CUENTOS
CUENTOS
CUENTOS
– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos
los agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando
dices o haces cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como
estos agujeros en la cerca. Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará
allí. Y una herida física es igual que una herida verbal. Los amigos, así como los
padres y toda la familia, son verdaderas joyas a quienes hay que valorar. Ellos te
sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una palabra de aliento y
siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con
que el niño reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín Colorado,
Este cuento se ha acabado.
CUENTO PARA LEER
UGA, LA TORTUGA
¡Caramba, todo me sale mal!, se lamentaba constantemente Uga, la tortuga. Y no
era para menos: siempre llegaba tarde, era la última en terminar sus tareas, casi
nunca ganaba premios por su rapidez y, para colmo era una dormilona. ¡Esto tiene
que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le
recriminaran por su poco esfuerzo. Y optó por no hacer nada, ni siquiera tareas tan
sencillas como amontonar las hojitas secas caídas de los árboles en otoño o quitar
las piedrecitas del camino a la charca.
– “No es una gran idea”, dijo una hormiguita. “Lo que verdaderamente cuenta no
es hacer el trabajo en tiempo récord, lo importante es hacerlo lo mejor que sepas,
pues siempre te quedarás con la satisfacción de haberlo conseguido. No todos los
trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren más tiempo y
esfuerzo. Si no lo intentas, nunca sabrás lo que eres capaz de hacer y siempre te
quedarás con la duda de qué hubiera sucedido si lo hubieras intentado alguna vez.
Es mejor intentarlo y no conseguirlo, que no hacerlo y vivir siempre con la espina
clavada. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que
nos proponemos, por eso te aconsejo que lo intentes. Podrías sorprenderte de lo
que eres capaz”.
– “¡Hormiguita, tienes razón! Esas palabras son lo que necesitaba: alguien que me
ayudara a comprender el valor del esfuerzo, prometo que lo intentaré.”
Así, Uga, la tortuga, empezó a esforzarse en sus quehaceres. Se sentía feliz consigo
misma pues cada día lograba lo que se proponía, aunque fuera poco, ya que era
consciente de que había hecho todo lo posible por conseguirlo.
– Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
– Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
– Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas a rayas
amarillas y rojas. La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba
unas zapatillas verdes con lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas
blancas como las nubes. Y cuando estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa
se puso a llorar desesperada. Es que era tan alta, que ¡no podía atarse los cordones
de sus zapatillas!
– “Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos
diferentes, pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos
cuando lo necesitemos”.
Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron
las hormigas, que treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Finalmente,
se pusieron todos los animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados,
listos, ¡YA! Cuando terminó la carrera, todos festejaron
porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido lo que
significaba la amistad.
CUENTO PARA LEER
UN CONEJO EN LA VÍA
Daniel se divertía dentro del coche con su hermano menor, Carlos. Iban de paseo
con sus padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus
nuevas cometas. Sería un paseo inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un
brusco frenazo. Daniel oyó a su padre exclamar con voz ronca:
– “¡Oh, ¡mi Dios, lo he atropellado!”.
– “¿A quién, a quién?”, le preguntó Daniel.
– “No se preocupen”, respondió su padre. – “No es nada”.
El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó
a sonar una canción de moda en los altavoces.
– “Cantemos esta canción”, dijo mirando a los niños en el asiento de atrás.
La mamá comenzó a tararear una canción. Sin embargo, Daniel miró por la ventana
trasera y vio tendido sobre la carretera a un conejo.
– “Para el coche papi”, gritó Daniel. “Por favor, detente”.
– “¿Para qué?”, respondió su padre.
– “¡El conejo se ha quedado tendido en la carretera!”.
– “Dejémoslo”, dijo la madre. “Es solo un animal”.
– “No, no, detente. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales”. Los dos
niños estaban muy preocupados y tristes.
– “Bueno, está bien”, dijo el padre dándose cuenta de su error.
Y dando la vuelta recogieron al conejo herido. Sin embargo, al reiniciar su viaje una
patrulla de la policía les detuvo en el camino para alertarles sobre que una gran roca
había caído en el camino y que había cerrado el paso.
Entonces decidieron ayudar a los policías a retirar la roca. Gracias a la solidaridad
de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al veterinario, donde
curaron la pata al conejo. Los papás de Daniel y Carlos aceptaron a llevarlo a su
casa hasta que se curara. Y unas semanas más tarde toda la familia fue a dejar al
conejito de nuevo en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero
sabiendo que sería más feliz estando en libertad.
CUENTO PARA LEER
LA SEPULTURA DEL LOBO
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho
que le sobraba. Sin embargo, cuando se hizo viejo, empezó a pensar en su propia
vida, sentado en la puerta de su casa. Un burrito que pasaba por allí le preguntó:
– “¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino?”. “Te daré ocho, si prometes
velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro”.
A los pocos días el lobo murió y el burrito fue a velar su sepultura. Durante la tercera
noche se le unió el pato que no tenía casa. Y juntos estaban cuando, en medio de
una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho y les dijo:
– “Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro”. “Será suficiente si
llenas una de mis botas”, le dijo el pato, que era muy astuto.
El aguilucho se marchó para regresar enseguida con un gran saco de oro, que
empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa.
Como no tenía suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho
decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo. Y cuando intentaba cruzar
un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, cayó sin remedio.
– “La maldad del aguilucho nos ha beneficiado. Y ahora nosotros y todos los pobres
de la ciudad con los que compartiremos el oro nunca más pasaremos necesidades”,
dijo el borrico.
Así hicieron y las personas del pueblo se convirtieron en las más ricas del mundo.
CUENTO PARA LEER
LA RATITA BLANCA
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las nieves a una
fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y guiando
sus carrozas de escarcha. Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a unos niños
que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino. El hada entró en la pobre
casa y encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le contaron
que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y mientras tanto, se morían de frío
y miedo.
– “Me quedaré con vosotros hasta que vuestros padres regresen”, prometió.
Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa por el castigo que podía
imponerle su soberana por la tardanza, olvidó la varita mágica en el interior de la
cabaña.
– “¿No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un
buen castigo!”.
Así que, si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante,
sabed que es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido su castigo.
CUENTO PARA LEER
LA AVENTURA DEL AGUA
Un día que el agua se encontraba en el soberbio mar sintió el caprichoso deseo de
subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego y le dijo:
El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola en
un sutil vapor. El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos
más ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo. Entonces las
partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a juntarse, se volvieron más
pesadas que el aire y cayeron en forma de lluvia. Habían subido al cielo invadidas
de soberbia y recibieron su merecido. La tierra sedienta absorbió la lluvia y, de esta
forma, el agua estuvo durante mucho tiempo prisionera en el suelo, purgando su
pecado con una larga penitencia.
CUENTO PARA LEER
LA GRATITUD DE LA FIERA
Androcles, un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su amo, escapó
al bosque. Buscando refugio seguro, encontró una cueva y al entrar, a la débil luz
que llegaba del exterior, el joven descubrió un soberbio león. Se lamía la pata
derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin sentir temor, se dijo:
– “Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera guiado
hasta aquí para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, te ayudaré”.
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su herida
hasta encontrar una flecha clavada profundamente. Se la extrajo y lu ego le lavó la
herida con agua fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva hasta que Androcles,
creyendo que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones romanos
armados con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron prisionero al circo. Pasados
unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra. El recinto estaba lleno a rebosar
de gentes ansiosas de contemplar la lucha. Androcles se aprestó a luchar con el león
que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso rugido, la fiera se detuvo en
seco y comenzó a restregar cariñosamente su cabezota contra el cuerpo del esclavo.
El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Sin embargo, lo que
todos ignoraron era que Androcles no poseía ningún poder especial y que lo que
había ocurrido no era sino la demostración de la gratitud del animal.
CUENTO PARA LEER
SECRETO A VOCES
Gretel, la hija del alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía
guardar un secreto.
– “Estábamos hablando sobre el gran reloj que mañana, a las doce, vamos a colocar
en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo”.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con todas
sus compañeras de la escuela para ver cómo colocaban el reloj en el ayuntamiento.
Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no existía. El Alcalde quiso
dar una lección a su hija y en verdad fue dura, pues las niñas del pueblo estuvieron
mofándose de ella durante varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar a tiemp o.
CUENTO PARA LEER
EL NIÑO CIEGO
Un niño ciego estaba sentado en los escalones de un edificio con un sombrero a sus
pies. Levantó un cartel que decía: "Estoy ciego, por favor, ayuda".
Solo había unas pocas monedas en el sombrero, la gente pasaba con prisa y no
prestaba atención al niño.
Hasta que un hombre, sacó algunas monedas de su bolsillo, las dejó caer en el
sombrero y tomó el letrero, le dio la vuelta para escribir algunas palabras.
Luego volvió a poner el letrero en la mano del niño para que todos los que pasaran
pudieran leer el nuevo mensaje.
Pronto el sombrero comenzó a llenarse. Mucha más gente le estaba dando dinero al
niño ciego.
Esa tarde, el hombre que había cambiado el letrero volvió a ver cómo estaban las
cosas.
El hombre dijo:
- Solo escribí la verdad. Escribí: Hoy es un día hermoso, pero no puedo verlo.
Ambos letreros decían la verdad. Pero el primero afirmaba que el niño era ciego,
mientras que el segundo recordaba a todos los caminantes que debían estar
agradecidos porque podían ver .
CUENTO PARA LEER
EL HOMBRE SABIO
Las gentes venían de muy distintos lugares, quejándose de los mismos problemas
una y otra vez. El hombre, harto de la actitud de queja de todas las personas, un
buen día decidió contarles un chiste. Al terminarlo, todos rieron a carcajadas.
Un par de minutos después, volvió a contarles el mismo chiste, pero en esta ocasión
solo unos pocos sonrieron.
Y, por tercera vez, decidió contar el mismo chiste, pero en esta ocasión, nadie se
rió.
"Si no puedes reírte del mismo chiste una y otra vez, entonces, ¿por qué siempre te
quejas por el mismo problema?
Érase una vez, un ratón que iba caminando muy distraído cuando, sin darse cuenta,
se encaramó por el lomo de un león que andaba echándose la siesta. El león, que
comenzó a notar unas leves cosquillas, se rascó, pero... al pasar la zarpa por su
lomo, notó algo extraño:
- Pero, ¿qué es esto? - dijo sorprendido atrapando al pequeño ratón entre sus garras
y acercándoselo a la cara. - ¡Mmmmm, qué suerte tengo, la comida viene a mi hoy!
Pero cuando iba a abrir sus fauces para comerse al pequeño ratón, el pequeño
animal que sorprendido y aterrado comenzó a temblar, se atrevió a decir:
- Señor león, no sabía que estaba sober usted, tiene que perdonarme iba
despistado. Sálveme la vida y quizás, algún día, pueda yo salvar la tuya.
CUENTO PARA LEER
EL TIO CONEJO Y LA GALLINA
Una vez fue el tío Conejo a pedir dinero a la cucaracha, a cuenta, del maíz que el
iba a cosechar. La cucaracha le dio el dinero y quedaron en que la entrega del
maíz iba a ser cierto día. Así quedaron. Pero el dinero no le duró ni un día al tío
Conejo.
Entonces fue a ver a la gallina y le pidió dinero a cuenta del maíz. La gallina se lo
dio y Conejo le dijo que fuera a recogerlo cierto día, el mismo que le había dicho a
la cucaracha. Otra vez se le acabó el dinero al tío Conejo. Entonces fue a ver al
coyote y pasó lo mismo. Se le acabó de vuelta el dinero y fue a ver al cazador. El
cazador le dio el dinero y quedó de ir por el maíz el mismo día en que irían los
animales.
"Si, pero espérame tantito, porque acaba de nacerle unos conejos a mi mujer.
Escóndete allí, no te vaya a comer"
"Pues si" le contestó Conejo, "pero espérame tantito, mientras, ¿no quieres comer
algo? Mira, levanta esa basurita..."
Cuentos infantiles, cuentos divertidos, cuentos para niños, cuento de El maíz del
tío conejo, cuento de un conejo, cuento que habla de el tio conejo y su maíz,
cuentos divertidos y para niños En eso llegó el coyote.
Luego el tío Conejo le dijo al coyote que se escondiera entre unas matas porque
iba a venir el cazador. Al ratito llegó el cazador con su rifle y su perro diciendo:
Y Conejo le contestó:
"Si, ya te lo voy a dar, pero espérame tantito. Mientras, dispara a esas matas.
Cuentos infantiles, cuentos divertidos, cuentos para niños, cuento de El maíz del
tío conejo, cuento de un conejo, cuento que habla de el tio conejo y su maíz,
cuentos divertidos y para niños Y se fueron caminando hasta un barranco tan
hondo, que, si una persona se caía, no podía salir. Allí estaba atravesado un palito
podrido. Conejo se paró sobre el palo y no le pasó nada al puente. Entonces el
cazador puso un pie sobre el palo y solo se oía tronar de lo podrido.
"¡No, hombre!" dijo Conejo, "no pasa nada, ¿No ves que así suena este palo de
por sí?"
Y cruzó el puente varias veces el tío Conejo, muy contento, brincando y animando
al cazador.
Ahí termina el cuento y también termina la cuenta del maíz del tío Conejo.
CUENTO PARA LEER
LA LIEBRE Y LA TORTUGA
En el campo vivían una liebre y una tortuga. La liebre era muy veloz y se
pasaba el día correteando de aquí para allá, mientras que la tortuga caminaba
siempre con aspecto cansado, pues no en vano tenía que soportar el peso de
su gran caparazón.
A la liebre le hacía mucha gracia ver a la tortuga arrastrando sus gordas patas,
mientras que a ella le bastaba un pequeño impulso para brincar con agilidad.
Cuando se cruzaban, la liebre se reía de ella y solía hacer comentarios burlones
que por supuesto, a la tortuga no le parecían nada bien.
– ¡Espero que no tengas mucha prisa, amiga tortuga! ¡Ja, ja, ja! A ese paso
no llegarás a tiempo a ninguna parte ¿Qué harás el día que tengas una
emergencia? ¡Acelera, acelera!
Un día, la tortuga se hartó de tal modo, que se enfrentó a la liebre.
– Tú serás veloz como el viento, pero te aseguro que soy capaz de ganarte
una carrera.
– ¡Ja, ja, ja! ¡Ay que me parto de risa! ¡Pero si hasta una babosa es más rápida
que tú! – contestó la liebre mofándose y riéndose a mandíbula batiente.
– Si tan segura estás – insistió la tortuga – ¿Por qué no probamos?
– ¡Cuando quieras! – respondió la liebre con chulería.
– ¡Muy bien! Nos veremos mañana a esta misma hora junto al campo de
girasoles ¿Te parece?
– ¡Perfecto! – asintió la liebre guiñándole un ojo con cara de insolencia.
La liebre dando saltitos y la tortuga con la misma tranquilidad de siempre, se
fueron cada una por su lado.
Al día siguiente ambas se reunieron en el lugar que habían convenido. Muchos
animales asistieron como público, pues la noticia de tan curiosa prueba de
atletismo había llegado hasta los confines del bosque. Una familia de gusanos,
durante la noche, se había encargado de hacer surcos en la tierra para marcar
la pista de competición. La zorra fue elegida para marcar con unos palos las
líneas de salida y de meta, mientras que un nervioso cuervo se preparó a
conciencia para ser el árbitro. Cuando todo estuvo a punto y al grito de
“Preparados, listos, ya”, la liebre y la tortuga comenzaron la carrera. La tortuga
salió a paso lento, como era habitual en ella. La liebre, en cambio, salió
disparada, pero viendo que le llevaba mucha ventaja, se paró a esperarla y de
paso, se burló un poco de ella.
A lo largo del camino, la liebre fue parándose varias veces para esperar a la
tortuga, convencida de que le bastaría correr un poquito en el último momento
para llegar la primera. Pero algo sucedió… A pocos metros de la meta, la liebre
se quedó dormida de puro aburrimiento así que la tortuga le adelantó y dando
pasitos cortos pero seguros, se situó en el primer puesto. Cuando la tortuga
estaba a punto de cruzar la línea de meta, la liebre se despertó y echó a correr
lo más rápido que pudo, pero ya no había nada que hacer. Vio con a sombro e
impotencia cómo la tortuga se alzaba con la victoria y era ovacionada por todos
los animales del bosque.
La liebre, por primera vez en su vida, se sintió avergonzada y jamás volvió a
reírse de la tortuga.
Moraleja: en la vida hay que ser humildes y tener en cuenta que los objetivos
se consiguen con paciencia, dedicación, constancia y el trabajo bien hecho.
Siempre es mejor ir lento, pero a paso firme y seguro. Y por supuesto, jamás
menosprecies a alguien por ser más débil, porque a lo mejor un día te hace
ver tus propias debilidades.
CUENTO PARA LEER
EL GRAN LÍO DEL PULPO
Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque,
aunque quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo
estaba tratando de atrapar una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse
cuenta, se había hecho un enorme lío con sus tentáculos, y no podía moverse. Trató
de librarse con todas sus fuerzas, pero fue imposible, así que tuvo que terminar
pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la enorme vergüenza que
le daba que le vieran hecho un nudo.
Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que
se ofreció para ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El pulpo
se sintió aliviadísimo cuando se pudo soltar, pero era tan tímido que no se
atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser su amigo, así que
simplemente le dió las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó toda
la noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse hecho
amigo de aquel pececillo tan amable.
Un par de días después, estaba el pulpo descansando entre unas rocas,
cuando notó que todos nadaban apresurados. Miró un poco más lejos y vio un
enorme pez que había acudido a comer a aquella zona. Y ya iba corriendo a
esconderse, cuando vio que el horrible pez ¡estaba persiguiendo precisamente al
pececillo que le había ayudado! El pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el
pez grande era tan peligroso que nadie se atrevía a acercarse. Entonces el pulpo,
recordando lo que el pececillo había hecho por él, sintió que tenía que ayudarle
como fuera, y sin pensarlo ni un momento, se lanzó como un rayo, se plantó
delante del gigantesco pez, y antes de que éste pudiera salir de su asombro,
soltó el chorro de tinta más grande de su vida, agarró al pececillo, y corrió a
esconderse entre las rocas. Todo pasó tan rápido, que el pez grande no tuvo
tiempo de reaccionar, pero enseguida se recuperó. Y ya se disponía a buscar al pulpo
y al pez para zampárselos, cuando notó un picor terrible en las agallas,
primero, luego en las aletas, y finalmente en el resto del cuerpo: y resultó que era
un pez artista que adoraba los colores, y la oscura tinta del pulpo ¡¡le dio una alergia
terrible!!
Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se fue, todos
los peces acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el
pececillo les contó que él había ayudado al pulpo unos días antes, pero que nunca
había conocido a nadie tan agradecido que llegara a hacer algo tan peligroso, esto.
Los demás peces del lugar descubrieron lo genial que era aquel pulpito tímido ,
y no había habitante de aquellas rocas que no quisiera ser amigo de un pulpo tan
valiente y agradecido.
TRABALENGUAS
El perro de San Roque
El perro de San Roque no tiene rabo
porque Ramón Ramírez se lo ha cortado.
Y al perro de Ramón Ramírez, ¿quién el rabo le ha cortado?
El rey de Constantinopla
El rey de Constantinopla esta constantinoplizado.
Consta que Constanza, no lo pudo desconstantinoplizar.
El desconstantinoplizador que desconstantinoplizare al rey de Constantinopla,
buen desconstantinoplizador será.
Capas
El que compra pocas capas,
pocas capas paga,
como yo compré pocas capas,
pocas capas pago
María Chuzena
María Chuzena su choza techaba,
y un techador que por ahí pasaba le dijo:
-María Chuzena, ¿tú techas tu choza o techas la ajena?
-No techo mi choza ni techo la ajena. Yo techo la choza de María Chuzena.
TRABALENGUAS
Pedro Pérez Pita
Pedro Pérez Pita pintor perpetuo,
pinta paisajes por poco precio
para poder partir
Pronto para Paris.
Enladrillado
El cielo está enladrillado,
¿quién lo desenladrillará?
El que lo desenladrille,
buen desenladrillador será.
El dicho
Me han dicho un dicho,
que dicen que he dicho yo.
Ese dicho está mal dicho,
pues si yo lo hubiera dicho
estaría mejor dicho,
TRABALENGUAS
El Rey
El rey de Constantinopla
El rey de constanpinola
Se quiere descontantinopolizar
el que lo descontantinopolice
buen descontantinopolizador será.
pepe
Pepe Pecas pica papas con un pico,
con un pico pica papas Pepe Pecas.
Si Pepe Pecas pica papas con un pico,
¿dónde está el pico con que Pepe Pecas pica papas?
Coco
Compradre, compreme un coco
Compadre, no compro coco, porque
poco coco como, poco coco compro
El lunes
El Lunes le dijo al Martes,
que fuera a casa del Miércoles,
para que le pregunte al Jueves,
si era verdad que Viernes,
le dijo al Sábado, que si
domingo era día de fiesta
TRABALENGUAS
El gato
El gato araña a la araña y
la araña araña al gato
pobre gato lo araña la araña
pobre araña que lo araña el gato.
La araña
Una araña sueña con una cabaña
que tiene una telaraña.
Si la cabaña no tuviera una telaraña,
la araña no soñaría con una cabaña y una telaraña
El pato
El pato tiene dos patas.
Dos patas tiene la pata.
Un pico tiene el patito,
y se pica las dos patas.
¡Qué metedura de pata!
La cebra
Cubre la cebra su cuerpo,
saca su lengua la cobra,
come la hierba la cabra;
aunque la cabra cubre a la cobra
y la cebra cubre a la cabra,
cobra, cabra y cebra comen en la sombra.