Oraciones Que Activan Las Bendi - John Eckhardt
Oraciones Que Activan Las Bendi - John Eckhardt
Oraciones Que Activan Las Bendi - John Eckhardt
promociones de ventas, ofertas especiales, levantar fondos y atender necesidades educativas. Para más información, escriba a
Casa Creación, 600 Rinehart Road, Lake Mary, Florida, 32746; o llame al teléfono (407) 333-7117 en Estados Unidos.
No se autoriza la reproducción de este libro ni de partes del mismo en forma alguna, ni tampoco que sea archivado en un sistema
o transmitido de manera alguna ni por ningún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otro– sin permiso previo
escrito de la casa editora, con excepción de lo previsto por las leyes de derechos de autor en los Estados Unidos de América.
A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en
América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca
registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia..
2 La bendición de la obediencia
Oraciones para la bendición por la obediencia
Oraciones para una vida de la que fluye leche y miel
3 La bendición de dar
Confesiones de abundancia y prosperidad
Oraciones para la bendición de la dádiva
Oraciones para la bendición del Carmelo y del Sarón
Oraciones para obtener la gloria del Líbano
Oraciones para obtener la bendición de Acor
Oraciones para obtener la bendición del Hermón
Oraciones para obtener la bendición de Sion
Oraciones para obtener la bendición de Edén
6 La bendición de shalom
Confesiones de paz
Confesiones de la bendición del Reino
Confesiones para las bendiciones de la redención
Oraciones para las bendiciones de shalom
Creo que he sido predestinado para tener una nueva vida y un nuevo favor.
Permíteme hallar gran favor a los ojos del rey (1 Reyes 11:19).
Que tu favor esté sobre mí como el rocío sobre la hierba (Proverbios 19:12).
Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el
alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del
encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con
él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió:
No te dejaré, si no me bendices.
—GÉNESIS 32:24–26
Jacob no solamente se encontró cara a cara con Dios, sino que, por haberlo
pedido, también fue bendecido con un nombre, un propósito, un futuro y un
destino nuevos. Su identidad fue cambiada. Eso es lo que Dios desea hacer
cuando usted se acerque a Él para obtener bendición. Él desea darle más de lo
que pide, porque Él es bueno y porque sabe cómo otorgarles dádivas a sus
hijos. Lo que usted le pide es solamente el comienzo de lo que Él desea hacer
en su vida.
MOISÉS: “TE RUEGO QUE MEMUESTRES TU GLORIA”
Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto
has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre. El
entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. Y le respondió: Yo
haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre
de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré
misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. Dijo más:
No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo
aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y
cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te
cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi
mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.
—ÉXODO 33:17–23
¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen,
que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los
hombres!
—SALMO 31:19
Señor, eres el Padre de las luces y otorgas buenas dádivas. Suelta de tus
buenas dádivas sobre mi vida (Santiago 1:7).
Señor, suelta la bendición desde los cielos de arriba y las bendiciones del
abismo que está abajo (Génesis 49:25).
Permíteme ser una rama fructífera cuyos vástagos se extienden sobre el muro
(Génesis 49:22).
Señor, bendíceme con una bendición que no pueda ser revocada (Números
23:20).
Señor, dame favor como a Nehemías para terminar la obra que me has
encomendado (Nehemías 2:5).
Corona mi año con tus bienes y que tus nubes destiles grosura (Salmo
65:11).
Seré saciado del bien de tu casa (Salmo 65:4).
Que los hombres oigan del bien y la prosperidad que Tú das a mi vida
(Jeremías 33:9).
Que tus palabras sean vida a mi alma y gracia a mi cuello (Proverbios 3:22).
LA BENDICIÓN DE LA OBEDIENCIA
Permíteme ser un hijo que aprenda la obediencia por lo que padezco, como
Cristo (Hebreos 5:8).
Haré todas las cosas que el Señor ha dicho y obedeceré (Éxodo 24:7).
Permíteme correr bien, que nada me estorbe para obedecer la verdad (Gálatas
5:7).
Que todas las bendiciones del Señor vengan sobre mí y me alcancen, porque
obedezco la voz del Señor, mi Dios (Deuteronomio 28:2).
Acabaré mis días en bienestar y mis años en dicha, porque te oigo y te sirvo
(Job 36:11).
Sea bueno, sea malo, obedeceré a la voz del Señor, mi Dios, para que me
vaya bien (Jeremías 42:6).
Hoy declaro al Señor como mi Dios, que andaré en sus caminos y guardaré
sus estatutos, sus mandamientos y sus decretos, y que escucharé su voz
(Deuteronomio 26:17).
No permitas que sea como el rey Saúl, quien quebrantó el mandamiento del
Señor y temió al pueblo más que a Dios y consintió a la voz de ellos
(1 Samuel 15:24).
Como Judá, Señor, te pido que me des un solo corazón para cumplir el
mensaje de mis líderes nacionales, conforme a tu Palabra (2 Crónicas
30:12).
Vuelvo a ti, Señor, y sé que no harás caer tu ira sobre mí, porque eres
misericordioso y no guardarás para siempre tu enojo. Reconozco mi maldad
y mi transgresión. He oído tu voz (Jeremías 3:12–13).
Obedeceré a mis amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que quieren
agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios
(Colosenses 3:22).
Hazme subir sobre las alturas de la tierra, comer los frutos del campo y
chupar la miel de la peña, y el aceite del duro pedernal (Deuteronomio
32:13).
Susténtame con lo mejor del trigo y sáciame con la miel de la peña (Salmo
81:16).
CAPÍTULO 3
LA BENDICIÓN DE DAR
4. El valle de Acor
El valle de Acor es el lugar donde Dios se volvió de su ira hacia Israel,
después de apedrear a Acán y recibieron entrada a la Tierra Prometida (Josué
7:24–26). En Isaías 65:10 era una recompensa para quienes buscaron a Dios.
De acuerdo con el Diccionario Ilustrado de la Biblia de Nelson, los profetas
lo utilizaban como un símbolo de satisfacción y paz por la venida del Mesías;
un cambio de la ira de Dios con los hombres por sus pecados hacia recibir a
su Hijo y seguir sus caminos. El valle de Acor es como un paso entre la
maldición del pecado y la bendición de Dios, entre la muerte y la vida, entre
el antiguo pacto y el nuevo pacto.
7. El huerto de Edén
La palabra Edén significa “deleite”. Adán y Eva, el primer hombre y la
primera mujer, vivieron en el huerto del Deleite. En Génesis 2 y 3
encontramos que Edén es el lugar de la bendición y la prosperidad de Dios.
Estaba lleno de la variedad, belleza y fertilidad originales de la creación de
Dios. Todo ser viviente puede remontar su comienzo en el huerto de Edén. El
huerto también representa intimidad, un lugar donde el hombre estaba cerca
de Dios. Él caminaba entre ellos al aire del día. No había un muro divisorio
de pecado en el principio (vea Génesis 3:8).
Señor, Tú eres El-Shaddai, el Dios más que suficiente; dame todo lo que
necesito para cumplir mi destino y permíteme tener más de lo que necesito
(Génesis 17).
Señor, te hiciste pobre para que a través de tu pobreza yo pudiera ser rico.
Que las ventanas de los cielos estén abiertas en mi vida y derrama bendición
que sobreabunda. Señor, reprende por mí al devorador.
Señor, soy un dador, que haya bienes y riquezas en mi casa (Salmo 112:3).
Que haya riquezas y bienes en mi casa, porque soy un dador (Salmo 112:3).
Yo llevo mis diezmos y ofrendas al alfolí. Que las ventanas de los cielos
sean abiertas sobre mi vida (Malaquías 3:10).
Yo doy; por lo tanto, dame todas las cosas en abundancia para que las
disfrute (1 Timoteo 6:17).
Que la hermosura y fertilidad del Carmelo sea sobre mi vida (Isaías 35:2).
Que los desiertos florezcan y den vida como Sarón (Isaías 35:2).
Que la bendición y fragancia del pino sea sobre mi vida (Isaías 60:13).
Permíteme crecer y ser fuerte como los cedros del Líbano (Salmo 92:12).
Permíteme ascender sobre las alturas del Líbano y vivir en tus lugares altos
(Isaías 2:13).
Que el río de Dios fluya de tu santo monte y riegue mi tierra, y que sea
como el Líbano.
Juntaré mis manos y te alabaré, me gozaré como los árboles del Líbano.
Que el olor de mis vestidos sea como el olor de los cedros del Líbano
(Cantares 4:11).
No hay monte más santo que Sion; subo y habito en tu monte santo.
Que el gozo perpetuo sea sobre mi cabeza, porque he venido a Sion (Isaías
35:10).
Permíteme cantar en lo alto de Sion y que el bien de Jehová corra en mí; que
mi alma sea como un huerto de riego, para que nunca más tenga dolor
(Jeremías 31:12).
Que sea como Edén, como un huerto de riego, y como manantial de aguas,
cuyas aguas nunca fallan (Isaías 58:11).
Señor, deseo que camines conmigo al aire del día como lo hiciste con Adán y
Eva en el huerto de Edén (Génesis 3:8).
CAPÍTULO 4
NO PODEMOS TENER paz y bendición sin estar bajo autoridad. Isaías 9:7
dice: “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite”. Imperio significa
autoridad.
Israel no tenía shalom, porque no quiso acatar las normas de la autoridad
gobernante de Dios y todos hacían lo recto en su propia opinión. Pero Jesús
vino para revertir la maldición de estar fuera del pacto y traer paz, bendición
y una vida abundante a través de un nuevo pacto. Él trajo la autoridad del
Reino lleno de “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).
Para recibirlo, necesitamos estar sometidos a Él y a aquellos que Él pone en
autoridad sobre nosotros.
Cuando su mente está gobernada por el Espíritu de Dios, cuando piensa
como un santo, cuando tiene pensamientos puros y cuando su mente no está
controlada por la carne y está sometido a la autoridad, usted recibe la
bendición de Dios. La Palabra de Dios lo ayudará a someterse a la autoridad
puesta sobre usted, a no ser un cristiano carnal y a esperar vida (prosperidad)
y paz.
Como dice este pasaje, cuando tenemos una mente carnal, no podemos
someternos a la ley ni a la autoridad. Nuestra mente está controlada por la
carne y determinada a hacer su voluntad; pero su fin es destrucción
(Proverbios 16:25). Algunas personas no pueden prosperar por causa de su
mente. Son carnales. Pero cuando tenemos una mente espiritual y hemos
sometido nuestros pensamientos a la autoridad del Señor tenemos paz, vida y
prosperidad: una vida más abundante.
Dios desea que usted, como un santo de Dios, renueve su mente (Romanos
12:1–2). Él desea que el espíritu de su mente sea renovado, porque “cual es
su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7).
¿QUIÉN ES SU AUTORIDAD?
En la tierra, estamos sujetos a los padres, los pastores, los profesores, los
funcionarios locales y federales y jefes, sean de nuestro agrado o no.
Debemos orar por ellos. Debemos someternos a sus instrucciones y órdenes
mientras no interfieran directamente con las leyes de Dios.
No piense que porque no le agrada su pastor, su jefe, su gobernante o
incluso el presidente, no debe respetar su autoridad. Jesús dijo que le
diéramos al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Incluso si
no estamos de acuerdo con la autoridad en el poder en el plano natural, no
significa que Dios no ha puesto ahí a esa persona por una razón en ese
momento. Dios establece la autoridad en la tierra y la remueve en su tiempo
(Daniel 2:21; Proverbios 21:2; 1 Crónicas 29:11–12).
No podemos comprender por qué una persona está en una posición de
autoridad, pero los caminos de Dios son más altos que los nuestros; de
manera que al estar sujetos al hombre estamos sujetos a Dios. Incluso Jesús
halló favor para con la autoridad terrenal (Lucas 2:52).
SOBRE SUJETARSE A LA AUTORIDAD Y SER BENDECIDO
A menudo deseamos hacer las cosas a nuestra manera. Incluso le ponemos el
nombre de Dios diciendo que lo hacemos por Él. Pero Dios desea honrar a
aquellos en autoridad sobre nosotros. Daniel es un gran ejemplo de un
hombre recto que tuvo influencia en una nación pagana al someterse a los
gobernadores de la tierra y al mismo tiempo permanecer obediente a Dios. A
su vez, Daniel gozaba de privilegios con el rey. Él influyó en las leyes y
códigos de ese tiempo y estuvo protegido por ángeles cuando sus enemigos le
pusieron una trampa para sacarlo.
Daniel pidió un permiso especial para no contaminarse con las prácticas
alimenticias de la nación pagana que lo tenía cautivo. Pero también estaba
sometido a Dios por su fe, sabiendo que si permanecía obediente a Dios, sería
bendecido en una manera que le produciría favor. Y tenía razón. La Biblia
dice que después de que Daniel le interpretó un sueño al rey Nabucodonosor,
el rey se postró ante Daniel y le prodigó honores, dándole el puesto más alto
del reino (Daniel 2:46–49).
Cuando nos sometemos a la autoridad, nos posicionamos para la bendición
de Dios y nos disponemos a ella. De esta manera nos colocamos bajo
aquellos con la autoridad de pronunciar una bendición sobre nosotros a través
de la profecía, palabras de ánimo, un asenso o corrección.
Oraré, haré peticiones y haré acciones de gracias por todos los hombres, por
los reyes y por todos los que están en eminencia (1 Timoteo 2:1–2).
No permitas que hable por mi propia cuenta, sino con la autoridad del Padre
que mora en mí (Juan 14:10).
Los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al
malo. Por lo tanto, no temeré a la autoridad porque haré lo bueno (Romanos
13:3).
Señor, tu ganancia es mejor que la ganancia de la plata y tus frutos más que
el oro fino (Proverbios 3:14).
No seré necio para confiar en mi propio corazón, sino que caminaré con
sabiduría y seré librado (Proverbios 28:26).
Te doy gracias y te alabo, Dios de mis padres, porque me has dado sabiduría
y fuerza (Daniel 2:23).
Te pido que mi vida te agrade, oh Dios, que me des sabiduría, ciencia y gozo
(Eclesiastés 2:26).
CAPÍTULO 5
Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la
adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto.
—ISAÍAS 45:7
Dios le prometió a Israel que si guardaba sus mandamientos, Él les daría esa
shalom. Pero ellos no escucharon. Sin embargo, Dios tenía un plan que no
solamente restauraría a Israel, sino que este también se extendería hacia la
humanidad.
En Jeremías 31:31–34, Dios le dijo a su pueblo que no podrían
experimentar su paz bajo el antiguo pacto, porque continuaban rompiéndolo.
Él se refería al hecho de que solamente experimentarían la verdadera paz de
Dios por medio del Mesías. El Mesías vendría a hacer un nuevo pacto. Él
vino predicando las buenas nuevas del Reino.
La única manera de experimentar la verdadera shalom de Dios es a través
de su hijo, el Príncipe de Paz (Isaías 9:6). Jesús vino a predicar el “evangelio
de la paz” (Romanos 10:15; Efesios 6:15) o el evangelio de shalom, el
evangelio del Reino. De manera que debemos arrepentirnos y recibir el
evangelio de la paz.
Estamos bajo un nuevo pacto cuando aceptamos el sacrificio de Cristo y
sometemos nuestra vida bajo su autoridad. Pero cuando rechazamos a Cristo
y su sacrificio, rechazamos su nuevo pacto y el shalom que buscamos; así
como el pueblo de Israel lo rechazó cuando vino. En Lucas 19:41–42, Jesús
lloró sobre Jerusalén, porque sabía que si lo rechazaban, no experimentarían
shalom, sino la espada. Sabía que el enemigo los sitiaría y los asediaría
alrededor, y que no quedaría piedra sobre piedra. Vendría guerra, hambre,
pobreza, pestilencia y muerte.
Cuando rechazamos a Jesús, rechazamos nuestra única esperanza de paz y
prosperidad.
DIOS ESTABLECIÓ UN PACTO PARA PODER BENDECIRNOS
Debemos comprender cuánto desea Dios bendecir a su pueblo con paz. Él es
el Dios de paz. Él es Jehová–shalom. Él es el Señor de nuestra prosperidad.
Pero Israel no lo pudo ver aunque estaba justo delante de sus ojos y lo perdió.
Ahora esta bendición le pertenece a la Iglesia del nuevo pacto. Nosotros
heredamos la promesa de shalom: prosperidad, favor, paz, salud y seguridad;
porque somos quienes entran en un nuevo pacto con Dios a través de la
sangre de Cristo. Lo que Israel no pudo recibir en lo natural, lo recibimos
nosotros en el espíritu. ¡Ahora nos pertenece!
Pacto significa fidelidad. Un esposo y una esposa deben serse fieles. El
divorcio surge porque el pacto ha sido roto. Mantenga una relación de pacto
con Dios. Existe una gran ventaja al hacerlo: la bendición viene con el pacto.
Dios no solamente bendice a las personas por cualquier razón. Estar bajo un
pacto con Dios es un contrato o una promesa de su paz, seguridad, favor,
protección, salud y prosperidad. Dios no rompe sus promesas y su palabra no
vuelve vacía (Números 23:19; Isaías 55:11).
El pacto con Dios es una bendición mutua. Dios obtiene un pueblo y
nosotros tenemos un Dios (Levítico 26:12). Sin embargo, cuando Dios no
tiene un pueblo, el pacto no tiene sentido. No podemos ser de Dios si no
caminamos de acuerdo con su pacto. Él no puede reclamar propiedad y
ponernos su nombre. Podemos orar por paz todo el año, pero sin Jesús, el
Príncipe de Paz, nunca vendrá la shalom.
Yo caminaré en el pacto.
Envía tu bendición sobre mis graneros y sobre todo aquello en que ponga mi
mano, y bendice mi tierra (Deuteronomio 28:8).
Que todos los pueblos vean que eres invocado sobre mí (Deuteronomio
28:10).
Abre sobre mí tu buen tesoro y que la lluvia del cielo caiga en mi vida y
bendice la obra de mis manos (Deuteronomio 28:12).
Señor, Señor, que el cuerpo que has creado y me has dado sea bendecido,
porque maravillosas y formidables son tus obras (Salmo 139:14).
Señor, que mis órganos sean bendecidos y que cada parte de mi cuerpo
funcione de la manera que Tú planeaste.
Señor, que mis manos y mis rodillas sean firmes y fortalecidas (Isaías 35:3).
Señor, haz resplandecer tu rostro sobre mí, soy tu siervo (Salmo 31:16).
Que el temor a ti sea medicina para mi cuerpo y refrigerio apara mis huesos
(Proverbios 3:8).
Señor, haz venir sanidad para mí y sana mis heridas (Jeremías 30:17).
Señor, permíteme prosperar y tener salud, así como prospera mi alma (3 Juan
1:2).
Señor, Tú eres el Sol de justicia, trae salvación en tus alas (Malaquías 4:2).
Que mi alma (mente, voluntad y emociones) sea sanada por tu misericordia
(Salmo 41:4).
Señor, creo que todas mis iniquidades son perdonadas y sanadas todas mis
dolencias (Salmo 103:3).
LA BENDICIÓN DE SHALOM
¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que
anuncian buenas nuevas!
—ROMANOS 10:15
El evangelio es que Jesús vino y murió para que pudiéramos experimentar
la shalom de Dios. El castigo (el precio) de nuestra paz fue cargado sobre Él.
Él fue azotado y crucificado para que pudiéramos tener paz. Todo aquel que
cree en el Mesías y se somete a Él, puede tener paz.
Podemos tener prosperidad y vivir seguros, y todas las malas bestias serán
echadas de nuestra vida. No seremos atormentados por demonios. Tendremos
la bendición de Dios. Es la garantía de su pacto de paz. Le pertenece a los
santos de Dios. Así que no importa qué tan mal estén las cosas, no permita
que el enemigo se robe su paz y su shalom.
No importa lo que suceda, diga: “Jehová–shalom, Tú eres mi paz. Tú eres
mi prosperidad. Tú eres quien me da shalom. Me niego a ser atormentado por
el enemigo, engañado, agobiado, oprimido, pobre o arruinado. Me niego a no
tener la paz de Dios, porque Jesús fue castigado por mi paz. Soy un santo de
Dios. Estoy bajo el pacto. Tengo el derecho a la paz. Puedo caminar en ese
pacto. Podrán caer mil a mi lado y diez mil a mi diestra, pero a mí no llegará,
porque tengo un pacto de shalom”.
Comprenda que esto no es algo que vendrá un día. Está aquí y es suyo.
Jesús es el Príncipe de Paz. ¿Tiene a Jesús en su interior? Su paz es
sobrenatural. Ya está hecho. Todo lo que debe hacer es caminar en fe y será
suyo. Esta es la razón por la que vino Jesús.
LA PAZ DEL REINO EN UN MUNDO CAÓTICO
Algunos no sienten que estén viviendo a menos que batallen. Pero Jesús no
murió para que usted viviera así. Podemos tener una buena vida,
especialmente cuando “refrenamos la lengua del mal”. Cuide su boca. No
chismee, discuta, pelee o provoque confusión. Y no ande con quienes se
comportan así. Busque la paz. La paz es prosperidad. No podemos ser
prosperados si no controlamos nuestra lengua. Una persona bendecida es
alguien que sabe cuándo callar.
El Reino de Dios es una comunidad de paz. Los salvos son personas
pacíficas. Podemos no estar de acuerdo con alguien y, sin embargo, estar en
paz. Las disputas no pertenecen a la casa de Dios o a la vida de su pueblo.
Santiago 3:17 dice: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura,
después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos,
sin incertidumbre ni hipocresía”.
Cuando caminamos en la sabiduría de Dios, escuchamos del cielo y la voz
de Dios, cuando obtenemos sabiduría de lo alto y no sabiduría terrenal y
carnal, cuando Cristo se convierte en nuestra sabiduría, entramos en la
prosperidad. Uno de los beneficios de la sabiduría es la prosperidad.
Proverbios 3:16 dice que las riquezas y honra están en la mano de los sabios.
Los sabios y prósperos son los que buscan la paz.
La gente próspera es gente pacífica. Ellos son bendecidos. Tienen más que
suficiente. Aman la vida y sus días son buenos. Son ciudadanos del Reino
celestial de Dios, porque han sido redimidos de las maldiciones del pecado y
de la muerte.
CONFESIONES DE PAZ
Mi vida es buena y mis días son buenos, porque mi lengua está alejada del
mal.
Jesús es mi paz.
Soy redimido de las aves del cielo y las fieras de la tierra (Deuteronomio
28:26).
Soy redimido de las maldiciones que son por señal y por maravilla
(Deuteronomio 28:46).
Soy redimido del hambre, de la sed, de la desnudez y de la falta de todas las
cosas (Deuteronomio 28:48).
Soy redimido del poder del enemigo, de quienes me odian (Salmo 107:2).
Que los cielos y la tierra griten con júbilo, porque he sido redimido (Isaías
44:23).
Tengo gozo y alegría; el dolor y el gemido han huido, porque soy redimido
(Isaías 51:11).
He sido redimido por el gran poder del Señor y por su mano poderosa
(Nehemías 1:10).
Sea paz a mí, y paz a mi familia, y paz a todo cuanto tengo (1 Samuel 25:6).
Me apartaré del mal y haré el bien, buscaré la paz y la seguiré (Salmo 34:14).
Señor, Tú das paz en mi territorio, sáciame con lo mejor del trigo (Salmo
147:14).
Yo me ocupo del Espíritu; por lo tanto, la vida y la paz son mías (Romanos
8:6).
Tú, oh Señor, eres mi paz y me haz hecho uno contigo (Efesios 2:14).
Que mi casa sea considerada digna, de manera que tu paz venga sobre ella
(Mateo 10:13).
Habla paz para mí, Dios, y no permitas que vuelva a la locura (Salmo 85:8).
Oro que mis caminos te sean agradables, Señor, de manera que hagas a mis
enemigos estar en paz conmigo (Proverbios 16:7).
Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser
viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir
toda carne.
—GÉNESIS 9:15
Nunca más permitiré que el enemigo haga su voluntad en mi vida, sino que
resistiré al diablo y huirá de mí (Santiago 4:7).
Nunca más escucharé o creeré las mentiras del diablo, porque habla mentira
y es padre de mentira (Juan 8:44).
Nunca más seré atado, pues Cristo me ha hecho libre. Soy verdaderamente
libre (Juan 8:36).
Nunca más permitiré que los espíritus de lujuria operen en mis miembros.
Nunca más permitiré que los espíritus de religión me hagan actuar con
religiosidad.
Nunca más les abriré la puerta a los demonios que deseen entrar en mi vida a
través de la falta de perdón (Mateo 18:35).
Nunca más les abriré la puerta a los demonios que deseen hacer normal el
pecado en mi vida.
Nunca más les abriré la puerta a los espíritus que deseen traer a mi vida
relaciones ocultas.
Nunca más les abriré la puerta a los espíritus que deseen entrar a través de
la rebeldía y desobediencia.
Nunca más toleraré las obras del diablo en mi vida, porque para esto apareció
Jesús, para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8).
Nunca más permitiré que el enemigo controle mis emociones, sino que
conformaré mis emociones al gozo y la paz de Dios.
Nunca más permitiré que el enemigo controle mi carácter sexual, sino que
renovaré mi entendimiento con la Palabra de Dios (Romanos 12:1).
Nunca más permitiré que el enemigo controle mi vida, sino que renovaré mi
entendimiento con la Palabra de Dios (Romanos 12:2).
Nunca más permitiré que el enemigo controle mi apetito, sino que le daré al
Espíritu Santo control sobre él.
Nunca más permitiré que el enemigo controle mi mente, sino que le daré el
control de mi lengua al Espíritu Santo.
Nunca más permitiré que el enemigo controle ningún área de mi vida, porque
mi vida está bajo el control del Espíritu Santo y la Palabra de Dios.
Nunca más permitiré que el enemigo suspenda cualquier plan de Dios para
mi vida.
Nunca más permitiré que la gente me aleje del amor de Dios, sino que me
comprometo a caminar en amor, porque Dios es amor (1 Juan 4:7–8).
Nunca más haré nada indebido, porque el amor no hace nada indebido
(1 Corintios 13:5).
Nunca más tendré una actitud pasiva con los dones espirituales, porque deseo
los dones espirituales (1 Corintios 14:1).
Nunca más permitiré que la voz del lloro y del clamor controlen mi alma,
porque el Señor se ha llevado mi tristeza y mi dolor (Isaías 65:19).
Los cielos nunca más estarán cerrados para mí, porque el Señor ha abierto las
ventanas de los cielos (Malaquías 3:10).
Nunca más tendré carencia, porque tendré plata en abundancia (Job 22:25).
Nunca más sembraré sin cosechar, sino que segaré donde otros han
sembrado (Juan 4:28).
Nunca más seré pobre, porque el Señor se hizo pobre, para que por su
pobreza yo fuera enriquecido (2 Corintios 8:9).
Nunca más viviré sin los deseos de mi corazón, porque me deleito asimismo
en el Señor (Salmo 37:4).
Nunca más permitiré que la cicatería controle mi vida, porque soy generoso
(Proverbios 11:25).
Nunca más permitiré que el enemigo devore mis finanzas, porque el Señor
ha reprendido al devorador por mí (Malaquías 3:11).
Nunca más dejaré de dar, porque cuando doy, me es dado; medida buena,
apretada, remecida y rebosando (Lucas 6:38).
Nunca más permitiré que las deudas controlen mi vida, porque le prestaré a
naciones y no pediré prestado, porque el que toma prestado es siervo del que
presta (Proverbios 22:7).
Nunca más dejaré que Satanás hurte mis finanzas, porque tengo una vida en
abundancia (Juan 10:10).
Nunca más limitaré lo que Dios puede llevar a cabo en mis finanzas y en mi
vida (Salmo 78:41).
Nunca más dudaré del deseo que Dios tiene de prosperarme, porque el
Señor ama la paz de su siervo (Salmo 35:27).
Nunca más creeré que no tengo el poder para hacer riquezas, porque Dios
me da el poder para hacer riquezas a fin de confirmar su pacto
(Deuteronomio 8:18).
Nunca más me faltará ningún bien, porque buscaré al Señor (Salmo 34:10).
Nunca más permitiré que mi carne haga su voluntad. Estoy crucificado junto
con Cristo.
Nunca más caminaré en las obras de la carne, sino que manifestaré los
frutos del Espíritu (Gálatas 5:22–23).
Nunca más seré oprimido, porque estoy lejos de la opresión (Isaías 54:14).
Nunca más les permitiré a mis ojos mirar cosas perversas, sino que haré
pacto con mis ojos para no ver cosa malvada (Job 31:1).
Nunca más permitiré que la ira controle mi vida, sino que seré tardo para
airarme y no pecaré (Proverbios 16:32; Santiago 1:19).
Nunca más permitiré que el sol se ponga sobre mi enojo (Efesios 4:26).
Nunca más permitiré que la adicción controle mi apetito, sino que seré
templado en todo (1 Corintios 9:25).
Nunca más dejaré que las rencillas tomen mis relaciones (Proverbios 10:12).
Nunca más permitiré que el enojo repose en mi seno, porque el enojo reposa
en el seno de los necios (Eclesiastés 7:9).
Nunca más permitiré que la malicia opere en mi vida, sino que caminaré con
sinceridad y verdad (1 Corintios 5:8).
Nunca más uniré mi cuerpo con nadie más que mi cónyuge, porque he sido
salvo y liberado de la inmoralidad sexual (1 Corintios 6:16).
Nunca más someteré mi cuerpo a propósitos impuros, porque mi cuerpo es el
templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16).
Nunca más temeré llevar a cabo lo que Dios me ordena (Hechos 5:29).
Nunca más permitiré que mi corazón sea firme como una piedra (Job
41:24).
Nunca más permitiré que el poder del Espíritu Santo no fluya en mi vida. Las
escamas del Leviatán han sido arrancadas de mi vida (Job 41:15).
Nunca más permitiré que salga de mi boca palabra corrompida (Efesios 4:29).
Nunca más permitiré que mi boca salga de control, sino que refrenaré mi
lengua (Santiago 1:26).
Nunca más permitiré que lo que otros digan acerca de mí controle mi vida
(Hechos 19:9).
Nunca más recibiré una falsa enseñanza o falsa doctrina, porque la unción
me enseña (1 Juan 2:27).
Nunca más confesaré enfermedad ni dolencia, porque Jesús las tomó (Mateo
8:17).
Nunca más confesaré pobreza o escasez, no me enlazaré con las palabras de
mi boca (Proverbios 6:2).
Nunca más confesaré derrota. Por un camino saldré contra mis enemigos, y
por siete caminos huirán ellos de mí (Deuteronomio 28:25).
Nunca más permitiré que los montes me obstruyan, les hablaré con fe y se
quitarán (Marcos 11:23).
Nunca más diré: “No puedo”, porque todo lo puedo en Cristo que me
fortalece (Filipenses 4:13).
Nunca más temeré hablar las palabras del Señor, hablaré lo que el Señor me
diga que hable (Ezequiel 2:7).
Nunca más perderé de vista las profecías que se hicieron antes en cuanto a
mí, sino que conforme a las profecías que se hicieron militaré la buena
milicia (1 Timoteo 1:18).