Télam El Hecho Maldito... Suárez Bargach (Extracto Clase 4)

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detentar durablemente el poder sin ejercer al mismo tiempo la hege-


monía sobre los aparatos ideoló gicos del Estado”; la realidad de Té -
lam y su complejidad desbordaron esa argumentació n mecá nica pa-
ra abrir paso a una historia pletó rica de matices (14).

Revolució n y despué s.
La llamada “Revolució n Libertadora” se propuso desmantelar
el “ré gimen” peronista y esa ambició n incluyó a la política de medios
de comunicació n que, por supuesto, tuvo resonancia en la agencia
Té lam. “La revolució n no se hace en provecho de partidos, clases o
tendencias, sino para restablecer el imperio el derecho”, disfrazó el
general Eduardo Lonardi al asumir la presidencia el 23 de septiembre
de 1955 como cabeza de un gobierno en el que convivían el naciona-
lismo cató lico que expresaba el propio Lonardi con otro sector carac-
terizado por un liberalismo conservador pro britá nico (15).
La sanció n del decreto 4161/57, que prohibía mencionar las
palabras Peró n, peronismo, justicialismo y todo giro equivalente, ex-
presaba la instauració n de un ré gimen de censura. Y, va de suyo, el fin
de las políticas sociales. Una ané cdota narrada por el sindicalista Ma-
nuel Gazzera, en ocasió n de una audiencia que el presidente conce-
de a la CGT el 25 de septiembre, grafica el momento: “Cuando los gre-
mialistas estaban en la antesala del despacho del presidente, pasó un
marino. Se detuvo, preguntó quié nes eran y qué esperaban. Respon-
dida la pregunta, los miró detenidamente y les hizo explotar esta sen-
tencia: ‘Sepan ustedes que la Revolució n Libertadora se hizo para que
en este país el hijo del barrendero, muera barrendero”. Era el contral-
mirante Arturo Rial (16).
La política revanchista fue feroz. En octubre del ’55 el gobier-
no sancionó el decreto 170/55 que declaró nulas las licencias de me-

14 Para una revisió n crítica del concepto de Louis Althusser, cft. Harnecker, Marta, “Los con-
ceptos elementales del materialismo histó rico, SIGLO XXI, Mé xico, 1999, y Feinmann, José Pa-
blo, “Filosofía política del poder mediá tico”, Planeta, Buenos Aires, 2013.
15 Lonardi, Marta, “Mi padre y la revolució n del ‘55”, Ediciones Cuenca del Plata, Buenos Ai-
res, 1980, pg. 157.
16 Gazzera, Miguel, “Peronismo: autocrítica y perspectivas”, Buenos Aires, Descartes, 1970,
pg. 64.
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dios realizadas durante la dé cada previa y facultaba al Estado para in-


tervenir en las emisoras radiales privadas.
En noviembre se promulgó la ley 15.460, que allanó el camino
para la privatizació n de Canal 7 (proyecto que quedó trunco al añ o si-
guiente). Y tres días antes del final del gobierno de Pedro Eugenio
Aramburu y la entrega del poder a Arturo Frondizi se concedieron las
licencias de tres canales de televisió n: Canal 9 a la Compañ ía Argen-
tina de Televisió n (CA-DE-TE), Canal 11 a Difusora Contemporá nea
(DICON) y Canal 13 a Río del Plata S.A, adjudicaciones luego confir-
madas en la dé bil administració n frondizista.
CA-DE-TE era una empresa vinculada a la industria cinemato-
grá fica y su principal accionista, Kurt Lowe, tituar de una empresa que
publicitaba en las salas. DICON expresaba el interé s de la Iglesia Ca-
tó lica, mientras que en Río de la Plata confluía una “rara mezcla de
conservadores y publicitarios que adherían a la Unió n Cívica Radical
del Pueblo” (17).
Aquel tiempo constituyó la primera amenaza real a la continui-
dad de Té lam, signada por la falta de financiamiento. Entre julio de
1957 y septiembre de 1958, un grupo de doce trabajadores, entre ellos
Humberto Asís, quien fuera jefe de Expedició n de la agencia, trabajó
sin cobrar para sostener en funcionamiento la empresa. “Nos habían
amenazado con cerrar la empresa por falta de dinero. Entonces pedi-
mos que no cerraran, que nosotros ibamos a trabajar gratis porque
queríamos mantener la fuente de trabajo. Luego de má s de un añ o, la
empresa reguló su situació n y volvimos a percibir nuestros haberes”,
narró Asís (18).Y agregó : “A pesar de no cobrar durante meses, los tra-
bajadores nunca permitieron que se interrumpiera el servicio” (19).
En el recuerdo de aquel tiempo, el periodista Luis De Mé stico,
quien trabajó en Té lam durante 40 añ os, recordó : “Por entonces Té -

17 Mastrini, Guillermo – Lavieri, Omar, “Los orígenes de a televisió n privada en la Argentina. Así
nació nuestro querer”. Material de la carrera de Ciencias de la Comunicació n de la Universidad
de Buenos Aires.
18 Informe sobre la agencia Té lam realizado por los estudiantes Estela Belligotti, María G. Bus-
tillo, Hugo Pereyra, Fernando Cá nepa, Martín Bernados, Susana Memzuch, Sergio Chaia, Diego
Mandelman y Gustavo Castro. TEA 1987.
19 Dossier sobre los 50 añ os de Té lam. “Una empresa integral de comunicació n”, 1994.
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lam difundió una informació n referida al supuesto enriquecimiento ilí-


cito de algunos integrantes del gobierno de facto. Aparecieron (Fran-
cisco) Manrique y su hijo con una ametralladora y nos obligaron con
mé todos convincentes a sacar la cartelera (pizarra que se ubicaba en
la puerta de la agencia con las principales noticias del día” (20).
El estatus jurídico de Té lam nunca había estado claro. Difusos
registros de la é poca la consignaban como una sociedad de responsa-
bilidad limitada. En 1959, ya bajo el gobierno de Frondizi, un decreto la
autorizó a funcionar como sociedad anó nima y se abrió una é poca has-
ta 1968 donde la agencia operó como sujeto de derecho privado (21).
El presidente radical intransigente había ganado las elecciones
el 23 de febrero de 1958 producto de un acuerdo con el peronismo
que le reportó 3.989.479 votos, que lo ubicaron por encima de la
Unió n Cívica Radial del Pueblo (2.526.611). El peronismo se mantenía
proscripto.
El gobierno alentó una apertura hacia el capital privado y ex-
tranjero sobre la convicció n de que “la diná mica de acumulació n inter-
na se encontraba bloqueada (…) La Argentina era sometida a un pro-
ceso de intercambio desigual, por el cual parte de la riqueza generada
internamente era remitida al exterior. El excedente que quedaba dis-
ponible, entonces, resultaba insuficiente para alcanzar un nivel razo-
nable de acumulació n interna de capital. La solució n planteada por
Frondizi y Frigerio era producir esos bienes (petró leo, acero, petroquí-
micos) internamente, pero esos sectores demandaban una inversió n
de capital muy elevada. Por ese motivo el desarrollismo planteaba la
necesidad de una política econó mica que elevara la tasa de ahorro in-
terno y, simultá neamente, captara inversiones extranjeras” (22). En ese
contexto, Té lam se constituyó en una sociedad anó nima.
El presidente de facto José María Guido dispuso el 30 de ma-
yo de 1963 la clausura de Té lam, que tuvo una vigencia fugaz. Ejecu-
tó el cierre a travé s del decreto 4398 que aseguró que la agencia emi-

20 Cable de Té lam Nro. 141 del 14/4/1993. “La agencia estatal cumple 48 añ os de vida”.
21 Decreto 8305/59 del 11/7/1959.
22 Rapoport, Mario y Zaiat, Alfredo, “Historia de la economía argentina del siglo XX”, Buenos
Aires, La Pá gina, 2007, fascículo 26, pag. 404.
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tía noticias “falsas” y “tendenciosas”. Pero la medida tuvo una vida


tan corta como la suerte política de Guido y Té lam retomó actividades
con el gobierno de Arturo Illia.
En 1965 la empresa sufrió una sangría periodística. El perio-
dista Rodolfo Chioddi se alejó y se llevó consigo una importante can-
tidad de periodistas para formar otra agencia de noticias, Tell Press.
La normalizació n jurídica de Té lam se consumó en un período
de anomalía institucional para el país. Ocurrió en 1968 cuando el go-
bierno de Juan Carlos Onganía, que pretendía gobernar por veinte
añ os, dispuso que todas las acciones de Té lam pasaran a manos del
Estado. Fue producto de un acuerdo del gobierno con los entonces
propietarios de la agencia, que vendieron sus títulos. Eran Jorge Napp
(que en 1973 iba a volver como presidente de la agencia), Roberto So-
monivich y Rafael Maqueda (23).
La venta de acciones se concretó mediante la sanció n de la ley
17.705, que autorizó al Poder Ejecutivo a comprar 36.000 acciones
ordinarias de Té lam a un valor nominal de 3.600.000 pesos. Entre los
fundamentos de la norma se consignaba “la necesidad de contar con
medios para transmitir al exterior la imagen de una Nació n dedicada
al desarrollo y al logro de valores espirituales y materiales”.
Aquel proceso fue acompañ ado por algunos cambios tecnoló -
gicos: la incorporació n de teletipos mecá nicas que, mediante líneas
de té lex, permitieron emitir noticias con regularidad y velocidad. Fue
el fin de los despachos por correo postal y el principio de un creci-
miento de Té lam en las provincias.
En tiempos de la “Revolució n Argentina” nació la otra dimen-
sió n que Té lam muestra en la actualidad: el á rea publicitaria, que con-
centró todos los avisos de organismos y empresas estatales, a partir
de una propuesta del secretario de Difusió n y Turismo del gobierno de
facto, Federico Frischknecht. Fue un disparador para el potencial eco-
nó mico de la agencia. Té lam mantuvo ese monopolio hasta el gobier-
no de Menem. La agencia resolvía dó nde se colocaba cada segundo
y cada centímetro de la publicidad oficial.
23 Suá rez, Mariano, “Té lam. Una política de Estado”, 1999. Material de la Carrera de Ciencias
de la Comunicació n de la Universidad de Buenos Aires.
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“La contratació n de espacios publicitarios en diarios, perió di-


cos, revistas, televisió n, radio, vía pú blica y cine que realicen los or-
ganismos del Estado deberá efectuarse en todos los casos por inter-
medio de la agencia Té lam, Sociedad Anó nima, Periodística y Radio-
telefó nica, Comercial, Inmobiliaria y Financiera”, rezaba el art. 1 del
decreto 6680 dictado el 22 de octubre de 1968. Del monto recauda-
do Té lam retenía un porcentaje que varió de acuerdo a los gobiernos.
Las competencias de Té lam en materia publicitaria alcanzaban
la má xima amplitud: “Está n sujetas a las normas del presente decre-
to los ministerios, secretarías de Estado, organismos centralizados y
descentralizados, empresas del Estado, sociedades anó nimas con
mayoría estatal, Servicios Elé ctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA),
Sociedad Mixta Siderú rgica Argentina (SOMISA) y todo ente o empre-
sa que administren funcionarios designados por el Poder Ejecutivo,
cualquiera sea su naturaleza jurídica y su ré gimen legal” (art. 3).
La intervenció n estatal en el mercado publicitario despertó en-
conadas reacciones del los sectores del liberalismo conservador. Una
editorial del diario La Prensa lo simbolizó bajo el título “La inexplica-
ble subsistencia de Té lam”. Sentenciaba: “No es funció n de los go-
biernos dedicarse a la difusió n de noticias que no se refieran a su pro-
pia gestió n y mucho menos lanzarse al negocio de la publicidad” (24).
Las tensiones entre las competencias pú blicas de Té lam y las
pretensiones de los actores del mercado privado iban volver a colisio-
nar añ os despué s.

Ni votos, ni botas.
Un dirigente moderado, de gesto prudente, antiguo y fiel sol-
dado en la Cá mara de Diputados de los ’40, Hé ctor J. Cá mpora, se
convirtió en la figura que expresaba la rebeldía emergente de la Ar-
gentina setentista. Bajo su presidencia, el 25 de mayo de 1973, se
clausuró un ciclo signado por los 17 añ os y 52 días que Juan Domin-
go Peró n estuvo proscripto y exiliado. En la efervescencia de aquel
tiempo político de los ‘70, cada día parecía cambiar para siempre la
historia argentina.
Aquella juventud sublevada, que cuestionaba las bases del po-
24 La Prensa, 25-6-1979.
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der econó mico bajo el sueñ o del socialismo nacional, sin embargo, no
otorgaba centralidad alguna al papel de los medios de comunicació n.
Se podía entonces interpelar el poder sin interpelar a los propietarios
de los medios. Nunca má s fue igual.
Cá mpora ocupó la presidencia como desenlace de un proceso
de aislamiento del gobierno militar conducido por Peró n desde el exi-
lio. 5.907.464 electores (49,59 por ciento) refrendaron en las urnas la
retirada del gobierno de Alejandro Lanusse. La campañ a ganó las ca-
lles. El peronismo, otra vez, ganó sin los medios de comunicació n.
Nueva Fuerza, el partido militar, atronó las ondas radiales y televisi-
vas con sus avisos, regaló souvenirs y empapeló todo Buenos Aires.
Obtuvo el 1,96 por ciento de los votos. (25).
Segú n Jorge Noguer, autor particularmente crítico de la política
peronista en materia de radiodifusió n, en 1973 “empezó a cobrar im-
pulso la regulació n y la censura de los programas. No tuvieron acceso
a los medios de comunicació n los manifiestos de las organizaciones
guerrilleras, cuyo accionar, rural y urbano, se había incrementado noto-
riamente (…) La prohibició n se extendió a la menció n de los nombres
de esas entidades –Montoneros, ERP, FAR– y el periodismo se vio im-
pedido de divulgar o analizar material que llegaba a las redacciones so-
bre el accionar de la guerrilla de izquierda o derecha” (26). Una restric-
ció n que, en cualquier caso, ya operaba desde el gobierno militar.
Cá mpora no intervino activamente en la política de medios y
Peró n, acaso má s prudente que en la experiencia de los ’40 y ’50, evi-
dentemente era un obstá culo en el avance sobre la estatizació n de los
canales de televisió n. José Ber Gelbard, influyente ministro de Econo-
mía, se negaba a avanzar en ese campo. En cambio, desde algunos
sindicatos y desde el Ministerio de Bienestar Social, comandado por
José Ló pez Rega, se estimulaba la intervenció n de los canales, aun-
que con objetivos políticos diferentes.
En unas de sus escasas medidas en la materia, el presidente
vicario desempolvó una vieja ley que impedía a las agencias interna-
cionales vender informació n local. La vigencia temporal de esa medi-
25 Sirvé n, Pablo. Op. Cit. Pg. 208.
26 Noguer, Jorge. “Historia de la radiodifusió n en la Argentina”, Buenos Aires, Editorial Bien Co-
mú n, 1985, pg. 35.
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da fue el campo fé rtil para el surgimiento de una nueva agencia: No-


ticias Argentinas.
Apenas días despué s de la muerte de Peró n, el 22 de julio de
1974, los canales fueron tomados a punta de pistola. El animador
Juan Carlos Mareco quedó al frente de Canal 9; Jorge Conti –yerno de
Ló pez Rega– fue ubicado al mando de Canal 11 y el periodista Omar
Gó mez Sá nchez fue designado en Canal 13. Tambié n se volvió a pro-
hibir la emisió n de noticias argentinas con fuente extranjera.
Té lam sufrió los vaivenes de aquel tiempo político. Durante la
efervescencia de la guerrilla, en 1974, luego de la ruptura Peró n/Mon-
toneros, sufrió una docena de atentados en sus sedes de distintos
puntos del país. Las corresponsalías de Santiago del Estero, Rosario,
Santa Fe, Bahía Blanca, Corrientes y Tucumá n, por caso, fueron blan-
co de acciones de Montoneros destinadas a difundir comunicados.
La agencia continuaba concentrando la parte del leó n del mer-
cado publicitario –el trazo final de su arquitectura jurídica en esta ma-
teria quedó definido durante el gobierno de Lanusse- y, segú n el con-
teo que llevaban los adversarios del diario La Prensa, la empresa co-
menzaba a escalar en envergadura: 450 empleados en 1973, 580 en
1974 y 972 en 1975 (27).

La espiral del silencio.


Los 2.798 días del gobierno militar 1976-1983 aplanaron las
diferencias entre la prensa oficial y privada. No hizo falta acto de cen-
sura directo alguno –que los hubo– para disciplinar a las principales
empresas periodísticas del país con el discurso de turno. Té lam fue
parte de ese aparato estatal.
Las señ ales eran claras. El comunicado Nro. 19 difundido el 24
de marzo de 1976 advertía la aplicació n de una pena de reclusió n de
diez añ os “al que por cualquier medio difundiere, divulgare o propa-
gare noticias, comunicados o imá genes con el propó sito de perturbar,
perjudicar o desprestigiar la actividad de las Fuerzas Armadas, se se-
guridad o policiales”.

27 La Prensa, 25-6-79.

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