La Decisión Judicial y La Cerditumbre Jurídica
La Decisión Judicial y La Cerditumbre Jurídica
La Decisión Judicial y La Cerditumbre Jurídica
LA CERTIDUMBRE JURÍDICA
I. INTRODUCCIÓN
La importancia económica de las sentencias 11
La declaración de inconstitucionalidad
a pedido de parte o de oficio 134
Efectos de la declaración de inconstitucionalidad 135
La acción declarativa de inconstitucionalidad 136
El control de razonabilidad de las leyes 137
X. CONCLUSIÓN 211
Bibliografía 215
I. INTRODUCCIÓN
3 Coase, Ronald H., “The Problem of Social Cost”, Journal of Law and Economics,
University of Chicago Press, vol. 3 (Oct. 1960), pp. 1-44.
12 RICARDO MANUEL ROJAS
4 Rojas, Ricardo Manuel, “Los alcances de la decisión judicial”, en 15 años del Centro
de Formación Judicial, Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires, 2014, p. 338.
5 Sobre las particularidades de los juegos repetidos, ver: Aumann, Robert John, “Survey
of Repeated games” en Essay in Game Theory and Mathematical Economics in Honor of
Oskar Morgenstern, Bibliographisches Institut Mannheim, Wein, Zurich, 11-42, 1981;
Friedman James W., Game Theory with Applications to Economics, Oxford University
Press, 2nd. Edition, 1990; Kalai, Ehud and Stanford, William, “Finite rationality and
interpersonal complexity in repeated games”, Econometrica, vol. 56 n° 2 (1988), p.
397-410; Nash, John F., Essays on Game Theory, Edward Elgar Publishing, 1996.
14 RICARDO MANUEL ROJAS
1. El servicio de justicia
La prestación del servicio de justicia ha sido considerada como una
de las funciones esenciales del Estado. La tradición liberal que surgió
como un modo de poner límites al autoritarismo, entendió que esta
función es indelegable, ya que junto con la seguridad y la defensa cons-
tituyen una barrera protectora de los derechos individuales, no solo
como árbitro de conflictos producidos en las relaciones interperso-
nales, sino también frente al avance de la autoridad estatal sobre los
individuos.
A estos servicios esenciales se los entendió indivisibles, en la medida
en que resulta prácticamente imposible individualizar a sus destinata-
rios o beneficiarios. Se trata de servicios ofrecidos por el Estado de ma-
16 RICARDO MANUEL ROJAS
16 No efectúo esta afirmación en el sentido que le dio Jean-Baptiste Say (Cour complet
d’Économie politique practique, H. Dumont Libraire-Éditeur, Bruxelles, 1837) en lo que
se ha conocido como la Ley de Say, sino que me refiero al hecho que ha resultado
claro en el estudio de la burocracia estatal, que el incremento de recursos destinados
a formar un aparato judicial más grande requerirá emplear parte de esos recursos
para mantener al propio órgano burocrático y no para prestar un mejor servicio. Una
visión empírica de esto pude vivirla en mi paso como Secretario Letrado por la Corte
Suprema en la segunda mitad de los años 80 y los primeros años de los 90 del siglo
pasado, donde el incremento de cinco a nueve ministros generó un aumento enorme
tanto en la cantidad de letrados, como en la de nuevas secretarías y organismos
administrativos dentro del Tribunal, que no tuvo un reflejo en la mejora del servicio, a
pesar de la cantidad de recursos que insumió.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 23
2004.
23 Como se verá más adelante al tratar los requisitos de fundamentación de las
decisiones judiciales en el Capítulo VII, la Corte Suprema desarrolló la doctrina de la
arbitrariedad para intervenir en los casos en que existan sentencias que vulneren las
exigencias de fundamentación de lo resuelto en el caso concreto, al punto de atentar
contra la garantía de la defensa en juicio contenida en el artículo 18 de la Constitución.
Entre tales causales, que veremos con más detenimiento entonces, se pueden
mencionar: falta de fundamentación suficiente, deficiencias en la fundamentación
normativa, defectos en la consideración de extremos conducentes, apartamiento
de las constancias de la causa, excesos u omisiones en el pronunciamiento, exceso
ritual manifiesto, contradicciones, omisión de tratar argumentos o de valorar ciertas
pruebas, etc. (Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del orden
jurídico, Editorial Abaco, Buenos Aires, 2004, p. 192).
28 RICARDO MANUEL ROJAS
legislador jamás podría prever en una norma general para una inde-
terminada cantidad de personas respecto de relaciones jurídicas que
aun no se han producido33.
Como contrapartida, el legislador frecuentemente observará el pro-
ceso de evolución de la jurisprudencia, con el objeto de darle sanción
legislativa a determinadas soluciones jurídicas nacidas y afianzadas a
través de la práctica judicial. En muchas ocasiones, las reformas legis-
lativas consisten en buena medida en la sanción como norma obligato-
ria y general de criterios jurisprudenciales elaborados por los jueces y
sostenidos pacíficamente durante mucho tiempo34.
Los conflictos, así como los medios empleados para resolverlos, pro-
ducen costos tanto para los involucrados directamente como para el res-
to de la comunidad. Mecanismos eficientes y confiables para resolverlos
pueden disminuir notablemente los costos de transacción y fomentar
acuerdos eficientes que de otro modo no se celebrarían38. Una de las
principales enseñanzas que nos ha dejado el llamado Teorema de Coase,
es que malas instituciones legales pueden encarecer las transacciones o
entorpecer el ejercicio de los derechos, hasta un punto en que se impida
realizar los acuerdos más eficientes para quienes negocian.
Las personas enfrentan los potenciales conflictos sobre la base del
principio de análisis económico en esta materia, según el cual: cada
persona es el mejor juez de sus propias preferencias. Consecuentemen-
te, salvo en aquellas áreas del derecho donde existen intervenciones
oficiosas de organismos estatales dispuestas por la ley –como es el
caso del derecho penal-, cada persona decidirá, frente a un potencial
perjuicio producido por otros, cuándo y en qué condiciones efectuará
su reclamo, cuál será el alcance de su pretensión y hasta dónde cederá,
cuánto estará dispuesto a pagar en costos por su reclamo, cuál será la
vía para encontrar solución al conflicto, etc.
Ninguna ley podría sustituir esas decisiones, sencillamente porque
cada persona actúa sobre la base de códigos de valor y órdenes de pre-
ferencias que son individuales, y por lo tanto existen tantas soluciones
eficientes como personas.
justicia y eficiencia. La justicia -se ha dicho- remite a valores que están por encima de los
meros criterios de eficiencia económica. Sin embargo, siendo la eficiencia un concepto
instrumental, para nada puede descartarse la compatibilidad entre justicia y eficiencia:
la justicia marca los fines, la eficacia la mejor manera de alcanzar esos fines, y la eficiencia
la selección de los mejores medios para lograrlos al menor costo en recursos.
En este contexto, si se acepta que cada persona es el mejor juez de sus propias
preferencias, que no existen dos casos iguales en la medida en que las expectativas,
incentivos y valoraciones de los involucrados serán diferentes, no parece haber
oposición entre la idea de buscar la solución más eficiente, que es la que normalmente
se consigue al alcanzar acuerdos privados, y el criterio de justicia elaborado por
Ulpiano y seguido por nuestra Corte Suprema, de procurar dar a cada uno lo suyo
(Fallos: 278:85; 295:316). Por ello, la intervención del árbitro puede ser al mismo
tiempo eficiente y justa.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 53
44 Posner, Richard A., Cómo deciden los jueces, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2011,
pp, 143 y ss.
60 RICARDO MANUEL ROJAS
47 Holmes, Oliver W., La senda del derecho, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1975,
p. 21.
48 Holmes, Oliver W., The Common Law, T.E.A., Buenos Aires, 1964, p. 15. La remisión a
la experiencia o el pragmatismo, en este contexto vinculado al comportamiento judicial,
se refiere a que el fundamento de los juicios ha de encontrarse en sus consecuencias
y no en la deducción a partir de premisas, al modo del silogismo (Posner, Richard A.,
Cómo deciden los jueces, op. cit., pp. 51-52).
49 Holmes, Oliver W., La senda del derecho, op. cit., p. 28.
50 Ibid. p. 32.
51 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del Orden Jurídico, op. cit.,
p. 138-139.
64 RICARDO MANUEL ROJAS
60 Sobre el racionalismo y la codificación en los siglos XVIII y XIX se puede ver: Rojas,
Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del Orden Jurídico, op. cit., pp. 93 y ss.
61 Hughes, Charles Evans, La Suprema Corte de los Estados Unidos, Fondo de Cultura
Económica, México, 1946, p. 221.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 71
62 Gray, John C., The Nature and Sources of the Law, The Mc Company, New York, 1948,
pp. 93 y 100.
63 Ibid, p. 125.
72 RICARDO MANUEL ROJAS
Estados Unidos frente al cambio ideológico de la posición “activista” en los años 80’:
“En la actualidad la realidad ha cambiado radicalmente, y las acusaciones en torno
a que los conservadores de la Corte Rehnquist son los reales activistas judiciales
han pasado a ser comunes. El Director de la ACLU declaró que la Corte Rehnquist
era ‘una corte conservadora que había pasado a ser una de las cortes más activistas
de la historia norteamericana’. Muchos profesores destacados han liderado estas
críticas. Cass Sunstein sostuvo que estamos ante un ‘destacado periodo de activismo
judicial de derecha’. Erwin Chemerinsky ha criticado a los jueces conservadores por
involucrarse en un ‘activismo judicial conservador agresivo’. Jack Balkin y Sandy
Levinson sostuvieron que ‘el activismo judicial de la Corte Warren ha sido reemplazo
por uno más intenso y conservador’. Mientras buena parte de las críticas han estado
orientadas a la declaración de inconstitucionalidad de leyes, se critica a los miembros
conservadores de la Corte Suprema el no ‘respetar el precedente’. Sin embargo, los
progresistas nunca fueron tan críticos con las sentencias activistas de la Corte Warren”
(pp. 5-6).
68 Barnett, Randy, “Judicial Pragmactivism: a definition”, Cato Journal, vol. 4, N° 3,
1985, pp. 853-864. Para un análisis de la contraposición del activismo judicial con
la visión tradicional del rol de los jueces, puede verse también a Barnett, Randy,
“Foreword: Judicial Conservatism v. a Principled Judicial Activism”, Harvard Journal of
Law & Public Policy, vol. 10, 1987, pp. 273-294
69 Mendelson, Wallace, “The politics of Judicial Activism”, Emory Law Journal, Vol. 24,
Issue 1, 1975, pp. 44-66.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 75
72 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del orden jurídico, op. cit.,
pp. 80-81, en especial las citas de los fallos correspondientes de la Corte Suprema de
los Estados Unidos.
78 RICARDO MANUEL ROJAS
73 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del orden jurídico, op. cit.,
pp. 119-124. En sentido similar: Kaufman, Gustavo A., Seguridad jurídica y progreso
económico, Editorial Tesis, Buenos Aires, 1993.
74 Poisner, Richard A., Cómo deciden los jueces, op. cit., p. 98.
V. LAS GARANTÍAS DE INDEPENDENCIA E
IMPARCIALIDAD DE LOS JUECES
77 Artículo 10: Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser
oído públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación
contra ella en materia penal.
78 Artículo 8.1: Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías
y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier
acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y
obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.
79 Artículo 14.1: Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las
debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido
por la ley, en la substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada
contra ella o para la determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil.
80 Artículo 6.1: Toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativa,
públicamente y dentro de un plazo razonable, por un tribunal independiente e
imparcial…
82 RICARDO MANUEL ROJAS
83 Sramek v. Austria, Campbell and Fell v. United Kingdom, Ringeinsen v. Austria, Angel
V. Metherland, Schesser v. Switzerland. Del mismo modo lo ha sostenido la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en el caso Loayza Tamayo, del 17 de septiembre
de 1997. Ver Rojas Ricardo Manuel, Elementos de Teoría Constitucional, op. cit., pp.
110-111.
84 Feld L. y Voigt S., “Making Judges Independent –some proposals regarding the
Judiciary”, en Constitutional Design (R. Congleton, ed.), Cambridge University Press,
2004, p. 10. Sobre la posibilidad de establecer un modelo de judicatura independiente,
puede verse a Van den Hauwe, Ludwig, “Public Choice, Constitutional Political
Economy and Law and Economics”, Encyclopedia of Law and Economics, vol. 1, p. 617.
Citados por Rojas, Schenone, Stordeur (h), op. cit., p. 168.
85 Mauro, Paolo, “Corruption and Growth”, Quarterly Journal of Economics 110 (1992),
pp. 681-712.
84 RICARDO MANUEL ROJAS
1. Procedimiento de designación.
El procedimiento de designación de los jueces tiene enorme rele-
vancia para garantizar su independencia del poder político, así como
también la calidad profesional de las personas que ingresan a la ma-
gistratura.
El nombramiento de los jueces de la Nación se erige en uno de los
pilares esenciales del sistema de división de poderes, y los procedi-
mientos constitucionales que regulan la integración de los tribunales
han sido inspirados en la necesidad de afirmar la independencia e im-
parcialidad de los jueces en beneficio exclusivo de los justiciables (Fa-
llos: 338:284).
Por ello, ha señalado la Corte Suprema que tales procedimientos
pretenden impedir el predominio de intereses subalternos sobre el
interés supremo de la justicia y de la ley. Las disposiciones que rigen
esos procedimientos se sustentan, pues, en la aspiración de contar con
una magistratura independiente e imparcial, lo que está directamente
relacionado con la consagración constitucional de la garantía del “juez
natural”, expresada en la prohibición de que los habitantes de la Na-
ción puedan ser juzgados por comisiones especiales o sacados de los
jueces legítimamente nombrados (artículo 18 de la Constitución Na-
cional; Fallos: 330:2361; 338:284, 1216).
En el esquema establecido en la Constitución de Estados Unidos, se
entendió que la forma de garantizar la correcta selección de los jue-
ces era mediante la intervención conjunta de los otros dos poderes: el
juez es elegido por el Presidente de la República, previa obtención de
acuerdo del Senado, que actúa en ese caso como un tribunal encargado
de examinar las cualidades personales y profesionales del candidato.
En Estados Unidos el mecanismo ha funcionado razonablemente
bien debido a que los órganos intervinientes en la selección de jueces,
a su vez, son elegidos por procedimientos que reconocen una raíz bien
distinta. El Presidente de la Nación es elegido por un colegio electoral
integrado de modo no proporcional por electores de todos los Estados
del país, según la elección directa de los ciudadanos, con la particulari-
dad de que en cada Estado no se eligen electores mediante un sistema
proporcional, sino que la lista que obtiene mayor cantidad de votos se
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 85
lleva todos los electores de ese Estado. Los Senadores, por su parte,
son elegidos por cada legislatura estadual, en un número uniforme de
dos senadores por Estado. Por su parte, la renovación del Presidente
y de los senadores no sólo se producen por procedimientos distintos,
sino también en momentos muy distintos.
En Argentina, el sistema fue similar hasta la reforma constitucional
de 1994. La exigencia de que participen los Poderes Ejecutivo y Legis-
lativo buscó un imprescindible equilibrio político, pues como señaló
la Corte Suprema, el acuerdo del Senado constituye “un excelente fre-
no sobre el posible favoritismo presidencial…”, pero también entraña
el propósito de obtener las designaciones mejor logradas: “el Senado
–enseña Estrada- presta o no su acuerdo, según reconozca en la per-
sona propuesta las cualidades y méritos requeridos para el fiel desem-
peño de las difíciles cuestiones que está llamado a resolver” (Fallos:
330:2361 y sus citas).
La participación del Senado ha sido enfáticamente reclamada por
nuestros constituyentes, y la Comisión Examinadora de la Constitu-
ción Federal, al fundar la propuesta de reforma al texto sancionado en
1853, expresó:
Todas las Constituciones, y muy especialmente las federales, han
buscado un correctivo a la facultad peligrosa y corruptora depo-
sitada en manos de un solo hombre, de distribuir empleos ho-
noríficos y lucrativos de un orden elevado. De aquí la necesidad
de sujetar a un acuerdo previo el nombramiento de los jueces,
entre otros funcionarios, sometiendo al Senado la facultad de
prestar ese acuerdo86.
Pero al modificar la reforma de 1994 el modo de elección del Presi-
dente de la República y de los senadores, alteró el balance que existía
en la constitución original. En efecto, tanto el Presidente de la Repú-
blica como los senadores pasaron a ser electos por voto directo de los
ciudadanos, de modo que ha quedado desdibujado aquel distinto ori-
gen que podía justificar que el Senado se comportara como un auténti-
co evaluador independiente al momento de tratar el pliego de un juez
enviado por el Poder Ejecutivo.
94 Conf. caso “Reverón Trujillo” cit., párrafo 118 y caso “Chocrón Chocrón”, párrafo 107.
95 conf. Informe del Relator Especial sobre la independencia de los magistrados y
abogados, A/67/305, 13 de agosto de 2012 (cit. en Fallos: 338:1216).
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 91
Es menos probable que los jueces se vean presionados, cuando los tér-
minos de la permanencia judicial los vuelven independientes de los
deseos de gobernantes actuales97.
Sostuvo la Corte Suprema que todo lo concerniente a la inamovili-
dad y permanencia de los jueces es inherente a la naturaleza del Po-
der Judicial y configura uno de los principios estructurales del sistema
político establecido por los constituyentes de 1853, al punto de que
es uno de los dos pilares sobre los que se asienta la independencia de
dicho departamento y que ha sido calificada como una garantía a fa-
vor de la totalidad de los habitantes (Fallos: 314:881 y 749; 315:2386;
322:1616; 324:1177; 325:3514; 338:1216)98.
Por ello, en la medida en que existan buenos mecanismos de control
de su actuación, parece razonable que los jueces permanezcan en sus
cargos mientras dure su buena conducta. Las experiencias de siste-
mas donde cada cierto tiempo los jueces son sometidos a evaluaciones
para ver si se los confirma o se los reemplaza por otros postulantes,
pueden ser fuente de presiones que atenten contra la independencia
del Poder Judicial. Lo cierto es que los jueces dan examen diariamente
al sustanciar juicios y dictar sentencias, y si su conducta no es adecua-
da, existen mecanismos para su destitución, por las causales enumera-
das en la Constitución.
La Corte Suprema de Justicia ha tenido oportunidad de examinar el
requisito de la inamovilidad como consecuencia de la reforma cons-
titucional de 1994. En efecto, el artículo 99 inc. 4° de la Constitución
establece un límite de edad para ser juez en setenta y cinco años. Al
llegar a esa edad será necesario un nuevo nombramiento, precedido
de acuerdo del Senado, para un período de cinco años adicionales, que
podrán ser repetidos indefinidamente, por el mismo trámite. Tras de-
101 En el análisis puntual de una ley que imponía declarar perdida la competencia
de un juez por el solo transcurso del tiempo, junto con la aplicación ineludible de una
sanción pecuniaria y la obligación para el superior de promover el enjuiciamiento
de aquel, la Corte entendió que tal ley tenía un sentido ineludiblemente punitivo e
importaba un sistema mecánico de sanciones que funcionaba en forma automática y
llegaba a establecer una responsabilidad de carácter objetivo. Consideró que todo ello
afectaba el derecho de defensa y la independencia del Poder Judicial (Fallos: 295:73).
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 95
102 Constitución Argentina, artículo 110: Los jueces de la Corte Suprema y de los
tribunales inferiores de la Nación conservarán sus empleos mientras dure su buena
conducta y recibirán por sus servicios una compensación que determinará la ley, y que
no podrá ser disminuida de manera alguna, mientras permaneciesen en sus funciones.
96 RICARDO MANUEL ROJAS
toda presión por parte de los otros poderes, para preservar su absolu-
ta independencia (Fallos: 313:1371; 324:1177). Por lo tanto, no cons-
tituye un privilegio sino una garantía en pos de dicha independencia
(Fallos: 322:752)
Esta garantía fue consagrada en la Constitución de 1853/60, y como
ha expresado la Corte Suprema, si bien los constituyentes de 1994 po-
drían haber considerado conveniente restringir la absoluta intangibi-
lidad de las compensaciones judiciales, la ratificaron sin condiciona-
mientos en el mencionado artículo 110 (Fallos: 322:1616; 324:1177).
Dicha intangibilidad, además, está vinculada con las serias prohibi-
ciones que los jueces tienen para dedicarse a otras actividades lucrati-
vas. Así se ha dicho que el ejercicio de la magistratura judicial conlleva
la prohibición absoluta de ejercer, no sólo la profesión de abogado,
sino cualquier actividad rentada, con la excepción de la docencia uni-
versitaria, por lo que el magistrado resigna los ingresos propios del
ejercicio de dicha profesión, a cambio de la tranquilidad de espíritu
que suscita contar con un nivel decoroso de vida durante la función
activa y esperar un nivel razonablemente proporcionado en la vejez
(Fallos: 324:1177).
La garantía de la intangibilidad de las remuneraciones alcanza a jue-
ces y miembros del ministerio público, incluidos en los artículos 110
y 120 de la Constitución, pero no a otros miembros de otros poderes,
como los vocales del Tribunal Fiscal de la Nación (Fallos: 325:1418).
4. Procedimiento de remoción y sanción.
Como se dijo, es fundamental para garantizar la independencia de
los jueces que el procedimiento para su remoción garantice su estabi-
lidad, de modo que no pueda ser separado simplemente por motivos
políticos. Ello supone fijar reglas claras tanto respecto de las causales
de su remoción, como en el procedimiento mismo. Si los mecanismos
de control de la actividad de los jueces se tornan demasiado intensos,
es posible que bajo el ropaje de un control institucional se esconda una
verdadera persecución o presión sobre ellos. Por otra parte, si esos
controles no son suficientemente eficaces, crece la posibilidad de ino-
perancia o corrupción judicial103.
103 Rojas, Schenone, Stordeur (h), Nociones de Análisis Económico del Derecho Privado,
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 97
que impide al juez removido por mal desempeño gozar de los haberes
jubilatorios previstos para los magistrados. Ha señalado la Corte que
esa limitación legal no establece un derecho especial para la jubila-
ción del magistrado removido, por lo que no vulnera ninguna cláusu-
la constitucional (Fallos: 339:323), desde que es requisito necesario
para el cobro en función del régimen especial, que el beneficiario no
haya sido removido por juicio político por causal de mal desempeño
(Fallos: 337:1081).
106 En tal sentido se ha dicho que no se viola la garantía del juez natural cuando, a raíz
de la renuncia, jubilación o muerte de un magistrado, otro nuevo asume la función que
a él correspondía y continúa conociendo de la causa iniciada con anterioridad (Fallos:
326:4745). En este caso, la garantía de imparcialidad estará resguardada a través de
un correcto mecanismo de designación de jueces subrogantes o interinos, tal como
vimos en el punto anterior.
Tampoco se viola la garantía del juez natural en los casos en que se aplique
104 RICARDO MANUEL ROJAS
114 Corte Europea de Derechos Humanos, causa n° 34869/97, “Craxi c. Italia”, del 5
de diciembre de 2002, en Note d’information n° 48 sur la jurisprudence de la Cour,
diciembre de 2002, Consejo de Europa, p. 19, reproducida en Investigaciones, Corte
Suprema de Justicia de la Nación, 1/2 (2003), pp. 87-88. Las negritas fueron agregadas.
VI. LOS LÍMITES A LA DISCRECIONALIDAD
DEL JUEZ
Por otra parte, una de las tareas más delicadas que tienen los jue-
ces en un sistema con control de constitucionalidad difuso como es el
argentino, es la declaración de inconstitucionalidad de leyes o actos
del Poder Ejecutivo. Esa función, que le permite controlar e incluso
anular decisiones de la administración política, también está sometida
a limitaciones, que deben respetarse para no alterar el equilibrio de
poderes, y serán examinadas en la parte final de este capítulo.
115 Fallos: 28:404; 32:62; 52:432; 100:205; 188:179, y muchos otros. Conf. Ymaz,
Esteban y Rey, Ricardo, El recurso extraordinario, Jurisprudencia Argentina, Buenos
Aires, 1943, pp. 40 y ss.
116 RICARDO MANUEL ROJAS
b. Parte
Asimismo, la existencia de un “caso” o “causa” supone la de “parte”,
es decir quien reclama o se defiende, y quien en definitiva se beneficia
o perjudica con la resolución adoptada (Fallos: 336:2356). Es que en
virtud del principio de congruencia, la sentencia sólo puede y debe
referirse a las partes en el juicio y tiene efectos directos respecto de
ellas (Fallos: 321:221).
En Fallos: 322:528, la Corte señaló que al decidir sobre la legiti-
mación resulta necesario determinar si existe un nexo lógico entre el
estatus invocado por el litigante y el reclamo que se procura satisfa-
cer, lo que resulta esencial para considerarlo parte en el juicio116. En
definitiva, la calidad de parte requiere la demostración de un interés
especial en el caso, concreto, directo e inmediato, y los agravios que
alega deben afectarla de manera suficientemente directa o substancial
(Fallos: 306:1125; 308:2147; 310:606; 326:2998 y 3007; 331:2287;
336:760 y 916).
Si el peticionante carece de legitimación procesal para actuar, no
puede existir pronunciamiento judicial. Es que, como se dijo, los jueces
solo intervienen en el conocimiento y decisión de “causas” (art. 116 de
la Constitución Nacional), y la legitimación procesal constituye un pre-
supuesto necesario para que exista una causa o controversia (Fallos:
333:1213; 338:1347).
La jurisdicción que la Constitución atribuye a los jueces se ejerce en
las causas de carácter contencioso, en los casos en los que se pretende,
de modo efectivo, la determinación del derecho debatido entre partes
adversas, el que debe estar fundado en un interés específico, concreto
y atribuible en forma determinada al litigante (Fallos: 324:2381). La
116 La Corte citó el precedente de la Corte de los Estados Unidos: “Flast vs. Cohen”
(392 U.S. 83) y la autoridad del Juez Antonin Scalia (“The doctrine of standing as an
essential element of the separation of powers”, 17 Suffolk University Law Review, 1983,
p. 881).
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 117
gastos del juicio. Con el tiempo, toda vez que su monto es decidido
por jurados legos, las sumas de estos suplementos punitivos se han
incrementado de manera descomunal, y deben ser disminuidos en las
posteriores apelaciones o en acuerdos entre partes.
Sin embargo, la imposición de daños punitivos en el derecho nor-
teamericano ha sido motivo de varias críticas. En primer lugar, se ha
entendido que constituyen una compensación indebida al demandan-
te, que va más allá de su justo merecimiento y que, en todo caso, tra-
tándose de una multa, dada su naturaleza penal, debería ser pagada
al Estado y no al demandante. También se ha dicho que es peligrosa,
en tanto se fija según el capricho del jurado, sin ninguna de las usua-
les salvaguardias del procedimiento criminal, tales como la prueba de
culpabilidad, y los principios de legalidad, proporcionalidad y razona-
bilidad120.
Además, buena parte de los motivos que justificaron su imposición
pueden solucionarse –como sucede en el derecho continental- con la
condenación en costas, es decir, que quien pierde el pleito paga los
gastos.
Parece claro que, más allá de las motivaciones loables que haya jus-
tificado la instauración de esta forma de penalización en Inglaterra,
pueden observarse sus peligros respecto de la estabilidad y seguridad
jurídica. Dejar la imposición de estos daños a la discrecionalidad de los
jueces supone un peligro desde el punto de vista de la arbitrariedad
o corrupción judicial. Además, distorsiona el cálculo posible que las
partes pudieran hacer respecto de la solución final del caso a los fines
de negociar acuerdos de soluciones alternativas121.
Pero además, en lo que se vincula con el punto específico aquí trata-
do, la posibilidad de disponer este tipo de sanciones debe ser objeto de
especial cuidado en su vinculación con la necesidad de que la potestad
decisoria de los jueces se ejerza dentro de un marco acotado por reglas
claras para las partes.
122 Dicho artículo establecía: “El juez tiene atribución para aplicar, a petición de parte,
con fines disuasivos, una sanción pecuniaria a quien actúa con grave desprecio hacia
los derechos de incidencia colectiva. Pueden peticionarla los legitimados para defender
dichos derechos. Su monto se fija prudencialmente, tomando en consideración las
circunstancias del caso, en especial la gravedad de la conducta del sancionado, su
repercusión social, los beneficios que obtuvo o pudo obtener, los efectos disuasivos
de la medida, el patrimonio del dañador, y la posible existencia de otras sanciones
penales o administrativas”.
124 RICARDO MANUEL ROJAS
123 Del mismo modo se ha dicho que es inválida la sentencia cuando más allá de las
expresiones literales, cada uno de los tres votos emitidos han propuesto una solución
diferente y resulta imposible articularlos de un modo que pueda confluir en una única
decisión judicial (Fallos: 328:3148, voto de la Dra. Carmen M. Argibay).
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 127
Por otra parte, se ha señalado que las normas procesales deben ser
establecidas e interpretadas en consonancia con la finalidad de los
juicios, y por lo tanto, deben ser adecuadas para facilitar el camino
hacia la decisión judicial. Por el contrario, no deben ser excusas para
obstruir tal acceso a la justicia dentro de lo razonable. La defensa en
juicio requiere la posibilidad de ocurrir ante un tribunal en procura
de justicia y que tal posibilidad no sea frustrada por consideraciones
procesales insuficientes (Fallos: 310:2063).
Las formas a que deben ajustarse los procesos deben ser sopesadas
en relación con el fin último al que éstos se enderezan, o sea, contribuir
a la más efectiva realización del derecho (Fallos: 311:2193; 312:623).
Pero si bien el objeto del juicio es la averiguación de la verdad objetiva,
dicha averiguación debe buscarse siguiendo pautas rituales que ase-
guren la igualdad de las partes en el proceso y la consiguiente garantía
de la defensa en juicio (Fallos: 312:2095).
Por lo tanto, las normas procesales no se reducen a una mera téc-
nica de organización formal de los procesos, sino que, en su ámbito
específico, tienen por finalidad y objetivo ordenar adecuadamente el
ejercicio de los derechos en aras de lograr la concreción del valor jus-
ticia en cada caso y salvaguardar la garantía de la defensa en juicio
(Fallos: 310:870).
Se ha señalado al respecto que el proceso civil no puede ser
conducido en términos estrictamente formales. No se trata cier-
tamente del cumplimiento de ritos caprichosos, sino del desa-
rrollo de procedimientos destinados al establecimiento de la
verdad jurídica objetiva (Fallos: 308:533).
Los jueces no pueden prescindir del uso de los medios a su alcance
para determinar la verdad jurídica objetiva y evitar que el proceso se
convierta en la mencionada sucesión de ritos caprichosos, pues en tal
caso la sentencia se convertiría en la frustración ritual de la aplicación
del derecho (Fallos: 324:4123); sería la conclusión arbitraria de un
rito errátil y confuso, con el consiguiente dispendio jurisdiccional que
ello provoca (Fallos: 325:3118).
Dentro de las formas sustanciales de la garantía constitucional de la
defensa, está la exigencia de que los fallos judiciales tengan fundamen-
130 RICARDO MANUEL ROJAS
tos serios y suficientes (Fallos: 325:2340); esto es: que contengan una
exposición suficiente y clara de las razones que, con arreglo al régimen
normativo vigente y a las circunstancias de la causa, den sustento a
su decisión (Fallos: 312:182; 319:1867; 323:1077). La obligación de
fundar las sentencias persigue la exclusión de decisiones irregulares,
es decir, tiende a documentar que el fallo sea derivación razonada del
derecho vigente y no producto de la voluntad individual del juez (Fa-
llos: 320:2737; 321:510, 3415; 325:2340). Este será el tema principal
del próximo capítulo.
Por otra parte, los procesos judiciales deben seguirse en una su-
cesión lógica de etapas que vayan desde la presentación del reclamo
hasta la sentencia final, del modo en que se pueda concluir más rápi-
damente el proceso, pues una justicia con dilaciones excesivas termina
siendo ineficaz para el fin que persigue.
En este sentido, los principios de progresividad y preclusión re-
conocen su fundamento en motivos de seguridad jurídica y en la
necesidad de lograr una administración de justicia rápida dentro de
lo razonable, evitando así que los procesos se prolonguen indefini-
damente. Ello es especialmente así en materia penal, en el que toda
persona tiene derecho a liberarse del modo más rápido posible del
estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un
delito, mediante una sentencia que aclare su situación frente a la ley
(Fallos: 272:188; 300:1102; 312:2434; 323:982; 327;327; 332:1512;
335:1126; 336:495).
Sin embargo, la mera prolongación del proceso no afecta por sí sola
las garantías constitucionales, sino en cuanto una mayor celeridad sea
posible y razonable (Fallos: 312:573). Cuando tal dilación es producto
de maniobras u omisiones provocadas por las partes, no es posible in-
vocar la afectación del derecho de defensa o el principio de inocencia.
Es misión de los jueces estar atentos para evitar ese tipo de dilaciones.
Una ley puede ser atacada por inconstitucional no sólo por su con-
tenido, sino también por la interpretación con que fue aplicada por los
jueces, en la medida que dicha interpretación la ponga en pugna con
un precepto de la Constitución (Fallos: 308:647; 313:205), debiendo
en este caso ceñirse el examen a si el modo en que fue aplicada la ley se
halla o no reñido con disposiciones constitucionales (Fallos: 313:209).
Pero tal control de constitucionalidad no incluye el examen del acierto
o error, el mérito o la conveniencia del criterio adoptado por el legisla-
dor (Fallos: 312:1681; 313:410).
El carácter restrictivo de la declaración de inconstitucionalidad
La declaración de inconstitucionalidad de un precepto de jerarquía
legal constituye la más delicada de las funciones a encomendar a un
tribunal de justicia, y configura un acto de suma gravedad que debe ser
considerado la ultima ratio del orden jurídico, al que sólo cabe acudir
cuando luego de un acabado examen del precepto en cuestión, se con-
cluya que no exista otro modo de salvaguardar algún derecho o garan-
tía amparado por la Constitución, si no es a costa de remover el obs-
táculo que representan normas de inferior jerarquía (Fallos: 264:364;
288:325; 290:83; 292:190; 294:383; 298:511; 300:1087; 302:457,
484 y 1149; 311:394; 312:122 y 2315; 321:1058; 339:323; 340:141).
Esta facultad debe ejercerse con suma prudencia, cuando un aca-
bado examen del precepto conduzca a la convicción cierta de que su
aplicación conculca el derecho o la garantía constitucional invocados
(Fallos: 300:241, 1087; 302:457, 484, 1149; 319:3148; 328:4542;
329:5567; 330:855; 331:2799; 340:669); y no debe ser extendida
de modo tal que en virtud de ella se puedan validar declaraciones de
inconstitucionalidad abstractas o de mera certeza. Tal declaración
no debe hacerse en términos genéricos o teóricos (Fallos: 256:602;
264:53, 364).
En tal sentido ha señalado la Corte que las leyes debidamente san-
cionadas y promulgadas de acuerdo con el procedimiento de la Consti-
tución, gozan de una presunción de legitimidad que opera plenamen-
te, y obliga a que el control de constitucionalidad sea ejercido por los
jueces con sobriedad y prudencia. Respecto de su propio ejercicio de
tal control, indicó que debe imponerse la mayor mesura, mostrándose
tan celosa en el uso de sus facultades como del respeto que la Carta
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 133
128 En sentido similar, Fallos: 237:695; 239:267; 240:299; 249:22; 254:40; 250:152;
129 Esta causal de arbitrariedad respecto de los hechos, fue aplicada por la Corte a
partir de entonces en Fallos: 254:58; 256:364; 257:301.
130 Carrió y Carrió, ibid., pp. 244-259.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 145
138 A partir de este principio se ha sostenido que es arbitraria la sentencia que omite
evaluar una modificación producida a la legislación aplicable, que la hace más benigna
desde el punto de vista de responsabilidad administrativa o penal (Fallos: 281:297);
o la interpretación de una norma, en su relación con las circunstancias del caso, en
términos que equivalgan a su prescindencia o la torne inoperante (Fallos: 310:2114;
325:1571).
139 Carrió y Carrió, op. cit., pp. 179-183.
154 RICARDO MANUEL ROJAS
141 Por ejemplo, por aplicación de esta causal de arbitrariedad, la Corte anuló la
sentencia de la Cámara que, al confirmar un sobreseimiento definitivo en una causa
por homicidio culposo producido por exceso de velocidad en la conducción de un
automóvil, no se hizo cargo del principal agravio del recurrente, consistente en que
el imputado había admitido circular a velocidad mayor que la permitida en el lugar
donde ocurrió el accidente (Fallos: 283:324).
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 157
las reglas de la sana crítica judicial de modo tal que, en el caso, prime
una solución claramente contraria a la lógica y la experiencia (Fallos:
292:418).
Finalmente, corresponde tener presente que materia penal, es más
estricta la exigencia en cuanto a la apreciación de las pruebas sobre los
hechos materia de juzgamiento, siguiendo aquel principio del análisis
económico del derecho según el cual se justifica invertir más recursos
procesales allí donde el costo del error judicial es más gravoso143.
6. Excesos y omisiones en el pronunciamiento.
Los jueces deben resolver los casos, de acuerdo con lo planteado
por las partes, dentro de sus limitaciones jurisdiccionales, procesa-
les y de derecho de fondo. En consecuencia, debe limitarse a resolver
aquello que ha sido planteado por las partes, pero a la vez no deben
dejar de resolver nada de lo que haya sido objeto de agravio.
De tal modo, se viola el principio de congruencia cuando el fallo
omite decidir peticiones, alegaciones o argumentos oportunamente
propuestos a la consideración del tribunal y que deben integrar la reso-
lución del litigio (Fallos: 325:795); e igualmente, cuando aborda otras
cuestiones que no fueron planteadas por ninguna de las partes (Fallos:
311:1601; 316:1277; 319:1606; 321:330; 324:4146; 336:421).
Esta causal de arbitrariedad se vincula estrechamente con la ga-
rantía de la inviolabilidad de la propiedad, en tanto una alteración –
por exceso o por defecto- de la jurisdicción del juez, afecta derechos
de propiedad de quien se ve perjudicado (Fallos: 233:77; 235:826;
237:563; 239:201; 253:253).
143 La especial exigencia de fundamentación de las sentencias penales emana no sólo
del artículo 18 de la Constitución Nacional, sino que además e encuentra en varios de
instrumentos internacionales incorporados a la Constitución por el artículo 75, inciso 22.
Así, tanto la Declaración Universal de Derechos Humanos (Artículo XXVI) como la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (Artículo 11), reconocen
la presunción de que todo acusado es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad.
Esta garantía es reiterada en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(artículo 14.2) y el Pacto de San José de Costa Rica (Artículo 8.2), de manera casi
idéntica, difiriendo solamente en que sostienen que debe establecerse “legalmente”
la culpabilidad. El uso de esta última expresión puede interpretarse como un modo
de reforzar la idea de que no cualquier “estándar de prueba” vence la presunción de
inocencia.
162 RICARDO MANUEL ROJAS
146 Resulta interesante recordar los hechos de este caso, que dio inicio a una
importante rama en la doctrina de la arbitrariedad de sentencias. En una demanda civil
se discutía si el conductor de un vehículo, que accionaba por daños y perjuicios por un
accidente de tránsito, a la fecha de producirse ese hecho tenía o no registro de conducir
válido. Luego de reiterar oficios a la Municipalidad de Buenos Aires requiriendo dicha
información, se respondió que la licencia de conducir con ese número no correspondía
a esa comuna. Como consecuencia de ello la sentencia de primera instancia tuvo por
acreditado que el conductor no tenía registro válido y rechazó la demanda.
Luego de dictada la sentencia y antes de ser notificada, el demandante presentó un
escrito indicando que como consecuencia de lo informado por la Municipalidad, había
hecho el trámite para renovar su registro por extravío del original, y agregó dicho
documento, donde constaba que el original había sido expedido dos meses antes de
producido el accidente.
El juez no obstante ello dispuso notificar la sentencia, en el entendimiento que ya
no estaba en condiciones de modificarla. Ambas partes apelaron, y ante la Cámara
ambas discutieron ampliamente sobre la procedencia de admitir esta nueva prueba.
La Cámara confirmó la sentencia sosteniendo que la sola agregación del documento,
acompañado extemporáneamente luego de dictada la sentencia, era insuficiente para
modificar lo decidido por el juez. En estas condiciones el caso llegó a la Corte.
164 RICARDO MANUEL ROJAS
que el logro de la justicia requiere que sea entendida como una virtud
al servicio de la verdad (Fallos: 247:176; 250:642; 280:228; 296:65;
339:1615).
Dar primacía a un aspecto formal desatendiendo la verdad jurí-
dica objetiva quita fundamento a la sentencia (Fallos: 268:556) pues
vulnera la exigencia del adecuado servicio de la justicia que garantiza
el artículo 18 de la Constitución Nacional (Fallos: 276:368; 292:485;
311:2004). Ello ocurre cuando por razones formales se omite el trata-
miento de agravios tales como la violación del principio de separación
de poderes o la indebida delegación de facultades del juez instructor
en un sumariante (Fallos: 292:229), o cuando se realiza una inteligen-
cia cerradamente literal de los términos legales, sacrificando su espí-
ritu (Fallos: 235:548).
Es que las normas procesales no se reducen a una mera técnica de
organización formal de los procesos, sino que en su ámbito específico
tienen por finalidad y objetivo ordenar adecuadamente el ejercicio de
los derechos en aras de lograr la concreción del valor justicia en cada
caso y salvaguardar la garantía de defensa en juicio (Fallos: 338:1311;
339:1695).
La potestad de los jueces de apartarse de las disposiciones procesales.
Vinculado con este requisito de validez de las sentencias, debe re-
cordarse la doctrina de la Corte Suprema en el sentido de que las nor-
mas procesales pueden ser excepcionalmente alteradas, en tanto no
se produzca un menoscabo a alguna garantía constitucional o al de-
bido proceso, cuando razones de economía procesal o del buen servi-
cio de la justicia lo justifiquen (Fallos: 310:2842; 318:1834; 319:322;
322:447; 323: 3002).
Es que las formas a que deben ajustarse los procesos han de ser so-
pesadas en relación con el fin último al que éstos se enderezan, o sea,
contribuir a la más efectiva realización del derecho (Fallos: 308:490;
312:623; 322:1526; 324:911; 325:3118; 328:4277); y en esta búsque-
da -en la que muchas veces los principios constitucionales están in-
volucrados sólo tangencialmente-, los jueces pueden prescindir de la
rigurosa y mecánica aplicación de la ley147.
147 He tenido la posibilidad de aplicar este criterio al resolver cuestiones en las cuáles
166 RICARDO MANUEL ROJAS
149 Popper, Karl R., Conjeturas y Refutaciones, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1991, p. 61.
150 Ibid, p. 50.
151 Ibid, pp. 78-79.
152 Ibid, p. 77.
153 Ibid, p. 264.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 173
154 Para un desarrollo del modo en que evoluciona la adquisición del conocimiento en
esta visión, puede consultarse: Rojas, Ricardo Manuel, “Ayn Rand y Karl Popper sobre
el conocimiento: ¿es posible encontrar un punto de conexión?”, Revista Libertas n° 40,
ESEADE, Buenos Aires (mayo 2004).
155 Popper, Karl R., Conjeturas y Refutaciones, op. cit., p. 50.
174 RICARDO MANUEL ROJAS
161 Cueto Rúa, Julio César, El Common Law, Editorial La Ley, Bs. Aires, 1957, p. 123.
162 “Smith vs. Turner (Passangers Cases)”, 7 How. 283, 470 (1849).
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 177
163 Ha decidido en tal sentido que si luego de dos intervenciones anteriores suyas,
en las cuales se establecieron las pautas que debía seguir el inferior, ello no fue
suficiente para que los jueces intervinientes extremen el rigor en el examen del
asunto, demostrando un manifiesto desinterés en acatar decisiones firmes del
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 179
170 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del orden jurídico, op.
cit., pp. 294-300.
171 Vescovi, Enrique, “Antecedentes históricos de la casación”, en Temas de casación y
recursos extraordinarios en honor al Dr. Augusto M. Morello, Editorial Platense, Buenos
Aires, 1982, pp. 3-26.
172 Colombo, Carlos J., La Corte Nacional de Casación, Ed. V. Abeledo, Buenos Aires,
1943, t. I, p. 326; De La Rúa, Fernando, El recurso de casación, Ed. V. de Zavalía, Buenos
Aires, 1968.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 189
178 Soler, Sebastián, Derecho penal argentino, T.E.A., Buenos Aires, 1978, T. I, p. 174.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 193
179 Couture, Eduardo J., Estudios de Derecho Procesal Civil, op. cit., p. 76.
194 RICARDO MANUEL ROJAS
se permite esta evolución tal vez más lenta, tal vez con el peligro
de contradicciones entre los distintos tribunales, pero que es la
genuina expresión de jueces que con criterio independiente lle-
van a cabo un contraste de ideas en busca de una síntesis supe-
radora, en lugar de la imposición de un criterio supuestamente
unificador, emanado de un solo órgano que, así como hoy decide
una cosa, podrá decidir mañana lo opuesto por el mero cambio
en su integración, tornando falaz tal pretensión de certidumbre.
d. La reforma de 1994 introdujo a través del artículo 75 inciso 22,
una serie de tratados internacionales con jerarquía de normas
constitucionales. Algunas cláusulas de estos tratados podrían
verse alteradas por el reconocimiento de la autoridad para dic-
tar normas plenarias de carácter obligatorio.
En primer lugar, entiendo que entran en conflicto con las previsio-
nes del artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Po-
líticos y del artículo 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en cuanto establecen el derecho de toda persona a ser juz-
gada por un tribunal competente, independiente e imparcial. Un juez
que no puede establecer el derecho en una controversia, aplicando su
propio criterio, sino que debe seguir obligatoriamente el fijado pre-
viamente por un tribunal superior, no puede ser considerado un juez
independiente.
Asimismo, el artículo 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Ci-
viles y Políticos y el artículo 8.2.h de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos establecen la garantía de la doble instancia, que
se vería reducida a una mera enunciación formal en la medida en que
el derecho aplicable al caso ya estuviera resuelto de antemano por el
tribunal superior180. En efecto, al menos en lo que se refiere a la inter-
pretación de las normas jurídicas aplicables al caso, el tribunal inferior
estaría obligado a seguir los criterios ya establecidos por la Cámara
que deberá revisar su fallo, de modo que esa doble instancia o doble
conforme será sólo formal y vinculado a la discusión sobre los hechos
probados.
180 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del orden jurídico, op.
cit., pp. 299-300.
XI. LA REDACCIÓN DE LAS SENTENCIAS Y
SU IMPORTANCIA DESDE EL PUNTO DE VISTA
DE SUS DISTINTOS DESTINATARIOS.
182 Rojas, Ricardo Manuel, Análisis Económico e Institucional del Orden Jurídico, op.
cit., pp. 191 y ss.. Con respecto a las técnicas de redacción, se han hecho muchos
esfuerzos para sintetizar y ordenar principios y reglas. Entre ellos, se puede mencionar
el Manual de Estilo de la Procuración del Tesoro de la Nación.
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 199
según la cual ella debe decir todo lo necesario, pero nada más que lo
necesario183.
La sentencia debe agotar todos los argumentos necesarios para de-
cidir definitivamente el caso concreto. Debe hacerse cargo con minu-
ciosidad de la evaluación de los hechos, de toda la prueba relevante
producida durante el juicio, de los argumentos de las partes que sean
conducentes a la decisión final, y a partir de todo ello emitir una deci-
sión que ponga fin de un modo claro a la controversia puntual. Hemos
visto que resulta inválido un pronunciamiento cuando no se hace car-
go de tratar aspectos conducentes a la decisión final que hayan sido
invocados por las partes. Ponderar estos elementos es una de las obli-
gaciones primordiales de los jueces al dictar una sentencia.
Al mismo tiempo, debe limitarse a decidir lo planteado por las
partes, y no extenderse hacia otras cuestiones, por más que al juez le
parezca que ello no afectará a los litigantes, pues de ese modo puede
provocar confusión respecto de los verdaderos alcances de la senten-
cia, en especial porque su decisión podría tener efectos indirectos res-
pecto de quienes no están involucrados en el pleito.
La importancia de la claridad en el lenguaje escrito ya había sido
puesta de resalto por Karl Popper respecto de la labor del científico:
Buscar la sencillez y lucidez en el lenguaje y en el texto escrito,
es un deber moral de los científicos. La falta de claridad significa
que estamos en presencia de un error o de una estafa intelec-
tual184.
Precisamente Popper hacía esta referencia para remarcar la oscuri-
dad en el uso del lenguaje entre los intelectuales alemanes, que según
él fue luego imitada por los franceses y los sudamericanos. La impor-
tancia en el correcto uso del lenguaje era mostrada por este filósofo,
con relación a la necesidad de validar científicamente las teorías:
Esta actitud idiomática de expresar las cosas de un modo di-
fícil y contundente hace que los intelectuales alemanes sean
irresponsables. Uno no puede probarles que aquello que dicen
es falso, porque es ininteligible… Se expresan de un modo tan
183 Belluscio, Augusto César, Técnica jurídica para la redacción de escritos y sentencias,
La Ley, Buenos Aires, 2006.
184 Popper, Karl, Conjeturas y Refutaciones, op. cit., p. 331.
200 RICARDO MANUEL ROJAS
185 Popper, Karl, “De las teorías a las ideologías”, entrevista de Manfred Schell en
Kenley, Gran Bretaña. Publicado en el Diario La Nación del 8 de julio de 1990.
186 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción comunicativa I. Racionalidad de la acción
y racionalización social, Ed. Taurus, Madrid, 1984; Teoría de la Acción comunicativa
II. Crítica de la razón funcionalista, Ed. Taurus, Madrid, 1987; Teoría de la Acción
Comunicativa. Complementos y estudios previos, Ed. Cátedra, Madrid, 1989.
187 Ossorio, Angel, El alma de la toga, Librería El Foro, Buenos Aires, 1997, 121.
188 Curiosamente, existe abundante jurisprudencia y legislación vinculada con el
rechazo a las manifestaciones y pedidos de las partes de un juicio, cuando éstas son
confusas o ambivalentes. Sin embargo, tal vez no se pone el mismo celo respecto de
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 201
las resoluciones de los jueces en idéntico sentido, a pesar de que su decisión final es
probablemente más significativa desde sus efectos que la petición de la parte. Hemos
visto al respecto que la mayor preocupación en este sentido se canaliza a través de las
causales de arbitrariedad de sentencias por falta o insuficiencia de sus fundamentos,
y que la Corte Suprema ha asumido una especial responsabilidad en el dictado de
sus propias sentencias, pues ellas no pueden ser recurridas ni anuladas por otros
tribunales.
202 RICARDO MANUEL ROJAS
193 Recordó también Calamandrei: “Ex facto oritur ius (del hecho surge el derecho) es
un viejo aforismo, cauto y honesto, que supone en quien desea juzgar bien, determinar,
ante todo, con fidelidad minuciosa, los hechos discutidos. Pero ciertos abogados lo
entienden al revés; una vez que han excogitado una brillante teoría jurídica que se
presta a virtuosismos de fácil ingenio, ajustan a ella exactamente los hechos, siguiendo
las exigencias de la teoría; y así ex iure oritur factum (del derecho surge el hecho)
(Calamandrei, Piero, op. cit., p. 150).
194 Rasmusen, E., “Judicial Legitimacy as a Repeated Game”, Journal of Law, Economics
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 207
and Organization, n° 10, 1994, p. 63 y 75. Posner, Richard A., Cómo deciden los jueces,
op. cit., pp. 98-99.
208 RICARDO MANUEL ROJAS
195 Se advierte esta dificultad, por ejemplo, en la jurisprudencia de los últimos años de
la Corte Suprema, en la que abundan sentencias integradas por muchos votos distintos
aun cuando resulten concordantes en su solución, al menos para formar mayorías.
196 Posner, Richard A., Cómo deciden los jueces, op. cit., pp.. 231 y ss..
LA DECISIÓN JUDICIAL Y LA CERTIDUMBRE JURÍDICA 209
198 Marsimian, Silvina; Croci, Paula; Ubertalli, Alejandra, “La lengua para usos
específicos: el caso del ámbito jurídico administrativo- Relato de la experiencia que se
lleva a cabo en el taller de escritura, espacio de capacitación del Centro de Formación
Judicial”, en Capacitar. Herramientas para la formación y la gestión judicial, Año 1
Número 0, Editorial Jusbaires, Buenos Aires, 2017, pp. 200-201.
X. CONCLUSIÓN
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