Antologia PDF
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Un día, hace cientos de años, el dios Quetzalcóatl decidió viajar por todo el mundo. Su aspecto era el de una serpiente adornada
con plumas de color verde y dorado, así que para no ser reconocido, adoptó forma humana y echó a andar. Subió altas montañas y
atravesó espesos bosques sin descanso. Al final de la jornada, se sintió agotado. Había caminado tanto que decidió que era la hora
de pararse a descansar para recobrar las fuerzas. Satisfecho por todo lo que había visto, se sentó sobre una roca en un claro del
Era una preciosa noche de verano. Las estrellas titilaban y cubrían el cielo como si fuera un enorme manto de diamantes y, junto a
ellas, una anaranjada luna parecía que lo vigilaba todo desde lo alto. El dios pensó que era la imagen más bella que había visto en su
vida.
Al cabo de un rato se dio cuenta de que, junto a él, había un conejo que le miraba sin dejar de masticar algo que llevaba entre los
dientes.
– Tienes razón… Imagino que si no encuentro nada que llevarme a la boca, moriré de hambre.
El conejo se sintió fatal ¡No podía consentir que eso sucediera! Se quedó pensativo y en un acto de generosidad, se ofreció al dios.
– Tan sólo soy un pequeño conejo, pero si quieres puedo servirte de alimento. Cómeme a mí y así podrás sobrevivir.
El dios se conmovió por la bondad y la ternura de aquel animalito. Estaba ofreciendo su propia vida para salvarle a él.
– Me emocionan tus palabras – le dijo acariciándole la cabeza con suavidad – A partir de hoy, siempre serás recordado. Te lo mereces
Tomándole en brazos le levantó tan alto que su figura quedó estampada en la superficie de la luna. Después, con mucho cuidado, le
bajó hasta el suelo y el conejo pudo contemplar con asombro su propia imagen brillante.
– Pasarán los siglos y cambiarán los hombres, pero allí estará siempre tu recuerdo.
Su promesa se cumplió. Todavía hoy, si la noche está despejada y miras la luna llena con atención, descubrirás la silueta del
bondadoso conejo que hace muchos, muchos años, quiso ayudar al dios Quetzalcóatl.
El niño y los clavos
Había un niño que tenía muy mal carácter. Un día, su padre le dio una bolsa con clavos y le dijo
que cada vez que perdiera la calma, clavase un clavo en la cerca del patio de la casa. El primer
día, el niño clavó 37 clavos. Al día siguiente, menos, y así el resto de los días. Él pequeño se iba
dando cuenta que era más fácil controlar su genio y su mal carácter que tener que clavar los
clavos en la cerca. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió la calma ni una sola vez y
fue alegre a contárselo a su padre. ¡Había conseguido, finalmente, controlar su mal
temperamento! Su padre, muy contento y satisfecho, le sugirió entonces que por cada día que
controlase su carácter, sacase un clavo de la cerca. Los días pasaron y cuando el niño terminó
de sacar todos los clavos fue a decírselo a su padre.
– “Has trabajo duro para clavar y quitar los clavos de esta cerca, pero fíjate en todos los
agujeros que quedaron. Jamás será la misma. Lo que quiero decir es que cuando dices o haces
cosas con mal genio, enfado y mal carácter dejas una cicatriz, como estos agujeros en la cerca.
Ya no importa que pidas perdón. La herida siempre estará allí. Y una herida física es igual que
una herida verbal. Los amigos, así como los padres y toda la familia, son verdaderas joyas a
quienes hay que valorar. Ellos te sonríen y te animan a mejorar. Te escuchan, comparten una
palabra de aliento y siempre tienen su corazón abierto para recibirte”.
Las palabras de su padre, así como la experiencia vivida con los clavos, hicieron con que el niño
reflexionase sobre las consecuencias de su carácter. Y colorín colorado, este cuento se ha
acabado.
El papel y la tinta
Había una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella,
cuando una pluma, bañada en negrísima tinta, la manchó completa y la
llenó de palabras.
– “¿Para qué preocuparme en hacerlo si luego mis compañeros lo terminarán más rápido?
Mejor me dedico a jugar y a descansar”.
– “No es una gran idea”, dijo una hormiguita. “Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el
trabajo en tiempo récord, lo importante es hacerlo lo mejor que sepas, pues siempre te quedarás
con la satisfacción de haberlo conseguido. No todos los trabajos necesitan de obreros
rápidos. Hay labores que requieren más tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas, nunca sabrás lo que
eres capaz de hacer y siempre te quedarás con la duda de qué hubiera sucedido si lo hubieras
intentado alguna vez. Es mejor intentarlo y no conseguirlo, que no hacerlo y vivir siempre con la
espina clavada. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos
proponemos, por eso te aconsejo que lo intentes. Podrías sorprenderte de lo que eres capaz”.
– “¡Hormiguita, tienes razón! Esas palabras son lo que necesitaba: alguien que me ayudara a
comprender el valor del esfuerzo, prometo que lo intentaré.»
Así, Uga, la tortuga, empezó a esforzarse en sus quehaceres. Se sentía feliz consigo misma pues
cada día lograba lo que se proponía, aunque fuera poco, ya que era consciente de que había
hecho todo lo posible por conseguirlo.
– Ja, ja, ja, ja, se reía de la tortuga que era tan bajita y tan lenta.
– Jo, jo, jo, jo, se reía del rinoceronte que era tan gordo.
– Je, je, je, je, se reía del elefante por su trompa tan larga.
Y entonces, llegó la hora de la largada. El zorro llevaba unas zapatillas a rayas amarillas y rojas.
La cebra, unas rosadas con moños muy grandes. El mono llevaba unas zapatillas verdes con
lunares anaranjados. La tortuga se puso unas zapatillas blancas como las nubes. Y cuando
estaban a punto de comenzar la carrera, la jirafa se puso a llorar desesperada. Es que era tan
alta, que ¡no podía atarse los cordones de sus zapatillas!
Y todos los animales se quedaron mirándola. El zorro fue a hablar con ella y le dijo:
– “Tú te reías de los demás animales porque eran diferentes. Es cierto, todos somos diferentes,
pero todos tenemos algo bueno y todos podemos ser amigos y ayudarnos cuando lo
necesitemos”.
Entonces la jirafa pidió perdón a todos por haberse reído de ellos. Pronto vinieron las hormigas,
que treparon por sus zapatillas para atarle los cordones. Finalmente, se pusieron todos los
animales en la línea de partida. En sus marcas, preparados, listos, ¡YA! Cuando terminó la
carrera, todos festejaron porque habían ganado una nueva amiga que además había aprendido
lo que significaba la amistad.
Un conejo en la vía
Daniel se divertía dentro del coche con su hermano menor, Carlos. Iban de paseo con sus
padres al Lago Rosado. Allí irían a nadar en sus tibias aguas y elevarían sus nuevas cometas.
Sería un paseo inolvidable. De pronto el coche se detuvo con un brusco frenazo. Daniel oyó a su
padre exclamar con voz ronca:
El auto inició su marcha de nuevo y la madre de los chicos encendió la radio, empezó a sonar
una canción de moda en los altavoces.
La mamá comenzó a tararear una canción. Sin embargo, Daniel miró por la ventana trasera y
vio tendido sobre la carretera a un conejo.
– “No, no, detente. Debemos recogerlo y llevarlo al hospital de animales”. Los dos niños
estaban muy preocupados y tristes.
Y dando la vuelta recogieron al conejo herido. Sin embargo, al reiniciar su viaje una patrulla de
la policía les detuvo en el camino para alertarles sobre que una gran roca había caído en el
camino y que había cerrado el paso. Entonces decidieron ayudar a los policías a retirar la roca.
Gracias a la solidaridad de todos pudieron dejar el camino libre y llegar a tiempo al veterinario,
donde curaron la pata al conejo. Los papás de Daniel y Carlos aceptaron a llevarlo a su casa
hasta que se curara. Y unas semanas más tarde toda la familia fue a dejar al conejito de nuevo
en el bosque. Carlos y Daniel le dijeron adiós con pena, pero sabiendo que sería más feliz
estando en libertad.
La sepultura del lobo
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho que le
sobraba. Sin embargo, cuando se hizo viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado en la
puerta de su casa. Un burrito que pasaba por allí le preguntó:
– “¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino?”. “Te daré ocho, si prometes velar por
mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro”.
A los pocos días el lobo murió y el burrito fue a velar su sepultura. Durante la tercera noche se
le unió el pato que no tenía casa. Y juntos estaban cuando, en medio de una espantosa ráfaga de
viento, llego el aguilucho y les dijo:
– “Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro”. “Será suficiente si llenas una de
mis botas”, le dijo el pato, que era muy astuto.
El aguilucho se marchó para regresar enseguida con un gran saco de oro, que empezó a volcar
sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa. Como no tenía suela y la fosa
estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro
del mundo. Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, cayó
sin remedio.
– “La maldad del aguilucho nos ha beneficiado. Y ahora nosotros y todos los pobres de la
ciudad con los que compartiremos el oro nunca más pasaremos necesidades”, dijo el borrico.
Así hicieron y las personas del pueblo se convirtieron en las más ricas del mundo.
La ratita blanca
El hada soberana de las cumbres invitó un día a todas las hadas de las nieves a una fiesta en su
palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y guiando sus carrozas de escarcha.
Sin embargo, una de ellas, Alba, al oír llorar a unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se
detuvo en el camino. El hada entró en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños,
calentándose junto a las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a trabajar a la ciudad y
mientras tanto, se morían de frío y miedo.
– “Me quedaré con vosotros hasta que vuestros padres regresen”, prometió.
Y así lo hizo, pero a la hora de marcharse, nerviosa por el castigo que podía imponerle su
soberana por la tardanza, olvidó la varita mágica en el interior de la cabaña.
– “¿No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen
castigo!”.
– “Sabemos que Alba no ha llegado temprano y ha olvidado su varita. Ha faltado, sí, pero por su
buen corazón, el castigo no puede ser eterno. Te pedimos que el castigo solo dure cien años,
durante los cuales vagara por el mundo convertida en una ratita blanca”.
Así que si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante, sabed que es
La aventura del agua
Un día que el agua se encontraba en el soberbio mar sintió el caprichoso
deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego y le dijo:
– “Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera guiado hasta aquí
para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, te ayudaré”.
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su herida hasta
encontrar una flecha clavada profundamente. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua
fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva hasta que Androcles, creyendo
que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios centuriones romanos armados con sus lanzas
cayeron sobre él y le llevaron prisionero al circo. Pasados unos días, fue sacado de su pestilente
mazmorra. El recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar la lucha.
Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso
rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su cabezota contra el
cuerpo del esclavo.
– “¡Sublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha sometido a la fiera!”, gritaban los
espectadores.
El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Sin embargo, lo que todos
ignoraron era que Androcles no poseía ningún poder especial y que lo que había ocurrido no
era
Secreto a voces
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía
guardar un secreto.
– “Estábamos hablando sobre el gran reloj que mañana, a las doce, vamos a colocar
en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo”.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con todas
sus compañeras de la escuela para ver cómo colocaban el reloj en el ayuntamiento.
Sin embargo, grande fue su sorpresa al ver que tal reloj no existía. El Alcalde quiso
dar una lección a su hija y en verdad fue dura, pues las niñas del pueblo estuvieron
mofándose de ella durante varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar a tiempo.
Hígado de conejo
Hace mucho tiempo, en el fondo del mar, la hija del rey del mar enfermó gravemente. Los médicos no
podían curarla, hasta que finalmente sugirieron que, para poder curarla de su mal, tenían que darle de
comer hígado de conejo. El rey mandó llamar a la tortuga, porque es un animal que vive en el mar, pero
puede salir a tierra firme.
El rey le explicó a la tortuga su problema y la tortuga se rehusó a ayudarlo porque ningún conejo
querría dar libremente su hígado para curar a la princesa. El rey se enojó y amenazó de muerte a la
tortuga, advirtiéndole que, si no le traía al conejo, le a rrancaría el hígado a ella.
más remedio que emprender el viaje a tierra firme, agobiada en sus pensamientos: ¿Cómo convencería
al conejo para acompañarla? Por fin llegó la tortuga a la playa y lentamente se internó tierra adentro
hasta que encontró un conejo; lo saludó cortésmente y le dijo: “ven conmigo, porque el rey del mar hará
una gran fiesta en honor de su hija y me mandó por ti para que seas su invitado especial”.
El conejo se sintió halagado y accedió a ir, pero llegando a la playa, le dijo a la tortuga: “no podré
acompañarte porque no sé nadar”, a lo que la tortuga respondió: “no te preocupes, puedes subirte en mi
concha y yo te llevaré hasta la corte del rey”.
El conejo se subió en la tortuga y ésta lo llevó hasta las profu ndidades. El rey se alegró mucho al verlo,
lo saludó y todos estaban muy felices. El conejo preguntó por la princesa y lo escoltaron a su
habitación, donde cerraron las puertas y desenvainaron sus espadas.
El rey se exasperó y ordenó a la tortuga que llevara al conejo a recoger su hígado y volvieran. La
tortuga tuvo que volver a tierra con el conejo, quien le reclamó en el camino por haberlo engañado. Ella
le respondió que, si no lo hacía, le sacarían a ella su hígado. Siguieron el viaje y una vez en la playa, tan
pronto como el conejo pudo pisar suelo seco, emprendió una alocada carrera mientras le gritaba a la
tortuga: “¿sabes? Acabo de recordar que yo también lo necesito, mejor dale el tuyo”.
Rico y pobre
Había una vez una pareja que era muy pobre. No obstante su miseria, ambos eran
plenamente felices, muy trabajadores, amados por sus vecinos y llenos de vigor. En una
ocasión, trabajando en el campo, la mujer encontró un ave con la pata rota, se
compadeció de él y la llevó a su casa. Su esposo, al ver al ave, le preparó una camita
caliente, y le dieron de comer. Varios días estuvo el pajarito como su huésped y lo
consintieron cuanto pudieron hasta que vieron que su pata había sanado. Entonces lo
llevaron fuera y gentilmente lo echaron a volar. El pájaro, agradecido, excretó frente a los
campesinos una semillita que cayó en la tierra. La pareja se fue a dormir y al día siguiente
descubrieron que una planta enorme había crecido hasta cubrir su casa y dio un enorme
fruto redondo. Lo cortaron y al abrirlo salieron inmensas riquezas en oro, piedras
preciosas y joyería. A partir de entonces su suerte cambió, mas no su entusiasmo, vigor y
amabilidad.
Cuando contaron lo sucedido, una pareja envidiosa quiso probar su fortuna repitiendo
paso por paso lo acontecido. Así que el hombre capturó un pájaro, se lo llevó a su mujer,
quien le rompió una pata, y luego se la curó. Cuando el ave estaba curada, la soltaron, y al
volar también defecó una semillita. La pareja envidiosa se fue a la cama ansiosa de
acariciar los tesoros que sacarían al día siguiente. Al amanecer, salieron presurosos de su
choza y, efectivamente, había crecido una gran planta con un enorme fruto redondo. Lo
cortaron impacientes y al abrirlo ¡Oh, sorpresa! Lo que salió fue un gigante armado con
garrotes que les puso una paliza memorable, tan memorable que aún hoy los coreanos la
recuerdan.
Ángel y hombre Hubo un hombre pobre, pero muy trabajador que,
andando por el campo, escuchó voces femeninas en alegre jugueteo;
se acercó para ver y eran tres seres celestiales que se estaban bañando
en una poza. Una de ellas se dio cuenta de que la observaba y
quedaron prendados uno del otro.
Él la llevó a su casa, contrajeron nupcias y vivieron en mucha felicidad
y armonía durante un tiempo. Vinieron los hijos y eran realmente
felices y respetados por sus vecinos. Hasta que un día la mujer tuvo
que regresar al cielo, tomó a sus hijos y se los llevó dejando al hombre
solo y triste en su pobre casa.
A pesar de esto, el hombre no se exasperó, ni le guardó rencor, siguió
amándola y comportándose como un hombre honorable, trabajador y
esmerado. Con el tiempo, sus méritos fueron reconocidos en el Cielo,
por lo que le fue dado poder subir a estar con su familia, se
reencontraron y, entonces ahora sí, vivieron felices para siempre.
Los arqueros
En un tiempo muy lejano, había un rey en Seúl en el palacio de Kyongbokung. Ya era de edad avanzada
y tenía dos hijos muy esforzados ambos, virtuosos y sabios, por lo que no podía decidirse hacia cuál
inclinarse para la sucesión del trono.
Entonces, el rey empezó a poner pruebas a los dos hijos, los envió a batallas, los trabó en combates, les
encargó difíciles y exóticas mercancías; sin embargo, a cada prueba que el padre ponía, ambos hijos
respondían en igualdad de circunstancias.
Técnicamente no podían salir del empate, por lo que el padre se angustiaba pensando en la trágica
suerte de su reino si moría sin dejar un sucesor claro y reconocido por todos, pero también mortificado
de qué pasaría si optaba por uno sin causa suficiente para que el otro lo reconociera.
Así estuvo algún tiempo hasta que ideó un concurso. Trajo a sus hijos a un patio del palacio y les dio un
arco y una sola flecha, después les vendó los ojos. Ya dispuestos así, mandó trae r una gallina con sus
polluelos.
Con los arqueros ya preparados, se llevaron el nido al otro extremo del patio del palacio y allí soltaron a
la gallina, pero se llevaron la nidada. Los polluelos, desesperados, piaban escandalosamente llamando a
la madre, y la gallina corría de un lado al otro, desesperada llamando a sus polluelos.
Los arqueros con los ojos cubiertos, tenían que asaetar a la gallina guiados por sus cacaraqueos
desesperados por encontrar a sus pollitos. Los dos arqueros empuñaron las armas y tensaron el arco al
mismo tiempo, pero después de unos segundos, uno de los hermanos desistió y relajó el arco
deponiendo las armas, el otro disparó y volvió el silencio al palacio, pues atravesó a la gallina.
Cuando se acercaron al padre los dos hijos, el rey le preguntó al que no disparó por qué había desistido,
a lo que él respondió que había sentido pena en su corazón al escuchar la desesperación de la madre y
los hijos buscándose mutuamente. Entonces, el rey lo tomó de la mano y le entregó la corona, p orque la
misericordia y la compasión rebasan en virtud a la destreza y el tino.
Índice
-Portada………………………………………………………………………………………………………………………1
-Prologo ……………………………………………………………………………………………………………………...2
-El conejo y la luna………………………………………………………………………………………………………..…3
-El niño y los clavos……………………………………………………………………………………………………..……4
-El papel y la tinta……………………………………………………………………………………………………..…..…5
-Uga la tortuga……………………………………………………………………………………………………….………6
-Carrera de zapatillas………………………………………………………………………………………………...………7
-Un conejo en las vías……………………………………………………………………………………………..…………8
-La sepultura del lobo……………………………………………………………………………………………..…………9
-La ratita blanca…………………………………………………………………………………………………..…………10
-La aventura del agua…………………………………………………………………………………………….…………11
-La gratitud de la tierra…………………………………………………………………………………………..…………12
-Secretos de voces……………………………………………………………………………………………………………13
-Hígado de conejo…………………………………………………………………………………….………..……………14
-Rico y pobre…………………………………………………………………………………………………………………15
-Ángel y hombre…………………………………………………………………………………………………..…………16
-Los arqueros…………………………………………………………………………………………………………...……17
-Las cuatro estaciones………………………………………………………………………………………………………18
-Quiero ser un pirata……………………………………………………………………………………………..…………19
-No me quiero casar…………………………………………………………………………………………………………20
-El ovillo de lana más grande del mundo………………………………………………………………………..…………21
Quiero ser un pirata
Matías estaba molesto con sus padres aquella mañana, pues le habían ordenado que limpiara su cuarto y tirara la
basura. Por si esto fuera poco, tampoco le dejaban dormir hasta muy tarde porque debía despertarse temprano para
ir a la escuela y, por supuesto, no podía comer dulces a todas horas.
Matías creía que sus papás no le querían, así que decidió tomar su mochila de la escuela y escapar. Metió algo de
ropa, agua y comida para él y para su conejo, la mascota a la que tanto adoraba y que no pensaba dejar atrás. Matías
también guardó un mapa que sin duda le serviría para cumplir su objetivo: convertirse en un auténtico pirata.
Matías había leído que los piratas eran geniales porque hacían lo que querían cuando querían y como querían.
Además, siempre estaban viajando por el océano en busca de tesoros y de aventuras, lo que para el pequeño Matías
era un auténtico sueño. Estaba completamente decidido y ni siquiera se despidió, tan solo dejó una nota con un
dibujo explicando que tenía que irse para volverse un gran pirata y que no tenía pensado volver nunca más.
Matías, emocionado por lo que le esperaba en su largo viaje, sacó su mapa y siguió todos los caminos indicados
hasta llegar al puerto donde al parecer se reunían los demás piratas. Sumergido en la emoción de encontrar a los
piratas para ser parte de su tripulación, Matías apenas podía darse cuenta de cómo su conejito intentaba volver a
casa.
Cuando al fin los encontró, aquellos piratas se mostraron muy sorprendidos, pues nunca antes habían tenido un
integrante tan joven. Incluso pensaron en decirle que volviera a su hogar, pero finalmente Matías, de tanto rogar y
rogar, consiguió que los piratas le aceptaran como a un nuevo miembro de la tripulación. ¡Al fin iba a conocer lo que
era ser un auténtico pirata!
Al principio todo era genial, podía comer todos los dulces que quería, dormir a la hora que le daba la gana y no
bañarse si no lo deseaba. También le gustaba estar ahí porque le daban todas las verduras que no le gustaban a su
conejo, y podía salir en busca de tesoros alucinantes, luchar contra tribus peligrosas y recorrer el mundo entero.
Pero todo comenzó a cambiar cuando Matías se enfermó de la tripa por haber comido tantos dulces. Nadie allí sabía
cómo cuidar a un niño pequeño enfermo, así que por primera vez Matías se vio sin el cuidado de su madre y de su
padre, solo tenía a su conejo y él, como mucho, meneaba la nariz.
Tampoco era muy feliz si lo pensaba bien, porque a veces no podía dormir por culpa de las fiestas que hacían los
piratas en el barco con música a todo volumen, y olían muy mal porque pasaban demasiado tiempo sin bañarse, así
que Matías decidió regresar un día a casa. Cuando llegó y tocó la puerta con su conejo en la mochila, sus padres
recibieron a Matías entre lágrimas, besos y abrazos porque habían estado muy preocupados por él.
Matías aprendió una gran lección tras aquella desdichada aventura, y es que a veces los padres pueden llegar a ser
muy duros con sus hijos no dejando que hagan siempre lo que quieran, pero eso es lo que hacen las personas
cuando quieren a otras, cuidarlas y procurar protegerlas de todos los males. Por eso, desde aquel día, Matías ya no
volvió a dudar a la hora de hacer caso a sus padres, pues se había dado cuenta que en ningún sitio podía estar mejor
que en su propia casa.
No me quiero casar
La princesa Wanda estaba molesta. Aquel día habían llegado un sinfín de cartas al castillo de sus supuestos
enamorados, cada una más extensa que la anterior y todas llenas de cumplidos que caían demasiado en la
adulación. Wanda, que adoraba la naturalidad y la sencillez, odiaba todas aquellas cartas. Todo lo que decían eran
mentiras, pues ninguno de los príncipes que la escribían la había visto ni siquiera en persona. Wanda estaba
convencida de que inventaban cosas solo para conseguir fama y dinero, por lo que ya estaba cansada de leer todas
las propuestas de matrimonio que la hacían y dejó de responderlas.
No es que la princesa Wanda estuviera en contra del matrimonio, todo lo contrario, pues ella creía que las personas
tenían que casarse y ser felices si querían, pero nunca por aburrimiento o por obligación. En cualquier caso Wanda
no quería casarse, pues en realidad ella estaba interesada en estudiar medicina para ayudar a las personas de su
reino, para lo que tenía pensado ir a la universidad en la próxima primavera.
Wanda no podía ocultar la emoción que sentía al pensar en comenzar sus estudios y hacer nuevos amigos. Después,
y una vez aprendido todo lo necesario, volvería a su reino para ayudar a todo aquel que lo necesitara. Era un plan
increíble y lo único malo es que aún ni se lo había comentado a sus padres los reyes.
Por el momento no quería pensar en la opinión del rey y de la reina, y tampoco en la de sus tíos ni hermanos. Wanda
quería ser libre y le daba igual lo que ellos creyeran, hasta que un día, muy decidida, se reunió con todos ellos:
• Buenos días a todos —dijo la princesa Wanda—. Me reúno con vosotros hoy para hablar sobre un tema muy
importante que tiene que ver con mi futuro.
• ¿Ya decidiste con quien te vas a casar? —preguntó muy contenta su madre, la reina.
• No —dijo la princesa Wanda— Es sobre algo mucho mejor que eso…
• Entonces, ¿qué es? —preguntó el rey, quien parecía igual de contento que la reina con la idea de una boda.
• No me quiero casar. Padre, madre…, quiero irme en primavera a estudiar medicina a la universidad —
respondió la princesa Wanda.
Pero aquello no quedó ahí, y la princesa explicó a sus padres que los deseos de matrimonio no la hacían sentirse
feliz, pues su felicidad estaba en ayudar a las personas. Sus padres, muy sorprendidos, escucharon con mucha
atención las palabras de su hija, y se convencieron de que su felicidad se encontraba en otra parte, por lo que
respetaron su decisión.
• No quiero que penséis que no quiero a mi reino, es solo que quiero vivir mi sueño y, cuando esté lista,
demostrarles mi cariño y respeto de la mejor manera que sepa, que será cuidándoles.
Sus padres, lejos de sentirse molestos, se sintieron orgullosos porque su pequeña hija fuera ya casi una mujer tan
decidida, pues eso significaba que algún día se convertiría en una gran reina.
Pasado el día, la princesa Wanda se fue a su cuarto para acomodar todos los libros que llevaría a la universidad y
decidió coger de nuevo las cartas que la habían enviado y contestarlas un a por una para explicarles en ellas que no
tenía pensado casarse con ninguno de sus pretendientes, y al terminar la princesa al fin se sintió aliviada y feliz.
Llegada la primavera, la princesa Wanda partió hacia la universidad y aprendió mucho e hizo montones de amigos.
Con el tiempo, y tras viajar mucho y hacerse una mujer muy sabia, regresó al reino siendo no solo la princesa Wanda,
sino la mejor doctora de todos los reinos habidos y por haber. Su tenacidad la había hecho crecer y brillar, como iba
a brillar su reino durante siglos.
El ovillo de lana más grande del mundo
A la abuela de Aitana le gustaba mucho tejer, y como era algo mayor ya y no podía trabajar cuidando de los animales
de su granja, solía pasar mucho tiempo tejiendo jerséis para su nieta. También tejía guantes, gorros y muchas otras
cosas más, y a Aitana le gustaba mucho todo lo que tejía y lo usaba a todas horas, especialmente cuando los días
eran muy fríos, porque era una abuela muy moderna. ¡Casi ni parecía una abuela!
Un día sucedió que la abuela recibió un paquete desde un sitio muy, muy lejano. Era un paquete enorme enviado por
alguien que parecía ser un familiar suyo y, al abrirlo, las dos descubrieron que lo que había dentro era una enorme
bola de lana, posiblemente la más grande del mundo entero.
—Oh, Aitana, ¡qué de cosas te podría tejer con este montón de lana! ¡Podría hacer incluso abrigos para todos los
animales de la granja! —dijo muy entusiasmada la abuela.
Aitana se rió mucho con aquello y se sintió muy dichosa de ver tan contenta a su abuela. ¡Era un regalo tan
inesperado! Y se comieron tan ricamente unas dulces natillas caseras para celebrarlo. Al día siguiente, cuando la
abuela se levantó preparada para empezar a tejer sin parar, la gran bola de lana ya no estaba.
—¡Nos han robado, nos han robado! —gritó la abuela.
Ante aquel alboroto Aitana rápidamente se despertó, encontrándose también con la triste noticia. La abuela de la
pequeña no pudo contener entonces las lágrimas por la desilusión, y por no poder cumplir todos los planes que
había hecho tras recibir el gran paquete. Entonces Aitana, que no podía ver llorar a su abuelita, decidió ayudarla a
encontrar el gran ovillo de lana. Primero buscó en la habitación de la abuela, pero ahí no se encontraba; luego por
todo el salón de la casa, pero tampoco estaba allí; después se dispuso a buscar debajo de las camas y dentro de los
armarios, y nada de nada… Solo cuando la pequeña llegó a la cocina pudo encontrar al fin una pequeña pista con la
que resolver aquel extraño misterio:
—¡Ajá! —dijo Aitana— Quien se llevó la gran bola de lana no se dio cuenta de que se estaba desenredando, por lo
que tenemos un gran hilo del que tirar para resolver el caso. ¡Vamos, abuela!
El rastro del ovillo de lana era muy largo, tanto, que la pequeña Aitana terminó rodeando la casa de su abuelita varias
veces, como si el ladrón hubiese estado dando vueltas en círculos con el ovillo. Luego el rastro la condujo al campo,
donde estaban las ovejas, y dando vueltas también alrededor de ellas llegó hasta el último árbol del camino, donde el
patrón del rastro cambiaba y comenzaba a subir.
Entonces Aitana, que aunque chiquitita era muy ágil, subió un poco por el tronco del árbol, pero el rastro llegaba
mucho más arriba y la pequeña ya no pudo subir más. Cuando Aitana se dio cuenta de que el ladrón estaba casi en
la punta del árbol, buscó una escalera con la ayuda de su abuela y escaló hasta casi la cima del árbol, llevando un
palo en la mano para asustar al ladrón.
—¡Te tengo, ladrón! —gritó Aitana.
Pero entonces pudo comprobar que el ladronzuelo no era ninguna persona malvada, sino un precioso gatito que le
resultaba familiar: ¡era el gato de la abuela, que era muy suyo, y al que le gustaba mucho viajar! Chiqui, que así se
llamaba, estaba muy asustado y cubierto completamente de lana, pues se había enredado en el ovillo e intentando
escapar se enredó aún más. ¡Había extendido la lana por toda la granja!
—¡Oh, Chiqui! ¡Mira la que has liado, pequeñín! —dijo Aitana.
Y tras un maullido muy tierno de arrepentimiento, Aitana lo cogió en brazos haciéndole saber que no había nada que
temer. Una vez repuestas del susto, Aitana y la abuela comenzaron a recoger con paciencia toda la lana y formaron
un ovillo de nuevo mientras el gatito correteaba a su alrededor, haciendo cabriolas y gestos graciosos para
animarlas. Así, y aunque quedaba aún mucho trabajo por hacer, Aitana y su abuela recuperaron la alegría y la ilusión,
conscientes de que todo trabajo duro es mucho menos duro si se hace en compañía y con amor. ¡Y humor!
Finalmente el gran ovillo de lana volvió a coger la misma forma que tenía cuando salió del paquete y de nuevo lo
celebraron con unas deliciosas natillas (sin perder a Chiqui de vista esta vez), antes de que la abuela se pusiese al fin
a tejer.
¡Qué invierno más calentito pasaron en la granja, todos con su jersey!
prologo
Los cuentos de hadas son tanto cuentos como cuentos largos, y su finalidad es divertir tanto a niños
como a adolescentes, y divertir a más adultos que a quienes los disfrutan.
Volver, me interesa hacer esta antología Las reflexiones que la fábula te puede ofrecer son
impresionantes.
Esta antología trata de historias sobre animales e individuos que permanecen en malas situaciones y
las arreglan de maneras bastante buenas. Esto es para todos los públicos en general, pero
especialmente para los más pequeños.
En este trabajo, hablaremos sobre algunos cuentos infantiles, el motivo del presente trabajo es que lo
encargo como proyecto mi profesor de la materia de español
Los cuentos infantiles son relatos tanto cortos como largos, el objetivo de ellos es entretener tanto
niños como jóvenes y aun mas adultos que disfrutan de ellos, los cuentos infatiles que se hablaran
próximamente retoman de la época medieval, A mii me intereso hacer esta antología porqué me llama
la atención las reflexiones que te puede dar las fabulas.
Esta antología trata de cuentos sobre animales y de personas que están en una situación mala y lo
arreglan de una manera muy buena, esta echa para todo público en general, pero especialmente para
los más pequeños. se presentaremos una pequeña muestra de lo que es la literatura de cuentos
infantiles, en éstos cuentos que les presentaremos a continuación se desborda la imaginación y la
fantasía con la que una vez soñamos cuando éramos niños.
Reviviremos la niñez con cuentos. Muchas veces catalogamos la lectura como algo aburrido y
entramos la situación se vuelve tan poco interesante para nosotros que apenas estamos interesados e