La Teología Bíblica y La Adoración

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La teología bíblica y la
adoración colectiva Bobby Jamieson

¿Qué estamos haciendo exactamente cuando nos reunimos como iglesias para adorar?
Y ¿có mo sabemos lo que debemos hacer en esas reuniones semanales?

Naturalmente, los cristianos evangé licos van a la Escritura para obtener orientació n
sobre estas preguntas, pero ¿dó nde en las Escrituras está lo que buscamos? Hay mucho
acerca de la adoració n en el Antiguo Testamento – acerca de oraciones y sacrificios
y coros y cı́mbalos y mucho má s. Pero ¿realmente todo ese material se aplica
a las reuniones de creyentes del nuevo pacto?

Lo que necesitamos con el fin de responder a estas preguntas es una teologı́a bı́blica
de la adoració n.1 La teologı́a bı́blica es la disciplina que nos ayuda a rastrear tanto
la unidad como la diversidad, la continuidad y la discontinuidad, dentro de la extensa
trama de la Escritura.

1 Para una teologı́a bı́blica de la adoració n que ha influenciado profundamente mi enfoque aquı́ vé ase: David Peterson,
En la presencia de Dios: una teología bíblica de la adoración (Andamio, 2003).

En este artı́culo voy a esbozar, muy brevemente, una teologı́a bı́blica de la adoració n
colectiva. Cuatro pasos nos llevará n allı́: (1) la adoració n colectiva en el Antiguo
Testamento; (2) el cumplimiento en Cristo; (3) la adoració n colectiva en el Nuevo
Testamento; y (4) la lectura de toda la Biblia para la adoració n colectiva.

1 - Adoración colectiva en el Antiguo Testamento

Desde que el pueblo de Dios fue desterrado de su presencia despué s de la caı́da


en Gé nesis 3, Dios ha estado obrando para traerlos de nuevo a sı́ mismo.2 Ası́ que cuando
Israel sufrió en cautiverio en Egipto, Dios los rescató , no só lo para que estuvieran libres
de opresió n, sino para que lo adoraran en su presencia (Ex. 3:12, 18). Dios guió
a su pueblo fuera de Egipto y los llevó a su propia morada (Ex. 15:13, 17).

2 Para una introducció n bá sica al trama de las Escrituras que utiliza el tema de Dios reuniendo a su pueblo como una lente
primaria vé ase: Christopher Ash, Remaking a Broken World: A Fresh Look at the Bible Storyline [Recreando un mundo fracturado:
una mirada fresca a la narrativa de la BIblia] (Milton Keynes, UK: Authentic, 2010).

¿Dó nde está esa morada? Al principio, es el taberná culo, la tienda elaborada en la que
los sacerdotes ofrecı́an sacrificios por los pecados e impurezas de la gente. Leemos
en EY xodo 29: 44-46: «Y santificaré el taberná culo de reunió n y el altar; santificaré asimismo a Aaró n
y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerá n
que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios».
2

La meta de Dios con el é xodo era habitar en medio de su pueblo, y lo hace por medio
del lugar santo (taberná culo) y las personas (sacerdocio) que el escogió
para ese propó sito.

Cuando Dios sacó a Israel de Egipto, se los llevó a sı́ mismo como su pueblo. Y la forma
en que confirma esta nueva relació n con Israel es haciendo un pacto con ellos,
a menudo llamado el «pacto Mosaico». En EY xodo 19, el Señ or le recuerda a la gente
lo que ha hecho por ellos al rescatarlos de Egipto y les promete que si obedecen
los té rminos de su pacto, ellos será n su tesoro (Ex. 19:1-6).

El Señ or confirmó este pacto con el pueblo en EY xodo 24, y todas las leyes de EY xodo,
Levı́tico, Nú meros y Deuteronomio encarnan los té rminos de este pacto. Todos estos
detalles especifican có mo el pueblo de Dios ha de vivir con Dios y entre sı́ mismo
dentro de este pacto especı́fico que Dios ha hecho con ellos.

Ası́ que los sacrificios detallados y rituales de purificació n descritos en Levı́tico


son un medio de reparació n de las violaciones en la comunió n del pacto. El culto
mantiene el pacto. Un puñ ado de veces al añ o a todos los israelitas se les ordenaba
que se reunieran ante el Señ or en su taberná culo, para las fiestas de la Pascua, primicias,
y ası́ sucesivamente (Lv. 23). Aparte de estas fiestas, el ofrecimiento regular
de sacrificios se llevaba a cabo por los sacerdotes, y los individuos israelitas
iban al taberná culo (y má s tarde al templo) só lo cuando necesitaban ofrecer
un sacrificio especı́fico por el pecado o impureza.

En otras palabras, para Israel, la adoració n colectiva era una ocasió n especial,
pocas veces al añ o. La adoració n, entendida como la devoció n exclusiva al Señ or,
era algo que los israelitas estaban llamados a practicar durante todo el dı́a
(Dt. 6:13-15). Pero en el sentido de tener acceso ı́ntimo a la presencia de Dios,
la adoració n estaba restringida a determinadas personas, lugares y momentos.
Dios habitó entre su pueblo, sı́, pero esa presencia se limitaba al taberná culo
y era custodiada por los sacerdotes.

2 - Cumplimiento en Cristo

El momento crucial en la trama de la Escritura es la encarnació n de Dios el Hijo, nuestro


Señ or Jesu- cristo. Todas las promesas de Dios se cumplen en é l (2 Co. 1:20). Todos los
tipos en el Antiguo Testamento – las instituciones del sacerdocio, el templo y la
monarquı́a, los acontecimientos del é xodo, el exilio y el retorno – en- cuentran su
cumplimiento en é l. Ası́ que para entender la teologı́a de la adoració n de toda la Biblia,
tenemos que entender có mo Jesú s cumple y transforma la adoració n del pacto Mosaico.
El taberná culo, y má s tarde el templo, era donde Dios manifestaba su presencia entre
su pueblo; Jesú s cumple y por lo tanto reemplaza estas estructuras del viejo pacto.
Juan nos dice que la Palabra se hizo carne y – literalmente – hizo su taberná culo entre
nosotros (Jn. 1:14). Jesú s prometió : «Destruid este templo, y en tres dı́as lo levantaré »
3

(Jn. 2:20). En otras palabras, el cuerpo de Jesú s es ahora el templo, el lugar donde Dios
se encuentra con su pueblo, manifiesta su presencia y lidia con su pecado (Jn. 2:21-22)
Es por eso que Jesú s puede decir que la hora viene cuando los verdaderos adoradores
ya no necesitará n adorar en Jerusalé n, sino que adorará n en espı́ritu y en verdad
(Jn. 4:21-24).

Jesú s cumple y reemplaza el templo terrenal de Jerusalé n. EY l ahora es el «lugar»


donde los verdaderos adoradores adoran a Dios.3

3 Para má s informació n sobre la trayectoria del templo a travé s de todo el canon vé ase: G. K. Beale: The Temple and the Church’s
Mission: A Biblical Theology of the Dwelling Place of God, New Studies in Biblical Theology 17 [El templo y la mission de la iglesia:
una teología bíblica de la morada de Dios, Nuevos estudios en teologı́a bı́blica 17] (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2004).

Jesú s tambié n cumple y reemplaza todo el sistema de sacrificios asociados


con el pac- to Mosaico y su taberná culo y templo. Hebreos nos dice que, a diferencia
de los sacerdotes que tenı́an que ofrecer sacrificios diarios, Jesú s expió los pecados
del pueblo «una vez para siempre, ofrecié ndose a sı́ mismo» (He. 7:27).
La ú nica ofrenda de Jesú s de sı́ mismo no só lo purifica la carne como los sacrificios
del antiguo pacto, sino que purifica nuestra conciencia, renová ndonos interiormente
(He. 9:13-14). Debido a que Jesú s ha perfeccionado su pueblo con una sola ofrenda,
ya no hay necesidad ni lugar para la ofrenda de toros y cabras (He. 10:1-4, 10, 11-18).

Jesú s cumple y reemplaza los sacrificios levı́ticos. Su sangre ahora asegura nuestra
redenció n eterna (He. 9:12).

Podrı́a seguir con este tema por horas y horas. El punto es que la obra salvadora
de Jesú s marca el comienzo de un cambio radical en la manera en que Dios se relaciona
con su pueblo. El nuevo pacto que Jesú s inaugura hace que el antiguo – el pacto que Dios
hizo en el Sinaı́, a travé s de Moisé s – sea obsoleto (He. 8:6-7, 13). Ahora,
Dios ha perdonado el pecado de su pueblo por medio de la fe en el sacrificio de Jesú s.
Ahora, el pueblo de Dios experimenta su clemente presencia por la fe en Cristo
y la morada del Espı́ritu. Ahora, todo el pueblo de Dios tiene acceso ı́ntimo a Dios
(He. 4:16, 10:19- 22), no só lo un pequeñ o nú mero de sacerdotes.

3 - Adoración colectiva en el Nuevo Testamento

¿Qué significa todo esto para la adoració n colectiva en la era del nuevo pacto?
Lo primero a destacar es que los té rminos del Antiguo Testamento para la adoració n
se han aplicado a la vida entera de los creyentes. En Romanos 12:1 Pablo escribe:
«Ası́ que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presenté is vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». Ahora
no ofrecemos animales como sacrificios, sino a nosotros mismos. La vida entera
del cristiano es un acto de servicio sacrificial a Dios. O pensemos en Hebreos 13:15
«Ası́ que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de é l [es decir, Jesú s], sacrificio
de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre».
4

La alabanza es nuestro sacrificio, y la ofrecemos continuamente, no só lo por una hora


en la mañ ana del domingo.

El fruto de labios que confiesan el nombre de Dios incluye canciones de alabanza,


pero tambié n mucho má s: confesar el evangelio en pú blico con valentı́a, hablar palabras
de verdad y amor a los demá s, traer cada palabra que decimos bajo el dominio de Cristo.
Esto significa que «adoració n» no es algo que hacemos principalmente en la iglesia
el domingo. Má s bien, la adoració n debe impregnar toda nuestra vida. Para el cristia-
no, el culto no se limita a los tiempos y lugares sagrados, porque estamos unidos
por fe a Cristo, quien es el templo de Dios, y estamos habitados por el Espı́ritu Santo,
que nos hace tanto individual como colectivamente el templo de Dios (1 Co. 3:16-17,
6:19; Ef. 2:22).

Entonces, ¿qué caracteriza a la adoració n colectiva en el nuevo pacto? La lectura


y la predicació n de las Escrituras (1 Ti. 4:14); cantar salmos, himnos y cá nticos
espirituales juntos (Ef. 5:18-19; Col. 3:16); orar (1 Ti. 2:1-2, 8); celebrar las ordenanzas
del bautismo y la Cena del Señ or (Mt. 28:19, 1 Co. 11:17-34) y estimularnos unos a otros
al amor y a las buenas obras (He. 10:24-25).

Una de las cosas má s sorprendentes acerca de la adoració n colectiva en el nuevo pacto
es el foco persistente en la edificació n de todo el cuerpo. Pablo escribe: «La palabra
de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñ á ndoos y exhortá ndoos unos a otros
en toda sabidurı́a, cantando con gracia en vuestros corazones al Señ or con salmos
e himnos y cá nticos espirituales» (Col. 3:16). Nos enseñ amos y exhortamos unos
a otros mientras cantamos al Señ or. A medida que alabamos a Dios, nos edificamos
el uno al otro. Pablo llega al punto de afirmar que todo en la asamblea reunida
debe hacerse con miras a la edificació n del cuerpo en Cristo (1 Co. 14:26).

Lo que es ú nico acerca de la reunió n semanal de la iglesia no es que es el momento


en que adoramos, sino que es el momento en que nos edificamos entre nosotros
adorando a Dios juntos.

Debido al nuevo pacto que Cristo inauguró , la adoració n colectiva en la nueva era
del pacto tiene un tejido completamente diferente de la adoració n colectiva bajo
el antiguo pacto. En lugar de un par de veces al añ o, la adoració n colectiva es ahora
semanal. En lugar de reunirse en el templo en Jerusalé n, los creyentes se reú nen
en iglesias locales dondequiera que viven. En lugar de que la presencia de Dios
esté restringida al lugar Santı́simo y custodiada por los sacerdotes, Dios ahora habita
en cada persona que pertenece a su pueblo por el Espı́ritu, y Cristo está presente
a su pueblo dondequiera que se reú nen (Mt. 18:20). En lugar de realizar
una elaborada serie de sacrificios y ofrendas, los cristianos se reú nen para escuchar
la Palabra, predicar la Palabra, orar la Palabra, cantar la Palabra y ver la Palabra
en las ordenanzas. Y todo esto apunta a la edificació n del cuerpo en amor para que todos
lleguemos a la madurez en Cristo (Ef. 4:11-16).

4 - La lectura de toda la Biblia para la adoración colectiva

Entonces, ¿có mo podemos mirar las Escrituras para enseñ arnos qué hacer
en la adoració n colectiva?

En primer lugar, creo que es importante afirmar que la Escritura, de hecho, nos ense-
ñ a lo que debemos hacer en las asambleas regulares de la iglesia. Recuerde que mien-
tras toda la vida es adoració n, la reunió n semanal de la iglesia ocupa un lugar especial
en la vida cristiana. Todos los cristianos está n obligados a reunirse con la iglesia
(He. 10 24-25); la asistencia a la iglesia no es opcional para el cristiano. Esto significa
que, efectivamente, todo lo que una iglesia hace en la adoració n se convierte en una
prá ctica necesaria para sus miembros. Y Pablo insta a los cristianos a no permitir
que ninguna regulació n humanamente ideada o prá ctica de adoració n sean impuestas
sobre sus conciencias (Col. 2:16-23).

Yo sugerirı́a que estos principios bı́blicos se sumen a lo que histó ricamente


se ha llamado el «principio regulativo» de la adoració n.4

4 Para breves defensas del principio regulativo vé ase: Jonathan Leeman, “Regulative Like Jazz” [“Regulativo como el Jazz»],
y los tres primeros capı́tulos de Give Praise to God: A Vision for Reforming Worship [Da gloria a Dios: una visió n de adoració n
reformada], ed. Philip Graham Ryken, Derek W. H. Thomas, y J. Ligon Duncan, III (Phillipsburg, NJ: Presbyterian & Reformed, 2003).

Es decir, en sus reuniones colectivas, las iglesias deben realizar só lo aquellas prá cticas
que son prescritas positivamente en las Escrituras, ya sea por mandato explı́cito
o por ejemplo normativo. Hacer cualquier otra cosa serı́a comprometer la libertad cris-
tiana. Ası́ que las iglesias deben mirar a la Escritura para que les diga có mo adorar
juntos, y deben hacer só lo lo que la Escritura les dice que hagan.

Pero eso plantea la pregunta, ¿qué exactamente nos dice la Escritura que hagamos?
Para decirlo má s precisamente, ¿có mo decidimos qué material bı́blico sobre la
adoració n es normativo y obligatorio? Responder a esta pregunta en su totalidad
nos tomarı́a un libro; aquı́ voy a ofrecer el má s breve de los bosquejos.

Discernir lo que es la enseñ anza bı́blica sobre la adoració n lleva alguna delicadeza,
ya que en ninguna parte la Escritura nos presenta, por ejemplo, un completo, normativo
«orden del servicio». Pero hay algunos mandamientos en el Nuevo Testamento
que son claramente obligatorios para todas las iglesias. Que a las iglesias de EY feso y Co-
losas se les manda a cantar (Ef. 5:18-19; Col. 3:16), y a la iglesia de Corinto se le re- fiere
como cantando (1 Co. 14:26), sugiere que todas las iglesias deben cantar. Que Pablo
mandó a Timoteo a leer y predicar las Escrituras en una carta diseñ ada para instruir
a Timoteo acerca de có mo la iglesia debe conducirse (1 Ti. 3:15; 4:14) sugiere
que la lectura de la Escritura y la predicació n son la voluntad de Dios, no só lo para esa
iglesia, sino para todas las iglesias.

Por otro lado, algunos mandamientos, como «Saludaos los unos a los otros
con un ó sculo santo» (Ro. 16:16), parecen expresar un principio universal («recı́banse
los unos a los otros en amor cristiano») en una manera que no puede ser culturalmente
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universal. Ademá s, algunos mandamientos contextuales pueden tener fuerza


má s amplia, como Pablo dicié ndole a los Corintios que aparten dinero en el primer dı́a
de la semana. Eso era para una ofrenda especı́fica para los santos en Jerusalé n,
pero a todas las iglesias se les ordena apoyar financieramente a sus maestros (Gá . 6:6),
por lo que ofrendar bien puede tener lugar en la adoració n corporativa.

Hasta ahora só lo hemos abordado el Nuevo Testamento. ¿Qué acerca del Antiguo?
Despué s de todo, el Antiguo Testamento tiene un montó n de mandamientos acerca
de la adoració n:

«Alabadle a son de bocina; alabadle con salterio y arpa. Alabadle con pandero y danza; alabadle con cuer-
das y flautas. Alabadle con cı́mbalos resonantes; ala- badle con cı́mbalos de jú bi- lo» (Sal. 150:3-5).

¿Significa esto que para ser bı́blicos nuestros servicios de adoració n deben incluir
bocinas, salterios, arpas, panderos, danzas, cuerdas, flautas y cı́mbalos? Yo sugerirı́a
que no. Recuerde que los Salmos son expresiones de culto en el marco del pacto
mosaico, lo que algunos escritores del Nuevo Testamento se refieren como el «antiguo
pacto» (He. 8:6). Ahora que el nuevo pacto prometido en Jeremı́as 31 ha llegado, el
antiguo pacto es obsoleto. Ya no estamos bajo la ley de Moisé s (Ro. 7:1- 6; Gá . 3:23-26).
Por lo tanto, las formas de adoració n implicadas con la era mosaica no son obligatorias
para nosotros tampoco. El templo fue servido por sacerdotes, algunos de los cuales
se especializaron en mú sica litú rgica (1 Cr. 9:33). De hecho, son estos los que vemos
que tocan los mismos instrumentos mencionados en el Salmo 150 (2 Cr. 5:12, 13; 9:11).
Ası́ que el Salmo 150 no proporciona una plantilla para la adoració n cristiana;
en cambio, está invocando una forma especı́fica de adoració n del antiguo pacto
asociada con el templo y el sacerdocio levı́tico.

Eso por sı́ mismo no resuelve la pregunta de qué tipo de instrumentos pueden ser
el acompañ amiento adecuado para el canto congregacional de la iglesia. Pero sı́ significa
que una simple apelació n al precedente del Antiguo Testamento esta fuera de lugar,
tanto como una apelació n al precedente del Antiguo Testamento no puede legitimar
el sacrificio de animales. Aquı́ es donde muchas tradiciones cristianas fallan en tener
una teologı́a bı́blica de la adoració n, apelando de forma selectiva a los precedentes
del Antiguo Testamento como si ciertas caracterı́sticas del sacerdocio levı́tico
y la adoració n en el templo se transfieren a la era del nuevo pacto.

Ciertamente, mucho en el Antiguo Testamento informa la manera de nuestra adora-


ció n. Los Salmos nos enseñ an a adorar con reverencia y temor, gozo y asombro, grati-
tud y alegrı́a. Pero el Antiguo Testamento no prescribe ni los elementos ni las formas
de la adoració n de la iglesia del nuevo pacto.

En este sentido, el Nuevo Testamento provee una nueva constitució n para el pueblo
de Dios del nuevo pacto, al igual que gran parte del Antiguo Testamento sirvió
de constitució n para el pueblo de Dios bajo el antiguo pacto. Dios tiene un plan
de salvació n, y un pueblo al que salva, pero la forma en que el pueblo de Dios
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se relaciona a é l cambió radicalmente despué s de la venida de Cristo


y el establecimiento del nuevo pacto.

Es por esto que tenemos que emplear todas las herramientas de la teologı́a bı́blica
– poniendo los pactos juntos, trazando los vı́nculos entre tipo y antitipo, observando
promesa y cumplimiento, delineando continuidades y discontinuidades - con el fin
de llegar a una teologı́a de adoració n colectiva. Como el pueblo del nuevo pacto
de Cristo, habitado por el Espı́ritu Santo prometido, adoramos en espı́ritu y en verdad,
de acuerdo con los té rminos que Dios ha especificado en la Escritura.

ACERCA DEL AUTOR

Bobby Jamieson es estudiante de doctorado en Nuevo Testamento en University


of Cambridge. Previa- mente sirvió como editor asistente de 9Marks.
Traducido por Kevin Lara.

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