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Escuela Profesional de Psicología

CURSO: PSICOLOGÍA EXPERIMENTAL


SESIÓN Nº 6

INVESTIGACIONES CON
PARTICIPANTES HUMANOS

Lic. Natalia Guzmán Rodríguez


INVESTIGACIONES CON PARTICIPANTES HUMANOS

La cita con que abrimos este capítulo fue tomada de una publicación de la Asociación
Psicológica Americana (APA). Proviene del preámbulo a un estudio bastante largo sobre
principios éticos que cubre todo los aspectos de la psicología, y aquí se presenta en forma
sucinta para destacar las obligaciones éticas de los investigadores de todas las áreas de
la ciencia. En principio estas obligaciones son sencillas, aunque difíciles de instrumentar.
Examinaremos tanto los principios éticos como las dificultades asociadas con llevarlos a
la práctica en nuestra disciplina. A los psicólogos concierne la ética de la investigación en
lo que toca tanto a participantes humanos como animales. Si bien parte de este interés es
egoísta, ya que responde al temor a que se restrinja el financiamiento para la
investigación y dejar de tener acceso a poblaciones de sujetos, la mayoría de los
psicólogos son personas con principios que no desean infligir daño alguno a nadie. La
idea del científico loco que haría cualquier cosa por obtener datos es un mito.

Un experimentador no puede ser completamente imparcial y objetivo al juzgar los


aspectos éticos concernientes a su propia investigación; por ello, la mayoría de las
universidades y centros de investigación cuentan con comisiones de pares que juzgan los
aspectos éticos de las investigaciones propuestas. En realidad, cualquier investigación
financiada con fondos federales debe ser aprobada por tales comisiones antes de
concederte cualquier subvención.

En el contexto de un proyecto de investigación real se ponen en manifiesto


diversos aspectos éticos. Imagine que es un psicólogo interesado en determinar cuánto
influyen las emociones depresivas en la memoria de la gente. Una razón muy importante
por la que desea estudiar el tema es porque la depresión es un problema emocional
bastante común entre los estudiantes universitarios, y a usted le gustaría determinar cómo
puede afectar este problema al aprovechamiento académico. Decide realizar, por
consiguiente, un experimento de laboratorio estrictamente controlado para ubicar los
efectos de la depresión en la memoria. Con ese fin desea inducir la depresión en algunos
de sus participantes y, después, comparar la memoria de éstos con la de otros en quienes
no se indujo tal estado de ánimo. Para inducirlo recurre al procedimiento ideado por
Velten (1968), en el cual la gente lee en voz alta 60 enunciados referentes a su persona
asociados con el estado de ánimo en cuestión. En este caso el participante lee los
enunciados que supuestamente inducen la depresión comenzando por lo más o menos
ligeros, por ejemplo, “Hoy es un día como cualquier otro, ni mejor ni peor”, y va
avanzando a los más extremos, como “Me siento tan mal que me gustaría irme a dormir y
no volver a despertar nunca “. El procedimiento de Velten induce una depresión leve y
temporal; los participantes informan que se sienten deprimidos, y su conducta sufre en
diversas tareas.

No especificamos muchos de los detalles de este experimento, pero queda de


manifiesto que puede ponerse en peligro el bienestar de los sujetos que participan en esta
investigación (para los pormenores véase Elmes, Chapman y Selig, 1984). Inducir un
estado anímico negativo (como la depresión) en estudiantes universitarios podría acarrear
efectos desastrosos en su funcionamiento social e intelectual. ¿De qué manera trata
usted, como científico ético, de preservar y proteger los derechos humanos
fundamentales de sus participantes? ¿Qué haría para preservar su bienestar y, al mismo
tiempo, realizar un experimento internamente válido?

En una revisión de las investigaciones sobre estado anímicos y memoria. Blaney


(1986) enumeró un gran número de estudios en los que se indujo la depresión en
estudiantes universitarios. En algunos experimentos se propició un estado anímico alegre
en los sujetos. ¿Dependen las consideraciones éticas de la clase de estado de ánimo,
alegría o tristeza, que se induce en una persona? Por otra parte, los investigadores se
han valido de diversos procedimientos de inducción de estados anímicos en sus
experimentos. Además del procedimiento de Velten (1968) que acabamos de describir, se
ha empleado la hipnosis y la música para inducir un estado de ánimo de depresión o
alegría. ¿Dependen acaso las consideraciones éticas de la técnica de inducción anímica?
Estas interrogantes que conciernen a la inducción de estados de ánimo ilustran la forma
en que pueden variar los aspectos éticos asociados con las investigaciones psicológicas
dependiendo de las circunstancias concretas del experimento.

La Asociación Psicológica Americana (1984ª, 1987, 1989) ha proporcionado


normas éticas para los investigadores. El organismo resumió 10 principios generales que
rigen la aplicación de las investigaciones en el caso de participantes humanos. Así pues,
para considerar la forma en que se protegió el bienestar de los estudiantes en el
experimento de inducción de depresión, examinaremos los principios que guían las
investigaciones que comprenden a sujetos humanos. Tiene usted que leer y comprender
estos principios éticos antes de realizar un proyecto de investigación con participantes
humanos.
La decisión de emprender una investigación descansa en el juicio contemplado por el
psicólogo sobre la mejor manera de contribuir a la ciencia de la psicología y al bienestar
humano. Una vez que decide realizar la investigación, el psicólogo considera las
alternativas con las que cuenta para invertir energías y recursos. Sobre la base de esta
deliberación realiza el estudio con respeto y consideración de la dignidad y bienestar de las
personas que participan, y con conocimiento de las regulaciones federales y estatales y las
normas profesionales que rigen la realización de investigaciones con participantes
humanos.

1. Al planear un estudio, el investigador tiene la responsabilidad de hacer una evaluación


cuidadosa de su aceptabilidad ética. En la medida en que la ponderación de los valores
científicos y humanos sugiera que se compromete cualquier principio, el investigador
contrae una obligación seria en correspondencia de buscar asesoramiento ético y
cumplir con medidas preventivas estrictas que protejan los derechos de los
participantes humanos.
2. Es un interés ético fundamental para el investigador considerar si un participante en un
estudio planeado será un “sujeto en riesgo” o un “sujeto en riesgo mínimo”, de acuerdo
con las normas reconocidas.
3. El investigador tiene siempre la responsabilidad de asegurar la práctica ética en las
investigaciones. También es responsable del tratamiento ético de los participantes en
la investigación por parte de colaboradores, asistentes, estudiantes y empleados, los
cuales, de cualquier forma, adquieren obligaciones similares.
4. Salvo en las investigaciones de riesgo mínimo, el investigador establece un acuerdo
claro y justo con los sujetos, que esclarezca las obligaciones y responsabilidades de
cada uno antes de comenzar el experimento. El investigador está obligado a cumplir
con todas las promesas y compromisos incluidos en tal acuerdo. El investigador
informa a los participantes de todos los aspectos de la investigación que es razonable
esperar que influyan en su disposición a participar y explicar todo asunto adicional por
el que pregunten los participantes. El hecho de no poder revelar completamente ciertos
aspectos de la investigación, antes de obtener el consentimiento informado de los
participantes, exige garantías adicionales para proteger su bienestar y dignidad. Las
investigaciones con niños o con participantes que tienen impedimentos que pudiesen
limitar la comprensión y/o la comunicación exigen procedimientos especiales de
protección.
5. Los requisitos metodológicos de un estudio pueden hacer que resulte necesario recurrir
a la ocultación o el engaño. Antes de llevar a cabo un estudio de estas características,
el investigador tiene la responsabilidad especial de (i) determinar si se justifica el
empleo de tales técnicas en virtud del posible valor científico, educativo o aplicado del
estudio; (ii) determinar si se dispone de procedimientos alternos en los que no sean
necesario recurrir a la ocultación o el engaño; y (iii) asegurarse de proporcionar a los
participantes las explicaciones suficientes tan pronto como sea posible.
6. El investigador debe respetar la libertad del individuo de rehusarse a participar o
retirarse de la investigación en cualquier momento. La obligación de proteger esta
libertad exige un juicio y una consideración cuidadosos cuando el investigador se halla
en una posición de autoridad o de influencia sobre el participante. Tales posiciones
comprenden situaciones, aunque no se limiten a éstas, en las que se necesita la
participación en el estudio como parte de las funciones de un empleo o en las cuales el
participante es un estudiante, paciente o empleado del investigador.
7. El investigador debe proteger al participante de incomodidad física o mental, daño y
peligro que pudieran surgir de los procedimientos de la investigación. De existir este
riesgo, el investigador debe informarlo al participante. No deben aplicarse
procedimientos de investigación en los que haya la probabilidad de ocasionar al sujeto
un daño grave o duradero a menos que el hecho de no utilizarlos pudiera exponerlo a
un mayor perjuicio, o bien que el resultado de la investigación ofrezca un beneficio
potencialmente grande y se haya obtenido por completo el consentimiento informado y
voluntario de cada participante. El sujeto debe estar informado de los procedimientos
para que, en caso de surgir tensión, daños potenciales, problemas o preocupaciones
relacionados con el estudio, establezca comunicación con el investigador dentro de un
periodo razonable después de su participación.
8. Después de recabar los datos, el investigador debe proporcionar al participante
información sobre la naturaleza del estudio y tratar de disipar cualquier malentendido
que pudiese haber surgido. Cuando los valores científicos o humanos justifican que se
retenga la información o que se postergue el momento de proporcionarla, el
investigador adquiere una responsabilidad especial de supervisar la investigación y de
asegurarse de que no haya consecuencias perjudiciales para el participante.
9. Cuando los procedimientos de investigación dan como resultados consecuencias
indeseables para la persona del participante, el investigador tiene la responsabilidad de
detectarlas y eliminarlas o corregirlas, y esto abarca efectos a largo plazo.
10. La información obtenida del participante durante el curso de una investigación es
confidencial a menos que haya un acuerdo distinto de antemano. Cuando existe la
posibilidad de que otras personas puedan tener acceso a tal información, se dice al
participante, como parte del procedimiento de obtención de su consentimiento
informado, que esto puede ocurrir, y se toman las medidas necesarias para proteger la
confidencialidad.
Los principios 9 y 10 son las más importantes para proteger el bienestar del
participante y se resumen advirtiendo que el experimentador tiene la obligación de
minimizar el daño que éste pudiera sufrir. Si existe la posibilidad de que sufra algún daño
a participar, se le debe informar por adelantado y dejarlo en libertad de retirarse si opta
por ello. En cuanto al engaño este ha de manejarse con todo cuidado. El experimentador
está obligado a reparar cualquier daño, y los resultados relacionados con el participante
tienen que mantenerse en la confidencialidad a menos que haya acordado otra cosa con
él. Es necesario considerar estos principios en cualquier proyecto de investigación.

Consentimiento informado y engaño

El investigador ético informa a los sujetos, antes de que participen, “de todos los aspectos
de la investigación que es razonable esperar que influyan en su disposición a participar y
explicar todo asunto adicional por el que pregunten los participantes”. Esto quiere decir
que debe advertirse a los participantes sobre los aspectos de la investigación que
pudieran tener efectos perjudiciales. En la mayor parte de las investigaciones
psicológicas, los participantes reciben información completa sobre lo que se les pedirá
que hagan durante el estudio, de manera que puedan dar su consentimiento informado,
es decir, que hayan consentido a sabiendas de los posibles problemas asociados con su
participación. Pocas veces se engaña a los participantes respecto de la naturaleza de las
experiencias que tendrán durante el experimento. Además, por lo común el
experimentador plantea el propósito del procedimiento experimental con toda honestidad.
No obstante, a veces los experimentadores no revelan del todo a los participantes el
verdadero propósito de un experimento. Tal descripción falsa a menudo se conoce como
“historia encubierta”, y es una clase de engaño que se hace con frecuencia para controlar
la reactividad del sujeto. Por ejemplo, un investigador interesado en saber si la gente se
comporta de manera más asertiva en grupos del mismo género que en grupos mixtos le
dice a los participantes que trabajaran en problemas que exigen cooperación en grupo, y
que el propósito del experimento es evaluar la dificultad de tales tareas. El engaño de esta
índole, aun cuando a menudo es inocuo, tiene que considerarse con todo cuidado, pues el
participante no está informado cabalmente al dar su consentimiento. Una persona podría
decidir no participar en un determinado experimento porque no aprueba el propósito para
el que se va a realizar.

Menos frecuente aún que el engaño en lo que respecta al propósito de un


experimento es el engaño que concierne a las experiencias que el participante tendrá
durante el experimento. Tal engaño es necesario, por desgracia, para dar respuesta a
algunas interrogantes. Por ejemplo, si un investigador desea saber qué tan bien recuerda
la gente información que no está tratando de memorizar en forma activa, podría no
informar a los participantes que el experimento exige una prueba de memoria. Desde
luego, omitir información impide que los participantes den su consentimiento cabalmente
informados.

En consecuencia, siempre que algún aspecto de la investigación exige engaño, el


investigador ética enfrenta un dilema. Desde luego, se debe advertir a los individuos si el
procedimiento los colocará en un peligro serio de perjuicio físico o psicológico; y, en tales
circunstancias, al recurrir al engaño sin duda se estaría faltando a la ética. Por otra parte,
cuando un procedimiento implica riesgos menores, es más difícil decidir si se revelan
ciertos aspectos que deben ocultarse por razones de investigación a los participantes. En
todos los casos, los posibles beneficios de la investigación deben ponderarse con los
costos reales y potenciales para el participante. Sólo se justifica el engaño cuando las
bondades potenciales del experimento están por encima de todo riesgo para los
participantes. Incluso entonces, éstos deben recibir siempre tanta información como sea
posible y tienen que saber que pueden dar por terminada su participación en cualquier
momento, sin que esto implique consecuencias negativas para ellos.

Examinemos de nuevo el experimento de depresión y memoria que analizamos


anteriormente, concentrándonos ahora en el tema de consentimiento informado. A las
personas que se apuntaron como participantes se les dijo que algunas de las cosas que
iban a realizar en el experimento las podrían hacer desdichadas, y con esto se les dio la
oportunidad de rehusarse a participar. No se reveló de antemano la naturaleza específica
de la manipulación, como la técnica de Velten, ni quién iba a servir en el grupo
experimental. Los individuos tal vez hubieran reaccionar en forma desacostumbrada de
haber sabido todos los detalles. Como se sabía que los efectos de la inducción de estado
anímico serían temporales, los investigadores consideraban que bastaba con dar
información parcial para conseguir el consentimiento informado. En este caso, aun
cuando se omitió cierta información, no se engañó a los participantes sobre lo que podían
esperar del experimento.

Los aspectos que rodean al consentimiento informado y al engaño exigen con


frecuencia una profunda deliberación para llegar a soluciones éticas. Casi nunca se deja
que los investigadores se las arreglen por su cuenta en la toma de estas decisiones. En
Estados Unidos, cada institución de investigación debe contar con una comisión
normativa que aprueba cualquier procedimiento experimental que comprenda a sujetos
humanos. Estas comisiones tratan de asegurar el tratamiento ético de los participantes en
experimentos. Posteriormente analizaremos estos consejos con mayor detalle.

En resumen, el consentimiento cabalmente informado es la norma en casi todas


las áreas de la psicología. En ocasiones no se da a conocer cierta información o se
engaña a los participantes para evitar la reactividad. En tales casos, el experimentador y
los miembros de los consejos institucionales de evaluación toman todas las precauciones
al decidir si los beneficios del procedimiento son mayores que los riesgos para los
participantes.

Libertad de retirarse

Como dijimos brevemente en la sección anterior, debe “respetarse la libertad del individuo
de rehusarse a participar o retirarse de la investigación en cualquier momento”.
Cualquiera estará de acuerdo en que esos científicos chiflados que sujetan a los
participantes con correas a una silla carecen de toda ética. Por otro lado, pocos
investigadores no estarían de acuerdo en que quienes no se sientan a gusto con seguir
participando deben tener la libertad de retirarse. ¿Dónde está, entonces, el dilema ético?
El principal problema gira en torno de la definición de participación voluntaria. Considere
la reserva de sujetos del experimento de depresión y memoria: estudiantes de licenciatura
(la mayoría de primero y segundo grados) que toman cursos de introducción a la
psicología. Se anotan para participar en los experimentos y, por lo común, reciben una
especie de puntuación acreditable a la materia. ¿Son voluntarios cuando se apuntan, o se
hallan bajo una suerte de coacción que han inferido de la situación? Si los estudiantes
reciben en realidad puntos extra, es probable que actúen motu proprio. Si tienen que
participar como parte de un requisito del curso, entonces es menos obvia la libertad de
participación. Cuando se exige a los estudiantes que colaboren, deben contar con una
forma opcional para satisfacer el requisito, como redactar un trabajo o asistir a una clase
especial. La cuestión es, entonces, dar libertad a los sujetos potenciales, de modo que
participen como quieran.

En general, cuando la reserva de participantes potenciales es un público cautivo


(estudiantes, prisioneros, reclutas y empleados del experimentador), el investigador ético
toma muy en cuenta la libertad del individuo de retirarse o de participar. En el experimento
de depresión y memoria, los estudiantes voluntarios se apuntaron motivados por el
aliciente de obtener puntos extra (podían estar de acuerdo o no en participar). Las
instrucciones al comienzo del experimento les informaban que podían optar por retirarse
en el momento que desearan y, aún así, recibirían puntos extra (estaban, por lo tanto, en
libertad de retirarse).

Protección contra daños y revelación de la información

La APA propone una garantía adicional que ofrece protección contra daños a los
participantes en las investigaciones. Los sujetos deben contar con algún medio para
ponerse en contacto con el investigador después de participar en la investigación. Incluso
el proyecto más escrupulosamente ético de la modalidad de riesgo mínimo tiene secuelas
no intencionales. Por lo tanto, el participante debe estar en posibilidad de recibir ayuda o
consejo de parte del investigador en caso de que surjan problemas. Por ejemplo, durante
un experimento estándar de memoria, al parecer inocuo, que nosotros realizamos, los
participantes rompieron a llorar de frustración y vergüenza. Tales sujetos acaso hayan
salido del experimento de rencor hacia el experimentador en particular o hacia la
investigación en general.

Por estos efectos no intencionales, el investigador prudente proporciona una


detallada revelación de la información, lo que significa que explica los propósitos
generales de la investigación. Además, describe minuciosamente las manipulaciones de
modo que se disipe cualquier duda o malentendido.

Lo siguiente es un ejemplo de cómo aplicar los principios de la revelación de la


información y la protección contra daños al experimento de depresión y memoria. Al final
del proyecto se les dio a los participantes una lista de números telefónicos de personas
con las que podían ponerse en contacto en el caso poco probable de que se sintieran
deprimidos después del experimento. La lista de contactos incluyó al investigador en jefe,
un consejero psicológico y al decano de asuntos estudiantiles y a su asistente. Además, al
día siguiente de la participación, uno de los experimentadores llamó por teléfono a cada
sujeto que había leído los enunciados que inducían a la depresión para tratar de
determinar si el participante padecía alguna repercusión negativa.

Los participantes recibieron un informe completo del estudio. Se les explicó el


procedimiento de inducción anímica y que sus efectos iban a ser temporales. Además, se
les resumió el diseño experimental, las razones para realizarlo y se disipó todas sus
dudas al respecto.

Eliminación de consecuencias perjudiciales

En un proyecto que implique riesgos, puede que no sea suficiente revelar la información a
los sujetos y darles números telefónicos. Si existe la probabilidad de que un participante
sufra consecuencias a largo plazo como resultado de su cooperación en el experimento,
el investigador tiene la responsabilidad de hacer una eliminación de consecuencias
perjudiciales. Quizá resulte difícil revertir emociones de resentimiento personales, pues
éstas tal vez no sean intencionadas y no puedan detectarse. Sin embargo, si se conocen
los riesgos, el investigador ético debe dar ciertos pasos para minimizarlos.

En el experimento de depresión y memoria, antes de revelar la información a los


participantes, éstos leyeron una serie de enunciados autorreferentes ideados para inducir
sentimientos de euforia. Este ejercicio, se suponía que contrarrestaría los efectos de
inducción anímica negativa. Luego se les preguntó por sus emociones, y también se les
pidió que firmaran una declaración que decía que abandonaban el experimento
sintiéndose mejor que cuando lo comenzaron. Todos los participantes firmaron la
declaración pero, por si acaso, había un plan contingente que consistió en mantenerlos en
un laboratorio bajo la supervisión de uno de los experimentadores hasta que se sintieran
mejor.

Confidencialidad

A menos que se acuerde otra cosa, debe mantenerse en la confidencialidad lo que una
persona hace en un experimento. Un investigador con principios no ando por ahí diciendo
cosas como “Fulano de tal es un estúpido; tuvo el peor desempeño de todos en el
experimento”. Además, si no media un permiso, no tiene por qué revelarse información
personal sobre los participantes, por ejemplo, sus actitudes hacia el sexo antes del
matrimonio o su ingreso familiar. El principio de confidencialidad parece sencillo, pero
los investigadores en ocasiones enfrentan un dilema ético al tratar de mantenerlo.

Este dilema surgió en el experimento de depresión y memoria. El experimentador


se enfrentó a un problema ético, pues consideró que era necesario infringir el principio de
confidencialidad para sostener el principio de protección contra daños. ¿Cómo se resolvió
el dilema? Una de las primeras tareas de los participantes era responder a ciertas
preguntas relacionadas con su salud mental, en las cuales señalaban si actualmente se
estaban sometiendo a algún tratamiento profesional por algún problema personal. De ser
éste el caso, ofrecerían algunos detalles respecto del problema y procedimiento
terapéutico. A los participantes se les aseguró que sus respuestas eran confidenciales.
Luego realizaban una prueba clínica con la que se evaluaba su nivel actual de depresión.
Si un participante indicaba estar bajo tratamiento por depresión y obtenía puntuaciones
elevadas en la prueba, de inmediato se suspendía su participación en el experimento. Los
investigadores, al asegurar a los estudiantes la naturaleza confidencial de sus respuestas,
deseaban reducir al mínimo cualquier daño y maximizar las respuestas francas y abiertas,
y utilizaban la prueba de depresión para evitar que una persona depresiva empeorara aún
más por el procedimiento de inducción anímica. Con todo, surgió un dilema ético. En el
curso del experimento, dos estudiantes obtuvieron puntuaciones muy elevadas en la
prueba de depresión, y uno de ellos no estaba bajo terapia. En virtud de que se sabía que
la prueba era un indicador confiable y válido de depresión clínica grave, el investigador en
jefe consideró necesario advertir a uno de los consejeros psicológicos de la facultad sobre
los dos estudiantes que parecían tener niveles muy elevados de depresión. Luego,
siguiendo una entrevista de rutina, el consejero habló con los estudiantes.

A menudo se presenta este tipo de dilema en las investigaciones. Para apegarse a


un principio ético en ocasiones es necesario infringir otro. Cuando esto sucede se
esfuman las opciones sencillas. En el caso que se mencionó, si los estudiantes
depresivos hubieran sospechado que el investigador había faltado a su confianza, tal vez
hubieran sentido rencor y desconfianza permanentes contra él. Por otra parte, el
investigador no podía pasar por alto el hecho de que estos estudiantes, en particular el
que no se estaba sometiendo a terapia, sufrían duna grave aflicción. En ese momento,
asegurarse de que los estudiantes recibieran ayuda fue mucho más importante que
sostener su derecho a la confidencialidad.

Como lo ilustra el ejemplo, en ocasiones las decisiones éticas se toman sobre la


base de intereses pragmáticos. En otras palabras, quienes tienen la responsabilidad de
tomar decisiones respecto de un proyecto de investigación deben concentrarse al máximo
en proteger a los participantes y, al mismo tiempo, realizar un proyecto coherente y válido.

Las investigaciones que se relacionan con seres humanos pocas veces ofrecen
una perspectiva completamente transparente sobre lo que es ético. La responsabilidad de
llevar a cabo una práctica ética descansa en el investigador, los consejos de evaluación y
los editores que revisan las investigaciones que han de publicar. En pocos casos un
investigador podría justificar el engaño, la ocultación y la violación del principio de
confidencialidad, por consiguiente, debe evitarse en lo posible estas cuestionables
prácticas éticas. Las infracciones no son requisitos de una buena investigación.

BIBLIOGRAFÍA

Kantowitz B, Roediger H, Elmes D. Psicología Experimental. 7ed. Thomson Learning; 2001.

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