de investigación de cada
autor.10 La diferencia de nivel analítico entre ambos autores obedece a
que, mientras las preocupaciones de Coleman respecto al capital social
están inscritas en la construcción de una teoría social de amplio rango,
las de Putnam se inscriben en una teoría de medio rango sobre el fun-
cionamiento democrático.
El capital social y sus componentes. Del mismo modo que para Hobbes
constituir la mejor de las organizaciones, es decir el Estado, genera un
plus social; o que para otros autores organizarse en escalas menores
produce ventajas, para Putnam el capital social es un activo importante,
individual y socialmente. El supuesto que está en el centro de los esfuer-
zos por construir una teoría del capital social es simple: las redes y los
vínculos que en ella se dan entre personas tienen un valor e importan
para los individuos, los grupos y las comunidades. “De la misma manera
que el destornillador (capital físico) o una formación universitaria (capi-
tal humano) pueden aumentar la productividad (tanto individual como
colectiva), así también los contactos sociales afectan la productividad de
individuos y grupos” (Putnam, 2002: 14). Resulta obvio, entonces, que
mientras el capital físico se refiere a objetos físicos (computadoras, fábri-
cas) y el humano a propiedades de las personas (educación), el capital
social compete al orden —digámoslo de nuevo— de los vínculos entre
10
Es claro que la diferencia en la pregunta ilustra otra diferencia clave: en Coleman
hay un apego a la tradición de elección racional y, en lo político, una mayor incorporación
del sentido liberal. Putnam se acoge a una perspectiva más republicana y sociológica-
mente ligada a las tradiciones políticas que apelan al carácter virtuoso de las relaciones,
como en Tocqueville.
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 725
individuos. En apego a esa línea, en Para que la democracia funcione, Put-
nam establece su acotación más citada de capital social:
11
Putnam et al. (1994, 212). En Solo en la bolera, sostiene la misma idea: “el capital
social refiere a...las redes sociales y las normas de reciprocidad y confianza asociadas a
ellas” (2002: 19)
12
Antes de revisar cada componente, conviene tener presente que debido a la críticas
recibidas a partir de su libro más conocido, en trabajos posteriores Putnam ha introducido
matices importantes en el tratamiento de las normas de reciprocidad y de las redes. Las
nuevas asunciones han incluso modificado sus percepciones sobre algunos aspectos del
capital social, pero sin modificar la tesis central.
13
Como el mismo Putnam establece, citando a K. Arrow, “Virtualmente, toda transacción
comercial tiene en sí misma un elemento de confianza”. Si no se tuviera confianza en que
el dinero puede ser intercambiado por productos, no habría posibilidad de mercado; si yo
no tuviera confianza en que mi amigo lo seguirá siendo mañana, no existiría la amistad;
si no hubiese confianza en que el colega con el que publicamos normalmente hará su parte,
tendríamos menos trabajos en coautoría. Para un análisis sobre cómo la confianza opera
en términos sistémicos y, por tanto, más allá de voluntades o motivaciones de los actores,
véase Luhmann “La confianza, en el más amplio sentido de la fe en las expectativas de uno
—nos dice— es un hecho básico de la vida social” (1996: 5).
726 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
Para Putnam, las “redes densas de interacción social” son las que impulsan
la reciprocidad generalizada y sus consecuencias. Aunque, como veremos,
privilegia el papel de las redes de compromiso cívico o comunitario en
ese vínculo, conceptualmente alude a ellas como un fenómeno asociativo.
En este nivel, la fortaleza de la vinculación entre redes y reciprocidad
obedece a dos factores puntuales. En primer lugar, las redes enmarcan
posibilidades de contacto más o menos frecuente, lo que incrementa la
información sobre la confiabilidad de los otros. En línea con Granovetter,
Putnam piensa que “cuando los acuerdos están ‘insertos’ en una mayor
estructura de relaciones y de redes sociales, se suele fomentar la con-
fianza” (Putnam et al.,1994: 221). En segundo lugar, y éste es el interés
conceptual para Putnam, las redes por definición implican compromisos
y obligaciones mutuos. Y el carácter de esos compromisos y obligaciones
importa. Las redes no son interesantes como meras “cajas de favores
disponibles”, sino por el tipo de contacto que impulsan, dado que son,
por así decirlo, el marco organizativo que socialmente más favorece con-
tactos: “los vínculos sociales son también importantes por las normas de
conducta que sustentan” (2002: 17).
En otros términos, las redes son importantes para el capital social
porque generan normas que favorecen la cooperación. Reciprocidad y
cooperación anudan entonces un círculo virtuoso entre capital social,
normas y redes. Sin embargo, es innegable que determinadas redes o aso-
ciaciones, aún manteniendo la reciprocidad entre sus miembros, pueden
restringir beneficios comunes. Piénsese en las organizaciones “mafiosas”,
para citar un ejemplo común, o en los aspectos restrictivos de ciertas co-
munidades de baja complejidad social. Estos ejemplos advierten que se
mantiene firme el problema, ya no de las condiciones, sino del sentido de
la cooperación para el bien común. En un plano, la respuesta de Putnam
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los lazos débiles —dice Putnam— también pueden ser mejores para unir
a una sociedad y para constituir amplias normas de reciprocidad genera-
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 729
lizada. Los lazos fuertes probablemente son mejores para otros propósitos,
tales como movilización y certidumbre social, aunque es justo agregar que
la ciencia social apenas ha empezado a conocer los efectos positivos y ne-
gativos de varios tipos de capital social (Putman y Goss, 2002: 11).
que sin las restricciones naturales impuestas por las lealtades contrapuestas
y las diversas perspectivas de sus miembros, los grupos estrechamente uni-
dos y homogéneos pueden fácilmente coordinarse para fines siniestros. En
otras palabras, estrechar lazos sin tender puentes equivale a Bosnia (12).
Si hay una lección perdurable de los primeros debates sobre capital so-
cial, es que no podemos suponer que el capital social es en todas partes
y siempre una buena cosa [...] debemos tener cuidado en considerar sus
vicios potenciales o [...] la posibilidad de que formas virtuosas puedan tener
consecuencias inesperadas que no son socialmente deseables. El hecho de
que el capital social pueda tener externalidades negativas no lo distingue,
en principio, de otras formas de capital. Una planta nuclear representa
una enorme inversión en capital físico, aunque las fugas de radioactividad
puedan significar que su valor neto para la sociedad sea negativo [...] En
resumen, tenemos que entender los propósitos y efectos del capital social.
Redes y normas pueden, por ejemplo, beneficiar a aquellos que pertenecen,
en detrimento de los que no pertenecen (8-9).
14
Debe tenerse en cuenta que lo que se expone del compromiso cívico es, por razones
entendibles, anterior a las críticas que Putnam recibió al uso del capital social en Para
que la democracia funcione (Putnam et al., 1994). De cualquier forma, el problema entre
cooperación y rendimiento social acompaña todo el libro. Debe tenerse también presente
que en Solo en la bolera reafirma su tesis.
15
Como se sabe, hay en Tocqueville (1987) un vínculo virtuoso entre asociaciones cívi-
cas, bien común y democracia. Dos breves citas lo ejemplifican, entre otras: “No estando
ligados los hombres entre sí de un modo sólido y permanente no puede lograrse que
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un gran número obre en común”(1987: 477). “En todos los pueblos donde se prohíben
las asociaciones políticas, la asociación civil es rara [...] se debe llegar a la conclusión
de que existe una relación natural, y quizá necesaria, entre estas dos especies de aso-
ciaciones. La casualidad lleva muchas veces a ciertos hombres a tener un interés común
en determinado negocio privado [...] las asociaciones civiles facilitan las asociaciones
políticas y, por otra parte, la asociación política desarrolla y perfecciona singularmente
la asociación civil” (480).
16
Para una crítica en este sentido véase Portes y Landolt (2000).
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 733
capital social provee. Éste “atiende al hecho de que la virtud cívica posee
su mayor fuerza cuando está enmarcada en una red densa de relaciones
sociales recíprocas. Una sociedad compuesta por muchos individuos vir-
tuosos pero aislados no es necesariamente rica en capital social” (2002:
14).17 La relación entre capital social y compromiso cívico está mediada,
entonces, de forma muy importante por el carácter denso de las redes
sociales o las asociatividades.
La densidad aquí se refiere a la densidad de los contactos.18 La densidad
tiene una función de información y de comunicación, en cuanto reduce
la incertidumbre sobre qué esperar de los otros (estructura expectativas)
y permite comunicar de mejor manera eso que se espera. En teoría de
juegos, esto significaría que si la “jugada” se repite, la cooperación se
sustenta más fácilmente. Como está ligada a la confiabilidad, la den-
sidad es una condición que favorece la coordinación de acciones y la
cooperación; pero no está ligada a la orientación de esta última. Toda
sociedad tiene redes, y no pocas pueden ser densas. Desde el punto
de vista del capital social, el dato significativo es que esas redes gene-
ren relaciones prioritariamente “horizontales” y no “verticales”, aunque
en términos reales toda asociación contiene ambos tipos de relaciones,
pero en proporciones distintas. “Una red vertical, por muy densa e im-
portante que sea para sus participantes, no puede mantener la confianza y
la cooperación. Los flujos verticales de información son a menudo menos
confiables que los flujos horizontales” (Putnam et al., 1994: 222).19 Del
17
Entre otros autores, Stephen Macedo ha sostenido que, en términos de capital
social, el buen funcionamiento del régimen liberal estadounidense depende de las “vir-
tudes cívicas” que se expresan en las prácticas ciudadanas y en los estímulos que esas
prácticas reciben de la Constitución de Estados Unidos. Analiza también el papel de
las asociaciones en esa relación (2001).
18
Aquí puede apreciarse una cierta contradicción entre las características de las redes
que Putnam relaciona más bien con el capital social. Nos referimos, evidentemente, al
carácter de los lazos que hemos indicado arriba. Putnam está pensando en redes de “con-
tacto frecuente”, lo que podría recordar los efectos “perversos” de los “lazos fuertes” y del
reforzamiento de la vinculación interna más que de la construcción de puentes. Sin embargo
agrega, como veremos, otras características que matizan eso. En cualquier caso, para él, el
reforzamiento de la “vinculación y la construcción de puentes no son categorías excluyentes
en las que se pueden dividir limpiamente las redes sociales, sino aspectos aproximativos
que nos permiten comparar diferentes formas de capital social” (2002: 21).
19
Esta idea no es compartida por investigadores de la corriente de la economía del
desarrollo, para quienes la verticalidad de las redes garantiza el flujo de información.
Véase Collier, 1998.
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20
Hay en Putnam un cierto supuesto de que las asociaciones tienen un efecto “didác-
tico” en la cultura de la población. Es interesante la identidad con Tocqueville, aunque
éste acentúa el aspecto político: “Las asociaciones políticas pueden considerarse como
grandes escuelas gratuitas, donde todos los ciudadanos aprenden la teoría general de
las asociaciones” (1987: 481).
21
Evidentemente, si en la cuadra yo no coopero vigilando, tendré costos si la vigilancia
de los vecinos está apuntalada en una asociación.
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 735
cívico de las redes y no sólo horizontal de las relaciones. Ese carácter
remite al problema de los “lazos fuertes y débiles”.
22
Como veremos más adelante, diversos autores han criticado el hecho de que Putnam
desestime el papel de las agencias estatales.
736 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
23
Stolle y Lewis indican que no hay evidencias empíricas que prueben que las aso-
ciaciones funcionan como escuelas de democracia, ni se ha formulado una teoría del
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 737
al hecho de que la confianza generalizada se asocia con niveles bajos de
desigualdad en los ingresos (Boix y Posner, 1998). En lo que se refiere
al desempeño gubernamental, se ha cuestionado que Putnam busque
la explicación de las diferencias entre el Norte y el Sur de Italia en el
compromiso cívico de los ciudadanos, y no en la estructura del sistema
político (Tarrow, 1996; Levi, 1996). En estrecha relación con esta crítica,
se ha señalado el hecho de que en la formulación de Putnam, el Estado
es externo al modelo explicativo.
capital social a nivel micro que establezca cuáles aspectos de las interacciones sociales son
esenciales para crear confianza generalizada y normas de reciprocidad (2001: 10).
738 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
24
Para Homans, como hemos señalado, los individuos no pueden trascender sus
intereses en función de un supuesto interés general; los hombres se encuentran en posi-
ciones de igualdad porque el intercambio los asume como racionalmente equivalentes.
Entre otras cosas, esto supondría que no hay asimetrías fuertes en términos de poder
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 739
marco contingente que presupone cálculo (y capacidad de distinguir
condiciones y medios).
c) El sentido de la contingencia de la acción es coherente con el postula-
do de que las normas y las instituciones no son suficientes para orien-
tar y conducir la acción de los individuos, porque “no se puede dar
por sentada la conformidad de las normas” (Homans, 1964: 814).
Las normas regulan el marco colectivo, institucional de la acción, no la
acción misma; para explicarla se requiere de un análisis de la conducta
de carácter subinstitucional.25
d) El modelo de conducta subinstitucional afirma individuos que eco-
nomizan, intercambian y procuran eficiencia en sus acciones. La
respuesta de cada individuo ante otro corresponde a una expectativa
de retribución. La acción que persigue retornos es la que orienta la
conducta, y la interacción es el medio para intercambiar recompensas.
La pregunta que sigue, en estas condiciones, es cómo y quién gana.
Bajo los supuestos de razonamiento más generales que utiliza Lin, es
comprensible que le preocupen dos preguntas básicas respecto del capital
social: ¿cómo y por qué funciona?; es decir, qué beneficios acarrea y cómo
los individuos acceden a él. En el marco de estas preguntas, y ligadas
a los supuestos anteriores, se establecen algunas premisas: la principal
es que los individuos invierten en relaciones sociales con la expectativa
de obtener retornos y, con este fin, interactúan. La red es el lugar del
intercambio, el mercado en el que ocurren las interacciones, que son
el medio para el mismo. El capital social es concebido como un activo
social generado por las conexiones entre actores y constituido por recur-
sos de los que se carece, que otros poseen y a los que se puede acceder
porque quien los posee desea ejercer influencia (Lin, 2001a: 19). En la
medida en que los recursos que constituyen ese activo están insertos en
las redes y sólo se capitalizan individualmente, el capital social no puede
y otros bienes. Para Lin, como veremos, la distribución es asimétrica y jerárquica. Pero,
para ambos, hay una orientación instrumental de la acción.
25
“Homans cree que el provecho continuo a partir de la interacción requiere un
cálculo e ingenio constantes, pues no ve estructuras extraindividuales, trátese de normas
o condiciones, que tengan un efecto vinculante” (Alexander, 1997: 139). El concepto de
redes alude (no siempre, pero de forma típica) a la informalidad y ésta, al menos en el
sentido común, a lo que está “atrás” o es paralelo a lo formalizado y controlado, por lo
cual algunos grupos académicos encuentran en está línea “subinstitucional” un atractivo
adicional.
740 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
Cuatro factores explican por qué los actores invierten en las redes y por qué
pueden esperar que esa acción obtendrá retornos: 1) las redes facilitan el
flujo de información; tal característica compensa situaciones de mercado
imperfecto, por lo que un individuo puede aprovechar oportunidades
(pagar un menor precio en un viaje turístico, saber a dónde dirigirse para
conseguir empleo); 2) los lazos en las redes sociales pueden ubicarnos
en posiciones valoradas con relación a los agentes que desempeñan un
rol importante en la toma de decisiones, en distintos ámbitos de orga-
nización (mantener un vínculo con una persona que tiene influencia
en los espectáculos puede asegurar un boleto); 3) los lazos sociales de
un individuo pueden ser concebidos por la organización en la que se
dan esos lazos o por sus agentes como credenciales; estas credenciales
expresan los recursos que se poseen a través de redes y relaciones (a la
escuela donde está mi hijo, y a mí, nos convendría una visita del secretario
con el que juego tenis); 4) las relaciones sociales refuerzan la identidad
y el reconocimiento (como en el caso de la escuela y el secretario). Ser
reconocido garantiza el mantenimiento de ciertos recursos (Lin, 2001a:
20; 2001b: 6-7).
Los cuatro factores anotados hacen atractiva la inversión en redes. Como
en todas las teorías de capital social, se presupone que, independiente-
mente de la propiedad, los recursos pueden ser movilizados, “transferidos”.
En torno a la movilidad de recursos, encontramos un núcleo de discusión
26
Ego-Alter, es una díada que fue utilizada por Parsons en el modelo de la doble
contingencia. Es una manera de significar el yo frente a otro, como perspectiva.
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 741
clave para Lin, porque le permite fincar los elementos conceptuales de
su modelo: la red se entiende como la estructura que organiza recursos
y posiciones estratégicas de individuos; la interacción, como medio de
acceso a esos recursos y al acercamiento de posiciones; y la acción —o
sus tipos—, como orientación de la conducta para obtener retornos.
En referencia a Granovetter, Lin considera que la idea de “clausura”
de Coleman es acotada, porque eso supondría negar la “construcción de
puentes” entre redes, la movilidad más amplia de recursos (por ejemplo,
información). Lin identifica la “clausura” como una característica de la
red y por tanto con lazos densos o fuertes (2001a: 26). Al mismo tiem-
po, y dado que toda red es en sí misma —para usar una metáfora— “un
continente de capital social” disponible, no es admisible que una red
de lazos débil sea potencialmente más aprovechable que una de lazos
fuertes, o a la inversa. Sus posibilidades no dependen de los lazos, sino
de la orientación de los individuos que capitalizan los recursos de la red.
En consecuencia, las posibilidades de una red están en los “resultados
de interés” para individuos o grupos. De esta manera, y también en tér-
minos de capital social, la acción es considerada en rango equivalente,
o superior, a la red o la estructura (ibid.: 53).
Si recordamos bien a Coleman, él habla de la clausura como un ras-
go de la “estructura de relación” y su función conceptual está en el orden
de los factores que presionan para lograr cooperación, no en el orden de
la conectividad o de flujos de recursos.27 El empalme que hace Lin entre
“estructura de relaciones y red” le facilita dos operaciones conceptuales.
De una parte, las normas o externalidades se diluyen como estímulo a la
interacción; de otra, el tipo de lazo ayuda al individuo a orientar su acción
y hacerla más eficiente. Así, unas redes densas tienen ventaja en cuanto a
mantener o preservar recursos; las débiles, para obtener nuevos recursos.
Las primeras facilitan acciones expresivas; las segundas, instrumentales.
Si el tipo de red se distingue por la forma en que puede ser aprovechada,
se requiere analizar “para cuáles resultados y bajo qué condiciones una
red densa o menos densa podría generar una mayor ganancia” (ibid.:
27
Los “objetos” que se designan con “estructura de relaciones” y “estructura de las
redes” tienen semejanza, se empalman, pero no son iguales. Del mismo modo, nosotros
podríamos “ver” el sol mucho tiempo después de que éste haya desaparecido por la
distancia que recorre la luz, pero el objeto “sol” sería distinto a la “imagen”. Si empíri-
camente la distinción puede ser menor, conceptualmente es de primer orden.
742 REVISTA MEXICANA DE SOCIOLOGÍA, AÑO 66, NÚM. 4, OCTUBRE-DICIEMBRE, 2004
En efecto, todo el esquema nos confirma que la red organiza los recursos,
y la acción orientada a capitalizarlos es lo que hace que podamos hablar
de capital social.
CONCLUSIONES
28
Recordemos: “El capital social se define por su función. No es una sola entidad,
sino una variedad de distintas entidades que tienen dos características en común: todas
consisten de algún aspecto de una estructura social y facilitan ciertas acciones de los
individuos que están dentro de la estructura” (Coleman, 1990: 302).
CAPITAL SOCIAL: UNA LECTURA DE TRES PERSPECTIVAS CLÁSICAS 745
y las normas que las rigen. El elemento central que hace que el capital
social fomente la cooperación es el compromiso cívico, que es el factor
clave en el que hace descansar el buen desempeño de la democracia.
Por último, si Putnam centra su atención en el carácter de bien público,
colectivo, del capital social, y coloca en segundo plano el acceso indivi-
dual a recursos, en las antípodas de su noción se halla la concepción de
Lin, quien se adscribe a la teoría del intercambio de Homans, y sostiene
que el capital social es un recurso sólo de carácter individual. Su modelo
se basa en la idea de que la interacción entre las personas es también
una interacción entre sus recursos, y que un tipo de interacción remite
también a una modalidad de vinculación de recursos.
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Recibido: 22 de enero de 2004.
Aceptado: 3 de junio de 2004.