Los - Campos - de - Urnas - en - La - Meseta-1 Martin Almagro
Los - Campos - de - Urnas - en - La - Meseta-1 Martin Almagro
Los - Campos - de - Urnas - en - La - Meseta-1 Martin Almagro
Martín Almagro-Gorbea
Dentro de la interesante temática de este «Colo- mos por CU., dada la estrecha relación que esta ter-
quio sobre El Bronce Final y la Edad del Hierro en minología tiene con otros términos utilizados en nues-
la Meseta Norte» se ha dedicado una ponencia a los tra Prehistoria, muchas veces de forma análoga o pa-
«Campos de Urnas». ralela, lo que ha creado un cierto confusionismo ter-
Quiero ante todo agradecer, como un honor pa- minológico que indudablemente refleja cierta confu-
ra mí, el ofrecimiento de hacerme cargo de la misma, sión en los conceptos mismos.
así como la oportunidad que supone de estar en con- El tradicional empleo, en la Prehistoria de la Pe-
tacto con tantos colegas y amigos en el noble marco nínsula Ibérica, de términos como «indoeuropeos»,
de esta prestigiosa Universidad de Salamanca1. «celtas», «hallstáttico», «posthallstáttico» etc., resul-
Por otra parte, al interés personal que desde ha- ta inadecuado por su ambigüedad y falso sinonismo2
ce tiempo he sentido por esta problemática, por ser y no suele ajustarse a los conceptos actualmente admi-
a mi juicio uno de los temas cruciales para la correcta tidos en la Prehistoria Europea3. Por tanto, deben en
comprensión de los últimos periodos de nuestra Pre- principio rechazarse, lo mismo que otras terminologías
historia, se añade su indudable y renovada actualidad aún más indefinidas, como «extrapirenaico» o «centro-
gracias a los recientes estudios realizados durante es- europeo» referidas a los mismos fenómenos histórico-
tos últimos años en la Meseta. culturales y que evidencian la misma o mayor impre-
Pero al mismo tiempo quiero expresar las dificul- cisión terminológica y conceptual. La denominación
tades y vacilaciones personales surgidas a la hora de que actualmente tiende a ser más difundida es la de
tratar el tema. Tal vez por falta de suficientes elemen- «campos de urnas» pues parece la más ajustada a los da-
tos de juicio, tal vez en parte debido a la interpreta- tos culturales bien constatados en el Sur de Francia 4
ción de los nuevos hallazgos, al profundizar en el te-
ma de esta ponencia para obtener y dar una visión del
estado actual de la cuestión, las conclusiones positi- 2
DECHELETTE 1912; AGUILERA 1916; BOCH GIMPERA 1921;
vas obtenidas no quedan, en cierto sentido, a la altu- id. 1922; id. 1922a; DECHELETTE 1927. pp. 170-180; BOSCH GIM-
PERA 1932; id. 1939; id. 1941; id. 1945; MALUQÜER, 1946;
ra de las expectativas. Pero creo que, dado el carácter MARTÍNEZ-SANTA OLALLA 1946; BOSCH GIMPERA 1951-53; ALMA-
práctico de este coloquio, el estado de la cuestión re- GRO 1952; PALOL 1958; MALUQUER 1958; ALMAGRO 1958; BEL-
sultante sí puede ser útil como tema de discusión y TRÁN 1960: SAVORY 1968; BOSCH GIMPERA 1974; PALOL 1974;
BOSCH GIMPERA 1975; BELTRÁN 1978; F. ROMERO, 1984a; G.
servir de aliciente para futuros trabajos. Ruiz ZAPATERO, 1984, etc.
Hablar de los C U . en la Península Ibérica exige 3
MOHEN 1980, pp. 10-12; Ruiz ZAPATERO, 1983.
una aclaración previa. Esto es, precisar que entende- 4
Sobre los C U . del Sur de Francia, cuyo estudio previo era
imprescindible para conocer este fenómeno en la Península Ibérica
dada su lógica y estrecha relación, puede verse KlMMING 1954;
1
Conste mi agradecimiento personal al Prof. F. Jordá, Deca- LOUIS y O. y J. TAFFANEL 1955, 60; SANDARS 1957; SCHULE 1969;
no de la Facultad de Geografía e Historia, y a la Universidad de GuiLAINE 1972; SCHAUER 1975; Colloque XXV del IX Congr. Int
Salamanca por su invitación para asistir al Coloquio y por su hospi- UISPP Niza 1976 (pretirada); PERONI y otros 1976, GuiLAINE
talidad durante el mismo. 1972; id. 1976 p. 443 s.
32 Martín Almagro-Gorbea
y en el N E de la Península Ibérica, donde se extiende relaciones concretas o su filiación directa con la Cul-
el mismo fenómeno cultural. Pero es muy importante tura de los C U .
que esta terminología se limite a su sentido cultural Esta cuestión ya es particularmente aplicable al
y geográfico estricto y no se considere, como ya ha Valle del Ebro. Los recientes estudios 7 especialmen-
comenzado a ocurrir, sinónima de la hasta ahora ge- te la síntesis de Ruiz Zapatero 8 confirman en dicha
neralmente deficiente o en todo caso confusa utiliza- región la expansión de elementos culturales proceden-
ción de las otras terminologías, es decir, siempre que tes de los C U . del N E de la Península Ibérica. Sin
se use en el sentido concreto y propio de su significa- embargo, conviene tener en cuenta que los grupos de-
do que recientemente va quedando cronológica, geo- rivados, tanto en el Ebro Medio como especialmente
gráfica y culturalmente bien determinado 5 . en el Alto, carecen de las cerámicas y metales de tipo-
En consecuencia, al abordar la problemática de logía propia de los verdaderos C U . , y tal vez a causa
esta ponencia, es preciso recordar que por C U . sólo de su baja cronología, ni siquiera se conoce por ahora
se debe entender aquellos fenómenos cuya pertenen- una sola necrópolis auténtica de campos de urnas, pues
cia a dicha cultura está demostrada explícitamente, re- las de La Torraza (Valtierra) 9 y La Atalaya (Cortés) 10
chazando la utilización de esta terminología para otras ofrecen materiales que por su tipología y cronología
circunstancias entre las que se deben incluir todos los no permiten su inclusión en la cultura de los C U . con-
«influjos» o «formas» consideradas más o menos im- vencionales. Incluso se ha señalado, por el contrario,
precisamente «relacionadas» con los « C U . » Si acep- la existencia de inhumaciones en fosas 11 que junto a
tamos esta necesaria aclaración, al reducir también en las icineraciones en monumentos tumulares en las zo-
la Meseta el uso de C U . a su sentido estricto y co- nas pirenaicas 1 2 nada tienen que ver con los C U . en
rrecto, el tema de esta ponencia resulta enormemente sentido estricto. Por ello el Medio y Alto Valle del
limitado. Ebro, así como el área Pirenaica, más parecen reflejar
E n efecto, según los conocimientos actuales, la un fenómeno cultural paralelo al que ciertamente ofre-
expansión de los C U . en la Península Ibérica, eviden- ce la Aquitania, donde el substrato local del BF asi-
ciada por cerámicas, escasos bronces y en especial por mila elementos originarios de los C U . y del mundo
el característico rito de incineración en urna, sólo se hallstáttico, dando lugar al desarrollo de una cultura
extiende por todo el N E . de la Península Ibérica, cen- de carácter periférico con marcada personalidad pro-
trándose en Cataluña, el Valle del Ebro Oriental, apro- pia 1 3 .
ximadamente al Este de la Sierra de Alcubierre y del Aún aceptando la evidente relación de filiación
río Martín y, tal vez, el norte de la Región Valencia- cultural con los auténticos C U . de la Península Ibéri-
na. Por ello el término utilizado de "CU. del NE de ca, el peso del propio substrato local del Bronce, los
la Península Ibérica". E n esta área cultural los más re- evidentes influjos Aquitanos y de la Meseta, la más
cientes estudios permiten distinguir una fase de C U . tardía cronología y fenómenos de deriva o de evolu-
Antiguos, otra de C U . Recientes y una tercera, o C U . ción cultural interna hacen impropio el uso de la ter-
Tardíos o del Hierro, que constituye una perduración minología de « C U . » para dichas zonas, salvo en un
ya en sí discutiblemente incluible en los C U . en sen- sentido muy amplio que no deja de ser equívoco y que
tido estricto y que enlaza, sin solución de continui- llevaría al mismo peligro y confusión que ha produci-
dad, con el inicio de la Cultura Ibérica, de la que cons- do el uso de términos como el de «hallstáttico», cuyo
tituye el substrato cultural en todo el N E Peninsular. rechazo resulta afortunadamente cada día más gene-
Estas fases representan, con variaciones locales inte- ral 1 4 .
rrelacionadas, una etapa de aparición, otra de arraigo
y expansión y una última de perduración y transfor-
mación de esta cultura 6 . 7
MALUQUER DE MOTES 1971; CASTIELLA 1976.
Fuera de esta zona, el uso del término de C U . 8
Ruiz ZAPATERO, 1983, pp. 535-675.
resulta problemático y muchas veces equívoco y, en 9
MALUQUER DE MOTES, 1957a.
todo caso, utilizable solamente para algunos materia- 10
MALUQUER DE MOTES y L. VÁZQUEZ DE PARGA, 1957.
les aislados siempre que se expliciten y demuestren sus 11
A. CASTIELLA 1977, pp. 205-6.
12
BLOT, 1979; MOHEN 1980 p. 112 s.
13
MOHEN 1980 p. 213-20.
5
ALMAGRO GORBEA, 1977; Ruiz ZAPATERO, 1983. 14
MALUQUER DE MOTES 1971 p. 109; MOHEN, 1980 pp.
6
ALMAGRO GORBEA 1977; Ruiz ZAPATERO, 1983. 10-12.
Los campos de Urnas en la Meseta 33
Por ello, el empleo del concepto y término de presencia y precisar sus relaciones serían las necrópo-
C U . en el Medio y Alto Ebro, en el estado actual de lis de «campos de urnas», es decir, de incineración en
la investigación, es muy discutible y a nuestro juicio urna, tan bien atestiguadas en el Languedoc y el NE
prudentemente desaconsejable, siendo mejor conside- peninsular 16.
rar una Cultura del Hierro del Ebro que tal vez sería Los escasos yacimientos de estas características
mejor denominar como «Cultura Redal-Cortes» por los a veces señalados en la Meseta, exigen, sin embargo
yacimientos más característicos. un examen crítico dentro del estado actual de la inves-
El mismo problema que plantea el cambio cultu- tigación.
ral y, por tanto, terminológico entre el Medio y el Al- La necrópolis con características de «campos de
to Ebro en relación con los C U . del NE, se plantea urnas» en la Meseta de cronología más antigua, aun-
también y con más gravedad entre el Valle del Ebro que apenas conocida, parece ser la de Muñera (Alba-
y el Sistema Ibérico en relación a la Meseta. Junto a cete) 17 aparecida junto al río Caracoles, a 4 m. de
evidentes elementos comunes que indican lógicos con- profundidad. Ofreció varias urnas carenadas o subca-
tactos y relaciones culturales multidireccionales, se renadas con cuello vertical, con sus tapaderas y vasos
aprecia un claro cambio en la cultura material, cuali- de ofrendas de carena alta y un brazalete de piedra
tativa y cuantitativamente mensurable, al menos en en el interior de una de ellas.
lo que respecta a los elementos relacionables o deriva- En relación con este hallazgo se podría conside-
dos de los C U . del NE. Ello obliga a una neta dife- rar, por sus características topográficas y tipológicas,
renciación cultural, que se debe interpretar como con- el yacimiento de «La Vega» de Arenas de San Juan
secuencia de la transformación relacionada con la ex- (Ciudad Real)18 situado igualmente junto a un río, en
pansión de dichos elementos, sin necesidad siquiera este caso el Gigüela. Aparecieron varios vasos de ce-
de entrar en el modelo explicativo de dicho fenóme- rámica en el interior de pequeñas fosas ... con «posi-
no de expansión cultural. ble carácter de necrópolis, quizás de incineración», co-
En este cuadro que acabamos de esbozar para ana- mo textualmente se recoge en su publicación, lo que
lizar el problema de los C U . de la Meseta objeto de se confirmaría por su parecido tipológico en las sepul-
esta ponencia, se podría plantear, en primer lugar, exa- turas antiguas de Castellones de Ceal asociadas a fí-
minar qué han entendido en la Meseta los diversos bulas de doble resorte y placa19 bien fechadas en el
autores al referirse a C U . o emplear terminologías Guadalquivir en el siglo VII a. de C avanzado o a ini-
«análogas» como culturas «hallstátticas», «celtas», cios del siglo VI a. de C 2 0 y que constituye un pun-
etc. 15 . Esta es una labor historiográfica ciertamente to intermedio entre Sureste y La Mancha.
interesante y que ayudaría mucho a resolver la confu- Los materiales de «La Vega» dados a conocer, tres
sión terminológica y conceptual existente en la actua- cuencos y un vasito de ofrendas, ofrecen la caracte-
lidad, pero este análisis rebasaría por su extensión las rística carena alta con el borde bien señalado que re-
posibilidades de esta ponencia. cuerda los de Muñera.
Por ello parece más lógico y eficaz examinar aque- Estos materiales parecen constituir parte de un
llos elementos culturales que según distintos autores creciente conjunto de hallazgos de características re-
caracterizan a los C U . de la Meseta y que permiti- lativamente afines. No nos atreveríamos a considerar-
rían mantener dicha atribución, analizando la relación los definitivamente como C U . como ya lo han hecho
que tales elementos tienen en los C U . del NE de la prestigiosos autores 21 aunque constituyen enterra-
Península Ibérica para poder deducir en consecuen- mientos de incineración en urna cuya localización geo-
cia si existen auténticos C U . en la Meseta.
16
Vid. supra notas 4 y 5.
17
BELDA, 1963.
18
Elementos de los C U . en la Meseta NÁJERA y MOLINA 1977 p. 279 f. 16. La cronología del si-
glo IX-VIII a. C. propuesta debe ser rebajada a juzgar por los para-
lelos conocidos en el Guadalquivir.
El elemento propio y más característico de los 19
BLANCO 1959 pp. 26-27, f. 45-46 y f. 48-9 y 53.
C U . que en la Meseta mejor permitirían atestiguar su 20
AUBET 1981 p. 147 f. 23, 5.
21
SlRET 1903 p. 408-9 lám. I. 6 E; BOSCH GIMPERA 1935 1.
15
Muy significativo en este aspecto sería repasar las obras ci- 5, 3; BOSCH GIMPERA 1953 p. 190 1. II, 3; BOSCH GIMPERA 1953
tadas en la nota 2. Añádese las obras más recientes, CERDEÑO, p . 190 1. I I , 3 ; A L M A G R O 1952 p. 203-6; F L E T C H E R y otros 1978
1979; F. ROMERO, 1984a; G. Ruiz ZAPATERO, 1984, etc. f. 1, 1.
34 Martín Almagro-Gorbea
gráfica desde Almería y Granada hasta Alicante y La te éstos se localizan en Crevillente39, Los Saladares40,
Mancha permitiría hablar de unos «CU. del Sureste» Mola de Agres41, tal vez en El Macalón42 y Galera43.
con personalidad propia. Todos estos yacimientos ofrecen materiales cerámicos
Actualmente estas necrópolis se documentan en que se pueden fechar en relación con el inicio de los
Crevillente (Alicante)22, Parazuelos (Aguilar, Mur- C U . Recientes del NE, por ofrecer formas típicas o
cia) 23, Campos (Cuevas de Almanzora, Almería)24, relacionadas con urnas de tipo Can Missent II-III 44 .
Almizaraque (Villaricos)25, Boliche (Herrerías, Villa- Pero las características tipológicas de las urnas del SE
ricos)26, Cañada Flores (Cabezo Colorado)27 Los Ca- y la Meseta con perfil en S o cuello vertical sólo se
porchanas (Garrucha, Vera)28, Qurénima y Barranco aproximan a algunos tipos avanzados de los C U . del
Hondo (Antas)29, Caldero de Mojácar30, Las Alpara- NE ya de la Edad del Hierro, especialmente alguna
tas y Cuartillas (Mojácar)31 y Pozas de Marchantillo forma del Levante 45 e incluso de Cataluña 46 .
(Tabernas)32. La asociación frecuente de urna con tapadera co-
Con ellos se pueden relacionar enterramientos de mo elemento del rito, aunque éstas no sean troncocó-
Los Millares (Sta. Fe de Mondújar)33, de Gorafe 34 y nicas sino adaptadas a los cuencos de carena alta de
de Fonelas35, con la salvedad de que en éstos la in- tradición meridional, parece confirmar la identidad del
humación parece ser evidente, por lo que podrían re- rito con los C U . del NE. Además, el ajuar conocido
presentar una tradición inhumadora del substrato lo- de algunas sepulturas, como fíbulas de doble resorte,
cal, incluso reutilizado monumentos megalíticos, so- cuentas de oro, bronce, vidrio y cornalina, pasadores
bre la que aparecen la incineración en urna que acaba de collares, pulseras decoradas o acabadas en bolas,
por ser dominante, hecho que explicaría la aparición torques etc. 47 , indica igualmente fechas difícilmente
en cistas de algunas de estas incineraciones. remontables más allá del siglo VIII-VII a. de C.
Aunque para estas necrópolis se han defendido La asociación de dos sepulturas, pero generalmen-
fechas a partir del año 1000 a. de C 3 6 y aún ante- te de 6 a 10 y, a veces, hasta 15 ó 20, parece indicar
riores 37 e incluso un origen mediterráneo38, no se ha que constituyen pequeños grupos que se entierran pre-
podido demostrar nunca una procedencia extrapenin- ferentemente en colinas dominando de cerca zonas cul-
sular concreta. Por otra parte no conviene olvidar su tivadas 4 8 . La simultaneidad de inhumación e
posible filiación con los C U . del NE pues hay que va- incineración49, el empleo ocasional de cistas en vez
lorar la creciente aparición hasta el Sureste de elemen- de hoyos y la eventual reutilización de monumentos
tos cerámicos, ciertamente aislados pero de fecha muy megalíticos anteriores50 ya se ha sugerido que proba-
temprana, de los verdaderos C U . del NE. Actualmen- ría el carácter culturalmente mixto de estas gentes que,
junto a elementos originarios de los C U . , evidencian
22
un claro componente local. Su cronología hacia los si-
GONZÁLEZ PRATS, 1983 p. 123 s. f. 24.
23
glos VIII-VII a. de C. que se deduce de los ajuares
SIRET 1890 p. 63-4, 1. 6 1 a 3; MOLINA 1978 p. 27.
24
conocidos, quedaría bien confirmada por los recien-
SIRET 1890 1. 10, 18-27 y 60-3.
25
SIRET 1908 pp. 429-31 f. 32, 1-2; BOSCH GIMPERA 1953
1 II, 3.
26
OSUNA y REMESAL 1981 p. 373 s. 39
GONZÁLEZ PRATS 1983 Tabla.
27
SIRET 1908 f. 32 y 15, 9; MOLINA 1978, p. 192-3. 40
ARTEAGA 1976 p. 183; id, 1980.
28
M. ALMAGRO BASCH 1952 p. 205 f. 176; MOLINA 1978 p. 41
GIL MASCARELL 1981 p. 20.
193. 42
GARCÍA GUINEA y SAN MIGUEL 1964 p. 41 f. 24, 16.
29
SIRET 1980 p. 81-5 1, 12; MOLINA 1978 p. 192. 43
SÁNCHEZ MESEGUER 1969 p. 91 f. 20, 76. Aparece en el
30
SIRET 1890 p. 82 s 1. 12, 1. estrato IX, justo bajo el VIII-IX que ofrece retícula bruñida y cerá-
31
MOLINA 1978 p. 191. mica a torno lo que indicaría una fecha no alejada del VIII a. de C.
32 44
M. ALMAGRO BASCH 1952 p. 205, f. 176; MOLINA 1978 M. ALMAGRO GORBEA 1977 p. 106 f. 2.
p. 190. 45
BOSCH GIMPERA 1953 1. I, 1.
33
MOLINA 1978 p. 188-9. 46
PALOL 1958, tablas IX y X; ALMAGRO GORBEA 1977 f. 17.
34 47
MOLINA 1978 p. 177-8. SIRET 1908 p. 430-31; Id. 1913 p. 409.
33
FERRER 1977 p. 186-9 f. 8-11. 48
SIRET 1913 p. 409.
36 49
H. SCHUBART 1975 p. 149; MOLINA 1978 p. 208 y 213. SlRET 1913 p. 409; id. 1909 p. 430; Inhumaciones parale-
37
FERRER 1977 p. 198, a pesar del clavo con ojal tipo Huel- las se han señalado en Gor (MOLINA 1978 p. 177-8) y Los Millares
va (f. 10, 2). (MOLINA 1978 p. 188-9).
38
MOLINA 1978 p. 208; ARTEAGA 1978 a p. 19 y 26-27. 5° SIRET 1913 p. 409.
Los campos de Urnas en la Meseta 35
cientes hallazgos de Crevillente51 donde incluso apa- perduración hasta época avanzada, incluso llegando en
rece la decoración incisa de estas cerámicas almerien- ciertos casos a la romanización. Esta denominación de
ses52, pues fechas anteriores, a veces propuestas, ca- «celtibéricos» que en ocasiones se ha aplicado sólo a
recen de argumentos firmes de apoyo. las fases más avanzadas, es preferible a la de «post-
También se ha señalado ocasionalmente el para- hallstátticas», término que resulta más discutible tan-
lelismo de estas cerámicas con otras andaluzas como to cronológica como culturalmente y que enmascara
una urna de Cástulo53 o las urnas de Setefilla54 pero la continuidad cultural de estos yacimientos.
la tipología de estas piezas resulta diferente aunque Pero lo que aquí interesa es el problema de sus
cabría suponer una adaptación a formas cerámicas lo- orígenes para poder examinar su posible filiación cul-
cales. Más atrayente es la existencia de incineracio- tural con los C U . En este sentido se plantea la nece-
nes en urnas en algunos puntos aislados de Portugal, sidad de un examen crítico de la fase más antigua, es-
como los de Nova Velha (Ourique), depuestos secun- to es, la que corresponde a sepulturas con cerámicas
dariamente en un dolmen, con cuentas de oro y cerá- exclusivamente a mano que caracteriza el inicio de es-
mica pintada de tipo «Carambolo»55, o el incierto tas necrópolis, y que son los materiales que más rara-
campo de urnas de Alpiarça56, tantas veces citado co- mente han llegado hasta nosotros.
mo documento de la llegada de celtas a Portugal57 Para abordar eficazmente el análisis del origen de
pues otros hallazgos señalados difícilmente pueden ser estos yacimientos, caben dos hipótesis interpretativas.
valorados en este sentido58. Una primera hipótesis sería la tradicional de suponer
En este cuadro, las necrópolis meseteñas de inci- la llegada de elementos humanos trayendo consigo ya
neración de tipo Muñera representarían una primera formado el complejo cultural que evidencian estas ne-
y problemática aparición de campos de urnas en la Me- crópolis, lo que exigiría comprobar su origen, vías y
seta, pero, por sus características, reflejarían en todo proceso de llegada. Con tantos matices como autores
caso un fenómeno de aculturación local extendido has- han abordado este tema, es la tesis tradicional de la
ta áreas meridionales, que no parece haber sobrepasa- invasión o invasiones célticas60. Otra hipótesis sería
do hacia el Norte la región manchega y que puede ser suponer que dicho sistema cultural obedece a una for-
independiente de los auténticos CU., esto es, no es- mación compleja, lo que plantea el problema del ori-
tar directamente relacionados con la cultura de C U . gen de sus diversos componentes y la necesaria expli-
centroeuropeos por lo que no nos atrevemos a deno- cación de su formación. Esta tesis supondría una vi-
minarlos «CU. del SE». sión evolutiva del substrato por efecto de fenómenos
Otro ambiente cultural distinto, también a veces de aculturación61. Por tanto, analizamos seguidamen-
considerado como CU., es el que se refleja en la fase te aunque de forma somera, el ritual y el ajuar cerámi-
inicial de las necrópolis de tipo Alto Duero-Alto Jalón- co y metálico de estas necrópolis como elementos que
Carrascosa I que se extienden por el Sistema Ibérico permiten un análisis más preciso desde este punto de
y zonas orientales de la Meseta y que por sus caracte- vista.
rísticas constituyen un fenómeno cultural bastante uni- Los ritos funerarios son poco expresivos en este
tario 59 . Estas necrópolis constituyen la fase inicial de sentido. Los enterramientos de urnas en hoyo con su
las necrópolis celtibéricas, denominación que conside- ajuar es el rito más característico de todos los «cam-
ramos la más adecuada dada su unidad cultural y su pos de urnas», perdurando incluso en culturas poste-
riores como Cultura Ibérica, que continuaron con el
51
GONZÁLEZ PRATS 1983 p. 123 s.
sistema de incineración hasta época romana.
52
GONZÁLEZ PRATS 1983 p. 71-5 £. 16-8 y p. 109 s. Compá- La referencia al uso de auténticos túmulos no pa-
rese con piezas de Los Saladares (O. ARTEAGA 1980 f. 22, 31 y 37; rece haberse demostrado suficientemente, o al menos,
p. 108). nunca se han podido estudiar su estructura construc-
53
MILLÁN 1961.
54
AUBET 1981 p. 134-6.
" SCHUBART 1971 f. 16.
36
MENDES CORREA 1935; G. MARQUES, 1972. 60
Vid. supra, nota 2. Sobre la actual discusión teórica sobre
57
BOSCH GIMPERA 1933. el concepto de invasión en el registro arqueológico G. Ruiz ZAPA-
58
GONZÁLEZ PRATS 1983 p. 132; MOLINA 1978 p. 214. TERO, 1983.
59 61
AGUILERA y GAMBOA 1909; id. 1916; DECHELETTE, 1912; Como modelo para esta tesis pueden señalarse el fenómeno
BOSCH GIMPERA, 1932; SCHÜLE, 1969; ALMAGRO GORBEA, 1978 cultural, hasta cierto punto paralelo, de la formación de la cultura
146-151; F. ROMERO, 1984a, p. 68 s. ibérica, M. ALMAGRO GORBEA, 1983.
36 Martín Almagro-Gorbea
tiva 62 . Por ello no se puede argumentar paralelismos o de dígitos rehundidos68 pero los paralelos aducidos
con los túmulos del Bajo Aragón y del Segre por falta en la cultura de los CU., además de tratarse de casos
de elementos de juicio y lo mismo se puede señalar res- aislados, sólo evidencian, en todo caso, perduraciones
pecto a los enterramientos tumulares de la Aquita- de elementos propios de dicha cultura.
nia 63 , debiéndose considerar, en todo caso, la exis- Un problema distinto plantean las cerámicas pin-
tencia ocasional de encachados tumulares de difícil pa- tadas que aparecen en las necrópolis de Carrascosa69
ralelización. La Hinojosa'0 Ogmico71 y Molina72. Su estudio se va
Un caso especial, muy aislado en el estado actual enriqueciendo con crecientes opiniones73 y, en espe-
de nuestros conocimientos, son los campos de túmu- cial, con nuevos hallazgos que permiten precisar cada
los de Pajaroncillo, cuya relación con los túmulos del día mejor nuestros conocimientos y la estrecha rela-
Bajo Aragón se impone por ser el único paralelo pe- ción entre poblados y necrópolis74.
ninsular admisible, pero los rasgos locales predominan Si la sintaxis decorativa es cada día más rica y
netamente en sus características: alta concentración por ello más compleja de analizar, las formas de los
de túmulos, tamaño de monumento, jerarquización, vasos se reducen a raras urnas (Valle del Ebro y Ca-
estructuras constructivas y ajuares, etc. 64 . rrascosa), cuencos troncocónicos (Carrascosa, La Hi-
Respecto a la alineación de estelas y sepulturas nojosa, Molina y Riosalido) y generalmente pequeños
atestiguadas en ciertas necrópolis parece tratarse de vasos en forma de casquete, carenados o de borde reen-
un rasgo local cuya cronología inicial aún es difícil de trante que coinciden con la forma de la mayoría de
precisar, pero en todo caso, sin paralelos admisibles los vasos de ofrendas de las necrópolis y de los vasos
en todo el ámbito de los C U . y culturas relacionadas «para beber» de los poblados75. Para la variada sin-
del Suroeste de Europa 65 . taxis decorativa de tipo geométrico de esta cerámica
El análisis del ajuar también es significativo. es difícil determinar un origen, y el mismo problema
El ajuar cerámico está formado básicamente por plantean las variadas técnicas de pintura, asociada en
una urna cineraria, a veces con su correspondiente ta- ocasiones al grafito, lo que supone una relación al me-
padera, y sólo en ocasiones con algún vaso de ofrendas. nos parcial con el fondo tecnológico de la cerámica de
Las urnas ofrecen formas casi exclusivamente li- CU. 7 6 . Pero las formas permiten deducir una dua-
sas con tendencia general a perfiles en S. En ocasio- lidad de origen cultural manifiesta. Los cuencos tron-
nes ofrecen pie, pero la base suele ser predominante- cocónicos y las urnas pertenecen al repertorio tipoló-
mente plana. A veces aparecen mamelones circulares gico característico de los CU., especialmente de las
o rectangulares perforados horizontalmente. Estas for- fases del Hierro, es decir, de la tradición continuado-
mas sólo cabe relacionarlas con las urnas de las deno- ra de los últimos CU.. Recientes77. Por el contrario,
minadas C U . del NE de las fases del Hierro, es de- los pequeños cuencos, como tan bien se evidencian en
cir, los elementos que representan la última perdura- Carrascosa, proceden de un fondo tipológico que hun-
ción de los CU. del NE 6 6 . Sin embargo, incluso es- de sus raíces en el Bronce local78 y, especialmente,
ta relación es vaga, sin posibilidad de establecer rela-
ciones tipológicas concretas con áreas o grupos deter- 68
M. CERDEÑO, 1981 f. 5; id. 1981 a f. 5; id., 1983 p. 286,
minados. Excepcionalmente se ha documentado la etc.
existencia de decoración de acanalados6/ o de bollitos 69
M. ALMAGRO GORBEA, 1969 p. 110 s.
70
C. GALÁN, 1980, p. 10 148 y 162.
71
Pieza inédita conservada en el M.A.N.
72
M. CERDEÑO, 1981 a f. 16.
62 73
M. ALMAGRO GORBEA, 1973 p. 101 s., M. CERDEÑO, 1981. J. MALUQUERDE MOTES, 1957; P. ATRIAN, 1961; M. AL-
63 MAGRO GORBEA, 1969 p. 110-4; id., 1976 b p. 458-461; S. VALIEN-
MOHEN, 1980 p. 111 s.
64
TE 1971; GONZÁLEZ PRATS, 1983.
M. ALMAGRO GORBEA, 1973. 74
65
Véase nota anterior. D. FERNÁNDEZ GALIANO, 1979 pp.
AGUILERA y GAMBOA, 1916; CABRÉ, 1942; CUADRADO,
42-6 1. 12-18; S. VALIENTE. 1982.
1968 p. 45-7. 75
M. ALMAGRO GORBEA y D. FERNÁNDEZ GALIANO, 1980;
El origen de este particularismo del ritual funerario pudiera
S. VALIENTE, 1982 f. 7.
estar en las necrópolis ibéricas y en las estelas que rematarían algu-
76
nas de sus tumbas como elemento de prestigio y de señalización de M. ALMAGRO GORBEA, 1977b pp. 458-461; S. VALIENTE,
la sepultura, G. MORÓTE, 1981; M. ALMAGRO GORBEA, 1983b; 1092; GONZÁLEZ PRATS, 1983.
id. 1983c. p. 275 s. 77
M. ALMAGRO GORBEA, 1977.
66 78
M. ALMAGRO-GORBEA 1977, op. cit. n. 5. M. ALMAGRO GORBEA 1969 p. 107 s.; S. VALIENTE, 1982
67
C. GALÁN, 1980 p. 159, f. 7, 1. 5. p. 123 s.
Los campos de Urnas en la Meseta 37
los cuenquecillos carenados hacen pensar en el influjo Los broches de cinturón de tipo Acebuchal apa-
de los cuencos carenados, forma cerámica tan carac- recen por toda la Península, menos en el N W 8 7 , así
terística de todo el Bronce Final de la mitad meridio- como en el Languedoc y Aquitania 8 8 y se consideran
nal de la Península Ibérica e incluso de la tradición de origen «hallstáttico» incierto 8 9 aunque no se de-
de la propia cultura de Cogotas I de la Meseta 7 9 . ban olvidar los claros precedentes orientales que han
También conviene examinar la problemática del podido llegar directamente con los contactos colonia-
ajuar metálico de esta necróplis. les por el Mediterráneo 9 0 . Las fíbulas de doble resor-
Entre los elementos tipológicos de más segura cro- te son de seguro origen fenicio colonial 91 habiendo
nología antigua y, por tanto de la fase inicial, desta- penetrado desde la costa hacia el interior a partir del
can las fíbulas de doble resorte de puente liso 80 y los siglo V I I a. de C , probablemente con los pequeños
broches de cinturón de tipo Acebuchal 8 1 , que asegu- cuchillos de hierro afalcatados.
ran para el inicio de estas necrópolis una fecha en ple- Para los adornos de espirales se ha indicado un
no siglo VII a. de C. sin mayor precisión posible. Otros origen nordbalcánico en el horizonte de Posamente-
objetos, como los adornos de espirales y de placas de rie y para los de placa, origen hallstáttico itálico 92 ha-
bronce 8 2 confirmarían, por su origen, esa cronología, biéndose supuesto su llegada a la Península Ibérica en
así como tal vez las espadas de antenas, si bien estos relación con el «horizonte de los arneses de caba-
objetos perduran ya hasta pleno siglo VI a. de C. e llo» 93 , hipótesis sugestiva pero que no resuelve el
incluso fechas posteriores, lo que deja incierta la cro- gran vacío cronológico y geográfico entre prototipos
nología de su introducción 8 3 . y ejemplares peninsulares.
Las espadas de antenas, así como los cuchillos Por último, las espadas de antenas tienen sus pro-
afalcatados y las lanzas, documentarían el pleno co- totipos en el Languedoc 9 4 , Cataluña y el Valle del
nocimiento del hierro desde la fase inicial de estas ne- E b r o 9 5 , esto es, en la fase de perduración en el Hie-
crópolis 84, hecho que cabe relacionar con la aparición rro de los C U . del N E , con algún paralelo en la Aqui-
de fíbulas de doble resorte y permitiría suponer con- tania % , evidenciando la relativa complejidad e inter-
tactos con el ámbito colonial mediterráneo para el ori- cambio de influjos en este artesanado.
gen de este metal 85 , si bien la procedencia del tipo de Si estos datos, que son los actualmente accesibles,
espada de antenas y de los adornos de espirales y de los intentamos contrastar con la doble hipótesis alter-
placas podría indicar la adopción de la tecnología del nativa propuesta, el resultado no es muy alentador.
hierro en un lugar independiente y un momento ante- Ni el ritual ni las formas cerámicas permiten supo-
rior a los posibles contactos coloniales 86 . ner una llegada en común de estos elementos, pues en
Pero para bien abordar estos problemas es esen- el actual estado de nuestros conocimientos, no se puede
cial determinar el origen de los elementos que inte- rastrear objetivamente sus zonas de paso ni siquiera
gran el ajuar de estas necrópolis, tema difícil y proba- plantear su lugar concreto de origen, salvo las relacio-
blemente complejo. La contribución más importante nes, amplias e imprecisas, de los C U . del N E de la
a su esclarecimiento sigue siendo la valiente síntesis Edad del Hierro con la cultura del Hierro de Cortes
de Schüle. Pero el origen único de todos estos elemen- de Navarra e incluso con el Hierro de Aquitania, in-
tos más parece haberse deducido de su hallazgo con- suficientes en todo caso para ser utilizados como ar-
junto en estas necrópolis que de una filiación unitaria gumento. Y el ajuar metálico tampoco es más esclare-
obtenida del análisis de la tipología de los mismos.
87
Véase nota 81.
88
79
M. ALMAGRO GORBEA y D. FERNÁNDEZ GALIANO 1980. J.P. MOHEN 1980.
89
80
E. CUADRADO, 1963 pp. 19-27, mapa 2; W. SCHÜLE, 1969 W. SCHÜLE 1969 p. 133; I. KILIAN-DIRLMEIER, 1972, p.
p. 145 mapa 21; J.L. ARGENTE 1974 pp. 148-158. 100 1. 92 B.
90
81
W. SCHÜLE, 1969 mapa 18; M. CERDEÑO 1978 p. 284 f. E. CANER, 1983, p 198-9 1. 81.
91
Iy7. M. ALMAGRO BOSCH 1966 p. 222 s.; M. ALMAGRO GOR-
82
W. SCHÜLE, 1969 pp 115 s. y 139-142, mapa 31-32. BEA, 1983 p. 442 nota 68.
92
83
W. SCHÜLE, 1969 p. 815; J.L. MOHEN, 1980 pp. 61-4; M. Véase nota 82.
93
Ruiz GÁLVEZ, 1980. W. SCHÜLE 1969 p. 41 s. y 172-4.
84 94
M. CERDEÑO, 1979 f. 3; M. ALMAGRO GORBEA, 1983 p. W. SCHÜLE, 1969 p. 89 s.; A. COFFYN, 1974.
441 nota 68. 95
W. SCHÜLE, 1969 p. 89 s. G. Ruiz ZAPATERO, 1983 p. 895
85
G. Ruiz ZAPATERO 1983 pp. 846-860. s.
86 96
W. SCHÜLE 1969 p. 57; 115 s.; 139 s. etc. J. P. MOHEN, 1980 p. 61 s.
38 Martín Almagro-Gorbea
dor en este sentido, pues su origen es variado y no se Otra alternativa es comprender que todos estos
conocen sepulturas fuera de la región cuyo ajuar per- objetos, junto a su carácter funcional como armas y
mita determinar el origen conjunto y las vías de paso como objetos utilitarios, poseen el claro carácter de
hasta la Meseta de estos elementos. objetos de prestigio, esto es, de resaltar el estatus so-
La mejor hipótesis alternativa sería suponer que cial de su poseedor. Este hecho, evidenciado por su
todos los elementos integrados en este sistema cultu- propia proporción minoritaria en el conjunto de los
ral obedecen a una formación compleja, lo que exime ajuares funerarios, permitiría encontrar para su apari-
de buscar sus vías de llegada conjunta, pero esta hipó- ción una explicación satisfactoria en la organización
tesis plantea la necesidad de encontrar una explicación social.
suficiente para el proceso de su formación. Los C U . del NE se caracterizan por un creci-
En este sentido la aparición en estas zonas del miento demográfico que puede atribuirse a una más
rito de «campos de urnas» se explica perfectamente eficaz economía y organización social e ideológica con
por la continua e ininterrumpida expansión del mis- ella relacionadas. La introducción del arado y del ca-
mo hasta época romana. Sus precedentes directos pue- rro, aunque no demostrados arqueológicamente, po-
den situarse en los C U . del NE que ofrecen, ya en drían suponer parcialmente la necesaria explicación.
la fase de perduración en la Edad del Hierro, los me- En la evolución de los C U . del NE se observa
jores paralelos para estos ritos y cuya expansión por un progresivo aumento del tamaño de los poblados y
el Medio y Alto Valle del Ebro y por el Sistema Ibéri- necrópolis " resultado de su propio crecimiento y de
co parecen cada vez mejor documentada. la capacidad de transformar los substratos culturales
En relación con la expansión del rito puede aven- precedentes, que quedan de hecho absorbidos, lo que
turarse la explicación de la difusión de las formas ce- evidencia la gran capacidad de asimilación y explica
rámicas conexas: urnas y tapaderas. Es ley general la su ininterrumpida expansión.
difusión conjunta de todo elemento material con su A partir de los CU. Recientes se observa una ten-
significado ideológico y ritual. Y viceversa, todo rito dencia a poblados más estables y a necrópolis con un
tiende a extenderse con los elementos de cultura ma- mayor ajuar, tendencia que continua en los C U . del
terial necesarios para su aplicación97. Hierro en los que, además, parece surgir una crecien-
Los restantes materiales.cerámicos, por el contra- te diferenciación social, en cuanto que algunos pocos
rio, sufrirían un influjo mucho menor de los CU., ya ajuares funerarios destacan por su mayor riqueza de
que dependerían de tradiciones locales de almacena- los restantes.
miento y de hábitos de comida, lo que explicaría su Esto debe interpretarse tanto como consecuen-
mayor arraigo local y, por consiguiente, la dualidad cia de una organización social con capacidad de ma-
de tradiciones cerámicas que parece observarse. Esto yor producción y concentración de riqueza, como de
es particularmente aplicable a la decoración cerámica un desarrollo económico favorable que, al menos en
pintada cuyo origen inmediato podría ser local, inclu- los C U . del NE, va unido a la aparición del fenóme-
so meridional, y haberse utilizado en formas de C U . no colonial, cuyo comercio dirigido a estas élites y
dentro de este proceso de síntesis cultural, que expli- aprovechado por ellas, tendría el efecto de reforzarlas
caría igualmente su sistema decorativo. y estabilizarlas 10°.
En lo que respecta a los materiales metálicos, el Dentro de esta estructura social que parece ca-
problema es algo distinto, pues su difusión y expan- racterizar los C U . del Hierro, los mencionados ele-
sión sólo puede explicarse por otros mecanismos. Uno mentos metálicos quedarían suficientemente explica-
sería aceptar la hipótesis de Schülle sobre la existencia dos como elementos de estatus, deseables tanto por
de élites a caballo procedentes del área hallstáttica, o, su funcionalidad práctica como por su significado so-
mejor dicho, de las estepas euroasiáticas98, pero esta cial. Su introducción no obedecería necesariamente a
hipótesis exigiría no sólo su aparición conjunta sino la llegada de elementos humanos externos sino a la apa-
la determinación de la zona originaria de agrupación rición de una determinada organización social o eco-
de estos objetos así como de la vía o vías de llegada. nómica. Así quedaría resuelta la dificultad de trazar
Los datos arqueológicos no permiten hoy aceptarla. las vías de llegada conjunta de dichos elementos con
grupos humanos, mientras que su aparición como ele-
97
M. ALMAGRO GORBEA, 1977 p. 245, 249, 242; M. ALMA-
99
GRO GORBEA y R. OLMOS, 1981 p. 58. G. Ruiz ZAPATERO, 1983.
98 100
W. SCHÜLE, 1969 p. 41 s. M. ALMAGRO GORBEA 1979 p. 101 s.
Los campos de Urnas en la Meseta 39
mentos de estatus se explicaría por un mecanismo de intentar explicar los elementos lingüísticos «celtas» e
intercambio entre las élites sociales documentadas en «indoeuropeos» m cuyo origen y expansión, como pa-
los C U . del NE de las fases del Hierro. Las fíbulas, rece lógico, siempre se han relacionado con los elemen-
los diversos tipos de adornos y las armas de prestigio tos de cultura material aquí analizados.
pudieron no haberse introducido conjuntamente, si- La caída de las que en su momento brillantes te-
no por causas diversas dependientes del estatus social. sis invasionistas de BOSCH GlMPERA112, integradoras
Así se explican sus evidentes variaciones locales y, ade- de cultura material y lingüística, al no soportar el con-
más, esta hipótesis permite comprender la no necesa- traste con la creciente documentación arqueológica y
ria procedencia conjunta de todos los elementos que lingüística, han llevado en la práctica a arqueólogos
pueden tener orígenes y fechas de introducción dife- y lingüistas a trabajar de hecho independientemente
rentes dentro de un proceso no puntual sino continuo. desde entonces.
Este tipo de proceso estaría bien atestiguado en fases Pero no debe engañar esta compleja problemáti-
más recientes de la Cultura Celtibérica como eviden- ca: ni se puede aceptar una hipótesis lingüística que
cia la ininterrumpida aparición y asimilación de ele- no asuma los datos arqueológicos, ni la Arqueología
mentos de origen foráneo, originarios tanto del mun- puede considerar demostrada una hipótesis que expli-
do ibérico ltn como de la Cultura de La Tene 102 . que los elementos de cultura material si no explica pa-
Este marco explicativo permite aclarar igualmente ralelamente y de manera satisfactoria los datos lingüís-
las semejanzas señaladas a veces entre ciertas tumbas ticos conexos. Y se da por supuesto la independencia
de rico ajuar de algunas necrópolis de los CU. del Hie- de ambos elementos culturales, independencia que no
rro tales como Gran Bassin I y II 103 , Corno Lauzo104, niega sino que supone una interconexión como ocu-
Las Peyros105, Pech Maho106, Can Canys107, La Soli- rre con cualquier otro elemento o subsistema cultu-
vella108, Vallfogona de Balaguer109, San Antonio de ral 113 .
Calaceite u o etc. Los ajuares, por su variabilidad y En esta línea, la hipótesis explicativa aquí apun-
marco cronológico, no se pueden interpretar como tada para la cultura material puede ofrecer también
prueba del paso de una emigración, pero sí como ma- un mejor marco explicativo para la interpretación de
nifestaciones de esta estructura socio-económica de los los datos lingüísticos.
C U . del Hierro que hemos señalado y que acabaría Estos evidencian la aparición de «indoeuropeos»
introduciéndose en la Meseta donde perduraría prác- y «celtas», lo que quiere decir elementos lingüísticos
ticamente hasta la conquista romana. indoeuropeos o célticos, sin presuponer mecanismo de
Esta hipótesis puede parecer más compleja que difusión alguno. Si se desechan las tesis invasionistas,
las hasta ahora propuestas, pero también resulta más tan difíciles de mantener tanto teóricamente como por
eficaz en cuanto a que es más explicativa y mejor adap- la documentación arqueológica, parecería más difícil
tada a los datos conocidos. explicar la aparición de los elementos lingüísticos. Pero
Su análisis lleva a plantear, un problema estre- hemos visto como las hipótesis alternativas a las tesis
chamente conexo con el de los C U . : la necesidad de invasionistas resultan más complejas pero en todo ca-
so son más convincentes, haciendo intervenir facto-
101
Conviene distinguir los objetos importados, como falcatas, res económicos, sociales, y, por que no, ideológicos,
cerámicas de lujo, piezas de adorno, etc. (ALMAGRO GORBEA, 1978 que conforman el complejo mecanismo de la evolución
p. 128; CUADRADO 1978) de los elementos locales de origen ibéri- cultural.
co como la cerámica a torno (F. WATTENBERG, 1963; M. ALMA-
GRO GORBEA, 1978 p. 127 s.), la fíbula anular (CUADRADO, 1960) Estas explicaciones alternativas más complejas
el alfabeto (TOVAR 1973) o la moneda (UNTERMANN, 1975) etc. que pueden explicar la aparición de los elementos de
102
Como las espadas rectas (W. SCHÜLE, 1969 p. 105) o las cultura material sin necesidad de recurrir a invasio-
características fíbulas de pie vuelto (E. CABRÉ y J.A. MORAN,
nes ni a movimientos de pueblos, también podrían
1979); P.F. STARY, 1982.
103 ofrecer el marco explicativo adecuado para intentar
M. Louis y O. y J. TAFFANEL, 1958 pp. 31-70.
104
O. y J. TAFFANEL, 1960.
establecer hipótesis válidas para el campo lingüístico.
105
Y. SOLIER y otros, 1976.
Hipótesis no simples, pero que por ello pueden adap-
106
Y. SOLIER, 1968.
107
S. VILASECA, 1963. 111
A. TOVAR, 1960; id. 1961; id. 1977; FAUST, 1975, etc.
108 112
D. FLETCHER, 1965. P. BOSCH GlMPERA 1932; id. 1939; id. 1945; id. 1951-3
109
W. SCHÜLE, 1969 p. 44 1. 179-182. etc.
110 113
J. CABRÉ, 1942a. D.L. CLARKE 1978 p. 101 s. y 363 s.
40 Martín Almagro-Gorbea
tarse mejor al complejo problema de las «diversas in- de estos poblados se basaría esencialmente en la exis-
vasiones» o estratos lingüísticos señalados por los fi- tencia de casas de adobe con paredes estucadas, a ve-
lólogos. ces con pórtico y banco interior corrido, metalurgia
En resumen, esta explicación alternativa supon- de bronce y cerámicas pintadas y con formas caracte-
dría la posibilidad de propagación de los elementos lin- rísticas, como pies elevados, cuencos troncocónicos y
güísticos por causas tan complejas y variadas como ocu- urnas globulares de cuello vertical, materiales que se
rre con los elementos de la cultura material, es más, han atribuido a un Hallstatt B y C habiéndose rela-
plantean su propagación como uno más de los elemen- cionado con Cortes de Navarra II y III 117 y, por ex-
tos que conforman una cultura entendida como un sis- tensión, con los C U . Pero aún aceptando la aparición
tema interaccionado y de características politéticas. de dichos materiales en ambos ambientes culturales
Sobre esta base teórica la conveniencia de una e incluso su papel característico o relevante dentro de
más estrecha colaboración entre arqueólogos y filólo- los mismos, esto no tiene por que suponer una identi-
gos no sólo es posible, sino que es necesaria para una dad cultural ni una procedencia conjunta de todos los
total discusión y mejor comprensión de todos estos fe- citados elementos.
nómenos culturales. Las cerámicas pintadas están atestiguadas en San-
Aunque se escapa del marco estricto de esta po- chorreja 118, Soto de Medinilla119, Castilfrío de la Sie-
nencia, bastaría comparar el mapa de dispersión de al- rra 120 , Riosalido m , Ecce Homo 122 y El Manzana-
guno de los elementos de cultura material y de orga- res 123. La supuesta relación de estas cerámicas con
nización social de la Cultura Celtibérica con mapas lin- Cortes de Navarra permitió en su día plantear la hi-
güísticos, por ejemplo, de ciertos antropónimos «cel- pótesis de su origen hallstáttico 124 pero, como se ha
tas»114. señalado a propósito de las necrópolis125 los recientes
La pertenencia a una misma unidad cultural pa- hallazgos obligan a una revisión de estas ideas 126, por
rece evidente, como es lógico, pero este hecho no tie- lo que dichas cerámicas pueden perfectamente ir cul-
ne porque suponer identidad de proceso, momento y turalmente asociadas a las casas redondas de induda-
vías de llegada. En consecuencia, la aparición y el de- ble origen meridional127.
sarrollo de los elementos de cultura material y lingüís- También es evidente la aparición de algunas for-
ticos, como los tecnológicos, sociales, etc. pueden y mas cerámicas relacionadas con las de la fase inicial de
deben explicarse conjuntamente dentro del marco de las necrópolis celtibéricas. En Sanchorreja se conocen
interacción de todos los elementos del sistema cultural. urnas de perfil en S 128 y más general es la tendencia a
Estamos convencidos de que esta puede ser una pies elevados y a cuencos troncocónicos, lo que permi-
importante labor para nuestro futuro inmediato. tiría la correlación entre necrópolis y poblados, pero ac-
tualmente ni uno sólo de los poblados de tipo Soto pue-
También se han atribuido a los C U . o culturas de asociarse a una necrópolis, pues sólo conocemos re-
«hallstátticas» según la terminología de algunos auto- ferencias imprecisas y, por tanto, insuficientes.
res, ciertos poblados, entre los que destaca por ser el
más conocido el de Soto de Medinilla115, que puede
117
P. D E P A L O L , 1974 p . 95-8; P. D E P A L O L y F . W A T T E N -
utilizarse para designar el conjunto, cada día más nu-
BERG 1974, p . 34 y 191-2.
meroso, de poblados y otros elementos culturales 118
J. M A L U Q U E R D E M O T E S , 1957.
relacionados 116 que parece oportuno denominar, por 119
P. D E P A L O L , 1974, p 97; P. D E P A L O L y F. W A T T E N B E R G ,
su personalidad cada día más evidente, como «Cultu- 1974 p . 192.
ra de Soto de Medinilla». 120
B. T A R A C E N A , 1928 p . 19 f. 15.
Dicha atribución obliga a plantear su relación con 121
D. FERNÁNDEZ GALIANO, 1979.
Pero aún sin valorar este argumento, en sí defi- recen en este aspecto responder a influjos o tradicio-
nitivo pues cada día es más difícil de explicar por fal- nes de origen peninsular seguramente meridional136.
ta de investigación, fuera de ciertas formas muy ge- Resulta muy tentador, en el estado actual de la
nerales y de gran dispersión como las urnas en S o el investigación, correlacionar estas casas con el origen
cuerpo troncocònico con o sin pie señalado, resulta apuntado para las cerámicas pintadas y, probablemen-
muy problemático establecer una filiación concreta. te, con una amplia generalización de una tecnología
Esta, en todo caso, para las urnas de cuello vertical, del bronce, atestiguada por crisoles y moldes de
apuntaría más hacia la Cultura de Cortes en el Ebro barro 137, de tipo y origen muy probablemente atlán-
Medio que hacia los auténticos CU., entendiendo por tico 138, pero que pudo alcanzar el Valle del Ebro 139.
tales de los C U . del NE. Este hecho resulta lógico Cabe incluso, conjeturar su concreta procedencia del
en relación con el creciente peso del substrato local foco atlántico meridional del B.F. Tartésico, relación
en la dispersión y evolución de las formas. Por lo tan- que se evidenciaría por la difusión meseteña de ele-
to, considerar por dichas formas que los poblados ti- mentos como las fíbulas de codo o las armas de len-
po Soto corresponden a los C U . plantea un problema gua de carpa de tipo Huelva y Ronda-Sa Idda, que a
terminológico, taxonómico y conceptual aún más gra- fines del B.F. aparecen por la Meseta caracterizando
ve que el ya señalado para el Ebro Alto y Medio en las últimas fases de la metalurgia del Bronce Final140.
relación con los C U . del NE. Lo mismo cabe decir A dichos elementos se añadirían ciertas cerámicas ori-
respecto a la metalurgia del bronce. Aunque mal co- ginariamente procedentes de los CU., pero correspon-
nocida es en general de tipo atlántico 129 tal vez inclu- dientes a formas de las fases evolucionadas, ya de los
so con influjos meridionales y en ella solo ciertos ele- albores de la Edad de Hierro, probablemente proce-
mentos como agujas de cabeza enrollada, etc. 13° pue- dentes de la Cultura de Cortes de Navarra en el Valle
den indicar, y no necesariamente m , relaciones con del Ebro con la que se evidencian mutuos contactos
los CU. 1 3 2 . y un desarrollo paralelo, especialmente en el sistema
En este marco explicativo resulta interesante ana- económico 141. Así se explicaría mejor no solo la com-
lizar la evolución cultural de ciertos poblados. Algu- pleja génesis, sino las características de la cultura ma-
nos, como el Cerro del Berrueco133, Sanchorreja1M, terial de estos poblados, que no se deben considerar
Ecce Homo 135 etc., evidencian una continuidad inin- pertenecientes a los C U . y menos todavía al mundo
terrumpida desde la Edad del Bronce y perduran en hallstáttico, pues parecen reflejar una cultura peculiar,
periodos muy posteriores, por lo que las cerámicas li- la Cultura de Soto de Medinilla, cuyos elementos se-
sas o pintadas características de esta fase, que han so- rían de origen complejo y posteriores a la Cultura de
lido pasar desapercibidas al ser difíciles de identificar Cogotas I que constituiría su sustrato precedente.
si no aparece pintura o su forma completa, pueden in- Así queda mejor explicada la cada día más fre-
terpretarse como adaptación en estos poblados de las cuente aparición de elementos como cerámicas pinta-
modas cerámicas dominantes en ese periodo, que hay das, casas redondas o moldes de arcilla para fundir
que suponer introducidas junto a otros elementos cul- bronces que se documentan no solo en la Meseta sino
turales conexos. en el Valle del Ebro y el Noroeste, donde las casas
Otros poblados, tipo Soto de Medinilla, con sus redondas arraigaron definitivamente.
casas de adobe redondas, revocadas y pintadas, con
bancos corridos y murallas igualmente de adobe, pa-
136
P. DE PALOL y F. WATTENBERG, 1974 p. 81 s.; R. MAR-
TÍN VALLS y F. DELIBES DE CASTRO 1978.
137
Crisoles de Soto de Medinilla: P. DE PALOL, 1966 p. 30;
129 y A.M. RAURET, 1976 p. 75 s.; Crisoles de Zorita: R. MARTÍN
G. DELIBESDE CASTRO y J. FERNÁNDEZ MANZANO, 1983
VALLS y G. DELIBESDE CASTRO, 1978 p. 224-7 f. 5-7; CRISOL DE
p. 46 s.
130
LA CORONA: BSAA 1981 p. 175 n. 72; moldes de El Royo: J.J.
J. MALUQUER, 1958a f. 18. Otro ejemplar procede de Pe- EIROA, 1981, etc.
dro Muñoz (ALMAGRO GORBEA, 1978 f. 21). 138
131
M. ALMAGRO GORBEA, 1977 p. 107, f. 34.
Así los ejemplares del depósito de la Ría de Huelva. M. AL- 139
A.M. RAURET, 1976 p. 141.
MAGRO 1958a, El-36, n° 229. 140
132 A. COFFYN, 1983 p. 225-6; Ruiz GÁLVEZ 1983 p.
G. Ruiz ZAPATERO, 1983, p. 942 s.
270-322; DELIBESDE CASTRO y J. FERNÁNDEZ MANZANO, 1983 p.
133
J. MALUQUER 1958b. 46 s.
134
J. MALUQUER DE MOTES 1958a; GONZÁLEZ-TABLAS, 1983. 141
P. DE PALOL y F. WATTENBERG, 1974 p. 193; J. MALU-
135
M. ALMAGRO GORBEA y D. FERNÁNDEZ GALIANO 1980. QUER, 1958 p. 141; M. H O P F 1973; M. HOPF, 1973.
42 Martín Almagro-Gorbea
Un tercer tipo de poblado, entre los que cabe in- nómeno de hallazgos semejantes al documentado en
cluir la mayoría de los castros de zonas montaño- el Levante y Sureste I47 , donde permiten suponer la
sas 142, ofrecen un emplazamiento de características penetración de pequeños grupos aislados en medio del
intencionalmente seleccionadas iniciando muchos su sustrato cultural local. Estos tipos cerámicos ya están
existencia en el momento de formación de la Cultu- documentados en Bezas (Albarracín) 148 , El Berrue-
ra Celtibérica en un ambiente cultural paralelo a la co 149 y un fragmento muy pequeño, y por tanto du-
Cultura de Soto de Medinilla a juzgar por las cerá- doso, apareció en el Ecce Homo 15 °.
micas y la metalurgia atribuible a su fase inicial 143 . Su También el esclarecimiento de los llamados C U .
aparición y desarrollo se debe explicar relacionados, de Alpiarça 151 y de los restantes hallazgos portugue-
no tanto con la llegada de nuevas gentes, sino por la ses relacionados 152 puede afectar a esta visión gene-
necesaria adaptación a los cambios culturales pro- ral que actualmente tenemos sobre esta problemática
ducidos. en la Península Ibérica, incidiendo lógicamente en la
La existencia de fortificaciones 144 , en especial de Meseta como zona de paso e hinterland de Portugal.
piedra como mejor adaptación a su entorno, puede ser Pero los datos son tan insuficientes que ni siquiera per-
una tendencia general de estos poblados explicable co- miten una explicación paralela a la apuntada para los
mo consecuencia, en última instancia, de la nueva or- hallazgos del Sureste.
ganización socio-económica del territorio y de otras Por tanto, aún teniendo en cuenta que puedan
razones como una previsible tendencia al aumento de producirse nuevos hallazgos, no parece que su inciden-
la presión demográfica. cia en la periodización cultural de la Meseta vaya a
Incluso los característicos caballos de frisia que ser significativa en cuanto a representar una fase o una
ofrecen algunos de ellos 145 son un elemento que sólo facies cultural propia y característica de la auténtica
puede haberse introducido y generalizado tras el pre- cultura de los C U .
vio desarrollo y generalización de la caballería y de su Lo que se ha considerado hasta ahora como C U .
consiguiente aplicación a las tácticas guerreras, lo que de la Meseta, en resumen, responde a elementos va-
está en relación con la existencia de élites ecuestres riados y de diverso origen que aparecen en el periodo
atestiguadas en los ajuares funerarios de las necrópo- complejo y todavía mal documentado que abarca des-
lis celtibéricas, cuyo efecto sólo debió ser importan- de el final de la Cultura de Cogotas I, en pleno B.F.,
te a partir de un monumento relativamente avanzado y el inicio del desarrollo de las Culturas Celtibéricas.
de la Cultura Celtibérica hacia las fases A-2 y B de En conclusión, como hemos anunciado al inicio
SCHÜLE146. Por lo tanto, este caso puede considerar- de esta ponencia, en el actual estado de la investiga-
se un ejemplo interesante y gráfico para comprender ción no parece acertado utilizar el término C U . en
la profunda interdependencia entre los elementos de la Meseta, donde el empleo cada vez más frecuente
cultura material y los aspectos sociales, económicos, de esta terminología es, la mayoría de las veces, un
etc., pero tampoco ninguno de estos elementos pue- desafortunado intento de evitar otras terminologías ya
den ser atribuidos con un mínimo de propiedad a la superadas como la de «céltico» o «hallstáttico», cada
Cultura de los C U . La posibilidad de que futuros ha- día más desacreditadas y en desuso por su falta de re-
llazgos cambien este panorama tampoco debe excluir- lación con los datos aportados por la investigación.
se e incluso cabría apuntar la previsible aparición de Al emplear de esta manera el término « C U . » sur-
cerámicas acanaladas de los C U . . Recientes en un fe- ge el mismo problema que si se usan los citados térmi-
nos de «hallstáttico» o «céltico» y se incurre, además,
en un nuevo error por la falsa equivalencia, al menos
142
B. TARACENA, 1941 p. 45 s.; E. RODRÍGUEZ ALMEIDA, implícita, entre dichos términos y el de C U .
1955; M. FERNÁNDEZ MIRANDA, 1972; F. ROMERO, 1984a; id.
1984.
143
B. TARACENA, 1928 p. 19, f. 15; M. BELÉN y otros, 1978
f.; D. FERNÁNDEZ-GALIANO 1979; J.J. EIROA 1979; Id. 1981. J J . 147
VALIENTE, 1982; F. ROMERO, 1984; id., 1984a; G. Ruiz ZAPATE.
Vid. supra, n. 39 a 43.
148
RO, 1984; etc.. T. ORTEGO, 1951 f. 23 p. 478.
149
144
B. TARACENA, 1941; G. Ruiz ZAPATERO, 1977; M. BELÉN J. MALUQUER, 1958b f.
y otros, 1978; etc. 150
M. ALMAGRO-GORBEA y D. FERNÁNDEZ-GALIANO, 1980
145
HARBISON, 1968; M. BELÉN y otros, 1978; A. ESPARZA, p. 104 f. 33.
1983a, p. 111. 151
MENDES CORREA, 1935; G. MARQUES, 1972 p. 12 s.
146
W. SCHÜLE, 1969 p. 127 y 165 s. 132
H. SCHUBART, 1971 f. 16.
Los campos de Urnas en la Meseta 43
Por tanto, los continuos hallazgos que tanta luz ALMAGRO GORBEA, M. 1979. Cerámica excisa en Sagun-
aportan a esta problemática exigen, ante todo, un ob- to. Una hipótesis sobre el origen de esta ciudad. Sagun-
jetivo análisis de todos los elementos culturales y de tum 14, pp. 97-207.
sus relaciones e interdependencias que permitan iden- ALMAGRO GORBEA, M. 1983. Colonizzazione e accultura-
tificar las diversas entidades culturales y definir su per- zione nella peninsola iberica. Forme di contatto e pro-
sonalidad y sus mutuas relaciones. Esta labor tiene que cessi di trasformazione nella società antiche. Atti del con-
llevar conexa la asignación de una terminología, pro- vegno di Cortona 1981 (Coli. Ec. Fr. Roma 67) pp.
visional o definitiva, pero acorde con los datos anali- 429-461.
zados para evitar los falsos conceptos y las visiones ALMAGRO GORBEA, M. 1983b. Pilares-estila ibéricos. Ho-
equivocadas que surgen del empleo de términos ina- menaje al Prof. M. Almagro-Basch. Madrid pp. 7-20.
decuados o claramente superados por el avance de la
ALMAGRO GORBEA, M. 1983c. Pozo Moro. El monumen-
investigación. Esta es la labor a la que quisiéramos ha- to orientalizante, su contexto socio-cultural y sus para-
ber contribuido con esta ponencia. lelos en la arquitectura funeraria ibérica. Madr. Mit. 24,
pp. 177-293.
ALMAGRO GORBEA, M. y FERNÁNDEZ-GALIANO, D. 1980.
Excavaciones en el Ecce Homo, Arqueología 2, p. 128.
Bibliografía ALMAGRO GORBEA, M. y OLMOS ROMERA, R. 1981. Ob-
servation sur l'assimilation de l'iconographie classique
AGUILERAY GAMBOA, E. DE, 1909. El Alto Jalón. Madrid. d'époque préromaine dans la Péninsule Ibérique. Mytho-
logie gréco-romaine, mythologies périphériques. Etudes
AGUILERA Y GAMBOA, E. DE, 1916. Las necrópolis ibéri-
d'iconographie (Coll. Int. CNRS n.° 593. Paris pp.
cas (Asoc. Esp. Prog. Ciencias 2) Madrid. 57-62).
ALBERTOS, M.L. 1975. Organización suprafamiliar de la ARGENTE OLIVER, J.L. 1974. Las fíbulas de la necrópolis
Hispania Antigua. Valladolid. celtibérica de Aguilar de Anguita. Trab. Preh. 31, pp.
ALBERTOS, M.L. 1976. La antroponimia prerromana de la 143-216.
Península Ibérica. Actas I Coloquio sobre lenguas y cul- ARTEAGA, O. 1976. La panorámica protohistórica penin-
turas prerromanas de la Península Ibérica. (Salamanca sular y el estado actual de su conocimiento en el Levan-
1974) Salamanca p. 57-86. te Septentrional (Castellón de la Plana) Cuad. Preh. Arq.
ALMAGRO BASCH, M. 1952. La invasión céltica en España Castell. 3, pp. 173-194.
(R. Menéndez Pidal, (Ed.) Historia de España I, 2) Ma- ARTEAGA, O. 1978. Problemática General de la iberización
drid, 1952. en Andalucía Oriental y en el Sudeste de la Península.
ALMAGRO BASCH, M. 1958. Origen y formación del pue- Ampurias 38-40, pp. 23-60.
blo Hispano. Madrid. ARTEAGA, O. 1978a. Los Pirineos y el problema de las in-
vasiones indoeuropeas. Els Pobles Pre-romans del Piri-
ALMAGRO BASCH, M. 1958a. Inventaria Archeologica E.l
neu (2 Col-loqui Int- d'Arq. de Puigcerda 1976) Barce-
Depósito de la Ría de Huelva. Madrid, 1958.
lona 1979, pp. 9-30.
ALMAGRO BASCH, M. 1966. Sobre el origen posible de las
ARTEAGA, O. 1980. Las primeras fases del poblado de Los
más antiguas fíbulas anulares hispánicas, Ampurias 28
Saladares (Orihuela, Alicante) Ampurias 41-2, pp.
pp. 215-236.
65-137.
ALMAGRO GORBEA, M. 1969. La necrópolis celtibérica de AUBET, M.E. 1981. La necrópolis de Setefilla en Lora del
Las Madrigueras (Carrascosa del Campo, Cuenca) Bibl. Río (Sevilla) Túmulo A. (J. MALUQUER y M.E. AUBET
Praeh. Hisp. 10. Madrid. (Ed): Andalucía y Extremadura) Barcelona.
ALMAGRO GORBEA, M. 1973. Los campos de túmulos de BELDA, 1963. Un nuevo campo de urnas al Sur del Tajo.
Pajaroncillo (Cuenca) Exc. Arq. Esp. 83. Madrid. Ampurias 25, pp. 198-201.
ALMAGRO GORBEA, M. 1977. El Pic deis Corbs y los Cam- BELÉN, M., BALBÍN, R., FERNÁNDEZ-MIRANDA, M. 1978.
pos de Urnas del NE de la Península Ibérica. Saguntum Castilviejo de Guijosa (Sigüenza) Wad-Al-Hayara 5, pp.
P. L.A.V., 12 pp. 89-144. 63-87.
ALMAGRO GORBEA, M. 1977a. El Bronce Final y el Perío- BELTRÁN MARTÍNEZ, A., 1960. La indoeuropeización del
do Orientalizante en Extremadura. B.P.H. 14, p. 543. Valle del Ebro. I Simp. Int. Preh. Pen. Pamplona (1959).
ALMAGRO GORBEA, M. 1978. La iberización de las zonas BELTRÁN MARTÍNEZ, A. 1978. De Arqueología Aragone-
orientales de la Meseta. Ampurias 38-40, pp. 93-156. sa. Zaragoza.
44 Martín Almagro-Gorbea
BLANCO FREIJEIRO, A. 1959. Orientaría II: II Datos com- CASTIELLA, A. 1977. La Edad del Hierro en Navarra y Rio-
plementarios para la cronología. Secuencia de materia- ja. Pamplona.
les en el Alto Guadalquivir. Arch. Esp. Arq. 33, pp. CERDEÑO SERRANO, M.L. 1978. Los broches de cinturón
26-34. peninsular de tipo céltico. Trab. Preh. 35, pp. 279-306.
BLOT, J. 1979. Les rites d'incinération en Pays Basque du- CERDEÑO SERRANO, M.L. 1979. La necrópolis céltica de
rant la préhistoire. Munibe 31, pp. 219-236. Sigüenza (Guadalajara) Wad-Al-Hayara 6, pp. 49-75.
BOSCH-GIMPERA, P. y KRAFT, G. 1928. Zur Keltenfrage. CERDEÑO SERRANO, M.L. 1981a. La necrópolis de Moli-
Kossina-Festschrift (Ma. Erg. 6) p. 285 s. na de Aragón. Wad-Al-Hayara 8, pp. 9.84.
BOSCH-GIMPERA, P. 1921. Los celtas y la civilización cél- CERDEÑO SERRANO, M.L. 1981. Sigüenza: enterramientos
tica en la Península Ibérica. Bol. Soc. Esp. Exe. 29. tumulares en la Meseta Oriental. Not. Arq. Hisp. 11,
BOSCH-GlMPERA, P. 1922. Ensayo de una reconstrucción pp. 189-208.
de la Etnología Prehistórica de la Península Ibérica. CERDEÑO SERRANO, M.L. 1983. Nuevos ajuares de la ne-
Santander. crópolis de Molina de Aragón (Guadalajara) Wad-Al-
BOSCH-GlMPERA, P. 1922a. Die Kelten und die Keltische Hayara, 10, pp. 283-294.
Kultur in Spanien. Ma. Bibl. 22, p. 33 s. CLARKE, D.L. 1978. Analytical Archaeology (2 Ed.).
BOSCH-GlMPERA, P. 1932. Etnología de la Península Ibé- London.
rica. Barcelona. COFFYN, A. 1974. Les épées à antennes du Sud de la Fran-
BOSCH-GlMPERA, P. 1933. Los Celtas en Portugal y sus ca- ce. Rev. Hist, et Archeol. du Libournais 42, 152, pp.
minos. Homenagem a Martins Sarmento. Guimaraes 63-71.
1933, pp. 54-72. COFFYN, A. 1983. Le Bronze Final Atlantique dans la Pé-
BOSCH-GlMPERA, P. 1935. Los celtas de la cultura de las ninsule Ibérique. Bordeaux.
Urnas en España. (Homenaje a J.R. Mélida). Rev. Arch. COURTOIS, J.C. 1976. La période de transition entre la fin
Bibl. Mus. 3, pp. 1-41. de l'Age du Bronze et le début de l'Age du Fer: péren-
BOSCH-GlMPERA, P. 1939. Two celtic waves in Spain. Sir nité des Champs d'Urnes au premier Age du Fer dans
J. Rhys Memorial Lecture, British Academy 1939 le Midi de la France VISPP IX Congr. Colloque XXV
London. Les Champs d'Urnes dans le Midi de la France. Prétria-
BOSCH-GlMPERA, P. 1941. Les Celtes et la Civilisation des ge Niza, pp. 21-45.
Urnes en Espagne. Préhistoire 8, pp. 121 s. CUADRADO, E. 1960. Fíbulas anulares típicas del Norte de
BOSCH-GlMPERA, 1945. El poblamiento antiguo y la for- la Meseta Castellana. Arch. Eso. Arq. 32, pp. 64-97.
mación de los pueblos de España. México. CUADRADO, E. 1963. Precedentes y prototipos de la fíbula
BOSCH-GlMPERA, P. 1951 y 3. Les mouvements celtiques. anular hispánica. Trab. Preh. 7. Madrid.
Essai de reconstitution. Etudes Celtiques 5 y 6, pp. CUADRADO, E. 1968. Excavaciones en la necrópolis celti-
352-400 y 71-177. bérica de Riba de Saelices (Guadalajara) Exc. Arq. Esp.
BOSCH-GlMPERA, P. 1953. Las urnas del Boverot (Alma- 60. Madrid.
zora, Castellón) y las infiltraciones célticas en tierras va- CUADRADO, E. 1978. Influencia de la iberización en el in-
lencianas. Arch. Preh. Lev. 4, pp. 187-193. terior peninsular. Ampurias 38-40, pp. 327-330.
BOSCH-GlMPERA, P. 1960. El problema indoeuropeo. Mé- DECHELETTE, J. 1912. Les fouilles du Marquis de Cerral-
xico, 1960. bo. Comptes rendues Ac. Ins B.-L. 1912, pp. 433-43.
BOSCH-GlMPERA, P. 1974. Paletnologia de la Península DECHELETTE, J. 1927. Premier Age du Fer ou époque de
Ibèrica. Graz. Hallsttat (Manuel d'Archéologie préhistorique, celtique
BOSCH-GlMPERA, P. 1975. Prehistoria de Europa. Madrid. et gallo-romaine III) Paris, 1927.
CABRE, E. y MORAN, J.A. 1979. Ensayo tipológico de las DELIBES DE CASTRO, G. y FERNÁNDEZ MANZANO, J.
fíbulas con esquema de La Tène en la Meseta Hispáni- 1983. Calcolitico y bronce en tierras de León. Lancia I.
ca. Bol. Asoc. Esp. Amigos Arq. 11-12, pp. 10-26. Cántabros y Astures pp, 19-82.
CABRÉ AGUILO, J. 1942. El rito céltico de incineración con ElROA, J.J. 1979. Aspectos urbanísticos del castro hallstát-
estelas alineadas. Arch. Esp. Arq. 15, p. 339 s. tico de El Royo (Soria). Rev. Invest. Colegio Univ. So-
CABRÉ AGUILO, J. 1942a. El thymaterion céltico de Cala- ria, p. 81 s.
ceite. Arch. Esp. Arq. 15, pp. 181-198. ElROA, J.J. 1981. Moldes de arcilla para fundir metales pro-
CANER, E. 1983. Fibeln in Anatolien I. PBF, XIV, 8. cedentes del Castro Hallstáttico de El Royo (Soria) Ze-
München. phyrus 32-33, pp. 181-193.
Los campos de Urnas en la Meseta 45
FLETCHER, D. y otros. 1978. La iberización en el País Va- MALUQUER DE MOTES, J. 1958a. El Castro de Los Casti-
lenciano. Ampurias 38-40, pp. 75-92. llejos en Sanchorreja. Ávila-Salamanca.
MALUQUER DE MOTES, J. 1958b. Excavaciones arqueoló-
GALÁN, C. 1980. Memoria de la primera campaña de ex-
gicas en el Cerro del Berrueco (Salamanca) (Acta Salman-
cavaciones en la necrópolis de El Navazo. La Hinojosa
ticensia 14) Salamanca.
(Cuenca), 1976. Not. Arq. Hisp. 8, pp. 141-209.
MALUQUER DE MOTES, J. 1971. Late Bronze and Early
GONZÁLEZ PRATS, A. 1983. Estudio del poblamiento an- Iron in the valley of the Ebro. The European Commu-
tiguo de la Sierra de Crevillente (Alicante) (Lucentum
nity in the Later Prehistory. London pp. 105-120.
Anejo I). Alicante.
MALUQUER DE MOTES, J. y VÁZQUEZ DE PARCA, L. 1957.
GARCÍA GUINEA, M.A. y SAN MIGUEL, J.A. 1964. Pobla- Avance al estudio de la necrópolis de la Atalaya, Cortes
a
do Ibérico de El Macalón (Albacete) 2. Campaña (Exc. de Navarra. Exc. Arq. en Navarra 5. Pamplona.
Arq. Esp. 25) Madrid.
MARQUES, G. 1972. Arqueología de Alpiarça. As estaçoes
GIL MASCARELL, M. 1981. Bronce Tardío y Bronce Final representadas no Museu do Instituto de Antropologia do
en el País Valenciano. Valencia. Porto. Trab. Inst. Antr. Dr. Mendes Correa 13. Porto.
GlRY, P. 1974. La nécropole préromaine de Saint-Julien MARTÍN VALLS, R. y DELIBES DE CASTRO, G. 1978. Die
(Pezenas, Hérault) Rev. Et. Ligures 30, 1-2, pp. 117-238. Hallstattzeitliche Siedlung von Zorita bei Valoría la Bue-
GONZÁLEZ TABLAS, F J . 1983. Los Castillejos de Sancho- na (Prov. Valladolid. Madr. Mit. 19, pp. 219-230).
rreja y su incidencia en las culturas del Bronce Final y MARTÍNEZ SANTA-OLALLA, J. 1946. Esquema paletnológi-
de la Edad del Hierro de la Meseta Norte. Salamanca. co de la Península Hispánica 2. Madrid.
GUILAINE, J. 1972. L'Age du Bronze en Languedoc Occi- MENDES CORREA, A.A. 1935. «Urnenfelder» de Alpiarça.
Anuario Preh. Madrileña 4-6, p. 125 s.
dental, Roussillon, Ariège. Paris.
MlLLÁN, C. 1961. Vaso funerario de Cástulo. V Int. Kon-
GUILAINE, J. (Ed.) 1976. La Préhistoire Française. Les ci- gress Vor-und Frühgeschichte. Hamburg 1958, pp. 544
vilisations néolithiques et protohistoriques de la Fran-
1. 18, 1.
ce. Paris.
MOHEN, J.P. 1980. L'Age du Fer en Aquitaine du VIII e au
HARBISON, P. 1968. Castros with chevaux-de-frise in Spain III e siècle avant Jesus-Christ (MSPF 14) Paris.
and Portugal. Madr. Mit. 9. MOLINA, F. 1977. La Cultura del Bronce Final en el Su-
HOGG, A.H.D. 1957. Four Spanish Hill-Forts. Antiquity deste de la Península Ibérica. Tesis Doctorales de la Uni-
121 pp. 25-32. versidad de Granada, 178, p. 19.
HOPF, M. 1973. Pflanzenfunde aus Nordspanien. Cortes de MOLINA, F. 1978. Definición y sistematización del Bronce
Navarra-El Soto de Medinilla. Madr. Mit. 14 pp. 133- Tardío y Bronce Final en el Sudeste de la Península Ibé-
142. rica. Cuad. Preh. Univ. Granada 3, pp. 159-232.
46 Martín Almagro-Gorbea
MOLINA, F. y NAJERA, T. 1978. Die Morillas von Azuer RUIZ ZAPATERO, G. 1983a. Los Campos de Urnas del NE
und Los Palacios (Prov. Ciudad Real) Madr. Mitt. 19, de la Península Ibérica. Tesis Doctoral Univ. Complu-
pp. 52-74. tense. Madrid.
MORÓTE, G. 1981. Una estela de guerrero con espada de RUIZ ZAPATERO, G. 1983b. Modelos teóricos de invasio-
antenas en la necrópolis ibérica de Altea La Velia (Al- nes/migraciones en Arqueología Prehistórica. Informa-
tea, Alicante) Arch. Preh. Lev. 16, pp. 417-446. ción arqueológica 41, pp. 143-157.
ORTEGO, T. 1951. Prospecciones arqueológicas en «Las Ta- Ruiz ZAPATERO, G. 1984. Cogotas I y los primeros «Cam-
jadas» de Bezas (Teruel) Arch. Esp. Arq. pp. 455-486. pos de Urnas» en el Alto Duero. Actas 1 er Symposium
de Arqueología Soriana. Soria, p. 169-185.
OSUNA, M. y REMESAL, J. 1980. La necrópolis de Boliche
(Villaricos, Almería) Arch. Preh. Lev. 16, pp. 373-416. SÁNCHEZ MESEGUER, J. 1969. El método estadístico y su
aplicación al estudio de materiales arqueológicos. (Infor-
PALOL, P. DE, 1958. La necrópolis hallstáttica de Agullana mes y trabajos del ICRAAR, 9) Madrid.
(Bibl. Prae. Hisp. I) Madrid.
SANDARS, N. 1957. Bronze Age Cultures in France.
PALOL, P. DE, 1961. Nuevos datos para el estudio de la Cambridge.
Edad del Hierro en la Cuenca Media del Duero. V Int.
SAVORY, H.N. 1968. Spain and Portugal. London.
Kongress für Vor-und Frühgeschichte. Hamburgo pp.
645-648. SCHANER, P. 1975. Beginn und Dauer der Urnenfelderkul-
tur in Südfrankreich. Germania, 53.
PALOL, P. DE, Estado actual de la investigación en la Me-
seta. IX Congr. Nac. Arq. SCHÜLE, W. 1969. Die Meseta-Kulturen der Iberischen
Halbinsel (Madr. Forsch 3) Berlin.
PALOL, P. DE y WATTENBERG, F. 1974. Carta arqueológi-
SCHUBART, H. 1971. Acerca de la cerámica del Bronce Tar-
ca de España. Valladolid.
dío en el Sur y Oeste Peninsular. Trab. Preh. 28, pp.
PALOL, P. DE 1974. Álava y la Meseta Superior durante el 153-182.
Bronce Final y Primer Hierro. Est. Arq. Alavesa 6, pp.
SCHUBART, H. 1975. Die Kultur der Bronzezeit im Südwes-
91-100.
ten der Iberischen Halbinsel (Madr. Forsch. 9) Berlín.
PÉREZ DE BARRADAS, J. 1934. La primera invasión celta en SlRET, E. y L. 1890. Las Primeras Edades del Metal en el
la Meseta Central Española. Atlantis XIII. Sudeste de España. Barcelona.
PERONI, R. y otros, 1976. Sulla cronologia dei «Campi di SlRET, L. 1893. L'Espagne Préhistorique. Rev. questions
Urne» della Linguadoca. Riv. Scienza Preistoriche 31,1, scientifiques (Bruselas) pp. 5-78.
pp. 245-82.
SlRET, L. 1913. Questions de Chronologie et d'Ethnogra-
RAURET, A.M. 1976. La metalurgia del bronce en la Penín- phie ibériques. Paris.
sula Ibérica durante la Edad del Hierro. Barcelona.
SlRET, L. 1908. Villaricos y Herrerías. Mem. R.H.A. 14.
RODRÍGUEZ ALMEIDA, E. 1955. Contribución al estudio de SOLIER, Y. 1968. Une tombe de chef a l'oppidum de Pech-
los castros abulenses. Zephyrus 6, pp. 258-271.
Maho (Sigean, Aude) Rev. Arch. Narb. 1, pp. 7-37.
ROMERO CARNICERO, F. 1980. Notas sobre la cerámica de
SOLIER, Y., RANCOULE, G. y PASSELAC, M. 1976. La né-
la Primera Edad del Hierro en la Cuenca Media del Due- cropole de «Las Peyros» VIe siècle av. JC. a Couffoulens
ro. BSAA 46, pp. 137-153. (Aude) Rev. Arch. Narb. Suppl. 6, Paris.
ROMERO CARNICERO, F. 1983. Novedades arquitectónicas STARY, P.F. 1982. Keltische waffen auf der Iberischen Hal-
de la cultura castreña soriana: la casa circular del castro binsel. Madr. Mit. 23 p. 114-144.
de Zarranzano. Actas I er Symposium de Arqueología
Soriana. Soria, p. 187-210. TAFFANEL, O. y J. 1960. Deux tombes de chefs à Mailhac.
Gallia 18, 1 1-37.
ROMERO CARNICERO, F. 1984a. La Edad del Hierro en la
provincia de Soria. Estado de la Cuestión. Actas 1er TARACENA, B. 1928. Excavaciones en las provincias de So-
Symposium de Arqueología Soriana. Soria, p. 51-121. ria y Logroño. Mem. Junta Sup, Exc. Ant. 103. Madrid.
RUIZ CALVEZ, M. 1980. Consideraciones sobre el origen TARACENA, B. 1941. Carta arqueológica de Soria. Madrid.
de los puñales de antenas gallego-asturianos. Actas I Se- TOVAR, A. 1960. Lenguas prerromanas de la Península Ibé-
minario de Arqueología de Noroeste Peninsular. Guima- rica. B. Lenguas indoeuropeas. 1. Testimonios antiguos.
râes. Enciclopedia Lingüística Hispánica I. Madrid, pp.
RUIZ GAL VEZ, M. 1983. La Península Ibérica y sus rela- 101-126.
ciones con el Círculo Cultural Atlántico. Tesis Doctoral TOVAR, A. 1961. The Ancient Languages of Spain and Por-
Universidad Complutense. Madrid. tugal. New York.
Los campos de Urnas en la Meseta 47
TOVAR, A. 1977. Indogermanisch, Keltisch, Keltiberisch. VALIENTE, S. 1973. Nuevo yacimiento de cerámica pinta-
K.H. Schmidt y R. Kòdderitzsch (Ed) Indogermanisch da de la I Edad del Hierro en España. XII Congr. Nac.
und Keltisch. Kolloquium der Indogermanischen Gesells- Arq. Jaén, 1971 (Zaragoza) p. 333 s.
chaft. Wiesbaden. ViLASECA, S. 1947. El campo de urnas de los Obagues de
Montsant y la evolución de la cultura de urnas en el sur
TOVAR, A. 1973. Las inscripciones de Botorrita y Peñalva
de Cataluña. Arch. Esp. Arq. 66.
de Villastar y los límites orientales de los celtíberos. His-
pania Antiqua 3, pp. 367-405. ViLASECA, S. 1963. La necrópolis de Can Canys (Trab.
Preh. 9) Madrid.
UNTERMANN, J. 1975. Monumenta Linguistica Hispana I
ViLASECA, P. 1973. Reus y su entorno en la Prehistoria.
Münzlegenden. Wiesbaden.
Reus.
VALIENTE MELLA, J. 1982. Cerámicas grafitadas de la co- WATTENBERG, F. 1963. Las cerámicas indígenas de Nu-
marca saguntina. Wad-Wal-Hayara 9, pp. 117-135. mancia. Bibl. Praeh. Hisp. 4. Madrid.