Giuseppe Alberigo

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650 RECENSIONES

inmensa mayoría pertenece al último quinquenio de la dominación española y a la


suerte de los heridos, presos y repatriados. Una serie de índices (953-1015) –mate-
rias, instituciones, topónimos, buques, y nombres– facilita enormemente la consulta
de esa guía, que sin duda será muy bien recibida de todos los investigadores. Pre-
domina en ella lógicamente la información militar, pero no faltan datos geográficos,
comerciales y políticos. Los interesados en la historia de los agustinos recoletos en-
contrarán múltiples referencias a las islas de Palawan, Mindanao, Mindoro y
Marianas, amén de otras regiones inseparablemente unidas a la vida de su orden.
En los nombres filipinos hemos notado algunas grafías discutibles, cuando no
erróneas. El pueblo bulaqueño de Barásoain, además de estar mal acentuado, aparece
situado en España. Sin duda, se le ha confundido con su homónimo de Navarra.
Ángel MARTÍNEZ CUESTA

Storia del Concilio Vaticano II. Diretta da Giuseppe ALBERIGO. Volume


III:
Il concilio adulto: settembre 1963 – settembre 1964, Bolonia, Peeters/Il
Mulino, 1998. 590 pp. 245 x 175 mm.
Con este tercer volumen la gran Historia del concilio Vaticano II alcanza un
momento decisivo del concilio. Durante su segundo periodo y el intervalo estudiados
en él, el concilio sale de la nebulosa que todavía lo envolvía, deja atrás ensayos y
tanteos metodológicos, supera la ilusión de querer revisar la vida entera de la Iglesia
y descarta proyectos más o menos elaborados para concentrarse sobre los más
urgentes. Alcanza, según reza el subtítulo del tomo, su mayoría de edad. Es cierto
que ya antes muchas voces habían clamado por una reducción y sistematización de
los temas y que incluso se habían dado pasos en esa dirección, pero todavía quedaban
demasiados esquemas, éstos eran excesivamente amplios y difusos y el mismo
engranaje conciliar no acababa de satisfacer a los padres. El nombramiento, el día
9 de septiembre de 1963, del grupo moderador, formado por los cardenales Agagianian,
Döpfner, Lercaro y Suenens, y las enseñanzas del periodo anterior contribuyen a
mejorar su funcionamiento, y la decisión de prescindir de algunos esquemas, de reducir
otros y redistribuir el tema de otros, abre el camino a la deseada abreviación del
concilio. Este deseo encontró su formulación más autorizada en el plan presentado
por el cardenal Döpfner en diciembre de 1963, que, aunque no logró abreviar el concilio
en la medida de los deseos del papa, no dejó de facilitarlos.
El volumen estudia con los criterios que ya conocen nuestros lectores, cf.
Recollectio 20 (1997) 340-344, el segundo periodo del concilio, que se prolongó desde
el 29 de septiembre al 4 de diciembre de 1963 y los meses que median entre la clausura
de este periodo y la apertura del siguiente, es decir, desde el 4 de diciembre de 1963
hasta el 20 de septiembre de 1964 en que echará andar el tercer periodo. Cinco autores,
procedentes de cuatro naciones y todos ellos bien conocidos, se distribuyen la materia,
amplia y compleja, y aunque en general se atienen a la parcela que se les ha se-
ñalado, no dejan de caer en repeticiones, que contribuyen a hacer todavía más prolija
la narración, llegando incluso a cansar al lector. Creo que el equipo director debería
haber cuidado un poco más este aspecto. Más grave me parece la orientación de sus
exposiciones, excesivamente ladeadas hacia el grupo mayoritario. Una alineación
ideológica tan patente ya produce recelo en el lector, y éste va en aumento a medida
que se va constatando cómo las razones de la minoría rara vez encuentran la ex-
tensión y la objetividad requeridas.
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Abre el volumen la colaboración del italiano Alberto Melloni sobre “El comienzo
del segundo periodo y el gran debate eclesiológico” (pp. 19-131). Su descripción es
detallada y atenta a las diversas fuerzas que de un modo u otro van determinando
la marcha del concilio. La preparación, contenido y desarrollo de las sesiones dentro
del aula conciliar ocupan, como es lógico, lugar privilegiado, pero junto a ellas el
lector verá desfilar abundante información sobre la composición y reunión de diver-
sos grupos informales, la actuación de los teólogos, la función de la prensa y, sobre
todo, el funcionamiento de la compleja dirección del concilio, repartida entre la
presidencia, los moderadores y la comisión coordinadora, con las tensiones a que dio
lugar. Especial atención presta al debate en torno a la colegialidad episcopal, hasta
la votación orientativa del 29 de octubre de 1963 y formación de las siete subcomi-
siones, así como al relativo a la integración de María en la constitución De Ecclesia
o dedicarle un documento separado. Recuerda también las dificultades provenientes
de la crisis de las comisiones a la muerte de Juan XXIII y las inherentes a la presencia
de un nuevo papa que “deve salire su un treno in corsa” (p. 34).
A continuación (133-207) el belga Joseph Famerée analiza el debate sobre los
obispos y las diócesis, que ocupó a la asamblea conciliar desde el 5 al 15 de no-
viembre de 1963. La discusión produjo una fuerte tensión entre el centralismo de
la curia romana y las reivindicaciones episcopales, que, en parte, remitió gracias a
la mediación del cardenal Lercaro, “uno dei quattro moderatori e senza dubbio la
più grande autorità morale e religiosa dell’assemblea” (p.149), con su célebre dis-
curso del 8 noviembre 1963. También se habló largamente de la legitimidad y com-
petencia de los obispos auxiliares y coadjutores así como del límite de edad de los
residenciales y las asambleas episcopales. Las últimas páginas (pp. 193-207) rese-
ñan las sesiones dedicadas, desde el 14 al 25 de noviembre, al esquema De instrumentis
communicationis, poniendo de relieve su insuficiencia y el malestar de muchos padres
ante su orientación, manifiesta en la votación del día 25 de noviembre, que, sin
embargo, no impidió su aprobación definitiva en la última sesión de este segundo
periodo conciliar con una mayoría de 1.969 placet contra 164 non placet.
El polaco Reiner Kaczynski (209-276) describe el debate litúrgico tanto en el
aula conciliar, que terminó con la votación plebiscitaria del 4 de diciembre de 1963
(2.147 placet contra 4 non placet), como fuera de ella. La timidez de algunas de sus
normas concretas y las pretensiones de la Congregación de Ritos, dirigida por el
cardenal Larraona, desilusionaron a los promotores del movimiento litúrgico (p. 244).
Su inquietud sólo terminó cuando el 14 de enero de 1964 el papa encomendó la
dirección de “Consilium ad exsequendam constitutionem de sacra liturgia” a A.
Bugnini.
El cuarto capítulo (277-365) redactado por Claude Soetens, de la universidad
de Lovaina La Nueva, se centra sobre el ecumenismo, pero aborda también otras
cuestiones. El debate ecuménico tuvo que superar grandes dificultades provenientes
tanto de la tradición como de algunas actuaciones conciliares particulares. La in-
vitación personal de Pablo VI a Atenágoras (20 de septiembre de 1963), primera
carta de un papa a un patriarca de Constatinopla, contribuyó a disipar recelos y a
crear una nueva conciencia ecuménica, que a principios de enero de 1964 sería
fortalecida por el encuentro de los dos jerarcas en Jerusalén. Sin embargo, el tras-
lado de los restos de san Josafat a la basílica vaticana y la solemne conmemoración
del IV centenario de la clausura del concilio de Trento fueron fuente de malentendidos.
En otras páginas ilustra las discusiones sobre la libertad religiosa, la relación con
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los judíos y vuelve sobre temas ya tratados como la colegialidad episcopal y la li-
turgia.
En su larga (367-512) e interesante colaboración Evangelista Vilanova, monje
de Montserrat, describe la febril actividad que llenó el intervalo entre segundo y
tercer periodo conciliar. Concede especial atención al ya aludido plan Döpfner, a las
nuevas discusiones sobre la futura constitución de Ecclesia y la incorporación a ella
del esquema mariano y a la elaboración del esquema 17 sobre la Iglesia en el mundo
actual. La redacción de esta última fue especialmente laboriosa y fue oscilando entre
formulaciones de claro perfil sociológico y otras de tendencia teológica. El texto
definitivo del esquema fue aprobado por la comisión el 4 de junio de 1964 y presen-
tado a la comisión coordenadora el día 26, convirtiéndose en el esquema trece, base
de la actual constitución Gaudium et Spes. También los esquemas De Revelatione,
ecumenismo, religiosos, misiones, apostolado de los laicos y otros experimentaron
importantes modificaciones, y algunos reducciones notables. Sin embargo, el tema
de la libertad religiosa pasó de un simple capítulo a declaración independiente.
Vilanova reseña también el envío de las 13 sugerencias papales al capítulo III del
esquema de Ecclesia (19 de mayo de 1964) y el influjo de la encíclica Ecclesiam suam,
del 6 de agosto 1964, sobre el desarrollo ulterior del esquema 13, así como los primeros
pasos de la reforma litúrgica en las diversas partes del mundo.
El volumen termina con una nota conclusiva de Alberigo (513-34) y los índices
de nombres (559-571), temático (573-583) y general (595-590).

Ángel MARTÍNEZ CUESTA

Enrique GÓMEZ GARCÍA, Jesús entre los jóvenes, Salamanca, Secreta-


riado Trinitario, 2003,173 pp.
He aquí un libro de un autor joven que escribe para los jóvenes sobre un tema
fuerte de teología. Casi recién concluida la carrera teológica, licenciatura incluida
en la Universidad Pontifıcia de Salamanca, el agustino recoleto E. Gómez se atreve
con Jesús de Nazaret con un lenguaje densamente teológico, reflexiones propias y
acarreo de muchas lecturas de teólogos, exegetas y pastores.
Hay en el libro un proyecto claramente pastoral: proponer a los jóvenes a Jesús
de Nazaret como prototipo de valores, virtudes, comportamientos «humanos» que
pueden inspirar a los jóvenes un seguimiento del modelo. Pero el Jesús contemplado
aquí no es el Dios encarnado, sino el «hombre» Jesús divinizado. Es decir, la Hu-
manidad de Jesús, los valores «humanos» que encarna, los presenta a los jóvenes
de nuestro tiempo, aturdidos por todo tipo de informaciones, desorientados por diversas
ideologías, atrapados por la sociedad de consumo, y vacíos de valores trascendentes.
El autor propone lo «humano» de Jesús, su Humanidad como el lugar donde el joven,
cristiano o no, descubre no sólo su divinidad, sino un instrumento de salvación o
liberación. Jesús hombre viene a ser la medida de todo hombre. «A lo largo de estas
páginas -escribe el autor- he querido explicitar, por una parte, aspectos concretos
de la Humanidad de Jesús y cómo dicha Humanidad ha de convertirse hoy en la
medida de nuestra humanidad, especialmente en la medida de la humanidad que
deben forjar los jóvenes durante su juventud» (p. 169). Que no deduzca el lector que
el autor utiliza un lenguaje excluyente de la divinidad de Jesús, sino todo lo con-
trario: si la Humanidad es significante como cúmulo de valores «humanos» es porque

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