4 - Spiritus Domini y Comentario

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Carta apostólica “Spiritus Domini” en forma de “Motu Proprio

“sobre la modificación del canon 230 § 1 del Código de Derecho Canónico acerca del acceso de las
mujeres al ministerio instituido del lectorado y acolitado / Lunes 11.01.2021
El Espíritu del Señor Jesús, fuente perenne de la vida y misión de la Iglesia, distribuye a los miembros
del Pueblo de Dios los dones que permiten a cada uno, de manera diferente, contribuir a la edificación
de la Iglesia y al anuncio del Evangelio. Estos carismas, llamados ministerios por ser reconocidos
públicamente e instituidos por la Iglesia, se ponen a disposición de la comunidad y su misión de forma
estable.
En algunos casos esta contribución ministerial tiene su origen en un sacramento específico, el Orden
Sagrado. Otras tareas, a lo largo de la historia, han sido instituidas en la Iglesia y confiadas a través de
un rito litúrgico no sacramental a los fieles, en virtud de una forma peculiar de ejercicio del sacerdocio
bautismal, y en ayuda del ministerio específico de los obispos, sacerdotes y diáconos.
Siguiendo una venerable tradición, la recepción de los "ministerios laicales", que san Pablo VI reguló en
el Motu Proprio Ministeria quaedam (17 de agosto de 1972), precedía como preparación a la recepción
del Sacramento del Orden, aunque tales ministerios se conferían a otros fieles idóneos de sexo masculino.
Algunas asambleas del Sínodo de los Obispos han evidenciado la necesidad de profundizar
doctrinalmente en el tema, para que responda a la naturaleza de dichos carismas y a las necesidades de
los tiempos, y ofrezca un apoyo oportuno al papel de la evangelización que atañe a la comunidad eclesial.
Aceptando estas recomendaciones, se ha llegado en los últimos años a una elaboración doctrinal que ha
puesto de relieve cómo determinados ministerios instituidos por la Iglesia tengan como fundamento la
condición común de ser bautizados y el sacerdocio real recibido en el sacramento del Bautismo; éstos
son esencialmente distintos del ministerio ordenado recibido en el sacramento del Orden. En efecto, una
práctica consolidada en la Iglesia latina ha confirmado también que estos ministerios laicos, al estar
basados en el sacramento del Bautismo, pueden ser confiados a todos los fieles idóneos, sean de sexo
masculino o femenino, según lo que ya está previsto implícitamente en el canon 230 § 2.
En consecuencia, después de haber escuchado el parecer de los Dicasterios competentes, he decidido
proceder a la modificación del canon 230 § 1 del Código de Derecho Canónico. Por lo tanto, decreto que
el canón 230 § 1 del Código de Derecho Canónico tenga en el futuro la siguiente redacción:
"Los laicos que tengan la edad y condiciones determinadas por decreto de la Conferencia Episcopal,
pueden ser llamados para el ministerio estable de lector y acólito, mediante el rito litúrgico prescrito;
sin embargo, la colación de esos ministerios no les da derecho a ser sustentados o remunerados por la
Iglesia".
Dispongo también la modificación de los otros elementos, con fuerza de ley, que se refieren a este canon.
Lo deliberado por esta Carta Apostólica en forma de Motu Proprio, ordeno que tenga vigencia firme y
estable, no obstante cualquier cosa contraria, aunque sea digna de mención especial, y que se promulgue
mediante su publicación en L'Osservatore Romano, entrando en vigor el mismo día, y luego se publique
en el comentario oficial de las Acta Apostolicae Sedis.
Dado en Roma, en San Pedro, el 10 de enero del año 2021, fiesta del Bautismo del Señor, octavo de mi
pontificado. Francisco
COMENTARIO
He tenido la tentación de titular este artículo “La carta del Spiritus Domini”. Sí, como si la
hubiera escrito el propio Espíritu, pero no he querido crear confusión ni que nadie piense
que manipulo un documento vaticano, aunque solo sea con el título. Confieso que me he
quedado con las ganas porque es tan evidente que el Espíritu del Señor está tras el documento
y la carta que no sé cómo me he contenido.
Han pasado ya unos días desde que se hiciera público este documento, ‘Spiritus Domini’,
fechado, como para que no quedara duda de dónde viene y hacia dónde va, en la fiesta del
bautismo del Señor, y que pone en valor -que no es que lo necesite, pero es una forma de
hablar- el sacramento del bautismo, porque nos muestra y nos guía hacia una muy amplia
diversificación del sacerdocio común. Esto, al parecer, ha pasado muy desapercibido, y eso
que como símbolo es tremendo.

- Servir al altar
Desde ahora, tanto el ministerio del lectorado como el del acolitado lo podrán desempeñar
por igual varones y mujeres. El del lectorado está más acotado en sus funciones que el del
acolitado que no es ni de lejos “servir al sacerdote en el altar” sino, entre otras funciones
“servir al altar” en las celebraciones, que es algo muy distinto.
Si importante es el documento, no menos lo es la carta que lo acompaña y que está dirigida
al cardenal Ladaria, en la que se lee: “En el horizonte de renovación trazado por el Concilio
Vaticano II, se siente cada vez más la urgencia de redescubrir la corresponsabilidad de todos
los bautizados en la Iglesia, y de manera especial la misión de los laicos”. Es decir, las razones
teológicas que han llevado a Francisco a dar este paso, están recogidas ya en los documentos
del Vaticano II.

- Estabilidad temporal
La importancia del paso dado por Francisco está en que, desde ahora, estos ministerios
tendrán carácter estable para varones y mujeres. Porque no podemos olvidar que, aunque no
se ha hecho visible mayoritariamente, los varones laicos podían ser lectores y acólitos desde
1972 -gracias al motu proprio ‘Ministeria quaedam’, de Pablo VI- de manera estable en el
tiempo, pero las mujeres solo podían serlo en tanto que al párroco le pareciera bien. Esto era
una sustancial diferencia y, no olvidemos que la estabilidad en el tiempo significa que estos
ministerios se reciben para siempre, con reconocimiento público y mandato del obispo.
Además, y esto también hay que tenerlo en cuenta, la recepción de unos ministerios estables
en el tiempo, quiere decir que se estará al servicio de la Iglesia y dispuestos a ir donde la
Iglesia envíe a ejercerlos. El hecho de recibir estos ministerios en un acto litúrgico, reafirma
su carácter sagrado y que no se reciben para uno mismo, sino para la Iglesia.
He escuchado comentarios insistiendo que este documento ayuda a afianzar la idea de
igualdad entre varones y mujeres. No creo que sea esta la mejor clave de lectura ya que
olvidaríamos, una vez más, que lo que nos iguala en la Iglesia es el bautismo y el documento
y la carta señalan, con fuerza y rigor -recordemos que hasta en la fecha- que la teología del
bautismo es la que está en la base de estos ministerios. Sí es verdad que estos ministerios
deberán reforzar la colegialidad entre varones y mujeres, porque no podemos seguir creyendo
que dicha colegialidad es algo que solo debe y puede darse entre los obispos y entre ellos y
el papa, sino que es algo que todos debemos vivir en la Iglesia y, más ahora, que iniciamos el
camino sinodal.
- Un salto más
Hasta ahora, los ministerios de lector y acólito les eran conferidos a los seminaristas dentro
de su camino hacia el sacerdocio, y Francisco lo que ha hecho ha sido separar de alguna
manera estos ministerios para que, desde ahora, ya no se vean exclusivamente ligados al
sacramento del orden. Sí, los seminaristas seguirán recibiéndolos en su camino sacerdotal
como hasta ahora, pero los laicos también los recibirán de forma estable como ministerios
que tienen su origen en el bautismo.
Sin embargo, la carta va mucho más allá de lo que en principio puede parecer. Dice casi al
final: “Corresponderá a las Conferencias Episcopales establecer criterios adecuados para el
discernimiento y la preparación de los candidatos a los ministerios del Lectorado o del
Acolitado, o a otros ministerios que consideren instituir, según lo dispuesto en el Motu
Proprio ‘Ministeria Quaedam’, con la aprobación previa de la Santa Sede y de acuerdo con las
necesidades de la evangelización en su territorio”. Lo señalado en negrita significa que,
siempre teniendo en cuenta las necesidades de la Iglesia, los ministerios instituidos, también
llamados ministerios laicales, no se agotan en el lectorado y el acolitado.

- El liderazgo comunitario
Los documentos de cualquier pontificado, si bien tienen valor por sí mismos, en realidad
alcanzan toda su profundidad cuando se leen y estudian a la luz unos de otros, es decir,
cuando se ven en conjunto. En ‘Amoris laetitia’ quedó claro que lo de siempre para todos y
siempre igual para todos, se había terminado en la Iglesia y que por ello no se rompía ni la
unidad ni la comunión. Pues bien, este motu proprio bebe del documento final del Sínodo
para la Amazonía, donde se recogía, por ejemplo, el “ministerio de las mujeres líderes de
la comunidad”. Puede que no todas las Iglesias necesiten ese ministerio, pero puede que
algunas sí y todas esas posibilidades quedan ahora abiertas y habrá que valorarlas en las
Iglesias particulares, es decir, en las diócesis, porque no todas tendrán las mismas
necesidades. Seguirá habiendo unidad, pero no uniformidad.
Las posibilidades y retos que se han abierto con este documento son variadas y apasionantes,
si bien es verdad que a las mujeres que llevan años haciendo realidad estos ministerios en la
comunidad, un documento más o menos, no les va a cambiar su sentido de servicio para la
Iglesia. Eso sí, las conferencias episcopales tendrán que crear los criterios de idoneidad, de
preparación y formación permanente… de quienes vayan a ser instituidos lectores y acólitos.
Luego, cada obispo en su diócesis tendrá que discernir -lo que también manifestará su
sensibilidad- si en su diócesis son necesarios estos ministerios, si los considera oportunos o,
simplemente, si los quiere. Por otra parte, para los laicos, también hay cuestiones a tener en
cuenta, porque se estará al servicio de la Iglesia y de la diócesis, no de “mi parroquia”, por
lo que habrá que aceptar el envío del obispo donde haga falta su ministerio.

- Un desarrollo abierto
¿Cuestiones abiertas? Muchas y más que surgirán con la vivencia de estos ministerios tanto
para los ministros como para la propia Iglesia. ¿Qué pasará si uno de estos ministros debe
desplazarse a vivir a otra diócesis? ¿Habrá que prever algo parecido a una incardinación ya
que se estará al servicio de la Iglesia? ¿Será necesario el consentimiento del marido o de la
esposa para poder acceder a estos ministerios? No olvidemos que, en el caso de los diáconos
permanentes es necesario el consentimiento de la esposa. Esto puede abrir un interesante
tema de estudio, porque, tanto los ministerios laicales como el diaconado permanente,
aunque los ejerce una sola persona, afectan a la familia, ¿podríamos valorar la posibilidad
de ministerios familiares? Si existen familias misioneras habrá que considerarlo. Y una
cuestión que, aunque parezca superficial, puede tener su importancia a la hora de visibilizar
a las mujeres en las variadas funciones litúrgicas a las que les da acceso el acolitado. Hasta
ahora, los hombres que ejercían algunas funciones de acólitos en las celebraciones litúrgicas,
llevaban albas en esos momentos, entonces ¿se les permitirá a las mujeres que ejerzan las
funciones de acólitas llevar alba? Sería difícil, con el motu proprio en la mano, alegar que
crearía confusión…
De momento Francisco ha dado un paso impensable hace unos meses. Ya hay bastante para
pensar y, como dice Mateo en su evangelio, a cada día le basta su afán (6,34). ¡Menos mal que
el Espíritu nos ha dejado una carta!

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