Expi15 2
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INVESTIGACIONES CON
PARTICIPANTES HUMANOS
La cita con que abrimos este capítulo fue tomada de una publicación de la Asociación
Psicológica Americana (APA). Proviene del preámbulo a un estudio bastante largo sobre
principios éticos que cubre todo los aspectos de la psicología, y aquí se presenta en forma
sucinta para destacar las obligaciones éticas de los investigadores de todas las áreas de
la ciencia. En principio estas obligaciones son sencillas, aunque difíciles de instrumentar.
Examinaremos tanto los principios éticos como las dificultades asociadas con llevarlos a
la práctica en nuestra disciplina. A los psicólogos concierne la ética de la investigación en
lo que toca tanto a participantes humanos como animales. Si bien parte de este interés es
egoísta, ya que responde al temor a que se restrinja el financiamiento para la
investigación y dejar de tener acceso a poblaciones de sujetos, la mayoría de los
psicólogos son personas con principios que no desean infligir daño alguno a nadie. La
idea del científico loco que haría cualquier cosa por obtener datos es un mito.
El investigador ético informa a los sujetos, antes de que participen, “de todos los aspectos
de la investigación que es razonable esperar que influyan en su disposición a participar y
explicar todo asunto adicional por el que pregunten los participantes”. Esto quiere decir
que debe advertirse a los participantes sobre los aspectos de la investigación que
pudieran tener efectos perjudiciales. En la mayor parte de las investigaciones
psicológicas, los participantes reciben información completa sobre lo que se les pedirá
que hagan durante el estudio, de manera que puedan dar su consentimiento informado,
es decir, que hayan consentido a sabiendas de los posibles problemas asociados con su
participación. Pocas veces se engaña a los participantes respecto de la naturaleza de las
experiencias que tendrán durante el experimento. Además, por lo común el
experimentador plantea el propósito del procedimiento experimental con toda honestidad.
No obstante, a veces los experimentadores no revelan del todo a los participantes el
verdadero propósito de un experimento. Tal descripción falsa a menudo se conoce como
“historia encubierta”, y es una clase de engaño que se hace con frecuencia para controlar
la reactividad del sujeto. Por ejemplo, un investigador interesado en saber si la gente se
comporta de manera más asertiva en grupos del mismo género que en grupos mixtos le
dice a los participantes que trabajaran en problemas que exigen cooperación en grupo, y
que el propósito del experimento es evaluar la dificultad de tales tareas. El engaño de esta
índole, aun cuando a menudo es inocuo, tiene que considerarse con todo cuidado, pues el
participante no está informado cabalmente al dar su consentimiento. Una persona podría
decidir no participar en un determinado experimento porque no aprueba el propósito para
el que se va a realizar.
Libertad de retirarse
Como dijimos brevemente en la sección anterior, debe “respetarse la libertad del individuo
de rehusarse a participar o retirarse de la investigación en cualquier momento”.
Cualquiera estará de acuerdo en que esos científicos chiflados que sujetan a los
participantes con correas a una silla carecen de toda ética. Por otro lado, pocos
investigadores no estarían de acuerdo en que quienes no se sientan a gusto con seguir
participando deben tener la libertad de retirarse. ¿Dónde está, entonces, el dilema ético?
El principal problema gira en torno de la definición de participación voluntaria. Considere
la reserva de sujetos del experimento de depresión y memoria: estudiantes de licenciatura
(la mayoría de primero y segundo grados) que toman cursos de introducción a la
psicología. Se anotan para participar en los experimentos y, por lo común, reciben una
especie de puntuación acreditable a la materia. ¿Son voluntarios cuando se apuntan, o se
hallan bajo una suerte de coacción que han inferido de la situación? Si los estudiantes
reciben en realidad puntos extra, es probable que actúen motu proprio. Si tienen que
participar como parte de un requisito del curso, entonces es menos obvia la libertad de
participación. Cuando se exige a los estudiantes que colaboren, deben contar con una
forma opcional para satisfacer el requisito, como redactar un trabajo o asistir a una clase
especial. La cuestión es, entonces, dar libertad a los sujetos potenciales, de modo que
participen como quieran.
La APA propone una garantía adicional que ofrece protección contra daños a los
participantes en las investigaciones. Los sujetos deben contar con algún medio para
ponerse en contacto con el investigador después de participar en la investigación. Incluso
el proyecto más escrupulosamente ético de la modalidad de riesgo mínimo tiene secuelas
no intencionales. Por lo tanto, el participante debe estar en posibilidad de recibir ayuda o
consejo de parte del investigador en caso de que surjan problemas. Por ejemplo, durante
un experimento estándar de memoria, al parecer inocuo, que nosotros realizamos, los
participantes rompieron a llorar de frustración y vergüenza. Tales sujetos acaso hayan
salido del experimento de rencor hacia el experimentador en particular o hacia la
investigación en general.
En un proyecto que implique riesgos, puede que no sea suficiente revelar la información a
los sujetos y darles números telefónicos. Si existe la probabilidad de que un participante
sufra consecuencias a largo plazo como resultado de su cooperación en el experimento,
el investigador tiene la responsabilidad de hacer una eliminación de consecuencias
perjudiciales. Quizá resulte difícil revertir emociones de resentimiento personales, pues
éstas tal vez no sean intencionadas y no puedan detectarse. Sin embargo, si se conocen
los riesgos, el investigador ético debe dar ciertos pasos para minimizarlos.
Confidencialidad
A menos que se acuerde otra cosa, debe mantenerse en la confidencialidad lo que una
persona hace en un experimento. Un investigador con principios no ando por ahí diciendo
cosas como “Fulano de tal es un estúpido; tuvo el peor desempeño de todos en el
experimento”. Además, si no media un permiso, no tiene por qué revelarse información
personal sobre los participantes, por ejemplo, sus actitudes hacia el sexo antes del
matrimonio o su ingreso familiar. El principio de confidencialidad parece sencillo, pero
los investigadores en ocasiones enfrentan un dilema ético al tratar de mantenerlo.
Las investigaciones que se relacionan con seres humanos pocas veces ofrecen
una perspectiva completamente transparente sobre lo que es ético. La responsabilidad de
llevar a cabo una práctica ética descansa en el investigador, los consejos de evaluación y
los editores que revisan las investigaciones que han de publicar. En pocos casos un
investigador podría justificar el engaño, la ocultación y la violación del principio de
confidencialidad, por consiguiente, debe evitarse en lo posible estas cuestionables
prácticas éticas. Las infracciones no son requisitos de una buena investigación.
BIBLIOGRAFÍA