Lucía Megías, J. M.-Los Enanos (Art.)
Lucía Megías, J. M.-Los Enanos (Art.)
Lucía Megías, J. M.-Los Enanos (Art.)
cundarios frecuentes: el del personaje que sirve de enlace entre una aventura y otra, al con-
ducir a uno de los héroes al nuevo sitio de la aventura, y el del personaje que sirve para na-
rrar la cuita misma, la historia tangencial que requiere la intervención del héroe. A menudo
ambas funciones se funden en un solo “conductor y relator”. Doncellas y escuderos desem-
peñan habitualmente estas funciones, y ocasionalmente, enanos o caballeros de menor cuan-
tía» («Tipología literaria de los personajes en el Amadís de Gaula», Nueva Revista de Filolo-
gía Hispánica, 39/2 (1991), pp. 825-864 [p. 829]).
11 Citamos por la edición de Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1526. BNMadrid: R-71.
12 Citamos por la edición de Sevilla, Jacobo y Juan Cromberger, 1525. BNMadrid: U-
8.571.
13 Nos remitimos a los fragmentos de la obra recogidos en la Antología de libros de ca-
berto González, Cirongilio de Tracia (Guía de Lectura), Alcalá de Henares, Centro de Estu-
dios Cervantinos, 2000, p. 31.
15 No debe olvidarse tampoco la presencia de grupos de enanos que forman parte de la
bre magia y otros espectáculos cortesanos en los libros de caballerías», Medioevo y Literatura.
Actas del V Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, ed. de Juan Paredes,
Granada, Universidad, 1995, IV, pp. 137-149; y E.J. Sales Dasí, «Feliciano de Silva y la tradi-
ción amadisiana en el Lisuarte de Grecia», Íncipit, 17 (1997), pp. 175-217 [pp. 212-213].
17 Amadís: heroísmo mítico cortesano, Madrid, Cupsa/Universidad de Zaragoza, 1979,
pp. 118-129.
18 Este episodio aparece recogido en el capítulo XVIII del primer libro del Amadís de
Gaula, pp. 423-438 de la edición de Juan Manuel Cacho Blecua, 2 vols., Madrid, Cátedra,
1987-1988.
19 Amadís: heroísmo…, p. 129.
LA OTRA REALIDAD SOCIAL EN LOS LIBROS DE CABALLERÍAS CASTELLANOS 15
Campo sabemos del lugar que ocupa Ardián delante de los tronos en que están encantados
Amadís y Oriana: «el rostro e manos avía desarmado [Amadís], e tenía a los pies un enano
assentado en un coxín de seda, y el escudo al cuello, y encima de su cabeça un yelmo muy
hermoso, guarnido de oro fecho por gran arte con aljófar muy gruesso» (Sergas, edición de
Toledo, Juan de Villaquirán, 1521 [París: Mazarine: Rés. 363], cap. XCI, f. 78v).
22 «e fue por oblato recebido en el monesterio, loando todos la lealtad con que al rey avía
servido en la vida, no lo queriendo con ella desamparar en la muerte» (cap. CLXXXIV, f. 218v).
16 RIVISTA DI FILOLOGIA E LETTERATURE ISPANICHE
23
Citamos por la edición de Sevilla, Dominico de Robertis, 1546. British Library:
C.189.bb.7.
LA OTRA REALIDAD SOCIAL EN LOS LIBROS DE CABALLERÍAS CASTELLANOS 17
3.4. Menos docto que Risdeno, pero tan leal como él o Ardián, es el
enano Cardín, personaje del Floriseo (1516) del escritor extremeño Ber-
nal. Sus intervenciones en la obra tienen como común denominador el
empeño de divertir a los demás. De forma voluntaria adopta el rol de
cómico para entretener a la Reina de Bohemia que está triste porque su
amado no regresa con ella: «su continuo oficio era hazer alegre a la rei-
na con las cosas de mucha gracia que dezía e hazía en su presencia»26; o
24 Citamos por la edición de Mª C. Marín Pina, Alcalá de Henares, Centro de Estudios
Cervantinos, 1998.
25 Mª C. Marín Pina, «Introducción» a ed. cit., p. XVII.
26 Nuestras citas del Floriseo están tomadas del resumen argumental de la obra realiza-
do por J. Guijarro Ceballos, Floriseo (Guía de Lectura), Alcalá de Henares, Centro de Estu-
dios Cervantinos, 1999, p. 35 y 37.
18 RIVISTA DI FILOLOGIA E LETTERATURE ISPANICHE
estava tan encendido en su amor que nunca partía d’ella sus ojos, no hazía sino
sospirar. La princesa que lo entendía, burlándose d’él muchas vezes, le dezía:
– Mi Busendo, ¿de qué te quexas que mucha lástima he de verte tan maltrecho?
– ¡Ay, mi señora!, – dezía él –, ¿cómo no me tengo de quexar viendo cuánta di-
ferencia pusieron los dioses entre vós e mí; a vós de tanta hermosura, e a mí de
tanta fealdad que si no fuesse por la vuestra gran bondad el día que me viéssedes
no podríades comer? (f. 114v).
Claro está que, de acuerdo con su condición, este enano a duras pe-
nas podrá competir con el héroe y sus inclinaciones sentimentales es-
tán abocadas al fracaso desde el primer instante34. Sin embargo, al per-
sistir Busendo en sus intenciones, Feliciano de Silva consigue abrir una
nueva vía más idílica y platónica, que al final del Amadís de Grecia se
perpetuará con la aparición del pastor Darinel, personaje enamorado
de la pastora-princesa Silvia y que, aunque sabe que sus esperanzas
nunca se van a cumplir, se satisface y ennoblece en la contemplación
de su amada.
Aparte del vínculo que se establece entre Busendo y Darinel, Silva le
otorga al primero un indudable protagonismo. Poco a poco se convier-
te en confidente, consejero e intermediario amoroso de la pareja Ama-
dís de Grecia-Niquea, sustituyendo con su iniciativa a esas doncellas
que como Carmela en las Sergas o Alquifa en el Lisuarte de Grecia se
encargaron de facilitar la unión de los protagonistas. Por si esto no fue-
ra suficiente, Silva dota a su creación de un empaque distintivo frente a
otros enanos ya mencionados. Niquea ha sido encantada por las artes
de la maga Zirfea en un recinto al que no todos se atreven a acceder. Si
la cobardía es un defecto consustancial a la naturaleza de los enanos,
Busendo debería renunciar a adentrarse en la Gloria de Niquea. Aun
así, pertrechado en la fuerza de su amor y en su lealtad, él no se amila-
na y logra gozar de la visión de su amada. Su osadía pone en evidencia
la propia talla heroica de Amadís de Grecia, cuyas dudas sobre la pa-
sión que siente a la vez por Luscela y Niquea le impiden afrontar la
aventura. Las palabras del caballero no dejan lugar a dudas: «¡Ay, mi
34 Mientras Niquea no se toma muy en serio los amores de Busendo, idéntica reacción
provoca en Amadís de Grecia la confesión del enano. Aunque este último sabe de sobra
cuáles son las intenciones de su señora, después de que ella haya quedado encantada, nece-
sita del auxilio de su rival para que lleve a cabo la aventura de su desencantamiento. Por
eso, «por dalle plazer le contó cómo él estava enamorado de Niquea y cómo cuando ella
pensava en él y suspirava, cuidando que por él lo hazía y no se le osava descubrir de ver-
güença, que cuando lo oyó Amadís no pudo estar que mucho no riesse» (2ª, cap. XLIX, f.
139r). Dada la superioridad física y moral del caballero, las elevadas aspiraciones del enano
derivan en un empeño cómico.
LA OTRA REALIDAD SOCIAL EN LOS LIBROS DE CABALLERÍAS CASTELLANOS 21
señora Niquea, cuán poca razón tenéis vós de amar a aquel con quien
una tan cativa y fea cosa ha ganado tanta honra en cosa de vuestro ser-
vicio» (2ª, cap. L, f. 142v). Al menos en este caso la actuación de Busen-
do le ha permitido trascender momentáneamente a sus limitaciones pa-
ra gozar de un prestigio superior incluso al del caballero, evidenciando
que también los más pequeños pueden triunfar en una ordalía.
Cervantinos, 1999.
36 Así aparece también en numerosos libros de caballerías manuscritos, compuestos y
difundidos en las últimas décadas del siglo XVI y primeras del XVII; ejemplos de una de las
corrientes de evolución del género caballeresco en estos momentos: la erótica. Véase J.M.
Lucía Megías, «Libros de caballerías manuscritos», Voz y Letra, 7/2 (1996), pp. 61-125.
22 RIVISTA DI FILOLOGIA E LETTERATURE ISPANICHE
tantas batallas» hay también «tantos enanos graciosos» (1ª, cap. XLIX,
p. 581)37. Su caracterización acepta paulatinamente nuevos aditamen-
tos que le van distanciando de lo que fue en el roman artúrico un per-
sonaje de raíces misteriosas y ligado a la esfera de lo maravilloso. Su
evolución es paralela a la que experimenta la propia literatura que lo
acoge. Mientras ésta va incorporando motivos que revitalizan el géne-
ro, figuras como el enano son instrumentos que posibilitan tales cam-
bios. Desde Ardián hasta Busendo o Ximiaca hay un largo camino en
el que los autores se preocupan de algo más que por los hechos de ar-
mas. Los tiempos vacíos en estos relatos son cubiertos cada vez más
por episodios amorosos a veces de carácter sexual, por diálogos en los
que los personajes reivindican su parentesco con los gustos cortesanos
de la época, por situaciones humorísticas o paródicas asociadas a una
mayor afición por lo teatral. Las galanuras de los caballeros y los do-
naires se dan la mano con las chanzas de unos enanos que con el deve-
nir del género pretenden escapar al simple anonimato y afirman su in-
dividualidad demandando un papel más activo o proclamando los mis-
mos intereses que los protagonistas. Si la historia nos recuerda que al-
gunos enanos desfilaron por los palacios del seiscientos español para
desempeñar su oficio como hombres de placer, en los libros de caballe-
rías la suya es asimismo una aportación decisiva para transformar la
“historia fingida” en un sabroso pasatiempo. Los enanos, su presencia
y su voz, sus sueños y sus realidades, constituyen elementos esenciales
de la literatura caballeresca de entretenimiento, que será la corriente
que triunfará a partir de la segunda mitad del siglo XVI; literatura de
entretenimiento alejada tanto de los romans artúricos como de la relec-
tura que hizo de ellos Garci Rodríguez de Montalvo a finales del siglo
XV en su Amadís de Gaula; literatura de entretenimiento con la que se
emparenta la propuesta caballeresca que firma Miguel de Cervantes
con su Don Quijote.