Examen de Filosofía Moderna
Examen de Filosofía Moderna
Examen de Filosofía Moderna
Las formas puras de la intuición sensible son explicadas por Kant desde la Estética
Trascendental. Para Kant, el conocimiento, es la representación que hace el sujeto de los
fenómenos, este, se divide en dos ramas diferentes por naturaleza: conocimiento sensible y
conocimiento intelectual. Mediante los sentidos los objetos nos son “dados”, mientras que
por el entendimiento son “pensados”.
La “intuición” es el modo por medio del cual el conocimiento se refiere inmediatamente
a dichos objetos, es como los objetos se nos “aparecen”. El conocimiento sensible parte de
la experiencia, la “sensibilidad”, es la capacidad de recibir representaciones, de ser
afectados por los objetos, de modo que por la sensibilidad se nos suministran las
intuiciones.
Los objetos exteriores que afectan nuestros sentidos, como el caso del jinete y el caballo,
son representados mediante las “intuiciones puras” o formas de la sensibilidad (a priori),
que son únicamente dos: espacio (forma del sentido exterior) y tiempo (forma del sentido
interior), estas formas puras son el principio del conocimiento. Estas categorías tienen una
realidad empírica, porque ningún objeto puede ser dado a los sentidos sin depender de ellos
y tienen una idealidad trascendental porque no son inherentes a las cosas como propiedades
de ellas sino que son formas de nuestra intuición sensible.
Con estas “formas puras” – espacio y tiempo –, representamos las intuiciones sensibles
de objetos exteriores, no como son en sí mismos, sino como se nos aparecen. Como
consecuencia, tenemos un “conocimiento puro” que es sinónimo de lo “a priori” del
conocimiento, sin los cuales no puede ser pensado ningún objeto. De esta manera llegamos
a representar en el proceso del conocimiento kantiano los distintos objetos que nos vienen
dados sucesivamente por los sentidos. Por último, ya será parte de la Analítica
Trascendental, los “conceptos” que el entendimiento forme a partir de estas intuiciones a
priori.
Juicios analíticos: son los que su predicado está contenido en el sujeto, el predicado es
alguna de las notas, o, supuesto que las notas son a su vez conceptos en el mismo sentido,
alguna de las notas de las notas. Sus características son: universales y necesarios, son solo
comprendidos por la razón, son tautologías, no amplían el conocimiento, son a priori. No es
el tipo de juicio válido para la ciencia.
Si digo, por ejemplo: «Todos los cuerpos son extensos», tenemos un juicio analítico. En
efecto, no tengo necesidad de ir más allá del concepto que ligo a «cuerpo» para encontrar la
extensión como enlazada con él. Para hallar ese predicado, no necesito sino descomponer
dicho concepto, es decir, adquirir conciencia de la multiplicidad que siempre pienso en él”
(Kant, 1971, pág. 32).
En nuestro ejemplo, “El diámetro de un círculo es dos veces la longitud del radio del
mismo” el predicado está contenido en el mismo sujeto y es universal, no necesito de la
experiencia de los fenómenos.
Juicios sintéticos: son los que su contenido no está contenido en el sujeto, es a posteriori
lo que procede de la experiencia, son contrarios a los juicios analíticos. Sus características
son: amplía constantemente el conocimiento en la medida que dice del sujeto algo nuevo,
parten de la experiencia, son particulares y contingentes, no son necesarios, son a
posteriori, no son válidos para la ciencia.
Si decimos, «Todos los cuerpos son pesados», el predicado constituye algo
completamente distinto de lo que pienso en el simple concepto de cuerpo en general.
Consiguientemente, de la adición de semejante predicado surge un juicio sintético” (Kant,
1971, pág. 32).
En nuestro enunciado, “La circunferencia del círculo es roja”, es necesario ir a la
experiencia para verificar el predicado, este tipo de juicio es contingente y no necesario.
Kant I, “Critica de la Razón Pura”. Prólogo, traducción, notas e índices de Pedro Ribas,
178, pág. 32.
Reale Giovanni – Antíseri Dario. “Historia de la Filosofía. 4 de Spinoza a Kant”. Ed.
San Pablo. Colombia, 2014, pág. 540-541.