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BLASCO GASCÓ
Abogado. Catedrático de Derecho Civil
NULIDAD Y NULIDADES:
EFICACIA DEL ACTO JURÍDICO
CONTRA LEGEM
* * *
88
Publicaciones
de la Real Academia Valenciana de Jurisprudencia
y Legislación
Cuaderno núm. 88
2
NULIDAD Y NULIDADES:
EFICACIA DEL ACTO
JURÍDICO CONTRA LEGEM
Discurso de Ingreso en la Real Academia Valenciana de
Jurisprudencia y Legislación, pronunciado por
el Ilmo. Sr. D. Francisco de P. Blasco Gascó,
el día 14 de diciembre de 2017
3
INDICE
I. INTRODUCCIÓN............................................... 9
II. LA NULIDAD DEL ACTO JURÍDICO CON-
TRA LEGEM: ORIGEN Y CONCORDAN-
CIAS................................................................... 12
1. Origen de la norma del art. 6-3 CC............................ 12
2. Concordancias en el derecho extranjero.......................... 16
III. ÁMBITO DE APLICACIÓN DEL ART. 6-3 CC 18
1. Los actos................................................................ 18
1.1 Actos voluntarios o declaraciones de voluntad.......... 18
1.2. Actos positivos 23
1.3. Actos jurídicos sujetos a regímenes propios de in-
eficacia.......................................................... 23
2. Contravención y disconformidad................................ 23
3. Objeto de la infracción o contravención: la ley contrave-
nida................. 25
3.1. Normas jurídicas susceptibles de contravención...... 25
3.2. Norma imperativa o prohibitiva. Las normas dispo-
sitivas........................................................................ 26
IV. TIPOLOGÍA DE NORMAS IMPERATIVAS Y
PROHIBITIVAS.................................................. 29
1. Tipos de normas imperativas o prohibitivas en función
de sus consecuencias........................................................ 29
2. Espacio normativo del art. 6-3 CC................................... 31
V. LA FUNCIÓN DEL ART. 6-3 CC...................... 35
1. El art. 6-3 CC como criterio de interpretación de las
normas imperativas o prohibitivas................................... 35
2. La constante doctrina de la interpretación flexible.......... 37
VI. LA NORMA Y LA EXCEPCIÓN EN EL ART.
6-3 CC................................................................. 40
VII. EL JUEGO DE LOS TÁCITOS.......................... 43
5
VIII. TENDENCIA DE LA ACTUAL DOCTRINA
JURISPRUDENCIAL ....................................... 44
1. Dos supuestos de ineficacia civil por ilicitud administra-
tiva................................................................................... 46
1.1. STS 31 de octubre de 2007: vulneración del orden
público....................................................................... 46
1.2. STS 10 de octubre de 2008: contravención de nor-
ma administrativa imperativa.................................... 48
2. Compatibilidad entre la sanción administrativa y la nuli-
dad.................................................................................... 49
3. Nulidad por infracción administrativa y recurso de casa-
ción................................................................................... 53
X. CRITERIOS JURISPRUDENCIALES DE
APLICACIÓN DEL ART. 6-3 CC...................... 53
1. La utilidad o el interés general.......................................... 54
2. Nulidad inequívoca: imperatividad gramatical e impera-
tividad jurídica................................................................. 55
3. El carácter subsanable de los defectos y la completitud
del acto............................................................................. 56
4. Las prohibiciones circunstanciales y fluctuantes.............. 57
5. La protección o tutela del interés de una de las partes..... 59
6. La infracción de normas sectoriales accesorias................ 60
7. La inutilidad de la nulidad o criterio del medio mínimo.. 60
8. Interés ajeno al protegido por la norma............................ 61
9. El expediente de la nulidad parcial.................................. 62
10. Oportunismo e incumplimiento..................................... 64
XI. EL ACTO JURÍDICO PRIVADO CONTRA
LEGEM............................................................... 64
1. Los reconocimientos de filiación...................................... 64
2. El testamento.................................................................... 65
3. El matrimonio.................................................................. 65
4. El art. 6-3 CC y la Ley de Sociedades de Capital............ 65
4.1. Las causas de nulidad de la sociedad inscrita........... 66
6
4.2. La impugnación de los acuerdos sociales ................ 66
4.3. La transmisión de participaciones sociales y accio-
nes y las adquisiciones en autocartera...................... 66
5. La ineficacia del contrato en la Ley concursal................. 67
6. Anulación de los laudos arbitrales.................................... 68
7. El contrato contra norma imperativa o prohibitiva.......... 68
7
I. INTRODUCCIÓN
1
Notas a COLIN, A., CAPITANT, H., Curso elemental de derecho civil, trad. de la última
edición francesa (2ª. ed.) por la redacción de la Revista General Legislación y Jurispruden-
cia, con notas de D. DE BUEN, Madrid, 1922, pág. 218.
2
CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho civil español, común y foral, T. III, 17ª ed. (revisada por
G. García Cantero), Madrid, 2008, pág. 534.
3
GORDILLO CAÑAS, A., “Nulidad, anulabilidad e inexistencia (El sistema de las nulidades
en un Código latino situado entre la primera y la segunda codificación)”, en Centenario del
Código civil, I, Madrid, 1990, pág. 935.
Acerca de la cuestión, también puede consultarse DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil
de España, III, El negocio jurídico y la persona jurídica, Cizur Menor (Navarra), 2008,
reedición del Tratado Práctico y Crítico de Derecho Civil, Tomo X, Madrid, 1971 (ed. del
Instituto Nacional de Estudios Jurídicos de 1971 (para El negocio jurídico), págs. 461 y
sigs.; DÍEZ-PICAZO, L., “Eficacia e ineficacia del negocio jurídico, A.D.C., XIV, 4, 1961,
págs. 809 y sigs.; Fundamentos del Derecho civil patrimonial, I, 6ª ed., Cizur Menor, 2007,
págs. 555 y sigs.; DELGADO ECHEVERRÍA, J., Comentarios del Código civil y Compi-
laciones forales (dir. M. Albaladejo), t. XVII, vol. 2º, De la nulidad de los contratos, ad
arts. 1.300 a 1.314, 2ª ed., Madrid, 1995, págs. 273 y sigs.; CARRASCO PERERA, A.,
Comentarios al Código civil y Compilaciones forales (dir. M. Albaladejo), t. I, vol. 1º, ad
art. 6-3, 2ª ed., Madrid, 1992, págs. 769 y sigs.; Derecho de contratos, Cizur Menor, 2010,
págs. 649 y sigs.; Comentarios al Código civil, dir. R. Bercovitz, T. I, Valencia, 2013, págs.
154 y sigs.; DELGADO ECHEVERRÍA, J., “El concepto de validez de los acto jurídicos en
Derecho privado. (Notas de teoría y dogmática)”, ADC, 2005, págs. 9 y sigs.; DELGADO
ECHEVERRÍA, J., PARRA LUCÁN, Mª. Á., Las nulidades de los contratos. En la teoría
y en la práctica, Madrid, 2005; PASQUAU LIAÑO, M., Jurisprudencia civil comentada.
Código Civil (dir. M. Pasquau Liaño), T. I., 2ª ed., ad art. 6-3, Granada, 2009; Nulidad y
anulabilidad del contrato, Madrid, 1997.
9
DÍEZ-PICAZO4, así como de una progresiva, aunque a veces vacilante, jurispruden-
cia5.
Pero la imprecisa y oscura regulación del sistema de ineficacia en el Código ci-
vil se deja sentir en ambas doctrinas: en la científica, porque aún no ha conseguido
la uniformidad terminológica (baste, como ejemplo, que lo que unos llaman invali-
dez, otros llaman ineficacia y aun otros solo nulidad; o la disparidad de criterios
acerca de la categoría de la inexistencia del acto o del contrato –cuyo único apoyo es
la expresión “no hay contrato” del art. 1.261CC- y de su utilidad) o la proposición
por algunos autores de una nulidad de pleno derecho relativa6; y en la jurispruden-
cial, porque establece reglas generales y principios que después niega o contradice
en los casos particulares o porque, en ocasiones, hace un uso indiscriminado de los
tipos de ineficacia, confundiéndolos (en ocasiones, para el Tribunal Supremo nuli-
dad de pleno derecho o inexistencia es lo mismo).
Por otro lado, debe hacerse notar que, en el momento de la promulgación del
Código civil, el único sistema de invalidez, ineficacia o nulidad era el previsto para
el contrato en los arts. 1.300 y sigs. CC, en relación con el art. 1.261 y sigs. CC, y
aun éste es deficiente y asistemático. El sistema de ineficacia del testamento andaba
y anda disperso por el Código civil a partir del art. 743 CC; para el matrimonio, sólo
tras la reforma de 1981 hay un sistema y régimen propio de nulidad.
No cabe invocar, para dar coherencia al sistema, la norma del art. 6-3 CC (ni su
precedente, el art. 4 CC/1889), los cuales han sido objeto de una interpretación tan
flexible y amplia por el Tribunal Supremo que ha abocado, por un lado, en su prácti-
ca abrogación7; y, por el otro, en un casuismo insufrible y vacilante de muy difícil
sistematización.
En mi opinión, en el sistema de ineficacia o invalidez del acto jurídico-privado
se debe partir de que invalidez e ineficacia, por un lado, y validez y eficacia, por el
otro, no son conceptos coextensivos, sino que se refieren a los distintos defectos y
efectos, de entre los voluntarios o queridos por el sujeto (si es un acto unilateral) o
las partes (si es un acto bilateral, como el contrato), que produce un acto jurídico.
4
DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, III…, cit., págs. 461 y sigs.; DÍEZ-
PICAZO, L., “Eficacia e ineficacia…”, cit., págs. 809 y sigs.; Fundamentos del Derecho
civil patrimonial…, cit., págs. 555 y sigs.
5
La STS 29 de enero de 1983, por ejemplo, apunta, como dice GORDILLO CAÑAS (“Nuli-
dad, anulabilidad e inexistencia…”, cit., págs. 936 y sigs.) la distinción entre imperatividad
gramatical e imperatividad jurídica, lo cual permite calificar como anulable un acto que la
ley califica como nulo (en el caso concreto, el art. 20 LSRL cuando el socio vendedor no
comunicó a los administradores societarios la enajenación de sus participaciones sociales).
6
MIQUEL GONZÁLEZ, J. Mª., Comentarios a la Ley de condiciones generales de la con-
tratación (dirs. A. Menéndez y L. Díez-Picazo; coord. J., Alfaro), ad art. 8, Madrid, 2002,
págs. 428 y sigs.; BLANCO GÓMEZ, J. J., “Algunas reflexiones sobre los artículos 8-1 y
9-1 de la Comentarios a la Ley de condiciones generales de la contratación: la ausencia de
control de contenido específico de las condiciones generales de los contratos entre profesio-
nales o empresarios y la clase de nulidad de las condiciones generales previstas en dichas
normas”, en Estudios Jurídicos en Homenaje al Profesor Luis Díez-Picazo, T. II, Madrid,
2003, pág. 1.483.
7
CARRASCO PERERA, A., Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., pág. 774.
10
La validez y la invalidez hacen referencia a defectos estructurales y constituti-
vos del acto jurídico; la eficacia o ineficacia, en cambio, a su aptitud para producir
los efectos queridos por el sujeto o por las partes.
La invalidez del acto jurídico deriva de su contravención, directa o indirecta
(fraude de ley8) de la norma imperativa. En general, un acto inválido es un acto in-
eficaz. Pero enseguida descubrimos que hay actos inválidos, por cuanto son contra-
rios a la norma, que son, total o parcialmente, eficaces: así, determinados supuestos
de simulación en los que el acto simulado es eficaz frente a determinados terceros,
aunque no lo sea entre las partes9. Igualmente, cabría citar los supuestos de anulabi-
lidad (aunque la eficacia sea claudicante), de matrimonio putativo o del celebrado
con defecto de forma, si al menos uno de los cónyuges lo contrajo de buena fe, salvo
que se contrajera sin la intervención del Juez de Paz, Alcalde o Concejal, Secretario
judicial, Notario o funcionario ante quien deba celebrarse, o sin la de los testigos
(arts. 79 y 78 en relación con el art. 73-3º CC), determinadas adquisiciones de accio-
nes en autocartera (arts. 134 y sigs. LSC) o actos de asistencia financiera (arts. 149 y
150 LSC).
Igualmente, un acto válido es, en general, un acto eficaz. Pero en seguida pode-
mos identificar algunos actos válidos que son o pueden ser total o parcialmente in-
eficaces. Aquí estarían todos los actos rescindibles (el art. 1.290 CC dice que es res-
cindible el contrato válido), todos los actos inoponibles y todos los actos jurídicos
cuya eficacia queda voluntaria sujeta a la llegada de un día (contratos a término o
plazo) o a la verificación de un evento futuro e incierto o pasado que las partes des-
conozcan (es decir, los contratos sujetos a condición).
Por tanto, un contrato es ineficaz cuando por una causa determinada, originaria
o sobrevenida a su conclusión no produce efectos (normalmente, cuando se trata de
un contrato inválido) o deja de producirlos (por ejemplo, el contrato rescindible, el
contrato sujeto a condición resolutoria o a desistimiento unilateral, supuestos de re-
vocación de las donaciones, etc.), al menos los efectos queridos por las partes. La in-
validez, como contravención de una norma imperativa, es una de las causas de inefi-
cacia del acto jurídico, pero ni es la única ni exige siempre en la ineficacia.
El art. 6-3 CC, como su predecesor el originario art. 4 CC/1889, no es sino una
manifestación del confuso sistema de ineficacia de los actos jurídicos y, en concreto,
de las declaraciones de voluntad negociales, como las contractuales y las testamenta-
rias, presente en el momento de la codificación y al que el Código civil no supo dar
una respuesta coherente y clara en los arts. 1.261 y sigs. y 1.300 y sigs. CC. y, para
el testamento, arts. 743 y concordantes CC. Al legislador de 1888-89le bastó con
prescribir que el acto ejecutado contra las leyes es nulo, salvo que la ley disponga su
validez; y el legislador de 1974 tuvo bastante con ordenar que el acto contrario a ley
imperativa o prohibitiva es nulo de pleno derecho, salvo que la ley infringida prevea
un efecto distinto.
8
En los supuestos de fraude de ley, el acto es nulo por la ilicitud del fin o resultado perseguido
por el sujeto o por las partes. Hay, por tanto, ilicitud de la causa concreta entendida como fin
empírico perseguido por el sujeto o los sujetos.
9
Vid., por último, GARCÍA VICENTE, J. R., La simulación de los contratos en la jurispru-
dencia del Tribunal Supremo, Cizur Menor (Navarra), 2017.
11
Un análisis problemático del art. 6-3 CC (o del antiguo 4 CC/1889) revela tres
cuestiones que subyacen en los citados preceptos:
1. La relación entre el acto del Estado (tanto del poder legislativo como del po-
der ejecutivo) y el acto de los particulares. En este sentido, el art. 6-3 CC se mani-
fiesta como un precepto de soberanía, tanto por su ubicación sistemática (un Título
Preliminar de naturaleza constitucional y válido para todo el ordenamiento jurídico)
como por el contenido de todo el precepto: la ignorancia de la norma no exime de su
cumplimiento, la ley aplicable se puede excluir, así como renunciar al derecho que
reconozca siempre que tales exclusión y renuncias voluntarias no sean contrarias al
interés o al orden público ni perjudiquen a terceros; y el acto de contradice directa o
indirecta de una norma imperativa o prohibitiva es nulo de pleno derecho, salvo que
la norma prevea un efecto distinto.
2. La unidad del ordenamiento jurídico, es decir, la eficacia del acto jurídico
privado (en esencial, matrimonio, testamento y contrato y actos unilaterales inter vi-
vos) ejecutado contra disposiciones no civiles, es decir sectoriales o administrativas,
sin distinción del rango legal de la norma contravenida.
3. La conexión entre la sanción de nulidad prevista en el art. 6-3 CC (sin preci-
sión de un régimen de nulidad) y los regímenes de ineficacia de los actos jurídicos
privados.
El Tribunal Supremo, como se irá viendo, en realidad hace una interpretación
correctora del art. 6-3 CC, consciente de que puede valer como principio constitu-
yente del ordenamiento jurídico, pero no como norma jurídica que provea la solu-
ción para cada caso concreto. Hay un cierto paralelismo entre el art. 6-3 y el art. 1-2
CC.
10
Sobre la norma del art. 6-3 CC, vid., ASÚA GONZÁLEZ, C. I., Código civil comentado,
vol. I, ad art. 6, Cízur-Menor (Navarra), 2011, págs. 76 y sigs.; BATLLE VÁZQUEZ, M.,
Comentarios al Código civil y Compilaciones forales (dir. M. Albaladejo), t. I, ad art. 6,
Jaén, 1978, págs. 110 y sigs.; CARRASCO PERERA, A., Comentarios al Código civil…
(Albaladejo), cit., págs. 769 y sigs.; Derecho de contratos…, cit., págs. 649 y sigs.; Co-
mentarios al Código civil… (Bercovitz), cit., págs. 154 y sigs.; GARCÍA RUBIO, Mª. P.,
Comentarios al Código civil (dir. A. Domínguez Luelmo), ad art. 6, Valladolid, 2010, págs.
62 y sigs.; GULLÓN BALLESTEROS, A., Comentario del Código civil (dir. I. Sierra Gil
de la Cuesta), T. I, ad art. 6, Barcelona, 2000, págs. 389 y 390; Comentario del Código civil
(Ministerio de Justicia), T. I., ad art. 6, Madrid, 1991, pág. 36; PASQUAU LIAÑO, M., Ju-
risprudencia civil comentada. Código Civil (dir. M. Pasquau Liaño), T. I., 2ª ed., ad art. 6-3,
Granada, 2009; RIVERO HERNÁNDEZ, F., Comentarios al Código civil, ad art. 6, coord.
12
Rastrear su origen no es difícil, pero sí un tanto sorprendente.
La actual redacción proviene de la reforma del Título Preliminar de 1974; su
precedente era el párrafo primero del art. 4 CC/1889, el cual establecía, desde la re-
dacción origina del Código civil, que
“Son nulos los actos ejecutados contra lo dispuesto en la Ley, salvo los casos
en que la misma Ley ordene su validez”.
A diferencia del texto actualmente vigente, el art. 4 CC/1889 declaraba la nuli-
dad del acto jurídico contraventor de la ley (por tanto, de cualquier norma jurídica) y
exigía expresamente, para evitar la sanción de nulidad, que la ley infringida ordenara
la validez del acto contraventor11.
La doctrina celebró el nuevo texto del art. 6-3 CC por cuanto aclaraba que la
contravención debía ser a norma imperativa o prohibitiva, no ya a la ley en general
como decía el originario art. 4 CC/1889, y que la sanción del ordenamiento jurídico
era la nulidad de pleno derecho12.
Asimismo, el art. 6-3 CC matiza la salvedad: ya no es preciso que la ley infrin-
gida prescriba la validez del acto que la contravenga, sino que basta con que dicha
ley establezca un efecto distinto para el caso de contravención.
El antecedente del art. 4 CC/1889 es el art. 4 del Proyecto de Código civil de
1851, el cual establecía que
“… lo hecho contra éstas [es decir, contra las leyes prohibitivas] será nulo, si
en las mismas no se dispusiere lo contrario”.
Decía GARCÍA GOYENA que esta norma es consecuencia de la anterior, en el
mismo art. 4, que establecía que “tampoco surtirá efecto la renuncia especial de las
leyes prohibitivas” (art. 4 párrafo segundo ab initio). Y cita como origen de la Ley 5,
título 14, libro 1 del Codex justinianeo13.
La obligación prohibida es nula, aunque sea jurada, dice GARCÍA GOYENA,
con base en el Capítulo 16, sección 25 del Concilio de Trento. Curiosamente, GAR-
CÍA GOYENA refiere todos los ejemplos de “lo hecho contra éstas” (leyes prohibiti-
vas) no a los actos jurídicos en general, sino sólo a determinados actos: a las obliga-
ciones prohibidas, es decir, al contrato ilícito, tanto por objeto ilícito como por causa
ilícita.
13
Así, el art. 994 Proyecto de 1851 excluía como objeto del contrato las cosas
que están fuera del comercio de los hombres y los servicios contrarios a las leyes o a
las buenas costumbres (como nuestro actual art. 1.271 CC).
Y el art. 998 establecía que “la obligación fundada en una causa falsa o ilícita
no produce efecto legal. La causa es ilícita cuando es contraria a las leyes y a las
buenas costumbres”. Como el actual 1.275 CC.
En todo caso, el art. 4 Proyecto 1851 limita la sanción de nulidad del acto a la
contravención a las leyes prohibitivas: según nuestro artículo, dice, la simple prohi-
bición induce por regla general la nulidad, salva la disposición especial de la misma
ley prohibitiva en contrario.
Cuándo cabe una disposición especial en contrario lo dice el propio García Go-
yena al comentar la nulidad de la renuncia especial de leyes prohibitivas en el mis-
mo art. 4: “había también sus dudas y distinciones de si la prohibición tenía por ob-
jeto directo la utilidad o simplemente la de alguna clase o personas como de
menores, mujeres casadas, etc.”14.
En el comentario al art. 4, GARCÍA GOYENA remite al art. 11, el cual
establecía que “no podrán derogarse por convenios entre particulares las leyes
en cuya observancia están interesados el orden público y las buenas costum-
bres”.
El fundamento de la norma es el mismo que el ya señalado respecto de la nuli-
dad de la renuncia de ley prohibitiva y de lo hecho contra la misma, salvo que en la
ley infringida se disponga otro efecto: “aunque por regla general pueden derogarse
por pactos privados, o renunciarse las leyes que tienen por objeto primario la utili-
dad de los particulares, no sucede así con las que al mismo tiempo envuelven utili-
dad pública, y suelen concebirse en términos prohibitorios” 15.
Téngase en cuenta que, para García Goyena, ius publicum o derecho público y
orden público venían a ser sinónimos, pues aunque el primero era, en rigor, más am-
plia, debía caber en el segundo, traído al art. 11 Proyecto de 1851 del art. 6 Código
civil francés: el art. 11, dice García Goyena, se extiende a todo lo que las leyes ro-
manas comprendían en su locución Derecho público, es decir, a todo lo que tenía por
objeto la utilidad o moral públicas, la forma y solemnidades d los actos o instrumen-
tos y los juicios”16.
El razonamiento de GARCÍA GOYENA es importante porque, como vere-
mos, en las resoluciones judiciales que determinan los efectos civiles de las in-
fracciones de normas imperativas o prohibitivas sectoriales o administrativas
subyace, consciente o inconscientemente, la misma idea: la protección del inte-
rés público o general, de la utilidad o moral públicas, en cuyo caso se declara la
nulidad, o de intereses particulares, en cuyo caso basta la sanción administrati-
va (el efecto distinto del art. 6-3 CC), teniendo siempre en cuenta que el legis-
lador en ocasiones protege el interés público a través de la protección del inte-
rés particular.
14
GARCÍA GOYENA, F., Concordancias…, cit. pág. 17.
15
GARCÍA GOYENA, F., Concordancias…, cit. pág. 23.
16
GARCÍA GOYENA, F., Concordancias…, cit. pág. 23.
14
La norma transcrita del art. 11 concordaba con el art. 6 Code17 y equivaldría a
nuestro actual art. 1.255 CC. GARCÍA GOYENA cita, como precedente, la Ley 28
del Título 11, Partida 5, en cuya virtud
“todo pleyto que es fecho contra nuestra ley, é contra las buenas costumbres,
no debe ser guardado; magüer pena o juramento fuese puesto en él”18.
No obstante la autoridad de GARCÍA GOYENA, la citada Ley 28 del Título 11
de la Partida 5 concuerda con el ya mencionado art. 4 Proyecto de 1851 y, ambas le-
yes, con la Ley 5, Título 14, Libro 1 del Codex, de legibus:
“hoc est, ut ea quae lege fieri prohibentur, si fuerint facta, non solo inutilia, sed
pro infectis etiam habeantur: licet legislator prohibuerit tantum, nec specialiter dixe-
rit, inutile ese debere quod factum est”.
No deja de ser curioso que la norma del Codex (“lex non dubium”) traiga razón
en una constitución de Teodosio II cuya finalidad no era sancionar con nulidad los
actos contrarios a normas imperativas o prohibitivas, sino prohibir un determinado
fraude de ley: el que cometían los decuriones o curiales que, para salvar la prohibi-
ción de ser administradores de bienes ajenos, los tomaban en arrendamiento19. Cuan-
do la norma se recoge en el Codex justinianeo, se abstrae al prescindir del supuesto
de hecho que la originó y queda como regla general que lo hecho contra ley prohibi-
tiva es nulo, aunque la ley infringida no lo establezca expresamente: non solo inuti-
lia, sed pro infectis etiam habeantur. De esta manera, la norma de Teodosio II, dicta-
da para prohibir un determinado fraude de ley (imperativa) se convierte, al
formularse en abstracto y separada del supuesto de hecho que la originó, en un prin-
cipio general en cuya virtud la ley prohibitiva se debe interpretar como declarativa
de la nulidad del acto que la infringe o contraviene, aunque dicha ley no lo prevea
expresamente. De donde, en el origen del art. 6-3 CC realmente está el art. 6-4 del
mismo, el cual proscribe el fraude de ley.
El art. 6-3 CC tiene un claro y curioso enganche con nuestro actual art. 1.255
CC, que limita la libertad contractual a la ley, la moral y el orden público. Una inter-
pretación conjunta de los arts. 6-3 y 1.255 CC abocaría en que la norma imperativa o
prohibitiva cuya contravención se sanciona con la nulidad de pleno derecho, es la
que deriva no sólo de la ley, sino también de la moral o buenas costumbres y del or-
den público. Lo cual, en sede contractual, nos conduce directamente al llamado con-
trato ilícito: es decir, al contrato con objeto o causa ilícitos de los arts. 1.271 y 1.275
CC20. De este modo, el principio general se halla en el art. 1.255 CC, el cual vendría
17
GARCÍA GOYENA, F., Concordancias…, cit. pág. 23.
18
Norma que, a su vez, concuerda con la ya citada Ley 5, título 14, Libro 1 Codex y con Ley
35, Título 1, Libro 45 del Digesto.
19
CTh 12, 1, 92. Vid., DI PAOLA, S., Contributi ad un teoria della invalidità e della inefica-
cia in diritto romano, Milán, 1966, págs. 94 y sigs.; MASI, A., “Il negozio utile o inutile in
diritto romano”, en Rivista Italiana per le Scienze Giuridiche (RISG), 1959-1962, XCIII,
3ª. sr, vol. X, págs. 83 y sigs.; voz “Nullità. (Nullità in generale. Storia)”, Encliclopedia del
diritto, XXVIII, Milán, 1978, págs. 859 y sigs.
20
Sobre la causa ilícita, sigue siendo obra de referencia TORRALBA SORIANO, V., “Causa
ilícita; exposición sistemática de la jurisprudencia del Tribunal Supremo”, ADC, XIX-III,
1966, págs. 661 a 708. Vid., asimismo, DÍEZ-PICAZO, L., Fundamentos del Derecho civil
patrimonial…, cit., págs. 282 y sigs.; LÓPEZ BELTRÁN DE HEREDIA, C., La nulidad de
15
completado por el art. 6-3 CC: el pacto contrario a la ley, a la moral o al orden públi-
co es nulo, no tanto porque lo dice el art. 1.255 CC (que no lo dice expresamente),
sino porque lo dice el art. 6-3 CC.
En realidad, en el art. 6-3 CC, como en todo el art. 6 CC subyace la tensión entre el
poder jurídico individual (renuncia a la norma jurídica) y el poder legislativo como mani-
festación del poder jurídico colectivo o estatal. Más aún: es una manifestación de la supre-
macía de éste sobre aquél. No sólo la ignorancia de la ley no excusa su cumplimiento (art.
6-1 CC) (aunque se ignore dicha norma, es decir, que la ignorancia no exime de la obser-
vancia de la norma), sino que además el poder jurídico individual por excelencia, es decir,
la renuncia a los derechos o a la protección de la norma y la posibilidad del pacto o acuer-
do, quedan limitadas: sólo se admite, la primera, cuando no es contraria al interés o al or-
den público y no perjudica a terceros; y solo se admite, el segundo, cuando no es contrario
a la ley imperativa, a la moral o al orden público. Pacto no vence fuero.
Pero este límite es más amplio: tampoco es renunciable el derecho ni excluible
la ley aplicable que la norma declara irrenunciable o imperativa (aunque no sea or-
den público). El art. 6-2 CC está más cerca del art. 1.255 CC que del art. 6-3 CC.
En todo caso, se trata de normas de distinto alcance: el art. 1.255 CC concuerda,
en cuanto limitativo de la libertad contractual, con el art. 6-2 y con el art. 6-4 CC. El
art. 6-3 CC, en cambio, contiene una interpretación normativa de las leyes imperativas
y prohibitivas21. En el art. 6-3 CC subyace el conflicto entre autonomía individual y or-
den público legal, pero, como ha señalado CARRASCO PERERA, el art. 6-3 CC no
resuelve dicho conflicto, sino un problema estructural de la norma imperativa y prohi-
bitiva: el relativo a la sanción adecuada a la ley prohibitiva22, configurándola como
norma perfecta, es decir, como norma que determina el supuesto de hecho y la sanción
o consecuencia jurídica: determina la sanción de la infracción de la norma imperativa
o prohibitiva: la nulidad de pleno derecho.
El conflicto lo resuelven los arts. 6-2 y 4 y 1.255 CC. El art. 6-3 CC, así, no con-
tendría un principio general de derecho, sino una norma técnica, una norma que resuel-
ve un problema de técnica legislativa: convertir las normas imperativas o prohibitivas
imperfectas en normas jurídicas perfectas. En este sentido, el art. 6-3 CC concuerda
claramente con el art. 4 Proyecto de 1851 y el ya mencionado comentario de García
Goyena: según nuestro artículo, dice, la simple prohibición induce por regla general la
nulidad, salva la disposición especial de la misma ley prohibitiva en contrario.
En el Code Napoleon no hay una norma similar a nuestro art. 6-3 CC; posible-
mente por su obviedad o innecesariedad.
los contratos, Valencia, 2009, en concreto, págs. 277 y sigs.; VÁZQUEZ DE CASTRO, E.,
Ilicitud contractual. Supuestos y efectos, Valencia, 2003; SABORIDO SÁNCHEZ, P., La
causa ilícita: delimitación y efectos, Valencia, 2005.
21
DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, I, reedición de la 3ª ed., 1955, Cizur
Menor (Navarra), 2008, pág. 598. CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho civil español…, cit.,
pág. 568.
22
CARRASCO PERERA, A., Comentarios al Código civil... (Albaladejo), cit., pág. 772.
16
El art. 6 Code dispone que “no cabe excluir, por acuerdo entre los particulares,
las leyes que afecten al orden público y a las buenas costumbres”. Este precepto no
equivale a nuestro art. 6-3 CC, sino que concuerda con el actual art. 6-2 (es decir, el
párrafo segundo del art. 4 CC/1889: “Los derechos concedidos por las Leyes son re-
nunciables, a no ser esta renuncia contra el interés o el orden público, o en perjuicio
de tercero) y el 1.255 CC.
Históricamente, la norma francesa concuerda con el art. 11 del Proyecto de
1851, el cual establecía que “no podrán derogarse por convenios particulares las le-
yes en cuya observancia están interesados el orden público y las buenas costum-
bres”.
No obstante, la doctrina francesa acabó concluyendo que el art. 6 Code lleva
implícita la sanción de nulidad de los actos jurídicos realizados con infracción de
normas imperativas y prohibitivas aunque no lo diga expresamente (“prohíber c’est
annuller”), por cuanto la Ley es expresión de la voluntad general23. MERLIN ya ha-
bía señalado que “toute loi prohibitive implique la nullité des actes qui y sont con-
traires, sans que la loi ait besoin de la prononcer”24. Entendían, por tanto, vigente la
norma teodosiana de manera que la ley (manifestada aquí en el orden público y en
las buenas costumbres) debía prevalecer sobre la libertad individual.
El BGB contiene una norma equivalente al art. 6-3 CC, pero referida, no a los
actos jurídicos, sino al negocio jurídico, es decir, a las declaraciones de voluntad:
“Un negocio jurídico, dice el parágrafo 134 BGB, contrario a una prohibición legal
es nulo, a no ser que de la ley resulte otra cosa”.
En el Código civil italiano, el art. 31 de las Preleggi (Limiti derivanti
dall’ordine pubblico e dal buon costume) establece que
Nonostante le disposizioni degli articoli precedenti, in nessun caso… le private
disposizioni e convenzioni possono aver effetto nel territorio dello Stato, quando
siano contrari all’ordine pubblico o al buon costume.
Respecto de la nulidad de los contratos, la norma se halla en sede de contratos
en general y, en concreto, en sede de nulidad del contrato. Así, el art. 1.418 Codice
civile, con entradilla Cause di nullità del contratto, establece:
Il contratto è nullo quando è contrario a norme imperative, salvo che la legge
disponga diversamente.
Producono nullità del contratto la mancanza di uno dei requisiti indicati
dall’art. 1.325, l’illiceità della causa, l’illiceità dei motivi nel caso indicato dall’art.
1345 e la mancanza nell’oggetto dei requisiti stabiliti dall’art. 1346.
Il contratto è altresì nullo negli altri casi stabiliti dalla legge.
23
LAURENT, F., Principes de Droit civil, Bruselas-París, 1869, T. I, núms. 36 y sigs, págs.
74 y sigs., en concreto 91 y sigs. No obstante, debe tomarse en consideración que el art.
6 Code se refiere expresamente al orden público y a las buenas costumbres. Vid. también
CARBONNIER, J., Droit civil. Introduction, 17ª ed., París, 1988, págs. 202 y sigs.; COLIN,
A., CAPITANT, H., Curso elemental de derecho civil…, cit., págs. 152 y sigs.
24
MERLIN, Ph. A., Recueil alphabétique des questions de droit, T. 5, voz Nullité, 5ª. ed.,
París, 1829, parágrafo 1, págs. 656 y sigs. y, en concreto, nº. VI págs. 660 y sigs.
17
III. ÁMBITO DE APLICACIÓN DEL ART. 6-3 CC
1. Los actos
Literalmente al menos, la norma del art. 6-3 CC se refiere a los actos en gene-
ral, es decir, a todos los actos, más allá de las declaraciones de voluntad, sean bilate-
rales o unilaterales.
En este punto es preciso hacer alguna precisión, tanto terminológica como sus-
tantiva.
1.1.1. Hecho, acto y negocio jurídico
18
otras veces, es el ejercicio de una facultad o su resultado (actos de administración,
de disposición, de riguroso dominio, de gestión patrimonial); otras veces, es un ha-
cer voluntario ( como en los actos en que intervenga cualquier género e culpa o ne-
gligencia o actos dañosos ex arts. 1.089 y 1.093 CC); otras veces, sobre todo en
sede de matrimonio y de testamento, se refiere a la celebración o manifestación pú-
blica de la declaración de voluntad (arts. 58; 679, 680, 692, 695, 697, 699, 707, etc.
CC); otras veces, finalmente, son actos voluntarios en su realización y en sus efectos
(o sea, el acto jurídico en sentido codificado y el negocio jurídico en sentido alemán:
arts. 618, para la donación; 667 para el testamento, 988 y 999 para la aceptación de
la herencia). Así, el art. 11 CC se refiere a los contratos, testamentos y demás actos
jurídicos (art. 11-1 y 3) o a los contratos y demás actos jurídicos (art. 11-2). Así, el
acto jurídico es el acto humano realizado voluntariamente con la intención querida
de producir, modificar o extinguir determinados efectos jurídicos. La voluntad de los
efectos hace que el contrato, el matrimonio o el testamento sean actos jurídicos; y no
lo sean la adquisición por accesión (aunque sea voluntaria) o el acto ilícito (el autor
del daño o del delito no desea sus consecuencias; mejor, las consecuencias indemni-
zatorias o penales se derivan a pesar de y contra su voluntad).
¿A qué acto se refiere el art. 6-3 CC?
El art. 4 del Proyecto de 1851 se mantenía claramente en el ámbito de la volun-
tariedad del acto, igual que el art. 4 CC/1889. Aquel se refería a la renuncia y a lo
hecho contra la ley imperativa; éste se refería a lo ejecutado: los actos ejecutados
contra lo dispuesto en la Ley. Tanto el hacer como el ejecutar implican voluntariedad
de la acción.
Como ya se ha señalado, el BGB limita la norma a los negocios jurídicos (pa-
rágrafo 134 BGB: “un negocio jurídico contrario a una prohibición legal es nulo, a
no ser que de la ley resulte otra cosa”). También parece mantenerse en el ámbito ne-
gocial el art. 31 Preleggi: “…in nessun caso… le private disposizioni e convenzioni
possono aver effetto nel territorio dello Stato, quando siano contrari all’ordine pub-
blico o al buon costume”.
Sin embargo, DE CASTRO entendió que la norma (en su tiempo, el art. 4
CC/1889) no hacía distinción y que, por tanto, se refería a todo tipo y clase de acto
jurídico. La norma, decía DE CASTRO, sólo excluye los meros hechos jurídicos, es
decir los acontecimientos en que no interviene la voluntad humana, ni en su ejecu-
ción ni en sus efectos. Así, según DE CASTRO, el art. 6-3 CC alcanza a negocios
jurídicos, declaraciones y manifestaciones de voluntad, toma de posesión, traditio,
relaciones pseudo matrimoniales, acto de unión y agregación de cosas, concesiones
etc28.
Sin embargo, esta afirmación o, mejor, los actos que enumera el Prof. DE
CASTRO deben ser revisados.
Si la nulidad priva al acto solo de los efectos voluntarios o queridos por su au-
tor o por las partes, pero no de los efectos derivados por la norma del supuesto de
28
DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, I,…, cit., pág. 598. En el mismo sen-
tido, CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho civil español…, cit., pág.570; DE LOS MOZOS, J.
L., Derecho civil español, I, vol. 1, Salamanca, 1977, pág. 688; BATLLE VÁZQUEZ, M.,
Comentarios al Código civil… (Albaladejo)… cit., pág. 111.
19
hecho, este acto sólo puede ser un acto jurídico en sentido estricto o, si se prefiere,
un negocio jurídico entendido como declaración de voluntad productora de efectos
jurídicos voluntarios o queridos por su autor o autores; en cualquier caso, el acto que
exteriorice una determinada declaración de voluntad: el acto realizado voluntaria-
mente con la intención, finalidad o voluntad de producir efectos jurídicos queridos
por el autor o autores del acto y que son producidos precisamente, no sólo por la
previsión normativa, sino porque son queridos. Los actos cuyas consecuencias jurí-
dicas se producen sin la voluntad de su autor o siendo esta voluntad indiferente no
pueden ser declarados nulos.
Por eso, con mejor criterio, CARRASCO PERERA29 ha señalado que los actos
jurídicos susceptibles de nulidad solo pueden ser los que contengan una declaración
de voluntad negocial, tanto los actos bilaterales (como el contrato o el matrimonio)
como los actos unilaterales, ya sean recepticios como no recepticios (como el testa-
mento o el apoderamiento o determinados reconocimientos).
El hecho jurídico, entendido como el evento de la realidad al que el ordena-
miento jurídico liga una determinada consecuencia, con independencia de que inter-
venga la voluntad humana o no (en el primer caso, es un hecho jurídico humano –
como el daño injusto o la adquisición de frutos industriales-; en el segundo, un
hecho jurídico natural –como la muerte o la adquisición de frutos naturales-) no es
susceptible de ser declarado nulo. Lo importante, pues, no es que haya voluntariedad
en la realización del acto, sino que los efectos del mismo deriven precisamente de
dicha voluntad, de ser queridos por el autor; es decir, que se trata de un acto jurídico
o, en la terminología germanizante, un negocio jurídico o declaración de voluntad.
En otras palabras, son susceptibles de ser declarados nulos los actos jurídicos
en sentido estricto, los actos voluntarios unilaterales o bilaterales, tanto en su ejecu-
ción como en sus efectos; o si se prefiere, las declaraciones de voluntad o los nego-
cios jurídicos si utilizamos una terminología derivada de la doctrina y del BGB ale-
manes. De este modo, los meros hechos jurídicos, voluntarios o no, no son
susceptibles de ser declarados nulos, sin perjuicio de que lo pueda ser el título del
que deriven.
Tampoco son susceptibles de ser declarados nulos los actos debidos, como el
pago o la entrega de la cosa o traditio, ni los actos puramente materiales.
La ejecución de un acto debido puede ser susceptible de un juicio de cumpli-
miento o incumplimiento, pero no de validez o eficacia por contravención de norma
imperativa o prohibitiva: la eficacia o ineficacia del acto debido deriva de la eficacia
o ineficacia del título o contrato que justifique la transmisión. Así, por ejemplo, la
traditio de cosa ajena no transmite la propiedad y, en este sentido, es ineficaz; pero
no la transmite no porque la traditio o entrega sea nula, sino porque el transmitente
carece de capacidad o facultad de disposición.
Es cierto que los arts. 1.160 y sigs. CC, reguladores del pago o cumplimiento,
29
CARRASCO PERERA, A., Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., págs. 810 y
sigs.
20
se refieren a la validez y a la invalidez del pago. Así, el art. 1.160 CC comienza di-
ciendo que en las obligaciones de dar no será válido el pago hecho por quien no ten-
ga la libre disposición de la cosa debida y capacidad para enajenarla; el art. 1.163
CC dice que el pago hecho a una persona incapacitada para administrar sus bienes
será válido en cuanto se hubiere convertido en su utilidad; igualmente, el art. 1.165
CC establece que no será válido el pago hecho al acreedor por el deudor después de
habérsele ordenado judicialmente la retención de la deuda.
Por un lado, en estos casos, la invalidez se refiere a la privación de los efectos
que son propios del pago exacto e idéntico: la liberación del deudor, la extinción de
la obligación y la satisfacción del acreedor. Tales efectos se producen con indepen-
dencia de la voluntad del deudor en el pago, como demuestra el hecho de que se pro-
duzcan también en los supuestos de pago o cumplimiento forzoso.
Por otro lado, en las tres normas transcritas, la validez o invalidez del pago
no deriva de la conformidad o contravención con una norma imperativa o prohibi-
tiva. El primer caso, la prohibición de disponer puede derivar de un pacto entre las
partes o ser impuesta por el donante. Si la prohibición deriva de la ley, la invalidez
del pago (o sea, la falta de efectos extintivo, liberatorio y satisfactorio del pago)
puede derivar de la contravención de la norma prohibitiva; pero la contravención
la provoca el contrato, no el hecho de la entrega de la cosa. No cabe decir que el
contrato de compraventa de cosa ajena es válido. Es cierto, pero es válido porque
el vendedor se obliga a entregar a una cosa que es ajena en el momento de con-
cluir el contrato, pero que debe ser propia en el momento del cumplimiento: un su-
jeto se puede obligar a entregar una cosa ajena, pero sólo la puede entregar cuando
sea propia. Del mismo modo, un sujeto puede obligarse a entregar una cosa propia
de la que no puede disponer, pero sólo la puede entregar cuando se extinga o se le-
vante la prohibición de disponer. En otro caso, no es una cuestión de validez o in-
validez, sino de cumplimiento o incumplimiento del contrato. La norma del art.
1.163 CC es una norma tuitiva del sujeto que carece de capacidad para administrar
sus bienes. Lo prueba el hecho de que si el pago le es útil, es un pago válido, es
decir, extintivo, liberatorio y satisfactorio. En el supuesto del art. 1.165 CC es ob-
vio que no se trata de la contravención de una norma jurídica prohibitiva (salvo
que se refiere a la norma que impone la observancia de cuanto manden u ordenen
los jueces), sino de una concreta resolución judicial.
Igualmente, los actos puramente materiales contra normas prohibitivas no pue-
den ser declarados nulos, sino susceptibles de otra sanción.
Son innumerables los actos materiales contrarios a normas imperativas o prohi-
bitivas: la prohibición de violencia e insultos en los espectáculos deportivos30, la
prohibición de fumar en determinados espacios31, la prohibición de un sinfín de con-
30
Ley 19/2007, de 11 de julio, contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en
el deporte.
31
Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora
de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco.
21
ductas circulatorias32, la de determinados ensayos clínicos33, la de determinadas fe-
cundaciones34 etc. El listado de actos prohibidos es interminable. La contravención
de dichas normas no lleva aparejada la nulidad, sino otro tipo de sanción; pero no
porque las respectivas normas infringidas prevean otro tipo de sanción, sino porque
como actos materiales, aunque sean voluntarios, no son susceptibles de ser declara-
dos nulos.
Así, por ejemplo, el hecho de determinadas fecundaciones prohibidas (la post
mortem cuando el material reproductor del varón no se halle en el útero de la mujer
en la fecha de la muerte aquél o en el plazo de doce meses si consintió la fecunda-
ción post mortem ex art. 9 LTRA) no hace nula la fecundación, sino que imposibilita
la determinación legal de la filiación o el reconocimiento de efecto o relación jurídi-
ca alguna entre el hijo nacido por la aplicación de las técnicas de reproducción asis-
tida y el marido varón.
Del mismo modo, en la prohibida gestación por sustitución, el hecho de la fe-
cundación no se puede declarar nulo, sino el contrato de gestación sustitutoria (art.
10 LTRA). La entrega (“donación”) de gametos no es nula aunque haya mediado
precio, como tampoco se puede declarar nula la fecundación mediante una prohibida
donación (podrá declararse nulo el contrato de donación, pero no la fecundación ya
producida).
Vale también como ejemplo, el art. 10 (LOIEMH, Ley Orgánica 3/2007, de 22
de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres). El citado precepto deter-
mina la nulidad de pleno derecho (“se considerarán nulos y sin efecto”) de “los actos
y las cláusulas de los negocios jurídicos que constituyan o causen discriminación por
razón de sexo”. La sanción de nulidad es coherente con las cláusulas contractuales
discriminatorias, aunque a veces de imposible o de inconveniente declaración35; pero
en relación con los meros actos materiales o no jurídicos causantes de la discrimina-
ción no cabe predicar su nulidad. En este caso, sólo es posible la segunda conse-
cuencia jurídica prevista en el mismo precepto: darán lugar a responsabilidad a tra-
vés de un sistema de reparaciones o indemnizaciones que sean reales, efectivas y
proporcionadas al perjuicio sufrido, así como, en su caso, a través de un sistema efi-
caz y disuasorio de sanciones que prevenga la realización de conductas discriminato-
rias.
Igualmente, el contrato con el sicario para asesinar a un tercero se declarará
nulo por causa ilícita (art. 1.275 CC) o por objeto ilícito o jurídicamente imposible
(art. 1.271 CC) o por todos los anteriores motivos; pero el hecho de asesinar a un
tercero, aunque sea voluntario, no se puede declarar nulo.
32
Real Decreto Legislativo 6/2015, de 30 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido
de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial.
33
Real Decreto 1090/2015 prohíbe determinados ensayos clínicos y Ley 29/2006, de 26 de
julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios.
34
Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción humana asistida.
35
GARCÍA RUBIO, Mª. P., “Discriminación por razón de sexo y Derecho contractual en la
Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres”, en
Derecho Privado y Constitución, 21, 2007, pág. 152; Comentarios al Código civil…, cit.,
pág. 66.
22
Tampoco pueden ser declarados nulos los actos de accesión entre bienes mue-
bles enumerados por De Castro (acto de unión y agregación de cosas). En estos ca-
sos, el Código civil prevé expresamente los efectos de la unión o adjunción de cosas,
tomando en consideración la buena o mala fe del sujeto y la relación principal-acce-
sorio entre las cosas (arts. 375 y sigs. CC).
Finalmente, tampoco se pueden declarar nulas en virtud del art. 6-3 CC las de-
claraciones de ciencia (como las testificales, los reconocimientos, las confesiones,
etc.) ni las comunicaciones o instrucciones dadas entre las partes contractuales. Aun-
que sean susceptibles de impugnación por la concurrencia de alguno de los llamados
vicios de la voluntad, su régimen de ineficacia no descansa en el art. 6-3 CC.
De este modo, el art. 6-3 CC queda constreñido a los actos jurídicos en sentido
estricto, es decir, a las declaraciones de voluntad negociales, bilaterales (como los
contratos) y a los actos unilaterales.
Por otro lado, el acto jurídico debe ser positivo: los actos negativos o de mera
omisión no pueden ser declarados nulos, sin perjuicio de que sean susceptibles de
otro tipo de sanción. Puede ser nulo el contrato del que conforme su objeto por ser
éste ilícito (por ejemplo, el contrato de no dañar a una de las partes del contrato o a
un tercero), pero no un acto omisivo en sí mismo considerado (por ejemplo, no dar
alimentos en situación de obligación legal de darlos, omitir el deber de socorro, la no
contribución a las cargas familiares o a los gastos comunitarios o sociales, la no eje-
cución de una sentencia de condena, etc.): no hacer algo que la norma impone hacer
no es nulo. Del mismo modo, hacer algo contra norma imperativa no es necesaria-
mente nulo.
También quedan fuera del art. 6-3 CC los actos jurídicos que tienen un régimen
propio de impugnación o de ineficacia por nulidad.
Así, por ejemplo, sin perjuicio de cuanto se dirá más adelante respecto de actos
jurídico-privados, los actos administrativos, sujetos al régimen de nulidad y anulabi-
lidad de los arts. 47 a 52 Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Adminis-
trativo Común de las Administraciones Públicas; los actos judiciales (sentencias y
demás resoluciones judiciales), sujetas al sistema de recursos o, en su caso, a los in-
cidentes de nulidad de actuaciones (arts. 238 y sigs. LOPJ).
2. Contravención y disconformidad
El art. 6-3 CC exige que el acto (ya hemos dicho, jurídico en sentido estricto)
sea contrario a norma imperativa o prohibitiva.
Desde bien pronto, tanto la doctrina científica como la doctrina jurisprudencial
tomaron en consideración el grado de gravedad o, si se prefiere, de contrariedad del
acto y distinguieron entre la disconformidad o disparidad del acto con la norma y
23
contravención o colisión directa de la misma. De esta manera, no toda infracción le-
gal tenía como efecto la nulidad del acto jurídico contraventor (STS 31 de mayo de
1968)36.
Efectivamente, tanto la doctrina como la jurisprudencia son unánimes al seña-
lar que la sanción de nulidad no deriva de cualquier infracción o disparidad del acto
jurídico con la norma imperativa o prohibitiva. El antiguo art. 4 CC/1889 decía “los
actos ejecutados contra lo dispuesto en las leyes”; el vigente art. 6-3 CC se refiere
expresamente a “los actos contrarios a las normas imperativas y a las prohibitivas”.
Por tanto, el acto jurídico susceptible de ser declarado nulo (o del efecto distin-
to previsto en la norma infringida para el caso de contravención) no es el acto dis-
conforme con la norma imperativa o prohibitiva, sino el acto que la contradice; el
acto jurídico que se ejecuta contra la norma, no el que se realiza en disconformidad
o disparidad con la norma37. Éste puede ser un acto ilegal; aquél, es decir, el acto eje-
cutado contra la norma imperativa o prohibitiva, es un acto ilícito.
De este modo, como señala GALGANO, se puede distinguir entre la antijuridi-
cidad del acto, como deformación del derecho o disconformidad del acto con el or-
denamiento jurídico, e ilicitud del acto, como transgresión directa de una prohibi-
ción38. El acto antijurídico no es necesariamente nulo; el acto ilícito es nulo.
La sanción de nulidad de pleno derecho, pues, se reserva, en su caso, para el
acto jurídico contraventor de la norma, no para los actos que no sean conformes con
la norma, aunque ésta sea imperativa o prohibitiva.
La tipología de actos no conformes o dispares con la norma es amplia y he-
terogénea (actos incompletos, inobservancia de requisitos accesorios, etc.). A es-
tos actos ni siquiera les es aplicable el segundo inciso del art. 6-3 CC, es decir, el
“efecto distinto” previsto en la norma infringida porque este inciso segundo está
relacionado con el primero, es decir, tiene el mismo supuesto de hecho: el acto
contrario o contraventor de norma imperativa o prohibitiva. Es para este acto para
el que el art. 6-3 CC prevé la nulidad o el efecto distinto previsto en la norma im-
perativa. El art. 6-3 CC no se alcanza a los actos meramente disconformes con la
norma imperativa o prohibitiva, los cuales tienen un régimen de eficacia más allá
del art. 6-3 CC.
Así, el acto incompleto no es ineficaz por ser nulo, sino por la falta de alguno
de los elementos que lo conforman (previas autorizaciones o consentimientos, ins-
36
Así, por ejemplo, DE BUEN, Notas a COLIN, A., CAPITANT, H., Curso elemental de de-
recho civil…, cit., pág. pág. 219. La citada STS 31 de mayo de 1968 declaró que el precepto
(entonces, el art. 4 párrafo primero CC/1889) “se limita a proclamar un principio jurídico
de gran generalidad, que no ha de ser interpretado con criterio rígido sino… con criterio
flexible…”. En el mismo sentido, STS 27 de abril de 1970.
37
Por todos, Gullón Ballesteros: “para que se produzca la sanción es necesario que el acto
colisione directamente con la norma imperativa o prohibitiva”, GULLÓN BALLESTEROS,
A., Comentario al Código civil… (Sierra Gil de la Cuesta)…, cit., pág. 390, Comentario del
Código civil (Ministerio de Justicia)…, cit., pág. 36.
38
GALGANO, F., Il negozio giuridico, Trattato di diritto civile e commerciale, vol. III, t. I,
Milán, 1988, pág. 244. En el mismo sentido, TRIMARCHI, P., voz Illecito, en Encicopledia
del diritto, vol. XX, Milán, 1970, pág. 90; SCOGNAMIGLIO, R., voz Illecito, en Novissimo
digesto italiano, VIII, Turín, 1962, págs. 164 y sigs.
24
cripciones constitutivas, etc.). El acto incompleto, a diferencia del acto ilícito, es
susceptible de ser completado, revalidado o confirmado39.
De este modo, para saber cuándo un acto es contrario o contraventor de una
norma jurídica es preciso considerar el mandato contenido en la ley infringida y el
carácter del acto contraventor40; es decir, como deriva de la STS 13 de junio de
1947, se debe atender, en primer lugar, a la naturaleza de la norma contravenida41
y, en segundo lugar, al grado de contravención o disconformidad del acto.
La nulidad, por tanto, no deriva automáticamente del mero hecho de que el
acto jurídico no sea conforme con la norma imperativa o prohibitiva o no reúna los
requisitos exigidos por éstas; ni siquiera deriva del hecho de que el acto esté prohi-
bido por la ley, pues la ley contravenida puede prever un efecto distinto al de la
nulidad para el caso de su contravención o puede tratarse de actos (voluntarios o
no) no susceptibles de ser declarados nulos (como las omisiones o los actos pura-
mente materiales).
Para que el acto sea automáticamente nulo, la ley infringida debe prever di-
recta o expresamente dicho efecto, negando eficacia al acto; es decir, debe tratarse
de una nulidad textual, la cual se puede manifestar bajo la expresión “es nulo” o
cualquier otra que prive de eficacia al acto jurídico, como “se tendrá por no pues-
to” o similar.
Todo lo anterior, justifica que la infracción de distintas normas imperativas
(fundamentalmente administrativas o tributarias) no se sancione con la nulidad. La
nulidad del acto jurídico es la última ratio del derecho privado, como ha señalado
GULLÓN BALLESTEROS42. Antes de declarar la nulidad de pleno derecho del
acto jurídico, siempre se intenta salvar la eficacia del mismo, con base en el prin-
cipio del favor negotii, mediante diversos expedientes (efectos distintos a la nuli-
dad), como la anulabilidad o la inoponibilidad, la nulidad parcial, la convalidación
o la conversión, incluso mediante una suerte de interpretación correctora ex art.
1.284 CC: “si alguna cláusula de los contratos admitiere diversos sentidos, deberá
entenderse en el más adecuado para que produzca efecto”.
De este modo, el principio de conservación del negocio o, en general, del
acto jurídico se manifiesta como un límite del art. 6-3 CC.
39
En este sentido, DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, I,… cit., pág. 600.
40
DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, I,… cit., pág. 598.
41
La citada STS 13 de junio de 1947 decía que el art. 4 CC (actual art. 6-3 CC) no prevalece
contra lo dispuesto en leyes especiales.
42
GULLÓN BALLESTEROS, A., Comentario del Código civil (Ministerio de Justicia)…,
cit., pág. 36.
25
ley, decretos, etc.). Quedan fuera del ámbito del art. 6-3 CC las normas sin eficacia
sustantiva y las normas secundarias, así como las de índole marcadamente circuns-
tancial (STS 29 de enero de 1915 y 2 de julio de 1951)43.
De este modo, la contravención a que se refiere el art. 6-3 CC alcanza a las si-
guientes normas:
a) A la norma legal y a la norma consuetudinaria. No se aplica, en cambio,
a normativas voluntarias, como la contravención de los estatutos sociales.
El Tribunal Supremo parece indiferente al rango normativo (ley, decreto, etc.)
de la norma infringida. Como ha señalado GARCÍA GARCÍA, la preocupación de
la doctrina jurisprudencial “por el rango de las normas imperativas en or-
den a cuestionar la validez civil de los contratos celebrados con infracción de
sus preceptos ha sido escasa”44.
b) A los Tratados internacionales que integren el ordenamiento jurídico interno.
c) A las normas civiles autonómicas (art. 149-1-8ª CE y 13-1 CC), pero la nor-
ma civil autonómica puede prever un efecto distinto de la nulidad para el caso de su
contravención. Igualmente, la sanción de nulidad no podrá aplicarse contra la finali-
dad de la norma autonómica.
d) No se aplica a la norma jurídica extranjera que fuera aplicable por nues-
tros tribunales en virtud de los arts. 9 a 11 CC, pues debe ser el propio ordena-
miento jurídico extranjero el que determine el alcance y los efectos de su in-
fracción; pero, como señala CARRASCO PERERA, se aplicará el art. 6-3 CC
si, probada la existencia de la norma extranjera aplicable, no se prueba la exis-
tencia de otra norma del mismo ordenamiento jurídico extranjero que prevea
para la contravención de la dicha norma un efecto distinto al de la nulidad, pre-
visto en el art. 6-3 CC45.
43
En el mismo sentido, CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho civil español…, cit., pág. 570; DE
CASTRO y BRAVO, Derecho civil de España…, I, cit., pág. 598.
44
GARCÍA GARCÍA, J. A., Reserva de Ley y Derecho civil. Las funciones de las normas re-
glamentarias en el Derecho civil, Cizur Menor (Navarra), 2006, pág. 224. La monografía
aborda la función de los reglamentos como fuentes del derecho civil, fundamentalmente pa-
trimonial y, por tanto, la interrelación entre las normas administrativas y los actos jurídicos
civiles.
45
CARRASCO PERERA, A., Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., pág. 776.
26
supuso una isla46: el art. 4 Proyecto de 1851 se refería a las leyes prohibitivas, no a
las leyes en general.
En este punto, el Código civil se separa de su precedente art. 4 Proyecto
de 1851, el cual se ceñía a las leyes prohibitivas. La razón se halla en el Ante-
proyecto de Código civil de 1882, el cual para evitar la discusión acerca de qué
leyes son prohibitivas y cuáles no se refiere a las leyes en general. En realidad
con esta opción no evita el problema, sino que lo duplica: primero se discute
que el art. 4 CC/1889 se refiere a todas las leyes o sólo a las prohibitivas y des-
pués, una vez sabido que se refiere sólo a las prohibitivas, se discute cuáles son
prohibitivas.
DE CASTRO entendió que el antiguo art. 4 CC/1889 era aplicable a todas las
leyes, incluidas, por tanto, las dispositivas cuando éstas no hubieran sido derogadas
por la voluntad de las partes, pues entonces se aplicaban como normas imperativas y
toda violación legal, como desobediencia al mandato legislativo, debe ser sanciona-
da47. Otros autores, en cambio, así como la doctrina jurisprudencial limitaban el ám-
bito de aplicación del art. 4 CC/1889 a las normas prohibitivas48, como hacía el art. 4
Proyecto de 1851. La posición de F. de CASTRO responde a su idea del derecho dis-
positivo.
En realidad, la infracción de la norma dispositiva no puede llevar apareja-
da la nulidad del acto o del contracto que la contravenga: el carácter dispositivo
de la norma impide su contravención. Por un lado, actualmente el art. 6-3 CC se
refiere expresa y redundantemente a las normas imperativas y prohibitivas (en
realidad, sólo se puede contravenir una prohibición, la norma que veta una de-
terminada conducta). Por otro lado, respecto de la norma dispositiva se debe
distinguir:
a) La norma dispositiva que admite su derogación por voluntad de las partes.
En este caso, las partes pueden excluirla y, si no lo hacen, la norma conforma el con-
tenido del acto o de la reglamentación contractual, es decir, integra el contrato.
Ejemplo, la responsabilidad por determinados vicios.
b) La norma dispositiva que no admite su mera derogación o exclusión por
la voluntad de las partes, sino su sustitución por una previsión contractual dis-
tinta. Por ejemplo, la determinación del lugar del cumplimiento o la determina-
ción del régimen económico matrimonial. En estos casos, tanto si no se pacta
nada como si se pacta anulando la previsión dispositiva de la norma sin susti-
tuirla contractualmente, se aplica la norma dispositiva, es decir, la norma pre-
vista por el legislador para estos casos: si se pacta que la cosa se entregará en la
Luna o que no rige ni la sociedad de gananciales ni el régimen de separación de
bienes, se aplicarán las normas legales sustitutivas de la voluntad de las partes
(en el primer caso, a falta de pacto, en el lugar donde se hallaba la cosa en el
momento de constituirse la obligación o, si la obligación no es de dar una cosa
46
Como ya se ha señalado, Partidas se refería a las leyes y a las buenas costumbres. El BGB se
refiere a ley prohibitiva; el Codice civile, a la norma imperativa; y el Code, al orden público.
47
DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, I,…, cit., pág. 598.
48
MANRESA y NAVARRO, J. Mª., Comentario…, cit.; SCAEVOLA, Q. M., Código civil…,
cit., págs. 102 y 103; SSTS 20 de noviembre de 1930 y 1 de abril de 1931.
27
determinada, en el domicilio del deudor ex art. 1.170 CC; en el segundo caso, el
régimen económico matrimonial será el de gananciales ex art. 1.316 CC.
En ninguno de los anteriores supuestos hay contravención de norma imperativa
alguna ni, por tanto, nulidad del acto.
Como fuera, tras la reforma del Título Preliminar de 1974, el vigente art. 6-3
CC limita su aplicación a la contravención de normas imperativas y prohibitivas, de-
jando fuera de su alcance a las normas dispositivas.
El art. 6-3 CC se refiere expresamente a la contravención de normas imperati-
vas y prohibitivas. Como se ha señalado, es la primera vez que, en el dato jurídico
positivo, aparecen aparejadas las normas imperativas y las prohibitivas.
En este sentido, el art. 6-3 CC es un tanto reiterativo.
Por un lado, no es discutible que las normas prohibitivas, en cuanto que vetan
o impiden una determinada conducta, son imperativas; pero no todas las normas im-
perativas son prohibitivas. Estas, impiden o vetan realizar un acto determinado o de
una forma determinada. Por tanto, tiene sentido que lo realizado contra la prohibi-
ción se considere nulo o ineficaz.
Pero, por otro lado, la norma imperativa no prohibitiva dispone una determina-
da conducta, por lo que su infracción consiste en la omisión de dicha conducta y una
omisión no puede declararse nula. El acto será inexistente o estará incompleto (y
susceptible de completarse) o incluso deberá calificarse como un acto distinto (con-
versión del acto) o será anulable, pero no es un acto nulo, sin perjuicio de que dicha
omisión lleva aparejada otro tipo de sanción.
La norma que prohíbe la renuncia a la legítima futura (art. 816 CC) o que veta
la previa renuncia a la acción de responsabilidad por incumplimiento doloso (art.
1.102 CC), son normas imperativas y prohibitivas. Por eso, la renuncia a la legítima
o a la renuncia previa a la acción por dolo se pueden declarar nulas. En cambio, la
norma que exige la inscripción con carácter constitutivo de la hipoteca inmobiliaria
es imperativa, pero no es prohibitiva: si la hipoteca no se inscribe, el acto de no ins-
cripción ni es nulo ni hace nulo el acto constitutivo de la hipoteca, sino incompleto:
la hipoteca, como derecho real, no se habrá constituido. La limitada eficacia de la hi-
poteca no inscrita no deriva de su nulidad como acto jurídico, sino de su carácter in-
completo. Igualmente, el contrato de comodato por precio no es nulo, es arrenda-
miento de cosa; el contrato de compraventa cuyo precio no se determine en dinero o
signo que lo presente, no es nulo, es permuta, etc.
Igualmente, las normas que imponen la observancia de determinados deberes,
formales o no, son normas imperativas, pero su infracción no lleva aparejada la san-
ción de nulidad de la conducta omisiva (por ejemplo, los deberes formales derivados
de normas tributarias o administrativas, los deberes matrimoniales, etc.).
El art. 6-3 CC, por tanto, se refiere a normas prohibitivas cuya contravención
se produce por una declaración de voluntad positiva. La norma imperativa sólo se
puede infringir por omisión, por la inobservancia de cuanto ordena; y las omisiones
no pueden ser declaradas nulas.
Así, FERRI (G. B.)49 ha dicho que las normas vulneradas no pueden consistir
más que en una prohibición; esto es, “son normas necesariamente prohibitivas, y no
FERRI, G. B., Ordine pubblico, buon costume e la teoria del contratto, Milán, 1970, pág. 160.
49
28
normas preceptivas o de ordenación”. La prohibición también puede ser impuesta in-
directamente, es decir puede resultar de normas de ordenación: “sin embargo, sólo
en tanto que la norma imperativa establezca una prohibición, la causa del negocio
puede ser contra legem”.
El contenido del art. 6-3 CC (y otros preceptos del Código civil) permite dis-
tinguir tres grandes categorías de normas prohibitivas: las que no admiten excepción
alguna a la sanción de nulidad por su contravención, es decir, las normas que sancio-
nan expresamente con nulidad su contravención; las normas que prevén un efecto
distinto a la nulidad, declarando incluso la validez del acto jurídico contraventor; y,
finalmente, las que no prevén efecto alguno. Así,
a) En primer lugar, hallaríamos las normas imperativas o prohibitivas que san-
cionan con nulidad su infracción o vulneración, aunque establezcan diferentes regí-
menes de nulidad en cuanto a la legitimación, plazo de ejercicio de la acción, posibi-
lidad de convalidación del acto jurídico nulo, etc.
Claramente, y sin ánimo exhaustivo, el art. 1.261 CC (“no hay contrato…
”)50; el art. 1.271 CC respecto del objeto ilícito; el art. 1.275 CC al señalar que
el contrato con causa ilícita no produce efecto alguno; el art. 816 CC cuando
dice que la renuncia a la legítima futura es nula; el art. 1.102 CC renuncia pre-
via a la acción de responsabilidad por dolo; el art. 56 LSC al determinar las
causas de nulidad de la sociedad inscrita; determinados acuerdos societarios
(art. 204 y sigs. LSC); el art. 73 CC al enumerar las causas de nulidad del ma-
trimonio.
En el mismo sentido, el art. 8-1 LCGC (Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre con-
diciones generales de la contratación) que, con una estructura análoga al art. 6-3 CC,
establece que con “nulas de pleno derecho las condiciones generales que contradigan
en perjuicio del adherente lo dispuesto en esta Ley o en cualquier otra norma impe-
rativa o prohibitiva, salvo que en ellas se establezca un efecto distinto para el caso
de contravención”51. No obstante, algunos autores dudan de que se trate de una nuli-
50
Sobre si del art. 1.256 CC se deriva la nulidad o la inexistencia del contrato, vid. GORDI-
LLO CAÑAS, A., “Inexistencia…”, cit., págs. 935 y sigs.
51
Vid., MIQUEL GONZÁLEZ, J. Mª., Comentarios a la Ley de condiciones generales de la
contratación…, cit., págs. 428 y sigs.; BERCOVITZ RODRÍGUEZ-CANO, R., Comenta-
rios a la Ley de Condiciones Generales de la Contratación, ad art. 8, Cizur Menor (Nava-
rra), 2000, págs. 259 y sigs.; GETE-ALONSO y CALERA, Mª. C., Comentarios a la Ley de
Condiciones Generales de la Contratación (dirs. I. Arroyo y J. Miquel), ad art. 8, Madrid,
1999, págs. 80 y sigs.; BLANCO GÓMEZ, J. J., “Algunas reflexiones…”, cit., págs. 1.471
y sigs., en concreto, 1.480 a 1.489.
29
dad radical o de pleno derecho e introducen la llamada nulidad de pleno derecho,
pero relativa52.
También, tantas veces como la norma tiene “por no puesto” un determinado
pacto o una determinada estipulación e incluso cuando declara, a la vez, la nulidad
de una cláusula y el tenerla por puesta, como sucede, para las cláusulas abusivas, en
el art. 85 LGDCU: “las cláusulas abusivas serán nulas de pleno derecho y se tendrán
por no puestas”.
b) En segundo lugar, se hallan las normas imperativas o prohibitivas que pre-
vén un efecto distinto a la nulidad de pleno derecho o un régimen jurídico diferente
para el caso de su contravención.
En este ámbito se debe distinguir los supuestos en los que el acto contraventor
es ineficaz, pero la ineficacia prevista no es la nulidad; y los actos respecto de los
cuales la norma vulnerada mantiene la eficacia del acto.
b’) Señaladamente, son las normas que sancionan la falta de capacidad con-
tractual o los vicios de la voluntad o el conflicto de intereses o los contratos onero-
sos realizados por uno de los cónyuges sin consentimiento del otro, cuando este con-
sentimiento fuere necesario (ex art. 1.322 CC): en estos casos, la reacción del
ordenamiento jurídico es la anulabilidad (arts. 1.300 y sigs.).
También cabe aquí el régimen de ineficacia de determinados acuerdos societa-
rios (art. 204 y sigs. LSC) o de comunidad de propietarios (art. 18 LPH). O la conce-
sión de un derecho de retracto frente a la infracción del de tanteo.
Igualmente cabría incluir los actos jurídicos respecto de los que la reacción del
ordenamiento jurídico es una vuelta a la situación anterior, como sucede en el régi-
men de adquisición, originaria o derivativa, de participaciones sociales o acciones en
autocartera ex arts. 134 y sigs. LSC. O aquellos en los que el efecto es la conversión
del contrato (el comodato por precio es arrendamiento de cosa; el depósito con auto-
rización de uso de la cosa depositada es comodato, si el depósito es gratuito, o arren-
damiento de cosa, si es oneroso).
b’’) Igualmente, están las normas que mantienen la validez del acto jurídico
contraventor.
En este apartado se hallarían los actos rescindibles, que el art. 1.291 CC dice
que son válidos, los actos inoponibles: la modificación del régimen económico ma-
trimonial ex art. 1.317 CC, la renuncia frente a los acreedores a la prescripción gana-
da ex art. 1.937 CC o determinados supuestos de simulación contractual: el contrato
de compraventa celebrado con simulación del precio (manifestando un precio infe-
rior al realmente pagado): esta simulación puede constituir un ilícito fiscal (incluso
un delito fiscal), pero no lleva aparejada necesariamente la nulidad del contrato, sino
la corrección fiscal (con los apremios y recargos correspondientes)53, la autocartera
originaria de acciones ex art. 136 LSC54, etc.
52
MIQUEL GONZÁLEZ, J. Mª., Comentarios a la Ley de condiciones generales de la con-
tratación…, cit. pág. 478; BLANCO GÓMEZ, J. J., “Algunas reflexiones…, cit., pág.
1.483; GARCÍA RUBIO, Mª. P., Comentarios al Código civil…, cit., pág. 66.
53
Vid., GARCÍA VICENTE, J. R., La simulación…, cit., págs. 36 y sigs.
54
Vid. PERDICES, A., Comentario de la Ley de Sociedades de Capital…, cit., ad art. 136,
págs. 1.056 y sigs.
30
Finalmente, se subsumirían en este apartado las normas sectoriales, administra-
tivas o fiscales, fundamentalmente en aquellos supuestos en los que la infracción
consiste en la falta de una autorización previa y subsanable o en los casos en que el
interés protegido por la norma se satisface con el efecto previsto en la misma para el
caso de contravención, como en los supuestos de infracciones tributarias (por ejem-
plo, la compraventa sujeta a IVA que no es abonado: la compraventa es válida, sin
perjuicio de los efectos tributarios que deriven de la falta de exacción del IVA).
El contrato celebrado en fraude de acreedores puede dar lugar a un delito de al-
zamiento de bienes, pero dicho contrato no es nulo, sino rescindible a instancia de
algún acreedor.
c) En tercer lugar, finalmente, se situarían todas aquellas normas jurídicas im-
perativas o prohibitivas para cuya contravención la propia norma jurídica infringida
no prevé sanción alguna.
En este apartado se pueden identificar tanto normas civiles como normas secto-
riales. Así por ejemplo, los actos del tutor sin previa autorización judicial, las prohi-
biciones de compraventa del art. 1.459 CC, la prohibición del pacto comisorio ex
arts. 1.859 y 1.884 CC, etc.
¿Cuál es, entonces, el ámbito de aplicación del art. 6-3 CC? Del tenor literal
del art. 6-3 CC concluiríamos que es el tercer ámbito; es decir, aquel en el que la
norma imperativa o prohibitiva vulnerada no prevé efecto alguno para el caso de su
contravención. No es el primer ámbito, pues la norma prevé expresamente la nuli-
dad, ni el segundo puesto que la norma establece la sanción correspondiente, es de-
cir, un efecto distinto.
Sin embargo, de la doctrina jurisprudencial deriva otra conclusión:
1. Que la norma prohibitiva vulnerada no prevea sanción alguna no implica ne-
cesariamente que el acto contraventor deba ser declarado nulo.
2. Que la norma prohibitiva vulnerada prevea una sanción distinta no implica
necesariamente que el acto contraventor no deba ser declarado nulo, sobre todo en
aquellos casos en que la sanción prevista no sea un tipo de ineficacia.
Es el caso de las infracciones de normas sectoriales tendentes a la protección
del interés general o a la concreta tutela de una de las partes contractuales. En estos
casos, el Tribunal Supremo declara la nulidad del acto jurídico, aunque se trate de
una nulidad parcial, si bien suele invocar, como causa de la nulidad, la ilicitud de la
causa (art. 1.275) o del objeto (art. 1.271 CC), junto con el art. 6-3 CC.
Este sería el ámbito normal del art. 6-3 CC. La cuestión es que no hay práctica-
mente normas imperativas o prohibitivas de derecho privado que no prevean una de-
terminada sanción a su quebranto. Y las que hay posiblemente encuentren la sanción
en normas distintas al art. 6-3 CC (señaladamente, en la nulidad por ilicitud del obje-
to o de la causa del contrato ex arts. 1.271 y 1.275 CC).
De ahí deriva que el ámbito normal de aplicación del art. 6-3 CC sea no tanto
la vulneración de una norma sustantiva, imperativa o prohibitiva, de derecho priva-
do, cuanto la de una norma sectorial, igualmente imperativa o prohibitiva, de dere-
cho público (normas administrativas, sanitarias, fiscales, medio ambientales) que no
31
prevean un determinado efecto para el caso de su contravención o que, dicho efecto,
no sea incompatible con la sanción de nulidad.
Como ha señalado CARRASCO PERERA55, lo anterior pone de relieve que el
espacio normativo donde el artículo 6-3 CC puede desempeñar una mayor eficacia
no es precisamente el de infracciones contractuales a límites de la autonomía de la
voluntad impuestos por el Derecho privado, sino en las normas de Derecho público
que imponen restricciones al tráfico jurídico realizado a través de contratos, bien que
se prohíba un sobreprecio en la venta de viviendas de protección oficial (art. 112 del
Reglamento VPO), bien que se parcele indebidamente un terreno sujeto a restriccio-
nes urbanísticas (art. 96 LS).
En otras palabras, el ámbito normativo del art. 6-3 CC se manifiesta
55
CARRASCO PERERA, Á., Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., págs. 787 y
sigs.
56
DELGADO ECHEVERRÍA, J., PARRA LUCÁN, Mª. A., “Comentario a la STS de 10 de
octubre de 2008”, en Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil, 82, 2010, págs. 49 y 50.
32
contenidas en condiciones generales. El artículo 6-3°, salvaría esta carencia, prestan-
do una sanción de nulidad impuesta por el legislador estatal57.
En todo caso, el Tribunal Supremo impone una doctrina basada en una inter-
pretación prudente, “analizando la índole y finalidad del precepto y la naturaleza y
los móviles, circunstancias y efectos previsibles del acto…”. El acto, en estos casos,
es nulo si es “gravemente contrario a la ley, la moral o el orden público, encontrán-
dose infeccionados de lo que el Código civil llama causa torpe”; pero el acto es
válido “si la levedad del caso así lo aconseja”. Así, es doctrina jurisprudencial que
“El juzgador debe analizar la índole y finalidad de la norma legal contrariada y
la naturaleza, móviles, circunstancias y efectos previsibles de los actos realizados,
para concluir con la declaración de la validez del acto contrario a la ley si la levedad
del caso lo permite, reservando la sanción de nulidad para los supuestos en que con-
curran trascendentales razones que hagan patente el carácter del acto gravemente
contrario a la ley, la moral o el orden público”58.
Esta doctrina es curiosa porque es una mezcla (o confusión o conmixtión, en
términos de accesión de muebles a mueble) del art. 6-3 CC, 1.255 CC, 1.275 CC y
1.306 CC. Del primero, toma el acto contrario a norma imperativa o prohibitiva; del
segundo, los límites de la libertad contractual (que no están en el art. 6-3 CC), ley,
moral y orden público; y del tercero y cuarto, la causa ilícita (como contraria a la ley
y a la moral) no constitutiva de delito (causa torpe ex art. 1.306 CC).
En esta amalgama de preceptos sobra, por innecesario, el art. 6-3 CC: o la nuli-
dad deriva del art. 1.255 CC o deriva del art. 1.271 CC o del art. 1.275 CC (los con-
tratos con causa ilícita, no producen efecto alguno. Es ilícita la causa cuando se opo-
ne a las leyes o a la moral) con el especial régimen del art. 1.306 CC.
Esta doctrina conduce al absoluto casuismo, a la pura casuística y, en de-
finitiva, a no saber de antemano si el efecto de la infracción es la nulidad del
acto o no. De hecho, en algunas ocasiones no basta siquiera el recurso al pre-
cedente, sobre todo en aquellos casos en que la doctrina jurisprudencial ha
sido cambiante o errática: por ejemplo, respecto de la venta de viviendas de
protección oficial por precio superior al legalmente permitido59 o, igualmente,
57
CARRASCO PERERA, Á., Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., págs. 787 y
sigs.
58
Por todas, SSTS 27 de febrero de 1964 y 10 de abril y 31 de octubre de 2007. Igualmente,
la STS 28 de mayo de 2001 dice que se atenúa el rigor del art. 6-3 CC cuando sobreviene
una profunda modificación normativa que, al poco de celebrarse los contratos y durante la
vida de éstos, deroga la norma prohibitiva. La jurisprudencia extrema prudencia y criterios
flexibles cuando se trata de declarar la nulidad plena.
59
Por último, vid. la exhaustiva monografía de MAS BADÍA, Mª. D., Problemas de valo-
ración y precio en las viviendas de protección oficial, Valencia, 2014, en especial págs.
85 y sigs.; de la misma autora, “Método de avalúo de las viviendas de Protección Oficial
en la liquidación de la sociedad de gananciales y la partición de la herencia: diagnóstico
del problema y propuesta de solución”, Revista de Derecho civil, vol. II, núm. 4 (octubre-
diciembre, 2015, págs. 121 y sigs.; también “Especialidades de la compraventa de vivienda
protegida”, Tratado de la compraventa. Homenaje al profesor Rodrigo Bercovitz (dir. A.
Carrasco Perera), T. II, Cizur Menor (Navarra), 2014, págs. 1.056 y sigs.; CARRASCO
PERERA, Á., “Comentario a la Sentencia de 3 de septiembre de 1992”, CCJC, núm. 30,
33
del sobreprecio en sede de arrendamientos urbanos 60 o los juegos de azar ya
regulados admnistrativamente o los préstamos a los jugadores otorgados por
los casinos.
No basta con verificar la vulneración de una norma imperativa o prohibitiva; no
basta tampoco con que la norma imperativa o prohibitiva infringida prevea un efecto
distinto al de la nulidad para excluir ésta ni que no prevea efecto alguno para declarar-
la. Lo anterior no es más que el presupuesto de la indagación judicial prudente, pero
discrecional: el juez, prudente, pero discrecionalmente, debe interpretar la norma in-
fringida y analizar el acto contraventor y sólo entonces podrá declarar si el acto jurídi-
co contraventor es nulo (aunque no lo prevea la norma infringida o aunque prevea un
efecto distinto) o no es nulo (si la naturaleza de la norma infringida, el efecto previsto
en la misma y la levedad de la infracción determinan la validez civil del acto).
Entonces, si sólo es nulo el acto “gravemente contrario a la ley, la moral o el
orden público”, el art. 6-3 CC es innecesario.
En definitiva, hay infracciones sustanciales e infracciones no sustanciales; pero
no sabemos de antemano cuando una infracción es sustancial y cuándo no lo es.
Sólo lo podemos saber acudiendo a la casuística (y si el Tribunal Supremo no cam-
bia de criterio jurisprudencial):
a) Aunque la norma imperativa o prohibitiva no prevea efecto alguno o prevea
una mera sanción administrativa, su infracción no aboca necesariamente en la nuli-
dad ex art. 6-3 CC (así, por ejemplo, STS 16 de julio de 2001, respecto del sobrepre-
cio en la venta de vivienda de protección oficial).
b) Aunque la norma imperativa prevea como consecuencia a su contravención
la nulidad, su infracción no aboca tampoco necesariamente en la nulidad del art. 6-3
que sin perjuicio de las sanciones administrativas que procedan, son nulas las cláusulas y
estipulaciones que establezcan rentas superiores a las máximas autorizadas en la normativa
aplicable para las viviendas de protección oficial. Ante la cuestión acerca de si dicha norma
sólo es aplicable a las viviendas calificadas con posterioridad a la LAU de 1994 (como
parece derivar de la D. Ad. 1ª-1 LAU), rigiéndose las calificadas con anterioridad por la nor-
mativa y la doctrina entonces vigente, la STS 14 de mayo de 2009 establece que “A partir de
la entrada en vigor de la Ley de Arrendamientos Urbanos- no es ética ni jurídicamente soste-
nible admitir que existen dos suertes de contratos de arrendamiento, unos amparados en una
jurisprudencia permisiva y otros sujetos a la regla sancionatoria impuesta por la Disposición
Adicional Primera de la Ley de 1994, en unos momentos en los que esta Sala ha establecido
una nueva doctrina que pretende acomodar ambas realidades, civil y administrativa, para
impedir que se pueda seguir manteniendo la irrelevancia civil de la infracción de las normas
administrativas”. Y añade que esta doctrina afecta a cualquier contrato de arrendamiento de
VPO, con independencia de la fecha de la calificación de la vivienda.
En este caso, el Tribunal Supremo entiende que las normas relativas al arrendamiento ur-
bano de vivienda inciden en el sistema jurídico y en el orden social, por lo que son normas
jurídicas de interés general toda vez que, además, configuran el estatuto de las personas y el
de las cosas.
34
CC, que es nulidad de pleno derecho [así, por ejemplo, STS 29 de enero de 1983: la
nulidad (“serán nulos…”) del art. 20-4 LSRL no es nulidad, sino anulabilidad].
Es communis opinio que la norma del art. 6-3 CC es una norma declarativa interpre-
tativa de las normas imperativas y prohibitivas imperfectas; es decir, de aquellas normas
imperativas o prohibitivas que no prevén expresamente la sanción para el caso de su con-
travención61. Así, el art. 6-3 CC recogería, tras las imponderables vicisitudes históricas, la
norma de raíz teodosiana (en Codex 1, 14, 5) en cuya virtud toda ley prohibitiva se debe
interpretar, en todo caso, como declarativa de la nulidad del acto contrario a la misma aun-
que no lo diga expresamente. Como señaló, GARCÍA GOYENA, prohibición es nuli-
dad62, sin necesidad de que la norma la prevea expresamente63.
De este modo, las leyes prohibitivas son, en virtud del art. 6-3 CC, siempre le-
yes perfectas: su infracción supone la nulidad del acto. La idea de que prohibir es
anular es una constante.
Pero tanto la doctrina científica como la doctrina jurisprudencial han relativiza-
do la interpretación literal del art. 6-3 CC o norma homóloga64, pues la aplicación li-
teral de este precepto, configurado como norma interpretativa, abocaría en la decla-
ración de nulidad de cualquier acto jurídico contraventor de una norma imperativa o
prohibitiva que no previera un efecto distinto para su infracción65.
61
Por todos, DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, I,… cit., pág. 598; CAS-
TÁN TOBEÑAS, J., Derecho civil español…, cit., pág. 568; CARRASCO PERERA, A.,
Comentarios al Código civil… (Albaladejo), pág. 772.
62
GARCÍA GOYENA, F., Concordancias…, cit., págs. 17 y 24.
63
Vid. GUTIÉRREZ FERNÁNDEZ, B., Código o estudios fundamentales sobre el derecho
civil español, T. I, Madrid, 1862, págs. 107 y sigs., en concreto, pág.115.
64
La relativización en la interpretación de la norma se halla ya en autores antiguos.
Así, por ejemplo, G. LÓPEZ, Glosa 7ª a la Partida 5, 11, 28, había señalado que la
declaración de nulidad por contravención de ley no podía beneficiar al infractor. Otros
ejemplos, en CARRASCO PERERA, A., Comentarios… (Albaladejo), cit., pág. 773;
y DE CASTRO Y BRAVO, F., Derecho civil de España…, I, cit., pág. 600 y Derecho
civil de España…, III, cit., pág. 473.
MANRESA introduce un juicio de ponderación: no se declara la nulidad cuando, con-
curriendo los elementos esenciales, la nulidad del acto sería más desventajosa que su
validez. Vid. MANRESA NAVARRO, J. Mª., Comentarios al Código civil español…,
cit., pág. 59. En el mismo sentido, MARTÍNEZ RUIZ, A., El Código civil interpreta-
do…, cit., pág. 50: cuando la transgresión es menos grave que las consecuencias que
acarrearía la anulación de lo ya ejecutado, de manera que se atiende más a los efectos
que a las causas.
65
BONET CORREA ya señaló que en la legislación especial (tasas, control de cambios, vi-
vienda, materia fiscal…) hay una tendencia a la imperatividad, en concreto en el ámbito de
35
Claramente lo manifiestan, entre otras muchas, las SSTS 10 de abril de 2007 y
25 de septiembre de 2006:
“Los efectos de la sanción legal no revisten carácter absoluto. Deben modular-
se, si resulta procedente, en función de la finalidad prevista en el precepto contraria-
do y de los derechos o intereses que se trata de garantizar, pues la declaración de nu-
lidad no puede tener un carácter desproporcionado en relación con el objeto de la
norma que trata de salvaguardarse”.
Así, el Tribunal Supremo nunca ha hecho una interpretación de la norma en
cuya virtud se entendiera que el art. 6-3 CC impone necesariamente un determinado
criterio interpretativo de la contravención de la norma imperativa o prohibitiva: pre-
cisamente aquel que declara la nulidad del acto infractor, de manera que el art. 6-3
CC, a despecho de los criterios hermenéuticos de las leyes que establece el art. 3
CC, impidiera cualquier otra interpretación de la norma infringida que no acabara
declarando la nulidad del acto contraventor de la norma imperativa o prohibitiva,
salvo que ésta expresamente hubiera previsto otro efecto para el caso de su contra-
vención66. En otras palabras, el art. 6-3 CC no es un criterio imperativo de interpreta-
ción de las normas prohibitivas imperfectas.
Por un lado, en la doctrina jurisprudencial hallamos supuestos en los que de la
contravención de normas imperativas o prohibitivas no deriva la nulidad del acto
contraventor. Ya la primera doctrina jurisprudencial excluía la nulidad del contrato
ex art. 6-3 CC (antes art. 4 CC/1889) por la contravención de normas administrativas
o fiscales o, en general, de normas especiales, salvo que previeran expresamente la
nulidad como sanción a su infracción67.
Por otro lado, en la misma doctrina jurisprudencial encontramos supuestos en los
que, aunque la norma imperativa o prohibitiva contravenida prevea un efecto distinto
al de nulidad, el Tribunal Supremo ha declarado la nulidad total o parcial del acto.
El Tribunal Supremo ni siquiera ha admitido que el art. 6-3 CC sea una norma
interpretativa supletoria, es decir, un criterio más de interpretación de las normas ju-
rídicas como los contenidos en el art. 3 CC, si bien con un carácter de cierre: si, in-
terpretada la norma imperativa o prohibitiva infringida no se llega a otro resultado,
su contravención implicaría la nulidad del acto contraventor.
El Tribunal Supremo ha negado implícitamente el carácter de cierre o de criterio de
interpretación supletorio del art. 6-3 CC. La STS 16 de julio de 2001, que reitera la doctri-
na jurisprudencial consolidada en ese momento, establece que si las partes de un contrato
de compraventa de vivienda de protección oficial fijan libremente un precio superior al
oficial, no cabe aplicar la nulidad del art. 6-3 CC porque tal sanción de nulidad no aparece
prevista de forma específica en la legislación de VPO68.
la administración económica del Estado, BONET CORREA, J., “Los actos contrarios a las
normas y sus sanciones”, en ADC, 1976, págs. 309 y sigs.
66
CARRASCO PERERA, A., Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., pág. 780, el
cual señala expresamente que una posición semejante es insostenible, pues supondría una
suerte de vinculación del futuro legislador.
67
Así, SSTS 19 de octubre de 1944, 13 de junio de 1947 y 8 de abril de 1958.
68
A pesar de haber dicho tantas veces que no era preciso que la sanción de nulidad se previera
expresamente en la norma infringida para que se pudiera aplicar la nulidad del art. 6-3 CC.
36
Por otro lado, concluir que el art. 6-3 CC se limita a permitir una determinada
interpretación de la norma contravenida (que el acto jurídico puede ser declarado
nulo aunque la norma infringida no lo diga expresamente) no es decir mucho: es ad-
mitir las llamadas nulidades virtuales junto a las nulidades textuales.
En todo caso, la naturaleza interpretativa del art. 6-3 CC y la relatividad de la san-
ción de nulidad manifestada en la expresa previsión normativa de que la norma infringida
pueda establecer, expresa o tácitamente, un efecto distinto al de nulidad ha conducido a
una determinación casuística de los efectos de la infracción en todos aquellos casos en que
la nulidad (o la no nulidad) derive de la interpretación de la norma infringida; es decir,
aquellos casos en que la norma infringida no prevea sanción alguna (o prevea un efecto
distinto a la nulidad) abocan necesariamente en la interpretación de la norma infringida
para saber si, en defecto de la nulidad expresa, el acto jurídico debe declararse nulo.
69
GINER GARGALLO, A., “La necesidad de licencia de parcelación para la segregación y
división de fincas registrales”, Anales (Centro para la investigación y desarrollo del De-
recho registral e inmobiliario y mercantil), 4, 2003, págs. 163 y sigs. Según este autor, el
origen de la distinción doctrinal entre la validez civil y la ilicitud administrativa se halla
esencialmente en la desconfianza de los juristas clásicos, de raíz esencialmente privada,
por esa nueva rama (el derecho administrativo en general y el urbanismo en especial) que
cada vez se extendía más e impregnaba el ordenamiento jurídico. A los primeros civilistas
en general, entre los cuales se encontraban los Registradores de la Propiedad y los Letrados
de la DGRN, el nacimiento y extensión del Urbanismo les producía auténtico vértigo. A la
vez, existía auténtica desconfianza por el ejercicio de la potestad urbanística por parte de la
administración competente”.
En todo caso, la cuestión no es imputable sólo al Tribunal Supremo. Ha habido preceptos que
70
37
Como fuere, el Tribunal Supremo ha entendido y entiende que el art. 6-3 CC
contiene, no tanto un principio general, como un principio “de gran generalidad, lo
que restringe mucho su aplicación práctica”. Descarta una aplicación literal y rígida
del art. 6-3 CC de manera que cualquier acto jurídico que contraviniere de algún
modo cualquier norma imperativa o prohibitiva sería nulo. Así, ha reiterado que no
cualquier disconformidad con una ley cualquiera lleva aparejada la sanción de nuli-
dad del acto: el art. 6-3 CC no se puede aplicar indiscriminadamente (SSTS 17 de
octubre de 1987 y 29 de octubre de 1990).
El Tribunal Supremo ha abogado por una interpretación flexible del art. 6-3 CC,
tan flexible que prácticamente no sirve para nada (SSTS 19 de octubre de 1944, 8 de
abril de 1958, 26 de junio de 1982, 17 de octubre de 1987, 29 de octubre de 1990, etc.).
La flexibilidad en la interpretación del art. 6-3 CC conduce a la relatividad de su
aplicación porque, de acuerdo con el Tribunal Supremo, la aplicación del citado precepto
exige la interpretación prudente de la norma infringida (para determinar su objeto) y la del
acto jurídico contraventor (para saber su finalidad) para poder concluir que una determina-
da contravención (no cualquier contravención) debe ser sancionada con la nulidad.
Así, por ejemplo, la STS 26 de junio de 1982 recuerda la necesidad, en cada
caso concreto, de analizar las circunstancias del acto o contrato cuya nulidad se pos-
tula, ya que solo podrá accederse a la nulidad por regla general en cualquiera de los
siguientes casos:
1. Que exista un precepto específico de ley que imponga la nulidad per se del
acto o contrato71.
permitían la distinción entre la validez civil y la ilicitud administrativa, como el art. 94-2 del
Texto Refundido de la Ley del Suelo de 1976, que consideraba ilegal, a efectos urbanísticos,
toda parcelación que sea contraria a los establecido en el Plan, programa o Norma, aunque los
notarios y los registradores debían exigir la correspondiente licencia para autorizar e inscribir,
respectivamente, las escrituras de división. Igualmente, el art. 98-3 RH, en su redacción anterior
a la reforma hipotecaria de 1982, permitía inscripciones provisionales para los casos de no apor-
tarse licencia, aunque normalmente la falta de licencia se hacía constar mediante nota marginal.
Igualmente, la RDGN 16 de noviembre de 1981 señalaba que “al ser competencia exclusiva de las
autoridades municipales y urbanísticas el velar por el cumplimiento de las normas de edificación,
no corresponde al Notario al autorizar las escrituras de declaración de obra nueva, ni tampoco al
Registrador al ejercitar su función calificadora, el entrar en el examen de esta materia, ya que la
posible infracción urbanística se produce no por el hecho de otorgarse la declaración de obra, sino
porque la construcción no se adaptó a lo ordenado en el planeamiento.” En sentido similar, el Auto
del Presidente de la Audiencia Territorial de Sevilla de 30 de junio de 1979 admitió la inscripción
en el Registro de la Propiedad de una parcelación porque era ilegal solo a “efectos urbanísticos “y
no un acto nulo de pleno derecho”. Sobre la cuestión, SÁNCHEZ JORDÁN, Mª. E., “Los actos
de parcelación contrarios a la normativa: ¿validez civil versus ilicitud administrativa?”, en prin-
cipal, 2006 (Especial Coloquio) NUL. Estudios sobre invalidez e ineficacia, Nulidad de los actos
jurídicos, nº. 1, 2006; de la misma autora, “Los actos de parcelación contrarios a la normativa”, en
Anuario de Derecho Civil, LX, 2007, III, págs. 1.163 y sigs.
Vid. sobre el particular, LASO MARTÍNEZ, J. L., “Validez civil e ilicitud administrativa”,
Estudios jurídicos en homenaje a Tirso Carretero, Madrid, 1985, págs. 1.167 y sigs.; ZE-
JALBO MARTÍN, J., “Valor y precio en VPO”, notariosyregistradores.com, 2 de noviembre
de 2009. De la cuestión se hizo eco LÓPEZ BURNIOL, J. J., “El desprecio por la ley”, La
Vanguardia, 17 de mayo de 2014.
71
En el caso concreto de la citada STS 26 de junio de 1982, el Tribunal no estima la nulidad del
38
2. Que se trate de un acto constitutivo de un estado o condición para cuya efi-
cacia la ley exige determinados requisitos y falte uno esencial.
3. Cuando la materia, objeto o finalidad del acto implique fraude de ley o aten-
te a la moral o suponga un daño o peligro para el orden público (STS 10 de noviem-
bre de 1964).
De la doctrina jurisprudencial transcrita sólo es transcendente en el último inci-
so del último punto. El primero (la ley vulnerada sanciona con nulidad su infracción)
no está en el ámbito del art. 6-3 CC; de hecho, impide su aplicación. El segundo, no
es realmente un supuesto de nulidad del acto, sino de acto incompleto o aún no exis-
tente. En el tercero, el Tribunal Supremo aúna dos supuestos diferentes: el fraude de
ley, que regula el art. 6-4 CC; y el que realmente incumbe al art. 6-3 CC y que ha
sido el fundamento último de su aplicación: que el acto contraventor “atente a la mo-
ral o suponga un daño o peligro para el orden público”.
De la doctrina del Tribunal Supremo se desprende:
a) La norma del art. 6-3 CC debe ser interpretada, no con un criterio rígido,
sino flexible.
b) En todo caso, la norma imperativa o prohibitiva vulnerada debe ser, asimis-
mo, objeto de interpretación para determinar si la infracción supone la nulidad de
pleno derecho del acto jurídico contraventor o se debe determinar un efecto distinto,
se halle previsto o no en la norma vulnerada.
c) Asimismo, el acto jurídico contraventor debe ser objeto de interpretación: no
vale cualquier infracción de norma imperativa o prohibitiva.
d) Del mismo modo que no es necesario que la norma vulnerada determine de
manera expresa y textual la nulidad del acto contraventor, tampoco es preciso que
prevea explícitamente su validez para que el acto contrario a la norma sea válido
(este criterio de validez tácita ya se aplicaba respecto del art. 4 CC/1889, el cual lite-
ralmente decía “salvo los casos en que la misma Ley ordene su validez”).
Así, la norma incluye no sólo los casos en que la norma infringida prevé expre-
samente la validez del acto infractor o un efecto distinto al de la nulidad, sino también
aquellos casos en que dicho efecto distinto (incluida la validez del acto) es tácito o
virtual en atención a que el resultado que persiga la ley sea de simple reintegro o de
imposición de penalidad, como sucede en las leyes administrativas y fiscales72.
e) Tampoco es preciso que la norma infringida disponga expresamente un efec-
to distinto al de la nulidad del acto infractor: la consecuencia de la infracción deriva
de la interpretación de la norma infringida, de manera que, la previsión normativa de
un efecto distinto, no excluye a priori la nulidad; ni, la previsión de la nulidad la im-
pone necesariamente. De este modo, la nulidad puede ser virtual o expresa, pero en
todo caso debe ser inequívoca.
f) No toda contravención o disconformidad de la norma imperativa o prohibiti-
va lleva aparejada necesariamente la sanción de nulidad de pleno derecho, aunque la
acto jurídico impugnado porque la ley infringida no la prevé expresamente, ni falta alguno
de los elementos esenciales del acto impugnado ni éste atenta contra la moral ni el orden
público.
72
DE CASTRO y BRAVO, F., Derecho civil de España, I,…, cit., pág. 598; CASTÁN TOBE-
ÑAS, J., Derecho civil español…, cit., pág. 572.
39
norma infringida no prevea textualmente otro efecto. Por lo que se debe distinguir
entre la infracción o contravención de la norma y la disconformidad del acto con la
norma: ésta no lleva siempre consigo la sanción de la nulidad. No la lleva, por ejem-
plo, en todos aquellos casos en que el problema que se suscita no queda resuelto por
la mera declaración de nulidad del acto infractor.
g) El art. 6-3 CC no se aplica si hay una regulación sectorial o especial de la
materia, salvo “cuando la normativa administrativa resulta incompatible con el
contenido y efectos del negocio jurídico, deben aplicarse las pertinentes conse-
cuencias sobre su ineficacia o invalidez”, porque “a la nulidad no es obstáculo el
que la prohibición administrativa no tenga carácter absoluto” (STS 24 de abril de
1996).
La norma del art. 6-3 CC se suele interpretar y explicar con base en un preten-
dido carácter o criterio principal73: el acto jurídico contrario a norma imperativa o
prohibitiva es nulo, salvo que la norma infringida prevea otra sanción. Así, por ejem-
plo, MANRESA dice que es tan evidente la nulidad de los actos ejecutados contra lo
dispuesto en las leyes prohibitivas y preceptivas… “que no existe en nuestra legisla-
ción precepto alguno que consigne con carácter general este principio”74.
De esta concepción de la norma se ha derivado:
1. La regla general, el principio general, o fundamental es que la contravención
de tales normas imperativas o prohibitivas lleva acarreada como sanción la nulidad
de pleno derecho del acto contraventor o infractor, aunque la norma infringida no la
prevea expresamente.
2. Excepcionalmente, la sanción no es la nulidad si la norma infringida prevé
otra sanción, siempre que el acto infractor, por excelencia el contrato, reúna los ele-
mentos esenciales de validez.
Y de ahí se suele derivar un razonamiento lógico que, al final, se manifies-
ta como un sofisma: como el acto jurídico es contrario a norma imperativa o
prohibitiva, es nulo; y como es nulo, no produce ningún efecto (que, para real-
zarlo, lo solemos decir en latín: quod nullum est, nullum efectum producit). En
realidad, estamos diciendo dos mentiras (en su versión de medias verdades) en
una sola frase.
En la realidad normativa, sucede cabalmente lo contrario: la nulidad por con-
travención de norma imperativa o prohibitiva ex art. 6-3 CC conoce un estrechísi-
mo margen de aplicación. De hecho, así lo ha reconocido expresa y tempranamen-
te el Tribunal Supremo al manifestar con reiteración que el art. 6-3 CC (antes, el
art. 4 CC/1889) contiene un principio “de gran generalidad, lo que restringe mu-
73
MANRESA y NAVARRO, J. Mª., Comentarios al Código civil español…, cit., págs. 60 y
sigs.; CASTÁN TOBEÑAS, J., Derecho civil español, común y foral, T. I, vol. I, 11ª. ed.,
Madrid, 1975, pág. 568; BATLLE VÁZQUEZ, M., Comentarios al Código civil… (Albala-
dejo), cit., pág. 111.
74
MANRESA y NAVARRO, J. Mª., Comentarios al Código civil español…, cit., pág. 59.
40
cho su aplicación práctica” (SSTS 19 de octubre de 1944, 8 de abril de 1958, 26
de junio de 1982, 17 de octubre de 1987, 20 de octubre de 1990, etc.).
La restringida “aplicación práctica” a que se refiere la doctrina jurispruden-
cial se refiere, obviamente, a la primera parte del precepto, es decir, a la que decla-
ra la nulidad de pleno derecho de los actos contrarios a las normas imperativas o
prohibitivas. Esta restricción viene impuesta por la levedad de la transgresión,
pero fundamentalmente por la segunda parte del mismo precepto, es decir, porque
la ley contravenida normalmente prevé un efecto distinto para el caso de su contra-
vención.
De este modo, el art. 6-3 CC, del que podríamos prescindir sin que el edificio
del ordenamiento jurídico se tambaleara lo más mínimo, se entiende si se lee ca-
balmente al contrario de cómo está escrito:
la contravención de una norma imperativa o prohibitiva lleva aparejada la
sanción que prevé la propia norma contravenida y, si ésta no prevé sanción alguna
a su infracción, aquella será la nulidad.
Pero, como veremos después, incluso esta última afirmación no es cierta:
Por un lado, la doctrina jurisprudencial raramente ha aplicado sólo el art. 6-3
CC para determinar la nulidad de un acto jurídico; normalmente, el recurso al art.
6-3 CC sirve para reforzar la nulidad establecida por otro precepto, como el art.
1.271 CC (ilicitud del objeto) o, fundamentalmente, el art. 1.275 CC (ilicitud de la
causa)75; por el contrario, la interpretación sostenida por el Tribunal Supremo del
art. 6-3 CC le ha permitido no declarar la nulidad de contratos contrarios a normas
imperativas o prohibitivas sectoriales (y también de derecho privado) al considerar
que el ilícito administrativo carece de relevancia en orden a la eficacia civil del
contrato, bien porque la norma sectorial prevé un efecto distinto de la nulidad ci-
vil, bien porque la levedad de la infracción no aconseja estimar una sanción tan ra-
dical como la nulidad76, bien porque, en definitiva, la nulidad beneficiaría al in-
fractor y perjudicaría a la parte contractual cuya tutela pretende la norma
infringida77.
75
Así, por ejemplo, entre otras muchas, la STS 9 de abril de 1984 declara nulo un contrato con
objeto de ilícito comercio, y lo hace con base en los arts. 6-3 y 1.271 CC, cuando hubiera
bastado sólo este último.
76
Así, la doctrina caracteriza, en abstracto, la nulidad de pleno derecho con las siguientes
notas: 1) la total y originaria ineficacia, en relación con los efectos voluntarios, del acto ju-
rídico; 2) el carácter declarativo de la sentencia que la estima o reconoce; 3) la imprescript-
bilidad de la acción (en contra, PASQUAU LIAÑO, M., Jurisprudencia civil comentada.
Código Civil (dir. M. Pasquau Liaño), T. I., 2ª ed., ad art. 6-3, Granada, 2009); 4) una amplia
legitimación activa para solicitarla (las partes, los perjudicados, quienes tengan un interés
legítimo y directo en que sea declarada); 5) la posibilidad, en determinados supuestos de
nulidad, de ser declarada de oficio, sin necesidad de ser alegada a instancia de parte; 6) la
imposibilidad de que la causa de nulidad sea subsanada por posterior conformación (aunque
el acto pueda ser convalidado).
77
Un largo elenco de contratos declarados nulos y no declarados nulos, en DE CASTRO y
BRAVO, F., Derecho civil de España, III…, cit., pág. 473 y en CARRASCO PERERA, Á.,
Comentarios al Código civil… (Bercovitz), cit., págs. 155 y sigs.; y Comentarios al Código
civil… (Albaladejo), cit., págs. 793 y sigs.
41
Por otro lado, esa misma doctrina jurisprudencial, en una interpretación tan
flexible que llega a ser casi derogatoria del art. 6-3 CC, reitera, como ya se ha seña-
lado, que se debe interpretar la naturaleza y finalidad de la norma infringida así
como el alcance del acto infractor de manera que así como la nulidad puede ser vir-
tual, también el efecto distinto a la nulidad puede ser tácito.
Finalmente, la mayoría de las normas imperativas y prohibitivas, tanto en el
propio Código civil78 como en leyes especiales (de derecho privado o normas secto-
riales como las administrativas y fiscales79) prevén el efecto de su contravención80: la
nulidad, la anulabilidad, el tener la cláusula o el pacto por no puesto, la inoponibili-
dad, la ineficacia parcial, las sanciones meramente económicas, la pérdida de deter-
minados beneficios, etc.
De este modo, la norma debería decir:
la contravención de una norma imperativa o prohibitiva lleva aparejada la san-
ción que prevea expresamente la propia norma contravenida y, si ésta no prevé expre-
samente sanción alguna a su infracción, aquella será la que derive de la interpreta-
ción de la norma infringida y del acto jurídico infractor y, finalmente, la nulidad.
En los dos primeros supuestos, de la norma infringida puede derivar la validez
del acto jurídico contraventor, lo cual nos conduce a que en el art. 6-3 CC no hay
solo una nulidad virtual o tácita, sino también una validez virtual o tácita.
78
Así, en sede de Código civil, los regímenes de ineficacia o nulidad del matrimonio (arts. 73
y sigs.), del testamento (arts. 743 y 673 687, 750, 752, etc.).
79
Por ejemplo, sin ánimo exhaustivo, art. 1º Ley de 23 de julio de 1908 sobre nulidad de
los contratos de préstamos usurarios (Ley Azcárate); arts. 10 y 83 LGDCU (Real Decreto
Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley
General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias);
arts. 7 a 10 LCGC (Ley 7/1998, de 13 de abril, sobre condiciones generales de la contrata-
ción); art. 22 Ley Arbitraje (Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje); arts. 56, 57, 120
y sigs., 134 y sigs., y 204 y sigs. LSC (Real Decreto Legislativo 1/2010, de 2 de julio, por el
que se aprueba el texto refundido de la Ley de Sociedades de Capital); arts. 11, 12 y 22 LAR
(Ley 49/2003, de 26 de noviembre, de Arrendamientos Rústicos); art. 18 LPH (Ley 49/1960,
de 21 de julio, sobre propiedad horizontal); arts. 112,153 y 155 Decreto 2114/1968, de 24
de julio, por el que se aprueba el Reglamento para la aplicación de la Ley sobre Viviendas
de Protección Oficial, texto refundido aprobado por Decretos 2131/1963, de 24 de julio, y
3964/1964, de 3 de diciembre; arts. 9 y 10 LTRA; arts. 8 y sigs. Ley 19/2003, de 4 de julio,
sobre régimen jurídico de los movimientos de capitales y de las transacciones económicas
con el exterior, etc.
80
Otras veces, la norma no prevé efecto alguno. Por ejemplo, la prohibición de venta de de-
terminados aerosoles del art. 5 del Real Decreto 1381/2009, de 28 de agosto, por el que
se establecen los requisitos para la fabricación y comercialización de los generadores de
aerosoles; el Convenio Europeo sobre protección de animales de compañía, Estrasburgo
el 13 de noviembre de 1987 [Instrumento de ratificación 23 de junio de 2017 (BOE 11 de
octubre de 2017), con entrada en vigor el 1 de febrero de 2018]: el art. 3 prohíbe infligir
innecesariamente dolor, sufrimiento o angustia a un animal de compañía y abandonarlo; el
art. 6 establece que “no deberá venderse ningún animal de compañía a personas menores de
16 años sin el consentimiento expreso de sus padres o de las personas que ejerzan la patria
potestad”. En este caso, la sanción parece que será la anulabilidad por falta de capacidad
(arts. 1.300 CC y sigs.).
42
VII. EL JUEGO DE LOS TÁCITOS
81
Así, por ejemplo sin ánimo exhaustivo, aunque no en todos los casos en necesario el recurso
al art. 6-3 CC, se podrían citar los supuestos de actos que el art. 221 CC prohíbe al tutor;
la prohibición de ser tutores (arts. 243 a 245 CC); mucho más dudosos son los supuestos
de prohibición de compraventa del art. 1.459 CC, pues, por un lado, no para todos ellos se
predica la sanción de nulidad por la doctrina científica y, por otro lado, la nulidad predicada
de alguno de ellos encuentra mejor acomodo en argumentos distintos al art. 6-3 CC. Igual-
mente, la prohibición de pacto comisorio ex arts. 1.859 y 1.884 CC (SSTS 26 de julio de
2004, 20 de diciembre de 2007 y 15 de abril de 2010).
43
Por otro lado, el Tribunal Supremo establece que la sanción a la contra-
vención de norma imperativa o prohibitiva que no haya previsto un efecto dis-
tinto no es necesariamente la nulidad del acto jurídico (como derivaría de una
aplicación literal del art. 6-3 CC): sólo la interpretación de la norma infringida
y del acto infractor abocaría en la nulidad de éste. Por tanto, hay una suerte de
validez virtual o tácita.
En el art. 6-3 CC hay, por tanto, una nulidad virtual junto a una validez
virtual del acto jurídico contraventor de la norma imperativa o prohibitiva82. En
definitiva, a la nulidad virtual o tácita que propone el art. 6-3 CC contesta la
doctrina jurisprudencial con la validez virtual o tácita del acto contraventor.
De donde, la afirmación de que “los actos contrarios a las normas impera-
tivas y a las prohibitivas son nulos de pleno derecho”, se manifiesta como más
que dudosa, incluso entendida como un criterio de interpretación, y terrible-
mente casuística.
82
DE BUEN, Notas a COLIN, A., CAPITANT, H., Curso elemental de derecho civil…, cit.,
pág. pág. 219, donde dice: “en la legislación española aun cuando en principio todo acto
contrario a la ley es nulo, existe una validez virtual de actos contrarios a la ley, que resultará
de los términos de cada precepto y deberá indagar, en cada caso, el juez”.
83
La STS 30 de noviembre de 2006 declaró la nulidad, por contravención de norma
administrativa imperativa, de un contrato de suministro de agua para urbanización.
La sentencia afirma que la ilicitud administrativa puede determinar la nulidad del
contrato contraventor. En el mismo sentido, SSTS 31 de mayo de 2005 (nulidad del
traspaso de concesión personalísima de un quiosco), 2 de abril de 2002 (nulidad de
contrato simulado que encubría otro de regencia de farmacia) y 26 de julio de 2000
(nulidad de contrato de compraventa de una finca de superficie inferior a la mínima
exigible por la normativa urbanística aplicable).
84
La STS 22 de diciembre de 2009 tuvo por objeto el ejercicio de una acción de nulidad de las
compraventas de acciones bajo una invocación genérica del artículo 6-3 CC por infracción
del art. 79 LMV y normativa de desarrollo contenida en el Código general de conducta de
44
tido de que la infracción de normas administrativas no puede dar lugar a la nuli-
dad de un contrato”.
Esta doctrina la corrobora expresamente la STS 11 de julio de 2017: “esta
Sala, en aplicación del artículo 6-3 CC, invocado como infringido, tiene decla-
rado que cuando, analizando la índole y finalidad de la norma legal contrariada
y la naturaleza, móviles, circunstancias y efectos previsibles de los actos reali-
zados, la normativa administrativa resulta incompatible con el contenido y efec-
tos del negocio jurídico deben aplicarse las pertinentes consecuencias sobre su
ineficacia o invalidez (sentencia de 25 de septiembre de 2006 ) y no es obstácu-
lo a la nulidad que la prohibición administrativa no tenga carácter absoluto
(SSTS 22 de diciembre de 2009 y 31 de octubre de 2007)85. De este modo, no
es aceptable, dice el Tribunal Supremo, la afirmación de la parte recurrente en
el sentido de que la infracción de normas administrativas no puede dar lugar a
la nulidad de un contrato86.
El Tribunal Supremo parece volver a la idea de unidad del ordenamiento
jurídico y a sostener la eficacia civil de las infracciones sectoriales, es decir, la
conexión entre el ilícito administrativo y la ineficacia civil del acto jurídico
contraventor.
los mercados de valores que se invocan como infringidos. Según el recurrente, no cabía
declarar la nulidad del contrato porque, de acuerdo con la doctrina jurisprudencial, la san-
ción de nulidad no se reputa doctrinalmente aplicable a supuestos de vulneración de normas
administrativas.
Se debe señalar que el Tribunal Supremo sostiene la doctrina de la nulidad indicada para
dar respuesta a la alegación del recurrente, pues en la sentencia de apelación (que el Tri-
bunal Supremo confirma) el fundamento del fallo se halla no en el art. 6-3 CC, sino en la
consideración de la cláusula como condición general de la contratación y la inobservancia
de los parámetros de claridad y sencillez, es decir por contravención de los arts. 5-4 LCGC
y 10-1 LGDCU (que sanciona con la no incorporación y la nulidad de la cláusula ex arts. 7
LCGC/1996 y 10-4 LGDCU/1985.
85
Como en el caso de la nota anterior (STS 22 de diciembre de 2009), tampoco en la STS 11
de julio de 2017 la doctrina acerca del art. 6-3 CC es la ratio decidendi del fallo. El objeto
del litigio fue la infracción del deber de información impuesto por la Ley del Mercado
de Valores; el recurrente había invocado en las instancias otras causas de nulidad y sólo
en el recurso de casación alega la nulidad del contrato “financiero atípico Vinculado a las
acciones de Royal Bank o Scotland Group” ex art. 6-3 CC. El Tribunal Supremo dice que
el recurrente “no puede en este recurso solicitar de esta sala que revise un pronunciamiento
como el de la desestimación de la nulidad radical del contrato por vulneración de normas
imperativas relativas a la información a facilitar en la contratación de productos financieros
complejos, que la Audiencia Provincial no ha realizado, como si se tratara de un derecho
absoluto o de ida y vuelta sujeto al simple interés de quien recurre e invocable en cualquier
momento al margen de la decisión de los tribunales”. La ratio decidendi del fallo fue que “la
mera infracción de estos deberes de información no conlleva por sí sola la nulidad de pleno
derecho del contrato”, como ya había establecido anteriormente en SST 22 de octubre de
2015, 11 de marzo de 2016, 13 de enero de 2017 y 8 de junio de 2017.
86
Sin embargo, el Tribunal Supremo lo ha dicho, entre otras, en las SSTS 26 de abril de 1995,
22 de julio de 1997, 13 de mayo de 1980 y 7 de julio de 1981.
45
1. Dos supuestos de ineficacia civil por ilicitud administrativa
46
perjuicio de tercero, pues sobre esta última posibilidad, queda dicho ya, no consta
que se concertara de forma fraudulenta”.
El Tribunal Supremo, en la citada STS 31 de octubre de 2007, estima el recur-
so de casación y casa la sentencia de la Audiencia Provincial.
“… la jurisprudencia de esta Sala, la sentencia de 25 de septiembre de
2006 (recurso nº 4815/99), citando las de 18 de junio de 2002 y 27 de febrero
de 2004, declara en relación con el art. 6-3 CC, de un lado, que “el juzgador
debe analizar la índole y finalidad de la norma legal contrariada y la naturaleza,
móviles, circunstancias y efectos previsibles de los actos realizados, para con-
cluir con la declaración de la validez del acto contrario a la ley si la levedad del
caso lo permite, reservando la sanción de nulidad para los supuestos en que
concurran trascendentales razones que hagan patente el carácter del acto grave-
mente contrario a la Ley, la moral o el orden público”; de otro, con cita de la
STS 24-4-96, que “cuando la normativa administrativa resulta incompatible con
el contenido y efectos del negocio jurídico, deben aplicarse las pertinentes con-
secuencias sobre su ineficacia o invalidez”; y también que, a la nulidad, no es
obstáculo el que la prohibición administrativa no tenga carácter absoluto. La
sentencia de 30 de noviembre de 2006, citando las de 31-5-05, 2-4-02 y 26-7-
00, declara que la ilicitud administrativa puede comportar la nulidad civil del
contrato que incurra en la misma. Y la muy reciente sentencia de 27 de septiem-
bre último ratifica la doctrina general de la de 25 de septiembre de 2006 aunque
en el caso no declara nula la cesión de aprovechamiento de una emisora de ra-
dio privada sin autorización por tener ésta un carácter reglado y no constar que
la adquirente no reuniera los requisitos legales a que se vinculaba tal autoriza-
ción”.
Y, concluye:
“…la sentencia recurrida infringió el art. 6-3 CC al considerar que la descalifi-
cación de la cooperativa excluía la nulidad civil del contrato y al descartar en éste
cualquier finalidad torcida o fraudulenta, pues incluso la posibilidad de “cancelar” el
contrato que en este mismo se reconocía a la cooperativa no constituía una facultad
plena sino que, muy al contrario, además de ponerle una fecha límite tan próxima
como el 10 de septiembre de 1997, se penalizaba con un 10% de los anticipos mone-
tarios recibidos, carga en verdad considerable a la vista de un plazo tan breve y a la
cifra de veinte millones de pesetas prevista como anticipo”.
De este modo, concluye el Tribunal Supremo, se vulneraba unas normas que,
valoradas en conjunto, podían considerarse representativas de un principio de orden
público en materia de cooperativas agrarias andaluzas, cual es el del servicio prefe-
rente a los cooperativistas.
En el caso concreto, por tanto, a pesar de que la Ley infringida preveía deter-
minados y graves efectos para el caso de su contravención (como la descalificación
de la cooperativa y su disolución), el Tribunal Supremo declara la nulidad del con-
trato ex art. 6-3 CC.
Lo más llamativo de la sentencia es que no era necesario el expediente del art.
6-3 CC: el contrato cuya nulidad se solicitaba era nulo, como argumenta el Tribunal
Supremo, por vulnerar las normas de orden público en materia de cooperativas.
47
1.2. STS 10 de octubre de 2008: contravención de norma admi-
nistrativa imperativa
88
La última, con comentario de GORDILLO CAÑAS, A., en Cuadernos Civitas de Juris-
prudencia Civil, 38, 1996, págs. 687 y sigs.
89
Vid. BERCOVITZ-RODRÍGUEZ-CANO, R., “Golpe a los casinos”, Aranzadi Civil, núm.
21/2008; DELGADO ECHEVERRIA, J., PARRA LUCÁN, Mª. A., “Comentario a la STS
de 10 de octubre de 2008”, en Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil…, cit., págs. 35 y
sigs.
90
Además de la citada STS 31 de octubre de 2007, la mencionada doctrina se halla también
en las SSTS 25 septiembre 2006 y 23 noviembre 2006, ésta acerca de la nulidad del
contrato de prenda de títulos de deuda pública especial.
48
del acto contraventor, no que a partir de ahora toda infracción administrativa implica
la nulidad del acto infractor.
De la doctrina jurisprudencial se desprende que la previsión de un efecto dis-
tinto es irrelevante para la declaración de nulidad tantas veces como la norma secto-
rial infringida tenga carácter de orden público.
Efectivamente, el Tribunal Supremo sigue manteniendo que “el juzgador debe anali-
zar la índole y finalidad de la norma legal contrariada y la naturaleza, móviles, circunstan-
cias y efectos previsibles de los actos realizados, para concluir con la declaración de la va-
lidez del acto contrario a la Ley si la levedad del caso lo permite, reservando la sanción de
nulidad para los supuestos en que concurran trascendentales razones que hagan patente el
carácter del acto gravemente contrario a la Ley, la moral o el orden público” (STS 11 de
junio del 2010, siguiendo a la STS 9 de octubre de 2009).
De hecho, de la doctrina jurisprudencial citada parece derivar que la transcen-
dencia civil de la ilicitud administrativa se limita sólo a aquellos supuestos en que la
norma administrativa vulnerada tiende a proteger intereses generales o colectivos,
bien bajo la expresión de orden público bien bajo la denominación de buenas cos-
tumbres. En todo caso, subyace como causa de nulidad el objeto ilícito o la causa ilí-
cita, no tanto el art. 6-3 CC.
49
El art. 1.459 CC puede ser una piedra de toque. El citado precepto establece
una serie de prohibiciones relativas, subjetivas o personales para comprar que no son
supuestos de incapacidad, sino de restricciones o limitaciones personales, sin preci-
sar la sanción del acto contraventor91.
Como se sabe, el citado artículo establece que no pueden adquirir por compra
aunque sea en subasta pública o judicial, por sí ni por persona alguna intermedia:
1º. Los que desempeñen algún cargo tutelar, los bienes de la persona o perso-
nas que estén bajo su guarda o protección92.
2º. Los mandatarios, los bienes de cuya administración o enajenación estuvie-
sen encargados93.
3º. Los albaceas, los bienes confiados a su cargo94.
4º. Los empleados públicos, los bienes del Estado, de los Municipios, de los
pueblos y de los establecimientos también públicos, de cuya administración estuvie-
sen encargados.
Esta disposición rige para los Jueces y peritos que de cualquier modo intervi-
nieren en la venta.
5º. Los Magistrados, Jueces, individuos del Ministerio fiscal, Secretarios de
Tribunales y Juzgados (actualmente llamados Letrados de la Administración de Jus-
ticia) y Oficiales de justicia, los bienes y derechos que estuviesen en litigio ante el
Tribunal, en cuya jurisdicción o territorio ejercieran sus respectivas funciones, ex-
tendiéndose esta prohibición al acto de adquirir por cesión.
Se exceptúa de esta regla el caso en que se trate de acciones hereditarias entre
coherederos, o de cesión en pago de créditos, o de garantía de los bienes que posean.
La última prohibición señalada (la contenida en este número 5º) comprende a
los Abogados y Procuradores respecto a los bienes y derechos que fueren objeto de
un litigio en que intervengan por su profesión y oficio.
Las razones de la prohibición son diversas, a resultas del interés protegido,
como el interés del vendedor en los supuestos 1º, 2º y 3º, o las incompatibilidades
por los cargos u oficios que se desempeñan con base en la moralidad de su ejercicio,
como en los supuestos 4º y 5º.
Según la doctrina jurisprudencial, la vulneración de las prohibiciones del art.
1.459 CC supone la nulidad de la compraventa95; la doctrina científica, en cambio,
91
La norma se debe completar con otras como el art. 151 LC que prohíbe a los administradores
concursales adquirir, por sí o por persona interpuesta, ni aun en subasta, los bienes y dere-
chos que integren la masa activa del concurso. O los artículos 221 y 227 CC.
92
Esta norma se cohonesta con el art. 221-3º CC, que prohíbe a quien desempeñe algún cargo
tutelar adquirir por título oneroso bienes del tutelado.
93
Obviamente, la prohibición no produce efectos si el contrato lo celebran personalmente el
mandante y el mandatario o si el mandante autoriza expresamente al mandatario a adquirir
el bien o si el mandante ratifica el autocontrato del mandatario. Para la eficacia del autocon-
trato, vid., por último, ESTRUCH ESTRUCH, J., “Eficacia e ineficacia del autocontrato”,
ADC, LXVI-III, 2013, págs. 985 y sigs.
94
Aquí, la prohibición no se limita al mero albacea sino que se extiende, según la doctrina, a
cualquier administrador de la herencia.
95
Entre otras, vid. SSTS 24 de enero de 1990, 29 de noviembre de 2001 y 16 de marzo de
2010.
50
suele distinguir: la violación de la prohibición en los supuestos 1º, 2º y 3º da lugar a
la anulabilidad de la compraventa porque el interés protegido es un interés particu-
lar; la de los supuestos 4º y 5º, da lugar a la nulidad porque el interés protegido es
general o público.
Igual sucede con el incumplimiento de la obligación de información impuesto
por la Ley del Mercado de Valores.
La doctrina del Tribunal Supremo parece entender que no hay quiebra del inte-
rés general o público en la infracción del deber de información que la normativa Mi-
fid impone en el art. 79 bis de la derogada Ley del Mercado de Valores (en el texto
introducido por la reforma de la Ley 47/2007, que traspuso la Directiva MiFID; ac-
tualmente, art. 209 LMV, Texto Refundido). Así, la STS 13 de enero de 2017, entre
otras muchas96, ha establecido, de acuerdo con la sentencia del TJUE de 30 de mayo
de 2013, asunto C-604/11, caso Genil 48 S.L., que la infracción del deber de infor-
mación no da lugar a la nulidad del contrato ex art. 6-3 CC, sino en su caso, a la anu-
labilidad por error (SSTS 20 de enero de 2014 y 13 de enero de 2017)97; y que, en su
caso, basta con la sanción administrativa impuesta por la Comisión Nacional del
Mercado de Valores prevista en la propia Ley. Rechazar la nulidad y acudir al expe-
diente de la anulabilidad supone entender que el deber de información no protege un
interés general o público, sino un interés particular o privado.
Así, la STS 13 de enero de 2017, dice que
“la normativa comunitaria MiFID no imponía la sanción de nulidad del contra-
to para el incumplimiento de los deberes de información, lo que nos llevaba a anali-
zar si, de conformidad con nuestro Derecho interno, cabría justificar la nulidad del
contrato de adquisición de este producto financiero complejo en el mero incumpli-
miento de los deberes de información impuestos por el art. 79.bis Ley del Mercado
de Valores, al amparo del art. 6-3 CC.
… la norma legal que introdujo los deberes legales de información del art.
79.bis de la Ley del Mercado de Valores no estableció, como consecuencia a su
incumplimiento, la nulidad del contrato de adquisición de un producto financie-
ro, sino otro efecto distinto, de orden administrativo, para el caso de contraven-
ción. La Ley 47/2007, al tiempo que traspuso la Directiva MiFID, estableció
96
Por ejemplo, SSTS 716/2014, de 15 diciembre, y 323/2015, de 30 de junio, 549/2015, de 22
de octubre, 154/2016, de 11 de marzo y 154/2016, 11 de noviembre.
97
Entre otras, SSTS 384/2014 y 385/2014, ambas de 7 de julio, 387/2014 de 8 de julio,
110/2015 de 26 de febrero, 491/2015, de 15 de septiembre, 535/2015, de 15 de octubre,
547/2015, de 20 de octubre, 549/2015, de 22 de octubre, 550/2015, de 13 de octubre, 559,
de 27 de octubre, 560/2015, de 28 de octubre, 562/2015, de 27 de octubre, 563/2015, de 15
de octubre, 588/2015, de 10 de noviembre, 595/2015, de 30 de octubre, 607/2015, de 17 de
noviembre, 610/2015, de 30 de octubre, 613/2015, de 10 de noviembre, 623/2015, de 24 de
noviembre, 631/2015, de 26 de noviembre, 633/2015, de 13 de noviembre, 634/2015, de 10
de noviembre, 651/2015, de 20 de noviembre, 668/2015, de 4 de diciembre, 669/2015, de
25 de noviembre, 670/2015, de 9 de diciembre, 671/2015, de 10 de diciembre, 673/2015 y
674/2015, de 9 de diciembre, 675/2015, de 25 de noviembre, 676/2015, de 30 de noviembre,
689/2015, de 16 de diciembre, 691/2015 y 692/2015, de 10 de diciembre, 693/2015, de 4 de
diciembre, 726/2015, de 22 de diciembre, 738/2015, de 30 de diciembre, 741/2015, de 17 de
diciembre, 742/2015, de 18 de diciembre, 743/2015, de 29 de diciembre, 744/2015, de 30 de
diciembre, y 747/2015, de 29 de diciembre y154/2016, 11 de noviembre.
51
una sanción específica para el incumplimiento de estos deberes de información
del art. 79.bis, al calificar esta conducta de “infracción muy grave” (art.
99.2.bis LMV), lo que permite la apertura de un expediente sancionador por la
Comisión Nacional del Mercado de Valores para la imposición de las corres-
pondientes sanciones administrativas (art. 97 y siguientes de la Ley del Merca-
do de Valores). Con lo anterior no negábamos que la infracción de estos deberes
legales de información pudiera tener un efecto sobre la validez del contrato, en
la medida en que la falta de información pueda provocar un error vicio, pero
considerábamos que la mera infracción de estos deberes de información no con-
llevaba por sí sola la nulidad de pleno derecho del contrato”98.
Por tanto, de acuerdo con la doctrina del Tribunal Supremo, la infracción de
la normativa reguladora del mercado de valores que regula la información que las
empresas de inversión deben dar a sus clientes no provoca por sí misma la nulidad
del contrato, aunque sirva para determinar el carácter sustancial y excusable del
error, sin perjuicio de la responsabilidad administrativa en que incurra la entidad
financiera.
Sin embargo, no se ha planteado la infracción de las normas de la
Ley de Competencia Desleal (Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competen-
cia Desleal), en la que subyace un interés general, es decir “de todos los
que participan en el mercado” (art. 1 LCD), pues la comercialización de
productos financieros es un acto de mercado con fines concurrenciales
(art. 2 LCD). Tampoco se ha planteado en los supuestos resueltos por las
resoluciones judiciales, porque no se ha invocado en los litigios, ni el dolo
(sino el error) ni la posibilidad de incumplimiento, pues el deber de infor-
mación no es solo precontractual, sino que rige durante todo el contrato
(art. 79 bis Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores, deroga-
da; actualmente, art. 209 Ley del Mercado de Valores, Texto Refundido
aprobado por el Real Decreto Legislativo 4/2015, de 23 de octubre). Fi-
nalmente, tampoco se toma en consideración que el TJUE ha establecido
que la protección al consumidor es orden público comunitario (STJUE 14
de abril de 2016 y Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Eu-
ropea de 30 de marzo de 2010).
Igualmente, la STS 19 de abril de 2016 desestima la declaración
de nulidad porque la norma infringida (el Real Decreto 177/1981) pre-
veía un efecto distinto para el caso de su contravención: “La sentencia
de esta Sala 240/1992, de 10 de marzo, declaró que en las acciones de
impugnación previstas en dicho precepto no podía invocarse el art. 6-3
CC, pues en el precepto reglamentario se establecía para la infracción
legal un efecto distinto a la nulidad de pleno derecho, y el plazo previs-
to en dicho precepto reglamentario había de calificarse de caducidad,
98
Como es fácil de apreciar, el Tribunal Supremo no ofrece ningún argumento acerca de por
qué la ineficacia del contrato contraventor del deber de información que impone la Ley del
Mercado de Valores no es la nulidad sino, en su caso, la anulabilidad por error.
52
de forma que transcurrido el plazo de cuarenta días previsto en él, todos
los actos y acuerdos quedaban convalidados”99.
El art. 19.2 del Real Decreto 177/1981 establecía que “los acuerdos y actos de los clubs que
99
53
gida, aboca en un casuismo agravado en ocasiones por la variabilidad de la propia
doctrina jurisprudencial (como sucede en sede de sobreprecio en viviendas o arren-
damientos de protección oficial, ya indicados). Además, se debe tomar en considera-
ción que, en las sentencias en las que el Tribunal Supremo aplica el art. 6-3 CC, el
criterio asentado para su aplicación no constituye la ratio decidendi de la sentencia.
En otras palabras, la ratio decidendi del fallo no requiere la invocación del art. 6-3
CC, el cual se suele citar a mayor abundamiento.
Los criterios que pueden permitir la sistematización de las resoluciones judi-
ciales son los siguientes101:
La más seria y posiblemente primera sistematización de los criterios en que descansan las
101
resoluciones judiciales que aplican el sistema 6-3 CC es obra del Prof. CARRASCO PE-
RERA, A., en Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., págs. 796 y sigs. El citado
Profesor sistematiza los criterios implícitos de las decisiones jurisprudenciales del siguiente
modo: 1. Los defectos subsanables; 2. Las prohibiciones circunstanciales; 3. El objeto de
protección de la norma.
Posteriormente, el mismo autor en Comentarios al Código civil… (Bercovitz), cit., págs.
158 y sigs. ofrece los siguientes criterios de sistematización can base en los criterios im-
plícitos en las decisiones jurisprudenciales: 1. Contrato pendiente o contrato consumado.
2. Agotamiento de la finalidad de la norma. 3. Subsanabilidad. 4. Circunstancialidad. 5.
Divisibilidad y nulidad parcial. 6. Función de protección de la norma. 7. Oportunismo.
54
El criterio del interés general o de la utilidad pública se puede encontrar asi-
mismo en el fundamento que da GARCÍA GOYENA a las norma del párrafo segun-
do del art. 4 Proyecto de 1851102.
Por el contrario, si el interés protegido es privado o particular, la doctrina juris-
prudencial ha tendido a la desconexión entre la infracción administrativa y la efica-
cia civil del acto jurídico o a declarar un régimen de ineficacia distinto al de la nuli-
dad (normalmente, la anulabilidad, como en el caso de la STS 29 de enero de 1983,
la cual declaró la anulabilidad aunque la norma infringida –art. 20 LSRL- preveía la
nulidad).
Así, se ha declarado nulo el contrato de seguridad privada en el que el prestata-
rio no reúne las condiciones legales para prestar dicho servicio o se halla incurso en
prohibición legal (SAP Barcelona 24 de abril de 2007); el contrato de enajenación
parcial o división de inmuebles de las que resulta una cabida inferior a la unidad mí-
nima (STS 25 de septiembre de 2006). En realidad, este último es un supuesto de
objeto imposible o fuera del comercio de los hombres. En todos los casos anteriores,
no es preciso acudir al art. 6-3 CC. Son supuestos de objeto imposible o ilícito.
En cambio, no se declaran necesariamente nulos ex art. 6-3 CC los contratos
concluidos en fraude fiscal, lo que manifiesta una determinada concepción del siste-
ma impositivo como algo ajeno al interés general.
Aquí, además de la cuestión de la unidad del ordenamiento jurídico, aflora
también la cuestión es determinar cuándo la norma imperativa o prohibitiva se dicta
para la protección de un interés general o público. En este punto, la doctrina juris-
prudencial es en ocasiones fluctuante (como sucede en sede de sobreprecio en la
venta o arrendamiento de viviendas de protección oficial).
2. Nulidad inequívoca
102
GARCÍA GOYENA, F., Concordancias…, cit., pág. 17.
55
STS 29 de enero de 1983: aunque el art. 20-4 de la derogada LSRL103 establecía que
son “nulas las transmisiones a personas extrañas a la sociedad que no se ajusten a los
establecido en la escritura social o, en su defecto, a lo prevenido en este artículo”, el
Tribunal Supremo entendió que se trataba de anulabilidad: dicha sanción, dijo el Tri-
bunal Supremo, “no es de nulidad radical o de pleno derecho, sino de anulabilidad o
nulidad relativa, pues se trata de un contrato que reúne todos los requisitos que para
su validez señala el art. 1.261 del Código civil, y el acto realizado no es contrario a
una norma imperativa”104.
El criterio, así, permite distinguir entre la imperatividad o nulidad gramatical y
la imperatividad o nulidad jurídica.
En definitiva, la nulidad virtual no supone, indefectiblemente, que el contraste
con la norma imperativa o prohibitiva vulnerada que prevea un efecto distinto al de la
nulidad aboque de manera necesaria y unívoca en la declaración de nulidad del acto
infractor. Del mismo modo, la nulidad textual no supone necesariamente la nulidad de
pleno derecho. Esta sólo se declara cuando es inequívoca, sea textual o virtual, y deri-
va de una norma jurídicamente (no gramaticalmente) imperativa o prohibitiva.
103
Actualmente, la norma es el art. 112 LSC, en relación con el art. 107 LSC. El art. 112 LSC
dispone que “las transmisiones de participaciones sociales que no se ajusten a lo previsto
en la ley o, en su caso, a lo establecido en los estatutos no producirán efecto alguno frente
a la sociedad”. La norma, por tanto, no es la nulidad ni la anulabilidad de la transmisión
de las participaciones sociales, sino su inoponibilidad a la sociedad. Para la transmisión de
acciones, la norma es el art. 123 LSC, cuyo apartado 1 establece que sólo son válidas frente
a la sociedad las restricciones o condicionamientos a la libre transmisibilidad de las acciones
cuando recaigan sobre acciones nominativas y estén expresamente impuestas por los esta-
tutos; y el apartado 3 que la transmisibilidad de las acciones solo podrá condicionarse a la
previa autorización de la sociedad cuando los estatutos mencionen las causas que permitan
denegarla… En cualquier caso, transcurrido el plazo de dos meses desde que se presentó la
solicitud de autorización sin que la sociedad haya contestado a la misma, se considerará que
la autorización ha sido concedida. La sanción, por tanto, no es la nulidad. Vid. PERDICES,
A., Comentario de la Ley de Sociedades de Capital (Rojo-Beltrán), T. I, ad arts. 107 y sigs.,
Cizur Menor (Navarra), 2011, págs. 890 y sigs.
104
Acerca de dicha sentencia, vid. el comentario de DELGADO ECHEVERRIA, J., Cuadernos
Civitas de Jurisprudencia Civil, 1, págs. 13 y sigs.
105
CARRASCO PERERA, A., en Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., págs. 796
y sigs.; Comentarios al Código civil… (Bercovitz), cit., págs. 158 y 159.
56
obtener en un momento posterior (STS 26 de mayo de 1964, 3 de enero
de 1991).
c) La falta de autorización judicial previa necesaria para enajenar bienes del
menor o del incapacitado por su representante legal (arts. 166, 271 y 272
CC) (STS 3 de marzo de 1987).
d) La falta de un requisito disponible por parte del sujeto a quien beneficia
la exigencia formal del mismo.
Este criterio se ha manifestado básico en los casos de normas de control de in-
versiones extranjeras (STS 3 de enero de 1991)106 o de incompatibilidades. En este
supuesto, la doctrina jurisprudencial es que la falta del previo reconocimiento admi-
nistrativo de la compatibilidad que actualmente exige el art. 14 de la Ley 53/1984,
de 26 de diciembre, de Incompatibilidades del Personal al Servicio de las Adminis-
traciones Públicas, no supone la ineficacia del acto realizado sin dicho reconoci-
miento. No obstante, la STS 22 de diciembre de 2014 ha declarado la nulidad ex art.
6-3 CC de un acto jurídico (contrato) por contravenir las prohibiciones de compati-
bilidad de los arts. 11 y 12 de la citada Ley 53/1984, de 26 de diciembre, de Incom-
patibilidades del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas, a pesar del
“efecto distinto” previsto en los arts. 6, 7, 14 a 16 del Reglamento de Régimen Dis-
ciplinario de los Funcionarios de la Administración del Estado (Real Decreto
33/1986, de 10 de enero).
F. GALGANO ha señalado las perplejidades que se presentan respecto de la
nulidad del contrato del que deriva la obligación con un extranjero sin una previa au-
torización de la autoridad monetaria nacional. Al respecto, dice, debe servir la si-
guiente doble consideración: uno, que se trata de prohibiciones que admiten exen-
ciones (mediante autorización administrativa); y, dos, que se trata de sanciones
penales de privación de libertad impuestas no para la defensa de intereses generales
del Estado-comunidad, sino de la eficacia de la acción administrativa del Estado,
pues la norma no está castigando a quien exporta capitales sin contrapartida para la
economía nacional, sino a quien los exporta sin autorización administrativa, aun
cuando implique una contrapartida para la economía nacional107.
106
Ley 19/2003, de 4 de julio, sobre régimen jurídico de los movimientos de capitales y de las
transacciones económicas con el exterior (antes llamada Ley 19/2003, de 4 de julio, sobre
régimen jurídico de los movimientos de capitales y de las transacciones económicas con
el exterior y sobre determinadas medidas de prevención del blanqueo de capitales); Real
Decreto 1816/1991, de 20 de diciembre, sobre Transacciones Económicas con el Exterior.
107
GALGANO, F., Il negozio giuridico…, cit., págs. 235 y sigs.
108
CARRASCO PERERA, A., en Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., págs. 798
y sigs.; Comentarios al Código civil (Bercovitz), cit., pág. 159.
57
1.275 CC (SSTS 8 de junio de 1957; para las normas sobre control de cambios, STS
18 de enero de 1989; para la reglamentación administrativa de farmacias, STS 17 de
octubre de 1987).
Así, la STS 28 de mayo de 2001 aplicó este criterio incluso con carácter re-
troactivo: según la citada sentencia, se atenúa el rigor del art. 6-3 CC cuando sobre-
viene una profunda modificación normativa que, al poco de celebrarse los contratos
y durante la vida de éstos, deroga la norma prohibitiva. La jurisprudencia extrema la
prudencia y criterios flexibles cuando se trata de declarar la nulidad plena.
El criterio de las prohibiciones circunstanciales o fluctuantes o puras decisiones
políticas ha llevado al Tribunal Supremo a excluir la eficacia civil de las infracciones
de normas sectoriales de naturaleza administrativa y fiscal. En general, sólo admite (y
a veces de manera vacilante) la eficacia civil de la infracción de normas administrati-
vas cuando éstas, además de manifestar la actuación de la Administración en las rela-
ciones jurídico-privadas, tienden a proteger a una de las partes contractuales (como el
caso del precio en viviendas de protección oficial superior al legalmente establecido
para su venta o arrendamiento) (por todas, STS 27 de septiembre de 2007).
Pero este criterio es, a su vez, también circunstancial y fluctuante. Así, en la ven-
ta o arrendamiento de viviendas de protección oficial por precio superior al legalmente
determinado, el Tribunal Supremo ha sostenido:
1. La nulidad del contrato por ilicitud de la causa (SSTS 28 de abril de 1971 y 20
de marzo de 1972).
2. La nulidad parcial por causa ilícita, es decir, la validez del contrato con reduc-
ción del precio (SSTS 17 de abril de 1978, 5 de noviembre de 1985, 15 de febrero de
1991 y 4 de junio de 1993).
3. La validez de tales contratos, sujetos sólo a los efectos previstos en la norma
administrativa (SSTS 3 de diciembre de 1993, 4 de febrero de 1998 o 16 de julio de
2001)109.
4. La STS 14 de mayo de 2009 parece volver (o querer volver) a la doctrina de la
nulidad parcial del contrato por sobreprecio, posiblemente por tratarse de relaciones
jurídicas donde intervienen consumidores y se entienda que la norma tiene como fina-
lidad no sólo la realización de una determinada política pública o una concreta política
económica, sino la protección de una de las partes del contrato (el consumidor).
Un camino paralelo y contrario recorre la interpretación del art. 1.801 CC. El
Tribunal Supremo ha establecido que los juegos de azar en casinos no se deben con-
siderar ya juegos prohibidos, a pesar del art. 1.801 CC, al estar autorizados adminis-
trativamente. Aquí, la norma sectorial, en la interpretación que sostiene el Tribunal
Supremo, sostiene la validez del acto jurídico en contra de la norma sustantiva, por
lo que el que gana en juegos de azar administrativamente autorizados tiene acción
109
La STS 12 de diciembre de 2007 reitera la doctrina jurisprudencial de que los contratos
de compraventa de viviendas de protección oficial en lo que se estipula un precio superior
al oficial no son nulos. El sobreprecio sólo determina, en su caso, la posibilidad de las
sanciones administrativas previstas en la norma infringida y la pérdida de beneficios. En la
sentencia, por tanto, aún hay reminiscencias de la doctrina jurisprudencial que sostenía que
la vulneración de la prohibición de sobreprecio en las ventas de viviendas protegidas carecía
de transcendencia civil, es decir, no afectaba a la validez del contrato, sin perjuicio de sus
consecuencias administrativas.
58
para reclamar lo ganado al que haya perdido, si bien los tribunales pueden moderar
prudentemente la cantidad reclamada ex art. 1.801 CC (SSTS 23 de febrero de 1988
y 30 de enero de 1995).
Igualmente, el Tribunal Supremo ha declarado válidos los contratos contraven-
tores del régimen administrativo de titularidad de las farmacias (STS 17 de octubre
de 1987, 14 de mayo de 2003 y 21 de diciembre de 2005), si bien sólo en el aspecto
del pacto de distribución de beneficios y salvando la imperatividad de la norma ad-
ministrativa respecto de la titularidad de la farmacia.
También ha declarado válidos los contratos de servicios profesionales que in-
fringen normas corporativas de los colegios profesionales, incluida la prohibición de
quota litis (SSTS 10 de febrero de 1989 y 13 de mayo de 2004) que había considera-
do nulo por causa ilícita en la STS 12 de noviembre de 1956.
Finalmente, el Tribunal Supremo no ha considerado nulos los contratos que in-
fringen la normativa administrativa de incompatibilidades (STS 17 de julio de
2008); la prestación de servicios por profesionales no colegiados o con titulación in-
suficiente (STS 4 de octubre de 1984); la carencia de autorizaciones administrativas
previas en sede de inversiones extranjeras (STS 3 de enero de 1991) o el contrato
por el que se cometen irregularidades fiscales (STS 19 de febrero 2009).
En definitiva, la circunstancialidad o fluctuación de la prohibición normativa
manifiesta que el interés protegido no atañe ni a la moral ni al orden o interés públi-
co. La cuestión, entonces, es saber cuándo la prohibición es circunstancial o fluc-
tuante.
110
LÓPEZ, G., Las Siete Partidas del sabio rey Don Alonso el Nono, Tomo II, glosa 7ª a la
Partida 5, 11, 28, Madrid, 1789.
59
Cuando la nulidad tiene como finalidad la protección del interés de un sujeto,
no cabe declararla en perjuicio de éste ni en beneficio del infractor.
De acuerdo con este criterio, quedaría fuera del alcance de la nulidad ex art.
6-2 CC la contravención de normas sectoriales que regulan aspectos accesorios del
ejercicio de la actividad.
Así, por ejemplo, no es nula la venta realizada fuera del horario comercial, sin
perjuicio de la sanción administrativa que pueda imponerse al comerciante, o la ven-
ta de medicamentos sin la precisa prescripción médica.
De este modo, queda fuera del ámbito del art. 6-3 CC todas las prescrip-
ciones ajenas al contenido y objeto de los contratos referidas en la Ley de orde-
nación del comercio minorista (Ley 7/1996, de 15 de enero) o en el Real Decre-
to Legislativo 6/2004, de 29 de octubre, por el que se aprueba el texto
refundido de la Ley de ordenación y supervisión de los seguros privados (STS
16 de septiembre de 2004) o, en fin, en la Ley 38/1999, de 5 de noviembre, de
Ordenación de la Edificación.
La infracción de las normas sectoriales que no regulan el contrato, sino que se
limitan a la ordenación de la actividad sectorial de que se trate (comercio minorista,
seguros, farmacias, edificación, actividad bancaria), no aboca en la nulidad del con-
trato ex art. 6-3 CC.
60
de los derechos o intereses que se trata de garantizar, pues la declaración de nulidad
no puede tener un carácter desproporcionado en relación con el objeto de la norma
que trata de salvaguardarse.
Sin embargo, como ya se ha señalado, la STS 22 de diciembre de 2014
sostiene la nulidad ex art. 6-3 CC de un acto jurídico (contrato) por contravenir
las prohibiciones de compatibilidad de los arts. 11 y 12 de la Ley 53/1984, de
26 de diciembre, de Incompatibilidades del Personal al Servicio de las Adminis-
traciones Públicas, a pesar de que el art. 14 de la citada Ley requiere sólo una
previa autorización o reconocimiento de compatibilidad (“el ejercicio de activi-
dades profesionales, laborales, mercantiles o industriales fuera de las Adminis-
traciones Públicas requerirá el previo reconocimiento de compatibilidad”) y del
“efecto distinto” previsto en los arts. 6, 7, 14 a 16 del Reglamento de Régimen
Disciplinario de los Funcionarios de la Administración del Estado (Real Decre-
to 33/1986, de 10 de enero)112.
61
fiducia alegando la causa ilícita del contrato (en el caso, el contrato se había fir-
mado con el fin de ocultar los títulos a los acreedores de los demandantes, lo
que según los demandados fiduciarios vició de ilicitud la causa del contrato ex
art. 1.306 CC)114.
“…lo que no se puede pretender es aprovechar la existencia de una finalidad
fraudulenta en el pacto de fiducia cum amico para negar toda eficacia inter partes a
dicho pacto y consolidar definitivamente una propiedad aparente, faltando así a la
confianza depositada por el fiduciante cuando consintió que fuera ella la que apare-
ciera externamente como titular única del bien de que se trata”.
De este modo, en un supuesto como el presente de fiducia cum amico, frente a
la reclamación de las participaciones y acciones objeto de la fiducia, los fiduciarios
no podían oponer la previsión contenida en el art. 1.306 CC respecto de la concu-
rrencia de causa torpe, para eludir el cumplimiento de la obligación de restituir las
participaciones y acciones cuya propiedad no llegó a ser realmente transmitida entre
las partes, en un sistema de transmisión de la propiedad causalista como el nuestro.
En este caso, por tanto, la doctrina es que la parte del contrato ilícito no puede
hacer valer la nulidad del mismo frente a la otra parte (lo cual, en cambio, no valdría
frente a terceros) y en beneficio propio.
La cuestión se manifiesta actualmente de manera expresa en sede de consumi-
dores y usuarios: la declaración de nulidad del contrato por contravención de norma
por parte del prestador del servicio o del bien no procede cuando sea contraria a los
intereses del consumidor.
114
Precedentes de esta doctrina en SSTS 28 de marzo de 2012 y 31 de octubre de 2012. Vid.
GALICIA AIZPURUA, G., Causa y garantía fiduciaria, Valencia, 2012.
115
Entre otras muchas, SSTS 30 de marzo de 1950, 3 de junio de 1953, 11 de noviembre de
1955, 7 de junio de 1960, 10 de octubre de 1977, 7 de julio de 1978, 24 de noviembre de
1983, 21 de febrero de 1984, 11 de marzo de 1985, 30 de abril de 1986, 17 de octubre de
1987, 12 de noviembre de 1987, 20 de abril de 1988, 22 de julio de 1993, 25 de octubre de
1994 y 17 de junio de 2010.
Aunque nuestro Código civil no regula expresamente la nulidad parcial, a diferencia del Có-
116
digo civil italiano, que lo hace en el art. 1.419, son varios los preceptos que establecen este
tipo de ineficacia. Lo hacen cada vez de declaran nulo o no puesto un determinado pacto.
Sin ánimo exhaustivo, art. 1.155 CC, en sede de cláusula penal; art. 1.476 CC, en sede de
exoneración de responsabilidad por evicción al vendedor de mala fe; art. 1.608 CC, el cual
declara irrelevante el pacto impeditivo de la posibilidad de redimir el censo; art. 1.691 CC,
que establece que declara nulo el pacto que excluya a un socio de las ganancias; o el art.
1.826 CC que prescribe la reducción de la obligación del fiador a los límites de la obligación
del deudor.
Fuera del Código civil, por ejemplo, art. 9 LAU; arts. 68 y 83 LGDCU; etc.
62
y 17 de junio de 2010)117 y en la medida en que la nulidad parcial no beneficie al su-
jeto infractor. La nulidad parcial es uno de los “efectos distintos” a que se refiere el
inciso final del art. 6-3 CC118.
A la nulidad parcial del acto se acude siempre que el acto, sin el contenido de-
clarado nulo, puede subsistir por no quebrar la economía del contrato (por ejemplo,
art. 10 LCGC; art. 83 LGDCU) o porque las partes lo hubieran querido de todos mo-
dos (STS 25 de septiembre de 2006).
En estos casos, se excluye la cláusula contra ley y, en su caso, se sustituye de
acuerdo con los criterios de integración del contrato ex art. 1.258 CC.
Claramente, el remedio de la nulidad parcial es uno de los criterios que rige la
regulación jurídica en sede de consumidores y usuarios y, en concreto, el ámbito de
ineficacia de una cláusula contractual declarada abusiva. Así, el art. 68-1 LGDCU
establece la nulidad de pleno derecho de las cláusulas que impongan al consumidor
y usuario una penalización por el ejercicio de su derecho de desistimiento”. Igual-
mente, el art. 83 LGDCU (nulidad de las cláusulas abusivas y subsistencia del con-
trato) establece que “las cláusulas abusivas serán nulas de pleno derecho y se ten-
drán por no puestas. A estos efectos, el Juez, previa audiencia de las partes, declarará
la nulidad de las cláusulas abusivas incluidas en el contrato, el cual, no obstante, se-
guirá siendo obligatorio para las partes en los mismos términos, siempre que pueda
subsistir sin dichas cláusulas”119.
No obstante, en sede de cláusulas abusivas, las SSTJUE 14 de junio de 2012 y
17 de marzo de 2016 reiteran la prohibición de integración de la cláusula abusiva, al
decir que el último inciso del art. 6-1 Directiva 93/13/CEE no “permite al juez na-
cional, en el supuesto de que éste constate la existencia de una cláusula abusiva, mo-
dificar el contenido de la misma”. Por tanto, el juez nacional está obligado única-
mente a dejar sin aplicación la cláusula contractual abusiva, en su caso procediendo
a su anulación, a fin de que ésta no produzca efectos vinculantes para el consumidor.
No obstante, el Tribunal de Justicia también ha reconocido al juez nacional la facul-
tad de sustituir una cláusula abusiva por una disposición supletoria de Derecho na-
cional, pero sólo en los supuestos en los que la declaración de la nulidad de la cláu-
sula obligaría al juez a anular el contrato en su totalidad, quedando expuesto el
consumidor a una penalización.
Igualmente, no procede la nulidad parcial si el contrato parcialmente nulo se
halla ligado causalmente con un contrato declarado nulo: simul stabunt, simul ca-
dent120.
117
Expresamente, la citada STS 17 de junio de 2010 estableció que “no se advierte que exista
infracción de la jurisprudencia que acepta la nulidad parcial de aquellos contratos en los
cuales sólo algún pacto resulte contrario a la ley siempre que conste además que se habría
concertado aun sin la parte nula, el cual se refleja en el artículo 10 LCGC (según el principio
utile per inutile non vitiatur [lo útil no es viciado por lo inútil])”. Además, entre otra
118
RIVERO HERNÁNDEZ, F., Comentarios al Código civil… (Rams Albesa), cit., pág. 199 y
sigs.
119
Otros ejemplos en art. 68-1 párrafo segundo LGDCU, art. 1.691 CC; art. 19 y Disp. Ad.
Primera 3 y 6 y Disp. Ad. Segunda Ley 12/1992, de 27 de mayo, sobre Contrato de Agencia.
120
En este sentido, la ya citada STS 17 de junio de 2010: “En efecto, de los hechos que la sen-
63
Finalmente, no procede la nulidad parcial en caso de anulabilidad por vicio de
la voluntad o por falta de capacidad. Para el caso del error, aunque valen para otros
vicios de la voluntad (pero no para el dolo incidental) SSTS 2 de febrero de 2017, 14
de febrero de 2017 y 17 de febrero de 2017.
tencia recurrida declara probados se desprende que el segundo contrato concertado tenía una
vinculación causal plena con el primero declarado nulo y no se habría concertado en el caso
de que el primero no hubiera producido efectos en virtud de la nulidad que posteriormente
se declaró. El principio aplicable sería, en consecuencia, simul stabunt, simul cadent [juntos
caerán quienes juntos estén]”.
121
CARRASCO PERERA, A., en Comentarios al Código civil… (Bercovitz), cit., pág. 161.
122
STS 11 de junio de 1959. Vid. CARRASCO PERERA, Á., Comentarios al Código civil…
(Bercovitz), cit., pág. 158. Igualmente, si las consecuencias de la transgresión son menos
graves que las derivadas de la nulidad. Así, MARTÍNEZ RUIZ, A., El Código civil inter-
pretado…, cit., pág. 50, dice que no se declara la nulidad cuando la transgresión es menos
grave que las consecuencias que acarrearía la anulación de lo ya ejecutado, de manera que
se atiende más a los efectos que a las causas.
64
reconocimiento ex art. 6-3 CC, sino incompleto (y susceptible de subsanación).
Y, en general, para el reconocimiento realizado mediante error, violencia o inti-
midación, el régimen es el previsto en el art. 141 CC.
2. El testamento
Los actos testamentarios tampoco quedan sujetos al régimen del art. 6-3 CC.
Su régimen de ineficacia deriva del art. 743 CC, en cuya virtud “caducarán los testa-
mentos, o serán ineficaces en todo o en parte las disposiciones testamentarias, sólo
en los casos expresamente prevenidos en este Código”. Como ha señalado CAPI-
LLA RONCERO, en sede testamentaria, el art. 743 CC carece en la práctica de con-
tenido alguno, teniendo por única utilidad remitir a todo el resto de disposiciones
concretas, en las cuales se alude a supuestos específicos de ineficacia del testamen-
to123. En este sentido, el art. 743 CC es casi tan inútil como el art. 6-3 CC124, pero en
todo caso, el art. 743 CC, y su remisión al resto de preceptos del Código, impide la
aplicación del art. 6-3 CC pues este precepto no se puede considerar uno de los ca-
sos de ineficacia testamentaria “expresamente previstos en este Código”.
3. El matrimonio
Tampoco queda al alcance del art. 6-3 CC el acto jurídico del matrimonio, el
cual sólo puede ser declarado nulo por alguna de las causas enumeradas en el art. 73
CC y de acuerdo con el régimen de nulidad de cada una de dichas causas (legitima-
ción, convalidación, plazo para el ejercicio de la acción, etc.) previsto en los arts. 74
y sigs. CC.
El art. 6-3 CC no puede dar cobertura de nulidad por causas distintos de
las enumeradas, como causas de nulidad, en el art. 73 CC, ni modificar su régi-
men jurídico. Así, no cabe declarar la nulidad del matrimonio con base en el
art. 6-3 CC por un defecto de forma, si al menos uno de los cónyuges lo contra-
jo de buena fe, salvo lo dispuesto en el art. 73-3 CC, pues lo impide el art. 78
CC; como tampoco cabe concluir, con base en el art. 6-3 CC, la retroactividad
absoluto del matrimonio declarado nulo, porque el art. 79 CC determina que la
declaración de nulidad del matrimonio no invalida los efectos ya producidos
respecto de los hijos y del contrayente o contrayentes de buena fe, la cual se
presume; tampoco cabe invocar el art. 6-3 CC y la nulidad de pleno derecho
que proclama para impedir la convalidación o subsanación del matrimonio cuya
causa de nulidad fuera la falta de edad (art. 75 CC) o el error, la coacción o el
miedo grave (art. 76 CC), los cuales se convalidan en los términos de los párra-
fos segundos de los citados arts. 75 y 76 CC.
123
CAPILLA RONCERO, F., “Nulidad e impugnabilidad del testamento. Algunas conside-
raciones sobre el régimen de ineficacia del testamento inválido”, en ADC, 1987, págs. 3 y
sigs., en concreto, págs. 7 y 12);
124
CARRASCO PERERA, Á., Comentarios al Código civil…, (Albaladejo), cit., pág. 782.
65
4. El art. 6-3 CC y la Ley de Sociedades de Capital
125
Es curioso que la norma transcrita incluya la categoría de la inexistencia. Esto, conocido el
origen de esta categoría, no hace más que reforzar el carácter taxativo de las causas de nu-
lidad, impidiendo la llamada a una categoría de invalidez superior y de orden natural como
es la inexistencia del acto jurídico (del contrato, del matrimonio o, en nuestro caso, de la
sociedad de capital)
126
En general, vid., SÁNCHEZ PACHÓN, L., Comentario de la Ley de Sociedades de Capital
(Rojo-Beltrán)…, cit., ad arts. 56 y 57, págs. 536 y sigs.
127
Del mismo modo se debe señalar respecto de los acuerdos de las comunidades de propieta-
rios ex art. 18 LPH.
128
Vid. PERDICES, A., Comentario de la Ley de Sociedades de Capital (Rojo-Beltrán)…, cit.,
ad arts. 107 y sigs., págs. 890 y sigs.
129
Vid. GARCÍA CRUCES, J. A., Comentario de la Ley de Sociedades de Capital (Rojo-
Beltrán)…, cit., ad arts. 134 y sigs., págs. 1.051 y sigs.
130
Vid., para la adquisición derivativa en autocartera de participaciones sociales, MORALEJO,
66
Así, el art. 108 LSC, respecto de la transmisión de participaciones socia-
les, establece la nulidad y, por tanto, como dice PERDICES, la aplicación del
régimen supletorio previsto en el art. 107 LSC131. El art. 112 LSC no prescribe
la nulidad de la transmisión de las participaciones contra ley o contra estatutos,
sino su inoponibilidad frente a la sociedad (“no producen efecto alguno frente a
la sociedad”).
El art. 134 LSC establece que en ningún caso las sociedades de capital podrán
asumir o suscribir sus propias participaciones o acciones ni las creadas o emitidas
por su sociedad dominante.
La norma, la misma norma que establece que en caso alguno las sociedades de
capital podrán asumir o suscribir sus propias participaciones o acciones ni las crea-
das o emitidas por su sociedad dominante (art. 134 LSC), se concreta de manera di-
ferente en uno u otro caso.
Si se trata de participaciones sociales, el art. 135 LSC dispone que la adquisi-
ción originaria por la sociedad de responsabilidad limitada de participaciones pro-
pias o de participaciones o acciones de la sociedad dominante es nula de pleno de-
recho.
Si se trata de acciones, el art. 136-1 LSC establece que las acciones suscritas
infringiendo la prohibición del artículo 134 LSC son propiedad de la sociedad anóni-
ma suscriptora; por tanto, la adquisición no es nula132
Pero en ambos caso, el art. 139 LSC dispone que las participaciones sociales y
las acciones adquiridas por sociedad anónima en contravención de lo dispuesto en el
artículo 134 deberán ser enajenadas en el plazo máximo de un año a contar desde la
fecha de la primera adquisición (art. 139-1 LSC) o, en su defecto, amortizarlas con
la consiguiente reducción del capital (art. 139-2 LSC)133.
67
tos (arts. 61 a 70). Asimismo, regula la rescisión de determinados contratos bajo el
título de acciones de reintegración en los arts. 71 a 73 LC.
El laudo arbitral sólo puede ser declarado nulo por alguna de las causas enume-
radas en el art. 41 LArb. (Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje) en los tér-
minos previstos en el Título VII de la citada Ley (art. 40 LArb.).
Por tanto, no es posible la invocación del art. 6-3 CC para pretender la nulidad
de un laudo arbitral.
El Código civil no contiene un elenco expreso de las causas de nulidad del contrato,
sino que éstas derivan, fundamentalmente, de los arts. 1.261 y sigs. y 1.300 y sigs. CC (sin
perjuicio de las causas propias de los concretos contratos); pero si proyectamos todo lo an-
terior sobre el sistema de ineficacia o invalidez de los contratos, concluiremos que el con-
trato es nulo:
1. En los casos en los que la ley prevé expresamente su nulidad. Así, las cláusulas
contractuales declaradas nulas en compraventa, en sociedad, en transacción o en arbitraje
(aunque algunas de ellas se acomodan mejor en supuestos de objeto ilícito o de objeto ju-
rídicamente imposible).
2. Cuando no concurre alguno de los llamados elementos o requisitos esenciales de
validez del contrato: no hay consentimiento contractual, falta el objeto del contrato (no
hay objeto o éste es imposible o indeterminable), el contrato carece de causa (art. 1.261
CC) o no observa la forma legalmente exigida con carácter esencial o constitutivo (aun-
que en este último supuesto más que ineficacia por nulidad, la ineficacia deriva del carác-
ter incompleto del acto jurídico, si la forma todavía se puede observar).
3. Cuando la causa es ilícita, es decir, cuando es contraria a la ley o la moral (art.
1.275 CC). A la causa ilícita se equiparan los motivos ilícitos son comunes o causa con-
creta común ilícita (STS 17 de marzo de 2015).
4. Cuando el objeto es imposible (física o jurídicamente), ilícito (contrario a la ley o
a la moral) o indeterminable (arts. 1.271 y sigs. CC).
5. El contrato es nulo, finalmente, cuando es “contrario a las normas imperativas y a
las prohibitivas” y la norma infringida no prevé “un efecto distinto para el caso de su con-
travención” (art. 6-3 CC).
Hay, por tanto, nulidad textual, nulidad estructural y nulidad virtual.
Si esto es así, la contravención de la norma imperativa o prohibitiva a que se refiere
el art. 6-3 CC se configuraría, como hace el art. 1.418 Codice civile, como una causa autó-
noma de nulidad.
Pero entonces, la contravención de la norma imperativa o prohibitiva tiene un difícil
encaje en los regímenes de nulidad del contrato como causa autónoma de nulidad: sólo
tendría cabida como causa residual que comprendería las hipótesis no comprendidas en
las causas anteriores y, en concreto, en el concepto de causa ilícita134. La nulidad del art.
134
Como señaló la Relazione del Guardasigilli (Relazione del Guardasigilli al Libro de las
68
6-3 CC se convierte así en una sanción no sólo virtual o potencial, sino también residual135
y prácticamente inútil porque el Tribunal Supremo tiende a subsumir en el supuesto de
hecho del art. 6-3 CC las nulidades por ilicitud de la causa (o del objeto) ex arts. 1.275 CC
y 1.271 CC.
Como ha señalado CARRASCO PERERA, “los capítulos II y VI del Título II del
Libro IV del Código civil parecen agotar tanto los supuestos de nulidad de contratos como
sus propios regímenes (legitimación, prescripción, restitución, confirmación, etc.). El artí-
culo 6-3 CC contendría un predicado de nulidad, pero no un supuesta específico de nuli-
dad ni un régimen con el que hacerse practicable”136. Entonces, el art. 6-3 CC no es más
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que una subespecie de la nulidad por causa ilícita137: como ya se ha señalado, la
doctrina jurisprudencial suele referir el art. 6-3 CC a la nulidad por causa ilícita
(art. 1.275 CC), aunque en ocasiones se trate de supuestos de objeto ilícito (art.
1.271 CC), lo que nos conduce al régimen de nulidad previsto en los arts. 1.305 y
1.306 CC.
En tal caso, las normas citadas hacen perfectamente prescindible en gene-
ral la invocación del art. 6-3 CC, salvo por manifestar que la sanción es la nuli-
dad de pleno derecho. En este sentido, CARRASCO PERERA ha señalado que
el art. 6-3 CC se debe entender como un modo de formular sintéticamente la
sanción de nulidad por contravención al orden público. El artículo 6-3 CC, dice
el citado autor, expresaría de un modo genérico el mandato contenido en los ar-
tículos 1.255, 1.271 y 1.275 CC, normas que se complementarían mutuamente.
Aunque de hecho,…, en materia de contratos, el artículo 6-3 CC se limitaría a
ser una subespecie de los contratos afectos de ilicitud causal y nulos por este
motivo. Si acaso, se limitaría nuestra norma a cumplir la función sistemática de
aclarar que la sanción correspondiente a las hipótesis de los artículos 1.255 y
1.271 es la de nulidad radical138.
En este punto el citado autor coincide con la explicación dada en la Relazione
del Guardasigilli, y con el comentario de GARCÍA GOYENA al art. 4 del Proyecto
de 1851: la nulidad del acto contra norma prohibitiva deriva del hecho de que tales
normas tutelan intereses generales o públicos, es decir, el orden público (lo que in-
cluye la moral o buenas costumbres).
Esta argumentación también subyace en la doctrina del Tribunal Supremo:
cuando se plantea la nulidad de un acto jurídico-privado por contravención de
norma sectorial o sustantiva de derecho privado imperativa o prohibitiva y la
norma infringida no prevé un efecto jurídico distinto a la nulidad o prevé un
efecto que el Tribunal considera insuficiente por la gravedad de la infracción,
entonces declara la nulidad del acto. Pero no lo hace sólo con base en el art. 6-3
CC, sino con base en el art. 1.271 CC (objeto ilícito) y, normalmente, en el art.
1.275 CC (causa ilícita).
No obstante, esta conclusión, a la que aboca la doctrina jurisprudencial, no está
exenta de objeciones.
norma a cumplir la función sistemática de aclarar que la sanción correspondiente a las hipóte-
sis de los artículos 1.255 y 1.271 es la de nulidad radical.
Ahora bien, si, en régimen de contratos, el artículo 6-3°, no es otra cosa que una subespecie de
la nulidad derivada de ilicitud causal, -como, de hecho, creo que es-, resulta que su régimen
específico es el de los artículos 1.305 y 1.306 del Código civil. Así lo afirmó el Tribunal Su-
premo, reconociendo que la norma comentada no dispone de consecuencias específicas, para
lo que hay que acudir a los artículos 1.305 y 1.306. Pero todavía no queda con ello resuelto el
problema, pues tampoco es pacífica la cuestión relativa a saber si el artículo 1.306 -y la regla
de irrepetibilidad que contiene- es pertinente para todo supuesto de ilicitud causal o sólo para
aquella que consista en una transgresión moral (causa torpe).
137
Como se ha dicho, la Relazione del Guardasigilli (Relazione del Guardasigilli al Libro de
las Obligaciones, n. 116) conforma los supuestos del contrato nulo por contravención de
norma imperativa con aquellas hipótesis no comprendidas en el concepto de causa ilícita.
138
CARRASCO PERERA, A., Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., pág. 783 y 784.
70
La primera es si, en tales casos, se aplica el régimen de nulidad propio de la ili-
citud causal previsto en los arts. 1.305 y 13.06 CC139.
La segunda es la siguiente: la nulidad por ilicitud del objeto o de la causa no
admite excepciones. El contrato ilícito no produce efecto alguno, dice el art. 1.275
CC. Sin embargo, el art. 6-3 CC admite excepciones a la sanción de nulidad por con-
travención de norma imperativa o prohibitiva. Precisamente, el efecto distinto pre-
visto en la norma infringida. Si el art. 6-3 CC se configura como una subespecie de
nulidad por ilicitud causal, entonces se deberá concluir, de dos una:
a) o que hay supuestos de causa ilícita en los que la consecuencia no es la
nulidad, sino la prevista en la norma contravenida,
b) o que en realidad el art. 6-3 CC no es una subespecie de nulidad por ilicitud
causal, sino una norma genérica que sólo halla aplicación en aquellos en
que la norma imperativa o prohibitiva sectorial vulnerada no prevé un de-
terminado efecto (ni la nulidad ni otro distinto) o el efecto previsto no es, a
juicio del Tribunal, suficiente para reparar la transgresión de la norma.
De hecho, propio el Tribunal Supremo, como ya hemos señalado, ha reconoci-
do la difícil aplicación del art. 6-3 CC, del cual, por lo demás, podríamos prescindir
sin que se tambaleara el edificio del ordenamiento jurídico.
139
Sobre cómo aplica el Tribunal Supremo el art. 1.306 CC, vid. CARRASCO PERERA, A.,
Comentarios al Código civil… (Albaladejo), cit., págs. 784 y 785.
71
CONTESTACIÓN AL DISCURSO DE INGRESO DEL
DR. FRANCISCO P. BLASCO GASCÓ COMO
ACADÉMICO DE NÚMERO DE
LA REAL ACADEMIA VALENCIANA
DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN,
POR EL PRESIDENTE DE LA MISMA
EXCMO. SR. D. RAFAEL BONMATÍ LLORENS.
Desde hace más de tres décadas Paco es docente, y desde hace quince años
Abogado ejerciente del Ilustre Colegio de Valencia. Y puedo asegurarles que ha pro-
fundizado en todos los temas jurídicos.
Pero su curriculum es el que evidencia que la elección fue justa y ajustada a
Derecho.
Se licenció en Derecho por la Facultat de Dret de la Universitat de València en
junio de 1985 y le dieron, porque se lo merecía, el Premio Extraordinario de Licen-
ciatura. Digo que se lo merecía porque puedo dar fe. Lo conozco desde hace más de
cuarenta años. Fuimos compañeros de clase los cinco años de carrera. Somos de la
misma promoción.
Se doctoró, cum laude, en 1987 con una tesis sobre La mejora irrevocable, diri-
gida por nuestro querido maestro el Prof. Dr. Vicente L. Montés Penadés.
Y se doctoró como bolonio en 1989 con una tesis titulada “Modello condicio-
nale ed adempimento del contratto”, que traducido significa “Condición y cumpli-
miento del contrato”, tesis dirigida por il profesore Dr. Francesco Galgano. Y como
era previsible, le dieron la calificación de 110/110.
Tiene 5 sexenios de investigación.
Obtuvo la Cátedra de Derecho civil a los 29 años y en la actualidad lo es de la
Facultat de Dret de la Universitat de Valencia y Abogado del Ilustre Colegio de Abo-
gados de Valencia.
Con ello queda demostrado el porqué de la elección como Académico y que la
decisión del Pleno de Académicos fue fundada.
Y pasamos a la valoración del discurso de ingreso.
Lo primero que me ha llamado la atención del discurso de ingreso en esta RA-
VJL del Doctor Francisco Blasco es el título del mismo. Sin duda, es un título pro-
vocativo para un asunto de calado, un título que llama la atención sobre lo que le si-
73
gue. Aún no teníamos muy claro qué es la nulidad del acto jurídico contra legem y
Francisco Blasco, nos la presenta en plural: la nulidad y las nulidades. Es decir, que
la nulidad no es un concepto unívoco, que hay varias formas o varios grados de nuli-
dad dentro de la nulidad, más allá de la anulabilidad.
Igual sucede con la segunda parte del título: eficacia del acto jurídico contra le-
gem. Y entonces uno se pregunta; ¡Ah! ¿pero un acto jurídico contra ley imperativa
o prohibitiva puede ser eficaz? ¿puede producir efectos jurídicos? ¿No nos habían
enseñado que los actos contrarios a las leyes imperativas son nulos y que lo que es
nulo no produce ningún efecto?
Y, efectivamente, a lo largo del discurso se descubre:
1º. Que puede haber varios grados de nulidad, como puede haber varios grados
de transgresión de la norma imperativa o prohibitiva.
2º. Que, como dice el nuevo académico, la imperatividad gramatical no es ne-
cesariamente imperatividad jurídica. Y,
3º. Que hay actos contrarios a las leyes imperativas o prohibitivas que son váli-
dos y eficaces porque, entre otros motivos, la propia ley infringida mantiene su vali-
dez y eficacia.
De donde se deriva, como concluye el profesor Blasco siguiendo a Delgado
Echeverría, que la infracción de la ley, aunque sea imperativa o prohibitiva, no exige
necesariamente la sanción de nulidad del acto infractor.
El sistema de ineficacia de los actos jurídicos y, en concreto, de los contratos
es, sin duda, un sistema que se puede calificar de muchas maneras, salvo de claro. A
su carácter asistemático se une muchas veces una confusión terminológica de la que
no es ajena ni la doctrina científica ni la doctrina jurisprudencial. Pero no es algo ex-
clusivo de nuestro código civil, porque ya desde la codificación, la cuestión no apa-
recía con la suficiente claridad en la doctrina de aquella época.
Ya decía CASTÁN que la nulidad de los negocios jurídicos es uno de los con-
ceptos más confusos del Derecho civil pues tanto los distintos códigos como la doc-
trina, han usado de manera imprecisa los términos de ineficacia, inexistencia, invali-
dez, nulidad, anulabilidad, rescisión y resolución.
Y recordaba hace unos momentos el nuevo Académico citando a GORDILLO
CAÑAS, que el sistema de invalidez o de ineficacia del acto jurídico en el Código
civil es confuso, impreciso y lagunoso.
Una de las causas posiblemente sea que la doctrina jurisprudencial y también
la doctrina científica (salvo excepciones, como De Castro, Díez-Picazo, Gordillo o
Delgado Echeverría) no han buscado la coherencia interna del sistema de ineficacia
del Código civil.
74
eficacia, cuando en el propio Código civil y en otras leyes descubrimos, como ha di-
cho el profesor Blasco,
- Actos válidos que devienen ineficaces (por ejemplo, los contratos rescindi-
bles, los sujetos a condiciones suspensivas no verificadas; las capitulaciones matri-
moniales o donaciones propter nupcias a las que no siguen el matrimonio en el plazo
de un año desde su otorgamiento, causas de revocación, de resolución, desistimien-
tos unilaterales, etc.).
- También descubrimos actos inválidos que, sin embargo, producen efectos,
como concretos supuestos de simulación, o cada vez que el ordenamiento jurídico
protege la adquisición de determinados terceros, o cuando se purifica un acto inváli-
do en cuanto contrario a la ley (por ejemplo, caduca la acción de anulabilidad o se
convalida el matrimonio nulo por error o por violencia) etc.
- Y finalmente descubrimos también actos inválidos que producen una eficacia
claudicante, como sucede en los supuestos de anulabilidad.
Posiblemente, en los años 60, en las obras de De Castro y de Díez-Picazo, es
donde se puede encontrar una formulación completa y coherente de la materia. Am-
bos parten del concepto de ineficacia del contrato, mejor, del negocio jurídico, y de-
terminan tres grandes categorías de ineficacia: la nulidad, la anulabilidad y la resci-
sión.
Pero a esta estructura se han superpuesto después aportaciones sobre la catego-
ría de la inexistencia del acto jurídico (en concreto, del contrato) y se ha discutido si
la acción de nulidad prescribe o no, pero no porque se trate de una acción declarativa
sino porque la nulidad en sentido estricto no entraña una pretensión.
La cuestión se complica más si pensamos, como se puede leer en Federico de
Castro, que la construcción doctrinal de las nulidades no parte de la nulidad del con-
trato y de ahí se proyecta a la nulidad del acto jurídico, sino que el proceso se verificó
a la inversa: el régimen de nulidad absoluta de los arts. 1.261 y sigs. CC se construye
a partir de la nulidad de los actos jurídicos contra legem imperativa o prohibitiva. Los
caracteres generales predicados de la nulidad (apreciación de oficio, amplísima legiti-
mación activa, imprescriptibilidad, imposibilidad de confirmación o sanación, etc.)
tienen completo sentido en la nulidad del acto contra ley prohibitiva, pero no en todos
los supuestos de nulidad contractual (como sucede en la simulación).
A todo lo anterior, podemos añadir lo que el Prof. Verdera ha llamado las inter-
polaciones del régimen general de ineficacia. Efectivamente, en la estructuración del
sistema de ineficacia del acto jurídico se superponen materiales de distintas épocas:
de 1889 (fecha de promulgación de la segunda edición del Código civil y, por tanto,
de la ineficacia del contrato y del testamento); de 1974 (fecha de modificación del
Título Preliminar); de 1981 (fecha de las grandes reformas en sede de matrimonio);
de 2007 (fecha del Texto Refundido de la Ley General de Defensa de Consumidores
y Usuarios); etc.
A esta sucesión de sustratos temporales, se debe añadir el hecho de que los ma-
teriales de los diferentes actos jurídicos (del matrimonio, del testamento, del contra-
to, del acto jurídico en general) no son intercambiables entre sí o, si se prefiere, no
son fungibles (por ejemplo, el matrimonio o el testamento admiten la convalidación;
el contrato admite, en cambio, la conversión. Igualmente, el régimen de determina-
das condiciones juega de manera distinta: en el matrimonio no se admiten; en el tes-
75
tamento se tienen por no puestas; y en el contrato, anulan la obligación que depende
de ellas).
Y en este maremágnum se ha sumergido nuestro nuevo Académico, fundamen-
talmente para saber cuál es el alcance del art. 6-3 CC, un precepto de lectura y com-
prensión, en principio, fáciles que él se encarga de desmentir, y su relación con algu-
na de las grandes categorías del derecho privado: el testamento, el matrimonio, el
contrato ilícito, las causas de nulidad y de impugnación de acuerdos en la Ley de So-
ciedades de Capital, etc.
Yo creo que, ante todo, hay una conclusión que no aparece expresa en el dis-
curso pero que lo recorre y le dota de sentido: A veces en el mundo del derecho
arrastramos conceptos o ideas que se desmoronan apenas nos detenemos a analizar-
los. Así sucede con el art. 6-3 CC: lo que aparece como principio general (el acto
contrario a norma imperativa o prohibitiva es nulo), se convierte en algo excepcional
por obra del último inciso del mismo art. 6-3 CC (salvo que la ley infringida prevea
otro efecto para el caso de su contravención) y de la doctrina jurisprudencial al inter-
pretar y aplicar el art. 6-3 CC.
De donde se deduce una primera afirmación: la infracción de las normas prohi-
bitivas no exige necesariamente la nulidad de pleno derecho del acto infractor.
Por otro lado, de esa misma doctrina jurisprudencial que establece la llamada
nulidad virtual, se deriva que el acto contraventor de la norma imperativa también
puede ser válido si así se concluye tras la interpretación de la norma infringida. Esto
nos conduce, dice Blasco, a un juego donde todo puede ser posible porque todo es
virtual, la nulidad y la validez. Blasco lo ha llamado el juego de los tácitos.
Todo lo anterior hace que el art. 6-3 CC, como he dicho una norma de fácil lec-
tura y comprensión, aboque en un terrible casuismo, difícil de sistematizar, agravado
por una doctrina jurisprudencial que, en determinadas cuestiones (como la ineficacia
de los contratos de venta o de arrendamiento de viviendas de protección oficial con
sobreprecio o de las deudas por juego ilícito, pero administrativamente autorizado)
se ha manifestado cambiante.
Haciendo un ejercicio de autocrítica, me pregunto en qué medida los abogados
hemos contribuido a este casuismo y a esta confusión jurisprudencial. Me pregunto
en qué medida los abogados no nos manifestamos ahorrativos en las demandas, sino
generosos e incluso pródigos, en la alegación “acumulativa” de causas de nulidad.
No nos basta con alegar que un contrato es nulo porque la causa sea ilícita; si pode-
mos, también predicamos la ilicitud del objeto u otras causas de nulidad; y cerramos
el alegato con la invocación general y abstracta del art. 6-3 CC. Cuantas más causas,
más posibilidades.
Precisamente el profesor Francisco Blasco, abogado y desde hoy académico, lo
apunta al señalar que muchas veces la referencia jurisprudencial al art. 6-3 CC viene
impuesta por las alegaciones expresadas por los abogados en sus recursos de casa-
ción.
Al final, como señaló CARRASCO PERERA, el art. 6-3 CC tiene muy difícil
encaje, como causa autónoma de ineficacia, en sede de contratos y otras institucio-
nes de derecho privado, donde o rige la ilicitud de la causa o del objeto (en sede de
contratos) o tienen un régimen de ineficacia propio (como en el matrimonio, en el
testamento, en sede de sociedades de capital o de arbitraje, etc.). Es un precepto,
76
como concluye Blasco, del que casi se podría prescindir sin que se tambaleara el or-
denamiento jurídico privado.
En definitiva, como decía al principio, un título provocativo para un asunto de
calado que, al menos a los que trabajamos la materia, nos apasiona.
Paco, para la Real Academia Valenciana de Jurisprudencia y Legislación cons-
tituye un alto honor y una gran satisfacción poder darte la bienvenida. Se que para ti
es un honor ser Académico, pero lo importante no es obtener el honor sino merecer-
lo, y tú lo mereces.
Es la Academia, y específicamente nosotros, los Académicos, quienes debemos
agradecerle que hayas aceptado este nombramiento.
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