Libro 3.16
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CONTENIDO
Reconocimientos
40 días de devocionales
Notas.
Acerca del autor.
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RECONOCIMIENTOS
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LA CONVERSACIÓN MÁS
FAMOSA DE LA BIBLIA.
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calle y recorre las calles adoquinadas sin ser visto. Pasa junto a
los encargados de encender las lámparas de las plazas y toma
un sendero que llega a la puerta de una casa humilde. Jesús
y sus seguidores se están quedando allí, según le informaron.
Nicodemo golpea la puerta.
El bullicioso recinto queda en completo silencio apenas
entra. Los hombres son pescadores y recaudadores de impues-
tos que no están habituados al ámbito intelectual de un erudi-
to. Se reacomodan en sus asientos y Jesús mueve la mano para
indicarle al visitante que tome asiento. Nicodemo lo hace e ini-
cia la conversación más famosa de la Biblia: “Rabi – le dijo -,
sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios,
porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no
estuviera con él” (Jn 3:2).
Nicodemo empieza con “lo que sabe”. He hecho mis averi-
guaciones, es lo que implica. Estoy impresionado con tu labor.
Aquí quedamos a la espectativa de un saludo con tono simi-
lar por parte de Jesús: “Yo también he oído de tí, Nicodemo”.
Esperamos tanto como Nicodemo esperaba, una charla ame-
na y cordial.
De eso no se trata. Jesús no hace mención del puesto distin –
guido de Nicodemo, de sus buenas intenciones ni de sus méri-
tos académicos, no porque fueran inexistentes sino porque en
la lógica de Jesús, no vienen al caso. Él simplemente hace esta
declaración: “ De cierto, de cierto te digo, que el que no nacie-
re de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v.3 RVR 1960).
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Otro Juan Newton; pero “todo el que cree” incluye a este Juan
Newton y también al otro Juan Newton, y a todos los demás
seres humanos, sin importar cual sea su nombre”,5
Todo ... una palabra universal.
Por otro lado, no se pierda es una expresión muy seria. Nos
gustaría poder diluirla si acaso no borrarla. No así Jesús. Él
clava avisos de No Entren en cada centímetro cuadrado de la
puerta del diablo y dice a los que se empecinan en ir al infier-
no que lo tendrán que hacer sobre su cadaver. Aún así, algu-
nas almas porfiadas insisten.
Al final, unos perecen y otros viven. ¿Qué marca la dife-
rencia? Ni obras ni talentos, pedigríes ni posesiones. Nicode-
mo los tenía por montones. La diferencia la determina lo que
creamos. “El que cree en él no se pierda, sino que tenga vida
eterna”.
Los traductores de la Biblia en las islas Nuevas Hébrides
tuvieron dificultad para traducir el verbo creer. Fue un proble-
ma serio, ya que tanto la palabra como el concepto son
esenciales para las Escrituras.
Cierto traductor bíblico llamado Juan G. Paton encontró una
solución mientras se fue de cacería con un hombre de la tribu.
Ambos cazaron un gran venado y se lo llevaron amarra- do a un
travesaño por un sendero angosto y empinado en la montaña
que conducía a la casa de Paton. Cuando llegaron a la
veranda, los dos hombres soltaron la carga y se dejaron caer
sobre los sillones de la entrada. Al hacerlo, el nativo exclamó
en el idioma de su pueblo: “Qué bueno poder estirarnos aquí
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