De Los Santos Clarel. Soberania e Identidad Nacional

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FHCE (www.fhuce.edu.

uy) Montevideo, Uruguay, noviembre de 2010


ISSN 1688-7476

Clarel de los Santos Flores

Soberanía
e identidad nacional
en el Uruguay del novecientos.
Incidencias regionales y nacionales
en la gestación del Tratado
de Rectificación de límites
entre Uruguay y Brasil
en 1909

Universidad de la República
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Publicaciones - publikfhce@gmail.com
versión electrónica disponible
1 en el sitio http://www.fhuce.edu.uy
Soberanía e identidad nacional en el Uruguay del novecientos.
Incidencias regionales y nacionales en la gestación
del Tratado de Rectificación de Límites entre Uruguay y Brasil en 1909
© Clarel de los Santos Flores
clarel@adinet.com.uy
© Departamento de Publicaciones FHCE
publikfhce@gmail.com

Impresión: Delia Correa y Oscar Río

Corrección de estilo: Cecilia Bértola

Diseño de portada
e interiores: Wilson Javier Cardozo

Este trabajo es una síntesis del informe de pasaje de curso presentado en Historia del Uruguay II,
correspondiente al curso dictado en el segundo semestre de 2007, a cargo de la profesora Ana
María Rodríguez Ayçaguer.

ISSN 1688-7476
Depósito Legal 354036
2
Introducción
Un siglo atrás, Uruguay vivía un intenso proceso de consolidación
institucional y democrática, emergente tras las dos últimas guerras
civiles lideradas por Aparicio Saravia, las que significaron el final
de un largo ciclo de revoluciones, que había caracterizado los prime-
ros 70 años de su vida independiente. Durante el gobierno de Claudio
Williman (01/03/1907-01/03/1911) debió hacer frente, además, a
otro foco conflictivo que se mantuvo latente durante prácticamente
ese mismo período: la solución de viejos pleitos limítrofes con sus
dos poderosos vecinos, en medio de una tensión regional pocas veces
antes protagonizada por estos –luego de la caída de Rosas– en sus
reiteradas disputas por la supremacía en el área rioplatense.
Entre noviembre de 1909 y enero de 1910, Uruguay firmó un tra-
tado de rectificación de límites con Brasil sobre el río Yaguarón y la
laguna Merín, y un protocolo con Argentina sobre el uso de las aguas
y la navegación en el Río de la Plata.
El tratado con Brasil fue presentado por la cancillería de ese país
como una iniciativa unilateral, espontánea y sin retribuciones, y fue
aceptado como tal por el gobierno uruguayo y por los círculos dirigen-
tes del país, oficialistas y opositores, que coincidieron en destacar la
generosidad brasileña y, en particular, el gesto del canciller norteño,
el barón de Río Branco. Esa es la visión recogida por la escasa histo-
riografía que abordó el tema, en general, repitiendo opiniones y dis-
cursos de los protagonistas de la época.1
La revisión de los antecedentes del diferendo con Brasil y un
análisis de las relaciones internacionales y de la propia interna política
de los países de la región permiten comprender que los derechos so-
beranos de Uruguay sobre la laguna Merín y el río Yaguarón se resca-
3
taron merced a impulsos de poderosos intereses geopolíticos brasile-
ños –que se impusieron a añosas resistencias existentes en el interior
de la nación norteña–, a los vaivenes de un juego de alianzas lleva-
dos a cabo por Argentina y Brasil en procura de afianzar una suprema-
cía política y militar regional y, también, como resultado de los persis-
tentes reclamos diplomáticos uruguayos a lo largo de cinco décadas.
Es interesante destacar que dicho tratado produjo una fuerte reper-
cusión en la sociedad uruguaya de principios de siglo, para la que
significó un importante jalón en el proceso de construcción de una
identidad propia, acentuando un sentimiento de jerarquización y de-
fensa del territorio, de la soberanía y de la nación como entidad.

Antecedentes del tratado de rectificación de límites

Según el canciller brasileño de entonces, el barón de Río Branco


(José María da Silva Paranhos junior), en memorando elevado con
fecha del 19 de diciembre de 1909 al presidente de Brasil de ese
año, Nilo Peçanha, la frontera existente entre ambos países «nació
en la guerra de 1801, por la cual quedó para siempre írrito y nulo el
tratado preliminar de límites de 1777, firmado en San Idelfonso, y
que no había tenido hasta entonces entera ejecución…». Tras el Trata-
do de Badajoz (06/06/1801), la situación volvió al «statu quo ante
bellum», agregaba, y «el Brasil, por derecho de conquista, estableció
desde entonces sus fronteras en el río Uruguay y Cuareim, avanzó
también hasta la línea del Yaguarón y volvió a dominar en la laguna
Merim, quedando de nuevo señor exclusivo de la navegación en esa
laguna y en el Yaguarón, años antes de la revolución de la independen-
cia de las colonias españolas. Comenzada esta, defendió victoriosa-
mente aquellas conquistas en las campañas de 1811 y 1812 y en las
de 1816 a 1820».2
Para el canciller brasileño, la convención del 30 de enero de 1819
entre el Cabildo de Montevideo y Lecor, el tratado del 21 de julio de
1821 entre este y el congreso de representantes cisplatinos que el je-
4
fe portugués había convocado, así como la mismísima Convención
Preliminar de Paz de 1828 fueron instancias confirmatorias de las
fronteras establecidas entre los dos países.
Mencionaba Río Branco la falta de reclamos de Uruguay en sucesi-
vas acciones diplomáticas, como las misiones de Francisco Magari-
ños (1844-1845), quien gestionó el apoyo brasileño al gobierno de
la Defensa durante la Guerra Grande y, por lo tanto, lo que menos
pretendía en esa instancia era litigar con Brasil. Esto implicaba acep-
tar, según él, como límites reconocidos la línea que iba desde «el
Chuy, en la costa del mar, costeando la margen occidental de la laguna
del Mini [Merim] y la derecha del Yaguarón hasta terminar en la de-
sembocadura del Cuareim sobre el Uruguay». El mismo documento,
por otra parte, colocaba una nota de realismo y resignación en las
palabras de Magariños al señalar: «Tampoco tiene facultades el Go-
bierno de la República para traspasar esa extensión…».3
Con esta situación se llegó a la firma de los tratados de 1851, en-
tre los cuales, «por iniciativa del Gobierno Oriental, se volvió a tratar
la cuestión de límites», según prosigue el canciller de Río Branco.
En esa oportunidad se fijó como línea divisoria entre los dos países
el río Cuareim, se volvió a reconocer a Brasil la navegación exclusiva
de la laguna Merín y del río Yaguarón –aunque se admitía que ello
podría ser modificado por «concesión del Brasil»4– y se resignó al
imperio dos medias leguas en las márgenes de los ríos Cebollatí y
Tacuarí, pudiendo Brasil levantar fortificaciones en esos lugares.
Hecho que, según Barrán, «[…] Significaba la renuncia definitiva a
los derechos que nos correspondían de acuerdo con el último tratado
de límites firmado entre España y Portugal para sus dominios ameri-
canos, el de 1777 en San Idelfonso. La facultad de construir fortalezas
en las costas de los ríos orientales que desembocaban en la laguna
Merín no solo alienaba nuestra soberanía, sino que también facilitaba
dos cabeceras de puente al imperio para cualquier invasión militar
desde Río Grande».5
Posteriormente, en 1852 y 1853, se lograron algunas modificacio-
nes de determinados artículos de los tratados, pero fracasaron las
5
tratativas en cuanto a modificar los límites. Entre 1856 y 1895, se
realizó seis gestiones diplomáticas de reclamación, todas sin éxito,
debido a la resistencia brasileña a modificar la situación, determinada
por fuertes intereses económicos y por la propia rigidez de la cancille-
ría imperial.6
Como una muestra de esa intransigencia, el canciller uruguayo
durante las negociaciones con Brasil por el tratado de 1909, Antonio
Bachini, refirió al Parlamento uruguayo que el Barón de Cotejipe7,
quien fuera ministro de Relaciones del Imperio del Brasil en tres
ocasiones durante el siglo XIX, había afirmado en presencia del repre-
sentante de nuestro país en Río de Janeiro, José Vázquez Sagastume:
«Nunca tendrán ustedes ni un bote con bandera uruguaya en las aguas
del río Yaguarón».8

Factores de intranquilidad en los países del sur

En los tres países del cono sur atlántico, la modernización y la


consecuente democratización de la vida política progresaban pero
en una marcha no exenta de sobresaltos. Argentina, aunque ostentaba
30 años de gobiernos constitucionales, había tenido sus conatos de
revolución protagonizados por el radicalismo. Brasil, en pleno proce-
so de afirmación de su régimen republicano, también había sido gol-
peado por episodios sangrientos, como la revolución federalista en
Río Grande do Sul de 1893, la insurrección de la Marina en 1893-
1894 y la rebelión de Canudos, en 1896. En Uruguay, las dos revolu-
ciones saravistas, de 1897 y 1904, significaron crisis de mayor propor-
ción para un pequeño país. Estos episodios determinaban que los
gobernantes de estos países –especialmente en el Río de la Plata–
vivieran, como lo resume el historiador Ezequiel Gallo, presos de
«la terrible tensión que se manifestaba entre la estabilidad y el orden,
y la libertad política».9
Con estos escenarios internos, los tres países debieron enfrentar,
promediada la primera década del siglo, una por momentos álgida
6
tensión regional que ensombreció las relaciones entre ellos e incidió,
en mayor o menor grado, en su opinión pública y política interna.
Tal situación se originó en la agudización de las disputas entre
Argentina y Brasil por la supremacía en el Atlántico sur, particular-
mente por el control del Río de la Plata y sus afluentes —vitales pa-
ra la expansión comercial de ambos países. Uruguay quedó preso de
la situación y obligado a buscar un equilibrio entre sus dos grandes
vecinos para salvaguardar su estabilidad política e institucional y su
soberanía.10
Otros hechos conflictivos en el continente tampoco dejaron de
ser una preocupación para los gobiernos regionales de la época, aspec-
to que se trasuntaba en los artículos periodísticos de esos días. Por
ejemplo, el órgano del Partido Nacional La democracia en octubre
de 1909 destacaba cómo había resurgido «con inusitado empuje el
sentimiento guerrero» que se manifestaba en diversas contiendas
entre países sudamericanos, alertando sobre «el germen de conflictos
inminentes» o ya «estallado y palpitante», y los reseñaba de la siguien-
te manera: «En el Paraguay una revolución trastorna el estado de co-
sas amenazando derrumbar el gobierno; en Argentina un movimiento
subversivo parece revelarse en estos días. Las relaciones internaciona-
les entre Bolivia y Argentina no son muy cordiales, por cierto; las
que enlazan a Perú con Chile tampoco; en fin, una multitud de pleitos
todos con el punto negro de una posible complicación».11
Algunos días después, el mismo diario bajo el título «América se
arma. ¿Contra quién?» llamaba nuevamente la atención sobre el peli-
gro de esta carrera armamentista: «Las tres naciones más poderosas,
Brasil, Argentina y Chile, cuentan con una Armada marítima y terres-
tre respetable. Sin embargo, no están satisfechas y proyectan, espe-
cialmente las dos últimas, nuevas y más destructoras unidades de
combate».12

7
Tensiones y conflicto en el Río de la Plata

En Argentina, durante el segundo gobierno de Julio Argentino


Roca (1898-1904) se había iniciado una política de acercamiento a
Brasil, marcando un cambio en su tradicional rivalidad contra el ve-
cino norteño. Pero tras la asunción como presidente de José Figueroa
Alcorta (1906-1910), las autoridades argentinas comenzaron a denun-
ciar un proceso de armamentismo por parte de Brasil con el objetivo
de situarse en ventaja rompiendo el equilibrio de fuerzas de la región.
En esa prédica desempeñó un rol preponderante quien fuera canciller
argentino entre noviembre de 1906 y junio de 1908, Estanislao Zeba-
llos, personaje marcado en la historiografía por sus posturas enfrenta-
das a Brasil y su propuesta de «costa seca» para Uruguay.13
Debido a esta concepción y ante la indefinición de los límites ju-
risdiccionales del Río de la Plata, al promediar la primera década
del siglo XX se produjo un conflicto entre Argentina y Uruguay que
hizo temer una ruptura de relaciones. Su origen estuvo en un par de
naufragios y en la aprehensión de una barcaza pesquera en aguas
consideradas uruguayas por nuestro país, lo que no fue aceptado por
Argentina.
En 1903 se produjo un primer diferendo ante el naufragio del va-
por ‘Alicriti’ en Punta del Indio, debatiéndose si el mismo se había
producido en aguas argentinas o «comunes», definición rechazada
por Uruguay. El diario La Prensa de Buenos Aires, «insistiendo en
la estupenda tesis del doctor Estanislao Zeballos» –en palabras de
Eduardo Acevedo– planteó entonces el dominio exclusivo de la Ar-
gentina sobre el Río de la Plata, afirmando «que podría reconocerse
al Uruguay la parte del estuario necesaria para llenar sus funciones
administrativas de nación ribereña».14
En 1907 se produjeron dos nuevos incidentes. El primero por la
pesca en aguas jurisdiccionales uruguayas con barcazas argentinas,
y el segundo –episodio de mayor magnitud– a raíz del naufragio del
vapor Constitución a dos kilómetros y medio de Colonia y a 40 de la
costa argentina. La embarcación uruguaya de salvataje fue rechazada
8
«a viva fuerza» por la autoridad argentina, invocando «que solo a
ella correspondía intervenir» en el hecho.
Esto, según Eduardo Acevedo, «fue un atentado que produjo enor-
me excitación en Montevideo» y también la renuncia del canciller
uruguayo, Jacobo Varela, quien pretendía responder al hecho en «for-
ma enérgica», lo que no fue compartido por el presidente Williman.
La conmoción provocada por este episodio determinó que los estu-
diantes universitarios uruguayos «promovieran en el acto un gran
mitin de protesta contra el Presidente y de adhesión al Ministro renun-
ciante. El club colorado Rivera resolvió iniciar activa propaganda a
favor de la inmediata militarización del país.».15
Se agravó más la situación en abril de 1908 al realizar maniobras
una escuadra argentina alrededor de la isla de Flores, a vista y oídos
de la población de Montevideo. Esto determinó nuevas protestas de
la cancillería uruguaya y nuevas manifestaciones de indignación de
la prensa y la opinión pública. El presidente Williman envió como
emisario a Buenos Aires al Dr. Gonzalo Ramírez y convocó a una
Junta de Notables, que ante las propuestas de un juicio arbitral contra
el vecino país, opinó por mayoría (28 en 30) que se debían «agotar
antes los recursos amistosos y directos» para resolver el litigio, según
memoria leída por el propio Williman en diciembre de 1909.16

Brasil y Argentina: la «diplomacia de los acorazados»

En medio de esta situación, prosiguió la pugna entre Brasil y Ar-


gentina. Ambos países buscaron aliarse con sus vecinos e iniciaron
a la vez una verdadera carrera armamentista en pos de «la supremacía
subregional y el aislamiento del contrincante». Argentina estrechó
vínculos con Paraguay, Bolivia y Chile; mientras Brasil lo hizo con
Uruguay, siguiendo una tradicional política exterior de «evitar cual-
quier tipo de alianza subregional liderada por el gobierno argentino
que cercara a Brasil».17
9
Este período –1908 a 1914– en las relaciones diplomáticas entre
Brasil y Argentina, fue catalogado por cierta historiografía como la
«diplomacia de los acorazados», debido a que en 1906 Brasil adquirió
tres naves de ese tipo (de las cuales recibió inicialmente dos), logran-
do con ello la superioridad naval en la región.
Desde 1902 dirigía la cancillería brasileña el Barón de Río Branco,
José María da Silva Paranhos. Los ejes de la nueva política exterior
impulsada por éste, se centraban en la necesidad de una «aproxima-
ción íntima» a los Estados Unidos, funcional a los propósitos políticos
de Brasil en el plano regional, pero sin que ésta significara un «alinea-
miento automático». En este período «la política exterior de Brasil
se deseuropeizó y se americanizó», al decir de historiadores Luiz
Amado Cervo y Clodoaldo Bueno. Según estos, Río Branco inició
«con la amistad norteamericana, una política de supremacía en el
área sudamericana, con la mirada puesta en lograr los objetivos mayo-
res de su política: restaurar el prestigio brasileño, pleno ejercicio de
su soberanía, defensa de su agro-exportación y, principalmente, la
solución de varios problemas limítrofes» que mantenía Brasil con
países vecinos.18
Frente a esta política, el canciller argentino Estanislao Zeballos
–que tenía su propia idea acerca de un «destino manifiesto» para su
país– planteaba «la necesidad de lograr [una] superioridad naval ar-
gentina», pretendiendo que una vez lograda esta, «las autoridades
argentinas debían atacar a Brasil, con la ayuda de los demás países
del Cono Sur». Propuso para ello una alianza con la escuadra de
Chile, para equilibrar fuerzas con Brasil, la que fue desestimada por
el gobierno del país trasandino.19
Zeballos, aduciendo tener pruebas que Brasil se preparaba para
atacar a Argentina, presentó en la sesión del gabinete ministerial del
10 de junio de 1908, un plan de guerra contra Brasil, el que al día si-
guiente fue publicado por el diario La Nación –medio hostil a
Zeballos– provocando el rechazo de algunos sectores del gobierno y
de la opinión pública argentina, lo que obligó a su renuncia pocos
días después.20
10
En relación al conflicto entre Argentina y Uruguay por la soberanía
en el Río de la Plata, Zeballos sostuvo que en la gestación del mismo
actuó la diplomacia brasileña en connivencia con el Partido Colorado
uruguayo, convencido de que la aspiración de Brasil era «llegar por
la razón o por la fuerza hasta los límites occidentales del Uruguay y
del Paraguay», lo cual significaría «un casus belli si la soberanía
argentina es desconocida y menoscabada, porque el Río de la Plata
es como la garganta de nuestro organismo».21
Casualmente, un informe enviado al Foreign Office por el ministro
de Gran Bretaña en Río de Janeiro, W. Haggard, en abril de 1908,
coincidía en señalar que Brasil instigaba a Uruguay contra la Argenti-
na en el conflicto rioplatense. También mencionaba, que previendo
una guerra, Brasil había procurado un acercamiento con Chile, el
socavamiento de la influencia argentina en Paraguay e incluso había
tratado de indisponer a Ecuador contra Perú, a quien veía próximo a
la Argentina en esa coyuntura. En dichos informes, igualmente anota-
ba que salvo en algunos círculos reducidos, por ejemplo los zeballis-
tas, tanto en Argentina como en Chile y Brasil, existía consenso sobre
las ventajas de un entendimiento pacífico entre los tres países, sobre
sus respectivas áreas de influencia en el cono sur.22

Uruguay: péndulo, equilibrio y protección

Tradicionalmente las relaciones exteriores de nuestro país con


Argentina y Brasil se desarrollaron con «un movimiento pendular»
entre ambos países, siendo muchas veces «difícil ocultar las simpatías
existentes hacia una u otra nación por parte de las dos grandes colecti-
vidades políticas» uruguayas, unidas a sus vecinos –en general blan-
cos a la Argentina y colorados al Brasil– prácticamente desde sus
orígenes.23
Durante los gobiernos batllistas de principios del siglo XX se tra-
tó de desarrollar una política exterior sustentada en ese «equilibrio
difícil» en las relaciones con los dos poderosos vecinos, en el estre-
11
chamiento de los vínculos diplomáticos con Estados Unidos24 y en
la afirmación del derecho internacional como componentes de un
«escudo protector» que salvaguardara la soberanía y la integridad
nacional, especialmente ante las difíciles relaciones bilaterales con
Argentina.25
Sin embargo, según Turcatti, la crisis diplomática con Argentina
determinó «por momentos un enfervorizado estrechamiento de los
lazos entre Uruguay y Brasil»,26 hecho que se manifestó desde los
primeros meses del gobierno de José Batlle y Ordóñez, cuando en
julio de 1903, visitó el puerto de Montevideo una nave de guerra
brasileña y se pronunciaron discursos, agasajos y hubo reacciones
«que escaparon a los estrictos límites del protocolo».27
Estimulado por esta aproximación a Brasil, el gobierno uruguayo
encontró el momento propicio para resolver algunas cuestiones pen-
dientes con el país norteño, y así, en 1906, el presidente José Batlle
y Ordóñez anunció a la Comisión Permanente del Poder Legislativo,
que se proponía hacer gestiones diplomáticas ante el gobierno de
ese país «para solucionar el problema de la deuda de subsidios y el
problema de la navegación de las aguas fronterizas».28
La prédica periodística oficialista a favor de las buenas relaciones
con el Brasil fue una constante durante los tres períodos presidencia-
les del primer batllismo.29 Expresiones similares tuvieron lugar a ni-
vel político, especialmente en las movilizaciones del «club colorado
Rivera, que presidía el doctor Carlos Travieso, y el club Vida Nueva,
que presidía don José Enrique Rodó».30
Uruguay en este período también acentuó su inclinación a apoyarse
en el derecho internacional como forma de resolver los litigios entre
países y de asegurar a las naciones más débiles el respeto de sus de-
rechos, por las más fuertes. En tal sentido, fue de significativa impor-
tancia la participación uruguaya en la Conferencia Internacional de
La Haya en 1907, donde José Batlle y Ordóñez, quien presidió la
delegación compatriota, formuló una propuesta en favor del arbitraje
internacional.

12
Consecuente con la postura sostenida en dicha conferencia, Uru-
guay firmó en los años siguientes varios tratados de arbitraje obligato-
rio aplicables a «todas las controversias […] que no haya sido posible
arreglar por la vía diplomática». Así lo hizo con: Italia y Estados
Unidos (1914), Brasil (1916), Perú y Bolivia (1917), Paraguay, Co-
lombia, Francia e Inglaterra (1918) y con España (1922).31

La gestación del tratado con Brasil

Tras el anuncio del presidente José Batlle y Ordóñez en 1906, re-


ferido a una solución al «problema de la deuda [y] de la navegación
de las aguas fronterizas», el gobierno uruguayo se había mantenido
a la espera de una respuesta desde Brasil.
En el año 1908, en oportunidad de conmemorarse un nuevo aniver-
sario de la República del Brasil, el presidente Claudio Williman envió
a Río de Janeiro una significativa delegación encabezada por el mi-
nistro de Guerra, Eduardo Vázquez, Carlos María de Pena, a la sazón
ministro uruguayo en los Estados Unidos, y el senador José Espalter,
para asistir a los actos de festejos programados por el gobierno brasi-
leño.32 La misma se entrevistó con Río Branco y este le aseguró que
debía «vencer algunas resistencias aisladas, pero las venceré y en
poco tiempo, y el Brasil concederá al Uruguay el condominio en to-
da la soberanía, de la laguna Merím y el río Yaguarón.»33 Según refi-
rió Carlos María de Pena a Eduardo Acevedo, Río Branco también
expresó en la oportunidad que Brasil haría una declaración espontá-
nea sobre el asunto, «una vez que terminara la construcción de los
grandes barcos de guerra que había contratado en los astilleros euro-
peos».34
Meses después, ante el estancamiento de las negociaciones por el
diferendo con Argentina, en abril de 1909, aprovechando la visita a
nuestro país de Rivadavia Correia, prominente político brasileño y
figura influyente en Río Grande do Sul, el ministro Antonio Bachini
le transmitió confidencialmente el estado de situación y los riesgos
13
que acechaban las relaciones diplomáticas entre los dos países platen-
ses.
Apurando una decisión brasileña, transmitió a Rivadavia Correia,
que: «el gobierno del Uruguay se veía obligado a proceder en salva-
guardia de su derecho y de su prestigio; si las promesas del Brasil
fueran inmediatamente cumplidas –lo que es fácil puesto que son
sinceras– ese acto, por su significado y trascendencia habilitaría al
gobierno uruguayo para postergar la proposición del arbitraje en la
Argentina, y tal vez las mismas resultancias morales de ese hecho
concurran a facilitar una tranquila solución en el Plata. Pero sin la
seguridad de ese cumplimiento, el gobierno del Uruguay necesita
plantear definitiva e inmediatamente su cuestión ante la Argentina».35
Mientras el visitante brasileño transmitía a Río Branco en Itamara-
ty el planteo del canciller uruguayo, este daba instrucciones a Gonzalo
Ramírez en Buenos Aires para que postergara unos días la propuesta
de un arbitraje, esperando «recibir, a fines de este mes, un documento
de la mayor importancia, que puede influir decisivamente en la solu-
ción del asunto». Pocos días después, llegaba la esperada respuesta
del canciller Río Branco, adelantando que «el presidente Penna en
el mensaje que leerá en el Congreso el 2 del entrante Mayo, presentará
la declaración sobre rectificación de límites en la Laguna Merim y
Río Yaguarón, tal como ampliamente está proyectado».36
Otro asunto que urgía al gobierno uruguayo a normalizar sus rela-
ciones con Argentina eran los preparativos de una invasión armada
que en ese país planeaban algunos dirigentes del Partido Nacional,
con apoyo de círculos «zeballistas». Bachini da cuenta que, por infor-
maciones obtenidas por sus agentes, el gobierno uruguayo conocía
«todos los detalles de aquella combinación, hasta los términos del
compromiso escrito que mediaba entre los personajes argentinos y
nuestros compatriotas emigrados», y agrega que esas informaciones
eran enviadas a las autoridades del vecino país, «para deslindar res-
ponsabilidades».37
Al conocerse en nuestro país la decisión del gobierno brasileño,
se realizaron grandes manifestaciones populares convocadas princi-
14
palmente por dirigentes del Partido Colorado –entre quienes se desta-
caron Carlos Travieso y José Enrique Rodó– para saludar a las autori-
dades brasileñas y homenajear a Brasil y a su canciller.38 Poco des-
pués, una delegación estudiantil brasileña visitó Montevideo trayendo
en obsequio a nuestro país un busto de Río Branco, siendo amplia-
mente agasajada por las autoridades y distintas entidades uruguayas.39
Finalmente, el 10 de noviembre de 1909 llegó a Montevideo el
texto del tratado40, el que en un par de días fue aprobado por ambas
cámaras y quedó listo para su ratificación, la que tuvo lugar en enero
de 1910. Nuevamente grandes festejos tuvieron lugar tanto en nuestro
país como en Río de Janeiro, donde unas cuarenta mil personas, se-
gún recogió Acevedo, habrían asistido a un acto en honor al Uru-
guay.41

El tratado y sus repercusiones

En su resolución principal, el tratado de Rectificación de Límites


establecía que Brasil «cede» (término acorde a lo establecido en los
acuerdos de 1851 y destinado a contemplar las resistencias internas
en Brasil y a prestigiar su política exterior) al Uruguay, «los derechos
de soberanía» de las aguas y navegación de la Laguna Merim y el río
Yaguarón, «entre su margen occidental en la nueva frontera que debe
atravesar longitudinalmente las aguas» de ambos. Es decir, devolvía
al Uruguay la soberanía sobre las márgenes uruguayas y la correspon-
diente mitad de ambos cursos.42
Las repercusiones en Argentina no se hicieron esperar. El Día
editorializó que la prensa de ese país atribuía «a un acto de espontánea
y noble justicia internacional derivaciones poco menos que compro-
metedoras del equilibrio americano».43 El diario La Prensa de Buenos
Aires opinaba que: «Río Branco y los colaboradores de la política
del estado oriental pactan sobre la Merím y el Yaguarón con los ojos
fijos en el Río de la Plata, en parangón ridículo pues pretenden nada
menos que sentar precedentes sobre los derechos jurisdiccionales
15
ribereños de las arterias fluviales navegables», agregando que la firma
del tratado era un «argumento impresionista contra la Argentina,
invitándola diplomáticamente a que imite el ejemplo del Brasil princi-
pista y generoso», lo que calificaba de «maniobra habilidosa [aunque]
para quien examine el fondo, resulta burda».44
Pero el hecho fue que este tratado desacomodó a la diplomacia
argentina y obligó a acelerar una solución al diferendo rioplatense,
la que se alcanzó en enero 1910 –mientras se estaba ratificando el
tratado con Brasil– mediante el protocolo firmado por Roque Saenz
Peña y Gonzalo Ramírez. En el mismo se estableció que «la navega-
ción y uso de las aguas del Río de la Plata continuará sin alteración
como hasta el presente y cualquier diferencia que con tal motivo pu-
diera surgir, será allanada y resuelta por el mismo espíritu de cordiali-
dad y buena armonía que ha existido siempre entre ambos países».45
Un acuerdo definitivo tardaría otros 70 años en llegar.

Conclusiones

El tratado de 1909 fue posible no solo por un acto de desprendi-


miento de Brasil y en particular de la generosidad de su canciller, el
barón de Río Branco. Sin ánimo de desconocer los gestos de flexibili-
dad y sutileza diplomática de la Cancillería brasileña, que existieron,
la realidad es que el mismo fue resultado, por un lado, de la persisten-
cia de la diplomacia uruguaya buscando recuperar lo que siempre se
entendió como parte de la soberanía nacional, y por otro, del pragma-
tismo principista que otorgó Río Branco a la política exterior brasile-
ña, procurando resolver los asuntos pendientes con sus vecinos y si-
tuar a su país como líder indiscutible en América del Sur. Algo que
aparecía amenazado por los círculos belicistas que afloraron entonces
en Buenos Aires, a los que se imponía neutralizarlos mediante una
contundente acción diplomática.
Para Uruguay, un «país nuevo» –así se veían los propios uruguayos
del Novecientos– que bregaba por participar en el concierto de las
16
naciones sudamericanas como una más, la más pequeña pero con
todos sus derechos reconocidos y respetados, la firma del Tratado
con Brasil contribuyó a fortalecer la convicción de que el derecho
internacional –al que el país se aferraba cada vez más– es el garante
fundamental de la existencia de los países más pequeños, especial-
mente cuando tienen como vecinos a otros inmensamente más gran-
des.
Pero también significó un avance en el proceso de construcción
de la nación y de su propia identidad, de su territorialidad, de sus
instituciones y de su sociedad. El regocijo nacional que produjo la
consecución del mismo no se debió solo al hecho de estar frente a
«una gran obra de justicia», como lo definió el diputado blanco Aure-
liano Rodríguez Larreta, sino también a que el tratado incidía neutrali-
zando una injusticia mayor, como sería el hecho de perder jurisdicción
sobre la parte oriental del Río de la Plata, cuyas consecuencias econó-
micas y estratégicas eran de proporciones muy superiores a las deriva-
das de la recuperación territorial obtenida de Brasil.
También repercutió acentuando entre la población el sentimiento
de unidad nacional –valor en plena afirmación en un país con alta
tasa de inmigrantes–, lo que fue resaltado por todos los sectores políti-
cos a través de sus principales voceros, y muy efectivamente fomenta-
do por las propias autoridades. Ello constituía un principio esencial
para la edificación de una identidad propiamente uruguaya, concepto
en plena construcción en el Uruguay de principios del siglo XX y en
cuya síntesis también incidió el Tratado de 1909.

17
Notas
1
AMÉZAGA, Juan José de. Un capítulo en la historia internacional: el Uruguay y el Brasil. Montevi-
deo. Imprenta Ligu. 1942; BERRO GARCIA, Adolfo. El tratado de límites de 1909 entre el Brasil y el
Uruguay y el pacifismo americano. Washington, Imprenta del gobierno, 1917. En esta línea se
inscribe además algunos trabajos más recientes, como: SANGUINETTI, Julio María. El Barón de Río
Branco y el Uruguay, en www/2.mre.gov.br/ipri/papers/barao%2odo%20branco/sanguinetti.doc;
TURCATTI, Dante. El equilibrio difícil. La política internacional del batllismo. Montevideo. Arca.
1981. Además, algunos párrafos en Anales Históricos, de Eduardo Acevedo (p. 287, 422-423), en-
tre otros trabajos.
2
RÍO BRANCO, Barón de: La Jurisdicción de Aguas Limítrofes. Límites y navegación en la Laguna
Merím y Río Yaguarón.(Exposición de motivos elevada al presidente de Brasil Nilo Peçanha, el
19/12/1909) Revista histórica, Montevideo, Año II, Marzo 1910, Tomo VI, pp. 687-713.
3
Ibídem, p. 691. El propio Río Branco en el referido memorando señala que tras estas primeras de-
limitaciones, «hombres competentes» brasileños sostuvieron que la navegación de la Laguna Merín
y del Río Yaguarón debía ser compartida por ambos estados, mencionando al respecto una memoria
del consejero del Ministerio de Negocios Extranjeros, Duarte da Ponte Ribeiro, fechada el 20 de
noviembre de 1844, y un dictamen de fecha 13 de marzo de 1847, escrito por el general brasileño
Soarez de Andrea. Estos no fueron tomados en cuenta por el Consejo de Estado de Brasil, que, el
12 de mayo de 1847, ratificó los límites establecidos en el Acta de Incorporación de 1821, que
constituyó el Estado Cisplatino como parte del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves.
4
Esta salvedad figura en una declaración escrita por Andrés Lamas del 3 de diciembre de 1851,
trascripta por Río Branco en su exposición de motivos, en la que dice: «En principio la República
Oriental del Uruguay reconoce que ya no tiene derecho a la navegación de las aguas de la laguna
Merim. Sin embargo, ese reconocimiento no excluye que la pueda obtener por concesión del Brasil»,
lo que sería compensado autorizándole «la navegación de los confluentes orientales…». Ibídem, p.
702.
5
BARRÁN, José Pedro. Historia Uruguaya T. IV: «Apogeo y Crisis del Uruguay Pastoril y Caudillesco».
Montevideo. Ediciones Banda Oriental, p. 44.
6
En 1887 era tan acentuada esa rigidez sobre la inamovilidad de los límites con nuestro país que
Carlos María Ramírez, que había sido nombrado ministro plenipotenciario en Río de Janeiro con
instrucciones para negociar la situación de la laguna Merín y el río Yaguarón, solicitó al gobierno
uruguayo que las modificara respecto a «cualquier negociación sobre aguas fronterizas […] porque
el gobierno brasileño no admitiría ninguna alteración a los límites establecidos en 1852[sic]» Y
agregaba, ilustrando la inviabilidad de un cambio en la situación creada desde entonces, «[…] que
sería tan ocioso hacernos ahora mala sangre ante estas manifestaciones del egoísmo nacional [del
Brasil], como lo sería que los españoles tomasen en cuenta en sus relaciones con Inglaterra la vieja
usurpación del Gibraltar, bien que ningún español debe olvidar esa herida en la integridad territorial
de España, como nosotros no debemos olvidar la de los tratados del 51». Mostraba su desaliento
expresando que por conocer «las tradiciones brasileñas» y a sus hombres públicos se había persuadi-
do de que «por el curso normal de los acontecimientos y las negociaciones diplomáticas no será
posible recuperar nuestros derechos naturales en las aguas que nos separan del imperio». (Citado
en AMEZAGA, 1942: p. 40).
7
WANDERLEY JUAN MAURICIO, Barón de Cotejipe (1815-1889) fue una destacada e influyente figura
en la política del imperio de Brasil, miembro del Partido Conservador y varias veces ministro de
Relaciones Exteriores (1869, 1875 y 1885), presidente de la provincia de Bahía (1852), senador
(1856-1889), ocupó las carteras de Finanzas (1865), Marina (1965 y 1868) y Justicia (1887) y fue
presidente del Consejo de Ministros desde 1885 a 1888. Negoció con Paraguay, con grandes ventajas
para el imperio, el Tratado de Asunción (1872) con el que Brasil puso fin a su participación en la
18
Guerra de la Triple Alianza, y con Argentina, en el diferendo que por el territorio de Palmas (Misio-
nes) mantuvo Brasil con ese país.
8
DIARIO DE SESIONES DE LA CÁMARA DE REPRESENTANTES. Tomo CCII. Montevideo. Imp. El Siglo Ilustra-
do. 1910, p. 221. El episodio referido por Bachini ocurrió seguramente durante la misión diplomática
que en 1878 encabezó José Vázquez Sagastume ante el gobierno del Brasil.
9
GALLO, Ezequiel. «Política y sociedad en Argentina. 1870-1916». En Historia de América Latina.
Tomo 10. Leslie Bethell. Ed. Crítica. Barcelona. 1992, p. 64. Gallo extracta los siguientes conceptos
atribuidos al presidente argentino Carlos Pellegrini (1890-1892): […] defender […] dos cosas
esenciales, siempre en peligro: el principio de autoridad y la unión nacional contra las fuerzas
latentes, pero siempre en asedio de la rebelión, de la anarquía, de la disolución. […] Porque no
conviene forjarse ilusiones sobre la solidez de nuestra organización, ni de la unidad nacional...
La anarquía no es planta que desaparezca en el espacio de medio siglo ni de un siglo, en sociedades
mal cimentadas como las nuestras. (En DE VEDIA, 1922, p. 60).
10
Para Argentina y Brasil el Río de la Plata tenía una enorme importancia económica. Para el pri-
mero, porque prácticamente era la única vía de salida de su producción exportable y de comunicación
y tránsito hacia el mundo. Para Brasil, al no tener todavía vías férreas que comunicaran el litoral
atlántico con el oeste brasileño, Mato Grosso y aledaños, los afluentes navegables que desembocaban
en el Río de la Plata constituían las únicas vías de acceso a la región, donde su comercio y producción
cada vez cobraban mayor importancia. Por el tratado de Petrópolis (1902), mediante el cual adquirió
la provincia boliviana de Acre, Brasil se comprometió a construir una línea de ferrocarril que uni-
ría el puerto de San Antonio, en el río Madeira, con Vilha Belha, en la frontera con Bolivia. Diez
años después, en 1912 –precisamente el año en que falleció el barón de Río Branco– se completó
la construcción de dicho ramal, con lo que el Río de la Plata perdió drásticamente la importancia
estratégica que hasta el momento tenía el Brasil profundo para acceder como ruta comercial al
océano Atlántico (ver Moniz Bandeira, 2004. 111).
11
La democracia. Montevideo. 01/10/1909. «El espíritu bélico. Guerras y revoluciones». P. 1, C. 6
12
Ibídem, 15/10/1909. «América se arma. ¿Contra quién?». P. 1, C. 2.
13
Zeballos había sido ministro de Relaciones Exteriores en dos oportunidades anteriores, entre se-
tiembre de 1889 y abril de 1890 durante la presidencia de Juárez Celman, y entre octubre de 1891
y octubre de 1892, siendo presidente Carlos Pellegrini. En 1906 fue llamado nuevamente por José
Figueroa Alcorta, para dirigir la política exterior argentina.
14
ACEVEDO, Eduardo. Anales Históricos del Uruguay. Montevideo, Barreiro y Ramos. 1934. Tomo
V. p. 284.
15
Ibídem, p. 417.
16
Ibídem, p. 422.
17
ESCUDÉ, Carlos y CISNEROS, Andrés. «El enfrentamiento Zeballos-Río Branco y la competencia
armamentista argentino-brasileña», en Historia General de las Relaciones Exteriores de la Repúbli-
ca Argentina. http://www.argentina-rree.com/7/7-052.htm.
18
CERVO, Amado Luiz y BUENO, Clodoaldo. Historia da Política Exterior do Brasil. Editora Atica.
San Paulo. 1992. pp.162-163.
19
ESCUDÉ, Carlos y CISNEROS, Andrés, ob. cit., Capítulo: La «diplomacia de los acorazados» (1908-
1914). Citando a Estanislao ZEBALLOS, «Los armamentos navales del Brasil», en Revista de Derecho,
Historia y Letras, tomo XX, 1904, pp. 297-298.
20
La renuncia de Zeballos –afirma el historiador norteamericano Warren Schiff– estuvo inducida
por el gobierno británico, el que aconsejó su desplazamiento por considerarlo «perturbador« de la
relaciones pacíficas en la región. Aunque según el plenipotenciario italiano en Argentina, conde
Macchi di Cellere, todos los sectores de la política argentina pidieron la cabeza de Zeballos, conside-
rándolo «imperialista, visionario, turbulento e impulsivo». (En ESCUDÉ y CISNEROS, ob. cit., Capítulo
«La diplomacia de los acorazados»). En los años subsiguientes, aunque con menor repercusión, el
ex canciller argentino siguió con su prédica hostil hacia Uruguay y Brasil, al punto que en 1911, le

19
dijo al embajador británico en su país, que «la Argentina absorbería a Uruguay y Paraguay y que
Brasil no tenía poder como para evitarlo». (RODRÍGUEZ AYÇAGUER, Ana María, ob. cit., p. 22).
21
Estas expresiones de Zeballos están contenidas en un documento leído por este ante la Junta de
Notables convocada en 1906 por el presidente Alcorta, y que en enero de 1908 fue publicado por
A Imprenssa de Río de Janeiro, con el título de «Correndo o veo» (Corriendo el velo), gracias a una
copia del mismo que había llegado a manos del representante uruguayo en Buenos Aires, Eduardo
Acevedo Díaz. En el referido documento, Zeballos argumentaba a favor de la soberanía absoluta
de Argentina en el Río de la Plata, de la posesión en exclusividad de la isla Martín García y de los
peligros que encerraba para su país la influencia de Brasil en la cuenca del Plata. Acusaba al país
norteño de ser «una potencia expansiva y de grandes ambiciones territoriales», que no había li-
quidado la deuda que tenía Paraguay desde la guerra de la Triple Alianza para tener un arma diplo-
mática con que presionar al estado guaraní contra la Argentina. De Uruguay, decía que siempre de-
sarrolló «una política sistemática de aspiraciones sobre el Río de la Plata», habiendo sido estimula-
do por el Brasil en esa conducta. (Texto completo del documento en Cuadernos de Marcha. No.
20. Diciembre de 1968. El Río de la Plata. p. 33).
22
MONIZ BANDEIRA, Luiz Alberto. O.C. Pp. 90-91. Cita el despacho No. 3, confidencial de W. Haggard
para Edward Grey, Petrópolis, 4/4/1908.
23
TURCATTI, Dante. El equilibrio difícil. La política internacional del batllismo. Montevideo. Arca.
1981, p. 37.
24
En 1904, durante la segunda revolución de Aparicio Saravia, se produce un primer acercamiento
a Estados Unidos cuando el presidente Batlle y Ordoñez –para asegurar la neutralidad argentina y
brasileña– solicitó la presencia en nuestras costas de un buque de guerra norteamericano, hecho
que tuvo lugar cuando ya había terminado la misma, pero que fue reconocido por el ex presidente
uruguayo poco antes de su muerte. Un segundo acercamiento tuvo lugar cuando en 1906 visitó
Uruguay el Secretario de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, Elihu Root, «con instruccio-
nes del Presidente Roosevelt para establecer una corriente de cordialidad y simpatía entre todos
los países del continente americano». (ACEVEDO, Eduardo. ob. cit., p. 286 y RODRIGUEZ AYÇAGUER,
Ana María, ob. cit., p. 22).
25
Los conceptos de «equilibrio difícil» y «escudo protector» son utilizados respectivamente por
los profesores Dante Turcatti y Ana María Rodríguez Ayçaguer, y constituyen una muy adecuada
caracterización de los objetivos esenciales de la política exterior uruguaya en este período.
26
TURCATTI, Dante, ob. cit., p. 37.
27
Ibídem, p. 40.
28
ACEVEDO, Eduardo, ob. cit., p. 287.
29
En 1907, por citar un ejemplo, ante una protesta de El Siglo por las demoras que se producían en
las tratativas para la firma de un tratado comercial entre Uruguay y Brasil, EL DIA salió a poner
paños fríos a la situación y a defender a la cancillería brasileña, expresando que esta «ha demostrado
en numerosas ocasiones que tiene la mejor buena voluntad para abordar y resolver todas las
cuestiones pendientes con nuestro país». Y además, agregaba en plan de reafirmar lo dicho: «es
necesario no olvidar que al frente de la cancillería brasileña se halla un eminente estadista […]
el Barón de Río Branco, sincero amigo de nuestro país y que conoce toda la importancia que tie-
ne la celebración de un tratado de comercio.» (En TURCATTI, Dante, ob. cit., p. 40).
30
ACEVEDO, Eduardo, ob. cit, p. 423.
31
TURCATTI, Dante, ob. cit., pp. 28-35. La cita referida a «todas las controversias…» corresponde al
Tratado firmado con Italia, la que expresa el principio sostenido por el gobierno uruguayo para
todos los casos.
32
Ibídem, p. 423.
33
ESPALTER, José. «Con Río Branco». En Revista Histórica. Primera época. Tomo IV. Año 1911. P.
789. Las «resistencias aisladas» a que hace referencia Río Branco partían principalmente de los
ganaderos riograndenses que tenían propiedades en Uruguay y que no habían obtenido reparaciones
por los daños sufridos durante las últimas guerras civiles en nuestro país: el gobierno uruguayo no

20
se hacía cargo de los mismos porque consideraba que habían sido provocados por los revolucionarios
–que tuvieron apoyo desde Brasil– y no por las fuerzas gubernamentales. También había resistencias
de círculos políticos brasileños que insistían en cobrarle al Uruguay deudas del período subsiguiente
a la Guerra Grande, conocido como el de «la diplomacia de los patacones». Estas fueron condonadas
varios años después.
34
ACEVEDO, Eduardo. O. C. P. 423.
35
BACHINI, Antonio. «Una crónica internacional. El Tratado sobre la Laguna Merin y el Río Yagua-
rón.» En Revista Histórica. 2da. Época. Tomo XXXI. Febrero 1961. Pp. 548-549.
36
Ibídem. Pp. 550-551.
37
Ibídem. P. 552.
38
El Día. 8 al 10 de mayo de 1909.
39
El Día. 19 al 26 de setiembre de 1909.
40
El texto del tratado no sufrió modificaciones en Uruguay. Pero ante un planteo del Ministro de
Obras Públicas, J. Lamolle, al analizarlo en la reunión de gabinete antes de enviarlo al Parlamento,
se hicieron gestiones para que Río Branco hiciera quitar una cláusula que otorgaba reciprocidad de
navegación en los ríos Cebollatí y Tacuarí. Lo que efectivamente se logró. Lamolle temía que «por
esos ríos, el Brasil puede llevarnos nuestro comercio». (Ver: Revista Histórica. Tomo XXXI. Nos.
91-93. Montevideo. Febrero, 1961. Sección Analectas. «Una crónica internacional. El tratado sobre
la laguna Merim y el Río Yaguarón». Pp. 522 a 574).
41
ACEVEDO, Eduardo, ob. cit. p. 424. Según deja constancia Acevedo, en nuestro país se conmemo-
ró el hecho con los siguientes actos: «una ley que declaraba feriado el día de la ceremonia del
canje; un mitin en honor del Brasil, que ocupaba ocho cuadras, en el que llevaron la palabra los
doctores Pablo de María, Pedro Manini Ríos, Juan Zorrilla de San Martín y el Ministro brasileño
doctor Lisboa; una recepción presidencial; una fiesta hípica en Maroñas con desfile del ejército
de línea; un concierto en [el Teatro] Solís; un banquete oficial, salvas de artillería, y una invitación
del Ministro de Relaciones Exteriores [sic] doctor José Espalter al Intendente Municipal, don
Daniel Muñóz, para que una calle céntrica llevara el nombre del Barón de Río Branco».
42
El texto del Tratado de 1909 es transcrito en TURCATTI, Dante. «El equilibrio difícil». Pp. 112 y
siguientes.
43
El Día, Montevideo, 11/11/1909. «Definiendo posiciones» P. 1, C. 1.
44
Transcripción de El Día, 12/11/1909, p. 3, cols. 3-4, en TURCATTI, Dante, ob. cit., p. 42.
45
ACEVEDO, Eduardo, ob. cit., p. 422.

Bibliografía

ACEVEDO, Eduardo. Anales Históricos del Uruguay. Montevideo, Barreiro y


Ramos, 1934. Tomo V.
CERVO, Amado Luiz y BUENO, Clodoaldo. Historia da Política Exterior do
Brasil, San Paulo, Editora Atica, 1992.
AMEZAGA, Juan José de. Un capítulo en la historia internacional: el Uruguay
y el Brasil. Montevideo, Imprenta Ligu, 1942.
BARRÁN, José Pedro. Historia Uruguaya T. IV: Apogeo y Crisis del Uruguay
Pastoril y Caudillesco. Montevideo, Ediciones Banda Oriental, 1987.

21
BERRO GARCIA, Adolfo. El tratado de límites de 1909 entre el Brasil y el
Uru-guay y el pacifismo americano. Washington, Imprenta del gobierno,
1917.
ESCUDÉ, Carlos y CISNEROS, Andrés. «El enfrentamiento Zeballos-Río Branco
y la competencia armamentista argentino-brasileña», en Historia General
de las Relaciones Exteriores de la República Argentina. http://
www.argentina-rree.com/7/7-052.htm
GALLO, Ezequiel. «Política y sociedad en Argentina. 1870-1916», en Historia
de América Latina. Tomo 10. Leslie Bethell. Barcelona, Ed. Crítica, 1992.
MARCHA, Cuadernos. No. 20. Diciembre de 1968.
MONIZ BANDEIRA, Luiz Alberto. Argentina, Brasil y Estados Unidos. De la
Triple Alianza al Mercosur. Buenos Aires, Editorial Norma, 2004.
RODRÍGUEZ AYÇAGUER, Ana María. «Prólogo», en: Selección de informes
de los representantes diplomáticos de los Estados Unidos en el Uruguay.
Tomo 1: 1930-1933. Montevideo, FHCE, 1997.
SANGUINETTI, Julio María. «El Barón de Río Branco y el Uruguay», en: www/
2.mre.gov.br/ipri/papers/barao%2odo%20branco/sanguinetti.doc
TURCATTI, Dante. El equilibrio difícil. La política internacional del batllismo.
Montevideo, Arca, 1981.

Fuentes

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Merim y el Río Yaguarón», en: Revista Histórica, Montevideo, 2da. Época.
Nos. 91-93. Tomo XXXI. Febrero 1961, Sección Analectas. Pp.522-574.
DIARIO DE SESIONES DE LA CÁMARA DE REPRESENTANTES. Tomo
CCII. Montevideo, Imp. El Siglo Ilustrado, 1910.
Diario EL DÍA, Montevideo. (Mayo 1909-Enero 1910)
Diario LA DEMOCRACIA, Montevideo. (Setiembre 1909-Enero 1910)
ESPALTER, José: «Con Río Branco», en Revista Histórica, Montevideo, Primera
época. Tomo IV. Año 1911, pp. 787-794.
RIO BRANCO, Barón de, «La Jurisdicción de Aguas Limítrofes. Límites y navega-
ción en la Laguna Merím y Río Yaguarón». (Exposición de motivos presen-
tada al presidente de la República de Brasil, Nilo Peçanha, el 19/12/1909),
en Revista Histórica, Montevideo, Año II, Marzo 1910, Tomo VI, pp.
687-713.

22
23
El objetivo de la colección Avances de Investigación es fortalecer
la difusión del rico y valioso trabajo de investigación realizado en
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Asimismo, estimular la discusión y el intercambio a partir de estos
pre-prints, preservando la posibilidad de su publicacion posterior,
en revistas especializadas o en otros formatos y soportes.

La colección incluirá no sólo versiones finales e informes comple-


tos sino –como lo sugiere su propia denominación– avances parcia-
les de procesos de investigación, incipientes o no.

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simultáneamente en soportes impreso y digital, pudiendo accederse
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y Colección de estudiantes, consiste en una serie de pre-publicacio-
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