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Cultivemos Nuestra Memoria

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Cultivemos nuestra Memoria

Cada día nos vamos despreocupando más de ella.


PARÍS, septiembre— ¿La dirección y el número de teléfono personales de nuestro
presidente-director-general? Sírvase esperar un instante (apóyese en un botón para abrir
un repertorio automático)… ¿Diecisiete multiplicado por doce? (Apóyese sobre otro botón
de una máquina de calcular)… ¿El principio de la Guerra de Corea? Señorita, quiere mirar
en una enciclopedia cuál fue la fecha en que comenzó este conflicto…
El cerebro humano se oxida.
Podrán llenarse página y páginas con otros ejemplos semejantes. En 1973
disponemos, en forma de libros, de ficheros, de aparatos electrónicos, etc. de tantos
auxiliares que la memoria humana resulta algo prácticamente superfluo.
Cabe lamentarlo, recuerdan los siquiatras, los sicólogos, y, también los
neurólogos, porque nuestro cerebro, lejos de ser como un ordenador al que se le puede
dejar descansar durante veinticuatro horas o tres años y que volverá a funcionar luego
como antes al enchufársele de nuevo —a menos, naturalmente, que tenga un hilo en mal
estado—, se “oxida” cuando no lo hacemos trabajar.
Falta de ejercicios memorísticos
Prueba de ello, por ejemplo, es que un buen jugador de ajedrez o de bridge que no
juega durante algunos meses pierde una buena parte de sus facultades y no recupera la
forma sino al cabo de un período de actividad más o menos largo. Débese ello, en suma,
a una falta de ejercicio memorístico.
He aquí otro ejemplo aún más trivial: se tiene el mismo número de teléfono por
espacio de años y años y uno llega conocerlo tan bien como su dirección o la fecha de
nacimiento. Bruscamente, sin embargo, nos mudamos un día y, en un plazo de cinco…
tres e incluso sólo un año o algunos meses somos incapaces de recordarlo.
“Muletas mentales”
De tanto recurrir a todos esos auxiliares que los siquiatras denominan “muletas
mentales” acabaremos olvidando efectivamente nuestro propio nombre, nuestra dirección,
nuestro número de teléfono…
Máxime que a esas razones de… pereza han de añadirse otras no menos graves,
consumo excesivo de alcohol, tabaco, calmantes —y no digamos ya, claro está, drogas—
y el “surmenage” que tantos estragos está causando entre nuestros contemporáneos.
Dumesnil, Jacques.
“Cultivemos la memoria”
El Universal, Caracas (10/09/1973)

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