Resumen Temario Hispanoamericana Contemporánea
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Sus tres figuras con más peso son Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y
Maria Vargas Llosa. Precisamente es la novela La ciudad y los perros de este último
autor, la que inaugura este movimiento.
La ciudad y los perros es una novela basada en las experiencias del propio autor
como alumno del Colegio Militar Leoncio Prado, en la que recrea el ambiente de
violencia que se vive en los internados. Narra las actitudes en el colegio militar de un
rebelde grupo de novatos llamados por los compañeros más veteranos perros, que
deciden formar un comando ilegal (El Círculo), para luchar contra las injusticias de los
mayores. Con el tiempo, el carácter de El Círculo se desvirtúa al dedicarse los
miembros al contrabando de alcohol y cigarrillos. La vida en el internado, sin
embargo, sufre un giro importante cuando se produce el asesinato de un delator del
comando.
En la novela encontramos algunas de las características generales de la
novelística del Boom, como son:
La ciudad y los perros es una novela basada en las experiencias del propio
Vargas Llosa como alumno del Colegio Militar Leoncio Prado, en la que recrea el
ambiente de violencia que se vive en los internados. Narra las actitudes en el colegio
militar de un rebelde grupo de novatos llamados por los compañeros más veteranos
perros, que deciden formar un comando ilegal (El Círculo), para luchar contra las
injusticias de los mayores. Con el tiempo, el carácter de El Círculo se desvirtúa al
dedicarse los miembros al contrabando de alcohol y cigarrillos. La vida en el
internado, sin embargo, sufre un giro importante cuando se produce el asesinato de
un delator del comando. La novela pretende ser una crítica a la hipocresía de la
sociedad peruana, al determinismo social y a la despersonalización del individuo que
impone la estricta educación castrense, donde los valores tradicionalmente
masculinos: la falsa virilidad, la autoridad basada en la violencia y el castigo o la
venganza, prevalecen sobre otros puramente morales: la amistad, la compasión o el
respeto a los demás.
Neruda es un poeta cíclico, y cada uno de estos ciclos tiene sus cimas y sus
caídas, que se producen cuando el poeta intenta prolongar una onda cuya
tensió n ya se ha desgastado. Es, pues, un gran poeta de altibajos. El primero de
estos ciclos lo forman, fundamentalmente, dos libros: Crepusculario y Veinte
poemas de amor y una canció n desesperada, a los que habría que añ adir El
hondero entusiasta, que fue publicado má s tarde, pero escrito en la misma época
que los otros dos (hay un producció n anterior, pero el mismo Neruda parece, de
alguna manera, querer prescindir de ella). Este primer ciclo está caracterizado
por la versió n depurada que el poeta ofrece del postmodernismo, a lo que añ ade
algunos toques aislados de vanguardismo, pero, sobre todo, por la creació n de un
“yo” lírico, que no es autobiográ fico, sino una entidad verbal generada por los
momentos que vive y generadora de su visió n poética. Neruda vivió dos vidas
paralelas, la del mundo real, y la que se inventó como poeta, que es la que nos
interesa. La creació n de ese “yo” es la mayor aportació n de este ciclo.
Crepusculario está dividido en cinco secciones y trata diversos motivos léxicos,
pero se centra en el amoroso. En él, la sensualidad es tan febril y elevada que
tiene algo de místico. Las invocaciones a Dios en este libro no son infrecuentes, y,
aunque a veces algo decorativas, ya solo volverá n a aparecer en El hondero…A
partir de ahí, excluirá completamente de su obra el sentimiento religioso. Toda la
trascendencia que busca Neruda está en este mundo. Crea una atmó sfera de
melancolía y sufrimiento, con paisajes tristes y abandonados, en donde los
espasmos de placer son frá giles consuelos para una existencia que ansía la mitad
de la pareja pero que vive una honda soledad. Cuando, diez añ os después, publica
El hondero entusiasta el mismo Neruda dice que este libro ya no puede
perjudicarle poéticamente. En él, su registro emocional es muy amplio y variado:
exaltació n, energía, melancolía, soledad, angustia, etc. En él se descubren
flaquezas en la construcció n de ese “yo” lírico que no se ven en los Veinte
poemas…Se muestra ansioso, inseguro, sumiso con la amada, la mujer es una
hembra salvaje cuyo poder salvador lo empequeñ ece. Su lenguaje es, má s que
entusiasta, jadeante y espasmó dico Podríamos decir que el Crepusculario es el
preludio de Veinte poemas…Aunque casi contemporá neos, hay una marcada
diferencia entre ellos. En este ú ltimo, el “yo” poético se ha afirmado de modo
decisivo y ahora, aunque se lamente y pueda sentirse desamparado, es ya el
agente del juego eró tico, alrededor del cual gravita la mujer. El “yo” crece, y con
él crece también el mundo que percibe y registra, haciendo de él, del mundo, una
realidad textual cuyo control está totalmente en sus manos. Recupera el lluvioso
y humilde paisaje sureñ o de su infancia y lo reconquista, vuelve a vivir en él, y
seguirá haciéndolo en los siguientes ciclos. Desde allí parte y allí retorna cada vez
que su peregrinaje por el mundo le fatiga. A su lado, surge también el paisaje
urbano de Santiago, los rincones que buscan los enamorados. El segundo ciclo es
de extraordinaria importancia y es el momento central de su producció n. El
centro volcá nico es Residencia en la tierra, pero tiene antecedentes y secuelas
(borradores y apéndices). Decir que Residencia… es surrealista no es una
filiació n, sino una analogía a falta de otro nombre má s preciso. Quizá por ello,
má s que ciclo surrealista se le ha llamado, a este, ciclo residencialista o
residenciario, entendiendo por residencial territorial, es decir, la residencia es el
territorio, el espacio físico donde se juega nuestro destino y que nos conforma
existencialmente. En este libro, la condició n humana se reduce a la supervivencia
insensible en un mundo sombríamente material y corruptible, donde no cabe
otro destino que el de todo lo terrenal: la destrucció n. Neruda cae en este pozo
sin fondo en su viaje a Oriente. Allí, aislado por la cultura, por la lengua, percibe
el sinsentido de la vida, y el ú nico hilo que tiene para no perder la razó n en ese
laberinto es la poesía. Escribirla es ahora cuestió n de vida o muerte, un
desesperado intento para articular lo indecible y recuperar su propia naturaleza
humana. Aunque, realmente, la cosa no empieza ahí, ya que podemos encontrar
nueve poemas en Residencia… que son anteriores a ese viaje. El fragmentarismo,
el ritmo tumultuoso, el creciente hermetismo de las imá genes, el desdén por la
puntuació n, et., muestran que el poeta había empezado a abandonar la línea de
Veinte poemas… y que estaba moviéndose en una direcció n convergente con las
líneas de las vanguardias. Hay, en realidad, dos residencias. La de 1933, que
recoge poemas escritos desde 1925 hasta 1931, y el de 1935, que añ ade poemas
del 31 al 35. Se puede hablar, como decimos, de dos residencias, y de ahí el título
de La tercera residencia. Para el mismo Neruda, en este segundo ciclo, los
poemas son monó tonos, casi virtuales, con misterio y dolores como los hacían los
antiguos poetas. La nocturnidad del ciclo anterior da paso a la perturbadora
claridad del día. Neruda percibe el mundo como un pá rpado atrozmente
levantado a la fuerza, encontrando ahí el valor metafó rico que el surrealismo
encontró para la mirada, que puede verse también en El perro andaluz de
Buñ uel, y en El sueñ o de Dalí. Entre las dos series de Residencia…hay también un
ciclo interno y un arco de tensió n emocional y comunicativo que crece, culmina y
disminuye. En los primeros poemas el motivo eró tico y su fuerza siguen vigentes,
pero en el cuerpo central se sumerge en un mundo de completa negació n y
horror, del que solo emerge al final del segundo libro, en el que hay una
afirmació n de vida después del naufragio. Retrata un gigantesco repertorio de
objetos inservibles, y seres agó nicos o sin vida que solo está n ahí para ser
retratados por el agó nico ojo del testigo. Todo esto es, para Neruda, “poesía
impura”. El eje temporal del ciclo se sitú a alrededor de 1930. Para entonces, la
irracionalidad vanguardista había empezado a explorar nuevas zonas de la
experiencia humana que reflejaban una concreta etapa histó rica caracterizada
por una atmó sfera depresiva e inquietantes signos premonitorios de grandes
catá strofes. Por un lado, se planteaba la cuestió n filosó fica de có mo seguir las
vanguardias, en un mundo siempre cambiante, y, por otro, se enfrentaba el
dilema de reflejar, o no, la responsabilidad del intelectual frente a los grandes
fenó menos ideoló gico-políticos. Dentro de las vanguardias, el surrealismo es
precisamente la que resulta má s convulsa, con sus expulsiones, sus adhesiones,
reajustes internos, etc. Neruda, desde lejos, contribuye a crear una nueva
fó rmula, una alternativa, que resulta, precisamente por estar tan aislado del
debate, una gran contribució n (no hay que olvidar, no obstante, que Neruda ya
había tenido sus momentos surrealistas en su primer ciclo). Podríamos decir que
el surrealismo de Residencia…se encuentra dentro de la alternativa radical que
propone Bataille en la revista Documents, que subraya la contribució n de las
culturas primitivas, las fuerzas puras salvajes, sexuales y aná rquicas que se
esconden tras la fachada de la civilizació n. Los textos está n descoyuntados, a
veces incluso en abierta violació n del régimen sintá ctico o gramatical. El mismo
sujeto tiene poco de humano, es una criatura primaria, con el vientre pegado al
suelo y la mirada dirigida hacia abajo, hacia el nivel de los elementos
elementales: El sexo, la sed, la supervivencia…Como todo cobra una cualidad
pesadillesca, el lenguaje tiene la absurda ló gica de los sueñ os, y su impacto puede
asociarse al que produce la estética surrealista. Los retazos de pensamiento y
fó rmulas que se dejan entender a medias crean la poderosa sugestió n de
malestar existencial de un sujeto entregado a una frenética actividad sin
propó sito ni fin. Afortunadamente, es el mismo cará cter resistente y cíclico de la
materia, su eterna capacidad de metamorfosis, lo que finalmente abrirá una
ventana de luz en ese infierno. La materia en realidad no se destruye, renace
infinitamente, y con ese renacer salva al hombre. En los Tres cantos materiales se
enuncia que el punto crítico de la etapa ya ha quedado atrá s. Su viaje funerario le
ha llevado al corazó n mismo de las cosas, y se siente renacer con ellas y con su
poder genésico. Tercera residencia pertenece solo parcialmente a este ciclo: los
ú ltimos poemas del libro inauguran el siguiente, en el que su voz sonará
radicalmente distinta. Cierra el ciclo con Las furias y las penas, que ocupa toda la
secció n II del mismo, y que es uno de los grandes poemas eró ticos del poeta. Es
un poema de amor y odio referidos a una sola mujer. La pasió n es la suprema
obsesió n y tortura que lo retiene todavía en el ciclo residencial. El tercer ciclo
permite a Neruda elevar sustancialmente el volumen de su voz hasta alcanzar un
nivel épico y ser, en verdad, profético, en cumplimiento con sus altos deberes
poéticos, histó ricos e ideoló gicos para vencer a la muerte. Es el momento de su
gran poesía social, de su compromiso americano y de su intervenció n en las
pugnas políticas de la época. Para él, en esta época, su poesía era una extensió n
de sus posiciones políticas, y estas eran las que lo inspiraban. Comienza con las
ú ltimas secciones de Tercera residencia, entre las que está el poema Españ a en el
corazó n, alcanza la cú spide con el Canto general, y se deslíe en Las uvas y el
viento, uno de sus libros má s discutidos. La asunció n social que aparece en este
ciclo ya no abandonará nunca la poesía de Neruda. La construcció n de su “yo”
lírico descubre la historicidad en la que todo acto humano se inserta, y la
responsabilidad moral que, como consecuencia de ello, impregna su palabra.
Tiene una misió n que cumplir, una causa que defender; no solo habla él, sino que
por su boca hablan muchos otros, y él tiene la obligació n de darles voz. Escribe y
actú a en nombre de todos los hombres, los de ayer, los de hoy y los del futuro. El
cambio se produce a su llegada a Madrid como có nsul en 1935. Neruda es
acogido magníficamente, recibe homenajes, y se convierte en un poderoso
catalizador del proceso poético de la península e influye decisivamente en los
poetas má s jó venes. Abraza un comunismo ultraortodoxo, y sus contactos
continuos con México y Chile ejercen en él poderosos estímulos para la creació n
de su Canto general, que acaba siendo un vasto compendio de todo lo que sintió y
vivió en esos países. Ademá s, en Chile apoyó , como comunista, la campañ a
electoral de un Presidente que después ejerció contra él la represió n política, por
lo que tuvo que huir. En su huída aprovecha para hacer su primer viaje a la URSS,
a China y a los países del este, y todos los claroscuros de ese periodo quedan
también reflejados en esta pieza clave de su ciclo social. Ahora, su poesía no lo
aísla, sino que lo congrega con los hombres en una visió n de unidad y esperanza.
De la ú ltima parte de la Tercera residencia es, como se ha dicho, Españ a en el
corazó n, que podríamos emparentar con el Españ a, aparta de mí este cá liz de
Vallejo, y con el Guernica de Picasso, por lo que los tres tienen de documento
para hacer ver al mundo lo que estaba pasando en Españ a. Neruda es ortodoxo
políticamente, agresivo y caricaturesco en sus expresiones de odio contra la
burguesía y el franquismo. Pero en su poesía hay también ternura y pasió n. El
Canto general es la mejor demostració n de las proporciones del gran proyecto
nerudiano; al fin, el sujeto poético se ha hipertrofiado para fundirse con el orbe
verbal que ha creado a imagen y semejanza del mundo. Su “yo” está en todo, y
todo lo que existe vibra con el toque má gico de su palabra. Es un montó n de
cosas a la vez: Un poema épico, un autorretrato, un mural, una diatriba política
contra el imperialismo americano, una pieza de oratoria, una especie de ensayo o
cró nica en verso, un retorno a los tiempos místicos, una celebració n de América,
un testamento para el futuro, un mensaje a la conciencia del mundo, etc. Es un
poema muy desigual, como no podía ser de otra manera. Se escribe durante trece
añ os entre Chile, México y otra vez Chile, y, a veces, cuando falta la inspiració n,
no se deja de escribir, y cae en la arenga. Pero hay largos pasajes impresionantes
en los que el poeta vuelve a levantar el vuelo. Con sus altos y bajos, el libro es
particularmente difícil de juzgar. Pero ningú n otro poeta entre nosotros ha
intentado algo de tan grandes proporciones. Los ú ltimos versos del Canto
implican una plena fusió n del hombre, el cosmos y la palabra poética, el gran
sueñ o nerudiano: “Acudid a mis venas y a mi boca. Hablad por mis palabras y mi
sangre”. En el cuarto ciclo, siguiendo con la funció n social, Neruda quiere una
lírica constructiva, que ayude a entender la alta funció n que cumplen las cosas en
este mundo para el bienestar y el goce del hombre. Odas elementales, Nuevas
odas elementales, Tercer libro de odas y Navegaciones y regresos son los libros
de este ciclo. Los objetos má s humildes constituyen una forma singular de la
belleza, la belleza prá ctica y ú til, la que brota de la vida diaria. Podía, así,
continuar con su proyecto de verbalizar la totalidad del mundo. Se manifiesta en
este ciclo el buen humor nerudiano, que va de la ironía al pícaro saber popular.
Es una poesía del gozo material, de quien se siente al fin realizado y en paz con el
mundo y consigo mismo. Es el canto del hombre invisible que canta con todos los
hombres. Poesía fresca y vital, grá cil, aunque no demasiado profunda. El quinto
ciclo ha sido llamado otoñ al. Neruda ha cumplido los 50, se separa y se una a otra
mujer, Matilde Urrutia, que se convierte en la figura clave de su poesía en los
añ os que le siguen (Los versos del capitá n y Cien sonetos de amor).. Cambia, con
la denuncia de Kruschev y la invasió n de Budapest por parte de las tropas
soviéticas, su visió n política, hace autocrítica, y da una visió n benigna de sí
mismo. Hay un sentimiento agridulce, autocrítico como se ha dicho, y burló n. Es
el punto preciso para hacer un recuento, intentar un balance y repasar las
memorias personales. Neruda ha llegado a una época de su vida en la que ha
ganado una nueva sabiduría, y que es el resultado de todos sus errores,
contradicciones y debilidades, de darse cuenta de que en él lo privado se hace
pú blico y viceversa, y este reajuste y ajuste de cuentas consigo mismo culmina
con sus Memorias… y con su Confieso que he vivido. El ú ltimo ciclo es de
marcado descenso de la tensió n poética y da la impresió n de contener solo
colofones o epílogos a su propia obra, nada realmente original, nada que no
hayamos visto antes en su obra. Un rasgo que puede ayudar a configurar el ciclo
es la preocupació n por el tiempo final y el futuro que Neruda encara con una
mezcla de optimismo y de nostalgia: la del que sabe o intuye que se está
despidiendo del mundo.