Resumen Del Ensayo

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Ensayo del Golpe de Estado de 1968 y la Constitución de 1972.

Se presenta un análisis histórico-social del golpe de Estado militar del 11 de octubre de 1968
en Panamá, con el cual comienza a tomar forma el fenómeno político- social denominado
‘torrijismo’, cuyas repercusiones se proyectan hasta el presente en la vida política panameña.

Hacia finales de la década de 1950, el descontento social se manifestará en


la resistencia del movimiento de masas, expresada a partir de la
reorganización y reanimación de ciertos sectores, los cuales abren un nuevo
período de luchas y ascenso de la protesta social. Manifestaciones destacadas
de ello son la huelga estudiantil de 1958, la marcha del hambre desde la
ciudad de Colón, los diversos incidentes y enfrentamientos con las autoridades
del enclave colonial canalero y el levantamiento armado del cerro Tute, todos
en 1959. La huelga bananera de 1960, y su réplica en 1963, marca un
momento fundamental del ascenso de la conflictividad social, por su
significado de clase, ya que se trataba, en la época, del más importante sector
del proletariado panameño-dados los elementos sociales e ideológicos que
históricamente han neutralizado a los trabajadores canaleros.

Todo esto en un proceso que, con sus inevitables flujos y reflujos, alcanzará
su punto más alto en enero de 1964, año en que, tras una demostración
estudiantil por la reivindicación de la soberanía panameña sobre la Zona del
Canal, veintiún jóvenes panameños mueren a manos del Ejército
norteamericano, enfrentamiento que deja, además, cerca de 500 heridos de
diversa gravedad. Durante los días 9, 10 y 11 de aquel mes de enero, el país
vive un verdadero levantamiento popular en el cual miles de panameños se
manifiestan por la recuperación de la soberanía nacional sobre el territorio de
la vía de tránsito y por el abandono inmediato y total del país de las fuerzas
militares de EEUU.

Se trata, pues, de uno de esos eventos espectaculares que marcan la vida


sociopolítica de un país. Después de enero de 1964, tanto para el gobierno
norteamericano como para el oligárquico poder político panameño, se hace
imposible desconocer el carácter inevitablemente anacrónico tanto del tratado
de 1903, como del enclave colonial ‘zonian’ en las riberas de la vía
interoceánica. El potencial desestabilizador de este estado de cosas había
finalmente alcanzado niveles claramente fuera de control. Como dice Beluche:
"las reclamaciones nacionales del pueblo panameño contra la presencia
norteamericana habían adquirido un carácter insurreccional y no eran
canalizadas por ningún sector burgués".
El generalizado repudio y derrota del proyecto de tratados canaleros
Johnson-Robles, también conocidos como los ‘3 en 1’, en 1967, adquiere un
peso particular en el curso del proceso de desestabilización del sistema
político panameño, en tanto que impide la normalización de las relaciones con
EEUU, sumiendo además en un profundo descrédito al gobierno de turno y a
un relevante sector de la élite política.

Dos aspectos resaltan a la hora de clarificar la cuestión. En primer lugar, en


la década de 1920, la entrada en escena de los trabajadores y sectores
burgueses medios y bajos con sus aspiraciones económicas y democráticas, su
organización y luchas efectivas, obliga al ejército norteamericano, columna
vertebral del régimen político y en última instancia detentor del poder real, de
ahí la definición de ‘protectorado de hecho’, a ejercer un no deseado rol de
gendarme del orden público, viéndose involucrado en la represión directa de
las movilizaciones populares. Tal situación conlleva un doble peligro. De un
lado, la desestabilización de su propia posición interna al contribuir a la
extensión del sentimiento de repudio de la población dirigido contra el
complejo político-militar norteamericano en el Istmo, cada vez más
identificado por los sectores subordinados como un enemigo directo. De otro
y tal vez más importante que lo anterior, tal situación compromete y
descalifica la imagen internacional, laboriosamente construida por los
norteamericanos, de representantes y defensores de la democracia y la
libertad.

Pero lo que nos interesa destacar, sobre todo, es el hecho de que justamente
esta función arbitral, en la cúspide de la pirámide social, su prolongación y
consolidación a lo largo de casi treinta años, constituye el principal
antecedente histórico del comportamiento político del cuerpo armado respecto
de las clases dominantes en 1968. Es la condición de árbitro político la que da
pie a una práctica política concreta de los militares, les concede un status
privilegiado en los círculos de poder, permitiéndoles percibir con toda
claridad las crecientes insuficiencias de los partidos-clanes económicos; la
función arbitral prepara a los militares, al transformarlos en institución
deliberante/actores destacados de la escena política del país. De ahí que, como
guardián último del poder, el árbitro político se convierta, en situaciones
extremas, en fuerza de interdicción del aparato de Estado, a fin de garantizar
la estabilidad institucional y la preservación del orden social.

Ya hemos visto cómo la década de 1960 se caracteriza por la profundización


y generalización de la crisis política crónica del país. La desestabilización del
régimen electoral es un proceso que combina un avance paulatino y constante
con momentos críticos que se constituyen en saltos hacia adelante. El ascenso
de masas, "la gran movilización social de las clases populares", constituye el
factor central, la razón principal de la desestabilización. No sólo porque abre
un proceso de polarización social y tiende al desquiciamiento de la
institucionalidad imperante, sino porque, además, incide sobre la
fragmentación política de la burguesía, profundizando su división al no lograr
ésta acuerdos firmes respecto de la mejor forma de enfrentarlo.

La necesaria y algo desesperada búsqueda de una alternativa de recambio,


en los marcos institucionales del régimen electoral, pasará, primero, por el
golpe legislativo contra el presidente Robles (1964-68), frustrado por la
dirección del cuerpo armado. Y, después, por el intento de colocar el prestigio
de un viejo caudillo populista-conservador, Arnulfo Arias, al servicio de la
neutralización de las masas y la estabilización política del país. Esta es la
verdadera razón por la que la absoluta mayoría de las clases dominantes, y no
su ‘sector más atrasado’ o retrógrado, como han pretendido diversos analistas,
se organice electoralmente en torno a un adversario político histórico,
mientras desechaba la maniobra electoral, pretendidamente reformista,
formulada por el liberalismo para las elecciones de 1968, apoyado en la alta
burocracia estatal. Por los antecedentes, se trata, a no dudarlo, de un
movimiento (el apoyo a Arias) concebido por los sectores mayoritarios de la
oligarquía como riesgoso, pero a partir de determinado momento tenido como
necesario a fin de conjurar el caos amenazante y crear condiciones para una
eficaz concertación del nuevo pacto canalero. De ahí el apoyo del gobierno
norteamericano a la candidatura de A. Arias.

De cualquier manera, el resultado general de las maniobras mencionadas no


será otro que la profundización de las divisiones y la generalización de la
desconfianza entre las élites políticas. Hechos como el intento, a comienzos de
1968, de desplazamiento pretendidamente legal del presidente Robles, el
violento trámite de la campaña electoral, la recomposición favorable a Arias
del Tribunal Electoral, a pocos meses del torneo electoral, un claro intento de
fraude por la parte oficialista, en el transcurso del conteo de votos, la
resistencia a aceptar el triunfo de la lista opositora y el llamado de
reconocidos elementos y medios liberales al golpe de Estado, el acuerdo tejido
por la comandancia de la Guardia Nacional mediante el cual reconoce y
acuerpa el triunfo de Arias, la manipulación por parte de este último de la
distribución de escaños, incluso en perjuicio de fuerzas políticas integrantes
de la coalición que le había respaldado, etc.; todo ello contribuye en los ocho
meses previos al golpe de Estado a descalificar al conjunto de las élites
políticas, llevando la deslegitimación del sistema político a niveles sin
precedente.

Finalmente, y sobre la base de todo lo anterior, se puede afirmar que el 11


de octubre de 1968, más allá de todo elemento circunstancial , simples
detonantes de los grandes acontecimientos históricos, los militares toman el
poder para cerrar una crisis política que, con el desborde de los conflictos
interelitarios, se había ya tornado aguda, defendiendo así las bases del orden
capitalista semicolonial, enfrentando y conteniendo el fortalecimiento del
movimiento de masas y expropiando políticamente al grueso de las clases
dominantes. En otras palabras, más allá de toda particularidad, un típico golpe
bonapartista en un país atrasado.

El nuevo poder, inicialmente auto concebido como salida extrema y


absolutamente transitoria a la crisis, pasará rápidamente a expresar la
magnitud de la quiebra sufrida por el régimen electoral y la necesidad de
proceder a una reorganización en profundidad de la forma de la dominación,
dando a luz un nuevo régimen político, sobre la base del cual poder enfrentar
no sólo la tarea de la estabilización política del país, sino incluso intentar la
resolución de los dos problemas centrales del sistema semicolonial. Primero,
la modernización capitalista de la economía, promoviendo su reinserción en el
mercado mundial y la reformulación correspondiente del modelo de desarrollo
y acumulación. Lo que igualmente significa operar sobre la alteración de las
relaciones de fuerza en el interior del bloque de clases dominantes, buscando
despejar el camino a los sectores más dinámicos en el marco del nuevo
modelo, permitiéndoles así establecer su preeminencia política. Se resuelve de
esta manera, al menos parcialmente, y por una vía autoritaria, la disputa
interburguesa, lográndose un nuevo reacomodo, el cual termina asegurando en
este terreno un razonable marco de estabilidad por más de 10 años. Hoy
podemos constatar lo que se dio durante el régimen militar a la luz de las
causas que hemos señalado dieron origen al golpe de Estado militar en
Panamá en 1968.

1.- Combinando métodos de represión y prebendas, el régimen militar logró


afianzarse en el poder superando la resistencia inicial al golpe de Estado por
sectores de las clases dominantes. Los partidos políticos institucionales o
legales, todos de corte burgués, fueron prohibidos, pero la resistencia de los
dirigentes de estos partidos fue disminuyendo en la medida que iban
logrando su acomodo económico. Así podemos ver como gradualmente los
distintos sectores burgueses dieron su apoyo al régimen, estrecharon sus
relaciones con los altos jefes de la Guardia Nacional y estos se fueron
enriqueciendo al manejar las arcas del Estado sin control alguno y haciendo
negocios con sus aliados burgueses. La Guardia Nacional garantizaba la
estabilidad política y la paz social, mientras los sectores económicamente
dominantes incrementaban su capital con la nueva política económica que
se implementó y su acceso, mediante grandes negociados, a los recursos
que entraban como préstamos que fueron endeudando cada vez más al
país.

2.- No cabe duda respecto a que el programa de convertir a Panamá en una


plataforma de servicios transnacionales se cumplió al pie de la letra: Nuevo
aeropuerto, centro financiero internacional, ampliación de la Zona Libre de
Colón, centro de seguros y de reaseguros, paraíso fiscal, compañías de
papel, etc. Y finalmente renovar la relación contractual entre Panamá y
EEUU sobre el Canal de Panamá. Se trataba de modernizar la relación entre
los dos países “superando las causas del conflicto”. Se eliminó la relación
colonial en la Zona del Canal, pero se reforzó la relación neocolonial que nos
hace más dependientes y vulnerables económicamente. En el plano militar
salieron las tropas yanquis de Panamá (coincide con un momento en que
cambios en la concepción militar yanqui aconsejaban cerrar bases militares,
aún dentro de su propio territorio), pero se firmó un Tratado de Neutralidad
que, según palabras del gral. Omar Torrijos, “nos coloca bajo el paraguas
del Pentágono”. Tenía razón, ese fue el tratado que invocaron los gringos
para invadirnos el 20 de diciembre de 1989.

3.- En la medida en que el régimen militar desarticuló el movimiento


popular, podemos calificar al mismo como un régimen contrainsurgente. La
dirigencia del movimiento popular, gremial y de izquierda fue brutalmente
perseguida, encarcelada, torturada, desterrada y en muchos casos
asesinada.

El movimiento sindical beligerante e independiente de los años 60 fue


quebrado por la vía de la represión de los dirigentes clasistas y la compra
de los dirigentes venales. Se creó un organismo sindical corporativista,
CONATO, plegado al régimen militar. Hoy brotan nuevos esfuerzos de
organización sindical clasista e independiente, enfrentando en dura lucha a
la burocracia sindical, a la patronal y a su Estado.

El movimiento campesino combativo fue institucionalizado disolviendo las


ligas y asociaciones campesinas para integrarlos en el programa de
Asentamientos Campesinos que fracasó al ser ubicados en tierras infértiles,
mal asesoramiento técnico, financiero y administrativo, elementos de
corrupción introducidos por oficiales de bajo y mediano rango, etc. Vale
decir que este programa no afectó una sola hectárea de los latifundios
existentes. Hoy los indígenas tratan de defender sus tierras contra colonos
intrusos, por mantener su cultura y desarrollar sus comarcas. Indígenas y
campesinos luchan contra las transnacionales mineras y madereras, contra
proyectos privados de hidroeléctricas autorizadas por el gobierno y los
planes de inundar sus tierras para dar paso al proyecto de ampliación del
Canal y construcción de hidroeléctricas autorizadas a la Autoridad del Canal
de Panamá (ACP).

El régimen militar cerró la Universidad de Panamá y la reabrió con el


decreto 144 que le negó autonomía, eliminó el cogobierno y desmanteló la
Unión de Estudiantes Universitarios (UEU). A la fecha de hoy no se ha
podido reorganizar la organización gremial de los estudiantes universitarios.
El gobierno militar usó para sus fines a la Federación de Estudiantes de
Panamá (FEP), pero luego, producto del paternalismo y la corrupción,
feneció y no se ha permitido su reorganización.

Las organizaciones de los docentes fueron eliminadas por el régimen militar.


Resurgen en 1979 cuando se oponen a la reforma educativa del gobierno
militar con grandes movilizaciones. Privados del pago de sus salarios para
cercarlos de hambre, el sector empresarial (este sector se fue separando
del régimen militar en la misma medida en que este poco podía ofrecerles al
ser conminados a empezar a pagar la deuda externa) aprovecha la ocasión
y le facilita víveres por distintos mecanismos y logra acercarse a la
dirigencia. Esta dirigencia pasa de un discurso reivindicativo a un discurso
anticomunista. Hoy día importantes sectores del movimiento magisterial
vienen recuperando su organización y su tradicional discurso democrático y
progresista.

¿Quién fue el personaje principal que organizo y dio el golpe de estado en


1968?

El golpe de Estado de 11 de octubre de 1968 fue un hecho acaecido en la noche del


viernes 11 de octubre de 1968 en la República de Panamá cuando los mandos medios
de la Guardia Nacional de Panamá encabezado por el mayor Boris Martínez, el
teniente coronel José Humberto Ramos Bustamante, Rubén Darío Paredes y otros
militares dirigieron un golpe de Estado militar, derrocando al presidente electo y
constitucional Arnulfo Arias Madrid, quien tenía 11 días de haber tomado posesión del
cargo.

Un total de 476,716 ciudadanos votaron por Sí a los cambios y


66,447 votaron por el No, según los resultados de ese referéndum.
Fueron reformados 135 artículos de la Constitución de 1972 y se
introdujeron 15 nuevos, por lo que el documento fue denominado
“Acto Constitucional de 1983”.

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