RUIZ VARGAS Claves de La Memoria Autobiografica-1
RUIZ VARGAS Claves de La Memoria Autobiografica-1
RUIZ VARGAS Claves de La Memoria Autobiografica-1
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Lo que se recuerda no es el suceso,
sino la experiencia del suceso.
ENDEL TULVING
1. Introducción
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Hablar de memoria autobiográfica es hablar de los recuerdos que una persona
tiene de su vida o, más exactamente, de las experiencias de su vida. Esta última
matización, recogida en la cita inicial del psicólogo Endel Tulving –una autoridad
indiscutible en teoría e investigación de la memoria–, nos coloca frente al atributo
DD
esencial, en mi opinión, de la llamada memoria autobiográfica; a saber, el sentido
de “yo” o de “mí” que comporta; porque es a través de los recuerdos
autobiográficos como percibimos nuestro “yo”. Y es que este tipo de memoria, a
diferencia de las demás memorias (a las que me referiré más abajo), constituye el
punto crítico en el que convergen los sentimientos, las motivaciones y los deseos,
las metas y los logros, los valores, las creencias y los significados de cualquier
LA
con el mundo: “Quienes somos está definido básicamente por lo que hacemos”,
escribe Fivush (1988, 277), porque las personas aprendemos sobre nosotros
mismos mientras nuestro yo actúa. En definitiva, gracias a la memoria
autobiográfica los seres humanos podemos organizar y combinar armónicamente
Me atrevería a decir que sobre la memoria existen más ideas erróneas que
sobre cualquier otro aspecto o proceso cognitivo3. Entre tales creencias falsas
destaca, por su frecuencia y por lo que supone de punto de partida, la poca
importancia que en nuestra sociedad se atribuye a la memoria. Tras muchos años
de estudio, investigación y docencia de la psicología de la memoria, la
constatación de ese error entre la gente de a pie y también entre los estudiantes
de Psicología (de los cursos iniciales de carrera, afortunadamente) me sigue
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sorprendiendo extraordinariamente; sobre todo, porque cada vez implica una
mayor paradoja: la gente minusvalora la memoria al tiempo que aumenta su
preocupación por perderla. No me cabe duda de que ello es fruto del
desconocimiento acerca de la verdadera naturaleza de la memoria, o bien de una
falta de reflexión sobre la actuación humana, o de ambas cosas; porque lo que
también he comprobado es que, cuando las mismas personas que minusvaloran la
memoria se enteran o caen en la cuenta de lo que realmente significa la memoria
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para la vida, cambian inmediatamente de opinión. En muchas otras ocasiones,
será la propia experiencia vital la encargada de reivindicar la importancia capital
de la memoria. Este último caso queda magistralmente ilustrado en la siguiente
observación de Buñuel (op. cit., 9-11):
DD
...a medida que van pasando los años, esta memoria, en un tiempo
desdeñada, se nos hace más y más preciosa (...) Hay que haber empezado a
perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta
memoria es lo que constituye toda nuestra vida. Una vida sin memoria no sería
LA
vida...
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entenderse. Me refiero al enfoque de laboratorio o cuantitativo, cuyo objetivo es
evaluar el número de elementos almacenados en la memoria, y al enfoque
naturalista/ecológico o cualitativo, cuyo objetivo es evaluar la exactitud o la fidelidad
de la representación del pasado.
4) La consolidación de un área de investigación que, si bien no es
completamente nueva, representa el reconocimiento oficial –en el seno del núcleo
duro de la psicología experimental– de la pertinencia, de la legitimidad epistémica
.C
y del rigor metodológico de la investigación de un tipo de memoria que, como
señala Brewer (1996), abarca un dominio natural y que, mayoritariamente, es
llamada memoria autobiográfica. Esta observación adquiere una especial
relevancia si tenemos en cuenta que, si bien la importancia y el estudio de los
DD
recuerdos personales han estado presentes en la psicología desde sus inicios
como disciplina (e.g., Galton, Freud, Henri y Henri, Hall, entre otros), no sería
hasta la década de 1980 cuando la memoria autobiográfica empieza a ser
estudiada de un modo continuado y sistemático. La razón principal de tal
ausencia, durante la mayor parte del siglo XX, en los programas de investigación
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entiende que la ciencia de la memoria tiene que ser capaz de investigar con el
mismo rigor cualquier fenómeno de memoria en el laboratorio y en la vida
cotidiana.
Naturalmente, entre estos cuatro factores existe una relación causal, que se
manifiesta tanto desde una perspectiva ontológica y/o epistemológica como desde
una perspectiva temporal o histórica. No considero oportuno detenerme en los
detalles de esta observación, pero resulta bastante patente que el reconocido
estatus científico del que actualmente goza la investigación de la memoria
autobiográfica no hubiese sido posible sin el reconocimiento previo por parte de
los neurocientíficos cognitivos de la existencia de diferentes tipos de memoria.
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desplazada por la evidencia irrefutable de que ésta consiste, en realidad, en una
colección de diferentes sistemas con manifestaciones propias en los dominios
conductual, cognitivo y cerebral. Aunque existen distintas taxonomías de la
memoria, creo que la propuesta por Schacter y Tulving (1994) es la que ofrece
mayor cobertura teórica a los datos empíricos disponibles. En su clasificación,
estos autores distinguen un sistema a corto plazo o memoria operativa, y cuatro
sistemas de memoria a largo plazo: la memoria de procedimientos (o
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procedimental), el sistema de representación perceptiva, la memoria semántica y
la memoria de episodios o episódica4. Para nuestros objetivos resulta
especialmente pertinente detenernos en la definición de los dos últimos sistemas
mencionados, y, de un modo especial, en la memoria episódica5.
DD
Hace casi treinta años, Tulving (1972) distinguió por primera vez entre una
memoria semántica y una memoria episódica6. La memoria semántica es el
sistema encargado de la adquisición, retención y utilización de conocimiento
acerca del mundo en el sentido más amplio, esto es, hechos y conceptos. La
memoria episódica haría lo propio con la información relativa a los sucesos
LA
se encuentran expuestas con bastante detalle en varios de mis trabajos anteriores (e.g., Ruiz
Vargas, 1994, 2000, 2002b).
6 La validez de esta distinción ha sido intensamente debatida en el seno de la psicología cognitiva
durante muchos años, y puede decirse que hasta el surgimiento de la neurociencia cognitiva de la
memoria dicho debate se ha mantenido más o menos abierto. Durante todos esos años, se han ido
acumulando las pruebas a favor de la propuesta de Tulving, al tiempo que él mismo ha ido
modificando y refinando ambos conceptos.
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inmediatamente, que sí y además con absoluta claridad. La razón es que la clave
de recuperación que se me ha proporcionado en el primer caso (“el 23 de
Noviembre de 1963”) no forma parte del recuerdo que guardo de aquel día,
mientras que la clave segunda (“el día que asesinaron a Kennedy”) forma parte del
núcleo de mi recuerdo de aquel suceso8.
A diferencia de la memoria episódica, la memoria semántica no representa
información alguna relativa al contexto espacio/temporal en el que se ha producido
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la adquisición. Las representaciones semánticas constituyen el conocimiento
general de los individuos que puede ser descrito en forma de proposiciones.
Gracias a este sistema, las personas podemos representar estados, objetos y
relaciones entre unos y otros sin necesidad de que estén presentes físicamente.
DD
Por eso, Tulving considera que la representación estructurada del conocimiento
semántico tiene como función principal el modelado cognitivo del mundo.
A pesar de sus diferencias, la memoria episódica y la memoria semántica
están estrechamente relacionadas. Así, desde una perspectiva evolucionista, el
sistema de memoria episódica se ha desarrollado a partir de la memoria
LA
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treinta años” (Tulving, 1999a, 12). Por otro, en la singularidad de la memoria
episódica, puesta de manifiesto básicamente a través de dos características
absolutamente exclusivas de este sistema; a saber, (1) que es el único orientado
hacia el pasado: la recuperación episódica significa viajar mentalmente hacia atrás
por el pasado personal a través del tiempo subjetivo (todos los demás sistemas de
aprendizaje y memoria están orientados al presente), y (2) que la evocación o
rememoración episódica va acompañada de “conciencia autonoética”, es decir, la
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experiencia consciente de sí-mismo como una entidad continua a través del
tiempo, que permite darse cuenta de que el yo que reexperimenta ahora un
episodio del pasado personal es el mismo yo9 que experimentó ese episodio en un
tiempo anterior (Wheeler, Stuss y Tulving, 1997). Como muy sabiamente señalan
DD
Tulving y Lepage, gracias a la conciencia autonoética podemos distinguir entre
“estar pensando en algo” y “estar rememorando”. Lo sustancial y único de la
memoria episódica estaría, por tanto, en esa sensación consciente de pasado; es
decir, en el sentimiento subjetivo de que, en la experiencia que se revive en el
momento presente, una persona está re-experimentando algo que sucedió
LA
9 Según la “teoría del sujeto” de Castilla del Pino (1999), “el yo” en este contexto sería “el meta-yo”
o, más propiamente, “el sujeto” (“el sistema del organismo mediante el cual se construyen yoes
adecuados” para actuar en las diferentes situaciones de la vida cotidiana). Debe quedar claro que
no tengo inconveniente alguno en sustituir en mi sentencia “el yo” por “el sujeto”. De hecho, en
psicología experimental se ha utilizado tradicionalmente el término “sujeto” para evitar las
complicaciones epistemológicas que conllevaría el término “yo”. No obstante, he preferido expresar
la idea de conciencia autonoética en términos del “yo” para demostrar hasta qué punto ha
evolucionado la teoría de la memoria de Tulving y de todos los que nos sentimos identificados con
sus postulados básicos.
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equivalentes.
En este punto, considero absolutamente necesario resaltar el hecho de la
evolución del pensamiento de Tulving, en los últimos treinta años, respecto a su
concepción de la memoria episódica, tal y como ha quedado de manifiesto en los
párrafos anteriores. Sobre todo, porque los investigadores actuales de la “memoria
autobiográfica” siguen pegados a la definición tulvingiana de 1972, y, en
consecuencia, continúan pensando que la “memoria episódica” parece referirse
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más al recuerdo de listas de palabras en un contexto de laboratorio de aprendizaje
verbal que al recuerdo personal de las experiencias de la vida cotidiana. Esa
limitación conceptual tan primitiva les ha llevado, en su opinión, a tener que
introducir numerosas distinciones conceptuales entre memoria episódica y, por
DD
ejemplo, memoria genérica, memoria de eventos, memoria genérica de eventos,
memoria autobiográfica, memoria recolectora, etcétera, etcétera (cf. Brewer,
1996). En general, lo que estos investigadores vienen a proponer es que la
memoria episódica –entendida como la memoria de los hechos específicos que
ocurren en un momento y en un lugar específicos– sea considerada como una
LA
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4. Características de los recuerdos autobiográficos
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información relacionada con el yo10. William James (1890) señaló que para que un
evento mental sea experimentado como un recuerdo personal éste debe, en
primer lugar, referirse al pasado y, segundo, estar asociado con la sensación de
yo, es decir, debe estar incluido en el pasado personal del sujeto. Modernamente,
DD
son muchos los investigadores que definen estos recuerdos en términos de
“información relacionada con el yo” (Brewer, 1986). Lo cual significa que el
contenido de estos recuerdos es una combinación de informaciones relativas a
lugares, momentos, personas, objetos, sentimientos, creencias, actitudes,
prejuicios, y todo aquello involucrado en la actuación de las personas. A este
LA
10 Una definición operativa del yo –y que ha permitido que éste sea objeto de estudio de la
psicología empírica– es la que lo considera como una “organización de conocimiento”. Greenwald y
Pratkanis (1984) lo han descrito como una estructura de conocimiento que combina componentes
declarativos y procedimentales, lo que ha favorecido las conceptualizaciones estructurales del yo
como un “esquema actitudinal complejo” o como “una red de memoria”. Para los propósitos de este
trabajo, resulta interesante destacar que las revisiones históricas sobre el yo ponen de manifiesto
la idea dominante de que el yo y la memoria son dos caras de la misma moneda.
11 Puede verse, en este sentido, la reciente y magnífica revisión en castellano de Suengas (2000)
Estos y otros autores (e.g., Bruner y Feldman, 1996) han insistido igualmente
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en cómo el discurso empleado influye en lo que se evoca y cómo se evoca. Es un
hecho constatado que la misma persona recuerda el mismo episodio de modo
diferente cuando escribe su autobiografía, cuando lo cuenta a un grupo de
extraños, cuando lo rememora con un amigo íntimo, o cuando lo evoca a través de
un diálogo interno (cf. Tenney, 1989; Pillemer et al., 1991; Robinson, 1996). En
definitiva, las convenciones sociales de la escritura o del habla autobiográfica, el
papel de la audiencia, los supuestos sobre el uso del lenguaje en las
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conversaciones, el ajuste del significado al contexto, y la relación social entre el
hablante y su audiencia representan un conjunto de factores que determinan tanto
la forma como el contenido de los recuerdos autobiográficos.
Por otro lado, la naturaleza social de los recuerdos autobiográficos supone que
DD
los individuos tenemos que aprender a narrar o a contar las historias que vivimos.
Un grupo importante de psicólogas evolutivas de la City University of New York,
lideradas por Katherine Nelson, llevan varios años aportando datos muy
interesantes sobre el desarrollo de las habilidades narrativas de los niños para
hablar a otras personas de sus recuerdos. Entre sus hallazgos destaca el papel
LA
básico desempeñado por los padres y, muy especialmente, los estilos que éstos
adoptan cuando hablan del pasado con sus propios hijos. En este sentido, resulta
muy sugerente la distinción establecida por Minda Tessler entre madres de “estilo
paradigmático” y madres de “estilo narrativo12”. Las primeras se caracterizan por
plantear a sus hijos preguntas del tipo “¿Qué tiene la ardilla en la boca?”, mientras
que las “madres narrativas” hacen preguntas relacionadas con el episodio, como
FI
por ejemplo, “¿Viste cómo la ardilla enterraba la nuez para poder encontrarla y
comérsela cuando llegue el invierno?”. A partir de esta distinción, esta
investigadora ha descubierto que los hijos de madres narrativas recuerdan
significativamente más que los hijos de madres paradigmáticas. Y lo que parece
más importante, Tessler descubre también que ningún niño de los participantes en
uno de sus estudios –el que incluía la visita a un museo– recordaba nada de la
experiencia del museo si después de la visita no habían hablado de ello con sus
madres. Hasta tal punto eran así las cosas, que los niños sólo recordaban lo que
su madre y cada uno de ellos habían hablado juntos, y eran incapaces de recordar
nada de lo que su madre hubiese hablado sola acerca del museo y nada de lo que
cada uno de ellos hubiese comentado a solas. Estos hallazgos han sido replicados
12 Los términos “paradigmático” y “narrativo” fueron introducidos por Bruner (1986) para distinguir
entre estilos de organización cognitiva. Las características específicas del estilo paradigmático son
la denominación y la focalización en los atributos de los objetos, mientras que las características
del estilo narrativo incluyen las perspectivas de tiempo, intencionalidad, causalidad y evaluación.
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conversaciones sobre eventos pasados entre la madre (o los padres) y el niño o la
niña y, en consecuencia, a organizar sus recuerdos narrativamente13.
Una cuestión no resuelta todavía entre los teóricos es si los recuerdos
autobiográficos se almacenan como narraciones o si la estructura narrativa se
impone posteriormente durante la recuperación. Teniendo en cuenta el
conocimiento actual sobre la dinámica de la memoria y su naturaleza constructiva
y reconstructiva, yo me inclino a pensar que los recuerdos de las experiencias de
.C
la vida sólo se organizan narrativamente si son recuperados, ya sea para contarlos
a otros o para contárnoslos a nosotros mismos. Por tanto, la experiencia se
convierte en narración a través de la recuperación.
DD
4.3. El papel de las imágenes mentales
13Los estudios de Tessler, cuyos resultados básicos proceden de su Tesis Doctoral, aparecen
comentados, junto con los de Hudson, en el trabajo de Nelson (1993). Para más detalles sobre “el
modelo de interacción social”, véase la revisión de Hudson (1990).
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subía, y arriba del todo sólo unos cristales como de invernadero separaban
el último rellano del cielo verde claro del anochecer. Yo solía resistirme y
arrastraba los pies o patinaba por la tersa superficie del piso de piedra,
obligando así a la suave mano que se apoyaba en mis riñones a que
empujara mi poco dispuesto esqueleto con indulgentes golpecitos (p.81).
.C
especialmente dramática, el componente imaginístico de los recuerdos
traumáticos. Existe una amplia literatura sobre supervivientes de episodios
traumáticos que confirma que estas personas reexperimentan los traumas de una
forma especialmente clara e intensa. Por ejemplo, la psiquiatra estadounidense
DD
Lenore Terr (1990) ha observado que las víctimas de traumas psíquicos sufren
una “propensión imparable a ‘ver’ sus traumas” casi constantemente:
Las imágenes son igualmente una parte muy sobresaliente de los recuerdos
de situaciones menos extremas que las anteriores aunque también
emocionalmente intensas. Un ejemplo prototípico lo encontramos en los llamados
“recuerdos fotográficos” (flashbulb memories), un tipo de recuerdos muy vivos,
muy exactos y muy duraderos, cuyo contenido mantiene de forma “casi
fotográfica” la mayor parte de los detalles sobre las circunstancias en las que nos
14 Desde hace bastantes décadas, se sabe que el pasado personal puede ser evocado desde dos
perspectivas o puntos de vista, la del participante y la del observador (cf. Freud, 1899). Nigro y
Neisser (1983) realizaron la primera investigación experimental sobre este fenómeno y
comprobaron que los “recuerdos de campo” (o del participante) eran más frecuentes que los
“recuerdos de observador”, aunque se puede cambiar con facilidad de un punto de vista a otro.
Además, observaron que las experiencias recientes tienden a ser evocadas desde la perspectiva
de campo, mientras que las más antiguas se evocan desde la perspectiva del observador; y, algo
más muy interesante, cuando los sujetos se centraban en los sentimientos asociados al episodio
aumentaban los recuerdos de campo, frente a un aumento de recuerdos de observador cuando se
centraban en el contexto físico. Para muchos teóricos, ésta es una prueba más de que una parte
importante de nuestra experiencia pasada es construida o inventada en el momento de la
evocación.
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empíricamente que los sujetos que asignaban niveles altos de confianza a sus
recuerdos autobiográficos demostraban tener recuerdos repletos de imágenes
visuales, mientras que los sujetos que mostraban poca confianza en sus
recuerdos decían tener pocas imágenes visuales de los mismos. En resumen, la
imaginería mental es una característica básica de los recuerdos autobiográficos.
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Sin duda alguna, la gente sabe que las experiencias cargadas de emociones
fuertes se recuerdan de un modo distinto a aquellas otras en las que la emoción o
los afectos apenas son visibles. Este convencimiento, sin embargo, se torna en
DD
problema, y en problema de dimensiones formidables, cuando los científicos de la
memoria tratan de determinar hasta qué punto y cómo las emociones influyen en
los recuerdos autobiográficos. En concreto, las dos cuestiones más espinosas y
controvertidas son las relativas a (1) el efecto real de las emociones sobre la
memoria, es decir, si la emoción aumenta o disminuye la fuerza de los recuerdos
LA
personales, y (2) si para explicar esos efectos hay que apelar a mecanismos
especiales. La resolución de estas dos cuestiones se ha buscado a través de la
investigación en tres ámbitos concretos: la memoria de los testigos presenciales,
los recuerdos fotográficos y los recuerdos de sucesos traumáticos.
Respecto a la primera cuestión, debemos tener presente el hecho paradójico y,
FI
Este problema, que no es otro que el del impacto real de la emoción sobre la
memoria, sigue abierto a la investigación y a la teorización; si bien, hallazgos
recientes sugieren que esta relación está determinada por interacciones muy
complejas entre muchas variables de muy distinta índole y cuya identificación y
mejor comprensión permitiría explicar el patrón antagónico descrito.
15 En una investigación propia sobre los recuerdos del 23-F y de la muerte de Franco, realizada y
publicada hace unos años, pude comprobar empíricamente que las especiales características de
los sucesos del 23-F generaron en la memoria de la mayoría de los españoles un recuerdo
especialmente vívido, claro y repleto de detalles; un recuerdo casi fotográfico del escenario en el
que estábamos cuando nos dieron aquella noticia, que parece haber quedado congelado en
nuestra memoria y que, además, parece inmune al olvido y al paso del tiempo (cf. Ruiz-Vargas,
1993).
OM
apuntan la posibilidad de que las situaciones traumáticas reducen la capacidad del
hipocampo para integrar (consolidar) los distintos componentes de los recuerdos
emocionales en un todo coherente. Esta consolidación defectuosa produciría unos
recuerdos traumáticos poco cohesionados y, consecuentemente, muy difíciles de
recuperar deliberadamente, lo que explicaría los casos de amnesia post-
traumática y, al mismo tiempo, el que sean recuerdos cuya recuperación queda a
merced de las claves situacionales (cf. McClelland, 1995; Krystal et al., 1995). Por
.C
otro lado, y en segundo lugar, el grupo de trabajo del neurobiólogo de la memoria
Larry Cahill16 está aportando datos muy sugerentes acerca de la importancia
crucial de los sistemas endógenos de las hormonas del estrés (especialmente, las
catecolaminas) y del complejo amigdalino (en particular, la amígdala basolateral)
DD
en la codificación y almacenamiento de los eventos emocionales. En resumen, lo
que estos últimos trabajos están mostrando es que las experiencias estresantes
liberan en el organismo diversas sustancias, unas con efectos potenciadores
sobre la memoria (e.g., la epinefrina) y otras con efectos inhibidores (e.g., los
opiáceos). Las condiciones en las que se liberan unas u otras es algo todavía no
LA
aclarado.
Estos descubrimientos, incluso en su estado actual no definitivo, parecerían
apuntar en la dirección de determinados mecanismos especiales (neuroquímicos y
de consolidación) que se activarían/inhibirían en situaciones emocionales fuertes;
sin embargo, esta sigue siendo una cuestión muy contradictoria todavía.
FI
5. Distribución temporal
OM
autobiográficos es pedir a las personas que rememoren distintos períodos de su
vida. En este sentido, un método de probada eficacia consiste en tomar muestras
de la memoria episódica de una manera nada restrictiva, como la que se produce
cuando al sujeto se le presentan unas palabras (llamadas “claves de
recuperación”), como, por ejemplo, “casa”, “orgullo”, “fuego” o “pájaro”, y se le pide
que nos cuente el primer recuerdo autobiográfico que le venga a la cabeza 18. Una
vez hechas las asociaciones, el propio sujeto debe fechar el episodio descrito en
.C
cada recuerdo. Siguiendo este procedimiento, distintos investigadores han
comprobado empíricamente que la fiabilidad test-retest del fechado es bastante
alta y, para el caso concreto de las personas que hacen un diario –en cuyo caso la
verificación es posible–, se ha demostrado que el fechado es muy preciso (cf.
DD
Rubin, 1982). Sin embargo, la fiabilidad del fechado no significa que los recuerdos
autobiográficos contengan representaciones directas del tiempo: estos recuerdos
contienen información sobre lugares, personas, objetos, acciones, pensamientos y
emociones, pero no sobre la fecha exacta de las experiencias. La edad 19 de los
recuerdos autobiográficos –salvo excepciones– no se establece sobre criterios
LA
17 Para una revisión actualizada y rigurosa sobre los efectos de la emoción sobre la memoria,
véase Schooler y Eich (2000).
18 El método de las “palabras clave” fue creado y utilizado por primera vez por Francis Galton
(1883) para describir y cuantificar los contenidos de su propia memoria. Dicho estudio, recogido en
su obra Inquiries into human faculty and its development (Londres: Macmillan), es considerado
como uno de los antecedentes del método de “asociación libre” utilizado unos años después por
Freud. Modernamente, en este tipo de investigaciones se utilizan como claves de recuperación
tanto materiales verbales como no verbales (cf. Rubin et al., 1986).
19 La edad de un recuerdo se define como el tiempo transcurrido desde que se produjo el evento
OM
diferentes estudios publicados.
.C
DD
LA
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su naturaleza se están produciendo en los últimos años en el seno de la psicología
de la memoria. Como ha señalado Fitzgerald (1996), el incremento de los
recuerdos autobiográficos del comienzo de la edad adulta es actualmente un
fenómeno bien replicado, aunque su explicación se mantiene abierta. En este
contexto empírico, merecen ser mencionados los siguientes hallazgos: (a) el “pico
de la reminiscencia”20 aparece, además de en situaciones de recuperación con
claves, en las narraciones libres de la vida (Fromholt y Larsen, 1991); (b) no se
.C
limita a la memoria episódica, sino que la reminiscencia se produce en todos los
ámbitos cognitivos: “lo que se aprende antes de llegar a la adultez es lo que mejor
se recuerda” (Rubin et al., 1998, 3); (c) el período vinculado a la reminiscencia (15-
25 años de edad) tiende a ser identificado por los adultos como “su época” y en
DD
ella colocan su música favorita, los libros más apreciados o influyentes, las
películas favoritas, etc. (cf. Sehulster, 1996); (d) investigaciones psicosociológicas
han constatado que las personas tienden a recordar los sucesos políticos
nacionales e internacionales, que ocurrieron cuando tenían entre 16 y 24 años de
edad, como “especialmente importantes”, influyentes, significativos y formativos,
LA
hipótesis del cambio cognitivo, que postula que los sucesos de la adolescencia y
la juventud se recuerdan mejor porque se han vivido durante un período de
estabilidad cognitiva tras un período de cambio rápido21.
OM
aunque no de todos, los primeros años de su infancia hasta el séptimo o el
octavo (...) de los que nada hemos retenido en nuestra memoria, fuera de
algunos incomprensibles recuerdos fragmentarios. (...) ¿Por qué razón
permanece tan retrasada nuestra memoria con respecto a nuestras demás
actividades anímicas, cuando tenemos fundados motivos para suponer que
en ninguna otra época es esta facultad tan apta como en los años de la
infancia para recoger las impresiones y reproducirlas luego? (...) No puede
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existir, por tanto, una real desaparición de las impresiones infantiles; debe
más bien tratarse de una amnesia análoga a aquella que comprobamos en
los neuróticos (...) y que consiste en una mera exclusión de la conciencia
(represión). (pp. 41-42)22
DD
Como se puede apreciar, Freud no sólo llamó la atención sobre el
fenómeno sino que lo atribuyó a los efectos de la represión. Desde finales del siglo
XIX, se han realizado numerosas investigaciones con una cierta variedad de
métodos y, aunque la mayor parte se han llevado a cabo con adultos, todas ellas
LA
significa que la llamada amnesia infantil se acabe a esa edad, porque, como han
constatado empíricamente estos autores, en realidad, la amnesia infantil abarca
dos fases. La primera, que se extendería hasta los 3 años aproximadamente,
implica un bloqueo prácticamente total de recuerdos, y la segunda, que iría de los
3 a los 6 años, aunque incluye algunos recuerdos, sigue presentando una escasez
22 Esta cita procede de la edición de bolsillo publicada por Alianza Editorial (Madrid, 1972) con el
título genérico de Tres ensayos sobre teoría sexual.
23 Durante más de 5 años, he recogido material sobre “el recuerdo más antiguo” con mis alumnos
de la asignatura “Psicología de la memoria”. Sobre una muestra que se acerca al millar de sujetos,
he confirmado que los 3½ años es la fecha en la que sitúan su primer recuerdo el 80-85% de los
participantes.
OM
pasado guiados por los padres (recuérdese lo expuesto en el apartado sobre
“estructura narrativa” de los recuerdos autobiográficos). De todas estas propuestas,
sólo las dos últimas están recibiendo apoyo empírico; las cuatro primeras han sido
invalidadas por los datos disponibles24.
.C
La cuestión de la organización de los recuerdos personales ha sido abordada por
un elevado número de investigadores y todos ellos coinciden en que este tipo de
recuerdos están organizados en diferentes niveles de especificidad. Aunque resulte
sorprendente, la extraordinaria complejidad, variedad y casi ilimitada cantidad de
DD
recuerdos en los que está contenida la historia de cada persona se ajustan siempre
a una estructura bien definida.
Siguiendo la propuesta de Martin Conway (e.g., Conway y Rubin, 1993; Conway
y Pleydell-Pearce, 2000), todo recuerdo autobiográfico contiene tres tipos de
conocimiento organizados jerárquicamente: períodos de la vida, acontecimientos
LA
24Los trabajos de Nelson (1993) y Perner (2000) se hacen eco de estas propuestas y de su poder
explicativo.
OM
forme parte de un sistema de memoria distinto al episódico (dadas las características
de este tipo de conocimiento específico de eventos, los investigadores consideran
que es compatible con el “sistema de representación perceptiva”).
Por otro lado, y como parece obvio, cada uno de los tres tipos de conocimiento
autobiográfico cumple una función determinada. En concreto, los acontecimientos
generales parecen ser los puntos naturales para iniciar un recuerdo autobiográfico,
mientras que el conocimiento autobiográfico almacenado en los períodos de la vida
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proporcionaría las claves para recuperar conocimiento relativo a acontecimientos
generales y el conocimiento específico de episodios individuales.
¿Cómo se construye un recuerdo autobiográfico? En términos generales, la
construcción de un recuerdo implica el establecimiento de un patrón estable de
DD
activación en la base de conocimiento autobiográfico y la intervención de los
procesos centrales de control en la recuperación. Brevemente, el proceso de
construcción incluiría una serie de fases con tres momentos críticos: acceso,
búsqueda y verificación. Así, y de acuerdo con este modelo, todo comienza siempre
con una clave (externa o interna) que proporciona el acceso a la base de
LA
cada vez se accede con una clave nueva o con la clave anterior modificada. Por
tanto, el proceso de construcción de un recuerdo autobiográfico es un proceso cíclico
que implica la localización y recuperación de los recuerdos por “aproximaciones
sucesivas”. Según se desprende de lo expuesto, el éxito en la recuperación de
recuerdos autobiográficos depende de un modo crucial de dos factores: (1) contar
OM
papel decisivo del pasado y del presente en dicha construcción, aparece recogida en
el concepto de “ecforia sinergística” de Tulving (1976), que expresa y enfatiza la idea
de que el resultado de un acto de memoria depende críticamente no sólo de la
información contenida en el engrama sino también de la información proporcionada
por el ambiente de recuperación o las claves de recuperación. Me interesa recalcar
estas coincidencias porque, fundamentalmente, son pruebas de confirmación teórica
y empírica de algunos principios esenciales para entender la naturaleza de los
.C
recuerdos y, de un modo muy especial, los recuerdos autobiográficos, como
veremos a continuación.
OM
macroestructuras como marcos, guiones y esquemas, los cuales obran y reobran de
forma decisiva sobre la configuración, construcción y reconstrucción en nuestra
memoria de los efectos de las experiencias pasadas. Asimismo, la investigación
experimental ha comprobado que la propia dinámica de estos procesos está
influenciada por variables tales como las voliciones del sujeto, la profundidad de
los análisis perceptivos, el conocimiento previo, el contexto, las claves de
recuperación, los procesos de búsqueda, las imágenes mentales, la toma de
.C
decisiones, y otras.
Los estudios de laboratorio certifican, por tanto, que la memoria humana,
además de ser de una complejidad sorprendente, es extremadamente poderosa
para la adquisición y mantenimiento de todo tipo de información, y, en condiciones
DD
óptimas de disposición de claves de recuperación adecuadas, es asimismo de una
alta precisión y eficacia para recuperar sus contenidos. Todo lo cual no significa,
en absoluto, negar u olvidar que, con más frecuencia de la deseada, no podemos
acceder y recuperar informaciones concretas. Pero este hecho cotidiano de
relativa frecuencia no puede en modo alguno justificar la posición de aquéllos que
LA
OM
emociones.
Siguiendo la lógica del principio de codificación específica, los psicólogos de la
memoria consideramos que el olvido o el recuerdo fragmentado e incompleto de
episodios autobiográficos no significa realmente pérdida de información relativa a
dicho episodio sino, básicamente, el no disponer en el momento preciso de las
claves adecuadas. No me cabe la menor duda de que todos sabemos por
experiencia –porque lo hemos vivido muchas veces– que, en muchos de los casos
.C
en que nos rendimos ante la imposibilidad momentánea de recordar un episodio
que nuestro interlocutor nos trata de recordar, y decimos, “Lo siento, no insistas,
no me acuerdo, ...se me ha olvidado”, posteriormente –lo que pueden ser minutos,
horas, días o más–, puede aparecer en nuestra conciencia a pesar de que antes lo
DD
dimos por olvidado. Situaciones de la vida cotidiana, como la anterior, apoyan lo
que en el laboratorio hace años que demostraron los psicólogos de la memoria: la
mayor parte de los olvidos cotidianos de las personas sanas representan fallos
para acceder a la información, por falta de claves adecuadas, y no pérdida o
eliminación real de recuerdos concretos.
LA
26 Este ejemplo forma parte de una entrevista formal realizada por mí como parte de un protocolo
de evaluación de la memoria.
27 Existe traducción castellana con el título Recordar (Madrid: Alianza, 1995).
OM
acontecimientos y, lo más relevante, el contenido de la historia se iba
distorsionando hasta hacerse cada vez más compatible con las experiencias
culturales de dichos sujetos. A partir de estos resultados, Bartlett llegó a la
conclusión de que los recuerdos son reconstrucciones de eventos vividos que
están fuertemente influenciadas por estructuras preexistentes de conocimiento o
esquemas. Con otras palabras, el recuerdo es un proceso esquemático, en el
sentido de que la gente interpreta los estímulos a través de un conjunto de
.C
modelos (o esquemas) que tienen su origen en la experiencia vivida. En
consecuencia, cuando el material que se presenta a un sujeto no es consistente
con su modelo de mundo o con sus esquemas, éste lo interpreta en función de
éstos. Por tanto, lo que se retiene en la memoria es una versión esquematizada
DD
del material original, que se utilizará, en el momento del recuerdo, para reconstruir
la experiencia vivida.
Análisis experimentales posteriores, han confirmado las ideas de Bartlett.
Por ejemplo, John Bransford y su equipo de la Universidad de Vanderbilt (EE.UU.)
demostraron que cuando las personas oyen o leen oraciones, pasajes e historias,
LA
28 Información más detallada sobre estos estudios se encuentra en Ruiz-Vargas (1991, cap. 1).
OM
En mi opinión, este sencillo hallazgo nos proporciona muchas pistas acerca
de la exactitud o el grado de fidelidad de los recuerdos autobiográficos. Porque,
como resulta evidente, el recuerdo anterior no sólo no es exacto, sino que
contiene diversos errores (que comentaré más adelante). Pero, ¿significa eso que
el recuerdo anterior no es verídico, incluso que es falso o, por el contrario, hay
algo en él que se mantiene inalterable a pesar de sus errores? ¿Podemos colegir
.C
de este caso y de las ideas anteriores que todos los recuerdos autobiográficos han
de ser inexactos? ¿Los errores o inexactitudes de los recuerdos autobiográficos
los convierten en falsos? ¿Tiene sentido hablar de “verdad” en este contexto?
¿Los errores de los recuerdos autobiográficos se ajustan a un mismo y único
DD
patrón de reglas?... Si encontramos respuestas sólidas a estas preguntas,
probablemente habremos avanzado bastante en nuestra comprensión de los
recuerdos personales.
29 Ibidem.
OM
una mente no la interpreta. Por eso, los psicólogos de la memoria insistimos en
que lo que guardamos en nuestras memorias son las experiencias de los
acontecimientos, no copias de tales acontecimientos. Carlos Castilla del Pino
refleja inequívocamente esta idea cuando, en las primeras páginas de su Pretérito
imperfecto, nos dice:
.C
necesidad de contrastarlos. Cuando lo intenté, comprobé que cada uno de
los que participamos en la misma situación la experimentamos de una
manera singular (en el supuesto de que la realidad aprehendida por todos
fuera la misma). Expongo, pues, “mi” experiencia y así, sólo así, debe ser
DD
aceptada (p. 13).
OM
Buñuel tiene de la boda de su amigo Paul Nizan y que dice haber contado
“durante mucho tiempo” a sus amigos:
.C
de agnósticos, nunca se hubieran casado por la Iglesia. Totalmente
inimaginable. Entonces, ¿había yo transformado un recuerdo? ¿Se trataba
de un recuerdo inventado? ¿De una confusión? ¿Puse un marco familiar de
iglesia a una escena que alguien me describió? Todavía no lo sé (op. cit., p.
DD
11).
conclusión alguna.
Marcia K. Johnson, Profesora de Psicología en la Universidad de Princeton,
y figura destacada en la investigación de la memoria, rememora en uno de sus
trabajos el siguiente recuerdo:
Marcia Johnson añade que, cuando terminó de contar la historia, sus padres se
rieron y le dijeron que la historia no había sucedido realmente así, sobre todo en lo
OM
referente a la segunda parte de la misma, cuando –según recuerda Johnson– su
hermana va a por agua a una granja. Es decir, que, efectivamente, una vez
hicieron aquel viaje por el valle de San Joaquín, que era época de sequía, que
pincharon y que el padre tuvo que ir a una gasolinera a reparar el neumático,
mientras los demás miembros de la familia se quedaron en el coche, y que la
hermana de Marcia se quejó mucho del calor que hacía, pero que nadie fue a
buscar agua a parte alguna. Johnson argumenta que lo que pasó, entonces, fue
.C
que ella imaginó una solución al problema de la sed y dicha solución imaginada se
integró en el recuerdo de aquel suceso.
La cuestión a destacar en este caso es que, como en los casos anteriores, el
error integrado en el recuerdo no vulneró la esencia del suceso original, ni el
DD
conocimiento general acerca del mundo físico y social –parece natural que si hace
calor y se está en un paraje deshabitado alguien busque agua en alguna parte
para compartirla con los demás–, por lo que el recuerdo de la historia
experimentada incluyó algunos detalles falsos que, como también vimos antes, no
sólo no quebrantan su significado sino que le dan más fuerza: una familia tiene un
LA
incidente (el pinchazo de un neumático) que los deja tirados en medio del campo
con un calor espantoso y sin agua para beber.
Pero, además, hay que llamar la atención sobre otra cuestión particularmente
importante, y es que en éste, como en los demás recuerdos analizados y, según
parece, en buen número de recuerdos autobiográficos, las personas tienden a
FI
propio sujeto que recuerda, así como la del interlocutor, en la historia que cuenta;
esto es, aumentar la fidelidad de su recuerdo. Bell y Loftus (1989), dos grandes
expertos en memoria de testigos, han comprobado que los miembros de los
jurados utilizan la presencia de detalles irrelevantes en los informes de los testigos
como prueba de la exactitud de la memoria de estos últimos. En definitiva, existe
abundante evidencia empírica que avala la idea de que los recuerdos que
contienen detalles sin importancia son recuerdos especialmente fiables y precisos.
Podría seguir comentando más ejemplos, pero los expuestos nos permiten
apoyar las conclusiones que los investigadores actuales mantienen respecto a la
precisión de los recuerdos autobiográficos; a saber:
OM
aumentar nuestra confianza en la fidelidad de tales recuerdos.
(e) Las inexactitudes de los recuerdos autobiográficos generalmente son
triviales y no vulneran el significado del episodio recordado.
(f) Las inexactitudes de los recuerdos autobiográficos no les restan veracidad,
porque la verdad de la memoria está mediada por el sentido del Yo, que
interpreta y reconstruye honestamente su pasado. Precisamente, la
reconstrucción sincera de los recuerdos autobiográficos –como señala
.C
Barclay (1988)– es la que confiere “verdad” a los recuerdos.
32 Para evidencia empírica en apoyo de la gran exactitud de los recuerdos autobiográficos, véase la
revisión de Brewer (1996) y los estudios basados en diarios (e.g., Linton, 1978; Wagenaar, 1986;
Thompson et al., 1996).
33 La aceptación implícita de este compromiso es la idea básica del llamado “pacto autobiográfico”
(Lejeune, 1975).
Y nuestro Luis Buñuel cierra sus consideraciones sobre “la memoria” (Capítulo
1 de su autobiografía Mi último suspiro) confesándonos que:
OM
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