Litorales 3 Feminazismo
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FRANCISCA BOZZO
El cuestionamiento a cómo han sido construidas las relaciones entre hombres y mujeres no
es nuevo, siendo posible encontrar distintas reflexiones teóricas a lo largo de la historia en
torno a este tema que se configura como un eje central de la discusión feminista. Por ejemplo,
en 1906 Emma Goldman, reconocida anarca-feminista, señalaba que “una verdadera
concepción de la relación entre los sexos no debe admitir los conceptos de conquistador y
conquistado”. A pesar de esto, pasaron varios años antes de que se hablara determinadamente
de patriarcado y se planteara este como un sistema de dominación basado en el ideal de lo
masculino. Décadas después, la autora Dolors Reguant se aventuró a entregar no solo una
definición de lo que es patriarcado, sino también una fórmula para cambiar o sustituir este
sistema, afirmando que primero debe ser “nombrado y reconocido”, para luego ser
“explicado y divulgado” (Reguant, 2007).
La finalidad de este artículo es analizar algunas de las ideas que se encuentran establecidas
en el imaginario colectivo y que no coinciden a los principios del movimiento feminista,
siendo necesario problematizar estas concepciones que se asumen como obvias dentro de la
sociedad en torno al feminismo y que contribuyen a su estigmatización.
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ERRANCIA LITORALES ABRIL 2018
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Dolors Reguant define patriarcado como “una forma de organización política, económica,
religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el
predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la
madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la línea de descendencia
paterna sobre la materna. El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórico por parte
de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de
su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y
la religión que lo perpetúan como única estructura posible” (Reguant, 2007).
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Es así como, por ejemplo, desde las mujeres afroamericanas nace el feminismo negro, que
busca tener un lugar en la lucha feministas desde la perspectiva de mujeres que no solo viven
opresión por ser mujeres, sino también por ser negras y en la mayoría de los casos pobres.
Desde ahí emana el texto “¿Acaso no soy una mujer?” de Sojourner Truth, en respuesta de
lo postulado por Beauvoir que para las afroamericanas estaba elaborado desde una
concepción “blanca”, por lo tanto se colocaron en una posición desde la negación, las “no-
mujeres” (Jabardo, 2012). La intención era contar su historia desde sus propias experiencias,
redefiniendo el concepto de opresión desde la interseccionalidad, teoría que postula que las
distintas formas de discriminación interactúan y perpetúan la desigualdad.
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viven las mujeres por el hecho de ser mujeres, situación que está lejos de ser un tema del
pasado. Y es que como ya se manifestó, el patriarcado se adapta y lo ha hecho en la actualidad
generando nuevas formas de violencias y control y, por supuesto, perpetuando las antiguas.
Esta mayor difusión del feminismo ha permitido que al igual que las feministas
afroamericanas y las feministas comunitarias construyeran feminismo desde sus espacios las
jóvenes, las lesbianas (lesbofeminismo), las y los transgénero (transfeminismo), e incluso las
mujeres islámicas (estos últimos no estando libres de polémicas), que junto a muchos otros
grupos han caracterizado a este movimiento por su diversidad, dotándolo de mayor riqueza.
Partiendo de la base que existe esta diversidad de feminismos, pareciera que actualmente
para muchas y muchos estuviese claro cuáles son, cuáles son las causas que motivan su lucha
y qué proponen, mas siguen existiendo concepciones arraigadas profundamente en la
sociedad que desvirtúan la idea original del movimiento.
Una de estas ideas es la de referirse a las feministas como “feminazis”, término acuñado por
Rush Limbaugh, locutor de radio estadounidense ligado al Partido Republicano, quien
nombró así a las mujeres que eran parte de los movimientos que luchaban por la legalización
del aborto (una de las demandas históricas del movimiento feminista) en la década del 90, y
que en la actualidad se utiliza popularmente para insultar a mujeres que defienden el
reconocimiento de sus derechos. Si bien su propio autor dejó de ocupar este término después
de ser criticado por una comparación que a primera vista resulta absurda, se ha instalado en
el lenguaje de quienes no entienden la lucha feminista, o la comprenden y les molesta,
diferenciando especialmente a las feministas actuales con sus demandas (fin a la violencia de
género; aborto legal, seguro y gratuito; erradicación de los roles tradicionales de género;
educación no sexista; entre muchas otras), con el feminismo sufragista, puesto que se
consideraría que esta última era una lucha realmente reivindicatoria y necesaria, mientras que
las demandas de las feministas de hoy, solo se sustentarían en el capricho. Pero ¿cuál es la
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base para comparar un movimiento que tiene como fin el reconocimiento pleno de los
derechos de la mitad de la sociedad con una ideología responsable de unos de los genocidios
más grandes la historia como es el nazismo?
Lo que se busca con la utilización y masificación de esta idea es caricaturizar a las feministas,
aludiendo a que esta lucha sería más bien una exageración, de esta manera desprestigiando
las demandas actuales del movimiento feminista. Esta reacción tan intrínseca del machismo,
minimiza los feminismos basándose en el supuesto de que las mujeres hoy viven en un mundo
menos desigual que las sufragistas, por ejemplo, suponiendo así los reclamos actuales en
realidad no tendrían gran importancia o efecto en la vida de las mujeres. Una demostración
de lo anterior es la campaña viral “Yo no necesito el feminismo porque…” donde muchas
mujeres, jóvenes en su mayoría, comparten las razones de por qué no es necesario el
feminismo hoy, esto como una respuesta a las grandes cantidades de jóvenes que se han
reconocido feministas en los últimos años.
Otro término que se ha ido instalando es el del “hembrismo”, que sería lo contrario al
machismo, y que se basaría en una supuesta superioridad de la mujer hacia el hombre
“orientado a mantener una posición de dominación de las mujeres por sobre los hombres y a
ponerlos en su lugar si no es así” (Mirell, 1998). El hembrismo utilizaría entonces, al igual
que el machismo, medios coercitivos para lograr su objetivo. Quienes defienden su
existencia, postulan que al igual que como hoy se reconoce la violencia ejercida en base al
género como un problema importante y que traspasa las clases sociales, esta misma violencia
sería ejercida por parte de las mujeres hacia los hombres.
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Revelador resulta entonces cuando el presidente de Ecuador Rafael Correa el año 2014 en la
emisión del programa Enlace Ciudadano, advertía sobre el peligro que puede resultar
implantar esta “ideología de género”, aseverando lo importante que es que “los hombres
parezcan hombres y las mujeres parezcan mujeres” negando así la posibilidad de siquiera
cuestionar que existan identidades de género distintas de las impuestas por el propio sexo,
puesto que “atentaría contra todas las leyes naturales” (Correa, 2014).
Aquí hay una demostración concreta de algo no menor: estos discursos antifeministas no solo
se encuentran en los grupos conservadores religiosos y de derecha, sino que también en la
izquierda, o al menos en parte de esta. Esto queda reflejado no solo en las palabras de Correa,
sino en las constantes prácticas que tienen los grupos y partidos de izquierda hacia los
feminismos, que históricamente han relevado a un segundo plano las demandas del
movimiento y las de sus propias compañeras, perpetuando roles de género tradicionales en
su propia praxis política.
Todos los planteamientos indicados previamente instalan la idea de que el feminismo o los
feminismos defienden posturas extremas, que pretenden eliminar la sociedad como se conoce
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hoy en favor exclusivo de las mujeres, no obstante, ante esto cabe preguntarse: ¿cómo puede
ser tan radical y violento para algunos/as la idea de que las mujeres sean reconocidas como
ciudadanas plenas?
Si bien existe una variedad amplia de feminismos, resulta difícil identificar en estos las
posturas “extremas” que previamente se nombran, puesto que ninguno parte de la base de la
superioridad de un género y ese es el primer mito que debe romperse en relación al
movimiento de mujeres, que no plantea un “otro inferior”, sino que desde la diversidad
reconoce derechos para todas las personas. Es por lo anterior, que el movimiento feminista
se encuentra ligado fuertemente a los movimientos de la diversidad sexual, entre otros.
Tampoco dentro de los fines de los feminismos se encuentra el eliminar la familia, otro mito,
sino que terminar con la concepción de que existe un solo tipo de estructura de esta (padre,
madre, hijos e hijas con roles determinados y no quebrantables), y sí una diversidad de
familias, con distinta composición, que deben ser reconocidas.
Por último, los feminismos no actúan de manera secreta, no es violentamente invasivo como
si lo es el machismo en la vida tanto privada como pública de las personas, al contrario, va
de frente con sus demandas e históricamente esto ha generado brutales consecuencias para
las mismas feministas que han vivido represión por defender esta causa. Los feminismos no
se esconden en el sistema educativo, al contrario, manifiestan claramente que la educación
no puede ser sexista, por lo tanto no puede reproducir los roles de género que
tradicionalmente han sido impuestos a hombres y mujeres.
Lo que hacen hoy los grupos conservadores es intentar mostrar a un movimiento que lucha
contra todas las opresiones, como violento e impositivo, cuando en realidad lo que pretende
es que todas las personas se sientan libres para expresar cómo se conciben a sí mismos/as
(identidad de género), para amar (diversidad sexual), para desarrollar su personalidad sin
regirse por estereotipos (roles de género), para vivir una maternidad distinta o decidir no
vivirla sin ser cuestionadas, desafiando el sistema de producción y reproducción.
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Si hay algo que se puede desprender de todo lo planteado, es que existe una resistencia de un
gran grupo de personas que no concibe como válida la idea de que las mujeres accedan a la
plenitud de sus derechos. Los refuerzos de estas ideas negativas del feminismo constituyen
un enfrentamiento al discurso que actualmente se ha posicionado con mayor fuerza: que
aboga por los derechos de las mujeres y que denuncia con frecuencia los abusos del sistema
patriarcal. Las mujeres hoy cuestionan con convencimiento no solo las desigualdades más
evidentes: salarios dispares en relación a sus compañeros, imposibilidad del ejercicio de sus
derechos maternales, ejercicio de violencia por parte de sus parejas, sino que también ponen
en cuestión los roles de género que les son impuestos desde niñas, convencidas de que la
crianza de sus hijas e hijos debe ser distinta. Por lo tanto, critican todo el sistema educacional
por su sexismo, los medios de comunicación por el trato hacia la mujer como un objeto, el
sistema de salud por la violencia obstétrica que sufren con algunos profesionales, los modos
de producción que hoy impiden desarrollar vidas dignas, entre otros, y demandan al Estado
respuestas, por permitir todo lo señalado y no garantizar sus derechos.
El problema de fondo para los conservadores es que los feminismos cuestionan la sociedad
tal y como la vivimos hoy, no limitándose a cuestionar el sistema patriarcal, sino también el
capitalista, puesto que las lógicas de producción y reproducción actuales afectan tanto o más
a las mujeres. Cuestionan las relaciones de poder, en la cuales se basa el ejercicio de la
violencia, que se dan tanto en la vida privada como en la pública. El feminismo llama a la
mitad de la población, las mujeres, a cuestionar tanto la forma de trato que recibe por parte
de su pareja, como de su empleador, a criticar tanto el cómo se distribuye el trabajo doméstico
en su hogar, como el bajo salario que reciben por igual trabajo, o mayor en muchos casos, en
relación al de sus pares hombres. Por esto el feminismo es peligroso para el capital, porque
cuestiona el statu quo y propone cambiarlo.
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Dado que existen varios feminismos, es necesario que el movimiento feminista se reconozca
como diverso y este acto no debe ser solo enunciativo, debe lograr aunar perspectivas y
demandas para la construcción de un feminismo que con fuerza cuestione el orden desde
todas las miradas.
Por su parte, aunque pareciera obvio que la posición de la izquierda debiese ser acompañando
y haciendo suyas las demandas del movimiento feminista, en la práctica actual esto no es así,
lo cual si bien se debe a distintas razones, la principal es que el patriarcado también está
presente en los movimientos y corrientes de izquierda, y esto ante todo debe reconocerse.
Muchas de las ideas presentadas en este artículo, que son una mala interpretación
intencionada del feminismo, se replican en los espacios de izquierda, siendo aún difícil
instalar los temas transversales al feminismo, y que por consecuencia no cuentan con
prioridad dentro de la agenda política. En el mundo siguen imponiéndose modelos de
liderazgo político masculinos como los correctos, donde las mujeres continúan teniendo
reducidos espacios de decisión y poder.
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Por último, plantear que el patriarcado debe ser superado es darle menor relevancia de la que
tiene, considerándolo solo como una anécdota dentro de la historia de la humanidad, sin
concebir el fuerte daño que ha realizado a nuestra sociedad y a las mujeres en específico.
Debe darse la categoría del sistema de opresión que es: el patriarcado no basta con ser
superado, debe ser eliminado completamente.
No se puede seguir esperando pacientemente a que exista un cambio sobre cómo se concibe
la relación entre hombres y mujeres, sobre cómo predomina lo masculino y este define lo
femenino, sobre cómo finalmente las mujeres vivimos nuestras vidas. Si fuese así ¿cuántas
olas feministas faltarían para que se reconozca a las mujeres como personas plenas en
derechos?
Bibliografía
Jones, J., & Hornig , C. (septiembre de 2014). Recuperado el julio de 2016, de Women You
Should Know: http://www.womenyoushouldknow.net/
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