El Positivismo
El Positivismo
El Positivismo
ETICAS
UNIDAD II.
UNIDAD II CICLO X
Creado por: Licda. Karen Polio
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EL POSITIVISMO
I. Definición del Positivismo.
El positivismo es una corriente filosófica que afirma que todo conocimiento deriva de alguna
manera de la experiencia, la cual se puede respaldar por medio del método científico. Por tanto,
rechaza cualquier conocimiento previo a la experiencia.
Positivismo, epistemológicamente hablando, significa ‘sin valor’ o ‘sin prejuicios’. Es decir, que no
cree en las ideas previas o ideas a priori porque todo está en abierto hasta que se demuestre
objetivamente a través de un método científico.
Comte eligió la palabra positivismo sobre la base de que señalaba la realidad y tendencia
constructiva que él reclamó para el aspecto teórico de la doctrina. En general, se interesó por la
reorganización de la vida social para el bien de la humanidad a través del conocimiento científico,
y por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Los dos componentes principales del
positivismo, la filosofía y el Gobierno (o programa de conducta individual y social), fueron más
tarde unificados por Comte en un todo bajo la concepción de una religión, en la cual la humanidad
era el objeto de culto. Numerosos discípulos de Comte rechazaron, no obstante, aceptar
este desarrollo religioso de su pensamiento, porque parecía contradecir la filosofía positivista
original. Muchas de las doctrinas de Comte fueron más tarde adaptadas y desarrolladas por
los filósofos sociales británicos John Stuart Mill y Herbert Spencer así como por el filósofo y físico
austriaco Ernst Mach.
El término positivismo surgió en Francia a mediados del siglo XIX. El primero en hacer mención del
positivismo fue el filósofo francés Saint-Simon, precursor de la filosofía social. No obstante, fue el
sociólogo y filósofo francés Auguste Comte (1798 - 1857) quien popularizó dicha corriente
filosófica junto con, el filósofo y político británico, John Stuart Mill (1806 – 1873).
Tanto Comte como Mill se basaban en la idea de que todo conocimiento o actividad filosófica o
científica debía partir de hechos reales y posibles de comprobar a través del método científico, por
lo que rechazaban cualquier tipo de conocimiento previo a la experiencia.
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• Comte, Augusto (1798-1857).
Para dar una respuesta a la revolución científica, política e industrial de su tiempo, Comte ofrecía
una reorganización intelectual, moral y política del orden social. Adoptar una actitud científica era
la clave, así lo pensaba, de cualquier reconstrucción.
Afirmaba que del estudio empírico del proceso histórico, en especial de la progresión de
diversas ciencias interrelacionadas, se desprendía una ley que denominó de los tres estadios y que
rige el desarrollo de la humanidad. Analizó estos estadios en su voluminosa obra Curso de filosofía
positiva (6 vols., 1830-1842). Dada la naturelza de la mente humana, decía, cada una de las ciencias
o ramas del saber debe pasar por "tres estadios teoréticos diferentes: el teológico o estadio
ficticio; el metafísico o estadio abstracto; y por último, el científico o positivo".
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Toda la atención debe centrarse en averiguar cómo se producen los fenómenos con la intención
de llegar a generalizaciones sujetas a su vez a verificaciones observacionales y comprobables.
El estadio teológico tiene su reflejo en esas nociones que hablan del Derecho divino de los reyes.
El estadio metafísico incluye algunos conceptos tales como el contrato social, la igualdad de las
personas o la soberanía popular.
El estadio positivo se caracteriza por el análisis científico o "sociológico" (término acuñado por
Comte) de la organización política. Bastante crítico con los procedimientos democráticos, Comte
anhelaba una sociedad estable gobernada por una minoría de doctos que empleara métodos de la
ciencia para resolver los problemas humanos y para imponer las nuevas condiciones sociales.
Asimismo, fue uno de los resultados que produjo la Revolución Francesa tras los cambios políticos,
sociales y económicos, que colocaron a los individuos y a las sociedades como objetos de estudio
partiendo de sus experiencias.
Por tanto, el positivismo es una conjugación del empirismo, corriente filosófica que se basa en que
todo conocimiento es adquirido a través de algún tipo de experiencia u observación, en la cual la
lógica y las matemáticas van más allá de los hechos a través de la aplicación del método científico.
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II. Historia del positivismo
El término positivismo fue utilizado como concepto por primera vez para designar el cientifismo
en cuanto método, por el francés Claude-Henri de Rouvroy1, conde de Saint-Simon (1760-1825).
El filósofo liberal inglés John Stuart-Mill (1806-1873) dedicó su último libro Lógica a los principios y
métodos necesarios para la construcción futura de las ciencias sociales, basados en el positivismo
de Comte. Aunque Comte y Stuart-Mill convergieron en los aspectos filosóficos del positivismo,
sus visiones sociológicas y políticas fueron diametralmente opuestas.
Émile Littré (1801-1881) fue un importante e influyente exponente del positivismo desde 1840.
Littré y otros positivistas (llamados como littreístas) rechazaron la idea de la religión de la
humanidad al considerarla como una parálisis al progreso filosófico y sociopolítico.
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Bezerra, J. Positivismo. Disponible en: https://www.todamateria.com/positivismo/
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III. Positivismo en Latinoamérica
Serios intentos fueron concertados para establecer el positivismo como sistema sociopolítico.
Cuando los liberales en Latinoamérica ganaron el poder a finales del siglo XIX, buscaron asegurar
un gobierno centralizado fuerte, estable y ordenado.
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De este modo, la experiencia sensorial sería la única generadora de datos concretos (positivos) a
partir del mundo físico o material.
Por otro lado, no hay objetividad en la información obtenida en los fenómenos no observables.
Estos serían inaccesibles a la ciencia, pues ella solamente se fundamenta en teorías comprobadas
por métodos científicos válidos.
• Orientación científica, que busca hacer efectiva una división de las ciencias;
• Orientación psicológica, una línea teórica de la sociología que investiga toda la naturaleza
humana verificable.
Según Augusto Comte, los pilares del positivismo son el amor, el orden y el progreso. A estos
corresponden los siguientes aspectos de la existencia humana: los sentimientos, los
pensamientos y las acciones. Las estructuras del orden social positivo son la moralidad, la teoría y
la práctica.
Según Comte, los conocimientos pasan por tres estados teóricos distintos, tanto en
el individuo como en la especie humana. La ley de los tres estados, fundamento de la filosofía
positiva, es, a la vez, una teoría del conocimiento y una filosofía de la historia. Estos tres estados
se llaman:
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• Teológico.
• Metafísico.
• Positivo.
• Estado Teológico:
Es ficticio, provisional y preparatorio. En él, la mente busca las causas y los principios de las cosas,
lo más profundo, lejano e inasequible. Hay en él tres fases distintas:
1. Fetichismo:2 en que se personifican las cosas y se les atribuye un poder mágico o divino.
2. Politeísmo: en que la animación es retirada de las cosas materiales para trasladarla a una serie
de divinidades, cada una de las cuales presenta un grupo de poderes: las aguas, los ríos, los
bosques, etc.
3. Monoteísmo: la fase superior, en que todos esos poderes divinos quedan reunidos y
concentrados en uno llamado Dios.
• Estado Metafísico:
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Urbina Tortolero, E. R. El Positivismo. Disponible en: https://www.monografias.com/trabajos/positivismo/positivismo.shtml
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débil, tanto mental como socialmente, y el carácter del estado metafísico, es sobre todo crítico y
negativo, de preparación del paso al estado positivo; una especie de crisis de pubertad en el
espíritu humano, antes de llegar a la adultez.
• Estado Positivo:
En verdad sus teorías sobre la educación y la sociología, adquirieron relevancia a fines de los años
30, debido a la influencia sobre la sociología conservadora estadounidense, en especial sobre
Talcott Parsons. Es interesante hoy en día recordar como entendía Durkheim la educación y la
pedagogía, porque parece que continúa guiando las prácticas concretas de los “educadores” de la
periferia del capitalismo. El texto mencionado fue publicado en el Nuevo diccionario de Pedagogía
y de instrucción primaria de 1911, escrito pocos años antes de su muerte, que a la letra dice: La
educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que no están todavía
maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar en el niño un determinado número de
estados, físicos, intelectuales y morales que exigen de él la sociedad política y el medio social al
que está destinado de un modo particular (Durkheim, citado en Debesse, 1972: 27) Esta definición
parece estar tan presente hoy en día, como sentido común generalizado de la labor pedagógica de
la domesticación y el amaestramiento de la población.
3Viaña Jorge. Teoría Crítica o Positivismo en la Práctica Pedagógica. Investigador Instituto Internacional de Integración Convenio Andrés Bello 1968.
Disponible en: http://www.scielo.org.bo/pdf/rieiii/v2n1/n01a07.pdf
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A la pedagogía y la educación, se las ve como la acción que las generaciones adultas ejercen
“sobre” las que no están “maduras para la vida social”, ésta es la teorización de lo que todos los
días oímos de profesores y padres “haz caso, él es mayor que tú”. Siempre hay que hacer caso a
los mayores, aunque sean desatinados, nada sabios y vulgares. Pero, además, esta relación de
imposición absoluta tiene por finalidad el énfasis en lo que “la sociedad política exige”, es decir lo
que el Estado y los poderes constituidos, exigen como tarea que la pedagogía debe descargar
“sobre” los que “no están maduros”. Todas las prácticas de culto a los poderes y poderosos, como
práctica sistemática de esculpir la sumisión en los cuerpos y almas de los “educandos”, la
obediencia a-crítica de todas las jerarquías, hoy está más viva que nunca en las prácticas
pedagógicas.
Está viciada por esta matriz positivista, que nadie necesita recordar como definición. Pues se
convirtió en sentido común generalizado, gracias a las horas cívicas, el chauvinismo, el incentivo
de la obediencia al profesor, al Estado, al ejército y la policía, a la iglesia, etc., etc., a todo aquel que
está por encima en la jerarquía.
Es decir que, el positivismo ha logrado que las propias categorías de percepción de los dominados,
sean producidas por las relaciones de dominación, y logrando lo que Bourdieu llamaría la sumisión
como acto cognitivo.
Un segundo elemento interesante, es el de hacer énfasis en la educación y la pedagogía para
asegurar que se adecue y cohesione “al medio social al que está destinado”. Las personas, para
esta definición, tienen un destino, y todos sabemos que el destino de las grandes mayorías, es la
pobreza y la explotación, destino al que deben adecuarse. Este es elemento central del objetivo
positivista en la labor pedagógica.
Insistimos que por más que hoy en día se hable y se haga “capacitación” para superar estas
visiones de la educación y se dé todo tipo de definiciones de pedagogía, en las prácticas concretas
de aula de los países de la periferia del capitalismo, está más viva que nuca esta concepción de la
pedagogía como domesticación y amaestramiento, salvo excepciones honrosas. Uno podría creer
que la interpretación que hacemos es un poco “exagerada”, pero el fundador de la Sociología no
da lugar a dudas cuando en otro texto, Las reglas del método sociológico dice claramente: Salta a
la vista que toda educación consiste en un esfuerzo continuo para imponer al niño unas formas de
ver, de sentir y de obrar a las que no habría llegado espontáneamente. (Durkheim, citado en
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Debesse, 1972: 32) Hasta Debesse, el autor del manual de introducción a la Pedagogía se ve
obligado a rechazar la “propuesta pedagógica” de Durkheim. Indicando: Basaba así la pedagogía
en un principio de acción, cuya aplicación ha dominado las prácticas educativas a lo largo de siglos
justificando los peores abusos de los educadores y del poder público (Debesse, 1972: 32)
Este dilema es el dilema clave en las prácticas pedagógicas hoy en día en Latinoamérica, por mucho
que se hable de Freire, Vigotsky o Marx, porque en el fondo el hábito del maestro, como
reproductor del orden de explotación (red de coacciones cruzadas) del que es parte, en realidad
lo fundamental de todo, y sobre todo de la función de la “pedagogía”, es el orden con miras a un
supuesto progreso de la localidad, la nación, etc. Más allá de si se da o no el “progreso”, la labor
pedagógica se esfuerza por crear un orden que como bien dice Comte, es indispensable para el
“desarrollo”, en el que el “desarrollo” se convierte en la coartada para profundizar la dominación
y explotación de las sociedades. De hecho, los lemas de las dictaduras latinoamericanas eran
positivistas Comtianos, como por ejemplo en Bolivia “Orden, paz y trabajo”.
Pero mejor veamos esta función fundamental del positivismo en palabras del propio Comte, como
elementos de definición de pedagogía que los tomó años después Durkheim: …esta es la
importante ventaja que la ausencia de educación escolástica procura hoy a nuestros proletarios.
En otro tiempo hubieron de estar profundamente dominados por la teología, sobre todo católica;
pero, durante su emancipación mental, la metafísica no ha podido deslizarse entre ellos, por no
encontrar la cultura especial sobre la que descansa; solo la filosofía positiva podrá, de nuevo
apoderarse radicalmente de ellos.
Las condiciones previas, tan recomendadas por los primeros padres de esta filosofía final, deben
así encontrarse mejor cumplidas allí que en parte alguna; si la célebre tabla rasa de Bacon y de
Descartes fuera alguna vez plenamente realizable, sería seguramente en los proletarios actuales,
que, principalmente en Francia, están mucho más próximos que ninguna otra clase al tipo ideal de
esta disposición preparatoria para la positividad racional. (Comte, 1998: 108).
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El ideal del positivismo es sustituir la filosofía positiva4 como mecanismo de dominación más
efectivo y eficiente de los oprimidos, en vez de la religión y la iglesia cuestionadas por la ilustración
y el modernismo burgués. Este es el elemento central de las definiciones y prácticas pedagógicas
de todos los positivistas mecánicos y conservadores centroeuropeos preocupados por la
posibilidad de la superación de las relaciones del capital.
Retomando el eje central de la crítica, podemos decir que existe todo un pensamiento pedagógico
en los clásicos del positivismo y que a fuerza de tantas “modernizaciones” ha tenido
lamentablemente mucho éxito, aunque los que practican esta pedagogía no la citen ni conozcan
teóricamente. Queda clara la relación entre la sincera misión de imposición autoritaria que
establecía Durkheim como función de la pedagogía y la educación, ya que la filosofía positiva como
definía Comte, tiene por función apoderarse de los oprimidos como antes lo había hecho la religión
católica en una perspectiva de dominación. En el elemento central de esta reflexión, se halla el
sueño de Bacon (y de todo positivista) que insistimos, más que sueño lo vivimos como la realización
material de una pesadilla.
El sueño positivista está instalado por los esfuerzos de los últimos cien años por “modernizar”
nuestros países, sus principios fundantes guían lo esencial de las prácticas educativas y
pedagógicas hacia la conservación del orden de la dominación y la producción de sumisión y
obediencia, el surgimiento de excepciones interesantes, extraordinarias y que deben ser
valoradas, es justamente la excepción que confirma la regla. Pasemos ahora a analizar algunos
elementos que nos permitan entender mejor, este fenómeno y avanzar hacia una posición crítica
tanto en las prácticas como en la teoría.
4Viaña Jorge. Teoría Crítica o Positivismo en la Práctica Pedagógica. Investigador Instituto Internacional de Integración Convenio Andrés Bello 1968.
http://www.scielo.org.bo/pdf/rieiii/v2n1/n01a07.pdf
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Bibliografia.
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