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ÉTICA EUDEMÍA.

Sobre la felicidad.

1. La felicidad, el supremo bien.

Lo más hermosos es lo más justo; lo mejor, la salud; pero lo más agradable es lograr lo que uno ama. (TEOGNIS)

La felicidad es la más hermosa y la mejor de todas, es también la más agradable. ¿en qué consiste el bien vivir y cómo
adquirirlo?

 La naturaleza
 La enseñanza
 El hábito
 Favor divino
 La suerte. No puede proceder de la suerte porque escaparía a la esperanza de muchos.

¿Cuál es el mayor bien?

 La prudencia (buen juicio)


 La virtud
 Placer.

Si es uno, o dos o tres, o ninguno.

2. Naturaleza y condiciones de la felicidad.

El vivir bien no es idéntico a aquellas cosas sin las cuales no es posible vivir bien. La salud no es lo mismo que sus
condiciones (las medicinas)

3. Opiniones sobre la felicidad.

Hemos de examinar solamente las opiniones de los sabios, ya que está fuera de lugar aplicar el razonamiento a aquellos
que no tienen ninguna necesidad de ellos, sino sólo de experiencia.

4. La felicidad y los géneros de vida.

Hay tres bienes que conducen a la felicidad: la virtud, la prudencia y el placer. Vemos también que hay tres géneros de
vida que escogen vivir todo los que tienen esta facultad de elección:

 La vida política: se ocupa de las nobles acciones


 La vida filosófica: se ocupa de la prudencia y de la contemplación.
 La vida del placer: la que se ocupa del goce de los placeres corporales.

Anaxágoras de Clazómenas decía que el feliz es ninguno de los que crees, sino uno que te parecería extraño.

5. Opiniones sobre los bienes de la vida.

Nadie preferiría la vida, a menos de ser absolutamente servil. Pues es evidente que para el que hiciera tal elección no
habría ninguna diferencia entre haber nacido bestia u hombre; en todo caso, el buey que en Egipto veneran como Apis
dispone de la mayoría de estos bienes más que muchos monarcas. Lo mismo podríamos decir del placer de dormir. Pues
¿qué diferencia hay entre dormir un sueño ininterrumpido desde el primer día hasta el último durante mil años o un
número cualquiera de años y vivir como una planta?

Sócrates pensaba que el fin es el conocimiento de la virtud, e investigaba que es la justicia, el valor y cada una de las
partes de la virtud; y su conducta era razonable, pues pensaba que todas las virtudes son ciencias, de suerte que conocer la
justicia y ser justo iban simultáneos, dado que, en cuanto hemos aprendido la geometría y la arquitectura, somos ya
arquitectos y geómetras. Por esta razón, él investigaba qué es la virtud, pero no cómo o de dónde procede.

6. El método.

No hay que juzgar el argumento en favor de la causa y el hecho demostrado.


7. El objeto de la investigación: la felicidad humana.

La felicidad es el mayor y el mejor de los bienes humanos (decimos humanos, porque podría, quizá, existir una felicidad
propia de algún ser superior, por ejemplo, un Dios)

Entre los bienes, unos se hallan dentro del campo de las acciones humanas, y otros no, y decimos esto, porque algunos
seres no participan en absoluto del movimiento y, por consiguiente, tampoco de los bienes, y estos son sin duda, los
mejores por naturaleza.

8. Opiniones sobre el bien mejor.

Es evidente que el bien en sí que buscamos no es ni la idea del bien, ni el bien común (pues uno es inmóvil e irrealizable,
otro móvil, pero tampoco realizable). Pues aquello con vistas a lo cual se persigue algo como fin, es lo mejor y causa de
los bienes subordinados, y el primero de todos; de manera que esto sería el bien en sí, el fin de todas las acciones
humanas.

NATURALEZA Y GÉNESIS DE LAS VIRTUDES.

1. La felicidad y las virtudes intelectuales.

Sirvan, pues, de base estas distinciones y supongamos también que la virtud es la mejor disposición , modo de ser o
facultad de todo lo que tiene un uso o función. (ergon)

El mejor modo de ser tiene la mejor función y que la misma relación que guardan entre sí los modos de ser es la que
guardan entre sí sus respectivas funciones. Ahora bien, la función de cada cosa es su fin; de donde resulta claramente que
la función es mejor que el modo de ser, ya que el fin es lo mejor como fin. Se ha establecido como principio que lo mejor
y lo último es el fin, a causa del cual existen todas las demás cosas.

Además, concedamos que la función del alma es hacer vivir, y que esto consiste en un uso y un estar despierto (pues el
sueño es una especie de inactividad y reposo); por consiguiente, ya que la función del alma y de su virtud es,
necesariamente, una e idéntica, la función de la virtud será una vida buena. (…) la felicidad deberá ser la actividad de una
vida perfecta en concordancia con la virtud perfecta.

Creemos en efecto, que obrar bien y vivir bien son lo mismo que ser feliz, y cada uno de estos términos, la vida y la
acción, son un uso y una actividad; y, así, la vida activa es un uso.

La virtud pues, es esta disposición que resulta de los mejores movimientos del alma, y es también la fuente de los mejores
acciones y pasiones del alma; y, de alguna manera, es producida y destruida por las mismas causas, y su uso se extiende a
las cosas que producen su crecimiento y su destrucción y para las cuales ella nos dispone de la mejor manera.

2. El carácter: pasiones, facultades y modos de ser.

Es evidente que la virtud ética está en relación con lo agradable y lo penoso. Y, puesto que el carácter, como lo indica su
nombre, recibe su crecimiento del hábito, gracias a numerosos movimientos de un cierto tipo, un hábito no innato en
nosotros resulta, finalmente, educado para obrar en un sentido. Sea pues el carácter una cualidad de la parte irracional del
alma, capaz según la razón imperativa de obedecer a la razón.

3. Naturaleza de la virtud ética.

Hay que aceptar que, en toda cosa continua y divisible, hay un exceso, un defecto y un término medio, y esto en su
relación con nosotros.

Irascibilidad Indolencia Mansedumbre


Temeridad Cobardía Virilidad
Desvergüenza Timidez Pudor
Intemperancia Insensibilidad Moderación
Envidia (sin nombre) (justa) indignación
Ganancia Pérdida Lo justo
Prodigalidad Tacañería Liberalidad
fanfarronería Disimulo Sinceridad
Adulación Desabrimiento Amabilidad
Obsequiosidad Antipatía Dignidad
Blandenguería Padecimiento Firmeza
Vanidad Pusilanimidad Magnanimidad
Ostentación Mezquindad Magnificencia
Malicia Simpleza Prudencia
4. Virtud, placeres y dolores.

Las facultades y modos de ser están en relación con las pasiones, y éstas se distinguen por el dolor y el placer. Por
consiguiente, de estas consideraciones y de las posiciones anteriores se sigue que toda virtud ética está en relación con los
placeres y dolores. Porque toda alma que, bajo el efecto de ciertos factores, tiende, naturalmente, a hacerse peor o mejor,
existe un modo de ser relativo a estos últimos.

5. Virtud y término medio.

Puesto que se ha establecido que la virtud es este modo de ser que nos hace capaces de realizar los mejores actos y que
nos dispone lo mejor posible de cara al mayor bien, siendo el mejor el más perfecto el que está de acuerdo con la recta
razón, o sea, el término medio entre el exceso y el defecto relativamente a nosotros, se deduce necesariamente que la
virtud ética será un término medio de cada uno, y que está en relación con determinados términos medios en los placeres y
dolores, en las cosas agradables y doloras.

6. Responsabilidad humana.

Todos admitimos que cada hombre es la causa de las acciones voluntarias y conformes a su libre elección; pero no de las
involuntarias; y todo lo que hace después de haberlo deliberadamente escogido, está claro que lo que hace
voluntariamente. Es evidente, pues que la virtud y el vicio estarán entre las cosas voluntarias.

7. Acción voluntaria e involuntaria.

Si obrar injustamente es voluntario y voluntario es lo que está de acuerdo con la volición, entonces cuando un hombre se
vuelve incontinente no seguirá obrando injustamente, sino que será más justo de lo que era antes de llegar a ser
incontinente. Pero esto es imposible. Luego es evidente que ni lo voluntario es una acción de acuerdo con el deseo, ni lo
voluntario una acción contra el deseo.

8. La elección y voluntariedad de una acción.

Pongamos una conclusión a nuestra definición de lo voluntario y de lo involuntario. Realmente, hacer algo por coacción o
sin coacción parece ser propio de los términos mencionados, ya que decimos que lo forzado es involuntario y que todo lo
involuntario es forzado, de suerte que debemos, primero; examinar qué significa el término coacción y en qué relación
está con lo voluntario y lo involuntario.

El incontinente obra con violencia al ir contra la razón. Pero parece afligirse menos, porque el apetito tiende a lo agradable
y lo sigue contento, de suerte que incontinente obra, más bien, voluntariamente y no por fuerza, porque obra sin pena. Por
otra parte, la persuasión se opone a la fuerza y a la necesidad, y el continente se dirige hacia lo que está persuadido (debe
seguir y procede, no por fuerza, sino voluntariamente; pero el apetito guía al hombre sin haber usado la persuasión, porque
participa de la razón. Se ha dicho pues, que sólo esos hombres parecen obrar por fuerza e involuntariamente, y por causa:
por una cierta semejanza a una acción forzada, de tal manera que la atribuimos a los objetos inanimados.

9. Definición de lo voluntario y de lo involuntario.

Así pues, todo lo que un hombre hace –estando en su poder no hacerlo- sin estar en la ignorancia y por su propio esfuerzo,
es necesariamente voluntario, y en esto consiste lo voluntario; pero todo lo que hace en la ignorancia y por causa de ella,
lo hace involuntariamente.

10. La elección deliberada.

La elección no existe ni en los otros animales ni en el hombre en cualquier edad ni en todas las condiciones porque no se
encuentran en de los la deliberación ni el juicio de un acto, pero nada impide a muchos tener opinión sobre lo que hacer o
no, pero tenerla por un razonamiento no les es posible a todos.

La virtud ética es por sí misma un término medio y está enteramente relaciona con los placeres y dolores, y que el vicio
consiste en exceso, y un defecto, y está relacionado con las mismas cosas que la virtud, la virtud ética será un modo de ser
que tiende a elegir el término medio a nosotros en todas aquellas cosas agradables y dolorosas. De acuerdo con las cuales
se dice que alguien tiene tal o cual carácter, según que experimente alegría o dolor (pues a nadie se le dice que tiene tal
carácter por gustarle lo dulce o lo amargo).
11. Virtud, elección y rectitud del fin.

Si un hombre, estando en su mano hacer buenas acciones y abstenerse de las vergonzosas, hace lo contrario, es evidente
que este hombre es virtuoso; de ahí se sigue necesariamente que tanto la virtud como el vicio son voluntarios, pues no hay
ninguna necesidad de hacer acciones malas. Por esto, el vicio es censurable y la virtud elogiable, pues las acciones
vergonzosas y malas, si son voluntarias, no se censuran, y las buenas, sólo se alaban si son voluntarias.

EXAMEN DE LAS VIRTUDES ÉTICAS.

1. La valentía.

Cinco clases de valor

 Valor cívico: se debe al sentimiento de vergüenzas


 Valor militar: se debe a la experiencia y al hecho de conocer los recursos que tendrá en el peligro.
 Valor debido a la inexperiencia o la ignorancia.
 Valor debido a la esperanza: la cual hace que los afortunados soporten los peligros, y también los ebrios
 Valor debido a una pasión irracional, como el amor y el arrebato.

Las cosas temibles respecto de las cuales decimos que un hombre es valiente son, hemos dicho ya, las que se manifiestan
capaces de causar un dolor destructivo, suponiendo que éste aparezca cerca y no lejos, y sea o parezca ser de una
magnitud proporcionada al ser humano. Porque hay cosas que, necesariamente, tienen que parecer temible a todo hombre
y trastornarlo, ya que nada impide que, así como el calor, el frío y algunas otras fuerzas estén por encima de nosotros y de
las disposiciones del cuerpo humano, así también lo estén algunos sufrimientos del alma.

Al valiente las cosas le aparecen en su entera verdad. Por eso, no es valiente el hombre que soporta cosas temibles por
ignorancia (por ejemplo, si alguien quiere soportar los rayos, por ignorancia), ni tampoco aquel que, conociendo la
magnitud del peligro lo hace por arrebato.

Uno debe hacer frente al peligro no por temor a ser despreciado, no por causa de la ira, ni por pensar que no va a morir, ni
por poseer los medios de protegerse, ya que no creerá, al menos en estos casos, que haya algo que temer. Pero, puesto que
toda virtud implica una elección (hemos dicho ya antes qué entendemos por esto: la virtud que se elija todo con vistas a
algo, que es el fin, y esto es bueno), es evidente que, siendo el valor una virtud, hará que el hombre soporte las cosas
temibles por algún fin, de tal manera que no es por ignorancia (ya que, más bien, hace juzgar rectamente), ni por placer,
sino porque es bueno, pues en el caso de que no sea bueno, sino insensato, no lo soportará, porque sería vergonzoso.

2. La moderación y la intemperancia.

La moderación será el término medio en relación con la categoría de objetos sensibles agradables ya mencionados, siendo
un término medio entre la intemperancia y la insensibilidad; el exceso será la intemperancia y el defecto, o bien carecerá
de nombre o vendrá designado por los términos ya mencionados.

3. La mansedumbre y la altivez.

Dado que el modo de ser altivo y servil son erróneos, es manifiesto que el intermedio es bueno, porque no se precipita ni
se retrasa, ni se irrita con quienes no debe hacerlo, ni deja de hacerlo con los que debe. De manera que, puesto que la
mansedumbre es el mejor modo de ser respecto de estos sentimientos, la mansedumbre será también un término medio, y
el hombre manso tendrá el medio entre el altivo y el servil.

4. La liberalidad.

El pródigo carece de lo necesario, el liberal de lo superfluo.

5. La magnanimidad.

El magnánimo busca el honor de los hombres buenos, no de la multitud. El honor es pequeño o grande de dos maneras:
difiere según sea otorgado por una multitud cualquiera o por lo que merecen consideración y, además difiere por el motivo
ya que un honor es grande no sólo por el número de los otorgantes y por su cualidad, sino también por el hecho de ser
honorable; en realidad, el poder y todos los otros bienes honorables, y dignos de esfuerzo son los que son verdaderamente
grandes, de suerte que no hay virtud sin grandeza; por esto se reconoce que cada virtud hace magnánimo en el dominio
correspondiente, según hemos dicho.
La persona que, siendo digna de grandes cosas, se juzga digna de ellas y es tal que se juzga a sí misma digna; ésta es digna
de elogio y es un término medio entre las otras dos. Así pues, en lo que respecta a la elección y uso del honor y de los
otros bienes honorables, la magnanimidad es la mejor disposición, y no está en relación con lo útil; y atribuimos también
esto al magnánimos; y puesto que el modo de ser intermedio es, asimismo, el más laudable, es evidente que la
magnanimidad es también un término medio.

6. La magnificencia.

Es necesario que lo conveniente esté de acuerdo con cada uno, es decir, con la persona que obra, con la que recibe, y con
la ocasión; por ejemplo, lo que conviene a la boda de un siervo no es lo mismo que lo que conviene a la boda de un ser
querido.

7. Otros modos de ser laudables o censurables.

En general, todos los otros modos de ser éticos, laudables o censurables, son un exceso o un defecto o un término medio
con respecto a la pasión.

Todos los modos de ser intermedios son laudables, pero no son virtudes, ni sus contrarios vicios, porque no implican una
elección. Pero, puesto que son naturales, contribuyen a las virtudes naturales, pues de hecho cada virtud, como se dirá más
adelante, existe de una manera natural y de otra manera, cuando se acompaña con prudencia.

LIBRO VII SOBRE LA AMISTAD. SOBRE LA AMISTAD

1. La naturaleza de la amistad

Qué es la amistad, cuáles son sus cualidades, qué es un amigo, si la amistad tiene uno o varios significados y en este caso,
cuántos significados, y, asimismo, cómo hay que tratar a un amigo y qué es lo justo en la amistad, todas estas cuestiones
exigen una investigación no menor que lo que es bello y deseable en lo referente a los caracteres.

Consideramos que el amigo es uno de los mayores bienes, y que la carencia de amistades y la soledad es lo más terrible,
porque toda la vida y el trato voluntario con los demás tienen lugar con los amigos; pasamos, en efecto, nuestros días con
nuestros familiares, parientes y amigos, o con los hijos, padres y esposa, y los actos privados de la justicia para con los
amigos dependen solamente de nosotros, mientras que las acciones justas respecto de los demás hombres están
determinadas por la ley y no dependen de nosotros.

2. Los fundamentos de la amistad

El bien, en sentido absoluto, es deseable, pero, para una persona es lo bueno para ella, y las dos cosas deben armonizarse.
Esto es lo que hace la virtud, y la ciencia política existe para producir esta armonía entre los que todavía no la tienen. Y el
ser humano está bien dispuesto para ello y en este camino (pues, por naturaleza, las cosas que son absolutamente buenas
son buenas, para él), y esto es así para el hombre más que para los ineptos; pero el camino va a través de lo agradable y,
por eso, es necesario que las cosas bellas sean agradables. Sin embargo, cuando estas cosas están en desacuerdo, es que
uno todavía no es perfectamente bueno, pues puede surgir una incontinencia, ya que la incontinencia consiste en un
desacuerdo entre el bien y lo agradable en el dominio de las pasiones.

Si la amistad en acto es una elección recíproca, acompañada de placer, del conocimiento mutuo, es evidente que, en
general, la amistad primera es la elección recíproca de seres absolutamente buenos y agradables, precisamente por ser
buenos y agradables, y la amistad es este modo de ser del cual nace la elección.

El placer de la amistad es el que dimana de la misma persona en cuanto es ella misma, pues su amigo la ama por ella
misma, no porque sea otra persona.

3. Amistad e igualdad.

En el caso se los amigos por utilidad o por placer: la amistad de los primeros se funda en la igualdad, la de los otros
en la superioridad. Por esta razón, los que piensan estar en el primer caso se duelen, si no pueden ser útiles o
beneficiosos de la misma manera, y lo mismo ocurre con el placer. Y esto es evidente entre los enamorados, ya que a
menudo es la causa de contiendas recíprocas; en efecto, el amante no ve que la proporción no es la misma para ellos
en lo que concierne al deseo.

4. Amistad y desigualdad.
El que se complace en ser admirado y amado es amigo de la superioridad, mientras que el que ama el placer de amar es
amoroso, ya que este sentimiento está en el necesariamente por el hecho de su actividad; ser amado, en efecto, es
accidental, puesto que uno puede ser amado sin saberlo, pero no amar.

5. Amistad y semejanza.

La semejanza se relaciona con el placer y también con el bien, pues éste es simple, pero el mal polimorfo. El hombre
bueno es siempre semejante a sí mismo y no cambia de carácter; el malo y el insensato no se parecen en nada por la tarde
a lo que eran por la mañana.

A veces, las gentes se alegran con las personas que no son semejante a ellas; por ejemplo, los austeros se complacen con
los joviales, y los activos con los perezosos, porque unos y otros se sitúan en el justo medio. Es por accidente, pues como
se dijo, por lo que los contrarios son amigos, y esto a causa del bien.

6. El amor a sí mismo.

Ahora bien, el hombre bueno no se reprocha a sí mismo, como el incontinente, ni el hombre de hoy hace reproches al de
ayer, como el arrepentido, ni el hombre del pasado al de mañana, como el mentiroso y, globalmente, si hay que hacer
distinciones, como los sofistas, él está relacionado consigo mismo.

La amistad de uno mismo se parece a la de los miembros de una familia, pues no está en nuestro poder romper ni una ni
otra; sino que, incluso discrepan, los parientes no dejarán de ser parientes, y el individuo permanecerá uno mientras viva.

7. Concordia, benevolencia y amistad.

La benevolencia es el principio de la amistad ética y la concordia de la amistad política.

8. Bienhechor y favorecido.

Se podría creer que esto ocurre por utilidad y provecho personal, pues el bienhechor se le debe el favor, mientras que el
favorecido debe restituir la deuda. Sin embargo, no es esto sólo, sino también una ley natural, porque la actividad es
preferible; y la relación es la misma que existe entre obra y actividad.

9. La amistad, justicia y comunidad.

Monarquía es la relación del padre con sus hijos; aristocracia, la del hombre con su mujer; la república, la de los hermanos
entre sí. Las desviaciones son: la tiranía, la oligarquía y la democracia.

La comunidad democrática se basa en la igualdad numérica, y también la amistad entre compañeros (pues se mide por la
misma norma); en cambio, la comunidad aristocrática (que es la mejor comunidad) y la monárquica se basan en la
igualdad proporcional (pues lo justo no es lo mismo para el superior y para el inferior, sino que es algo proporcional a
cada uno); tal es, igualmente, la amistad del padre y del hijo, y lo mismo ocurre en las comunidades.

10. La amistad política y cívica.

Entre las tres clases de amistad, las reclamaciones tienen lugar, sobre todo, en la amistad basada en la utilidad (porque la
virtud es irreprochable, y los amigos por placer, después de haber recibido y dado su parte, se separan; pero los amigos
por utilidad no se separan tan pronto, si se comportan también como compañeros y no sólo de una manera legal. Sin
embargo, la amistad que es legal es irreprochable. La separación legal es una cuestión de dinero (ya que con éste se mide
la igualdad), mientras que la separación ética es voluntaria.

La amistad política mira, pues, el acuerdo y a la cosa, mientras que la ética considera la intención; por ello, ésta es más
justa, es una justicia amistosa. La causa del conflicto está en que la amistad ética es más noble, pero la amistad útil más
necesaria. Los hombres empiezan como amigos éticos, o sea amigos por virtud, pero cuando se llega a chocar con algún
interés privado, resulta evidente que eran diferentes.

11. Algunos problemas particulares de la amistad.

Quizá haya servicios que deban prestarse al amigo útil, y otros al amigo bueno; por ejemplo, si alguien te da comida y lo
necesario, no estás obligado a convivir con él; tampoco el convivir con alguien te obliga a darle las cosas que has recibido,
no de él, sino del amigo útil; pero los que, obrando así, lo dan todo erróneamente al que aman, no se hacen merecedores
de nada.
12. Autarquía y amistad.

El que vive la vida mejor le es necesario, pues, tener pocos amigos, y que sean cada vez más reducidos, y no se esforzará
por tenerlos; al contrario, se preocupará poco no sólo de amigos útiles, sino también de aquellos con los cuales elegirá
convivir.

El amigo quiere ser, como dice el proverbio, “otro Heracles, otro yo. Sin embargo, existe una separación y es difícil que
surja la unidad. Pero, según la naturaleza, la semejanza es muy estrecha, y así, uno se parece a su amigo, desde el punto de
vista del cuerpo, otro desde el punto de vista del alma, y entre ellos, uno se parece según una parte, y otro, según otra. Con
todo, y pese a ello, un amigo desea existir como un yo separado. Ahora bien, percibir y conocer a un amigo debe ser, en
cierto modo, percibirse y conocerse a sí mismo.

Si se debe vivir bien y también en común incluye el actuar en común, la comunidad se centrará principalmente en las
cosas incluidas en el fin. Por esto, es conveniente estudiar juntos y deleitarse juntos no en los placeres del alimento y las
necesidades de la vida, sino que cada uno desea compartir con sus amigos el fin que él sea capaz de alcanzar, o, si esto no
es posible, se prefiera principalmente hacer el bien a los amigos y recibirlos de ellos. Es, pues, evidente que hay que
convivir, y que todos lo desean en gran manera, y que esto ocurre, sobre todo, en el hombre que es más feliz y mejor.

LIBRO VIII NOBLEZA MORAL Y VIRTUD PERFECTA.

1. Virtud y prudencia.

Si, pues, todas las virtudes son ciencias, uno podría servirse de la justicia como si fuera injusticia; cometería, pues,
injusticias, gracias a la justicia, realizando actos injustos, como uno comete errores de ignorante gracias a la ciencia.

La prudencia es ciencia y una forma de verdad, producirá los mismos efectos que aquélla; pues será posible obrar
insensatamente gracias a la prudencia y cometer los mismos errores que el insensato. (…) La prudencia es una virtud y no
una ciencia, sino otra clase de conocimiento.

2. Suerte, buena suerte y felicidad.

Se llaman afortunados los que, a pesar de ser irracionales, tienen éxito siguiendo su impulso. Y a éstos no les hace falta
deliberar, pues poseen un principio superior al entendimiento y a la deliberación (los otros tienen la razón, pero no este
principio), es decir el entusiasmo, pero no pueden deliberar. Pues, aunque irracionales, consiguen incluso la rápida
adivinación propia de las personas prudentes y sabias; sólo se les ha de negar la adivinación que procede de la razón, pero
unos se sirven de la experiencia, otros de la costumbre y de la observación, y éstos emplean lo divino; ya que l divinidad
ve bien el futuro y el presente y aquellas cosas de las que la razón se ha separado.

Las cosas absolutamente buenas no son buenas para ellos, pero sí para el noble; y para él son también bellas, ya que hacer
muchas acciones bellas a causa de las mismas. Más el hombre que cree que debe poseer las virtudes a causa de los bienes
externos hace cosas bellas accidentalmente. La nobleza es la virtud perfecta.

Acerca del placer, hemos hablado también de su naturaleza y en qué sentido es bueno; y se ha dicho que lo agradable, en
sentido general, es bellos, y que el bien, en sentido general es agradable. Pero el placer sólo tiene lugar en la acción por
esto, el hombre verdaderamente feliz vivirá también agradablemente, y los hombres no en vano exigen esto.
PROTRÉPTICO.

(2) (El amor por los bienes externos) les impide hacer alguno de los deberes que se ha propuesto. Por eso, se debe evitar la
desgracia que vemos en esos hombres y pensar que la felicidad no depende tanto de poseer muchos bienes como del
estado en que se encuentra el alma. Pues nadie diría que es dichoso el cuerpo adornado con un vestido reluciente, sino el
que tiene salud y se halla en buen estado, aun cuando no tenga ninguna de las cosas que acabamos de mencionar; y del
mismo modo, si un alma ha sido educada, a tal alma y a tal hombre habría de llamarlo feliz, no al que está
espléndidamente provisto de cosas externas, no siendo él mismo de ninguna valía.

(5) todos coincidirán en que la sabiduría surge de aprender e indagar aquellas cosas cuya posibilidad (de ser aprendidas e
indagadas) la ha otorgado la filosofía, de modo que hay que cultivar la filosofía inexcusablemente.

(8) Las cosas que sirven de base para nuestra vida, como el cuerpo y las cosas relativas al cuerpo, nos sirven a modo de
instrumentos, pero su uso es peligroso, y produce más el efecto contrario en los que los usan indebidamente. Se debe, por
tanto, aspirar al conocimiento, adquirirlo y usarlo convenientemente, pues, por medio de él tendremos en buen orden las
cosas. Debemos, entonces, cultivar la filosofía, si vamos a participar con rectitud en los asuntos públicos y llevar nuestra
vida con provecho.

(9) si Sólo la ciencia que tiene rectitud de juicio, que usa la razón y que estudia la totalidad del bien, que es la filosofía,
puede por naturaleza servirse de todas (las demás ciencias) y dirigirlas, hay que cultivar la filosofía de cualquier modo,
puesto que sólo la filosofía contiene en sí el recto juicio y una sabiduría directriz infalible.

(11) Las cosas se nacen por el arte, por la naturaleza, y por azar.

(13) Lo que es conforme a la naturaleza se genera para algo, y está constituido siempre para algo mejor o igual a lo que es
obra del arte; pues la naturaleza no imita al arte, sino éste a la naturaleza, y existe para auxiliar a la naturaleza y suplir tus
deficiencias.

En relación con las germinaciones: algunas semillas germinan sin cultivo, ciertamente, cualquiera que sea la tierra en que
caigan, mientras otras precisan además del arte agrícola; y de forma semejante ocurre entre los animales: algunos alcanzan
la plenitud de su naturaleza por sí mismos, mientras que el hombre precisa de muchas artes para su supervivencia, tanto en
su nacimiento, primero como de nuevo en su posterior crianza.

(17) Si el fin de cada cosa es siempre mejor (que la cosa misma) (pues todas las cosas que se generan, se generan para un
fin, y aquello para lo que (se generan) es mejor, e incluso lo mejor de todas las cosas), el fin conforme a la naturaleza es lo
que, en la generación, es por naturaleza lo último en realizarse cuando la generación es llevada a cumplimiento sin
interrupción, entonces, lo relativo al cuerpo alcanza primero su fin en los hombres, y después lo relativo al alma, y el fin
de lo que es mejor es, siempre, de algún modo, posterior en la generación; luego el alma es posterior al cuerpo, y la
sabiduría, la última de las facultades del alma, pues vemos que ella es por naturaleza lo último que se genera en los
hombres, y por eso, es el único de los bienes que reivindica la vejez, entonces, una cierta sabiduría es nuestro fin
conforme a la naturaleza, y ser sabios, lo último para la cual hemos nacido.

(20) Pitágoras dijo con razón que todo hombre ha sido creado por la divinidad para conocer y contemplar. Pero que lo
conocido sea el mundo o algún otro ser natural, habrá quizá que indagarlo más tarde; ahora nos es suficiente en principio
con esto: si, en efecto, la sabiduría es fin conforme a la naturaleza, lo mejor de todo será ser sabio.

(24) Las intelecciones son actos del entendimiento, es decir, son visiones de las cosas inteligibles, del mismo modo que
ver las cosas visibles es acto de la vista. Por tanto, todas las cosas deseables para el hombre lo son en función de la
intelección y del entendimiento, si es que, efectivamente, las demás cosas son deseables en función del alma, el
entendimiento es la mejor de las partes del alma, y están las demás cosas constituidas en vista de lo mejor.

(27) los pensamientos que son deseables por la sola y pura contemplación, son superiores y de más valor que los
empleados para otras cosas. Las contemplaciones son valiosas por sí mismas y además es deseable en ellas la sabiduría
propia del entendimiento, mientras que las dependientes de la sensatez son deseables por las acciones (que de ellas se
derivan), de modo que lo bueno y valioso se halla en las contemplaciones dependientes de la sabiduría, no ciertamente en
unas contemplaciones cualquiera. (en efecto no toda comprensión es valiosa sin más, sino que sólo la comprensión del que
es sabio gobernando y la que tiene el principio del universo podría considerarse con propiedad próxima a la sabiduría.

(29) Pues lo que nos diferencia del resto de los animales, brilla sólo en esa clase de vida, en la que no hay nada casual y
que no tenga gran valor. Hay en ellos, ciertamente, algunas pequeñas chispas de razón y de conocimiento, pero éstas son
del todo carentes de sabiduría contemplativa, (de la que sólo participan los dioses), del mismo modo que el hombre queda
inmediatamente detrás de muchos animales en lo que toca a precisión y fuerza de sensaciones e impulsos.

(41) se puede observar lo mismo de forma aún más reconocible en lo siguiente: tener sabiduría y conocimiento es
deseable en sí mismo para los hombres –pues no es posible vivir como hombres sin ambas cosas-, y es útil para la vida,
pues nada bueno nos ocurre que no se realice tras haberlo razonado y producido según su sabiduría. Y ciertamente, ya
consista el vivir feliz en tener gozo, en poseer virtud o en la sabiduría, hay que cultivar la filosofía en todos estos
supuestos, pues éstos supuestos nos ocurren en mayor o menor medida y de forma clara a través del cultivo de la filosofía.

(43ª) Si nos fuera permitido, cuando nos marchemos de esta vida, llevar una vida inmortal en las islas de los
bienaventurados tal como nos cuentan las leyendas ¿qué necesidad tendríamos de elocuencias –si no habría juicios- o
incluso de las virtudes mismas? En efecto, no necesitaríamos de fortaleza, al no estar expuestos al trabajo o al peligro; ni
la justicia, pues no habría nada ajeno que no pudiera apetecerse; ni templanza que dominara deseos que no existirían. Ni
siquiera necesitaríamos prudencia, al no estar expuestos a la elección entre bienes y males. Por tanto, seríamos
bienaventurados con una sola cosa: el conocimiento de la naturaleza y la ciencia en virtud de la cual (sabemos que) sólo
ha de ser alabada la vida de los dioses. De lo cual puede deducirse que las demás cosas están sujetas a la necesidad, y sólo
ésta a la voluntad. Así, pues, el gran orador cuando propagaba la filosofía – repitiendo la que había recibido de los
filósofos y exponiéndola de forma brillante y atractiva-, dijo, que sólo en esta vida, que vemos llena de miserias y errores,
son necesarias las cuatro virtudes sin excepción.

Pues igual que viajamos a Olimpia por el espectáculo mismo, aun cuando no más vaya a haber fuera de él –pues su misma
contemplación es mejor que numerosas riquezas-, y no contemplamos las Dionisias para conseguir algo de los actores,
sino que incluso pagamos, y preferiríamos muchos otros espectáculos en lugar de numerosas riquezas, así también hay
que estimar más la contemplación del universo que todas las cosas tenidas por útiles. Y es que, desde luego, no es correcto
viajar con mucho esfuerzo para ver unos hombres imitando a mujeres y esclavos, y a otros luchando y corriendo, y luego
no creer que se debe contemplar la naturaleza y la verdad de las cosas sin compensación.

(45) Así, pues, avanzando a partir del propósito de la naturaleza, hemos exhortado a tener sabiduría, puesto que es algo
bueno y valioso por sí mismo, aun cuando nada útil resulte de ella para la vida humana. (Jámblico con remanente
aristotélico)

(46) que la sabiduría teorética proporciona también a nuestra vida humana los mayores beneficios, se descubrirá
fácilmente atendiendo a las artes. En efecto, igual que todos los médicos competentes y la mayoría de los maestros de
gimnasia convienen en que es preciso para los que van a ser buenos médicos y maestros de gimnasia que sean expertos en
los tocante a la naturaleza, así también se precisa que los buenos legisladores sean expertos en naturaleza y mucho más
que aquellos.

Pues así como en las otras artes productivas, se descubren atendiendo a la naturaleza los mejores instrumentos; por
ejemplo, en el (arte) de la construcción, la plomada, la regla y el compás –pues algunos fueron descubiertos a partir del
agua, y otros a partir de la luz y de los rayos del sol-, en función de los cuales comprobamos lo que juzgamos como
suficientemente recto y liso según nuestra percepción, de igual modo, es preciso que el político tenga unas pautas
procedentes de la naturaleza misma y de la realidad, en función de las cuales juzgue como algo justo, como bueno o como
provechoso. (47)

(56) El hecho de que todo el mundo guste de detenerse en ella y quiera consagrarle su tiempo abandonando las demás
cosas, no es poca prueba de que su cultivo comporta placer; pues a nadie le gusta trabajar penosamente durante mucho
tiempo. A esto hay que añadir que su ejercicio difiere en grado sumo de todos los demás, pues no se precisa para su
práctica ni de instrumentos ni de lugares, sino donde quiera que en el mundo habitado alguien proponga un pensamiento,
podrá captar la verdad como si ésta estuviera presente por igual en cualquier lugar.

(76) si vivir es deseable gracias a la sensación, y la sensación es una especie de conocimiento, y además deseamos vivir
porque el alma es capaz de adquirir conocimiento a través de ella, y antes decíamos que de dos cosas siempre es preferible
aquella de la que se sigue en mayor medida el mismo resultado, entonces es forzoso que la vista sea el más deseable y el
más valioso de los sentidos; pero aún más deseable que ésta y que todos los demás sentidos e incluso que la vida misma es
la sabiduría, pues tiene más autoridad sobre la verdad; por consiguiente, todos los hombres aspiran ante todo a poseer
sabiduría.

(84) hacer uso de cualquier cosa es, pues, lo siguiente: cuando, habiendo la capacidad (de hacer) una sola cosa, se realiza
esta misma cosa, y cuando, siendo mayor su número, se realiza la mejor de ellas; como sucede, por ejemplo, con las
flautas. En efecto, o (se usa) de un único modo cuando la flauta se toca, o se usa del modo mejor, y esto es así también
respecto de las demás cosas. Por consiguiente, se ha de afirmar que hace mejor uso el que usa algo correctamente, pues el
uso de algo para aquello por lo que naturalmente está constituido es propio del que hace un uso bello y exacto.

(85) Pensar y razonar es, entonces, o la función única o la mejor del alma. Es ahora, pues, una conclusión simple y fácil de
deducir para cualquiera que el que piensa correctamente vive mejor, y que el que mejor vive de todos es el que alcana la
verdad en mayor grado, y éste es el que sabe y contempla según la ciencia más exacta; y además, en este caso, y a estos
últimos hay que atribuir la vida perfecta, es decir, a los que saben, a los sabios.

La actividad perfecta y sin trabas conlleva en sí misma tener gozo, de modo que la actividad contemplativa será la más
placentera.

(104) Uno puede conocer también lo mismo a partir de las siguientes consideraciones, sin contempla la vida humana bajo
una clarificadora luz. Descubrirá que todas aquellas cosas que les parecen grandes a los hombres son mera apariencia; de
ahí que se diga con justicia que el hombre no es nada y que ninguna de las cosas humanas es permanente. Y es que,
ciertamente, la fuerza, la envergadura y la belleza son ridículas y de ningún valor, pues parece que son tales sólo porque
no vemos nada con exactitud.

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