Novena A Santa Rita de Casia
Novena A Santa Rita de Casia
Novena A Santa Rita de Casia
ORACIÓN INICIAL
Dios y Señor nuestro, que, disponiéndolo todo con admirable
providencia, has puesto en tu Iglesia a los Santos para que fuesen un
modelo constante de todas las virtudes, y que, llamándolos a tu seno,
los has constituido nuestros protectores y abogados: escucha propicio
los ruegos de tu sierva Santa Rita, que diste al mundo como ejemplar
en los diferentes estados de la vida, y concédenos que todo cuanto
nuestra debilidad no puede por sí obtener lo consigamos mediante su
poderosa intercesión. Amen.
ANTÍFONA
Te saludo, Rita, Esposa que entre espinas de dolor naciste, vaso y aun
Rosa de Cristo, divino amor.
V. Señalaste, Señor, a tu sierva Rita.
R. Con el sello de tu caridad y Pasión.
DÍA PRIMERO
Astro refulgente de la Iglesia, perla engarzada en la corona del cielo
agustiniano, gloriosa Santa Rita, cuyo nacimiento fue ya presagio de la
futura santidad, celebrada por los ángeles al anunciar a tus cristianos
padres la buena nueva de que te darían a luz, y admirada por los
hombres al contemplar atónitos el estupendo prodigio de aquel panal de
riquísima miel labrado en vuestra boca al entreabrirse a la primera
sonrisa de la inocencia: compadécete de tus devotos, y concédenos, en
retorno del acendrado amor que te profesamos, la gracia de responder
con fidelidad a los divinos llamamientos, para que lleguemos a alcanzar
la gloria eterna. Amén.
DÍA SEGUNDO
Salve, modelo de perfecta obediencia, heroína de abnegación y
sufrimiento; salve, espejo de jóvenes pudorosas, de esposas atribuladas
y de madres que saben amar a los hijos de sus entrañas; salve, mujer
fuerte, que, comprendiendo ser mejor la obediencia que el sacrificio,
renunciaste al voto de virginidad, que tanto te halagaba, para aceptar la
Cruz pesadísima del matrimonio, con todas las consecuencias de un
esposo cruel, iracundo y dominado por los vicios, a quien, como otra
Mónica, lograste amansar y convertir con la elocuencia de tus lágrimas y
la eficacia de tu silencio. Apiádate, ¡oh incomparable Santa Rita!, de
nuestra loca y desatendida juventud; alivia el peso abrumador de tanta
tribulación, de tanta hiel y de tanta amargura como gravita sobre el
corazón de las inocentes esposas que, como vos, no tienen otro
consuelo que sus lágrimas y su silencio, y conseguidnos a todos
resignación en los trabajos y fortaleza en la adversidad para luchar
valerosamente hasta alcanzar la eterna bienaventuranza. Amén.
DÍA TERCERO
¡Oh insigne Santa Rita, ejemplar acabado de virtudes cristianas, que,
habiéndoseos arrebatado violentamente a vuestro marido cuando
comenzabais a gustar los frutos de la conversión operada en su alma,
merced a la labor constante de dieciocho años de indecibles
sufrimientos, no sólo os resignasteis con tan terrible pérdida, sino que
interpusisteis vuestro valimiento en favor de los asesinos, y lo que es
más, recabasteis del cielo la muerte de vuestros hijos, temerosa de que
con el tiempo vengasen la de su querido padre! Haced que con la misma
generosidad perdonemos a nuestros enemigos, a fin de que el Señor nos
perdone nuestras ofensas. Amén.
DÍA CUARTO
¡Oh prodigio de santidad, ilustre Santa Rita, doncella inmaculada,
esposa sin igual, madre excelente y viuda intachable! Para enaltecer y
santificar con vuestra influencia la perfección de todos los estados de la
vida os faltaba realizar el sueño dorado de vuestra infancia: vestir el
hábito religioso. ¿ Qué importan los obstáculos y dificultades que
puedan presentarse? Vuestras súplicas y vuestras lágrimas lo allanarán
todo, y cuando eso no bastase, Dios, que vela por ti como por su hija
predilecta, enviará del cielo a tus tres santos abogados, San Juan
Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino, quienes te conducirán
de la mano, como tres ángeles, a la morada del Señor, por la que tanto
suspiras, donde con los brazos abiertos, y dando gracias al Altísimo,
serás recibida por las observantes hijas del gran Agustín. Concédenos el
don de perseverar en nuestros buenos propósitos, por graves que sean
las tentaciones y dificultades que se nos presenten, hasta que lleguemos
al fin a contemplarle en la Gloria. Amén.
DÍA QUINTO
Esclarecida hija de San Agustín, que, habiendo logrado tus deseos de
vestir su santo hábito y ceñir su misteriosa correa, consagrándote
totalmente a Dios por los votos religiosos, te dedicaste a acrisolar tus
virtudes en el nuevo estado, mereciendo, en premio de tu ciega
obediencia, inauditas mortificaciones y continua contemplación de los
dolores y afrentas del Redentor; recibir mercedes estupendas, como la
de hacer brotar y reverdecer en lo más crudo del invierno fragantes
rosas y sabrosos frutos, y, sobre todo, la de sentir clavada en tu frente
una de las espinas desprendidas de la corona del Salvador: alcánzanos
una perfecta obediencia a los divinos Mandamientos, y la gracia de
saber orar y tener siempre presente la Cruz y los padecimientos de
Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
DÍA SEXTO
Por los dolores acerbísimos y el riguroso aislamiento que os proporcionó
la irrestañable herida abierta en vuestra frente por el glorioso estigma
de la Cruz, consíguenos, ¡oh serafín de Casia!, que sepamos soportar
con cristiana resignación el peso de las cruces propias de nuestro
estado, y que, como vos, nos gocemos de morir por medio del
sufrimiento, crucificados con Cristo Jesús. Amén.
DÍA SÉPTIMO
¡Oh prodigiosa Santa Rita, que en el prolongado martirio de tu vida
recibiste, junto con las hieles de todas las amarguras y de todos los
dolores, el bálsamo de esos consuelos que embriagan y arrebatan el
alma, encendiéndola en mayores deseos de padecer por Cristo, para
gozar y reinar después con Él! Haz que en nuestras desolaciones y
sequedades de espíritu descienda sobre nuestras almas el rocío de los
divinos consuelos perseverando sin desmayos en nuestra oración, para
que no cejemos un punto en el ejercicio de las prácticas piadosas y en el
santo servicio de Dios. Amén.
DÍA OCTAVO
¡Oh gloriosísima Santa Rita, cuya muerte, semejante en todo a vuestra
vida, fue el espectáculo más tierno y conmovedor que puede
presenciarse dentro de los claustros! ¡Qué consejos y qué despedida la
vuestra de aquellas hermanas del alma, que, a la vez que envidiaban tu
muerte y se felicitaban por tu glorioso tránsito, se deshacían en ríos de
lágrimas! ¡Qué fragancia la que comenzó a despedir la llaga de tu
frente! ¡Qué mirar tan dulce el de tus ojos! ¡Qué suspiros tan tiernos y
qué abrazo tan celestial coronaron tu preciosa existencia! Por todas
estas maravillas te suplicamos nos concedas la gracia de la
perseverancia final y una muerte preciosa ante los ojos del Señor.
Amén.
DÍA NOVENO
¡Oh incomparable Santa Rita, que, después de haber enaltecido y
santificado con tus heroicas virtudes todos los estados de vida que la
mujer puede abrazar en este mundo; de doncella, madre, viuda y
religiosa, dejando en todos ellos ejemplos admirables que imitar,
inauguraste con tu preciosa muerte el período de estupendos milagros,
que te merecieron el título de Abogada de imposibles, por no haber
negocio, ni conflicto, ni situación, por ardua y desesperada que parezca,
que no tenga fácil y suave resolución acudiendo a ti, de quien con
verdad puede decirse que todo lo puedes, porque todo cuanto pides lo
consigues de Aquel para quien nada hay imposible! Consíguenos, Santa
bendita, en retorno del amor que te profesamos, de las simpatías que
por ti sentimos y de la fe y el entusiasmo con que te tributamos el pobre
obsequio de esta Novena, la gracia de cumplir honrada y noblemente los
deberes de nuestro estado, santificándonos en él y salvándonos por él,
mediante los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.