Fragmento Del Libro Prontos, Listos, Ya

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Veo un poste que pasa y se va hasta que veo

otro poste que pasa y Se va pero nunca se va del


todo, porque en la ida queda la estela. La estela es
el poste en movimiento, el poste corrido, barrido,
continuado en una linea de postes fantasmas que
se paran entre poste y poste verdadero. El verda-
dero se continúa
varios fantasmas hasta que
en

otro verdadero anuncia que hay algo real, des-


pués de todo. La hora es la del alba. A veces en
lo alto de un poste hay un nido de hornero. Es la
interrupción de la cadena que se arma en la se-
cuencia de postes. Entre uno y otro (entre poste
y poste) hay cables: electricidad. Cables negros
que se tensan en lo alto y que dibujan una par-
titura de líneas que suben y bajan, como en una
pantalla de monitor electrocardiográfico.

veo un poste que pasa y se va hasta que veo|


otro poste que pasa y se va mientras en el cie-
lo, que hasta recién era oscuro y era limpido, se
abren unas grietas que lo resquebrajan como un
pollo resquebraja la cáscara de un huevo cuando

Inés Bortagaray
de ahí; es el sol oculto por
para
salir
los ine
maduro
está
por
las nubes que
se está
escapando
ersti-
que se han
cios, unas pequenas
junturas
sgado
el sol se cuela y los ravos se

v entonces ahora x-
tienden en haces de luz anaranjada que llega hacsta
de sudor que les saltan
mis ojos como las gotas a
los personajes de caricatura cuando estan sudoro
sos o pasan por un momento de gran nerVIOSismo

o como el enojo divino del entrecejo profunda


0,
mente pronunciado de Dios, que es el padre de Je-
sucristo, aunque a fin de cuentas padre e hijo son
la misma gran persona, que es Jesucristo Nuestro
Señor, que Desde Allí Ha de Venir a Juzgar a Los
Vivos y a Los Muertos. Jesucristo.
Jesucristo. Je
sucristo, yo estoy aqui, digo en secreto.Cuánta
Violencia para amanecer,
pienso, y vuelvo a las
lineas negras que suben
y bajan y siguen, en un
recorrido siempre igual, pero con
trampas.
Veo entonces la
nucade mi padre. Mi
el que
conduce el auto. El padre,
blanco baja con pelo prematuramen
ondas hasta el cuello. La cabeZa
está apenas
ladeada hacia la
natural derecha, en un gest
que yo repito. El asiento
padre es
erguido.
es erguido.
dado. Yo le Maneja rápido, pero con
tranco el botón
Si, Csta a salvo. Yo de la puerta. Ahora
caerá a la
An no
también, porque mi paare
carretera, Yy yo seguiré
,
seguiré tenic
teniendo padre

Prontos, listos, ya
norque él no caera. Miro el perfil la
y nuca de mi
madre, que mira a mi
padre mientras le alcanza
con cuidado un mate. Lo mira de
reojo y vuelve a
mirar al
trente, con un
gesto vago de desaliento.
En la radio se escucha el
noticiero. El locutor me
asusta. Habla de cosas como si
las cosas fueran
lasúltimas, como anunciando un estado
nente de alarma, como perma-
de queda
quien dice hoy hay
toque
porque viene un terremoto, o
no
salgan de sus casas porque se avecina loalarma,
El nervio de su voz me
peor.
estremece. Pero no dice
toque de queda ni habla de nosotros. Dice minis-
tro, declaraciones
mientras intento
y punitiva. Pienso
punitiva en
encontrar acomodo en el
to, que es chico asien-
para nosotros cuatro.
cuatro somos Nosotros
hermanos. Ahora voy en la venta-
nilla. Es una suerte. No sucede con
porque soy hermana trecuencia,
del medio, la tercera
de mi hermana y mi
después
medio nunca van en
hermano, y las hermanas del
largo y mis
ventanillas.Pero el viaje es
padres resolvieron sortear los
para que lugares
gritáramos
no
y no los
molestáramos,
porque es peligroso. Nadie
mos, verdad?, quiere que choque-
la boca.
entonces tranquilícense y cállense
Entonces yo estoy en la
a no ilusionarme, porque dentro deventanilla, pero
lometros iré doscientos ki-
a
parar al medio, que es mi
donde nunca debí haber salido.
lugar, de

Inés Bortagaray
9
Elegí ir detrás de papa, a la
to. Creo que
izquierda
puedo protegerlo si me dela el asien-
espaldas. Cuido que esté atento, le siento a sus
ta y rezo en su nuca
para no
trancola puer
Ocar, porque na-
die quiere que
choquemos, y yo tampoco. A m:
lado viaja mi hermano, que tiene olor. mi
No quiso
bañarse antes de salir, y ahora lo huelo. No mee
molesta. Huele a sábanas. No me molestan |las sá-
banas. Las pantorrillas flacas se le tuercen
hacia
la derecha. Está inclinado, durmiendo de
costado,
apoyando la cabeza sobre una campera arrugada
que le sirve de almohada. Mi hermana menor va
sentada al lado, y también duerme.
Apoya la ca-
beza en la falda de la mayor y abre
apenas la boca.
Respira suavemente, pero yo escucho cómo el aire
sale sin apuro por los labios
entreabiertos que no
veo. No llego a ver tan
lejos, pero sé cómo abre
la boca cuando duerme
porque dormimos en un
mismo cuarto
y muchas veces la vi dormir. El pelo
se le despeina
más que a todo el mundo cuando
ella duerme. Y los
párpados le caen con peso y el
sueño se vuelve
largo y pesado. Y mientras duer
me todos decimos, gravemente, está durmiendo,
como Si ese
tiempo suyo fuera una constatacio
ya oficial en la familia. Mi hermana mayor es la
otra
privilegiada que tiene ventanilla, pero ella no
mira postes,
porque también duerme, inclinada
sobre el vidrio,
sacudiéndose en un
movimiento
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Prontos, listos, ya
constante, en un golpeteo suave y persistente que

la arrulla, creo, y que me arrulla, sé.

Uno, dos, tres, cuatro, catorce postes. Quince,


veinte, treinta y seis, Cincuenta y cinco postes. Los
postes se mueven y yo estoy quieta. Avanzan ha-
cia atrás, a lo que dejo. Aunque mi padre deja-
ra de conducir, se negara a conducir, frenara de
repente, estos postes y estas lineas seguirían con
el viaje. Ya no vamos a la playa. Ya ni siquiera
queremos ir a la playa. Esto es una cinta sin fin
y nuestro auto está obligado a quedarse detenido
mientras todo lo que hay a los costados se desli-
za sin cesar y sin cansarse. Es una condena quee
están cumpliendo de un lado y del otro lado. Eso
de seguir avanzando es una condena. Saber que
todo sigue avanzando es la condena. A veces pien-
so en el día después de muerta y en el aviso de la
margarina que se unta en pliegues perfectos sobre
la tostada perfecta y ese aire de mañana feliz del
desayuno familiar con sol y ventana y cortina y
diario y tostada y humo que sale del café y las
uñas de todos bien cortadas y limpitas y todo se-
guirá funcionando igual que antes, y cuando la
madre muerde la tostada al tiempo que sonrie y
mira con ojos de qué placer esta margarina, por
D1Os, yo me puedo morir acá mnismo (eso es lo
que ella dice en los pensamientos, en el colmo del

Inés Bortagaray 11
entusiasmo, no es 1o que yo aigo, aunque iuste
sto
esté hablando de mi muerte eventual), no imDor
tará que me haya muerto, que ninguno de noso-
tros haya muerto, porque igual se escribirá en la
pantalla la palabra candor con letras dibujadas
con margarina y la gente en la calle igual atrave-
sará la puerta giratoria del banco e igual entre los
premios que se ofrecen a la vista de todos en la
kermés anual de la escuela habrá una lata de arve-
jas, un juego de cucharas con
mango de plástico,
un abanico con hermosísimos motivos chinos, un
reloj que puede despertador o puede
ser
un
ser cucú,
portarretratos con una pareja de
caminando en la orilla del
enamorados
mar mientras atardece
tulgurantemente, duraznos
mismo
en almíbar. Yo ahora
puedo seguir porque no me
otros
hayan muerto. No, no importa que
El soy yo la
condenado es el
muerto,
condenada.
que estar muerto que además de tener
no
tamente puede ni esperar
aire cier
todo lo que estupetacto que congele por un
la sigue
alrededor, el
un instante
aguja
que da la paso del
dio, la hora, la risa del apurado,
expresión de locutor de ra-
untado con candor. la familia durante el
importa que otros Veo los postes desayuno
es porque no ne
bueno para otros hayan muerto. Lo
do quejar y la es
bueno para mí. mismo que
margarina
despabilate. Yo me candor me
No me pue
está
despabilo, pero diciendo
12
no
demasiad0,
Prontos, listos, ya
porque cuando quiero
acordar los ojos se cierran,
me ducrmo.
ya no hay postes, y

Sueno que viajanmos todos en un auto. Yo sigo


en la ventanilla, pero ahora la que viaja a mi lado
es la mayor. Mi padre conduce y mi madre es copi-
lota. El auto empieza a enlentecer la marcha. Esta-
mos rodeados de autos que han debido enlentecer
la marcha: esto es un atolladero, nadie avanza, na-
die retrocede, el movimiento es imposible, nada es
tan imposible como el movimiento. A unos me-

tros, adelante, está la causa. Es un árbol caído en

medio de la calle. No es un árbol muy grande. Tie-


ne copa frondosa y tronco delgado y atraviesa la
calle. Más tarde veo que ese bulto esmirriado que
yace a unos metros es un hombre. No sé por qué
pero estoy convencida de que ese árbol se ha caí-
do encima del hombre, y no lo aplastó. El hombre
está a un costado. Hay también un señor activo
que está agachado intentando reanimar al quieto.
El quieto para mí está muerto, o por lo menos
nerte. El que reanima le hace respiración boca a
boca y le da cachetadas. Entonces el muerto se
mueve y, aunque estamos lejos con mi hermana y
hay una ventanilla de auto de por medio, yo veo
10S primeros signos (casi imperceptibles) de resu-
rección. Un ligero tic le mueve un pómulo y des-
Pues tuerce la boca en un rictus de persona que se

Inés Bortagaray
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